1. Material de exclusivo uso didáctico
República Bolivariana de Venezuela
Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria
Universidad Politécnica Territorial de Barlovento Argelia Laya
Programa Nacional de Formación en Agroalimentación
Unidad Curricular Biodiversidad y Sociodiversidad
Tema 8
La biodiversidad y la ingeniería genética
Compilador:
Ing. Agrol. Emmanuel Colina
Julio de 2021
2. Material de exclusivo uso didáctico
Ingeniería Genética
La ingeniería genética es una parte de la biotecnología que se basa en la manipulación
genética de organismos con un propósito predeterminado, aprovechable por el hombre: se
trata de aislar el gen que produce la sustancia e introducirlo en otro ser vivo que sea más
sencillo de manipular. Lo que se consigue es modificar las características hereditarias de un
organismo de una forma dirigida por el hombre, alterando su material genético.
El proceso puede utilizarse ya en bacterias y en células eucariotas vegetales o animales.
Una vez adicionada o modificada la carga cromosómica, el organismo en cuestión sintetiza
la proteína deseada y el aumento del rendimiento de la producción puede obtenerse mediante
el aumento en la población portadora. Las bases de la ingeniería genética han consistido en
resolver el problema de la localización e inserción de genes y la multiplicación redituable de
las factorías logradas.
Las técnicas utilizadas por la ingeniería genética son varias, y cada una atiende un aspecto
de la tarea de preparación y solución de los problemas específicos de esta tecnología, sin
embargo muchas de ellas ha tenido éxito en otros campos tecnocientíficos.
Biochips
Los últimos avances en biología molecular, especialmente en genética y genómica, ha
llevado a la aparición de numerosas técnicas experimentales. Entre estas herramientas
destacan los biochips, que permiten conocer mutaciones genéticas en los pacientes. De este
modo, la comunidad científica dispondrá del material adecuado para afrontar el reto que se
le plantea tras haberse completado la primera fase del Proyecto Genoma: estudiar la función
de los genes, las diferencias genéticas individuales y su incidencia en el desarrollo de las
enfermedades.
Estos biochips son dispositivos miniaturizados en los que se pueden depositar decenas de
miles de sondas de material genético conocido en posiciones predeterminadas, constituyendo
una matriz. En los estudios, se ponen en contacto los biochips con material genético marcado,
obtenido de una muestra de un paciente o experimento. En ese momento, generan un patrón
3. Material de exclusivo uso didáctico
de señales particular cuya lectura se realiza con un escáner y posteriormente se interpretan
con un ordenador.
Espacio geográfico y construcción social de la naturaleza
El espacio geográfico es un conjunto indisoluble, solidario y contradictorio de sistemas
de objetos y sistemas de acciones mediados por las normas (Santos, 1996a). En ese conjunto,
se aglutinan formas, funciones, estructuras y procesos. Configuración territorial y dinámica
social constituyen otra aproximación conceptual. Considerados en conjunto, objetos,
acciones y normas, configuración territorial y dinámica social, formas, funciones, estructuras
y procesos constituyen la base epistemológica a partir de la cual podemos discutir los
fenómenos espaciales como totalidad. Para M. Santos (1996a: 61-62),los objetos constituyen
instrumentos materiales que, exteriorizándose por medio del trabajo, se metamorfosean en
prótesis sociales que condicionan el modo de empirización de las acciones. Las acciones no
se realizan sin los objetos. Para concretarse, exigen imprimir sobre éstos la intencionalidad y
la racionalidad que portan. Por eso, una materialidad despojada de significado no es un
objeto, sino una cosa. Las acciones engendran nuevas formas y se funcionalizan sobre objetos
preexistentes que son competidos a ejercer un trabajo determinado. Si los objetos son
cristalizaciones de la acción social, ésta constituye la presentificación de los primeros.
La relación entre objetos y acciones no es automática, sino que se realiza por intermedio
de las normas, esto es, reglas de acción y comportamiento a las que se subordinan todos los
dominios de la acción. Si los objetos son cristalizaciones socio-técnicas de la acción, la norma
es el producto de la cristalización sociopolítica de esas acciones. Para H. Kelsen (1997: 5),
la norma es un molde para la acción presente y un parámetro para las acciones futuras. Esas
normas, ora mundiales, ora nacionales, ora locales, ora públicas, ora privadas, constituyen un
vehículo para la acción sobre los objetos y una regulación en cuanto al uso de aquellos. Tanto
la ley como la técnica normatizan el uso del territorio. En consecuencia, la norma es creadora
de territorio, pero también éste constituye una norma para la acción. Es sobre esa ley que se
produce y reproduce el orden social y territorial (Silveira, 2000), y esa coherencia funcional,
invadiendo todas las instancias, penetra también en la naturaleza.
