Pascual Ahumada Moreno: Recopilación completa de todos los documentos oficiales correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia. Tomo II (2ª parte). 1886.
Recopilación completa de todos los documentos oficiales correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia. Conteniendo Documentos inéditos de importancia.
Pascual Ahumada Moreno.
Tomo II (2ª parte)
Imprenta i Libreria Americana de Federico T. Lathrop.
Valparaiso - Chile.
1886.
Gabino Pacheco Zegarra: Guerra declarada al Perú y Bolivia por Chile. 1899.
Similar a Pascual Ahumada Moreno: Recopilación completa de todos los documentos oficiales correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia. Tomo II (2ª parte). 1886.
Similar a Pascual Ahumada Moreno: Recopilación completa de todos los documentos oficiales correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia. Tomo II (2ª parte). 1886. (20)
Pascual Ahumada Moreno: Recopilación completa de todos los documentos oficiales correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia. Tomo II (2ª parte). 1886.
1.
2. CAPÍTULO V
SUMARIO.—I. El Ministro Quiñones participa a su Gobierno la revolución en Solivia, encabezada por el coronel Uladislao Silva, describiendo detalladamente lo
acontecido. —II. Reclamación diplomática del Ministro francés en Lima, al Ministro de Relaciones Esteriores del Perú por haberse decretado el embar-
go i confiscación de los buques cargados con salitre i guano, procedentes del territorio ocupado por Chile. (Inédito.)—IIL Nota del Ministro de Bolivia
en-Lima, al Ministro de Relaciones Esteriores del Perú, acusando haber recibido 400,000 soles que habia solicitado del Gobierno peruano por nota de
fecha 6 de Febrero de"1880. (Inédito.)—IV. Documentación sobre los supuestos sacrilejios de Moliendo.—V. Notas referentes a la renuncia del jeneral
Escala del mando en Jefe del ejército.—VI. Protesta de los norte-americanos residentes en Lima, dirijida al Ministro de Estados Unidos, J. P. Chiis-
tianey, con motivo de las operaciones bélicas llevadas a cabo por la escuadra chilena en la costa del Perú.—VII. Sorpresa de Locumba: partes oficiales i
correspondencias.--VIH. Contribución forzosa impuesta a los estranjeros en Tacna i proelama amenazándolos do muerte.—IX. Expedición del "Oroya"
a Tocopilla: telegramas i correspondencias al PUEBLO CHILENOÍ ala OPINIÓN NACIONAL de Lima.—X. Cartas i relación nominal délos prisioneros chile-
nos canjeados en Arica i desembarcados en lie.—XI. Felicitación al jeneral Baquedano por la acción de los Anjeles, i nota del comandante del
Atacama.—XII. Bloqueo del Callao : telegramas, notas cambiadas entre el jefe de la escuadra, autoridad del Callao, Cuerpo Consular i presidente
de la Cruz Roja; partes oficiales, proclama i descripción de la marcha de la escuadra i torpedo aplicado a la Union.—XIIF. Primer bombardeo del Ca-
llao: telegramas, partes oficiales chilenos i peruanos; versión de los corresponsales.—XIV. El Ministro del Perú en La Paz, Enrique Bustamante i Sala-
zar, da cuenta a su Gobierno describiendo la partida do la quinta división para el teatro de la guerra. (Inédito.)—XV. El Ministro peruano en La Paz
comunica haber obtenido, por autorización del jeneral Campero, 300 rifles para reforzar en Puno a la división Gamarra. (Inédito.)—XVI. Decretos de.
Gobierno de Chile referentes a la guerra.—XVII. Decreto i proclama de Campero a su partida para Tacna; proclama i decreto del doctor Ladislao Ca-
brera, encargado del Poder Ejecutivo.—XVIII. Decreto de Piérola, bando municipal i circular del prefecto de Lima sobre los artículos alimenticios.—
XIX. Telegrama i parto oficial del Comandante del departamento de Márquez, dando cuenta haber sido rechazadas varias embarcaciones chilenas.—
XX. Combate de Bucnavista: telegramas, parte oficial i relación tomada del Diario de un oficial de caballería.—XXI. Circular a los prefectos de Lima,
Junin, Huánuco, Ancachs, Ayacucho, Huancavelica e lea.—XXII. Se comunica al Ministro de Relaciones Esteriores del Perú, una sublevación de
reclutas en el pueblo de Tarapaya, resultando muerto el segundo jefe i fusilados 4 cabecillas principales. (Inédito.)—XXIII. Biografía del comandante
del batallón Atacama, Juan Martínez, por Benjamín Vicuña Mackenna.—XXIV. Biografía del contra-almirante Lizardo Montero, por J. V. Oelioa.—
XXV. Editoriales.
í.
El ministro Quiñones participa a su Golticrnola revo-
lncion en Boiivia, encabezad» por el coronel Uladis-
lao Silva, describiendo detalladamente lo acontecido.
! Reservad;:.)
LEGACIÓN DEL PERÚ EN BOLIVIA.
La Paz, Marzo 14 de 1SS0.
Señor Jeneral en Jefe:
Para que V . S. tenga completo conocimiento de lo ocur-
rido en esta República i dicte oportunamente las medidas
mas convenientes al ejército que le está confiado, le adjun-
to en copia los oficios que he pasado al señor Secretario de
Estado en el desmolió de Relaciones Esteriores i Culto del
Perú.
Dios guarde a V. S.
J. L. QUIÑONES.
Al señor Contra-almirante Jeneral en Jefe del primer ejército del Perú en el
Sur.—Arica.
C O P I A R E S E R V A D A .
La Paz, Marzo 12 de 1880.—Señor Secretario de Esta-
do:—Tuve el honor de poner en conocimiento de V. S.,
por mi oficio núm. 58 de 5 de ios corrientes, los prepara-
tivos que hacia el Gobierno de esta. República para man-
dar al teatro de la guerra una división compuesta de cnatro
batallones al mando del señor jeneral Arguedas, i que
estas fuerzas saldrían a Tacna entre los (lias 8 i 15 del
mes en curso. Ahora tengo el sentimiento de manifestar a
V. S. que dichos batallones no han avanzado de los canto-
nes de Viacha i liuaqui en (pie se hallaban, i tampoco ha
salido de esta ciudad el 2. ° Victoria que como dije a
V. S., era el último cuerpo que terminaba sus aprestos de
marcha. Por el contrario, es de temerse que esta divi-
sión retarde su viajo por los motivos que paso a esponer. !
Listos los batallones Morillo, 2. c
Ornro i Bastillo, fué
a despacharlos el Inspector Jener.d del ejército, coronel
don Uhulislao Silva; i cuando se esperaba que ya bnbicra
emprendido su marcha sobre. Tacna, en la noche del 9,
S. E. el jeneral Campero recibió la noticia de que esos ba-
tallones se negaban a marchar al cuartel jeneral i que se
habían sublevado contra el actual Gobierno, proclamando
Jefe Superior a dicho Inspector Jeneral. Esta noticia pro-
dujo gran escit ación en esta ciudad i el Gobierno tomó
prontas i eficaces medidas para conjurar la sublevación.
Felizmente, en las primeras horas de la mañana del día
10, se tuvo conocimiento de que la sublevación no era
cierta, pero que realmente habia gran resistencia de parte
de esos batallones i aun de algunos de sus primeros jefes
para coutinuar la marcha. Por otra parte, el coronel Gra-
nier, que comandaba el batallón 2- ° Victoria, ha estado
presentando continuos obstáculos a las órdenes que le han
dado para salir a reunirse con los tres batallones cita-Ios i
tanto por este motivo cuanto para hacer las averiguacio-
nes necesarias sobre la verdad de la resistencia de que
llevo hecha mención, el Gobierno ha dispuesto que ven-
gan a esta ciudad ios batallones Mnrillo, 2. ° Ornro i
Bustillo, para que, removidos todos los inconvenientes,
salgan juntos i en el menor.tiempo posible. En tal situa-
ción, recibí a las 10 A. M., na oficio del prefecto de Pr.no
anunciándome de que fuerzas enemigas habían desembar-
cado en Mejía, que avanzaban al valle de Tambo i quizas
llegasen a penetrar a la ciudad de Arequipa; insinuándome
a la vez la idea de que seria conveniente solicitar de este
Gobierno el envío de fuerzas para resguardar Puno o aquel
departamento, con cuyo fin habia ordenado que el vapor
Yapará, que hacia el viaje espreso conduciendo el oficio
citado, permaneciese a mi disposición en e't puerto de Chi-
lilaya. En efecto, juzgando mni oportuna la indicación del
mencionado prefecto, me dirijí en el acto donde S. E. el
señor jeneral Campero i le manifesté lo ocurrido. Tuve la
satisfacción de que me contestase, que ponía a mi disposi-
ción los cuatro batallones que forman la división que co-
manda el señor jeneral Arguedas, i que debiendo llegar
hoi de su cantón solo uno de esos batallones, uniéndose al
que existe en esta ciudad, se dirijierun para embarcarse en
Chililaya i.con dirección a Puno, el 15 de los corrientes;
que iba a reiterar sus órdenes para que se apresuraran a
3. 468 G U E R R A D E L P A C I F I C O .
venir los otros dos cuerpos a fin de que esa 2 . 5 8
brigada
marchase coa la misma dirección que la 1 . 5 3
, el dia 18,
es decir, tres dias después. A tan comprobadas resolucio-
nes en favor de la guerra contra Chile i de la defensa del
territorio del Perú, le espresé, a nombre de éste i de la
alianza, los mas sinceros agradecimientos. Desde luego he
impartido las órdenes convenientes, para que tanto el va-
por Yapará, como el Vacarí, que debe llegar mañana en
viaje ordinario, espereu en Ciúlilaya hasta el citado dia 15
para que conduzcan a Puno los batallones 2. ° Victoria i
Bustillo. Por comunicaciones que lie recibido ayer de
nuestros cónsules en Cocbabamba i Potosí, tengo conoci-
miento de que habia ingresado a Ornro el batallón Gran,
fuerte de 400 plazas, bien disciplinado i equipado; así
como también habia llegado a Potosí el batallón Ayacucho
que forma parte de la división que comandaba S. E. el
señor jeneral Campero. Además, el señor jeneral don Ni-
canor Flores, continúa organizando algunos batallones
mas, i en Oruro, entre los jóvenes decentes de esa ciudad,
se formaba un escuadrón que servirá de escolta a S. E. el
Presidente Provisorio. Rogaudo a V. S. que ponga este ofi-
cio en conocimiento del Jefe Supremo de la República, me
es grato suscribirme de V. S. mui atento servidor.—(Fir-
mado.)—J. L. Q U I Ñ O N E S . — A l señor Secretario de Estado
en el despacho de Relaciones Esteriores i Culto del Perú,
Lima.—Es copia.—La Paz, Marzo 14 de 1880.—El secre-
tario interino, Abraham Jeraldino.
C O P I A R E S E R V A D A .
La Paz, Marzo 12 de 1880.—Señor Secretario de Estado:
—Cuando se tomaban las líltimas disposiciones para la m e -
jor i mas pronta conducción a Puno de las fuerzas que tan
bondadosamente me habia ofrecido S. E. el señor jeneral
Campero, a las 3 P. M., recibió éste la noticia de que el señor
jeneral Argnedas habia sido amarrado i preso por el jene-
ral Uladislao Silva, Inspector Jeneral del ejército, que como
he dicho a V. S., habia ido a los cantones de Viacha i Hua-
qni a despachar los batallones qne allí existían. Aim nose
habia comprobado esta noticia, cuando las fuerzas indica-
das descendieron por el camino principal que conduce a
esta ciudad; pero como se esperaba la llegada de nuo de
aqnellos batallones, solo por precaución se posesionó el
batallón 2. ° Victoria, que comanda el coronel Granier, de
las cuatro bocacalles de la plaza principal; mas, en efecto,
eran los tres cuerpos que venían sublevados contra el Go-
bierno de S. E. el señor jeneral Campero: los mismos que
al ver la actitud del 2. ° Victoria pricipiaron a hacer fuego
sobre él. Puede V. S. calcular cuál seria la alarma i el es-
panto que se apoderó de los habitantes de esta población.
El batallón 2. ° Victoria hizo una lijerísiinaresistencia sa-
liendo en seguida por el camino de Obraje. Parece que así lo
ordenó el señor jeneral Campero en atención a que el nú-
mero de los agresores era triple. Se dice que el batallón
2. ° Victoria se ha dispersado pocos momentos después de
haber emprendido la retirada. El señor jeneral Campero
tuvo tiempo de montar a caballo i se ha dirijido a Oruro
para ponerse al frente de los batallones Tanja, Gran i Cho-
rolque. A las 5 P. M. las tropas sublevadas se habían apo-
derado de esta ciudad invadiéndola por todas direcciones.
