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Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
1 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 32 
EL LIBRO DE ROMANOS 
VERSÍCULO POR VERSÍCULO 
(CUARTA PARTE) 
Romanos 12 - 16 
Este es el cuarto y último fascículo de una serie con notas 
para quienes han escuchado nuestros programas radiales de 
enseñanza sobre la Carta de Pablo a los Romanos, versículo por 
versículo. Si usted desea estudiar o enseñar estos conceptos sobre la 
obra maestra teológica de Pablo a los romanos, para una mejor 
continuidad, debería tener los tres primeros fascículos de esta serie. 
Comuníquese con nosotros, y le enviaremos los fascículos que no 
tenga. 
Capítulo 1 
¿Y qué? 
(12:1-21) 
Comienzo mi comentario sobre el duodécimo capítulo de esta 
carta haciendo énfasis en el hecho de que el llamado a la fe y el 
compromiso con que comienza jamás debe separarse de la magnífica 
doxología con la que Pablo concluye el capítulo 11. Cuando
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
2 
comprendemos esa doxología, nos damos cuenta de que estos seis 
versículos, sin duda alguna, deben ser estudiados juntos: 
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia 
de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus 
caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue 
su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese 
recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. 
A él sea la gloria por los siglos. Amén. 
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, 
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a 
Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, 
sino transformaos por medio de la renovación de vuestro 
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de 
Dios, agradable y perfecta” (11:33-12:2). 
Cuando Pablo escribe “así que”, al comienzo del primer 
versículo de este capítulo 12, debemos darnos cuenta de que, en 
cierto sentido, él está a punto de aplicar todo lo que ha enseñado a los 
romanos —y a usted y a mí— desde que comenzó esta inspirada 
presentación teológica en el versículo 17 del primer capítulo de esta 
carta. Más específicamente, nos está desafiando a reflexionar sobre la 
profunda enseñanza que comenzó en el versículo 14 del capítulo 8 y 
concluyó con esa doxología tan espiritualmente elocuente en el final 
del capítulo 11. 
Al final del capítulo 11, cuando Pablo termina de escribir esa 
hermosa doxología, es casi como si estuviera imaginando que sus 
lectores, una vez más, le hacen preguntas. La pregunta, esta vez, es: 
“Entonces, ¿qué significa todo esto para mí, Pablo?”. Por eso, Pablo 
escribe “así que” y comienza los últimos capítulos de esta carta, 
llenos de aplicaciones devocionales y profundamente prácticas de 
toda la maravillosa verdad que ha presentado en los primeros once 
capítulos. 
Cuando reflexionamos junto con Pablo a lo largo de los 
primeros once capítulos de esta carta, hay tres preguntas que 
debemos formular y responder: ¿Qué dijo?, ¿qué quiso decir? y ¿qué 
significa todo esto para mí? 
Todas las cartas de Pablo pueden dividirse en dos secciones: 
los capítulos en los que enseña, y los capítulos en los que aplica lo 
que está enseñando. Su Carta a los Efesios está dividida de manera 
pareja en tres capítulos de enseñanza y tres de aplicación. En esta 
carta, los primeros once capítulos son de enseñanza, y los últimos 
cinco están llenos de aplicaciones. El capítulo 16 es una serie de 
saludos que muchos lectores pasan por alto, pero veremos que ese 
capítulo también tiene muchas aplicaciones que se originan en la 
sección de enseñanza de esta carta. Pablo sabía que la verdad sin 
aplicación es inútil, y ahora comienza a decirnos y mostrarnos cómo 
vivir estas profundas verdades en la práctica de la vida diaria. 
Esta es la obra maestra teológica de Pablo, la declaración 
teológica más profunda y completa de lo que creía la iglesia del 
Nuevo Testamento. Sus últimos capítulos son los más extensos, los 
más devocionales y los de aplicación más práctica de todos los 
escritos de este hombre que escribió casi la mitad del Nuevo 
Testamento.
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
3 
El llamado al compromiso, que sigue a la doxología, exige el 
“culto racional” de una entrega incondicional a Dios. “Culto 
racional” podría traducirse como “adoración inteligente”. Sus últimas 
palabras antes de comenzar este llamado al compromiso fueron que 
Dios es el origen de todas las cosas y el poder que está detrás de 
todas las cosas, y que la gloria de Dios es el propósito de todas las 
cosas. En estos dos primeros versículos de aplicación, Pablo reclama 
una entrega total e incondicional a Dios. Esto solo constituye un 
culto racional o inteligente cuando comprendemos que el perfecto 
conocimiento y sabiduría de Dios se expresan en todo lo que Pablo 
ha escrito en esta carta. 
Estos dos primeros versículos también pueden considerarse 
como una receta para encontrar y poner en práctica la voluntad de 
Dios para nuestra vida. Una de las preguntas más importantes que 
Dios nos formula en la Biblia es “¿Quién eres tú?” (ver (Génesis 
27:32-34; Juan 1:22). Esta pregunta implica que fuimos hechos para 
ser alguien. Las primeras palabras que Dios dice al hombre después 
de la Caída son preguntas. La primera es: “¿Dónde estás?”, y la 
segunda: “¿Quién te enseñó?”. 
Estas preguntas implican que fuimos creados para ser alguien. 
Siempre estamos en algún lugar relativo a esa identidad personal y, si 
prestamos atención, Dios nos dice dónde deberíamos estar. Pablo nos 
muestra cómo ser quienes fuimos creados para ser, y estar donde 
fuimos creados para estar, cuando enseña varios pasos que nos 
muestran cómo hallar y experimentar la buena voluntad de Dios, 
agradable y perfecta, para nuestra vida. 
La pregunta que más le formulan a un pastor es: “Pastor, 
¿cómo puedo conocer la voluntad de Dios para mi vida?”. El mayor 
obstáculo para conocer la voluntad de Dios para nuestra vida no es el 
hecho de que sea difícil conocerla. El mayor obstáculo no es la 
voluntad de Dios, sino nuestra voluntad. Por eso, el primer paso de 
esta receta para encontrar y practicar la voluntad de Dios es una 
entrega total de nuestra voluntad y el compromiso deliberado de ser 
un sacrificio vivo para Dios mientras seguimos a nuestro Señor 
Jesucristo. 
El Antiguo Testamento prescribía sacrificios animales por los 
pecados del pueblo de Dios. Todos aquellos sacrificios fueron 
representados y cumplidos en el “Cordero de Dios” que Juan el 
Bautista presentó cuando Jesús comenzó su ministerio en este mundo 
(Juan 1:29). Todos los sacrificios de animales eran sacrificios 
muertos. Pablo usa la interesante metáfora de un “sacrificio vivo” al 
explicar el significado de la entrega incondicional en su llamado al 
compromiso. Esta metáfora significa que el apóstol no está 
desafiando a los creyentes a estar dispuestos a morir por Cristo, sino 
a vivir por Él todo el día, todos los días, como sacrificios vivos por 
Cristo. Esta es su primera receta para hallar y comprobar la voluntad 
de Dios para nuestras vidas. 
Pablo nos desafía a considerar la misericordia de Dios y luego 
“presentarnos” a nosotros mismos como sacrificios vivos. Esta 
palabra, en el idioma original, significa ceder, alzar las manos en 
entrega a Dios. La misericordia de Dios retiene de nosotros aquello 
que merecemos. Dado que Pablo nos dijo en el primer capítulo que el
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
4 
evangelio revela la ira de Dios contra toda impiedad e injusticia 
(1:18), debemos dar gracias a Él por no darnos lo que merecemos. 
Hacer de la misericordia de Dios la motivación de nuestra entrega 
incondicional a Él es una sutil referencia a la idea, expresada en la 
doxología, de que Dios no le debe nada a nadie. 
Pablo se refiere a este estilo de vida como “santo”, que 
significa ‘lo que pertenece a Dios’. Cuando somos dueños de algo, 
podemos usarlo en cualquier momento y de cualquier forma que lo 
deseemos. Cuando somos santos, somos, literalmente, posesión de 
Dios, que Él puede utilizar en cualquier momento y lugar y de 
cualquier forma que Él lo prefiera. Cuando somos santos, 
incondicionalmente entregados, sacrificios vivos para Cristo, estamos 
viviendo la única vida que es aceptable para Dios. 
Como aprendimos en el quinto capítulo, si a Dios le costó la 
vida de su Hijo declararnos justos, entonces, debemos encontrar, por 
fe, ese acceso a la gracia que hace posible que tengamos una vida 
recta. En el espíritu de esa misma lógica inspirada, Pablo nos llama a 
ofrecer la adoración inteligente de una entrega incondicional y a 
ofrecernos nosotros mismos a Dios como sacrificios vivos, todo el 
día, todos los días. 
Para los judíos, los conceptos de adoración y sacrificio eran 
inseparables. Cuando Abraham estaba a punto de subir al monte de 
Moriah para ofrecer a Dios el sacrificio de su hijo Isaac, dijo a los 
siervos que fueron hasta allí con él: “Esperad aquí con el asno, y yo y 
el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a 
vosotros” (Génesis 22:5). Esto nos permite descubrir dos aspectos 
notables de la fe de Abraham. Él sabía que tanto él como su hijo 
regresarían de la montaña. Pero la palabra más destacable que 
Abraham dijo a sus siervos fue la manera en que utilizó la palabra 
“adoraremos”. Dijo que él y su hijo iban a “adorar”, cuando él iba a 
sacrificar a su hijo en ese monte. Al sacrificio de su hijo, lo llamó 
“adorar”. 
Cierta vez, una mujer adoró a Jesús derramando en sus pies 
un perfume muy caro, que costaba el equivalente al salario de un año. 
Judas se quejó diciendo que ese dinero podía haber sido dado a los 
pobres; pero Jesús defendió el costoso acto de adoración de la mujer, 
porque, para nuestro Señor, adoración y sacrificio son un mismo 
concepto (Juan 12:3-8). 
La palabra “adoración” puede parafrasearse como ‘valía’ o 
‘valor’. Pablo comenzó su doxología: “¡Oh profundidad de las 
riquezas [...] de Dios!”. Una pregunta que plantea esta doxología es: 
“¿Cuánto vale Dios?”. Respondemos esa pregunta cada vez que 
adoramos. La respondemos, especialmente, cuando expresamos el 
culto racional —la adoración inteligente— de aplicar esta receta de 
Pablo para hallar y vivir en la práctica la voluntad de Dios para 
nuestras vidas. 
Una paráfrasis de estos dos versículos aclara muchísimo su 
significado: “Con los ojos abiertos a las misericordias de Dios, les 
ruego, hermanos míos, que, como un acto de adoración inteligente, le 
entreguen a Él sus cuerpos como sacrificio vivo, consagrado a Él y 
aceptable para Él. No permitan que el mundo que los rodea los fuerce 
a tomar su forma, sino permitan que Dios vuelva a moldear sus
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
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mentes desde adentro, para que puedan comprobar en la práctica que 
el Plan de Dios para ustedes es bueno, satisface todas las exigencias 
de Él y los hace avanzar hacia la meta de la verdadera madurez” 
(12:1, 2, traducción de la paráfrasis de J. B. Phillips). 
La segunda parte de esta receta de Pablo para conocer la 
voluntad de Dios se centra en la forma en que nos relacionamos con 
el mundo donde vivimos para Cristo. Pablo nos advierte que no 
debemos conformarnos a este mundo. La traducción que he citado 
nos advierte que el mundo está tratando de forzarnos a entrar en su 
propio molde y nos desafía a resistir esa presión de la cultura del 
mundo en que vivimos. 
Una interpretación y aplicación superficiales de la segunda 
parte de esta receta sería prohibir a los creyentes que hagan algunas 
de las cosas mundanas que hacían antes de convertirse. Esta es una 
importante dimensión de la vida recta, pero Pablo se refiere a algo 
más profundo que estos hábitos mundanos que eran parte de nuestra 
vida antes de que conociéramos a Cristo. 
Pablo, al escribir esta advertencia, tiene en mente el estilo de 
vida que adopta y practica los valores y prioridades materialistas de 
la cultura de este mundo en el que vivimos. En su Carta a los 
Filipenses, Pablo relata la revolución que se produjo en sus valores, y 
el cambio del “antes” al “después” en sus prioridades al conocer a 
Cristo. Básicamente, Pablo escribe: “¡Cuánto han cambiado mis 
valores!” o “¡Cuánto han cambiado mis ambiciones!” (ver Filipenses 
3:7-11, traducción de la paráfrasis de J. B. Phillips). 
La tercera parte de la receta de Pablo para comprobar en la 
práctica que el plan de Dios para nuestra vida es bueno y satisface 
todas sus exigencias es su exhortación de que experimentemos esa 
transformación que renueva por completo nuestra mente. En 
resumen, su receta para descubrir y vivir en la práctica la perfecta 
voluntad de Dios para nuestra vida es comprometer nuestra voluntad, 
moldear nuestros valores según la imagen de su Hijo, y convertir 
nuestra mente. Entonces, hallaremos la respuesta a la pregunta que 
Pablo le hizo a Jesús cuando lo conoció: “Señor, ¿qué quieres que 
haga?” (Hechos 9:6). 
El apóstol no cambia de tema cuando pasa directamente a 
hablar sobre los dones espirituales. Su inspirada lógica es que, si 
descubrimos nuestros dones espirituales y los entregamos a Dios, esa 
disciplina espiritual nos llevará al centro de su buena, aceptable y 
perfecta voluntad para nuestra vida. Pablo escribe: “Digo, pues, por 
la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no 
tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense 
de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a 
cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos 
miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así 
nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos 
miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes 
dones, según la gracia que nos es dada...” (vv. 3-6). 
En su frase inicial, Pablo deja en claro que está 
instruyéndonos para que apliquemos toda la enseñanza de esta carta, 
primero que nada, a nosotros mismos. Cuando escribe: “a cada cual
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
6 
que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el 
que debe tener”, plantea la pregunta: ¿Cómo debemos pensar de 
nosotros mismos, como creyentes? ¿Qué dice la Biblia sobre cuál es 
la forma correcta de pensar de nosotros mismos? 
Una delegación fue enviada al desierto para formularle a Juan 
el Bautista la siguiente pregunta: “¿Qué dices de ti mismo?” (Juan 
1:22). Según Jesús, este hombre fue el más grande que jamás haya 
nacido (Lucas 7:28; Mateo 11:11). Vemos una clave de su grandeza 
en la forma en que respondió esa pregunta. Básicamente, respondió 
que él era quien la voluntad de Dios deseaba que fuera, era lo que la 
voluntad de Dios deseaba que fuera, y estaba donde la voluntad de 
Dios deseaba que estuviera. En otras palabras, estaba haciendo la 
buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, para su vida. Me 
pregunto cómo responde usted esa pregunta. ¿Qué dice usted acerca 
de quién es usted mismo? Es muy importante que tengamos la 
respuesta correcta para esa pregunta. 
No debemos confundir el concepto bíblico del “ser” con lo 
que la Biblia llama “la carne”. Según un erudito bíblico, la carne es 
“la naturaleza humana sin ayuda de Dios”. Otro estudioso que 
respeto mucho escribió: “La carne puede manejarnos y esclavizarnos, 
pero el ‘ser’ que la carne maneja y esclaviza no es la carne”. Cuando 
Pablo usa este concepto, no se refiere a lo mismo que cuando habla 
de “la carne”, “el viejo hombre” o “la vieja naturaleza”. 
Si hacemos un estudio de las palabras griegas que se utilizan 
para referirse al “ser”, la identidad de la persona, en el Nuevo 
Testamento, en todas sus formas, veremos que Jesús y Pablo las 
utilizan con frecuencia, pero nunca a la ligera. Yo he hecho tal 
estudio, pero antes de resumir sus resultados, es muy importante que 
tengamos una definición de aquello a lo que Pablo y otros escritores 
del Nuevo Testamento se refieren cuando hablan de esto. 
El concepto de la identidad en el Nuevo Testamento significa 
‘la singularidad creada y dada por Dios, la individualidad de una 
persona que la distingue de toda otra persona viva’. Este concepto, en 
todas sus formas, hace énfasis en el carácter sagrado de la 
individualidad. La Biblia enseña en toda su extensión que Dios 
rompe el molde cada vez que crea a un ser humano. Con esta 
perspectiva, veamos, entonces, algunos usos de este concepto en las 
enseñanzas de Jesús y el apóstol Pablo. 
En su parábola sobre el hijo pródigo, cuando las 
consecuencias de la prodigalidad del hijo perdido lo llevan a trabajar 
en un chiquero, él se da cuenta de que no es un cerdo. Está en un 
chiquero, y desea poder comer la comida que debe darles a los 
cerdos, pero no es un cerdo; ¡es un hijo, y su lugar no es un chiquero! 
Su lugar es la casa de su padre, así que toma la decisión de dejar ese 
chiquero y regresar a su padre, a la casa de su padre. Jesús describe la 
decisión que toma el hijo pródigo de esta forma: “Y volviendo en sí, 
dijo...” (Lucas 15:17). Decidió regresar a la casa y al amor de su 
padre, donde sería la persona que había nacido para ser. 
El apóstol Pablo escribe una carta a Timoteo en la que le dice 
a su hijo en la fe cómo aconsejar a una persona difícil. Él llama a 
Timoteo “siervo del Señor”. Pablo sostiene que el problema de las 
personas difíciles es que ellas “se oponen” [a sí mismas]. Según
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
7 
Pablo, el objetivo de este aconsejamiento es que Timoteo sea un 
instrumento a través del cual estas personas puedan “recuperarse a sí 
mismas” y salir del engaño del diablo. La dura realidad del problema 
de estas personas difíciles es que han sido tomadas cautivas por el 
maligno (2 Timoteo 2:23-26). 
Pablo instruye a Timoteo para que se gane el derecho de ser 
escuchado por estas personas y lo mantenga, por medio de la práctica 
de tres elementos del fruto del Espíritu: mansedumbre, bondad y 
paciencia. Entonces, Timoteo tendrá oportunidad de instruir a estas 
personas que están en oposición contra ellas mismas. Si Dios les da 
espíritu de arrepentimiento, y reconocen la verdad que Timoteo ha 
puesto delante de ellas, podrán sustraerse al engaño del diablo que las 
ha tomado cautivas a su voluntad. La importancia de esta fascinante 
instrucción sobre el aconsejamiento es la forma en que Pablo 
describe el problema de la persona que se opone y luego se recupera 
a sí misma. 
Pablo confronta a los corintios por pensar acerca de sí 
mismos de manera incorrecta. “Al medirse con su propia medida y 
compararse unos con otros, no saben lo que hacen”, dice Pablo (2 
Corintios 10:12, NVI). No debemos medirnos a nosotros mismos con 
nuestra propia medida, ni compararnos con otros. No descubriremos 
la singularidad ni la individualidad que Dios ha planeado para 
nosotros si nos comparamos con lo que Dios ha planeado para otros. 
Pablo repite algo ya expresado por Jesús cuando escribe que 
no debemos compararnos con otros. En el último capítulo del 
Evangelio de Juan, Jesús le dijo a Pedro que él iba a morir por su 
Señor. Si la tradición de la iglesia sobre la muerte de Pedro es 
correcta, esto significa que Jesús le dijo a Pedro que iba a ser 
crucificado cabeza abajo. Pedro respondió a esta noticia señalando 
con el índice por sobre su hombro a Juan, y preguntando: “¿Y qué 
sucederá con él?”. Jesús le respondió, básicamente, a Pedro, que el 
plan que Él tenía para Juan no era de su incumbencia (Juan 21:21, 
22). 
Si no debemos medirnos a nosotros mismos con nuestra 
propia medida ni compararnos con otros, ¿cómo debemos medirnos? 
Pablo responde esta pregunta cuando desafía a Timoteo a tener 
cuidado de sí mismo y de la doctrina (1 Timoteo 4:16). Estas 
palabras, en griego, significan que Timoteo debía mantener un ojo 
vigilante sobre sí mismo. Debía medirse continuamente con la 
Palabra de Dios. Esta instrucción conlleva una gran promesa. Si 
Timoteo compara su vida continuamente con la Biblia, y aplica 
continuamente la Biblia a su vida, experimentará la salvación y 
llevará a otros a ella. 
Jesús enseña que debemos amar a Dios con todo nuestro 
corazón, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:35- 
40). Nuestro Señor estaba enseñando, básicamente, que debemos 
amar a Dios completamente, amar a nuestro prójimo 
incondicionalmente, y amarnos a nosotros mismos correctamente. 
Esto no significa que nos amemos tanto que cada vez que pasemos 
frente a un espejo nos detengamos para alabarnos. Simplemente, 
significa que debemos amar lo que Dios ama. Dios nos ama 
incondicionalmente, y nosotros debemos amar la nueva creación en
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
8 
la que nos hemos convertido y nos estamos convirtiendo a medida 
que caminamos con Cristo. 
Pablo piensa en este mismo contexto cuando indica a los 
corintios, y a usted y a mí, que se recomienden “a toda conciencia 
humana delante de Dios” (2 Corintios 4:2). Cuando las personas ven 
lo que Cristo ha hecho al transformar nuestra vida en algo hermoso, 
están contemplando la obra creativa de Dios (Efesios 2:10). Al dar 
testimonio de ese milagro, de hecho, deberíamos decir: “¿Qué 
piensas de lo que Jesús ha hecho por mí? ¿No es un milagro?”. 
Jesús enseña que debemos negarnos a nosotros mismos. Pero, 
dentro del contexto de su enseñanza sobre el negarnos a nosotros 
mismos, enseña también que, si ganamos todo el mundo y nos 
perdemos a nosotros mismos, hemos hecho un muy mal negocio. Su 
enseñanza es, obviamente, que, hagamos lo que hagamos, nunca 
debemos perdernos ni entregarnos a nosotros mismos a cambio de 
nada (Lucas 9:23-25). Además, Jesús preguntó: “¿Qué dará el 
hombre a cambio de sí mismo?”. Una respuesta que encontramos en 
la Biblia a esta pregunta es: ¡un plato de guiso! Cuando Esaú vendió 
su primogenitura a Jacob por un plato de guiso, tenemos una 
ilustración de esta enseñanza de Jesús (Génesis 25:29-34). 
Estos son algunos ejemplos de cómo la Biblia nos dice que 
debemos pensar de nosotros mismos. Pablo comienza su instrucción 
sobre cómo debemos pensar de nosotros mismos escribiendo que la 
gracia de Dios lo ha capacitado para compartir con nosotros algunos 
conceptos sobre los dones espirituales que el Cristo vivo y resucitado 
da a su pueblo a través del Espíritu Santo. Vez tras vez, Pablo 
declara: “Por gracia de Dios soy lo que soy” (ver 1 Corintios 15:10). 
