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Se recomienda leer las renuncias o disclaimers. Gracias.

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Renuncias: Los personajes de Xena y Gabrielle son propiedad de MCA/Renaissance Pictures. Su aparición en esta historia no
pretende infringir ningún copyright.

Clasificación:

Autora: Eli

X E N A

S C R O O G E .

–¡Navidad, Navidad, dulce Navidad!

Xena abrió un ojo. La música estridente la había despertado de su apacible, merecido y descansado sueño. Antes de
abrir el otro ojo notó una cosa extraña golpeándole el rostro, algo filamentoso. Y al incorporarse, no pudo reprimir
una mueca de sorpresa al ver a un Joxer barrigón vestido con extraños ropajes colorados y tocado con un gorrito
acabado en una borla blanca. Blandía en la mano un espumillón decorativo y una campana que hacía sonar
repetidamente. Se restregó los ojos, pero nada: Joxer seguía allí.
–Jou, jou, jou... ¡Feliz Navidad!

–Joxer, ¿pregunto o me lo explicas tú? –inquirió Xena, algo malhumorada. No se despierta a un legendario señor de
la guerra de su siesta.
–Jopé, Xena, le quitas la gracia a esto... Tenías que haber dicho: ¡Feliz Navidad para ti también!

Xena frunció el ceño. Joxer había estado paseando a pleno sol, seguro, y tenía el cerebro derretido.
–¿Me quieres explicar qué haces con ese traje absurdo y tocando esa campana tan machacona?
Joxer la hizo sonar como respuesta y rió alegre.

–Es el anuncio de la Navidad, Xena, quedan pocos días y tienes que hacer muchas cosas.
–¿Cómo qué? –replicó Xena, levantándose.

–Ir a comprar el pavo, preparar los turrones, decorar a Argo ya que no tienes casa donde poner el belén, cocinar
canelones y pasteles, cordero... ¡un montón de cosas!
–Lo del cordero me suena bien... ¿Pero a qué santo todo este jaleo?
–Xena, me preocupas, ¿no te acuerdas qué es Navidad?
–Otra vez con eso. ¿Navidad? ¿De qué hablas?
–Uy, no, Xena, estás peor de lo que me imaginaba. –se alarmó Joxer. – Tendré que llevarte a un sitio para que
recuerdes.
–¿Recordar qué?
–Tus navidades pasadas. Ven conmigo. –y Joxer le tendió una mano que Xena rechazó con gesto huraño.
–No te la doy que te la quedas.
–Anda, confía en mí. Sé que normalmente soy un payaso, pero hoy te llevo a un sitio maravilloso. –Xena lo miró
recelosa y al fin se decidió a darle la mano, no sin protestar.
–Pero que conste que ¡uooouuu! –el súbito impulso ascendente hizo que Xena interrumpiera sus palabras. – ¡Joxer!
¡Estamos volando!
–Pues claro, de eso se trata.
–¡Tú no sabías volar la última vez que te vi!
–Es que la última vez que nos vimos yo no era el fantasma de las Navidades pasadas.
–Bueno, pero eras un fantasma igualmente...
–Ignoraré ese comentario. ¡Mira! Ya llegamos, cógete que aterrizo.
–Sé que acabaremos cayendo en algún sitio duro y/o lleno de estiércol, seguro. –masculló Xena, preparándose para
la caída.

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–Desde luego, Xena, no puede decirse que confíes mucho en...
–¡Joxer, cui...!... dado. –Ambos cayeron estrepitosamente. Xena reprimió un movimiento que iba a convertirse en
un capón directo a la colleja de Joxer. – Te lo dije, lo sabía, estaba segura. Esto es caca de vaca.
–Lo siento, aún no domino demasiado el tema del aterrizaje.

–El día que domines algo, házmelo saber. –replicó Xena, expulsándose el estiércol reseco de la armadura. – Vaya
mierda.
–Sí, pero es mierda que tú conoces.
–¿Huh? O sea, ¿eihn?

–Que digo que estamos en el corral de tu casa, leñe.
–¿En Amphipolis?

–Ah, ¿era Amphipolis? Ups... –Xena miró a Joxer torvamente y éste le golpeó el antebrazo, sonriendo. – Que sí, que
estamos en Amphipolis... Por poco caes, ¿eh?
Xena observó a su alrededor mientras pellizcaba la oreja derecha de Joxer arrancándole un grito de dolor.
–Ah, sí, es el corral de mi casa, allí veo a la vaca Paca.

La vieja vaca mugió por toda respuesta y siguió rumiando la hierba que disponía un cubo ante ella.
–Jopé, tía, no se te puede gastar ninguna broma. –masculló Joxer, acariciándose la oreja dolorida.

–La próxima vez te lo pensarás antes de tocarme las naricillas. Bueno, estamos en mi corral. Y ahora, ¿qué?
–Vamos a tu casa. Esta noche es Nochebuena.
–¿Y qué?

–Que mañana es Navidad, y Papá Noel va a llegar esta noche. Ven, salgamos fuera, que está nevando.
–¿Pero cómo va a nevar en Amphipolis, si está casi en la costa?
–Deja de jorobar y sígueme.

Ambos salieron al exterior del establo dejando a la rumiante vaca Paca y los otros inquilinos del corral a resguardo
del frío polar que traían los alegres copos de nieve. Unos pasos más adelante, se encontraron con la casa de Xena.
En las ventanas se veía luz, y unas vocecillas entonaban cánticos suaves y alegres al ritmo de panderetas.
–¿Va a estar mi madre? Porque si va a estar mejor no entro, que me dará la tabarra. 'Xena cásate, Xena tráeme un
yerno, Xena arréglate, Xena ¿no pasas demasiado tiempo con Gabrielle?'
–Tu madre no te va a ver.

–Ah, pues qué bien, mejor.
–No te va a ver nadie, pero tú lo verás todo perfectamente.
Xena enarcó una ceja mientras Joxer se asomó a una de las ventanas y le hizo señas para que lo imitase. En el
interior, una mesa repleta de manjares diversos y ricamente decorada con espumillones, borlas doradas y cintas de
colores acogían a los familiares de Xena: Cirene, Liceo, sus abuelos, sus tíos, sus primos y su perro Cerberito, que
agitaba contento sus tres rabos.
–Capullo, me has dicho que mi madre no iba a... ¡Leches! ¡Liceo! ¡Mi hermano querido del alma! ¡Estás vivito y
coleando! ¡Liceo! –Xena golpeó los cristales con desesperación intentando llamar la atención de su hermano.
–No pueden oírte, Xena, esto es tu pasado.
–Anda, pues ahora que lo dices, Liceo debería tener unos taitantos y ahí dentro es un chavalín. Bueno, y si está la
loca de mi madre, mi perrico Cerberito, pobre, qué majo era, y mi hermano, ¿dónde estoy yo?
Joxer la miró arrugando los morros, con un mohín triste. Le indicó la parte trasera de la casa con un gesto vago.
Rodearon la casa por la parte derecha para llegar al patio trasero.
–No me habré ido de juerga mientras en casa hay semejante festín, ¿verdad?
Joxer negó con la cabeza.
–¿Estoy en el cuarto de baño?
Joxer vuelve a negar.

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–Vale, lo sé, lo sé, déjame recordar, ¿qué hacía yo cuando mi madre preparaba todo esto? –Xena se devanó los
sesos buscando la respuesta. – A ver... vaya, no me acuerdo, cómo ha pasado el tiempo, veinte años y ya no me
acuerdo de nada.
Joxer la miró con sorna.