Una hora después se procuró reunirías i alojarlas en distin-
tos cuarteles; sin embargo, hasta el momento en que escri-
bo este oficio (12 M.) recorren la población varios grupos
de soldados armados, ebrios, vivando al coronel Guachalla,
primer jefe que es del batallón Morillo. Se asegura que ei
señor coronel Silva ha sido proclamado por esas fuerzas
Jefe Supremo de la República. Este señor me ha mandado a
las 9 P. M. de hoi una persona de su confianza para mani-
festarme los deseos que le animan por conservar las bue-
nas relaciones i la alianza que existe entre el Perú i Boli-
via. El mismo señor Silva me ha dirijido una carta a las
10 P. M., ratificándome sus deseos por conservar, sobre j
todas las cosas, la alianza con el Perú i ofreciéndome que j
el dia de mañana tendremos una conferencia para acordar |
lo mas conveniente al envío de fuerzas a Puno. Terminaré
manifestando a V. S. que debido a la lijera resistencia que
opuso el batallón 2. ° Victoria, hai relativamente mui po-
cas desgracias personales que lamentar: aseguran que no
pasan de 20 entre muertos i heridos, i todos de la clase de
individuos de tropa. Ruego a V. S. que se digne poner el
conteuido de este oficio en el conocimiento de S. E. el Jefe
Supremo de la República.—Dios guarde a V. S.—J. L.
Q U I Ñ O N E S . — A l señor Secretario de Estado en el despacho
de Relaciones Esteriores i Culto en el Perú.—Lima.—Es
copia.—La Paz, Marzo 14 de 1880.—El secretario interino,
Abraham Jeraldino.
C O P I A R E S E R V A D A .
Legación del Pera en Bolivia.—La Paz, Marzo 13 de
1880.—Señor Secretario de Estado: He tenido el honor
de poner en conocimiento de V . S. por mi oficio núm.
62 del 2 de los corrientes, las medidas que habia adopta-
do el señor jeueral Campero para que los batallones
Murillo, 2. ° Oruro, Bustillo i 2. ° Victoria, de la divi-
sión qne mandaba el señor jeueral Argnedas i que debiau
dirijirse a Tacna, viniesen de sus cantones a esta ciudad
para verificar algunos arreglos indispensables, i termina-
dos éstos, marchasen al indicado departamento; pero qne
habiendo tenido noticia esta legación del desembarque del
ejército enemigo en el puerto de Mejía, habia solicitado
del Gobierno de esta República el envío de algunas fuer-
zas al departamento de Puno o al de Arequipa para
evitar que el enemigo ocupase esas localidades, a cuya
solicitud accedió inmediatamente poniendo a mi dispo-
sición los cuatros batallones indicados. Igualmente he
participado a V . S. que al ingresar a esta ciudad los tres
primeros cuerpos, venían sublevados contra el Gobierno
del señor jeneral Campero i en favor del señor coronel
Uladislao Silva, i que no obstante la lijera resistencia que
les opuso el batallón 2. ° Victoria, a las 5 P. M. eran
dueños de esta ciudad; i en fin, que el señor coronel Silva,
tres horas después de haber ocupado esta plaza, habia
mandado a una persona de su confianza para espresarme
sus propósitos en favor de la alianza de la guerra contra
Chile, dirijiéndome enseguida una carta-iuvitacion para
tener una conferencia. Esa conferencia ha tenido lugar a
la 1 P. M. de hoi, i en ella el señor coronel Silva me
ha dicho con entera franqueza i mucha cordialidad: que
ha aceptado el movimiento operado en su favor porque
habia llegado a convencerse de que el señor jeneral Cam-
pero, pndieudo hacer mucho, no habia hecho absoluta-
mente nada en favor de la guerra contra Chile, que es la
aspiración principal de los pueblos de esta República, no
obstante haber comandado largo tiempo la quinta división
del ejército i de su permanencia eii el Poder Supremo por
mas de dos meses; que en consecuencia, su único objeto
era probar, con hechos positivos, sus vehementes deseos
por estrechar la alianza perú-boliviana hasta llegar, en
el menor tiempo posible, a la unificación de ambas repú-
blicas i hacer a Chile una guerra pronta i eficaz, hasta
conseguir el triunfo i agotar todos los recursos de que
Bolivia pueda disponer con ese fin, que sin embargo de
qne las fuerzas que le obedecen lo habian proclamado Jefe
Supremo, atm no habia asumido definitivamente ese cargo,
esperando que la voluntad popular dé a su Gobierno la
forma que quiera, porque desea gobernar con el pueblo i
para el pueblo; que deseando dar una prueba evidente i
escesiva de sus aspiraciones por estrechar los lazos de
la alianza qne unen a Bolivia i el Perú, así como de su
desprendimiento por asegurar en su favor el mando Supre-
mo, i no obstante de que aun obedecen al señor jeueral
Campero algunos cuerpos del ejército residentes en esta
República, con los que puede restablecer su autoridad, se
apresurará a mandar al departamento de Puno los únicos
tres batallones qne tiene a sus órdenes, el próximo dia 19
de los corrientes, para que, en cumplimiento de la alianza,
vayan allí o a Arequipa a defender el territorio del Perú,
4. C A P I T U L O SÉTIMO. 469
i si desapareciese la amenaza actual del enemigo que lia
ocupado las inmediaciones de este último departamento,
esas fuerzas se dirijan al cuartel jeneral de Tacna o donde
las reclamen las necesidades de la alianza; que no les será
posible salvar ese pequeño plazo de seis dias porque des-
graciadamente habia encontrado a esos tres batallones
faltos de calzado i de equipo, de que iba a proveerlos en
ese tiempo, a la vez que conseguir dinero para que fuesen
con su presupuesto correspondiente a un mes, sin perjuicio
de continuar atendiendo a sus sucesivas necesidades; que,
además, qneria evitar así la guerra civil que tratará de
hacer el señor jeneral Campero i confiar la organización
de su Gobierno solo al apoyo i absoluta voluntad de los
pueblos; en fin, que si no sobrevenía algún fatal aconteci-
miento en la política que se proponía seguir, organizará,
inmediatamente una buena división, con la que se dirijirá
en persona al teatro de la guerra. Terminó asegurándome
que conservaría al señor coronel Camacho al mando del
ejército de Bolivia que existe en Tacna, cuidando de pro-
veer a todas sus necesidades. N o pude menos que agrade-
cer al señor coronel Silva, a nombre de la alianza i del
Perú los jenerosos propósitos que me habia manifestado,
i solicité a la vez, que eso mismo me dijese por escrito
como constancia de nuestra conferencia, a lo que se prestó
gustoso. Con este fin le he dirijido la carta semi-oficial
cuya copia acompaño, i es de esperar que al contestarla
cumpla la oferta q u e m e ha hecho. En consecuencia, me
dirijo al prefecto de Puno para qne ordene que los vapores
Yapurú, Yavarí i algunas otras grandes embarcaciones
que existan en actual servicio en el lago Titicaca, estén
listas en Chililaya el citado dia 1 9 para que trasladen a
Puno los 1 , 2 0 0 hombres a que poco mas o menos asciende
el número de los cuerpos indicados. Díguese V . S. poner
este oficio en conocimiento de S. E. el Jefe Supremo de la
República i aceptar una vez mas la distinguida considera-
ción con que soi de V . S. atento servidor.—J. L. Q U I Ñ O N E S .
—Al señor Secretario de Estado en el despacho de Relacio-
nes Esteriores i Culto del Perú.—Lima.—Es copia,—-La
Paz, Marzo 1 4 de 1 8 8 0 . — E l secretario interino, Abraham
.Jcraldino.
IT.
Reclamación diplomática del Ministro francés, en Li-
ma, al Ministro de Relaciones Esteriores del l'erú,
l>or haber decretado el embargo i contiseacion délos
buques cargados con salitre i guano, procedentes
del territorio ocupado por Chile.
(Inédito.)
L E G A C I Ó N D E F R A N C I A E N E L P E R Ú .
Lima, Marzo 20 de 1880.
Señor Secretario de Estado:
Los periódicos de ayer han publicado dos decretos de
S. E. el Jefe Supremo, que son de suma importancia para
el comercio de los neutrales. Estos decretos, entre otras
disposiciones, que y o no examinaré aquí, ordena el em-
bargo i la confiscación de todos los buques cargados de
salitre i guano, de procedencia de las provincias ocupadas
por Chile.
Sin buscar los motivos que han podido dictar esas m e -
didas, solo me limitaré, señor Secretario de Estado, a ha-
cer notar a V . E. que ellos son contrarios, en lo que nos
concierne, a los principios enunciados por el Congreso de
Paris i que ellos no pueden aplicarse, en consecuencia, a
los buques franceses, supuesto que la Francia i el Perú
han dado su adhesión a las decisiones de ese Congreso de
un modo especial, con el tratado de 9 de Marzo de 1 8 6 1 ,
que todavía está vijente sobre ese punto.
El Congreso de Paris ha admitido un solo caso, en el
cual los buques de las potencias neutrales pueden ser
apresados en alta mar; el caso de que lleven contrabando
de guerra, o individuos al servicio del enemigo; i no pue-
den ser considerados ni el guano ni el salitre como con-
trabando de guerra, sobre todo, cuando es notorio que
ellos son conducidos a un puerto neutral.
Me permitiré recordar a V . E. que aquí el Cuerpo D i -
plomático ha contribuido con su actitud a hacer respe-
tar este principio por Chile, en momentos en el cual se
podía creer que el Perú reportaría ventajas.
En cuanto a la circunstancia, que parece rejir el decre-
to, que, según la opinión del Gobierno peruano, los b u -
ques que llevan guano o salitre, se hacen cómplices de un
delito, sin entrar en el examen de esta opinión, m e permi-
tiré recordar a V . E. que en alta mar un buque está sujeto
solo a la jurisdicción del Estado, cuyo pabellón lleva, al
menos que se trate de salteo a mano armada; solo a los
tribunales de su país corresponde castigar los delitos que
les sean reprochados i a los tribunales de su país deben
dirijirse también los que han sido perjudicados en sus de-
rechos.
Espero que V . E. se sirva dar órdenes para que los de-
cretos de que se trata, no sean aplicados a los buques
franceses; i aprovecho de esta ocasión para renovar a V . E.
las seguridades de mi mas alta consideración.
(Firmado.)—E. D E V O R G E S .
III.
Nota del Ministro de Bolivia en Lima, al Ministro
de Relaciones Esteriores del Perú, acusando haber
recibido 400,000 soles que habia solicitado del Go-
bierno peruano por nota de fecha 6 de Febrero de
1880 (1).
(Inédito.)
N Ú M . 5 . — L E G A C I Ó N D E B O L I V I A E N E L P E R Ú .
Lima, Marzo 20 de 1880.
Señor:
Oportunamente tuve el honor de recibir los respetables
oficios de V . E., de fecha 2 5 del próximo pasado i 8 del
corriente, i adjunta a esta última, copia legalizada de la
resolución suprema que manda entregar a esta legación la
cantidad de cuatrocientos mil soles ( 4 0 0 , 0 0 0 ) en billetes
autorizados, a mérito de las razones aducidas en mi des-
pacho de 6 de Febrero último.
Al acusar a V . E. recibo de dichas comunicaciones, así
como de la cantidad aludida, que me fué realmente entre-
gada por la caja fiscal el dia 7 del mes próximo pasado, i
aplicada a la satisfacción de las necesidades que motivaron
su pedido, me es grato manifestar a V . E. el reconocimien-
to que tan importante servicio ha despertado en el ánimo
de mi Gobierno i del Comandante en Jefe del ejército de
Bolivia residente en Tacna,
Por lo demás, i en perfecta conformidad con las ideas
"insinuadas por V . E., de aplazar la celebración del proto-
colo respectivo para cuando tenga lugar la revisión de los
anteriormente celebrados, me es grato ofrecer, una vez mas,
al Excmo. señor Calderón las seguridades de mi mas dis-
tinguida consideración.
Z . F L O R E S .
IV.
Documentación sobre los supuestos sacrilejios de Mo-
liendo.
P A R T E D E L V I C A R I O C A P I T U L A R D E A R E Q U I P A .
Vicaría capitular de la diócesis de Arequipa, Marzo 24
de 1880.
Señor Secretario:
Con hondo pesar tengo a houra participar a V . S. que el
1 0 clel corriente se cometió un espantoso sacriiejio en la
(1) Esta nota a que se haca referencia se halla inserta en el capítulo VI,
párrafo I I I , pajina 307.
5. 470 G U E R R A D E L P A C I F I C O .
iglesia vice-parroquial del puerto de Moliendo, por el ejér-
cito chileno qne el dia anterior invadió ese puerto, sustra-
yéndose del tabernáculo la custodia con el Santísimo Sa-
mento e incendiando el templo. Los detall es de este atentado
los encontrará V. S. en la copia auténtica que acompaño
del parte que con fecha 20 de este mismo mes, me lia pa-
sado el presbítero encargado del servicio de la referida vice-
parroquia.
Con el santo fin de desagraviar a la Majestad Divina i
para satisfacer los ardientes deseos de este pueblo alta-
mente piadoso, he dispuesto se celebre un triduo en honor
del Santísimo Sacramento, en el modo que verá V . S. por
la copia impresa, que igualmente acompaño, de la carta
qne he dirijido al clero i fieles de esta diócesis.
Sírvase V. S. dar cuenta a S. E. el Jefe Supremo de esta
comunicación i de los documentos adjuntos, para que en
vista de ellos, se digne disponer lo que estime mas conve-
niente.
Dios guarde a 7. S.
M. L O R E N Z O B E D O Y A .
Al señor Secretario de Estado en el despacho de Relaciones Esteriores i Culto.
