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Horacio C. Foladori


La Intervención Institucional
 Hacia una clínica de las instituciones
           http://psikolibro.blogspot.com




             (DITORIALARdS
Horacio Carlos Foladori cursó la carrera de Psico-
logía en Uruguay, recibiéndose en 1971. Posteriormente,
realizó estudios de Maestría y Doctorado en México y
en EE.UU., respectivamente. Si bien se orientó hacia la
psicología clínica y al psicoanálisis, desde muy temprano
se interesó por los grupos y por sus amplios espacios de
aplicación tanto en ámbitos clínicos como sociales. Pero
los grupos siempre tienen una inserción institucional,
por lo que su investigación acerca de los grupos no po-
día dejar de lado la problemática del poder que la inter-
vención sobre los mismos supone.
      En 1976 se traslada a México asumiendo la Direc-
ción del Departamento de Orientación Vocacional de la
Universidad Autónoma del Estado de Morelos, donde se
implementa, desde 1980, un novedoso programa grupal
de orientación y que produce material para publicar
varios libros sobre el tema. Más tarde funda la primera
Maestría en Psicología Clínica Infantil del país, al tiem-
po que edita la revista Ilusión Grupal.
      A partir de 1993 se radica en Santiago donde
además de psicoanálisis enseña psicología de los grupos
(grupos operativos) y análisis institucional.
      En Chile ha publicado Análisis vocacional grupal
(1997), El grupo operativo de-formación (2001), Grupa-
lidad. Teoría e intervención (2005), Intervención grupal
en el ámbito comunitario (compilador) (2006), además
de artículos e investigaciones en revistas especializadas
nacionales y extranjeras.
      Actualmente es académico de la Universidad de
Chile (en pre y postgrado); de la Universidad Metropo-
litana de Ciencias de la Educación (Departamento de
Filosofía); de la Universidad Adolfo Ibáfiez (Magíster
en Psicología Clínica); de la Sociedad Chilena de Psico-
análisis (Ichpa) y de la Universidad ARCIS (Magíster en
Grupos e Instituciones). Es fundador (1993) y Director
de la Escuela de Psicología Grupal y Análisis Institucio-
nal Enrique Pichón-Riviére. Profesionalmente trabaja
como psicoanalista y realiza intervenciones familiares,
grupales e institucionales.
Horacio C. Foladori


La Intervención Institucional
 Hacia una clínica de las instituciones




             (DIlORIAL-ARdS
©Universidad ARCIS
Editorial AliClS
Libertad 53
Teléfono: (56-2) 386 6 4 U
F.-mail; publicacionesC'^^iatcis.cl - www.iiarcis.cl

La Intervención Institucional.
Líacia una clínica de las Instituciones

l^ edición: Septiembre de 2008

C^loordinador de publicaciones: Víctor Fíugo Robles
L^íseño y díagramación: Paloma Castillo

Registro de propiedad Intelectual N° 163-440
LSBN: 978-956-310-844-6

Impreso en Alfabeta Artes Gráficas
ÍNDICE


Prólogo
Gregorio Baremblitt

Prólogo
Osvaldo Saidón

Presentación. Recortes de implicación

Metodología

Teoría de la fisura

I Parte

Casos de intervenciones institucionales
El grupo-análisis: Técnica de diagnóstico
de clima organizacional. Análisis
de un caso de alcoholismo

Del deseo a la autogestión,
intervención en la universidad

Intervención en un Ministerio

Intervención en un hospital geriátrico

La intervención: del sufrimiento
a la recuperación del pensar
II Parte

Las instituciones y el pensamiento

La institución de las organizaciones
no gubernamentales y su "crisis"

Violencia: La institución del maltrato

La institucionalización del pensamiento

Represión psícjuica, represión-política

La salud de la institución:

a modo de conclusiones transitorias

Bibliografía

Anexos

El nuevo programa de Orientación
Vocacional como analizador institucional           271
Bion y Rickman. La intervención institucional en
el Hospital Militar de Northfield                  295
PRÓLOGO


                                     Gregorio Baremblitt



      El autor de este libro, profesor Horacio Foladori,
además de un "antiguo" compañero de estudios y traba-
jos, ha sido siempre un amigo con el que compartí, diga-
mos, tanto la "producción de alegría" como la de "sufri-
miento" (véase el capítulo correspondiente a este escrito)
durante épocas tenebrosas de las dictaduras del Río de la
Plata.
      Las vicisitudes del exilio y de nuestras actividades
nos llevaron por rumbos geográficos diferentes, y durante
demasiados años nos privaron de mutuas noticias.
      El honor y el placer que el profesor Foladori me da
de prologar este importante libro suyo, es un testimonio
de que todo ese tiempo de convivencia que se nos escapó,
en parte por "Las venas abiertas de América Latina", no
fue perdido en términos de vida, trabajo y militancia.
Según creo este texto es una contribución de gran valor
para la bibliografía del movimiento instituyente en Lati-
noamérica.
      Recuerdo que a nuestro amigo Rene Lourau no le
gustaba el término "riqueza", ni siquiera empleado en for-
ma metafórica. Obviamente, le desagradaba su inevitable
matiz acumulativo pecuniario. No obstante, no se me ocu-
rre otra palabra para celebrar la forma y el contenido de
este volumen de Foladori cuyos numerosos méritos no me
siento capaz de describir fehacientemente en pocas líneas.
      Apenas intentando, diré que se trata de un texto que
cubre candentes problemas de los llamados "grupalismo"
e "institucionalismo", de sus condiciones de producción


                                                         7
y de ejercicio teórico y técnico, de su campo de análisis y
de intervención entendidos desde diferentes y eminentes
corrientes de su gesta.
      Me parece aceptable opinar que el autor ha practi-
cado, en esa revisión y sus aplicaciones, una actitud tjue
alguna vez denominamos "eclecticismo superior" (por
analogía con la calificación que C Deleuze hace de la fi-
losofía de Hume "un empirismo superior").
      Se trata de que Foladori en su larga y activa forma-
ción, ha tomado lo mejor de autores célebres para cons-
truir su modo original de pensar, de actuar, sin ninguna
sumisión doctrinaria ni sistemática.
      Una de la impresiones que nos ha sorprendido muy
agradablemente, es la de que, a pesar de compartir una
gran parte de esas preferencias bibliográficas, Foladori
ha "extraído" valiosos aportes de otros que nosotros no
hemos transitado demasiado y que nos han revelado con-
secuencias que no sospechábamos.
      Otro gran mérito que me permito destacar, es el es-
tilo de escritura de estas páginas, riguroso, pero extrema-
damente claro y preciso, valores estos que parecen haber
sido abandonados por los intelectuales contemporáneos.
Por otra parte, el libro presenta una serie de crónicas
clínicas de intervenciones institucionales que son muy es-
casas en la literatura de este dominio y que los estudiosos
reclaman insistentemente.
      Entre los diversos capítulos neta y clásicamente
grupalistas e institucionalistas, "aparece" uno inesperado
que se pregunta nada más y nada menos acerca de "qué es
pensar", y lo hace no desde un punto de vista especulati-
vo, sino desde una óptica estrictamente relacionada con la
primacía de la praxis de los agentes, grupos, organizacio-
nes y movimientos que aspiran al autoanálisis y a la auto-
gestión como medio y como fin.
Para no demorar la entrada de los interesados en
este valioso libro, agregaré apenas que el mismo muestra
también una severa aunque serena vocación autoanalítica,
lo cual nosotros vemos como una realización del lema es-
quizoanalítico de experimentar "con la infinita audacia e
infinita prudencia".
      Mi sincera bienvenida al libro del profesor Foladori
al panorama cultural de nuestros pueblos.

                         Bello Horizonte, diciembre 2007

                           http://psikolibro.blogspot.com
PRÓLOGO


                                                 Osvaldo Saidón



      T e n e m o s u n nuevo libro sobre el análisis institucio-
nal en Latinoamérica. D e m o r é unas semanas en comenzar
su lectura, en los días que lo recibí me encontraba traba-
jando en unos textos sobre la potencia de lo grupal.
      Ya en las primeras líneas Foladori nos advierte que
la diferencia    entre dispositivos grupales y dispositivos   insti-
tucionales es inexistente.   Entonces ya m e t o m ó el entusias-
m o que provoca la lectura de u n amigo, que cordillera
de por medio va a hablarnos también, a su manera, de la
riqueza del dispositivo grupal en el trabajo con institu-
ciones...
      Al culminar su lectura percibí que hay una pregunta
que recorre todo el libro, y que es tma pregunta necesaria
para tocios los que se interesan en el trabajo con grupos e
instituciones.
      La podríamos resumir así. ¿Cómo se hace'i
      Foladori tiene coraje de militante, la claridad del
maestro y la clínica sutil del psicoanalista y... responde
con toda franqueza, diciendo: como él hace. Actitud poco
c o m ú n en nuestro medio.
      A partir de allí, nos introduce en cómo piensa, cómo
interviene, c ó m o analiza, y sobre todo c ó m o crea.
      El quehacer c o m o plano de consistencia que recorre
el libro se inscribe en la mejor tradición institucionalista.
Es la que nos señala Franco Basaglia c u a n d o nos convoca
a un o p t i m i s m o de la acción.
      Al enseñarnos c ó m o hace sus intervenciones, nos
muestra cómo se las ha arreglado en estos años en un lar-
go recorrido por Latinoamérica a sostener la fuerza insti-
tuyente de su trayectoria en los más diversos ámbitos.
      Es esta trayectoria profundamente latinoamericana
la que hace a este libro necesario.
      Necesario en primer lugar para el autor que se lo ve
y se lo escucha a través de su escritura, precisando expo-
ner lo que ha hecho y pensado, interviniendo en las más
diversas instituciones. En el libro, asimismo, realiza una
puesta a punto de su marco conceptual, a partir de las si-
tuaciones políticas que ha tenido que enfrentar.
      Necesario para nosotros sus compañeros y colegas,
que acompañamos vicisitudes similares en otros países y
que necesitamos el testimonio de las intervenciones que
ha realizado en países como Uruguay, ("hile, México, y de
pensamiento que ha surgido de estos trabajos.
      Pero este libro es necesario sobre todo para consoli-
dar, para dar consistencia a un plano latinoamericano del
trabajo con grupos e instituciones.
      Podemos discutir acerca de la originaliciad y la im-
portancia del pensamiento latinoamericano en el psicoa-
nálisis, la psicología y/o la sociología.
      De lo que sin duda podemos coincidir, y este es
uno de esos textos para confirmarlo, es de la creatividad
y la consistencia de la escuela de grupos latinoamericana.
Cada vez más las academias, las universidades, la salud y
la educación publicas e incluso las diversas asociaciones
en América Latina se confrontan con esta evidencia.
      En ese sentido este texto recoge y recrea aportes de lati-
noamericanos como Suárez, Pichón-Riviére, Bleger, Bauleo,
Baremblitt, y los cruza con los de Lourau, Mendel, Guattari,
para sorprendernos en el último capítulo con un análisis lle-
no de observaciones interesantísimas sobre el propio Bion.
      Es que el pensamiento en grupos e instituciones lati-
noamericano no es un regionalismo, sino que obtiene su


12
potencia justamente de una divetsidad que solo ha sido
teorizada y sobre todo actualizada en infinitas interven-
ciones en nuestros países.
       Esta diversidad, este m o d o de habitar lo múltiple
es lo que posibilita el dispositivo grupa! que tan bien lo
vemos desplegar a través del texto y qtie le permite a Fola-
dori inventar y redescubrir nuevos conceptos.
       El libro esta aquí para que Uds. lectores vayan re-
corriendo estos conceptos, así que no deberé extenderme
sobre los mismos.
       Me referiré a algimos t|ue me han afectado particu-
larmente, por tomar el desah'o c]ue el propio autor p r o p o -
ne c u a n d o nos dice que solo se puede pensar con otro, en
grupo, en diálogo y haciendo máquina.
       Señalaré algunos t]ue me afectaron particularmente
d u r a n t e la lectura.
       En el libro le dedica un capítulo a explicarnos su
idea de fisura       institucional.
       La fisura es im concepto clave que no solo desarro-
llara teóricamente, sino que también una y otra vez lo
veremos utilizarlo para entender, intervenir y avanzar o
retroceder en diferentes intervenciones.
       El concepto me parece especialmente litil para res-
p o n d e r a u n a encomiencia siempre presente e n t r e los
analistas institucionales consistente en acortar la distancia
entre el c a m p o de análisis y el campo de intervención.
Pasan por las páginas del texto diferentes instituciones: de
salud, de aprendizaje, de gestión de Estado, de servicios y
producción.
       Las fisuras nos las muestra a través de los relatos del
cotidiano institucional. Desfilan a través de las interven-
ciones diferentes universos, diferentes m o d o s de habitar
el m u n d o . Es especialmente conmovedor el de los repar-
tidores de gaseosas, c u a n d o nos dicen que "las heridas no


                                                             13
se curan", frase que no puede dejar de remitirnos a una
multiplicidad de sentidos en el C^hile post-Pinochet.
       Así revistan diversos personajes, historias de vida que
nos arrastran a otros mundos de los tjue habitualmente
convivimos.
       Tal vez allí esté el gusto, la verdadera pasión que nos
sostiene implicándonos en el análisis y la intervención
institucional. Salir de lo mismo, experimentar otros múñ-
elos, habitar el desierto.
       Los analistas institucionales cjue nos reconocemos en
estas páginas somos exilados, desterrados, nómades, con-
traculturales, un poco antiedípicos y sobre todo desinsti-
fucionalizados por deseo más que por necesidad.
       Por eso cuando Foladori se reitere a otro concepto
que me afectó patticularmente: el osttacismo institucio-
nal, creo que toca un tema en el C]ue estamos especial-
mente implicados.
       Casi no hay intervención entre las que se relatan en
el libro en la que no aparezca el temor a la pérdida de!
trabajo.
       Casi diría yo que no hay verdadera intervención, es-
pecialmente en Latinoamérica que no pase por enfrentar
esta amenaza. Y nosotros los grupalistas, los instituciona-
listas, transcurrimos gran parte del análisis de nuestra im-
plicación, transformando este temor en una herramienta
para la acción y la invención.
       El ostracismo institucional, que tanto padecimiento
causa a funcionarios, pacientes, alumnos y maestros, debe
ser especialmente soportado por nuestra tribu. Sabemos que
el temor y el miedo son derivados del terror cjue se inocula-
ron en los cuerpos durante nuestra historia reciente.
       En los análisis institucionales que enfrenta se lo ve
al autor interesado en enseñarnos cuáles son los métodos
que utiliza y que sustenta cada elección. Estoy convencido


14
que c u a n d o planteamos los más diversos encuadres, lo
i m p o r t a n t e no es el formato, sino el sostenimiento de una
actitud, que muchas veces se extiende más alia de la p r o -
pia intervención.
     A diferencia de ciertos analistas que nos c o m p r o m e -
ten con fórmulas preestablecidas, Foladori n o solo explora
las características de la demanda, sino que las sitúa en el
contexto sociopolítico de su época, las historiza. Es fiel a la
regla del "decirlo todo" pero entiende que decirlo todo no
es simplemente una cuestión psicológica, sino u n desafío
político en nuestras democracias nacientes. Lo peligroso
que puede resultar la liberación de la palabra tiene un con-
texto particular en los países d o n d e le ha tocado intervenir.
Las marcas de la dictadura en Chile, el temor a la pérdida
del trabajo, también favorecen de un m o d o muy particular
y bien estudiado por el autor ima predominancia de lo psi-
cológico familiar que está al servicio de ocultar lo político.
      Su clínica es la estrategia con la que trabaja para
producir un desocultamiento, una contraefectuacion a la
queja y la apatía institucional...
      El sufrimiento habla a través de ciertos estallidos en
la institución.
      Foladori se inscribe en la tradición del análisis gene-
ralizado y de la autogestión, y por lo tanto se mete en la
t o r m e n t a que produce el estallido.
      Nos muestra por ejemplo: cómo el conflicto con la
autoridad despótica estalla a través de problemas a nivel
interpersonal del propio g r u p o .
      O t r a vez de lo que se trata es de devolver el poder a
los propios actores institucionales evitando la regresión
hacia lo psicológico y asumiendo los riesgos políticos.
      La intervención consiste entonces en p o n e r en evi-
dencia lo instituido y lo instituyente en sus relaciones
complejas.


                                                                15
A través de un trabajo con diversos grupos en una
dependencia del Estado arma dispositivos, intenta liberar
la palabra, aparecen avances y retrocesos.
       Son intervenciones sucias, con momentos fríos y
momentos calientes, donde la sistematización aparece a
posteriori, con encuadres reinventados permanentemente,
en función de posibilitar el surgimiento de los analizado-
res...
       En la segunda parte del libro comienza a trabajar con
el pensamiento como institución. No deja pa.sar mucho
tiempo que ya está nuevamente en el campo de la inter-
vención concreta. Analizando y cuestionando los nuevos
emergentes sociales, la predominancia de las ONCi en los
contextos políticos latinoamericanos de hoy.
       Nos advierte sobre el modo en que las ONCi con
su institucionalización han ¡do perdiendo su origen au-
togestivo y constructor de un incipiente poder paralelo
quedando como una versión actualizada de la institución
de la beneficencia.
       Así en realidad alarga el concepto de institución, plan-
teando un artálisis cíe las cuestiones sociales de la época.
       Aquí al traer la política concreta formula una serie
de hipótesis, para ir construyendo un pensamiento que
escape a las normas instituidas que justamente son las que
le retiran stt potencia al pensar...
       A medida que elabora su idea de lo que considera un
inconsciente político, está el propio haciendo política en
una inmanencia en la cual al tiempo que cuestiona el po-
der ya está proponiendo los instrumentos para resistirlo.
       Aquí los dejo lectores con un texto que nos va a per-
mitir valorar, mejorar, y alegrarnos de nuestra implicación
en la corriente institucionalista latinoamericana.


                                Buenos Aires, enero de 2008


16
PRESENTACIÓN
              RECORTES DE IMPLICACIÓN


       El texto que se presenta corresponde a u n amplio
desarrollo de reíiexiones y de diversas intervenciones ins-
titucionales y grupales realizadas durante los últimos 15
años. Ello no obsta para tjue ios orígenes de la "pasión"
se encuentre m u c h o antes, en ios m o m e n t o s iniciales de
mi vida profesional cuando estaba lejos de poder asiunir
cabalmente (esto no supone que lo haya hecho ahora)
las implicancias institucionales del trabajo técnico. Los
primeros pasos, así como los siguientes, se vieron sistemá-
ticamente cuestionados por los diversos efectos institucio-
nales de la labor profesional, lo que acentuó la conciencia
de la necesidad de profundizar el estudio, e n t r e n a r m e y
abrir nuevos capítulos de interrogación en lo que conside-
ré, desde un inicio, como un ejercicio profesional social-
men te c o m p r o m e t i d o .
       En tal sentido, los institucionalistas hablan de im-
plicación para poder dar cuenta de los diversos niveles de
articulación y determinación que las instituciones tienen
sobre las personas, instituciones que limitan de diversos
m o d o s la observación y lectura tjue se realiza de lo c]ue se
recorta como discurso. Esta noción se opone radicalmente
a pensar el lugar del técnico c o m o ostentador de una cier-
ta neutralidad, observar desde afuera, sin comprometerse
y realizar intervenciones desde una asepsia más deseada
que posible. Si el lenguaje es una institución y se lo he-
reda* - r e c o r d e m o s tjue se habla del "lenguaje materno"—


* La noción de herencia con la cjue trabajo, justo es decirlo, no tiene
nada que ver con la biología en sus desarrollos genetistas. Se trata de
podet pensar la manera que adopta la transmisión de la vida psíquica
a través de las generaciones, los mecanismos que utiliza la cultura para


                                                                     17
aparece desde allí un "rayado de cancha" que determina
lo que oímos, lo que vemos y cómo o en relación a qué
reaccionamos. ¡Qué decir de todos los otros fenómenos
de la cultura! Recordemos c]ue Le Barre (1977) "acusa" a
Dcvereaux de haber demostrado que toda investigación
social es autobiográfica, casualmente portjue lo t]ue mues-
tra la pesquisa social son las diversas instituciones que
atraviesan al científico social.
      El que seamos conscientes de algunas de las institu-
ciones que nos han formado y que constittiyen nuestra
identidad y a las que pertenecemos (familia, religión, or-
ganizaciones sociales diversas, clase social, etc.) no implica
que también pertenezcamos a otras (prejuicios, ideología
sexual, xenofobia, etc.) sobre las que quisiéramos mejor
no enterarnos. Así, el efecto de las instituciones sobre
nuestras acciones y sentires no puede ser neutralizado a
voluntad.
      En general, estos atravesamientos operan directa-
mente más allá de nuestros deseos, lo admitamos o no,
comprometiendo tanto el análisis de la situación como a
la intervención institucional misma c]uc se realiza. Ya que
la red de determinaciones institucionales es miíltiple, se
hace imposible, a pesar de ser deseable, poder construir
un mapa completo.
      A pesar de estas limitaciones, creo firmemente que
ciertas determinaciones institucionales son imprescindí-
bles para que la investigación pueda ser comprendida en
su unidad; una nueva pretensión. Pero además, hace a la

"eternizarse" y las formas en que el "aprendizaje social" de una generación
se constituye en patrimonio de la siguiente. También, tiene que ver con
aquel trabajo de simbolización no realizado por una generación y que
"pesará" en la siguientes de múltiples formas en su producción cotidiana
(Tisseron 1997, Kaes y otros 1996). Freud nove otra forma para fundar el
aparato psíquico que instalando de manera decidida la herencia psíquica
a través del núcleo constitutivo de lo inconsciente: la represión primaria
(las fantasías originarias).

