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TEMA 5: EL CONCEPTO DE “CRISIS” DEL
SIGLO XVII.
1. EL IMPACTO DESIGUAL DE LAS DIFICULTADES EN EL MAPA
EUROPEO.

Caracterización del XVII: de la teoría de la crisis general al énfasis
en el impacto desigual de las dificultades.
La caracterización del XVII es una labor ardua y problemática. A
mediados del XX, la historiografía consideró que el concepto de crisis
general era el más adecuado para definir los rasgos básicos del período.
Época plagada de dificultades: lo que le confiere un carácter sombrío que
contrasta intensamente con la brillantez de las dos centurias entre las
que se enmarca.
El fenómeno no se da sólo en el ámbito económico, sino que la
inestabilidad preside también las relaciones sociales, el mundo político o
la esfera de las creencias religiosas y el pensamiento.
La generalidad de las dificultades contribuyó a la calificación del periodo
como época de crisis.
El concepto se ha matizado y precisado cada vez más: cambio brusco de
carácter coyuntural, recesión prolongada o proceso de transformación de
carácter estructural. En función de la acepción adoptada, se pueda
sostener una caracterización distinta de la centuria, como es el caso de
MORINEAU o de WALLERSTEIN.

TEORÍA DE LA CRISIS GENERAL: fue reforzada por la interpretación
cuantitativista del periodo.
Revolución de los precios: culmina a finales del XVI, y lo que caracterizó
al XVII fue su estancamiento o retroceso. El cambio de tendencia no se
hace con uniformidad, siendo más prematuro en los países mediterráneos,
donde se inicia a principios de la centuria, que en los del noroeste de
Europa, en los que el proceso se retrasó hasta 1640.
2ª mitad del XVII: la tendencia es claramente descendente,
caracterizándose en todas partes por el bajo nivel de los precios. La
correlación de su evolución con la afluencia de metales preciosos
americanos parecía muy estrecha. HAMILTON: dice que a partir de 1590
comenzó a invertirse lentamente la tendencia, precipitándose la caída
desde 1630 y llegándose a alcanzar unos niveles catastróficos en 1650.
Europa se ve privada de uno de los elementos básicos para el buen
funcionamiento del sistema económico, lo que, según Morineau avalaba la
tesis de la gran depresión.
En la misma línea se orientaba la tendencia general de los restantes
indicadores económicos del periodo.
- Crecimiento demográfico: del XVI se había ralentizado a fines de la
centuria, sucediéndole una fase de estancamiento o lento
crecimiento en la 1ª m. del XVII, y acentuándose la tendencia negativa
con posterioridad.
- Caída de la producción agrícola: resulta evidente si se ve desde la
perspectiva a mediados del XVI cuando se alcanza un techo
productivo que en muchos casos sólo se consiguió superar en el XVIII.
- Actividad industrial: experimentó graves dificultades, afectando
principalmente a los centros textiles urbanos que gozaban de
más tradición manufacturera, como los ubicados en el norte de Italia o el
sur de los P. Bajos.
- Crisis comercial y financiera de 1619-22 : fue de tal magnitud que
RUGGIERO ha situado en ella el inicio de la propia crisis general . Desde
entonces se experimenta un retroceso del tráfico comercial en todos los
ámbitos geográficos, aunque de una intensidad y duración diversa.
Todos los indicadores aludidos han sido objeto de profunda revisión.
Fuente alternativa: se usan las gacetas mercantiles y los informes de los
cónsules extranjeros. No puede hablarse de una drástica y prolongada
penuria de metales preciosos en la Europa del XVII . Su ritmo de llegada
evoluciona de forma diferente a los precios, por lo que ambos factores
deben desligarse.
Mecanismo de conformación de los precios : se deriva de factores más
complejos, entre los que cabe destacar la relación entre la oferta
productiva y la demanda de la población. Morineau recuerda que no se
puede identificar mecánicamente un periodo de retroceso de los precios
con una fase de crisis.
Es por ello que una época de retroceso de los precios fuese beneficiosa
para los compradores, que debían ser la mayoría de la población. No quiere
decir que la sociedad europea no se viese afectada por las dificultades,
pero sí que éstas no tuvieron el carácter general y continuo atribuido
habitualmente.
Morineau niega que se pueda hablar de la crisis del XVII tal y como ha
sido formulada hasta ahora. Más que una recesión generalizada, lo que se
dará es la aparición de una serie de crisis de diferente intensidad y
amplitud, algunas de las cuales tuvieron coincidencia temporal, afectando
de forma desigual a territorios y sectores económicos.
Desigualdad del impacto de las crisis: lo que tiende a subrayarse en la
actualidad. Unas crisis que habían comenzado antes del XVII, y cuya
manifestación siguió unas pautas cronológicas diversas. Sólo de forma
general, se puede afirmar que:
- Impacto más precoz en el área mediterránea , donde las dificultades
desaparecerán más prematuramente.
- Noroeste de Europa: su incidencia fue más tardía, teniendo lugar a
mediados del XVII y primer tercio del XVIII.
- Las crisis no afectaron con la misma intensidad a los diversos sectores
económicos, siendo más agudas en el ámbito agrícola que en el industrial y
comercial, y existiendo grandes disparidades dentro de cada uno de ellos.
Y lo mismo se puede afirmar desde el punto de vista territorial.
La desigual incidencia de la crisis fue lo que permitió la realización de
importantes transformaciones decisivas para el futuro. Los periodos de
crisis generaban desafíos ante los que se respondía de forma desigual.
Como destacó VRIES, una concentración de la actividad económica
conforme las empresas más débiles no encontraban salida a la crisis. Un
fenómeno similar se dará desde el punto de vista geográfico y territorial.
Las dificultades provocan una intensa redistribución del potencial
económico favoreciendo una mayor integración del sistema económico
europeo y desplazando su eje de gravedad desde el Mediterráneo al área
noroccidental del continente. Esta región incrementó su peso demográfico
a lo largo del XVII y lideró el proceso de urbanización que se estaba
experimentando y articuló a su favor la creciente división internacional
del trabajo que se estaba operando en la economía-mundo europea.
La periferización del Mediterráneo tampoco supuso un absoluto
inmovilismo. Tanto en esa zona como en el resto del continente europeo se
realizaron transformaciones, según las regiones, que favorecieron una
creciente especialización de la actividad económica y un incremento de la
interrelación e integración de los mercados. De ahí, que la crisis, a medida
que avanza la centuria, son los cambios y las transformaciones
estimuladas por aquellas lo que parece caracterizar el período.
2. CONTROVERSIA SOBRE LAS CAUSAS Y LA NATURALEZA DE LA
CRISIS.
La evolución experimentada en la caracterización del XVII refleja
perfectamente la intensidad del debate historiográfico que se ha
planteado en torno a la centuria.
Sus orígenes se insertan en la polémica sostenida por la historiografía
marxista sobre la transición del feudalismo al capitalismo.
El problema desbordó rápidamente este ámbito para extenderse al
conjunto de la historiografía europea y abarcar el análisis de las revueltas
políticas que se dan a mediados de siglo.
El debate se polarizó inicialmente, entre los que defendían que la crisis
tenía origen fundamentalmente económico y los que ponían el acento a la
responsabilidad de los problemas de naturaleza política . Existía cierto
acuerdo en que las dificultades habían tenido
un carácter general y se tendía a recurrir a explicaciones monocausales
para determinar su origen. Estas simplificaciones son las que se han ido
abandonando en favor de una interpretación más compleja de la realidad,
que niega, como ha podido apreciarse el carácter general de las
dificultades y plantea una visión integradora de sus diversas
manifestaciones.
La historiografía marxista británica había caracterizado el XVII como
una época de crisis, insertándolo en la polémica sobra la transición del
feudalismo al capitalismo, se suele considerar el artículo publicado por
HOBSBAWM en 1954:
- Verdadero desencadenante del debate. En él defendía que la crisis del
XVII era la última fase de la transición entre esos dos sistemas
económicos. Tenía un carácter estructural.
- Sostenía que fue provocada por las barreras puestas por la sociedad
feudal al desarrollo del capitalismo , ya que su estructura económica
dificultaba el crecimiento del mercado.
Aunque incide en todos los sectores económicos, la principal
manifestación de la crisis tuvo lugar en el ámbito comercial. Las
contradicciones del sistema feudal bloquearon la expansión producida en
el XVI y provocaron una reducción del mercado en el interior de Europa
occidental como en las relaciones que mantenía con la Europa oriental y el
mundo ultramarino. La crisis tuvo efectos muy positivos de cara a la
evolución posterior ya que destruye los obstáculos que se oponían al
desarrollo del capitalismo, creando las condiciones que hicieron posible la
revolución industrial, puesto que provocó una considerable concentración
de poder económico a favor de los sectores y de las economías más
avanzadas, como la francesa, holandesa o inglesa.
La consideración de este último conflicto como una revolución burguesa
fue lo que suscitó la reacción de ROPER alegando que no podía
demostrarse que los sectores que se oponían a la monarquía quisieran
promover el desarrollo del capitalismo. La Revolución Inglesa, para él,
debía insertarse en el contexto de las revueltas políticas se produjeron
en Europa en 1640, constituyendo la principal manifestación de la crisis
de la centuria, por lo que, más que un carácter económico, su naturaleza
era de índole sociopolítica. Fue un conflicto generado por el excesivo
desarrollo del aparato del estado. Ello provocó el enfrentamiento entre
corte y país, al reaccionar la sociedad en un contexto de regresión
económica, en contra del excesivo coste del aparato administrativo. El
fracaso de las reformas que la monarquía trató de impulsar para limitar el
número de cargos y favorecer el crecimiento económico acaba provocando
el estallido de las revueltas cuyo detonante fundamental fue el contraste
entre el lujo y el derroche imperante en la corte y las dificultades
económicas que arrastraba la mayoría de la población.