Vicaria capitular de la diócesis de Arequipa.—Yo el in-
frascrito secretario de cámara i gobierno de esta diócesis,
certifico: que con fecha 20 del corriente, el capellán del
puerto de Moliendo pasó a su señoría el vicario capitular
el oficio que sigue: — S. V. C.—Con el mas profundo do-
lor tengo el honor de dirijirme a V. S. con el fin de dar
cuenta de lo que ha acontecido en esta viee-parroquia de mi
cargo, el dia Martes 9 del corriente, con motivo de lainva-
cion chilena. Eran las 9.30 A. M. del indicado dia cnaudo de
improviso se vio atacada por todas partes la población de
mi cargo, por los enemigos del Peni; pero señor vicario,
cualquiera podría suponer al menos,teniendo en cuéntalas
leyes i costumbres de la guerra de pueblos civilizados, que
esta invasión no fuera considerada como un motivo de cruel
terror para la parte inofensiva, desarmada i débil de la po-
blación ; pues en todos tiempos esta ha merecido si no el
respeto, por lo menos la compasión del enemigo: los tem-
plos i los objetos del culto han sido respetados hasta por los
bárbaros del Norte que invadieron a Europa, i en las guer-
ras modernas, jamás las balas enemigas se dirijieron sobre
personas inofensivas, i los templos fueron considerados co- j
mo un lugar sagrado i con todas las garantías bastantes
para prestar asilo a los fieles pacíficos que no tomaran par-
te en las acciones de armas, i esto con razón porque es la
casa del Señor de los señores i dueño de todo lo creado;
pero señor vicario, reservado habia estado a los enemigos
de nuestra patria, el conculcar toda lei, ultrajar a la huma-
nidad, burlarse de la moral, escarnecer la relijion i profa-
nar lo que hai de mas santo en los cielos i en la tierra,
pues no solo han violado el templo de Moliendo, los chile-
nos, sino que han profanado el Santísimo Sacramento,
arrancando por la fuerza el sol de la custodia, llevándolo
fuera del templo i sustrayendo el viril con la forma consa-
grada, i lo que es mas doloroso, señor vicario capitular, es
que todo esto lia sido ejecutado, según datos seguros, en
presencia de tres sacerdotes chilenos, qne nada absoluta-
mente, nada hicieron, ya que no para calmar a esos furio-
sos, pero siquiera por salvar a su Divina Majestad de tan
terribles ultrajes, sacrüejios e irreverencias. No solo esto
ha tenido lugar, sino también han sustraído dos crisme-
ras de plata con el sagrado oleo, una corona de plata de
nuestra Señora de la Purísima, se han llevado esta imájen
i un crucificado, ¡os cuadros tic pintura que habían en el
templo, una ara i un misal, i después de todo esto, pren-
dieron fuego al templo, como para borrar las huellas del
atentado: pero en vano, porque en ese montón de cenizas
que lian dejado, en esas ruinas calcinadas de la iglesia de
Moliendo, verán las jeneraciones venideras, la conducta de
na pueblo llamado católico; verán los hechos incalificables
de Chile, cuyas ¡ejiones han profanado con planta impura los
templos del Perú, sin duda porque creen que nuestro Dios
no es el suyo;de Chile, cuyos sacerdotes miran impasibles el
incendio de los templos i la profanación de lo mas santo.
Todo el templo, señor vicario, ha sido reducido a ceni-
zas, habiéndose salvado algunas cosas, i es menester tam-
bién que yo declare qne algunos chilenos han sido los que
contribuyeron a esto. Los paramentos han salvado todos,
porque yo mismo cuidé antes da ponerlos fuera de peligro,
i me toca ahora de acusarme de una falta, i es la de no
haber consumido o puesto en otro lugar el Santísimo; pe-
ro, señor vicario, jamás creí, jamás, señor, que la guerra
estuviera revestida de estos caracteres tau horribles, ni
menos qne el templo de Dios fuera directamente incendia-
do i profanado sacrilegamente el mismo Dios, porque has-
ta hoi, señor, he vivido en la creencia de que los chilenos
eran católicos; pero hoi una triste esperiencia, una amarga
realidad viene a despertarme de mi sueño i a sacarme de
esta sencilla credulidad.
I También diré a V. S. que mi casa curial fué completa-
! mente saqueada hasta el estremo de que no me han dejado
ni un breviario en qne rezar el oficio divino, ni ninguna
pieza c!e vestido, pues aun las sotanas que tenia se ¡as lle-
varon. La iglesia de Moliendo, pues, no existe, señor vicario,
esa iglesia qne tantos sudores i trabajos me costó para
edificarla. Se carece en lo absoluto de fondos para reedifi-
carla, i hasta las cinco campanas se han fundido comple-
tamente en el incendio. Además, como vice-párroco de
Moliendo, no puedo dejar de dar cuenta a V. S. de que to-
da la parte alta del pueblo ha sido incendiada i saqueada
toda la población, las mujeres víctimas del desenfreno mas
escandaloso i cruel: no puedo dejar de dar cuenta a V. S.
de todo esto; pues, como pastor indigno de Moliendo, ten-
go el corazón amargamente apesadumbrado, con la serie
de acontecimientos que aquí se han sucedido. Espero, se-
ñor vicario, que V. S. dará a este oficio el jiro i dirección
que crea mas conveniente, a fin de que llegue a conoci-
miento del Supremo Gobierno, i espero además, que V. S.
se sirva trazarme la línea de conducta qne debo seguir;
pues, como sacerdote i como peruano, jamás esquivaré mu-
gan servicio, ni mi sangre, a la iglesia i a la patria.—
Dios guarde a V . S. señor Vicario C a p i t u l a r . — J U A N B A U -
T I S T A A R E N A S . — E s copia fiel.—Secretaría de cámara i
gobierno de la Diósesis.—Arequipa, Marzo 24 de 1880.—
(Firmado.)—M. Segundo Bailón, secretario.
I N F O R M E A L E X C M O . S E Ñ O R D E L E G A D O A P O S T Ó L I C O .
N Ú M . 4 2 3 1 . — A R Z O B I S P A D O D E S A N T I A G O D E C H I L E .
Santiago, Abril 29 de 1SS0.
Escelentísimo i Reverendísimo Señor:
He recibido la respetable comunicación de V. E. R ,
fecha 3 del que rije, en la cual V. E. R. me hace saber
que de la relación oficial que ha trasmitido a V. E. R. el
señor vicario capitular de Arequipa, resulta que las tro-
pas chilenas que ocuparon a Moliendo a principios del
mes de Marzo último incendiaron intencionalmente la
iglesia de ese pueblo i cometieron todo jenero do sacrüe-
jios i profanaciones contra la misma iglesia i el augusto
Sacramento de la Eucaristía; i, lo que es todavía mas do-
loroso, que esos sacrüejios se llevaron a cabo en presencia
de tres sacerdotes chilenos que nada, absolutamente nada
hicieron, ni para contener la furia de los profanadores, ni
para salvar a la Majestad Divina de tan terribles ultrajes.
Mas, como repugna V. E. R. creer que tres sacerdotes chi-
lenos se hayan manchado cen tan feo crimen i presume
que nosotros tengamos conocimiento cabal de los hechos,
se sirve V. E. R. pedirme que le informe lo que haya de
verdad en este asunto.
Agradezco mu i de veras a V. E. R, que haya suspendi-
! do su juico sobre Ja supuesta criminalidad de los tros sa-
cerdotes chilenos, no obstante las afirmaciones del señor
| vicario capitular de Arequipa hasta oir lo que podían los
J acusados alegar en su defensa.
6. C A P I T U L O S É T I M O . 471
Los sacerdotes chilenos que estuvieron en Moliendo
durante la ocupación de esta plaza por las fuerzas de Chi-
le, son el presbítero don Eduardo Fábres, capellán de la
división espedicionaria; el presbítero don Eduardo Chris-
tie, capellán del Blanco Encalada; el presbítero don Car-
los Cruzat; capellán de la corbeta O'Higgins, i el presbí-
tero don Camilo Ortúzar, capellán del Cochrane, que
accidentalmente se encontraba en la O'Higgins ayudando
al capellán de este buque en una misión que dabaaboixio
con el fin de preparar a los marinos para cumplir con el
precepto pascual.
Por fortuna, se encuentran actualmente en esta ciudad
el señor Jeneral en Jefe del ejército don Erasmo Escala i
el presbítero don Camilo Ortúzar, a quien una desgracia de
familia ha obligado a separarse por ahora de su puesto en la
marina. Me pareció necesario, antes de contestar a V. E. R.,
pedir informes a éstos i al presbítero Fábres, pero como
éste se encuentra en el ejército que actualmente espedi-
ciona sobre Tacna i Arica, no será fácil obtener pronta
respuesta, pero en cambio existe una carta.escrita por él
a su madre sobre los sucesos do Moliendo, que es un do-
cumento que tiene verdadera importancia, por la mani-
fiesta imparcialidad con que refiere los hechos i porque la
escribió algunos dias antes de la fecha de la relación del
vice-párroco de Moliendo i por consiguiente cuando ni
idea tenia de la acusación que mas tarde se habia de ha-
cer para denigrar su conducta por ser sacerdote chileno.
Del informe del señor Jeneral en Jefe, que en copia
acompaño bajo el núm. 1, aparece que el incendio de
la iglesia de Moliendo fué un hecho casual e inevitable;
casual, porque el fuego se comunicó al templo por la di-
rección que imprimió a las llamas el incendio de las casas
vecinas; inevitable, porque careciéudose de los elementos
necesarios para estinguirlo antes de que se comunicara a
la iglesia, solo se pudo pensar en desocuparla i poner en
salvo las imájenes sagradas i la custodia con el Santísimo
Sacramento; lo cual, dadas las circunstancias, lejos de ser
sacrilejio, es un acto de verdadera relijiosidad.
Del mismo informe aparece que los autores del incendio
de! ¡esto de la ciudad no fueron las tropas chilenas, sino
estranjeros que recorrían con teas incendiarias. I aun
cuando fuera cierto que algunos soldados dispersos, sea
por ebriedad, sea por vengarse de ultrajes recibidos en el
Perú antes de ser repatriados, hubieran secundado la
mala acción de esos estranjeros, lo cierto es que tales es-
cesos no pueden imputarse al ejército chileno, desde que
consta por la carta del señor Fábres, que orijinal acom-
paño marcada con el núm. 2, i del informe del señor
jeneral Escala, que los jefes durante el día anterior al in-
cendio tomaron medidas para impedir desórdenes i robos;
que cuando el incendio tenia lugar, los mismos jefes dis-
pararon sus armas contra los incendiarios, i finalmente
que después de todo se ha seguido proceso para averiguar
si hai soldados criminales i castigarlos caso de haberlos.
La complicidad de los capellanes chilenos en los su-
puestos sacrilejios de Moliendo, no pasa de ser una fábu-
la, que no necesitaría refutación, si V. E. R. i los demás
que en el estranjero tengan conocimiento de la imputación
que se les hace, mediante la publicidad que ha dado a
ella la sociedad de Lima, conocieran a esos abnegados i
mui dignos sacerdotes.
Vbi a trascribir a V. E. R. una parte de la sencilla re-
lación que hace a su madre el presbítero Fábres. Dice así:
"Ese día (10 de Marzo) por la mañana estuve en la
iglesia, pero no pude entrar, estaba cerrada cou llave, i
como no se me ocurrió lo que mas tarde sucedió, no quise
forzar las puertas. A la hora de almuerzo me fui a almor-
zar a la O'Higgins con los capellanes Ortúzar i Cruzat,
que estaban en ella. Después volví a tierra con el coman-
dante. En el dia anduve por la población, i en la tarde me
füíeon el capellán Christie, que me convidó a comer en el
Blanco, i como se me hiciese tarde, determiné quedarme
"sa noche a bordo.
"Acabábamos de comer i estábamos conversando con el
almirante, cuando vinieron a anunciar a éste que habia in-
cendio en tierra. Salimos sobre el puente, i en efecto, vi-
mos que se habia declarado un gran incendio en el pueblo.
Felizmente el incendio fué de corta duración i creímos que
todo había termínalo. Pero dos horas después comenzó de
nuevo a arder el pueblo, i esta vez con mucha mas furia i
por varios puntos a la vez. Poco mas tarde se hizo señales
de tierra diciendo que el enemigo estaba a la vista; enton-
ces el almirante dio orden de que se enviara un bote a tier-
ra con un oficial para ver qué era lo que sucedía, i yo lo
aproveché para irme también, pues mi puesto estaba en
tierra.
"Serian como las 12 P. M. cuando desembarqué en el
muelle, i me dirijí inmediatamente a mi alojamiento, en
donde encontré a la jente muí tranquila, pues no habia ha-
bido nada sobre lo que se habia dicho del enemigo. El
incendio estaba en su mayor fuerza; la iglesia ardia com-
pletamente. Y o no me atreví a ir a ver el fuego de cerca,
pues se sentían tiros- a cada momento, i los oficiales me
dijeron que les habían a ellos hecho algunos disparos, i
que era peligroso ir. Esa noche me acosté vestido como a
las 3 A. M. Al dia siguiente me levanté temprano i ensi-
llé mi caballo. Apenas salí de la casa, lo primero que me
llamó la atención fueron los santos que habían hecho colo-
car en la plaza i al lado de nuestra casa. Sobre una mesa
vi una cosa medio tapada con un paño; voi a ver qué era,
i me encuentro con el sol de la custodia, i aun cou el San-
tísimo en ella. Inmediatamente la envolví en el mismo
paño i la llevé a mi pieza, en donde la guardé para evitar
profanaciones. Yol vi en seguida a la calle para hacer guar-
dar todos los santos i demás objetos de la iglesia que ha-
bían sacado i estaban en el medio de la calie. El incendio
aun no, se habia estinguido del todo, pues varias casas aun
ardían."
