1. PANORAMA GENERAL DEL REINADO DE ALFONSO XIII. INTENTOS DE MODERNIZACIÓN. EL REGENERACIONISMO.
CRISIS Y QUIEBRA DEL SISTEMA DE LA RESTAURACIÓN
Regeneracionismo y revisionismo político
La primera etapa del reinado de Alfonso XIII estuvo marcada por el espíritu regeneracionista que se había
extendido tras la crisis de 1898. A la nueva actuación seguida desde el poder se denominó revisionismo, ya que se
pretendía revisar el sistema, modificando lo necesario para superar los viejos problemas y adaptarse a las nuevas
demandas sociales y políticas.
El período que se inicia en 1902, con el ascenso al trono de Alfonso XIII, y concluye en 1923, con el establecimiento
de la dictadura de Primo de Rivera, se caracterizó por una permanente crisis política. Diversos factores explican
esta situación:
1. Intervencionismo político de Alfonso XIII sin respetar el papel de árbitro que teóricamente debía jugar. Su
apoyo a los sectores más conservadores del ejército culminó con el apoyo a la Dictadura de Primo de
Rivera. Elemento clave en el desprestigio de la monarquía.
2. División de los partidos del "turno", provocada por la desaparición de los líderes históricos y las
disensiones internas.
3. Debilitamiento del caciquismo, paralelo al desarrollo urbano del país.
4. Desarrollo de la oposición política y social al régimen de la Restauración: republicanos, nacionalistas,
socialistas y anarquistas.
Así desde 1917 se sucedieron los gobiernos de coalición, sujetos a alianzas y continuos cambios. Ni liberales ni
conservadores consiguieron mayorías suficientes para conformar gabinetes sólidos.
En este contexto de inestabilidad política, el país tuvo que enfrentarse a graves problemas sociales:
Agudización de las luchas sociales. Las posiciones de patrones y trabajadores se fueron enfrentando cada
vez más.
La "cuestión religiosa" se reavivó con las crecientes protestas contra el poder de la Iglesia, especialmente
en la enseñanza. El anticlericalismo se extendió por buena parte de la población urbana y las clases
populares.
La "cuestión militar" volvió a resurgir ante el desconcierto de un ejército humillado en 1898 que recibía
críticas crecientes de los sectores opositores (republicanos, socialistas, nacionalistas).
Consolidación del movimiento nacionalista en Cataluña y el País Vasco, sin ningún cauce de negociación
por parte de los partidos de turno.
Los primeros intentos de reforma los impulsaron gobiernos conservadores, cuya intención era, en palabras de
Maura, hacer la “revolución desde arriba para evitar la revolución desde abajo”. Antonio Maura propuso una ley
de administración local para tratar de acabar con el fraude electoral (“descuaje del caciquismo”). La Ley de Reforma
Electoral de 1907 preveía que un tercio de los concejales de los ayuntamientos fueron elegidos por instituciones
privadas locales, sin proceso electoral. El propósito era evitar las simulaciones electorales que tan mala imagen del
sistema daban. Los intereses conservadores quedaban así a salvo, pero los liberales se opusieron a la ley, que no
llegó a ser aprobada. Los gobiernos conservadores también iniciaron una tímida legislación laboral (ley de descanso
dominical, ley de huelgas, ley sobre las condiciones de trabajo de mujeres y niños,…) que tuvo su máxima expresión
en la creación del Instituto Nacional de Previsión (1908), antecedente de la actual Seguridad Social.
En 1909 el estallido de la Semana Trágica de Barcelona y la fuerte represión posterior provocó la caída del
gobierno de Maura. La Conferencia Internacional de Algeciras (1906) había reconocido el control del norte de
Marruecos para España, se abría así la posibilidad de recuperar el prestigio perdido tras el 98 y de garantizar el
orden en la región del Rif asegurando la situación de Ceuta y Melilla. Pero la ocupación española se encontró con la
fuerte oposición de las tribus rifeñas; el gobierno de Maura tuvo que recurrir al envío de reservistas escasamente
preparados (Desastre del Barranco del Lobo). En Barcelona, puerto donde debían embarcar las tropas, aumentó la
tensión social y estalló una huelga general; la autoridad militar proclamó el estado de guerra, lo que desató una
oleada de violencia callejera: se levantaron barricadas y fueron incendiadas iglesias y conventos. La insurrección
popular fue liquidada emprendiéndose una dura represión: Hubo más de mil detenciones y cinco ejecutados entre
ellos el anarquista y pedagogo Francisco Ferrer y Guardia. Esta ejecución levantó una ola de protesta internacional
que provocó la dimisión del conservador Maura.
A partir de 1910, el poder recayó en los liberales de José Canalejas que intentó su propia “revolución desde arriba”.
Sus principales reformas tuvieron un claro contenido social como la reducción de la jornada laboral a nueve horas o
la supresión del impuesto de consumos. En 1912, fue aprobada la Ley de Reclutamiento, que establecía el servicio
militar obligatorio y acababa parcialmente con la exención de los ricos mediante el pago de una cuota o de un
sustituto. También trató de someter a las órdenes religiosas mediante la llamada Ley del Candado que prohibía el
establecimiento de nuevas congregaciones religiosas durante dos años. El asesinato de Canalejas en la Puerta del
Sol de Madrid (1912), a manos de un anarquista, supuso el final de esta inicial etapa de reformas.