4. Material de exclusivo uso didáctico
El positivismo propuso una cosmovisión fetichizada de la naturaleza, sistematizada en
analogías y metáforas organicistas y biologicistas. La respuesta marxista ortodoxa respecto
de esas falacias no hizo sino separar a la sociedad de la naturaleza, mediante nociones tales
como 'relaciones sociedad-naturaleza' y 'naturaleza primera-naturaleza segunda'. Con todo,
hablar de 'naturaleza', hablar de 'sociedad' y luego satisfacer nuestros requerimientos
metodológicos afirmando su 'integración', 'ecuación', 'relación', implica afirmar la existencia
naturalizada y ahistórica de ambas (Natenzon et al, 1988: 188).
Ya no se trata de la producción como acción del trabajo sobre la naturaleza, sino como
acción del trabajo sobre el trabajo, acumulando condiciones materiales e inmateriales cuya
génesis es social. Desde la primera presencia del hombre sobre el planeta, la naturaleza se
transforma, porque sus fuerzas y elementos adquieren un valor social. En un primer
momento, el hombre era un creador subordinado, aún no dotado de prótesis que
incrementaran su poder de transformación. Luego, con la tecnifícación y mecanización del
espacio, la naturaleza se tornaría una construcción social. La naturaleza había reducido en
otro tiempo al hombre a un nivel natural, pero desde entonces es éste el que la eleva a un
nivel humano (Cohén, 1986: 25). La naturaleza se torna abstracta, tecnificada, manipulada,
y es compelida a comportarse de modo adecuado respecto de las lógicas reinantes en cada
período. Las técnicas insisten en imitarla y acaban consiguiéndolo, tornándola más perfecta
para la satisfacción de las necesidades e intencionalidades sociales. Se torna entonces
cotidiano identificar a ciertas parcelas de la naturaleza con la función que desempeñan en la
vida social, como si ésta fuera su condición y razón última de existencia: las selvas existen
para ser taladas; los animales, para ser cazados, criados o domesticados; las tierras, para ser
cultivadas; la naturaleza toda, para ser explotada.
Como la naturaleza es objetiva y no prospectiva, las cosas no pueden tener propósito ni
proyecto (Santos, 1996a: 56). Pero he aquí que la naturaleza como construcción social
constituye un sistema de objetos guiados por una racionalidad y una intencionalidad
encarnada en la propia materialidad que la constituye, la cual, lejos de pertenecerle, ha sido
introyectada por las acciones sociales de las clases dominantes. Se trata de un proceso
bifronte, constituido por la valoración cultural y la valorización económica de las fuerzas y
elementos del mundo físiconatural en su conjunto. En el primer caso, la naturaleza se torna
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un valor de uso socialmente necesario, fenómeno que hace posible su posterior
mercantilización. En el segundo caso, esa mercantilización se concreta, transformando a la
naturaleza en un valor de cambio, una mercancía que se compra y se vende. Por eso, las cosas
se tornan objetos y la naturaleza se socializa mediante el trabajo humano organizado, génesis
de la técnica y vehículo de las acciones.
En ese contexto, la construcción social de la naturaleza no es uniforme u homogénea, sino
que es tributaria de las desiguales densidades técnicas del espacio, es decir, las prótesis y
artificios materiales que, engendrados por la sociedad, se reparten diferencialmente en
cantidad y calidad. Hallamos entonces situaciones límite en áreas naturales jamás tocadas
por el hombre hasta subespacios sometidos a la presencia de objetos técnicos maduros
dispuestos a atender prontamente las intenciones de aquellos que los concibieron y
produjeron, objetos mucho más perfectos que la propia naturaleza (Santos, 1996a: 205). El
orden vital deja paso entonces al orden racional, porque los contenidos materiales e
inmateriales de la naturaleza son programados por la sociedad. Por eso, el proceso de
construcción social de la naturaleza es tributario y dependiente del proyecto dominante de
modernización de la sociedad, la economía y el territorio en cada período histórico.