Esta relación se completa con lo que espone el presbí-
tero Ortúzar en, el jnforrne que acompaño bajo el núm.
3. Después de puestos en salvo los objetos relijiosos que
estaban en la plaza, bajó a tierra el capellán de la O'Hig-
gins, señor Cruzat, i sabedor de lo que habia'sucedido, se
ofreció a llevar, como en efecto llevó a bordo de su buque,
el Santísimo Sacramento; el cual fué depositado en un
camarote especial i conservado allí hasta el siguiente dia
en que fué consumido en la misa que se celebra a bordo.
El sol de la custodia con el viril quedaron en poder del
señor Fábres, al cual aconsejó el presbítero Ortúzar
que depositara esos objetos en poder del capellán del
Blanco, en razón de tener ya bajo su custodia los vasos
sagrados de la iglesia de Pacocha, que por la fuga del sa-
cerdote que la custodiaba i la internación del ejército iba
a quedar abandonada. De manera que, según todas las
probabilidades, el sol de la custodia de la iglesia de Mo-
liendo se encuentra en el Blanco, para ser restituido, j u n -
to con los demás objetos de la iglesia de Pacocha, cuando
las circunstancias lo permitan.
Es, pues, un hecho cierto que en la noche del incendio
todos los sacerdotes chilenos se encontraban a bordo de
las naves de guerra surtas en el puerto de Moliendo; i
aunque el presbítero Fábres bajó a tierra a las 12 P. M.
llegó a su alojamiento cuando la iglesia estaba comple-
tamente incendiada. N o seria difícil comprobar jurídica-
mente este hecho, si V. E. R. lo cree conveniente, por
medio de uña información, que no dudo se prestaría a
levantar el señor contra-almirante de la marina de Chi-
le, que se encontraba en Moliendo a bordo del Blanco.
Como quiera que sea, yo dejo al ilustrado i recto juicio
de V. E. R. decidir si el señor vicario capitular de Are-
quipa, apoyado únicamente en la relación del vice-párroco
de Moliendo, que a ojos vistos es apasionada, contradic-
toria i de oidas, ha tenido fundamento bastante para ca-
lificar al ejército chileno, a los chilenos eü jeneral i a los
sacerdotes de nuestro país respectivamente, de sacrilegos,
profanadores, ladrones, bárbaros sin rolijion, adoradores
de otro Dios, con otras mil injurias tanto o mas graves
7. 472 G U E R R A D E L P A C I F I C O .
que éstas, que ha prohijado de la comunicación del vice-
párroco de Moliendo.
Me atrevo a esperar que V. E. R . encontrará justa la
petición que el presbítero Ortúzar hace, de que se publi-
quen en Lima, este informe i los documentos que lo acom-
pañan.
Para el caso de que no sea conocida de V. E. R . la pro-
testa del canónigo de Arequipa, señor Pérez, a que alude
el señor Ortúzar; la acompaño a V. E. R . bajo el núm. 4.
Con sentimientos de la mayor consideración i respeto,
me suscribo de V. E. R. atento i obsecuente servidor.
J O S É R A M Ó N A S T O R G A .
Al Excino. i Rvmo. señor doctor don Mario Mocenni, dignísimo Arzobispo de
Heliópolis i Delegado Apostólico.
A N E X O N Ú M . 1.
I N F O R M E D E L S E Ñ O R J E N E R A L E N J E F E D E L E J É R C I T O .
Arzobispado de Santiago de Chile, Abril 20 de 1880,
Por conducto fidedigno he sabido que el señor vicario ca-
pitular de la diócesis de Arequipa, en un documento oficial,
asegura que el incendio de la iglesia de Moliendo, ocurrido
durante la permanencia de las tropas chilenas que no ha
mucho se apoderaron de esa ciudad, fué llevado a cabo
por las mismas tropas, las cuales ejecutaron todo jénero
de profanaciones contra la misma iglesia i contra el San-
tísimo Sacramento de la Eucaristía, i, "lo que todavía es
mas doloroso, que esas profanaciones se cometieron en
presencia de tres sacerdotes chilenos que nada, absoluta-
mente nada hicieron, ya que no para calmar a esos furio-
sos, pero siquiera para salvar a su Divina Majestad de
tan terribles ultrajes, sacrilejios e irreverencias."
Aunque V. S. no estuvo en Moliendo, supongo que
puede suministrar datos para conocer con mas o menos
exactitud si es cierto que las tropas chilenas intencional-
mente incendiaron la iglesia i cometieron las profanacio-
nes de que se habla; por lo cual ruego a V. S. que se sirva
decirme lo que sepa acerca de este particular.
Además, como los tres sacerdotes chilenos que se dice
presenciaron impasibles esos atentados, no pueden ser
otros que el presbítero don Eduardo Fábres, que era el
capellán de la división que espedicionó sobre Moliendo, i
los presbíteros don Enrique Christie i don Carlos Cruzat,
capellanes, el primero del Blanco Encalada i el segundo
de la O'Iliggins, que según entiendo, estaban fondeados
en el puerto la noche que tuvo lugar el incendio, ruego a
Y. S. que se sirva informarme si por el conocimiento
personal que Y. S. tiene de esos i de los demás cape-
llanes del ejército, cree Y. S. posible que ellos hayan auto-
rizado con su presencia tales sacrilejios.
Sírvase Y. S. agregar a su informe todo lo demás que
crea sea conducente al esclarecimiento de la verdad en
tan grave asunto.
Dios guarde a V. S.
J O S É R A M Ó N A S T O R G A .
Al señor Jeneral en Jefe don Erasmo Escala.
Santiago, Abril 23 de 1880.
He recibido la nota que V. S. me ha dirijido, con fecha
19 del actual, bajo el núm. 4,228, tendente a averiguar
los sucesos que ocasionaron la destrucción de la iglesia
de Moliendo, que según esposicion del vicario capitular de
la diócesis de Arequipa, fué cansada por tropas chilenas.
A tres pueden deducirse los cargos que el sacerdote
peruano achaca a nuestras fuerzas; que el incendio de la
espresada iglesia fué llevado a cabo intencionalmente por
ellas; que las mismas ejecutaron todo jénero de profana-
ciones contra la iglesia i contra el Santísimo Sacramento
de la Eucaristía; i lo que es mas grave, que esas profana-
ciones se cometieron en presencia de tres sacerdotes chile-
nos que nada hicieron para calmar a la tropa, ni para
salvar a la Divina Majesfal de tan terribles ultrajes.
En atención a la gravedad de estos hechos i a que ellos
vienen prohijados por ¡a palabra de una alta dignidad de
la iglesia peruana, destinada a darle verosimilitud, me
he apresurado a dar a V. S. inmediatamente la contesta-
ción que corresponde.
Deseoso de complacer a V . S. lo mas ampliamente que
me sea posible, voi a trasmitirle la relación que me hizo
el Jefe de Estado Mayor de la división que operó sobre
aquella plaza, sarjento mayor don Baldomero Dublé Al-
meida, quien quedó a cargo de ella, mientras el coronel
jefe de la división marchaba al interior.
Fuera de la tropa que acompañaba al coronel Barbosa
en su marcha al interior, solo quedó en Moliendo un cuer-
po que estaba cu observación del enemigo i otras fraccio-
nes que se situaron en los puntos de la población que se
creyeron convenientes. Eu esta situación se vio que se
declararon incendios en distintos lugares de la población.
Inmediatamente la tropa acudió, a sofocarlos, i entonces
se sorprendió a varios italianos con las teas en las manos,
quienes, aprovechándose de la ausencia de los poblado-
res i de la confusión inevitable que produce la ocupación
de una ciudad, lo propagaban por distintos lugares i come-
tían todo jénero de depredaciones. Llegó a tal estremo
el cinismo de esa jente, que hubo necesidad de hacer con-
tra ellos frecuentes disparos.
El papel de nuestros soldados en tan dura emerjencia
hubo de limitarse a salvar lo que era posible, pues care-
cían de los elementos indispensables para detener la acción
destructora del incendio, i menos para estinguirlo. Así,
pues, prendido el fuego en la manzana en que se hallaba
la iglesia, era inútil pensar en salvarla. Por eso se hizo
estraer de ella todo lo que se creyó pudiera servir para
mas tarde, i entre otras cosas, la Sagrada Custodia que
contenia el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
La Custodia fué colocada en la plaza i después llévala
por los señores capellanes a uno de los buques de la escua-
dra i depositada en nno de sus departamentos, i la Sagra-
da Forma consumida en la misa al dia siguiente.
La descarnada relación que acabo de hacer de los suce-
sos acaecidos en Moliendo manifestará a Y. S. cuan lejos
de la verdad ha estado el señor vicario capitular de Are-
quipa al imputar a nuestras tropas el incendio de la igle-
sia del referido puerto i las profanaciones de ella i del
Sacramento de la Eucaristía.
Tanto mas falaz i engañosa es la imputación hecha a
nuestros capellanes, que creo sean los señores sacerdotes
Fábres, Cruzat i Christie, de haber presenciado impasibles
los escándalos a que se ha hecho referencia. Me bastará
para vindicarlos decir que en esos momentos esos caba-
lleros no se encontraban en tierra, i que mal podían en-
tonces ser actores o espectadores impasibles de tamaños
escesos.
Pero aquí creo de mi deber manifestar a V. S. cuál ha
sido la conducta de esos sacerdotes. Desde luego no es
poca cosa abandonar el suave clima de nuestros hogares,
i las comodidades que brinda la familia i una sociedad
culta, para ir en busca de las penalidades, sinsabores i
decepciones de una campaña en la que principian pores-
trañar el método de vida que han llevado los hombres
con quienes han acostumbrado asociarse i hasta la aridez
i monotonía del nuevo e ingrato suelo que pisan. Después,
esos sacerdotes, llenos do fe i unción, de una vida austera
i con una moral ríjida, han conseguido en unión de los
demás capellanes del ejército i armada, con su palabra i
con su ejemplo, hacer volver a nueva vida corazones em-
pedernidos, hombres encenegados en el vicio, i esto no
solo entre los nuestros, sino entre esos mismos infelices
que habitan el territorio de nuestros enemigos. No nece-
sito, señor, decir que mas de una vez oí a esa jente incul-
ta, que gustaba de la palabra de nuestros sacerdotes i
8. C A P I T U L O S É T I M O . 473
manifestaba voluntarios deseos de escuchar sus inspiradas
enseñanzas, que jamás iban al templo cuando se encon-
traban bajo la dominación del Perú i debían oir la pala-
bra de sus sacerdotes, por motivos que prefiero silenciar.
I después de esto, ¿es presumible que nuestros sacer-
dotes fueran capaces de presenciar impasibles hechos
tan criminales corno supone el señor vicario capitular de
Arequipa? No necesita esto contestación.
Antes de concluir, séame permitido manifestar a V. S.
que habiendo-llegado a mis oidos el rumor de que se ha-
bían cometido algunas faltas en Moliendo, hice inmedia-
tamente formar el correspondiente sumario para averiguar
la verdad, i no dudo por un instante que los que aparez-
can culpables serán severamente castigados.
I con toda franqueza debo agregar aquí para que no se
crea que oculto la verdad, que las faltas porque se ha
procesado a nuestros soldados en nada se relacionan con
los sucesos que denuncia el señor vicario capitular de la
diósesis de Arequipa.
. Creo haber espuesto a V. S. cuanto concierne al escla-
recimiento de los sucesos que menciona su referido
oficio.
Dios guarde a V. S.
E R A S M O E S C A L A .
Al señor Pro-vicario Capitular don José Ramón Astorga.
A N E X O N Ú M . 2.
C A R T A D E L C A P E L L Á N D O N E D U A R D O F Á B R E S .
Señor don Clemente Fábres.
Santiago, Abril 21 de 18SO.
Mui señor mió i amigo:
Si Ud. conserva la carta orijinal que le escribió su hi-
jo el presbítero don Eduardo Fábres, capellán de la divi-
sión que espedicionó sobre Moliendo, en la cual se relatan
los sucesos que tuvieron lugar mientras esta ciudad fué
ocupada por las tropas chilenas, i de la que se publicó
un estrado en E L E S T A N D A R T E C A T Ó L I C O , espero quo me
haga el servicio de proporcionármela para enviarla al
Excmo. señor Delegado Apostólico.
Con sentimiento del mayor aprecio me suscribo de Ud.
afectísimo amigo i S. S.
J O S É R A M Ó N A S T O R G A .
S'.'ñor Prebendado don José Ramón Astorga.
Santiago, Abril 23 de 1880.
Señor i amigo mui estimado:
La carta en que ¡ni hijo Eduardo habla de la espedi-
cion a Moliendo, es dirijida a la señora, i se la incluyo
orijinal, apesar de estar tan borroneada i sucia.
Cuando leí. esta carta me pareció conveniente que se
publicara un estracto de ella en E L E S T A N D A R T E C A T Ó L I -
CO sin que apareciera como dirijida por mi hijo, pues a
los jefes del ejército no les gusta que ios empleados en-
víen correspondencia.
