Este documento resume la historia de la telegrafía óptica en España durante el siglo XIX. Comenzó con el sistema de Agustín de Betancourt en 1799 entre Madrid y Aranjuez, pero solo funcionó durante dos años. Más tarde, Francisco Hurtado estableció líneas entre Cádiz y otras ciudades entre 1805 y 1820. Juan José Lerena construyó una red entre Madrid y los Sitios Reales entre 1831 y 1836. Finalmente, Manuel Santa Cruz desarrolló un sistema óptico y códigos durante las Guerras Carlistas entre
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Caminería y Comunicación Telegráfica en España en el siglo
XIX: El telégrafo óptico.
Maria Victoria Crespo Gutiérrez.
Directora del Museo Postal y Telegráfico
Miembro de la Asociación del Amigos del Telégrafo de España.
Si queremos conocer los primeros caminos que hicieron posible la
comunicación a distancia, la transmisión de noticias de una época determinada,
debemos adentrarnos en los orígenes de la telecomunicación, es decir, en la
telegrafía óptica.
Durante la primera mitad del siglo XIX surgía en España el primer sistema de
comunicación, el telégrafo óptico, que utilizaba líneas de torres o estaciones
repetidoras telegráficas, situadas en sitios elevados, distantes entre si dos o
tres leguas, es decir, de 8 a 12 kilómetros. Desde estas torres los torreros, o
empleados de Telégrafos, utilizando un catalejo podían verse y enviar
mensajes codificados, oficiales sobre cualquier temática que interesara al
Estado. No era un sistema para particulares.
Agustín de Betancourt, su
telégrafo óptico y la
implantación en la línea Madrid-
Aranjuez (1799-1800).
El sistema más conocido del telégrafo
óptico español fue ideado por el
ingeniero canario Agustín de
Betancourt, científico de gran prestigio
que había sido becado por Carlos III
para residir en París y llevar a cabo sus
investigaciones desde 1784 a 1791. Por
este motivo, cuando presentó su
proyecto telegráfico con el inventor
Breguet en 1794, tuvo el respaldo de la
comunidad científica, y fué escuchado
por el Gobierno de la República
Francesa, a través de una Memoria:
“Memoire sur un nouveau telegraphe et
quelques ideés su la Langue
Télégraphique” que fue presentada al
Directorio.
El inventor de este sistema telegráfico, aunque obtuvo un gran éxito, no
consiguió su pretensión, que consistía en lograr que el gobierno francés lo
implantara en sus líneas, a pesar de que el coste de una línea de 50 estaciones
era 300.000 francos, pues en el país vecino ya funcionaba el telégrafo de
Claude Chappe.
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Al francés Chappe se debe el primer sistema de telegrafía óptica, que se puso
en práctica, en la primera línea telegráfica francesa de Lille a París. A través de
esta línea se envió el primer telegrama el 19 de julio de 1794. Dicho
telegrama anunciaba la victoria del ejército francés sobre las tropas austriacas.
En menos de una hora se transmitió el hecho histórico, la información recorrió
una distancia de 230 km., mientras que un correo, en esta época, hubiera
necesitado casi una jornada para llevar la noticia.
El éxito del sistema telegráfico de Chappe de sus torres y mástiles, fue tan
grande que se utilizó durante la Revolución francesa y la red llegó a contar en
poco tiempo, con más de 5.000 kilómetros de líneas ópticas que estuvieron en
servicio durante medio siglo.
En cuanto al sistema telegráfico del español
Betancourt se componía” de un mástil o poste
vertical, en lo alto del cual había una pieza
móvil que los autores llamaban flecha y que
se podían denominar perfectamente aguja,
puesto que son las diferentes posiciones de
esta pieza, los diferentes ángulos que
formaba con el horizonte, los que expresaban
todo lo que se le quería hacer decir al
telégrafo” Con este mecanismo y la polea
dividida en 36 posiciones se podían transmitir
26 letras y 10 cifras. El sistema era
alfabético y la transmisión lenta.
Cuando en 1798 Agustín de Betancourt volvió
a España con magníficos informes de la
Academia Francesa de Artes y Ciencias sobre
su telégrafo, el rey Carlos IV le encargó la
construcción de la línea telegráfica Madrid-
Cádiz, así como la dirección de las obras y la
fabricación de los aparatos telegráficos necesarios para su funcionamiento.
Nos han llegado noticias de que en mayo de 1799 este telégrafo estaba
funcionando entre Madrid y Aranjuez, residencia de los Borbones según el
escrito de Francisco Salvá de febrero de 1804: “Así pues, desde Madrid a
Aranjuez, que sólo distan siete leguas y que apenas se necesitarían más de un
telégrafo (de los suyos) en cada uno de estos puntos, tuvieron que armarse
cuatro, y así destinar y mantener cuatro familias para el servicio de él.