–¿Qué? Ahora justo voy a cumplir los veinticinco.
–Hace tres años que los cumples.

–Es que me gusta mucho esa cifra. Y deja el tema, que hablábamos de qué hacía yo cuando... ¡ya lo tengo! –
exclamó Xena, golpeando el brazo de Joxer demasiado fuerte para la sensibilidad de éste. – ¡Me pasaba estos días
en el pajar, buscando la aguja!
–¿En serio?

–Pues claro, y siempre la encontraba. Mi madre me decía que muchas gracias y que vaya niña más maja me ha
salido, y mi hermano se enfurruñaba, estaba celosete porque yo la había encontrado y él no, jejeje.
–¿Seguro que era eso lo que pasaba? –inquirió Joxer, señalando el pajar, de donde sale una Xena en pequeñito, con
una armadurita y un chakramín, que corre hacia la casa con un pequeño objeto en las manos. Al llegar a la puerta
del patio trasero, la niña se detiene y observa la escena interior, haciendo una mueca de asco al escuchar las
canciones navideñas. Miró de nuevo el objeto que posee y se dirige de nuevo al pajar, lo tira de nuevo y se sumerge
en su búsqueda.
–Qué ruin eres, Xena, volvías a tirar la aguja entre la paja para no entrar en casa. –le recriminó Joxer, agitando la
cabeza reprobadoramente.
–Yo... yo, no, es mentira, yo no lo hacía, es que siempre encontraba las agujas de cabeza antes que la de coser, y
entonces tenía que volver a buscar la buena. –confesó Xena, muy digna.
–Serás... anda, vamos adentro, que hay para darte una tunda... miró que ni acercarte a comer unos polvorones...

–Se me quedaban todos pastosillos pegados al paladar, ¡bej! –Xena hizo una mueca de asco recordando la
sensación. Joxer se dirigió a la pared de la casa que daba al comedor y le indicó a Xena que le siguiera. – Joxer,
serás un fantasma y todo lo que tú quieras, pero no creo que yo pueda pasar por ahí.
–Sigues sin confiar en... ¡ouch! –Joxer se pegó un trompazo al intentar atravesar la pared. Se llevó las manos a la
nariz. – Benudo golbetazo, ¡ayyy!
–No es que no confíe en tú, pero prefiero entrar por la puerta. –Xena entró por la puerta trasera de la casa, seguida
de un dolorido Joxer.
El comedor engalanado se aparecía ante sus ojos. Liceo jugaba con Cerberito y Cirene ajustaba las figuras del belén.
Los villancicos se adueñaban del ambiente. Cirene cogió de los mofletes a Liceo y los apretó cariñosamente, y
después, sucesivamente, la tía Sofía, la tía Mantinea, la tía-abuela Trifília, la abuela Jroña...
–¿Ves por qué no quería entrar? Liceo estaba tres días con los carrillos como si tuviera paperas.

–Pero esto es Navidad, Xena, la familia, los polvorones, el belén... Fíjate en la mirada de tu madre, está triste y te
busca a través de la ventana.
Cirene miraba, efectivamente, a través de la ventana mirando el patio cubierto de nieve, con gesto resignado.
–Ella sabe que estoy bien. –dijo Xena, mirando a su madre.
–Pero no estás con ella. Y miró a Liceo...
Liceo se levantó como pudo del sillón donde estaba rodeado de sus cariñosas familiares y se dirigió a Cirene, al lado
de la ventana, pasando muy cerca de Xena, que no pudo reprimir las ganas de tocarlo. Pero su mano atravesó la
imagen de su hermano.
–Jo, es un holograma... –suspiró Xena, conteniendo las lágrimas como buen guerrero.
–Míralos: ambos te necesitan a su lado para festejar las navidades. –indicó Joxer, señalando la actitud apagada de
ambos.
–Mamá, ¿es que Xena no quiere estar con nosotros para ser felices en estas fechas entrañables? –preguntó con voz
infantil Liceo, en las faldas de su madre. Cirene le acarició la cabeza y lo miró con una sonrisa.
–No seas cursi, Liceo, cariño. Ya sabes que Xena odia la Navidad y se pasa todos los puñeteros días de fiestas en el
pajar. –asumió resignadamente Cirene, mirando ahora al exterior. – Pero te aseguro que cuando crezca me las
pagará. Pienso calentarle la cabeza con el asunto del marido hasta que me sienta resarcida.
Xena abrió la boca ofendida y Joxer la detuvo antes de que cargara con el holograma de su madre.
–Pero habráse visto la muy...

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–Si tú hubieras disfrutado de tus Navidades, quizá ahora...
–Ahora pesaría el doble de lo que peso, Joxer; mi madre engordaba cuatro quilos cada Navidad... –replicó Xena,
cruzando los brazos y dándole la espalda a su hermano y su madre. – Además, la Navidad es una puñetera caca de
la vaca Paca, todas mis tías sobándote: que si estás más mayor, que si vaya pelo más bonito, que si ya tienes
novio, que si esto, que si lo otro, mi madre histérica perdida en la cocina, mi hermano cursi del copón con lo de la
familia y las costumbres. Anda ya...
–Bueno, Xena, mi misión ha terminado, debo irme. Ahora ya has visto tus Navidades pasadas.
–Vale, ¿ya nos vamos?

–No, me voy yo, tú no sé.

–¿Cómo que tú no sabes? ¿Y cómo vuelvo yo al presente?

–Un espíritu de las Navidades del presente vendrá a por ti y te guiará. ¡Adiós, Xena! –Joxer se fue esfumando poco
a poco junto con la escena del interior de la casa.
Xena intentó agarrarlo sin demasiado éxito. Desesperada, lo increpó:

–¡Pedazo de burro! Si te vuelvo a ver te pongo el chakram de cinturón, ¡no te vayas! ¡No me dejes! ¡Joxer! ¡No te
vayas! ¡Vueeeeeeelveeeeee!
Un súbito mareo sacude a Xena. Haciéndole perder el equilibrio. Mientras todo se evapora, se queda tumbada en el
suelo, musitando palabras ininteligibles.

–¡Navidad, Navidad, dulce Navidad!

Xena abrió un ojo. Y luego, el otro. Y después los volvió a cerrar, con una gran sonrisa en la boca por verse de
nuevo en el bosque, al lado de su fiel Argo, tumbada en las mantas de la siesta, oyendo la dichosa campana y con
Gabrielle delante de los morros con un trajecito muuuy sexy, de color rojo.
–Gabrielle, nena, no te vas a creer lo que he soñado. –musitó, poniéndose los brazos bajo la cabeza a modo de
almohada. – El capullín de Joxer venía disfrazado de Papa Noel y me llevaba a Amphipolis y dime que no es una
campana eso que está sonando.
El diling dilong estridente rompió la tranquilidad de Xena, que se incorporó demasiado deprisa y se golpeó con la
barbilla de Gabrielle que se había agachado para despertarla con un alegre beso navideño. La campana cayó
rodando por el suelo y Gabrielle se retorcía de dolor con las manos cubriéndole las mandíbulas.
–Ay, ay, ay, Xena, pero qué bruta eres, coñe, ay, ay, ay... –se quejó Gabrielle, mientras Xena se desesperaba de
nuevo.