En la oficina de la imprenta la ensuciaron i borraron
algunas palabras para hacer el estracto. Como Ud. me
dice que quiere enviarla orijinal al Excmo. señor Dele-
gado Apostólico, me ha parecido conveniente agregarle
una copia fiel en letra clara para que se pueda entender.
Debo advertirle que el joven militar Miller, de que ha-
bla mi hijo en la carta adjunta, hijo del señor Miller, sa-
cerdote, es hijo lejítimo, pues el señor Miller entró al
estado eclesiástico después de haber enviudado, habiendo
tenido dos hijos en su matrimonio.
Yo tuve amistad con él en la-Serena, i Ud. debe haber-
lo conocido en Roma, porque me parece haber oído decir
que habia ido al concilio el año 69.
Con esta ocasión tengo el gusto de saludarlo i reiterar
mis sentimientos de aprecio, suscribiéndome como su
afectísimo amigo A, i S. S.
Jos:': C L E M E N T E F Á B R E S .
Toiio u — G O
Pacocha, Marzo 15 de 1880.
Mi querida mamá:
No hace muchos dias le escribí una carta i me parece
que en ella le arranciaba una próxima espedicion en la que,
como capellán de la cuarta división, debía tomar parte.
La espedicion tnvo lngar, pues el domingo 7. del presen-
te me embarqué en el Amazonas junto con el 3 . ° de lí-
nea. En el Blancor- embarcaron los Navales i en el Lámar
los Zapadores, i el Lunes 8 a las 11 A. M. salimos de éste
puerto con dirección al Norte.
La espedicion era a Moliendo con el objeto de destruir
la estación de! ferrocarril que va a Arequipa i ver de cor-
tar ese ferrocarril destruyendo toda la parte de la línea
que se pudiese alcanzar.
Co.no el desembarco en Moliendo es mui difícil i seria
imposible si se defendían, seguimos directamente a Islai,
que está a unas tres o cuatro leguas mas al Norte. A este
punto llegamos en la noche i principó el desembarco
a la 1.30 A. M. en una caleta vecina al puerto. Ahí se
desembarcaron unos 150 hombres, i como no hubo resis-
tencia, el resto se desembarcó en el muelle poco después.
En cuanto se desembarcó todo el o. ° de línea, me fui yo
también a tierra i me encaminé a la plaza del pueblo en
donde esperé que me trajeran mi caballo.
El pueblo estaba completamente desierto, sus poblado-
res habían huido llevándose todo lo que pudieron, unos
pocos habiau quedado en sus casas. Algunas de estas fue-
ron saqueadas por los soldados que anclaban dispersos. A
las 9 A. M. principiaron a moverse los cuerpos en direc-
ción a Moliendo, i poco después salí yo también del pueblo
con el coronel Barbosa, jefe de la división.
Tuvimos que atravesar ocho quebradas, algunas de ellas
bastante profundas, en las que podían habernos hecho una
terrible resistencia, pero como en ninguna de ellas divisa-
mos al enemigo, ya calculamos que éste tampoco baria re-
sistencia en Moliendo.
En efecto, a la 1 P. M. llegaba yo a Moliendo i encon-
tré al batallón de Navales que estaba formándose para en-
trara! pueblo en orden. Me coloqué a la cabeza con un ofi-
cial del Estado Mayor de nuestra división, Diego Miller, el
hijo de! señor Miller, sacerdote a quien conocimos en la Se-
rena, i entramos a .Moliendo al son de música hasta que
llegamos a la plaza, i en una casa que tenia un bonito jar-
din tomamos alojamiento junto con la oficialidad de los
Navales.
Los primeros momentos los ocupamos en ver el pueblo
i luego principió nuestra obra de. destrucción. Por la tarde
salimos a andar con el coronel i ya principiaban varios
soldados a entrarse en las casas que encontraban abando-
nadas a robar lo que pillaban.
Se enviaron varias patrullas de orden del coronel para
que impidiesen todo robo i desorden.
Al dia siguiente mui temprano se fué el coronel con los
Zapadores a Mejía, punto situado un poco al Sur, para
seguir de ahí a Tambo i destruir en ese puerto la linca del
ferrocarril i algunos puentes. Los demás quedamos en
Moliendo continuando la destrucción de la estación.
Toda la maestranza de la estación, toda su maquinaria
so destruyó a fuerza de dinamita que destrozaba comple-
tamente toda la. maquinaria, i a toda la parte de madera
se le prendía fuego.
Ese dia por la mañana estuve en la iglesia, pero no pu-
de entrar; estaba cerrada con llave, i como no so me ocur-
rió lo que mas tarde sucedió, no quise forzar las puertas.
A la hora de almuerzo me fui a almorzar a la üi'Iig-
gins con el capellán Ortúzar i Cruzat, que estaban en
ella. Después volví a tierra con el comandante. En el dia
anduve por la población,en la tarde me fui con el capellán
Christie que me convidó a comer en el Blanco, i como se
me hiciera tarde determiné quedarme esa noche a bordo.
Acabábamos de comer i estábamos conversando con el
almirante cuando vinieron a anunciar a éste que había
incendio en tierra. Salimos sobre el puente, i en efecto,
vimos que se habia declarado un incendio en el pueblo.
9. 474 G U E R R A D E L P A C I F I C O .
Felizmente el incendio fué de corta duración i creimos
que todo había terminado. Pero dos horas después c o -
menzó de nuevo a arder el pueblo i esta vez con mucha
mas furia i por varios puntos a la vez. Poco mas tarde se
hizp señales de tierra diciendo que el enemigo estaba a la
vista; entonces el almirante dio orden que se enviara un
bote a tierra con un oficial para ver qué era lo que suce-
día i yo lo aproveché para irme también, pues mi puesto
estaba en tierra.
Serian como las 12 P. M. cuando desembarqué en el
muelle i me dirijí inmediatamente a mi alojamiento en
donde encontré a la jente mui tranquila, pues no habia
habido nada sobre lo que se habia dicho del enemigo. El
incendio estaba en su mayor fuerza, la iglesia ardia com-
pletamente. Y o no me atreví a ir a ver el fuego de cerca,
pues se sentian tiros a cada momento i los oficiales me
dijeron que les habían hecho a ellos algunos dispar s i
que era peligroso el ir. Esa noche me acosté vestido i t o -
mo a las 3 A. M. Al dia siguiente me levanté temprano i
ensillé mi caballo. Apenas salí de la casa, lo primero que
me llamó la atención fueron los santos que habían hecho
colocar en la plaza i al lado de nuestra casa. Sobre una
mesa vi una cosa medio tapada con un paño, voi a ver qué
era i m e encuentro con el sol do la Custodia i aun con el
Santísimo en ella. Inmediatamente la envolví en el mis-
mo paño i la llevé a mi pieza en donde la guardé para
evitar profanaciones. Volví en seguida a la calle para ha-
cer guardar todos los santos i demás objetos de la iglesia
que habían sacado i estaban en el medio delacalle. El incen-
dio aun no se habia estinguido del todo, pues varias casas
aun ardian. Varias familias, todas ellas de pobres, se ha-
bían refujiado en la plaza en donde lloraban i pedían mi-
sericordia, pues creían que todo el pueblo iba a ser que-
mado i que a ellas las iban a matar. Trabajo inmenso me
costaba sosegarlas asegurándoles que nada les iba a suce-
der. En lo mejor de mi perorata un tremendo estallido
que rompió todos los vidrios de la casa delante de la cual
estábamos, haciéndola conmoverse como en un terremoto,
aumentó espantosamente la gritería. Todas me pedían que
les echara la absolución, que ya no les quedaba otro con-
suelo; pedían de rodillas que no las mataran que las de-
jaran irse a refujiar a los cerros. Al fin, después de mucho
batallar conseguimos sosegarlas. El estallido habia sido
causado por unos sesenta barriles de polvera que se in-
cendiaron sin saberse cómo i que no causaron gran daño,
gracias que estaban al aire libre, que si nó, quién sabe a
dónde habríamos ido todos a parar.
Ese dia anduve por el pueblo a caballo, protejido por
el incendio, la mayor parto de las casas habían sido sa-
queadas por los soldados del 3. ° de línea, varios paisanos
italianos í soldados de los otros cuerpos. Es de advertir que
al 3. ° se le dio orden de volver a Islai a! dia siguiente de
nuestra llegada, para ser ahí reembarcado. Estossalieron de
Moliendo el Martes en la tarde i, como era natural, iban
furiosos porqueloshacianvolverse por tierra,haciendo una
marcha bastante penosa. De estos, muchos se volvieron al
pueblo, se emborracharon i principiaron el incendio i el
saqueo. Mucho temimos al principio que se hubieran que-
mado algunos que yacían completamente borrachos en las
casas que se quemaron, pero después hemos visto que no
ha faltado ninguno a la lista que se hizo mas tarde.
El Jueves i Viernes el incendio continuó i también la
destrucción de la estación. En ésta el Gobierno peruano
ha perdido de 5 a 6.000,000 de pesos, pues era una mag-
nífica estación mui superior ala de Santiago i Valparaiso.
El Viernes se permitió saquear la parte de ¡a Aduana que
estaba sobre el muelle i que debia ser quemada i que con-
tenia muchísimas mercaderías i licores.
El Viernes en la noche ya no quedaban en tierra sino
como 100 hombres, i como ya habíamos abandonado
nuestro alojamiento me fui al Blanco a pasar la noche
porque el Amazonas aun no habia llegado do Islai.
Al dia siguiente, después del almuerzo, me trasladé al
Amazonas i ya para mí terminó la espedicion, pues ese
j dia a las 10 P. M. salimos de Moliendo para volver a este
j puerto.
¡ Como ha podido Ud. ver por la corta relación que le
; he hecho, es bastante triste i pesada la tarea que me he
impuesto. Sin embargo, mi salud no sufre quebranto al-
guno fuera de los constipados de costumbre. Los días que
pasé en Moliendo, como puedo Ud. fácilmente imajinarse,
i en medio del desorden, no era fácil proporcionarse de co-
mer, así que hubo dias que almoreé i no comí i otros en
que no almorcé pero comí. En cambio, bebí cerveza hasta
decir basta, pues la había en abundancia i por consiguiente
la bebíamos a cada momento; era como apaciguábamos el
¡ hambre cuando venia. Eu la noche dormía sobre un col-
| chon en el suelo i me tapaba con mi frazada i mi capa
i que habia tenido la precaución de llevar, i así lo pasaba
| bien o lo menos mal posible.
; E n fin, mal que mal seguiremos adelante hasta quo es-
to se acabe. En Pisagua estaba ya resuelto a volverme si
seguía tan mal como me s.ntia en esos dias, poro me me-
joré notablemente i determiné continuar; i ahora me pa-
rece que podré concluir la campaña sin cuidado, pues
cstoi bastante bien.
I Ayer tuvo el gusto de recibir su carta del 5 del presen-
| te; hacia ya muchos dias ha que no recibía carta de nadie.
Esto es una de las cosas que uno echa mas de menos en la
campaña, pues aquí nos vemos mui solos, apesar de andar
con tanta jente. Dígale por allá a todos que me escriban
i me den noticias, que m e harán un gran servicio i que
no esperen que les conteste, pues no siempre me es posi-
ble escribir. Esto lo hago siempre quo puedo.
Estamos al partir de un cha a otro para el interior,
aunque no sabemos adonde. Afortunadamente ya tengo
un caballo que me prestará muchos" servicios i que ya me
los ha prestado. Nada he sabido del caballo que me man-
dó a Valparaiso. A José Luis escribí para que lo devol-
viera a Santiago i me avisase, pero nada me ha escrito.
Muchas memorias a todos, etc.
Su afectísimo hijo.
J. E D U A R D O F Á B R E S .
A N E X O N Ú M . 3.
| I N F O R M E D E L C A P E L L Á N D E L " C O C H R A N E " D O N
¡ C A M I L O O R T Ú Z A R .
!
! Señor Vicario Capitular:
! Tengo el honor de evacuar el informe que V. S. se ha
; servido pedirme acerca de supuestos sacrilejios perpetra-
dos en Moliendo por el ejército chileno i presenciados i
aun autorizados por tres de nosotros, los capellanes.
Antes de valorar el testimonio que ha bastado al señor
vicario capitular de Arequipa para aceptar i dar la res-
petabilidad de su palabra a semejantes calumnias, voi a
hacer a V. S. suscinta relación de los hechos.
I.
Con el objeto de preparar a los tripulantes del Cochra-
nc, de que soi capellán, al cumplimiento pascual, habia
dado en él misión, acompañado por el presbítero don
Carlos Cruzat, i una vez concluida m í a mi turno a acom-
pañarlo a la que con el mismo fin dio en la O'IBggins.
i A h í estábamos anclados en la bahía de Moliendo el dia 10
de Marzo, cuando en la noche vimos principiar un incen-
dio en la población. Pronto, sin embargo, concluyó, i era
ya bastante tarde cuando de nuevo las llamas que pren-
dían en Moliendo vinieron a alarmarnos.
Y o no habia visto la población sino por medio del an-
teojo durante el dia que acabábamos de pasar en el puer-
i to, i por la situación en que creia colocada la iglesia i por
la que entonces veía tomar a las llamas en el camino
irregular que el viento las hacia recorrer, no me imajine
que el templo hubiera sido víctima del incendio, rápida-
mente propagado en aquellas habitaciones de madera.No
¡ tuve noticia de lo que habia sucedido hasta el dia siguien-
10. C A P I T U L O S É T I M O . 4 75
te cuando habiendo bajado a tierra, el presbítero Cruzat,
volvió a la O'IIiggins llevando la hostia consagrada i el
viril de la Custodia de la iglesia de Moliendo.