Los aspectos económicos se centraron en la naturaleza de las dificultades
experimentadas en la centuria.
WALLERSTEIN: estos aspectos o dificultades, para él no provocaron
ningún cambio estructural, por lo que no deben considerarse como
manifestación de la crisis (se había experimentado ya a finales de la Baja
Edad Media dando lugar a la aparición de la economía-mundo capitalista.
De ahí que se considere que lo que se da en el XVII fuese la primera gran
contracción del nuevo sistema económico).
LUBLINSKAYA: resalta el apoyo de la Monarquía Absoluta al desarrollo
burgués y el capitalismo manufacturero.
BRENNER: considera que la crisis del XVII tuvo carácter netamente
feudal. Interpretación estrictamente malthusiana.
Los problemas políticos no han podido desvincularse del todo del marco
político en el que se insertan, esta relación se intensifica en tesis que dan
un papel fundamental a la guerra y el proceso de construcción del
absolutismo impulsado por ella en el desencadenamiento de las
dificultades de la centuria.
PARKER: afirma que la crisis se derivó de las contradicciones del sistema
feudal, considerando que la principal era la divergencia entre el bajo nivel
de productividad y las demandas de una sociedad esencialmente
militarista.
El problema se agudiza en el XVII generando unas dificultades tan graves
que sólo logran superarse con facilidad en países que transformaron su
estructura sociopolítica como Inglaterra.
STEENSGAARD: da un papel fundamental al estado en el
desencadenamiento de la crisis y en su dispar incidencia sobre los
diversos sectores económicos. Considera que se dio una distribución de la
renta a través del sector público. Ello impidió una regresión general y que
las dificultades afectasen de forma tan distinta a los diversos sectores
económicos. A medida que la interpretación de la crisis se ha ido
matizando se ha diluido la estrecha correlación de ésta con el proceso de
desarrollo económico subrayado inicialmente.
CONCLUSIÓN: Coyuntura de crisis y debate interpretativo.
No se habla de una crisis general, sino de una acumulación de crisis
parciales que no afectan al mismo tiempo ni con la misma
intensidad a todas las regiones europeas, pero que sí configuran un
contexto conflictivo, difícil de:
- Crecimiento indeciso: LEÓN.
- Menor crecimiento: CHAUNU.
- Retroceso relativo: VILAR.
Un período de dificultades en el que el asalto a la renta por parte de los
poderosos, tanto de las clases dominantes (JACQUART)
como del Estado, reviste una singular responsabilidad.
Parece evidente también completarlo con la interpretación, quizás de
mayor alcance histórico, poniendo el acento en el cambio.
Los cambios profundos, estructurales y geográficamente muy selectivos,
producidos en la época, facilitan el despliegue de la sociedad capitalista.
El debate ha servido para señalar que la crisis genera transformaciones
sectoriales que apuntan a una redistribución de los papeles en la economía
mundial, a un relevo en el liderazgo y el desarrollo de las formaciones
socioeconómicas y que serán los países adaptados al cambio, quienes
rentabilicen el reajuste.
3. LA SITUACIÓN AGRÍCOLA, MANUFACTURERA Y COMERCIAL.
Economías en recesión y matizaciones regionales
SECTOR AGRARIO: el que experimentó en mayor medida las dificultades
de la centuria, constatándose una cierta regresión o estancamiento de la
producción agraria. Pero esta tendencia no fue uniforme ni cronológica ni
geográficamente: en la Europa noroccidental es donde la caída productiva
fue menos intensa; en Inglaterra sólo fueron intensas las dificultades en
el contexto de la guerra civil; en el área mediterránea la regresión
productiva fue más temprana, prolongándose hasta mediados de la
centuria, y experimentándose posteriormente una cierta estabilidad o
incluso una leve recuperación; es en la Europa oriental donde la crisis
alcanzó la mayor gravedad, siendo su intensidad similar a la del XIV, y no
comenzándose a experimentar una clara recuperación hasta el XVIII. La
Europa del XVII fue una sociedad predominantemente rural, con gran nº
de población campesina.
Las explotaciones agrícolas también experimentaron un ligero retroceso
de la productividad. La tendencia descendente de los precios intensificó
las dificultades de las explotaciones agrarias; sólo el área noroccidental
del continente experimentó un periodo relativamente favorable durante el
primer tercio de la centuria. Las dificultades se agudizaron como
consecuencia de la ofensiva de los poderosos para incrementar su
apropiación del producto agrícola.
Los señores aprovecharon su poder para usurpar los bienes comunales e
incrementar sus propiedades agrícolas.
La posibilidad de revisar periódicamente las rentas exigidas a los colonos
que cultivaban sus tierras dio lugar a que esta exacción se convirtiera en
una de las cargas más gravosas que soportaban los campesinos. Su
incremento agudizó la crisis del mundo rural.
El empeoramiento de las condiciones del campesinado acentuó su
dependencia de la explotación de este tipo de parcelas,
generalizando el gravamen de la renta percibida sobre ellas. Y a su
presión se añadió la ejercida por el Estado.
En la Europa oriental fueron las dificultades de los grandes dominios
señoriales las que agudizaron la crisis del mundo rural. Su rentabilidad se
redujo como consecuencia de la caída de la producción y la productividad
agraria, y los señores trataron de resolver su crisis financiera mediante
la extensión de sus dominios, usurpando los escasos bienes colectivos que
poseía la comunidad aldeana. Se produjo una formidable concentración de
la propiedad en manos de un selecto grupo de grandes aristócratas. La
explotación de sus extensos dominios requirió el fortalecimiento de los
vínculos de servidumbre, de sometimiento del campesinado. Fue a
mediados del XVII cuando los señores lograron reducir a la mínima
expresión al campesinado libre.
Intensificaron la explotación de sus siervos mediante el incremento de las
prestaciones de trabajo obligatorio. Así se consolidó un sistema
económico que dificultaba la mejora de la productividad y consagraba el
atraso y el empobrecimiento de la sociedad rural.
En la Europa occidental se produjo un intenso proceso de endeudamiento
del campesinado que en muchos casos condujo a la enajenación de sus
propiedades. El fenómeno afectó a la práctica totalidad de los sectores
campesinos, debilitando incluso a la propia comunidad aldeana, fueron las
clases urbanas rentistas las que más se beneficiaron de ello. En las áreas
más alejadas del mundo urbano, la pequeña propiedad familiar campesina
logró resistir mejor, pero fue a costa de intensificar el trabajo de sus
miembros y de buscar fuentes complementarias de ingresos.
En Inglaterra la ofensiva de los poderosos fue más intensa, conduciendo a
la práctica desaparición del pequeño campesino. Esta evolución se vio
favorecida por las peculiaridades del señorío inglés, caracterizado por la
precariedad de las tenencias campesinas y la existencia de importantes
propiedades consolidadas en manos de los señores. Los bienes comunales
fueron privatizados con el acuerdo de los campesinos más enriquecidos de
la localidad y a partir de 1660 desaparecieron las trabas que habían
frenado el cercamiento de la propiedad; la estructura agraria inglesa
comenzó a descansar en la trilogía formada por los grandes propietarios
terratenientes, los arrendatarios que explotaban las tierras con medios
capitalistas y los jornaleros asalariados procedentes del campesinado
empobrecido.
Fueron estos grandes arrendatarios los que introdujeron los nuevos
métodos de cultivo que les permitieron contrarrestar la caída de los
precios agrarios mediante el aumento de la productividad. El mérito de los
ingleses fue otorgar a los cereales un papel preponderante en el sistema
de rotación trienal, beneficiándose de su asociación con plantas
forrajeras, leguminosas y cultivos de carácter intensivo. Se elimina el
barbecho, asociar la actividad agrícola a la ganadera, favoreciendo su
estabulación, recuperando el desgaste sufrido por el suelo y mejorar su
calidad como consecuencia del laboreo continuo. En el resto del
continente, la respuesta a las dificultades de la pequeña explotación
campesina fue más tradicional.
La producción cerealística mantuvo su hegemonía , siendo la mayor
innovación la difusión del maíz: su elevada productividad y su inserción en
sistemas de rotación de cultivos que permitían eliminar el barbecho
mejoró sustancialmente los resultados de la explotación campesina. Otro
cereal de notable productividad era el arroz, cuya difusión fue muy
importante en Lombardía y en el País Valenciano. Se desarrolló también el
cultivo de la morera, estimulando la realización en el propio medio rural de
las labores de obtención de la fibra de seda. Otros cultivos industriales
como el lino o el cáñamo se difundieron en esta época favoreciendo el
desarrollo de la industria rural. La demanda urbana estimuló la
horticultura y la viticultura. Las dificultades de la centuria habían
impulsado una cierta diversificación productiva que intensificó la
comercialización de la agricultura y sentó las bases de un incipiente
proceso de especialización regional.
Las dificultades del XVII afectaron particularmente a la manufactura
urbana de carácter tradicional, al tiempo que estimularon la adopción de
soluciones innovadoras y favorecieron el desarrollo del capitalismo.
La caída de los precios agrarios liberó recursos que la población pudo
destinar a la adquisición de productos, produciéndose un aumento de la
demanda que incidió fundamentalmente sobre los artículos de menor
calidad y precio. La crisis del mundo rural provocó una intensa polarización
social, surgiendo un amplio sector de campesinos empobrecidos que
necesitaban recursos complementarios para subsistir.
Se produjo un cambio progresivo en la organización y la localización de la
actividad industrial, reforzando su control por parte de
los sectores empresariales y trasladando su ubicación al mundo rural.