Como he señalado, Pablo da esta enseñanza sobre los dones 
espirituales aquí porque cree que nuestros dones espirituales nos 
llevarán a la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios para 
nuestras vidas. La entrega incondicional, la renovación de nuestra 
mente por medio de la transformación, la vida santa y el 
descubrimiento de nuestros dones espirituales nos llevarán a un 
punto en el que tendremos las respuestas correctas para las preguntas 
definitorias de Dios sobre nuestra vida, que nos muestran quiénes 
quiere Dios que seamos, y dónde quiere que estemos. 
Según Pablo, los dones espirituales son una expresión de la 
gracia de Dios. Coincidentemente con nuestra definición del “ser” de 
una persona, y con lo que él escribió de lo que debemos pensar de 
nosotros mismos, estos dones son diferentes entre sí, por gracia de 
Dios. Cuando los creyentes de una iglesia tienen dones, estos dones 
son diferentes y los hacen diferentes entre sí. Cuando vemos una 
iglesia controlada por el Espíritu, es decir, una iglesia con dones, nos 
impresiona la sorprendente diversidad de cada miembro de esa 
iglesia. 
Dios sabe que, si dos personas fueran exactamente iguales, 
una de ellas sería innecesaria. Por tanto, está comprometido con la 
singularidad y la individualidad de cada creyente, que lo hace 
distinto de todos los demás; y todos somos necesarios. Nadie tiene 
todos estos dones espirituales. Por tanto, sin los creyentes que tienen 
los dones espirituales que nosotros no tenemos, estamos incompletos.
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
9 
Pablo enfatiza también el concepto de unidad al relatar cómo 
los dones espirituales son dados a una iglesia local (1 Corintios 12). 
Dado que estos dos principios de diversidad y unidad parecen ser 
opuestos —otra de las proposiciones en que parece que se tratara de 
una opción u otra— Pablo utiliza la metáfora del cuerpo para 
explicar la naturaleza y función de los dones que se ponen en práctica 
en una iglesia local. 
El gran apóstol que plantó la iglesia neotestamentaria en este 
mundo comparte esta verdad de manera más completa en otras 
cartas. Presenta la enseñanza sobre los dones espirituales en este 
contexto porque cree que nos ayudarán a saber cómo pensar sobre 
nosotros mismos, y nos guiará a la voluntad de Dios para nuestras 
vidas. Nos da algunos ejemplos de dones espirituales cuando escribe: 
“Si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de 
servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, 
en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con 
solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (vv. 6-8). 
En estos tres versículos, Pablo nos da siete ejemplos de dones 
espirituales. Profetizar significa hablar por Dios o ser una persona a 
través de la cual Dios habla. La palabra está compuesta por dos 
términos que significan ‘estar delante’ y ‘hacer brillar’. Aunque los 
profetas solían recibir revelaciones especiales y predecir hechos 
futuros, eran más que “pronosticadores espirituales” que decían lo 
que iba a suceder. 
Muchas veces, no se tiene en cuenta que los profetas fueron, 
fundamentalmente, los grandes predicadores del período de la 
historia hebrea cubierto por el Antiguo Testamento. Jesús proclamó 
que Juan el Bautista fue el más grande profeta que jamás haya 
vivido. Él llegó predicando los mensajes de Isaías. Estoy convencido 
de que el don espiritual de la profecía es, fundamentalmente, el don 
de proclamar la Palabra de Dios. La exhortación es parte de este don, 
porque quienes predican suelen exhortar a los creyentes a obedecer y 
aplicar la Palabra de Dios que ellos han predicado. En un sentido más 
amplio, siempre que Dios habla a otra persona por medio de 
nosotros, estamos ejerciendo el don de profecía. 
El ministerio o servicio es un don abarcador que puede 
relacionar la profecía con otros dones, como el de la enseñanza. 
Leemos que los apóstoles se dedicaron a “la oración y en el 
ministerio de la palabra” (Hechos 6:4). El ministerio de la Palabra 
puede darse en el contexto de la predicación, la enseñanza, o de 
ministrar la Palabra a una persona. Esto podría incluir lo que hoy 
llamamos aconsejamiento. Obviamente, estos dones se entrecruzan y 
funcionan juntos. No debemos pensar en términos de cuál es nuestro 
don espiritual, sino más bien qué conjunto de dones espirituales 
podríamos tener. 
Pablo también presenta los dones espirituales en sus cartas a 
los corintios y a la iglesia de Éfeso (1 Corintios 12:4-11; Efesios 
4:11-13). Pedro da algunos ejemplos de dones espirituales en su 
primera carta (1 Pedro 4:10, 11). Cuando los dones espirituales son 
mencionados de esta forma en el Nuevo Testamento, las listas no son 
exhaustivas, sino simplemente enumeraciones de ejemplos de cómo 
se presentan los dones espirituales, cómo pueden ser identificados y
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
10 
cómo deben funcionar en una iglesia local. Si estudiamos todos los 
pasajes que mencionan dones espirituales de esta forma, se 
mencionan aproximadamente veintiún dones diferentes. 
Hay muchos dones espirituales en las vidas de los creyentes 
de nuestras iglesias que no se mencionan específicamente en el 
Nuevo Testamento. Pensemos en los muchos dones que implican el 
talento musical, que Dios utiliza dinámicamente para movilizar a las 
personas a la fe, la adoración y el servicio fructífero. Los dones 
espirituales suelen presentarse en conjuntos. Por ejemplo, la persona 
que tiene el don de enseñanza también tendría el don de sabiduría y 
discernimiento. Como he dicho ya, la exhortación va unida al don de 
profecía. 
Pablo señala que repartir, o dar, es un don espiritual. 
Obviamente, todos tenemos el privilegio, la responsabilidad y el 
mandato de dar. Pero hay algunos creyentes, en una iglesia local, que 
están especialmente dotados por la gracia de Dios para dar de formas 
muy especiales. No nos referimos únicamente a dar de su dinero y 
posesiones, sino también de su tiempo, amor y compasión hacia 
quienes están sufriendo o en necesidad. He conocido personas que 
eran ejemplos extraordinarios del don de dar. 
Otro don que Pablo identifica es el de la misericordia. Una 
vez más: a todos se nos desafía y se nos ordena que mostremos 
misericordia. Pero algunos creyentes tienen un don espiritual especial 
de misericordia que les da la carga y todo lo necesario para actuar 
con misericordia para quienes están sufriendo en este mundo. Dios 
suele usar el sufrimiento en sus propias vidas y les da la gracia para 
soportarlo. Cuando ellas experimentan el consuelo que su propio 
sufrimiento las obliga a buscar en Dios, se convierten en ministros de 
consuelo y tienen el don divino de la misericordia (2 Corintios 1:3, 
4). 
Pablo señala que presidir, o liderar, es un don espiritual. Una 
definición muy sencilla de un líder es que es una persona que tiene 
seguidores. La gracia de Dios y el Espíritu Santo ungen a ciertos 
creyentes con un don que hace que la gente quiera seguirlos. Ese es 
el don de presidir, según Pablo. Quienes dan, deben dar con 
liberalidad; quienes son misericordiosos, deben hacerlo con alegría, y 
los que lideran o presiden, deben hacerlo con solicitud. 
Veamos a continuación algunos ejemplos de dones 
espirituales que Pablo menciona en sus otras inspiradas cartas, con 
una breve descripción de cada uno: 
Profecía: la capacidad de proclamar osadamente la Palabra de 
Dios. 
Ciencia: la capacidad de percibir y sistematizar los grandes 
hechos escondidos en la Palabra de Dios. 
Sabiduría: la capacidad de aplicar conceptos bíblicos a una 
situación específica. 
Enseñanza: la capacidad de impartir y compartir con otros los 
hechos y conceptos que los dones de ciencia y sabiduría descubren. 
Fe: la capacidad de ver lo que tiene que ser hecho y creer que 
Dios puede hacerlo a pesar de cualquier obstáculo.
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
11 
Discernimiento: la capacidad de discernir entre un espíritu de 
error y un espíritu de verdad antes que la diferencia quede 
demostrada de manera que todos la vean por los resultados. 
Ayudar: la capacidad de ayudar en caso de necesidad, de tal 
manera que fortalezca y anime a los demás espiritualmente. 
Exhortación: la capacidad de desafiar a las personas a aplicar 
la Palabra de Dios. 
Repartir: la capacidad de dar generosa y sabiamente para 
Dios y para la obra de Dios. 
Presidir: la capacidad para inspirar, guiar, organizar, delegar 
y supervisar la obra del Cristo vivo y resucitado. 
Misericordia: la capacidad de ser conducto del amor de Cristo 
relacionándose con los necesitados, demostrándoles empatía y 
compasión, y dándoles aliento. 
Dones de sanidades: la capacidad de ser canales de la sanidad 
de Dios, natural o sobrenatural, en cuerpo, mente, alma, emociones y 
espíritu. 
Milagros: la capacidad de ser un canal a través del cual Dios 
obra, no tanto de forma contraria a las leyes naturales, sino según 
otras leyes superiores, desconocidas para nosotros. 
Dado que Pablo cree que estos dones nos conducirán a la 
perfecta voluntad de Dios para nuestra vida, y dado que hallar esa 
buena, agradable y perfecta voluntad de Dios es la principal 
aplicación que él hace de toda la profunda enseñanza de esta carta, 
simplemente, es necesario que sepamos cómo identificar y luego 
practicar los dones espirituales que el Cristo resucitado nos ha 
impartido por su gracia. Por tanto, quisiera compartir con usted 
algunas cosas que he aprendido sobre cómo hacer este 
descubrimiento tan importante. 
Aprendemos tres importantes principios de Juan el Bautista. 
Jesús dijo que este hombre extraordinario fue el más grande que 
jamás haya nacido (Mateo 11:11; Lucas 7:28). Quizá estos principios 
nos permitan conocer algunas de las claves de su grandeza. El primer 
principio es que debemos aprender a aceptar los límites de nuestras 
limitaciones. Juan el Bautista demostró este principio cuando 
pronunció su conocida afirmación: “Es necesario que él crezca, pero 
que yo mengüe” (Juan 3:30). 
En la introducción al Evangelio de Juan, leemos muchas 
veces que Juan el Bautista “no era”. Jesús era, pero Juan el Bautista 
no era. Cuando Juan el Bautista realiza su extraordinario ministerio y 
le preguntan si él es el Mesías, responde: “No lo soy”. Más tarde, 
cuando le dicen que todos ahora siguen a Jesús y escuchan su 
predicación, Juan responde: “Yo les dije que no soy el Mesías. Él es 
el Esposo, y esas personas son su esposa. Yo solo soy un buen amigo 
que está en la boda” (ver Juan 3:29). 
Un segundo principio que aprendemos de Juan es que 
debemos aceptar la responsabilidad por nuestras capacidades. Juan 
sabía quién no era, y también sabía quién era, qué era y dónde había 
sido llamado a estar. Cuando le preguntaron “¿Qué dices de ti 
mismo?”, él solo quiso hablar de Jesús. Pero lo presionaron para que 
respondiera, hasta que, finalmente, dijo, palabras más, palabras 
menos: “Soy la voz de alguien que grita en el desierto: ¡Preparen el
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
12 
camino del Señor! Eso es quien he sido llamado a ser, lo que he sido 
llamado a ser, y el lugar al que he sido llamado, y por la gracia de 
Dios, es quien soy, es lo que soy y el lugar donde estoy”. Juan 
aceptaba los límites de sus limitaciones, pero también aceptaba la 
responsabilidad por las capacidades que Dios le había dado. 
Otra forma de hacer un inventario de dones espirituales es 
seguir estas claves para descubrirlos que aprendí de uno de mis 
mentores. 
Claves para descubrir dones espirituales: 
Familiarícese con las descripciones bíblicas de los dones 
espirituales. 
Crea que Dios le ha dado uno o más dones. 
Fíjese en lo que a usted le gusta más hacer, y lo hace bien. 
Tenga en claro la diferencia entre los dones espirituales y los 
naturales. 
Pida que otros lo ayuden a identificar sus dones espirituales. 
Busque ocasiones de practicar los dones que cree tener. 
Dese el tiempo necesario para tomar conciencia de los dones 
que cree tener y experimentar con ellos. 
Realice un culto de consagración para entregar todos esos 
dones y ministerios a Dios incondicionalmente, para su servicio y su 
gloria. 
Reflexione sobre los pasajes bíblicos que he mencionado 
antes sobre los dones espirituales. Dado que no existe ningún 
creyente nacido de nuevo que no haya recibido don alguno del 
Espíritu Santo, crea que tiene dones. En el gran capítulo de los dones 
escrito por Pablo (1 Corintios 12), observe la repetición de la palabra 
“todo” de principio a fin de esa enseñanza. Pablo repite, para dar 
mayor énfasis, que el Espíritu ha dado estos dones a todos los 
miembros del cuerpo de Cristo. 
Después, considere estas dos claves para realizar su 
inventario de dones espirituales. Dios, generalmente, nos da amor por 
el ministerio para el cual nuestros dones nos equipan. Así que fíjese 
en lo que usted realmente ama hacer para el Señor. También fíjese en 
lo que usted hace bien para el Señor. La siguiente clave es distinguir 
entre los dones espirituales y los naturales. Los dones naturales son 
talentos y aptitudes que tenemos desde antes de nacer de nuevo. 
Cuando los dones naturales se entregan al Señor, en cierto sentido, se 
convierten en dones espirituales. Pero hay dones en la vida de un 
creyente que no estaban en ella antes de que el Espíritu Santo 
convirtiera a su cuerpo en templo de Dios. 
En el Antiguo Testamento, cuando el templo estaba en 
proceso de construcción, leemos que el Espíritu Santo dio talentos 
prácticos para la construcción a personas que hoy consideraríamos 
comerciantes. Los dones espirituales no siempre —ni solamente— 
son los de la predicación, la enseñanza, el evangelismo y las 
sanidades. Pueden ser servicios muy prácticos que los creyentes 
ofrecen y realizan para el Señor. 
Usted descubrirá que estos dones se dividen en dos 
categorías: algunos son dones pastorales, y otros son lo que 
podríamos llamar dones “prácticos”. En el sexto capítulo del Libro
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
13 
de los Hechos se reconoce esta distinción. Los apóstoles llamaron a 
la elección de los primeros diáconos de la iglesia. Siete hombres 
fueron elegidos, y los apóstoles los comisionaron para que se 
ocuparan de los aspectos prácticos de la iglesia. Su estrategia era que 
quienes tenían dones pastorales, como los apóstoles, podrían, 
entonces, dedicarse continuamente a la oración y al ministerio de la 
Palabra de Dios. Esta decisión fue muy bendecida por el Señor de la 
iglesia, y toda la ciudad de Jerusalén recibió un dinámico impacto 
para Cristo. 
Para descubrir nuestros dones espirituales, necesitamos a los 
demás miembros de nuestra comunidad espiritual. Una de las claves 
más importantes para descubrir nuestros dones espirituales es medir 
el impacto de nuestra vida espiritual sobre los demás miembros de la 
iglesia. 
Si hay personas en la iglesia porque, cuando usted les habló 
del evangelio, ellas creyeron, usted tiene el don de evangelismo. Si 
los creyentes comprenden conceptos difíciles cuando usted enseña, 
usted tiene el don de la enseñanza. Si usted tiene el don de organizar 
y delegar en otros tareas desafiantes, tiene el don de administrar. Si 
los creyentes lo siguen cuando usted los desafía a hacer la obra del 
Señor, usted tiene el don del liderazgo. Cuando usted aplica dones 
como la misericordia y el don de ayudar, posiblemente llegue a 
descubrir cuáles son sus dones por la forma en que los creyentes de 
su iglesia responden a sus esfuerzos en esas áreas. 
¿Cómo sabrá usted si tiene o no determinados dones 
espirituales, si nunca intenta servir en esas áreas? Puede ver por qué 
tenemos que tener fe para encontrar oportunidades para experimentar 
los dones que sospechamos que podríamos tener. ¿Cómo se sentiría 
usted si les diera regalos a sus familiares o amigos y ellos nunca 
abrieran los paquetes para ver lo que les ha regalado? ¿Cómo se 
sentirá el Señor, cuando nos ha dado dones espirituales, y nosotros 
nunca hacemos el esfuerzo de descubrir qué nos ha dado? 
Una oportunidad de enseñar una clase bíblica que no haya 
salido bien no significa que no tengamos el don de la enseñanza. Por 
eso, debemos darnos tiempo para descubrir, ejercitar y probar si 
tenemos o no ciertos dones espirituales. 
Finalmente, cuando hayamos identificado nuestro conjunto de 
dones, debemos realizar un culto de consagración en nuestro corazón 
y entregar esos dones al Señor que nos los dio. Esos dones son un 
regalo de Él para nosotros, y lo que hacemos con ellos es el regalo 
que nosotros le damos a Él. Lo que hacemos con ellos es, también, 
un regalo nuestro para nuestros hermanos y hermanas en Cristo, 
porque todos los dones del Espíritu son dados para bendecir y 
edificar a los demás miembros de nuestra iglesia (1 Corintios 12:7). 
Recordemos que Pablo presenta el tema de los dones 
espirituales aquí porque nos está mostrando cómo comprobar por 
medio de la experiencia que el plan de Dios para nosotros es bueno, 
satisface todas sus exigencias y nos hace avanzar hacia la madurez 
espiritual. El gran apóstol sabe que el hecho de que seamos 
justificados por fe y equipados con la gracia de Dios para vivir de 
manera recta también nos equipará con dones espirituales que nos
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
14 
permitan ministrar al tiempo que aplicamos toda la enseñanza de esta 
carta a nosotros mismos. 
De cierta forma, somos como cubos, porque nuestras vidas 
tienen seis lados. Tenemos un lado que mostramos al mundo. Otro 
lado lo mostramos a nuestros amigos. Otro lado está vuelto hacia 
nuestra familia. Quizá un cuarto lado se revela a nuestro cónyuge. Un 
quinto lado queda reservado para nosotros, y puede haber un sexto 
lado que no le mostramos a nadie más que a Dios. Podemos rotular 
estas dimensiones de nuestra vida diciendo que un lado es la persona 
que somos: nuestro carácter. El segundo lado sería la persona que 
creemos ser: nuestro ego. El tercer lado sería la persona que los 
demás creen que somos: nuestra reputación. El cuarto lado podría 
representar a la persona que nosotros pensamos que los demás creen 
que somos. Podría llamarse nuestro amor propio, valor propio o 
imagen propia. El quinto lado sería la persona que deseamos ser: 
nuestra ambición. 
Cuando nos convertimos en nuevas criaturas en Cristo, 
podríamos pensar en ello como nuestro sexto lado, el lado 
pecaminoso que Dios ve en su totalidad y que confesamos a Él 
cuando fuimos salvos. Esto se transformó en la persona que Dios 
desea que seamos en Cristo. Esta es la persona a la que la Biblia se 
refiere como el “ser” [el “yo mismo”]. Jesús se refirió a esa persona 
cuando nos dijo que jamás debemos perder nuestra alma o 
entregarnos a cambio de nada (Mateo 16:26). 
Esa es la persona que el hijo pródigo recuperó cuando “volvió 
en sí” en el chiquero (Lucas 15:11-32). Nunca recuperaremos esa 
identidad comparándonos con los demás. Fue esa identidad la que 
Pablo ordenó a Timoteo que midiera según la Palabra de Dios hasta 
que experimentara la salvación él mismo y llevara a otros a la 
salvación (1 Timoteo 4:16). Esa es la identidad a la que nunca 
debemos oponernos, sino que debemos continuamente recuperar por 
gracia de Dios, para salir del lazo del diablo. 
Esa es la persona en la que nos convertimos cuando 
comprobamos por experiencia la buena, agradable y perfecta 
voluntad de Dios para nuestra vida (Romanos 12:2). Toda la 
enseñanza de esta profunda carta debe hallar su aplicación cuando, 
por la misericordia y la gracia de Dios, nos convertimos en una de 
esas nuevas criaturas de las que Pablo escribió cuando dijo: “De 
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas 
pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de 
Dios” (2 Corintios 5:18, 19). 
Pablo, después, continúa esta sección de aplicación 
intensamente práctica de su obra maestra teológica escribiendo una 
larga lista de mandamientos, que hacen de este capítulo el de 
aplicación más realista de todos sus escritos. Mi parte favorita del 
capítulo 12 dice: “No tengamos un amor cristiano de imitación. 
Hagamos un corte genuino con el pecado, y una real dedicación al 
bien. Tengamos un afecto cálido y real unos por otros como 
hermanos, y la disposición de dejar que los demás se lleven el 
crédito. No dejemos que la pereza arruine nuestro trabajo, y 
mantengamos el fuego del espíritu encendido al hacer la obra de 
Dios” (vv. 9-11, traducción de la paráfrasis de J. B. Phillips).
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
15 
Una de las preguntas favoritas de los periodistas es: “¿Cómo 
le gustaría ser recordado?”. Mi respuesta a esa pregunta es que me 
gustaría ser recordado por ser genuino. En esta catarata de 
mandamientos profundamente prácticos, el tema que se repite es el 
concepto de ser seguidores de Jesucristo genuinos, no falsos ni 
hipócritas. 
Pablo comienza esta larga lista de mandamientos desafiando a 
los creyentes que han leído y comprendido esta carta a tener un amor 
cristiano genuino. Se refiere al amor que llama “fruto del Espíritu” en 
su carta a los gálatas (5:22, 23). Como ya hemos señalado, Pablo 
presenta bellamente un perfil de ese amor en el capítulo del amor que 
escribió a los corintios (13:4-7). 
Después, desafía a estos romanos a tener un arrepentimiento 
verdadero. Cuando los pecadores son justificados por la fe y reciben 
la gracia para vivir de manera recta, hacen un corte genuino con el 
mal y tienen una real dedicación al bien. Una de las señales más 
veraces de la conversión auténtica es el corte genuino con lo malo y 
la dedicación a vivir de manera recta y hacer lo correcto. Así 
glorificamos al Dios que justifica a los pecadores. 
A continuación, Pablo desafía a sus lectores a ser genuinos en 
su afecto fraternal mutuo. Básicamente, escribe: “Tengamos una 
verdadera hermandad” (Romanos 12:10). Cuando creemos en nuestro 
corazón y confesamos con nuestra boca que Jesús es Señor, todos los 
que han hecho esto mismo se convierten en nuestros hermanos en 
Cristo. Jesús prometió que quienes perdieran a sus hermanos, padres 
o madres biológicos por hacerse discípulos suyos recibirían padres, 
madres, hermanos espirituales al seguirlo (Marcos 10:29, 30). No 
solo debemos profesar esto, sino vivir como verdaderos hermanos. 
