6. ÍNDICE
PRESENTACIÓN
Luis Izquierdo Vásquez 17
EXORDIO
Marco Martos Carrera 19
PRÓLOGO 21
La cuentística de Francisco Izquierdo Ríos.
Fuego y reflexiones
Gladys Flores Heredia
CRITERIOS DE LA EDICIÓN 29
ANDE Y SELVA
Prólogo 33
Ande
La sombra 35
Noche de luna 36
La gallina 37
Las garzas 39
Canción de despedida 41
Fiesta 42
El shihuín 44
Los danzantes de Levante 46
La madre del oro 47
7. 8 Cuentos
Minga 49
La procesión de rogativa 51
Las aradas 53
Siembra 55
Fayna 57
Puna 59
El viejo arriero 61
Selva
La paloma 64
La lechuza 66
Los paucares 67
El poema de las naranjas 69
Las ciruelas 71
El Chullachaqui 73
Deslumbramiento 78
El tunchi 79
Mi casa (poema lejano) 84
Después del aguacero 88
Río Huallaga 89
La balsa 92
La pesca del río Saposoa (escena antigua) 95
La llocllada 101
Vocabulario 105
TIERRA PERUANA
Dedicatoria 113
Dos palabras 115
Esta es tu patria, muchacho 117
Ronda peruana 123
Mi patria 124
El rocío 124
El Víctor Díaz 125
8. 9Francisco Izquierdo Ríos
La paloma 125
Los gallitos 125
El becerrito 125
El arbolito 126
La mosca 126
Jesucristo murió... 126
Refrán 127
El gorrión y doña Leoca 127
Anhelo 127
Don Jonás y su sobrino Manuelito 128
El río 129
Buen amigo 129
Luna llena 130
El Marañón iluminado 130
La tuna 131
El flautero 132
La luna 133
Canción de luna verde 133
El árbol del pan 134
Las estaciones 135
El lucero 136
Madre mía 137
La lluvia 137
El monito y las avispas 138
Acuarela 139
Los tres niños (en el patio de una escuela) 140
El alcalde 141
Los danzantes 142
Los quintes 143
El descubrimiento de América (en el patio de una escuela) 144
Mamerto y los pavos 145
El caballito del diablo 146
La mariposa azul 147
9. 10 Cuentos
El capullito de huimba 148
En la baranda del puente 149
Primavera 149
La araña 150
La canción del niño pescador 151
El cerezo 152
La flor de la tuna 153
El granizo 154
La canción del niño campesino 156
La balada del “calla, calla” 157
Tres momentos de Selva 158
La niebla 159
La aldea 160
En el cumpleaños del maestro (en el patio de una escuela - los niños
están formados) 161
La muerte de Pedro Rojas 163
El niño 164
El gallinazo 166
Invitación al niño 168
La pastorita 170
El cacho 172
Eclipse 173
Noche de luna nueva 174
La lorerita 175
La canción del wancawí 177
El provincianito y el gorrión 179
En el Día de la Raza 180
El tinterillo 183
Roberto, el cazador alegre y afortunado 186
El indio (fantasía serrana, representable) 188
Un examen 191
El árbol 194
Los animales y el domingo 196
Las garzas 198
10. 11Francisco Izquierdo Ríos
Elegía a la muerte de Sheba 201
La lluvia canta en las bandejas 203
La chacra escolar 205
TIERRAS DEL ALBA
Tierras del alba (Francisco Izquierdo Ríos) 209
Los agregados de tayta Uva 213
Vocabulario 223
SELVA Y OTROS CUENTOS
Selva 231
Lindaura Castro (Al escritor y poeta boliviano Moisés Fuentes Ibáñez) 235
Bernacho 245
Vocabulario 253
CUENTOS DEL TÍO DOROTEO
Tío Doroteo 257
El lucero y la luna 258
El gobernador de Bagua y el pájaro “quién quién” 259
La bola de queso 260
Los liclics y Dios 261
Pájaros que hablan 262
El venadito de oro 263
La garza sabia 265
El cerro de Angaisa 266
Mama Jashi y los zorzales 268
El hitil 269