Con todo, esa explicación es aún insuficiente, porque sólo contempla la valoración
cultural y la valorización económica ex post de la naturaleza, sin dar cuenta de los fenómenos
de recreación, imitación, reproducción y perfeccionamiento ex ante de sus elementos. Por
eso, debemos detenernos en la manipulación espaciotemporal activa y pasiva de las fuerzas
naturales en el período contemporáneo: el medio técnico-científico-informacional.
La manipulación espacio temporal de la naturaleza y el medio técnico científico
informacional
Durante el transcurso del medio natural, el proceso de valoración cultural de la naturaleza
recién eclosionaba. El hombre escogía aquellas partes o aspectos considerados
fundamentales al ejercicio de la vida, valorizando, diferencialmente, según lugares y culturas,
las condiciones que constituían la base material de la existencia del grupo. Se combinaba el
posibilismo de la creación con el determinismo del funcionamiento (Santos, 1996a: 187-
188). Los objetos técnicos aún no existían.
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El trabajo era relativamente simple y su reparto se basaba en criterios esencialmente
fisiológicos. La recolección de frutos y la caza y domesticación de animales emergían como
transformaciones técnicas impuestas a la naturaleza, pero el orden vital primaba. Con la
llegada del medio técnico, la valorización económica se combinaría con la valoración cultural
preexistente. La circulación y el intercambio mercantil se tornarían las esferas más
significativas de la reproducción social. La naturaleza no sólo se cristalizaría como valor de
uso, sino también como valor de cambio. Los animales no sólo serían cazados sino también
criados, y los vegetales, plantados, no sólo recolectados (Cohén, 1986: 25). La razón del
comercio desplazaba a la razón natural, y la mera supervivencia sucumbía frente a la lógica
de apropiación y acumulación del excedente.
Con la eclosión del período contemporáneo, la naturaleza alcanzaría su punto cúlmine de
subordinación, explotación y dominio. El medio técnico-científico informacional constituyó
la respuesta ensayada por el proceso de modernización respecto de las limitaciones del medio
técnico preexistente, dando a luz la posibilidad de un comando unificado de la producción,
la circulación y el consumo. Sus principales rasgos son la universalidad, la autoexpansión y
la vida sistémica. Las especializaciones productivas se exacerban, la circulación se acelera,
la división del trabajo se torna más densa y compleja y la tensión entre localidad y globalidad
se incrementa. En ese contexto, emergen espacios marcados por la ciencia, por la tecnología,
por la información. La naturaleza no resulta en modo alguno ajena a esa pauta universal,
porque los tiempos naturales se tornan sociales. El campo se tecnifica y cientifiza,
perfeccionando conocimientos sobre las leyes físicas y biológicas. La naturaleza se torna
rígida, porque esas racionalidades programan su ontología, impregnándola de valores y
significados desde su propia génesis que se anticipan a su existencia material. El orden vital
es sepultado, dejando paso a un orden racional e implacable.
En el período contemporáneo, la condición social de la naturaleza en tanto construcción
se perpetúa gracias a su manipulación espacio-temporal, tanto activa como pasiva. La
manipulación activa de la naturaleza se revela como un proceso secular, puesto que su génesis
se remonta a la expansión colonial europea del Siglo XV, inaugurando un largo período en
el cual los riesgos de hambre a causa de cosechas desastrosas disminuyeron merced a la
posibilidad de trasladar y adaptar especies vegetales y animales de un lugar a otro (Santos,
7. Material de exclusivo uso didáctico
1995:38). Los continentes colonizados en tanto espacios derivados ya importaban fragmentos
foráneos de naturaleza antes de importar manufacturas industriales desde las metrópolis
europeas. Fue la razón del comercio y no la razón de la naturaleza la que impulsó la llegada
de determinados cultivos y especies animales a los países que subsidiaron con sus
exportaciones distintas fases de la expansión industrial europea. Con todo, las
manipulaciones experimentadas por la naturaleza durante el apogeo del medio técnico fueron
tímidas e incompletas frente a aquellas desarrolladas en el período contemporáneo.
