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TIEMPO
Para el historicismo, la naturaleza, esencia o identidad de una cosa
radica en su historia. La revolución intelectual sin precedentes efec-
tuada por el historicismo en décadas tempranas del siglo xrx
-la
re-
volución determina en gran medida cómo aún ahor¿ nos concebimos
a nosotros mismos y al mundo en que üvimos y cuyos resultados pro.
bablemente no seún abandonados otra vez- dotó a todo constructo
humano de una dimensión temporal. El historicismo desplegó todas
Ias cosas en el tiempo, tal como uno podía desplegar en el espacio
una porción de masa con un palo de a¡nasar Todas las cuestiones hu-
rnanas fueron percibidas como sujetas a un desarrollo. Yla tarea digna
y sublime del historiador era demostrar cómo se ve nuestro mundo
desde esta nueva perspectia temporal que se descubrió. El tiernpo
cra, por tanto, la categoría más básica del historicismo y es improba-
ble que los histori¿de¡s5
-¿l¡¿¿¿¡do
el historicismo o no- quieran
alguna vez indagar el papel del tiempo en la escritura de la historia.
Uno podría, pues, esperar que la filosofia de la historia prestara
r¡na mayor atención al tema del tiempo. Pero esta expectati se ve
liustrada cuando se consultan los trabajos más importantes en filo-
sofia de la historia, tanto recientes como remotos. Curiosamente, los
lilósofos de la historia apenas escriben acerca del problema del tiem-
¡ro. Esto también es cierto acerca de los historiadores mismos; gustan
¡le hablar acerca del crecimiento, del desarrollo, de la evolución or-
gánica, del poder genético, de la unicidad de las épocas individuales,
rlel destino y la coincidencia, etc., pero el tiernpo, corno tal, es apenas
rnencionado y discutido en sus escritos. Es como si el tiernpo mismo
¡rcrmaneciera "embebido" en el tipo de nociones mencionadas an-
rcriormente, y que nadie sintiera el desafío de delimitar cuidadosa-
r¡ente su alcance, Reinhart Koselleck, filósofo de la historia alemán
rlcl siglo xx tardío, que permaneció cercano al historicismo, publicó
lx)co antes de su muerte, en 2006, una colección de ensayos titula-
' University of Groningen.
t29l
30 FRANK ANIGRSN
dos btschichl.en,t y uno podría esperar que ofreciera, al menos en al-
gún lugar de ese escrito, un análisis meticuloso del tiempo. Pero aun
cuando menciona la noción de tiempo muy a menudo y en muchos
contextos diferentes, no analiza el tiempo, como tal. Entonces, uno
recuerda la observación de Wittgenstein:
wo in der Welt ist ein metaphpisches Subjekt zu merken? Du sagst, es verhált
sich hier ganz wie mit Auge und Gesichsfeld. Aber das Auge siehst du ürk-
lich nicht. Und nichts am C'esi¿hLrÍewÉtsst daraufschliessen, dass es von einem
Auge gesehen wird,'
En la escritura histórica parece que ocurre esto con el tiempo: en
el historicismo todo se ve desde la persPecti del úernpo, pero, pre-
cisamente, esto mismo hace que se vuelva imposible hablar acerca del
tiempo mismo.
Lo anterior sugiere lo que será el punto central de mi argumento
en este capítulo. Trataré de dar una explicación acerca de por qué,
contrariamente a nuestras expect¿tivas, los filósofos de la historia
siempre han mostrado tan poco interés en el tópico de la historia y
el tiempo. Para tal fin, interpretaré el tiernpo en tres formas diferen-
tes: ll el tiempo como categoría trascendental kantiana, 2l el tiempo
como tiempo cronológico (a ser referido como "tiempo reloj") y 3l el
tiempo como expresión de la historicidad humana ("tiempo üvido").
Como quedará claro, en ninguna de est¿s tres formas el tiempo es de
demasiada importancia para la escritura de la historia. Permítanme
formular esto un poco más provocatilamente. Espero ser capaz de
mostrar que la función del tiempo en el estudio de la historia es pre-
cisamente hacerse a sí mismo invisible. El tiempo tiene ciertamente
un papel que ejercer en la escritura de la historia, pero su papel es
un elemento negativo en lugar de ser uno positivo
-y
esto podría
explicar por qué se ha prestado poca atención al tiempo-. Habiendo
argumentado esta conclusión algo paradójica, volveré finalmente otra
vez a la aproximación tr¿scendentalista. Pero lo haré de un modo di-
ferente del de Kant
-y
ello nos llevará a la noción de rePresentación.
I
R. Koselleck, Zi¿rrt¿¡¿,h teL Studbn zur Historih, F¡ríncfo¡t del Meno, Suhrkamp, 2000.
r 1,. Witrgenstein, 7rr.l attlt tagi¿o+hibsophiolt, F¡iíncfo¡t del Meno, Suhrkamp, l97l '
sc.ción 5.633.
3l
l')l tiempo como concepto trascendental
lll tiempo puede ser considerado constitutivo al estudio de la historia
y a su objeto de investigación. La historia estudia cómo las cosas se
rlcsarrollan a través del üempo. Un modo de dar forma a esta intui-
ción es considerar el tiempo como una condición trascendental de la
¡xrsibilidad del conocimiento histórico, en el sentido kantiano. Ahora
lrien, según Kant, tanto tiempo corno espacio son conceptos "puros"
, como tales, sin ningún contenido empírico. El conocimiento empí-
r ico confiable acerca de la realidad es sólo posible si da¡nos forma a la
lcalidad empírica conforme a estas " Anschauungsformed' del espacio
v cl tiempo. El conocimiento es siempre conocimiento de la realidad
cspacio-temporal. Como lo dice Kant en un modo claro
-inusual
en
íl- en los holegomma:
¡run sind Raum und Zeit diejenigen Anschauungen, welche die reine Mathe-
llratik allen ihren Erkenntnissen, und Urteilen, die zugleich als apodiktisch
rrnd notwendig auftreten, zum Grunde legt; [...] Doch betrifft dieses Verm&
gtr, a priori anntschauen, nicht die Materie der Erscheinung, d.i. das, was in
rlri Empñndung ist, denn diese macht das Empirische aus, sondern nur die
l,irrm derselben, Raum und Zeit,3
Por lo tanto, en la visión kantiana, toda historia, todo conocimien-
r(, del pasado, es sólo posible en virtud de la " Awchauungsfmm" del
tir:rnpo. Se seguiría, entonces, que el tiempo no es un concepto acci-
rl( ntal en la escritura del tiempo; el tiempo es verdaderamente la con-
rlición de posibilidad de todo conocimiento histórico. Obüarnente,
scr'ía dificil pensar en un nexo más fuerte e íntimo entre el tiempo y
l¡r cscritura histórica.
Sin embargo, hay dos argumentos en contra de este argumento
tr ascendent¿lista. Primero, el mismo Kant no tuvo la menor intención
r['ofrece¡ con su estética trascendental, una razón trascendentalista
rk la posibilidad del conocimiento histórico. Él estaba interesado en
Irrs matemáticas y en las ciencias naturales ¡ como típico miembro
r( Presentativo de la Ilustración, no tenía ni interés ni respeto por
l¡r escritura histórica. Su argumento no está relacionado de ningún
'1. I<^nt, Pml"gDn"na n! dn¿r j?n"n zuhünfigat MetaP¡¡F *, Hamburgo, Felix Meiner
llr79, pp. 283, 284.
32
modo específico al estudio de la historia, sino que pretendía dar una
fundación epistemológica a disciplinas como la astronomía, la geo-
logía y
-aquello
que Kant tenía en mente- la mecánica. El tiempo
cumple un papel clave especialmente en la mecánica, y ello ocurre en
un gran número de fórmulas. Esto ya nos pone en guardia. Por lo que
Spengler observó del modo más perceptivo, la concepción del tiempo
kantiana involucra:
eine Zeit, welche matemathisch in Ausdrücke wie l, 12, y'-l gebracht werden
kann, die die Annahme einer Zeit von der G¡ósse Null oder negativer Zeiten
wenigstens nicht ausschliessen. Ohne Zweifel kommt hier der Bereich des
Lebens, des Schiksals, der lebendigen, hístútischenzeit gat nicht in Frage.
Obaiamente, no tod,o tiempo es histórico
Mi segunda objeción tiene que ver con la historia como conocimiento
histórico. El conocimiento histórico, el entendirniento histórico, esuí
siempre incorporado en los textos históricos. Y aquí hablo específi-
camente de textos históricos y no de afirmaciones indiüduales con-
tenidas en el texto. Como todos sabemos, el problema principal de
toda escritura histórica y el problema que todos quisiéramos resolver
con el fin de alcanzar conocimiento histórico es el problema de la
selección; esto es, el problema de qué afirmaciones verdaderas men-
cionaremos o no en nuestra referencia al pasado. En consecuencia,
nuestro problema principal no es hacer aserciones verdaderas acerca
del pasado, porque esto es algo bastante sencillo, aunque, sin duda,
no siempre sin problemas. El problema es, más bien, seleccionar las
aserciones exactas y verdaderas para nuestros textos históricos. En
suma, en la práctica de la escritura de la historia y, en particular en el
debate historiográfico, las afirmaciones verdaderas deberían ser üs-
tas más como átomos que como moléculas: uno no mira "dentro" de
ella!, por decirlo así. Ahora bien, uno siempre encuentra indicado-
res de tiempo "en" aserciones de textos históricos (por ejemplo, "la
Revolución francesa estalló en 1789"), en consecuencia, en el nivel
"atómico". Podría ser objetado que estos "átomos" oracionales están
cronológicamente ünculados al texto del historiador
-de
modo que
la secuencia de tiempo es también operativa en el nivel del texto-.
En efecto, la historia se puede escribir de este modo. Si éste es el caso,
lr.rlrla¡¡los de crónicas y anales (sobre estas nociones, véase la siguiente
,r'r ci<in). Pero la escritura histórica moderna no adopta ya el orden
, r , rrrológico de crónicas y anales. La consecuencia es que el tiempo
r, ¡L r cs de menor importancia para el estudio de la historia. Y ello sig-
r ilica el fin de la opción trascendentalista.
I l tiempo como tiempo del reloj
l' l t¡empo es uno de los más grandes rompecabezas en filosofia. Des-
rlc la muy conocida afirmación de Agustín en sus Cory'siones de que
ll sril<¡ sabe lo que el tiempo es mientras no se le pregunte acerca de
r.llo, los filósofos han tenido notablemente poco éxito en su intento
rk rlar sentido a este concepto. En la forma del tiempo-reloj, sin em-
l)¡r'go, tenemos una noción de tiempo que es muy poco problemáti-
r r¡ clesde un punto de üsta filosófico. El tiempo-reloj es simplemente
,l Lipo de tiempo que leemos en un reloj. Sesenta minutos entran
crr una hora, veinticuatro horas entran en un día y así por semanas,
rrt ses y años hasta décadas y siglos. El tiempo-reloj es definido en
tilminos de fenómeno objetivamente perceptible de manera fisica o
,rslronómica y, como tal, es ¡elativamente poco problemático.
¿Cuál es la significación del tiempo-reloj para el estudio de la histo
¡ ia? Encontr¿mos la respuesta a esta pregunta en las crónicas y anales.
I layden White menciona los Anales de Sankt Gallen como un ejemplo
rlc crónica (de aquí que estos Anales de Sankt Gallen no sean anales
crr el sentido propio del término). 4'hite cita el siguiente pasaje de esa
obra:
722, buena cosecha; 723,-;724,-;725,los Sarracenos vinieron por primera vez;
12G,-: 727,-; 728,-; 729,-; 130,-: 731,-: la bendita Beda murió; 732, Ca¡l luchó
( ()ntra los Sarracenos en Poitiers el Sábado.a
Como muestra el ejemplo, la cronología, o el tiempo-reloj, estruc-
trrra aquí la narrativa histórica
-al
menos, si deseamos hablar de r¿a-
¡ratiua hisÍórica en el caso de la crónica-. Mucho de lo mismo es
verdadero para los anales también. La cuenta de los años es seguida
tiuto en los anales como en las crónicas, pero los anales no se redu-
'' O. Spengle¡ Da Un ralgang d¿s Aúendlandet tomo I, Múnich, Beck, 1927, p. 161.
cen a una mera cuenta cronológica. Primero, a diferencia de la crónt-
ca, los anales normalmente se concentran en cierta entidad histórica,
como un monasterio, una ciudad, un soberano o un país, Los anales,
de este modo, tienen una cohesión que eslá ausente en las crónicas.
Segundo, los anales difreren y van más allá de las crónicas por rela-
ciones causales suministradas tentativamente entre eventos históricos
individuales.
Hayden White señala correctamente que no deberíamos mirar con
desprecio a las crónicas y anales desde la perspectila de la escritura
histórica contemporánea. En sociedades con un bajo grado de cohe-
rencia social, como las de Europa mil años atrás, y en las que la gente
no era menos dependiente de los caprichos de la naturaleza que de la
acción de los hombres mismos, crónicas y anales eran probablemente
el modo más sensible de dar cuenta del pasado. Éste es el modo en
que la gente de entonces experimentaba el tiempo y la historia: sólo
una cosa tras otra. Y más que eso, no había. Por otra parte, crónicas
y anales no son inferiores a la historiografia contemporánea desde el
punto de vista de la objeúvidad, verdad y realismo. Su "verdad" sale
mejor parada si la compararnos con las construcciones teóricas
-usual-mente complicadas y frágiles- que encontramos en la escritura histó
rica moderna desde Ranke.
Sin embargo, ningún historiador tomará postura en favor de cró-
nicas o anales hoy en día. En comparación con la escritura histórica
moderna, ambos carecen de una "conclusión", un comienzo y un fin
claros. Tampoco logran valorar e interpretar los datos del pasado tal
como lo hace la escritura histórica moderna. Por lo tanto, aun obras
maestras (como las que indudablemente ha habido) dejarán en el
lector contemporáneo la impresión de ser curiosas y estúpidas; el ar-
gumento se mueve constantemente como una onda en la superficie
del tiempo y nunca nos da un panorama comprensivo de los eventos
del pasado. Carecen de alcance. El argumento aquí no es una red
sino una línea, y no logran nunca evocar una señal de profundidad,
perspectiva o coherencia. Para citar a White, crónicas y anales no
son
auténtica historia, al menos de acuerdo con comentadores posteriores, en ür-
tud de dos consideraciones. Primero, el orden del discurso sigue al orden de
la cronología; presenta eventos en el orden de su ocurrencia y no puede, por
ello, proveer el tipo de sentido de una descripción gobemada narratológica-
,',, rtr'. Scgrrndo, probablemente debido al orden "¿nnalístico" del discu¡so,
| , ,l, sr lil>ción no concluye tanto como simplemente finaliza.ó
I r suma: crónicas y anales no logran dar sentido al pasado. Y esto
l.r ¡¡rlerpretación significativa de la historia- es precisamente el pi-
l.rr l t l propósito de la escritura histórica moderna; pero el orden cro-
rr, ,lrigico del tiempo-reloj no contribuye a ello. Entonces deberíamos
,1,
'rr h;rr el tiemporeloj en tanto categoría constitutiva de la escritura
lrstrili¿'a-
LI tio¡|)o rcno historicidad (tiempo aiuid,o)
I r r r rri argumento anterior fallé dos veces. por asÍ decir. fupiré a demasia-
, ll, rr¡D la noción trascendentalista de tiempo, porque se podría utilizar el
rr( url)o para la fundación epistemológica de otras disciplinas además de
l.r cscritum de la historia. Aspiré a demasiado poco con el tiemporeloj:
, l ticurpo cronológico es sólo de lalor para crónicas y anales, pero no es
,l, signiñcancia real para la escriiuÉ histórica moderna. Sin embargo, la
¡¡ or r¿ histórica contemporánea nos da la oportunidad de tener un tercer
r rr( nto y, con suerte, finalmente demos en el blanco ahora,
l,istoy pensando aquí en I'ienpo 1 nanación de Paul Ricoeur y, prin-
( il),rf nente, en Ti.mz, Nanaliue &nd Hislú! de David Carr de 1986 y los
Irrsayos posteriores que escribió desde entonces, en los cuales continuó
clrrl¡orando la tesis cent¡al de su libro.6 Como es claro a partir de los
trtrrlos de los dos libros, el tiempo es el tema centr¿l en ambos, Mrís aún,
.r¡rl¡<¡s libros pueden ser ubicados en la t¡adición fenomenológica. f,a
lr'¡romenología aspira a una descripción altamente imparcial y cuasi-
r icltífica de cómo se nos aparece el mundo, siendo su punto inicial la
cx¡rcriencia de la vida misma. Pero, tal como Husserl argumentó, este
¡rrrnto de inicio no debería ser ni el sujeto que experimenta (porque
'
rit() conduciía inevitablemente a ,ariantes de idealismo), ni el objeto
, xperimentado (el cual nos daría variantes de empirismo). Husserl, de
( sre modo, deseó ser capaz de er,adir y aun trascender el dilema del
irlcalismo y del realismo con su fenomenología. Ahora bien, los feno
rrrcnólogos después de Husserl han enfatizado siempre la temporalidad
'H. tthite, Th¿ C,ant"nt of the I'om. Na,rati ¿ Discourse and HítL,rünl Reqfttmtalion,
l!rlti¡nore, The.Johns HopkiDs Universiry Press, 1987, p. 8.
