La evangelización comenzó dirigida a los judíos, citando los textos del Antiguo Testamento, pero Pedro bautizó al centurión romano Cornelio, dándose cuenta que no solo los judíos podían ser bautizados. Pablo dirigió su predicación tanto a judíos como paganos sin imponerles las costumbres judías. Finalmente, con el edicto de Milán en el 312 d.C. se garantizó la libertad religiosa en el Imperio Romano.