Considérese los que a este respecto deberían estar empleados desde Madrid a
Cádiz, y aunque en todas partes no mediasen iguales circunstancias, no
bajarían de treinta torres las que tuvieran que armarse. Cuando en mayo de
1799 yo salí de Madrid, calculaban a dos millones de reales el coste de dicho
telégrafo, sin contar lo que costaría su manutención”.
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La línea telegráfica de Madrid a Cádiz no llegó a completarse. Tuvo
cuatro torres o emplazamientos de Madrid a Aranjuez, la cabecera de línea
instalada en el Palacio del Buen Retiro en el que vivía Betancourt, cuando era
director del Real Gabinete de Máquinas y Director de la Escuela de Caminos y
Canales. La segunda estación telegráfica que se instaló en el Cerro de Los
Ángeles de Getafe, la tercera en el Cerro del Espartal al sur de Valdemoro, y la
cuarta en el Cerro del Parnaso de Aranjuez como lo confirma un texto de
Álvarez de Quindos en 1804:
“El cerro que le cae enfrente…a la parte de occidente y sobre el camino real de
Andalucía, Se planto de árboles y arbustos, como almendros, & c., haciéndole
unas suaves subidas y paseos hasta lo más alto, en que se puso un pabellón
de madera que duró poco. En este paraje que se llama cerro del Parnaso se
puso el día 22 de junio de 1799 el telégrafo, instrumento matemático inventado
últimamente para saber en pocos minutos las noticias y avisos de largas
distancias de que han hecho mucho uso los franceses en sus últimas guerras.
Este tenía correspondencia con otros que había hasta Madrid, y todos se han
quitado en este año de 1802”.
Así pues, la línea telegráfica funcionó, como ensayo, entre Madrid y Aranjuez
durante dos años 1799 y 1800.
Francisco Hurtado, el telégrafo semafórico y la conexión en las
líneas entre Cádiz y San Lucar, Medina Sidonia, Chiclana y
Jerez (1805-1820).
En 1805, el Teniente Coronel de Ingenieros Francisco Hurtado ideó un
sistema telegráfico con el que establecieron cuatro líneas que, partiendo de
Cádiz, terminaban en Sanlúcar de Barrameda, Medina Sidonia, Chiclana y
Jerez. Incluso, durante algún tiempo, la línea de Jerez se prolongó hasta
Sevilla.
En la Guerra de la Independencia, cuando Cádiz estuvo sitiado, se mantuvo,
sin embargo, en funcionamiento la línea Cádiz-Torregorda-Santi Petri.
Con este sistema telegráfico de tipo semafórico se conseguía, mediante 24
combinaciones, obtener las cinco vocales, quince consonantes y cuatro
combinaciones de servicio. Además, mediante una de las combinaciones de
servicio podía cambiar el significado de las 20 letras en números.
La máquina del telégrafo era un asta y dos paletas que podían girar en un
plano vertical, movidas por medio de poleas, para adoptar las combinaciones
del código.
Como el procedimiento alfabético resultaba lento se adoptó un repertorio
cifrado de frases y expresiones más usuales y el diccionario correspondiente
que contenía, en su mayor parte, expresiones y léxico militar.
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En cada estación había una máquina, un anteojo, un reloj y los códigos. El
personal necesario era militar, del Cuerpo de Ingenieros, eran dos técnicos o
vigías y tres auxiliares. Los vigías confeccionaban los avisos, cifrándolos de
acuerdo con los diccionarios, variando su redacción, sin alterar el concepto, si
era necesario para el cifrado. De los auxiliares, uno se encargaba de manejar
la máquina, otro de llevar el mensaje al punto inmediato, cuando no era
posible la transmisión, y el tercero era el ranchero.
Este sistema telegráfico de Hurtado, de la bahía de Cádiz se mantuvo, en
alguna de sus líneas, hasta 1820 y debió prestar servicios militares
importantes, en acontecimientos como la batalla de Trafalgar, el sitio de Cádiz
por las tropas napoleónicas y los levantamientos constitucionalistas de Riego.
Juan José Lerena, telégrafía óptica para comunicar Madrid
con los Sitios Reales (1831-1836).
En 1831, Fernando VII le encargó al oficial de Marina, Teniente de Navío, Juan
José Lerena, la dirección de una red de telegrafía óptica para la
comunicación urgente de la Corte con los Reales Sitios (Aranjuez, El
Pardo, La Granja y El Escorial) que el mismo debía construir. Con ello se
pretendía una comunicación inmediata, para poner fin a posibles sublevaciones
de personas que confabulaban contra el rey y además hacer frente, lo más
rápido posible, a fenómenos meteorológicos, como inundaciones y que la
familia real no quedara aislada. Era un servicio civil de telegrafía pero
todavía sólo al servicio de los reyes.
