1. La evaluación objetiva del alumno, crea
valor
Apuntes inéditos de la autora: María de los Ángeles Rodríguez Castaño; desarrollados en el año 2004,
para el libro “La conversación en la escuela: Claves para padres y tutores” (2006, Brief).
La teoría del conocimiento nos enseña que el registro de datos del alumno no
puede estar referido únicamente a los conceptos, sino que hay toda una
retahíla de actitudes que completan un valor.
Veamos dos ejemplos:
La autonomía implica, entre otras, participación, integración, respeto y
responsabilidad.
La creatividad requiere el concurso de la ética, de disciplina, paciencia, ilusión,
etcétera.
Respecto a los objetivos de aprendizaje queremos añadir que su utilidad depende de cómo
se hayan diseñado, impartido, y evaluado. En todo caso, es conveniente que los padres
conozcan los objetivos de aprendizaje diseñados en la programación de cada una de las
asignaturas que estudie el hijo.
A modo de información, incluimos una valoración de objetivos didácticos:
Objetivos de conocimiento: se trata de que el alumno reconozca, identifique, recuerde y
asimile conceptos.
Objetivos de comprensión: se pretende que el alumno interprete, defina, demuestre o
explique conceptos.
Objetivos de aplicación: se desea que el alumno utilice lo aprendido para resolver
situaciones determinadas.
Objetivos de síntesis: se trata de que el alumno integre el conjunto a partir de la suma de
las partes.
Objetivos de evaluación: persiguen que el alumno pueda valorar su propio rendimiento a
partir de pruebas que él mismo pueda hacer.
Los criterios de evaluación se han de establecer en función de los objetivos
previstos para cada unidad didáctica, y han de cumplir los requisitos básicos de
cualquier modelo destinado a medir; es decir: fiabilidad, objetividad y concreción.
Pondremos un ejemplo de criterio de evaluación, concretamente, de Geografía.
“El alumno sabrá identificar los cuatro puntos cardinales razonando la posición de su
pupitre en el aula, teniendo en cuenta la ubicación geográfica del centro escolar y tomando
como referencia la salida y/o puesta de sol en el patio.”
Es decir, cuando la ley educativa habla de criterios de evaluación está expresando que hay
que valorar la adquisición de conceptos comprobando la forma en que se saben aplicar.
2. La evaluación se convierte en un sistema ideado para comprobar qué sabe (los
conceptos), dónde aprende a saber hacer (los procedimientos) y cómo se implica en el
proceso de aprendizaje (las actitudes.)
La evaluación mide la capacidad de razonamiento que un alumno es capaz de
desarrollar cuando deba aplicar un concepto definido previamente.
Los profesores han de mostrar justicia midiendo con objetividad el proceso de
maduración del chico; y los padres deben hablar de estos temas con los tutores.
En todo caso, la valoración del proceso educativo requiere también evaluar con criterio
definido aquellos aspectos de actitud que no son objeto de examen sino de observación.
En ese sentido, para poder valorar con criterio, se ha de tener en cuenta una sencilla regla
que consiste en poner ante una determinada situación, y de forma homogénea, a todo el
alumnado de una clase para registrar sistemáticamente y de forma individual el proceso
seguido por cada alumno. Por ejemplo:
Si mando realizar cuatro actividades en el aula tres veces por semana, tendré un total
de doce actividades semanales que todos los alumnos deberán presentar.
Y si un alumno realiza siete, otro ocho, otro cinco… la forma para valorar
objetivamente esta actuación se da a través de la siguiente razón matemática:
En el denominador pondremos el número de veces que puede darse un suceso.
Y en el numerador anotaremos el número de ocasiones en que el suceso se da realmente.
En nuestro caso sería (alumno por alumno):
7/12;
8/12;
5/12;
etc.
*Siendo la unidad (1), el máximo resultado posible; puesto que si un alumno ha realizado las
doce actividades propuestas tendremos: 12/12=1.
El trabajo con datos objetivos en el terreno de las actitudes no es una utopía es una
cuestión de método y aplicación.
Padres y tutores pueden valorar cómo actúa el menor respecto al estudio, por ejemplo,
haciendo que recapacite sobre algunas de sus actitudes al completar los datos que se
muestran en la tabla siguiente.
3. SÍ NO
¿Tienes un plan de trabajo para cada día?
Si es así, ¿te ajusta a él?
¿Te cuesta ponerte a estudiar?