" IbtuL, p. 17.
o la historicidad de toda experiencia fenomenológica. Este es el punto
de partida de Ricoeur y Carr La idea básica de ambos es que la histori-
cidad,la temporalidad de la experiencia, r.ro sólo se aplican al modo en
que los individuos experimentan el mundo. Se argumenta que existe
una continuidad entre el papel del tiempo en el nivel elemental (expe-
riencia del tiempo) individual, su papel en el nivel del gr'rpo o la colec-
tiüdad (por ejemplo, del Estado o la nación) ¡ por últirno, el papel del
tiempo en el nivel de la escritura histórica.
Ahora bien, ya que el argumento de Ricoeur sobre el tiempo
es difícil de desentrañar por las varias cuestiones con las que tra-
bajó en su inmensa trilogía y carecen de relevancia para mi argu-
mento, en tanto qlle Carr se centra exclusivamente en el tiempo,
discutiré
-por
razones de economía y claridad- el libro de Carr
y no el de Ricoeur, por lo demás, un trabajo profundamente im-
presionante.
El argumento de Carr procede en dos pasos. Primero, él quiere de-
mosü?r que el tiempo es una categoría esencial para la experiencia del
indMduo y sus acciones (Carr debería habenie referido aquí a sus precur-
sores en la fenomenología); en segundo lugar, él quiere demostrar esta
continuidad entre el papel del tiempo y la historicidad para el individuo,
para el gmpo y par"a la escritu¡? histórica que mencioné hace un momen-
to. El primer paso es el más sencillo. Carr sigue aquí la idea de Husserl
de que la experiencia siempre presupone una recolección del pasado
("retención") y una anticipación del futuro ("protención"). Por medio de
una metiífora afortunada, Car compara la experiencia con escuchar una
melodía; únicamente podemos reconocer una melodía si somos capaces
no sólo de escucha¡ las notas separadas, sino también de recordar aquello
que 1a hemos oído y de tener ciertas expectati'2s de lo que estii por ve-
nir. En otas palabms
-y
esta reformulación es de gran importancia para
Carr-, nuestra experiencia de üda misma posee 1a una estructura nana-
tiva. Temporalidad y naffatividad son conceptos íntimamente conectados
y son los dos pilares en los que se funda todo el argumento de Carr. Como
Carr repite una y otr¿ vez, no sólo encontramos narr¿tividad y temporali-
dad en el nivel de narr¿tirzs históricas sobre la realidad (pasada), sino que
también son partes relerantes de la realidad misma. O, como Car lo dice,
narratiüdad y temporalidad no son un vestido que encubre algo más, sino
la estrrrctura inherente en la experiencia y acción humanas.T
;
f'. Ricocrtr Tcnqs eI rócit,3 r.,P^tís, Seuil, 1983-1985 | nenpo t nanación, úad. Agüs-
l,.l scgundo paso es más dificil, y concierne a la cuestión de si Ia
rr.rrr¡rtividad y la temporalidad son de tanta importancia para las co-
l, r tilidades y sus historias como lo son para los individuos
-en
otros
r, r rrrirros, ¿hay algo así como un tiempo s¿¡¿i¡¿l narrativo del mismo
rrr,,rIr que lo encontramos en la experiencia de vida individual?-.
I rr r¡n análisis balanceado yjusro, Carr concluye que los intentos de
llrrsscrl, Heidegger l Schiitz (rrno de los seguidores de Husserl) de
r sllr¡lcntar a partir del incli|icluo hzrcia el erupo han sido poco exi-
t,,ros.s A fil-r de remediar este f allo, Ca¡r- se rttelve ahora hacia Hegel
r. r'rr particular, hacia el argrrmento rlc Hegel acerca de la r-elación
.rr rro csclavo, hecha famosa pol Kojéve, sus discípulos marxistas fran-
r
' s( s y por Fukuyama. Hegel afirmó que el amo sólo puede ser amo
, ll ( slc sentido mientras sea reconocido comó tal por el esclavo: más
rrl)liamente, nos reconocemos a nosotros nlismos y primero nos vol-
', rrrrs lo que somos en y por el reconocimiento del otro. Para Carr,
, l l conocimiento, tal como es definido por Hegrl. c:' el rnorlelo para
l.r irrtegración del indiüduo a una colectividad con cierta cohesión
r,
'r i¡I. Por lo tanto, la colectividacl es esencillmente más que la suma
,l, individuos separados, atomísticos, ht¡bbcsianos. Contrariamcnte,
, l individuo también se definirá e inte rpretará a sí mismo en tórminos
,l|l urupo y los patrones de reconocimicnto existentes en el grupo.
l lo sigllifica
-y
esto es lo que a Carr lc interesa- que gracias a los
rrlcanismos de reconocimiento hay ulll continuidad ent¡e el indi-
r irluo y la colectividad. Y segirn Carr, esta continuidad implica que
r;rr ratividad y temporaliclad son cateso¡íi¡s tanto de la colectiüdad
, ,,rno del individuo
-la
tcmporalidad y narratividad de la colectivi-
rl;rrl les dan for¡na a los relatos históricos que la colectividad cuenta
.rr clca de sí misma.
I,in suma, según Carr, el tiempo es la categoría constitutiva tanto de
l;r t:alidad pasada como de las descripciones históricas escritas sobre
.lll. El tienpo constituye tanto la acción humana indiüdual como la
, ( )lcctiva. Luego, el tiempo determina la estructura de toda historia
r.u rativa si la narrativa hace justicia a la temporalidad de la acción
lrllnana. Entonces, desde una perspectiva tanto ontológica como
|l)istemológica, el tiempo es la categoría fundacional de ambas: his-
r,,¡ Nei¡¿. 3 vols., México, Siglo XXI, 199G19961i D. C¿rr, nnq Narft tue an(l History,
Itl, r)n)ington. Indiana University Press, 1986.
-
C,ñr, oP. tit., p.5.
toria y escritura histórica. De ello se sigue que, cuando Pensamos en
el tiempo vivido, y no en el tiempo trascendentalista o del reloj, no
podemos dudar de que el tiempo es la categoría fundacional de toda
escritura histórica.
EI desacundo ente Con y Mink
Deberíamos elogiar a Carr por la forma clara y vigorosa en que defi-
nió el papel del tiempo en el estudio de la historia. Sin embargo, en
los escritos de Louis O. Mink (y Hayden White) podríamos encontrar
fuertes argumentos contra su tesis princiPal. Porque, a diferencia de
Car¡ Mink ve una discontinuidad entre las vidas de los indiüduos y
las colectividades por un lado, y los relatos históricos que pueden ser
contados sobre ellos, por el otro. Mientras Carr conecta la te¡nPora-
lidad con la üda y la narraúvidad, Mink asocia el tiempo con la üda
misma, pero no con la narratividad ni tampoco con los relatos que
historiadores podrían contar acerca de la vida. Por ello, Mink recha-
zaría la tesis de Carr sobre el tiempo como fundacional para el estudio
de la historia.
Así que compararé la visión de Carr con la de Mink. Un primer
problema con la tesis de Carr es el siguiente: como hemos visto, la ex-
periencia individual y la acción son el punto de partida de Carr. Una
colectividad social o histórica (un estado, una nación, etc.) sólo existe
en este sentido mientras los individuos estén preparados Para recono-
cer la colectividad
-sólo
entonces puede la temporalidad y la narra-
tividad ser traspuesta desde la individualidad hasta la colectividad-.
De esta manera Carr escribe: "sólo grupos que se distinguen por la
participación consciente y acti de sus miembros califican como no-
sotros-sujeto en el sentido de esta discusión [...] Estamos diciendo
que el nosotros-sujeto existe mientras los indiüduos lo lleven a existir
y actúen conforme a é1".e Recordando cómo utiliza Carr las ideas de
Hegel sobre la relación amo-esclavo, semejante üsión del grupo era
de esperarse. Luego, también se requiere que el historiador sea caPaz
de identificarse con el individuo o la colectividad. Porque sólo esta
identificación podría garantizar la existencia de semejante "nosotros-
sujeto".
" Ibid-, p. 161.
:iin embargo, el resultado de la abarcante perspectiva del nosotros
,¡rrr,sostiene Carr (como una extensión de la perspectiva del yo) es
,¡rr,. la escritura histórica siempre e inexorablemente permanecerá
,rr.t(lir a la perspectiva del agente histórico individual y al del grupo
r, ¡ irrl o histórico posterior, Ya que tan pronto como el historiador
rr.rscienda dicha perspectiva y desarrolle una persPectiva Propia, se
r, rrr ¡rerá irrevocablemente la continuidad entre el indiüduo, la colec-
rrr irlad y el historiadot punto en el que se basa todo el argumento de
( :,r r r'. No obstante
-y
ése es el problema para todo aquel que sostenga
.'strr posición-, el historiador comúnmente se encuentra en una Pers-
lx.( riva exterior en relación con los individuos y colectividades cuyas
lrsr()rias investiga. El historiador escribe típicamente acerca del pa-
s.rL¡ desde la perspectiva del "ellos", en lugar de una perspectiva del
''¡r()sotros". Está interesado en el pasado precisamente en la medida
lrr <¡tre éste es diferente del presente y en cuanto que é1, el historia-
¡ k,r, se ha extrañado de la experiencia de vida del agente histórico.
Miis aún, el historiador comúnmente desea decir cosas sobre el
¡,,rsrrdo que agentes históricos, ya sea indiüduos o colectiüdades, no
srr¡ricron y tal vez no podían saber acerca de ellos mismos, Ésh era ya
l.r intuición detrás de la conocida noción de Hegel de "la astucia de
lrr rirzón"; sólo en retrospectiva nos daremos cuenta del significado
rl'rrl de ciertos desarrollos históricos. Ciertamente, Carr está listo para
, , rnceder que hay una vasta distancia entre el historiador y el agente
lrisr(')rico; después de todo, no puede negar que los historiadores no
vrrcilan en hablar del antiguo Egipto o de la Edad Media temprana.
l'(..o entonces, Carr intenta neutralizar el peligro de esta concesión
,,¡rr la afirmación de que zosoúms
-incluyendo
los historiadores, por
, , rrrsiguiente- "estamos situados dentro del amplio panorama de la
Irisroria que se extiende a los más remotos regiones y tiempo".'0 Aquí
l;r ¡rerspectila del nosotros se expande tan excesivamente, que incluso
rrrrir perspectiva del ellos deviene enteramente inconcebible.
Y esto me trae a otra consideración. No olvidemos que el reconoci-
rricnto de esta diferencia, o incluso el conflicto total entre la perspec-
rivir del historiador y la del agente histórico ha sido de hecho el origen
rlt todo narrativismo en la teoría histórica moderna, Estructuras na-
r r atiras, Iógica narrativa, la estructura narrativa misma, sólo devienen
lcgítimos objetos de reflexión histórica luego de que se atribuyó cierta
t' Ibi¿., p.174.
40
autonomía a la narrati histórica en su relación al pasado narrado (o
el pasado tal como ha sido "vivido"). Es tanto más sorprendente, en-
tonces, que Carr niegue esta autonomía desde una posición explícita.
Y ello plantea la pregunta de cómo se hizo posible este desacuerdo
entre narrativistas.
Ahora bien, como Carr mismo dice en la introducción de su libro,
la clave de este desacuerdo es el famoso dictamen de Mink de que
"las historias no son vividas sino contadas". Según Mink, una historia
no puede ser "vivida", sino sólo contada.rrCarr, sin embargo, quiere
integrar así la narratividad en la "vida", ya que, según é1, experiencia
y acción siempre tienen una estructura narraúva. Esto podría explicar
la afirmación de Carr: "Por lo tanto, Louis Mink estaba operando con
una distinción totalmente falsa cuando dijo que las historias no se
viven sino que se cuentan. Se cuentan siendo üvidas y se üven siendo
contadas".r2 E¡r consecuencia, el desacuerdo entre Carr y Mink atañe
a la conexión entre el tiempo o temporalidad y la narratividad. Carr
menciona repeúdamente ambas en el mismo respiro: la "vida" las une
con la narratividad.
Tal vez el desacuerdo entre Carr y Mink pueda ser esclarecido en
términos de la distinción entre experiencia de sí y autoconocimiento.
Podríamos coincidir con Carr en que la experiencia de sí es siempre
temporal, aunque sólo sea porque por definición sólo podemos ex-
perimentarnos a nosotros mismos en el aquí y el ahora. De hecho,
podemos conocn ciertas cosas acerca de nuestras experiencias pasadas;
pero tal conocimiento es ¿o ¿:Ps¿ no una cuestión de experimcia. Si sé
que tuve un dolor de muelas hace diez años, no reexperimento el
dolor por tener un recuerdo de ello. Podría parecer, por tanto, que
Carr pierde de üsta esta distinción entre experiencia de sí y autoco-
nocimiento
-tal
como se expresa en una narrativa- y así llegó a pro-
yectar la narratiüdad del autoconocimiento en el admitido carácter
temporal de la experiencia de sí.
De cualquier modo, en el razonamiento de Mink el hecho de que
'l 1¡t¿, pp. 10, 62. Véase también L.O. Mi.nk, Histaricnl Und¿rstanding, Ith^ca/Lo-
dres, Cornell University Press, 198?, p. 60. Eüdeniemente, la afirmación concuerda
con el ataque de Mink a la "Historia Universal". La Historia Urivenal entendida como
la historia no contada del pasado mismo y l¿ idea de que el historiador debería aproxi'
marse a él de la mejor manera posible son la presuposición tácita de todos los argumen
tos que, como los de Carr, ¡sumen de antemano que las historias no sólo se clrentan
s¡no también se viven.
r:Carr qp. ¿i¿, p.61.