El pájaro holgazán 271
La ciudad encantada 273
El duende 275
El tuhuayo y la luna 277
La paloma encantada 279
11. 12 Cuentos
El judío errante 281
El señor cura de La Jalca y el pájaro “quién quién” 283
Taita Cashi 285
Braulio Cullampe 287
La serpiente de piedra 289
El cholo Marcelo 291
La boa mansa 293
El hombre de piedra que hace llover 295
La mujer del oso 297
Aventura 299
MAESTROS Y NIÑOS
Prólogo 303
Mateo Rojas, el maestro 305
La bandera, flor del pueblo 308
Jardín 309
Escolar andino 310
EL ÁRBOL BLANCO
Credo 315
Prólogo 317
“El árbol blanco” y el pequeño lector (por Sebastián Salazar Bondy) 319
Mamá Puma y José Yataco 321
El gallito imprudente 322
Justino y el cóndor 324
Tito y el caimán 325
Jacobo Ronco 327
El gavilán y los pipitis 329
El tucán 331
La reina de los salvajes 333
El tatarabuelo 335
Zenón, el pescador 337
12. 13Francisco Izquierdo Ríos
El cerro de los agüelos 339
El valle de Jelach 347
Odín 350
El árbol blanco 355
Rumiyacu 364
El macho 369
Roberto Tamarí 373
Los niños pájaros 383
Pancho (Mario Florián) 389
LOS CUENTOS DE ADÁN TORRES
El gorrión 393
Miedo (A Mario Florián) 396
Leíto 398
Lámpara de aceite (A José Felipe Valencia-Arenas) 402
Los Garay 404
Tango 406
Ladislao, el flautista 408
Cuento de Navidad 410
Una luz en la noche (Toda ciudad tiene sus historias, su historia) 412
El gallo (A Antonio Cornejo Polar) 413
Pablo Lucero 416
Bajo la lluvia 418
Páramo 422
Selva (A Arturo D. Hernández) 424
Los cuentos de Adán Torres 428
Florencio Urquía (A Jorge Flores Ramos) 430
Penumbra (A Esther M. Allison) 435
Linorio 439
La mujer del cementerio (A Hermann Buse) 441
Agua de mar 443
La fuente del amor y del odio 448
La maestra de la Selva (A Ciro Alegría) 450
13. 14 Cuentos
Terencio 455
Cuentecillos 457
El vendedor de pájaros 462
Elodía 464
EL COLIBRÍ CON COLA DE PAVO REAL
Cuentos para niños. Credo 471
El colibrí con cola de pavo real 473
Don Corsino 476
La montaña 479
El bagrecico 485
GAVICHO
Gavicho 493
SINTI, EL VIBORERO
Cielo sin nubes 505
Elvira de Aguirre 510
Higos Urco (A Nicanor Sánchez Angulo) 513
Uquihua (A Samuel Montalván) 516
Faqui Tuanama (A Jorge Castro Harrison) 521
Sinti, el viborero 526
Morengo 531
Tancredo Agama 536
El último puñete 541
Pascana 544
Un empleado público 547
Ovejía 551
Cuentecillos (A Francisco Bendezú) 560
El rebelde 566
Yermo (A Alfredo Rocha Zegarra) 573
14. 15Francisco Izquierdo Ríos
VOYÁ
Bosque 579
Las lomas de Lachay 581
Lunapillopinto (A Juan Mejía Baca) 586
Los primeros zapatos 589
Niebla 592
Madre Paloma 595
Un pariente de Albert Camus (A José Felipe Valencia-Arenas) 598
Lluvia en la carretera (A Marcelo Martínez) 601
No es él, Ishaco (A Felipe Rivas Mendo) 606
Bushilo (A Alejandro Zamora Riva) 610
Dos lolos 613
El caimán negro (A Carlos Jarria) 619
Bujama (A Silvia, mi nieta) 621
Noche de víboras 626
Barrio 628
Los decentes 630
Soledad (A Róger Rumrrill) 637
Puscas 639
Voyá (A Juan Francisco Valega) 642
Increíble 644
Las solteronas 646
Un pariente de Atahualpa (A Luis Ccosi Salas) 649
Buscando trabajo 659
Madera (A Pedro Lovatón) 661
CRONOLOGÍA DE FRANCISCO IZQUIERDO RÍOS
Gladys Flores Heredia / Jorge Kishimoto Yoshimura 663
15.