El mecanismo óptico de Lerena, conocido
como telégrafo español de día y noche
tenía dos partes diferentes, quizá, para su
doble funcionamiento nocturno y diurno: un
mástil, que permitía elevar una bola móvil
que posiblemente podía iluminarse y
situarse en cuatro posiciones diferentes, y
cuatro mamparas pintadas de negro y
blanco para la combinación de cuatro
signos.
En mayo de 1831 se estableció la línea
Madrid-Aranjuez. La cabecera de línea en
Madrid debía estar en la “Torre de
Lujanes”, “Torre de casa particular frente al Ayuntamiento en la Plaza de la
Villa, adoptada como punto de donde parte en esta corte la línea
telegráfica”. Las torres intermedias estaban situadas en la ermita del Cerro de
los Angeles y en el Cerro de Espartinas, cerca de Valdemoro y la terminal en
Aranjuez en el “Monte Parnaso”.
El éxito del sistema fue importante, pero sólo se envió un telegrama del Rey
dirigido al Ministro de la Guerra.
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Un año después, se puso en funcionamiento la línea Madrid-San Ildefonso,
con torres intermedias situadas en Siete Picos (en lo alto del Puerto de
Navacerrada) y en la Sierra de Colmenar, cerca de Hoyo de Manzanares, en el
lugar denominado El Hoyo.
Ya en este año 1832 se cursaron 580 despachos entre las dos líneas Madrid y
Aranjuez y Madrid y San Ildefonso.
En 1834 se establecieron de manera provisional tres enlaces: uno con
Carabanchel, donde había un lazareto para enfermos del cólera que atacaba a
la capital; otro con el palacio de El Pardo, al que se había trasladado la familia
real con motivo del mismo cólera, y el tercero desde San Ildefonso al palacio de
Riofrío, con una estación intermedia en el cerro de Matabueyes. Las tres fueron
instalaciones provisionales para cubrir necesidades del momento, y su
instalación y funcionamiento demuestran el sentido profesional que daba
Lerena al servicio y lo preparado que estaba para hacerlo.
Además de estos nuevos enlaces, continuaron funcionando las líneas de
Aranjuez y San Ildefonso con Madrid. El total de comunicaciones efectuadas
durante 1834 fueron 1.159.
Este telégrafo estuvo en funcionamiento 6 años desde 1831 a 1836 fecha
en la que se eliminan los telégrafos de los Sitios Reales.
Manuel Santa Cruz, su sistema óptico durante las guerras
carlistas. El Diccionario Fraseológico (1836-1839).
Es durante la primera guerra Carlista cuando
el ejército isabelino estableció una línea de
telegrafía óptica entre Vitoria, Logroño y
Pamplona que rodeaba el territorio carlista.
El inventor del sistema y sus códigos fue el
general Manuel Santa Cruz, Director de
los Telégrafos del Ejército de
operaciones del Norte.
Un original, que es manuscrito, del
Diccionario Telegráfico de Santa Cruz de
1836 se conserva en el Museo Postal y
Telegráfico de Madrid. Consta de 519
páginas y de varios epígrafes interesantes
que sirven de preámbulo al Diccionario:
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Instrucciones para el Régimen interior de los telégrafos del Ejército
recibo y transmisión de las Comunicaciones.
En las instrucciones se puede leer entre otras cosas: que el encargado
de un telégrafo debe detallar los turnos o guardias del personal a su
cargo, designando para ordenanza, el que sea menos apto para el
servicio del anteojo y ejecución de las señales. Así mismo debe explicar
a sus subalternos cuáles son sus funciones y obligaciones respectivas.
Es responsabilidad suya la pronta contestación del mensaje, con
exactitud y rapidez en la ejecución de las señales; de que cuando se
reciba o se transmita una comunicación se haga constar el objeto
esencial de la misma, para ello se utilizará el Diccionario.
Además, el encargado de un telégrafo será responsable de la limpieza
del local en el que se halla situado el telégrafo, y de los enseres y útiles
del mismo. Correrá de su cuenta el abono para reponer cualquier falta o
deterioro de aquellos. También tendrá potestad para hacer cumplir a sus
subalternos las órdenes del Director del Ramo e imponerles una falta
por no cumplir con sus obligaciones. Remitirá, cada 8 días, a su Director
un extracto de todas las comunicaciones recibidas y transmitidas y los
incidentes ocurridos durante este periodo de tiempo.
Índice.
En el que se detallan: las señales abreviadas para las operaciones del
ejército sobre Estella, alfabeto y sílabas, palabras y voces, numeración,
pesos medidas y monedas, formularios y frases, artículos, pronombres y
adverbios, nombres propios, apellidos, geografía, direcciones, detalles
de acciones de guerra, movimientos de las tropas, etc.
Advertencias para el uso del Diccionario, puntos principales:
Se deberá conocer las secciones en que se divide el Diccionario para
encontrar “con prontitud” lo que se busca para preparar cualquier
comunicación.