18
naturaleza del compromiso que cada quien adquiere con
lo que hace, c o m p r o m i s o con el reconocimiento de los lí-
mites hasta d o n d e sea posible y hasta d o n d e pueda ver, en
un m o m e n t o particular. Ya que la vida entera del inves-
tigador está expuesta en cada intervención-investigación,
justo es reconocer algunos hitos de la historia, sabiendo
además que otros podrán leer intenciones no confesadas
y que además el inconsciente siempre está dispuesto a ju-
garnos una mala pasada.
      Lo institucional entonces ha intervenido decidida-
mente en este compromiso y ha flechado la pasión en un
sentido. Sería c o m o aventurarse a darle cierta secuencia
al texto que se presenta, unidad que —vale la pena decirlo
desde un inicio— no se construye como un proyecto de
investigación de manera lineal con objetivos y metas, sino
c o m o algo que deviene en im camino único que se transi-
ta, sin saber muchas veces hacia d ó n d e va, por el cariz de
btisqueda que adopta.
      Por ello es que la imidad no proviene del proyecto
m i s m o sino de ese devenir, lo cual abre desde ya miilti-
ples preguntas acerca de su sentido como p r o d u c t o r de
conocimiento, de sus relaciones con lo que está instituido
c o m o "conocimiento científico" y con las consabidas pre-
guntas por la validez de lo producido y de la "verdad" que
se persigue. Por otro lado, no es posible reflexionar sobre
este devenir, sino es t o m a n d o en consideración ciertos
acontecimientos de la historia más o menos reciente. D i -
cho de otro m o d o , las preguntas en ciencia no surgen de
cualquier manera y de la nada, sino que son preguntas co-
yunturales, es decir, que tienen que ver con circunstancias
sociales que las producen, con efectos maquínicos, con
instancias de poder que operan en u n m o m e n t o particular
regulando los flujos y d e t e r m i n a n d o - h a s t a d o n d e cada
quien puede darse o no cuenta— de la producción desean-


                                                                      19
te en la que participa. Así, tampoco hay que buscar un
marco teórico estructurado (o rígido), lo cual no significa
pensar u operar desde la ilusión de la neutralidad.
      Si bien el psicoanálisis fijrmó parte importante desde
un inicio de mi preocupación-formación, el estudio del
mismo lo realicé a través de una crítica sistemática y per-
manente de su institucionalización: como no se podía es-
tar "al día" con lo que ofrecía la luiiversidad (limitada en
la formación analítica que podía brindar), había que recu-
rrir a otros espacios de aprendizaje tildados de "salvajes".
La institución psicoanalítica oficial era reacia a validar es-
pacios de formación no "oficiales" (ya que se autoatribuía
el monopolio de la formación de analistas).
      En realidad, en mi caso, la formación comenzó des-
de lo grupal que de inmediato abrió a lo institucional.
Allí estuvieron muy presentes Armando Bauleo y Grego-
rio Baremblitt como dos figuras que marcaron tanto las
preguntas acerca del acontecer de los grupos como sobre
el poder que se produce en los grupos y hacia el exterior
de los grupos. Podría decir que la articulación compleja
entre el grupo y la institución se constituyó desde un
inicio en la pregunta latente. Esta es un conclusión ac-
tual que puede ser reconstruida en perspectiva, desde el a
posteriori, ya que en ese momento no solamente no tenía
clara conciencia de sus repercusiones sino que, además,
estaba absorbido por el cúmulo de impresiones y vivencias
que el espacio grupal y la producción de sus normativas
generaba en los participantes. Los autores y especialistas
mencionados fueron a su vez protagonistas del Grupo
Plataforma, movimiento internacional, que a principios
de los 70 ocasionó no pocos problemas a la Asociación
Psicoanalítica Internacional en la medida en que en di-
versos foros se cuestionó el "curriculum oculto" de la
formación de analistas, a saber: producir sometimiento,


20
reprimir la creatividad, ideologizar (vía la ilusión de neu-
tralidad) los análisis, compromiso con el sistema, control
social, "fiscalización" de los candidatos, etc. Ello significó
la renuncia de varios contingentes importantes de analis-
tas de la institución oficial, tanto en la Argentina como en
Europa. Desde allí las preguntas por la fiarmación y por
sus atravesamientos institucionales.
      Si se asumían las críticas al oficialismo no correspon-
día ingresar a una institución analítica oficial para ÍDrmar-
se, había c]ue hacerlo de manera autogestiva y eso fue lo
que comenzamos a hacer en Montevideo con un grupo
de colegas, a pesar de que esta alternativa significaba una
descalificación por parte de la institución oficial.
      Paralelamente, Robert ("astel comenzaba a ser leído
a través de algunas traducciones informales: no estaba
cuestionada solo la institución psicoanalítica, sino el psi-
coanálisis mismo como institución. Deleuze y Guattari
realizan una de las críticas más duras con el Antiedipo.
Estos desarrollos son producto del mayo francés del 68
que ha generado un férreo cuestionamiento al autorita-
rismo en todos los sectores. Pero América Latina tenía
su propia lógica; amplios sectores de la población im-
pactaban el espacio político al demandar por la situación
social de empobrecimiento a que se veían sometidos. Se
revitalizan los movimientos organizados en el Cono Sur
(montoneros, tupamaros, miristas, etc.). Estos movi-
mientos tienen cierto éxito, por ejemplo con el ascenso al
gobierno de Allende en el 70. Ya para el 73 los militares,
haciéndose cargo de resguardar cierta "institucionalidad"
han dado golpes de estado en Chile, Argentina y Uruguay
y han instalado la represión social y política de los disi-
dentes, con el patrocinio e intervención directa de los Es-
tados Unidos. La vida misma está en riesgo; como tituló
alguna vez el director del prestigioso semanario uruguayo


                                                           21
Marcha, Carlos Quijano: "Encierro, entierro, destierro,
los destinos del pueblo". Emigré a México.
      No pocos destacados analistas habían icio a parar a
México, grupalistas e institucionaiistas t]ue se sumaton
a otros que ya estaban trabajando estos problemas de lo
grupal y lo institucional o de lo psíquico y lo social como
también se decía. Cabe mencionar a Santiago Ramírez
(quien se había apartado hacía poco de la Asociación
Psicoanalítica Mexicana), Marie Langer (de Plataforma
argentina), Armando Suárcz (que provenía del grupo disi-
dente de Caruso en Austria), Miguel Matrajt (también de
Plataforma), el grupo de analistas grupalcs de la Asocia-
ción Mexicana ác psicoterapia analítica de grupo (y su re-
nuncia a adoptar el término psicoanálisis a partir de pre-
siones de la Asociación Psicoanalítica Mexicana), el grupo
de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
(cuya licenciatura en psicología social utilizaba los grupos
operativos), grupos emergentes en Querétaro y en JVÍon-
terrey. En el 75, Armando Suárez había logrado reunir en
un debate a Franco Basaglia, Marie Eanger, Igor Caruso,
Thomas Szasz, Elíseo Verón y Cíuillermo Barrientos, las
intervenciones fueron luego publicado con el título de
Razón, locura y sociedad.
      A México llegaban los fundadores del pensamien-
to institucionalista. Alrededor de los 80 Robert Castel
estuvo en Cuernavaca para un encuentro de alternativas
a la psiquiatría, también participó David Cooper. Rene
Lourau aceptó mi invitación para venir a Cuernavaca
y debatir sobre cuestiones institucionales; había sido
contratado para intervenir en AMPAG. También Claire
Ruetf (integrante del grupo Desgenettes animado por
Gerard Mendel) dictó un seminario en la U. Iberoame-
ricana. Félix Guattari estuvo en un Foro en Monterrey.
Varios colegas regresaban de París habiendo completado


22
estudios con Lourau, Lapassade, Foucault, etc. La U A M -
X fimda una maestría en grupos e instituciones. El análi-
sis institucional estaba en todo su apogeo. Los congresos
adoptaban estos temas, publicaciones, revistas (La nave de
los locos, T r a m a s , Ilusión grupal, etc.). Los trabajos del II
Simposio internacional de psicoanálisis, grupos e institu-
ciones, que se realizan en Río de Janeiro, son publicados
por su presidente Ci. Baremblitt en México bajo el título
El inconsciente institucional.     Se vive un cierto boom de las
intervenciones institucionales las que se realizan en em-
presas, en organizaciones diversas y en sistemas de salud y
educacionales.
      M e decido a ima nueva emigración: Chile con la
vuelta a elecciones en medio de una Constitución p i n o -
chetista vigente. Las experiencias grupales existentes dejan
fuera las diversas corrientes psicoanalíticas de trabajo
grupal (grupos operativos, analíticos, p s i c o d r a m á t i c o s ,
etc.). Recordemos que lo primero que se prohibe por una
dictadura son las retmiones. T a m p o c o es fácil hablar de
análisis institucional: El tema de la institución es escucha-
do en términos de un cuestionamiento al " o r d e n a m i e n t o
institucional", patrimonio de los militares, en t a n t o así
justificaron la razón de su intervención. Por otro lado, hay
grupos que a pesar de la represión han estado trabajando
m u c h o en estos temas, pensando la actual coyuntura y las
pasadas y d e n u n c i a n d o , d e n t r o y fuera de Chile, el ava-
sallamiento a los derechos h u m a n o s y las condiciones de
vida d u r a n t e la dictadura. M i experiencia m e dice, en ese
m o m e n t o , que hablar de instituciones en espacios acadé-
micos produce temor y reserva.
      El miedo está presente en todos los rincones.
      Pero u n a m a n e r a de enfrentarlo es analizarlo, es-
tudiarlo y abordarlo con todos los mecanismos que se
tengan a m a n o . Múltiples grupos lo h a n hecho y han


                                                                    23
podido publicar trabajos qne son leídos sobre todo fuera
de Chile, y muchas de estas organizaciones son solicitadas
por su experiencia para intervenir en situaciones similares
en otros países.
      Preguntas sobre el Estado, sobre los grados de ins-
titucionalización, el panóptico es uno de los remas de los
artistas, porque así se construye la ciudad, todo se con-
trola en todo momento. Instituciones piiblicas así como
O N G dan cuenta de estos atravesamientos. Pero sobre
todo las preguntas interrogan la realidad cotidiana en un
sistema de opresión sin par. Qué ocurre con el pensa-
miento, con lo no dicho, con hi represión psítjuica y polí-
tica. Qué ociure con el retorno de lo reprimido social.
      Las preguntas que me insisten giran alrededor del
tema de la conciencia social y política, de la capacidad
organizativa de las masas (de los grupos sociales), del
problema planteado por Marx, por Pe Bon, y en el que
se inscriben también Freuti, Pdton Mayo, Lewin y todos
los grupalistas e institucionalistas, acerca de si los grupos
htmianos son capaces de pensar, del problema de la auto-
gestión y del sometimiento a la autoridad, al líder. Tam-
bién creo que hay problemas que abren la concepción del
imaginario social y de la memoria colectiva, al igual que el
tema de la represión social. Las interrogantes anteriores se
complementan con el asunto del retorno de lo reprimido
social y de sus diversos mecanismos de desplazamiento.
      Podría decirse que las cuestiones, anteriormente
enimciadas, se condensan en la pregunta por una metap-
sicologfa del psiquismo social, si se puede plantear de ese
modo.
      No hay que olvidar que, a lo ya enunciado, como
campo de problemáticas interconectas, se debe sumar eí
problema del Estado, de su origen, de su naturalización
y de su necesidad de legitimación permanente, así como


24
el asunto político que plantean las sociedades primitivas,
cuando se organizan contra el Estado (Clastres 1974).
      Por otro lado, figuran también los enfoques fcnome-
nológicos que se preguntan acerca del valor psicosocial de
las instituciones, de la necesidad de sostenerlas en tanto
constituyen soportes psíquicos imprescindibles para la
vicia social, para controlar la locura (E. Jacques 1951,
Menzies 1969) y para constituir identidades a través de su
afiliación.
      Preguntas todas que se concentran en esa línea
fronteriza donde lo técnico no se desmarca de lo político
(toda la práctica de los científicos sociales se dibuja en ese
borde) para angustia de muchos. Pretil en el que la propia
teoría aparece interrogada (al estar instituida) en su com-
promiso social y en sus efectos, requiriéndose de nuevos
análisis para mostrar su implicación. ¡Qué decir, enton-
ces, de las intervenciones...!
      Sobre estas preguntas desordenadas, caóticas casi
como paradigma es c]ue se desarrolla este texto. Aclaro
que no se trata de contestarlas...




                                                           25
METODOLOGÍA


      Las intervenciones que se relatan presentan una me-
todología que varía en función tanto de las posibilidades
de cambio institucional como de la demanda planteada.
      C]omo se ha dicho, el dispositivo es siempre griipal.
Ahora bien, en algimos casos la grupalidad es abordada
con fines de esclarecimiento de las relaciones interperso-
nales y de los conflictos que los diversos siibgrupos man-
tienen al interior de la institución, desde una perspectiva
fundamentalmente afectiva. Ello no implica que además,
con las técnicas utilizadas, no se trate de buscar esclarecer
las dificidtades que el grupo tiene para dedicarse decidida-
mente a lo que le compete, sorteando los obstáculos que
toda tarea supone. Se trata de btiscar los impedimentos
para la creatividad, siempre con la mira de que el grupo
tendería a la autogestión de su trabajo.
      Por supuesto, pensar en la autogestión como ob-
jetivo último supone articular adecuadamente tanto los
tiempos de la intervención que están dedicados al escla-
recimiento como los límites que la institución impone a
la autogestión de los grupos que la componen. Creo que
siempre es posible trabajar en ese sentido aunque más no
sea para que el proceso grupal advenga en un esclareci-
miento de la conciencia en el sentido de desmarcarse de
los paternalismos y dependencias y asumirse, de acuer-
do a sus posibilidades, como actores responsables de su
propio devenir y destino. Este camino reproduce lo que
Goldman(1980) en su momento llamó la conciencia real
y la conciencia posible, y el "tránsito" de la primera a la
segunda.
      Las técnicas utilizadas en estos casos en que se pri-
vilegian los aspectos intragrupales y afectivos tiene que


                                                          27
ver con el grupo Balint (1961) (Lucilina 1982), el grupo
operativo según lo creara Pichón-Riviére (1971) y sus dis-
cípulos (Bleger 1977, Bauleo 1977, Ulloa 1967, 1977), y
grupos de discusión en su modelo más clásico lewiniano
(Bradford 1962).
       Pero hay otras aproximaciones en las cuales ha sido
posible planificar y desarrollar estrategias que se sitúan
decididamente en la órbita socioanalítica, esto es, el aná-
lisis institucional en el momento de la intervención. En
estos casos, los instrumentos utilizados han sido aquellos
privilegiados por Lourau (1970, 197,3), como es la asam-
blea general, o por Mendel (1974, 1993), quien propone
un modelo de grupos totalmente autogestivos desde un
inicio, sin coordiitación alguna.
      Estos instrumentos han sido luilizados en forma
pura o combinados irnos con otros según el caso, a pesar
de que ello podría ocasionar tanto el espanto de Lourau
como la anatema de Mendcl, por las diversas considera-
ciones y críticas que cada uno realiza sobre el otro. Mi
experiencia me dice que la riqueza de cada récnica puede
ser perfectamente obtenida si no se fuerzan las condicio-
nes de su aplicación y que más que contraponerse, son
de inigualable ayuda si se las puede articular según los
momentos de la intervención. He de reconocer en las
razones de esta combinación, gratas experiencias perso-
nales producto de la realización de laboratorios sociales
o de relaciones humanas, cuya característica esencial dice
de la capacidad de combinar con sumo cuidado las téc-
nicas más disímiles, siempre y cuando se las instrumente
planificadamente en función de un objetivo preciso más
amplio que aquel que puede perseguir la utilización de
una técnica en particular.
      Los objetivos que se fijaron ambos representantes del
análisis institucional son diferentes. Lourau, por ejemplo.


28
parece importarle poco el resultado de la intervención
en términos pragmáticos; su norte está en la posibilidad
de hacer patente durante la intervención que allí, de di-
versos modos, está presente el Estado. Ese es su objetivo.
El Estado c o m o esa presencia, poder inconsciente que se
cuela y se reproduce casi en todo m o v i m i e n t o institucio-
nal a través de las normativas presentes en lo instituido y
a través del movimiento instituyente que al poco t i e m p o
termina como instituido.
     M e n d c l , por su parte, está más p r e o c u p a d o p o r
replantear los mecanismos de distribución de poder, de
cuotas de poder que se dan en toda pirámide institucio-
nal. Así los distintos niveles de la jerarquía institucional
(él las llama originalmente clases institucionales, t é r m i n o
bastante controvertido) operan según un cierto "repar-
t o " de poder. Se trata, entonces, en u n a intervención
sociopsicoanalítica, de generar mecanismos autogestivos
al interior de cada clase para que la clase c o m o grupo
se pueda reapropiar tie algo del poder sobre su trabajo
originalmente expropiado. Este es im típico m o v i m i e n t o
grupal; Mendel sostiene la imposibilidad de que esta re-
apropiación del trabajo se pueda realizar a través de un
"combate" individual.
     A m b o s autores coinciden tácitamente en que la au-
togestión es la tínica alternativa ya sea porque la interven-
ción socioanalítica de Lourau implica la autogestión de la
asamblea general como técnica esencial, ya p o r q u e el fun-
cionamiento de los grupos correspondientes a las clases
institucionales requieren de u n distanciamiento perma-
nente de modelos paternalistas (grupos con coordinador,
m o n i t o r , director de debate o c o m o se quiera llamarlos,
pero siempre dirigidos técnicamente).
     El caso de Pichón-Riviére (1971) es llamativo, por
cuanto se trata —como todo grupo orientado psicoanalí-


                                                                29
t i c a m e n t e - de un grupo que cuenta con equipo técnico
para p o d e r funcionar. Por otro lado, su preocupación
siempre estuvo centrada en lograr c]ue el grupo operativo
funcionara con un equipo c o o r d i n a d o r que coordinara
solo por presencia, atmque en los hechos ello acontece de
tanto en vez. Para lograr ese objetivo, la coordinación se
hace transitoriamente imprescindible.
      Por ello es que no me ha parecido que las propuestas
de los autores sean antagónicas, si bien hay que reconocer
que aún falta m u c h o por ser investigado en este t u b r o .
      O t r o s autores del análisis institucional,       Guattari
(1976), Castoriadis (1989), han sido muy creativos teó-
ricamente, p r o p o n i e n d o conceptualizaciones novedosas y
útiles para pensar problemas institucionales y sociales; sin
embargo, no han diseñado específicamente metodologías
y técnicas para planificar la intervención institucional. Tai
vez haya que esperar una segunda generación de discípu-
los para contar con un insttumcntal más logrado. A m o d o
de ejemplo, sobresalen las intervenciones institucionales
diseñadas pot Ana Matía Fernández (1993, 1999) y su
eqinpo, por su gran creatividad para abordar situaciones
complejas. Ella se basa fundamentalmente en la teoriza-
ción del imaginario social de Castoriadis.
      Subsiste acjuí una vieja discusión teórica esencial que
no habré de profundizar, dado los alcances de la misma,
sino tan solo enunciar. El problema tiene cjue ver con
c ó m o pensamos la naturaleza última del poder m i s m o . Es
decir, cuál es la relación c|ue el poder guarda con los siste-
mas de representación, con el lenguaje, con el psiquismo.
D e qué foritta se hace presente ia estructura social (jerar-
quías, concentración de poder, apropiación-recuperación
del poder, etc.) en el psiquismo de los h u m a n o s .
      Para algunos, que se inclinan más por u n a posición
psicoanalítica, t o d o es representación y, por tanto, len-


30
guaje. Y aquello que aún no lo es, debe llegar a poder ser
 simbolizado. Si es así, los problemas institucionales, de
 poder, solamente pueden ser resueltos desde el aparato
 psíquico, en el inconsciente freudiano, por lo que las téc-
 nicas serán grupales con conducción psicoanalítica, inclu-
 so en el caso en el cual se pueda incorporar el psicodrama
 como instrumento (Bouquet y Satne 1970, Anzieu 1982).
       El caso de Kononovich y Saidon (1991, 1995) es
 diferente ya que ellos utilizan las técnicas dramáticas para
 ejemplificar situaciones de poder sin recurrir a interpre-
 taciones acerca del contenido de las mismas, sin suponer
 ima escena que sea representacional. Esta postura se dis-
 tancia del psicoanálisis y se acerca a un modelo esquizoa-
nalítico (Deleuze y Cuattari 1974).
       Ea otra postura que toma distancia clara del enfoque
más psicoanalítico está representada por Lourau y Castoria-
dis. Para ellos, las instituciones no son un efecto de la in-
fraestructura social como hizo entender a algunos la lectura
de Marx. Eas instituciones son parte de la "base material",
las relaciones de producción ya están instituidas desde un
inicio por lo que no son parte de las superestructuras.
      Si ello es así, entonces el inconsciente está "someti-
do" al marco socioinstitucional más amplio y el poder en
las instituciones solamente puede ser abordado a partir de
intervenciones directas sobre lo real, sobre la institución
misma. Poco importa si el poder, a partir de sus represen-
taciones, puede ser trabajado psíquicamente. El hecho es
que ese será solo un efecto, no la raíz misma del poder.
      P^sto explica por qué las intervenciones institucio-
nales pueden desarrollarse desde una perspectiva o desde
la otra, desde un enfoque más subjctivista o desde una
posición más objetivista. Eos argumentos son contun-
dentes en ambas posiciones por lo cual no ha sido posible
superar esta controversia. Ea polémica sigue vigente, con-


                                                          31
flicto que produce abundante material creativo de ambas
posiciones.
      Esta diferencia hace también a la definición del ins-
trumental de intervención: la diferencia entre interpreta-
ción e intervención. La primera, supone que nos estamos
moviendo en el terreno de la representación, que hay algo
del orden de lo imaginario c]ue debe ser "traducido" a lo
simbólico, puesto en palabras.
      La intervención, por el conttario, es tut acto que
opera en lo real, que modifica una situación ya que intro-
duce allí algo t]ue no figuraba y que al presentarlo genera
un cambio en las condiciones existentes. La intervención
supone un reacomodo de los elementos, desbarata esc
momento y su eficacia se mide por los efectos.
      Ahora bien, la interpretación de alguna manera
también es una intervención, ya que filtra en el discurso
otra producción. Difícil es saber si la eficacia de la inter-
pretación se debe a la producción de sentido que ctea o al
impacto como intervención, ya c[ue su novedosa presencia
interroga toda la situación.
      Lo mismo ocutte con la intervención que, según el
caso, podría ser entendida como interpretación (tanto cuan-
do es verbal como cuando la intervención es im acto). Por
ello, me inclino a pensar que si bien es necesario abundar en
los desarrollos teóricos rigurosos pertinentes, en los hechos
es complicado deslindar los diversos matices que están pre-
sentes cuando se utiliza un determinado instrumental.
      Los casos aquí considerados presentan toda la gama
de matices, desde aquellos más "afectivistas" hasta los más
radicales, siempre bajo la artictüación del análisis de la de-
manda, por un lado, ciertos objetivos propios del tiempo
de institución con la que se trabaja, por otto, y el impon-
derable aspecto que supone la implicación, que es la que
define, en liltima instancia, la elección realizada.


