(2024-05-07). ANTICONCEPCIÓN EN ATENCIÓN PRIMARIA
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1. Quijada
Medicina Ocular
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¿Qué son el pterigion y la pingüécula?
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El pterigion y la pingüécula son crecimientos carnosos en la superficie ocular. Se trata
de un proceso anormal pero benigno que puede producir irritación y alteraciones en la
visión.
Existen diferencias entre estas dos anomalías. El pterigion se presenta como una tela en la
conjuntiva (membrana mucosa trasparente) que cubre la esclerótica (zona del ojo llamada
comúnmente ‘el blanco del ojo’) y la pingüécula lo hace en forma de bultito (de aspecto similar
a una lenteja o a un grano de arroz) sobre la conjuntiva.
El pterigion es un crecimiento triangular sobre la conjuntiva. Se forma una delgada película que
puede extenderse hacia la córnea. En algunos casos esta fina membrana crece tanto que
puede llegar a interferir en la visión. No se sabe a ciencia cierta qué lo produce, pero suele
aparecer en aquellas personas que pasan mucho tiempo al aire libre, en climas secos,
ventosos y soleados. Hay factores ambientales que parecen influir en la aparición del pterigion:
contaminación ambiental, polvo, largas exposiciones a la luz solar y la irritación ocular crónica.
El factor genético también puede provocar su generación.
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La pingüécula, además de diferir del pterigion en aspecto y forma, ya que se trata de una
protuberancia o mancha amarillenta, difiere en crecimiento; normalmente aparece situada
también sobre la conjuntiva, en un área cercana a la nariz, pero no crece hacia la córnea y por
lo tanto no afecta a la visión.
La pingüécula se origina por la acumulación de proteína, grasa o calcio. Los factores
ambientales también pueden favorecer su creación pudiendo hasta provocar una pingüeculitis
debido a su inflamación. Es habitual que las personas que padecen esta anomalía tengan
alrededor de 40 años, aunque es posible que se origine en personas de entre 20 y 30 años.
Los síntomas ante estas dos anomalías oculares pueden ser: sensación de tener arenilla o un
cuerpo extraño en el ojo afectado, ardor, picazón, sequedad, visión borrosa y enrojecimiento
(normalmente en el proceso de crecimiento del pterigion).
En la pingüécula, en la mayoría de casos, no es necesario aplicar ningún tratamiento. Solo en
aquellos pacientes que noten irritación, el oftalmólogo puede recetar algunos colirios
antiinflamatorios.
En el caso del pterigion, en aquellas personas en las que ha crecido lo suficiente como para
alterar o amenazar su visión, debe extraerse quirúrgicamente. Es posible que una vez extraído,
reaparezca. Por tanto el oftalmólogo recomendará tomar ciertas medidas como llevar una
protección adecuada contra el polvo y contra la luz ultravioleta, además de aplicar lágrimas
artificiales.
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