1. EL NACIMIENTO POR LA MUERTE
Alguna vez nos hemos preguntado ¿Por qué el ser humano desde tiempos
inmemorables se ha preocupado por dejar detrás suyo, figuras o
representaciones, como testigos perennes de su paso por el mundo? Pues bien,
Regis Debray nos plantea que para resolver este y muchos otros interrogantes
sobre el ser humano debemos mirar hacia el pasado; Debray dice: “quien
retrocede en el tiempo avanza en conocimiento” 1.
Si damos un vistazo a la historia no tardamos en darnos cuenta de la imagen es
una constante en todas las civilizaciones, en todas las culturas, en todas las
épocas y siempre se pasea de la mano con la muerte. Las antiguas civilizaciones,
aunque con distintas creencias, siempre enterraron a sus líderes rodeados de
tesoros y sus tumbas fueron adornadas con todo tipo de objetos decorativos. Los
atenienses representaban cuerpos en figuras de cerámica sobre las tumbas como
intentando poner a la imagen por testigo de un merecido triunfo de la vida sobre la
muerte.
Podemos apreciar una utilización muy practica que se hace de la imagen, en los
funerales de los antiguos reyes de Francia, en estas ceremonias el cuerpo del rey
que acababa de morir debía ser expuesto durante cuarenta días, pero como el
cuerpo se descomponía de manera muy rápida, entonces se recurría a crear
efigies exactas a los muertos, utilizando la imagen, como un sustituto vivo del
muerto. En este punto Debray2 plantea algo que suena muy curioso y a la vez
irónico, en esos momentos en la copia hay más que en el original y es que según
el autor al hombre occidental lo mejor le llega por su conversión en imagen, pues
su imagen es su mejor parte.
A medida que va avanzando las civilizaciones, también evoluciona el uso que se
hace de las imágenes, puesto que en un principio solo podían ser usadas por los
grandes personajes; pero luego entra en un proceso en el que se da una especie
1
Regis Debray, Vida y muerte de la imagen, historia de la mirada en occidente. Ed. Paidos, 1998. P. 19
2
Ibíd, p. 23.
2. de democratización, a partir del cual no solo los hombres poderosos tienen acceso
al uso de la imagen, ya que luego el ciudadano del común también lo obtiene, y
mas tardíamente también lo obtienen las mujeres.
La iglesia, en especial la cristiana también haría valer su derecho al uso de la
imagen y aunque toda la iconografía del cristianismo no estaba prevista por los
padres de la iglesia, lo cierto es que fue la cultura cristiana la primera en darle a lo
físico, un espacio entre lo sagrado, primero lo hizo con los santos, luego con los
mártires, los prelados y los príncipes; así pues le brinda toda una imagen divina a
sus muertos intentando mostrar el triunfo de la fe sobre la muerte.
La muerte fue quizá el primer misterio del hombre y tal vez gracias a su presencia
fue que el hombre comenzó a hacerse una idea de lo sobrenatural, la muerte le
incito a esperar un más allá y tal vez la angustia de encontrarse frente a un
cadáver que ya no es un ser viviente pero tampoco era una cosa, fue lo que le
motivo a hacer replicas de si mismo, como intentando perdurar en el tiempo
dejando una evidencia de que alguna vez existió y cada vez se sumerge mas en
una fascinación por lo fúnebre o lo que el autor llama: “el amor a los huesos” y a
medida que esto pasa, el hombre avanza en las técnicas que usa para crear una
imagen cada vez mas real y fiable del ser que ha fallecido, comienza a variar el
formato de las imágenes para hacerlas cada vez mas pequeñas hasta que una
imagen llega a convertirse por ejemplo: en el colgante que una devota llevará
puesto en su cuello sobre la piel. Se desarrollan tanto y tan rápidamente las
técnicas artísticas que se llega a un punto en que sin darse cuenta, ese amor a los
huesos termina convirtiéndose en el amor al arte.
Para el autor, el estilo de vida del hombre occidental actual ha desterrado la
muerte de la posición que ocupo en el pasado, la ha bajado de su pedestal y casi
ha llegado a olvidarle; lo cual sería según él, asestar un golpe contundente a la
imaginación y con lo que el domina la muerte de la muerte, también moriría el arte
que ha nacido de sus entrañas. Hubo arte mientras existían las fuerzas
misteriosas, la magia de lo desconocido y es que la humanidad al sentirse casi
superpoderosa porque ha alcanzado un poder increíble sobre su entorno ya no
3. siente la necesidad de artistas, el hombre antiguo crea la imagen y crea ídolos
como una forma de vencer el miedo, pero el hombre actual logra vencer sus
miedos sin recurrir a la magia de la imagen, la técnica y la razón se han terminado
imponiéndose sobre el ídolo y todo esto ha ocasionado que se pierda la “magia”
que pierda la necesidad de trascender en el tiempo y ha llevado al hombre a
llenarse de imágenes sin contenido ni consecuencia.
Para Regis Debray3 no hay, de un lado la imagen material e inerte y del otro la do
la mirada como un rayo de sol que anima la pagina de un gran libro abierto, ya que
mirar no es recibir, sino ordenar lo visible, organizar la experiencia. La imagen
recibe su sentido de la mirada. La evolución de la técnica y las creencias nos
llevaron a señalar tres momentos en la historia de lo visible: la mirada mágica, la
mirada estética y por último, la más banal: la económica. La historia de la mirada
tal vez no sea más que un capítulo de la muerte de occidente.
El nacimiento de la imagen esta inexorablemente unido a la muerte desde el
principio. La imagen se convirtió en el arma del hombre para enfrentar el olvido
que será con la llegada de la muerte.
Nemias Pacheco Varilla
Universidad de Córdoba
LIMAV II
2009
3
Op. Cit, p. 38.