Primero se buscará en el Apéndice en la sección de formularios, frases,
etc después las combinaciones de artículos, pronombres, a continuación
se pasará a componer sílabas y palabras y esto mismo se efectuará con
los nombres propios, apellidos y direcciones.
Después de compuesta una comunicación se repasará la operación
practicada para evitar cualquier “yerro”. Anotados los números que
componen una comunicación se ejecutará la misma.
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Cuando se reciba una
comunicación no se deberá
copiar literalmente, sino con
el sentido correcto, pues el
objeto principal es hacerse
entender.
Si el que recibía la
transmisión tenía alguna
duda, debía hacer repetir el
mensaje hasta su total
comprensión.
La serenidad para ejecutar las operaciones de componer y descifrar una
comunicación y el repaso de lo que se ha hecho antes de empezar a presentar
las señales, es indispensable par el buen resultado de las comunicaciones.
Al finalizar la guerra en 1839 los telegrafos se abandonaron.
José María Mathé, primer Director General del Cuerpo de
Telégrafos, implanta la red de telegrafía óptica en España
(1844-1854).
En la época conocida, por los historiadores españoles, como la década
moderada, que comprende desde la destitución de Salustiano Olózaga
como Jefe de Gobierno, en diciembre de 1843, hasta la caída, después de
una revolución, del conde de San Luis, en julio de 1854, se irá forjando el
entramado burocrático de un Estado moderno, en el que la
Administración se organiza por departamentos con funcionarios
profesionales, bajo la dirección del Poder Ejecutivo. Ello permitirá la
creación de una red telegráfica que transporte una comunicación rápida y
fiable entre Madrid y las capitales del resto de España.
Aunque en algunos países europeos ya se estaba creando una red de líneas
electrotelegráficas, en España el Gobierno prefirió establecer una red de
telegrafía óptica, debido a la inseguridad reinante en los caminos y se optó por
las torres donde se instalaba el sistema de transmisión, ya que daban más
seguridad que los postes e hilos trasmisores de la telegrafía eléctrica.
El preámbulo del Real Decreto de 1 de marzo de 1844 decía así: "Decidido el
gobierno de S. M. a procurar por cuantos medios estén a su alcance el
afianzamiento del orden público, tan necesario para que los pueblos puedan
disfrutar de una administración paternal y previsora . . .", encarga a la Dirección
General de Caminos establecer un telégrafo que una todas las capitales de
provincia y puntos notables de las costas y fronteras con la capital del reino . El
telégrafo se establecía porque era necesario el orden público. Este telégrafo
óptico iba a ser el único que funcionara con regularidad en España.
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El Director General de Caminos Manuel Varela Límia le encomendó a José
María Mathé del Cuerpo de Ingenieros la puesta en marcha de su telégrafo
instalado en unas torres fortificadas separadas por dos leguas y media o tres y
la implantación de una red telegráfica óptica para toda España de 3
líneas: Madrid-Irún; Madrid-La Junquera por Valencia y Barcelona y
Madrid-Cádiz.
El brigadier José María Mathé tenía una
gran formación, había colaborado en el
telégrafo de Lerena y formado parte de la
Comisión encargada de levantar el mapa
topográfico de España, lo que significaba
que conocía directamente el terreno por el
que iban a discurrir las líneas telegráficas.
Además como militar tenía experiencia para
dirigir a un personal que tendría que
trabajar en condiciones muy difíciles. Por
eso no es de extrañar que ya 1845 Mathé
interviniera tanto en el emplazamiento de las
torres, como en la redacción del
Reglamento, normas para la transmisión, y
en la confección de códigos.
Ejerció José María Mathé el cargo de
jefe de las líneas telegráficas hasta que
en 1847 cesaron al Director General de
Caminos, Varela Límia y entonces solicitó que se le nombrara Director
General de Telégrafos, porque entendía que la Telegrafía debía ser autónoma
y afirmaba que "la administración central del telégrafo y las líneas mismas se
hallan en tanta independencia de Correos como de otro ramo cualquiera del
servicio público, tanto en lo relativo a su personal como en el servicio que
prestan".
Unos días después de su solicitud y, por Real Orden de 14 de junio, se le
comisionó para que se ocupara de la organización del servicio telegráfico,
dentro del Ministerio de la Gobernación, pero con cierta autonomía. En enero
de 1851 fue nombrado Director General, con el título de Director Jefe de las
Líneas, por tanto el primer Director General del Cuerpo de Telégrafos.
José Maria Mathé era consciente de que la red de telegrafía eléctrica estaba
próxima y que la telegrafía óptica tenía poco futuro .Por tanto, a partir del
momento en que comenzó a funcionar la línea de Cádiz, su trabajo estuvo
dirigido seleccionar y formar personas para el establecer una verdadera red
telegráfica nacional.
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El dispositivo telegráfico de Mathé
consistía en una pieza móvil, el
indicador, que podía ascender y
descender libremente por el centro de un
bastidor que tenía tres franjas oscuras,
paralelas, separadas claramente entre sí.