Pablo insiste en que tengamos una humildad real cuando 
escribe que deberíamos permitir que la otra persona se lleve el 
crédito por las cosas buenas que suceden en nuestra familia 
espiritual. Dios odia el orgullo (Proverbios 6:16-19). Por tanto, 
“cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será 
enaltecido” (Lucas 18:14). 
Después, exige que no haya pereza, y que mantengamos el 
fuego del Espíritu ardiendo cuando hacemos nuestro trabajo para 
Cristo. Ahora está pasando a las áreas de motivación, unción 
espiritual, nuestros parámetros de excelencia y nuestra efectividad en 
el servicio para Cristo. 
Quizá nos esté exhortando a aceptar el desafío que presentó 
en el capítulo 10, de ser quienes llevemos la buena noticia del 
evangelio a los perdidos. ¿Tenemos pasión por la Gran Comisión, y 
nos motiva el amor de Cristo, como a este gran apóstol? (2 Corintios 
5:14). En las paredes de la sede de un conocido ministerio que tenía 
una gran cantidad de misioneros había un cartel que decía: “¿Sufre 
usted de exceso de trabajo, o de falta de motivación?”. 
Las aplicaciones continúan: “Alégrense en la esperanza, 
muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. 
Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. 
Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan. Alégrense 
con los que están alegres; lloren con los que lloran. Vivan en armonía 
los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
16 
con los humildes. No se crean los únicos que saben” (Romanos 
12:12-16, NVI). 
En estos versículos, Pablo ordena a los creyentes que tengan 
una genuina perspectiva y fe en los valores eternos. También los 
llama a perseverar realmente en las difíciles pruebas que enfrentaban 
y enfrentarían en el futuro. En ese contexto, desafía a los santos 
sufrientes a hacer de la oración un verdadero hábito en sus vidas 
diarias. Exhorta a los creyentes a practicar una hospitalidad genuina 
y una empatía y compasión reales hacia aquellos con quienes 
comparten una comida y a quienes ofrecen un lecho para descansar. 
Su comunión y unidad genuinas deben incluir a las personas 
comunes. Para cultivar esa unidad en Cristo, no deben ser inflexibles 
en cuanto a sus opiniones. Un prejuicioso es un orador sordo. No 
escucha lo que los demás le dicen. 
Pablo, después, continúa con aplicaciones que se dirigen 
fundamentalmente hacia las relaciones de aquellos creyentes (y de 
nosotros) con los no creyentes: 
“No paguen a nadie mal por mal. No digan: ‘No importa lo 
que piense la gente’, sino asegúrense de que su comportamiento 
público no sea causa de ningún reproche. En lo que a su 
responsabilidad respecta, vivan en paz con todos. Nunca se venguen 
por sí mismos, queridos amigos: den un paso atrás y permitan que 
Dios tome venganza, si desea hacerlo. Porque está escrito: ‘La 
venganza me corresponde a mí: yo le daré a cada uno su merecido’. 
“Y estas son palabras de Dios: ‘Si tu enemigo tiene hambre, 
dale de comer; si tiene sed, dale de beber; porque, al hacerlo, 
acumularás ascuas de fuego sobre su cabeza’. No se dejen vencer por 
el mal. Tomen la ofensiva: ¡venzan el mal con el bien!” (vv. 17-21, 
traducción de la paráfrasis de J. B. Phillips). 
En los versículos 12 al 16, las aplicaciones estaban, 
principalmente, dirigidas a las relaciones en la iglesia, con otros 
creyentes. En los versículos 17 al 21, Pablo prescribe aplicaciones 
que se refieren principalmente a las relaciones que los creyentes 
tienen con el mundo exterior. Esto incluye a quienes perseguían a los 
creyentes romanos, como las autoridades religiosas y los militares 
romanos que cumplían las órdenes de emperadores locos como 
Nerón. 
Jamás debemos permitirnos pensar que no importa lo que los 
no creyentes piensen de nosotros como creyentes. El mandamiento, 
aquí, es que nos aseguremos de que nuestra integridad en todos los 
tratos con las personas seculares no dé motivo alguno a críticas. 
Pablo, básicamente, dice: “Demostremos verdadera integridad en 
nuestras relaciones con las personas de este mundo”. 
Pablo ordena, enfáticamente, que nunca devuelvan mal por 
mal cuando son perseguidos. En este pasaje, Pablo simplemente está 
aplicando la enseñanza que Jesús dio en aquel monte de Galilea, 
diciendo que, cuando alguien lo golpee en una mejilla, el discípulo 
no debe resistirse al mal, sino presentar la otra mejilla (Mateo 5:39). 
En este contexto, consideremos la profunda redacción de este 
mandamiento: “Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan 
en paz con todos” (Romanos 12:18, NVI). No podemos controlar lo 
que la otra persona que se relaciona con nosotros vaya a hacer. Por lo
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
17 
tanto, no somos responsables por sus acciones. Con la ayuda de Dios, 
podemos controlar lo que nosotros hacemos en esas relaciones. Por 
lo tanto, debemos decidir que, en lo que a nuestra responsabilidad 
respecta, habrá paz en esa relación. Nuestra responsabilidad tiene un 
principio y un final. Este principio de saber dónde comienza y dónde 
termina nuestra responsabilidad puede quitarnos mucha ansiedad al 
vivir en este mundo. 
El pasaje concluye recordándonos que la venganza pertenece 
al Señor. Varios pasajes del Antiguo Testamento son citados para 
recordarnos que, cuando tomamos venganza por nuestra propia 
mano, jugamos a ser Dios. Una vez más, en el espíritu del Sermón 
del Monte, Pablo no solo prohíbe la venganza, sino ordena que 
alimentemos a nuestro enemigo y le demos agua cuando tenga sed. 
En los tres primeros siglos de la iglesia, era ilegal ser 
cristiano. Una de las más grandes dinámicas en el testimonio de la 
iglesia perseguida que resuena a través de los siglos hasta nosotros en 
la actualidad se resume en las palabras finales de este capítulo: 
“Tomen la ofensiva: ¡venzan el mal con el bien!”.
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
18 
Capítulo 2 
Servidores de Dios 
(13:1-14) 
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque 
no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han 
sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo 
establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación 
para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor 
al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la 
autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es 
servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no 
en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para 
castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, 
no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la 
conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son 
servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad 
a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, 
impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra” (13:1-7). 
Esta sección de gran aplicación práctica de la carta más 
importante de Pablo comenzó exhortándonos a aplicar todas las 
inspiradas enseñanzas del apóstol a nosotros mismos, a los hermanos 
de nuestra comunidad espiritual, y finalmente a los no creyentes de 
nuestra cultura. Pablo ahora nos exhorta a aplicar la sección doctrinal 
de esta carta (capítulos 1 al 11) a las autoridades que nos gobiernan. 
En otras palabras, nos ordena que apliquemos su obra teológica 
maestra a nuestra responsabilidad de ser buenos ciudadanos de las 
comunidades y del país en el que vivimos como discípulos de 
Jesucristo. 
Este capítulo 13 es una afirmación breve, pero contundente, 
sobre el cristiano como ciudadano. Pablo escribe a la iglesia de 
Filipos que nuestra verdadera ciudadanía está en los cielos 
(Filipenses 3:20). Como señalé en mi comentario sobre el capítulo 
10, cada año, los ciudadanos romanos debían arrojar una pizca de 
incienso al fuego y confesar: “¡César es el Señor!”. Miles de 
creyentes murieron por no practicar ese compromiso de lealtad al 
César. La inspirada confesión que les costó sus vidas fue la base 
doctrinal de la iglesia del Nuevo Testamento: “¡Jesús es el Señor!” (1 
Corintios 12:3). Declaramos nuestra lealtad principal y suprema cada 
vez que confesamos que Jesús es el Señor (Romanos 10:9). 
Pero millones de creyentes viven sus vidas aquí en la tierra 
como ciudadanos de una nación. Este capítulo trata la forma en que 
los ciudadanos del cielo que vivían en Roma debían aplicar las 
enseñanzas de esta carta a las autoridades gobernantes en la ciudad 
capital del Imperio Romano, personas inmorales, injustas y 
corruptas. Obviamente, nosotros debemos hacer las aplicaciones que 
correspondan a las autoridades que gobiernan en nuestro país, 
ciudad, pueblo o comunidad rural. 
Pablo comienza este capítulo con una declaración 
sorprendente. Escribe: “No hay autoridad sino de parte de Dios, y las 
que hay, por Dios han sido establecidas”. Tres veces, en estos siete 
versículos, Pablo llama a quienes hacen cumplir las leyes del Imperio
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
19 
Romano “servidores de Dios”. Cuando Pablo declaró que quienes 
tienen la autoridad para gobernar, la reciben por voluntad de Dios, el 
trono del Imperio Romano era ocupado por el malvado y alienado 
emperador Nerón. 
El profeta Daniel declara esta verdad de manera inequívoca. 
Cuando era apenas un adolescente, Daniel estuvo en presencia de 
uno de los emperadores totalitarios más grandes y poderosos que 
jamás haya vivido, y declaró que Dios quita reyes y pone reyes (ver 
Daniel 2:21). 
El cuarto capítulo de Daniel es uno de los más sorprendentes 
de toda la Biblia, dado que constituye la confesión de fe del 
emperador Nabucodonosor, que gobernó el imperio del mundo 
babilónico. Daniel le ofreció pruebas de Dios a Nabucodonosor 
durante muchos años, hasta que Dios afligió al emperador de 
Babilonia con la locura. Nabucodonosor pasó siete años en los 
campos, como un animal, hasta que Dios lo hizo reconocer que “el 
Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo 
da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres” (Daniel 4:17). 
En la actualidad, hay millones de creyentes que viven bajo el 
gobierno y la autoridad de dictadores malvados, injustos, crueles. 
Estas enseñanzas de Pablo se aplican a ellos de la misma manera que 
se aplicaban a los creyentes para quienes fueron escritas 
originalmente. Pablo enseña que no debemos resistir a estos 
gobernantes porque, si lo hacemos, estamos resistiéndonos a lo que 
Dios ha ordenado. Y agrega que quienes se resisten, acarrean juicio 
sobre sí mismos. Su razonamiento es que aun gobernantes como 
estos no son causa de terror para quienes hacen el bien, sino para 
quienes hacen el mal. El ciudadano que cumple con la ley no tiene 
porqué temerles. Si no queremos tener miedo de estas autoridades, 
debemos obedecer la ley. 
El gobernante que hace cumplir la ley es bueno para el buen 
ciudadano. Tres veces, Pablo declara que esta autoridad es un 
“servidor de Dios” para el bien de quienes desean vivir vidas buenas 
y pacíficas. Pero también presenta la advertencia de que, si 
quebrantamos la ley, esta autoridad que gobierna para la paz usará su 
espada contra nosotros. Y declara que, cuando ese gobernante usa su 
espada contra quienes quebrantan las leyes, está actuando como 
servidor de Dios. 
En ese contexto, Pablo vuelve al tema de la ira de Dios. En el 
primer capítulo, declaró que “la ira de Dios se revela contra toda 
impiedad e injusticia de los hombres” por medio del evangelio que él 
predicaba. Es la ira futura de Dios, que será aplicada en el juicio 
venidero. Pero, en este pasaje, habla de una ira presente de Dios 
contra quienes quebrantan las leyes que Él ha instituido. Esta ira de 
Dios presente es expresada y aplicada por medio de las autoridades 
gobernantes. 
La referencia a las autoridades puede ser a la policía o, en un 
nivel más elevado de aplicación, a los militares, que son utilizados 
cuando las autoridades policiales locales enfrentan una situación que 
no pueden manejar. En la Biblia hay argumentos contundentes a 
favor de quienes se oponen a la guerra y se declaran pacifistas. 
Tengo un gran respeto por quien es un sincero pacifista. Yo no soy
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
20 
pacifista, y mis razones se encuentran en los primeros siete 
versículos de este capítulo. 
Hay dos observaciones muy importantes que debemos hacer 
sobre estos versículos. La primera es que no son la única enseñanza 
que la Biblia tiene sobre este tema. Una segunda observación es que 
lo que Pablo escribe aquí acerca de que la autoridad gobernante es 
servidora de Dios no siempre se aplica. También hay firmes 
argumentos a favor de lo que llamamos “desobediencia civil”. 
En los comienzos mismos de la iglesia, las autoridades 
religiosas ordenaron a los apóstoles que no predicaran a Cristo. La 
primera vez que esto sucedió, los discípulos de Jesús respondieron, 
básicamente, que solo las reconocidas autoridades religiosas que 
habían dictado esa orden eran suficientemente sabias como para 
saber si debían obedecer a Dios o a los hombres. Pero la siguiente 
vez que se les prohíbe predicar a Cristo, ellos responden 
inmediatamente: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los 
hombres” (ver Hechos 4:19; 5:29). Este suceso nos enseña que puede 
llegar el momento, en la vida de un creyente, en que la respuesta 
adecuada a una autoridad corrupta sea la desobediencia civil. 
Cuando las autoridades religiosas le preguntaron a Jesús si 
era correcto pagar impuestos al César, Jesús dio una profunda 
enseñanza sobre las obligaciones del creyente devoto como 
ciudadano (Mateo 22:17-21). Estos líderes religiosos estaban 
tratando de desprestigiar a Jesús, y le hicieron una pregunta que 
creían que no podía responder. Si Jesús decía que era equivocado 
pagar impuestos a Roma, los soldados romanos que estaban presentes 
en el templo cuando esta pregunta fue formulada lo arrestarían 
inmediatamente. Si decía que era correcto pagar esos impuestos, los 
judíos se sentirían ofendidos, especialmente los celotes, que creían en 
continuar la resistencia contra Roma. 
Jesús pidió una moneda y la sostuvo en alto mientras 
preguntaba: “¿De quién es la imagen que se ve en esta moneda?”. 
“Del César”, le contestaron. Entonces vino su respuesta, sabia y 
profunda: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es 
de Dios” (Mateo 22:21). 
Como en todas las enseñanzas de Jesús, “las cosas simples 
son las más importantes, y las cosas importantes son las más 
simples”. La moneda tenía la imagen del César estampada en ella, así 
que, dale el dinero al César. Tú tienes la imagen de Dios estampada 
en ti, así que, entrégate a Dios. En otras palabras, paguemos los 
impuestos, pero entreguemos nuestra lealtad total a Dios. Algunas 
veces, el César nos pedirá algo que pertenece a Dios. Cuando lo 
haga, no podemos ponerlo primero y entregarnos a él. 
No solo debemos obedecer las leyes del César porque, si no 
lo hacemos, experimentaremos la ira de Dios en manos de las 
autoridades gobernantes. Debemos obedecer las leyes y ser buenos 
ciudadanos por razones de conciencia. El creyente debe obedecer la 
ley porque es correcto hacerlo. Su conciencia lo acusará si no 
obedece la ley como buen ciudadano. Debemos pagar los impuestos 
y nunca guardarnos lo que debemos. 
Un hombre estadounidense le envió una carta a la Dirección 
General Impositiva de su país, que decía: “Les envío quinientos
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dólares que debo, porque hace quince años alteré los cálculos en mi 
impuesto a las ganancias, y mi conciencia me persigue: ya no puedo 
dormir de noche. Si sigo sin dormir, les enviaré el resto de lo que les 
debo”. 
Las aplicaciones para nosotros, en este capítulo, son obvias. 
Hace miles de años que los gobiernos cobran impuestos de sus 
ciudadanos. Jesús y Pablo enseñan que debemos pagar los impuestos. 
Pablo escribe, también, que debemos honrar y temer a quienes 
corresponde. Pedro también nos exhorta a honrar al rey, la máxima 
autoridad gobernante (1 Pedro 2:17). 
Pablo, después, vuelve a los mandamientos de aplicación 
práctica, como los que compartió con nosotros en el capítulo 12: “No 
debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama 
al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, 
no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro 
mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo 
como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el 
cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:8-10). 
Pablo elabora, vez tras vez, sobre la enseñanza de Jesús. Su 
Señor declaró que Él había venido a cumplir la Ley de Moisés y de 
Dios (Mateo 5:17-20). Lo hizo pasando la Ley de Dios por el prisma 
del amor de Dios antes de aplicarla a las vidas del pueblo de Dios. 
Pablo se refiere a esto en otro lugar como “el espíritu de la ley” (2 
Corintios 3:6). Si amamos a nuestro prójimo, no quebrantaremos 
ninguno de los mandamientos que le conciernen. En estos versículos, 
Pablo explica lo que quiere decir al hablar del espíritu de la Ley y lo 
que Jesús quiso decir cuando dijo que Él había venido a cumplir la 
Ley. 
Al llegar al final del capítulo, las aplicaciones prácticas 
continúan: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de 
levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros 
nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se 
acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y 
vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, 
honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y 
lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor 
Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (vv. 11-14). 
Pablo escribe que la noche ya casi termina y se aproxima el 
día. Jesús era la Luz del mundo y, mientras Él estuvo en este mundo, 
fue de día, espiritualmente hablando. Pedro escribió que cuando nos 
acercamos a la Palabra de Dios en medio de nuestra oscuridad 
espiritual, suceden dos cosas: el Día amanece y el Lucero de la 
Mañana se levanta en nuestro corazón (2 Pedro 1:19). Cuando hemos 
vivido el nuevo nacimiento al que se refieren estas dos hermosas 
metáforas, tenemos la capacidad de ser luz y de ser luces en el 
mundo (Mateo 5:14; Filipenses 2:14-16). Se nos exhorta a ser luz del 
mundo y a ser luces en el mundo hasta que Jesús regrese (Mateo 
5:16; Filipenses 2:15). Cuando Él regrese, será un amanecer 
espiritual para este mundo. 
El apóstol Pablo nos dice que el día está más cerca que 
cuando recién creímos y que, de hecho, está a las puertas. Al decir 
esto, no solo se refiere al regreso del Señor. Está desafiando a los
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creyentes a aplicar sus exhortaciones de amar mientras es de día, 
porque llega la noche, cuando no podrán amarse unos a otros ni amar 
a las personas sufrientes que los rodean. Jesús expresó y fue modelo 
de esta misma exhortación a sus discípulos cuando dijo: “Me es 
necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día 
dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4). 
Muchas religiones y muchos poetas describen a la muerte 
como un sueño. La Biblia describe a la vida como el sueño, y la 
muerte como nuestro despertar (Salmos 90:5). Pablo, obviamente, 
está pensando en el regreso de Cristo y el fin de nuestras vidas 
cuando escribe estas hermosas exhortaciones. Nos desafía a 
despertar, despojarnos de nuestra vieja naturaleza, vestirnos y andar 
como es debido. 
Cuando escribe a los efesios, Pablo utiliza estas mismas 
metáforas en mayor detalle (Efesios 4:24-5:17). Cuando nos 
levantamos por la mañana, muchos de nosotros nos quitamos la ropa 
con la que dormimos, vamos a nuestro guardarropa y elegimos lo que 
vamos a vestir ese día. Pablo usa esta metáfora para decirnos que 
todos los días tenemos dos opciones. Podemos vestirnos con los 
harapos de la vieja vida, o elegir las vestiduras de nuestra nueva vida. 
Pablo enumera estos harapos y estas vestiduras con gran 
detalle. Los harapos de la vieja vida son cosas como ira, enojo, 
amargura, malicia, comunicaciones corrompidas, mentiras, robos y 
pecados sexuales. También habla de las vestiduras de la nueva vida, 
que son verdad, comunicación que edifica y ministra gracia a la otra 
persona, amor, afecto fraternal y perdón mutuo. 
En este pasaje, Pablo nos da una versión abreviada de esta 
misma metáfora. Los harapos de la vieja vida, que debemos 
quitarnos, son glotonerías y borracheras, lujurias y lascivias, 
contiendas y envidia, los deseos de la carne. Debemos revestirnos del 
Señor Jesucristo y no hacer provisión para la carne (la naturaleza 
humana sin ayuda de Dios) y sus deseos. 
Este pasaje se hizo famoso con la conversión de San Agustín, 
que vivió en el siglo cuarto. Él vivía una vida alocada y cometía toda 
clase de pecados sexuales. Un día, estaba en un jardín, con un amigo, 
expresando su desesperación y lamentándose por sus repetidos y 
vanos intentos de cambiar su comportamiento moral. En el jardín 
contiguo, al otro lado de la pared, había niños jugando. Agustín creyó 
escuchar la voz de un niño que le decía: “¡Toma y lee!”. En una mesa 
cercana, había un ejemplar de esta Carta de Pablo a los Romanos. 
Agustín la tomó y leyó: “Andemos como de día, honestamente; no en 
glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas 
y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los 
deseos de la carne” (Romanos 13:13,14). 
En ese preciso instante, Cristo entró en la vida de Agustín. 
Este se convirtió en un hombre cambiado, uno de los cristianos más 
grandes que haya vivido jamás. Fue un firme líder de la iglesia en el 
norte de África, y por medio de sus escritos ha bendecido a millones 
de creyentes de todo el mundo desde el siglo cuarto. 
Pablo no esperó hasta el capítulo 12 para comenzar a hacer 
aplicaciones de su enseñanza en esta carta. En el capítulo 5 hizo la 
aplicación de que los pecadores que han sido declarados justos deben
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vivir rectamente, y les mostró cómo hacerlo. Fue una versión 
abreviada de la aplicación que ahora desarrolla en mayor detalle. 
No debemos hacer provisión para la carne —nuestra 
naturaleza humana sin ayuda de Dios— y no debemos ser movidos a 
satisfacer la lujuria de nuestra carne. Aunque estas palabras tienen 
una aplicación más amplia que solo los pecados sexuales, Pablo se 
refiere principalmente a ellos. El apóstol escribió mucho a la iglesia 
de Corinto sobre sus pecados sexuales. Los creyentes corintios tenían 
grandes luchas en esa área de su vida espiritual, porque la ciudad de 
Corinto era sinónima de impureza sexual. 
