1. Trinidad: el Dios vivo del amor. El Dios crucificado de la compasión, el Dios liberador de la vida, José Arregi Texto: Juan 3, 16-18. Santísima Trinidad. Comentarios y presentación: Asun Gutiérrez.
2. Entiende la Trinidad, quien ofrece amistad, quien construye humanidad, quien cultiva el perdón, quien promueve solidaridad, quien lucha por la justicia, quien acompaña en procesos de liberación, quien no vive para sí mismo, quien se gasta por los demás, quien es capaz de dar vida y dar la vida.
3. Los tres versículos que leemos forman parte de la entrevista nocturna entre Jesús y Nicodemo (Jn 3,1-21). Nicodemo es fariseo, pertenece al grupo judío que busca la perfección personal en la estricta observancia de la Ley. A este hombre dominado por la Ley, Jesús le habla de otra Realidad, de otro mundo, de otra perspectiva, de nacer de nuevo, del amor de Dios...
4. 16 Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Dios es amor. El Dios que ama tiene como único designio la salvación y la vida. El amor es la única definición que podemos entender y experimentar acerca de Dios. Un amor singular y personal, un amor, a la vez, universal. La palabra “mundo” indica la amplitud universal del proyecto de Dios. El proyecto de Dios es que el mundo entero, y cada uno de nosotros, tenga vida auténtica, digna, plena, libre, eterna... Cuenta con nosotros para realizar y completar su proyecto. ¿Qué entrego yo para lograrlo?
5. 17 Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Todo se deriva del amor del Padre a la humanidad: por eso envía a su Hijo, y nos envía a nosotros, no para condenar, sino para dar vida y salvar. La salvación es creer en Jesús. Creer en Él es tener vida eterna, vivir ya, desde ahora, algo nuevo y definitivo. En las palabras y obras de Jesús conocemos cómo es Dios: amor, acogida, comprensión y ternura. Que nuestras palabras y nuestras obras den a conocer a Jesús, y, con Él y como Él, salvemos al mundo del egoísmo, la injusticia, la insolidaridad, la falta de amor..., de todo lo que impida a las personas ser libres y felices.
6. 18 El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. La oferta de vida eterna está abierta para todos. La fe es la respuesta con la que libremente acogemos ese don gratuito. ¿En qué Dios creo? ¿Quién es Dios para mí? ¿Un Ser supremo, lejano... o un Padre/Madre, Hermano, que nos quiere, nos acompaña, nos llena la vida? No es indiferente la imagen que tenemos de Dios. De ella depende en gran parte nuestra relación con Él y con los demás: de esclavos o de hijos y hermanos. Nuestra fe consiste en vivir como hijos y hermanos movidos por el Espíritu. El Espíritu de Jesús es quien da la fuerza y la ilusión para amar, para luchar por la justicia y para construir un mundo mejor para todos.