Las razones que impulsaron este proceso de “protoindustrialización”
fueron la reducción de los costes de producción y el rechazo al marco
restrictivo impuesto por las corporaciones gremiales del mundo urbano. La
protección que ejercían estas organizaciones acentuó el incremento del
valor real del salario, mientras el empobrecimiento del campesinado
favoreció la aparición en el mundo rural de abundante mano de obra más
barata que la de la ciudad, abaratándose los costes de la producción. La
estricta normativa
que regía la formación de los artesanos impedía su expansión productiva,
con lo que no podía responder con agilidad al aumento de la demanda; por
el contrario los campesinos se incorporaban con facilidad al proceso
productivo.
Incidió en el cambio de ubicación el rechazo a la reglamentación gremial,
que al preservar la calidad de la producción dificultaba la fabricación de
artículos de menor calidad y menor precio, que eran los que tenían mayor
demanda. Al abaratarse los costes y extender la oferta productiva, la
protoindustria favoreció la acumulación de capital y el desarrollo del
capitalismo.
La manifestación más evidente de la crisis de la manufactura urbana
tradicional se vivió en los centros pañeros del norte de Italia:
su demanda se hundió ante la competencia de productos más asequibles
del noroeste de Europa; los paños italianos eran más caros no sólo por su
mayor calidad, sino por sus elevados costes de producción como
consecuencia de la alta presión fiscal, los mayores salarios y la rigidez de
las corporaciones gremiales. La crisis de la industria pañera castellana
también fue muy intensa, llegando a
desaparecer prácticamente en muchas localidades y diversificándose la
producción con la fabricación de productos de escasa calidad; la
decadencia del mayor centro sedero, Toledo, favoreció la expansión de la
actividad en Valencia y Barcelona, y la industria del lino se expandió
fundamentalmente por Galicia. La industria textil urbana francesa se
mantuvo hasta la década de 1630, siendo el clima bélico, los conflictos
sociales y las dificultades de la época los que produjeron una aguda
recesión en los centros tradicionales. Se produjo una notable difusión de
la protoindustria en el norte y el oeste del país.
El auge económico de Holanda e Inglaterra
Frente a las dificultades de las restantes áreas manufactureras, la
industria textil holandesa experimentó una formidable expansión en el
XVII. El asentamiento de los refugiados flamencos favoreció la difusión
de las nuevas pañerías. Aunque la manufactura era urbana, sus mayores
costes fueron atenuados por la abundante oferta de mano de obra
proporcionada por los refugiados, la intensa especialización de los oficios
textiles y la introducción de novedades tecnológicas. Los productos
atractivos y baratos que fabricaban desplazaron a los artículos
tradicionales del mercado internacional; sin embargo a partir de mediados
de la centuria la industria comenzó a sufrir un problema similar debido a
la competencia de las nuevas pañerías inglesas, que al disponer de
abundante materia prima y ser confeccionadas en el medio rural tenían
unos costes de producción inferiores. Las manufacturas holandesas sólo
pudieron sobrevivir especializándose en la elaboración de tejidos de
elevada calidad, cuyo alto precio atenuaba la incidencia de los elevados
costes del trabajo, pero como los mercados para este tipo de productos
eran reducidos la producción experimentó cierta decadencia a finales del
siglo.
La industria textil inglesa fue la que experimentó una reconversión más
intensa. A finales del XVI se producían paños semielaborados que eran
teñidos y confeccionados en los Países Bajos; esta actividad se vio muy
afectada por la crisis comercial de los años veinte y por la
desestabilización de los mercados del norte y oeste de Europa como
consecuencia de la guerra.
La mejora de la alimentación de la ganadería produjo que la lana inglesa
fuera de menor calidad, lo que favoreció el desarrollo de nuevas pañerías,
que habían sido ya introducidas en el país por refugiados flamencos y cuya
difusión fue muy intensa a partir de 1620. Sus artículos desplazaron
rápidamente a los competidores por los bajos costes de producción
derivados de la utilización de mano de obra rural y de la abundancia de
materia prima; además las manufacturas contaban con un mercado en
expansión gracias a la creciente eficacia de la red comercial inglesa.
Además de la industria textil, minería y la metalurgia experimentaron en
Inglaterra y el noroeste de Europa los avances más significativos. La
existencia de ricos yacimientos, de amplios espacios forestales en los que
obtener combustible y los privilegios y
ventajas fiscales impulsaron a los holandeses a trasladar a Suecia sus
fundiciones de hierro y la producción del armamento.
La industria metalúrgica sueca alcanzó rápidamente una posición
hegemónica.
La producción inglesa, por el contrario, se había estabilizado debido a la
escasez de combustible como consecuencia de la intensa deforestación.
Alrededor de la mitad de la producción sueca se exportaba a Inglaterra;
los problemas energéticos comenzaron a resolverse con la generalización
del uso del carbón, que fue utilizado como combustible básico en la
calefacción doméstica y en sustitución de la leña o el carbón vegetal en
muchas industrias. Esta intensa demanda impulsó la explotación del
carbón, lo que favorecerá el posterior proceso de industrialización de
Inglaterra.
La primera fase de expansión de la economía-mundo europea había
comenzado a alcanzar sus límites a finales del XVI, con la detención del
crecimiento demográfico y la agudización de las dificultades que
repercutieron negativamente sobre el tráfico comercial, mientras que la
explotación de los imperios ultramarinos era aún muy superficial. A
principios del XVII la irrupción de los holandeses en Asia supuso tanto el
desplazamiento de los portugueses como el definitivo triunfo de las rutas
marítimas sobre las terrestres. Al mismo tiempo se produjo la decadencia
de la industria urbana del norte de Italia y la desestabilización del
tráfico con Alemania debido a la Guerra de los Treinta Años, por lo que
Venecia sufrió una considerable reducción de su actividad comercial,
quedando relegada a un segundo plano.
El sistema colonial español se había basado en la explotación minera con
mano de obra forzosa indígena.
La catástrofe demográfica y el agotamiento de los filones más ricos
incrementó los costes de la producción, haciendo que una mayor parte de
los minerales se quedara en América para hacer frente a los costes de
administración y defensa. La economía americana se hizo más
autosuficiente, y provocó una reducción del tráfico hispanoamericano.
Todo esto consagró el desplazamiento del centro de gravedad del
comercio internacional al Atlántico.
La potencia naval de los holandeses fue lo que permitió a Ámsterdam
convertirse en el verdadero centro del sistema económico europeo del
XVII. Este sistema se basó en la intensificación de las rutas comerciales
ya existentes y el aprovechamiento de su posición hegemónica para la
creación de nuevas oportunidades de comercio donde antes no existían.
Los comerciantes holandeses
no tenían que esperar a que los barcos extranjeros les trajeran las
mercancías: su flota era la más poderosa de Europa, y sus barcos mejores
que los de sus competidores gracias a un nuevo tipo de embarcación, el
fluit-ship, de bajo coste y especializado en el transporte de mercancías,
con gran capacidad de carga. Su financiación era también innovadora: se
fraccionaba el capital en participaciones reducidas en manos de
numerosas pequeñas empresas, lo que permitía la diversificación de
riesgos. Podían ofrecer fletes muy económicos acaparando la mayor parte
del tráfico comercial e introduciendo todo tipo de mercancías en otros
ámbitos geográficos para dinamizar los intercambios y superar las
limitaciones de un intercambio bilateral.
La base del sistema comercial holandés fue su especialización en el
comercio de productos voluminosos que se derivó de su control del tráfico
báltico. Este tráfico tenía además un carácter estratégico para la
república, pues contribuía al abastecimiento cerealístico de una sociedad
tan urbanizada como la holandesa, y proporcionaba los pertrechos navales
imprescindibles para la actividad de los astilleros. Su establecimiento
había requerido la intensificación de las relaciones comerciales con la
península
Ibérica, de donde procedían el vino, la sal, y especialmente la plata,
imprescindible para saldar el déficit que se derivaba del valor superior de
las importaciones bálticas. Junto al trigo y al centeno, los holandeses
transportaron también productos textiles, pescado, pieles… entablando
relaciones con el norte de África y con el imperio turco.
Tras lograr la hegemonía en el comercio europeo, los holandeses hicieron
lo propio con el comercio mundial. A partir de 1590 comenzaron a
introducirse en el tráfico asiático de forma pacífica, hasta que en 1602
se creó la Compañía de las Indias Orientales,
corporación con un stock permanente de capital reunido a través de la
emisión de acciones negociables en bolsa. Para imponer su monopolio, La
Compañía fue desplazando violentamente a los portugueses hasta dominar
tanto el tráfico de especias como el tráfico que se efectuaba entre el
océano Índico y el Pacífico y ejerciendo un papel de intermediación en el
propio tráfico
intraasiático, logrando reducir con sus beneficios el déficit crónico que
Europa tenía con Asia. Al saturarse el mercado europeo de especias, los
holandeses diversificaron las mercancías importadas, destacando los
productos textiles de la India meridional. Esta evolución favoreció en
mayor medida a los ingleses, que estaban más sólidamente asentados en la
India.
En el continente americano el éxito de los holandeses fue mucho menor.
En 1621 se fundó la Compañía de las Indias Occidentales imitando el
modelo asiático, pero tuvo un carácter más político, ya que se consideró
como un arma contra el tráfico atlántico español. Fue ocupando el
noroeste de Brasil, donde impulsó el cultivo de la caña de azúcar. Para
contar con mano de obra, tomó a los portugueses sus enclaves de la Costa
de oro africana, introduciéndose en el tráfico de esclavos. Pero la
necesidad de preservar el comercio báltico y los crecientes costes de
esta política de expansión hicieron a los holandeses abandonar el
territorio brasileño.
La disponibilidad de una flota tan poderosa y el manejo de mercancías de
diversa procedencia permitió a los holandeses intensificar las relaciones
comerciales, rompiendo los límites que limitaban su desarrollo.