Lr,, lristorias no sean üvidas sino contadas marca la distancia entre
r, rrr¡xr-alidad (vida) y narrativa histórica. Mink tiene varios argumen-
r,, l)rrra explicar esta distancia entre tiempo y narratividad. El más
I r rl)( )rlante es que la tarea de los historiadores es precisamente reunir
r.u rirlivamente lo que esLí temporalmente separado en la "vida" o en
, I lr:rsirdo mismo. La narrativa histórica une por una sinopsis lo que se
lr,r cxJrerimentado en una sucesión temporal separada, seriatim, enl¿-
'r ir ll" o en el pasado mismo. Así, Mink escribe:
, rr l.r comprensión configuracional de una historia [...] el final está conecta-
rl,
'
r 0n la promesa del comienzo tanto como el comienzo con la promesa del
lr¡,r1. v l¿ necesidad de referencia h¿cia atrás cancela, por decirlo así, la con-
trrrgr'rrcia de las referencias hacia delante. Comp¡ender la sucesión temporal
rrl¡rilica pensar en ambas di¡ecciones a la vez, y luego el tiempo no es más
, I rio quc nos lleva consigo sino el río desde una visión aérea, aguas arriba y
.r11rr:rs :rbajo en una sola mir¿da.l3
Y no todos los historiadores esrán familiarizados con el fenómerro
,lc r¡rre el tiempo y la cronología desempeñan en la historiografía una
l),ü1e menos significativa a medida que comenzamos a comprender
rr r,.jor acerca de un evento histórico o un periodo histórico. Los datos
r,rrr de una significación meramente preliminar para el entendimien-
r,, lristórico; todo ello es de real importancia para los comienzos de
Lr cscrítura histórica sólo una vez que hemos dejado atrás el tiempo y
l.r r lonología. Las grandes obras historiográficas del siglo xx rara vez
nrcrrcionan fechas. O piénsese en los llamados estudios transversales,
, ,'r¡ro el libro de Braudel acerca del mundo mediterráneo en la época
,k l,'clipe II que no presenta desarrollo alguno a través del tiempo
r sc contenta con decir cómo se veía aquel mundo en un específico
¡ ()rte transversal en el tiempo. Por lo tanto, tenemos razones para
. rincidir con la tesis de Mink de que "el tiempo no es la esencia de la
¡¡irrrativa".r4 Más aún, es la esencia de las narrativas históricas borrar <¡
t r:rscender el tiempo en la medida de lo posible; la narrativa histórica
rlcbe situar el tiempo en el fondo o, mejor aún, eliminarlo.
El punto de üsta de Mink de ninguna manera nos fuerza a recha-
z:rr la importancia del tiempo y la narratividad para el individuo, en
tMtnk, op. cü.,p.57.
4t
42 I'It,lNK ANKERSI
lo qrre Carr correctamente ha insistido. Pues, ¿por qué no podríamos
ser en ciertas circunstancias nuestros propios historiadores? Nada
obliga a Mink a negar que los indiüduos suelan poder contar un re-
Iato autobiográfico e histórico acerca de sí mismos y que nosotros,
además, continuamente orientemos nuestra acción sobre la base de
semejantes historias, ya sea detalladamente o no. No obstante, la ac-
ción y contar una historia acerca de uno misrno son lógicamente dos
cosas diferentes segúrn Mink. Quien cuenta una historia no actúa
-y
üceversa-. El problema con la tesis de la continuidad de Carr es que
pierde de vista la diferencia enre estos dos niveles, y los pierde de
vista porque nunca advirtió que el agente y el historiador bien pueden
no estar unidos en una y la misma persona.
Admito que la crítica de Carr a Mink no es del todo irrazonable'
Tanto Mink como White tienden a sugerir que la distinción entre el
nivel de los hechos históricos u¿rsru el nivel de la narración es idénti-
ca a Ia distinción entre el nivel de la "vida" u¿¡sus el nivel de cómo se
interpreta la vida. Al combinar estas dos diitinciones, ellos sugieren
la imagen cuasipositivista de una realidad significativa por sí misma
esperando tranquilamente una interpretación narratiüsta totalmente
separada de esta realidad. Carr está en lo cierto al correBir este esque-
ma cuasipositivista señalando que en nuestra acción a veces damos
forma a la realidad histórica (y no sólo a sus interpretaciones) sobre la
base de una inspiración narrativa. Sin embargo, Carr cae nuevamente
en el extremo opuesto cuando equiPara la "üda" con Ia narratiüdad'
lncluso la relación entre ambas se asemeja a aquella entre leer e inter-
pretar lo que se está leyendo; ambas se complementan, lo que es más'
se presr¡ponen entre sí, pero permanecen como oPeraciones distintas
en el último análisis.
Otra uez: trasrcnd.entuAsmo
En la sección en la que discutimos la explicación trascendentalista
kantiana del tiempo (y el espacio) concluimos que nada podía espe-
rarse de ella para una clarificación del papel del tiempo en la escri-
tura de la historia. Ahora bien, los historicistas probablemente no se
sentirán impresionados con este resultado negativo y argumentarán
que la historia y las ciencias son disciplinas totalmente diferentes y
que debemos siempre eütar caer en la tentación científica si de la
,rNrr) 43
r
' llt xi<in acerca de la escritura de la historia se trata. Sin embargo, el
lr.¡r :rso del trascendentalismo de Kant para explicar el tiempo histó
¡r,,, n<¡ clausura en lo más mínimo la posibilidad de una explicación
rr.rs(cndentalista del tiempo histórico. ¿Acaso Dilthey no deseó dar
, ,,ll str hermenéutica una fundación trascendentalista de la historia?
Si tomamos esta dirección de análisis, debemos recordar que Mink
lr.r rrrlrnirado profundamente el clásico libro de Danto, AnaQtical Phi-
I'n¡hy of Historl, de 1965. En ese libro, Danro propuso la idea de 1l
l,,s lla¡nados "verbos proyecto" y 2l las "oraciones narrativas". Uno no
¡'rrcrlc entender apropiadamente la explicación de Mink del tiempo
l¡rrtrilico sin tener en cuenta estas dos ideas. "Verbos proyecto" son
rr.¡lx¡s como "plantando rosas", "construyendo un barco" o "escri-
I'i¡ ¡rdo un libro". Danto señala que podríamos usar estos verbos para
,1, sr ¡ ibir las acciones de las personas con una visión hacia un, hasta
.'l¡,,ra, futuro indeñnido. Supóngase que alguien está poniendo las
., rrrill¿rs de rosas en el suelo detrás de su casa. Podríamos describir
¡ nrr)rces sus acciones adecuadamente
-su
"proyecto", como diria
I ).rnlr)- como "plantando rosas", a pesar del hecho de que a causa de
rrn;r sequía esas semillas nunca llegasen a ser rosas. Y, evidentemente,
',, ¡xrdría contar una historia similar para alguien que se encuentre
, .r r ilricndo un libro. De este modo hay una asiuretría potencial entre,
l¡,r Lr¡r lado, nuestra descripción acerca de lo que este hombre está
lr. rr icndo en este preciso momento ¡ por el otro, lo que podría ser el
rlsrrllirdo de su acción. Porque decimos que está plantando rosas, aun
, rr.r¡rtlo la "historia" (o, más bien, el futuro) nos pueda mostrar que él
l| ) ( staba plantando rosas, ya que las semillas murieron en la tierra.
¡ ll ( stc scntido, una potencial tensión o asimetría surge entre el len-
¡irr.rjc que usamos, por un lado, y el curso efectivo de los eventos, en
|l ()rr'o. La conclusión fascinante que se puede inferir de esto es que
'
l( )s "verbos proyecto" sugieren cómo podría nacer la historia: ya que
llrnros r¡n tipo de lenguaje (el de los "verbos proyecto") que puede
', r rlesmentido por lo que la historia de hecho es, o más bien, será.
I .r "lristoria" emerge en la tensión entre el lenguaje de estos "ver-
lu
's ¡rr oyecto" y aquello que efectiamente ha ocr¡rrido. Sin estos "verbos
I'r{,)('cto" con su implícita referencia al futuro, el lenguaje siempre se
, ,,r r cspondería con aquello que efectivamente ocurre y la "historia"
rrrr¡, rr se manifestaríar" como lenguaje.
'lt^rttt, Philosoplry oI HisroDt, p. 159 ss.; Danro, Na¡n¿lton, p. 159 ss.
44 ¡''RANK ANKllRsl
A continuación, Danto habla de "totalidades temporales" cuando
discute las características lógicas de los "verbos proyecto"r6 y la nocirin
inmediatamente cobra sentido:1a que, el intervalo temporal entre
el plantado de semillas y el crecimiento de las rosas, ¿no constituye
acaso una "totalidad temPoral"? No obstante, Parece natlJral asociar
la dimensión histórica de los "verbos proyecto" con estas "totalidades
tempor-ales". Y así es, de hecho, como se suele leer e interpretar el
argumento de Danto, Pero deberíamos reconocer ahora lo que hay
de erróneo en esta interpretación. La historia no entra en escena con
estas "totalidades tetnporales" como tales
-sino
sólo con la discre-
pancia potencial entre expectativas sobre el futuro sugeridas por las
"rotalidades temporales", por un lado, y lo que ef-ectivamente ha ocu-
rrido en el pasado, por el otro-. La historia nace cuando el lenguaje
nos ha llelado en la dirección incorrecta, por decirlo así'
Todo esto se Puede elucidar si recuPeramos la noción de las "con-
secuencias no intencionadas de la acción humana intencional"
-y
que tuvo un papel tan importante en la filosofía de la historia de
Hegel-.l? Éste es un ejemPlo más, por cierto, de la necesidad de tra-
ducir lo que historicistas, tales como Hegel, dijeron sobte el pasado
en términos del uso del lcnguaje en historia. Para tomar un ejemplo
famoso, en su calidad de consejero del papa Clemente 4I' Francesco
Guicciardini instó al papa a unirse a una alianza dirigida contra el em-
perador Carlos V El resultado final de esta política fue, no obstante,
ttt
E.g.,D^rúo, Phitosollry oJ HiúotJ, p.183 ss.; Danto, Nr'¡n¿l;¿'' P l83s'
" "[Jlener Zusammanhang enthátt námlich dies, d:rss in cler Welgeschichte d¡tr'h
rlie Handlungen der Menschen noch e¡vas anderes iiberhaupt herauskomme' als sie
benvecken und erreichen. als sie un¡nittelbar lvissen und wollen Sie vollbringen ihr
Interesse; aber es ürd noch ein Fc'rneres damit zustande gcbr¡cht' d¿s aucb inrerlich
darin liegt, aber das nich! in ihreñ BeK'usstsein und Absicht lag" ¡éase G 4'F Hegcl'
tlmbsunim úber the Phihsol)hi? dn W¿ eesehichte. Ba d I Dic U.rnunf in dn Cnsththte Fe'
lix Meiner, Hamburgo, 1970, P.88. La razón usa esta discrePancia entre inte¡cjón y
consecuencias no intenci(tradas para la insidiosa realización de sus propios proPósitos;
Hegel habla aquí de "la astucia de la Razón". Medio siglo antes de Hegel, Adam Fergu-
"""
t o¡iu
".¡utuA"
e"te Punto elocuentementc: "Ca¿a paso y cada moümiento
'le
la
multitud. aur en lo que se llama 'tiempos iluminados', se eiecutan con igual ceguera
hacia el futuro; y las naciones tropiezan con los ¿stabti:hnmts, qe sor' de hecho resulta-
do de la acción hrmana, pcro no del diseño humano Cro¡nwell dÚo que un homhre
runca apunta tan alto como cuando no sabe adondc está yendo'; con más ra7ón c'
podría ahrmar de comun¡dades que admiten las más Srandes revoluciones donde no
es intencionado ningr'in cambio, y que los más refinados Políticos no siempre saben
a.lónde csún llevando al es¡ado con sus proyectos". Vé:r"se A Ferguson, An Essq on
h( H;nory of Gltit Socitl) (176?), Cambridge, Cambridgc University Press, 1995,P tl9'
45
; :,:;"." de Roma en 1527. Por el resto de su üda, Guicciardini se
.'tl¡ri(i amargamente sobre las desastrosas consecuencias de Io que le
lr.r lrírr parecido inicialmente como la política más racional y recomen-
,l.rl¡lt . En este sentido, podríamos decir que la terrible y bmta fuerza
,l' l:r historia recayó sobre Guicciardini;y, en efecto, el ahora se volvió
,r I.r cscritura histórica a fin de comprender cómo se podría explicar
hthi¡ü:arüenle esta fatal discrepancia entre sus excelentes intenciones
 lls imprevistas y no intencionadas consecuencias. La experiencia
,l, r'r¡nsecuencias no intencionadas había provocado en Guicciardini
,,'rrt iencia histórica.l más en general, éste es un lazo cercano e ínti-
rrr,, t ntre los orÍgenes de la conciencia histórica occidental en el siglo
  r v una nueva conciencia de esta dimensión de las consecuencias
r, intencionadas de la acción humana intencional.rs Los "verbos pro-
, r r(i'de Danto nos presentan lo que uno podría describir como "el
¡rrir r onivel" de este mecanismo.
( irnsidérese ahora las llamadas "oraciones narrativas" de Danto.
I .r rl<'finición formal de "oraciones narrativas" es como sigue: "la clase
,I rlcscripciones que me preocupan refieren a dos distintos eventos
' l)irrados temporalmente E-l y E-2. Ellas describen el primero de los
'
r'rrtos referidos".r' Uno de los (muchos) ejemplos de Danto es la
.rlrr r¡ración "el autor de los Principia nació en Woolethorpe", ya qtte
r r,r lic podía saber en aquel momento que Newton escribiría ese libro.
I )rr{) ejemplo es "la Guerra de los Treinta Años comenzó en 1618",
,l,,rrrle la oración narrativa hace una referencia implícita a 1648 que
, . r rr:rndo la guerra llegó a su fin, y que sólo era posible formular lue-
¡'r, rlc 1648. Sólo entonces resultó que la guerra había durado treinta
.llora bien, tanto los verbos proyecto como las oraciones narrativas
1,,[r;rrr unir en ellas mismas aquello que eslá temporalmente separa-
¡1, !. l'll lenguaje, cuando se usa de esta manera, reúne dentro de una
.rrro¡rsis
-para
usar la terminología de Mink- lo que en el pasado
rrrro lugar en diferentes momentos.2" El lenguaje "consume" aquí, por
' l'nra un desarrollo de esto. véase F. R. Ankersmiq Sul)üme Histoña Expcrien.e, St¿n'
l,
'r'
l. st¡nford University Press, 2005, capítulo 8.
'' lJ¿rto, Philosopb ol Hisl¿,ry, p. 152; Danto, N¿ Íation, p. 152.
'"Nr) hay una sola excepción a la regla de que los historicistas eütaron tratar el tema
'1,
I ri.mpo. Aquí tengo en menre la siguiente afirmación de Ranke: 'Die Gottheit
-, ,,'r ich diese Bemerkung $agen darf- denke ich mir so, dass sie, daja keine Zeit vor
'1,,
li.gr. die g¿nze historische Menschheit in ihrer Gesamtheit úberschaut und überall
l,l, r, lr Wer! findet". Véase L. 'on Ranke, Weltg¿s.hirhk Band IX, tripzig, 1883, p. 4 ss.