16. Presentación
Como rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, es para mí un
honor especial presentar los Cuentos Completos de Francisco Izquierdo Ríos.
Digo un honor porque precisamente en el centenario de su nacimiento, lo
vemos renacer a través de la publicación de sus cuentos. Para quienes no conozcan
quién es el autor al que me refiero, señalo brevemente que nació en la Selva
amazónica. Que es catalogado por los especialistas en literatura como uno de los
escritores que ha logrado representar y perpetuar los misterios y encantos de la
Amazonía, no solo mediante sus relatos de ficción, sino también a través de su
inquebrantable trabajo como recopilador e investigador de la tradición oral y la
memoria amazónica.
Los biógrafos, especialistas e investigadores sostienen que su trabajo creativo
siempre estuvo marcado por una entrega absoluta al Ande, la Selva y las costumbres
populares. A ello agrego que nunca desligó su trabajo intelectual, académico o
creativo de su pasión por defender las causas populares. Siempre luchó contra los
abusos e injusticias. Jamás dejó de solidarizarse con quienes sufrían los embates
de la pobreza y la marginación. Encabezó protestas a favor de los más pobres. Es
decir, fue íntegro, consecuente y hombre de su tiempo.
La literatura que legó a las nuevas generaciones tiene todo aquello que le tocó
vivir. Descripciones concisas y diáfanas. Historias conmovedoras y sinceras. Imá-
genes espontáneas y contundentes. Claridad y sencillez pero también profundi-
dad. En otros términos, la literatura de Francisco Izquierdo Ríos invita a los lecto-
res a emprender el viaje a aquella región más transparente, a aquel reinado de la
imaginación infinita: el universo de lo posible.
La UNMSM rinde con esta edición de los Cuentos Completos, un homenaje me-
recido a este escritor peruano que batalló tanto por la cultura peruana. Que el reen-
cuentro con su escritura nos convoque a repensar en el Perú de todas las sangres.
Luis Izquierdo Vásquez
Rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
17.
18. Exordio
Se publican ahora los cuentos de Francisco Izquierdo Ríos (1910-1981), uno
de los prosistas emblemáticos de la literatura peruana del siglo XX que desde
su Moyobamba natal llegó a Lima para estudiar y convertirse en maestro, en
Moyobamba, Chachapoyas, Yurimaguas, Iquitos, y en la misma ciudad de Lima. Su
origen selvático y su mirada aguda de maestro lo compenetraron con las vivencias
y la percepción del mundo de sus coterráneos y de los diferentes pueblos que
forman nuestro país. Lo primero que hay que destacar en su labor intelectual es
la dedicación que puso a un trabajo pionero en la literatura peruana, cuya autoría
comparte con José María Arguedas. Se trata de la compilación de Mitos, leyendas y
cuentos peruanos, que se publicó por primera vez en 1947. Ríos y Arguedas buscaron
como interlocutores a numerosos maestros de todo el territorio nacional para
que participaran en un proyecto común capaz de recoger la ficción oral popular.
Ese meritorio trabajo permanece como modelo metodológico del indispensable
diálogo entre los letrados y la gente del pueblo. No otra cosa hizo Homero cuando
recogió tradiciones populares y leyendas y las recreó en sus magníficas epopeyas.
Los cuentos que ahora se publican de Francisco Izquierdo Ríos inician
la esperada edición de su obra reunida que la Universidad de San Marcos y
su Facultad de Letras y Ciencias Humanas esperan llevar a cabo íntegramente.
