1. LA REVOLUCIÓN DEL CONOCIMIENTO
Después de varios siglos, en donde la ciencia ha transformado radicalmente nuestro mundo y ha
expandido la visión de la Humanidad hasta límites insospechados, cualquiera podría afirmar sin
temor a equivocarse que en la actualidad vivimos en la era del conocimiento. Sin embargo,
analizada desde un punto de vista más profundo, la realidad es que la revolución científica es más
bien la revolución de la ignonancia.
La revolución científica no ha sido una revolución del conocimiento. Ha sido, sobre todo, una
revolución de la ignorancia. El gran descubrimiento que puso en marcha la revolución científica
fue el descubrimiento que los humanos no saben todas las respuestas a sus preguntas más
importantes.
Las tradiciones premodernas del conocimiento, como el islamismo, el cristianismo, el budismo y el
confucianismo, afirmaban que todo lo que era importante saber acerca del mundo ya era
conocido.
Los grandes dioses, o el único Dios todopoderoso, o los sabios del pasado, poseían la sabiduría que
lo abarca todo, que nos revelaban en escrituras y tradiciones orales. Los mortales comunes y
corrientes obtenían el saber al profundizar en estos textos y tradiciones antiguos y comprenderlos
adecuadamente. Era inconcebible que la Biblia, el Corán o los Vedas fallaran en un secreto crucial
del universo, y que este pudiera ser descubierto por criaturas de carne y hueso.
Las antiguas tradiciones del conocimiento solo admitían dos tipos de ignorancia. Primero, un
individuo podía ignorar algo importante. Para obtener el conocimiento necesario, todo lo que
tenía que hacer era preguntar a alguien más sabio. No había ninguna necesidad de descubrir algo
que nadie sabía todavía. Por ejemplo, si un campesino de alguna aldea de la Castilla del siglo XIII
quería saber cómo se originó la raza humana, suponía que la tradición cristiana poseía la respuesta
definitiva. Todo lo que tenía que hacer era preguntarle al sacerdote local.
Segundo, toda una tradición podía ser ignorante de cosas sin importancia. Por definición, todo lo
que los grandes dioses o los sabios del pasado no se preocuparon de decirnos carecía de
importancia. Por ejemplo, si nuestro campesino castellano quería saber de qué manera las arañas
tejen sus telarañas, no tenía sentido preguntarlo al sacerdote, porque no había ninguna respuesta
a esta pregunta en ninguna de las Escrituras cristianas. Esto no significaba, sin embargo, que el
cristianismo fuera deficiente. Significaba más bien que comprender de qué manera las arañas
tejen sus telarañas no era importante. Después de todo, Dios sabía perfectamente bien la manera
en que las arañas lo hacen. Si esta fuera una información vital, necesaria para la prosperidad y la
salvación humanas, Dios hubiera incluido una amplia explicación en la Biblia. El cristianismo no
prohibía que la gente estudiara las arañas. Pero los estudiosos de las arañas (si acaso había alguno
en la Europa medieval) tenían que aceptar su papel periférico en la sociedad y la irrelevancia de
sus hallazgos para las verdades eternas del cristianismo. Con independencia de lo que un
estudioso pudiera descubrir acerca de las arañas, o las mariposas, o los pinzones de las Galápagos,
2. este conocimiento era trivial, sin relación con las verdades fundamentales de la sociedad, la
política y la economía.
En realidad, las cosas no eran nunca tan sencillas. En cualquier época, incluso las más piadosas y
conservadoras, hubo personas que argumentaron que había cosas importantes que toda su
tradición ignoraba. Pero estas personas solían ser marginadas o perseguidas, o bien fundaron una
nueva tradición y empezaron a afirmar que ellos sabían todo lo que hay que saber. Por ejemplo, el
profeta Mahoma inició su carrera religiosa condenando a sus conciudadanos árabes por vivir en la
ignorancia de la divina verdad. Pero el propio Mahoma muy pronto empezó a decir que él conocía
toda la verdad, y sus seguidores empezaron a llamarle «el sello de los profetas». A partir de ahí, no
había necesidad de revelaciones más allá de las que se habían dado a Mahoma.
La ciencia moderna es una tradición única de conocimiento, por cuanto admite abiertamente
ignorancia colectiva en relación con las cuestiones más importantes. Darwin no dijo nunca que
fuera «El sello de los biólogos», ni que resolviera el enigma de la vida de una vez por todas.
Después de siglos de extensa investigación científica, los biólogos admiten que todavía no tienen
una buena explicación para la manera en que el cerebro produce la conciencia. Los físicos admiten
que no saben qué causó el Big Bang, o cómo reconciliar la mecánica cuántica con la teoría de la
relatividad general.
En otros casos, teorías científicas en competencia son debatidas ruidosamente sobre la base de
nuevas pruebas que aparecen constantemente. Un ejemplo básico son los debates acerca de
cómo gestionar mejor la economía. Aunque individualmente los economistas pueden afirmar que
su método es el mejor, la ortodoxia cambia con cada crisis financiera y con cada burbuja del
mercado de valores, y se acepta de manera general que todavía tiene que decirse la última
palabra en economía.
