La censura onírica desfigura los sueños para ocultar deseos reprimidos e inconscientes que amenazan con perturbar el sueño. La censura opera eliminando, modificando o reagrupando elementos del sueño para ocultar deseos que contradicen las tendencias éticas, estéticas o sociales del yo despierto. Cuanto más intensos sean los deseos censurados y más rigidez tenga la censura, mayor será la desfiguración del sueño. La interpretación de los sueños puede revelar los deseos censurados detrás
1. 9ª. Conferencia. La censura onírica
Los sueños son eliminaciones de estímulos psíquicos, perturbaciones del dormir
por la vía de la satisfacción alucinada.
Un sueño comprensible revela ser el cumplimiento alucinado de un deseo.
Las operaciones fallidas son sustitutos desfigurados de un contenido desconocido
que tiene que reconducirse por medio de la indagación y la comprensión de esta
desfiguración onírica.
La desfiguración onírica es aquello que se nos hace ajeno e incomprensible del
sueño.
Opera la censura en el sueño cuando concuerda con un discurrir continuado, una
fantasía diurna, pocas rupturas, lagunas del contenido.
Los sueños se sacrifican a la censura, la censura onírica a la que ha de atribuirse
una cuota de participación en la desfiguración onírica.
Las lagunas son culpa de la censura.
Hay una manifestación de la censura cuando el elemento onírico es recordado de
manera particularmente débil, imprecisa y dudosa entre otros elementos perfilados
con mayor nitidez; la producción de atenuaciones, aproximaciones, alusiones en
lugar de lo genuino.
Un tercer desplazamiento de la censura onírica es el del acento, que es uno de los
recursos principales de la desfiguración onírica y presta al sueño aquella ajenidad
en virtud de la cual el soñante mismo no querría reconocerlo como producido por
él.
Omisión, modificación, reagrupamiento del material son los efectos de la censura
onírica y los medios de la desfiguración del sueño.
2. Alcanzar el elemento onírico desde el inconsciente choca con la resistencia que
puede ser de diversa cuantía; cuando es grande hay que seguir paso a paso
largas cadenas de asociación a partir del elemento. Se presentan como
objeciones críticas contra la recurrencia.
La resistencia a la interpretación es solo la objetivación de la censura onírica y
prueba que
la fuerza de la censura no quedó agotada cuando se produjo la
desfiguración del sueño.
Es variable la intensidad de la resistencia frente a la interpretación de cada
elemento, también resulta de cuantía diversa la desfiguración provocada por la
censura en cada uno de los elementos en el mismo sueño.
Las tendencias que ejercen la censura son las que el soñante admite despierto en
su actividad judicativa y con las cuales se siente consustanciado.
Las tendencias contra las cuales se dirige la censura onírica son de naturaleza
enteramente repudiante, chocantes en el aspecto ético, estético o social, cosas en
las que nisiquiera se osa pensar o que se piensa con repugnancia.
El yo propio aparece en todo sueño y en todo sueño desempeña un papel
principal, aunque sepa ocultarse muy bien en lo que hace al contenido manifiesto.
Este sacroegoísmo del sueño
no deja de relacionarse con la actitud que se
adopta para dormir, que consiste en el retiro del interés respecto de todo el mundo
exterior.
Ese yo desembarazado de todo freno sabe avenirse a todos los requerimientos del
deseo sexual, aquellos que han merecido el juicio adverso de nuestra educación
estética y aquéllos que contradicen todas las restricciones éticas. El ansia de
placer (la libido) escoge sus objetos sin inhibición y da preferencia a los
prohibidos.
Apetitos que creemos lejos de la naturaleza humana demuestran fuerza suficiente
para excitar sueños al igual que el odio. Estos deseos censurados parecen subir
de un verdadero infierno; tras la interpretación, en la vigilia ninguna censura
parece suficientemente buena contra ellos.
3. El sueño tiene la función de preservar las perturbaciones al dormir. Ciertos sueños
pueden reconocerse como satisfacción de deseos legítimos al dormir y de
urgentes necesidades corporales. Estos no tienen ninguna desfiguración onírica
ya que no ofenden las tendencias éticas y estéticas del yo.
La desfiguración onírica es proporcional a dos factores ya que por una parte se
vuelve tanto mayor cuando peores son los deseos que han de censurarse y, por
otro lado, cuanto mayor es la rigidez con la que se presenten las exigencias de la
censura en ese momento.
La existencia de los procesos anímicos inconscientes está sujeta a determinismos
y pueden dejarnos perplejos que sientan dentro de sí exactamente lo contrario del
deseo que se les apuntó, y puedan demostrar por su conducta en la vida el
predominio de eso contrario.
La desfiguración onírica es una consecuencia de la censura ejercida por
tendencias admitidas del yo contra mociones de deseo cualesquiera, chocantes,
que se agitan en nosotros por las noches mientras dormimos.
Los deseos oníricos que quieren perturbarnos mientras dormimos
no son
desconocidos, únicamente por la interpretación del sueño nos enteramos de ellos;
es preciso definirlos, por tanto como inconscientes.