Supe entonces que las llamas habia alcanzado al templo
i lo habian consumido, sin que pudiesen salvarlo los es-
fuerzos de los muchos que procuraban impedir tal des-
gracia;
Cuando ellos conocieron la impotencia de su empeño,
quisieron librar al menos de las llamas el Santísimo Sa-
cramento i las imájenes que en la iglesia habia, i sacando
e'stas i la Custodia, las depositaron en la plaza, ya que no
habia lugar alguno adecuado para colocarlas.
El presbítero don Eduardo Fábres, capellán de la divi-
sión espedicionaria habia comido en el Blanco i habia
llegado a tierra cuando ya la iglesia estaba destruida por
el fuego. Ni se imajinó lo que sucedia con el Santísimo
hasta que al dia siguiente lo encontró en la plaza cubier-
to con un velo.
Cuando bajó á tierra el señor Cruzat, recibió de manos
del señor Fábres la sagrada hostia para depositarla en
alguna de las naves; ya en tierra todo era desorden i con-
fusión. El mismo señor Fábres habia puesto en lugar
seguro el sol de la Custodia i las vinajeras que también
habia encontrado en esa plaza.
El señor Cruzat colocó el Santísimo Sacramento en el
camarote en que se celebraba la misa a bordo de la O'Iíig-
gins i al dia siguiente, 11 de Marzo, lo consumió en el san-
to sacrificio.
Después que dejamos depositada, lo mas conveniente-
mente que las circunstancias lo permitían, la sagrada hos-
tia, bajé a tierra i yendo a ver la casa que habitaba el señor
coronel dou Martiniano Urriola, encontré en ella los objetos
ya mencionados.
Manifesté al señor Fábres que lo mejor seria entregar
el sol de la Custodia al señor Ohristie, capellán del Blanco,
que habia pasado, como el señor Cruzat i yo, la noche a
bordo de su buque, para que la guardara basta que hubiese
persona segura a quien devolvérsela para la iglesia de M o -
liendo.
Era lo que se habia hecho en Pacocha.
Encontrando el presbítero don Florencio Fontecilla todo
abandonado, i como siempre, habiendo abandonado el pár-
roco a sus feligreses ante las tropas chilenas, hizo nn in-
ventario de los objetos pertenecientes a la iglesia i lo puso
bajo la custodia del capellán del Blanco.
Acordamos hacer lo mismo i supongo que sea lo que se
ha hecho.
Así pues, señor pro-vicario, de los cuatro sacerdotes que
iban en la espedicion, tres, a saber, los señores Christie,
Cruzat i yo, pasamos la noche a bordo i nada supimos del
incendio de la iglesia hasta mucho después de concluido;
el cuarto, el señor Fábres, también llegó a tierra cuando
las llamas habian concluido con el templo.
Tales son los hechos referentes a los capellanes durante
el incendio de Moliendo; esos hechos son conocidos de sin-
número de personas i nada seria mas fácil que autorizar mi
palabra con el testimonio de muchísimos sujetos dignos de
todo respeto. Si solo se tratara de que V. S. i cuantas per-
sonas conocen a los capellanes del ejército chileno formasen
su opinión, me limitaría a esponer los sucesos, seguro de
qun no se pondría en duda mi palabra. Mas como este in-
forme debe llevar lejos de nuestro snelo la convicción a los
que, sin conocernos, oyen calumniarnos, V . S. resolverá si
conviene o no la prueba que ofrezco.
De lo dicho se deduce que lejos de haber habido la
mas mínima profanación en Moliendo, se sacó de la igle-
sia al Santísimo para librarlo de las llamas i lo mismo
se hizo con las imájenes. No solo no hubo sacrilejio, sino
que los que tal hicieron en medio de la confusión i el des-
orden de un voraz incendio, han dado claras muestras de
sus piadosos sentimientos.
No necesito decir que, ajuicio de todos, el incendio mis-
mo del templo ha sido un hecho casual i debido solo a la
dirección que a las llamas imprimía el viento. Ni una sola
persona habia supuesto que hubiera sido intencional, i la
primera vez que veo tal especie es cuando leo el informe
del capellán de aquel puerto. Desde el principio oia cul-
par del incendio a italianos deseosos de saquear el pue-
blo, i aun algunos hablaban de cierto número de soldados
chilenos que habian sido antiguos repatriados del Perú, i
que de este modo querían vengar el cruel tratamiento que
habian recibido; pero a nadie, absolutamente a nadie, se
le habia siquiera ocurrido que entrara en los planes de los
incendiarios, cualesquiera que ellos fuesen, la destrucción
de la iglesia. Para quien habia visto la manera cómo se
propagó el incendio, tal suposición habría sido también ab-
surda.
He concluido, señor pro-vicario, la esposicion de los su-
cesos i paso a responder al señor vicario capitular de Are-
quipa que, aceptando la relación del capellán de Moliendo,
se constituye en acusador de los sacerdotes chilenos.
II.
El crimen de que el señor canónigo don Lorenzo Bedo-
ya, vicario capitular de Arequipa, acusa a los sacerdotes
chilenos que estuvimos en Moliendo, es de los mas atroces
de que sacerdote alguno habrá sido acusado; i el funda-
mento de tal acusación es, señor pro-vicario, del todo des-
preciable.
Para aceptar que el ejército de un pueblo católico come-
tiese una serie de espantosos sacrilejios, sin que nadie in-
tentara impedirlos; para aceptar, sobre todo, que entre esos
frios e impasibles espectadores de la profanación del San-
tísimo Sacramento se encontraban tres sacerdotes, es me-
nester suponer en ellos perversidad tal, que antes de ad-
mitir el hecho como efectivo, no digo un vicario capitular
sino el hombre mas indiferente i de mas vulgar prudencia,
dudaría mucho i pesaría una i otra vez las pruebas eu que
se apoyaban los acusadores.
El señor vicario' capitular de Arequipa ha creído deber
obrar de manera muí distinta, ya que se apoya esclnsiva-
mente en la relación del presbítero Arenas para aceptar i
propagar tan gravísimas acusaciones, siendo así que nin-
guna persona cauta habria dado valor alguno a aquel tes-
i timonio.
N o tengo nara qué referir a V. S. la triste i vergonzosa
historia de la manera cómo se han conducido los sacer-
: dotes de las dos repúblicas aliadas contra nosotros cuan-
¡ do han llegado nuestras tropas a los pueblos que estaban
i a cargo de ellos.
| Las repetidas instancias de los capellanes i délas auto-
ridades chilenas no obtuvieron de los párrocos de Anto-
¡ fagasta i Caracoles que permaneciesen en el puesto que
| el deber les señalaba i que, como ya lo veian, podían se-
! guir ocupando sin peligro alguno; así como las considera-
ciones de todo jénero de que se vieron rodeados no fueron
parte piara que se abstuvieran de ir a calumniar ante su
prelado al ilustrísimo señor obispo de la Serena, Acepta-
das esas calumnias por el señor arzobispo do la Plata,
que creyéndolas verdades las hizo llegar hasta Roma,
valieron una reprensión al ilustrísimo señor Orrego. Muí
pronto, sin embargo, se supo en Roma i lo supo también
el Excmo. señor Delegado Apostólico, que todo era falso.
Lo único, pues, que quedó en pié, fué la vergüenza de los
sacerdotes calumniadores i la esperiencia que los superio-
res de tales eclesiásticos debieran haber adquirido para
no fiarse en sus relatos: ¿Por qué no se ha aprovechado
de ella el señor vicario capitular de Arequipa?
En Pisagua no encontraron nuestros capellanes ni
rastros del párroco i se renovaron las calumnias, que en
esta vez fueron desmentidas por el irrecusable testimonio
del señor canónigo Pérez, jefe de la ambulancia peruana.
Este señor, que como todos los sacerdotes peruanos que
se han encontrado con nuestro ejército, habia sido colma-
do de atenciones, no pudo tolerar que se citara su propio
nombre para atestiguar calumnias contra los chilenos i
protestó noblemente, primero en Valparaíso i después en
Arequipa.
11. 470 G U E R R A D E L P A C I F I C O .
Gracias a él ni el mas encarnizado enemigo de Chile
puede dar fe a los que hablan de los supuestos escesos
cometidos por nuestro ejército en Pisagua.
Cuando el enemigo huyó de Iquique i quedó en nues-
tro poder esa plaza fuerte, el párroco abandonó también
a sus feligreses antes de que nosotros entráramos en la
ciudad.
En Pacocha, ya lo he dicho a Y. S., el presbítero don
Florencio Fontecilla no encontró tampoco sacerdote al-
guno i se vio en la necesidad de inventariar i poner en
lugar seguro las cosas pertenecientes a la iglesia, que
como ésta habia sido abandonada a nuestra aproximación.
Si todo esto es bien triste, señor pro-vicario, causa
todavía mas honda pena recordar la incalificable conduc-
ta observada por las autoridades del Perú, con los prisio-
neros de! l'im.oc, quienes, relegados al apartado e inculto
villorrio de Tarma, eran en su paso por Chichi alojados
con preferencia en la iglesia por disposición del sub-pre-
fecto, señor teniente coronel Vidal; i encarcelados en ella,
no solo dormían i recibían allí su escaso alimento, sino
que ni aun se les dejaba salir para los menesteres mas
ordinarios de la vida, ¿Elevo entonces una protesta, si-
quiera, el rector de aquella iglesia? Lo ignoro.
Siendo tal la vergonzosa historia de la conducta obser- J
vada por los sacerdotes do los lugares ocupados por nos- ;
otros, los superiores de ellos no debieran, me parece, oir
sin estrema desconfianza las falsas relaciones con que in-
tentan disminuir la enorme responsabilidad que sobre
ellos pesa i diculpar su cobarde fuga.
El señor vicario capitular de Arequipa, que ha tenido
oportunidad de hablar a su sabor con el señor canónigo
Pérez, debiera estar muí al cabo de lo que entre nosotros
sucede i prestar mucha menos fe al sacerdote que le va a
referir un espantoso sacrilejio cometido por los capellanes
del ejército de Chile, Mas que nadie debo saber el cuidado
lleno de esmero con que éstos atienden al servicio espiri-
tual del ejército; i bien público ha sido que antes de par-
tir de Autofagasta la espidicion. a una de cuyas divisio-
nes se acusa ahora de enormes saerilejios, el ejército se
confesó i comulgó para implorar del cielo la protección en
la campaña que iba a emprender. Los que tal hacen, no
son, ciertamente, los que se entretienen en espantosas i
profanaciones del Santísimo Sacramento. !
Los párrocos bolivianos i peruanos que cobardes aban-
donaron sus feligreses en el momento del peligro, siendo
así que tenían obligación de justicia de servirlos i acom-
pañarlos, eran harto ventajosamente reemplazados por
nuestros capellanes, los que, por solo caridad, han presta-
do siempre toda clase de ausilios a los desgraciados pue-
blos abandonados por ellos. Jamás he visto, señor pro-
vicario, que uno solo de los sacerdotes chilenos se negara
a servir en su ministerio a persona alguna ni que investi-
gara si quien le pedia el servicio era chileno o peruano.
Nuestros capellanes han hecho siempre mas de lo que el
deber les manda i han dado ejemplo de heroismo a nues-
tros heroicos soldados, estando con ellos en los puestos
mas peligrosos i en medio de las balas, socorriendo con
peligro de la vida a los heridos, tendiendo jenerosa mano
a los que necesitaban ausilio sin fijarse si el desgraciado
ha sido o no uno de los que poco antes combatían contra
nuestra patria.
Esta conducta es i ha sido bien pública i bien conocida
de amigos i enemigos, duele, por lo mismo, harto mas el
ver que, aun cuando tan enorme diferencia hai entre unos
i otros sacerdotes, el señor vicario capitular de Arequipa
acepta sin examen alguno la calumniosa acusación de uno
de aquellos para hacer a los nuestros tan enorme ofensa.
I digo que el relato del presbítero don Juan Bautista
Arenas ha sido aceptado por el señor Bedoya sin examen
alguno, porque, en realidad con poco que en él hubiera
parado mientes habría notado que no merecía fe.
Ante todo, el presbítero Arenas seria nada mas que m i
testigo; i para dar ascenso a acusaciones de la magnitud
de las que hace, cualquier juez habría mandado levantar
un sumario i comprobar los hechos.
Pero no solo es testigo úuico, sino que ni siquiera es tes-
tigo presencial. Habia tenido cuidado de poner a salvo su
persona do todo peligro, i estaba bien lejos del teatro de
los sucesos cuando ellos acaecían. Por mas que el capellán
0 vice-párroco de Moliendo no lo diga espresameute, claro
se deduce de su relación de que, por otra parte, pueden tes-
tificar todos, amigos i enemigos; su fuga antes que desem-
barcaran los nuestros.
¿A qué queda, pues, reducida la acusación? A lo.que re-
fiere un testigo de oidas i un testigo de tal clase que,
siendo sacerdote, tuvo cuidado, según dice, de poner en
salvo los paramentos de. la iglesia para librarlo de los sa-
crilegos chilenos i olvidó de atender nada mas que el San-
tísimo Sacramento!