El indicador, mediante una polea o
volante, podía tomar doce posiciones,
diez de las cuales se hacían
corresponder con los números de cero a
nueve, y las otras dos se asignaban a
funciones identificadas por las letras «X«
(repetición) y ”m”, (error). Una posición decimotercera, consistente en esconder
el indicador a la vista (la arriada), se empleaba para separar dos signos (que se
denominaban por ello signos absolutos).
Los mensajes que se transmitían, se cifraban, en la estación telegráfica de
origen y en la de destino se descifraban utilizando un diccionario, sólo los jefes
de la estación término disponían de Diccionario Fraseológico. En cuanto a los
torreros se limitaban a repetir la posición del telégrafo de la torre anterior sin
conocer su significado.
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Como indica el ingeniero de telecomunicación Antonio López Hurtado la
transmisión que se hace hoy día a través de Internet de los correos
electrónicos es como el mensaje del sistema de Mathé. “En el sistema de
Mathé la información consistía en una primera parte, la cabecera, donde se
indicaba la categoría del mensaje, es decir, si era ordinario, urgente, de servicio
interior,…, además indicaba la estación o torre de origen, la de destino final, la
hora, el día, el número de registro del despacho y finalmente se informaba de la
extensión del texto del propio mensaje. A continuación se transmitía el texto del
mensaje, todo ello codificado, lo que constituía el cuerpo del telegrama y
después de la última cifra del texto iba la cola, que era repetición de la
calificación del despacho”.
José Maria Mathé elaboró el Diccionario
Fraseológico Oficial del Servicio
Telegráfico y lo publicó en Madrid, en
1846. El Museo Postal y Telegráfico
conserva dos valiosos ejemplares de este
diccionario en el que se recogen más de
9000 códigos correspondientes a frases o
expresiones.
Esta dividido en dos partes. En la primera
parte, al igual que en el Diccionario de Santa
Cruz, se enumeran los nombres y apellidos
más frecuentes, nombres extranjeros, títulos
y tratamientos, títulos empleos de la Corte,
empleos y corporaciones eclesiásticas,
festividades: historia sagrada, historia
profana, mitología, monedas pesos y
medidas, números quebrados, decimales y
ordinales, tantos por ciento, etc
La segunda parte contiene una instrucción para el uso del diccionario que entre
otras cosas se refiere a que: los Comandantes de línea harán un estudio sobre
los textos de cada capítulo, utilizarán los índices para ahorrar tiempo y trabajo y
podrán exponer al Director General de Telégrafos sus sugerencias para
mejorar los textos del Diccionario y aumentarlos según sus experiencia.
Está última parte está divida en capítulos que corresponden a las instituciones
del nuevo Estado:
La Corona: “Viajes y Salud y de las Personas Reales”.
Correos: “Acuse de partes recibidos”.
Estamento político: “Cortes” y “Dimisión, destituciones y nombramientos
de altos funcionarios”.
Hacienda: “Cálculos, Bolsa, Cambios y Loterías”.
Ejército: “Movimientos de buques de guerra” y “movimiento de tropas en
tiempo de paz”.
Gobernación: “Requisitorias y fechas” y “Conmociones populares”.
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Finaliza con un índice general por orden alfabético de las principales materias
que contiene el Diccionario Fraseológico. Ejemplos:
Disolución de Cortes……………………………………………………………. 7180.
Nacimiento de un príncipe o infante…………………………………………... 5978.
Rumores que circulan en el extranjero, y se comunican al Gobierno…….. 5648.
El factor humano y la vida en la torre.
Los avances tecnológicos de la telegrafía eléctrica en la España del siglo XIX
no hubieran sido posibles sin los empleados del telégrafo óptico. Desde un
primer momento se van a crear dos escalas: una facultativa y otra de servicios.
La primera de ellas formada por oficiales e ingenieros militares y civiles; y la
segunda, los torreros, reclutados entre los sargentos y soldados licenciados del
ejército.
En cada torre estaban destinados dos torreros que se turnaban en el trabajo y
contaban con la ayuda de un ordenanza, que en caso de no poder realizarse la
transmisión, por inclemencias del tiempo, llevaba los mensajes urgentes en
mano hasta la siguiente torre. Eran verdaderos conocedores de los caminos de
nuestra geografía, pues tenían que llegar a la torre siguiente a la que prestaban
servicio en el menor tiempo posible.
Los torreros tenían largas jornadas
de trabajo, desde que amanecía
hasta que se ponía el sol. Debían
estar siempre atentos a los mensajes
de alerta de las torres de vanguardia
y retaguardia, para ello se valían de
dos catalejos. Como los mensajes
que se enviaban eran cifrados, el
trabajo del torrero consistía en
reproducir la posición del telégrafo
emisor y comprobar que la torre
siguiente lo reproducía. Las
condiciones de trabajo eran muy
duras y se les imponían sanciones
económicas por el retraso en la
transmisión. Cobraban unos 300
reales los torreros y 200 los
ordenanzas, llevaban uniforme oficial
que debían pagar de su sueldo y
disponían de un arma para poder
defenderse de los salteadores.
