La educación sexual es un deber de los padres y un derecho de los hijos. La familia es el mejor ambiente para esta educación gradual a través del diálogo personalizado entre padres e hijos. Los padres deben enseñar los valores positivos de la sexualidad humana a la luz de la vocación al amor y a la santidad, así como consejos para crecer en el amor de Dios y del prójimo.