La educación se despliega en una serie de configuraciones por medio de metáforas que actúan como datos indiscutibles, dando lugar a numerosas lecturas disonantes y análogas del qué y el por qué de su acontecer. Desde aquí nos proponemos reflexionar sobre las consecuencias de este acontecer, nutridos de la riqueza discursiva construida en una investigación etnográfica que ha generado discursos desde y en la marginalidad, entendida esta como un fenómeno inherente a la propia estructura de la sociedad o como un fenómeno accidental que la educación corrige. Desde estas consideraciones, la responsabilidad del acto educativo como práctica que des-vela las localizaciones que habitan en el devenir, pone en jaque las premisas de la construcción de saberes como acción social o como la oportunidad del oprimido para re-conquistarse en forma reflexiva. Así, desde una localización encarnada, un devenir como “ascenso”, basado en la propia fuerza y en el uso de cuerdas y empotrados, el acto educativo adquiere otras connotaciones. ¿Qué resultado se obtiene? si des-cubrimos que: “nos sentimos menos, pero nos sentimos más orgullosos de ellos, qué sean más que uno, que lleguen más alto”; metáforas que desempeñan un papel insospechado en el acontecer educativo, constituyendo nuestra responsabilidad el develarlas.