4(; I RAN¡
^Nr(¡:r{sMr'r'
decirlo así, distancia temporal y a fin de abarcar en una mirada lo quc
podría estar separado por muchos años. Además, esta visión conjuntit
es el hogar del entendimiento histórico: es con la explicación de las
asimetrías de la intención y las consecuencias no intencionadas de la
acción con lo que toda conciencia histórica comienza. "El poder de
la historia" sólo se hace sentir cuando toma lugar brutalmente entre
nuestras excelentes intenciones y las consecuencias, a veces desastro-
sas, que resultan de ellas. Consecuencias que sólo reconocemos con
el saber retrospectivo
-por
lo tanto, desde una perspectiva histórica.
El resultado es que hay cierto uso del lengu{e
-los
verbos pro-
yecto de Danto y sus oraciones narrativas- que se puede distinguir
propiamente como la condición de posibilidad del conocimien¡o his-
tórico. Y con esto hemos luelto a la cuestión trascendental: la trascen-
dencia del tiempo de los verbos proyecto y las oraciones narrativas es
la condició¡r trascendental de posibilidad del conocimiento histórico.
Danto mismo nunca expresó su argumento en una terminología
trascendentalista; y fue sólo Hans Michael Baumgartner, el comen-
tador más interesante de Danto, quien dio este paso en un libro pu-
blicado unos siete años después del Anatical Philosopfu of History de
Danto. Baumgartner concuerda en todo con el argumento de Danto
y con su tesis de la asimetría del pasado y el futuro. Por lo tanto, con
la "esencial retrospectividad de toda escritura histórica" ("die prinzi-
pelle Retrospektivitát der historie")" y con la implicación de que todo
conocimiento histórico está organizado de manera acorde.
Hasta aquí, Baumgartner todavía permanece dentro de los paráme-
tros del argumento de Danto. Sin embargo, se torna diferente cuando
radicaliza el argumento en un análisis trasc¿nd¿ntalista del lenguaje
histórico. El punto de partida de esta radicalización es la afirmación
de Baumgartner de que Danto todavía trabajaba con una ingenua on-
tología histórica, ya que Danto hablaba de nociones como "la Edad
Media", "la Revolución francesa" o "el Renacimiento" como si refi-
riesen a cosas con el mismo estatus ontológico que poseen nombres
propios como "César" o "Napoleón". Pero para una apreciación satis-
factoria del lenguaje histórico, los sujetos del las biografias lsobre
I{.anke atribuye a Dios la capacidad de Mink de ver el pasado como nÍ totum sinul y
que pam Ranke fue indudablemente la comprensión más perfecta del pasadoya la que
cad¿ historiador debería aspirar.
!LBaumgartner, Kontinuitát und C7s¿hichte. 7,ú Kritik und MetaAritik (ler hktaisch¿n
I'nunIL FráÍcfort del Meno, SL,hrkanp, 1972, p.281.
47
,'
','
,
'',',,
l!"n,u.u", son totalmente engañosos." La explicación es que
l¡ ¡rrrirl:rrl o continuidad de personas o individuos, como César o Na-
1,,
,l' ,,ll, (.stii garantizada porque estos conceptos de "persona" o "indi-
r.lrr¡' (l(.ltotan una categoría de objetos que siempre poseen unidad
 ,
' 'lrlirrtridad a través del tiempo. No ocurre lo mismo con conceptos
,,'r¡r,, lrr Edad Media", "la Revolución francesa" o "el Renacimiento".
l','r¡lr( tales nociones (típicamente históricas) no Wsuponen uidad,
r ,,,r¡ti¡lrridad (como es el caso con las nociones de "persona" o "indi-
,r,lrr,r"), sólo la rrzaz.23
I'rr r:r cxpresarlo drásticamente: en el comienzo sólo hay caos y des-
' 'r,l, rr, luego el historiador utiliza nociones como "la Edad Media"
-y! '1, '
( Itonces, sólo gracias al uso de estas nociones, se puede cambiar
, l r ,ros por la unidad y la continuidad-. Los seres humanos indiü-
,1, r.rk s, animales, mesas y sillas no necesitan lenguaje para poseer uni-
,l.rrl I r:ontinuidad
-ellos
ya tienen estas propiedades preciosas antes
,1, ,¡rrc se las nombre, o aunque esto no se haga nunca-. Tal lenguaje
lrst¡ir ico
-del
cual Danto nos dio tantos profundos conocimientos-
, , lrr condición de posibilidad del conocimiento de "cosas" típicamen-
r, lristóricas como "la Edad Media", "la Revolución francesa" o "el
l{r n rrcimiento". Por lo tanto, el argumento de Danto en A nabtical Phi-
li lht of History todavía esperaba su trascendentalización.24
,lrora bien, no se trata sólo de poner las cosas en claro desde un
lÍllrto de vista filosófico, ya que el argumento de Baumgartner tiene
.,rrs irnplicaciones para la práctica de la escritura histórica y para lo
r¡rr debería guiar la discusión histórica. Los historiadores optan, casi
r,rtrrralmente, por lo que podríamos llamar "la teoría de la copia de
' ''tllm Licht dieser Überlegungen crlyeist sich die Práokkupation durch rtas gs-
.l,i( lrlstheoretische Paradigma der Biographie als irreführend". Véase Baumgartner,
¡t4t . P.299.
'l.lsta es la tesis que también defendí en n R. A¡kercrr],lt, Naratíae Logi.. A Sünantit
I t 1r his of the Historian Language, Boston / La Hay^, 19AZ.
" Il¡umgartne¡ repitió el mismo argumelto unos años más tarde: "fesrzuhalten isr
,,¡¡r:i(hst, dass der als Strukturbegriff verwendete Ausd¡xck 'Erzáhlung' nichr litcrari-
. lr( . sondern logische Bedeütung besi.zt. [...] Analysierr man námlich die Eráhlstruk-
rr (lcs historischen Gegenstandes nach ihrem wesentlichen Grundzügen, so stellt sich
lr, r,rrrs, d:ss jedes historische Gebilde, d.h.jeder Sachverhalt, der als g¿rchrchtli.het Sach-
,1,r¿ll augefasst wird, 1. partikular, 2. retrospektir 3. konstruktiv und 4. vom Bedeu,
rr¡rgsBehalt der Geschichte he¡ unabgeschlossen, d.h. often aufZukunft hin isC'. Véase
ll.lU. Baumgartnet "Die Erzáhlstruktur des historischen Wissens und ihr Verhálrnis
/u (len Formen seiner Vermittlung", en S. quandt, H. Sússmuth (comps.), gÚtofl.r¿lz¿J
I ttihbn, Goti¡^ga,y^ndenhoeck und Ruprech, 1984, pp. 73, 74.
la rcpresentación histórica". Ellos creen que ha habido un pasado que
deberían "copiar" lo mejor que puedan con el lenguaje que utilizan
para escribir sobre ese pasado. Todo lo que dicen sobre el pasado de-
bería tener su equivalente exacto en el pasado mismo
-y
et lenguaje
no debería agregar nada a esto-. Porque ello sería una distorsión del
pasado "wie es eigentlich gewesen". Danto ya indicó de qué manera
sus "oraciones narrativas" siempre irán más allá de la "copia" lingüís-
tica o duplicación del pasado de lo que cualquier descripción del pa-
sado, por detallada y comprensiva que sea, pueda darnos. La Crónica
Ideal, ya mencionada arriba, es tan informativa como mala historia.
Por consiguiente, esta búsqueda de completa correspondencia entre
el pasado y el lenguaje histórico llevará a los historiadores al extralío.
Impedirá que vean que la unidad y la continuidad del lenguaje histó-
rico son la condición trascendental de posibilidad del conocimiento
histórico y los invitará a preferir información incoherente y masiva a
Ia concisión y precisión
-como
era el caso con los "Annalistas" fran-
ceses de los años setenta.
Según Baumgartner, Danto mismo no üo las implicaciones trascen-
dentalistas de su propia descripción por su creencia de que no puede
haber cambio histórico sin que haya además "sujetos de cambio".25
Huelga decir que así es como vemos intuitivamente la cuestión: pri-
mero existe un Napoleón (como el sujeto de cambio existente en el
pasado mismo) ¡ luego, podemos dar una descripción histórica de
su complejo cambio a través del espacio y el tiempo. Y esto último es
imposible sin lo anterior Pero, como Baumgartner insiste, en el caso
de los fenómenos históricos como el de "la Edad Media" etc., no hay
sujeto de cambio preüo a las narrativas históricas que hagamos sobre
ellos.26 Estos fenómenos despliegan sus vidas exclusivamente, por de-
cirlo así, en las narrativas históricas; aquí es donde han nacido y han
muerto (si los historiadores considerasen que no poseen utilidad para
entender el pasado). Dicho en términos diferentes, cuando Danto
postula estos sujetos de cambio, como "la Edad Media", en el pasado
mismo, aún no se ha liberado completamente de las seducciones de la
Historia Universal de Mink, ya que la Historia Universal requiere que
!t "[E]ine Erzáhlung vermag nur dann zu erkláren wenn ihr ein einheitliches und
kontinuierliches Subjekt zugrunde liegt". Véase Baumgartner, /<on¿inuildt un¿ C,¿schith-
t?, of. dt., p.2AS.
'j"Para un argumento similat aunque técnicamente más reflnado y detallado, véase
Ankersmit, N.z¡r¿riu¿ 1-ogic, of. á1., capítulo 5.
(
'slengamos
que todo sujeto discutido en la narrativa debe siempre,
r t n todo tiempo, poseer su equivalente en la "historia no contada"
,¡rrc es el pasado mismo. Sin embargo, como subraya Baumgartner,
,l carácter exclusivamente lingüístico de los fenómenos históricos
r r¡r¡ro "la Edad Media" no se debería interpretar, desde luego, como
r¡r ¿rrgumento extra a favor de la inclinación de Danto a poblar el
lrrsado con sujetos Ide cambio] que no esrán allí realmente.2T Porque
lrr trnidad y la continuidad se ven como los controles trascendentales
rol¡re el uso de semejantes conceptos en la escritura de la historia: en
lrr unidad y continuidad de la narrati histórica podemos descubrir
li)s estándares trascendentalistas para medir el éxito del historiador
lrr explicar el pasado. Unidad y continuidad son el producto de la
sir¡tesis narrativa (" autanome historische Slnthesd')28 y no espejo de las
r rrracterísticas de un objeto existente en el pasado mismo.'e Éste es,
|llonces, el sentido que deberíamos dar a la afirmación de Danto de
r¡rre Ia narrativa puede explicar en cuanto naryativa, y que podríamos
r liscernir en la explicación narrativa qué es lo que diferencia Ia escri-
tr rla histórica de las otras ciencias.so
( i¡n¿lusión
I'odríamos coincidir con la afirmación principal de Baumgartner de
,¡rre el argumento de Danto todavía esperaba su trascendentalización.
l'.o al mismo tiempo deberíamos subrayar que cuando Baumgartner
( presó su punto de vista no restringió su argumento exclusivamente
rr l<¡s verbos proyecto y las oraciones narrativas de Danto. Por el con-
r'-
Baumgartner r<¿r¿lir¿ uitát und. C¿s¿hichte, oP. tit. , p. 294.
lN
lbid.,p.299.
1'No podemos decir apropiadamente que Napoleón rz,ir¿¿ es "continuo", aunque
lrxlamos decir esto de ütz d¿serilción histbica de su üda. Véase ;rtd., p. 301.
""Una respuesta parecida a la de Baumgartner es la que presenta el influyente frl¿F
",ri,
(lc la historia ruso Andrej Oleynikov. Véase A. A. Olcynikov. "The Experience of
¡i¡¡¡c and the Subject ofNarration: the Problem oftheir Correlation in Phenomenolo-
ll rnd in the 'New' Pbilosophy of History", Diakgüe rúth Tine. Inkll"r.¡ual Hütoa Raria4
,,1. 6, 2001, pp. 248-274. Este ensayo está basado en la tesis doctoral no prblicada dcl
,, ror titulada /trr¿D. -¿l¿¿t aru1 Siory. A Critual Anabsn of Nanatinist Philoso ry of Histor)
(Nl,)scú, 1999). Tanto en ese ensayo como en su tesis doctoral, Oleynikov subrala que Ia
.rt,r,ximación fenomenológica a Ia escrinrra histórica (P Ricoeur y D. Carr) no puede
l,,gtnrjamás hacerjusticia a las allrmaciones de Danto sobre las asimetrías de pasado
trario, cumplió todas las promesas del libro de Danto no sólo insir
tiendo en que el argumento de Danto debería ser trascendentalizado
pero poniendo el énfasis, a su vez, en gue es la nana.tú)a mismala quo
debe ser trascendentalizada. En efecto, es una imperfección muy po
culiar en el argumento de Danto que nos provea de tan desafiantel
ideas acerca de la naturaleza de sus oraciones narrativa¡, cuando pen
manece completamente silencioso sobre la narraürz misma. Verbot
proyecto y oraciones narr¿tiras sólo pueden desplegar tan notablct
capacidades dentro del marco de la narrariva. De ahí la afirmación dc
Baumgartner de que la narratila misma es la condición trascendental
de posibilidad del conocimiento histórico.
Aunque yo mismo preferiría evitar el vocabulario trascendentalista
a causa de los especros del sistema kantiano evocado por é1, esto, sin
embargo, es en gran medida la üsión inspiradora del resto de mi tra.
b{o. Aunque voy a hablar de aquí en adelante de representación his
tórica, en lugar de narrativa (histórica), mi tesis principal será que no
puede haber escritura histórica ni conocimiento fuera de la represen-
tación histórica y que la comprensión es del todo decisir.a para toda
escritura y conocimiento histórico. Es un imperativo entonces investi-
gar la representación histórica de una manera cuidadosa y profunda,
si esperamos comprender la naturaleza del entendimiento histórico ¡sobre todo, si deseamos responder las importantes preguntas semán_
ticas acerca de cómo concebir la referencia, la verdad y el significado
en la escritura histórica.
FRANK ANKTiRSMIT
[Tiaducción de María Emiüa Arabarco]
I I I{ I.( ;IMEN MODERNO DE HISTORICIDAD PUESTO
 I'IIIII.]I}A CON T-AS DOS GUERRAS MUNDIALES
TRANSOIS HARTOG.
I rr , r¡rrnto se trata del tiempo, nunca tenemos acceso a nada que no
r,.rrr crperiencias del tiempo, de las cuales, a decir verdad, todo en
rrrr.r , rrltura, siempre que la interroguemos desde este ángulo, puede
llllr¡illistmr un indicio o un testimonio: desde la producción intelec-
trr,¡l rr riis elaborada, hasta el objeto más ordinario de la üda cotidiana,
¡r,rr.rrrrlo por mil sutilezas reflexilas. A partir de las experiencias, nos
¡ lr r.rr r¡os a las formas y a los modos de temporalidades, que son elabo-
r,r, i,'rrcs, generadas por los propios contemporáneos para orientarse
r rr cl ticmpo, en su tiempo: para comprenderlo y decirlo, con sus pa-
Lrlrr rrs y sus conceptos, sus imágenes y sus relatos, en suma, moülizan-
r l, ¡ tr xlos los recursos de su cultura pasada y presente; para luchar con-
tr ,r r:1. suprimirlo, dominarlo, o pretender hacerlo, a fin de utilizarlo
r,,grirr los objetivos que se fijen y en función de las creencias que les
r,
'r
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l¡.r¡ rt r-as de articularlos ---cs decir, sus fronteras- han variado, según
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''l{rigimen": la palabra remite al régimen alimentario (regimenenlatín,
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t,,s o incluso al régimen de un motor. Hay aquí tantas meáforas, que
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r {,¡Iparten el hecho de organizarse en torno a nociones de más o de
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' Élcole des Hautes Éudes en Sciences Sociales.