32
TEORÍA DE LA FISURA
                 http://psikolibro.blogspot.com

      Hace ya algunos años que trabajo en intervenciones
institucionales. Algunas de ellas han sido a b o r d a d a s a
través de diversos dispositivos grupales y otras lo han sido
por medio de dispositivos analizadores. Entiendo por es-
tos liltimos aquellos abordajes técnicos que emanan de las
teorías de análisis institucional tespectivas. La diferencia
entre dispositivos grupales y dispositivos          instituciona-
les en el h)ndo es inexistente, ya que toda intervención
se realiza sobre un grupo que está institucionalizado y
la solicita. I'recisando estos bordes, Bleger decía que el
contrato es institucional y el dispositivo es grupal en to-
dos los casos. Ahora bien, en tanto hay dispositivos que
han sido creados por enhiques grupalistas y otros por las
diversas corrientes del análisis institucional, se ha m a n -
tenido esta nomencíattita que no hace más que ser fiel al
origen teéirico del instriuncnto utilizado. Sin e m b a r g o ,
hay que considerar también un matiz esencial que hace
a la intenciém de cteación del dispositivo, esto es, q u e los
enfoques grupalistas han puesto el énfasis en los aspectos
afectivos grupales e interpersonales, localizando allí el
origen de todos los males. A su vez, los institucionalistas
han perseguido dilucidar el origen del poder al interior
de las instituciones (que son grupos amplios). Por ello
es c]ue la teotía que se elija c o m o referente determina el
para qué del dispositivo, si bien en sentido estrictamente
técnico toda intervención institucional se realiza a través
de dispositivos grupales (en el e n t e n d i d o de que se realiza
sobre un grupo). Segiin el marco referencial que se elija se
tendrá un dispositivo grupal con el que se podrá trabajar
la problemática del poder o la problemática afectiva inter-
personal del grupo.


                                                                33
M i práctica profesional de intervención ha seguido
los pasos de mi e n t r e n a m i e n t o personal. I n i c i a l m e n t e
realizaba solo intervenciones desde la óptica grupalista;
p o s t e r i o r m e n t e , c u a n d o estudié e investigué acerca los
diversos enfoques del análisis institucional, c o m e n c é a
realizar intervenciones con dispositivos institucionalistas.
Actualmente, trato de elegir el enfoque más adecuado - s e -
gún mi experiencia— sin perder de vista que la problemáti-
ca del poder está siempre presente, c o m o también aquella
afectivo-grtipal, a u n q u e no necesariamente la incidencia
de cada aspecto es igual en todos los casos.
      Ahora bien, las diversas experiencias realizadas me
han dejado siempre un sinnúmero de problemas a resolver.
En muchos casos las preguntas provienen de aspectos teó-
ricos poco claros, lagunas en la conceptualización institu-
cional o formulaciones poco precisas, así como abundantes
dificultades en las técnicas de intervención que no acaban
de "cerrar" en una propuesta suficientemente coherente.
      H a y un problema que se presenta casi p e r m a n e n -
temente en las intervenciones y que tiene que ver con el
cambio, con la teoría del cambio institucional. C]on el
cambio posible y con el cambio imposible. C u a n d o se
pretende trabajar con una institución, es decir, con un
instituido, la intervención es posible siempre y c u a n d o lo
instituido presente una fisura. Esta tesis primaria debe ser
fundamentada:
      C o m i e n z o por señalar que lo instituyente tiene dos
formas de operar. U n a dice sobre aquello que Lourau
llama lo instituyente-en-lo-instituido y que tiene que ver
con el cambio previsto, con el cambio n o r m a d o desde lo
instituido, con el cambio m í n i m o necesario para que lo
instituido n o quede "fijado", detenido en el tiempo y se
vuelva entonces anacrónico. Lo instituido, por más insti-
tuido que esté, requiere de ciertas adecuaciones para p o -


34
der seguir manteniéndose como lo instituido. Se trata de
considerar un ripo de cambio que a su vez esté instituido.
H e aquí el cambio "reformista" que no puede escapar a
aquel " n o r m a d o " por lo instituido.
      La segunda forma de operar de lo instituyente es
rupturista y dice acerca de la creación de un m o d e l o de
institución nueva, lo cual supone la disolución de lo ins-
tituido para poder instituir a su vez otra cosa. Se rrata de
reconocer que lo instituido ha perdido vigencia y que es
necesario —para recuperar el poder expropiado original-
mente— crear una contrainstitución. Se trata de u n acto
esencialmente revolucionario ya que s u p o n e la r u p t u r a
de lo instituido a través de la disolución de los vínculos
de "representación" y la implantación de un mecanismo
de acción directa, superando la estructura jerarquizada y
resistiendo toda forma de apropiación y concentración
nueva de poder.
      En los hechos, c o m o la historia lo demuestra, este
camino es complicado. Muchas veces el m o d e l o original-
menre revolucionario instala          finalmente   una estrucrura
institucional también basada en jerarquías y diferencias,
procesos de delegación de poder, etc., que reprime la p o -
sibilidad de la participación direcra de los interesados.
     A h o r a bien, es aconsejable c o m p r e n d e r q u e esta
división que da cuenta de las formas de operar de lo insti-
tuyente es m e r a m e n t e analítica y didáctica. En los hechos
toda manifestación de lo instituyente supone la presen-
cia de márgenes de acción que se encaminan tanto en la
primera fórmula como en la segunda. El desarrollo del
conflicto y el proceso de institucionalización, vale decir,
la coyuntura particular en cada instante, dará cuenta del
resultado, más polarizado en u n sentido o en otro.
      Desde la perspectiva de la intervención, si lo insti-
tuido funciona de manera armónica y organizada n o hay


                                                               35
espacio para intervención alguna. Si lo instituido es capaz
de procesar la fuerza de lo instituyente en lo instituido (el
cambio normado como posible) no hay necesidad de una
apertura externa. Si el conflicto puede ser "manejado" por
la institución autorizando cierto reajuste, ITO se instala la
fisvira. Mvichas institvicioncs jamás rec^uieren de una inter-
vención, la eficacia de lo instituido alcanza para regular el
funcionamiento y evitar una apertura.
       La intervención es demandada cuando lo institui-
do (a través de la apuesta inicialmente reformista que le
ofrece lo instituyente) es incapaz para disminuir el sufri-
miento institucional. Dicho sufrimiento es sentido como
una amenaza anárc]uica, vale decir, c]uc al generalizarse
puede llegar a romper totalmente lo instituido. Por tanto,
el pedido de intervención siempre es para controlar inter-
namente el devenir institucional (aunque no sea ese ne-
cesariamente su efecto): reforzar el orden de lo instituido
para que este pueda responder a la misión institucional.
(Recuérdese que Mi.ihlmann [19681 señalaba que lo ins-
tituido es el fracaso de la profecía, es decir, lo que queda,
el monumento en recuerdo de lo instituyente, la negación
del proyecto. La misión institucional es lo que ya no está,
es el homenaje a la clausura del proyecto creativo). De
este modo, lo instituido (vacío de contenido creativo) lo-
gra su objetivo, esto es, eternizarse; hacer honor al dicho
popular "Los hombres pasan, las instituciones quedan".
      Por tanto, es duro para lo instituido reconocer y en-
frentarse con su propia incapacidad y es más complicado
aún visualizar que dicha demanda no hace más tjue insta-
lar allí, de hecho, la fisura.
      Por otro lado, la estructura misma de la fisura se
construye en tanto se hace depositaria de los intereses de
lo instituyente: la fisura es el éxito de lo instituyente, es la
razón de su existencia y la culminación de su esfuerzo. Es


36
el primer paso para que algo pueda suceder c o m o cambio
institucional. Puede, por t a n t o , hacer fuerza justo allí
m o s t r a n d o todo sti poderío. Diría que es lo instituido que
instituye la fisura, a u n q u e paradójicamente se resiste a
reconocer su existencia en tanto la naturaleza de la m i s m a
proviene de lo instituyente. D e hecho, c u a n d o el m o m e n -
to de la intervención, lo instituyente podrá aprovechar la
fisura para manifiístarsc y p r o p o n e r alternativas radicales
para el cambio institucional.
       En muchos casos lo instituyente fracasa, y ese es el
p u n t o al que deseo llegar: dicho fracaso hace que lo ins-
titindo se "cierre" nuevamente, recomponga c o m o pueda
sus defensas "tapando la fisura" e intente anular el proce-
so recorrido, si bien aceptando algunos cambios menores
(algo debe ser negociado), que podrán tener lugar bajo el
nuevo o r d e n a m i e n t o .
       Solo se ha logrado un cambio reformista, la negocia-
ción, en el fondo ha favorecido una vez más a lo institiü-
do. La fisura ha sido aprovechada más por lo instituido
que por lo instituyente d o n d e incluso este último se ha
mostrado, facilitando entonces la puesta en funcionamien-
to de fuerzas selectivas para su contención y represión.
       Se plantean entonces las siguientes preguntas:
       ¿Por que es que lo instituido tiende a recomponerse
tan fácilmente? ¿Cuáles son los factores determinantes que
hacen qtie lo instituido termine rearmándose? ¿Cuáles son
las razones que dan cuenta de la "incapacidad "de lo institu-
yente para "aprovechar" el m o m e n t o de la fisura, destruyen-
do lo instituido para sustituirlo por un nuevo proyecto?
       Si bien Pourau se ha preocupado de estudiar "la auto-
disolución de las vanguardias" mostrando a la vez cómo es
que lo apenas instituido se puede disolver cuando reconoce
el fracaso del lugar de vanguardia en la medida en que se
instituyó, no es menos cierto que esas no son las institucio-


                                                               37
nes que importan al sistema. Hay muchas instituciones del
sistema que tienen "autorización" para disolverse ya cjue no
ponen en peligro al fundamento mismo, el Estado. La auto-
disolución de las vanguardias estudiadas por Lourau (1980)
supone en el lenguaje de Gtiattari el pasaje de un grupo en
sí a un grupo para sí. Esta diferencia se asienta en el recono-
cimiento de una diferencia: hay grupos que emprenden una
tarea y la realizan (grupos en sí), y hay otros, que además de
hacer su trabajo se hacen preguntas acerca de cómo funcio-
nan (grupos para sí) cuando realizan una tarea.
      T a m p o c o es cierto t]ue las instituciones, como he-
chos sociales, nacen, se desarrollan y m u e r e n . Más bien
tienden a eternizarse a d o p t a n d o los cambios m í n i m o s (lo
instituyente al servicio de la renovación de lo instituido,
el reformismo) que garantiza su supervivencia.
      Si bien lo instituido se "abre" en el m o m e n t o de la fi-
sura, aprovecha dicho m o m e n t o para tomar conocimiento
de la existencia de lo instituyente y de su fuerza, así como
de sus pretensiones. Dicho "aflojamiento" del control - y a
vimos las razones que tiene para obrar de ese modo— pare-
ce constituirse en una suerte de trampa para lo instituyen-
te, que emerge entusiasta para mostrarse tal cual es. Habría
que discutir si este no es un riesgo, ima falla estratégica, en
el análisis de Lourau. Esto explica la capacidad de recons-
titución de la defensa —la sutura de la fisura— que hace que
ahora lo instituido pueda operar "selectivamente" en tanto
m a n i o b r a con conocimiento de causa: n o es nada fácil
ni c o m ú n lograr un cambio radical en la institución. Por
ejemplo, Basaglia es excepción, otros han solo construido
"islas "sociales. ¿Por qué ello es así?
      Sostengo que hay dos series de vectores que inciden
y d e t e r m i n a n este proceder. Estas series de vectores fun-
cionan de manera independiente unos de otros, si bien se
apuntalan m u t u a m e n t e c o m o se podrá apreciar.


38
La primera serie de vectores
               la c o n s t i t u y e el factor p o l í t i c o


      El Estado debe legitimarse p e r m a n e n t e m e n t e , c o m o
una manera de preservar su existencia que no es otra que
la del poder que ejercen los grupos de poder que se han
constituido c o m o sus dueños. La apropiación del poder
va de la m a n o con la apropiación del excedente e c o n ó m i -
co. Apropiarse del poder-hacer es apropiarse del trabajo,
del p r o d u c t o del trabajo h u m a n o . La división del trabajo
(técnica y jerárquica) hace eso posible. Se debe legitimar
de manera p e r m a n e n t e en todas y cada una de las insti-
tuciones que se sostienen en su interior y tal legitimación
repercute en la legitimación total del sistema estatal. Se
puede decir que el Estado opera p e r m a n e n t e m e n t e a la
defensiva, vale decir, s u p o n i e n d o la pregunta por su le-
gitimidad en todo á m b i t o y en todo m o m e n t o y reaccio-
n a n d o en su defensa. U n a de las formas más p o t e n t e de
legitimación es la naturalización; es decir, aparecer c o m o
natural, c o m o lo dado, c o m o u n hecho incuestionable,
necesario y eterno; por t a n t o , inmodiftcable.
      El mecanismo con que cuenta el Estado para natura-
lizarse es el de monopolizar el modelo de institución que
autoriza y que i m p o n e a través de lo instituido. C o n ello
logra que toda institución creada dentro del Estado lleve
sti sello y que n o se permita a su vez, u n m o d e l o de ins-
titución distinto de aquel que rige para el Estado. Si no
existe otra alternativa de m o d e l o institucional, entonces
el modelo oficial aparece c o m o "natural". L o u r a u inclu-
so sostiene que el Estado es el inconsciente, ya que es la
forma que termina i m p o n i é n d o s e por doquier y aparece
más allá de las propuestas más radicales que cuestionan su
existencia y su estructura. Es decir, el Estado se i m p o n e
más allá de la ideología que sostienen formas alternativas


                                                                     39
y diferentes. Si hay Estado, este está presente en todas las
instituciones del sistema y en todas las instituciones crea-
das dentro del espacio del Estado. Por eso, para Lourau la
intervención socioanalítica tiene sentido, tiene "éxito", si
logra mostrar (poniendo al descubierto, ya tjue está camu-
flado) de qué manera particular el Estado está presente en
esa institución en la que se interviene.

                                        http://psikolibro.blogspot.com

 La s e g u n d a serie de v e c t o r e s t i e n e n q u e ver c o n el
      v e c t o r p s i c o l ó g i c o , aquel de la s u b j e t i v i d a d


      D e s d e las teorizaciones de Elliot Jacques                       (1951)
p o d e m o s decir cjue las instituciones c o m o hechos so-
ciales externos, c u m p l e n una (unción psicológica m u y
i m p o r t a n t e . T i e n e n qtie ver con proveer al psiquismo de
u n nuevo (segundo) sistema de defensas frente a las an-
siedades psicóticas, ante la paranoia y la depresión. Eas
instituciones cumplen por tanto una función de control y
soporte: el sistema normativo institucional, su "firmeza"
instituida, garantizan al ser h u m a n o que no es posible
hacer cualquier cosa y que las instituciones velarán por
cierta permanencia de lo racional frente a los impulsos de
más difícil control.
      Esto explicaría por qué algunos ex pacientes de hos-
pitales psiquiátricos, una vez dados de alta, regresan al
poco tiempo al m a n i c o m i o , o como también, presos tue
son puestos en libertad, cometen actos a toda luces incon-
gruentes con mantenerse en libertad. H a y autores que han
creído ver en indicios c o m o estos, algo así como la firma
del delincuente, que si bien p o r u n lado aludirían a "su
obra" (el robo c o m o un arte) por otro delatarían al autor.
Por tanto, valdría la pena preguntarse si el acto de "atra-
par al ladrón" no estaría en parte posibilitado por algún


40
acto fallido cometido por este. Algo así como suponer que
el ladrón se delata a sí mismo a través de los indicios que
deja a su paso, siempre bajo la interrogante que plantea
el "retorno" al espacio institucional. H a y otros ejemplos
en ese sentido que muestran, a mi juicio, cierto requeri-
m i e n t o de protección por parre del yo y la b ú s q u e d a del
"refugio" institucional conocido. Esto lleva a preguntarse
por los riesgos para la estructiu-a psíquica de vivir en la
ant)rmatividad, al margen de las instituciones.
      CACO que a los h u m a n o s nos cuesta movilizarnos en
la anormatividad y encontramos c o m o d i d a d en las nor-
mas claras y explícitas para hacer las cosas. Si bien esto
se aprehende en la familia, no es menos cierto que nos
sometemos a ellas no sin cierto placer y sintiendo en m u -
chos casos im dejo de protección c u a n d o pertenecemos a
ima institución. En todo caso, la institución t a m b i é n nos
brinda su identidad y ya sea por sexo, edad, profesión,
apellido, escolaridad, etc., tuilizamos a las instituciones
para definir quiénes somos a partir de mostrar lo que ha-
cemos: la afiliación a la institución.
      Aí'jn hay un argumento          adicional tjue tiene que ver
con la relación g r u p o - i n s t i t u c i ó n . D e s d e los estudios
de Le Bon (1895) y luego más precisamente con Freud
(1921) sabemos que en la medida en que u n individuo se
incorpora a un grupo se cusparan mecanismos m u y pri-
mitivos (el efecto de la grupalidad) (Foladori 1999) que
implican casi la disolución de su psiquismo en el espacio
del grtipo-masa. EJ anonimato,            reacciones    q u e muestran
dependencia absoluta de un líder, la dificultad de pensar,
el descontrol emocional, son todos fenómenos que dan
cuenta del surgimiento de u n funcionamiento                   psíquico
m u y primitivo, previo a la individuación, en el que pri-
m a n grandes m o n t o s de angustia sobre todo persecuto-
ria y que nos habla de u n m o m e n t o de funcionamiento


                                                                       41
sincrético muy distinto al de la sociabilidad posterior,
cuando este individuo se relaciona con un otro similar a
él. Se podría sostener que se ha producido una regresión
en la estructura y funcionamiento yoico, lo que implica
metapsicológicamente que el yo se ha visto en la necesi-
dad de operar con mecanismos defensivos muy primitivos
para lograr un cierto control de la situación. Acá es donde
la institución interviene para "rescatar" ese yo y proveerlo
de mecanismos defensivos adicionales.
      La jerarquía institucional que se "introduce" en los
grupos es un fuerte instrumento que posibilita contar
con elementos discriminadores, en tanto vuelve a definir
lugares "únicos" reconocidos dentro de la estructura. Es
por esto que los integrantes de grupos tienden a organi-
zarse como institución (jerarquizada) recurriendo a las
normativas que definen los lugares institucionales. Así, la
jerarquía es la que resiste la grupalización y posibilita al
yo operar en un espacio grupal discriminado.
      Este lugar que cumplen las instituciones como una
suerte de segundo sistema defensivo del yo frente a la in-
diferenciación a que lo somete la pulsión, muestra que el
ostracismo institucional se enfrenta con la locura. El cam-
po anormativo caracteriza im lugar en el cual las amenazas
son grandes y las angustias se hacen presente sin más, sin
mediaciones.
      Si bien como ha señalado Sartre no se puede estar
en ningún lugar: si se está fuera de una cierta normativa
inevitablemente se está dentro de otra, ello no significa
que desde la perspectiva subjetiva no se genere cierto
sentimiento de liberación cuando se sale de algún sistema
normativo y se deja de sentir el peso de las reglas conoci-
das, y esto a pesar de "los riesgos" que se corren al vivir al
margen de las instituciones.



42
Los problemas del cambio institucional

      En párrafos anteriores se dio cuenta de dos series de
vectores que apuntalan y determinan la afiliación a las
instituciones: los factores políticos y los factores psicoló-
gicos. Con dichos instrumentos es posible pensar la pro-
blemática del cambio en las instituciones, cualquiera sea
este y en sus diversos grados.
      Por lo general, se contará con dos conjuntos de fuer-
zas (los vectores descritos) que intervendrán para sostener
la permanencia de un sistema institucional y evitar toda
modificación en su estructura y en su mecánica. Se genera
así un fuerte movimiento resistencial a través de los vecto-
res señalados (los factores políticos y los psicológicos), los
que se apuntalan recíprocamente para evitar la debacle de
las relaciones institucionales tanto en el plano subjetivo
como en el político, aquel que hace a la concentración del
poder y que a su vez genera dependencia.
      El discurso que se emite desde el lugar de poder
tiende siempre a legitimar lo dado, la institución como
un hecho social, aquello para lo cual la institución ha sido
creada pero que en el discurso oficial se plantea siempre
como una necesidad "natural"; no hay otra alternativa.
      Al misrno tiempo, dicho lugar de poder desde
donde se emite el discurso oficial, cumple la función
de sostener el sistema normativo institucional, transmi-
tiendo seguridad y protección a los miembros del grupo
institucional (aspecto subjetivo) y autorizando -según
el propio sistema normativo— ciertas formas de discre-
pancia, cuando el sistema es suficientemente firme como
para soportarlas.
      Esta teoría del cambio en base al funcionamiento de
dos fuerzas paralelas permite explorar algunos problemas
que se producen en los casos en que solamente uno solo


                                                           43
de los vectores es valorado y considerado en el m o m e n t o
del cambio institucional previsto.
      1. Los cambios cjue solamente se p r o d u c e n en el
" m u n d o i n t e r n o " p r o d u c e n a la larga frustración, si no
se pueden asentar a su vez en cambios externos reales. La
írustración opera así c o m o una cierta "vacuna" ante la p o -
sibilidad de otros cambios: la experiencia n o ha sido sufi-
cientemente satisfactoria. Claro está que el psicoanálisis
puede colaborar en aimientar la capacidad de frustración,
con lo cual aparece aliado a la estructura sociopolítica ex-
terna. T a m b i é n puede, a través de su trabajo de análisis,
liberar diversas fuentes de energía que el yo puede apro-
vechar para poner el principio de realidad al servicio del
principio del placer. Ello s u p o n e inciusionar en los tor-
tuosos caminos de modificación de la realidad imperante.
      2. Los cambios políticos cjiíe no van acompañados
de una cierta elaboración de las ansiedades que produce el
m o m e n t o de caos o locura que acompaña los m o m e n t o s
anormativos, contribuirán a producir               comportamientos
regresivos en términos personales y políticos en términos
sociales, acentuándose la dependencia y rechazando a me-
diano y largo plazo el cambio introducido. El cambio po-
lítico —a nivel del p o d e r - sostiene una estructtua jerarqui-
zada de base. El cambio radical del modelo institucional
n o ha implicado muchas veces un cambio en los modos
del vínculo (por ejemplo, el problema de la ruptura de
los sistemas jerárquicos), es decir, no se ha procesado el
cambio en la subjetividad, no se ha hecho consciente la
constitución de una contrainstitución, con los peligros
que ello implica.
      Ahora bien, a la hora de la intervención socioanalí-
tica, c u a n d o se p u e d e plantear en el grupo el análisis del
cambio particular que se persigue y para lo cual han soli-
citado la intervención, el p a n o r a m a general del grupo se


44
complejiza ya que aparece un nuevo elemento que tiene
que ver con la manera en cómo los diversos sectores insti-
tucionales se imaginaron el cambio deseado o posible. El
cambio se diluye entonces en múltiples propuestas, requi-
riéndose de todo LUÍ trabajo de discusión y síntesis para
construir un proyecto de cambio. Este proyecto crea ya
de por sí un espacio anormativo generador de múltiples
angustias.
      El cambio nunca es visualizado como n e u t r o : están
aquellos que lo verán como favorable (creen c]ue ganan
con el cambio) y otros c|ue lo sentirán c o m o a m e n a z a n t e
(creen que pierden con el cambio).
      Ejemplificando de manera simple y esquemática: el
que cree que gana y ve al cambio como favorable, sentirá
angustia ya tjue la institución ya no será soporte de su yo,
al menos d u r a n t e el periodo en el cual se establecen n u e -
vas normativas. Q u e d a situado en un trecho en el cual la
situación de anormatividad lo podría inducir a "hacer lo-
curas", si no encuentra un espacio grupa) suficientemente
continente. A su vez, el que cree que piercie (poder de
decisión, poder económico, lugar en la jerarquía, etc.) va
a sentirse amenazado y podría realizar también "actos de
locura" para defender ac]uello cjue ha sentido d u r a n t e m u -
cho tiempo c o m o propio y c o m o parte de su identidad.