Perfeccionaron el tráfico báltico con la remisión a esta zona de productos
coloniales, lo que les permitió reducir tanto el déficit como la proporción
de navíos que atravesaban el estrecho del Sund en vacío. Su hegemonía
mercantil convirtió a Ámsterdam en el centro principal centro financiero
de Europa. La creación de la bolsa en 1609 independizó la negociación de
mercancías y valores de la celebración de ferias.
El Banco de Cambios desplazó las letras de cambio. En el banco se
realizaban depósitos y transferencias, cambio de monedas, se aceptaban
y negociaban letras… estando sólo excluido el crédito a particulares.
La hegemonía holandesa era muy vulnerable ya que descansaba
excesivamente en la intermediación; la creciente hostilidad de sus
competidores comenzó a restarle dinamismo en el último tercio de la
centuria. A partir de 1670 fueron los ingleses los que lograron afirmar su
hegemonía en el comercio internacional. En la primera mitad del XVII la
reestructuración de la industria textil les había permitido superar a los
productos holandeses.
A partir de la revolución, la política gubernamental estimuló el desarrollo
de la marina, la expansión colonial y el comercio de depósito y
reexportación. La importación, el procesamiento y la posterior
reexportación de productos coloniales se convirtió en el sector que
experimentó un crecimiento más rápido durante la segunda mitad del
XVII. Además del mercado europeo, este tráfico estaba siendo impulsado
por la demanda interior, ya que la mayor afluencia de dichas mercancías
redujo sus precios y favoreció su consumo por una población que disponía
de mayor capacidad de compra. La estrecha vinculación entre el comercio
colonial, la fortaleza de la producción y el consumo interior del país
constituyen los pilares fundamentales de la vigorosa economía atlántica
que Inglaterra había logrado articular a su favor a finales del XVII.
CONCLUSIÓN: La crisis del XVII ha supuesto el estancamiento de la
población, el retroceso agrario, las dificultades para la industria urbana y
el comercio tradicional. En un mundo mayoritariamente rural el
campesinado ha sufrido los embates de la naturaleza, la coyuntura, las
clases propietarias y del propio Estado. Ha sido el gran perdedor. Ni
social, ni económica, ni regionalmente la situación ha sido homogénea, al
contrario, polariza el mundo rural, los países, los sectores económicos y la
burguesía. Ha habido grandes beneficiarios de la crisis: y para ellos el
XVII sólo puede leerse en términos de expansión, desarrollo.
Son los sectores de la economía que han reaccionado reconvirtiendo su
estructura productiva y su organización social: la agricultura inglesa y
holandesa, el comercio holandés y más tarde el inglés, la industria rural de
numerosas áreas. La burguesía tuvo su oportunidad: la demanda creció con
la ampliación de los mercados coloniales, con el aumento de la población
europea dependiente del mercado y a causa de las presiones del Estado;
el capital acumulado existía para ser invertido. El problema fue actual
adecuadamente en una sociedad de ideales aristocráticos. La respuesta
predomínate ante las dificultades de la coyuntura ha consistido en el
abandono de la actividad económica, la adquisición de bienes raíces,
cargos, papel del Estado, el refugio en la renta, en suma, el camino de la
involución. Italia y España ofrecen un desastroso ejemplo de agotamiento
burgués. Francia fue afectada, y ni Holanda se vio libre cuando la
burguesía comercial de los regentes inicia su reconversión social ante la
competencia inglesa. Pero hasta entonces, la burguesía holandesa ha sido
un modelo de dinamismo. La burguesía europea, conectada con la
economía atlántica y en particular, la sociedad inglesa, donde el valor del
dinero es ya superior al del nacimiento. En el seno del país que ha hecho lo
necesario para salir triunfante de la crisis, es donde la sociedad está en
un grado más avanzado de desarrollo.
4. LA SOLUCIÓN “MERCANTILISTA”.
Concepto y características
La gravedad de las dificultades experimentadas en esta centuria hizo que
el Estado optase por intervenir intensamente en la actividad económica,
siguiendo unas directrices políticas a las que se ha denominado
“mercantilismo”.
Este término fue acuñado a posteriori por los economistas liberales para
designar unas propuestas que consideraban erróneas, ya que otorgaban
mayor importancia al comercio que a la producción.
Con esta denominación se han englobado a una serie de teorías cuyos
orígenes pueden remontarse a la Baja Edad Media, aunque fue en el XVII
cuando estas teorías comenzaron a alcanzar una mayor influencia sobre
las decisiones políticas, de ahí que su adopción pueda considerarse un
reflejo del creciente poder de las monarquías.
La finalidad de la intervención estatal tenía un carácter
fundamentalmente político. Para hacer frente a las mayores necesidades
financieras del estado no era suficiente el incremento de la presión
fiscal, sino que se pretendió también acrecentar la riqueza disponible de
los súbditos. Los monarcas trataron de lograr la prosperidad de sus
vasallos, no por el bienestar de la población sino porque el incremento de
la actividad económica nutriese las arcas reales. Para ello era
imprescindible controlar la circulación de los metales preciosos. Se había
superado ya la concepción estrictamente monetaria, que pretendía
prohibir su extracción al identificar su atesoramiento con la riqueza del
país.
Se era consciente de que ésta se conseguía a través del incremento de la
producción nacional y el comercio. La intervención del estado obedecía
también a los requerimientos de los propios empresarios y comerciantes,
que en un contexto de creciente competitividad y agresividad,
necesitaban gobiernos fuertes que les proporcionaran protección y
privilegios.
Tres son los temas básicos del mercantilismo: el incremento de poder por
parte del estado, la apología del trabajo y de los intercambios y la
extrema atención concedida a la balanza comercial. La intervención en la
actividad económica se convirtió en un instrumento adicional para
incrementar el poder de la monarquía. La expansión del tráfico de un país
sólo podía lograrse a costa de la reducción de las oportunidades de
negocio del rival; de ahí la creación de grandes compañías comerciales a
las que se dotaba de privilegios: el objetivo era convertir el comercio
internacional en un medio de adquisición de nuevos mercados para
favorecer la expansión de la producción nacional. Por ello los conflictos
internacionales adquirieron una notable connotación económica.
La agresividad exterior se apoyaba en el fomento de la producción
nacional. No todos los sectores tenían la misma trascendencia,
marginándose en gran medida la actividad agraria. Los mayores esfuerzos
se centraron en el estímulo de la producción industrial, otorgándose
privilegios y monopolios a los talleres y empresas privadas, creándose
manufacturas estatales para el desarrollo de sectores estratégicos. Se
pretendía evitar la salida de numerario, que implicaba la adquisición en el
exterior de mercancías, la alternativa era impulsar su desarrollo en el
interior del territorio, lo cual estimulaba además el trabajo, la actividad y
la riqueza de los súbditos. Se adoptaron medidas políticas que
favoreciesen el crecimiento de la población y, por tanto, de mano de obra;
se atrajo artesanos inmigrantes especializados en los sectores que se
quería potenciar; se combatió la idea de la caridad basada en la limosna
tradicional, creándose talleres y establecimientos donde se recluía a los
pobres…
El fomento de la actividad productiva requería también la adopción de
medidas arancelarias de carácter proteccionista.
Los obstáculos que dificultaban el comercio interior debían ser
eliminados; para ello se debían fijar unos aranceles aduaneros elevados
que desestimulasen la exportación de materias primas y la importación de
productos manufacturados. El objetivo era lograr una balanza comercial
favorable que determinase la afluencia hacia el país de los metales
preciosos de las potencias rivales.
Teniendo en cuenta la escasa sistematización de las ideas mercantilistas,
su aplicación dependió de la orientación política que le confirió la
monarquía y de la capacidad de comerciantes y empresarios para hacer
valer sus intereses.
Mercantilismo y colbertismo:
· La teoría y la práctica de la política económica absolutista han hallado
una designación general bajo este concepto de mercantilismo, acuñado con
cierto desdén por los fisiócratas.
· Objetivo: crear un país próspero que asegurase la grandeza del rey.
· Sus teóricos recomendaban el fomento del comercio mediante:
- ayudas estatales.
- transformación de las materias primas en el propio país.
- exportación de los productos acabados.
- protección del propio espacio productivo mediante derechos de aduanas
y otras restricciones a la importación.
· El mercantilismo francés tuvo a Colbert como principal impulsor, y tuvo
un carácter fundamentalmente industrialista. Las empresas tuvieron
estímulos diversos, la propia monarquía creó empresas estatales; pero la
contrapartida de estos estímulos fue la imposición de una intensa
reglamentación que trataba de preservar la calidad de la producción, lo
que acentuó su carácter tradicional. La promoción industrial se completó
con una agresiva política arancelaria llegándose a triplicar los derechos
exigidos en la importación de algunos productos, como los paños de
Leiden, lo que elevó la tensión con las Provincias Unidas que desembocó en
la guerra franco-holandesa de 1772.
En la mayoría de los países del continente europeo el mercantilismo tuvo
una orientación similar, aunque sus realizaciones fueron escasas en esta
centuria, alcanzando un mayor vigor en el XVIII.
El caso holandés es el más atípico. Su hegemonía comercial dio lugar a que
los holandeses se caracterizaran por la defensa de la libertad comercial y
de la eliminación de todo tipo de trabas y prohibiciones que entorpeciesen
el tráfico. No dejaron de recurrir a la creación de compañías privilegiadas
para regular el comercio extraeuropeo.
El modelo de estas compañías fue el que trataron de imitar los restantes
países.
El mercantilismo más original es el inglés. Sus tratadistas recomendaron
la protección de la agricultura.
Con respecto a la política industrial, el abuso de los primeros Estuardo en
la creación de monopolios y la promulgación de reglamentos desacreditó
estas prácticas, que se abandonaron tras la revolución de 1640,
manteniéndose las medidas arancelarias de carácter proteccionista.