La adoración de ídolos era prominente allí, y dado que 
algunos consideraban que su dios era el origen del amor erótico, la 
adoración de ese ídolo implicaba un elaborado sistema de 
prostitución, lo cual incluía perversiones con homosexuales y 
prostitución infantil. Muchos de los corintios que eran parte de la 
iglesia que Pablo estableció allí habían participado de esas 
inmoralidades antes de convertirse. Ahora, Pablo los confronta, como 
seguidores de Cristo, por su impureza sexual y les pregunta: “¿O 
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está 
en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque 
habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro 
cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 
6:19, 20). Básicamente, les escribe: “¡Sus cuerpos no fueron hechos 
para el sexo, sino para Dios!”. 
Estas mismas condiciones prevalecían en todo el Imperio 
Romano, y Pablo confronta esta clase de pecado sexual cuando 
escribe la aplicación: “Andemos como de día, honestamente; no en 
glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas 
y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los 
deseos de la carne”. 
Capítulo 3 
Disputas entre discípulos 
(14:1-15:13) 
“Vivir en el cielo con santos amados, ¡oh!, eso será la gloria. 
Pero vivir aquí con los santos conocidos, ¡eso es otra historia!”. 
Hace cincuenta años que soy pastor. Cualquiera que haya 
tenido la responsabilidad del cuidado pastoral del pueblo del Señor 
por tanto tiempo sabe que puede llegar a ser muy difícil vivir aquí 
abajo con los santos que conocemos. Siempre fue así. 
Cuando estudiamos las cartas de Pablo, es dolorosamente 
obvio que las iglesias que él estableció no eran perfectas. Sus dos 
cartas a los corintios lo dejan perfectamente en claro. El capítulo 14 
de esta Carta a los Romanos demuestra que los discípulos de Roma 
no tenían una iglesia perfecta, porque eran santos imperfectos. 
Cuando había algún problema en las iglesias que él había 
establecido, ese problema daba origen a una obra maestra de este 
apóstol, que escribió inspiradas soluciones para tales problemas. 
Gracias a que los judíos fueron después que Pablo y confundieron a 
los creyentes de una iglesia, enseñando que los creyentes gentiles
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24 
debían ser justificados por medio de la observancia de la Ley, 
nosotros podemos ahora disfrutar de otra obra maestra sobre la 
justificación por la fe, una versión en miniatura de esta Carta a los 
Romanos: la Carta de Pablo a los Gálatas. 
Los creyentes de Corinto tenían preguntas intelectuales sobre 
la resurrección. Estas preguntas dieron origen al gran capítulo sobre 
la resurrección de la Biblia y dos capítulos que podríamos titular “La 
resurrección aplicada” (1 Corintios 15; 2 Corintios 4, 5). Esa misma 
iglesia no sabía amar y estaba confundida con respecto de la función 
del Espíritu Santo en la iglesia. Por lo tanto, tenemos el gran capítulo 
sobre el amor en la Biblia y los capítulos precedente y siguiente, que 
son obras maestras sobre el tema de la función del Espíritu Santo en 
una iglesia (1 Corintios 12 y 14). 
Las disputas entre los discípulos de Roma motivan a que 
Pablo escriba este capítulo que es una obra maestra que podríamos 
titular “El amor aplicado”. Aquí aparece nuevamente el problema de 
la interrupción del hilo del pensamiento causada por la división 
arbitraria de los capítulos. El tema que Pablo trata aquí, en el capítulo 
14, continúa hasta el versículo 13 del capítulo 15. 
Este extenso pasaje de la Biblia concluye, de hecho, la 
extraordinaria enseñanza de esta carta. En el resto del capítulo 15, 
Pablo comenta sus objetivos misioneros personales. En el capítulo 
16, escribe saludos personales para veinticuatro personas que conoce 
de la iglesia de Roma y los saludos de nueve personas que están con 
él en Corinto mientras escribe esta carta. Pero las enseñanzas 
teológicas y las aplicaciones de esta carta terminan en el versículo 13 
del capítulo 15. 
Pablo escribió a los corintios tres capítulos que presentan 
principios paralelos a los que prescribe aquí para estos discípulos de 
Roma (1 Corintios 8-10). Ambos pasajes son obras maestras que nos 
enseñan cómo vivir aquí en la tierra con los santos que conocemos. 
El principio rector en ambas profundas prescripciones es el amor que 
Pablo ha presentado tan bellamente en su gran capítulo sobre el amor 
(1 Corintios 13:4-7). 
Los creyentes judíos y gentiles adoraban y, con frecuencia, 
vivían juntos en la primera generación de las iglesias del Nuevo 
Testamento. Hemos visto que Pablo se dirige tanto a judíos como a 
gentiles a lo largo de toda su carta. Esto es porque estaba tratando de 
ganar a los judíos que no estaban convencidos de que Jesús era el 
Cristo, el Mesías prometido en el Antiguo Testamento. Esto es, 
también, porque había muchos judíos en la iglesia de Roma que 
creían en Cristo, lo habían confesado como su Señor y eran parte 
vital de la iglesia. 
Muchas de las disputas entre estos discípulos de Roma se 
originaban en las diferencias entre creyentes judíos y gentiles. Los 
mismos temas fueron tratados en el primer concilio de la iglesia que 
se relata en el capítulo 15 del Libro de los Hechos. ¿Los creyentes 
gentiles deben vivir su fe y su vida en Cristo a la manera judía? ¿Los 
creyentes en Jesús que son judíos deben renunciar a todas sus 
tradiciones judías sobre las comidas que deben o no comer, y la 
forma en que observan los días sagrados especiales?
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25 
Por lo tanto, había disputas relativas a los días, la comida, el 
beber vino y muchos otros temas que pueden atribuirse al hecho de 
que judíos y gentiles vivían, adoraban y servían a su Señor Jesucristo 
juntos en la “Primera Iglesia de Roma”. Pero no todas estas disputas 
provenían de la mezcla de discípulos judíos y gentiles. Ellos 
enfrentaban muchos de los mismos desafíos a su unidad espiritual 
que nosotros enfrentamos en nuestras iglesias en la actualidad. 
Uno de los desafíos que enfrentamos en nuestras relaciones 
con otros creyentes en nuestras iglesias es el tema de lo que 
podríamos llamar “tabúes”. La Biblia enseña absolutos morales. 
Podríamos decir que hay temas que se definen por blanco o negro: 
fornicación, adulterio, robar, mentir y otros comportamientos 
negativos están claramente prohibidos en la Palabra de Dios. Pero 
hay otros temas relativos al comportamiento de los creyentes que no 
se tratan de manera taxativa en la Biblia. Podríamos llamarlos “zonas 
grises” del comportamiento cristiano. Muchas iglesias resuelven 
estas “zonas grises” haciendo una lista de comportamientos 
aceptables y comportamientos no aceptables para los miembros de su 
iglesia. 
Algunas veces, estas listas podrían llamarse “listas de 
santidad geográfica”. Esto se debe a que, en diferentes partes del 
mundo, y aun en diferentes partes de un mismo país, varía mucho lo 
que los creyentes consideran un comportamiento correcto o 
incorrecto para un discípulo de Jesús. Cuando yo era recién 
convertido, viajé ochocientos kilómetros para asistir a la universidad 
y prepararme para el seminario y el ministerio. 
La iglesia en la que llegué a la fe en Cristo tenía un pequeño 
librito azul en el que estaban enunciadas todas las cosas que un 
creyente de esa iglesia no podía hacer. Una persona no era aceptada 
como miembro de esa iglesia, y nunca podría llegar a ser líder de esa 
congregación, si no aceptaba ese pequeño librito azul de pautas para 
el comportamiento del creyente. Una de las cosas que se prohibía 
hacer era fumar tabaco. 
Cuando llegué a una pequeña iglesia de montaña donde me 
habían invitado a hablar un domingo por la mañana, parecía que toda 
la iglesia fumaba; entre ellos, el pastor. La mayoría de la gente de esa 
iglesia —incluido el pastor— se ganaba la vida cultivando tabaco. 
Echando humo, el pastor me informó que yo no podía predicar en su 
iglesia ese día, porque había viajado en un día domingo. ¡Me dijo que 
cualquier predicador debería saber que es pecado viajar un día 
domingo! Mientras yo estaba boquiabierto ante el hecho de que un 
pastor estuviera fumando, este hombre me presentó algo que no 
estaba en el librito azul que tenía mi iglesia, a tantos cientos de 
kilómetros de distancia. 
Muchos años después, cuando ya hacía décadas que yo era 
pastor, visité a un “apóstol Pablo” moderno en Grecia. Este hombre 
era abogado y pastor de la “Iglesia Libre de Grecia”. En esa época, 
en Grecia, era ilegal tener cualquier iglesia que no fuera la Ortodoxa 
Griega. Ese hombre pasaba gran parte de su tiempo sacando a su 
gente de la cárcel. También tuve el privilegio de predicar en su gran 
iglesia en Atenas, y en algunas de las setenta iglesias hijas en lugares 
como Corinto y Tesalónica.
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Cuando terminamos de comer, él predicó elocuentemente el 
evangelio en idioma griego a toda la gente que estaba en el 
restaurante. Aunque no entendí las palabras que decía, me conmovió 
ver las lágrimas que caían por los rostros de las personas que lo 
escuchaban. 
Mientras comíamos, me sorprendió ver que este pastor bebía 
vino. En el librito azul que ya mencioné, estaba prohibido cualquier 
tipo de bebida alcohólica. Me habían enseñado que quienes bebían 
bebidas alcohólicas no eran, definitivamente, cristianos auténticos. 
Hacia el final de esa semana, el pastor me preguntó si me había 
ofendido el hecho de que él bebiera vino. Respondí que Pablo había 
escrito que debíamos beber un poco de vino. Él, que sin duda sabía 
muy bien el griego, me contestó: “Oh, Pablo le escribió eso a 
Timoteo porque Timoteo estaba enfermo. Si hubiera estado bien, le 
habría escrito: ‘¡Toma mucho vino!’”. 
Aprendí que viajar a ochocientos kilómetros de mi ciudad, o 
cruzar un océano, me hacían entrar en un “librito azul” diferente de 
pautas de lo que se considera comportamiento correcto o incorrecto 
para un discípulo de Jesús. Por eso, encarar el comportamiento 
cristiano guiándose por un “librito azul” es algo que puede 
considerarse “santidad geográfica”. 
Cuando los pecadores reciben la convicción de sus pecados, 
algunas veces determinan que todo su comportamiento anterior al 
nuevo nacimiento no solo es malo para ellos, ahora que se han 
convertido en creyentes en Jesús, sino que ese estilo de vida y todo lo 
que está relacionado con él también es malo para todos los demás 
creyentes. Además, algunas veces, los creyentes están convencidos 
de que cada vez que el Espíritu Santo los convence de que algo es 
malo para ellos, esa actividad también es incorrecta para todos los 
demás creyentes de su iglesia. 
No estoy refiriéndome ahora a esos temas definidos en blanco 
o negro que mencioné anteriormente, como pecados que están 
claramente prohibidos en la Biblia. En este capítulo, Pablo enseña 
varios principios de aplicación que deben aplicarse al 
comportamiento de los creyentes: lo que vestimos, comemos, 
bebemos, si consideramos que el domingo es el día del Señor y debe 
ser guardado como día de reposo, lo que consideramos 
entretenimientos mundanos y muchos otros temas que no están 
claramente expuestos en la Biblia. Por ejemplo, en la Biblia no se 
habla sobre el fumar tabaco. Cuando los creyentes están de acuerdo 
en que cierto comportamiento es equivocado, y ese comportamiento 
no es mencionado en la Biblia, a esa “zona gris” la llamamos “tabú”. 
Por ejemplo: en un manual de normas de un seminario, a 
principios del siglo XIX, se enseñaba que dormir con almohada o 
tomar baños calientes eran actividades equivocadas y pecaminosas, 
ya que se trataba de “comodidades mundanas”. Pero, en la 
actualidad, yo no conozco a nadie que crea estos tabúes y los 
practique. Sin embargo, quienes tienen opiniones muy firmes sobre 
sus tabúes están convencidos de que estos temas son tratados, en 
principio, en la Biblia. Creen y enseñan, por ejemplo, que fumar está 
mal porque, obviamente, no es sano. Pero aún no he visto ninguna 
iglesia que tenga a la obesidad en su pequeño “librito azul”, aunque
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
27 
los médicos nos dicen que el sobrepeso puede reducir la expectativa 
de vida en un tercio. Los creyentes, aparentemente, no se han puesto 
de acuerdo en que la obesidad pueda considerarse un tabú. 
Le comparto toda esta perspectiva a manera de introducción, 
para que usted pueda apreciar esta obra maestra que Pablo le ha dado 
a la iglesia de Roma, que nos muestra cómo ser una colonia de amor 
y del cielo en la tierra mientras resolvemos los conflictos que nos 
dividen. 
En el cierre de esta Carta a los Romanos, Pablo dedica treinta 
y seis versículos a tratar el mismo tema al que dedicó tres capítulos 
enteros en su primera carta a los corintios (1 Corintios 8-10). Ese 
tema es, básicamente, cómo vivir aquí abajo con los santos que 
conocemos, cuando no estamos de acuerdo con ellos. En ambos 
pasajes de la Biblia, Pablo enseña profundos principios que deberían 
regir nuestras actitudes y nuestras relaciones en cuanto a los temas 
que nos dividen como creyentes, al tiempo que cuidamos las 
relaciones que tenemos con Cristo y entre hermanos. 
En la Epístola a los Corintios, había un tema principal. 
Muchos de los creyentes corintios adoraban ídolos antes de ser 
llamados a la salvación y a vivir como hermanos en Cristo por medio 
del ministerio del apóstol Pablo. La carne que había sido sacrificada 
en los templos de esos ídolos se vendía, después, a un precio menor, 
en los mercados de Corinto. 
Esta adoración de ídolos implicaba una terrible inmoralidad. 
Muchos discípulos corintios de Jesús creían que no había problema 
en que un creyente comprara esa carne y la comiera. Quienes habían 
participado activamente de esa adoración de ídolos creían que era 
pecado comer esa carne que había estado relacionada con el terrible 
pecado de la idolatría y el estilo de vida que estaban tratando de dejar 
atrás para siempre. Este asunto fue causa de una gran disputa en la 
iglesia de Corinto. 
El argumento básico de Pablo, en estos tres capítulos que 
escribió a los corintios, es que el asunto no es si es correcto o no 
comer de esa carne. Lo más importante, lo fundamental, es: “¿Cuánto 
amas a ese hermano o hermana que cree que está mal comer de esa 
carne? Cristo los amó tanto que murió por ellos. ¿Los amas tú lo 
suficiente como para renunciar a tu derecho de comer un plato de esa 
carne para que ellos no tropiecen ni se ofendan?”. 
Además del principio del amor, Pablo concluye esos tres 
capítulos con tres principios por los que deberían guiarse los 
corintios —y nosotros— en la aplicación de esta enseñanza (1 
Corintios 10:30, 31). El primer principio es: “Si, pues, coméis o 
bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. El 
segundo principio es la salvación de otros, con lo cual Pablo se 
refiere a la bendición y edificación espiritual del hermano más débil, 
que cree que está mal comer de esa carne. El tercer principio es 
asegurarnos de no estar buscando nuestro propio beneficio. 
Pablo llama a quienes creían que no debía comerse esa carne 
“el hermano débil”. Y comienza este gran pasaje a los romanos 
presentando este mismo concepto. Debemos recibir, es decir, aceptar 
en nuestra comunidad de fe, a los débiles. Después, escribe estos
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
28 
treinta y seis versículos en los cuales habla sobre los asuntos que 
causan disputas entre los creyentes de Roma. 
Como clave para este extenso pasaje bíblico, quisiera 
comenzar mi comentario con una introducción resumida de lo que 
Pablo enseña aquí. Si leemos la Biblia sin buscar nada, 
probablemente no encontraremos nada. Las próximas páginas le 
mostrarán qué buscar cuando estudie la forma en que Pablo concluye 
esta carta. 
Al leer y estudiar este pasaje, observe cómo Pablo comparte 
con estos discípulos de Roma principios notablemente similares a los 
que enseñó a los corintios. Los desafía a resolver estos conflictos 
según su conciencia (vv. 14, 22, 23). Alguien ha dicho que la 
conciencia es aquella vocecita pequeña que nos hace sentir aun más 
pequeños. 
La conciencia no es una guía segura ni infalible, ya que está 
condicionada por lo que nos han enseñado nuestros padres o los 
creyentes que fueron nuestros padres espirituales cuando éramos 
niños espirituales. Los tabúes que nos han enseñado los demás 
pueden estar basados en la Biblia, o no. Quizá representen un 
comportamiento que es absolutamente correcto, o equivocado. Si 
creemos que ese comportamiento es incorrecto, no debemos ignorar 
lo que nuestra conciencia nos dice. Pero, si nuestra conciencia no es 
una guía infalible para nosotros mismos, no debemos esperar que lo 
sea para otros creyentes. 
Otro principio que Pablo comparte con estos creyentes 
romanos es que estos temas deben ser resueltos por convicción. 
Cuando el Espíritu Santo nos da la convicción de que cierto 
comportamiento no es correcto para nosotros, y no es algo que 
nuestros padres u otro creyente nos haya enseñado, la clave de 
nuestra relación con Él es nuestra obediencia personal. Poco después 
del día de Pentecostés, Pedro proclamó que el Espíritu Santo es dado 
a quienes lo obedecen (Hechos 5:32). Siempre debemos someternos a 
la convicción del Espíritu Santo. 
Sin embargo, esto plantea una importante pregunta: “Cuando 
el Espíritu Santo nos convence de que algo no es correcto para 
nosotros, ¿significa que no lo es, tampoco, para todos los demás 
creyentes?”. Mi conciencia no debe ser la guía del comportamiento 
de los demás creyentes. ¿Debe serlo la convicción que el Espíritu 
Santo me da de que algo es malo? En otras palabras, ¿debemos 
cumplir el rol de Espíritu Santo en las vidas de otros creyentes? 
¿Convence el Espíritu Santo a todos los creyentes de la misma 
manera en estos asuntos? ¿Es posible que, debido a cómo era mi vida 
antes que yo fuera creyente, determinado comportamiento sea 
incorrecto para mí, pero no lo sea para otros creyentes? 
Esto nos lleva a un tercer principio que Pablo enseña a los 
discípulos en conflicto que eran parte de la iglesia de Roma en el 
primer siglo. Les enseña el mismo principio que enseña a los 
corintios. Desafía a ambas iglesias a resolver sus disputas teniendo 
en cuenta el principio de la consideración. Las exhorta a tener en 
cuenta la conciencia y las convicciones del otro creyente. 
Pablo elogió a los creyentes de Corinto que sabían que no 
tenía nada de malo comer carne que había sido sacrificada a un ídolo,
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
29 
porque ese ídolo era simplemente madera, piedra, oro y plata que no 
tenía nada que ver con el único y verdadero Dios que llegamos a 
conocer a través de Cristo. Pero escribió: “no todos tienen ese 
conocimiento. Algunos, que son débiles, creen que está mal comer 
esa carne” (ver 1 Corintios 8:4-13). El asunto, entonces, era cuánto 
ellos amaban a ese hermano más débil. 
Pablo presenta este mismo principio a los romanos con estas 
bellas palabras: “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno 
muere para sí” (Romanos 14:7). Basándonos en nuestra conciencia y 
en la convicción dada por el Espíritu Santo, podemos tener libertad 
para practicar cierto comportamiento o no practicarlo. Pero, así como 
escribió a los corintios, Pablo escribe a estos romanos que no todos 
los creyentes tienen esa misma libertad. El principio rector es cuánto 
amamos al hermano más débil que no tiene esa misma libertad que 
nosotros, por nuestra conciencia y nuestras convicciones, tenemos. 
Alguien ha dicho que tenemos la libertad de blandir un puño, pero 
que esa libertad termina en la punta de la nariz de la otra persona. 
Esto nos lleva a un cuarto principio que Pablo enseña a los 
romanos, como lo ha enseñado en su Carta a los Corintios. Ese 
principio es la caridad, es decir, el amor que enseña en su gran 
capítulo sobre el amor. Pedro escribió que “el amor cubrirá multitud 
de pecados” (1 Pedro 4:8). En la Carta a los Corintios, ese capítulo 
sobre el amor era la solución para todos los problemas de la iglesia 
corintia. Finalmente, como dice Pablo al tratar estas disputas entre 
los discípulos de Roma, la solución que pondrá fin a los problemas, 
cuidando al mismo tiempo la relación entre los hermanos, será el 
amor de Cristo. 
Disputas entre los discípulos, versículo por versículo 
“Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre 
opiniones. Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es 
débil, come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, 
y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. 
¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está 
en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para 
hacerle estar firme. 
“Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos 
los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. 
El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso 
del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, 
porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y 
da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno 
muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, 
para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, 
del Señor somos” (Romanos 14:1-8). 
Pablo escribe que la iglesia debe recibir al que es débil, pero 
tratando de evitar entrar en disputas con él. Quiere decir que 
debemos aceptar plenamente a los nuevos creyentes que son débiles 
en la fe porque no han tenido tiempo de aprender y crecer en Cristo. 
Estoy convencido de que se refiere a que no debemos involucrarnos 
inmediatamente en una discusión con ellos por problemas que ellos
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
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tienen por ser nuevos creyentes. Pablo escribió un consejo similar a 
Timoteo cuando le enseñó cómo alcanzar, enseñar o aconsejar a 
personas “difíciles” (2 Timoteo 2:23-26). 
En los capítulos 9 al 11 de su Carta a los Romanos, Pablo 
escribió que Dios deseaba poner celosos a los judíos cuando vieran la 
relación de amor que los gentiles tenían con Dios y entre sí, en 
Cristo. Debemos vivir el amor de Cristo delante de estos nuevos 
creyentes de tal forma que ellos deseen conocer todo lo posible sobre 
cómo el hecho de que estemos apartados para Cristo nos da la calidad 
de vida que disfrutamos con Él y con nuestros hermanos en Él. 
Entonces, ellos también desearán intensamente ser santos y vivir 
vidas apartadas para Cristo. 
Dios respondió las muchas preguntas que Job tenía, 
revelándose a él y estableciendo una relación con él. De la misma 
manera, cuando los recién convertidos lleguen verdaderamente a 
conocer a Dios a través de Cristo, sus preguntas serán respondidas. 
También tendrán el modelo adecuado del énfasis en la santificación, 
que es ser apartados para Cristo y, como consecuencia de esa 
relación, apartados de nuestros pecados. 
El gran apóstol trata las disputas relativas a las comidas. 
Dado que en el relato de la creación en el Génesis se nos dice que 
Dios nos dio hierbas para comer, había creyentes de la iglesia de 
Roma (probablemente judíos) que creían que solo se deben comer 
vegetales. Pablo llama “débiles” a estos vegetarianos, lo cual implica 
que no estaba de acuerdo con ellos. 