                 La fisura y l o s d e s v i a n t e s


     Abordare ahora el problema que supone pensar la
fisura en t o r n o a sus características más concretas. Para
ello es conveniente partir del asunto de la d e m a n d a ins-
titucional que, como lo señala Lourau, es siempre una
d e m a n d a de el o los grupos que pueden formularla y que
de u n a manera u otra son los que tienen el poder de con-


                                                                45
tratación. Ello supone que in situ, en la medida en que se
instale el proceso socioanalítico, surgirán otras demandas
representativas de grupos "sumergidos" o marginados del
poder institucional.
      La explicitación de las demandas supone ubicarlas
en un cierto registro que Lourau ha teorizado a través
del concepto del desviante: ideológico, libidinai u orga-
nizacional, que conforman a su vez la manera de leer los
problemas que ocurren en la institución. Dicho de otro
modo, toda demanda construye el desviante y lo materia-
liza, en el sentido de que lo constituye en la coyimtura es-
pecífica del momento que corresponde a la intervención.
Eso muestra donde parece que el problema está, vale de-
cir, objetiva un punto de referencia para iniciar el trabajo.
La propuesta concreta de una intervención no puede dejar
de hacer referencia explícita a un conflicto visualizado por
los demandantes en uno de los tres desviantes señala-
dos; pero en tanto el proceso de socioanálisis avance irá
mostrando que otras demandas podrán aludir a los otros
desviantes.
      El proceso de análisis tiene como objetivo la elu-
cidación de estas propuestas, su jerarquización e inter-
dependencia y sobre todo el estudio de su naturaleza de
desviante. Ello significa partir del hecho que el desviante
es siempre un lugar desplazado, que siempre la problemá-
tica del poder (de lo instituido) aparece donde no está,
coino una forma de camuflarse, incluso de defenderse de
la interrogación instituyente que ha cobrado fuerza en el
marco del proceso autogestivo socioanalítico. Se trata de
un efecto sorprendente que tiene consecuencias tanto teó-
ricas como prácticas. Teóricas porque reabre la pregunta
acerca de la naturaleza misma de la fisura, de sus determi-
naciones, de la imagen que lo instituido pretende dar de
ella y de la intensidad de las fuerzas en juego.


46
Desde un punto de vista práctico, el desviante guía
al analista como una briijula ya que le posibilita un tra-
bajo paralelo de articulación de la demanda con los otros
desviantes que no aparecen aludidos en la explicitación de
la misma, casualmente como una forma de construir el
inconsciente institucional* en cada momento.
      La objetivación del desviante, la posibilidad de
dar cuenta del camino realizado por el desplazamien-
to, supone construir una nueva realidad que implica
necesariamente la pérdida del poder de los grupos que
lo tenían hasta ese momento; de aquí las pasiones que
dicho movimiento despierta. Esto es lo que confiere a
la intervención socioanalítica el carácter de virulenta y
convierte al proceso de intervención en un campo de
lucha donde lo instituido y lo instituyente polarizan su
accionar.


* El "inconsciente institucional" es un término extraordinariamenre
complejo, amplio y a la vez ambiguo. Diversos autores han realizado
propuestas teóricas en las que lo aluden, a saber: En sentido global, el
tétmino aparece mencionado por Baremblitt y otros (198.3) quien apunta
a la trama de podet no visible en las instituciones; Deleuze y Guattari
(1974) hablan del inconsciente maquínico; Lourau (1978) propone el
Estado inconsciente; Castel (1980) discute - e n lo patticular aquello
sociopolítico que el psicoanálisis deja fuera cuando se instituye- y acu-
ña el término de inconsciente social del psicoanálisis. Otros autores se
interrogan mis por lo no dicho institucional (ver en este mismo texto el
capítulo sobre la institucionalización del pensamiento). En todo caso,
debe quedar claro que el "inconsciente institucional" nada tiene que vet
con la problemática de la sexualidad (según el concepto de inconsciente
acuñado por Freud para el psicoanálisis), sino con los mecanismos que
instalan los nticleos de podet. Es particularmente importante tomar en
cuenta las propuestas, pot ejemplo de Deveteaux (1977) del ptoblema
de la implicación, como de Guattari (1976) de la transversalidad, así
como de Baremblitt (1991) de la transferencia institucional, ya que con
ellas estaríamos interrogando aquellas determinaciones sociopolíticas del
científico social que inciden y determinan sus intervenciones de manera
no consciente. Ahora bien, la dilucidación de los desarrollos teóiicos de
cada autor y de los límites del concepto que cada quien propone consti-
tuye de por sí un estudio independiente que transciende con creces los
objetivos de este trabajo.


                                                                      47
Lo anterior debe alertar a los analistas en el sentido
de no dejarse guiar por las apariencias. No necesaria-
mente una deiTianda planteada en el desviante libidinal
supone mayor pasión que otra que aborda el problema
desde lo organizacional o desde lo ideológico (a las que se
les podría atribuir la puesta en juego de mayores recursos
intelectuales en detrimento de los emocionales). Sosten-
go que el problema hay que pensarlo en términos de las
características de la fisuta qtie lo instittiido insi:ala para
poder apreciar la magnitud de lo que está en juego en esa
ocasión y del movimiento que lo instituido realizará para
recomponerse.




48
I PARTE
CASOS DE INTERVENCIONES
                 INSTITUCIONALES


      En este primer apartado se relatan diversos casos que
dan cuenta a su vez de varias formas de intervención insti-
tucional. Se utilizan esquemas referenciales que responden
tanto a las demandas y/o coyunturas de la intervención
como a la postura ideológica del analista. El relato de las
intervenciones es seguido de reflexiones ulteriores desde la
perspectiva de la teoría de la fisura, así como también para
explorar problemas adyacentes.




                                                         51
E L GRUPO-ANÁLISIS:
             TÉCNICA DE DIAGNÓSTICO
            DE CLIMA ORGANIZACIONAL


           Análisis de un caso de alcoholismo



      La técnica del grtipo-análisis, a diferencia de otros
enfoques como puede ser el de la encuesta, estudia al
grupo humano como ima globalidad, lo que permite un
grado de profimdidad considerable en lo que hace a la
esencia y determinación de los "síntomas" que la empresa
presenta, de los conflictos que acontecen en su seno. El
grupo-análisis permite una visión dinámica de las situa-
ciones, esto es, una visión de la empresa como totalidad,
en su cotidianeidad, en su quehacer, en las relaciones que
los individuos mantienen, nucleados por una tarea comiin
t|ue constituye la producción.
      El método del grupo-análisis permite reproducir en
el grupo piloto la totalidad de las variables intervinientes,
así como poder valorarlas de una manera estructural y de-
terminar la incidencia de cada una de manera cualitativa
—no cuantitativa—, lo que no deja de presentar ventajas ya
que las conchisioncs que se extraigan reproducen el "aquí
y ahora" de la empresa con toda la riqueza que ello aporta
al diagnóstico de la situación. Por lo menos, así es en teo-
ría. En la práctica, intervienen otros factores por lo que,
en resumidas cuentas, se hace lo que se puede.
      Se pretende que el análisis de caso que se expone a
continuación ilustre este proceso. Antes, es conveniente
precisar algunos fundamentos del método, que hacen a la

* Una primera versión de esce trabajo se publicó en Revista Psicología,
Vol. IV, U. de Chile, 1993.

                                                                    5,1
congruencia entre la concepción que se puede tener de la
empresa y la puesta en práctica de una técnica acorde con
la misma que arroje una imagen de una empresa "vivien-
te". Algunos postulados son:
      1. La empresa funciona como un conglomerado hu-
mano incluido en la categoría de grupo grande o pequeño
según su tamaño (Schlemenson 1983). Todo grupo fun-
ciona a partir de leyes que le son propias en tanto grupo,
descritas y estudiadas por especialistas desde hace ya
tiempo. Así, se trata de un grupo porque hay una tarea (la
producción) que los reúne (Pichón-Riviere 1971); puesto
en situación de reflexión por una coordinación técnica, el
grupo se analiza a sí mismo (Foulkes 1981); el grupo se
mueve en función de una serie de esrructuras imaginarias
inconscientes (supuestos básicos de Bion 196.3), etc. Cala-
to está que la empresa no solamente es un grupo, también
es una institución ya que su estructura, sus lugares, están
normados, esrán reghimentadas las relaciones entre sus
miembros y esrá organizada según una particular estructti-
ra donde las jerarquías son responsables del cumplimiento
de la tarea.
      2. La empresa, si bien constituye un grupo amplio,
está también integrada por múltiples grupos pequeíros,
los que se definen por sus tareas específicas dentro de la
empresa con sus responsabilidades e intereses particulares.
Los inregrantes de los grupos pequeños (administrativos,
choferes, repartidores, personal de planta, etc.) y a su
vez, también de la empresa en su totalidad como grupo
amplio, son soportes y creadores de una estructura grupal
informal, resultando todos, a su vez, efecto de la misma.
Son "encargados" de manera no consciente de determi-
nados conflictos (grupales y/o institucionales) y actúan,
muchas veces sin saberlo, situaciones con otros ajenos a
ellos. En suma, cuando se trata del análisis de un grupo


54
es necesario realizar una adecuada valoración de aquellos
aspectos q u e pertenecen a la c o n f o r m a c i ó n del g r u p o
a m p l i o institucional, de otros aspectos particulares de
los grupos pequeños funcionales a la empresa y de otros
grupos de pertenencia de cada individuo (por ejemplo, la
familia de cada quien).
      D e más está decir que las relaciones entre los indivi-
duos al interior de u n grupo se caracterizan por principios
bastante diferentes a los aportados por la psicología cuan-
do estudia al individuo aislado, por ejemplo, en lo que
tiene que ver con las normativas grupales (E. M a y o 1977;
Sherif 19.36) o con los cambios de actitudes (K. Lewin
1947), etc. Es así c o m o la aproximación del grupo-análisis
al estudio de la empresa aprovecha una amplia experiencia
en grupos y miiltiples investigaciones en el área, además
de reproducir una situación natural (E. Jacques 1 9 5 1 ;
A.K. Rice 1963). Para ilustrar algunas de estas cuestiones
se analizará el caso de una empresa que permite mostrar
de c]ué manera se puede realizar el deslinde de las deter-
minaciones de los síntomas y a su vez, en consecuencia,
deducir las proposiciones modificadoras.



  C a s o : U n a e m p r e s a p r o d u c t o r a y repartidora de
                   refrescos e m b o t e l l a d o s


     A n t e c e d e n t e s : La m e n c i o n a d a empresa localizada
en u n a ciudad relativamente extendida, cubre en la ac-
tualidad el 8 0 % del c o n s u m o local de refrescos. Ciertos
estudios informan que podría expandirse en u n 4 0 % del
mercado aún no cubierto, pero n o está en condiciones de
hacerlo por problemas organizativos en el reparto y otros.
Niveles gerenciales de la empresa temen que los competi-
dores se apropien de ese crecimiento potencial, c o m o de


                                                                       55
hecho ha estado sucediendo. El estudio estima que es la
ineficiencia la t|ue generó este problema.
     M o t i v o de consulta: La empresa manifiesta preocu-
pación p o r q u e de un tiempo a esta parte ha detectado un
incremento del alcoholismo en los operarios, aspecto para
el que la empresa no encuentra causalidad alguna. Dicho
incremento lo ha medido en otros indicadores a saber;
ausentismo y llegadas tarde. Ambos aspectos dificultan la
distribución ya que por las llegadas tarde no pueden salir
los camiones repartidores a la hora y entonces la compe-
tencia gana espacios. Por el ausentismo hay camiones que
no pueden partir de ningima manera, ya que la empresa
n o tiene personal suplente para cubrir las rutas; esto tam-
bién es aprovechado por la competencia.
     Se agregan a lo anterior los accidentes c|ue han te-
nido los camiones, todos ellos muy aparatosos y con pér-
didas importantes de maquinaria y mercadería, así c o m o
también problemas de responsabilidad civil c]ue implican
fuertes erogaciones.
     Los camiones salen de la planta a las 6:30 a.m. a
cargo de un chofer (responsable) y dos operarios. La ruta
a cubrir está determinada con precisión y nunca es termi-
nada antes de las 18 hrs. En algunos casos, los camiones
regresan a la planta ¡cerca de las 21 hrs.! (A veces cuesta
oír estos relatos que muestran la cruda realidad de la ex-
plotación). En todos los casos, al arribo realizan la entrega
de la caja con lo recaudado y llevan el camión a cargar
para que quede listo para el día siguiente. Los sueldos son
relativamente buenos y en el caso de los choferes son muy
buenos.
     El m o d e l o t é c n i c o : Se p r o p u s o trabajar con u n
grupo piloto de 15 integrantes, conformado por las auto-
ridades de la empresa de manera variada (choferes, ope-
rarios, personal de planta) en 3 sesiones de 3 horas cada


%
una. T a m b i é n se realizaron entrevistas individuales con
aquellos operarios que se requirió. De hecho, la empresa
seleccionó a los individuos "problema": alcohólicos y "fal-
tanrcs". El grupo fue coordinado por un equipo técnico
especializado en grupo-análisis con roles de c o o r d i n a d o r y
observador complementarios. En las sesiones se estimuló
la participación y se realizaron preguntas y comentarios
sobre el trabajo cotidiano. El material fue registrado para
tui posterior análisis.
      Del material obtenido se p u d o ir, poco a poco, sepa-
rando lo accesorio de lo importante, lo anecdótico de lo
básico, lo que se puede ordenar en los siguientes acápites.




              El d i s c u r s o d e l o s f u n c i o n a r i o s


El operario y su cuerpo


      Una de las primeras cosas que llama la atención es
la gran cantidad de cicatrices que todos los m i e m b r o s
del grupo tienen. Eanto en la cara c o m o en las manos,
brazos, piernas, y dicen t]ue hasta en la espalda, por el
estallido de las botellas y p o r q u e también al tirar las ca-
jas de envases desde lo alto del camión se golpean y se
r o m p e n . El calor y el m o v i m i e n t o hacen que la presión
d e n t r o de las botellas a u m e n t e considerablemente, p o r lo
cual, c u a n d o esrallan lo hacen con gran violencia. Ahora
bien, de esto la empresa no se entera oficialmetite p o r q u e
las heridas no son d e n u n c i a d a s por t e m o r a perder el
empleo. Se curan c o m o p u e d e n y tratan —en la medida
de lo posible— de estar al otro día en el trabajo de nuevo.
Claro está, surge entonces que el equipo de seguridad
no es utilizado: no usan los guantes p o r q u e a r g u m e n t a n
que al hacer la m a n o más grande, les dificulta agarrar las


                                                                     57
botellas, sobre todo cuando tienen que ordenarlas ya que
los comercios las entregan revueltas. No usan los zapatos
con suela antideslizante porque dicen que los que pro-
vee la empresa son inadecuados. De hecho, la empresa
solamente a los de planta les da suelas antideslizantes de
¡buena calidad! Sin este tipo especial de zapatos les es
más difícil trepar al camión y bajar las cajas sin golpes o
caídas (y cortaduras). Tampoco usan fajas especiales para
el cuidado de la columna port]ue son incómodas y no las
soportan por el calor. En consecuencia las lumbalgias son
comunes. De hecho, cada caja pesa 25 kg y son capaces
de levantar por lo menos tres y a veces hasta cuatro por
vez. Comentan jocosamente cómo se entrenan los nuevos
operarios, que deben levantar una caja desde el piso y co-
locarla sobre el hombro. El caso es que deben ser capaces
de hacer eso con cuatro cajas: hay algunos principiantes
que a la primera clase se retiran y no regresan. Todo este
manejo ostentoso del cuerpo y sus cicatrices, de la fuerza
y la despreocupación por los accidentes, se asienta en
patrones culturales machistas, donde el uso del equipo
de seguridad es visto como que "ateminiza" (lo denuncia
como débil) al operario. Un "buen macho" debe poder
hacer todo con su fuerza y no preocuparse de las conse-
cuencias. Es evidente entonces que los cursos sobre el uso
del equipo de seguridad caerán en "saco roto" hasta que
no se modifique la actitud de los operarios hacia sí mis-
mos, para lo cual habrá que implementar algo más que
un simple curso de capacitación. Sin embargo, no hay
que dejarse guiar por el psicologismo ya que las condicio-
nes laborales de sobreexplotación, el chantaje en base a la
pérdida del trabajo y la manera como opera la empresa
hace que sea casi imposible que los operarios puedan
pensar las cosas de otro modo: cierta naturalidad laboral
se impone.


58
Ahora bien, hablando de accidentes reconocen que
las respectivas familias se oponen a que el operario trabaje
en la empresa. Los argumentos son variados: Es la familia
la que se hace cargo del herido cuando llega a la casa; hoy
es una simple cortadura, pero mañana... lo que configura
una fuente de permanente preocupación. Porque además,
los camiones son asaltados y algo hay que entregarle a
los ladrones a cambio de la vida; otra fuente de preocu-
pación. Las cajas de seguridad que se han instalado en
los camiones repartidores salvan el dinero de la empresa
pero no los exime del asalto. El ratero siempre obliga a los
operarios a que le entreguen algo. Por tanto, la angustia
de la familia se incrementa pues temen que algún día el
operario no regrese.

El grupo   familiar

      Tampoco el horario los favorece: llegan tarde y se
van muy temprano y entonces no hay convivencia en el
hogar (Nos podríamos preguntar ¿qué llega del operario a
la casa luego de trabajar más de 15 horas?). Comentan en
broma que cuando ingresa a la casa la madre, le dice a los
niños "llegó el repartidor de...". Ahora bien, este rechazo
de parte de la tamilia hacia el trabajo que el jefe de la casa
realiza, lo comienza a sentir como un rechazo a su perso-
na. Vale decir, les ocasiona culpa el no poder hacer algo
para que las familias puedan vivir más tranquilas y evitar
las quejas, que son sentidas como presiones. Afirman que
esto hace que el trabajador tienda a llegar cada vez menos
a la casa para evitarse el malestar que le ocasiona las que-
jas, ya que no tiene muchas posibilidades de cambiar de
trabajo. Dicen que prefieren, entonces, permanecer más
con los compañeros de ruta y de otras rutas, con quienes
conviven todo el día, se distancian del hogar y la "familia"


                                                           59
se traslada al grupo de compañeros de ruta: sienten que
estos sí se solidarizan con él, incluso lo aplauden y lo esti-
m u l a n , lo cuidan y lo protegen. Además, es con los que se
pueden divertir y recuperar energías luego de una ardua
jornada laboral. Este aspecto crucial tiende a generar im
espacio propicio para el alcoholismo.


Relaciones   entre   pares


      Lo primero que hay que señalar es que los operarios,
en general, t o m a n m u c h o , desde antes tie su ingreso a
la empresa. Vale decir c]ue desde siempre ha existido un
nivel base de c o n s u m o excesivo. Este aspecto tiene raíces
culturales y se "jtistifica" por el clima semitropical de la
ciudad cionde laboran. Pero este nivel base de constmio
sería aquel que la empresa midió primero. Por tanto, la
inquietud actual se sitúa en las razones del incremento
que "afecta" la producción.
      Los operarios no tienen claro las causas de ello, pero
entre todo lo qtie relatan recuerdan que algún tiempo
atrás funcionaban en la empresa equipos de fi'itbol que
se reunían a jugar c u a n d o retornaban del reparto. Los
partidos estaban fijados para las 17 horas y convocaban
un gran público. C u a n d o los camiones iban llegando, los
operarios se encaminaban al partido. Allí se pasaban por
lo menos tres horas y luego c o m e n t a b a n sobre el partido
t o m a n d o cerveza. Pero se dio el caso de que por no per-
derse el partido h u b o camiones que a b a n d o n a b a n la ruta
y esto ocasionó que la empresa —sin medir las consecuen-
cias— suspendiera unilateralmente los encuentros de fút-
bol. Los operarios interpretaron que el deporte les proveía
además de un c o m p r o m i s o en su tiempo libre, actividad
en sí que poco se podía combinar con el exceso de bebida;
pero la suspensión de los encuentros abrió para muchos


60
de ellos un espacio de varias horas, en las cuales sentían
que no tenían nada que hacer: se comenzaron a reunir en
la cantina a matar el tiempo, así lo relatan.