Hoy día, el tiempo necesario para la maduración de plantas y cultivos puede ser
tergiversado vía fertilizantes, pesticidas y manipulación genética (Gerber, 1997: 12). La
ganadería y la agricultura eclosionan como evidencias empíricas de la primacía del medio
técnico-científico-informacional. Las razas bovinas no sólo son creadas, sino también
perfeccionadas. Los animales ya no son cazados, sino reproducidos. El hombre controla
desde su concepción y diseño hasta su transformación en valores de uso y valores de cambio.
Hormonas reguladoras del crecimiento, clones y porta-injertos reproducidos por
micropropagación en laboratorios in vitro y la inoculación de genes en plantas y animales
constituyen ejemplos de manipulaciones espacio-temporales que se imprimen sobre la
naturaleza como construcción social. Hoy día, los cultivos no maduran cuando la naturaleza
lo establece, sino cuando lo demanda el mercado. Esa transfiguración temporal es también
espacial, porque el espacio mismo es engendrado como una acumulación de tiempos (Santos,
1996b: 152).
Las manipulaciones pasivas de la naturaleza se desarrollan en concordancia con las
anteriores, y se multiplican cuando la vanguardia biotecnológica se topa con fronteras
infranqueables. Por eso, las manipulaciones pasivas de la naturaleza eran más abundantes en
el pasado, cuando no siempre era posible un control activo, sino sólo una regulación pasiva.
La razón inconsciente de la naturaleza no es entonces transformada, sino eludida. Véase, por
ejemplo, la elección científicamente fundada de la mejor estación del año para plantar un
cultivo u otro, o la elaboración de controles financieros o fiscales para garantizar el precio
independientemente de las condiciones climáticas. Es como si aquí la naturaleza fuera
esquivada, engañada en su acción (Santos, 1995: 88). En el período contemporáneo, los
controles pasivos se tornan tributarios de la manipulación activa, acompañando y
8. Material de exclusivo uso didáctico
complementando ese proceso de cambio estructural, permitiendo conocer la urdimbre y el
funcionamiento de las fuerzas naturales hasta en el más mínimo detalle. Satélites y radares
meteorológicos permiten perfeccionar el conocimiento de las leyes de la naturaleza física,
anticipar el respectivo comportamiento y reorganizar consecuentemente las actividades
económicas y sociales (Santos, 1996a: 193).
La naturaleza se impregna de los rasgos estructurales del medio técnico científico-
informacional, porque también aquí el trabajo intelectual se anticipa al trabajo material,
diseñándolo y condicionándolo. Si las lógicas pretéritas introducían una función específica
en cada parcela de la naturaleza, transformando a las cosas en objetos, las racionalidades
contemporáneas programan los contenidos existenciales de las leyes biológicas de la
naturaleza, de modo tal que una parcela de ésta ya nace como objeto socio-técnico. Se trata
de la producción de objetos concretos, motorizada por la biotecnología y, sobre todo, por la
ingeniería genética.
La ingeniería genética y la producción de objetos concretos
En el comienzo de los tiempos, los objetos no existían. Sólo las cosas existían. Pero las
dádivas de la naturaleza, una vez que fueron utilizadas por los hombres a partir de un conjunto
de intenciones sociales, se tornaron objetos (Santos, 1996a: 56). La naturaleza de los objetos
es técnica, pero su estructura es social. La eclosión de los objetos implica una valorización y
un uso social de las cosas preexistentes, imponiéndoles una racionalidad expost. También los
objetos pueden nacer como tales, gracias a una constitución técnica que se imprime ex ante
sobre ellos, tornándose fundamento de su génesis, de su existencia, de su formación social.
Las familias o generaciones de objetos contemplan una división del trabajo que imprime
sobre cada forma una vocación técnico-funcional tributaria de una solidaridad vertical
pensada para facilitar el comando centralizado de la producción y la circulación (Silveira,
1999: 130). Vivimos en la era de los objetos, sometidos a su ritmo y según su incesante
sucesión, viéndolos nacer, desarrollarse y morir, mientras que en el pasado eran los objetos
los que sobrevivían a las generaciones humanas (Baudrillard, 1970: 18). Los objetos
contemporáneos son sustituidos vertiginosamente, pierden rápidamente valor y jerarquía,
naciendo con una fecha de caducidad incorporada.