Pablo utiliza una bella metáfora para exhortar a quienes 
comen carne a no juzgar a los vegetarianos. Cuando el apóstol 
escribió esta carta, la mitad de los habitantes de Roma eran esclavos. 
Sus lectores, por consiguiente, comprendían esta metáfora. Los 
esclavos respondían ante sus amos y debían rendirles cuentas 
absolutamente de todo. Pablo comenzó esta carta diciendo que tanto 
él como ellos eran esclavos del Señor Jesucristo. Ahora les enseña 
que no tienen derecho a juzgar a su hermano en Cristo, que es 
esclavo como ellos. Ambos deben rendir cuentas a su Amo, el Señor 
Jesucristo; no rendirse cuentas entre sí. 
Después, trata el tema de la observancia de días especiales. El 
problema, obviamente, era la observancia del día de reposo judío y 
todas las prohibiciones que este implicaba. Una de las pruebas más 
firmes de la resurrección de Jesucristo es que los apóstoles judíos 
cambiaron el día de adoración del séptimo de la semana al primero. 
Ellos nunca llaman “día de reposo” a este día. No fue que 
simplemente cambiaron su día de reposo de sábado a domingo, sino 
que llamaron al domingo “el día del Señor”. Obviamente, cambiaron 
su día de adoración porque su Señor resucitó de los muertos el primer 
día de la semana. 
Además del asunto de cuál es el día de reposo, algunos 
discípulos romanos creían que el día del Señor debía ser considerado 
como un día de reposo, con observancias muy especiales. Muchos 
creyentes, en la actualidad, consideran que el domingo es el día de 
reposo y se disciplinan en ese día con muchas restricciones sobre sus 
actividades. Otros se preguntan: “¿Y qué son el lunes, el martes y los
Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 
31 
demás días de la semana?”. Están plenamente convencidos de que 
todos los días son “el día del Señor”; es decir, valoran de igual 
manera a todos los días. 
Aparentemente, se trata del mismo problema que existía en la 
primera generación de la iglesia neotestamentaria en Roma: “Uno 
hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. 
Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente” (v. 5). 
Dado que es una “zona gris” en opinión del apóstol, no declara 
ninguna posición como correcta o incorrecta. Simplemente establece 
que cada persona debe estar plenamente convencida en su mente. 
Quienes no están de acuerdo deben actuar con amor, respeto y 
aceptación de la integridad espiritual y el derecho de quienes tienen 
un punto de vista diferente del suyo. 
Una declaración contemporánea sobre la unidad que muchos 
creyentes aceptan y que está basada en este pasaje es: “En lo 
esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; y en todas las cosas, 
amor”. Eso resume el inspirado consejo de Pablo a estos romanos 
con respecto a sus comidas y la observancia de días especiales. Una 
de las más bellas declaraciones de este principio en los escritos de 
Pablo es: “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere 
para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el 
Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del 
Señor somos” (vv. 7, 8). 
Todo lo que hacemos, lo hacemos para el Señor. Aunque el 
énfasis, aquí, está en las relaciones horizontales que tenemos unos 
con otros en la comunidad espiritual, nunca debemos olvidar las 
profundas palabras que Dios le dijo a Abraham: “Yo soy el Dios 
Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto”. Este versículo 
podría parafrasearse así: “Yo soy el Dios Todopoderoso; sírveme 
fielmente y vive una vida irreprochable” (Génesis 17:1). 
Después, Pablo coloca ante sus lectores la máxima realidad y 
el perfecto ejemplo de lo que está enseñando: “Porque Cristo para 
esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los 
muertos como de los que viven. 
“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por 
qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante 
el tribunal de Cristo. Porque escrito está: 
“Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, 
“Y toda lengua confesará a Dios. 
“De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de 
sí. 
“Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino 
más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano” 
(Romanos 14:9-13). 
Después de enseñar que todos debemos rendir cuentas, como 
esclavos, ante nuestro Amo y Señor, Jesucristo, Pablo ahora explica 
cómo funciona esta rendición de cuentas final. Jesucristo no es solo 
el Señor de los vivos, sino Aquel a quien ha sido encomendado todo 
juicio; Él será juez de los muertos, también (ver Juan 5:22). 
Pablo suele incorporar esta perspectiva en sus enseñanzas; 
así, les recuerda a quienes construyeron sobre el fundamento de su
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  • 1. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 32 EL LIBRO DE ROMANOS VERSÍCULO POR VERSÍCULO (CUARTA PARTE) Romanos 12 - 16 Este es el cuarto y último fascículo de una serie con notas para quienes han escuchado nuestros programas radiales de enseñanza sobre la Carta de Pablo a los Romanos, versículo por versículo. Si usted desea estudiar o enseñar estos conceptos sobre la obra maestra teológica de Pablo a los romanos, para una mejor continuidad, debería tener los tres primeros fascículos de esta serie. Comuníquese con nosotros, y le enviaremos los fascículos que no tenga. Capítulo 1 ¿Y qué? (12:1-21) Comienzo mi comentario sobre el duodécimo capítulo de esta carta haciendo énfasis en el hecho de que el llamado a la fe y el compromiso con que comienza jamás debe separarse de la magnífica doxología con la que Pablo concluye el capítulo 11. Cuando
  • 2. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 2 comprendemos esa doxología, nos damos cuenta de que estos seis versículos, sin duda alguna, deben ser estudiados juntos: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (11:33-12:2). Cuando Pablo escribe “así que”, al comienzo del primer versículo de este capítulo 12, debemos darnos cuenta de que, en cierto sentido, él está a punto de aplicar todo lo que ha enseñado a los romanos —y a usted y a mí— desde que comenzó esta inspirada presentación teológica en el versículo 17 del primer capítulo de esta carta. Más específicamente, nos está desafiando a reflexionar sobre la profunda enseñanza que comenzó en el versículo 14 del capítulo 8 y concluyó con esa doxología tan espiritualmente elocuente en el final del capítulo 11. Al final del capítulo 11, cuando Pablo termina de escribir esa hermosa doxología, es casi como si estuviera imaginando que sus lectores, una vez más, le hacen preguntas. La pregunta, esta vez, es: “Entonces, ¿qué significa todo esto para mí, Pablo?”. Por eso, Pablo escribe “así que” y comienza los últimos capítulos de esta carta, llenos de aplicaciones devocionales y profundamente prácticas de toda la maravillosa verdad que ha presentado en los primeros once capítulos. Cuando reflexionamos junto con Pablo a lo largo de los primeros once capítulos de esta carta, hay tres preguntas que debemos formular y responder: ¿Qué dijo?, ¿qué quiso decir? y ¿qué significa todo esto para mí? Todas las cartas de Pablo pueden dividirse en dos secciones: los capítulos en los que enseña, y los capítulos en los que aplica lo que está enseñando. Su Carta a los Efesios está dividida de manera pareja en tres capítulos de enseñanza y tres de aplicación. En esta carta, los primeros once capítulos son de enseñanza, y los últimos cinco están llenos de aplicaciones. El capítulo 16 es una serie de saludos que muchos lectores pasan por alto, pero veremos que ese capítulo también tiene muchas aplicaciones que se originan en la sección de enseñanza de esta carta. Pablo sabía que la verdad sin aplicación es inútil, y ahora comienza a decirnos y mostrarnos cómo vivir estas profundas verdades en la práctica de la vida diaria. Esta es la obra maestra teológica de Pablo, la declaración teológica más profunda y completa de lo que creía la iglesia del Nuevo Testamento. Sus últimos capítulos son los más extensos, los más devocionales y los de aplicación más práctica de todos los escritos de este hombre que escribió casi la mitad del Nuevo Testamento.
  • 3. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 3 El llamado al compromiso, que sigue a la doxología, exige el “culto racional” de una entrega incondicional a Dios. “Culto racional” podría traducirse como “adoración inteligente”. Sus últimas palabras antes de comenzar este llamado al compromiso fueron que Dios es el origen de todas las cosas y el poder que está detrás de todas las cosas, y que la gloria de Dios es el propósito de todas las cosas. En estos dos primeros versículos de aplicación, Pablo reclama una entrega total e incondicional a Dios. Esto solo constituye un culto racional o inteligente cuando comprendemos que el perfecto conocimiento y sabiduría de Dios se expresan en todo lo que Pablo ha escrito en esta carta. Estos dos primeros versículos también pueden considerarse como una receta para encontrar y poner en práctica la voluntad de Dios para nuestra vida. Una de las preguntas más importantes que Dios nos formula en la Biblia es “¿Quién eres tú?” (ver (Génesis 27:32-34; Juan 1:22). Esta pregunta implica que fuimos hechos para ser alguien. Las primeras palabras que Dios dice al hombre después de la Caída son preguntas. La primera es: “¿Dónde estás?”, y la segunda: “¿Quién te enseñó?”. Estas preguntas implican que fuimos creados para ser alguien. Siempre estamos en algún lugar relativo a esa identidad personal y, si prestamos atención, Dios nos dice dónde deberíamos estar. Pablo nos muestra cómo ser quienes fuimos creados para ser, y estar donde fuimos creados para estar, cuando enseña varios pasos que nos muestran cómo hallar y experimentar la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, para nuestra vida. La pregunta que más le formulan a un pastor es: “Pastor, ¿cómo puedo conocer la voluntad de Dios para mi vida?”. El mayor obstáculo para conocer la voluntad de Dios para nuestra vida no es el hecho de que sea difícil conocerla. El mayor obstáculo no es la voluntad de Dios, sino nuestra voluntad. Por eso, el primer paso de esta receta para encontrar y practicar la voluntad de Dios es una entrega total de nuestra voluntad y el compromiso deliberado de ser un sacrificio vivo para Dios mientras seguimos a nuestro Señor Jesucristo. El Antiguo Testamento prescribía sacrificios animales por los pecados del pueblo de Dios. Todos aquellos sacrificios fueron representados y cumplidos en el “Cordero de Dios” que Juan el Bautista presentó cuando Jesús comenzó su ministerio en este mundo (Juan 1:29). Todos los sacrificios de animales eran sacrificios muertos. Pablo usa la interesante metáfora de un “sacrificio vivo” al explicar el significado de la entrega incondicional en su llamado al compromiso. Esta metáfora significa que el apóstol no está desafiando a los creyentes a estar dispuestos a morir por Cristo, sino a vivir por Él todo el día, todos los días, como sacrificios vivos por Cristo. Esta es su primera receta para hallar y comprobar la voluntad de Dios para nuestras vidas. Pablo nos desafía a considerar la misericordia de Dios y luego “presentarnos” a nosotros mismos como sacrificios vivos. Esta palabra, en el idioma original, significa ceder, alzar las manos en entrega a Dios. La misericordia de Dios retiene de nosotros aquello que merecemos. Dado que Pablo nos dijo en el primer capítulo que el
  • 4. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 4 evangelio revela la ira de Dios contra toda impiedad e injusticia (1:18), debemos dar gracias a Él por no darnos lo que merecemos. Hacer de la misericordia de Dios la motivación de nuestra entrega incondicional a Él es una sutil referencia a la idea, expresada en la doxología, de que Dios no le debe nada a nadie. Pablo se refiere a este estilo de vida como “santo”, que significa ‘lo que pertenece a Dios’. Cuando somos dueños de algo, podemos usarlo en cualquier momento y de cualquier forma que lo deseemos. Cuando somos santos, somos, literalmente, posesión de Dios, que Él puede utilizar en cualquier momento y lugar y de cualquier forma que Él lo prefiera. Cuando somos santos, incondicionalmente entregados, sacrificios vivos para Cristo, estamos viviendo la única vida que es aceptable para Dios. Como aprendimos en el quinto capítulo, si a Dios le costó la vida de su Hijo declararnos justos, entonces, debemos encontrar, por fe, ese acceso a la gracia que hace posible que tengamos una vida recta. En el espíritu de esa misma lógica inspirada, Pablo nos llama a ofrecer la adoración inteligente de una entrega incondicional y a ofrecernos nosotros mismos a Dios como sacrificios vivos, todo el día, todos los días. Para los judíos, los conceptos de adoración y sacrificio eran inseparables. Cuando Abraham estaba a punto de subir al monte de Moriah para ofrecer a Dios el sacrificio de su hijo Isaac, dijo a los siervos que fueron hasta allí con él: “Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (Génesis 22:5). Esto nos permite descubrir dos aspectos notables de la fe de Abraham. Él sabía que tanto él como su hijo regresarían de la montaña. Pero la palabra más destacable que Abraham dijo a sus siervos fue la manera en que utilizó la palabra “adoraremos”. Dijo que él y su hijo iban a “adorar”, cuando él iba a sacrificar a su hijo en ese monte. Al sacrificio de su hijo, lo llamó “adorar”. Cierta vez, una mujer adoró a Jesús derramando en sus pies un perfume muy caro, que costaba el equivalente al salario de un año. Judas se quejó diciendo que ese dinero podía haber sido dado a los pobres; pero Jesús defendió el costoso acto de adoración de la mujer, porque, para nuestro Señor, adoración y sacrificio son un mismo concepto (Juan 12:3-8). La palabra “adoración” puede parafrasearse como ‘valía’ o ‘valor’. Pablo comenzó su doxología: “¡Oh profundidad de las riquezas [...] de Dios!”. Una pregunta que plantea esta doxología es: “¿Cuánto vale Dios?”. Respondemos esa pregunta cada vez que adoramos. La respondemos, especialmente, cuando expresamos el culto racional —la adoración inteligente— de aplicar esta receta de Pablo para hallar y vivir en la práctica la voluntad de Dios para nuestras vidas. Una paráfrasis de estos dos versículos aclara muchísimo su significado: “Con los ojos abiertos a las misericordias de Dios, les ruego, hermanos míos, que, como un acto de adoración inteligente, le entreguen a Él sus cuerpos como sacrificio vivo, consagrado a Él y aceptable para Él. No permitan que el mundo que los rodea los fuerce a tomar su forma, sino permitan que Dios vuelva a moldear sus
  • 5. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 5 mentes desde adentro, para que puedan comprobar en la práctica que el Plan de Dios para ustedes es bueno, satisface todas las exigencias de Él y los hace avanzar hacia la meta de la verdadera madurez” (12:1, 2, traducción de la paráfrasis de J. B. Phillips). La segunda parte de esta receta de Pablo para conocer la voluntad de Dios se centra en la forma en que nos relacionamos con el mundo donde vivimos para Cristo. Pablo nos advierte que no debemos conformarnos a este mundo. La traducción que he citado nos advierte que el mundo está tratando de forzarnos a entrar en su propio molde y nos desafía a resistir esa presión de la cultura del mundo en que vivimos. Una interpretación y aplicación superficiales de la segunda parte de esta receta sería prohibir a los creyentes que hagan algunas de las cosas mundanas que hacían antes de convertirse. Esta es una importante dimensión de la vida recta, pero Pablo se refiere a algo más profundo que estos hábitos mundanos que eran parte de nuestra vida antes de que conociéramos a Cristo. Pablo, al escribir esta advertencia, tiene en mente el estilo de vida que adopta y practica los valores y prioridades materialistas de la cultura de este mundo en el que vivimos. En su Carta a los Filipenses, Pablo relata la revolución que se produjo en sus valores, y el cambio del “antes” al “después” en sus prioridades al conocer a Cristo. Básicamente, Pablo escribe: “¡Cuánto han cambiado mis valores!” o “¡Cuánto han cambiado mis ambiciones!” (ver Filipenses 3:7-11, traducción de la paráfrasis de J. B. Phillips). La tercera parte de la receta de Pablo para comprobar en la práctica que el plan de Dios para nuestra vida es bueno y satisface todas sus exigencias es su exhortación de que experimentemos esa transformación que renueva por completo nuestra mente. En resumen, su receta para descubrir y vivir en la práctica la perfecta voluntad de Dios para nuestra vida es comprometer nuestra voluntad, moldear nuestros valores según la imagen de su Hijo, y convertir nuestra mente. Entonces, hallaremos la respuesta a la pregunta que Pablo le hizo a Jesús cuando lo conoció: “Señor, ¿qué quieres que haga?” (Hechos 9:6). El apóstol no cambia de tema cuando pasa directamente a hablar sobre los dones espirituales. Su inspirada lógica es que, si descubrimos nuestros dones espirituales y los entregamos a Dios, esa disciplina espiritual nos llevará al centro de su buena, aceptable y perfecta voluntad para nuestra vida. Pablo escribe: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada...” (vv. 3-6). En su frase inicial, Pablo deja en claro que está instruyéndonos para que apliquemos toda la enseñanza de esta carta, primero que nada, a nosotros mismos. Cuando escribe: “a cada cual
  • 6. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 6 que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener”, plantea la pregunta: ¿Cómo debemos pensar de nosotros mismos, como creyentes? ¿Qué dice la Biblia sobre cuál es la forma correcta de pensar de nosotros mismos? Una delegación fue enviada al desierto para formularle a Juan el Bautista la siguiente pregunta: “¿Qué dices de ti mismo?” (Juan 1:22). Según Jesús, este hombre fue el más grande que jamás haya nacido (Lucas 7:28; Mateo 11:11). Vemos una clave de su grandeza en la forma en que respondió esa pregunta. Básicamente, respondió que él era quien la voluntad de Dios deseaba que fuera, era lo que la voluntad de Dios deseaba que fuera, y estaba donde la voluntad de Dios deseaba que estuviera. En otras palabras, estaba haciendo la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, para su vida. Me pregunto cómo responde usted esa pregunta. ¿Qué dice usted acerca de quién es usted mismo? Es muy importante que tengamos la respuesta correcta para esa pregunta. No debemos confundir el concepto bíblico del “ser” con lo que la Biblia llama “la carne”. Según un erudito bíblico, la carne es “la naturaleza humana sin ayuda de Dios”. Otro estudioso que respeto mucho escribió: “La carne puede manejarnos y esclavizarnos, pero el ‘ser’ que la carne maneja y esclaviza no es la carne”. Cuando Pablo usa este concepto, no se refiere a lo mismo que cuando habla de “la carne”, “el viejo hombre” o “la vieja naturaleza”. Si hacemos un estudio de las palabras griegas que se utilizan para referirse al “ser”, la identidad de la persona, en el Nuevo Testamento, en todas sus formas, veremos que Jesús y Pablo las utilizan con frecuencia, pero nunca a la ligera. Yo he hecho tal estudio, pero antes de resumir sus resultados, es muy importante que tengamos una definición de aquello a lo que Pablo y otros escritores del Nuevo Testamento se refieren cuando hablan de esto. El concepto de la identidad en el Nuevo Testamento significa ‘la singularidad creada y dada por Dios, la individualidad de una persona que la distingue de toda otra persona viva’. Este concepto, en todas sus formas, hace énfasis en el carácter sagrado de la individualidad. La Biblia enseña en toda su extensión que Dios rompe el molde cada vez que crea a un ser humano. Con esta perspectiva, veamos, entonces, algunos usos de este concepto en las enseñanzas de Jesús y el apóstol Pablo. En su parábola sobre el hijo pródigo, cuando las consecuencias de la prodigalidad del hijo perdido lo llevan a trabajar en un chiquero, él se da cuenta de que no es un cerdo. Está en un chiquero, y desea poder comer la comida que debe darles a los cerdos, pero no es un cerdo; ¡es un hijo, y su lugar no es un chiquero! Su lugar es la casa de su padre, así que toma la decisión de dejar ese chiquero y regresar a su padre, a la casa de su padre. Jesús describe la decisión que toma el hijo pródigo de esta forma: “Y volviendo en sí, dijo...” (Lucas 15:17). Decidió regresar a la casa y al amor de su padre, donde sería la persona que había nacido para ser. El apóstol Pablo escribe una carta a Timoteo en la que le dice a su hijo en la fe cómo aconsejar a una persona difícil. Él llama a Timoteo “siervo del Señor”. Pablo sostiene que el problema de las personas difíciles es que ellas “se oponen” [a sí mismas]. Según
  • 7. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 7 Pablo, el objetivo de este aconsejamiento es que Timoteo sea un instrumento a través del cual estas personas puedan “recuperarse a sí mismas” y salir del engaño del diablo. La dura realidad del problema de estas personas difíciles es que han sido tomadas cautivas por el maligno (2 Timoteo 2:23-26). Pablo instruye a Timoteo para que se gane el derecho de ser escuchado por estas personas y lo mantenga, por medio de la práctica de tres elementos del fruto del Espíritu: mansedumbre, bondad y paciencia. Entonces, Timoteo tendrá oportunidad de instruir a estas personas que están en oposición contra ellas mismas. Si Dios les da espíritu de arrepentimiento, y reconocen la verdad que Timoteo ha puesto delante de ellas, podrán sustraerse al engaño del diablo que las ha tomado cautivas a su voluntad. La importancia de esta fascinante instrucción sobre el aconsejamiento es la forma en que Pablo describe el problema de la persona que se opone y luego se recupera a sí misma. Pablo confronta a los corintios por pensar acerca de sí mismos de manera incorrecta. “Al medirse con su propia medida y compararse unos con otros, no saben lo que hacen”, dice Pablo (2 Corintios 10:12, NVI). No debemos medirnos a nosotros mismos con nuestra propia medida, ni compararnos con otros. No descubriremos la singularidad ni la individualidad que Dios ha planeado para nosotros si nos comparamos con lo que Dios ha planeado para otros. Pablo repite algo ya expresado por Jesús cuando escribe que no debemos compararnos con otros. En el último capítulo del Evangelio de Juan, Jesús le dijo a Pedro que él iba a morir por su Señor. Si la tradición de la iglesia sobre la muerte de Pedro es correcta, esto significa que Jesús le dijo a Pedro que iba a ser crucificado cabeza abajo. Pedro respondió a esta noticia señalando con el índice por sobre su hombro a Juan, y preguntando: “¿Y qué sucederá con él?”. Jesús le respondió, básicamente, a Pedro, que el plan que Él tenía para Juan no era de su incumbencia (Juan 21:21, 22). Si no debemos medirnos a nosotros mismos con nuestra propia medida ni compararnos con otros, ¿cómo debemos medirnos? Pablo responde esta pregunta cuando desafía a Timoteo a tener cuidado de sí mismo y de la doctrina (1 Timoteo 4:16). Estas palabras, en griego, significan que Timoteo debía mantener un ojo vigilante sobre sí mismo. Debía medirse continuamente con la Palabra de Dios. Esta instrucción conlleva una gran promesa. Si Timoteo compara su vida continuamente con la Biblia, y aplica continuamente la Biblia a su vida, experimentará la salvación y llevará a otros a ella. Jesús enseña que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:35- 40). Nuestro Señor estaba enseñando, básicamente, que debemos amar a Dios completamente, amar a nuestro prójimo incondicionalmente, y amarnos a nosotros mismos correctamente. Esto no significa que nos amemos tanto que cada vez que pasemos frente a un espejo nos detengamos para alabarnos. Simplemente, significa que debemos amar lo que Dios ama. Dios nos ama incondicionalmente, y nosotros debemos amar la nueva creación en
  • 8. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 8 la que nos hemos convertido y nos estamos convirtiendo a medida que caminamos con Cristo. Pablo piensa en este mismo contexto cuando indica a los corintios, y a usted y a mí, que se recomienden “a toda conciencia humana delante de Dios” (2 Corintios 4:2). Cuando las personas ven lo que Cristo ha hecho al transformar nuestra vida en algo hermoso, están contemplando la obra creativa de Dios (Efesios 2:10). Al dar testimonio de ese milagro, de hecho, deberíamos decir: “¿Qué piensas de lo que Jesús ha hecho por mí? ¿No es un milagro?”. Jesús enseña que debemos negarnos a nosotros mismos. Pero, dentro del contexto de su enseñanza sobre el negarnos a nosotros mismos, enseña también que, si ganamos todo el mundo y nos perdemos a nosotros mismos, hemos hecho un muy mal negocio. Su enseñanza es, obviamente, que, hagamos lo que hagamos, nunca debemos perdernos ni entregarnos a nosotros mismos a cambio de nada (Lucas 9:23-25). Además, Jesús preguntó: “¿Qué dará el hombre a cambio de sí mismo?”. Una respuesta que encontramos en la Biblia a esta pregunta es: ¡un plato de guiso! Cuando Esaú vendió su primogenitura a Jacob por un plato de guiso, tenemos una ilustración de esta enseñanza de Jesús (Génesis 25:29-34). Estos son algunos ejemplos de cómo la Biblia nos dice que debemos pensar de nosotros mismos. Pablo comienza su instrucción sobre cómo debemos pensar de nosotros mismos escribiendo que la gracia de Dios lo ha capacitado para compartir con nosotros algunos conceptos sobre los dones espirituales que el Cristo vivo y resucitado da a su pueblo a través del Espíritu Santo. Vez tras vez, Pablo declara: “Por gracia de Dios soy lo que soy” (ver 1 Corintios 15:10). Como he señalado, Pablo da esta enseñanza sobre los dones espirituales aquí porque cree que nuestros dones espirituales nos llevarán a la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios para nuestras vidas. La entrega incondicional, la renovación de nuestra mente por medio de la transformación, la vida santa y el descubrimiento de nuestros dones espirituales nos llevarán a un punto en el que tendremos las respuestas correctas para las preguntas definitorias de Dios sobre nuestra vida, que nos muestran quiénes quiere Dios que seamos, y dónde quiere que estemos. Según Pablo, los dones espirituales son una expresión de la gracia de Dios. Coincidentemente con nuestra definición del “ser” de una persona, y con lo que él escribió de lo que debemos pensar de nosotros mismos, estos dones son diferentes entre sí, por gracia de Dios. Cuando los creyentes de una iglesia tienen dones, estos dones son diferentes y los hacen diferentes entre sí. Cuando vemos una iglesia controlada por el Espíritu, es decir, una iglesia con dones, nos impresiona la sorprendente diversidad de cada miembro de esa iglesia. Dios sabe que, si dos personas fueran exactamente iguales, una de ellas sería innecesaria. Por tanto, está comprometido con la singularidad y la individualidad de cada creyente, que lo hace distinto de todos los demás; y todos somos necesarios. Nadie tiene todos estos dones espirituales. Por tanto, sin los creyentes que tienen los dones espirituales que nosotros no tenemos, estamos incompletos.