A nálisis de     resultados


      El trabajo con los grupos arrojó información que se
usó para hipotetizar sobre las razones que m a n t e n í a n y
desarrollaban cada vez más el alcoholismo entre los tra-
bajadores. Hs ticsdc el deslinde de las disfintas "causas"
enunciadas por los participantes en los grupos con que
se trabajó en ese caso concreto y segiin el imaginario del
grupo, se construye la posibilitiad del p l a n t e a m i e n t o de
medidas apropiadas y consistentes de solución.
      Es evidente que acá la empresa (y el sistema todo)
pone entre paréntesis todas las normas laborales, por lo que
las medidas que se puedan sugerir son solo paliativos que
no hacen otra cosa que sostener el sistema de explotación.
     —Factor cultiual: Los operarios piensan que t o m a n
m u c h o p o r q u e provienen de un medio que t o m a m u c h o
y d o n d e el tomar es una actividad valorada positivamente
porque es propia de machos. Sentirse m a c h o es tomar y
para poder sentirse perteneciente al grupo de iguales, de
trabajadores de la empresa, es necesario compartir entre
ellos la bebida.
      lisie    ritual, al estilo de la c o m u n i ó n , configura el
sustrato alcohólico cuya modificación es harto compli-
cada porcjue responde a un valor cultural que trasciende
con m u c h o a la empresa de la que el caso trata. Se podría
pensar cómo es necesaria la droga del alcohol para sopor-
tar el trabajo físico y psíquico que realizan los operarios,
generando manía y " a y u d a n d o " a dormir.
     —Factor familiar: Los operarios dicen tomar p o r q u e
n o desean regresar a sus casas m u y t e m p r a n o ya que co-


                                                                  61
rren el riesgo de ser sometidos a todo tipo de críticas y
quejas. Lo hacen bien entrada la noche cuando ya "no
hay moros en la costa". Esta conducta les ocasiona culpa,
porque en el fondo, quieren estar con la familia, con los
hijos y pata eso trabajan. Este es un factor que es factible
modificar porque es posible tomar medidas que abarquen
la participación familiar.
      -Factor ergonómico: Aunque no lo reconocen de
modo directo enuncian una relación entre tomar y carga fí-
sica, de modo que se podría decir que toman porque la car-
ga física es realmente extenuante, es decir, toman para po-
der mantenerse en pie y con energías mínimas para cumplir
con el trabajo. Toman durante el reparto. Peligroso porque
se producen descuidos y accidentes con los camiones.
      Este factor también puede ser modificado tanto a
través de la introducción de nuevas tecnologías como de
la re-organización de las rutas.
      —Factof psicológico: Si bien no relacionan explícita-
mente las condiciones de ejecución del trabajo y la ingesta
de alcohol, sí lo hacen a través del discurso (quejas) que
ponen en boca de las familias. Así se podría decir que
tomar es una manera de olvidar el temor y la angustia de
estar día a día expuestos a asaltos, robos, accidentes y de
buscar amparo y solidaridad; protección que no pueden
pedir sin reconocerse angustiados.
      También este factor puede ser modificado si se anali-
zan y elaboran los temores y riesgos del trabajo.
      —Factor temporal (el tiempo libre): Dicen que tomar
es el espacio que encuentran para estar con los compañe-
ros y recuperarse, ya que su cultura no cuenta con otros
mecanismos que puedan llevar a un uso diferente del
tiempo libre.
      Este factor, que depende directamente de la empre-
sa, tal vez sea el factor más sencillo de abordar, conside-


62
La intervención institucional: Hacia una clínica de las instituciones
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La intervención institucional: Hacia una clínica de las instituciones

