Ser un buen ciudadano significa más que la mera pertenencia a una entidad territorial y requiere una interacción positiva entre el individuo y la sociedad. Esto implica cumplir con las leyes y responsabilidades tanto individuales como comunitarias, conocer y respetar la historia del lugar donde se vive, y buscar el bienestar público por encima de intereses particulares siguiendo valores éticos compartidos.