  • 9. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 9 Pablo enfatiza también el concepto de unidad al relatar cómo los dones espirituales son dados a una iglesia local (1 Corintios 12). Dado que estos dos principios de diversidad y unidad parecen ser opuestos —otra de las proposiciones en que parece que se tratara de una opción u otra— Pablo utiliza la metáfora del cuerpo para explicar la naturaleza y función de los dones que se ponen en práctica en una iglesia local. El gran apóstol que plantó la iglesia neotestamentaria en este mundo comparte esta verdad de manera más completa en otras cartas. Presenta la enseñanza sobre los dones espirituales en este contexto porque cree que nos ayudarán a saber cómo pensar sobre nosotros mismos, y nos guiará a la voluntad de Dios para nuestras vidas. Nos da algunos ejemplos de dones espirituales cuando escribe: “Si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (vv. 6-8). En estos tres versículos, Pablo nos da siete ejemplos de dones espirituales. Profetizar significa hablar por Dios o ser una persona a través de la cual Dios habla. La palabra está compuesta por dos términos que significan ‘estar delante’ y ‘hacer brillar’. Aunque los profetas solían recibir revelaciones especiales y predecir hechos futuros, eran más que “pronosticadores espirituales” que decían lo que iba a suceder. Muchas veces, no se tiene en cuenta que los profetas fueron, fundamentalmente, los grandes predicadores del período de la historia hebrea cubierto por el Antiguo Testamento. Jesús proclamó que Juan el Bautista fue el más grande profeta que jamás haya vivido. Él llegó predicando los mensajes de Isaías. Estoy convencido de que el don espiritual de la profecía es, fundamentalmente, el don de proclamar la Palabra de Dios. La exhortación es parte de este don, porque quienes predican suelen exhortar a los creyentes a obedecer y aplicar la Palabra de Dios que ellos han predicado. En un sentido más amplio, siempre que Dios habla a otra persona por medio de nosotros, estamos ejerciendo el don de profecía. El ministerio o servicio es un don abarcador que puede relacionar la profecía con otros dones, como el de la enseñanza. Leemos que los apóstoles se dedicaron a “la oración y en el ministerio de la palabra” (Hechos 6:4). El ministerio de la Palabra puede darse en el contexto de la predicación, la enseñanza, o de ministrar la Palabra a una persona. Esto podría incluir lo que hoy llamamos aconsejamiento. Obviamente, estos dones se entrecruzan y funcionan juntos. No debemos pensar en términos de cuál es nuestro don espiritual, sino más bien qué conjunto de dones espirituales podríamos tener. Pablo también presenta los dones espirituales en sus cartas a los corintios y a la iglesia de Éfeso (1 Corintios 12:4-11; Efesios 4:11-13). Pedro da algunos ejemplos de dones espirituales en su primera carta (1 Pedro 4:10, 11). Cuando los dones espirituales son mencionados de esta forma en el Nuevo Testamento, las listas no son exhaustivas, sino simplemente enumeraciones de ejemplos de cómo se presentan los dones espirituales, cómo pueden ser identificados y
  • 10. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 10 cómo deben funcionar en una iglesia local. Si estudiamos todos los pasajes que mencionan dones espirituales de esta forma, se mencionan aproximadamente veintiún dones diferentes. Hay muchos dones espirituales en las vidas de los creyentes de nuestras iglesias que no se mencionan específicamente en el Nuevo Testamento. Pensemos en los muchos dones que implican el talento musical, que Dios utiliza dinámicamente para movilizar a las personas a la fe, la adoración y el servicio fructífero. Los dones espirituales suelen presentarse en conjuntos. Por ejemplo, la persona que tiene el don de enseñanza también tendría el don de sabiduría y discernimiento. Como he dicho ya, la exhortación va unida al don de profecía. Pablo señala que repartir, o dar, es un don espiritual. Obviamente, todos tenemos el privilegio, la responsabilidad y el mandato de dar. Pero hay algunos creyentes, en una iglesia local, que están especialmente dotados por la gracia de Dios para dar de formas muy especiales. No nos referimos únicamente a dar de su dinero y posesiones, sino también de su tiempo, amor y compasión hacia quienes están sufriendo o en necesidad. He conocido personas que eran ejemplos extraordinarios del don de dar. Otro don que Pablo identifica es el de la misericordia. Una vez más: a todos se nos desafía y se nos ordena que mostremos misericordia. Pero algunos creyentes tienen un don espiritual especial de misericordia que les da la carga y todo lo necesario para actuar con misericordia para quienes están sufriendo en este mundo. Dios suele usar el sufrimiento en sus propias vidas y les da la gracia para soportarlo. Cuando ellas experimentan el consuelo que su propio sufrimiento las obliga a buscar en Dios, se convierten en ministros de consuelo y tienen el don divino de la misericordia (2 Corintios 1:3, 4). Pablo señala que presidir, o liderar, es un don espiritual. Una definición muy sencilla de un líder es que es una persona que tiene seguidores. La gracia de Dios y el Espíritu Santo ungen a ciertos creyentes con un don que hace que la gente quiera seguirlos. Ese es el don de presidir, según Pablo. Quienes dan, deben dar con liberalidad; quienes son misericordiosos, deben hacerlo con alegría, y los que lideran o presiden, deben hacerlo con solicitud. Veamos a continuación algunos ejemplos de dones espirituales que Pablo menciona en sus otras inspiradas cartas, con una breve descripción de cada uno: Profecía: la capacidad de proclamar osadamente la Palabra de Dios. Ciencia: la capacidad de percibir y sistematizar los grandes hechos escondidos en la Palabra de Dios. Sabiduría: la capacidad de aplicar conceptos bíblicos a una situación específica. Enseñanza: la capacidad de impartir y compartir con otros los hechos y conceptos que los dones de ciencia y sabiduría descubren. Fe: la capacidad de ver lo que tiene que ser hecho y creer que Dios puede hacerlo a pesar de cualquier obstáculo.
  • 11. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 11 Discernimiento: la capacidad de discernir entre un espíritu de error y un espíritu de verdad antes que la diferencia quede demostrada de manera que todos la vean por los resultados. Ayudar: la capacidad de ayudar en caso de necesidad, de tal manera que fortalezca y anime a los demás espiritualmente. Exhortación: la capacidad de desafiar a las personas a aplicar la Palabra de Dios. Repartir: la capacidad de dar generosa y sabiamente para Dios y para la obra de Dios. Presidir: la capacidad para inspirar, guiar, organizar, delegar y supervisar la obra del Cristo vivo y resucitado. Misericordia: la capacidad de ser conducto del amor de Cristo relacionándose con los necesitados, demostrándoles empatía y compasión, y dándoles aliento. Dones de sanidades: la capacidad de ser canales de la sanidad de Dios, natural o sobrenatural, en cuerpo, mente, alma, emociones y espíritu. Milagros: la capacidad de ser un canal a través del cual Dios obra, no tanto de forma contraria a las leyes naturales, sino según otras leyes superiores, desconocidas para nosotros. Dado que Pablo cree que estos dones nos conducirán a la perfecta voluntad de Dios para nuestra vida, y dado que hallar esa buena, agradable y perfecta voluntad de Dios es la principal aplicación que él hace de toda la profunda enseñanza de esta carta, simplemente, es necesario que sepamos cómo identificar y luego practicar los dones espirituales que el Cristo resucitado nos ha impartido por su gracia. Por tanto, quisiera compartir con usted algunas cosas que he aprendido sobre cómo hacer este descubrimiento tan importante. Aprendemos tres importantes principios de Juan el Bautista. Jesús dijo que este hombre extraordinario fue el más grande que jamás haya nacido (Mateo 11:11; Lucas 7:28). Quizá estos principios nos permitan conocer algunas de las claves de su grandeza. El primer principio es que debemos aprender a aceptar los límites de nuestras limitaciones. Juan el Bautista demostró este principio cuando pronunció su conocida afirmación: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30). En la introducción al Evangelio de Juan, leemos muchas veces que Juan el Bautista “no era”. Jesús era, pero Juan el Bautista no era. Cuando Juan el Bautista realiza su extraordinario ministerio y le preguntan si él es el Mesías, responde: “No lo soy”. Más tarde, cuando le dicen que todos ahora siguen a Jesús y escuchan su predicación, Juan responde: “Yo les dije que no soy el Mesías. Él es el Esposo, y esas personas son su esposa. Yo solo soy un buen amigo que está en la boda” (ver Juan 3:29). Un segundo principio que aprendemos de Juan es que debemos aceptar la responsabilidad por nuestras capacidades. Juan sabía quién no era, y también sabía quién era, qué era y dónde había sido llamado a estar. Cuando le preguntaron “¿Qué dices de ti mismo?”, él solo quiso hablar de Jesús. Pero lo presionaron para que respondiera, hasta que, finalmente, dijo, palabras más, palabras menos: “Soy la voz de alguien que grita en el desierto: ¡Preparen el
  • 12. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 12 camino del Señor! Eso es quien he sido llamado a ser, lo que he sido llamado a ser, y el lugar al que he sido llamado, y por la gracia de Dios, es quien soy, es lo que soy y el lugar donde estoy”. Juan aceptaba los límites de sus limitaciones, pero también aceptaba la responsabilidad por las capacidades que Dios le había dado. Otra forma de hacer un inventario de dones espirituales es seguir estas claves para descubrirlos que aprendí de uno de mis mentores. Claves para descubrir dones espirituales: Familiarícese con las descripciones bíblicas de los dones espirituales. Crea que Dios le ha dado uno o más dones. Fíjese en lo que a usted le gusta más hacer, y lo hace bien. Tenga en claro la diferencia entre los dones espirituales y los naturales. Pida que otros lo ayuden a identificar sus dones espirituales. Busque ocasiones de practicar los dones que cree tener. Dese el tiempo necesario para tomar conciencia de los dones que cree tener y experimentar con ellos. Realice un culto de consagración para entregar todos esos dones y ministerios a Dios incondicionalmente, para su servicio y su gloria. Reflexione sobre los pasajes bíblicos que he mencionado antes sobre los dones espirituales. Dado que no existe ningún creyente nacido de nuevo que no haya recibido don alguno del Espíritu Santo, crea que tiene dones. En el gran capítulo de los dones escrito por Pablo (1 Corintios 12), observe la repetición de la palabra “todo” de principio a fin de esa enseñanza. Pablo repite, para dar mayor énfasis, que el Espíritu ha dado estos dones a todos los miembros del cuerpo de Cristo. Después, considere estas dos claves para realizar su inventario de dones espirituales. Dios, generalmente, nos da amor por el ministerio para el cual nuestros dones nos equipan. Así que fíjese en lo que usted realmente ama hacer para el Señor. También fíjese en lo que usted hace bien para el Señor. La siguiente clave es distinguir entre los dones espirituales y los naturales. Los dones naturales son talentos y aptitudes que tenemos desde antes de nacer de nuevo. Cuando los dones naturales se entregan al Señor, en cierto sentido, se convierten en dones espirituales. Pero hay dones en la vida de un creyente que no estaban en ella antes de que el Espíritu Santo convirtiera a su cuerpo en templo de Dios. En el Antiguo Testamento, cuando el templo estaba en proceso de construcción, leemos que el Espíritu Santo dio talentos prácticos para la construcción a personas que hoy consideraríamos comerciantes. Los dones espirituales no siempre —ni solamente— son los de la predicación, la enseñanza, el evangelismo y las sanidades. Pueden ser servicios muy prácticos que los creyentes ofrecen y realizan para el Señor. Usted descubrirá que estos dones se dividen en dos categorías: algunos son dones pastorales, y otros son lo que podríamos llamar dones “prácticos”. En el sexto capítulo del Libro
  • 13. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 13 de los Hechos se reconoce esta distinción. Los apóstoles llamaron a la elección de los primeros diáconos de la iglesia. Siete hombres fueron elegidos, y los apóstoles los comisionaron para que se ocuparan de los aspectos prácticos de la iglesia. Su estrategia era que quienes tenían dones pastorales, como los apóstoles, podrían, entonces, dedicarse continuamente a la oración y al ministerio de la Palabra de Dios. Esta decisión fue muy bendecida por el Señor de la iglesia, y toda la ciudad de Jerusalén recibió un dinámico impacto para Cristo. Para descubrir nuestros dones espirituales, necesitamos a los demás miembros de nuestra comunidad espiritual. Una de las claves más importantes para descubrir nuestros dones espirituales es medir el impacto de nuestra vida espiritual sobre los demás miembros de la iglesia. Si hay personas en la iglesia porque, cuando usted les habló del evangelio, ellas creyeron, usted tiene el don de evangelismo. Si los creyentes comprenden conceptos difíciles cuando usted enseña, usted tiene el don de la enseñanza. Si usted tiene el don de organizar y delegar en otros tareas desafiantes, tiene el don de administrar. Si los creyentes lo siguen cuando usted los desafía a hacer la obra del Señor, usted tiene el don del liderazgo. Cuando usted aplica dones como la misericordia y el don de ayudar, posiblemente llegue a descubrir cuáles son sus dones por la forma en que los creyentes de su iglesia responden a sus esfuerzos en esas áreas. ¿Cómo sabrá usted si tiene o no determinados dones espirituales, si nunca intenta servir en esas áreas? Puede ver por qué tenemos que tener fe para encontrar oportunidades para experimentar los dones que sospechamos que podríamos tener. ¿Cómo se sentiría usted si les diera regalos a sus familiares o amigos y ellos nunca abrieran los paquetes para ver lo que les ha regalado? ¿Cómo se sentirá el Señor, cuando nos ha dado dones espirituales, y nosotros nunca hacemos el esfuerzo de descubrir qué nos ha dado? Una oportunidad de enseñar una clase bíblica que no haya salido bien no significa que no tengamos el don de la enseñanza. Por eso, debemos darnos tiempo para descubrir, ejercitar y probar si tenemos o no ciertos dones espirituales. Finalmente, cuando hayamos identificado nuestro conjunto de dones, debemos realizar un culto de consagración en nuestro corazón y entregar esos dones al Señor que nos los dio. Esos dones son un regalo de Él para nosotros, y lo que hacemos con ellos es el regalo que nosotros le damos a Él. Lo que hacemos con ellos es, también, un regalo nuestro para nuestros hermanos y hermanas en Cristo, porque todos los dones del Espíritu son dados para bendecir y edificar a los demás miembros de nuestra iglesia (1 Corintios 12:7). Recordemos que Pablo presenta el tema de los dones espirituales aquí porque nos está mostrando cómo comprobar por medio de la experiencia que el plan de Dios para nosotros es bueno, satisface todas sus exigencias y nos hace avanzar hacia la madurez espiritual. El gran apóstol sabe que el hecho de que seamos justificados por fe y equipados con la gracia de Dios para vivir de manera recta también nos equipará con dones espirituales que nos
  • 14. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 14 permitan ministrar al tiempo que aplicamos toda la enseñanza de esta carta a nosotros mismos. De cierta forma, somos como cubos, porque nuestras vidas tienen seis lados. Tenemos un lado que mostramos al mundo. Otro lado lo mostramos a nuestros amigos. Otro lado está vuelto hacia nuestra familia. Quizá un cuarto lado se revela a nuestro cónyuge. Un quinto lado queda reservado para nosotros, y puede haber un sexto lado que no le mostramos a nadie más que a Dios. Podemos rotular estas dimensiones de nuestra vida diciendo que un lado es la persona que somos: nuestro carácter. El segundo lado sería la persona que creemos ser: nuestro ego. El tercer lado sería la persona que los demás creen que somos: nuestra reputación. El cuarto lado podría representar a la persona que nosotros pensamos que los demás creen que somos. Podría llamarse nuestro amor propio, valor propio o imagen propia. El quinto lado sería la persona que deseamos ser: nuestra ambición. Cuando nos convertimos en nuevas criaturas en Cristo, podríamos pensar en ello como nuestro sexto lado, el lado pecaminoso que Dios ve en su totalidad y que confesamos a Él cuando fuimos salvos. Esto se transformó en la persona que Dios desea que seamos en Cristo. Esta es la persona a la que la Biblia se refiere como el “ser” [el “yo mismo”]. Jesús se refirió a esa persona cuando nos dijo que jamás debemos perder nuestra alma o entregarnos a cambio de nada (Mateo 16:26). Esa es la persona que el hijo pródigo recuperó cuando “volvió en sí” en el chiquero (Lucas 15:11-32). Nunca recuperaremos esa identidad comparándonos con los demás. Fue esa identidad la que Pablo ordenó a Timoteo que midiera según la Palabra de Dios hasta que experimentara la salvación él mismo y llevara a otros a la salvación (1 Timoteo 4:16). Esa es la identidad a la que nunca debemos oponernos, sino que debemos continuamente recuperar por gracia de Dios, para salir del lazo del diablo. Esa es la persona en la que nos convertimos cuando comprobamos por experiencia la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios para nuestra vida (Romanos 12:2). Toda la enseñanza de esta profunda carta debe hallar su aplicación cuando, por la misericordia y la gracia de Dios, nos convertimos en una de esas nuevas criaturas de las que Pablo escribió cuando dijo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios” (2 Corintios 5:18, 19). Pablo, después, continúa esta sección de aplicación intensamente práctica de su obra maestra teológica escribiendo una larga lista de mandamientos, que hacen de este capítulo el de aplicación más realista de todos sus escritos. Mi parte favorita del capítulo 12 dice: “No tengamos un amor cristiano de imitación. Hagamos un corte genuino con el pecado, y una real dedicación al bien. Tengamos un afecto cálido y real unos por otros como hermanos, y la disposición de dejar que los demás se lleven el crédito. No dejemos que la pereza arruine nuestro trabajo, y mantengamos el fuego del espíritu encendido al hacer la obra de Dios” (vv. 9-11, traducción de la paráfrasis de J. B. Phillips).