La torre era una pequeña fortificación de acuerdo con su función
gubernamental. Tenían 7 m de lado y 12 de ancho y estaban construidas de
mampostería y ladrillo y, a veces, se pintaban de color ocre. Constaba de tres
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plantas, comunicadas por una escalera
de caracol y una azotea donde se
instalaba el telégrafo. El mecanismo de
transmisión se accionaba desde la
tercera planta. A esta planta estaba
prohibido el paso a toda persona ajena
al servicio telegráfico y tampoco nadie
podía estar presente cuando se
transmitían los mensajes.
A la torre se accedía desde una puerta
situada en la primera planta, por la que
era necesario utilizar una escalera de
mano para adentrarse en su interior. La
planta baja tenía muros gruesos con
tres troneras, en cada lado, como
medio de defensa. Además se utilizaba
esta planta como zona de almacén y
cocina.
Según el documento original “Modelos del utensilio que debe haber en cada
torre telegráfica” conservado en el Museo Postal y Telegráfico eran los
siguientes:
Dos tubos de hoja de lata para las minas.
Un armario de dos cuerpos con cerraduras para guardar los anteojos.
Tres sillas.
Una bomba de cristal con guarnición de latón.
Una pala de hierro con mango de madera.
Un cogedor de madera.
Un brasero de hierro y su badila.
Una tinaja con pie y tapadera.
Un cántaro para agua.
Un armero.
Una mesa de trabajo.
De la red de telegrafía óptica de España, prevista en 1844, sólo se
construyeron tres líneas de torres ópticas:
La primera, desde Madrid a Irún, pasando por La Granja, Segovia, Valladolid,
Palencia, Burgos, Vitoria, Tolosa y San Sebastián constaba de 52 torres, entró
en funcionamiento en 1846 y dejó de prestar servicio en 1855.
La segunda de Madrid a la Junquera, pasaba por Aranjuez, Ocaña, Albacete,
Almansa, Valencia, Castellón, Peñíscola, Vinaroz, Tarragona, Barcelona,
Gerona y Figueras. Se empezó a construir en 1848, el tramo de Madrid a
Valencia tenía 30 torres y entró en funcionamiento en 1849. El tramo Valencia
Barcelona con otras 30 torres no funcionó, sólo entró en servicio Tarragona-
Barcelona, y el último tramo Barcelona-La Junquera tenía 18 estaciones
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telegráficas o torres. Los dos últimos tramos de la línea dejaron de transmitir
mensajes en 1853. La cabecera de línea estaba situada en el edificio de la
Aduana, en la calle Alcalá y la terminal en Valencia en el convento de San
Francisco, después plaza del Ayuntamiento.
La tercera desde
Madrid a la Isla de
San Fernando en
Cádiz. Tenía 59 torres
y pasaba por Toledo,
Ciudad Real, Santa
Cruz de Mudela,
Bailén, Córdoba, Écija,
Sevilla, la Carraca y
San Fernando.
Empezó a construirse
en 1849, aunque las
primeras torres entre
Madrid y Aranjuez
habían empezado a
funcionar dos años
antes para comunicar
la corte con los Sitios
Reales, comenzó a
funcionar en 1850 y dejó de prestar servicio en 1857.
La cabecera de línea estaba situada en el convento de la Trinidad, sede del
Ministerio de Fomento, y en Cádiz en la Torre Gorda, fortaleza que había
utilizado el Coronel Hurtado para su telégrafo 50 años antes.
Además tenían previstas otras líneas: una, de Valladolid a Tordesillas, para allí
dividirse en dos, una para enlazar con Zamora, por Toro, y otra para unir con
Asturias y Galicia, por Rioseco; otra de Burgos a Santander; una tercera, de
Vitoria a Bilbao; la cuarta, de Bailén a Jaén, Granada y Málaga; la quinta, de
Sevilla a Huelva; la sexta, de Albacete a Murcia, Alicante y Cartagena y la
séptima, para enlazar las ciudades de Madrid y Barcelona, por Zaragoza.
Hoy en día encontramos numerosos topónimos a lo largo de la geografía
española de este avance tecnológico. Existen numerosos cerros o montes
que se llaman "del telégrafo" prueba inequívoca de que en su cumbre se alzó
algún día un telégrafo óptico. Sólo en la provincia de Cuenca 10 torres las de
Belinchón, Saelices, Montalvo, Olivares, Valverde, Atajollano, Atalayón, La
Mochuela, Cabeza Quemada y Horcajada están situadas en el paraje “El
Telégrafo”
La red telegráfica no empezó a prestar servicio a los particulares hasta
1855, tres años después de que entraran en servicio los primeros telégrafos
eléctricos, y cuando ya había acabado la década moderada. La consolidación
14. 14
del telégrafo como gran medio de comunicación sentó las bases para el
desarrollo del estado moderno español en el siglo XIX.