  • 1. Horacio C. Foladori La Intervención Institucional Hacia una clínica de las instituciones http://psikolibro.blogspot.com (DITORIALARdS
  • 2. Horacio Carlos Foladori cursó la carrera de Psico- logía en Uruguay, recibiéndose en 1971. Posteriormente, realizó estudios de Maestría y Doctorado en México y en EE.UU., respectivamente. Si bien se orientó hacia la psicología clínica y al psicoanálisis, desde muy temprano se interesó por los grupos y por sus amplios espacios de aplicación tanto en ámbitos clínicos como sociales. Pero los grupos siempre tienen una inserción institucional, por lo que su investigación acerca de los grupos no po- día dejar de lado la problemática del poder que la inter- vención sobre los mismos supone. En 1976 se traslada a México asumiendo la Direc- ción del Departamento de Orientación Vocacional de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, donde se implementa, desde 1980, un novedoso programa grupal de orientación y que produce material para publicar varios libros sobre el tema. Más tarde funda la primera Maestría en Psicología Clínica Infantil del país, al tiem- po que edita la revista Ilusión Grupal. A partir de 1993 se radica en Santiago donde además de psicoanálisis enseña psicología de los grupos (grupos operativos) y análisis institucional. En Chile ha publicado Análisis vocacional grupal (1997), El grupo operativo de-formación (2001), Grupa- lidad. Teoría e intervención (2005), Intervención grupal en el ámbito comunitario (compilador) (2006), además de artículos e investigaciones en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Actualmente es académico de la Universidad de Chile (en pre y postgrado); de la Universidad Metropo- litana de Ciencias de la Educación (Departamento de Filosofía); de la Universidad Adolfo Ibáfiez (Magíster en Psicología Clínica); de la Sociedad Chilena de Psico- análisis (Ichpa) y de la Universidad ARCIS (Magíster en Grupos e Instituciones). Es fundador (1993) y Director de la Escuela de Psicología Grupal y Análisis Institucio- nal Enrique Pichón-Riviére. Profesionalmente trabaja como psicoanalista y realiza intervenciones familiares, grupales e institucionales.
  • 3. Horacio C. Foladori La Intervención Institucional Hacia una clínica de las instituciones (DIlORIAL-ARdS
  • 4. ©Universidad ARCIS Editorial AliClS Libertad 53 Teléfono: (56-2) 386 6 4 U F.-mail; publicacionesC'^^iatcis.cl - www.iiarcis.cl La Intervención Institucional. Líacia una clínica de las Instituciones l^ edición: Septiembre de 2008 C^loordinador de publicaciones: Víctor Fíugo Robles L^íseño y díagramación: Paloma Castillo Registro de propiedad Intelectual N° 163-440 LSBN: 978-956-310-844-6 Impreso en Alfabeta Artes Gráficas
  • 5. ÍNDICE Prólogo Gregorio Baremblitt Prólogo Osvaldo Saidón Presentación. Recortes de implicación Metodología Teoría de la fisura I Parte Casos de intervenciones institucionales El grupo-análisis: Técnica de diagnóstico de clima organizacional. Análisis de un caso de alcoholismo Del deseo a la autogestión, intervención en la universidad Intervención en un Ministerio Intervención en un hospital geriátrico La intervención: del sufrimiento a la recuperación del pensar
  • 6. II Parte Las instituciones y el pensamiento La institución de las organizaciones no gubernamentales y su "crisis" Violencia: La institución del maltrato La institucionalización del pensamiento Represión psícjuica, represión-política La salud de la institución: a modo de conclusiones transitorias Bibliografía Anexos El nuevo programa de Orientación Vocacional como analizador institucional 271 Bion y Rickman. La intervención institucional en el Hospital Militar de Northfield 295
  • 7. PRÓLOGO Gregorio Baremblitt El autor de este libro, profesor Horacio Foladori, además de un "antiguo" compañero de estudios y traba- jos, ha sido siempre un amigo con el que compartí, diga- mos, tanto la "producción de alegría" como la de "sufri- miento" (véase el capítulo correspondiente a este escrito) durante épocas tenebrosas de las dictaduras del Río de la Plata. Las vicisitudes del exilio y de nuestras actividades nos llevaron por rumbos geográficos diferentes, y durante demasiados años nos privaron de mutuas noticias. El honor y el placer que el profesor Foladori me da de prologar este importante libro suyo, es un testimonio de que todo ese tiempo de convivencia que se nos escapó, en parte por "Las venas abiertas de América Latina", no fue perdido en términos de vida, trabajo y militancia. Según creo este texto es una contribución de gran valor para la bibliografía del movimiento instituyente en Lati- noamérica. Recuerdo que a nuestro amigo Rene Lourau no le gustaba el término "riqueza", ni siquiera empleado en for- ma metafórica. Obviamente, le desagradaba su inevitable matiz acumulativo pecuniario. No obstante, no se me ocu- rre otra palabra para celebrar la forma y el contenido de este volumen de Foladori cuyos numerosos méritos no me siento capaz de describir fehacientemente en pocas líneas. Apenas intentando, diré que se trata de un texto que cubre candentes problemas de los llamados "grupalismo" e "institucionalismo", de sus condiciones de producción 7
  • 8. y de ejercicio teórico y técnico, de su campo de análisis y de intervención entendidos desde diferentes y eminentes corrientes de su gesta. Me parece aceptable opinar que el autor ha practi- cado, en esa revisión y sus aplicaciones, una actitud tjue alguna vez denominamos "eclecticismo superior" (por analogía con la calificación que C Deleuze hace de la fi- losofía de Hume "un empirismo superior"). Se trata de que Foladori en su larga y activa forma- ción, ha tomado lo mejor de autores célebres para cons- truir su modo original de pensar, de actuar, sin ninguna sumisión doctrinaria ni sistemática. Una de la impresiones que nos ha sorprendido muy agradablemente, es la de que, a pesar de compartir una gran parte de esas preferencias bibliográficas, Foladori ha "extraído" valiosos aportes de otros que nosotros no hemos transitado demasiado y que nos han revelado con- secuencias que no sospechábamos. Otro gran mérito que me permito destacar, es el es- tilo de escritura de estas páginas, riguroso, pero extrema- damente claro y preciso, valores estos que parecen haber sido abandonados por los intelectuales contemporáneos. Por otra parte, el libro presenta una serie de crónicas clínicas de intervenciones institucionales que son muy es- casas en la literatura de este dominio y que los estudiosos reclaman insistentemente. Entre los diversos capítulos neta y clásicamente grupalistas e institucionalistas, "aparece" uno inesperado que se pregunta nada más y nada menos acerca de "qué es pensar", y lo hace no desde un punto de vista especulati- vo, sino desde una óptica estrictamente relacionada con la primacía de la praxis de los agentes, grupos, organizacio- nes y movimientos que aspiran al autoanálisis y a la auto- gestión como medio y como fin.
  • 9. Para no demorar la entrada de los interesados en este valioso libro, agregaré apenas que el mismo muestra también una severa aunque serena vocación autoanalítica, lo cual nosotros vemos como una realización del lema es- quizoanalítico de experimentar "con la infinita audacia e infinita prudencia". Mi sincera bienvenida al libro del profesor Foladori al panorama cultural de nuestros pueblos. Bello Horizonte, diciembre 2007 http://psikolibro.blogspot.com
  • 10.
  • 11. PRÓLOGO Osvaldo Saidón T e n e m o s u n nuevo libro sobre el análisis institucio- nal en Latinoamérica. D e m o r é unas semanas en comenzar su lectura, en los días que lo recibí me encontraba traba- jando en unos textos sobre la potencia de lo grupal. Ya en las primeras líneas Foladori nos advierte que la diferencia entre dispositivos grupales y dispositivos insti- tucionales es inexistente. Entonces ya m e t o m ó el entusias- m o que provoca la lectura de u n amigo, que cordillera de por medio va a hablarnos también, a su manera, de la riqueza del dispositivo grupal en el trabajo con institu- ciones... Al culminar su lectura percibí que hay una pregunta que recorre todo el libro, y que es tma pregunta necesaria para tocios los que se interesan en el trabajo con grupos e instituciones. La podríamos resumir así. ¿Cómo se hace'i Foladori tiene coraje de militante, la claridad del maestro y la clínica sutil del psicoanalista y... responde con toda franqueza, diciendo: como él hace. Actitud poco c o m ú n en nuestro medio. A partir de allí, nos introduce en cómo piensa, cómo interviene, c ó m o analiza, y sobre todo c ó m o crea. El quehacer c o m o plano de consistencia que recorre el libro se inscribe en la mejor tradición institucionalista. Es la que nos señala Franco Basaglia c u a n d o nos convoca a un o p t i m i s m o de la acción. Al enseñarnos c ó m o hace sus intervenciones, nos muestra cómo se las ha arreglado en estos años en un lar-
  • 12. go recorrido por Latinoamérica a sostener la fuerza insti- tuyente de su trayectoria en los más diversos ámbitos. Es esta trayectoria profundamente latinoamericana la que hace a este libro necesario. Necesario en primer lugar para el autor que se lo ve y se lo escucha a través de su escritura, precisando expo- ner lo que ha hecho y pensado, interviniendo en las más diversas instituciones. En el libro, asimismo, realiza una puesta a punto de su marco conceptual, a partir de las si- tuaciones políticas que ha tenido que enfrentar. Necesario para nosotros sus compañeros y colegas, que acompañamos vicisitudes similares en otros países y que necesitamos el testimonio de las intervenciones que ha realizado en países como Uruguay, ("hile, México, y de pensamiento que ha surgido de estos trabajos. Pero este libro es necesario sobre todo para consoli- dar, para dar consistencia a un plano latinoamericano del trabajo con grupos e instituciones. Podemos discutir acerca de la originaliciad y la im- portancia del pensamiento latinoamericano en el psicoa- nálisis, la psicología y/o la sociología. De lo que sin duda podemos coincidir, y este es uno de esos textos para confirmarlo, es de la creatividad y la consistencia de la escuela de grupos latinoamericana. Cada vez más las academias, las universidades, la salud y la educación publicas e incluso las diversas asociaciones en América Latina se confrontan con esta evidencia. En ese sentido este texto recoge y recrea aportes de lati- noamericanos como Suárez, Pichón-Riviére, Bleger, Bauleo, Baremblitt, y los cruza con los de Lourau, Mendel, Guattari, para sorprendernos en el último capítulo con un análisis lle- no de observaciones interesantísimas sobre el propio Bion. Es que el pensamiento en grupos e instituciones lati- noamericano no es un regionalismo, sino que obtiene su 12
  • 13. potencia justamente de una divetsidad que solo ha sido teorizada y sobre todo actualizada en infinitas interven- ciones en nuestros países. Esta diversidad, este m o d o de habitar lo múltiple es lo que posibilita el dispositivo grupa! que tan bien lo vemos desplegar a través del texto y qtie le permite a Fola- dori inventar y redescubrir nuevos conceptos. El libro esta aquí para que Uds. lectores vayan re- corriendo estos conceptos, así que no deberé extenderme sobre los mismos. Me referiré a algimos t|ue me han afectado particu- larmente, por tomar el desah'o c]ue el propio autor p r o p o - ne c u a n d o nos dice que solo se puede pensar con otro, en grupo, en diálogo y haciendo máquina. Señalaré algunos t]ue me afectaron particularmente d u r a n t e la lectura. En el libro le dedica un capítulo a explicarnos su idea de fisura institucional. La fisura es im concepto clave que no solo desarro- llara teóricamente, sino que también una y otra vez lo veremos utilizarlo para entender, intervenir y avanzar o retroceder en diferentes intervenciones. El concepto me parece especialmente litil para res- p o n d e r a u n a encomiencia siempre presente e n t r e los analistas institucionales consistente en acortar la distancia entre el c a m p o de análisis y el campo de intervención. Pasan por las páginas del texto diferentes instituciones: de salud, de aprendizaje, de gestión de Estado, de servicios y producción. Las fisuras nos las muestra a través de los relatos del cotidiano institucional. Desfilan a través de las interven- ciones diferentes universos, diferentes m o d o s de habitar el m u n d o . Es especialmente conmovedor el de los repar- tidores de gaseosas, c u a n d o nos dicen que "las heridas no 13
  • 14. se curan", frase que no puede dejar de remitirnos a una multiplicidad de sentidos en el C^hile post-Pinochet. Así revistan diversos personajes, historias de vida que nos arrastran a otros mundos de los tjue habitualmente convivimos. Tal vez allí esté el gusto, la verdadera pasión que nos sostiene implicándonos en el análisis y la intervención institucional. Salir de lo mismo, experimentar otros múñ- elos, habitar el desierto. Los analistas institucionales cjue nos reconocemos en estas páginas somos exilados, desterrados, nómades, con- traculturales, un poco antiedípicos y sobre todo desinsti- fucionalizados por deseo más que por necesidad. Por eso cuando Foladori se reitere a otro concepto que me afectó patticularmente: el osttacismo institucio- nal, creo que toca un tema en el C]ue estamos especial- mente implicados. Casi no hay intervención entre las que se relatan en el libro en la que no aparezca el temor a la pérdida de! trabajo. Casi diría yo que no hay verdadera intervención, es- pecialmente en Latinoamérica que no pase por enfrentar esta amenaza. Y nosotros los grupalistas, los instituciona- listas, transcurrimos gran parte del análisis de nuestra im- plicación, transformando este temor en una herramienta para la acción y la invención. El ostracismo institucional, que tanto padecimiento causa a funcionarios, pacientes, alumnos y maestros, debe ser especialmente soportado por nuestra tribu. Sabemos que el temor y el miedo son derivados del terror cjue se inocula- ron en los cuerpos durante nuestra historia reciente. En los análisis institucionales que enfrenta se lo ve al autor interesado en enseñarnos cuáles son los métodos que utiliza y que sustenta cada elección. Estoy convencido 14
  • 15. que c u a n d o planteamos los más diversos encuadres, lo i m p o r t a n t e no es el formato, sino el sostenimiento de una actitud, que muchas veces se extiende más alia de la p r o - pia intervención. A diferencia de ciertos analistas que nos c o m p r o m e - ten con fórmulas preestablecidas, Foladori n o solo explora las características de la demanda, sino que las sitúa en el contexto sociopolítico de su época, las historiza. Es fiel a la regla del "decirlo todo" pero entiende que decirlo todo no es simplemente una cuestión psicológica, sino u n desafío político en nuestras democracias nacientes. Lo peligroso que puede resultar la liberación de la palabra tiene un con- texto particular en los países d o n d e le ha tocado intervenir. Las marcas de la dictadura en Chile, el temor a la pérdida del trabajo, también favorecen de un m o d o muy particular y bien estudiado por el autor ima predominancia de lo psi- cológico familiar que está al servicio de ocultar lo político. Su clínica es la estrategia con la que trabaja para producir un desocultamiento, una contraefectuacion a la queja y la apatía institucional... El sufrimiento habla a través de ciertos estallidos en la institución. Foladori se inscribe en la tradición del análisis gene- ralizado y de la autogestión, y por lo tanto se mete en la t o r m e n t a que produce el estallido. Nos muestra por ejemplo: cómo el conflicto con la autoridad despótica estalla a través de problemas a nivel interpersonal del propio g r u p o . O t r a vez de lo que se trata es de devolver el poder a los propios actores institucionales evitando la regresión hacia lo psicológico y asumiendo los riesgos políticos. La intervención consiste entonces en p o n e r en evi- dencia lo instituido y lo instituyente en sus relaciones complejas. 15
  • 16. A través de un trabajo con diversos grupos en una dependencia del Estado arma dispositivos, intenta liberar la palabra, aparecen avances y retrocesos. Son intervenciones sucias, con momentos fríos y momentos calientes, donde la sistematización aparece a posteriori, con encuadres reinventados permanentemente, en función de posibilitar el surgimiento de los analizado- res... En la segunda parte del libro comienza a trabajar con el pensamiento como institución. No deja pa.sar mucho tiempo que ya está nuevamente en el campo de la inter- vención concreta. Analizando y cuestionando los nuevos emergentes sociales, la predominancia de las ONCi en los contextos políticos latinoamericanos de hoy. Nos advierte sobre el modo en que las ONCi con su institucionalización han ¡do perdiendo su origen au- togestivo y constructor de un incipiente poder paralelo quedando como una versión actualizada de la institución de la beneficencia. Así en realidad alarga el concepto de institución, plan- teando un artálisis cíe las cuestiones sociales de la época. Aquí al traer la política concreta formula una serie de hipótesis, para ir construyendo un pensamiento que escape a las normas instituidas que justamente son las que le retiran stt potencia al pensar... A medida que elabora su idea de lo que considera un inconsciente político, está el propio haciendo política en una inmanencia en la cual al tiempo que cuestiona el po- der ya está proponiendo los instrumentos para resistirlo. Aquí los dejo lectores con un texto que nos va a per- mitir valorar, mejorar, y alegrarnos de nuestra implicación en la corriente institucionalista latinoamericana. Buenos Aires, enero de 2008 16
  • 17. PRESENTACIÓN RECORTES DE IMPLICACIÓN El texto que se presenta corresponde a u n amplio desarrollo de reíiexiones y de diversas intervenciones ins- titucionales y grupales realizadas durante los últimos 15 años. Ello no obsta para tjue ios orígenes de la "pasión" se encuentre m u c h o antes, en ios m o m e n t o s iniciales de mi vida profesional cuando estaba lejos de poder asiunir cabalmente (esto no supone que lo haya hecho ahora) las implicancias institucionales del trabajo técnico. Los primeros pasos, así como los siguientes, se vieron sistemá- ticamente cuestionados por los diversos efectos institucio- nales de la labor profesional, lo que acentuó la conciencia de la necesidad de profundizar el estudio, e n t r e n a r m e y abrir nuevos capítulos de interrogación en lo que conside- ré, desde un inicio, como un ejercicio profesional social- men te c o m p r o m e t i d o . En tal sentido, los institucionalistas hablan de im- plicación para poder dar cuenta de los diversos niveles de articulación y determinación que las instituciones tienen sobre las personas, instituciones que limitan de diversos m o d o s la observación y lectura tjue se realiza de lo c]ue se recorta como discurso. Esta noción se opone radicalmente a pensar el lugar del técnico c o m o ostentador de una cier- ta neutralidad, observar desde afuera, sin comprometerse y realizar intervenciones desde una asepsia más deseada que posible. Si el lenguaje es una institución y se lo he- reda* - r e c o r d e m o s tjue se habla del "lenguaje materno"— * La noción de herencia con la cjue trabajo, justo es decirlo, no tiene nada que ver con la biología en sus desarrollos genetistas. Se trata de podet pensar la manera que adopta la transmisión de la vida psíquica a través de las generaciones, los mecanismos que utiliza la cultura para 17
  • 18. aparece desde allí un "rayado de cancha" que determina lo que oímos, lo que vemos y cómo o en relación a qué reaccionamos. ¡Qué decir de todos los otros fenómenos de la cultura! Recordemos c]ue Le Barre (1977) "acusa" a Dcvereaux de haber demostrado que toda investigación social es autobiográfica, casualmente portjue lo t]ue mues- tra la pesquisa social son las diversas instituciones que atraviesan al científico social. El que seamos conscientes de algunas de las institu- ciones que nos han formado y que constittiyen nuestra identidad y a las que pertenecemos (familia, religión, or- ganizaciones sociales diversas, clase social, etc.) no implica que también pertenezcamos a otras (prejuicios, ideología sexual, xenofobia, etc.) sobre las que quisiéramos mejor no enterarnos. Así, el efecto de las instituciones sobre nuestras acciones y sentires no puede ser neutralizado a voluntad. En general, estos atravesamientos operan directa- mente más allá de nuestros deseos, lo admitamos o no, comprometiendo tanto el análisis de la situación como a la intervención institucional misma c]uc se realiza. Ya que la red de determinaciones institucionales es miíltiple, se hace imposible, a pesar de ser deseable, poder construir un mapa completo. A pesar de estas limitaciones, creo firmemente que ciertas determinaciones institucionales son imprescindí- bles para que la investigación pueda ser comprendida en su unidad; una nueva pretensión. Pero además, hace a la "eternizarse" y las formas en que el "aprendizaje social" de una generación se constituye en patrimonio de la siguiente. También, tiene que ver con aquel trabajo de simbolización no realizado por una generación y que "pesará" en la siguientes de múltiples formas en su producción cotidiana (Tisseron 1997, Kaes y otros 1996). Freud nove otra forma para fundar el aparato psíquico que instalando de manera decidida la herencia psíquica a través del núcleo constitutivo de lo inconsciente: la represión primaria (las fantasías originarias). 18
  • 19. naturaleza del compromiso que cada quien adquiere con lo que hace, c o m p r o m i s o con el reconocimiento de los lí- mites hasta d o n d e sea posible y hasta d o n d e pueda ver, en un m o m e n t o particular. Ya que la vida entera del inves- tigador está expuesta en cada intervención-investigación, justo es reconocer algunos hitos de la historia, sabiendo además que otros podrán leer intenciones no confesadas y que además el inconsciente siempre está dispuesto a ju- garnos una mala pasada. Lo institucional entonces ha intervenido decidida- mente en este compromiso y ha flechado la pasión en un sentido. Sería c o m o aventurarse a darle cierta secuencia al texto que se presenta, unidad que —vale la pena decirlo desde un inicio— no se construye como un proyecto de investigación de manera lineal con objetivos y metas, sino c o m o algo que deviene en im camino único que se transi- ta, sin saber muchas veces hacia d ó n d e va, por el cariz de btisqueda que adopta. Por ello es que la imidad no proviene del proyecto m i s m o sino de ese devenir, lo cual abre desde ya miilti- ples preguntas acerca de su sentido como p r o d u c t o r de conocimiento, de sus relaciones con lo que está instituido c o m o "conocimiento científico" y con las consabidas pre- guntas por la validez de lo producido y de la "verdad" que se persigue. Por otro lado, no es posible reflexionar sobre este devenir, sino es t o m a n d o en consideración ciertos acontecimientos de la historia más o menos reciente. D i - cho de otro m o d o , las preguntas en ciencia no surgen de cualquier manera y de la nada, sino que son preguntas co- yunturales, es decir, que tienen que ver con circunstancias sociales que las producen, con efectos maquínicos, con instancias de poder que operan en u n m o m e n t o particular regulando los flujos y d e t e r m i n a n d o - h a s t a d o n d e cada quien puede darse o no cuenta— de la producción desean- 19
  • 20. te en la que participa. Así, tampoco hay que buscar un marco teórico estructurado (o rígido), lo cual no significa pensar u operar desde la ilusión de la neutralidad. Si bien el psicoanálisis fijrmó parte importante desde un inicio de mi preocupación-formación, el estudio del mismo lo realicé a través de una crítica sistemática y per- manente de su institucionalización: como no se podía es- tar "al día" con lo que ofrecía la luiiversidad (limitada en la formación analítica que podía brindar), había que recu- rrir a otros espacios de aprendizaje tildados de "salvajes". La institución psicoanalítica oficial era reacia a validar es- pacios de formación no "oficiales" (ya que se autoatribuía el monopolio de la formación de analistas). En realidad, en mi caso, la formación comenzó des- de lo grupal que de inmediato abrió a lo institucional. Allí estuvieron muy presentes Armando Bauleo y Grego- rio Baremblitt como dos figuras que marcaron tanto las preguntas acerca del acontecer de los grupos como sobre el poder que se produce en los grupos y hacia el exterior de los grupos. Podría decir que la articulación compleja entre el grupo y la institución se constituyó desde un inicio en la pregunta latente. Esta es un conclusión ac- tual que puede ser reconstruida en perspectiva, desde el a posteriori, ya que en ese momento no solamente no tenía clara conciencia de sus repercusiones sino que, además, estaba absorbido por el cúmulo de impresiones y vivencias que el espacio grupal y la producción de sus normativas generaba en los participantes. Los autores y especialistas mencionados fueron a su vez protagonistas del Grupo Plataforma, movimiento internacional, que a principios de los 70 ocasionó no pocos problemas a la Asociación Psicoanalítica Internacional en la medida en que en di- versos foros se cuestionó el "curriculum oculto" de la formación de analistas, a saber: producir sometimiento, 20
  • 21. reprimir la creatividad, ideologizar (vía la ilusión de neu- tralidad) los análisis, compromiso con el sistema, control social, "fiscalización" de los candidatos, etc. Ello significó la renuncia de varios contingentes importantes de analis- tas de la institución oficial, tanto en la Argentina como en Europa. Desde allí las preguntas por la fiarmación y por sus atravesamientos institucionales. Si se asumían las críticas al oficialismo no correspon- día ingresar a una institución analítica oficial para ÍDrmar- se, había c]ue hacerlo de manera autogestiva y eso fue lo que comenzamos a hacer en Montevideo con un grupo de colegas, a pesar de que esta alternativa significaba una descalificación por parte de la institución oficial. Paralelamente, Robert ("astel comenzaba a ser leído a través de algunas traducciones informales: no estaba cuestionada solo la institución psicoanalítica, sino el psi- coanálisis mismo como institución. Deleuze y Guattari realizan una de las críticas más duras con el Antiedipo. Estos desarrollos son producto del mayo francés del 68 que ha generado un férreo cuestionamiento al autorita- rismo en todos los sectores. Pero América Latina tenía su propia lógica; amplios sectores de la población im- pactaban el espacio político al demandar por la situación social de empobrecimiento a que se veían sometidos. Se revitalizan los movimientos organizados en el Cono Sur (montoneros, tupamaros, miristas, etc.). Estos movi- mientos tienen cierto éxito, por ejemplo con el ascenso al gobierno de Allende en el 70. Ya para el 73 los militares, haciéndose cargo de resguardar cierta "institucionalidad" han dado golpes de estado en Chile, Argentina y Uruguay y han instalado la represión social y política de los disi- dentes, con el patrocinio e intervención directa de los Es- tados Unidos. La vida misma está en riesgo; como tituló alguna vez el director del prestigioso semanario uruguayo 21
  • 22. Marcha, Carlos Quijano: "Encierro, entierro, destierro, los destinos del pueblo". Emigré a México. No pocos destacados analistas habían icio a parar a México, grupalistas e institucionaiistas t]ue se sumaton a otros que ya estaban trabajando estos problemas de lo grupal y lo institucional o de lo psíquico y lo social como también se decía. Cabe mencionar a Santiago Ramírez (quien se había apartado hacía poco de la Asociación Psicoanalítica Mexicana), Marie Langer (de Plataforma argentina), Armando Suárcz (que provenía del grupo disi- dente de Caruso en Austria), Miguel Matrajt (también de Plataforma), el grupo de analistas grupalcs de la Asocia- ción Mexicana ác psicoterapia analítica de grupo (y su re- nuncia a adoptar el término psicoanálisis a partir de pre- siones de la Asociación Psicoanalítica Mexicana), el grupo de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (cuya licenciatura en psicología social utilizaba los grupos operativos), grupos emergentes en Querétaro y en JVÍon- terrey. En el 75, Armando Suárez había logrado reunir en un debate a Franco Basaglia, Marie Eanger, Igor Caruso, Thomas Szasz, Elíseo Verón y Cíuillermo Barrientos, las intervenciones fueron luego publicado con el título de Razón, locura y sociedad. A México llegaban los fundadores del pensamien- to institucionalista. Alrededor de los 80 Robert Castel estuvo en Cuernavaca para un encuentro de alternativas a la psiquiatría, también participó David Cooper. Rene Lourau aceptó mi invitación para venir a Cuernavaca y debatir sobre cuestiones institucionales; había sido contratado para intervenir en AMPAG. También Claire Ruetf (integrante del grupo Desgenettes animado por Gerard Mendel) dictó un seminario en la U. Iberoame- ricana. Félix Guattari estuvo en un Foro en Monterrey. Varios colegas regresaban de París habiendo completado 22
  • 23. estudios con Lourau, Lapassade, Foucault, etc. La U A M - X fimda una maestría en grupos e instituciones. El análi- sis institucional estaba en todo su apogeo. Los congresos adoptaban estos temas, publicaciones, revistas (La nave de los locos, T r a m a s , Ilusión grupal, etc.). Los trabajos del II Simposio internacional de psicoanálisis, grupos e institu- ciones, que se realizan en Río de Janeiro, son publicados por su presidente Ci. Baremblitt en México bajo el título El inconsciente institucional. Se vive un cierto boom de las intervenciones institucionales las que se realizan en em- presas, en organizaciones diversas y en sistemas de salud y educacionales. M e decido a ima nueva emigración: Chile con la vuelta a elecciones en medio de una Constitución p i n o - chetista vigente. Las experiencias grupales existentes dejan fuera las diversas corrientes psicoanalíticas de trabajo grupal (grupos operativos, analíticos, p s i c o d r a m á t i c o s , etc.). Recordemos que lo primero que se prohibe por una dictadura son las retmiones. T a m p o c o es fácil hablar de análisis institucional: El tema de la institución es escucha- do en términos de un cuestionamiento al " o r d e n a m i e n t o institucional", patrimonio de los militares, en t a n t o así justificaron la razón de su intervención. Por otro lado, hay grupos que a pesar de la represión han estado trabajando m u c h o en estos temas, pensando la actual coyuntura y las pasadas y d e n u n c i a n d o , d e n t r o y fuera de Chile, el ava- sallamiento a los derechos h u m a n o s y las condiciones de vida d u r a n t e la dictadura. M i experiencia m e dice, en ese m o m e n t o , que hablar de instituciones en espacios acadé- micos produce temor y reserva. El miedo está presente en todos los rincones. Pero u n a m a n e r a de enfrentarlo es analizarlo, es- tudiarlo y abordarlo con todos los mecanismos que se tengan a m a n o . Múltiples grupos lo h a n hecho y han 23