Pertenecen entre otros a sus libros Selva y otros cuentos (1949), Cuentos del tío Doroteo
(1950), El árbol blanco (1962), Los cuentos de Adán Torres (1965), El colibrí con cola de pavo real
(1965). Sin embargo, el ordenamiento es novedoso y fue realizado por el propio
autor. Varias cuestiones hay que destacar en la obra narrativa de Izquierdo Ríos: en
primer lugar la incorporación definitiva de la Selva como espacio propicio para la
ficción peruana. Es verdad que antes que él podemos señalar crónicas magníficas
que se refieren al aspecto fabuloso de la Selva peruana, a esa leyenda de El Dorado
que buscaban tantos conquistadores, o cuentos de excelsa perfección verbal,
dramáticos e intensos como aquellos que firmó Ventura García Calderón, pero es
cierto también que con Izquierdo Ríos por primera vez el hombre de la Selva toma
la palabra de manera definida. Hay un antes y un después en la literatura peruana
con Izquierdo Ríos. Su prosa está atravesada no solamente por la vivencia de la
Selva, sino por el carácter profundamente dramático del poblador de esa región
19. 20 Cuentos
que sabe enfrentar todos los hechos de la vida diaria con un sentido intenso del
humor, como en el poema que dice:
En la Selva peruana
hay cosas maravillosas,
que parecen fantasías.
Así hay un pajarito,
que clarito dice: Víctor Díaz.
Tuve el privilegio, en los años setenta del pasado siglo, de tratar a Francisco
Izquierdo cuando laboraba en la Casa de la Cultura del Perú junto a su entrañable
amigo Mario Florián, todavía conservo en memoria su alegría, su facilidad de
palabra, la ironía de sus giros, la gana de vivir que trasmitía. Es un premio espiritual
para mí que ahora me toque, en representación de la Facultad de Letras y Ciencias
Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, escribir estas palabras
como pórtico a su magnífica escritura.
Lima, 12 de agosto de 2010.
Marco Martos Carrera
20. Prólogo
La cuentística de Francisco Izquierdo Ríos.
Fuego y reflexiones
Me ha tocado realizar el estimable trabajo de edición y compilación de los
cuentos de Francisco Izquierdo Ríos. Reunir todo lo que estaba disperso,
algunas obras casi inhallables, y tornar lo errabundo de los textos en un
libro unificado. Por tal motivo, hablaré de Francisco, de la llama de su vocación y
de lo que significa el retorno de su obra.
El fuego de la vocación
Ciertas actitudes constituyen por sí mismas una demostración y una dura prueba
de la llama de la vocación. La quema de libros que realizó Francisco en el Instituto
Pedagógico Nacional de Lima constata que para un escritor fiel al imperativo
vocacional siempre hay un momento en que las composturas se rompen. Pienso
en este acto que ahora se impone y hace que el discurso de este prólogo sucumba
a la atracción por hablar, desde la primera hasta la última línea, de la luminosidad
de aquel hombre.
Los pasajes más intensos de la vida y el trayecto de Francisco se revelan en su
condición de maestro. Luego de aquel ritual apocalíptico de lumbre y combustión,
se marcharía a los lugares más apartados de la Amazonía peruana para profesar,
con una intensa vocación, el quehacer de maestro rural que traspasaría los límites
de un salón de clases. Desde entonces, a su vida como maestro se unió la de
escritor. Cultivó la poesía, el cuento, la novela, la crónica periodística y el ensayo.
Todos ellos como modos de expresión de su incombustible vitalidad.