Publicaciones sobre telegrafía óptica y proyectos de
rehabilitación de las torres de telegrafía.
Desde que en la década de los 80 el profesional de la Telegrafía, estudioso de
las telecomunicaciones y maestro de muchas generaciones de investigadores
Sebastián Olivé Roig comenzara a identificar las torres en ruinas, que a lo
largo de las carreteras españolas se divisaban, y sobre las cuales se habían
instalado telégrafos ópticos, hasta la actualidad, ha aumentado mucho el
interés de las distintas administraciones sobre este tema, tanto en lo que se
refiere a la publicación de obras de telegrafía óptica, como a la rehabilitación de
torres.
En 1990 Sebastián Olivé publicaba su gran obra “Historia de la telegrafía
óptica en España” pionera en esta especialidad y de obligada consulta para
todos aquellos investigadores que han querido iniciarse en este tema.
Sin embargo, ha habido que esperar hasta los primeros años del siglo XXI para
que esta telegrafía olvidada por la Historia de las Comunicaciones resurja y
haya sido objeto de estudio por parte de historiadores, filólogos e ingenieros
entre ellos: Carlos Sánchez Ruiz que ha estudiado la telegrafía óptica en
Andalucía y Aranjuez, Emilio Borque Soria que ha investigado la telegrafía
óptica militar en las islas baleares, Antonio López Hurtado que ha realizado un
seguimiento exhaustivo de todas las fases de rehabilitación de la torre de
Monterredondo, en Madrid y Jesús López Requena que ha investigado las
torres de la provincia de Cuenca y realizado un inventario de dichas torres.
Sin duda la creación en el año 2004 de la Asociación de Amigos del
Telégrafo de España, ha contribuido de forma decisiva al auge de la telegrafía
óptica. Esta Asociación de profesionales, de carácter nacional, ha promovido la
recuperación del patrimonio telegráfico, prestando asesoramiento técnico en
numerosos proyectos y difundiendo los resultados a través de sus cauces de
comunicación: circulares periódicas, la revista profesional Telegrafistas.com y
manteniendo una sección de telegrafía óptica dentro del menú principal de sus
páginas web: www.amigosdeltelegrafo.es y www.telegrafistas.com
Además, siguiendo esta misma línea, la Asociación de Amigos del Telégrafo y
el Museo Postal y Telegráfico han venido colaborando desde 2005 montando
exposiciones como el “ 150 Aniversario del Telégrafo en España”, celebrada
en la sede del Museo en el Palacio de Comunicaciones de Madrid, exposición
que quería poner de relieve, a través de un centenar de piezas originales, los
orígenes de la Telegrafía y el nacimiento de la telegrafía eléctrica en España y
la importancia del telégrafo como uno de los inventos más importantes del siglo
XIX. El libro catálogo de dicha efemérides, con artículos de especialistas en
historia de las telecomunicaciones, ponía el broche final a este evento.
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A esta exposición siguieron otras de gran importancia en distintas sedes,
Málaga Zafra, León, Barcelona, Murcia-Cartagena y Jaén para poner de relieve
el trabajo llevado a cabo por los telegrafistas, profesionales que implantaron
este sistema de comunicación.
Ambas instituciones están interesadas en recuperación de fondos telegráficos y
en la puesta en funcionamiento de los mismos. Por ello desde 2007 se ha
formado un grupo de trabajo de la Asociación, con sede en el Museo, dirigido
por su presidente Sebastián Olivé para identificación y clasificación de
cartografía y planimetría que trabaja con gran dedicación con la dirección del
Museo.
En cuanto a los proyectos de rehabilitación de las Torres de Telegrafía
óptica se han realizado los siguientes:
De línea Madrid- Irún o línea de Castilla se han rehabilitado dos
torres:
La torre de
Monterredondo- Collado
Mediano - Moralzarzal
número 5 de la que salía un
ramal al Real Sitio de San
Ildefonso. Constaba el ramal
de tres torres una en
Navacerrada el paraje “el
Telégrafo, en el cerro de
Matabueyes y en el Palacio
de la Granja. En septiembre
de 2007 se comenzó su
restauración y un año
después estaba concluida.
El ingeniero Antonio López Hurtado ha realizado un seguimiento exhaustivo de
la restauración, encargado por la Asociación de Amigos del Telégrafo, cuyo
resultado ha sido magnífico, coincide con el aspecto original de la torre y
dispone de una réplica del telégrafo de Mathé.
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La torre de Martín
Muñoz en Adanero
(Ávila) número 11. Su
restauración finalizó en
2003, gracias a la
iniciativa de la Fundación
Telefónica y al patrocinio
de Telefónica Móviles.