–Lo siento, lo siento, yo no... ¿te duele mucho? Jopé, lo siento... ¿Estás...? Un momento... –Xena detuvo sus
disculpas al notar algo raro. – Si tú eres Gabrielle y te estás muriendo de dolor, ¿qué coñio hizo otra Gabrielle
durmiendo la mona al lado de mis mantas?
La Gabrielle del vestido rojo detuvo sus lamentos y se rió abiertamente, mientras Xena gesticulaba señalando la
Gabrielle que tenía delante y la que roncaba suavemente en su siesta vespertina.
–Es que yo soy ella. –explicó Gabrielle, poniendo en orden sus ropajes rojos.
–No, tú no eres ella. Ella es ella.
–Y yo también.
–No, tú eres tú, que no ella.
–Y ella soy yo que soy ella que a su vez soy yo.
–Pero ella está... allí, y tú aquí y entonces no me cuadra.
–Es que soy ella pero estoy más buena y voy mejor vestida. –replicó la Gabrielle roja, enseñando sus vestiduras y
lo que dejaban entrever éstas.
–B-b-bueno, sí, la verdad es que es más sexy que lo que llevas normalmente, ¿no?... –reconoció Xena, de pronto
con la mirada fija en las piernas de la Gabrielle roja, enrojeciendo a su vez.
–Uy, uy, Xena, me vas a hacer sonrojar... –se mofó Gabrielle, llevándose una mano a la boca muy afectada. – ¿Ya
no te acuerdas del trajecito de flecos en Armonía?
–¿Y tú cómo sabes eso? Vale, vale, que eres ella, bien, de acuerdo...

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–Me alegro que lo hayas captado... En fin, que vamos a ver qué es de tu Navidad presente. –y agitó la campana de
Navidad, con lo cual despertó a la Gabrielle roncante. Ésta se levantó y cogió una pequeña bolsa.
–¿Tú también? –se desesperó Xena, pasándose una mano a lo largo de su cara. – Eh, espera... ¿A dónde va
Gabrielle?
La Gabrielle Noel le indicó una senda del bosque por la que Gabrielle se alejó y jaló de la armadura de Xena para
seguirla.
–Eh, espera, que a lo mejor va al váter... –protestó Xena, pero casi sin darse cuenta habían alcanzado a Gabrielle,
que detuvo sus pasos en un claro del bosque. Allí dejó su bolsa y se sentó en el suelo.
–¿Me quieres explicar qué...? –Xena calló a una señal de Gabrielle Noel y la guerrera miró a su compañera. – ¿Va a
comerse mazapanes? ¿Para eso viene aquí?
–Viene aquí porque como a ti te molesta la Navidad, prefiere comerse los mazapanes lejos de ti para que no la
agobies con tus manías.
–Sí, claro, para zampárserlos sola, no te jiba. –protestó Xena. – ¿Y eso qué es?
–¿No lo ves? Pues una zambomba.

Y acto seguido Gabrielle entonó un villancico.

–"En el portal de Tesalia hay un souvlaki en mal estado, alejaos del souvlaki y comeos el pescado, ande, ande, ande,
la marimorena, ande, ande, ande, que no se entere Xena..." –Gabrielle cogió una botella de champán y con mucho
esfuerzo la abrió y brindó al aire. – Como cada año, Freixenet y yo os deseamos unos días muy felices en familia y
rodeados de gente que os quiere. Felices fiestas y próspero año nuevo 2001 AC. Chín, chín, Xena, aunque tú no las
vivas, te deseo lo mejor. –y bebió un largo sorbo.
Xena la miró con tristeza e hizo un mohín a la Gabrielle Noel.
–Es que claro, yo no lo sabía, yo... jo, qué bruta soy...

–Mira, está montando un belén con los mazapanes. Y les canta villancicos. ¿Te imaginas que esto lo compartieras
con ella? La harías muy feliz, ¿no crees?
–Yo... es que a mí no me gusta la Navidad, es un asco... –se quejó débilmente Xena. – Además,
brrrjfmmmmpficos... –dijo en voz muy baja.
–Perdona, ¿qué has dicho? Es que hablas tan bajo que no...

–¡Que no sé cantar villancicos, leñe! Que odio la Navidad y que no me gusta el turrón de almendras, que no quiero
comer delicias de coco y que paso del marrón de la resaca del champán. –explotó Xena, dando unos pasos
nerviosos. – Y me parece una gilipollez perder el tiempo haciendo belenes, ¡pero si somos panteístas, caramba!
–Je, dale tiempo al de arriba que ya verás lo que nos cae encima... En fin, pues eso, ahí la tienes, festejando las
Navidades ella sola y tú durmiendo por ahí... –la reprendió la Gabrielle comunista. – Eso no son Navidades, Xena.
–Las Navidades... –de pronto Xena cayó en algo. – Espera, ha brindado por el 2001, ¿verdad?
–Y yo qué sé lo que me digo...
–No, no, estoy segura, era el 2001. Rebobina y lo oirás...
–A ver, ya rebobino... Ha dicho textualmente: [...] gente que os quiere. Felices fiestas y próspero año nuevo 2001
AC. Chín, chín, Xena [...] –repitió la Gabrielle roja. – Eso es, 2001. Bueno, ¿y qué?
–Que eso fue el año pasado, éste es el 2002, el de los euros.
–¿Y?
–Pues que si eso fue el año pasado, este año todavía no ha celebrado las Navidades y puedo comer yo también
mazapanes, con el hambre que tengo... –explicó Xena, relamiéndose del gusto. La otra Gabrielle la miró con mala
cara.
–O sea, que sólo celebrarías las Navidades con Gabrielle... conmigo, por los mazapanes, ¿no?
–Bueno, si también hay cordero no le voy a hacer ascos... Y si se pone un trajecito como el que llevas ahora, hasta
canto "de Belén baja una burra porrompompompón", ¿eh? ¿O no era así...?
–Desde luego, Xena, eres incorregible, ya veo que deberás recibir la visita del fantasma de las Navidades futuras...
Pues nada, que yo ya me voy, hale, espero que todo te vaya bonito. –acabó la Gabrielle roja mientras se evaporaba
como Joxer, dejando a Xena sumida en un mar de dudas.
–Pero ¿y ahora qué hago? ¿Dónde voy? ¡Oye, espera, que no sé volver al tiempo reaaaaal! –gritó Xena al aire. –
Pues vaya plan, yo que ¡ouch!

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Un golpe sordo y Xena cayó al suelo todavía consciente, pero poco a poco, la oscuridad la noqueó.

–¡Navidad, Navidad, dulce Navidad!

Xena abrió un ojo. Y todo le da vueltas. Así que lo cerró.

–Ejem... –una tosecilla resonó en el ambiente. – He dicho: ¡Navidad, Navidad, dulce Navidad!

Xena abrió los dos ojos y todo le seguía dando vueltas. Un dolorcillo constante le sobrevenía desde la cocotera hasta
la frente. Xena se tocó la cabeza y notó un estupendo chichón haciendo acto de presencia.
–Menudo golpetazo... ¿Dónde estoy?

–Jou, jou, jou, en el palacio de Ares, querida, ¿es que no recuerdas la decoración?

–¡Ares! ¿Qué haces tú aquí? –exclamó Xena, poniéndose en pies y sacando la espada de la funda dorsal. – Mejor
dicho, ¿qué haces tú vestido de rojo, con ese ridículo gorro acabado en una borla?
–Xena, Xena, Xena, querida... –dijo el dios, ajustándose los pantalones. – No soy yo quien está fuera de lugar, eres
tú la que ha acabado entre mis garras.
–¿Pero qué dices? Antes me caso con Joxer. –escupió Xena. Y disimuladamente se miró el dedo anular. No hay
alianza, suspiró de alivio.
–No, no, Xena, realmente vives aquí, alejada del mundo de rojos y de turrones, lejos de Gabrielle y de tu caballo. –
replicó Ares, haciendo sonar la campana dorada. – Jou, jou, jou, feliz eternidad, Xena.
–¿Estás tocado de la chaveta o qué? Yo no estoy aquí, esto es un holograma...