¿Terminas tus tareas a su debido tiempo?
¿Encuentras interesante el estudio?
¿Intentas sentarte en las últimas filas de la clase?
¿Cuándo te surge una dificultad en el estudio hablas de ella con el profesor?
¿Guardas juntos los apuntes y ejercicios de cada materia?
¿Tienes dificultades para expresarte por escrito?
¿Te cuesta mucho esfuerzo la comunicación oral?
¿Acostumbras a estudiar hasta altas horas de la noche antes de un examen?
¿Duermes lo suficiente para estar en forma?
¿Realizas resúmenes de las materias de estudio?
¿Mantienes el lugar de estudio limpio y organizado?
¿Tienes determinado un horario para las actividades lúdicas?
En el proceso de aprendizaje resulta muy interesante que el menor integre un
conocimiento equilibrado de su personalidad y es conveniente que tanto en el hogar
como en la escuela se le ponga en situación de reconocer sus habilidades físicas y
psíquicas.
Por ejemplo:
Es bueno que conozca cuáles son sus puntos fuertes en cuanto a su capacidad
muscular y/o intelectual.
Conviene que el niño determine sus preferencias en el estudio y que reconozca los
puntos débiles que entorpecen su rendimiento.
Es necesario que aprenda a recargar su optimismo y energía de forma natural, sin
“aditivos.”
Y de todo ello tienen que hablar padres y tutores, para reforzar la imagen que el menor se
va formando de sí mismo.
4. Desarrollo de la capacidad creativa y el
espíritu crítico
Creatividad y espíritu crítico se hallan en la base de la formación completa de la persona,
por eso no se pueden desligar de la dimensión moral de la educación.
La creatividad implica originalidad, ingenio, singularidad y libertad humana. Engloba a
todos los demás aspectos de la educación y a la vez se encuentra implícito en cada una de
ellos.
Decía Piaget que, aprender es reinventar. Porque no se trata de copiar o repetir siempre lo
percibido, sino de hacer una elaboración de ese material de modo que se transforme en algo
propio, singular y transferible a distintas situaciones.
Para ello es necesaria la capacidad de captar y procesar estímulos creando nuevas ideas y
generalizando los aprendizajes. Por ejemplo, merecen la pena observar en el chico:
Variedad de soluciones que es capaz de dar a un problema.
Ingenio y originalidad en las soluciones.
Audacia y riesgo intelectual y sentido del humor.
Para estimular la creatividad y el espíritu crítico, es conveniente que:
El alumno se encuentre en un clima de confianza para exponer sus ideas premiando de
algún modo el saber escuchar.
Aprenda de los errores. No admitir los propios errores conduce a la frustración.
Analice los problemas planteados, pudiendo dudar de su veracidad. Hacer críticas
constructivas sobre determinadas actitudes.
Solucione de forma creativa los problemas, aprendiendo a analizar preguntas y las
posibles respuestas.
Desglose las partes de un problema: causas, efectos, anticipar posibles dificultades…
Hay que tener en cuenta que el alumno normalmente reflejará en clase aquello que
habitualmente realiza en su casa.
Si habla con sus familiares a gritos, atropelladamente, si ve que no le hacen caso a no ser
que llame la atención de algún modo… este comportamiento se traducirá en la relación con
los compañeros.
Hay que mostrarles que el mantener un “espíritu crítico” no significa criticar a todos los
que no son, piensan o actúan como uno mismo; porque de ese modo se generarían críticas
destructivas dirigidas exclusivamente al ataque personal.
Hemos de mostrarles que, a ser creativo se aprende también en las soluciones que damos a
problemas éticos con los que nos podemos enfrentar en el trabajo, en la vida familiar, con los
amigos… desde edades tempranas.
5. Algunos adultos han aprendido a solucionarlo todo con dinero, o con violencia.
Utilizar el ingenio y la capacidad de diálogo ante conflictos laborales es algo que no todos
los ingenieros, informáticos, industriales… saben hacer. Creatividad y espíritu crítico no son
contrapuestos a una ética de la excelencia ante la vida.
Si uno se preocupa por el comportamiento de su hijo en clase, su trato con los profesores y
la relación con los amigos, está contribuyendo a que éste aprenda a escuchar al otro, a
dialogar, también, a ser asertivo y hacerse respetar. Es bueno comentarlo con el tutor, dejarlo
al azar sería imprudente.
María de los Ángeles Rodríguez Castaño