I
l'raneois Hartog, Reginut d'hislorirít¿, Pésenlisrn¿ ¿t etpéri¿ncts d1t lztnps, edición au-
"ü
rtada, París, "Pointsseuil", 2012 [ed. en castellano: It¿gínenes ü hisbtüidad, tr¿.d.
N,nlrra Dunín y Pablo Avilés, México, Universidad ltreroamericana, 200?l; Ch. Dela-
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Frank Ankersmit, "Tiempo", pp. 29-50.

  • 1. TIEMPO Para el historicismo, la naturaleza, esencia o identidad de una cosa radica en su historia. La revolución intelectual sin precedentes efec- tuada por el historicismo en décadas tempranas del siglo xrx -la re- volución determina en gran medida cómo aún ahor¿ nos concebimos a nosotros mismos y al mundo en que üvimos y cuyos resultados pro. bablemente no seún abandonados otra vez- dotó a todo constructo humano de una dimensión temporal. El historicismo desplegó todas Ias cosas en el tiempo, tal como uno podía desplegar en el espacio una porción de masa con un palo de a¡nasar Todas las cuestiones hu- rnanas fueron percibidas como sujetas a un desarrollo. Yla tarea digna y sublime del historiador era demostrar cómo se ve nuestro mundo desde esta nueva perspectia temporal que se descubrió. El tiernpo cra, por tanto, la categoría más básica del historicismo y es improba- ble que los histori¿de¡s5 -¿l¡¿¿¿¡do el historicismo o no- quieran alguna vez indagar el papel del tiempo en la escritura de la historia. Uno podría, pues, esperar que la filosofia de la historia prestara r¡na mayor atención al tema del tiempo. Pero esta expectati se ve liustrada cuando se consultan los trabajos más importantes en filo- sofia de la historia, tanto recientes como remotos. Curiosamente, los lilósofos de la historia apenas escriben acerca del problema del tiem- ¡ro. Esto también es cierto acerca de los historiadores mismos; gustan ¡le hablar acerca del crecimiento, del desarrollo, de la evolución or- gánica, del poder genético, de la unicidad de las épocas individuales, rlel destino y la coincidencia, etc., pero el tiernpo, corno tal, es apenas rnencionado y discutido en sus escritos. Es como si el tiernpo mismo ¡rcrmaneciera "embebido" en el tipo de nociones mencionadas an- rcriormente, y que nadie sintiera el desafío de delimitar cuidadosa- r¡ente su alcance, Reinhart Koselleck, filósofo de la historia alemán rlcl siglo xx tardío, que permaneció cercano al historicismo, publicó lx)co antes de su muerte, en 2006, una colección de ensayos titula- ' University of Groningen. t29l
  • 2. 30 FRANK ANIGRSN dos btschichl.en,t y uno podría esperar que ofreciera, al menos en al- gún lugar de ese escrito, un análisis meticuloso del tiempo. Pero aun cuando menciona la noción de tiempo muy a menudo y en muchos contextos diferentes, no analiza el tiempo, como tal. Entonces, uno recuerda la observación de Wittgenstein: wo in der Welt ist ein metaphpisches Subjekt zu merken? Du sagst, es verhált sich hier ganz wie mit Auge und Gesichsfeld. Aber das Auge siehst du ürk- lich nicht. Und nichts am C'esi¿hLrÍewÉtsst daraufschliessen, dass es von einem Auge gesehen wird,' En la escritura histórica parece que ocurre esto con el tiempo: en el historicismo todo se ve desde la persPecti del úernpo, pero, pre- cisamente, esto mismo hace que se vuelva imposible hablar acerca del tiempo mismo. Lo anterior sugiere lo que será el punto central de mi argumento en este capítulo. Trataré de dar una explicación acerca de por qué, contrariamente a nuestras expect¿tivas, los filósofos de la historia siempre han mostrado tan poco interés en el tópico de la historia y el tiempo. Para tal fin, interpretaré el tiernpo en tres formas diferen- tes: ll el tiempo como categoría trascendental kantiana, 2l el tiempo como tiempo cronológico (a ser referido como "tiempo reloj") y 3l el tiempo como expresión de la historicidad humana ("tiempo üvido"). Como quedará claro, en ninguna de est¿s tres formas el tiempo es de demasiada importancia para la escritura de la historia. Permítanme formular esto un poco más provocatilamente. Espero ser capaz de mostrar que la función del tiempo en el estudio de la historia es pre- cisamente hacerse a sí mismo invisible. El tiempo tiene ciertamente un papel que ejercer en la escritura de la historia, pero su papel es un elemento negativo en lugar de ser uno positivo -y esto podría explicar por qué se ha prestado poca atención al tiempo-. Habiendo argumentado esta conclusión algo paradójica, volveré finalmente otra vez a la aproximación tr¿scendentalista. Pero lo haré de un modo di- ferente del de Kant -y ello nos llevará a la noción de rePresentación. I R. Koselleck, Zi¿rrt¿¡¿,h teL Studbn zur Historih, F¡ríncfo¡t del Meno, Suhrkamp, 2000. r 1,. Witrgenstein, 7rr.l attlt tagi¿o+hibsophiolt, F¡iíncfo¡t del Meno, Suhrkamp, l97l ' sc.ción 5.633. 3l l')l tiempo como concepto trascendental lll tiempo puede ser considerado constitutivo al estudio de la historia y a su objeto de investigación. La historia estudia cómo las cosas se rlcsarrollan a través del üempo. Un modo de dar forma a esta intui- ción es considerar el tiempo como una condición trascendental de la ¡xrsibilidad del conocimiento histórico, en el sentido kantiano. Ahora lrien, según Kant, tanto tiempo corno espacio son conceptos "puros" , como tales, sin ningún contenido empírico. El conocimiento empí- r ico confiable acerca de la realidad es sólo posible si da¡nos forma a la lcalidad empírica conforme a estas " Anschauungsformed' del espacio v cl tiempo. El conocimiento es siempre conocimiento de la realidad cspacio-temporal. Como lo dice Kant en un modo claro -inusual en íl- en los holegomma: ¡run sind Raum und Zeit diejenigen Anschauungen, welche die reine Mathe- llratik allen ihren Erkenntnissen, und Urteilen, die zugleich als apodiktisch rrnd notwendig auftreten, zum Grunde legt; [...] Doch betrifft dieses Verm& gtr, a priori anntschauen, nicht die Materie der Erscheinung, d.i. das, was in rlri Empñndung ist, denn diese macht das Empirische aus, sondern nur die l,irrm derselben, Raum und Zeit,3 Por lo tanto, en la visión kantiana, toda historia, todo conocimien- r(, del pasado, es sólo posible en virtud de la " Awchauungsfmm" del tir:rnpo. Se seguiría, entonces, que el tiempo no es un concepto acci- rl( ntal en la escritura del tiempo; el tiempo es verdaderamente la con- rlición de posibilidad de todo conocimiento histórico. Obüarnente, scr'ía dificil pensar en un nexo más fuerte e íntimo entre el tiempo y l¡r cscritura histórica. Sin embargo, hay dos argumentos en contra de este argumento tr ascendent¿lista. Primero, el mismo Kant no tuvo la menor intención r['ofrece¡ con su estética trascendental, una razón trascendentalista rk la posibilidad del conocimiento histórico. Él estaba interesado en Irrs matemáticas y en las ciencias naturales ¡ como típico miembro r( Presentativo de la Ilustración, no tenía ni interés ni respeto por l¡r escritura histórica. Su argumento no está relacionado de ningún '1. I<^nt, Pml"gDn"na n! dn¿r j?n"n zuhünfigat MetaP¡¡F *, Hamburgo, Felix Meiner llr79, pp. 283, 284.
  • 3. 32 modo específico al estudio de la historia, sino que pretendía dar una fundación epistemológica a disciplinas como la astronomía, la geo- logía y -aquello que Kant tenía en mente- la mecánica. El tiempo cumple un papel clave especialmente en la mecánica, y ello ocurre en un gran número de fórmulas. Esto ya nos pone en guardia. Por lo que Spengler observó del modo más perceptivo, la concepción del tiempo kantiana involucra: eine Zeit, welche matemathisch in Ausdrücke wie l, 12, y'-l gebracht werden kann, die die Annahme einer Zeit von der G¡ósse Null oder negativer Zeiten wenigstens nicht ausschliessen. Ohne Zweifel kommt hier der Bereich des Lebens, des Schiksals, der lebendigen, hístútischenzeit gat nicht in Frage. Obaiamente, no tod,o tiempo es histórico Mi segunda objeción tiene que ver con la historia como conocimiento histórico. El conocimiento histórico, el entendirniento histórico, esuí siempre incorporado en los textos históricos. Y aquí hablo específi- camente de textos históricos y no de afirmaciones indiüduales con- tenidas en el texto. Como todos sabemos, el problema principal de toda escritura histórica y el problema que todos quisiéramos resolver con el fin de alcanzar conocimiento histórico es el problema de la selección; esto es, el problema de qué afirmaciones verdaderas men- cionaremos o no en nuestra referencia al pasado. En consecuencia, nuestro problema principal no es hacer aserciones verdaderas acerca del pasado, porque esto es algo bastante sencillo, aunque, sin duda, no siempre sin problemas. El problema es, más bien, seleccionar las aserciones exactas y verdaderas para nuestros textos históricos. En suma, en la práctica de la escritura de la historia y, en particular en el debate historiográfico, las afirmaciones verdaderas deberían ser üs- tas más como átomos que como moléculas: uno no mira "dentro" de ella!, por decirlo así. Ahora bien, uno siempre encuentra indicado- res de tiempo "en" aserciones de textos históricos (por ejemplo, "la Revolución francesa estalló en 1789"), en consecuencia, en el nivel "atómico". Podría ser objetado que estos "átomos" oracionales están cronológicamente ünculados al texto del historiador -de modo que la secuencia de tiempo es también operativa en el nivel del texto-. En efecto, la historia se puede escribir de este modo. Si éste es el caso, lr.rlrla¡¡los de crónicas y anales (sobre estas nociones, véase la siguiente ,r'r ci<in). Pero la escritura histórica moderna no adopta ya el orden , r , rrrológico de crónicas y anales. La consecuencia es que el tiempo r, ¡L r cs de menor importancia para el estudio de la historia. Y ello sig- r ilica el fin de la opción trascendentalista. I l tiempo como tiempo del reloj l' l t¡empo es uno de los más grandes rompecabezas en filosofia. Des- rlc la muy conocida afirmación de Agustín en sus Cory'siones de que ll sril<¡ sabe lo que el tiempo es mientras no se le pregunte acerca de r.llo, los filósofos han tenido notablemente poco éxito en su intento rk rlar sentido a este concepto. En la forma del tiempo-reloj, sin em- l)¡r'go, tenemos una noción de tiempo que es muy poco problemáti- r r¡ clesde un punto de üsta filosófico. El tiempo-reloj es simplemente ,l Lipo de tiempo que leemos en un reloj. Sesenta minutos entran crr una hora, veinticuatro horas entran en un día y así por semanas, rrt ses y años hasta décadas y siglos. El tiempo-reloj es definido en tilminos de fenómeno objetivamente perceptible de manera fisica o ,rslronómica y, como tal, es ¡elativamente poco problemático. ¿Cuál es la significación del tiempo-reloj para el estudio de la histo ¡ ia? Encontr¿mos la respuesta a esta pregunta en las crónicas y anales. I layden White menciona los Anales de Sankt Gallen como un ejemplo rlc crónica (de aquí que estos Anales de Sankt Gallen no sean anales crr el sentido propio del término). 4'hite cita el siguiente pasaje de esa obra: 722, buena cosecha; 723,-;724,-;725,los Sarracenos vinieron por primera vez; 12G,-: 727,-; 728,-; 729,-; 130,-: 731,-: la bendita Beda murió; 732, Ca¡l luchó ( ()ntra los Sarracenos en Poitiers el Sábado.a Como muestra el ejemplo, la cronología, o el tiempo-reloj, estruc- trrra aquí la narrativa histórica -al menos, si deseamos hablar de r¿a- ¡ratiua hisÍórica en el caso de la crónica-. Mucho de lo mismo es verdadero para los anales también. La cuenta de los años es seguida tiuto en los anales como en las crónicas, pero los anales no se redu- '' O. Spengle¡ Da Un ralgang d¿s Aúendlandet tomo I, Múnich, Beck, 1927, p. 161.
  • 4. cen a una mera cuenta cronológica. Primero, a diferencia de la crónt- ca, los anales normalmente se concentran en cierta entidad histórica, como un monasterio, una ciudad, un soberano o un país, Los anales, de este modo, tienen una cohesión que eslá ausente en las crónicas. Segundo, los anales difreren y van más allá de las crónicas por rela- ciones causales suministradas tentativamente entre eventos históricos individuales. Hayden White señala correctamente que no deberíamos mirar con desprecio a las crónicas y anales desde la perspectila de la escritura histórica contemporánea. En sociedades con un bajo grado de cohe- rencia social, como las de Europa mil años atrás, y en las que la gente no era menos dependiente de los caprichos de la naturaleza que de la acción de los hombres mismos, crónicas y anales eran probablemente el modo más sensible de dar cuenta del pasado. Éste es el modo en que la gente de entonces experimentaba el tiempo y la historia: sólo una cosa tras otra. Y más que eso, no había. Por otra parte, crónicas y anales no son inferiores a la historiografia contemporánea desde el punto de vista de la objeúvidad, verdad y realismo. Su "verdad" sale mejor parada si la compararnos con las construcciones teóricas -usual-mente complicadas y frágiles- que encontramos en la escritura histó rica moderna desde Ranke. Sin embargo, ningún historiador tomará postura en favor de cró- nicas o anales hoy en día. En comparación con la escritura histórica moderna, ambos carecen de una "conclusión", un comienzo y un fin claros. Tampoco logran valorar e interpretar los datos del pasado tal como lo hace la escritura histórica moderna. Por lo tanto, aun obras maestras (como las que indudablemente ha habido) dejarán en el lector contemporáneo la impresión de ser curiosas y estúpidas; el ar- gumento se mueve constantemente como una onda en la superficie del tiempo y nunca nos da un panorama comprensivo de los eventos del pasado. Carecen de alcance. El argumento aquí no es una red sino una línea, y no logran nunca evocar una señal de profundidad, perspectiva o coherencia. Para citar a White, crónicas y anales no son auténtica historia, al menos de acuerdo con comentadores posteriores, en ür- tud de dos consideraciones. Primero, el orden del discurso sigue al orden de la cronología; presenta eventos en el orden de su ocurrencia y no puede, por ello, proveer el tipo de sentido de una descripción gobemada narratológica- ,',, rtr'. Scgrrndo, probablemente debido al orden "¿nnalístico" del discu¡so, | , ,l, sr lil>ción no concluye tanto como simplemente finaliza.ó I r suma: crónicas y anales no logran dar sentido al pasado. Y esto l.r ¡¡rlerpretación significativa de la historia- es precisamente el pi- l.rr l t l propósito de la escritura histórica moderna; pero el orden cro- rr, ,lrigico del tiempo-reloj no contribuye a ello. Entonces deberíamos ,1, 'rr h;rr el tiemporeloj en tanto categoría constitutiva de la escritura lrstrili¿'a- LI tio¡|)o rcno historicidad (tiempo aiuid,o) I r r r rri argumento anterior fallé dos veces. por asÍ decir. fupiré a demasia- , ll, rr¡D la noción trascendentalista de tiempo, porque se podría utilizar el rr( url)o para la fundación epistemológica de otras disciplinas además de l.r cscritum de la historia. Aspiré a demasiado poco con el tiemporeloj: , l ticurpo cronológico es sólo de lalor para crónicas y anales, pero no es ,l, signiñcancia real para la escriiuÉ histórica moderna. Sin embargo, la ¡¡ or r¿ histórica contemporánea nos da la oportunidad de tener un tercer r rr( nto y, con suerte, finalmente demos en el blanco ahora, l,istoy pensando aquí en I'ienpo 1 nanación de Paul Ricoeur y, prin- ( il),rf nente, en Ti.mz, Nanaliue &nd Hislú! de David Carr de 1986 y los Irrsayos posteriores que escribió desde entonces, en los cuales continuó clrrl¡orando la tesis cent¡al de su libro.6 Como es claro a partir de los trtrrlos de los dos libros, el tiempo es el tema centr¿l en ambos, Mrís aún, .r¡rl¡<¡s libros pueden ser ubicados en la t¡adición fenomenológica. f,a lr'¡romenología aspira a una descripción altamente imparcial y cuasi- r icltífica de cómo se nos aparece el mundo, siendo su punto inicial la cx¡rcriencia de la vida misma. Pero, tal como Husserl argumentó, este ¡rrrnto de inicio no debería ser ni el sujeto que experimenta (porque ' rit() conduciía inevitablemente a ,ariantes de idealismo), ni el objeto , xperimentado (el cual nos daría variantes de empirismo). Husserl, de ( sre modo, deseó ser capaz de er,adir y aun trascender el dilema del irlcalismo y del realismo con su fenomenología. Ahora bien, los feno rrrcnólogos después de Husserl han enfatizado siempre la temporalidad 'H. tthite, Th¿ C,ant"nt of the I'om. Na,rati ¿ Discourse and HítL,rünl Reqfttmtalion, l!rlti¡nore, The.Johns HopkiDs Universiry Press, 1987, p. 8. " IbtuL, p. 17.