–Yo no soy ningún holograma, Xena, soy tu dueño y señor, y tú escogiste esta vida.
–Pero... ¿por qué? –preguntó Xena, al borde de la ira.

–Preferiste convertirte en mi sierva antes que poner el belén. Ya lo ves, Xena, descubrí tu punto débil y te tengo
entre mis dominios... para siempre.
–Ni de coña, yo me vuelvo a Grecia.

–No puedes, Xena, recuerda que odias la Navidad, y en Grecia es Navidad, y en el Corte Inglés también...
Xena frunció el ceño, el dolor se volvía insoportable y se llevó la mano a la cabeza repetidamente.
–¿Te duele, Xena? ¿Quieres una aspirina?

–Maldita sea, no me toques las narices y por favor cambia las cortinas verdes y amarillas, que son horteras a matar.
–Bueno, si eso es lo que quieres, arrasamos una aldea de inocentes campesinos y deseo concedido. Así funcionas,
Xena, favor por favor. –Ares le acarició el mentón a Xena, que no pudo evitar una mueca de asco. – Xena, modera
tu expresión facial, me ofendes...
–Me quiero ir de aquí, quiero celebrar la Navidad con Gabrielle, esto es una pesadilla. –clamó Xena, deshaciéndose
del abrazo de Ares, quien soltó una risa gutural.
–Esa rubita impertinente murió en el 2002, la mataste tú con tus propias manos, ¿no lo recuerdas?
–Gabrielle... ¿yo la maté? No... No, me estás vacilando.
–No, Xena, la mataste porque cantaba aquellos infernales villancicos y preferiste hacerla callar para siempre. –Ares
bajó el tono de voz. – Y ahora eres la legendaria Xena, la que mató a la bardo y dejó el camino para venir conmigo,
lejos del portal de belén...
Xena se cogió la cabeza con ambas manos mientras Ares soltaba horrorosas carcajadas. Todo le daba vueltas, sintió
náuseas, un soplo de aire frío sobrecogió su cuerpo. De pronto abrió los ojos; se encontraba ante la tumba de
Gabrielle, en un prado oscuro.
–Gabrielle de Potidea, muerta a manos de... la sanguinaria Xena, que no quería la Navidad. –leyó Xena, estallando
en lágrimas. Se dejó caer sobre la tierra húmeda y cogió un puñado de hierba en su mano. – ¡Buáaaa! ¡Buáaaaa! A
los dioses pongo por testigos... que si Gabrielle volviera, celebraría con ella la Navidad, snif, snif... Gabrielle, ¿qué
voy a hacer sin ti? ¡Contéstame! ¡Gabrielleeeeeee!
–¡Xena!
Xena abrió un ojo lloroso, convulsa todavía por la triste visión de la tumba de su churri.
–Xena, cariño, ¿estás bien? Llevas media hora gritando.

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Esa voz, esa voz..., ¡esa voz! Xena abrió los dos ojos y los empotró contra los de Gabrielle, que la miraba entre
extrañada y preocupada. Xena dio un salto y se incorporó, dándole un golpetazo a Gabrielle en la barbilla que la
hizo caer al suelo, retorcida de dolor.
–Ay, ay, ay, Xena, pero qué bruta eres, menudo directo, joder, ay, ay, ay...

Xena la miró creyendo que revivía sus Navidades presentes, pero las ropas de Gabrielle eran las habituales, su pelo
suelto ondeaba al viento y lo único extraño era la postura doblegada de dolor.
–Gabrielle, Gabrielle, eres tú, Gabrielle...

–Y tú no, deja de llamarme que me vas a gastar el nombre, leñe, ay... –se quejó Gabrielle. Xena se le tiró encima y
empezó a besar todo lo que en un rostro es besable, la abrazaba, se reía alocadamente y la volvía a besar. Gabrielle
apenas podía respirar. – Xena, que me ahogas, ¿a qué viene tanta fogosidad?
–¡Estás viva! ¡Estás viva!

–Pues claro que estoy viva, me voy a morir yo, pero tú me vas a matar si sigues aplastándome el tórax.

Xena se incorporó y ambas quedaron de rodillas en el suelo. La guerrera miró a la bardo con los ojos y los carrillos
inflamados, la bardo miró a Xena pensando en si llevarla al río a darle una ducha fría.
–Gabrielle, nena, yo... Ares, te había matado yo y entonces... Joxer vino y me llevó a mi casa, Liceo... y la aguja del
pajar, los mazapanes, tú...
–¡Paso palabra! –la rubia detuvo el discurso de Xena, tapándole la boca. – ¿¡Qué coñio dices!? No te entiendo nada,
Xena, te voy a quitar la mano de la boca y me explicas qué pasa, ¿vale? Pero poco a poco.
Xena asintió y Gabrielle le destapó la boca. Pero Xena adelantó su cuerpo y la besó ardientemente, rodeando su
cuerpo con sus brazos. Gabrielle, que no era tonta, se dejó llevar por completo y pasó sus brazos por el cuello de
Xena. Al cabo de unos fogosos minutos, se separaron.
–No sé qué te pasa, pero ahora sí sé qué me pasa a mí... ¡buf! No me dabas uno así desde hace... yo qué sé
cuánto.
–Gabrielle, vamos a Amphipolis, mi madre prepara un cordero que te mueres, y enviemos un telegrama a Joxer
para que se reúna con nosotras allí, celebraremos las mejores Navidades de toda tu vida. –espetó Xena, cogiendo a
Gabrielle por los hombros.
–Ahora sí que no doy crédito, ¿te has dado algún golpe, cariño? –inquirió preocupada Gabrielle. – Tienes un chichón
en la nuca, déjame ver si te has hecho sangre...
–Estoy mejor que nunca, Gabrielle. –dijo Xena cogiendo las manos de Gabrielle. – Quiero celebrar contigo las
Navidades, de verdad. Quiero compartir tu mazapán y cantar villancicos con la pandereta. He comprendido que es
importante para ti y mi madre, y quiero estar con los que me quieren y a los que quiero estas fechas tan
entrañables, y brindar con sidra y poner el belén y...
–Mira, no me gastes bromas de ésas... –la interrumpió Gabrielle mirándola profundamente. – ¿Lo dices en serio,
Xena?
Xena asintió con un brillo especial en los ojos al que Gabrielle no pudo resistirse.
–¿Pues a qué esperamos? ¡Vámonos a Amphipolis!
Ambas recogieron sus pertenencias y las acomodaron en las alforjas de Argo. Xena ayudó a subir a Gabrielle a la
montura para el largo camino y mientras iban al trote, Xena se volteó ligeramente hacia Gabrielle, que la cogió
fuertemente de la cintura.
–Oye, Gabrielle... ¡Ejem!
–¿Mmmm?
–¿Qué tal si paramos en el próximo mercado y te agencias un trajecito rojo de ésos de Navidad?
Gabrielle asintió descuidadamente y Xena espoleó a Argo, camino de Amphipolis.
¡CHISPÓN!
PD: Felices fiestas y mejor Nochevieja. En este fan fic no se pretende inducir a nadie a vivir la Navidad, pero sí
os aconsejo que la paséis al lado de quien os importa, porque en estas fechas siempre se escapa algún beso y
andamos necesitad@s de cariño. Brindad por lo que deseáis y haced lo posible para que se cumpla.
PD2: Xena y Gabrielle os desean FELICES FIESTAS con Freixenet ©
Fin
TU OPINIÓN EN EL FORO