  • 15. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 15 Una de las preguntas favoritas de los periodistas es: “¿Cómo le gustaría ser recordado?”. Mi respuesta a esa pregunta es que me gustaría ser recordado por ser genuino. En esta catarata de mandamientos profundamente prácticos, el tema que se repite es el concepto de ser seguidores de Jesucristo genuinos, no falsos ni hipócritas. Pablo comienza esta larga lista de mandamientos desafiando a los creyentes que han leído y comprendido esta carta a tener un amor cristiano genuino. Se refiere al amor que llama “fruto del Espíritu” en su carta a los gálatas (5:22, 23). Como ya hemos señalado, Pablo presenta bellamente un perfil de ese amor en el capítulo del amor que escribió a los corintios (13:4-7). Después, desafía a estos romanos a tener un arrepentimiento verdadero. Cuando los pecadores son justificados por la fe y reciben la gracia para vivir de manera recta, hacen un corte genuino con el mal y tienen una real dedicación al bien. Una de las señales más veraces de la conversión auténtica es el corte genuino con lo malo y la dedicación a vivir de manera recta y hacer lo correcto. Así glorificamos al Dios que justifica a los pecadores. A continuación, Pablo desafía a sus lectores a ser genuinos en su afecto fraternal mutuo. Básicamente, escribe: “Tengamos una verdadera hermandad” (Romanos 12:10). Cuando creemos en nuestro corazón y confesamos con nuestra boca que Jesús es Señor, todos los que han hecho esto mismo se convierten en nuestros hermanos en Cristo. Jesús prometió que quienes perdieran a sus hermanos, padres o madres biológicos por hacerse discípulos suyos recibirían padres, madres, hermanos espirituales al seguirlo (Marcos 10:29, 30). No solo debemos profesar esto, sino vivir como verdaderos hermanos. Pablo insiste en que tengamos una humildad real cuando escribe que deberíamos permitir que la otra persona se lleve el crédito por las cosas buenas que suceden en nuestra familia espiritual. Dios odia el orgullo (Proverbios 6:16-19). Por tanto, “cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:14). Después, exige que no haya pereza, y que mantengamos el fuego del Espíritu ardiendo cuando hacemos nuestro trabajo para Cristo. Ahora está pasando a las áreas de motivación, unción espiritual, nuestros parámetros de excelencia y nuestra efectividad en el servicio para Cristo. Quizá nos esté exhortando a aceptar el desafío que presentó en el capítulo 10, de ser quienes llevemos la buena noticia del evangelio a los perdidos. ¿Tenemos pasión por la Gran Comisión, y nos motiva el amor de Cristo, como a este gran apóstol? (2 Corintios 5:14). En las paredes de la sede de un conocido ministerio que tenía una gran cantidad de misioneros había un cartel que decía: “¿Sufre usted de exceso de trabajo, o de falta de motivación?”. Las aplicaciones continúan: “Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan. Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran. Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios
  • 16. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 16 con los humildes. No se crean los únicos que saben” (Romanos 12:12-16, NVI). En estos versículos, Pablo ordena a los creyentes que tengan una genuina perspectiva y fe en los valores eternos. También los llama a perseverar realmente en las difíciles pruebas que enfrentaban y enfrentarían en el futuro. En ese contexto, desafía a los santos sufrientes a hacer de la oración un verdadero hábito en sus vidas diarias. Exhorta a los creyentes a practicar una hospitalidad genuina y una empatía y compasión reales hacia aquellos con quienes comparten una comida y a quienes ofrecen un lecho para descansar. Su comunión y unidad genuinas deben incluir a las personas comunes. Para cultivar esa unidad en Cristo, no deben ser inflexibles en cuanto a sus opiniones. Un prejuicioso es un orador sordo. No escucha lo que los demás le dicen. Pablo, después, continúa con aplicaciones que se dirigen fundamentalmente hacia las relaciones de aquellos creyentes (y de nosotros) con los no creyentes: “No paguen a nadie mal por mal. No digan: ‘No importa lo que piense la gente’, sino asegúrense de que su comportamiento público no sea causa de ningún reproche. En lo que a su responsabilidad respecta, vivan en paz con todos. Nunca se venguen por sí mismos, queridos amigos: den un paso atrás y permitan que Dios tome venganza, si desea hacerlo. Porque está escrito: ‘La venganza me corresponde a mí: yo le daré a cada uno su merecido’. “Y estas son palabras de Dios: ‘Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; porque, al hacerlo, acumularás ascuas de fuego sobre su cabeza’. No se dejen vencer por el mal. Tomen la ofensiva: ¡venzan el mal con el bien!” (vv. 17-21, traducción de la paráfrasis de J. B. Phillips). En los versículos 12 al 16, las aplicaciones estaban, principalmente, dirigidas a las relaciones en la iglesia, con otros creyentes. En los versículos 17 al 21, Pablo prescribe aplicaciones que se refieren principalmente a las relaciones que los creyentes tienen con el mundo exterior. Esto incluye a quienes perseguían a los creyentes romanos, como las autoridades religiosas y los militares romanos que cumplían las órdenes de emperadores locos como Nerón. Jamás debemos permitirnos pensar que no importa lo que los no creyentes piensen de nosotros como creyentes. El mandamiento, aquí, es que nos aseguremos de que nuestra integridad en todos los tratos con las personas seculares no dé motivo alguno a críticas. Pablo, básicamente, dice: “Demostremos verdadera integridad en nuestras relaciones con las personas de este mundo”. Pablo ordena, enfáticamente, que nunca devuelvan mal por mal cuando son perseguidos. En este pasaje, Pablo simplemente está aplicando la enseñanza que Jesús dio en aquel monte de Galilea, diciendo que, cuando alguien lo golpee en una mejilla, el discípulo no debe resistirse al mal, sino presentar la otra mejilla (Mateo 5:39). En este contexto, consideremos la profunda redacción de este mandamiento: “Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos” (Romanos 12:18, NVI). No podemos controlar lo que la otra persona que se relaciona con nosotros vaya a hacer. Por lo
  • 17. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 17 tanto, no somos responsables por sus acciones. Con la ayuda de Dios, podemos controlar lo que nosotros hacemos en esas relaciones. Por lo tanto, debemos decidir que, en lo que a nuestra responsabilidad respecta, habrá paz en esa relación. Nuestra responsabilidad tiene un principio y un final. Este principio de saber dónde comienza y dónde termina nuestra responsabilidad puede quitarnos mucha ansiedad al vivir en este mundo. El pasaje concluye recordándonos que la venganza pertenece al Señor. Varios pasajes del Antiguo Testamento son citados para recordarnos que, cuando tomamos venganza por nuestra propia mano, jugamos a ser Dios. Una vez más, en el espíritu del Sermón del Monte, Pablo no solo prohíbe la venganza, sino ordena que alimentemos a nuestro enemigo y le demos agua cuando tenga sed. En los tres primeros siglos de la iglesia, era ilegal ser cristiano. Una de las más grandes dinámicas en el testimonio de la iglesia perseguida que resuena a través de los siglos hasta nosotros en la actualidad se resume en las palabras finales de este capítulo: “Tomen la ofensiva: ¡venzan el mal con el bien!”.
  • 18. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 18 Capítulo 2 Servidores de Dios (13:1-14) “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra” (13:1-7). Esta sección de gran aplicación práctica de la carta más importante de Pablo comenzó exhortándonos a aplicar todas las inspiradas enseñanzas del apóstol a nosotros mismos, a los hermanos de nuestra comunidad espiritual, y finalmente a los no creyentes de nuestra cultura. Pablo ahora nos exhorta a aplicar la sección doctrinal de esta carta (capítulos 1 al 11) a las autoridades que nos gobiernan. En otras palabras, nos ordena que apliquemos su obra teológica maestra a nuestra responsabilidad de ser buenos ciudadanos de las comunidades y del país en el que vivimos como discípulos de Jesucristo. Este capítulo 13 es una afirmación breve, pero contundente, sobre el cristiano como ciudadano. Pablo escribe a la iglesia de Filipos que nuestra verdadera ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3:20). Como señalé en mi comentario sobre el capítulo 10, cada año, los ciudadanos romanos debían arrojar una pizca de incienso al fuego y confesar: “¡César es el Señor!”. Miles de creyentes murieron por no practicar ese compromiso de lealtad al César. La inspirada confesión que les costó sus vidas fue la base doctrinal de la iglesia del Nuevo Testamento: “¡Jesús es el Señor!” (1 Corintios 12:3). Declaramos nuestra lealtad principal y suprema cada vez que confesamos que Jesús es el Señor (Romanos 10:9). Pero millones de creyentes viven sus vidas aquí en la tierra como ciudadanos de una nación. Este capítulo trata la forma en que los ciudadanos del cielo que vivían en Roma debían aplicar las enseñanzas de esta carta a las autoridades gobernantes en la ciudad capital del Imperio Romano, personas inmorales, injustas y corruptas. Obviamente, nosotros debemos hacer las aplicaciones que correspondan a las autoridades que gobiernan en nuestro país, ciudad, pueblo o comunidad rural. Pablo comienza este capítulo con una declaración sorprendente. Escribe: “No hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. Tres veces, en estos siete versículos, Pablo llama a quienes hacen cumplir las leyes del Imperio
  • 19. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 19 Romano “servidores de Dios”. Cuando Pablo declaró que quienes tienen la autoridad para gobernar, la reciben por voluntad de Dios, el trono del Imperio Romano era ocupado por el malvado y alienado emperador Nerón. El profeta Daniel declara esta verdad de manera inequívoca. Cuando era apenas un adolescente, Daniel estuvo en presencia de uno de los emperadores totalitarios más grandes y poderosos que jamás haya vivido, y declaró que Dios quita reyes y pone reyes (ver Daniel 2:21). El cuarto capítulo de Daniel es uno de los más sorprendentes de toda la Biblia, dado que constituye la confesión de fe del emperador Nabucodonosor, que gobernó el imperio del mundo babilónico. Daniel le ofreció pruebas de Dios a Nabucodonosor durante muchos años, hasta que Dios afligió al emperador de Babilonia con la locura. Nabucodonosor pasó siete años en los campos, como un animal, hasta que Dios lo hizo reconocer que “el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres” (Daniel 4:17). En la actualidad, hay millones de creyentes que viven bajo el gobierno y la autoridad de dictadores malvados, injustos, crueles. Estas enseñanzas de Pablo se aplican a ellos de la misma manera que se aplicaban a los creyentes para quienes fueron escritas originalmente. Pablo enseña que no debemos resistir a estos gobernantes porque, si lo hacemos, estamos resistiéndonos a lo que Dios ha ordenado. Y agrega que quienes se resisten, acarrean juicio sobre sí mismos. Su razonamiento es que aun gobernantes como estos no son causa de terror para quienes hacen el bien, sino para quienes hacen el mal. El ciudadano que cumple con la ley no tiene porqué temerles. Si no queremos tener miedo de estas autoridades, debemos obedecer la ley. El gobernante que hace cumplir la ley es bueno para el buen ciudadano. Tres veces, Pablo declara que esta autoridad es un “servidor de Dios” para el bien de quienes desean vivir vidas buenas y pacíficas. Pero también presenta la advertencia de que, si quebrantamos la ley, esta autoridad que gobierna para la paz usará su espada contra nosotros. Y declara que, cuando ese gobernante usa su espada contra quienes quebrantan las leyes, está actuando como servidor de Dios. En ese contexto, Pablo vuelve al tema de la ira de Dios. En el primer capítulo, declaró que “la ira de Dios se revela contra toda impiedad e injusticia de los hombres” por medio del evangelio que él predicaba. Es la ira futura de Dios, que será aplicada en el juicio venidero. Pero, en este pasaje, habla de una ira presente de Dios contra quienes quebrantan las leyes que Él ha instituido. Esta ira de Dios presente es expresada y aplicada por medio de las autoridades gobernantes. La referencia a las autoridades puede ser a la policía o, en un nivel más elevado de aplicación, a los militares, que son utilizados cuando las autoridades policiales locales enfrentan una situación que no pueden manejar. En la Biblia hay argumentos contundentes a favor de quienes se oponen a la guerra y se declaran pacifistas. Tengo un gran respeto por quien es un sincero pacifista. Yo no soy
  • 20. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 20 pacifista, y mis razones se encuentran en los primeros siete versículos de este capítulo. Hay dos observaciones muy importantes que debemos hacer sobre estos versículos. La primera es que no son la única enseñanza que la Biblia tiene sobre este tema. Una segunda observación es que lo que Pablo escribe aquí acerca de que la autoridad gobernante es servidora de Dios no siempre se aplica. También hay firmes argumentos a favor de lo que llamamos “desobediencia civil”. En los comienzos mismos de la iglesia, las autoridades religiosas ordenaron a los apóstoles que no predicaran a Cristo. La primera vez que esto sucedió, los discípulos de Jesús respondieron, básicamente, que solo las reconocidas autoridades religiosas que habían dictado esa orden eran suficientemente sabias como para saber si debían obedecer a Dios o a los hombres. Pero la siguiente vez que se les prohíbe predicar a Cristo, ellos responden inmediatamente: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (ver Hechos 4:19; 5:29). Este suceso nos enseña que puede llegar el momento, en la vida de un creyente, en que la respuesta adecuada a una autoridad corrupta sea la desobediencia civil. Cuando las autoridades religiosas le preguntaron a Jesús si era correcto pagar impuestos al César, Jesús dio una profunda enseñanza sobre las obligaciones del creyente devoto como ciudadano (Mateo 22:17-21). Estos líderes religiosos estaban tratando de desprestigiar a Jesús, y le hicieron una pregunta que creían que no podía responder. Si Jesús decía que era equivocado pagar impuestos a Roma, los soldados romanos que estaban presentes en el templo cuando esta pregunta fue formulada lo arrestarían inmediatamente. Si decía que era correcto pagar esos impuestos, los judíos se sentirían ofendidos, especialmente los celotes, que creían en continuar la resistencia contra Roma. Jesús pidió una moneda y la sostuvo en alto mientras preguntaba: “¿De quién es la imagen que se ve en esta moneda?”. “Del César”, le contestaron. Entonces vino su respuesta, sabia y profunda: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). Como en todas las enseñanzas de Jesús, “las cosas simples son las más importantes, y las cosas importantes son las más simples”. La moneda tenía la imagen del César estampada en ella, así que, dale el dinero al César. Tú tienes la imagen de Dios estampada en ti, así que, entrégate a Dios. En otras palabras, paguemos los impuestos, pero entreguemos nuestra lealtad total a Dios. Algunas veces, el César nos pedirá algo que pertenece a Dios. Cuando lo haga, no podemos ponerlo primero y entregarnos a él. No solo debemos obedecer las leyes del César porque, si no lo hacemos, experimentaremos la ira de Dios en manos de las autoridades gobernantes. Debemos obedecer las leyes y ser buenos ciudadanos por razones de conciencia. El creyente debe obedecer la ley porque es correcto hacerlo. Su conciencia lo acusará si no obedece la ley como buen ciudadano. Debemos pagar los impuestos y nunca guardarnos lo que debemos. Un hombre estadounidense le envió una carta a la Dirección General Impositiva de su país, que decía: “Les envío quinientos
  • 21. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 21 dólares que debo, porque hace quince años alteré los cálculos en mi impuesto a las ganancias, y mi conciencia me persigue: ya no puedo dormir de noche. Si sigo sin dormir, les enviaré el resto de lo que les debo”. Las aplicaciones para nosotros, en este capítulo, son obvias. Hace miles de años que los gobiernos cobran impuestos de sus ciudadanos. Jesús y Pablo enseñan que debemos pagar los impuestos. Pablo escribe, también, que debemos honrar y temer a quienes corresponde. Pedro también nos exhorta a honrar al rey, la máxima autoridad gobernante (1 Pedro 2:17). Pablo, después, vuelve a los mandamientos de aplicación práctica, como los que compartió con nosotros en el capítulo 12: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:8-10). Pablo elabora, vez tras vez, sobre la enseñanza de Jesús. Su Señor declaró que Él había venido a cumplir la Ley de Moisés y de Dios (Mateo 5:17-20). Lo hizo pasando la Ley de Dios por el prisma del amor de Dios antes de aplicarla a las vidas del pueblo de Dios. Pablo se refiere a esto en otro lugar como “el espíritu de la ley” (2 Corintios 3:6). Si amamos a nuestro prójimo, no quebrantaremos ninguno de los mandamientos que le conciernen. En estos versículos, Pablo explica lo que quiere decir al hablar del espíritu de la Ley y lo que Jesús quiso decir cuando dijo que Él había venido a cumplir la Ley. Al llegar al final del capítulo, las aplicaciones prácticas continúan: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (vv. 11-14). Pablo escribe que la noche ya casi termina y se aproxima el día. Jesús era la Luz del mundo y, mientras Él estuvo en este mundo, fue de día, espiritualmente hablando. Pedro escribió que cuando nos acercamos a la Palabra de Dios en medio de nuestra oscuridad espiritual, suceden dos cosas: el Día amanece y el Lucero de la Mañana se levanta en nuestro corazón (2 Pedro 1:19). Cuando hemos vivido el nuevo nacimiento al que se refieren estas dos hermosas metáforas, tenemos la capacidad de ser luz y de ser luces en el mundo (Mateo 5:14; Filipenses 2:14-16). Se nos exhorta a ser luz del mundo y a ser luces en el mundo hasta que Jesús regrese (Mateo 5:16; Filipenses 2:15). Cuando Él regrese, será un amanecer espiritual para este mundo. El apóstol Pablo nos dice que el día está más cerca que cuando recién creímos y que, de hecho, está a las puertas. Al decir esto, no solo se refiere al regreso del Señor. Está desafiando a los
  • 22. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 22 creyentes a aplicar sus exhortaciones de amar mientras es de día, porque llega la noche, cuando no podrán amarse unos a otros ni amar a las personas sufrientes que los rodean. Jesús expresó y fue modelo de esta misma exhortación a sus discípulos cuando dijo: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4). Muchas religiones y muchos poetas describen a la muerte como un sueño. La Biblia describe a la vida como el sueño, y la muerte como nuestro despertar (Salmos 90:5). Pablo, obviamente, está pensando en el regreso de Cristo y el fin de nuestras vidas cuando escribe estas hermosas exhortaciones. Nos desafía a despertar, despojarnos de nuestra vieja naturaleza, vestirnos y andar como es debido. Cuando escribe a los efesios, Pablo utiliza estas mismas metáforas en mayor detalle (Efesios 4:24-5:17). Cuando nos levantamos por la mañana, muchos de nosotros nos quitamos la ropa con la que dormimos, vamos a nuestro guardarropa y elegimos lo que vamos a vestir ese día. Pablo usa esta metáfora para decirnos que todos los días tenemos dos opciones. Podemos vestirnos con los harapos de la vieja vida, o elegir las vestiduras de nuestra nueva vida. Pablo enumera estos harapos y estas vestiduras con gran detalle. Los harapos de la vieja vida son cosas como ira, enojo, amargura, malicia, comunicaciones corrompidas, mentiras, robos y pecados sexuales. También habla de las vestiduras de la nueva vida, que son verdad, comunicación que edifica y ministra gracia a la otra persona, amor, afecto fraternal y perdón mutuo. En este pasaje, Pablo nos da una versión abreviada de esta misma metáfora. Los harapos de la vieja vida, que debemos quitarnos, son glotonerías y borracheras, lujurias y lascivias, contiendas y envidia, los deseos de la carne. Debemos revestirnos del Señor Jesucristo y no hacer provisión para la carne (la naturaleza humana sin ayuda de Dios) y sus deseos. Este pasaje se hizo famoso con la conversión de San Agustín, que vivió en el siglo cuarto. Él vivía una vida alocada y cometía toda clase de pecados sexuales. Un día, estaba en un jardín, con un amigo, expresando su desesperación y lamentándose por sus repetidos y vanos intentos de cambiar su comportamiento moral. En el jardín contiguo, al otro lado de la pared, había niños jugando. Agustín creyó escuchar la voz de un niño que le decía: “¡Toma y lee!”. En una mesa cercana, había un ejemplar de esta Carta de Pablo a los Romanos. Agustín la tomó y leyó: “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Romanos 13:13,14). En ese preciso instante, Cristo entró en la vida de Agustín. Este se convirtió en un hombre cambiado, uno de los cristianos más grandes que haya vivido jamás. Fue un firme líder de la iglesia en el norte de África, y por medio de sus escritos ha bendecido a millones de creyentes de todo el mundo desde el siglo cuarto. Pablo no esperó hasta el capítulo 12 para comenzar a hacer aplicaciones de su enseñanza en esta carta. En el capítulo 5 hizo la aplicación de que los pecadores que han sido declarados justos deben
  • 23. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 23 vivir rectamente, y les mostró cómo hacerlo. Fue una versión abreviada de la aplicación que ahora desarrolla en mayor detalle. No debemos hacer provisión para la carne —nuestra naturaleza humana sin ayuda de Dios— y no debemos ser movidos a satisfacer la lujuria de nuestra carne. Aunque estas palabras tienen una aplicación más amplia que solo los pecados sexuales, Pablo se refiere principalmente a ellos. El apóstol escribió mucho a la iglesia de Corinto sobre sus pecados sexuales. Los creyentes corintios tenían grandes luchas en esa área de su vida espiritual, porque la ciudad de Corinto era sinónima de impureza sexual. La adoración de ídolos era prominente allí, y dado que algunos consideraban que su dios era el origen del amor erótico, la adoración de ese ídolo implicaba un elaborado sistema de prostitución, lo cual incluía perversiones con homosexuales y prostitución infantil. Muchos de los corintios que eran parte de la iglesia que Pablo estableció allí habían participado de esas inmoralidades antes de convertirse. Ahora, Pablo los confronta, como seguidores de Cristo, por su impureza sexual y les pregunta: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19, 20). Básicamente, les escribe: “¡Sus cuerpos no fueron hechos para el sexo, sino para Dios!”. Estas mismas condiciones prevalecían en todo el Imperio Romano, y Pablo confronta esta clase de pecado sexual cuando escribe la aplicación: “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”. Capítulo 3 Disputas entre discípulos (14:1-15:13) “Vivir en el cielo con santos amados, ¡oh!, eso será la gloria. Pero vivir aquí con los santos conocidos, ¡eso es otra historia!”. Hace cincuenta años que soy pastor. Cualquiera que haya tenido la responsabilidad del cuidado pastoral del pueblo del Señor por tanto tiempo sabe que puede llegar a ser muy difícil vivir aquí abajo con los santos que conocemos. Siempre fue así. Cuando estudiamos las cartas de Pablo, es dolorosamente obvio que las iglesias que él estableció no eran perfectas. Sus dos cartas a los corintios lo dejan perfectamente en claro. El capítulo 14 de esta Carta a los Romanos demuestra que los discípulos de Roma no tenían una iglesia perfecta, porque eran santos imperfectos. Cuando había algún problema en las iglesias que él había establecido, ese problema daba origen a una obra maestra de este apóstol, que escribió inspiradas soluciones para tales problemas. Gracias a que los judíos fueron después que Pablo y confundieron a los creyentes de una iglesia, enseñando que los creyentes gentiles
  • 24. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 24 debían ser justificados por medio de la observancia de la Ley, nosotros podemos ahora disfrutar de otra obra maestra sobre la justificación por la fe, una versión en miniatura de esta Carta a los Romanos: la Carta de Pablo a los Gálatas. Los creyentes de Corinto tenían preguntas intelectuales sobre la resurrección. Estas preguntas dieron origen al gran capítulo sobre la resurrección de la Biblia y dos capítulos que podríamos titular “La resurrección aplicada” (1 Corintios 15; 2 Corintios 4, 5). Esa misma iglesia no sabía amar y estaba confundida con respecto de la función del Espíritu Santo en la iglesia. Por lo tanto, tenemos el gran capítulo sobre el amor en la Biblia y los capítulos precedente y siguiente, que son obras maestras sobre el tema de la función del Espíritu Santo en una iglesia (1 Corintios 12 y 14). Las disputas entre los discípulos de Roma motivan a que Pablo escriba este capítulo que es una obra maestra que podríamos titular “El amor aplicado”. Aquí aparece nuevamente el problema de la interrupción del hilo del pensamiento causada por la división arbitraria de los capítulos. El tema que Pablo trata aquí, en el capítulo 14, continúa hasta el versículo 13 del capítulo 15. Este extenso pasaje de la Biblia concluye, de hecho, la extraordinaria enseñanza de esta carta. En el resto del capítulo 15, Pablo comenta sus objetivos misioneros personales. En el capítulo 16, escribe saludos personales para veinticuatro personas que conoce de la iglesia de Roma y los saludos de nueve personas que están con él en Corinto mientras escribe esta carta. Pero las enseñanzas teológicas y las aplicaciones de esta carta terminan en el versículo 13 del capítulo 15. Pablo escribió a los corintios tres capítulos que presentan principios paralelos a los que prescribe aquí para estos discípulos de Roma (1 Corintios 8-10). Ambos pasajes son obras maestras que nos enseñan cómo vivir aquí en la tierra con los santos que conocemos. El principio rector en ambas profundas prescripciones es el amor que Pablo ha presentado tan bellamente en su gran capítulo sobre el amor (1 Corintios 13:4-7). Los creyentes judíos y gentiles adoraban y, con frecuencia, vivían juntos en la primera generación de las iglesias del Nuevo Testamento. Hemos visto que Pablo se dirige tanto a judíos como a gentiles a lo largo de toda su carta. Esto es porque estaba tratando de ganar a los judíos que no estaban convencidos de que Jesús era el Cristo, el Mesías prometido en el Antiguo Testamento. Esto es, también, porque había muchos judíos en la iglesia de Roma que creían en Cristo, lo habían confesado como su Señor y eran parte vital de la iglesia. Muchas de las disputas entre estos discípulos de Roma se originaban en las diferencias entre creyentes judíos y gentiles. Los mismos temas fueron tratados en el primer concilio de la iglesia que se relata en el capítulo 15 del Libro de los Hechos. ¿Los creyentes gentiles deben vivir su fe y su vida en Cristo a la manera judía? ¿Los creyentes en Jesús que son judíos deben renunciar a todas sus tradiciones judías sobre las comidas que deben o no comer, y la forma en que observan los días sagrados especiales?