Pero las mayores realizaciones tuvieron lugar en el ámbito comercial.
Sus compañías privilegiadas alcanzaron un éxito similar a las holandesas.
Las medidas más trascendentales fueron las destinadas al fomento de su
marina nacional, materializadas en las Actas de Navegación.
El Acta de 1651 se dirigía en contra de la intermediación holandesa, al
disponer que las mercancías que se introdujesen en Inglaterra sólo podían
ser transportadas por barcos ingleses o del país de origen de dichos
productos.
La promulgación de las Actas provocó el estallido de las tres guerras
anglo-holandesas que tuvieron lugar entre 1652-72 y cuyos efectos
minaron gravemente la hegemonía holandesa.

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  • 1. TEMA 5: EL CONCEPTO DE “CRISIS” DEL SIGLO XVII. 1. EL IMPACTO DESIGUAL DE LAS DIFICULTADES EN EL MAPA EUROPEO. Caracterización del XVII: de la teoría de la crisis general al énfasis en el impacto desigual de las dificultades. La caracterización del XVII es una labor ardua y problemática. A mediados del XX, la historiografía consideró que el concepto de crisis general era el más adecuado para definir los rasgos básicos del período. Época plagada de dificultades: lo que le confiere un carácter sombrío que contrasta intensamente con la brillantez de las dos centurias entre las que se enmarca. El fenómeno no se da sólo en el ámbito económico, sino que la inestabilidad preside también las relaciones sociales, el mundo político o la esfera de las creencias religiosas y el pensamiento. La generalidad de las dificultades contribuyó a la calificación del periodo como época de crisis. El concepto se ha matizado y precisado cada vez más: cambio brusco de carácter coyuntural, recesión prolongada o proceso de transformación de carácter estructural. En función de la acepción adoptada, se pueda sostener una caracterización distinta de la centuria, como es el caso de MORINEAU o de WALLERSTEIN. TEORÍA DE LA CRISIS GENERAL: fue reforzada por la interpretación cuantitativista del periodo. Revolución de los precios: culmina a finales del XVI, y lo que caracterizó al XVII fue su estancamiento o retroceso. El cambio de tendencia no se hace con uniformidad, siendo más prematuro en los países mediterráneos, donde se inicia a principios de la centuria, que en los del noroeste de
  • 2. Europa, en los que el proceso se retrasó hasta 1640. 2ª mitad del XVII: la tendencia es claramente descendente, caracterizándose en todas partes por el bajo nivel de los precios. La correlación de su evolución con la afluencia de metales preciosos americanos parecía muy estrecha. HAMILTON: dice que a partir de 1590 comenzó a invertirse lentamente la tendencia, precipitándose la caída desde 1630 y llegándose a alcanzar unos niveles catastróficos en 1650. Europa se ve privada de uno de los elementos básicos para el buen funcionamiento del sistema económico, lo que, según Morineau avalaba la tesis de la gran depresión. En la misma línea se orientaba la tendencia general de los restantes indicadores económicos del periodo. - Crecimiento demográfico: del XVI se había ralentizado a fines de la centuria, sucediéndole una fase de estancamiento o lento crecimiento en la 1ª m. del XVII, y acentuándose la tendencia negativa con posterioridad. - Caída de la producción agrícola: resulta evidente si se ve desde la perspectiva a mediados del XVI cuando se alcanza un techo productivo que en muchos casos sólo se consiguió superar en el XVIII. - Actividad industrial: experimentó graves dificultades, afectando principalmente a los centros textiles urbanos que gozaban de más tradición manufacturera, como los ubicados en el norte de Italia o el sur de los P. Bajos. - Crisis comercial y financiera de 1619-22 : fue de tal magnitud que RUGGIERO ha situado en ella el inicio de la propia crisis general . Desde entonces se experimenta un retroceso del tráfico comercial en todos los ámbitos geográficos, aunque de una intensidad y duración diversa. Todos los indicadores aludidos han sido objeto de profunda revisión. Fuente alternativa: se usan las gacetas mercantiles y los informes de los cónsules extranjeros. No puede hablarse de una drástica y prolongada penuria de metales preciosos en la Europa del XVII . Su ritmo de llegada evoluciona de forma diferente a los precios, por lo que ambos factores deben desligarse. Mecanismo de conformación de los precios : se deriva de factores más complejos, entre los que cabe destacar la relación entre la oferta productiva y la demanda de la población. Morineau recuerda que no se puede identificar mecánicamente un periodo de retroceso de los precios
  • 3. con una fase de crisis. Es por ello que una época de retroceso de los precios fuese beneficiosa para los compradores, que debían ser la mayoría de la población. No quiere decir que la sociedad europea no se viese afectada por las dificultades, pero sí que éstas no tuvieron el carácter general y continuo atribuido habitualmente. Morineau niega que se pueda hablar de la crisis del XVII tal y como ha sido formulada hasta ahora. Más que una recesión generalizada, lo que se dará es la aparición de una serie de crisis de diferente intensidad y amplitud, algunas de las cuales tuvieron coincidencia temporal, afectando de forma desigual a territorios y sectores económicos. Desigualdad del impacto de las crisis: lo que tiende a subrayarse en la actualidad. Unas crisis que habían comenzado antes del XVII, y cuya manifestación siguió unas pautas cronológicas diversas. Sólo de forma general, se puede afirmar que: - Impacto más precoz en el área mediterránea , donde las dificultades desaparecerán más prematuramente. - Noroeste de Europa: su incidencia fue más tardía, teniendo lugar a mediados del XVII y primer tercio del XVIII. - Las crisis no afectaron con la misma intensidad a los diversos sectores económicos, siendo más agudas en el ámbito agrícola que en el industrial y comercial, y existiendo grandes disparidades dentro de cada uno de ellos. Y lo mismo se puede afirmar desde el punto de vista territorial. La desigual incidencia de la crisis fue lo que permitió la realización de importantes transformaciones decisivas para el futuro. Los periodos de crisis generaban desafíos ante los que se respondía de forma desigual. Como destacó VRIES, una concentración de la actividad económica conforme las empresas más débiles no encontraban salida a la crisis. Un fenómeno similar se dará desde el punto de vista geográfico y territorial. Las dificultades provocan una intensa redistribución del potencial económico favoreciendo una mayor integración del sistema económico europeo y desplazando su eje de gravedad desde el Mediterráneo al área noroccidental del continente. Esta región incrementó su peso demográfico a lo largo del XVII y lideró el proceso de urbanización que se estaba experimentando y articuló a su favor la creciente división internacional del trabajo que se estaba operando en la economía-mundo europea. La periferización del Mediterráneo tampoco supuso un absoluto
  • 4. inmovilismo. Tanto en esa zona como en el resto del continente europeo se realizaron transformaciones, según las regiones, que favorecieron una creciente especialización de la actividad económica y un incremento de la interrelación e integración de los mercados. De ahí, que la crisis, a medida que avanza la centuria, son los cambios y las transformaciones estimuladas por aquellas lo que parece caracterizar el período. 2. CONTROVERSIA SOBRE LAS CAUSAS Y LA NATURALEZA DE LA CRISIS. La evolución experimentada en la caracterización del XVII refleja perfectamente la intensidad del debate historiográfico que se ha planteado en torno a la centuria. Sus orígenes se insertan en la polémica sostenida por la historiografía marxista sobre la transición del feudalismo al capitalismo. El problema desbordó rápidamente este ámbito para extenderse al conjunto de la historiografía europea y abarcar el análisis de las revueltas políticas que se dan a mediados de siglo. El debate se polarizó inicialmente, entre los que defendían que la crisis tenía origen fundamentalmente económico y los que ponían el acento a la responsabilidad de los problemas de naturaleza política . Existía cierto acuerdo en que las dificultades habían tenido un carácter general y se tendía a recurrir a explicaciones monocausales para determinar su origen. Estas simplificaciones son las que se han ido abandonando en favor de una interpretación más compleja de la realidad, que niega, como ha podido apreciarse el carácter general de las dificultades y plantea una visión integradora de sus diversas manifestaciones. La historiografía marxista británica había caracterizado el XVII como una época de crisis, insertándolo en la polémica sobra la transición del feudalismo al capitalismo, se suele considerar el artículo publicado por HOBSBAWM en 1954: - Verdadero desencadenante del debate. En él defendía que la crisis del XVII era la última fase de la transición entre esos dos sistemas económicos. Tenía un carácter estructural. - Sostenía que fue provocada por las barreras puestas por la sociedad feudal al desarrollo del capitalismo , ya que su estructura económica dificultaba el crecimiento del mercado.
  • 5. Aunque incide en todos los sectores económicos, la principal manifestación de la crisis tuvo lugar en el ámbito comercial. Las contradicciones del sistema feudal bloquearon la expansión producida en el XVI y provocaron una reducción del mercado en el interior de Europa occidental como en las relaciones que mantenía con la Europa oriental y el mundo ultramarino. La crisis tuvo efectos muy positivos de cara a la evolución posterior ya que destruye los obstáculos que se oponían al desarrollo del capitalismo, creando las condiciones que hicieron posible la revolución industrial, puesto que provocó una considerable concentración de poder económico a favor de los sectores y de las economías más avanzadas, como la francesa, holandesa o inglesa. La consideración de este último conflicto como una revolución burguesa fue lo que suscitó la reacción de ROPER alegando que no podía demostrarse que los sectores que se oponían a la monarquía quisieran promover el desarrollo del capitalismo. La Revolución Inglesa, para él, debía insertarse en el contexto de las revueltas políticas se produjeron en Europa en 1640, constituyendo la principal manifestación de la crisis de la centuria, por lo que, más que un carácter económico, su naturaleza era de índole sociopolítica. Fue un conflicto generado por el excesivo desarrollo del aparato del estado. Ello provocó el enfrentamiento entre corte y país, al reaccionar la sociedad en un contexto de regresión económica, en contra del excesivo coste del aparato administrativo. El fracaso de las reformas que la monarquía trató de impulsar para limitar el número de cargos y favorecer el crecimiento económico acaba provocando el estallido de las revueltas cuyo detonante fundamental fue el contraste entre el lujo y el derroche imperante en la corte y las dificultades económicas que arrastraba la mayoría de la población. Los aspectos económicos se centraron en la naturaleza de las dificultades experimentadas en la centuria. WALLERSTEIN: estos aspectos o dificultades, para él no provocaron ningún cambio estructural, por lo que no deben considerarse como manifestación de la crisis (se había experimentado ya a finales de la Baja Edad Media dando lugar a la aparición de la economía-mundo capitalista. De ahí que se considere que lo que se da en el XVII fuese la primera gran contracción del nuevo sistema económico). LUBLINSKAYA: resalta el apoyo de la Monarquía Absoluta al desarrollo burgués y el capitalismo manufacturero.