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Xena Scrooge de El Kender

  • 1. Se recomienda leer las renuncias o disclaimers. Gracias. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m Renuncias: Los personajes de Xena y Gabrielle son propiedad de MCA/Renaissance Pictures. Su aparición en esta historia no pretende infringir ningún copyright. Clasificación: Autora: Eli X E N A S C R O O G E . –¡Navidad, Navidad, dulce Navidad! Xena abrió un ojo. La música estridente la había despertado de su apacible, merecido y descansado sueño. Antes de abrir el otro ojo notó una cosa extraña golpeándole el rostro, algo filamentoso. Y al incorporarse, no pudo reprimir una mueca de sorpresa al ver a un Joxer barrigón vestido con extraños ropajes colorados y tocado con un gorrito acabado en una borla blanca. Blandía en la mano un espumillón decorativo y una campana que hacía sonar repetidamente. Se restregó los ojos, pero nada: Joxer seguía allí. –Jou, jou, jou... ¡Feliz Navidad! –Joxer, ¿pregunto o me lo explicas tú? –inquirió Xena, algo malhumorada. No se despierta a un legendario señor de la guerra de su siesta. –Jopé, Xena, le quitas la gracia a esto... Tenías que haber dicho: ¡Feliz Navidad para ti también! Xena frunció el ceño. Joxer había estado paseando a pleno sol, seguro, y tenía el cerebro derretido. –¿Me quieres explicar qué haces con ese traje absurdo y tocando esa campana tan machacona? Joxer la hizo sonar como respuesta y rió alegre. –Es el anuncio de la Navidad, Xena, quedan pocos días y tienes que hacer muchas cosas. –¿Cómo qué? –replicó Xena, levantándose. –Ir a comprar el pavo, preparar los turrones, decorar a Argo ya que no tienes casa donde poner el belén, cocinar canelones y pasteles, cordero... ¡un montón de cosas! –Lo del cordero me suena bien... ¿Pero a qué santo todo este jaleo? –Xena, me preocupas, ¿no te acuerdas qué es Navidad? –Otra vez con eso. ¿Navidad? ¿De qué hablas? –Uy, no, Xena, estás peor de lo que me imaginaba. –se alarmó Joxer. – Tendré que llevarte a un sitio para que recuerdes. –¿Recordar qué? –Tus navidades pasadas. Ven conmigo. –y Joxer le tendió una mano que Xena rechazó con gesto huraño. –No te la doy que te la quedas.
  • 2. –Anda, confía en mí. Sé que normalmente soy un payaso, pero hoy te llevo a un sitio maravilloso. –Xena lo miró recelosa y al fin se decidió a darle la mano, no sin protestar. –Pero que conste que ¡uooouuu! –el súbito impulso ascendente hizo que Xena interrumpiera sus palabras. – ¡Joxer! ¡Estamos volando! –Pues claro, de eso se trata. –¡Tú no sabías volar la última vez que te vi! –Es que la última vez que nos vimos yo no era el fantasma de las Navidades pasadas. –Bueno, pero eras un fantasma igualmente... –Ignoraré ese comentario. ¡Mira! Ya llegamos, cógete que aterrizo. –Sé que acabaremos cayendo en algún sitio duro y/o lleno de estiércol, seguro. –masculló Xena, preparándose para la caída. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m –Desde luego, Xena, no puede decirse que confíes mucho en... –¡Joxer, cui...!... dado. –Ambos cayeron estrepitosamente. Xena reprimió un movimiento que iba a convertirse en un capón directo a la colleja de Joxer. – Te lo dije, lo sabía, estaba segura. Esto es caca de vaca. –Lo siento, aún no domino demasiado el tema del aterrizaje. –El día que domines algo, házmelo saber. –replicó Xena, expulsándose el estiércol reseco de la armadura. – Vaya mierda. –Sí, pero es mierda que tú conoces. –¿Huh? O sea, ¿eihn? –Que digo que estamos en el corral de tu casa, leñe. –¿En Amphipolis? –Ah, ¿era Amphipolis? Ups... –Xena miró a Joxer torvamente y éste le golpeó el antebrazo, sonriendo. – Que sí, que estamos en Amphipolis... Por poco caes, ¿eh? Xena observó a su alrededor mientras pellizcaba la oreja derecha de Joxer arrancándole un grito de dolor. –Ah, sí, es el corral de mi casa, allí veo a la vaca Paca. La vieja vaca mugió por toda respuesta y siguió rumiando la hierba que disponía un cubo ante ella. –Jopé, tía, no se te puede gastar ninguna broma. –masculló Joxer, acariciándose la oreja dolorida. –La próxima vez te lo pensarás antes de tocarme las naricillas. Bueno, estamos en mi corral. Y ahora, ¿qué? –Vamos a tu casa. Esta noche es Nochebuena. –¿Y qué? –Que mañana es Navidad, y Papá Noel va a llegar esta noche. Ven, salgamos fuera, que está nevando. –¿Pero cómo va a nevar en Amphipolis, si está casi en la costa? –Deja de jorobar y sígueme. Ambos salieron al exterior del establo dejando a la rumiante vaca Paca y los otros inquilinos del corral a resguardo del frío polar que traían los alegres copos de nieve. Unos pasos más adelante, se encontraron con la casa de Xena. En las ventanas se veía luz, y unas vocecillas entonaban cánticos suaves y alegres al ritmo de panderetas. –¿Va a estar mi madre? Porque si va a estar mejor no entro, que me dará la tabarra. 'Xena cásate, Xena tráeme un yerno, Xena arréglate, Xena ¿no pasas demasiado tiempo con Gabrielle?' –Tu madre no te va a ver. –Ah, pues qué bien, mejor. –No te va a ver nadie, pero tú lo verás todo perfectamente. Xena enarcó una ceja mientras Joxer se asomó a una de las ventanas y le hizo señas para que lo imitase. En el interior, una mesa repleta de manjares diversos y ricamente decorada con espumillones, borlas doradas y cintas de colores acogían a los familiares de Xena: Cirene, Liceo, sus abuelos, sus tíos, sus primos y su perro Cerberito, que agitaba contento sus tres rabos.
  • 3. –Capullo, me has dicho que mi madre no iba a... ¡Leches! ¡Liceo! ¡Mi hermano querido del alma! ¡Estás vivito y coleando! ¡Liceo! –Xena golpeó los cristales con desesperación intentando llamar la atención de su hermano. –No pueden oírte, Xena, esto es tu pasado. –Anda, pues ahora que lo dices, Liceo debería tener unos taitantos y ahí dentro es un chavalín. Bueno, y si está la loca de mi madre, mi perrico Cerberito, pobre, qué majo era, y mi hermano, ¿dónde estoy yo? Joxer la miró arrugando los morros, con un mohín triste. Le indicó la parte trasera de la casa con un gesto vago. Rodearon la casa por la parte derecha para llegar al patio trasero. –No me habré ido de juerga mientras en casa hay semejante festín, ¿verdad? Joxer negó con la cabeza. –¿Estoy en el cuarto de baño? Joxer vuelve a negar. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m –Vale, lo sé, lo sé, déjame recordar, ¿qué hacía yo cuando mi madre preparaba todo esto? –Xena se devanó los sesos buscando la respuesta. – A ver... vaya, no me acuerdo, cómo ha pasado el tiempo, veinte años y ya no me acuerdo de nada. Joxer la miró con sorna. –¿Qué? Ahora justo voy a cumplir los veinticinco. –Hace tres años que los cumples. –Es que me gusta mucho esa cifra. Y deja el tema, que hablábamos de qué hacía yo cuando... ¡ya lo tengo! – exclamó Xena, golpeando el brazo de Joxer demasiado fuerte para la sensibilidad de éste. – ¡Me pasaba estos días en el pajar, buscando la aguja! –¿En serio? –Pues claro, y siempre la encontraba. Mi madre me decía que muchas gracias y que vaya niña más maja me ha salido, y mi hermano se enfurruñaba, estaba celosete porque yo la había encontrado y él no, jejeje. –¿Seguro que era eso lo que pasaba? –inquirió Joxer, señalando el pajar, de donde sale una Xena en pequeñito, con una armadurita y un chakramín, que corre hacia la casa con un pequeño objeto en las manos. Al llegar a la puerta del patio trasero, la niña se detiene y observa la escena interior, haciendo una mueca de asco al escuchar las canciones navideñas. Miró de nuevo el objeto que posee y se dirige de nuevo al pajar, lo tira de nuevo y se sumerge en su búsqueda. –Qué ruin eres, Xena, volvías a tirar la aguja entre la paja para no entrar en casa. –le recriminó Joxer, agitando la cabeza reprobadoramente. –Yo... yo, no, es mentira, yo no lo hacía, es que siempre encontraba las agujas de cabeza antes que la de coser, y entonces tenía que volver a buscar la buena. –confesó Xena, muy digna. –Serás... anda, vamos adentro, que hay para darte una tunda... miró que ni acercarte a comer unos polvorones... –Se me quedaban todos pastosillos pegados al paladar, ¡bej! –Xena hizo una mueca de asco recordando la sensación. Joxer se dirigió a la pared de la casa que daba al comedor y le indicó a Xena que le siguiera. – Joxer, serás un fantasma y todo lo que tú quieras, pero no creo que yo pueda pasar por ahí. –Sigues sin confiar en... ¡ouch! –Joxer se pegó un trompazo al intentar atravesar la pared. Se llevó las manos a la nariz. – Benudo golbetazo, ¡ayyy! –No es que no confíe en tú, pero prefiero entrar por la puerta. –Xena entró por la puerta trasera de la casa, seguida de un dolorido Joxer. El comedor engalanado se aparecía ante sus ojos. Liceo jugaba con Cerberito y Cirene ajustaba las figuras del belén. Los villancicos se adueñaban del ambiente. Cirene cogió de los mofletes a Liceo y los apretó cariñosamente, y después, sucesivamente, la tía Sofía, la tía Mantinea, la tía-abuela Trifília, la abuela Jroña... –¿Ves por qué no quería entrar? Liceo estaba tres días con los carrillos como si tuviera paperas. –Pero esto es Navidad, Xena, la familia, los polvorones, el belén... Fíjate en la mirada de tu madre, está triste y te busca a través de la ventana. Cirene miraba, efectivamente, a través de la ventana mirando el patio cubierto de nieve, con gesto resignado. –Ella sabe que estoy bien. –dijo Xena, mirando a su madre. –Pero no estás con ella. Y miró a Liceo... Liceo se levantó como pudo del sillón donde estaba rodeado de sus cariñosas familiares y se dirigió a Cirene, al lado
  • 4. de la ventana, pasando muy cerca de Xena, que no pudo reprimir las ganas de tocarlo. Pero su mano atravesó la imagen de su hermano. –Jo, es un holograma... –suspiró Xena, conteniendo las lágrimas como buen guerrero. –Míralos: ambos te necesitan a su lado para festejar las navidades. –indicó Joxer, señalando la actitud apagada de ambos. –Mamá, ¿es que Xena no quiere estar con nosotros para ser felices en estas fechas entrañables? –preguntó con voz infantil Liceo, en las faldas de su madre. Cirene le acarició la cabeza y lo miró con una sonrisa. –No seas cursi, Liceo, cariño. Ya sabes que Xena odia la Navidad y se pasa todos los puñeteros días de fiestas en el pajar. –asumió resignadamente Cirene, mirando ahora al exterior. – Pero te aseguro que cuando crezca me las pagará. Pienso calentarle la cabeza con el asunto del marido hasta que me sienta resarcida. Xena abrió la boca ofendida y Joxer la detuvo antes de que cargara con el holograma de su madre. –Pero habráse visto la muy... V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m –Si tú hubieras disfrutado de tus Navidades, quizá ahora... –Ahora pesaría el doble de lo que peso, Joxer; mi madre engordaba cuatro quilos cada Navidad... –replicó Xena, cruzando los brazos y dándole la espalda a su hermano y su madre. – Además, la Navidad es una puñetera caca de la vaca Paca, todas mis tías sobándote: que si estás más mayor, que si vaya pelo más bonito, que si ya tienes novio, que si esto, que si lo otro, mi madre histérica perdida en la cocina, mi hermano cursi del copón con lo de la familia y las costumbres. Anda ya... –Bueno, Xena, mi misión ha terminado, debo irme. Ahora ya has visto tus Navidades pasadas. –Vale, ¿ya nos vamos? –No, me voy yo, tú no sé. –¿Cómo que tú no sabes? ¿Y cómo vuelvo yo al presente? –Un espíritu de las Navidades del presente vendrá a por ti y te guiará. ¡Adiós, Xena! –Joxer se fue esfumando poco a poco junto con la escena del interior de la casa. Xena intentó agarrarlo sin demasiado éxito. Desesperada, lo increpó: –¡Pedazo de burro! Si te vuelvo a ver te pongo el chakram de cinturón, ¡no te vayas! ¡No me dejes! ¡Joxer! ¡No te vayas! ¡Vueeeeeeelveeeeee! Un súbito mareo sacude a Xena. Haciéndole perder el equilibrio. Mientras todo se evapora, se queda tumbada en el suelo, musitando palabras ininteligibles. –¡Navidad, Navidad, dulce Navidad! Xena abrió un ojo. Y luego, el otro. Y después los volvió a cerrar, con una gran sonrisa en la boca por verse de nuevo en el bosque, al lado de su fiel Argo, tumbada en las mantas de la siesta, oyendo la dichosa campana y con Gabrielle delante de los morros con un trajecito muuuy sexy, de color rojo. –Gabrielle, nena, no te vas a creer lo que he soñado. –musitó, poniéndose los brazos bajo la cabeza a modo de almohada. – El capullín de Joxer venía disfrazado de Papa Noel y me llevaba a Amphipolis y dime que no es una campana eso que está sonando. El diling dilong estridente rompió la tranquilidad de Xena, que se incorporó demasiado deprisa y se golpeó con la barbilla de Gabrielle que se había agachado para despertarla con un alegre beso navideño. La campana cayó rodando por el suelo y Gabrielle se retorcía de dolor con las manos cubriéndole las mandíbulas. –Ay, ay, ay, Xena, pero qué bruta eres, coñe, ay, ay, ay... –se quejó Gabrielle, mientras Xena se desesperaba de nuevo. –Lo siento, lo siento, yo no... ¿te duele mucho? Jopé, lo siento... ¿Estás...? Un momento... –Xena detuvo sus disculpas al notar algo raro. – Si tú eres Gabrielle y te estás muriendo de dolor, ¿qué coñio hizo otra Gabrielle durmiendo la mona al lado de mis mantas? La Gabrielle del vestido rojo detuvo sus lamentos y se rió abiertamente, mientras Xena gesticulaba señalando la Gabrielle que tenía delante y la que roncaba suavemente en su siesta vespertina. –Es que yo soy ella. –explicó Gabrielle, poniendo en orden sus ropajes rojos. –No, tú no eres ella. Ella es ella.