  • 25. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 25 Por lo tanto, había disputas relativas a los días, la comida, el beber vino y muchos otros temas que pueden atribuirse al hecho de que judíos y gentiles vivían, adoraban y servían a su Señor Jesucristo juntos en la “Primera Iglesia de Roma”. Pero no todas estas disputas provenían de la mezcla de discípulos judíos y gentiles. Ellos enfrentaban muchos de los mismos desafíos a su unidad espiritual que nosotros enfrentamos en nuestras iglesias en la actualidad. Uno de los desafíos que enfrentamos en nuestras relaciones con otros creyentes en nuestras iglesias es el tema de lo que podríamos llamar “tabúes”. La Biblia enseña absolutos morales. Podríamos decir que hay temas que se definen por blanco o negro: fornicación, adulterio, robar, mentir y otros comportamientos negativos están claramente prohibidos en la Palabra de Dios. Pero hay otros temas relativos al comportamiento de los creyentes que no se tratan de manera taxativa en la Biblia. Podríamos llamarlos “zonas grises” del comportamiento cristiano. Muchas iglesias resuelven estas “zonas grises” haciendo una lista de comportamientos aceptables y comportamientos no aceptables para los miembros de su iglesia. Algunas veces, estas listas podrían llamarse “listas de santidad geográfica”. Esto se debe a que, en diferentes partes del mundo, y aun en diferentes partes de un mismo país, varía mucho lo que los creyentes consideran un comportamiento correcto o incorrecto para un discípulo de Jesús. Cuando yo era recién convertido, viajé ochocientos kilómetros para asistir a la universidad y prepararme para el seminario y el ministerio. La iglesia en la que llegué a la fe en Cristo tenía un pequeño librito azul en el que estaban enunciadas todas las cosas que un creyente de esa iglesia no podía hacer. Una persona no era aceptada como miembro de esa iglesia, y nunca podría llegar a ser líder de esa congregación, si no aceptaba ese pequeño librito azul de pautas para el comportamiento del creyente. Una de las cosas que se prohibía hacer era fumar tabaco. Cuando llegué a una pequeña iglesia de montaña donde me habían invitado a hablar un domingo por la mañana, parecía que toda la iglesia fumaba; entre ellos, el pastor. La mayoría de la gente de esa iglesia —incluido el pastor— se ganaba la vida cultivando tabaco. Echando humo, el pastor me informó que yo no podía predicar en su iglesia ese día, porque había viajado en un día domingo. ¡Me dijo que cualquier predicador debería saber que es pecado viajar un día domingo! Mientras yo estaba boquiabierto ante el hecho de que un pastor estuviera fumando, este hombre me presentó algo que no estaba en el librito azul que tenía mi iglesia, a tantos cientos de kilómetros de distancia. Muchos años después, cuando ya hacía décadas que yo era pastor, visité a un “apóstol Pablo” moderno en Grecia. Este hombre era abogado y pastor de la “Iglesia Libre de Grecia”. En esa época, en Grecia, era ilegal tener cualquier iglesia que no fuera la Ortodoxa Griega. Ese hombre pasaba gran parte de su tiempo sacando a su gente de la cárcel. También tuve el privilegio de predicar en su gran iglesia en Atenas, y en algunas de las setenta iglesias hijas en lugares como Corinto y Tesalónica.
  • 26. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 26 Cuando terminamos de comer, él predicó elocuentemente el evangelio en idioma griego a toda la gente que estaba en el restaurante. Aunque no entendí las palabras que decía, me conmovió ver las lágrimas que caían por los rostros de las personas que lo escuchaban. Mientras comíamos, me sorprendió ver que este pastor bebía vino. En el librito azul que ya mencioné, estaba prohibido cualquier tipo de bebida alcohólica. Me habían enseñado que quienes bebían bebidas alcohólicas no eran, definitivamente, cristianos auténticos. Hacia el final de esa semana, el pastor me preguntó si me había ofendido el hecho de que él bebiera vino. Respondí que Pablo había escrito que debíamos beber un poco de vino. Él, que sin duda sabía muy bien el griego, me contestó: “Oh, Pablo le escribió eso a Timoteo porque Timoteo estaba enfermo. Si hubiera estado bien, le habría escrito: ‘¡Toma mucho vino!’”. Aprendí que viajar a ochocientos kilómetros de mi ciudad, o cruzar un océano, me hacían entrar en un “librito azul” diferente de pautas de lo que se considera comportamiento correcto o incorrecto para un discípulo de Jesús. Por eso, encarar el comportamiento cristiano guiándose por un “librito azul” es algo que puede considerarse “santidad geográfica”. Cuando los pecadores reciben la convicción de sus pecados, algunas veces determinan que todo su comportamiento anterior al nuevo nacimiento no solo es malo para ellos, ahora que se han convertido en creyentes en Jesús, sino que ese estilo de vida y todo lo que está relacionado con él también es malo para todos los demás creyentes. Además, algunas veces, los creyentes están convencidos de que cada vez que el Espíritu Santo los convence de que algo es malo para ellos, esa actividad también es incorrecta para todos los demás creyentes de su iglesia. No estoy refiriéndome ahora a esos temas definidos en blanco o negro que mencioné anteriormente, como pecados que están claramente prohibidos en la Biblia. En este capítulo, Pablo enseña varios principios de aplicación que deben aplicarse al comportamiento de los creyentes: lo que vestimos, comemos, bebemos, si consideramos que el domingo es el día del Señor y debe ser guardado como día de reposo, lo que consideramos entretenimientos mundanos y muchos otros temas que no están claramente expuestos en la Biblia. Por ejemplo, en la Biblia no se habla sobre el fumar tabaco. Cuando los creyentes están de acuerdo en que cierto comportamiento es equivocado, y ese comportamiento no es mencionado en la Biblia, a esa “zona gris” la llamamos “tabú”. Por ejemplo: en un manual de normas de un seminario, a principios del siglo XIX, se enseñaba que dormir con almohada o tomar baños calientes eran actividades equivocadas y pecaminosas, ya que se trataba de “comodidades mundanas”. Pero, en la actualidad, yo no conozco a nadie que crea estos tabúes y los practique. Sin embargo, quienes tienen opiniones muy firmes sobre sus tabúes están convencidos de que estos temas son tratados, en principio, en la Biblia. Creen y enseñan, por ejemplo, que fumar está mal porque, obviamente, no es sano. Pero aún no he visto ninguna iglesia que tenga a la obesidad en su pequeño “librito azul”, aunque
  • 27. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 27 los médicos nos dicen que el sobrepeso puede reducir la expectativa de vida en un tercio. Los creyentes, aparentemente, no se han puesto de acuerdo en que la obesidad pueda considerarse un tabú. Le comparto toda esta perspectiva a manera de introducción, para que usted pueda apreciar esta obra maestra que Pablo le ha dado a la iglesia de Roma, que nos muestra cómo ser una colonia de amor y del cielo en la tierra mientras resolvemos los conflictos que nos dividen. En el cierre de esta Carta a los Romanos, Pablo dedica treinta y seis versículos a tratar el mismo tema al que dedicó tres capítulos enteros en su primera carta a los corintios (1 Corintios 8-10). Ese tema es, básicamente, cómo vivir aquí abajo con los santos que conocemos, cuando no estamos de acuerdo con ellos. En ambos pasajes de la Biblia, Pablo enseña profundos principios que deberían regir nuestras actitudes y nuestras relaciones en cuanto a los temas que nos dividen como creyentes, al tiempo que cuidamos las relaciones que tenemos con Cristo y entre hermanos. En la Epístola a los Corintios, había un tema principal. Muchos de los creyentes corintios adoraban ídolos antes de ser llamados a la salvación y a vivir como hermanos en Cristo por medio del ministerio del apóstol Pablo. La carne que había sido sacrificada en los templos de esos ídolos se vendía, después, a un precio menor, en los mercados de Corinto. Esta adoración de ídolos implicaba una terrible inmoralidad. Muchos discípulos corintios de Jesús creían que no había problema en que un creyente comprara esa carne y la comiera. Quienes habían participado activamente de esa adoración de ídolos creían que era pecado comer esa carne que había estado relacionada con el terrible pecado de la idolatría y el estilo de vida que estaban tratando de dejar atrás para siempre. Este asunto fue causa de una gran disputa en la iglesia de Corinto. El argumento básico de Pablo, en estos tres capítulos que escribió a los corintios, es que el asunto no es si es correcto o no comer de esa carne. Lo más importante, lo fundamental, es: “¿Cuánto amas a ese hermano o hermana que cree que está mal comer de esa carne? Cristo los amó tanto que murió por ellos. ¿Los amas tú lo suficiente como para renunciar a tu derecho de comer un plato de esa carne para que ellos no tropiecen ni se ofendan?”. Además del principio del amor, Pablo concluye esos tres capítulos con tres principios por los que deberían guiarse los corintios —y nosotros— en la aplicación de esta enseñanza (1 Corintios 10:30, 31). El primer principio es: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. El segundo principio es la salvación de otros, con lo cual Pablo se refiere a la bendición y edificación espiritual del hermano más débil, que cree que está mal comer de esa carne. El tercer principio es asegurarnos de no estar buscando nuestro propio beneficio. Pablo llama a quienes creían que no debía comerse esa carne “el hermano débil”. Y comienza este gran pasaje a los romanos presentando este mismo concepto. Debemos recibir, es decir, aceptar en nuestra comunidad de fe, a los débiles. Después, escribe estos
  • 28. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 28 treinta y seis versículos en los cuales habla sobre los asuntos que causan disputas entre los creyentes de Roma. Como clave para este extenso pasaje bíblico, quisiera comenzar mi comentario con una introducción resumida de lo que Pablo enseña aquí. Si leemos la Biblia sin buscar nada, probablemente no encontraremos nada. Las próximas páginas le mostrarán qué buscar cuando estudie la forma en que Pablo concluye esta carta. Al leer y estudiar este pasaje, observe cómo Pablo comparte con estos discípulos de Roma principios notablemente similares a los que enseñó a los corintios. Los desafía a resolver estos conflictos según su conciencia (vv. 14, 22, 23). Alguien ha dicho que la conciencia es aquella vocecita pequeña que nos hace sentir aun más pequeños. La conciencia no es una guía segura ni infalible, ya que está condicionada por lo que nos han enseñado nuestros padres o los creyentes que fueron nuestros padres espirituales cuando éramos niños espirituales. Los tabúes que nos han enseñado los demás pueden estar basados en la Biblia, o no. Quizá representen un comportamiento que es absolutamente correcto, o equivocado. Si creemos que ese comportamiento es incorrecto, no debemos ignorar lo que nuestra conciencia nos dice. Pero, si nuestra conciencia no es una guía infalible para nosotros mismos, no debemos esperar que lo sea para otros creyentes. Otro principio que Pablo comparte con estos creyentes romanos es que estos temas deben ser resueltos por convicción. Cuando el Espíritu Santo nos da la convicción de que cierto comportamiento no es correcto para nosotros, y no es algo que nuestros padres u otro creyente nos haya enseñado, la clave de nuestra relación con Él es nuestra obediencia personal. Poco después del día de Pentecostés, Pedro proclamó que el Espíritu Santo es dado a quienes lo obedecen (Hechos 5:32). Siempre debemos someternos a la convicción del Espíritu Santo. Sin embargo, esto plantea una importante pregunta: “Cuando el Espíritu Santo nos convence de que algo no es correcto para nosotros, ¿significa que no lo es, tampoco, para todos los demás creyentes?”. Mi conciencia no debe ser la guía del comportamiento de los demás creyentes. ¿Debe serlo la convicción que el Espíritu Santo me da de que algo es malo? En otras palabras, ¿debemos cumplir el rol de Espíritu Santo en las vidas de otros creyentes? ¿Convence el Espíritu Santo a todos los creyentes de la misma manera en estos asuntos? ¿Es posible que, debido a cómo era mi vida antes que yo fuera creyente, determinado comportamiento sea incorrecto para mí, pero no lo sea para otros creyentes? Esto nos lleva a un tercer principio que Pablo enseña a los discípulos en conflicto que eran parte de la iglesia de Roma en el primer siglo. Les enseña el mismo principio que enseña a los corintios. Desafía a ambas iglesias a resolver sus disputas teniendo en cuenta el principio de la consideración. Las exhorta a tener en cuenta la conciencia y las convicciones del otro creyente. Pablo elogió a los creyentes de Corinto que sabían que no tenía nada de malo comer carne que había sido sacrificada a un ídolo,
  • 29. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 29 porque ese ídolo era simplemente madera, piedra, oro y plata que no tenía nada que ver con el único y verdadero Dios que llegamos a conocer a través de Cristo. Pero escribió: “no todos tienen ese conocimiento. Algunos, que son débiles, creen que está mal comer esa carne” (ver 1 Corintios 8:4-13). El asunto, entonces, era cuánto ellos amaban a ese hermano más débil. Pablo presenta este mismo principio a los romanos con estas bellas palabras: “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí” (Romanos 14:7). Basándonos en nuestra conciencia y en la convicción dada por el Espíritu Santo, podemos tener libertad para practicar cierto comportamiento o no practicarlo. Pero, así como escribió a los corintios, Pablo escribe a estos romanos que no todos los creyentes tienen esa misma libertad. El principio rector es cuánto amamos al hermano más débil que no tiene esa misma libertad que nosotros, por nuestra conciencia y nuestras convicciones, tenemos. Alguien ha dicho que tenemos la libertad de blandir un puño, pero que esa libertad termina en la punta de la nariz de la otra persona. Esto nos lleva a un cuarto principio que Pablo enseña a los romanos, como lo ha enseñado en su Carta a los Corintios. Ese principio es la caridad, es decir, el amor que enseña en su gran capítulo sobre el amor. Pedro escribió que “el amor cubrirá multitud de pecados” (1 Pedro 4:8). En la Carta a los Corintios, ese capítulo sobre el amor era la solución para todos los problemas de la iglesia corintia. Finalmente, como dice Pablo al tratar estas disputas entre los discípulos de Roma, la solución que pondrá fin a los problemas, cuidando al mismo tiempo la relación entre los hermanos, será el amor de Cristo. Disputas entre los discípulos, versículo por versículo “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Romanos 14:1-8). Pablo escribe que la iglesia debe recibir al que es débil, pero tratando de evitar entrar en disputas con él. Quiere decir que debemos aceptar plenamente a los nuevos creyentes que son débiles en la fe porque no han tenido tiempo de aprender y crecer en Cristo. Estoy convencido de que se refiere a que no debemos involucrarnos inmediatamente en una discusión con ellos por problemas que ellos
  • 30. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 30 tienen por ser nuevos creyentes. Pablo escribió un consejo similar a Timoteo cuando le enseñó cómo alcanzar, enseñar o aconsejar a personas “difíciles” (2 Timoteo 2:23-26). En los capítulos 9 al 11 de su Carta a los Romanos, Pablo escribió que Dios deseaba poner celosos a los judíos cuando vieran la relación de amor que los gentiles tenían con Dios y entre sí, en Cristo. Debemos vivir el amor de Cristo delante de estos nuevos creyentes de tal forma que ellos deseen conocer todo lo posible sobre cómo el hecho de que estemos apartados para Cristo nos da la calidad de vida que disfrutamos con Él y con nuestros hermanos en Él. Entonces, ellos también desearán intensamente ser santos y vivir vidas apartadas para Cristo. Dios respondió las muchas preguntas que Job tenía, revelándose a él y estableciendo una relación con él. De la misma manera, cuando los recién convertidos lleguen verdaderamente a conocer a Dios a través de Cristo, sus preguntas serán respondidas. También tendrán el modelo adecuado del énfasis en la santificación, que es ser apartados para Cristo y, como consecuencia de esa relación, apartados de nuestros pecados. El gran apóstol trata las disputas relativas a las comidas. Dado que en el relato de la creación en el Génesis se nos dice que Dios nos dio hierbas para comer, había creyentes de la iglesia de Roma (probablemente judíos) que creían que solo se deben comer vegetales. Pablo llama “débiles” a estos vegetarianos, lo cual implica que no estaba de acuerdo con ellos. Pablo utiliza una bella metáfora para exhortar a quienes comen carne a no juzgar a los vegetarianos. Cuando el apóstol escribió esta carta, la mitad de los habitantes de Roma eran esclavos. Sus lectores, por consiguiente, comprendían esta metáfora. Los esclavos respondían ante sus amos y debían rendirles cuentas absolutamente de todo. Pablo comenzó esta carta diciendo que tanto él como ellos eran esclavos del Señor Jesucristo. Ahora les enseña que no tienen derecho a juzgar a su hermano en Cristo, que es esclavo como ellos. Ambos deben rendir cuentas a su Amo, el Señor Jesucristo; no rendirse cuentas entre sí. Después, trata el tema de la observancia de días especiales. El problema, obviamente, era la observancia del día de reposo judío y todas las prohibiciones que este implicaba. Una de las pruebas más firmes de la resurrección de Jesucristo es que los apóstoles judíos cambiaron el día de adoración del séptimo de la semana al primero. Ellos nunca llaman “día de reposo” a este día. No fue que simplemente cambiaron su día de reposo de sábado a domingo, sino que llamaron al domingo “el día del Señor”. Obviamente, cambiaron su día de adoración porque su Señor resucitó de los muertos el primer día de la semana. Además del asunto de cuál es el día de reposo, algunos discípulos romanos creían que el día del Señor debía ser considerado como un día de reposo, con observancias muy especiales. Muchos creyentes, en la actualidad, consideran que el domingo es el día de reposo y se disciplinan en ese día con muchas restricciones sobre sus actividades. Otros se preguntan: “¿Y qué son el lunes, el martes y los
  • 31. Fascículo No. 32: Romanos, versículo por versículo (Cuarta parte) 31 demás días de la semana?”. Están plenamente convencidos de que todos los días son “el día del Señor”; es decir, valoran de igual manera a todos los días. Aparentemente, se trata del mismo problema que existía en la primera generación de la iglesia neotestamentaria en Roma: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente” (v. 5). Dado que es una “zona gris” en opinión del apóstol, no declara ninguna posición como correcta o incorrecta. Simplemente establece que cada persona debe estar plenamente convencida en su mente. Quienes no están de acuerdo deben actuar con amor, respeto y aceptación de la integridad espiritual y el derecho de quienes tienen un punto de vista diferente del suyo. Una declaración contemporánea sobre la unidad que muchos creyentes aceptan y que está basada en este pasaje es: “En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; y en todas las cosas, amor”. Eso resume el inspirado consejo de Pablo a estos romanos con respecto a sus comidas y la observancia de días especiales. Una de las más bellas declaraciones de este principio en los escritos de Pablo es: “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (vv. 7, 8). Todo lo que hacemos, lo hacemos para el Señor. Aunque el énfasis, aquí, está en las relaciones horizontales que tenemos unos con otros en la comunidad espiritual, nunca debemos olvidar las profundas palabras que Dios le dijo a Abraham: “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto”. Este versículo podría parafrasearse así: “Yo soy el Dios Todopoderoso; sírveme fielmente y vive una vida irreprochable” (Génesis 17:1). Después, Pablo coloca ante sus lectores la máxima realidad y el perfecto ejemplo de lo que está enseñando: “Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven. “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: “Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, “Y toda lengua confesará a Dios. “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. “Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano” (Romanos 14:9-13). Después de enseñar que todos debemos rendir cuentas, como esclavos, ante nuestro Amo y Señor, Jesucristo, Pablo ahora explica cómo funciona esta rendición de cuentas final. Jesucristo no es solo el Señor de los vivos, sino Aquel a quien ha sido encomendado todo juicio; Él será juez de los muertos, también (ver Juan 5:22). Pablo suele incorporar esta perspectiva en sus enseñanzas; así, les recuerda a quienes construyeron sobre el fundamento de su