9. Material de exclusivo uso didáctico
Esos objetos emergen de la investigación y no del descubrimiento ocasional y, sugiriendo
un papel a desempeñar con rigidez y eficacia, son permeados por una funcionalidad extrema
que sirve a finalidades extrañas o ajenas. Los objetos son información, pero dependen de ella
para ejecutar su trabajo. Por eso, una de las tendencias del medio técnico-científico-
informacional es metamorfosearlo todo en objetos técnicos concretos. Las formas son
proyectadas y fabricadas para responder a las exigencias de desempeño eficaz e implacable
de una función específica, para la cual son provistos de una estructura y una información
también específicas. Los objetos no actúan, pero pueden nacer predestinados a un cierto tipo
de acciones, para cuya plena eficacia se hacen indispensables (Santos, 1996a:73). Las
acciones también exigen una doble carga de información, puesto que la demandan y la
poseen. Ellas son el vehículo por el cual la información discurre, porque son motorizadas por
una racionalidad obediente a la razón del instrumento.
Según G. Simondon (1958: 50), la evolución de los objetos técnicos implica en ellos la
eclosión y cristalización de una suerte de hipertelia, esto es, un exceso de finalidad, una
especialización funcional extrema o exagerada inyectada por la intencionalidad social que,
tornando a las formas rígidas respecto de la ejecución de tareas diferentes a aquellas para las
cuales fueron concebidas, reduce a su mínima expresión la brecha entre las funciones
pensadas para los objetos y el trabajo desarrollados por éstos. Los objetos constituyen
entonces negaciones de la naturaleza, puesto que, cuanto más distantes se encuentran de ella,
más perfectos, concretos y exactos son. Es la concretud territorial, es decir, la
correspondencia entre las funciones programadas y las tareas ejecutadas (Silveira, 1999:
133). De ese modo, las acciones de contenido hegemónico puro se imprimen sobre objetos
de idéntica naturaleza, permitiendo la ejecución de un trabajo eficaz que, suprimiendo la más
exigua posibilidad de error, espanta toda forma de espontaneidad. Por eso, la naturaleza como
construcción social se torna hoy día hipertélica, porque la correspondencia alcanzada entre
el desempeño que de ella se anhela y las funciones desarrolladas resulta inédita.
En ese contexto, si el medio técnico se caracterizó por el imperio urbano de la técnica, los
contenidos del medio técnico-científico-informacional se plasman en la tecnificación y
cientifización del campo. El medio rural acoge con plasticidad y rapidez las innovaciones
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biotecnológicas, y constituye el escenario predilecto del despliegue de las estrategias de
penetración y acumulación de los capitales hegemónicos del ramo.
La especialización agrícola basada en la ciencia y en la técnica incluye al campo
modernizado en una lógica competitiva que acelera el ingreso de la racionalidad en todos los
aspectos de la actividad productiva, creando un mundo rural donde cada resultado debe ser
previsto, asegurando la mayor productividad y rentabilidad posibles (Santos, 1996a: 242).
De ese modo, la biotecnología puebla el campo con sus exigencias de racionalidad y
productividad, imponiendo nuevos usos y definiciones del tiempo social, porque plantas y
animales, otrora heredados de generaciones anteriores, son ahora sus criaturas. En efecto, el
desarrollo de nuevas especies vegetales y animales y la reproducción e imitación de las
variedades preexistentes engendran nuevos híbridos cuyo epifenómeno se confunde con la
naturaleza, pero cuya construcción y contenido es social. Se trata de objetos técnicamente
constituidos y científicamente programados.
Se debe distinguir entre la biotecnología y la ingeniería genética y, concomitantemente,
entre ésta y la manipulación genética tradicional. Mientras que el primer concepto contempla
de modo laxo todas las innovaciones técnicas y organizacionales que modifican la génesis de
plantas y animales, desde las tradicionales técnicas de fitomejoramiento hasta la genética, la
ingeniería genética es más específica. Constituyendo una parcela de la biotecnología y,
asimismo, un segmento de la manipulación de la estructura genética, esa técnica se
circunscribe estrictamente a la producción de laboratorio y la liberación de Organismos
Genéticamente Modificados (OGM) o alimentos transgénicos, entendidos como criaturas
vivientes cuyo código genético es descifrado y manipulado a voluntad mediante la inyección
de genes foráneos. No se trata sólo de nuevas variedades, sino también de nuevas especies
que desafían y derriban las barreras naturales que, hasta entonces, habían limitado la
supervivencia o el rendimiento productivo de sus semejantes.
