Daniel Ortega se ha reelegido por tercera vez consecutiva como presidente de Nicaragua tras eliminar cualquier competencia política mediante el control del sistema judicial. La Corte Suprema despojó a los principales partidos de oposición de su estatus legal e impidió su participación en las elecciones, dejando a Ortega sin ninguna oposición. El régimen de Ortega también ha prohibido la observación electoral internacional y ha ido consolidando su control totalitario del Estado a través de fraudes electorales y modificaciones legales que le otorgan un poder absoluto.