Mucho se ha escrito ya sobre la importancia de las metodologías activas de aprendizaje para lograr las metas educativas que buscan tener un impacto más allá de la obtención de unas notas numéricas1. También es común encontrar textos que defienden el juego2 como estrategia de conocimiento útil, y que destacan la enseñanza a partir de problemas3. Desde nuestra posición como docentes, no somos ajenos a estos intereses y nuestro compromiso hace que no le temamos a lo nuevo ni a los riesgos; pero precisamente nuestra preocupación constante ha sido cómo llevar a la práctica esas ideas sobre las que tanto han escrito los teóricos de la educación y cómo a través de dichas actividades podemos apoyar al estudiante en su proceso de formación para la práctica del derecho, en el caso que nos ocupa. El presente artículo pretende contar la experiencia que por varios años hemos tenido los profesores del curso Argumentación I: Lógica y Retórica de la Facultad de Derecho de la Universidad de Los Andes. Es apenas una mirada. Y para narrarla, decidimos usar como esquema algunos elementos de la estructura misma de nuestra carta de navegación: el programa del curso, que está organizado así: justificación, objetivos, metodología y evaluación. Adicionalmente, incluimos un marco teórico que pretende mostrar de dónde surgen los propósitos de aprendizaje y los elementos analíticos de la reflexión que se deriva de la clase. Nuestro interés no es más que ilustrar a la comunidad académica un proceso de enseñanza-aprendizaje que nos ha dado buenos resultados en términos formativos, como manifiestan los mismos estudiantes y los docentes que han tenido la oportunidad de conocerlo.