Jesús enseña a sus discípulos a no inquietarse por las necesidades materiales como la comida y el vestido, sino a buscar primero el Reino de Dios y su justicia. Les dice que nadie puede servir a dos amos, Dios y el dinero, y que deben confiar en que Dios, como Padre celestial, proveerá todas sus necesidades. Les exhorta a no preocuparse por el mañana y a vivir cada día con fe en la providencia divina.