Primera entrega del Programa de Lecturas para 1º de ESO. Es un extracto del primer capítulo de la magnífica novela "Las aventuras de Wesley Jackson" de William Saroyan. Traducción de J. Martín Lloret.

1. LENGUA Y LITERATURA 1º ESO COLEGIO SAN VICENTE
Miguel Ángel Quesada López
PROGRAMA DE LECTURAS.
Unidad: 1.
Título: Las aventuras de Wesley Jackson.
Autor: William Saroyan. Traducción de J. Martín Lloret.
CAPÍTULO 1
WESLEY CANTA “VALENCIA” Y RECIBE UNA CARTA IMPORTANTE
Me llamo Wesley Jackson, tengo diecinueve años y mi canción favorita es Valencia. Supongo
que tarde o temprano todo el mundo se busca una canción favorita. Yo sé que la mía es esa
porque no paro de cantarla ni oírla, incluso dormido. Me gusta el modo en que el tipo canta a
voz en grito:
Valencia
Es la tierra de las flores,
De la luz y del amor.
¡Valencia!
La larala
La larala
La larala, ¡la la la!
En este mundo no se puede prescindir de las canciones, porque quien más, quien menos tiene
sus problemas, y los problemas desaparecen cantando Mi amigo Harry Cook, por ejemplo,
canta: “If I had my way, dear, you’d never grow old”. Suele cantársela a los tipos que no le
caen bien, y lo que les quiere decir es que si de él dependiera no llegarían a viejos, no que
desea que se conserven siempre jóvenes. Pero al mismo tiempo la canta como si quisiera decir
lo que quería decir su autor cuando la escribió, como si se la cantara a su novia y estuviera
desconsolado porque no puede hacer nada para que ella se conserve siempre joven y bella
[…].
Todo el mundo tiene una canción que recuerda algún lugar, una canción que tiene un
significado especial. A mí me gusta imaginar qué clase de canciones cantan los hombres
famosos cuando nadie los ve. Una cosa es lo que canta un hombre en la iglesia, y otra muy
distinta lo que canta cuando está solo.
Ya sabéis como me llamo, qué edad tengo y cuál es mi canción favorita, pero aún no sabéis lo
más importante que hay que saber sobre mí, y es que soy feo. No soy un poco feo, como
algunos tipos, soy feo con ganas. El porqué no lo sé, es así y punto. Cada vez que me miro en el
espejo para afeitarme me llevo una buena sorpresa. Me cuesta creer que alguien pueda ser