  • 6. BRENNER: considera que la crisis del XVII tuvo carácter netamente feudal. Interpretación estrictamente malthusiana. Los problemas políticos no han podido desvincularse del todo del marco político en el que se insertan, esta relación se intensifica en tesis que dan un papel fundamental a la guerra y el proceso de construcción del absolutismo impulsado por ella en el desencadenamiento de las dificultades de la centuria. PARKER: afirma que la crisis se derivó de las contradicciones del sistema feudal, considerando que la principal era la divergencia entre el bajo nivel de productividad y las demandas de una sociedad esencialmente militarista. El problema se agudiza en el XVII generando unas dificultades tan graves que sólo logran superarse con facilidad en países que transformaron su estructura sociopolítica como Inglaterra. STEENSGAARD: da un papel fundamental al estado en el desencadenamiento de la crisis y en su dispar incidencia sobre los diversos sectores económicos. Considera que se dio una distribución de la renta a través del sector público. Ello impidió una regresión general y que las dificultades afectasen de forma tan distinta a los diversos sectores económicos. A medida que la interpretación de la crisis se ha ido matizando se ha diluido la estrecha correlación de ésta con el proceso de desarrollo económico subrayado inicialmente. CONCLUSIÓN: Coyuntura de crisis y debate interpretativo. No se habla de una crisis general, sino de una acumulación de crisis parciales que no afectan al mismo tiempo ni con la misma intensidad a todas las regiones europeas, pero que sí configuran un contexto conflictivo, difícil de: - Crecimiento indeciso: LEÓN. - Menor crecimiento: CHAUNU. - Retroceso relativo: VILAR. Un período de dificultades en el que el asalto a la renta por parte de los poderosos, tanto de las clases dominantes (JACQUART) como del Estado, reviste una singular responsabilidad. Parece evidente también completarlo con la interpretación, quizás de mayor alcance histórico, poniendo el acento en el cambio. Los cambios profundos, estructurales y geográficamente muy selectivos, producidos en la época, facilitan el despliegue de la sociedad capitalista.
  • 7. El debate ha servido para señalar que la crisis genera transformaciones sectoriales que apuntan a una redistribución de los papeles en la economía mundial, a un relevo en el liderazgo y el desarrollo de las formaciones socioeconómicas y que serán los países adaptados al cambio, quienes rentabilicen el reajuste. 3. LA SITUACIÓN AGRÍCOLA, MANUFACTURERA Y COMERCIAL. Economías en recesión y matizaciones regionales SECTOR AGRARIO: el que experimentó en mayor medida las dificultades de la centuria, constatándose una cierta regresión o estancamiento de la producción agraria. Pero esta tendencia no fue uniforme ni cronológica ni geográficamente: en la Europa noroccidental es donde la caída productiva fue menos intensa; en Inglaterra sólo fueron intensas las dificultades en el contexto de la guerra civil; en el área mediterránea la regresión productiva fue más temprana, prolongándose hasta mediados de la centuria, y experimentándose posteriormente una cierta estabilidad o incluso una leve recuperación; es en la Europa oriental donde la crisis alcanzó la mayor gravedad, siendo su intensidad similar a la del XIV, y no comenzándose a experimentar una clara recuperación hasta el XVIII. La Europa del XVII fue una sociedad predominantemente rural, con gran nº de población campesina. Las explotaciones agrícolas también experimentaron un ligero retroceso de la productividad. La tendencia descendente de los precios intensificó las dificultades de las explotaciones agrarias; sólo el área noroccidental del continente experimentó un periodo relativamente favorable durante el primer tercio de la centuria. Las dificultades se agudizaron como consecuencia de la ofensiva de los poderosos para incrementar su apropiación del producto agrícola. Los señores aprovecharon su poder para usurpar los bienes comunales e incrementar sus propiedades agrícolas. La posibilidad de revisar periódicamente las rentas exigidas a los colonos que cultivaban sus tierras dio lugar a que esta exacción se convirtiera en una de las cargas más gravosas que soportaban los campesinos. Su incremento agudizó la crisis del mundo rural. El empeoramiento de las condiciones del campesinado acentuó su dependencia de la explotación de este tipo de parcelas, generalizando el gravamen de la renta percibida sobre ellas. Y a su presión se añadió la ejercida por el Estado.
  • 8. En la Europa oriental fueron las dificultades de los grandes dominios señoriales las que agudizaron la crisis del mundo rural. Su rentabilidad se redujo como consecuencia de la caída de la producción y la productividad agraria, y los señores trataron de resolver su crisis financiera mediante la extensión de sus dominios, usurpando los escasos bienes colectivos que poseía la comunidad aldeana. Se produjo una formidable concentración de la propiedad en manos de un selecto grupo de grandes aristócratas. La explotación de sus extensos dominios requirió el fortalecimiento de los vínculos de servidumbre, de sometimiento del campesinado. Fue a mediados del XVII cuando los señores lograron reducir a la mínima expresión al campesinado libre. Intensificaron la explotación de sus siervos mediante el incremento de las prestaciones de trabajo obligatorio. Así se consolidó un sistema económico que dificultaba la mejora de la productividad y consagraba el atraso y el empobrecimiento de la sociedad rural. En la Europa occidental se produjo un intenso proceso de endeudamiento del campesinado que en muchos casos condujo a la enajenación de sus propiedades. El fenómeno afectó a la práctica totalidad de los sectores campesinos, debilitando incluso a la propia comunidad aldeana, fueron las clases urbanas rentistas las que más se beneficiaron de ello. En las áreas más alejadas del mundo urbano, la pequeña propiedad familiar campesina logró resistir mejor, pero fue a costa de intensificar el trabajo de sus miembros y de buscar fuentes complementarias de ingresos. En Inglaterra la ofensiva de los poderosos fue más intensa, conduciendo a la práctica desaparición del pequeño campesino. Esta evolución se vio favorecida por las peculiaridades del señorío inglés, caracterizado por la precariedad de las tenencias campesinas y la existencia de importantes propiedades consolidadas en manos de los señores. Los bienes comunales fueron privatizados con el acuerdo de los campesinos más enriquecidos de la localidad y a partir de 1660 desaparecieron las trabas que habían frenado el cercamiento de la propiedad; la estructura agraria inglesa comenzó a descansar en la trilogía formada por los grandes propietarios terratenientes, los arrendatarios que explotaban las tierras con medios capitalistas y los jornaleros asalariados procedentes del campesinado empobrecido. Fueron estos grandes arrendatarios los que introdujeron los nuevos métodos de cultivo que les permitieron contrarrestar la caída de los
  • 9. precios agrarios mediante el aumento de la productividad. El mérito de los ingleses fue otorgar a los cereales un papel preponderante en el sistema de rotación trienal, beneficiándose de su asociación con plantas forrajeras, leguminosas y cultivos de carácter intensivo. Se elimina el barbecho, asociar la actividad agrícola a la ganadera, favoreciendo su estabulación, recuperando el desgaste sufrido por el suelo y mejorar su calidad como consecuencia del laboreo continuo. En el resto del continente, la respuesta a las dificultades de la pequeña explotación campesina fue más tradicional. La producción cerealística mantuvo su hegemonía , siendo la mayor innovación la difusión del maíz: su elevada productividad y su inserción en sistemas de rotación de cultivos que permitían eliminar el barbecho mejoró sustancialmente los resultados de la explotación campesina. Otro cereal de notable productividad era el arroz, cuya difusión fue muy importante en Lombardía y en el País Valenciano. Se desarrolló también el cultivo de la morera, estimulando la realización en el propio medio rural de las labores de obtención de la fibra de seda. Otros cultivos industriales como el lino o el cáñamo se difundieron en esta época favoreciendo el desarrollo de la industria rural. La demanda urbana estimuló la horticultura y la viticultura. Las dificultades de la centuria habían impulsado una cierta diversificación productiva que intensificó la comercialización de la agricultura y sentó las bases de un incipiente proceso de especialización regional. Las dificultades del XVII afectaron particularmente a la manufactura urbana de carácter tradicional, al tiempo que estimularon la adopción de soluciones innovadoras y favorecieron el desarrollo del capitalismo. La caída de los precios agrarios liberó recursos que la población pudo destinar a la adquisición de productos, produciéndose un aumento de la demanda que incidió fundamentalmente sobre los artículos de menor calidad y precio. La crisis del mundo rural provocó una intensa polarización social, surgiendo un amplio sector de campesinos empobrecidos que necesitaban recursos complementarios para subsistir. Se produjo un cambio progresivo en la organización y la localización de la actividad industrial, reforzando su control por parte de los sectores empresariales y trasladando su ubicación al mundo rural. Las razones que impulsaron este proceso de “protoindustrialización” fueron la reducción de los costes de producción y el rechazo al marco