  • 5. –Y yo también. –No, tú eres tú, que no ella. –Y ella soy yo que soy ella que a su vez soy yo. –Pero ella está... allí, y tú aquí y entonces no me cuadra. –Es que soy ella pero estoy más buena y voy mejor vestida. –replicó la Gabrielle roja, enseñando sus vestiduras y lo que dejaban entrever éstas. –B-b-bueno, sí, la verdad es que es más sexy que lo que llevas normalmente, ¿no?... –reconoció Xena, de pronto con la mirada fija en las piernas de la Gabrielle roja, enrojeciendo a su vez. –Uy, uy, Xena, me vas a hacer sonrojar... –se mofó Gabrielle, llevándose una mano a la boca muy afectada. – ¿Ya no te acuerdas del trajecito de flecos en Armonía? –¿Y tú cómo sabes eso? Vale, vale, que eres ella, bien, de acuerdo... V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m –Me alegro que lo hayas captado... En fin, que vamos a ver qué es de tu Navidad presente. –y agitó la campana de Navidad, con lo cual despertó a la Gabrielle roncante. Ésta se levantó y cogió una pequeña bolsa. –¿Tú también? –se desesperó Xena, pasándose una mano a lo largo de su cara. – Eh, espera... ¿A dónde va Gabrielle? La Gabrielle Noel le indicó una senda del bosque por la que Gabrielle se alejó y jaló de la armadura de Xena para seguirla. –Eh, espera, que a lo mejor va al váter... –protestó Xena, pero casi sin darse cuenta habían alcanzado a Gabrielle, que detuvo sus pasos en un claro del bosque. Allí dejó su bolsa y se sentó en el suelo. –¿Me quieres explicar qué...? –Xena calló a una señal de Gabrielle Noel y la guerrera miró a su compañera. – ¿Va a comerse mazapanes? ¿Para eso viene aquí? –Viene aquí porque como a ti te molesta la Navidad, prefiere comerse los mazapanes lejos de ti para que no la agobies con tus manías. –Sí, claro, para zampárserlos sola, no te jiba. –protestó Xena. – ¿Y eso qué es? –¿No lo ves? Pues una zambomba. Y acto seguido Gabrielle entonó un villancico. –"En el portal de Tesalia hay un souvlaki en mal estado, alejaos del souvlaki y comeos el pescado, ande, ande, ande, la marimorena, ande, ande, ande, que no se entere Xena..." –Gabrielle cogió una botella de champán y con mucho esfuerzo la abrió y brindó al aire. – Como cada año, Freixenet y yo os deseamos unos días muy felices en familia y rodeados de gente que os quiere. Felices fiestas y próspero año nuevo 2001 AC. Chín, chín, Xena, aunque tú no las vivas, te deseo lo mejor. –y bebió un largo sorbo. Xena la miró con tristeza e hizo un mohín a la Gabrielle Noel. –Es que claro, yo no lo sabía, yo... jo, qué bruta soy... –Mira, está montando un belén con los mazapanes. Y les canta villancicos. ¿Te imaginas que esto lo compartieras con ella? La harías muy feliz, ¿no crees? –Yo... es que a mí no me gusta la Navidad, es un asco... –se quejó débilmente Xena. – Además, brrrjfmmmmpficos... –dijo en voz muy baja. –Perdona, ¿qué has dicho? Es que hablas tan bajo que no... –¡Que no sé cantar villancicos, leñe! Que odio la Navidad y que no me gusta el turrón de almendras, que no quiero comer delicias de coco y que paso del marrón de la resaca del champán. –explotó Xena, dando unos pasos nerviosos. – Y me parece una gilipollez perder el tiempo haciendo belenes, ¡pero si somos panteístas, caramba! –Je, dale tiempo al de arriba que ya verás lo que nos cae encima... En fin, pues eso, ahí la tienes, festejando las Navidades ella sola y tú durmiendo por ahí... –la reprendió la Gabrielle comunista. – Eso no son Navidades, Xena. –Las Navidades... –de pronto Xena cayó en algo. – Espera, ha brindado por el 2001, ¿verdad? –Y yo qué sé lo que me digo... –No, no, estoy segura, era el 2001. Rebobina y lo oirás... –A ver, ya rebobino... Ha dicho textualmente: [...] gente que os quiere. Felices fiestas y próspero año nuevo 2001 AC. Chín, chín, Xena [...] –repitió la Gabrielle roja. – Eso es, 2001. Bueno, ¿y qué? –Que eso fue el año pasado, éste es el 2002, el de los euros.
  • 6. –¿Y? –Pues que si eso fue el año pasado, este año todavía no ha celebrado las Navidades y puedo comer yo también mazapanes, con el hambre que tengo... –explicó Xena, relamiéndose del gusto. La otra Gabrielle la miró con mala cara. –O sea, que sólo celebrarías las Navidades con Gabrielle... conmigo, por los mazapanes, ¿no? –Bueno, si también hay cordero no le voy a hacer ascos... Y si se pone un trajecito como el que llevas ahora, hasta canto "de Belén baja una burra porrompompompón", ¿eh? ¿O no era así...? –Desde luego, Xena, eres incorregible, ya veo que deberás recibir la visita del fantasma de las Navidades futuras... Pues nada, que yo ya me voy, hale, espero que todo te vaya bonito. –acabó la Gabrielle roja mientras se evaporaba como Joxer, dejando a Xena sumida en un mar de dudas. –Pero ¿y ahora qué hago? ¿Dónde voy? ¡Oye, espera, que no sé volver al tiempo reaaaaal! –gritó Xena al aire. – Pues vaya plan, yo que ¡ouch! V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m Un golpe sordo y Xena cayó al suelo todavía consciente, pero poco a poco, la oscuridad la noqueó. –¡Navidad, Navidad, dulce Navidad! Xena abrió un ojo. Y todo le da vueltas. Así que lo cerró. –Ejem... –una tosecilla resonó en el ambiente. – He dicho: ¡Navidad, Navidad, dulce Navidad! Xena abrió los dos ojos y todo le seguía dando vueltas. Un dolorcillo constante le sobrevenía desde la cocotera hasta la frente. Xena se tocó la cabeza y notó un estupendo chichón haciendo acto de presencia. –Menudo golpetazo... ¿Dónde estoy? –Jou, jou, jou, en el palacio de Ares, querida, ¿es que no recuerdas la decoración? –¡Ares! ¿Qué haces tú aquí? –exclamó Xena, poniéndose en pies y sacando la espada de la funda dorsal. – Mejor dicho, ¿qué haces tú vestido de rojo, con ese ridículo gorro acabado en una borla? –Xena, Xena, Xena, querida... –dijo el dios, ajustándose los pantalones. – No soy yo quien está fuera de lugar, eres tú la que ha acabado entre mis garras. –¿Pero qué dices? Antes me caso con Joxer. –escupió Xena. Y disimuladamente se miró el dedo anular. No hay alianza, suspiró de alivio. –No, no, Xena, realmente vives aquí, alejada del mundo de rojos y de turrones, lejos de Gabrielle y de tu caballo. – replicó