  • 24. podido publicar trabajos qne son leídos sobre todo fuera de Chile, y muchas de estas organizaciones son solicitadas por su experiencia para intervenir en situaciones similares en otros países. Preguntas sobre el Estado, sobre los grados de ins- titucionalización, el panóptico es uno de los remas de los artistas, porque así se construye la ciudad, todo se con- trola en todo momento. Instituciones piiblicas así como O N G dan cuenta de estos atravesamientos. Pero sobre todo las preguntas interrogan la realidad cotidiana en un sistema de opresión sin par. Qué ocurre con el pensa- miento, con lo no dicho, con hi represión psítjuica y polí- tica. Qué ociure con el retorno de lo reprimido social. Las preguntas que me insisten giran alrededor del tema de la conciencia social y política, de la capacidad organizativa de las masas (de los grupos sociales), del problema planteado por Marx, por Pe Bon, y en el que se inscriben también Freuti, Pdton Mayo, Lewin y todos los grupalistas e institucionalistas, acerca de si los grupos htmianos son capaces de pensar, del problema de la auto- gestión y del sometimiento a la autoridad, al líder. Tam- bién creo que hay problemas que abren la concepción del imaginario social y de la memoria colectiva, al igual que el tema de la represión social. Las interrogantes anteriores se complementan con el asunto del retorno de lo reprimido social y de sus diversos mecanismos de desplazamiento. Podría decirse que las cuestiones, anteriormente enimciadas, se condensan en la pregunta por una metap- sicologfa del psiquismo social, si se puede plantear de ese modo. No hay que olvidar que, a lo ya enunciado, como campo de problemáticas interconectas, se debe sumar eí problema del Estado, de su origen, de su naturalización y de su necesidad de legitimación permanente, así como 24
  • 25. el asunto político que plantean las sociedades primitivas, cuando se organizan contra el Estado (Clastres 1974). Por otro lado, figuran también los enfoques fcnome- nológicos que se preguntan acerca del valor psicosocial de las instituciones, de la necesidad de sostenerlas en tanto constituyen soportes psíquicos imprescindibles para la vicia social, para controlar la locura (E. Jacques 1951, Menzies 1969) y para constituir identidades a través de su afiliación. Preguntas todas que se concentran en esa línea fronteriza donde lo técnico no se desmarca de lo político (toda la práctica de los científicos sociales se dibuja en ese borde) para angustia de muchos. Pretil en el que la propia teoría aparece interrogada (al estar instituida) en su com- promiso social y en sus efectos, requiriéndose de nuevos análisis para mostrar su implicación. ¡Qué decir, enton- ces, de las intervenciones...! Sobre estas preguntas desordenadas, caóticas casi como paradigma es c]ue se desarrolla este texto. Aclaro que no se trata de contestarlas... 25
  • 26.
  • 27. METODOLOGÍA Las intervenciones que se relatan presentan una me- todología que varía en función tanto de las posibilidades de cambio institucional como de la demanda planteada. C]omo se ha dicho, el dispositivo es siempre griipal. Ahora bien, en algimos casos la grupalidad es abordada con fines de esclarecimiento de las relaciones interperso- nales y de los conflictos que los diversos siibgrupos man- tienen al interior de la institución, desde una perspectiva fundamentalmente afectiva. Ello no implica que además, con las técnicas utilizadas, no se trate de buscar esclarecer las dificidtades que el grupo tiene para dedicarse decidida- mente a lo que le compete, sorteando los obstáculos que toda tarea supone. Se trata de btiscar los impedimentos para la creatividad, siempre con la mira de que el grupo tendería a la autogestión de su trabajo. Por supuesto, pensar en la autogestión como ob- jetivo último supone articular adecuadamente tanto los tiempos de la intervención que están dedicados al escla- recimiento como los límites que la institución impone a la autogestión de los grupos que la componen. Creo que siempre es posible trabajar en ese sentido aunque más no sea para que el proceso grupal advenga en un esclareci- miento de la conciencia en el sentido de desmarcarse de los paternalismos y dependencias y asumirse, de acuer- do a sus posibilidades, como actores responsables de su propio devenir y destino. Este camino reproduce lo que Goldman(1980) en su momento llamó la conciencia real y la conciencia posible, y el "tránsito" de la primera a la segunda. Las técnicas utilizadas en estos casos en que se pri- vilegian los aspectos intragrupales y afectivos tiene que 27
  • 28. ver con el grupo Balint (1961) (Lucilina 1982), el grupo operativo según lo creara Pichón-Riviére (1971) y sus dis- cípulos (Bleger 1977, Bauleo 1977, Ulloa 1967, 1977), y grupos de discusión en su modelo más clásico lewiniano (Bradford 1962). Pero hay otras aproximaciones en las cuales ha sido posible planificar y desarrollar estrategias que se sitúan decididamente en la órbita socioanalítica, esto es, el aná- lisis institucional en el momento de la intervención. En estos casos, los instrumentos utilizados han sido aquellos privilegiados por Lourau (1970, 197,3), como es la asam- blea general, o por Mendel (1974, 1993), quien propone un modelo de grupos totalmente autogestivos desde un inicio, sin coordiitación alguna. Estos instrumentos han sido luilizados en forma pura o combinados irnos con otros según el caso, a pesar de que ello podría ocasionar tanto el espanto de Lourau como la anatema de Mendcl, por las diversas considera- ciones y críticas que cada uno realiza sobre el otro. Mi experiencia me dice que la riqueza de cada récnica puede ser perfectamente obtenida si no se fuerzan las condicio- nes de su aplicación y que más que contraponerse, son de inigualable ayuda si se las puede articular según los momentos de la intervención. He de reconocer en las razones de esta combinación, gratas experiencias perso- nales producto de la realización de laboratorios sociales o de relaciones humanas, cuya característica esencial dice de la capacidad de combinar con sumo cuidado las téc- nicas más disímiles, siempre y cuando se las instrumente planificadamente en función de un objetivo preciso más amplio que aquel que puede perseguir la utilización de una técnica en particular. Los objetivos que se fijaron ambos representantes del análisis institucional son diferentes. Lourau, por ejemplo. 28
  • 29. parece importarle poco el resultado de la intervención en términos pragmáticos; su norte está en la posibilidad de hacer patente durante la intervención que allí, de di- versos modos, está presente el Estado. Ese es su objetivo. El Estado c o m o esa presencia, poder inconsciente que se cuela y se reproduce casi en todo m o v i m i e n t o institucio- nal a través de las normativas presentes en lo instituido y a través del movimiento instituyente que al poco t i e m p o termina como instituido. M e n d c l , por su parte, está más p r e o c u p a d o p o r replantear los mecanismos de distribución de poder, de cuotas de poder que se dan en toda pirámide institucio- nal. Así los distintos niveles de la jerarquía institucional (él las llama originalmente clases institucionales, t é r m i n o bastante controvertido) operan según un cierto "repar- t o " de poder. Se trata, entonces, en u n a intervención sociopsicoanalítica, de generar mecanismos autogestivos al interior de cada clase para que la clase c o m o grupo se pueda reapropiar tie algo del poder sobre su trabajo originalmente expropiado. Este es im típico m o v i m i e n t o grupal; Mendel sostiene la imposibilidad de que esta re- apropiación del trabajo se pueda realizar a través de un "combate" individual. A m b o s autores coinciden tácitamente en que la au- togestión es la tínica alternativa ya sea porque la interven- ción socioanalítica de Lourau implica la autogestión de la asamblea general como técnica esencial, ya p o r q u e el fun- cionamiento de los grupos correspondientes a las clases institucionales requieren de u n distanciamiento perma- nente de modelos paternalistas (grupos con coordinador, m o n i t o r , director de debate o c o m o se quiera llamarlos, pero siempre dirigidos técnicamente). El caso de Pichón-Riviére (1971) es llamativo, por cuanto se trata —como todo grupo orientado psicoanalí- 29
  • 30. t i c a m e n t e - de un grupo que cuenta con equipo técnico para p o d e r funcionar. Por otro lado, su preocupación siempre estuvo centrada en lograr c]ue el grupo operativo funcionara con un equipo c o o r d i n a d o r que coordinara solo por presencia, atmque en los hechos ello acontece de tanto en vez. Para lograr ese objetivo, la coordinación se hace transitoriamente imprescindible. Por ello es que no me ha parecido que las propuestas de los autores sean antagónicas, si bien hay que reconocer que aún falta m u c h o por ser investigado en este t u b r o . O t r o s autores del análisis institucional, Guattari (1976), Castoriadis (1989), han sido muy creativos teó- ricamente, p r o p o n i e n d o conceptualizaciones novedosas y útiles para pensar problemas institucionales y sociales; sin embargo, no han diseñado específicamente metodologías y técnicas para planificar la intervención institucional. Tai vez haya que esperar una segunda generación de discípu- los para contar con un insttumcntal más logrado. A m o d o de ejemplo, sobresalen las intervenciones institucionales diseñadas pot Ana Matía Fernández (1993, 1999) y su eqinpo, por su gran creatividad para abordar situaciones complejas. Ella se basa fundamentalmente en la teoriza- ción del imaginario social de Castoriadis. Subsiste acjuí una vieja discusión teórica esencial que no habré de profundizar, dado los alcances de la misma, sino tan solo enunciar. El problema tiene cjue ver con c ó m o pensamos la naturaleza última del poder m i s m o . Es decir, cuál es la relación c|ue el poder guarda con los siste- mas de representación, con el lenguaje, con el psiquismo. D e qué foritta se hace presente ia estructura social (jerar- quías, concentración de poder, apropiación-recuperación del poder, etc.) en el psiquismo de los h u m a n o s . Para algunos, que se inclinan más por u n a posición psicoanalítica, t o d o es representación y, por tanto, len- 30
  • 31. guaje. Y aquello que aún no lo es, debe llegar a poder ser simbolizado. Si es así, los problemas institucionales, de poder, solamente pueden ser resueltos desde el aparato psíquico, en el inconsciente freudiano, por lo que las téc- nicas serán grupales con conducción psicoanalítica, inclu- so en el caso en el cual se pueda incorporar el psicodrama como instrumento (Bouquet y Satne 1970, Anzieu 1982). El caso de Kononovich y Saidon (1991, 1995) es diferente ya que ellos utilizan las técnicas dramáticas para ejemplificar situaciones de poder sin recurrir a interpre- taciones acerca del contenido de las mismas, sin suponer ima escena que sea representacional. Esta postura se dis- tancia del psicoanálisis y se acerca a un modelo esquizoa- nalítico (Deleuze y Cuattari 1974). Ea otra postura que toma distancia clara del enfoque más psicoanalítico está representada por Lourau y Castoria- dis. Para ellos, las instituciones no son un efecto de la in- fraestructura social como hizo entender a algunos la lectura de Marx. Eas instituciones son parte de la "base material", las relaciones de producción ya están instituidas desde un inicio por lo que no son parte de las superestructuras. Si ello es así, entonces el inconsciente está "someti- do" al marco socioinstitucional más amplio y el poder en las instituciones solamente puede ser abordado a partir de intervenciones directas sobre lo real, sobre la institución misma. Poco importa si el poder, a partir de sus represen- taciones, puede ser trabajado psíquicamente. El hecho es que ese será solo un efecto, no la raíz misma del poder. P^sto explica por qué las intervenciones institucio- nales pueden desarrollarse desde una perspectiva o desde la otra, desde un enfoque más subjctivista o desde una posición más objetivista. Eos argumentos son contun- dentes en ambas posiciones por lo cual no ha sido posible superar esta controversia. Ea polémica sigue vigente, con- 31
  • 32. flicto que produce abundante material creativo de ambas posiciones. Esta diferencia hace también a la definición del ins- trumental de intervención: la diferencia entre interpreta- ción e intervención. La primera, supone que nos estamos moviendo en el terreno de la representación, que hay algo del orden de lo imaginario c]ue debe ser "traducido" a lo simbólico, puesto en palabras. La intervención, por el conttario, es tut acto que opera en lo real, que modifica una situación ya que intro- duce allí algo t]ue no figuraba y que al presentarlo genera un cambio en las condiciones existentes. La intervención supone un reacomodo de los elementos, desbarata esc momento y su eficacia se mide por los efectos. Ahora bien, la interpretación de alguna manera también es una intervención, ya que filtra en el discurso otra producción. Difícil es saber si la eficacia de la inter- pretación se debe a la producción de sentido que ctea o al impacto como intervención, ya c[ue su novedosa presencia interroga toda la situación. Lo mismo ocutte con la intervención que, según el caso, podría ser entendida como interpretación (tanto cuan- do es verbal como cuando la intervención es im acto). Por ello, me inclino a pensar que si bien es necesario abundar en los desarrollos teóricos rigurosos pertinentes, en los hechos es complicado deslindar los diversos matices que están pre- sentes cuando se utiliza un determinado instrumental. Los casos aquí considerados presentan toda la gama de matices, desde aquellos más "afectivistas" hasta los más radicales, siempre bajo la artictüación del análisis de la de- manda, por un lado, ciertos objetivos propios del tiempo de institución con la que se trabaja, por otto, y el impon- derable aspecto que supone la implicación, que es la que define, en liltima instancia, la elección realizada. 32
  • 33. TEORÍA DE LA FISURA http://psikolibro.blogspot.com Hace ya algunos años que trabajo en intervenciones institucionales. Algunas de ellas han sido a b o r d a d a s a través de diversos dispositivos grupales y otras lo han sido por medio de dispositivos analizadores. Entiendo por es- tos liltimos aquellos abordajes técnicos que emanan de las teorías de análisis institucional tespectivas. La diferencia entre dispositivos grupales y dispositivos instituciona- les en el h)ndo es inexistente, ya que toda intervención se realiza sobre un grupo que está institucionalizado y la solicita. I'recisando estos bordes, Bleger decía que el contrato es institucional y el dispositivo es grupal en to- dos los casos. Ahora bien, en tanto hay dispositivos que han sido creados por enhiques grupalistas y otros por las diversas corrientes del análisis institucional, se ha m a n - tenido esta nomencíattita que no hace más que ser fiel al origen teéirico del instriuncnto utilizado. Sin e m b a r g o , hay que considerar también un matiz esencial que hace a la intenciém de cteación del dispositivo, esto es, q u e los enfoques grupalistas han puesto el énfasis en los aspectos afectivos grupales e interpersonales, localizando allí el origen de todos los males. A su vez, los institucionalistas han perseguido dilucidar el origen del poder al interior de las instituciones (que son grupos amplios). Por ello es c]ue la teotía que se elija c o m o referente determina el para qué del dispositivo, si bien en sentido estrictamente técnico toda intervención institucional se realiza a través de dispositivos grupales (en el e n t e n d i d o de que se realiza sobre un grupo). Segiin el marco referencial que se elija se tendrá un dispositivo grupal con el que se podrá trabajar la problemática del poder o la problemática afectiva inter- personal del grupo. 33
  • 34. M i práctica profesional de intervención ha seguido los pasos de mi e n t r e n a m i e n t o personal. I n i c i a l m e n t e realizaba solo intervenciones desde la óptica grupalista; p o s t e r i o r m e n t e , c u a n d o estudié e investigué acerca los diversos enfoques del análisis institucional, c o m e n c é a realizar intervenciones con dispositivos institucionalistas. Actualmente, trato de elegir el enfoque más adecuado - s e - gún mi experiencia— sin perder de vista que la problemáti- ca del poder está siempre presente, c o m o también aquella afectivo-grtipal, a u n q u e no necesariamente la incidencia de cada aspecto es igual en todos los casos. Ahora bien, las diversas experiencias realizadas me han dejado siempre un sinnúmero de problemas a resolver. En muchos casos las preguntas provienen de aspectos teó- ricos poco claros, lagunas en la conceptualización institu- cional o formulaciones poco precisas, así como abundantes dificultades en las técnicas de intervención que no acaban de "cerrar" en una propuesta suficientemente coherente. H a y un problema que se presenta casi p e r m a n e n - temente en las intervenciones y que tiene que ver con el cambio, con la teoría del cambio institucional. C]on el cambio posible y con el cambio imposible. C u a n d o se pretende trabajar con una institución, es decir, con un instituido, la intervención es posible siempre y c u a n d o lo instituido presente una fisura. Esta tesis primaria debe ser fundamentada: C o m i e n z o por señalar que lo instituyente tiene dos formas de operar. U n a dice sobre aquello que Lourau llama lo instituyente-en-lo-instituido y que tiene que ver con el cambio previsto, con el cambio n o r m a d o desde lo instituido, con el cambio m í n i m o necesario para que lo instituido n o quede "fijado", detenido en el tiempo y se vuelva entonces anacrónico. Lo instituido, por más insti- tuido que esté, requiere de ciertas adecuaciones para p o - 34
  • 35. der seguir manteniéndose como lo instituido. Se trata de considerar un ripo de cambio que a su vez esté instituido. H e aquí el cambio "reformista" que no puede escapar a aquel " n o r m a d o " por lo instituido. La segunda forma de operar de lo instituyente es rupturista y dice acerca de la creación de un m o d e l o de institución nueva, lo cual supone la disolución de lo ins- tituido para poder instituir a su vez otra cosa. Se rrata de reconocer que lo instituido ha perdido vigencia y que es necesario —para recuperar el poder expropiado original- mente— crear una contrainstitución. Se trata de u n acto esencialmente revolucionario ya que s u p o n e la r u p t u r a de lo instituido a través de la disolución de los vínculos de "representación" y la implantación de un mecanismo de acción directa, superando la estructura jerarquizada y resistiendo toda forma de apropiación y concentración nueva de poder. En los hechos, c o m o la historia lo demuestra, este camino es complicado. Muchas veces el m o d e l o original- menre revolucionario instala finalmente una estrucrura institucional también basada en jerarquías y diferencias, procesos de delegación de poder, etc., que reprime la p o - sibilidad de la participación direcra de los interesados. A h o r a bien, es aconsejable c o m p r e n d e r q u e esta división que da cuenta de las formas de operar de lo insti- tuyente es m e r a m e n t e analítica y didáctica. En los hechos toda manifestación de lo instituyente supone la presen- cia de márgenes de acción que se encaminan tanto en la primera fórmula como en la segunda. El desarrollo del conflicto y el proceso de institucionalización, vale decir, la coyuntura particular en cada instante, dará cuenta del resultado, más polarizado en u n sentido o en otro. Desde la perspectiva de la intervención, si lo insti- tuido funciona de manera armónica y organizada n o hay 35
  • 36. espacio para intervención alguna. Si lo instituido es capaz de procesar la fuerza de lo instituyente en lo instituido (el cambio normado como posible) no hay necesidad de una apertura externa. Si el conflicto puede ser "manejado" por la institución autorizando cierto reajuste, ITO se instala la fisvira. Mvichas institvicioncs jamás rec^uieren de una inter- vención, la eficacia de lo instituido alcanza para regular el funcionamiento y evitar una apertura. La intervención es demandada cuando lo institui- do (a través de la apuesta inicialmente reformista que le ofrece lo instituyente) es incapaz para disminuir el sufri- miento institucional. Dicho sufrimiento es sentido como una amenaza anárc]uica, vale decir, c]uc al generalizarse puede llegar a romper totalmente lo instituido. Por tanto, el pedido de intervención siempre es para controlar inter- namente el devenir institucional (aunque no sea ese ne- cesariamente su efecto): reforzar el orden de lo instituido para que este pueda responder a la misión institucional. (Recuérdese que Mi.ihlmann [19681 señalaba que lo ins- tituido es el fracaso de la profecía, es decir, lo que queda, el monumento en recuerdo de lo instituyente, la negación del proyecto. La misión institucional es lo que ya no está, es el homenaje a la clausura del proyecto creativo). De este modo, lo instituido (vacío de contenido creativo) lo- gra su objetivo, esto es, eternizarse; hacer honor al dicho popular "Los hombres pasan, las instituciones quedan". Por tanto, es duro para lo instituido reconocer y en- frentarse con su propia incapacidad y es más complicado aún visualizar que dicha demanda no hace más tjue insta- lar allí, de hecho, la fisura. Por otro lado, la estructura misma de la fisura se construye en tanto se hace depositaria de los intereses de lo instituyente: la fisura es el éxito de lo instituyente, es la razón de su existencia y la culminación de su esfuerzo. Es 36
  • 37. el primer paso para que algo pueda suceder c o m o cambio institucional. Puede, por t a n t o , hacer fuerza justo allí m o s t r a n d o todo sti poderío. Diría que es lo instituido que instituye la fisura, a u n q u e paradójicamente se resiste a reconocer su existencia en tanto la naturaleza de la m i s m a proviene de lo instituyente. D e hecho, c u a n d o el m o m e n - to de la intervención, lo instituyente podrá aprovechar la fisura para manifiístarsc y p r o p o n e r alternativas radicales para el cambio institucional. En muchos casos lo instituyente fracasa, y ese es el p u n t o al que deseo llegar: dicho fracaso hace que lo ins- titindo se "cierre" nuevamente, recomponga c o m o pueda sus defensas "tapando la fisura" e intente anular el proce- so recorrido, si bien aceptando algunos cambios menores (algo debe ser negociado), que podrán tener lugar bajo el nuevo o r d e n a m i e n t o . Solo se ha logrado un cambio reformista, la negocia- ción, en el fondo ha favorecido una vez más a lo institiü- do. La fisura ha sido aprovechada más por lo instituido que por lo instituyente d o n d e incluso este último se ha mostrado, facilitando entonces la puesta en funcionamien- to de fuerzas selectivas para su contención y represión. Se plantean entonces las siguientes preguntas: ¿Por que es que lo instituido tiende a recomponerse tan fácilmente? ¿Cuáles son los factores determinantes que hacen qtie lo instituido termine rearmándose? ¿Cuáles son las razones que dan cuenta de la "incapacidad "de lo institu- yente para "aprovechar" el m o m e n t o de la fisura, destruyen- do lo instituido para sustituirlo por un nuevo proyecto? Si bien Pourau se ha preocupado de estudiar "la auto- disolución de las vanguardias" mostrando a la vez cómo es que lo apenas instituido se puede disolver cuando reconoce el fracaso del lugar de vanguardia en la medida en que se instituyó, no es menos cierto que esas no son las institucio- 37
  • 38. nes que importan al sistema. Hay muchas instituciones del sistema que tienen "autorización" para disolverse ya cjue no ponen en peligro al fundamento mismo, el Estado. La auto- disolución de las vanguardias estudiadas por Lourau (1980) supone en el lenguaje de Gtiattari el pasaje de un grupo en sí a un grupo para sí. Esta diferencia se asienta en el recono- cimiento de una diferencia: hay grupos que emprenden una tarea y la realizan (grupos en sí), y hay otros, que además de hacer su trabajo se hacen preguntas acerca de cómo funcio- nan (grupos para sí) cuando realizan una tarea. T a m p o c o es cierto t]ue las instituciones, como he- chos sociales, nacen, se desarrollan y m u e r e n . Más bien tienden a eternizarse a d o p t a n d o los cambios m í n i m o s (lo instituyente al servicio de la renovación de lo instituido, el reformismo) que garantiza su supervivencia. Si bien lo instituido se "abre" en el m o m e n t o de la fi- sura, aprovecha dicho m o m e n t o para tomar conocimiento de la existencia de lo instituyente y de su fuerza, así como de sus pretensiones. Dicho "aflojamiento" del control - y a vimos las razones que tiene para obrar de ese modo— pare- ce constituirse en una suerte de trampa para lo instituyen- te, que emerge entusiasta para mostrarse tal cual es. Habría que discutir si este no es un riesgo, ima falla estratégica, en el análisis de Lourau. Esto explica la capacidad de recons- titución de la defensa —la sutura de la fisura— que hace que ahora lo instituido pueda operar "selectivamente" en tanto m a n i o b r a con conocimiento de causa: n o es nada fácil ni c o m ú n lograr un cambio radical en la institución. Por ejemplo, Basaglia es excepción, otros han solo construido "islas "sociales. ¿Por qué ello es así? Sostengo que hay dos series de vectores que inciden y d e t e r m i n a n este proceder. Estas series de vectores fun- cionan de manera independiente unos de otros, si bien se apuntalan m u t u a m e n t e c o m o se podrá apreciar. 38
  • 39. La primera serie de vectores la c o n s t i t u y e el factor p o l í t i c o El Estado debe legitimarse p e r m a n e n t e m e n t e , c o m o una manera de preservar su existencia que no es otra que la del poder que ejercen los grupos de poder que se han constituido c o m o sus dueños. La apropiación del poder va de la m a n o con la apropiación del excedente e c o n ó m i - co. Apropiarse del poder-hacer es apropiarse del trabajo, del p r o d u c t o del trabajo h u m a n o . La división del trabajo (técnica y jerárquica) hace eso posible. Se debe legitimar de manera p e r m a n e n t e en todas y cada una de las insti- tuciones que se sostienen en su interior y tal legitimación repercute en la legitimación total del sistema estatal. Se puede decir que el Estado opera p e r m a n e n t e m e n t e a la defensiva, vale decir, s u p o n i e n d o la pregunta por su le- gitimidad en todo á m b i t o y en todo m o m e n t o y reaccio- n a n d o en su defensa. U n a de las formas más p o t e n t e de legitimación es la naturalización; es decir, aparecer c o m o natural, c o m o lo dado, c o m o u n hecho incuestionable, necesario y eterno; por t a n t o , inmodiftcable. El mecanismo con que cuenta el Estado para natura- lizarse es el de monopolizar el modelo de institución que autoriza y que i m p o n e a través de lo instituido. C o n ello logra que toda institución creada dentro del Estado lleve sti sello y que n o se permita a su vez, u n m o d e l o de ins- titución distinto de aquel que rige para el Estado. Si no existe otra alternativa de m o d e l o institucional, entonces el modelo oficial aparece c o m o "natural". L o u r a u inclu- so sostiene que el Estado es el inconsciente, ya que es la forma que termina i m p o n i é n d o s e por doquier y aparece más allá de las propuestas más radicales que cuestionan su existencia y su estructura. Es decir, el Estado se i m p o n e más allá de la ideología que sostienen formas alternativas 39
  • 40. y diferentes. Si hay Estado, este está presente en todas las instituciones del sistema y en todas las instituciones crea- das dentro del espacio del Estado. Por eso, para Lourau la intervención socioanalítica tiene sentido, tiene "éxito", si logra mostrar (poniendo al descubierto, ya tjue está camu- flado) de qué manera particular el Estado está presente en esa institución en la que se interviene. http://psikolibro.blogspot.com La s e g u n d a serie de v e c t o r e s t i e n e n q u e ver c o n el v e c t o r p s i c o l ó g i c o , aquel de la s u b j e t i v i d a d D e s d e las teorizaciones de Elliot Jacques (1951) p o d e m o s decir cjue las instituciones c o m o hechos so- ciales externos, c u m p l e n una (unción psicológica m u y i m p o r t a n t e . T i e n e n qtie ver con proveer al psiquismo de u n nuevo (segundo) sistema de defensas frente a las an- siedades psicóticas, ante la paranoia y la depresión. Eas instituciones cumplen por tanto una función de control y soporte: el sistema normativo institucional, su "firmeza" instituida, garantizan al ser h u m a n o que no es posible hacer cualquier cosa y que las instituciones velarán por cierta permanencia de lo racional frente a los impulsos de más difícil control. Esto explicaría por qué algunos ex pacientes de hos- pitales psiquiátricos, una vez dados de alta, regresan al poco tiempo al m a n i c o m i o , o como también, presos tue son puestos en libertad, cometen actos a toda luces incon- gruentes con mantenerse en libertad. H a y autores que han creído ver en indicios c o m o estos, algo así como la firma del delincuente, que si bien p o r u n lado aludirían a "su obra" (el robo c o m o un arte) por otro delatarían al autor. Por tanto, valdría la pena preguntarse si el acto de "atra- par al ladrón" no estaría en parte posibilitado por algún 40
  • 41. acto fallido cometido por este. Algo así como suponer que el ladrón se delata a sí mismo a través de los indicios que deja a su paso, siempre bajo la interrogante que plantea el "retorno" al espacio institucional. H a y otros ejemplos en ese sentido que muestran, a mi juicio, cierto requeri- m i e n t o de protección por parre del yo y la b ú s q u e d a del "refugio" institucional conocido. Esto lleva a preguntarse por los riesgos para la estructiu-a psíquica de vivir en la ant)rmatividad, al margen de las instituciones. CACO que a los h u m a n o s nos cuesta movilizarnos en la anormatividad y encontramos c o m o d i d a d en las nor- mas claras y explícitas para hacer las cosas. Si bien esto se aprehende en la familia, no es menos cierto que nos sometemos a ellas no sin cierto placer y sintiendo en m u - chos casos im dejo de protección c u a n d o pertenecemos a ima institución. En todo caso, la institución t a m b i é n nos brinda su identidad y ya sea por sexo, edad, profesión, apellido, escolaridad, etc., tuilizamos a las instituciones para definir quiénes somos a partir de mostrar lo que ha- cemos: la afiliación a la institución. Aí'jn hay un argumento adicional tjue tiene que ver con la relación g r u p o - i n s t i t u c i ó n . D e s d e los estudios de Le Bon (1895) y luego más precisamente con Freud (1921) sabemos que en la medida en que u n individuo se incorpora a un grupo se cusparan mecanismos m u y pri- mitivos (el efecto de la grupalidad) (Foladori 1999) que implican casi la disolución de su psiquismo en el espacio del grtipo-masa. EJ anonimato, reacciones q u e muestran dependencia absoluta de un líder, la dificultad de pensar, el descontrol emocional, son todos fenómenos que dan cuenta del surgimiento de u n funcionamiento psíquico m u y primitivo, previo a la individuación, en el que pri- m a n grandes m o n t o s de angustia sobre todo persecuto- ria y que nos habla de u n m o m e n t o de funcionamiento 41