  • 5. o la historicidad de toda experiencia fenomenológica. Este es el punto de partida de Ricoeur y Carr La idea básica de ambos es que la histori- cidad,la temporalidad de la experiencia, r.ro sólo se aplican al modo en que los individuos experimentan el mundo. Se argumenta que existe una continuidad entre el papel del tiempo en el nivel elemental (expe- riencia del tiempo) individual, su papel en el nivel del gr'rpo o la colec- tiüdad (por ejemplo, del Estado o la nación) ¡ por últirno, el papel del tiempo en el nivel de la escritura histórica. Ahora bien, ya que el argumento de Ricoeur sobre el tiempo es difícil de desentrañar por las varias cuestiones con las que tra- bajó en su inmensa trilogía y carecen de relevancia para mi argu- mento, en tanto qlle Carr se centra exclusivamente en el tiempo, discutiré -por razones de economía y claridad- el libro de Carr y no el de Ricoeur, por lo demás, un trabajo profundamente im- presionante. El argumento de Carr procede en dos pasos. Primero, él quiere de- mosü?r que el tiempo es una categoría esencial para la experiencia del indMduo y sus acciones (Carr debería habenie referido aquí a sus precur- sores en la fenomenología); en segundo lugar, él quiere demostrar esta continuidad entre el papel del tiempo y la historicidad para el individuo, para el gmpo y par"a la escritu¡? histórica que mencioné hace un momen- to. El primer paso es el más sencillo. Carr sigue aquí la idea de Husserl de que la experiencia siempre presupone una recolección del pasado ("retención") y una anticipación del futuro ("protención"). Por medio de una metiífora afortunada, Car compara la experiencia con escuchar una melodía; únicamente podemos reconocer una melodía si somos capaces no sólo de escucha¡ las notas separadas, sino también de recordar aquello que 1a hemos oído y de tener ciertas expectati'2s de lo que estii por ve- nir. En otas palabms -y esta reformulación es de gran importancia para Carr-, nuestra experiencia de üda misma posee 1a una estructura nana- tiva. Temporalidad y naffatividad son conceptos íntimamente conectados y son los dos pilares en los que se funda todo el argumento de Carr. Como Carr repite una y otr¿ vez, no sólo encontramos narr¿tividad y temporali- dad en el nivel de narr¿tirzs históricas sobre la realidad (pasada), sino que también son partes relerantes de la realidad misma. O, como Car lo dice, narratiüdad y temporalidad no son un vestido que encubre algo más, sino la estrrrctura inherente en la experiencia y acción humanas.T ; f'. Ricocrtr Tcnqs eI rócit,3 r.,P^tís, Seuil, 1983-1985 | nenpo t nanación, úad. Agüs- l,.l scgundo paso es más dificil, y concierne a la cuestión de si Ia rr.rrr¡rtividad y la temporalidad son de tanta importancia para las co- l, r tilidades y sus historias como lo son para los individuos -en otros r, r rrrirros, ¿hay algo así como un tiempo s¿¡¿i¡¿l narrativo del mismo rrr,,rIr que lo encontramos en la experiencia de vida individual?-. I rr r¡n análisis balanceado yjusro, Carr concluye que los intentos de llrrsscrl, Heidegger l Schiitz (rrno de los seguidores de Husserl) de r sllr¡lcntar a partir del incli|icluo hzrcia el erupo han sido poco exi- t,,ros.s A fil-r de remediar este f allo, Ca¡r- se rttelve ahora hacia Hegel r. r'rr particular, hacia el argrrmento rlc Hegel acerca de la r-elación .rr rro csclavo, hecha famosa pol Kojéve, sus discípulos marxistas fran- r ' s( s y por Fukuyama. Hegel afirmó que el amo sólo puede ser amo , ll ( slc sentido mientras sea reconocido comó tal por el esclavo: más rrl)liamente, nos reconocemos a nosotros nlismos y primero nos vol- ', rrrrs lo que somos en y por el reconocimiento del otro. Para Carr, , l l conocimiento, tal como es definido por Hegrl. c:' el rnorlelo para l.r irrtegración del indiüduo a una colectividad con cierta cohesión r, 'r i¡I. Por lo tanto, la colectividacl es esencillmente más que la suma ,l, individuos separados, atomísticos, ht¡bbcsianos. Contrariamcnte, , l individuo también se definirá e inte rpretará a sí mismo en tórminos ,l|l urupo y los patrones de reconocimicnto existentes en el grupo. l lo sigllifica -y esto es lo que a Carr lc interesa- que gracias a los rrlcanismos de reconocimiento hay ulll continuidad ent¡e el indi- r irluo y la colectividad. Y segirn Carr, esta continuidad implica que r;rr ratividad y temporaliclad son cateso¡íi¡s tanto de la colectiüdad , ,,rno del individuo -la tcmporalidad y narratividad de la colectivi- rl;rrl les dan for¡na a los relatos históricos que la colectividad cuenta .rr clca de sí misma. I,in suma, según Carr, el tiempo es la categoría constitutiva tanto de l;r t:alidad pasada como de las descripciones históricas escritas sobre .lll. El tienpo constituye tanto la acción humana indiüdual como la , ( )lcctiva. Luego, el tiempo determina la estructura de toda historia r.u rativa si la narrativa hace justicia a la temporalidad de la acción lrllnana. Entonces, desde una perspectiva tanto ontológica como |l)istemológica, el tiempo es la categoría fundacional de ambas: his- r,,¡ Nei¡¿. 3 vols., México, Siglo XXI, 199G19961i D. C¿rr, nnq Narft tue an(l History, Itl, r)n)ington. Indiana University Press, 1986. - C,ñr, oP. tit., p.5.
  • 6. toria y escritura histórica. De ello se sigue que, cuando Pensamos en el tiempo vivido, y no en el tiempo trascendentalista o del reloj, no podemos dudar de que el tiempo es la categoría fundacional de toda escritura histórica. EI desacundo ente Con y Mink Deberíamos elogiar a Carr por la forma clara y vigorosa en que defi- nió el papel del tiempo en el estudio de la historia. Sin embargo, en los escritos de Louis O. Mink (y Hayden White) podríamos encontrar fuertes argumentos contra su tesis princiPal. Porque, a diferencia de Car¡ Mink ve una discontinuidad entre las vidas de los indiüduos y las colectividades por un lado, y los relatos históricos que pueden ser contados sobre ellos, por el otro. Mientras Carr conecta la te¡nPora- lidad con la üda y la narraúvidad, Mink asocia el tiempo con la üda misma, pero no con la narratividad ni tampoco con los relatos que historiadores podrían contar acerca de la vida. Por ello, Mink recha- zaría la tesis de Carr sobre el tiempo como fundacional para el estudio de la historia. Así que compararé la visión de Carr con la de Mink. Un primer problema con la tesis de Carr es el siguiente: como hemos visto, la ex- periencia individual y la acción son el punto de partida de Carr. Una colectividad social o histórica (un estado, una nación, etc.) sólo existe en este sentido mientras los individuos estén preparados Para recono- cer la colectividad -sólo entonces puede la temporalidad y la narra- tividad ser traspuesta desde la individualidad hasta la colectividad-. De esta manera Carr escribe: "sólo grupos que se distinguen por la participación consciente y acti de sus miembros califican como no- sotros-sujeto en el sentido de esta discusión [...] Estamos diciendo que el nosotros-sujeto existe mientras los indiüduos lo lleven a existir y actúen conforme a é1".e Recordando cómo utiliza Carr las ideas de Hegel sobre la relación amo-esclavo, semejante üsión del grupo era de esperarse. Luego, también se requiere que el historiador sea caPaz de identificarse con el individuo o la colectividad. Porque sólo esta identificación podría garantizar la existencia de semejante "nosotros- sujeto". " Ibid-, p. 161. :iin embargo, el resultado de la abarcante perspectiva del nosotros ,¡rrr,sostiene Carr (como una extensión de la perspectiva del yo) es ,¡rr,. la escritura histórica siempre e inexorablemente permanecerá ,rr.t(lir a la perspectiva del agente histórico individual y al del grupo r, ¡ irrl o histórico posterior, Ya que tan pronto como el historiador rr.rscienda dicha perspectiva y desarrolle una persPectiva Propia, se r, rrr ¡rerá irrevocablemente la continuidad entre el indiüduo, la colec- rrr irlad y el historiadot punto en el que se basa todo el argumento de ( :,r r r'. No obstante -y ése es el problema para todo aquel que sostenga .'strr posición-, el historiador comúnmente se encuentra en una Pers- lx.( riva exterior en relación con los individuos y colectividades cuyas lrsr()rias investiga. El historiador escribe típicamente acerca del pa- s.rL¡ desde la perspectiva del "ellos", en lugar de una perspectiva del ''¡r()sotros". Está interesado en el pasado precisamente en la medida lrr <¡tre éste es diferente del presente y en cuanto que é1, el historia- ¡ k,r, se ha extrañado de la experiencia de vida del agente histórico. Miis aún, el historiador comúnmente desea decir cosas sobre el ¡,,rsrrdo que agentes históricos, ya sea indiüduos o colectiüdades, no srr¡ricron y tal vez no podían saber acerca de ellos mismos, Ésh era ya l.r intuición detrás de la conocida noción de Hegel de "la astucia de lrr rirzón"; sólo en retrospectiva nos daremos cuenta del significado rl'rrl de ciertos desarrollos históricos. Ciertamente, Carr está listo para , , rnceder que hay una vasta distancia entre el historiador y el agente lrisr(')rico; después de todo, no puede negar que los historiadores no vrrcilan en hablar del antiguo Egipto o de la Edad Media temprana. l'(..o entonces, Carr intenta neutralizar el peligro de esta concesión ,,¡rr la afirmación de que zosoúms -incluyendo los historiadores, por , , rrrsiguiente- "estamos situados dentro del amplio panorama de la Irisroria que se extiende a los más remotos regiones y tiempo".'0 Aquí l;r ¡rerspectila del nosotros se expande tan excesivamente, que incluso rrrrir perspectiva del ellos deviene enteramente inconcebible. Y esto me trae a otra consideración. No olvidemos que el reconoci- rricnto de esta diferencia, o incluso el conflicto total entre la perspec- rivir del historiador y la del agente histórico ha sido de hecho el origen rlt todo narrativismo en la teoría histórica moderna, Estructuras na- r r atiras, Iógica narrativa, la estructura narrativa misma, sólo devienen lcgítimos objetos de reflexión histórica luego de que se atribuyó cierta t' Ibi¿., p.174.