  • 10. restrictivo impuesto por las corporaciones gremiales del mundo urbano. La protección que ejercían estas organizaciones acentuó el incremento del valor real del salario, mientras el empobrecimiento del campesinado favoreció la aparición en el mundo rural de abundante mano de obra más barata que la de la ciudad, abaratándose los costes de la producción. La estricta normativa que regía la formación de los artesanos impedía su expansión productiva, con lo que no podía responder con agilidad al aumento de la demanda; por el contrario los campesinos se incorporaban con facilidad al proceso productivo. Incidió en el cambio de ubicación el rechazo a la reglamentación gremial, que al preservar la calidad de la producción dificultaba la fabricación de artículos de menor calidad y menor precio, que eran los que tenían mayor demanda. Al abaratarse los costes y extender la oferta productiva, la protoindustria favoreció la acumulación de capital y el desarrollo del capitalismo. La manifestación más evidente de la crisis de la manufactura urbana tradicional se vivió en los centros pañeros del norte de Italia: su demanda se hundió ante la competencia de productos más asequibles del noroeste de Europa; los paños italianos eran más caros no sólo por su mayor calidad, sino por sus elevados costes de producción como consecuencia de la alta presión fiscal, los mayores salarios y la rigidez de las corporaciones gremiales. La crisis de la industria pañera castellana también fue muy intensa, llegando a desaparecer prácticamente en muchas localidades y diversificándose la producción con la fabricación de productos de escasa calidad; la decadencia del mayor centro sedero, Toledo, favoreció la expansión de la actividad en Valencia y Barcelona, y la industria del lino se expandió fundamentalmente por Galicia. La industria textil urbana francesa se mantuvo hasta la década de 1630, siendo el clima bélico, los conflictos sociales y las dificultades de la época los que produjeron una aguda recesión en los centros tradicionales. Se produjo una notable difusión de la protoindustria en el norte y el oeste del país. El auge económico de Holanda e Inglaterra Frente a las dificultades de las restantes áreas manufactureras, la industria textil holandesa experimentó una formidable expansión en el XVII. El asentamiento de los refugiados flamencos favoreció la difusión
  • 11. de las nuevas pañerías. Aunque la manufactura era urbana, sus mayores costes fueron atenuados por la abundante oferta de mano de obra proporcionada por los refugiados, la intensa especialización de los oficios textiles y la introducción de novedades tecnológicas. Los productos atractivos y baratos que fabricaban desplazaron a los artículos tradicionales del mercado internacional; sin embargo a partir de mediados de la centuria la industria comenzó a sufrir un problema similar debido a la competencia de las nuevas pañerías inglesas, que al disponer de abundante materia prima y ser confeccionadas en el medio rural tenían unos costes de producción inferiores. Las manufacturas holandesas sólo pudieron sobrevivir especializándose en la elaboración de tejidos de elevada calidad, cuyo alto precio atenuaba la incidencia de los elevados costes del trabajo, pero como los mercados para este tipo de productos eran reducidos la producción experimentó cierta decadencia a finales del siglo. La industria textil inglesa fue la que experimentó una reconversión más intensa. A finales del XVI se producían paños semielaborados que eran teñidos y confeccionados en los Países Bajos; esta actividad se vio muy afectada por la crisis comercial de los años veinte y por la desestabilización de los mercados del norte y oeste de Europa como consecuencia de la guerra. La mejora de la alimentación de la ganadería produjo que la lana inglesa fuera de menor calidad, lo que favoreció el desarrollo de nuevas pañerías, que habían sido ya introducidas en el país por refugiados flamencos y cuya difusión fue muy intensa a partir de 1620. Sus artículos desplazaron rápidamente a los competidores por los bajos costes de producción derivados de la utilización de mano de obra rural y de la abundancia de materia prima; además las manufacturas contaban con un mercado en expansión gracias a la creciente eficacia de la red comercial inglesa. Además de la industria textil, minería y la metalurgia experimentaron en Inglaterra y el noroeste de Europa los avances más significativos. La existencia de ricos yacimientos, de amplios espacios forestales en los que obtener combustible y los privilegios y ventajas fiscales impulsaron a los holandeses a trasladar a Suecia sus fundiciones de hierro y la producción del armamento. La industria metalúrgica sueca alcanzó rápidamente una posición hegemónica.
  • 12. La producción inglesa, por el contrario, se había estabilizado debido a la escasez de combustible como consecuencia de la intensa deforestación. Alrededor de la mitad de la producción sueca se exportaba a Inglaterra; los problemas energéticos comenzaron a resolverse con la generalización del uso del carbón, que fue utilizado como combustible básico en la calefacción doméstica y en sustitución de la leña o el carbón vegetal en muchas industrias. Esta intensa demanda impulsó la explotación del carbón, lo que favorecerá el posterior proceso de industrialización de Inglaterra. La primera fase de expansión de la economía-mundo europea había comenzado a alcanzar sus límites a finales del XVI, con la detención del crecimiento demográfico y la agudización de las dificultades que repercutieron negativamente sobre el tráfico comercial, mientras que la explotación de los imperios ultramarinos era aún muy superficial. A principios del XVII la irrupción de los holandeses en Asia supuso tanto el desplazamiento de los portugueses como el definitivo triunfo de las rutas marítimas sobre las terrestres. Al mismo tiempo se produjo la decadencia de la industria urbana del norte de Italia y la desestabilización del tráfico con Alemania debido a la Guerra de los Treinta Años, por lo que Venecia sufrió una considerable reducción de su actividad comercial, quedando relegada a un segundo plano. El sistema colonial español se había basado en la explotación minera con mano de obra forzosa indígena. La catástrofe demográfica y el agotamiento de los filones más ricos incrementó los costes de la producción, haciendo que una mayor parte de los minerales se quedara en América para hacer frente a los costes de administración y defensa. La economía americana se hizo más autosuficiente, y provocó una reducción del tráfico hispanoamericano. Todo esto consagró el desplazamiento del centro de gravedad del comercio internacional al Atlántico. La potencia naval de los holandeses fue lo que permitió a Ámsterdam convertirse en el verdadero centro del sistema económico europeo del XVII. Este sistema se basó en la intensificación de las rutas comerciales ya existentes y el aprovechamiento de su posición hegemónica para la creación de nuevas oportunidades de comercio donde antes no existían. Los comerciantes holandeses no tenían que esperar a que los barcos extranjeros les trajeran las
  • 13. mercancías: su flota era la más poderosa de Europa, y sus barcos mejores que los de sus competidores gracias a un nuevo tipo de embarcación, el fluit-ship, de bajo coste y especializado en el transporte de mercancías, con gran capacidad de carga. Su financiación era también innovadora: se fraccionaba el capital en participaciones reducidas en manos de numerosas pequeñas empresas, lo que permitía la diversificación de riesgos. Podían ofrecer fletes muy económicos acaparando la mayor parte del tráfico comercial e introduciendo todo tipo de mercancías en otros ámbitos geográficos para dinamizar los intercambios y superar las limitaciones de un intercambio bilateral. La base del sistema comercial holandés fue su especialización en el comercio de productos voluminosos que se derivó de su control del tráfico báltico. Este tráfico tenía además un carácter estratégico para la república, pues contribuía al abastecimiento cerealístico de una sociedad tan urbanizada como la holandesa, y proporcionaba los pertrechos navales imprescindibles para la actividad de los astilleros. Su establecimiento había requerido la intensificación de las relaciones comerciales con la península Ibérica, de donde procedían el vino, la sal, y especialmente la plata, imprescindible para saldar el déficit que se derivaba del valor superior de las importaciones bálticas. Junto al trigo y al centeno, los holandeses transportaron también productos textiles, pescado, pieles… entablando relaciones con el norte de África y con el imperio turco. Tras lograr la hegemonía en el comercio europeo, los holandeses hicieron lo propio con el comercio mundial. A partir de 1590 comenzaron a introducirse en el tráfico asiático de forma pacífica, hasta que en 1602 se creó la Compañía de las Indias Orientales, corporación con un stock permanente de capital reunido a través de la emisión de acciones negociables en bolsa. Para imponer su monopolio, La Compañía fue desplazando violentamente a los portugueses hasta dominar tanto el tráfico de especias como el tráfico que se efectuaba entre el océano Índico y el Pacífico y ejerciendo un papel de intermediación en el propio tráfico intraasiático, logrando reducir con sus beneficios el déficit crónico que Europa tenía con Asia. Al saturarse el mercado europeo de especias, los holandeses diversificaron las mercancías importadas, destacando los productos textiles de la India meridional. Esta evolución favoreció en
  • 14. mayor medida a los ingleses, que estaban más sólidamente asentados en la India. En el continente americano el éxito de los holandeses fue mucho menor. En 1621 se fundó la Compañía de las Indias Occidentales imitando el modelo asiático, pero tuvo un carácter más político, ya que se consideró como un arma contra el tráfico atlántico español. Fue ocupando el noroeste de Brasil, donde impulsó el cultivo de la caña de azúcar. Para contar con mano de obra, tomó a los portugueses sus enclaves de la Costa de oro africana, introduciéndose en el tráfico de esclavos. Pero la necesidad de preservar el comercio báltico y los crecientes costes de esta política de expansión hicieron a los holandeses abandonar el territorio brasileño. La disponibilidad de una flota tan poderosa y el manejo de mercancías de diversa procedencia permitió a los holandeses intensificar las relaciones comerciales, rompiendo los límites que limitaban su desarrollo. Perfeccionaron el tráfico báltico con la remisión a esta zona de productos coloniales, lo que les permitió reducir tanto el déficit como la proporción de navíos que atravesaban el estrecho del Sund en vacío. Su hegemonía mercantil convirtió a Ámsterdam en el centro principal centro financiero de Europa. La creación de la bolsa en 1609 independizó la negociación de mercancías y valores de la celebración de ferias. El Banco de Cambios desplazó las letras de cambio. En el banco se realizaban depósitos y transferencias, cambio de monedas, se aceptaban y negociaban letras… estando sólo excluido el crédito a particulares. La hegemonía holandesa era muy vulnerable ya que descansaba excesivamente en la intermediación; la creciente hostilidad de sus competidores comenzó a restarle dinamismo en el último tercio de la centuria. A partir de 1670 fueron los ingleses los que lograron afirmar su hegemonía en el comercio internacional. En la primera mitad del XVII la reestructuración de la industria textil les había permitido superar a los productos holandeses. A partir de la revolución, la política gubernamental estimuló el desarrollo de la marina, la expansión colonial y el comercio de depósito y reexportación. La importación, el procesamiento y la posterior reexportación de productos coloniales se convirtió en el sector que experimentó un crecimiento más rápido durante la segunda mitad del XVII. Además del mercado europeo, este tráfico estaba siendo impulsado