En el campo de la agricultura, por ejemplo, el fitomejoramiento y las mutaciones genéticas
han sido empleadas desde la década del treinta hasta nuestros días para generar nuevas
variedades, pero no para engendrar híbridos taxonómicos 'inteligentes'. Si bien el
fitomejoramiento tradicional implica la transferencia de genes entre dos o más organismos
vivientes, esa manipulación es sólo posible si se trata de cultivos estrechamente
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emparentados como, por ejemplo, el trigo y el arroz. La información hereditaria de los
progenitores se combina en la naturaleza -no en un laboratorio- y pasa a la cría, hallándose
rodeada por la misma secuencia de ADN. La naturaleza física erige entonces barreras
infranqueables para esa técnica, porque los procesos reproductivos imponen límites
estructurales al intercambio genético entre criaturas de diferente procedencia taxonómica y
características biológicas heterogéneas, impidiendo el cruzamiento o engendrando una
progenie estéril.
Las mutaciones genéticas, por su parte, si bien manipulan la información hereditaria de
los organismos implicados, constituyen un proceso aleatorio o azaroso, puesto que no se
dirige a un gen determinado y puede alterar involuntaria y simultáneamente varios genes,
dando como resultado un producto final incierto. Ese fenómeno limitaba el poderío de las
grandes corporaciones del ramo, porque las variedades autógamas permitían a los
agricultores adquirir una sola vez la nueva semilla, sembrarla, cosechar y guardarla para la
campaña siguiente, dejando de comprar a las semilleras (Pengue, 2001).
Por el contrario, la ingeniería genética en tanto técnica produce OGM mediante la
identificación y aislamiento en laboratorio de genes responsables por una característica
específica, segmentando la secuencia de ADN, multiplicando esos rasgos y montándolos en
nuevos organismos. Esos genes son inyectados en uno o más cromosomas de las células del
organismo receptor mediante pistolas de genes o vectores vivientes -bacterias, virus, etc-,
que actúan como 'promotores de instrucciones'2. Éstos, reconocidos por las células del
organismo receptor, permiten el funcionamiento del gen extraño en la secuencia de ADN de
aquél. Ese proceso no exige parentesco alguno entre los organismos involucrados, ni siquiera
la pertenencia al mismo reino biológico, porque genes de animales pueden ser inyectados en
vegetales y viceversa. Sorteando las barreras taxonómicas, esa innovación permite conocer
con anticipación y exactitud el resultado a obtener, superando el desempeño de formas más
antiguas de manipulación que, lejos de desaparecer, se tornan complementarias, porque la
inyección en cierto cultivo de un gen determinado puede transmitirse a sus semejantes
mediante fitomejoramiento y procesos reproductivos habituales. La ingeniería genética
constituye una familia de técnicas y un sistema de normas que reorganiza los sistemas
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productivos y la vida de relaciones de subespacios entrelazados por nexos de coherencia
funcional.
Los contenidos de naturalezas pretéritas se transforman completamente frente a la
producción racional e intencional de una nueva naturaleza, perfecta y funcional respecto de
las estrategias de acumulación de capitales hegemónicos de la biotecnología y del sector
agropecuario. He aquí un genuino ejemplo empírico de hipertelia, de concretud territorial,
plasmado en extensos campos que, como manchas de modernidad, revelan intervenciones y
solidaridades verticales funcionalizadas en cultivos de OGM. Son los espacios de la
globalización, subespacios 'inteligentes' que imponen nuevas formas de alienación, porque
en ellos la naturaleza emerge irreconocible y perfecta, dotada de autonomía de expresión y
comportamiento, funcionalizando una velada y perversa estrategia tendente a homogenizar
su capital genético con los cultivos que interesan a las corporaciones globales de la
biotecnología, la genética y los agroquímicos.
Referencias Bibliográficas
Gómez, S. (2006). La naturaleza como construcción social. La ingeniería genética y la
cronoexpansión de la frontera agropecuaria. Revista Universitaria de Geografia. Vol 15, pp
11-15
Lucía Obeso, L. Departamento didáctico: Ciencias Naturales. Ingeniería Genética