La fidelidad a su vocación fue un proyecto esencial: consagró su existencia a
la escritura en un combate tremendamente desesperado y vivo contra el olvido
de las culturas populares. El fuerte compromiso social de su literatura deviene de
su ontológica filiación al pueblo: “He procurado estar con el pueblo, adentrarme
en él, bucear en su alma, con auténtico fervor y cariño” (1946: 477). Pocos saben
que por defender los ideales de la población y por denunciar los atropellos contra
la misma, fue apresado en Chachapoyas y conducido al fiero penal El Sepa. Pocos
21. 22 Cuentos
saben también que el respaldo y solidaridad de la población hizo posible que lo
liberaran de aquel injusto tratamiento. Seguirán años de una vida de coraje que
descubre las peripecias de su combate en nombre de la educación y la literatura
infantil peruana. La publicación de doce libros de cuentos para niños y la dirección
de distintas revistas destinadas a rescatar la tradición popular, son algunas
conmovedoras huellas de una actitud que muestra la firmeza de su vocación. Años
de trabajo, sin otra justificación que el imperativo de la vocación pura, y que al
cabo de un tiempo, reflejaría la energía personal en la que Francisco se atrincheró
para soportar prolongadas faenas de escritura y reescritura donde acrisolaba el
universo de sus cuentos. Ahí es cuando se deja presentir la lucha hasta el final que
mantuvo “Pancho, el viejo”, y la indomable fuerza que lo caracterizó. Esa lucha
extraña para otros es la lucha de aquella vocación que nos consume y preserva, la
que nos hace fieles a nosotros mismos.
Quienes conocieron a Francisco sabían que no buscaba fama ni gloria —gloria
que a pesar suyo construyó, este volumen lo ratifica—; por el contrario, era
un hombre sencillo que antes de abocarse a sí mismo, se guió por una intensa
vocación de servicio y entrega a la cultura que lo condujo a forjar los pilares de la
literatura infantil peruana y de la literatura amazónica mediante la recopilación y
difusión decidida de sus tradiciones orales. Grosso modo, la imperturbable fe por
lo literario y cultural —ya sea como pedagogo, escritor o intelectual— lo condujo a
indagar por la formación y afirmación de una literatura auténtica y nacional.
El credo del lenguaje natural y sencillo
En Cuentos de Adán Torres (1950), Francisco Izquierdo Ríos afirma su credo estético:
“Escribir de modo natural y sencillo como crece la hierba y que por entre lo escrito
se vea la luz de la vida”. Este lenguaje transparente, “natural y sencillo”, unifica y
define su narrativa breve. Es un lenguaje que desde la primera palabra representa
el complejo universo amazónico, y que a pesar de sus giros y metáforas regionales
logra traducir el entendimiento y amor no solo del hombre amazónico, sino
también de quien lo representa.
Este “lenguaje directo. Sin retórica. Sin artificios” (1969: 15) se ha modelado
en un deseo por alcanzar una íntima comunión con el pueblo, con la naturaleza y
con la vida; es una dicción que narra con sencillez y claridad los avatares, sueños
y revelaciones de los hombres de la Amazonía. De ese modo, por ejemplo, el
desgarrador canturreo de los pájaros, expresado a través de una fonética extraña:
“Ayamamaaaaaaaaaaannnnnnnnn... Huishchurhuarcaaaaaaaaaaaaaaa...”, apertura
en combinación con otras palabras o frases, y a otro nivel de significado, el
entendimiento de la onomatopeya. De esta manera el lector puede aprehender
y sentir cómo se inscribe el dolor en el lenguaje. La onomatopeya traducida
significa: “Nuestra madre ha muerto. Y nos ha abandonado” (1962: 105). Es decir,
el lenguaje que opera en los cuentos no parece tener otra intención que representar
el sentir de la cultura popular de la Amazonía, asunto que para Izquierdo Ríos es
un arma mucho más contundente que las imágenes, el lenguaje elevado y las
22. 23Francisco Izquierdo Ríos
demás convenciones formales del relato. De allí que opte por revelar mediante el
decir de los propios habitantes, la cosmovisión de un mundo que ama y conoce
profundamente.
Representación del encarnado espacio amazónico
Las palabras materializan el espacio geográfico que proyectan. Los frondosos y
aromáticos árboles de la Selva, los quejumbrosos canturreos de los pájaros, la
fiereza de los animales y la odisea de sus habitantes nos conducen hacia la esencia
singular de los cuentos: la representación geográfica de la Amazonía, sin olvidar
la cosmovisión y el sentimiento de sus habitantes. Resulta evidente que en la
narrativa breve de Izquierdo Ríos el referente que se configura traduce, a su vez,
el conocimiento y la cercanía de la existencia del hombre de la Selva. Hombre,
geografía y vida amazónica se representan con contundencia.