  • 7. 40 autonomía a la narrati histórica en su relación al pasado narrado (o el pasado tal como ha sido "vivido"). Es tanto más sorprendente, en- tonces, que Carr niegue esta autonomía desde una posición explícita. Y ello plantea la pregunta de cómo se hizo posible este desacuerdo entre narrativistas. Ahora bien, como Carr mismo dice en la introducción de su libro, la clave de este desacuerdo es el famoso dictamen de Mink de que "las historias no son vividas sino contadas". Según Mink, una historia no puede ser "vivida", sino sólo contada.rrCarr, sin embargo, quiere integrar así la narratividad en la "vida", ya que, según é1, experiencia y acción siempre tienen una estructura narraúva. Esto podría explicar la afirmación de Carr: "Por lo tanto, Louis Mink estaba operando con una distinción totalmente falsa cuando dijo que las historias no se viven sino que se cuentan. Se cuentan siendo üvidas y se üven siendo contadas".r2 E¡r consecuencia, el desacuerdo entre Carr y Mink atañe a la conexión entre el tiempo o temporalidad y la narratividad. Carr menciona repeúdamente ambas en el mismo respiro: la "vida" las une con la narratividad. Tal vez el desacuerdo entre Carr y Mink pueda ser esclarecido en términos de la distinción entre experiencia de sí y autoconocimiento. Podríamos coincidir con Carr en que la experiencia de sí es siempre temporal, aunque sólo sea porque por definición sólo podemos ex- perimentarnos a nosotros mismos en el aquí y el ahora. De hecho, podemos conocn ciertas cosas acerca de nuestras experiencias pasadas; pero tal conocimiento es ¿o ¿:Ps¿ no una cuestión de experimcia. Si sé que tuve un dolor de muelas hace diez años, no reexperimento el dolor por tener un recuerdo de ello. Podría parecer, por tanto, que Carr pierde de üsta esta distinción entre experiencia de sí y autoco- nocimiento -tal como se expresa en una narrativa- y así llegó a pro- yectar la narratiüdad del autoconocimiento en el admitido carácter temporal de la experiencia de sí. De cualquier modo, en el razonamiento de Mink el hecho de que 'l 1¡t¿, pp. 10, 62. Véase también L.O. Mi.nk, Histaricnl Und¿rstanding, Ith^ca/Lo- dres, Cornell University Press, 198?, p. 60. Eüdeniemente, la afirmación concuerda con el ataque de Mink a la "Historia Universal". La Historia Urivenal entendida como la historia no contada del pasado mismo y l¿ idea de que el historiador debería aproxi' marse a él de la mejor manera posible son la presuposición tácita de todos los argumen tos que, como los de Carr, ¡sumen de antemano que las historias no sólo se clrentan s¡no también se viven. r:Carr qp. ¿i¿, p.61. Lr,, lristorias no sean üvidas sino contadas marca la distancia entre r, rrr¡xr-alidad (vida) y narrativa histórica. Mink tiene varios argumen- r,, l)rrra explicar esta distancia entre tiempo y narratividad. El más I r rl)( )rlante es que la tarea de los historiadores es precisamente reunir r.u rirlivamente lo que esLí temporalmente separado en la "vida" o en , I lr:rsirdo mismo. La narrativa histórica une por una sinopsis lo que se lr,r cxJrerimentado en una sucesión temporal separada, seriatim, enl¿- 'r ir ll" o en el pasado mismo. Así, Mink escribe: , rr l.r comprensión configuracional de una historia [...] el final está conecta- rl, ' r 0n la promesa del comienzo tanto como el comienzo con la promesa del lr¡,r1. v l¿ necesidad de referencia h¿cia atrás cancela, por decirlo así, la con- trrrgr'rrcia de las referencias hacia delante. Comp¡ender la sucesión temporal rrl¡rilica pensar en ambas di¡ecciones a la vez, y luego el tiempo no es más , I rio quc nos lleva consigo sino el río desde una visión aérea, aguas arriba y .r11rr:rs :rbajo en una sola mir¿da.l3 Y no todos los historiadores esrán familiarizados con el fenómerro ,lc r¡rre el tiempo y la cronología desempeñan en la historiografía una l),ü1e menos significativa a medida que comenzamos a comprender rr r,.jor acerca de un evento histórico o un periodo histórico. Los datos r,rrr de una significación meramente preliminar para el entendimien- r,, lristórico; todo ello es de real importancia para los comienzos de Lr cscrítura histórica sólo una vez que hemos dejado atrás el tiempo y l.r r lonología. Las grandes obras historiográficas del siglo xx rara vez nrcrrcionan fechas. O piénsese en los llamados estudios transversales, , ,'r¡ro el libro de Braudel acerca del mundo mediterráneo en la época ,k l,'clipe II que no presenta desarrollo alguno a través del tiempo r sc contenta con decir cómo se veía aquel mundo en un específico ¡ ()rte transversal en el tiempo. Por lo tanto, tenemos razones para . rincidir con la tesis de Mink de que "el tiempo no es la esencia de la ¡¡irrrativa".r4 Más aún, es la esencia de las narrativas históricas borrar <¡ t r:rscender el tiempo en la medida de lo posible; la narrativa histórica rlcbe situar el tiempo en el fondo o, mejor aún, eliminarlo. El punto de üsta de Mink de ninguna manera nos fuerza a recha- z:rr la importancia del tiempo y la narratividad para el individuo, en tMtnk, op. cü.,p.57. 4t
  • 8. 42 I'It,lNK ANKERSI lo qrre Carr correctamente ha insistido. Pues, ¿por qué no podríamos ser en ciertas circunstancias nuestros propios historiadores? Nada obliga a Mink a negar que los indiüduos suelan poder contar un re- Iato autobiográfico e histórico acerca de sí mismos y que nosotros, además, continuamente orientemos nuestra acción sobre la base de semejantes historias, ya sea detalladamente o no. No obstante, la ac- ción y contar una historia acerca de uno misrno son lógicamente dos cosas diferentes segúrn Mink. Quien cuenta una historia no actúa -y üceversa-. El problema con la tesis de la continuidad de Carr es que pierde de vista la diferencia enre estos dos niveles, y los pierde de vista porque nunca advirtió que el agente y el historiador bien pueden no estar unidos en una y la misma persona. Admito que la crítica de Carr a Mink no es del todo irrazonable' Tanto Mink como White tienden a sugerir que la distinción entre el nivel de los hechos históricos u¿rsru el nivel de la narración es idénti- ca a Ia distinción entre el nivel de la "vida" u¿¡sus el nivel de cómo se interpreta la vida. Al combinar estas dos diitinciones, ellos sugieren la imagen cuasipositivista de una realidad significativa por sí misma esperando tranquilamente una interpretación narratiüsta totalmente separada de esta realidad. Carr está en lo cierto al correBir este esque- ma cuasipositivista señalando que en nuestra acción a veces damos forma a la realidad histórica (y no sólo a sus interpretaciones) sobre la base de una inspiración narrativa. Sin embargo, Carr cae nuevamente en el extremo opuesto cuando equiPara la "üda" con Ia narratiüdad' lncluso la relación entre ambas se asemeja a aquella entre leer e inter- pretar lo que se está leyendo; ambas se complementan, lo que es más' se presr¡ponen entre sí, pero permanecen como oPeraciones distintas en el último análisis. Otra uez: trasrcnd.entuAsmo En la sección en la que discutimos la explicación trascendentalista kantiana del tiempo (y el espacio) concluimos que nada podía espe- rarse de ella para una clarificación del papel del tiempo en la escri- tura de la historia. Ahora bien, los historicistas probablemente no se sentirán impresionados con este resultado negativo y argumentarán que la historia y las ciencias son disciplinas totalmente diferentes y que debemos siempre eütar caer en la tentación científica si de la ,rNrr) 43 r ' llt xi<in acerca de la escritura de la historia se trata. Sin embargo, el lr.¡r :rso del trascendentalismo de Kant para explicar el tiempo histó ¡r,,, n<¡ clausura en lo más mínimo la posibilidad de una explicación rr.rs(cndentalista del tiempo histórico. ¿Acaso Dilthey no deseó dar , ,,ll str hermenéutica una fundación trascendentalista de la historia? Si tomamos esta dirección de análisis, debemos recordar que Mink lr.r rrrlrnirado profundamente el clásico libro de Danto, AnaQtical Phi- I'n¡hy of Historl, de 1965. En ese libro, Danro propuso la idea de 1l l,,s lla¡nados "verbos proyecto" y 2l las "oraciones narrativas". Uno no ¡'rrcrlc entender apropiadamente la explicación de Mink del tiempo l¡rrtrilico sin tener en cuenta estas dos ideas. "Verbos proyecto" son rr.¡lx¡s como "plantando rosas", "construyendo un barco" o "escri- I'i¡ ¡rdo un libro". Danto señala que podríamos usar estos verbos para ,1, sr ¡ ibir las acciones de las personas con una visión hacia un, hasta .'l¡,,ra, futuro indeñnido. Supóngase que alguien está poniendo las ., rrrill¿rs de rosas en el suelo detrás de su casa. Podríamos describir ¡ nrr)rces sus acciones adecuadamente -su "proyecto", como diria I ).rnlr)- como "plantando rosas", a pesar del hecho de que a causa de rrn;r sequía esas semillas nunca llegasen a ser rosas. Y, evidentemente, ',, ¡xrdría contar una historia similar para alguien que se encuentre , .r r ilricndo un libro. De este modo hay una asiuretría potencial entre, l¡,r Lr¡r lado, nuestra descripción acerca de lo que este hombre está lr. rr icndo en este preciso momento ¡ por el otro, lo que podría ser el rlsrrllirdo de su acción. Porque decimos que está plantando rosas, aun , rr.r¡rtlo la "historia" (o, más bien, el futuro) nos pueda mostrar que él l| ) ( staba plantando rosas, ya que las semillas murieron en la tierra. ¡ ll ( stc scntido, una potencial tensión o asimetría surge entre el len- ¡irr.rjc que usamos, por un lado, y el curso efectivo de los eventos, en |l ()rr'o. La conclusión fascinante que se puede inferir de esto es que ' l( )s "verbos proyecto" sugieren cómo podría nacer la historia: ya que llrnros r¡n tipo de lenguaje (el de los "verbos proyecto") que puede ', r rlesmentido por lo que la historia de hecho es, o más bien, será. I .r "lristoria" emerge en la tensión entre el lenguaje de estos "ver- lu 's ¡rr oyecto" y aquello que efectiamente ha ocr¡rrido. Sin estos "verbos I'r{,)('cto" con su implícita referencia al futuro, el lenguaje siempre se , ,,r r cspondería con aquello que efectivamente ocurre y la "historia" rrrr¡, rr se manifestaríar" como lenguaje. 'lt^rttt, Philosoplry oI HisroDt, p. 159 ss.; Danro, Na¡n¿lton, p. 159 ss.
  • 9. 44 ¡''RANK ANKllRsl A continuación, Danto habla de "totalidades temporales" cuando discute las características lógicas de los "verbos proyecto"r6 y la nocirin inmediatamente cobra sentido:1a que, el intervalo temporal entre el plantado de semillas y el crecimiento de las rosas, ¿no constituye acaso una "totalidad temPoral"? No obstante, Parece natlJral asociar la dimensión histórica de los "verbos proyecto" con estas "totalidades tempor-ales". Y así es, de hecho, como se suele leer e interpretar el argumento de Danto, Pero deberíamos reconocer ahora lo que hay de erróneo en esta interpretación. La historia no entra en escena con estas "totalidades tetnporales" como tales -sino sólo con la discre- pancia potencial entre expectativas sobre el futuro sugeridas por las "rotalidades temporales", por un lado, y lo que ef-ectivamente ha ocu- rrido en el pasado, por el otro-. La historia nace cuando el lenguaje nos ha llelado en la dirección incorrecta, por decirlo así' Todo esto se Puede elucidar si recuPeramos la noción de las "con- secuencias no intencionadas de la acción humana intencional" -y que tuvo un papel tan importante en la filosofía de la historia de Hegel-.l? Éste es un ejemPlo más, por cierto, de la necesidad de tra- ducir lo que historicistas, tales como Hegel, dijeron sobte el pasado en términos del uso del lcnguaje en historia. Para tomar un ejemplo famoso, en su calidad de consejero del papa Clemente 4I' Francesco Guicciardini instó al papa a unirse a una alianza dirigida contra el em- perador Carlos V El resultado final de esta política fue, no obstante, ttt E.g.,D^rúo, Phitosollry oJ HiúotJ, p.183 ss.; Danto, Nr'¡n¿l;¿'' P l83s' " "[Jlener Zusammanhang enthátt námlich dies, d:rss in cler Welgeschichte d¡tr'h rlie Handlungen der Menschen noch e¡vas anderes iiberhaupt herauskomme' als sie benvecken und erreichen. als sie un¡nittelbar lvissen und wollen Sie vollbringen ihr Interesse; aber es ürd noch ein Fc'rneres damit zustande gcbr¡cht' d¿s aucb inrerlich darin liegt, aber das nich! in ihreñ BeK'usstsein und Absicht lag" ¡éase G 4'F Hegcl' tlmbsunim úber the Phihsol)hi? dn W¿ eesehichte. Ba d I Dic U.rnunf in dn Cnsththte Fe' lix Meiner, Hamburgo, 1970, P.88. La razón usa esta discrePancia entre inte¡cjón y consecuencias no intenci(tradas para la insidiosa realización de sus propios proPósitos; Hegel habla aquí de "la astucia de la Razón". Medio siglo antes de Hegel, Adam Fergu- """ t o¡iu ".¡utuA" e"te Punto elocuentementc: "Ca¿a paso y cada moümiento 'le la multitud. aur en lo que se llama 'tiempos iluminados', se eiecutan con igual ceguera hacia el futuro; y las naciones tropiezan con los ¿stabti:hnmts, qe sor' de hecho resulta- do de la acción hrmana, pcro no del diseño humano Cro¡nwell dÚo que un homhre runca apunta tan alto como cuando no sabe adondc está yendo'; con más ra7ón c' podría ahrmar de comun¡dades que admiten las más Srandes revoluciones donde no es intencionado ningr'in cambio, y que los más refinados Políticos no siempre saben a.lónde csún llevando al es¡ado con sus proyectos". Vé:r"se A Ferguson, An Essq on h( H;nory of Gltit Socitl) (176?), Cambridge, Cambridgc University Press, 1995,P tl9' 45 ; :,:;"." de Roma en 1527. Por el resto de su üda, Guicciardini se .'tl¡ri(i amargamente sobre las desastrosas consecuencias de Io que le lr.r lrírr parecido inicialmente como la política más racional y recomen- ,l.rl¡lt . En este sentido, podríamos decir que la terrible y bmta fuerza ,l' l:r historia recayó sobre Guicciardini;y, en efecto, el ahora se volvió ,r I.r cscritura histórica a fin de comprender cómo se podría explicar hthi¡ü:arüenle esta fatal discrepancia entre sus excelentes intenciones lls imprevistas y no intencionadas consecuencias. La experiencia ,l, r'r¡nsecuencias no intencionadas había provocado en Guicciardini ,,'rrt iencia histórica.l más en general, éste es un lazo cercano e ínti- rrr,, t ntre los orÍgenes de la conciencia histórica occidental en el siglo r v una nueva conciencia de esta dimensión de las consecuencias r, intencionadas de la acción humana intencional.rs Los "verbos pro- , r r(i'de Danto nos presentan lo que uno podría describir como "el ¡rrir r onivel" de este mecanismo. ( irnsidérese ahora las llamadas "oraciones narrativas" de Danto. I .r rl<'finición formal de "oraciones narrativas" es como sigue: "la clase ,I rlcscripciones que me preocupan refieren a dos distintos eventos ' l)irrados temporalmente E-l y E-2. Ellas describen el primero de los ' r'rrtos referidos".r' Uno de los (muchos) ejemplos de Danto es la .rlrr r¡ración "el autor de los Principia nació en Woolethorpe", ya qtte r r,r lic podía saber en aquel momento que Newton escribiría ese libro. I )rr{) ejemplo es "la Guerra de los Treinta Años comenzó en 1618", ,l,,rrrle la oración narrativa hace una referencia implícita a 1648 que , . r rr:rndo la guerra llegó a su fin, y que sólo era posible formular lue- ¡'r, rlc 1648. Sólo entonces resultó que la guerra había durado treinta .llora bien, tanto los verbos proyecto como las oraciones narrativas 1,,[r;rrr unir en ellas mismas aquello que eslá temporalmente separa- ¡1, !. l'll lenguaje, cuando se usa de esta manera, reúne dentro de una .rrro¡rsis -para usar la terminología de Mink- lo que en el pasado rrrro lugar en diferentes momentos.2" El lenguaje "consume" aquí, por ' l'nra un desarrollo de esto. véase F. R. Ankersmiq Sul)üme Histoña Expcrien.e, St¿n' l, 'r' l. st¡nford University Press, 2005, capítulo 8. '' lJ¿rto, Philosopb ol Hisl¿,ry, p. 152; Danto, N¿ Íation, p. 152. '"Nr) hay una sola excepción a la regla de que los historicistas eütaron tratar el tema '1, I ri.mpo. Aquí tengo en menre la siguiente afirmación de Ranke: 'Die Gottheit -, ,,'r ich diese Bemerkung $agen darf- denke ich mir so, dass sie, daja keine Zeit vor '1,, li.gr. die g¿nze historische Menschheit in ihrer Gesamtheit úberschaut und überall l,l, r, lr Wer! findet". Véase L. 'on Ranke, Weltg¿s.hirhk Band IX, tripzig, 1883, p. 4 ss.
