El tabaco comercializado está adulterado con sustancias químicas que lo hacen más adictivo o mejoran su sabor, además de otras sustancias secretas que aumentan su toxicidad. Aunque el tabaco puro también causa daño, la única forma de minimizar el riesgo de enfermedades respiratorias es no fumar. Según la OMS, en 2010 había más de 1250 millones de fumadores en el mundo, que representaban aproximadamente un tercio de la población mayor de 15 años, con los hombres fumando más que las mujeres.