1. AULAS INTELIGENTES
A manera de cuento.
Hace muchos años, a comienzos del siglo XXI, apenas el 5% de la
humanidad utilizaban las computadoras, bien en sus lugares de trabajo
o bien en las escuelas. Las computadoras eran un bien preciado por
unos y odiado por otros. Pero todos querían usarlo. Recuerdo bien
cuando papá compró su primer autoplain, casi no le alcanza la cuadra
para aterrizarlo sin piloto automático. Todo el mundo se lo dijo, pero
el manifestó que quería conducir a la antigua, cuando todo el mundo
podía tomar el timón y “saborearlo” entre sus manos. Papá dice que
“todo tiempo pasado fue mejor”, que cuando él era chico por allá en
los años 20 del S.XXI cada quien tenía la libertad de conducir manual
o automático. Que eso de dejarle a las máquinas el trabajo pesado y
rutinario no iba con él. Que las máquinas si estaban allí para
ayudarle a los hombres a tomar decisiones, pero no para crear. Ellas
jamás tendrían el talento creativo del ser humano. Que en su escuela
había habido muchas máquinas, pero casi nadie sabía qué hacer con
ellas porque estaban encerradas en unos salones o laboratorios de
informática y que la llave la manejaba un gurú. Si el gurú quería
prestaba la llave y si no, no. Y todo el mundo se quedaba “varado” si
el gurú no quería. Pero, cuenta que un día, la escuela amaneció
pintada de muchos colores y que habían una paredes con closets
amarillos. Todo el mundo se reunió alrededor de los closets para saber
qué contenían. Cuando llegó el director acompañado del Secretario de
Educación y de la Ministra y llamó al niño más joven de la escuela -
que era mi papá- y le dijo: “pón tu pulgar aquí y coloca tu
mandíbula aquí para que se pueda leer tu pupila”. El niño obedeció e
inmediatamente, “ábrete sésamo!” con un leve chasquido se abrió el
gabinete amarillo: no se sabe de dónde salió una silla y bajó sobre
una plataforma un ordenador. El director le dijo: siéntate. Mi papá se
sentó y tocó la pantalla. Una voz metálica le habló: “Hola Jorgito,
¿cómo estás?”. Mi papá que a sus cinco añitos que ya era avezado en
el asunto de las computadoras le respondió: “mejor que tú”. Todo el
mundo rió de la ocurrencia del niño. A partir de ese día en la escuela
las paredes de amarillo fueron el significado de “computadoras al
viento”. Todo el mundo podía usarlas sin permiso del gurú. No había
una pared sino tres y cuatro. No había paredes para los más grandes ni
para los más pequeños, habían máquinas para todos. Que si había
NooRed? Sí, había una cosa primitiva llamada internet. Se llamaban a
sí mismos la sociedad del conocimiento. Mi profesora dice que eso fue
el inicio de nuestra Era Noozoíca. ¿Hoy? Me preguntas que cómo es hoy
si salón de clase? Como decirtelo... es un aula inteligente.
Bueno lo primero que se superó fue eso de una estación de trabajo por
cada estudiante, resultaba mamotrético e incómodo. Lo primero que
hicieron fue enseñarnos a trabajar en equipo; trabajando en equipo
sólo necesitamos un portátil que llevamos a donde necesitamos
trabajar. Si vamos al huerto escolar allá podemos llevar el portátil y
trabajar con los datos que nos generan las plantas y otros
instrumentos. Por ejemplo, tenemos una báscula conectada al portátil y
así podemos pesar varias frutas y obtener su promedio de crecimiento
con el nonio escanógrafo 3D. Estuvimos en la sala de música y pudimos
grabar los ensayos y hacer unas pruebas de sonido antes de obtener un
master que nos iba a servir de fondo para la entrevista que se pasaría
por la radio webscolar. En el estudio de la emisora pudimos conectarle
dos amplificadores y utilizando un software de míxeres hicimos el
guión técnico de efectos y los cortes antes y después de comerciales.
Claro nuestros comerciales son una invitación a un concierto de
2. megaláctica que se reproducirá en la estratosfera para cientos de
países. Días antes estuvimos en la clase de física y fuimos a un
parque acuático cercano al colegio y pudimos grabar las ondas de cada
una de las piscinas y luego compararlas con un software de “Fisics
Labs.” Se hicieron predicciones acerca del comportamiento del agua
estancada en recintos pequeños y grandes y pudimos explicar el efecto
de las mareas y simular un pequeño “niño” con las corrientes de la
piscina más grande. Ni qué decirte de la clase de idiomas, nos
grabamos y escuchamos entre nosotros mismos, la profesora y el
software de pronunciación nos ayudan a mejorar nuestra acentuación y
fonación. Hemos trabajado en la zona verde las clases de idiomas
refiriéndonos a todas las cosas que vemos y guardando las
pronunciaciones; más tarde construiremos oraciones con las palabras de
las cosas que vimos en nuestro recorrido. De matemáticas ni qué
hablar: no tenemos un solo profesor. Entramos a la Noored y tenemos
conferencias pregrabadas de muchos profesores de muchas partes en
muchos idiomas. Si no le entiendo al uno paso al otro y de paso repaso
mi inglés o mi francés e incluso hasta algunos las ponen en chino. Lo
mejor, es que si no entiendo una parte de un tema, llamó la ayuda y
ésta nos propone varias formas de colaborarnos: a través de una charla
dirigida en directo con un tutor, con una charla dirigida por un tutor
inteligente, a través de ejercicios de repaso y refuerzo o con un
programa de “medio paso”: él hace la mitad y yo la otra. En todo caso
no entiendo porqué a mis abuelitos les costaba aprender las
matemáticas si son lo más de fáciles. El otro día en la izada de
bandera, algunos cursos se demoraban en llegar y cuando comenzaron a
llegar se amontaron en la parte de atrás atascados. El profesor de
matemáticas me pidió prestado el ordenador portátil de mi grupo y me
dijo que abriera una aplicación de grafos y simulara un camino de
evacuación, como hacemos con el proyecto de emergencias y prevención
de desastres. En un santiamén teníamos una gráfica que nos mostraba el
camino que debían seguir los estudiantes que llegaban tarde para no
importunar a los demás ni quedarse atorados en la entrada del patio.
Ese portátil lo usamos en todo lado. Hace algunos días en un foro de
los que se hace en la escuela no se podía realizar una presentación
porque se había ido la corriente eléctrica y se iba a dar una
teleconferencia con un concejal de la ciudad. Pues pusimos los
portátiles en red e hicimos una ubicación de las máquinas como
formando un pentágono y en cada uno de los nodos se sentó un grupo de
asistentes. La gente vio la presentación y luego escuchó al político;
pero lo mejor, ya estaban organizados en grupos de trabajo, hicieron
sus comentarios, los escribieron y se los mandaron por correo a los
otros grupos. Los otros grupos recibieron sus apreciaciones y se
elaboró un borrador de documento en línea; igual que hacemos nosotros
en clase. Finalmente uno descubre que la gente adulta se comporta como
niños frente a esas máquinas.
Ah, sí. El aula inteligente. Qué cómo es? Pues simple, es toda la
escuela.