  • 42. sincrético muy distinto al de la sociabilidad posterior, cuando este individuo se relaciona con un otro similar a él. Se podría sostener que se ha producido una regresión en la estructura y funcionamiento yoico, lo que implica metapsicológicamente que el yo se ha visto en la necesi- dad de operar con mecanismos defensivos muy primitivos para lograr un cierto control de la situación. Acá es donde la institución interviene para "rescatar" ese yo y proveerlo de mecanismos defensivos adicionales. La jerarquía institucional que se "introduce" en los grupos es un fuerte instrumento que posibilita contar con elementos discriminadores, en tanto vuelve a definir lugares "únicos" reconocidos dentro de la estructura. Es por esto que los integrantes de grupos tienden a organi- zarse como institución (jerarquizada) recurriendo a las normativas que definen los lugares institucionales. Así, la jerarquía es la que resiste la grupalización y posibilita al yo operar en un espacio grupal discriminado. Este lugar que cumplen las instituciones como una suerte de segundo sistema defensivo del yo frente a la in- diferenciación a que lo somete la pulsión, muestra que el ostracismo institucional se enfrenta con la locura. El cam- po anormativo caracteriza im lugar en el cual las amenazas son grandes y las angustias se hacen presente sin más, sin mediaciones. Si bien como ha señalado Sartre no se puede estar en ningún lugar: si se está fuera de una cierta normativa inevitablemente se está dentro de otra, ello no significa que desde la perspectiva subjetiva no se genere cierto sentimiento de liberación cuando se sale de algún sistema normativo y se deja de sentir el peso de las reglas conoci- das, y esto a pesar de "los riesgos" que se corren al vivir al margen de las instituciones. 42
  • 43. Los problemas del cambio institucional En párrafos anteriores se dio cuenta de dos series de vectores que apuntalan y determinan la afiliación a las instituciones: los factores políticos y los factores psicoló- gicos. Con dichos instrumentos es posible pensar la pro- blemática del cambio en las instituciones, cualquiera sea este y en sus diversos grados. Por lo general, se contará con dos conjuntos de fuer- zas (los vectores descritos) que intervendrán para sostener la permanencia de un sistema institucional y evitar toda modificación en su estructura y en su mecánica. Se genera así un fuerte movimiento resistencial a través de los vecto- res señalados (los factores políticos y los psicológicos), los que se apuntalan recíprocamente para evitar la debacle de las relaciones institucionales tanto en el plano subjetivo como en el político, aquel que hace a la concentración del poder y que a su vez genera dependencia. El discurso que se emite desde el lugar de poder tiende siempre a legitimar lo dado, la institución como un hecho social, aquello para lo cual la institución ha sido creada pero que en el discurso oficial se plantea siempre como una necesidad "natural"; no hay otra alternativa. Al misrno tiempo, dicho lugar de poder desde donde se emite el discurso oficial, cumple la función de sostener el sistema normativo institucional, transmi- tiendo seguridad y protección a los miembros del grupo institucional (aspecto subjetivo) y autorizando -según el propio sistema normativo— ciertas formas de discre- pancia, cuando el sistema es suficientemente firme como para soportarlas. Esta teoría del cambio en base al funcionamiento de dos fuerzas paralelas permite explorar algunos problemas que se producen en los casos en que solamente uno solo 43
  • 44. de los vectores es valorado y considerado en el m o m e n t o del cambio institucional previsto. 1. Los cambios cjue solamente se p r o d u c e n en el " m u n d o i n t e r n o " p r o d u c e n a la larga frustración, si no se pueden asentar a su vez en cambios externos reales. La írustración opera así c o m o una cierta "vacuna" ante la p o - sibilidad de otros cambios: la experiencia n o ha sido sufi- cientemente satisfactoria. Claro está que el psicoanálisis puede colaborar en aimientar la capacidad de frustración, con lo cual aparece aliado a la estructura sociopolítica ex- terna. T a m b i é n puede, a través de su trabajo de análisis, liberar diversas fuentes de energía que el yo puede apro- vechar para poner el principio de realidad al servicio del principio del placer. Ello s u p o n e inciusionar en los tor- tuosos caminos de modificación de la realidad imperante. 2. Los cambios políticos cjiíe no van acompañados de una cierta elaboración de las ansiedades que produce el m o m e n t o de caos o locura que acompaña los m o m e n t o s anormativos, contribuirán a producir comportamientos regresivos en términos personales y políticos en términos sociales, acentuándose la dependencia y rechazando a me- diano y largo plazo el cambio introducido. El cambio po- lítico —a nivel del p o d e r - sostiene una estructtua jerarqui- zada de base. El cambio radical del modelo institucional n o ha implicado muchas veces un cambio en los modos del vínculo (por ejemplo, el problema de la ruptura de los sistemas jerárquicos), es decir, no se ha procesado el cambio en la subjetividad, no se ha hecho consciente la constitución de una contrainstitución, con los peligros que ello implica. Ahora bien, a la hora de la intervención socioanalí- tica, c u a n d o se p u e d e plantear en el grupo el análisis del cambio particular que se persigue y para lo cual han soli- citado la intervención, el p a n o r a m a general del grupo se 44
  • 45. complejiza ya que aparece un nuevo elemento que tiene que ver con la manera en cómo los diversos sectores insti- tucionales se imaginaron el cambio deseado o posible. El cambio se diluye entonces en múltiples propuestas, requi- riéndose de todo LUÍ trabajo de discusión y síntesis para construir un proyecto de cambio. Este proyecto crea ya de por sí un espacio anormativo generador de múltiples angustias. El cambio nunca es visualizado como n e u t r o : están aquellos que lo verán como favorable (creen c]ue ganan con el cambio) y otros c|ue lo sentirán c o m o a m e n a z a n t e (creen que pierden con el cambio). Ejemplificando de manera simple y esquemática: el que cree que gana y ve al cambio como favorable, sentirá angustia ya tjue la institución ya no será soporte de su yo, al menos d u r a n t e el periodo en el cual se establecen n u e - vas normativas. Q u e d a situado en un trecho en el cual la situación de anormatividad lo podría inducir a "hacer lo- curas", si no encuentra un espacio grupa) suficientemente continente. A su vez, el que cree que piercie (poder de decisión, poder económico, lugar en la jerarquía, etc.) va a sentirse amenazado y podría realizar también "actos de locura" para defender ac]uello cjue ha sentido d u r a n t e m u - cho tiempo c o m o propio y c o m o parte de su identidad. La fisura y l o s d e s v i a n t e s Abordare ahora el problema que supone pensar la fisura en t o r n o a sus características más concretas. Para ello es conveniente partir del asunto de la d e m a n d a ins- titucional que, como lo señala Lourau, es siempre una d e m a n d a de el o los grupos que pueden formularla y que de u n a manera u otra son los que tienen el poder de con- 45
  • 46. tratación. Ello supone que in situ, en la medida en que se instale el proceso socioanalítico, surgirán otras demandas representativas de grupos "sumergidos" o marginados del poder institucional. La explicitación de las demandas supone ubicarlas en un cierto registro que Lourau ha teorizado a través del concepto del desviante: ideológico, libidinai u orga- nizacional, que conforman a su vez la manera de leer los problemas que ocurren en la institución. Dicho de otro modo, toda demanda construye el desviante y lo materia- liza, en el sentido de que lo constituye en la coyimtura es- pecífica del momento que corresponde a la intervención. Eso muestra donde parece que el problema está, vale de- cir, objetiva un punto de referencia para iniciar el trabajo. La propuesta concreta de una intervención no puede dejar de hacer referencia explícita a un conflicto visualizado por los demandantes en uno de los tres desviantes señala- dos; pero en tanto el proceso de socioanálisis avance irá mostrando que otras demandas podrán aludir a los otros desviantes. El proceso de análisis tiene como objetivo la elu- cidación de estas propuestas, su jerarquización e inter- dependencia y sobre todo el estudio de su naturaleza de desviante. Ello significa partir del hecho que el desviante es siempre un lugar desplazado, que siempre la problemá- tica del poder (de lo instituido) aparece donde no está, coino una forma de camuflarse, incluso de defenderse de la interrogación instituyente que ha cobrado fuerza en el marco del proceso autogestivo socioanalítico. Se trata de un efecto sorprendente que tiene consecuencias tanto teó- ricas como prácticas. Teóricas porque reabre la pregunta acerca de la naturaleza misma de la fisura, de sus determi- naciones, de la imagen que lo instituido pretende dar de ella y de la intensidad de las fuerzas en juego. 46
  • 47. Desde un punto de vista práctico, el desviante guía al analista como una briijula ya que le posibilita un tra- bajo paralelo de articulación de la demanda con los otros desviantes que no aparecen aludidos en la explicitación de la misma, casualmente como una forma de construir el inconsciente institucional* en cada momento. La objetivación del desviante, la posibilidad de dar cuenta del camino realizado por el desplazamien- to, supone construir una nueva realidad que implica necesariamente la pérdida del poder de los grupos que lo tenían hasta ese momento; de aquí las pasiones que dicho movimiento despierta. Esto es lo que confiere a la intervención socioanalítica el carácter de virulenta y convierte al proceso de intervención en un campo de lucha donde lo instituido y lo instituyente polarizan su accionar. * El "inconsciente institucional" es un término extraordinariamenre complejo, amplio y a la vez ambiguo. Diversos autores han realizado propuestas teóricas en las que lo aluden, a saber: En sentido global, el tétmino aparece mencionado por Baremblitt y otros (198.3) quien apunta a la trama de podet no visible en las instituciones; Deleuze y Guattari (1974) hablan del inconsciente maquínico; Lourau (1978) propone el Estado inconsciente; Castel (1980) discute - e n lo patticular aquello sociopolítico que el psicoanálisis deja fuera cuando se instituye- y acu- ña el término de inconsciente social del psicoanálisis. Otros autores se interrogan mis por lo no dicho institucional (ver en este mismo texto el capítulo sobre la institucionalización del pensamiento). En todo caso, debe quedar claro que el "inconsciente institucional" nada tiene que vet con la problemática de la sexualidad (según el concepto de inconsciente acuñado por Freud para el psicoanálisis), sino con los mecanismos que instalan los nticleos de podet. Es particularmente importante tomar en cuenta las propuestas, pot ejemplo de Deveteaux (1977) del ptoblema de la implicación, como de Guattari (1976) de la transversalidad, así como de Baremblitt (1991) de la transferencia institucional, ya que con ellas estaríamos interrogando aquellas determinaciones sociopolíticas del científico social que inciden y determinan sus intervenciones de manera no consciente. Ahora bien, la dilucidación de los desarrollos teóiicos de cada autor y de los límites del concepto que cada quien propone consti- tuye de por sí un estudio independiente que transciende con creces los objetivos de este trabajo. 47
  • 48. Lo anterior debe alertar a los analistas en el sentido de no dejarse guiar por las apariencias. No necesaria- mente una deiTianda planteada en el desviante libidinal supone mayor pasión que otra que aborda el problema desde lo organizacional o desde lo ideológico (a las que se les podría atribuir la puesta en juego de mayores recursos intelectuales en detrimento de los emocionales). Sosten- go que el problema hay que pensarlo en términos de las características de la fisuta qtie lo instittiido insi:ala para poder apreciar la magnitud de lo que está en juego en esa ocasión y del movimiento que lo instituido realizará para recomponerse. 48
  • 50.
  • 51. CASOS DE INTERVENCIONES INSTITUCIONALES En este primer apartado se relatan diversos casos que dan cuenta a su vez de varias formas de intervención insti- tucional. Se utilizan esquemas referenciales que responden tanto a las demandas y/o coyunturas de la intervención como a la postura ideológica del analista. El relato de las intervenciones es seguido de reflexiones ulteriores desde la perspectiva de la teoría de la fisura, así como también para explorar problemas adyacentes. 51
  • 52.
  • 53. E L GRUPO-ANÁLISIS: TÉCNICA DE DIAGNÓSTICO DE CLIMA ORGANIZACIONAL Análisis de un caso de alcoholismo La técnica del grtipo-análisis, a diferencia de otros enfoques como puede ser el de la encuesta, estudia al grupo humano como ima globalidad, lo que permite un grado de profimdidad considerable en lo que hace a la esencia y determinación de los "síntomas" que la empresa presenta, de los conflictos que acontecen en su seno. El grupo-análisis permite una visión dinámica de las situa- ciones, esto es, una visión de la empresa como totalidad, en su cotidianeidad, en su quehacer, en las relaciones que los individuos mantienen, nucleados por una tarea comiin t|ue constituye la producción. El método del grupo-análisis permite reproducir en el grupo piloto la totalidad de las variables intervinientes, así como poder valorarlas de una manera estructural y de- terminar la incidencia de cada una de manera cualitativa —no cuantitativa—, lo que no deja de presentar ventajas ya que las conchisioncs que se extraigan reproducen el "aquí y ahora" de la empresa con toda la riqueza que ello aporta al diagnóstico de la situación. Por lo menos, así es en teo- ría. En la práctica, intervienen otros factores por lo que, en resumidas cuentas, se hace lo que se puede. Se pretende que el análisis de caso que se expone a continuación ilustre este proceso. Antes, es conveniente precisar algunos fundamentos del método, que hacen a la * Una primera versión de esce trabajo se publicó en Revista Psicología, Vol. IV, U. de Chile, 1993. 5,1
  • 54. congruencia entre la concepción que se puede tener de la empresa y la puesta en práctica de una técnica acorde con la misma que arroje una imagen de una empresa "vivien- te". Algunos postulados son: 1. La empresa funciona como un conglomerado hu- mano incluido en la categoría de grupo grande o pequeño según su tamaño (Schlemenson 1983). Todo grupo fun- ciona a partir de leyes que le son propias en tanto grupo, descritas y estudiadas por especialistas desde hace ya tiempo. Así, se trata de un grupo porque hay una tarea (la producción) que los reúne (Pichón-Riviere 1971); puesto en situación de reflexión por una coordinación técnica, el grupo se analiza a sí mismo (Foulkes 1981); el grupo se mueve en función de una serie de esrructuras imaginarias inconscientes (supuestos básicos de Bion 196.3), etc. Cala- to está que la empresa no solamente es un grupo, también es una institución ya que su estructura, sus lugares, están normados, esrán reghimentadas las relaciones entre sus miembros y esrá organizada según una particular estructti- ra donde las jerarquías son responsables del cumplimiento de la tarea. 2. La empresa, si bien constituye un grupo amplio, está también integrada por múltiples grupos pequeíros, los que se definen por sus tareas específicas dentro de la empresa con sus responsabilidades e intereses particulares. Los inregrantes de los grupos pequeños (administrativos, choferes, repartidores, personal de planta, etc.) y a su vez, también de la empresa en su totalidad como grupo amplio, son soportes y creadores de una estructura grupal informal, resultando todos, a su vez, efecto de la misma. Son "encargados" de manera no consciente de determi- nados conflictos (grupales y/o institucionales) y actúan, muchas veces sin saberlo, situaciones con otros ajenos a ellos. En suma, cuando se trata del análisis de un grupo 54
  • 55. es necesario realizar una adecuada valoración de aquellos aspectos q u e pertenecen a la c o n f o r m a c i ó n del g r u p o a m p l i o institucional, de otros aspectos particulares de los grupos pequeños funcionales a la empresa y de otros grupos de pertenencia de cada individuo (por ejemplo, la familia de cada quien). D e más está decir que las relaciones entre los indivi- duos al interior de u n grupo se caracterizan por principios bastante diferentes a los aportados por la psicología cuan- do estudia al individuo aislado, por ejemplo, en lo que tiene que ver con las normativas grupales (E. M a y o 1977; Sherif 19.36) o con los cambios de actitudes (K. Lewin 1947), etc. Es así c o m o la aproximación del grupo-análisis al estudio de la empresa aprovecha una amplia experiencia en grupos y miiltiples investigaciones en el área, además de reproducir una situación natural (E. Jacques 1 9 5 1 ; A.K. Rice 1963). Para ilustrar algunas de estas cuestiones se analizará el caso de una empresa que permite mostrar de c]ué manera se puede realizar el deslinde de las deter- minaciones de los síntomas y a su vez, en consecuencia, deducir las proposiciones modificadoras. C a s o : U n a e m p r e s a p r o d u c t o r a y repartidora de refrescos e m b o t e l l a d o s A n t e c e d e n t e s : La m e n c i o n a d a empresa localizada en u n a ciudad relativamente extendida, cubre en la ac- tualidad el 8 0 % del c o n s u m o local de refrescos. Ciertos estudios informan que podría expandirse en u n 4 0 % del mercado aún no cubierto, pero n o está en condiciones de hacerlo por problemas organizativos en el reparto y otros. Niveles gerenciales de la empresa temen que los competi- dores se apropien de ese crecimiento potencial, c o m o de 55
  • 56. hecho ha estado sucediendo. El estudio estima que es la ineficiencia la t|ue generó este problema. M o t i v o de consulta: La empresa manifiesta preocu- pación p o r q u e de un tiempo a esta parte ha detectado un incremento del alcoholismo en los operarios, aspecto para el que la empresa no encuentra causalidad alguna. Dicho incremento lo ha medido en otros indicadores a saber; ausentismo y llegadas tarde. Ambos aspectos dificultan la distribución ya que por las llegadas tarde no pueden salir los camiones repartidores a la hora y entonces la compe- tencia gana espacios. Por el ausentismo hay camiones que no pueden partir de ningima manera, ya que la empresa n o tiene personal suplente para cubrir las rutas; esto tam- bién es aprovechado por la competencia. Se agregan a lo anterior los accidentes c|ue han te- nido los camiones, todos ellos muy aparatosos y con pér- didas importantes de maquinaria y mercadería, así c o m o también problemas de responsabilidad civil c]ue implican fuertes erogaciones. Los camiones salen de la planta a las 6:30 a.m. a cargo de un chofer (responsable) y dos operarios. La ruta a cubrir está determinada con precisión y nunca es termi- nada antes de las 18 hrs. En algunos casos, los camiones regresan a la planta ¡cerca de las 21 hrs.! (A veces cuesta oír estos relatos que muestran la cruda realidad de la ex- plotación). En todos los casos, al arribo realizan la entrega de la caja con lo recaudado y llevan el camión a cargar para que quede listo para el día siguiente. Los sueldos son relativamente buenos y en el caso de los choferes son muy buenos. El m o d e l o t é c n i c o : Se p r o p u s o trabajar con u n grupo piloto de 15 integrantes, conformado por las auto- ridades de la empresa de manera variada (choferes, ope- rarios, personal de planta) en 3 sesiones de 3 horas cada %
  • 57. una. T a m b i é n se realizaron entrevistas individuales con aquellos operarios que se requirió. De hecho, la empresa seleccionó a los individuos "problema": alcohólicos y "fal- tanrcs". El grupo fue coordinado por un equipo técnico especializado en grupo-análisis con roles de c o o r d i n a d o r y observador complementarios. En las sesiones se estimuló la participación y se realizaron preguntas y comentarios sobre el trabajo cotidiano. El material fue registrado para tui posterior análisis. Del material obtenido se p u d o ir, poco a poco, sepa- rando lo accesorio de lo importante, lo anecdótico de lo básico, lo que se puede ordenar en los siguientes acápites. El d i s c u r s o d e l o s f u n c i o n a r i o s El operario y su cuerpo Una de las primeras cosas que llama la atención es la gran cantidad de cicatrices que todos los m i e m b r o s del grupo tienen. Eanto en la cara c o m o en las manos, brazos, piernas, y dicen t]ue hasta en la espalda, por el estallido de las botellas y p o r q u e también al tirar las ca- jas de envases desde lo alto del camión se golpean y se r o m p e n . El calor y el m o v i m i e n t o hacen que la presión d e n t r o de las botellas a u m e n t e considerablemente, p o r lo cual, c u a n d o esrallan lo hacen con gran violencia. Ahora bien, de esto la empresa no se entera oficialmetite p o r q u e las heridas no son d e n u n c i a d a s por t e m o r a perder el empleo. Se curan c o m o p u e d e n y tratan —en la medida de lo posible— de estar al otro día en el trabajo de nuevo. Claro está, surge entonces que el equipo de seguridad no es utilizado: no usan los guantes p o r q u e a r g u m e n t a n que al hacer la m a n o más grande, les dificulta agarrar las 57
  • 58. botellas, sobre todo cuando tienen que ordenarlas ya que los comercios las entregan revueltas. No usan los zapatos con suela antideslizante porque dicen que los que pro- vee la empresa son inadecuados. De hecho, la empresa solamente a los de planta les da suelas antideslizantes de ¡buena calidad! Sin este tipo especial de zapatos les es más difícil trepar al camión y bajar las cajas sin golpes o caídas (y cortaduras). Tampoco usan fajas especiales para el cuidado de la columna port]ue son incómodas y no las soportan por el calor. En consecuencia las lumbalgias son comunes. De hecho, cada caja pesa 25 kg y son capaces de levantar por lo menos tres y a veces hasta cuatro por vez. Comentan jocosamente cómo se entrenan los nuevos operarios, que deben levantar una caja desde el piso y co- locarla sobre el hombro. El caso es que deben ser capaces de hacer eso con cuatro cajas: hay algunos principiantes que a la primera clase se retiran y no regresan. Todo este manejo ostentoso del cuerpo y sus cicatrices, de la fuerza y la despreocupación por los accidentes, se asienta en patrones culturales machistas, donde el uso del equipo de seguridad es visto como que "ateminiza" (lo denuncia como débil) al operario. Un "buen macho" debe poder hacer todo con su fuerza y no preocuparse de las conse- cuencias. Es evidente entonces que los cursos sobre el uso del equipo de seguridad caerán en "saco roto" hasta que no se modifique la actitud de los operarios hacia sí mis- mos, para lo cual habrá que implementar algo más que un simple curso de capacitación. Sin embargo, no hay que dejarse guiar por el psicologismo ya que las condicio- nes laborales de sobreexplotación, el chantaje en base a la pérdida del trabajo y la manera como opera la empresa hace que sea casi imposible que los operarios puedan pensar las cosas de otro modo: cierta naturalidad laboral se impone. 58
  • 59. Ahora bien, hablando de accidentes reconocen que las respectivas familias se oponen a que el operario trabaje en la empresa. Los argumentos son variados: Es la familia la que se hace cargo del herido cuando llega a la casa; hoy es una simple cortadura, pero mañana... lo que configura una fuente de permanente preocupación. Porque además, los camiones son asaltados y algo hay que entregarle a los ladrones a cambio de la vida; otra fuente de preocu- pación. Las cajas de seguridad que se han instalado en los camiones repartidores salvan el dinero de la empresa pero no los exime del asalto. El ratero siempre obliga a los operarios a que le entreguen algo. Por tanto, la angustia de la familia se incrementa pues temen que algún día el operario no regrese. El grupo familiar Tampoco el horario los favorece: llegan tarde y se van muy temprano y entonces no hay convivencia en el hogar (Nos podríamos preguntar ¿qué llega del operario a la casa luego de trabajar más de 15 horas?). Comentan en broma que cuando ingresa a la casa la madre, le dice a los niños "llegó el repartidor de...". Ahora bien, este rechazo de parte de la tamilia hacia el trabajo que el jefe de la casa realiza, lo comienza a sentir como un rechazo a su perso- na. Vale decir, les ocasiona culpa el no poder hacer algo para que las familias puedan vivir más tranquilas y evitar las quejas, que son sentidas como presiones. Afirman que esto hace que el trabajador tienda a llegar cada vez menos a la casa para evitarse el malestar que le ocasiona las que- jas, ya que no tiene muchas posibilidades de cambiar de trabajo. Dicen que prefieren, entonces, permanecer más con los compañeros de ruta y de otras rutas, con quienes conviven todo el día, se distancian del hogar y la "familia" 59
  • 60. se traslada al grupo de compañeros de ruta: sienten que estos sí se solidarizan con él, incluso lo aplauden y lo esti- m u l a n , lo cuidan y lo protegen. Además, es con los que se pueden divertir y recuperar energías luego de una ardua jornada laboral. Este aspecto crucial tiende a generar im espacio propicio para el alcoholismo. Relaciones entre pares Lo primero que hay que señalar es que los operarios, en general, t o m a n m u c h o , desde antes tie su ingreso a la empresa. Vale decir c]ue desde siempre ha existido un nivel base de c o n s u m o excesivo. Este aspecto tiene raíces culturales y se "jtistifica" por el clima semitropical de la ciudad cionde laboran. Pero este nivel base de constmio sería aquel que la empresa midió primero. Por tanto, la inquietud actual se sitúa en las razones del incremento que "afecta" la producción. Los operarios no tienen claro las causas de ello, pero entre todo lo qtie relatan recuerdan que algún tiempo atrás funcionaban en la empresa equipos de fi'itbol que se reunían a jugar c u a n d o retornaban del reparto. Los partidos estaban fijados para las 17 horas y convocaban un gran público. C u a n d o los camiones iban llegando, los operarios se encaminaban al partido. Allí se pasaban por lo menos tres horas y luego c o m e n t a b a n sobre el partido t o m a n d o cerveza. Pero se dio el caso de que por no per- derse el partido h u b o camiones que a b a n d o n a b a n la ruta y esto ocasionó que la empresa —sin medir las consecuen- cias— suspendiera unilateralmente los encuentros de fút- bol. Los operarios interpretaron que el deporte les proveía además de un c o m p r o m i s o en su tiempo libre, actividad en sí que poco se podía combinar con el exceso de bebida; pero la suspensión de los encuentros abrió para muchos 60
  • 61. de ellos un espacio de varias horas, en las cuales sentían que no tenían nada que hacer: se comenzaron a reunir en la cantina a matar el tiempo, así lo relatan. A nálisis de resultados El trabajo con los grupos arrojó información que se usó para hipotetizar sobre las razones que m a n t e n í a n y desarrollaban cada vez más el alcoholismo entre los tra- bajadores. Hs ticsdc el deslinde de las disfintas "causas" enunciadas por los participantes en los grupos con que se trabajó en ese caso concreto y segiin el imaginario del grupo, se construye la posibilitiad del p l a n t e a m i e n t o de medidas apropiadas y consistentes de solución. Es evidente que acá la empresa (y el sistema todo) pone entre paréntesis todas las normas laborales, por lo que las medidas que se puedan sugerir son solo paliativos que no hacen otra cosa que sostener el sistema de explotación. —Factor cultiual: Los operarios piensan que t o m a n m u c h o p o r q u e provienen de un medio que t o m a m u c h o y d o n d e el tomar es una actividad valorada positivamente porque es propia de machos. Sentirse m a c h o es tomar y para poder sentirse perteneciente al grupo de iguales, de trabajadores de la empresa, es necesario compartir entre ellos la bebida. lisie ritual, al estilo de la c o m u n i ó n , configura el sustrato alcohólico cuya modificación es harto compli- cada porcjue responde a un valor cultural que trasciende con m u c h o a la empresa de la que el caso trata. Se podría pensar cómo es necesaria la droga del alcohol para sopor- tar el trabajo físico y psíquico que realizan los operarios, generando manía y " a y u d a n d o " a dormir. —Factor familiar: Los operarios dicen tomar p o r q u e n o desean regresar a sus casas m u y t e m p r a n o ya que co- 61
  • 62. rren el riesgo de ser sometidos a todo tipo de críticas y quejas. Lo hacen bien entrada la noche cuando ya "no hay moros en la costa". Esta conducta les ocasiona culpa, porque en el fondo, quieren estar con la familia, con los hijos y pata eso trabajan. Este es un factor que es factible modificar porque es posible tomar medidas que abarquen la participación familiar. -Factor ergonómico: Aunque no lo reconocen de modo directo enuncian una relación entre tomar y carga fí- sica, de modo que se podría decir que toman porque la car- ga física es realmente extenuante, es decir, toman para po- der mantenerse en pie y con energías mínimas para cumplir con el trabajo. Toman durante el reparto. Peligroso porque se producen descuidos y accidentes con los camiones. Este factor también puede ser modificado tanto a través de la introducción de nuevas tecnologías como de la re-organización de las rutas. —Factof psicológico: Si bien no relacionan explícita- mente las condiciones de ejecución del trabajo y la ingesta de alcohol, sí lo hacen a través del discurso (quejas) que ponen en boca de las familias. Así se podría decir que tomar es una manera de olvidar el temor y la angustia de estar día a día expuestos a asaltos, robos, accidentes y de buscar amparo y solidaridad; protección que no pueden pedir sin reconocerse angustiados. También este factor puede ser modificado si se anali- zan y elaboran los temores y riesgos del trabajo. —Factor temporal (el tiempo libre): Dicen que tomar es el espacio que encuentran para estar con los compañe- ros y recuperarse, ya que su cultura no cuenta con otros mecanismos que puedan llevar a un uso diferente del tiempo libre. Este factor, que depende directamente de la empre- sa, tal vez sea el factor más sencillo de abordar, conside- 62