En otros casos, las teorías concretas son respaldadas de manera tan consistente por las pruebas de
que se dispone que hace tiempo ya que todas las alternativas han sido descartadas. Dichas teorías
se aceptan como ciertas, pero todo el mundo está de acuerdo en que, si aparecieran nuevas
pruebas que contradijeran la teoría, esta tendría que revisarse o desestimarse. Un ejemplo de ello
son las teorías de la tectónica de placas y de la evolución.
La buena disposición a admitir ignorancia ha hecho que la ciencia moderna sea más dinámica,
adaptable e inquisitiva que cualquier otra tradición previa de conocimiento. Esto ha expandido
enormemente nuestra capacidad de comprender cómo funciona el mundo y nuestra capacidad de
inventar nuevas tecnologías.
3. Los avances digitales y biotecnológicos de los últimos treinta años han demostrado ser la principal
fuente de riqueza de las economías más dinámicas y competitivas, pero nuestro país aún no logra
dar el salto.
La revolución del conocimiento es la segunda revolución más grande en la historia de la
humanidad.
En la primera, el hombre se liberó del esclavismo y se encadenó en el capitalismo, el ciudadano se
liberó de las monarquías absolutas y sangrientas, pero terminó en democracias amañadas por el
clientelismo, compra de votos, países burocratizados, violentos y corruptos.
La revolución del conocimiento por su parte, permitirá liberar el hombre del capitalismo laboral y
financiero, para convertirlo en libre y dueño de su propio trabajo, también permitirá que el
ciudadano se libere de las democracias falsas y corruptas con el propósito de llevarlo al centro del
poder político.
POR QUE ES IMPORTANTE ENTENDER LA ACTUAL REVOLUCIÓN DEL CONOCIMIENTO?
CAPITALISMO Y REVOLUCION INFORMACIONAL
Así como la revolución industrial transformó profundamente el capitalismo del siglo XIX, lo que
puede denominarse como revolución informacional o del conocimiento, puede está haciendo otro
tanto en la actualidad. Esta es una tesis que con distintas palabras, con distintas perspectivas,
subyace a varios autores. Por ejemplo, el sociólogo francés, Jean Lojkine habla de "revolución
informacional" y tomamos prestada la denominación. En todo caso, lo importante es discutir la
magnitud y consecuencias de los cambios, las comparaciones posibles con otras coyunturas
históricas o las tendencias que pueden advertirse sobre hacia donde se camina. Lo que no parece
razonable es pensar caminos de emancipación social desde una postura de indiferencia de lo que
está ocurriendo.
En las nuevas bases científicas y tecnológicas a considerar, están la informática y la irrupción de las
tecnologías de la comunicación y de la información (las llamadas TICs), la biotecnología y la
ingeniería genética que implican la transformación de la materia animada, la nanotecnología que
es la manipulación de la materia inanimada pero también las conexiones entre ambas. A partir de
4. aquí se puede seguir líneas de entrelazamientos entre áreas diversas del conocimiento para
generar nuevas áreas o aplicaciones varias (robótica, neurociencia, sistemas
microelectromecánicos, mecatrónica2, etc.).
Cotidianamente se agregan datos sobre nuevos conocimientos, particularmente realizados en
países centrales, pero lo que interesa subrayar aquí, es que estas transformaciones afectan a toda
la sociedad y a nivel global. El corte, además, es transversal. Esto es: la información y el
conocimiento cruzan los distintos espacios sociales transformándolos. Las alteraciones productos
del nuevo lugar que ocupa la información – vista en sentido amplio como recurso de la producción
– son enormes. Modifica – aunque no por sí sola – las relaciones sociales que a su vez pueden
potenciar o bloquear el desarrollo de las nuevas fuerzas productivas.
Así es que, en suma, bien puede caracterizarse lo que está ocurriendo como de revolución
informacional o cognitiva. Como es de suponer, los sistemas tecnocientíficos que tal revolución
implica, aparecen vinculados a una lógica mercantil directa, a un aprovechamiento comercial
inmediato..
Para el futuro de países como los nuestros y en una perspectiva de pensar la emancipación social,
esto tiene enormes consecuencias. Por ejemplo, se trata de evitar otro tipo de saqueo, distinto al
tradicional de materias primas y otros recursos que por cierto igual se mantiene. Por ejemplo,
resulta cada vez más frecuente recibir información sobre transnacionales vinculadas a las nuevas
áreas de la revolución cognitiva atrás de patentes y mercados. Se trata de formas actuales para la
privatización de lo común y la captación de la economía del saber que suponen nuevas formas de
drenaje de excedentes desde los países periféricos a los países centrales. Todo ello lleva a
proyecciones variadas sobre nuevos riesgos pero también nuevas posibilidades.
LAS CINCO REVOLUCIONES
Medio ambiente
La genética
Los materiales
La informática
Lo digital