3. Se hubo que esperar hasta principios del siglo XX para ver
florecer investigaciones y reflexiones sobre la esencia de la
mexicanidad.
Uno de los logros más apreciables y duraderos de
la Revolución de 1910 fue activar el proceso del
autoconocimiento nacional: en ella los mexicanos
empezamos a encontrarnos con nosotros mismos, y a
realizar, como comunidad, el sabio principio socrático:
Conócete a ti mismo. Los pioneros fueron José
Vasconcelos (1881-1959), Antonio Caso (1883-1946) y
Samuel Ramos (1897-1959); y algunos otros integrantes
del Ateneo de la Juventud, de feliz memoria
4. Vasconcelos: Filósofo y educador. Fue secretario de
Educación Pública, rector de la UNAM, creador del
lema universitario “Por mi raza hablará el espíritu”;
gran creyente en la intelectualidad mexicana frente a la
anglosajona, ponderó las cualidades y el destino no los
latinoamericanos (“la raza cósmica”), e invitó con
pasión a los mexicanos adentrarse con profundidad en
sus propias raíces y en su proyección futura. En su época
y a su sombra, creadores de la talla de Diego Rivera y
Clemente Orozco demostraron que lo típicamente
mexicano puede interesar y conmover al mundo.
5. Caso: Filósofo y sociólogo. Fue rector de la UNAM y
embajador de México en varios países de América del
Sur.
Ramos: Filósofo y educador. Fue director de la Facultad
de Filosofía y Letras en la UNAM y pionero de la
discusión pública del tema mexicano con su obra El
perfil del hombre y la cultura en México (1934), que ha
permanecido como un clásico en la materia.
Los tres pioneros fueron, además de investigadores y
maestros, escritores lúcidos y fecundos.
6. Al término de la conquista, que fue destrucción y saqueo
de tragedias sin cuento, todo fue alterado, violentado y
sometido a un implacable proceso de desintegración.
La conquista militar y religiosa “fue un cataclismo que
dislocó las bases de la relación de la relación a los dioses,
al cosmos, al acontecer temporal”. Como símbolo de
afirmación sádica de los europeos podemos tomar la
habitual edificación de los templos cristianos sobre las
ruinas del respectivo: lo nuevo y extraño aplastado,
desacralizando y aniquilando a lo más sagrado de los
autóctonos: sus dioses.
7. Hacia fines del siglo XVIII toman cuerpo los
movimientos pro independencia; los protagonizan
los criollos para sus propios intereses, no los
mestizos ni los indios; pero los primeros
hábilmente alborotan a los segundos y a los
terceros, y así tienen carne de cañón a precio de
regalo.
Para cohesionar una población escindida por mil
desigualdades, los criollos utilizan un símbolo
religioso-patriótico: la Virgen de Guadalupe.
8. En las clases populares el padre sigue siendo una
especie de dueño de la mujer y de los hijos. Por eso
éstos se refieren a él como “mi jefe”, “el jefe”. Con
frecuencia priva un ambiente de miedo,
desconfianza, simulación, agresividad reprimida,
chantajes sentimentales, resentimiento y odio.
Muchos matrimonios se mantienen sólo por el
miedo de la mujer a separarse, o por una moral
mitológica y dogmática, lo que viene a redundar en
lo mismo: miedo religioso y sacral.
9. Los problemas de identidad y de sumisión, los conflictos
con la autoridad, la dificultad en superar la etapa maternal
(edípica) son tales que se puede concluir con facilidad que
la constelación resultante es favorable al desarrollo de la
neurosis.
Un estudio célebre de Luis Leñero Otero, presidente del
IMES arrojó que en las familias tradicionalistas (75% al
momento del estudio) la mujer protegida, dependiente,
aceptaba de buen grado su minoría de edad; en tanto que
en las “modernas”, 25% pugnaba por abrirse paso la
tendencia igualitaria, y que estas familias sufrían diversos
tipos de desajustes, connaturales al cambio.