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Miguel Ángel Quesada López
tan feo, y sin embargo ahí está delante de mis ojos… ¡y soy yo! Es Wesley Jackson (39 339 993),
el mismo que viste y calza. No supe lo feo que era hasta que empecé a afeitarme, hará unos
tres años, y a tener que mirarme al espejo cada dos o tres días, que es lo que no me gusta de
afeitarme. No me importa tener que hacerlo, no me importa intentar arreglarme, pero cuando
me afeito tengo que mirarme n el espejo, y lo que veo al hacerlo me repugna tanto que ni
siquiera me tomo la molesta de desear ser un esquimal, lo que desearía es estar muerto.
Por este motivo, hace tres años me propuse mantenerme lo más alejado posible de la vista de
nadie. Daba largos paseos y leía muchos libros. Pasear te hace pensar, leer te pone en
contacto con las ideas de otros hombres, la mayoría de los cuales seguramente también son
feos. Después de pasear mucho, leer mucho y pensar mucho uno acaba hablando consigo
mismo, sólo que no es exactamente consigo mismo con quien habla, sino con los tipos a los
que uno ha conocido en los libros. Y enseguida le entran a uno ganas de hablar con alguien
vivo, pero cuando va a hacerlo la gente no sabe de que le habla porque no ha leído los libros
que él sí ha leído ni ha pensado lo que él sí ha pensado, y lo más probable es que lo tomen a
uno por loco. Tal vez lo esté, sí, ¿pero quién pude decir quién está loco y quién no lo está? Yo
nunca me atrevería a afirmar que un hombre está loco, pues podría equivocarme.
Luego uno empieza a pensar que debería escribirle una carta a alguien, y eso es lo que yo hice.
Quiero decir que pensé que debería escribir una carta, solo que no sabía a quién mandársela.
Mamá llevaba separada de papá casi desde que tengo memoria, y además ella y yo habíamos
perdido el contacto.
En cuanto a papá… no tenía ni idea de dónde demonios estaba. Y en cuanto a mi hermano
Virgil… ¿qué le cuenta uno a un muchacho de apenas trece años, aunque lo conozca, que
tampoco es el caso? Y si escribiera al presidente, ¿qué pensaría éste? ¿No le parecería raro?
No conocía a nadie lo suficiente para escribirle una carta, así que al final escribí a la señorita
Fawkes, la maestra de la escuela dominical a la que iba en San Francisco.
Papá me hacía ir a la escuela dominical porque decía que él se había alejado del buen camino y
temía que a mí me pasara lo mismo si no recibía un poco de ayuda. Dijo que yo debía
encontrar el buen camino por los dos, pero, caray, el borracho era papá, no yo. Él debería
hacer ido a la escuela dominical.
Escribí a la señorita Fawkes una extensa cata contándole algunas de las cosas que me habían
sucedido desde la última vez que la había visto, hacía nueve años. No creía que se acordara de
mí, pero me parecía que tenía que escribir a alguien, y por eso le escribí a ella. ¿Qué sentido
tiene estar en el ejército si de vez en cuando uno no escribe y recibe alguna carta? Si la
señorita Fawkes contestaba, estupendo. Y si no, pues también.
Una noche, aproximadamente un mes después de haberle enviado la carta a la señorita
Fawkes, se armó un gran revuelo a la hora de repartir el correo porque había una carta para
mí. Fue Vernon Higbee quien provocó el alboroto. En lugar de tirarme la carta, tal como hacía
con los demás, dijo que quería entregármela oficialmente. A los muchachos les gustó la idea de
convertir aquello en un acto oficial y a mí no me importaba, de modo que cuando me abrieron
el pasillo hacia la tarima, recorrí aquél para subir a ésta y colocarme al lado de Vernon, que era
lo que todos esperaban que hiciera. Sabía que lo que querían era divertirse un poco, y en el

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ejército, cuando un montón de tíos tiene ganas de divertirse un poco lo mejor es no tratar de
impedírselo, porque si lo intentas al final ellos se divierten más y tú no te diviertes nada. En
cambio, si los dejas, al menos tú también te diviertes un poco. Y además, cuando la gente se
ríe de uno mismo, ¿de quién se está riendo en el fondo? Si yo me río de mí mismo, ¿por qué
no voy a dejar que también lo hagan un montón de tíos en el ejército? Supongo que todo el
mundo aprender a reírse de sí mismo a partir de los dieciocho.
Pues bien, cuando subí a la tarima y me coloqué al lado de Vernon, todo el mundo se estaba
riendo y divirtiendo, y entonces Vernon alargó el brazo, tal como suelen hacer los oradores
que controlan a su público.
- ¡Silencio! –dijo-. Éste es el momento más importante de mi carrera como encargado
del correo de la compañía B. Tengo el honor de anunciar que ha llegado una carta a
través del Servicio Postal de Estados Unidos, y el honor aún mayor de anunciar que el
destinatario de dicha carta es el soldado Wesley Jackson. Tres hurras por el soldado
Jackson, por favor.
Mientras los muchachos me vitoreaban, yo me preguntaba qué me contaría la señorita Fawkes
en su carta. Y al mismo tiempo oía al tipo de la canción, gritando “Valencia”.
Tras la ovación, alguien dijo:
- ¿De quién es la carta?
Y otro dijo:
- No me digas que hasta Wesley tiene novia.
[…]