Todavía mas: en lo referente a los sacerdotes chilenos,
dice el señor Arenas que presenciaron impasibles, según
datos seguros, los supuestos saerilejios. ¿Tampoco pudo el
señor vicario preguntarle siquiera cuáles eran esto datos
seguros, antes de presentarnos al mundo entero como viles
profanadores de la Santísima Eucaristía? ¿Tan poco vale
la honra sacerdotal, cuando los sacerdotes son de una na-
ción con la que estamos en guerra? ¿Bastará que el cri-
terio de un capellán, que deserta cobarde el puesto del de-
ber, juzgue seguro un dato, para que el vicario capitular
condene a vergüenza pública el nombre de sacerdotes que
por solo la gloria de Dios i servir al prójimo lian aceptado
penosísima misión i la desempeñan ya cerca de mi año e:i
medio de trabajos sin cuento?
Los hechos que, según el presbítero Arenas, constituían
los saerilejios de los chilenos, eran el haber arrancado por
la fuerza el sol de la Custodia, llevándolo fuera del templo
1 sustrayendo el viril con la forma consagrada. Ahora bien:
dadas las cirenutancias de Moliendo estando de por medio
el voraz incendio que redujo a cenizas la iglesia, ninguno
de esos hechos era por sí mismo sacrilejio, i podiau ser, co-
mo lo fueron, pruebas de respeto al Santísimo Sacramento
llevadas a cabo para librarlo do ser consumido por las lla-
mas. I ei señor vicario c:¡pilu!ar de Arequipa, sin ponerse en
un caso tan natural i obvio, sin fijarse en que, según todas
las probabilidades, no habia ni apariencia de crimen, decre-
ta solemnes desagravios por los saerilejios que, según él,
hemos cometido nosotros, i da cuenta de las profanaciones
señaladas por el presbítero Arenas al Excmo. señor Dele-
gado, al Gobierno del Perú i al pueblo de la diócesis.
No me toca calificar este proceder; pero ostoi en mi de-
recho, señor pro-vicario, para pedir en mi propio nombre i
en el de mis compañeros, que se vuelva por la honra de los
capellanes del ejército i de la marina de Chile; que en los
lugares donde se ha hecho público el supuesto sacrilejio,
se sepa también que él solo lia existido en la escitada ima-
ginación de un sacerdote turbado por el miedo.
Esto es cuanto tengo que esponer a V. S. con relación a
los sucesos ocurridos en Moliendo. Santiago, Abril 27 de
1880.
Dios guarde a Y. S.
C A M I L O O R T Ú Z A R .
Al señor Pro-vicario capitular don José Ramón Astorga.
V.
Notas referentes a la renuncia del jeneral Escala del
mando en jefe del ejército.
Pacocha, Marzo 26 ele 1880.
Los gravísimos i desqniciadores actos del señor Minis-
tro don Rafael Sotomayor, comisionado especialmente
por el señor Presidente de la República para representar
al Supremo Gobierno en la campaña en que se encuentra
empeñado el ejército que está bajo mimando, me obligan
imperiosamente a presentar mi renuncia de Jeneral en
Jefe, como lo he hecho ya trasmitiéndola por telégrafo.
12. C A P I T U L O S É T I M O . 477
El señor Ministro no solo ha invadido mis atribuciones
privativas, deliberando con los jefes de cuerpo sobre los
asuntos peculiares al mecanismo de éstos, sino que ha
hecho cuanto puede hacerse para rebajar la disciplina,
fomentando descontentos i apoyando resistencias de los
subalternos contra el superior, como ha sucedido recien-
temente con el ex-Jefede Estado Mayor Jeneral.
Como si no bastara esto para socavar la autoridad que
corresponde tener a un jeneral en campaña,' donde debe
encontrarse mas sólidamente basada que en cualquiera
otra circunstancia, olvidándose de las consideraciones de-
bidas a mi puesto i del respeto con que se han de acatar
mis derechos, me ordena, como V. S. lo verá en el oficio
cuya copia autorizada acompaño, que deje salir del ejér-
cito a un jefe i a un oficial, sin mas motivo que por exi-
jirlo así su voluntad.
Ignoro de dónde derive el señor Ministro su derecho
para impartirme tales órdenes; pero como de donde quie-
ra quo le venga lo considero contrario a todo réjimen mi-
litar, pernicioso en alto grado a la disciplina del ejército
i al éxito do las operaciones, he resuelto hacer renuncia
de mi puesto de Jeneral en Jefe, antes que consentir por
mas tiempo en la prolongación de un mal cuyos efectos
se hacen sentir penosamente en el ejército i en el país.
No ocultaré a Y. S. el vivo dolor con que me alejo de
impuesto donde esperaba utilizar, en beneficio de mi
país, la grande voluntad que tengo para servirlo i el deseo
de ciarle io que resta de mi sangre. Pero me he encontra-
do con escollos insuperables e inesperados que han hecho
fracasar todos mis esfuerzos para realizar estos propó-
sitos.
Sírvase V. S. hacerlo así presente a S. E.
Dios guarde a Y. S.
E R A S M O E S C A L A .
Al señor Ministro de la Guerra.—Santiago,
Hé aquí el o'ficio a que se refiere la nota anterior:
"lio, 25 do Marzo de 1880.—Es notorio para todos que
ei coronel don Pedro Lagos dejó de ejercer las funciones
de Jefe de Estado Mayor Jeneral desde la fecha de su re-
nuncia,
En cuanto a ésta, como Y. S. no ha tenido a bien
ponerla en mi conocimiento, nada he podido proveer so-
bre ella.
A haberla conocido oficialmente, me habría, apresurado
a aceptársela, porque desde tiempo atrás vengo viendo qne
.su presencia al frente del Estado Mayor i la de V. S. al
frente del ejército, eran enteramente incompatibles.
Así, pues, como el buen servicio del ejército, única con-
sideración que tengo presente, exije que el coronel Lagos
marche al Sur, reitero a Y, S. la orden contenida en mi
nota de hoi, agregándole que el vapor en que debe ir par-
te en media hora mas.
En cuanto al capitán don Julio Argomedo, qne también
va al Sur, considérelo Y. S. como oficial qne está con li-
cencia concedida por el infrascrito basta que el Gobierno
resuelva lo conveniente sobre el destino que deba dár-
sele.
Los cargos qne V . S. tenga contra el coronel Lagos,
puede V. S. elevarlos al Supremo Gobierno, quien hará
efectiva su responsabilidad, si alguna le cabe, por los di-
versos capítulos de acusación que V. S. enumera en su
nota. I tenga V. S. la seguridad de que, si ellos fueran
fundados, yo me baria nn deber en secundar a V. S. en
l¡v represión de ¡as faltas qne las investigaciones de Y. S.
pudieran comprobar.
Dejo con esto contestada la nota de V . S., mím. 892,
fecha de hoi.
Dios guarde a Y. S.—Rafael Sote-mayor.—Al señor Je-
neral en Jefe del ejército de operaciones."
R E N U N C I A D E L C O R O N E L L A G O S .
Incluyo a V. S. para qne se sirva elevarla al conocimien-
to de S. E . el Presidente de la República, la renuncia qne
hace de su cargo el señor coronel don Pedro Lagos, Jefe
del Estado Mayor Jeneral de este ejército. Los motivos de
esta renuncia i los antecedentes que la han acompañado los
encontrará V. S. en parte en los documentos que en copia
autorizada incluyo, habiendo otros que por decoro me de-
cido a, callar, porque no es conciliable con la dignidad de
nn Jeneral en Jefe entrar a rebatir cargos hechos por
sus subalternos, so protesto de observaciones sobre el ser-
vicio.
Solo diré a V. S. que este jefe, olvidándose del respeto
que todo hombre de honor se debe a sí mismo i al elevado
puesto con que se le ha distinguido, ha faltado vergonzo-
samente a la verdad en los oficios que me hadirijido antes
i después de su renuncia.
El Supremo Gobierno, con la perspicacia con que debe
juzgar los actos de sus empleados, calificará la conducta
de un jefe que pretende hacer pesar sobre otros sus propias
faltas i qne al frente del enemigo se asusta de la responsa-
bilidad que pueda caberle por sus obras.
Dios guarde a Y. S.
E R A S M O E S C A L A .
Al señor Ministro de Guerra i Marina.—Santiago.
VI.
Protesta de los norte-americanos residentes en LJIIUI,
dirijida al Ministro de astados Unidos, J. P. t'hris-
tianey.
(Traducción.)
Los infrascritos,.ciudadanos de los Estados Unidos, es-
tablecidos en el comercio i otras ocupaciones, i actual-
mente residentes en el Perú, con el debido respeto llama-
mos la atención de Y. E. a las órdenes dadas por el
Gobierno de Chile a su escuadra, de quemar i destruir
todos los puertos en la costa del Perú, i al hecho de que
las últimas noticias del Sur, son que se preparaba su es-
cuadra para venir, si es que no está ya en marcha, para
destruir las ciudades i los puertos de esta vecindad. Te-
nemos ya el terrible ejemplo de la manera tan bárbara
de hacer la guerra de ios chilenos, en el saqueo e incen-
dio de Pisagua i últimamente el de Moliendo, Isla de
Lobos i Eten, donde se han cometido crímenes i malda-
des sin igual, i han sufrido propiedades estranjeras de la
manera mas atrevida i cruel. Nuestros paisanos residen-
tes en esos lugares han sufrido enormemente.
En Tumbes, Talara, Isla de Lobos, Eten, etc., toda la
propiedad saqueada o destruida ha sido perteneciente a
nuestros paisanos o a otros estranjeros.
Sabemos bien, señor, que según la actual lei interna-..
cional, los neutrales residentes en un país belijerante,
tienen que sufrir igualmente con los naturales, pero no
podemos consentir en que se respete el derecho de un
belijerante hasta el estremo de permitir que haga la
guerra esclusivamente contra los neutrales residentes en
el país de su enemigo.
Hasta ahora, la mayor parte de las pérdidas i desgra-
cias han caido sobre residentes neutrales, i si se permite
que se lleven a cabo las miras de los chilenos, casi todos
los citados neutrales serán reducidos a la miseria.
Los puertos de baños de Chorrillos, Barranco, Mirarlo-
res i Ancón, son puntos donde solamento concurren los
inválidos i convalescientes; no son ni puertos comerciales,
ni estaciones militares; una gran parte de sus edificios
elegantes i costosos, pertenecen a neutrales, donde residen
ahora sus esposas i sus hijos, que están ahora perturbados
i alarmados por el inminente peligro i temores, que des-
graciadamente son demasiado bien fundados; porque hasta
acá hemos visto que la guerra, como la está conduciendo
la escuadra chilena, no es mas que asaltos de pillaje de
13. 478 G U E R R A D E L P A C I F I C O .
piratas i corsarios, con escepcion en favor de los del siglo
X V I I , cuyo valor les hacia atacar fortalezas i plazas fuer-
tes para conquistar su botin; mientras que durante este
último año, hemos visto que el valor de las fuerzas nava-
les chilenas ha sido mayormente desplegado en ataques
sobre pueblos indefensos, donde los jemidos de los enfer-
mos, las súplicas de las mujeres i el llanto délas criaturas
han sido toda la resistencia que han encontrado, i donde
tan temibles enemigos han sido visitados con robo, incen-
dio, asesinato, violación i total ruina i desgracia. A tan
bárbaro e inescusable estremo han llegado sus procedi-
mientos, que han llenado de indignación, dando lugar a
la protesta unánime de los representantes diplomáticos de
todas las naciones civilizadas en Santiago de Chile.
El Callao, gran centro del tráfico estranjero con el Perú,
es una ciudad de 85 a 40,000 habitantes, de los cuales
son neutrales mas de las dos terceras partes. Al rededor
de las antiguas fortalezas del vireinato español, se ha le-
vantado una ciudad rica i de importante comercio, casi
esclusivamente estranjero, i aunque la lei internacional
provee que las plazas fuertes del enemigo son puntos le-
jítimos de ataque, sin embargo, hoi el enorme alcance de
los instrumentos de guerra modernos permiten que una
insignificante fuerza pueda destruir, casi con impunidad,
grandes i pobladas ciudades, como hemos visto en Arica
i otros puertos en la costa, en que los buques de guerra
chilenos han preferido dirijir la puntería de sus cañones
a las habitaciones pacíficas i neutrales, por no arriesgar un
posible contratiempo en un desafío con las baterías; hé
aquí el motivo porque hasta ahora, las mujeres i los
niños han sido las víctimas de estos valerosos comba-
tientes.
Considerando, pues, que tenemos bien fundados prece-
dentes para temer la destrucción de nuestras casas i de
nuestras propiedades, i el sacrificio de las vidas de nos-
otros, de nuestras esposas i de nuestros hijos, i además, que
la mayor parte de los puertos del Perú, no son sino cen-
tros comerciales o lugares de convalescencia para inváli-
dos, rodeados por leguas de desiertos arenosos i casi in-
superables, donde los medios de fuga o de movilidad son
pocos i muí incómodos. Además, hemos dejado nuestro
país para establecer su tráfico i aumentar su comercio i
su influencia en el Perú, i para contribuir a su grandeza
bajo el solemne voto de protección, i de tal interpretación
de la lei de güera internacional, que pueda mitigar e im-
pedir ataques innecesarios contra nuestras vidas i la des-
trucción de nuestros bienes, cuando semejantes operacio-
nes, como lo hemos visto en el presente caso, no conducen
ni a la terminación de la guerra, ni a molestar o debilitar
al enemigo. Además, no podemos ver ni permitir que los
grandes esfuerzos de nuestro gobierno, nuestros conciu-
dadanos i nosotros mismos, por tantos años, con el fin de
fijar i asegurar la proporción de tráfico, comercio e in-
fluencia que nos corresponde en esta República america-
na, sean destruidos de una manera injustificable por la
guerra ilejítima i sin la debida consideración a los dere-
chos de los ciudadanos neutrales d é l a s naciones amigas.