2. Crisis y quiebra del sistema de la Restauración
En 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial, España permaneció neutral, pero se vio muy afectada por ella.
La opinión pública española se dividió entre aliadófilos (en general progresistas) y germanófilos (conservadores). La
principal repercusión fue económica: España tuvo un crecimiento espectacular de la demanda exterior de sus
productos, lo que provocó un fuerte proceso inflacionista; los beneficios empresariales aumentaron de forma
espectacular, pero los trabajadores no vieron mejorar sus salarios y perdieron poder adquisitivo ante la subida de
precios. El progresivo empobrecimiento de los trabajadores aumentó además la tensión revolucionaria.
En este contexto se produjo la compleja y variada crisis general de 1917. Realmente son tres “revoluciones” que se
desarrollaron entre junio y agosto de 1917 y que no se conectaron entre sí, pues de haberlo hecho el sistema
hubiera caído.
- Crisis militar: Las Juntas Militares de Defensa (asambleas de jefes y oficiales de Infantería) iniciaron un
movimiento de protesta por los bajos sueldos del ejército y contra el sistema de ascensos que primaba a
quienes combatían en Marruecos. Los enemigos del sistema vieron con simpatía su protesta porque
creyeron que el desafecto de los militares facilitaba un cambio político. El gobierno liberal de García Prieto
arrestó a los miembros de la Junta de Barcelona. Pero Alfonso XIII desautorizó al gobierno, que tuvo que
dimitir. El nuevo gobierno de Eduardo Dato aprobó la Ley del Ejército que satisfizo algunas demandas de la
Junta y frenó la amenaza militar. El ejército volvió a convertirse en protagonista de la vida política; y el
gobierno siempre tuvo al ejército para reprimir cualquier tipo de disidencia.
- Crisis política: El dirigente de la Lliga Regionalista Francesc Cambó trató de forzar la democratización del
sistema. Pidió la reapertura de Cortes y de no ser así, amenazó con convocar una asamblea en Barcelona. El
5 de julio se reunieron en Barcelona diputados y senadores catalanes y exigieron la convocatoria de cortes
constituyentes para reestructurar el país desde la descentralización. La Asamblea de Parlamentarios (19
julio 1917) fue declarada ilegal y el gobierno logró disolverla sin violencia. El movimiento no tuvo
continuidad por el movimiento huelguístico de agosto, y la burguesía catalana volvió a apostar por la
continuidad del régimen por miedo a una revolución
- Crisis social: la causa es el encarecimiento de los precios y la congelación de los salarios. Los sindicatos UGT
y CNT convocaron una huelga general (13 de agosto 1917) contra el régimen político y el deterioro del nivel
de vida de los trabajadores. Los anarquistas participaron activamente en Barcelona; los otros tres grandes
centros de la huelga fueron Madrid, Vizcaya y Asturias, donde la impulsaron los socialistas. La huelga duró
una semana, se produjeron choques violentos (cerca de cien muertos), y los principales dirigentes fueron
detenidos.
El gobierno conservador de Dato logró, pues, desmantelar los diferentes movimientos del verano de1917. El
régimen seguía vivo, pero no había salido ileso. Alfonso XIII trató de reavivar el sistema con un nuevo experimento
político, la formación de dos gobiernos de concentración consecutivos que unían a los dos partidos mayoritarios y a
los que se sumó el propio Cambó. Pero la quiebra del sistema era ya evidente. El triunfo de la revolución
bolchevique (octubre 1917) insufló un notable entusiasmo a las organizaciones obreras que aumentaron sus actos
de protesta. Así, en el campo andaluz los jornaleros ocuparon tierras y sus huelgas llegaron a paralizar las cosechas
(Trienio bolchevique, 1918-21); en el sector industrial se entró en un grave proceso de violencia social
especialmente en Barcelona (pistolerismo).
No obstante, la quiebra definitiva vendría como consecuencia de un fracaso militar en Marruecos. España trataba
de controlar la zona del Rif donde existían importantes intereses económicos por la explotación de minas de hierro,
pero se encontraba con la fuerte oposición de las cabilas rifeñas (Abd El Krim) que pretendían la independencia
tanto de España como del Sultán marroquí. En 1921, el general Fernández Silvestre planificó erróneamente una
operación militar para alcanzar Alhucemas y someter a las tribus. La expedición acabó en el llamado Desastre de
Annual que provocó la muerte de más de 12000 soldados españoles.
El desastre tuvo un efecto sobre la opinión pública semejante al de 1898. El gobierno cayó; socialistas y
republicanos apuntaron directamente al rey como culpable de la situación. Finalmente se formó una comisión para
aclarar lo ocurrido, se elaboró un informe (“Expediente Picasso”) que establecía las importantes deficiencias del
ejército español en África. Antes de que el informe llegará a las Cortes, el general Miguel Primo de Rivera
protagonizaba un golpe de estado que iniciaba una nueva etapa política: La Dictadura de Primo de Rivera.