1. 1). El laico ha de buscar la
secularidad o inserción plena "en
el corazón del mundo", es decir, en
el orden temporal o ciudad
terrena
2). El laico debe ser fermento
evangélico con el espíritu de las
bienaventuranzas, como
exigencias del bautismo y del
mandato del amor.
3). El laico debe asumir la
responsabilidad específica, como
«derecho y deber» que deriva de
la peculiar participación en el
profetismo, sacerdocio y realeza
de Cristo.
4). El laico está enviado a vivir y
actuar en comunión eclesial como
miembro peculiar del Pueblo de
Dios, partícipe “en la misma
misión de la Iglesia”
Área de Religión
Hacer cada día el mundo más
cristiano y más humano. Tiene
que conseguir que se respete las
leyes divinas, un mundo en el cual
reine la justicia, la paz, la
comprensión, esto lo conseguirán:
Con el testimonio de su vida
Con el apostolado
Con su influencia en las
estructuras
2. En 1962, en la celebración del
Concilio Vaticano II, uno de los
temas obligatorios y centrales fue
restituir al laico su lugar
imprescindible en la actividad de
la Iglesia Católica, para que los
laicos no sólo fueran objeto de la
evangelización sino protagonistas
y responsables de esta tarea; de
ahí surgió el Documento del
Concilio llamado «Apostolicam
actuositatem», del papa Pablo VI,
que está dedicado al laico.
Los laicos son los fieles
cristianos que viven en medio
de la sociedad, y tienen como
principal misión la
santificación de todas las
realidades terrenas o
temporales (la familia, el
trabajo, el deporte, la cultura,
la economía, la política, el
entretenimiento, el descanso,
etc.) Ordenándolo todo para
la gloria de Dios.
La formación de laicos es una
prioridad de máxima urgencia
para nuestra Iglesia. La formación
entendida como el logro
progresivo de un modo de ser, de
sentir, de pensar y de actuar,
personal y comunitario, que sea
profundamente cristiano. Una
formación para estar en forma
cristiana, para una mayor calidad
en nuestra vida cristiana, para
dar más y mejores frutos.