Ares, haciendo sonar la campana dorada. – Jou, jou, jou, feliz eternidad, Xena. –¿Estás tocado de la chaveta o qué? Yo no estoy aquí, esto es un holograma... –Yo no soy ningún holograma, Xena, soy tu dueño y señor, y tú escogiste esta vida. –Pero... ¿por qué? –preguntó Xena, al borde de la ira. –Preferiste convertirte en mi sierva antes que poner el belén. Ya lo ves, Xena, descubrí tu punto débil y te tengo entre mis dominios... para siempre. –Ni de coña, yo me vuelvo a Grecia. –No puedes, Xena, recuerda que odias la Navidad, y en Grecia es Navidad, y en el Corte Inglés también... Xena frunció el ceño, el dolor se volvía insoportable y se llevó la mano a la cabeza repetidamente. –¿Te duele, Xena? ¿Quieres una aspirina? –Maldita sea, no me toques las narices y por favor cambia las cortinas verdes y amarillas, que son horteras a matar. –Bueno, si eso es lo que quieres, arrasamos una aldea de inocentes campesinos y deseo concedido. Así funcionas, Xena, favor por favor. –Ares le acarició el mentón a Xena, que no pudo evitar una mueca de asco. – Xena, modera tu expresión facial, me ofendes... –Me quiero ir de aquí, quiero celebrar la Navidad con Gabrielle, esto es una pesadilla. –clamó Xena, deshaciéndose del abrazo de Ares, quien soltó una risa gutural. –Esa rubita impertinente murió en el 2002, la mataste tú con tus propias manos, ¿no lo recuerdas? –Gabrielle... ¿yo la maté? No... No, me estás vacilando.
  • 7. –No, Xena, la mataste porque cantaba aquellos infernales villancicos y preferiste hacerla callar para siempre. –Ares bajó el tono de voz. – Y ahora eres la legendaria Xena, la que mató a la bardo y dejó el camino para venir conmigo, lejos del portal de belén... Xena se cogió la cabeza con ambas manos mientras Ares soltaba horrorosas carcajadas. Todo le daba vueltas, sintió náuseas, un soplo de aire frío sobrecogió su cuerpo. De pronto abrió los ojos; se encontraba ante la tumba de Gabrielle, en un prado oscuro. –Gabrielle de Potidea, muerta a manos de... la sanguinaria Xena, que no quería la Navidad. –leyó Xena, estallando en lágrimas. Se dejó caer sobre la tierra húmeda y cogió un puñado de hierba en su mano. – ¡Buáaaa! ¡Buáaaaa! A los dioses pongo por testigos... que si Gabrielle volviera, celebraría con ella la Navidad, snif, snif... Gabrielle, ¿qué voy a hacer sin ti? ¡Contéstame! ¡Gabrielleeeeeee! –¡Xena! Xena abrió un ojo lloroso, convulsa todavía por la triste visión de la tumba de su churri. –Xena, cariño, ¿estás bien? Llevas media hora gritando. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m Esa voz, esa voz..., ¡esa voz! Xena abrió los dos ojos y los empotró contra los de Gabrielle, que la miraba entre extrañada y preocupada. Xena dio un salto y se incorporó, dándole un golpetazo a Gabrielle en la barbilla que la hizo caer al suelo, retorcida de dolor. –Ay, ay, ay, Xena, pero qué bruta eres, menudo directo, joder, ay, ay, ay... Xena la miró creyendo que revivía sus Navidades presentes, pero las ropas de Gabrielle eran las habituales, su pelo suelto ondeaba al viento y lo único extraño era la postura doblegada de dolor. –Gabrielle, Gabrielle, eres tú, Gabrielle... –Y tú no, deja de llamarme que me vas a gastar el nombre, leñe, ay... –se quejó Gabrielle. Xena se le tiró encima y empezó a besar todo lo que en un rostro es besable, la abrazaba, se reía alocadamente y la volvía a besar. Gabrielle apenas podía respirar. – Xena, que me ahogas, ¿a qué viene tanta fogosidad? –¡Estás viva! ¡Estás viva! –Pues claro que estoy viva, me voy a morir yo, pero tú me vas a matar si sigues aplastándome el tórax. Xena se incorporó y ambas quedaron de rodillas en el suelo. La guerrera miró a la bardo con los ojos y los carrillos inflamados, la bardo miró a Xena pensando en si llevarla al río a darle una ducha fría. –Gabrielle, nena, yo... Ares, te había matado yo y entonces... Joxer vino y me llevó a mi casa, Liceo... y la aguja del pajar, los mazapanes, tú... –¡Paso palabra! –la rubia detuvo el discurso de Xena, tapándole la boca. – ¿¡Qué coñio dices!? No te entiendo nada, Xena, te voy a quitar la mano de la boca y me explicas qué pasa, ¿vale? Pero poco a poco. Xena asintió y Gabrielle le destapó la boca. Pero Xena adelantó su cuerpo y la besó ardientemente, rodeando su cuerpo con sus brazos. Gabrielle, que no era tonta, se dejó llevar por completo y pasó sus brazos por el cuello de Xena. Al cabo de unos fogosos minutos, se separaron. –No sé qué te pasa, pero ahora sí sé qué me pasa a mí... ¡buf! No me dabas uno así desde hace... yo qué sé cuánto. –Gabrielle, vamos a Amphipolis, mi madre prepara un cordero que te mueres, y enviemos un telegrama a Joxer para que se reúna con nosotras allí, celebraremos las mejores Navidades de toda tu vida. –espetó Xena, cogiendo a Gabrielle por los hombros. –Ahora sí que no doy crédito, ¿te has dado algún golpe, cariño? –inquirió preocupada Gabrielle. – Tienes un chichón en la nuca, déjame ver si te has hecho sangre... –Estoy mejor que nunca, Gabrielle. –dijo Xena cogiendo las manos de Gabrielle. – Quiero celebrar contigo las Navidades, de verdad. Quiero compartir tu mazapán y cantar villancicos con la pandereta. He comprendido que es importante para ti y mi madre, y quiero estar con los que me quieren y a los que quiero estas fechas tan entrañables, y brindar con sidra y poner el belén y... –Mira, no me gastes bromas de ésas... –la interrumpió Gabrielle mirándola profundamente. – ¿Lo dices en serio, Xena? Xena asintió con un brillo especial en los ojos al que Gabrielle no pudo resistirse. –¿Pues a qué esperamos? ¡Vámonos a Amphipolis! Ambas recogieron sus pertenencias y las acomodaron en las alforjas de Argo. Xena ayudó a subir a Gabrielle a la montura para el largo camino y mientras iban al trote, Xena se volteó ligeramente hacia Gabrielle, que la cogió fuertemente de la cintura.
  • 8. –Oye, Gabrielle... ¡Ejem! –¿Mmmm? –¿Qué tal si paramos en el próximo mercado y te agencias un trajecito rojo de ésos de Navidad? Gabrielle asintió descuidadamente y Xena espoleó a Argo, camino de Amphipolis. ¡CHISPÓN! PD: Felices fiestas y mejor Nochevieja. En este fan fic no se pretende inducir a nadie a vivir la Navidad, pero sí os aconsejo que la paséis al lado de quien os importa, porque en estas fechas siempre se escapa algún beso y andamos necesitad@s de cariño. Brindad por lo que deseáis y haced lo posible para que se cumpla. PD2: Xena y Gabrielle os desean FELICES FIESTAS con Freixenet © Fin TU OPINIÓN EN EL FORO V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m