Además de esto, que Chile, fundándose en el bombardeo
de Valparaíso en 1866, por las fuerzas navales españolas,
en que los estranjeros fueron los perjudicados, tratan hoi
de infundir terror i espanto a sus enemigos por medio del
saqueo i de la destrucción de los neutrales i de la jente
indefensa sobre quienes han caido casi todas las conse-
cuencias de la guerra.
Por tanto, suplicamos a V. E. que tome todas las medi-
das que crea convenientes para la protección de nosotros,
nuestras familias i nuestras propiedades, i que haga en
nuestro favor una representación decidida i efectiva con-
tra el ataque proyectado a nuestras residencias indefensas
en Chorrillos Miraflores, Barranco, Ancón, Chimbóte, etc.,
i que ejerza V. E. todo el peso de su influencia i el poder
ilimitado de su posición, para mitigar i evitar los males
que causaría el bombardeo del Callao, limitando, hasta
donde pueda hacerlo la diplomacia, el peligro i la des-
trucción a las fuerzas combatientes de los fuertes i de los
buques de guerra.
I con el fin i propósito de que se tomen todas las me-
didas de precaución para nuestro desagravio i protección,
hacemos colectivamente esta protesta pública i solemne,
contra la manera con que Chile ha hecho la guerra i se
propone seguir haciéndola, por ser inhumana, bárbara e
indigna de una nación civilizada; i contra la destrucción
de nosotros i de nuestras propiedades por sus fuerzas ar-
madas, que hasta ahora han dirijo sus ataques contra nos-
otros neutrales, pacíficos i no combatientes. I pedimos i
reclamamos por conducto de nuestro Gobierno, justa in-
demnización i pago de la República de Chile por todas las
pérdidas i perjuicios que hemos sufrido o que suframos
mas tarde, por actos de las fuerzas chilenas, no justifica-
dos por las reglas de la guerra moderna i civilizada.
Tenemos el honor de suscribirnos, señor, obedientes i
atentos servidores de V. E.—-Lima, Marzo 30 de 1880.—
(Siguen las firmas)
A S. E. el honorable señor J. P. Christiancy, Enviado Estraordinario i Mi
nistro Plenipotenciario de los Estados Unidos de América en el Perú.
Señor:
Nosotros los infrascritos ciudadanos de la confederación
Suiza, temporariamente residentes en el Perú i bajo la
protección de la Legación de Estados Unidos, de que V. E.
es digno i eminente representante, nos presentamos res-
petuosamente esponiendo: que habiendo llegado a nuestro
conocimiento que los ciudadanos de nacionalidades estran-
jeras residentes en esta República, los que tan severamen-
te han sufrido los efectos de la guerra, han protestado o
se preparan a protestar públicamente ante sus respectivos
representantes contra la manera ilegal e inhumana con
que Chile ejerce la guerra, deseamos unirnos i suscribir-
nos a la protesta de los ciudadanos de los Estados Unidos
de Norte América residentes en esta República.
Somos de V. S. Excmo. señor con el debido respeto,
atentos i fieles seguros servidores.—(Siguen las firmas.)
A S. E. el honorable J. P. Christiancy, Enviado Estraordinario i Ministro
Plenipotenciario de los Estados Unidos de América.
VIL
SORPRESA » E LOCUMBA.
P A R T E S O F I C I A L E S .
Pacocha, Abril 3 de 1880.
Señor Comandante:
Tengo el honor de dar cuenta a V. S. de la espedicion
de reconocimiento al valle de Locumba llevada a cabo por
el que suscribe.
El 28 del mes próximo pasado manifesté a V. S. la ne-
cesidad de hacer una escursion al valle de Locumba a fin
de tener conocimiento de esos caminos i sus recursos, para
el caso de que nuestro ejército tuviera necesidad de ope-
rar en esa localidad. Solicité llevar a cabo esta espedicion
acompañado de tres personas bien montadas, V. S. puso
en noticia del señor Jeneral en Jefe esta necesidad, i el
Estado Mayor Jeneral me ordenó hiciese un reconoci-
miento hasta el pueblo de Locumba i del camino que de
este punto arranca para Tacna, para lo cual debia llevar
30 hombres.
Manifesté al señor Jefe de Estado Mayor Jeneral cuán-
to convenia que el reconocimiento se compusiese de las
menos personas posibles.
El 31 del mismo mes, la espedicion salia de Pacocha
compuesta de 26 personas, a saber: el que suscribe, el
ayudante del Estado Mayor de la tercera división, capitán
don Ramón Rojas Almeida, el alférez de Cazadores a ca-
ballo don Luis Almarza, 21 individuos de tropa, 1 cabo
de ordenanza i 1 guia.
14. C A P Í T U L O S É T I M O .
En la mañana del ] . ° del mes en curso llegamos a
Carneara, a cinco leguas de Locumba, en el valle del mis-
mo nombre.
Tanto en las casas de esta hacienda, como por dos per-
sonas que tomamos en la llanura antes de bajar al valle,
supimos que la caballería enemiga, compuesta de 450 j i -
netes, al mando de Albarracin, por carencia de pastos en
Locumba, se habia internado a Sagoya, tres leguas al
interior, i que la guardia nacional del pueblo, compuesta
de 70 hombres, se habia dispersado a sus hogares tan
pronto como aquel caudillo se habia alejado. Esta noticia
fué reiterada por cuantas personas encontramos en nues-
tro camino del valle.
En Sitana se nos comunicó que en Locumba solo exis-
tían algunas familias que eran víctimas de los desmanes
de los chinos, que cometían toda clase de tropelías.
A las 11 A. M. del mismo dia llegamos a las casas de
la hacienda llamada Valdivia, de un señor Cornejo, situa-
da como a 800 metros del pueblo de Locumba. Mientras
que en ese lugar me ocupaba de tomar apuntes de la lo-
calidad, las avanzadas que en dirección al pueblo habia
colocado, trajeron a mi presencia a un italiano decente-
mente vestido, que dijo ser cónsul de su país. Este señor
me manifestó que en el pueblo no habia fuerza alguna,
que los pocos individuos armados que allí existían des-
pués de la partida de Albarracin, habían huido al tener
noticias de que avanzadas chilenas habían llegado a Sin-
to; i por último me pidió garantías para las familias i el
comercio del lugar.
Comisioné entonces al capitán Rojas para que, como
parlamentario, llevando una bandera blanca, entregase a
la autoridad que allí encontrase la comunicación que
copio:
"Señor gobernador militar o civil de Locumba:—El que
suscribe, comandante de las fuerzas chilenas que han lle-
gado a este valle, pone en conocimiento de V. S. que de-
biendo pasar con ellas por el pueblo de Locumba, previene
que cualquier acto hostil que los habitantes de este pue-
blo hagan a las fuerzas chilenas, será tratado el lugar
como tomado a viva fuerza. Si el procedimiento es con-
trario, se darán a los habitantes toda clase de garantías.
Espera la contestación de V. S. para entrar al pueblo.
Su atento servidor-
.—Diego Dublé Almeida."
El italiauo marchó con el capitán Rojas. Este volvió
media hora después comunicándome que en Locumba no
habia autoridad alguna por haber salido algunos dias antes
el gobernador; que habiéudose reunido varios paisanos,
muchas mujeres i niños en la plaza, entre ellos un sacer-
dote que a su arribo salia del templo con varias familias,
les habia leido mi comunicación. El sacerdote habló enton-
ces a nombre de la jente reunida, manifestando agradeci-
miento al jefe de las fuerzas chilenas i diciendo que podía-
mos entrar al pueblo en la seguridad de que no serian
molestadas, protesta que también hizo toda la jente que
allí habia.
Resolví entonces entrar al pueblo. Llegué a la plaza i allí
echó pié a tierra la tropa de caballería, que recibió orden
de conservar asidas las riendas de las cabalgaduras.
Se apostaron tres centinelas para que dieran aviso de
cualquier movimiento que notaran en el pueblo. Entré aun
despacho de un italiano situado en una esquina de la plaza
para comprar algo que almorzara la tropa. En este mo-
mento se me acercó el sacerdote que habia en el lugar i
me invitó a almorzar a la pieza contigua al despacho por
el lado de la calle. Allí entré con el capitán Rojas i el al-
férez Almarza, dejando nuestros caballos al lado de afue-
ra, atados a una baranda, con un soldado al cuidado de
ellos.
Miéutras se servia el almuerzo, el sacerdote me pidió al-
gunos soldados para enterrar a uu individuo que habia
muerto, para lo cual no habia conseguido la ayuda de la
jente del pueblo. Habia dado orden para que 8 soldados lo
llevasen al cementerio que estaba como a 200 metros déla
plaza, cuando supe que la defunción habia tenido lugar
479
solo hacia dos horas. Indiqué al sacerdote que esperase has-
ta el dia siguiente, i di contra-órdeu.
Cuando principiábamos a almorzar, el sacerdote se retiró
por la puerta interior de la habitación que ocupábamos. En
ese instante el sarjento de Cazadores grita: ¡El enemigo,
mi comandante! i al mismo tiempo se sintió una descarga
i continuó el fuego con viveza en todo el pueblo. Al levan-
tarnos de la mesa para salir a la calle, del interior de la
casa hicieron fuego sobre nosotros. Afuera reinaba la ma-
yor confusión. Se habia hecho fuego sobre los Cazadores
que tenian sus caballos de las riendas. Los caballos, heri-
dos i asustados, arrastraban a los soldados, que no podían
montar en ellos, i tenían que abandonarlos para defen-
derse.
El enemigo hacia fuego desde el interior de las casas,
desde una viña que hai cerca, i desde una pequeña altura
donde está el cementerio, al Norte del pueblo. Montado que
hube a caballo, me adelanté a la plaza, donde habia 3 sol-
dados de Cazadores que a pié disparaban sus armas hacia
la viña, pero sin ver al enemigo. El sarjento de Cazadores
se me unió i me dijo que la única retirada que teníamos
(el camino por donde habíamos entrado a Locumba) esta-
ba interceptado por caballería enemiga a distancia de 300
metros del pueblo. No teniendo conmigo sino al sarjento i
mi ordenanza, con ellos me abrí paso por entre el enemigo.
Este nos' persiguió por el fondo del valle como seis kiló-
metros, donde encontramos una angosta senda para subir
los elevados cerros del lado Norte, ascensión que efectua-
mos a pié para no fatigar los caballos, de los cuales el mió
estaba herido de bala.
En nuestra retirada alcanzamos a 5 Cazadores que
antes que nosotros habían salido del pueblo. En la alti-
planicie no encontramos enemigos. Detuvimos la marcha
para protejer a los que pudieran escapar de la celada en
que habíamos caído, pero ninguno se presentó. Continua-
mos camino hacia Loreto, pero habiéndose estraviado el
guia llegamos en la mañana de ayer a la Rinconada, i
anoche a este puerto.
Eu Hospicio encontré la partida que salió de Moque-
gna para Sinto, que hacia pocos momentos habia llegado,
partida que hizo bajar de Sagoya a Locumba la caballe-
ría de Albarracin, que probablemente fué la que nos atacó
eu este lugar, habiendo llegado allí pocos horas antes que
nosotros.
Habría sido conveniente que los comandantes de los
reconocimientos enviados de Moquegua i Pacocha, que
debían en sus operaciones converjer a un mismo punto,
hubiesen tenido mutuamente conocimiento de las opera-
ciones que iban a desempeñar para obrar conjuntamente i
con mejor acuerdo.
No me es posible calcular el número de enemigos que
nos atacó, porque estaban ocultos, como he dicho antes,
eu el iuterior de las casas, en las viñas i eu las laderas de
los altos cerros.
Del personal de reconocimiento que marchó a mi cargo
han vuelto:
Teniente coronel, don Diego Dublé Almeida.
Sarjento 2. ° , Vicente Espinosa.
Cabo 1. ° , Juan Muñoz.
Id. 2. ° , José Santos Arévalo.
Soldados: Nicauor Ahumada, Agustín Basaes, José Se-
gura, Luis Jara i Amador Figueroa.
Han quedado en poder del enemigo:
Capitán, don Ramón Rojas Almeida.
Alférez, don Luis Almarza.
Corneta, Candelario Ramírez.
Cabos l.os: Juan 2. ° Muñoz i Martin Rojas.
Soldados: Doroteo Jara, Fidel Ortiz, Timoteo Ortega,
Juan Iilezcas, Justo Pardo, José Manuel Rivero, Manuel
González, Emilio Real, Pablo Galdames, Gavino Muñoz,
José de la Cruz Sánchez i Rejinio Morales.
Por separado doi cuenta al Estado Mayor Jeneral del
reconocimiento de los distintos caminos i recursos de los
lugares que he reconocido.