  • 10. 4(; I RAN¡ ^Nr(¡:r{sMr'r' decirlo así, distancia temporal y a fin de abarcar en una mirada lo quc podría estar separado por muchos años. Además, esta visión conjuntit es el hogar del entendimiento histórico: es con la explicación de las asimetrías de la intención y las consecuencias no intencionadas de la acción con lo que toda conciencia histórica comienza. "El poder de la historia" sólo se hace sentir cuando toma lugar brutalmente entre nuestras excelentes intenciones y las consecuencias, a veces desastro- sas, que resultan de ellas. Consecuencias que sólo reconocemos con el saber retrospectivo -por lo tanto, desde una perspectiva histórica. El resultado es que hay cierto uso del lengu{e -los verbos pro- yecto de Danto y sus oraciones narrativas- que se puede distinguir propiamente como la condición de posibilidad del conocimien¡o his- tórico. Y con esto hemos luelto a la cuestión trascendental: la trascen- dencia del tiempo de los verbos proyecto y las oraciones narrativas es la condició¡r trascendental de posibilidad del conocimiento histórico. Danto mismo nunca expresó su argumento en una terminología trascendentalista; y fue sólo Hans Michael Baumgartner, el comen- tador más interesante de Danto, quien dio este paso en un libro pu- blicado unos siete años después del Anatical Philosopfu of History de Danto. Baumgartner concuerda en todo con el argumento de Danto y con su tesis de la asimetría del pasado y el futuro. Por lo tanto, con la "esencial retrospectividad de toda escritura histórica" ("die prinzi- pelle Retrospektivitát der historie")" y con la implicación de que todo conocimiento histórico está organizado de manera acorde. Hasta aquí, Baumgartner todavía permanece dentro de los paráme- tros del argumento de Danto. Sin embargo, se torna diferente cuando radicaliza el argumento en un análisis trasc¿nd¿ntalista del lenguaje histórico. El punto de partida de esta radicalización es la afirmación de Baumgartner de que Danto todavía trabajaba con una ingenua on- tología histórica, ya que Danto hablaba de nociones como "la Edad Media", "la Revolución francesa" o "el Renacimiento" como si refi- riesen a cosas con el mismo estatus ontológico que poseen nombres propios como "César" o "Napoleón". Pero para una apreciación satis- factoria del lenguaje histórico, los sujetos del las biografias lsobre I{.anke atribuye a Dios la capacidad de Mink de ver el pasado como nÍ totum sinul y que pam Ranke fue indudablemente la comprensión más perfecta del pasadoya la que cad¿ historiador debería aspirar. !LBaumgartner, Kontinuitát und C7s¿hichte. 7,ú Kritik und MetaAritik (ler hktaisch¿n I'nunIL FráÍcfort del Meno, SL,hrkanp, 1972, p.281. 47 ,' ',' , '',',, l!"n,u.u", son totalmente engañosos." La explicación es que l¡ ¡rrrirl:rrl o continuidad de personas o individuos, como César o Na- 1,, ,l' ,,ll, (.stii garantizada porque estos conceptos de "persona" o "indi- r.lrr¡' (l(.ltotan una categoría de objetos que siempre poseen unidad , ' 'lrlirrtridad a través del tiempo. No ocurre lo mismo con conceptos ,,'r¡r,, lrr Edad Media", "la Revolución francesa" o "el Renacimiento". l','r¡lr( tales nociones (típicamente históricas) no Wsuponen uidad, r ,,,r¡ti¡lrridad (como es el caso con las nociones de "persona" o "indi- ,r,lrr,r"), sólo la rrzaz.23 I'rr r:r cxpresarlo drásticamente: en el comienzo sólo hay caos y des- ' 'r,l, rr, luego el historiador utiliza nociones como "la Edad Media" -y! '1, ' ( Itonces, sólo gracias al uso de estas nociones, se puede cambiar , l r ,ros por la unidad y la continuidad-. Los seres humanos indiü- ,1, r.rk s, animales, mesas y sillas no necesitan lenguaje para poseer uni- ,l.rrl I r:ontinuidad -ellos ya tienen estas propiedades preciosas antes ,1, ,¡rrc se las nombre, o aunque esto no se haga nunca-. Tal lenguaje lrst¡ir ico -del cual Danto nos dio tantos profundos conocimientos- , , lrr condición de posibilidad del conocimiento de "cosas" típicamen- r, lristóricas como "la Edad Media", "la Revolución francesa" o "el l{r n rrcimiento". Por lo tanto, el argumento de Danto en A nabtical Phi- li lht of History todavía esperaba su trascendentalización.24 ,lrora bien, no se trata sólo de poner las cosas en claro desde un lÍllrto de vista filosófico, ya que el argumento de Baumgartner tiene .,rrs irnplicaciones para la práctica de la escritura histórica y para lo r¡rr debería guiar la discusión histórica. Los historiadores optan, casi r,rtrrralmente, por lo que podríamos llamar "la teoría de la copia de ' ''tllm Licht dieser Überlegungen crlyeist sich die Práokkupation durch rtas gs- .l,i( lrlstheoretische Paradigma der Biographie als irreführend". Véase Baumgartner, ¡t4t . P.299. 'l.lsta es la tesis que también defendí en n R. A¡kercrr],lt, Naratíae Logi.. A Sünantit I t 1r his of the Historian Language, Boston / La Hay^, 19AZ. " Il¡umgartne¡ repitió el mismo argumelto unos años más tarde: "fesrzuhalten isr ,,¡¡r:i(hst, dass der als Strukturbegriff verwendete Ausd¡xck 'Erzáhlung' nichr litcrari- . lr( . sondern logische Bedeütung besi.zt. [...] Analysierr man námlich die Eráhlstruk- rr (lcs historischen Gegenstandes nach ihrem wesentlichen Grundzügen, so stellt sich lr, r,rrrs, d:ss jedes historische Gebilde, d.h.jeder Sachverhalt, der als g¿rchrchtli.het Sach- ,1,r¿ll augefasst wird, 1. partikular, 2. retrospektir 3. konstruktiv und 4. vom Bedeu, rr¡rgsBehalt der Geschichte he¡ unabgeschlossen, d.h. often aufZukunft hin isC'. Véase ll.lU. Baumgartnet "Die Erzáhlstruktur des historischen Wissens und ihr Verhálrnis /u (len Formen seiner Vermittlung", en S. quandt, H. Sússmuth (comps.), gÚtofl.r¿lz¿J I ttihbn, Goti¡^ga,y^ndenhoeck und Ruprech, 1984, pp. 73, 74.
  • 11. la rcpresentación histórica". Ellos creen que ha habido un pasado que deberían "copiar" lo mejor que puedan con el lenguaje que utilizan para escribir sobre ese pasado. Todo lo que dicen sobre el pasado de- bería tener su equivalente exacto en el pasado mismo -y et lenguaje no debería agregar nada a esto-. Porque ello sería una distorsión del pasado "wie es eigentlich gewesen". Danto ya indicó de qué manera sus "oraciones narrativas" siempre irán más allá de la "copia" lingüís- tica o duplicación del pasado de lo que cualquier descripción del pa- sado, por detallada y comprensiva que sea, pueda darnos. La Crónica Ideal, ya mencionada arriba, es tan informativa como mala historia. Por consiguiente, esta búsqueda de completa correspondencia entre el pasado y el lenguaje histórico llevará a los historiadores al extralío. Impedirá que vean que la unidad y la continuidad del lenguaje histó- rico son la condición trascendental de posibilidad del conocimiento histórico y los invitará a preferir información incoherente y masiva a Ia concisión y precisión -como era el caso con los "Annalistas" fran- ceses de los años setenta. Según Baumgartner, Danto mismo no üo las implicaciones trascen- dentalistas de su propia descripción por su creencia de que no puede haber cambio histórico sin que haya además "sujetos de cambio".25 Huelga decir que así es como vemos intuitivamente la cuestión: pri- mero existe un Napoleón (como el sujeto de cambio existente en el pasado mismo) ¡ luego, podemos dar una descripción histórica de su complejo cambio a través del espacio y el tiempo. Y esto último es imposible sin lo anterior Pero, como Baumgartner insiste, en el caso de los fenómenos históricos como el de "la Edad Media" etc., no hay sujeto de cambio preüo a las narrativas históricas que hagamos sobre ellos.26 Estos fenómenos despliegan sus vidas exclusivamente, por de- cirlo así, en las narrativas históricas; aquí es donde han nacido y han muerto (si los historiadores considerasen que no poseen utilidad para entender el pasado). Dicho en términos diferentes, cuando Danto postula estos sujetos de cambio, como "la Edad Media", en el pasado mismo, aún no se ha liberado completamente de las seducciones de la Historia Universal de Mink, ya que la Historia Universal requiere que !t "[E]ine Erzáhlung vermag nur dann zu erkláren wenn ihr ein einheitliches und kontinuierliches Subjekt zugrunde liegt". Véase Baumgartner, /<on¿inuildt un¿ C,¿schith- t?, of. dt., p.2AS. 'j"Para un argumento similat aunque técnicamente más reflnado y detallado, véase Ankersmit, N.z¡r¿riu¿ 1-ogic, of. á1., capítulo 5. ( 'slengamos que todo sujeto discutido en la narrativa debe siempre, r t n todo tiempo, poseer su equivalente en la "historia no contada" ,¡rrc es el pasado mismo. Sin embargo, como subraya Baumgartner, ,l carácter exclusivamente lingüístico de los fenómenos históricos r r¡r¡ro "la Edad Media" no se debería interpretar, desde luego, como r¡r ¿rrgumento extra a favor de la inclinación de Danto a poblar el lrrsado con sujetos Ide cambio] que no esrán allí realmente.2T Porque lrr trnidad y la continuidad se ven como los controles trascendentales rol¡re el uso de semejantes conceptos en la escritura de la historia: en lrr unidad y continuidad de la narrati histórica podemos descubrir li)s estándares trascendentalistas para medir el éxito del historiador lrr explicar el pasado. Unidad y continuidad son el producto de la sir¡tesis narrativa (" autanome historische Slnthesd')28 y no espejo de las r rrracterísticas de un objeto existente en el pasado mismo.'e Éste es, |llonces, el sentido que deberíamos dar a la afirmación de Danto de r¡rre Ia narrativa puede explicar en cuanto naryativa, y que podríamos r liscernir en la explicación narrativa qué es lo que diferencia Ia escri- tr rla histórica de las otras ciencias.so ( i¡n¿lusión I'odríamos coincidir con la afirmación principal de Baumgartner de ,¡rre el argumento de Danto todavía esperaba su trascendentalización. l'.o al mismo tiempo deberíamos subrayar que cuando Baumgartner ( presó su punto de vista no restringió su argumento exclusivamente rr l<¡s verbos proyecto y las oraciones narrativas de Danto. Por el con- r'- Baumgartner r<¿r¿lir¿ uitát und. C¿s¿hichte, oP. tit. , p. 294. lN lbid.,p.299. 1'No podemos decir apropiadamente que Napoleón rz,ir¿¿ es "continuo", aunque lrxlamos decir esto de ütz d¿serilción histbica de su üda. Véase ;rtd., p. 301. ""Una respuesta parecida a la de Baumgartner es la que presenta el influyente frl¿F ",ri, (lc la historia ruso Andrej Oleynikov. Véase A. A. Olcynikov. "The Experience of ¡i¡¡¡c and the Subject ofNarration: the Problem oftheir Correlation in Phenomenolo- ll rnd in the 'New' Pbilosophy of History", Diakgüe rúth Tine. Inkll"r.¡ual Hütoa Raria4 ,,1. 6, 2001, pp. 248-274. Este ensayo está basado en la tesis doctoral no prblicada dcl ,, ror titulada /trr¿D. -¿l¿¿t aru1 Siory. A Critual Anabsn of Nanatinist Philoso ry of Histor) (Nl,)scú, 1999). Tanto en ese ensayo como en su tesis doctoral, Oleynikov subrala que Ia .rt,r,ximación fenomenológica a Ia escrinrra histórica (P Ricoeur y D. Carr) no puede l,,gtnrjamás hacerjusticia a las allrmaciones de Danto sobre las asimetrías de pasado
  • 12. trario, cumplió todas las promesas del libro de Danto no sólo insir tiendo en que el argumento de Danto debería ser trascendentalizado pero poniendo el énfasis, a su vez, en gue es la nana.tú)a mismala quo debe ser trascendentalizada. En efecto, es una imperfección muy po culiar en el argumento de Danto que nos provea de tan desafiantel ideas acerca de la naturaleza de sus oraciones narrativa¡, cuando pen manece completamente silencioso sobre la narraürz misma. Verbot proyecto y oraciones narr¿tiras sólo pueden desplegar tan notablct capacidades dentro del marco de la narrariva. De ahí la afirmación dc Baumgartner de que la narratila misma es la condición trascendental de posibilidad del conocimiento histórico. Aunque yo mismo preferiría evitar el vocabulario trascendentalista a causa de los especros del sistema kantiano evocado por é1, esto, sin embargo, es en gran medida la üsión inspiradora del resto de mi tra. b{o. Aunque voy a hablar de aquí en adelante de representación his tórica, en lugar de narrativa (histórica), mi tesis principal será que no puede haber escritura histórica ni conocimiento fuera de la represen- tación histórica y que la comprensión es del todo decisir.a para toda escritura y conocimiento histórico. Es un imperativo entonces investi- gar la representación histórica de una manera cuidadosa y profunda, si esperamos comprender la naturaleza del entendimiento histórico ¡sobre todo, si deseamos responder las importantes preguntas semán_ ticas acerca de cómo concebir la referencia, la verdad y el significado en la escritura histórica. FRANK ANKTiRSMIT [Tiaducción de María Emiüa Arabarco] I I I{ I.( ;IMEN MODERNO DE HISTORICIDAD PUESTO I'IIIII.]I}A CON T-AS DOS GUERRAS MUNDIALES TRANSOIS HARTOG. I rr , r¡rrnto se trata del tiempo, nunca tenemos acceso a nada que no r,.rrr crperiencias del tiempo, de las cuales, a decir verdad, todo en rrrr.r , rrltura, siempre que la interroguemos desde este ángulo, puede llllr¡illistmr un indicio o un testimonio: desde la producción intelec- trr,¡l rr riis elaborada, hasta el objeto más ordinario de la üda cotidiana, ¡r,rr.rrrrlo por mil sutilezas reflexilas. A partir de las experiencias, nos ¡ lr r.rr r¡os a las formas y a los modos de temporalidades, que son elabo- r,r, i,'rrcs, generadas por los propios contemporáneos para orientarse r rr cl ticmpo, en su tiempo: para comprenderlo y decirlo, con sus pa- Lrlrr rrs y sus conceptos, sus imágenes y sus relatos, en suma, moülizan- r l, ¡ tr xlos los recursos de su cultura pasada y presente; para luchar con- tr ,r r:1. suprimirlo, dominarlo, o pretender hacerlo, a fin de utilizarlo r,,grirr los objetivos que se fijen y en función de las creencias que les r, 'r r ¡r'opias. Entre las referencias, en primer lugar están las categorías rlr l ¡rasado, del presente y del futuro, cuyos contenidos así como las l¡.r¡ rt r-as de articularlos ---cs decir, sus fronteras- han variado, según l.rs ti¡rocas y los lugares. I liuta ahí, ¿no hay nada de régimen de historicidad! La noción que lr| l)r'opuesto interviene, en efecto, ex post, se trata de un artefacto.l ''l{rigimen": la palabra remite al régimen alimentario (regimenenlatín, ,luita en gnego) , al régimen políúco (polileia, al régimen de los üen- t,,s o incluso al régimen de un motor. Hay aquí tantas meáforas, que lvot ¿rn dominios aceptablemente diferentes pero que por lo menos r {,¡Iparten el hecho de organizarse en torno a nociones de más o de rrrcrros, de grado, de mezcla, de composición y de equilibrio siempre ' Élcole des Hautes Éudes en Sciences Sociales. I l'raneois Hartog, Reginut d'hislorirít¿, Pésenlisrn¿ ¿t etpéri¿ncts d1t lztnps, edición au- "ü rtada, París, "Pointsseuil", 2012 [ed. en castellano: It¿gínenes ü hisbtüidad, tr¿.d. N,nlrra Dunín y Pablo Avilés, México, Universidad ltreroamericana, 200?l; Ch. Dela- ¡ r0ix, n Dosse, P Garci¿ (dir.), Hütorici¡6,P^rís, La Découverte, 2009, pp. 13&149 (en- rr¡ v¡$a con F. Hartog). lstl