Colaboraron la Junta de
Castilla y León, el
Ayuntamiento de
Adanero, así como la
familia propietaria del
terreno. Se realizó una
rehabilitación integral para devolver al edificio su aspecto original y en la
azotea se colocó una réplica de telégrafo óptico, sólo de carácter ornamental.
En el interior la torre dispone de unos paneles explicativos sobre la telegrafía,
pero no se puede visitar.
De la línea Madrid la Junquera pasando por Valencia se ha
rehabilitado una torre
La torre del Campillo en Arganda, número 4. Se encuentra en el paraje
llamado El Telégrafo y en su restauración han intervenido la Dirección
General del Patrimonio histórico de la Comunidad de Madrid, y la parte interior
de la torre, museo, ha intervenido el Ayuntamiento de Arganda del Rey a
través de la Escuela Taller Román Aparicio, y del archivo municipal, así mismo
ha contado con el asesoramiento técnico de la Asociación de Amigos del
Telégrafo.
La torre en su interior está amueblada con réplicas del mobiliario original y de
los instrumentos y maquinaria que los torreros necesitaban para realizar su
trabajo, según los planos originales facilitados por el Museo Postal y
Telegráfico.
Dispone también de
una escuela de
torreros para formar a
los visitantes en la
difícil transmisión del
sistema de telegrafía
óptica. Las prácticas
se realizan mediante
dos réplicas a escala
reducida del telégrafo
de Mathé y unos
paneles que explican las instrucciones para comunicarse. Todo ello responde a
un programa museográfico con elementos didácticos para difundir los fondos
telegráficos.
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La torre del Campillo en Arganda se terminó de restaurar en junio de 2008 y se
inauguró el 16 de octubre de 2009.
Por último, es de destacar que el día 15 del pasado mes de mayo la
Diputación Provincial de Cuenca hizo pública su intención de solicitar al
Gobierno de Castilla-La Mancha el reconocimiento de las torres de telégrafo
óptico como Bien de Interés Cultural, con la finalidad de promover su
conservación y la posibilidad de utilizar socialmente este Patrimonio, que
guarda la provincia, ya que conserva al día de hoy el mejor conjunto de torres
de telegrafía óptica civil del país.
Bibliografía
LOPEZ HURTADO, A. La telegrafía óptica y la torre de Monterredondo.
LOPEZ REQUENA, J."El progreso con retraso. La telegrafía óptica en la
provincia de Cuenca" Diputación de Cuenca. 2010.
MATHE ARANGUA, José María. Diccionario Fraseológico Oficial del Servicio
Telegráfico. Madrid. 1846.
OLIVÉ ROIG, S. Historia de la telegrafía óptica en España. Madrid: Ministerio
de Obras Públicas y Transportes: 1990.
OLIVÉ ROIG, S y MARTINEZ LORENTE, G. “La prehistoria de las
Comunicaciones”. La telegrafía óptica en España cumple 200 años” Revista
MOPTMA. Nº 440. Marzo 1996.
OLIVÉ ROIG, S. “Distintas etapas de la telegrafía óptica en España”.
Cuadernos de Historia Contemporánea, 2007. págs 19- 34
OTERO CARVAJAL l. E El telégrafo óptico.
SANCHEZ RUIZ, C. La telegrafía óptica en Andalucía. Sevilla: Consejería de
Obras Públicas y Transportes: 2006.
SANCHEZ RUIZ, C. La telegrafía óptica en Aranjuez. Aranjuez: Ayuntamiento:
2008.
SANTA CRUZ, M. Diccionario Telegráfico. 1836
WEBS:
Asociación de Amigos del telégrafo de España.
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Índice de imágenes:
1) Torre y sistema telegráfico de Chappe.
2) Sistema telegráfico de Betancourt.
3) Sistema telegráfico de Lerena en la Torre de Luján.
4) Diccionario Telegráfico de Manuel de Santa Cruz.
5) Mapa de las líneas donde estaban las torres telegráficas con el sistema de
Manuel Santa Cruz de Vitoria a Pamplona, con cerco sobre Estella la capital
carlista.
6) Fotografía de José María Mathé.
7) Sistema Telegráfico de José María Mathé.
8) Sistema Telegráfico de José María Mathé en la Real Casa de Postas.
Madrid.
9) Diccionario fraseológico de 1846.
10) Plano de las dimensiones de la torre en pies de Burgos. El plano está
firmado por Mathé en Barcelona, en noviembre de 1848.
11) “Modelos del utensilio que debe haber en cada torre telegráfica” 1848. 7. 0.
12) Mapa de las 3 líneas de telegrafía óptica.
13) Rehabilitación torre de Monterredondo. Madrid.
14) Rehabilitación torre de Adanero. Avila.
15) Grabado de una Escuela de torreros.