  • 15. por la demanda interior, ya que la mayor afluencia de dichas mercancías redujo sus precios y favoreció su consumo por una población que disponía de mayor capacidad de compra. La estrecha vinculación entre el comercio colonial, la fortaleza de la producción y el consumo interior del país constituyen los pilares fundamentales de la vigorosa economía atlántica que Inglaterra había logrado articular a su favor a finales del XVII. CONCLUSIÓN: La crisis del XVII ha supuesto el estancamiento de la población, el retroceso agrario, las dificultades para la industria urbana y el comercio tradicional. En un mundo mayoritariamente rural el campesinado ha sufrido los embates de la naturaleza, la coyuntura, las clases propietarias y del propio Estado. Ha sido el gran perdedor. Ni social, ni económica, ni regionalmente la situación ha sido homogénea, al contrario, polariza el mundo rural, los países, los sectores económicos y la burguesía. Ha habido grandes beneficiarios de la crisis: y para ellos el XVII sólo puede leerse en términos de expansión, desarrollo. Son los sectores de la economía que han reaccionado reconvirtiendo su estructura productiva y su organización social: la agricultura inglesa y holandesa, el comercio holandés y más tarde el inglés, la industria rural de numerosas áreas. La burguesía tuvo su oportunidad: la demanda creció con la ampliación de los mercados coloniales, con el aumento de la población europea dependiente del mercado y a causa de las presiones del Estado; el capital acumulado existía para ser invertido. El problema fue actual adecuadamente en una sociedad de ideales aristocráticos. La respuesta predomínate ante las dificultades de la coyuntura ha consistido en el abandono de la actividad económica, la adquisición de bienes raíces, cargos, papel del Estado, el refugio en la renta, en suma, el camino de la involución. Italia y España ofrecen un desastroso ejemplo de agotamiento burgués. Francia fue afectada, y ni Holanda se vio libre cuando la burguesía comercial de los regentes inicia su reconversión social ante la competencia inglesa. Pero hasta entonces, la burguesía holandesa ha sido un modelo de dinamismo. La burguesía europea, conectada con la economía atlántica y en particular, la sociedad inglesa, donde el valor del dinero es ya superior al del nacimiento. En el seno del país que ha hecho lo necesario para salir triunfante de la crisis, es donde la sociedad está en un grado más avanzado de desarrollo.
  • 16. 4. LA SOLUCIÓN “MERCANTILISTA”. Concepto y características La gravedad de las dificultades experimentadas en esta centuria hizo que el Estado optase por intervenir intensamente en la actividad económica, siguiendo unas directrices políticas a las que se ha denominado “mercantilismo”. Este término fue acuñado a posteriori por los economistas liberales para designar unas propuestas que consideraban erróneas, ya que otorgaban mayor importancia al comercio que a la producción. Con esta denominación se han englobado a una serie de teorías cuyos orígenes pueden remontarse a la Baja Edad Media, aunque fue en el XVII cuando estas teorías comenzaron a alcanzar una mayor influencia sobre las decisiones políticas, de ahí que su adopción pueda considerarse un reflejo del creciente poder de las monarquías. La finalidad de la intervención estatal tenía un carácter fundamentalmente político. Para hacer frente a las mayores necesidades financieras del estado no era suficiente el incremento de la presión fiscal, sino que se pretendió también acrecentar la riqueza disponible de los súbditos. Los monarcas trataron de lograr la prosperidad de sus vasallos, no por el bienestar de la población sino porque el incremento de la actividad económica nutriese las arcas reales. Para ello era imprescindible controlar la circulación de los metales preciosos. Se había superado ya la concepción estrictamente monetaria, que pretendía prohibir su extracción al identificar su atesoramiento con la riqueza del país. Se era consciente de que ésta se conseguía a través del incremento de la producción nacional y el comercio. La intervención del estado obedecía también a los requerimientos de los propios empresarios y comerciantes, que en un contexto de creciente competitividad y agresividad, necesitaban gobiernos fuertes que les proporcionaran protección y privilegios. Tres son los temas básicos del mercantilismo: el incremento de poder por parte del estado, la apología del trabajo y de los intercambios y la extrema atención concedida a la balanza comercial. La intervención en la actividad económica se convirtió en un instrumento adicional para incrementar el poder de la monarquía. La expansión del tráfico de un país
  • 17. sólo podía lograrse a costa de la reducción de las oportunidades de negocio del rival; de ahí la creación de grandes compañías comerciales a las que se dotaba de privilegios: el objetivo era convertir el comercio internacional en un medio de adquisición de nuevos mercados para favorecer la expansión de la producción nacional. Por ello los conflictos internacionales adquirieron una notable connotación económica. La agresividad exterior se apoyaba en el fomento de la producción nacional. No todos los sectores tenían la misma trascendencia, marginándose en gran medida la actividad agraria. Los mayores esfuerzos se centraron en el estímulo de la producción industrial, otorgándose privilegios y monopolios a los talleres y empresas privadas, creándose manufacturas estatales para el desarrollo de sectores estratégicos. Se pretendía evitar la salida de numerario, que implicaba la adquisición en el exterior de mercancías, la alternativa era impulsar su desarrollo en el interior del territorio, lo cual estimulaba además el trabajo, la actividad y la riqueza de los súbditos. Se adoptaron medidas políticas que favoreciesen el crecimiento de la población y, por tanto, de mano de obra; se atrajo artesanos inmigrantes especializados en los sectores que se quería potenciar; se combatió la idea de la caridad basada en la limosna tradicional, creándose talleres y establecimientos donde se recluía a los pobres… El fomento de la actividad productiva requería también la adopción de medidas arancelarias de carácter proteccionista. Los obstáculos que dificultaban el comercio interior debían ser eliminados; para ello se debían fijar unos aranceles aduaneros elevados que desestimulasen la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados. El objetivo era lograr una balanza comercial favorable que determinase la afluencia hacia el país de los metales preciosos de las potencias rivales. Teniendo en cuenta la escasa sistematización de las ideas mercantilistas, su aplicación dependió de la orientación política que le confirió la monarquía y de la capacidad de comerciantes y empresarios para hacer valer sus intereses.
  • 18. Mercantilismo y colbertismo: · La teoría y la práctica de la política económica absolutista han hallado una designación general bajo este concepto de mercantilismo, acuñado con cierto desdén por los fisiócratas. · Objetivo: crear un país próspero que asegurase la grandeza del rey. · Sus teóricos recomendaban el fomento del comercio mediante: - ayudas estatales. - transformación de las materias primas en el propio país. - exportación de los productos acabados. - protección del propio espacio productivo mediante derechos de aduanas y otras restricciones a la importación. · El mercantilismo francés tuvo a Colbert como principal impulsor, y tuvo un carácter fundamentalmente industrialista. Las empresas tuvieron estímulos diversos, la propia monarquía creó empresas estatales; pero la contrapartida de estos estímulos fue la imposición de una intensa reglamentación que trataba de preservar la calidad de la producción, lo que acentuó su carácter tradicional. La promoción industrial se completó con una agresiva política arancelaria llegándose a triplicar los derechos exigidos en la importación de algunos productos, como los paños de Leiden, lo que elevó la tensión con las Provincias Unidas que desembocó en la guerra franco-holandesa de 1772. En la mayoría de los países del continente europeo el mercantilismo tuvo una orientación similar, aunque sus realizaciones fueron escasas en esta centuria, alcanzando un mayor vigor en el XVIII. El caso holandés es el más atípico. Su hegemonía comercial dio lugar a que los holandeses se caracterizaran por la defensa de la libertad comercial y de la eliminación de todo tipo de trabas y prohibiciones que entorpeciesen el tráfico. No dejaron de recurrir a la creación de compañías privilegiadas para regular el comercio extraeuropeo. El modelo de estas compañías fue el que trataron de imitar los restantes países. El mercantilismo más original es el inglés. Sus tratadistas recomendaron la protección de la agricultura. Con respecto a la política industrial, el abuso de los primeros Estuardo en la creación de monopolios y la promulgación de reglamentos desacreditó
  • 19. estas prácticas, que se abandonaron tras la revolución de 1640, manteniéndose las medidas arancelarias de carácter proteccionista. Pero las mayores realizaciones tuvieron lugar en el ámbito comercial. Sus compañías privilegiadas alcanzaron un éxito similar a las holandesas. Las medidas más trascendentales fueron las destinadas al fomento de su marina nacional, materializadas en las Actas de Navegación. El Acta de 1651 se dirigía en contra de la intermediación holandesa, al disponer que las mercancías que se introdujesen en Inglaterra sólo podían ser transportadas por barcos ingleses o del país de origen de dichos productos. La promulgación de las Actas provocó el estallido de las tres guerras anglo-holandesas que tuvieron lugar entre 1652-72 y cuyos efectos minaron gravemente la hegemonía holandesa.