La dicción de nuestro autor no solo cuenta, narra o describe creencias populares,
mitos o leyendas; su palabra encarna, echa cuerpo, respira y camina. Lo que
representa tiene vida. La composición, el lenguaje y los elementos estructurantes
de sus cuentos son reflejo de su pensamiento y su práctica vital pues están
poderosamente anclados en la profunda experiencia del autor, en esa extraña
química que hace indisoluble la vida y la obra. Es también justo observar el deseo
que anima los cuentos: una preocupación por descubrir aquel universo amazónico
que se desconoce o que recién se integra al conjunto de narraciones culturales
del país. Los cuentos buscan develar aquello que los discursos canónicos ocultan,
niegan y marginan por no representar las imágenes del canon preferentemente
capitalino: “Costa, Sierra y Selva. Esta última, región joven aún, que recién está
afirmándose en la realidad nacional, también ha dado ya algunos valores a las
artes y las letras y dará mucho más con el tiempo” (1945: 391).
La literatura infantil peruana
La reflexión por la afirmación y sistematización de una literatura infantil peruana
es una preocupación profundamente arraigada en la obra de Francisco Izquierdo
Ríos. Por ello exclama: “¿Existe una literatura para niños en el Perú? La respuesta es
todavía relativa, como en muchos otros órdenes de la cultura en el país. No existe
una literatura infantil orgánica con motivos peruanos” (1969: 7). Para Izquierdo
Ríos, esta se construiría sobre la base de aspectos de nuestra geografía y folclore
(elemento popular al que considera fuente inagotable para las más excelsas
creaciones artísticas). Esta ausencia es compensada efectivamente con todos sus
libros de cuentos, que se constituyen en herramientas claves para forjar la tradición
de una literatura infantil nacional. Por ello, muchos de estos textos están dirigidos
especialmente para fomentar, en la escuela, el amor por la diversidad cultural
peruana. Entre los que más destacan tenemos: Cuentos del tío Doroteo (1950), Maestros
y niños (1959), El árbol blanco (1962), El colibrí con cola de pavo real (1965). Incluso, hasta
algunas de sus obras poéticas: Papagayo, el amigo de los niños (1952), Mi aldea (1963).
23. 24 Cuentos
Izquierdo Ríos, en su época, se erige como el protagonista más significativo
de nuestra literatura infantil. Esta preocupación no solo lo lleva a escribir cuentos
para niños, sino también lo motiva a evaluar las características estéticas que deben
tener estos textos, pues, a decir del propio Izquierdo Ríos, “la literatura infantil
debe proporcionar al niño un alto goce estético” (1969: 8) y “debe gustar a todos,
tanto al niño como al adulto” (Ibídem: 12). Como director de algunas revistas
de literatura, estableció secciones donde se publicaban temas destinados a la
literatura infantil. Además, escribió La literatura infantil en el Perú (1969), libro donde
reflexiona sobre el estatuto de la literatura infantil peruana, ofrece un balance
y panorama sobre los escritores y las obras que integran este corpus, evalúa los
fundamentos nacionales en los que esta debe forjarse y subraya la necesidad de
que sea promovida en los colegios de nuestro país:
Nuestra literatura infantil, de un modo general, podría estructurarse a base de
un criterio geográfico: Costa, Sierra y Selva, formándose libros de lectura para
nuestros niños, seleccionados con un elevado espíritu artístico y pedagógico.
Los niños de la Costa, de esa faja de arena y de alegres oasis […], deben conocer
la Sierra, esa región de montañas, […] de valles cálidos y luminosos […], y la
Selva, esa maravillosa tierra de árboles, cruzada por ríos bravíos, de asombrosa
exuberancia; y viceversa, los niños de estas últimas regiones a la primera, reci-
biendo así una cabal emoción de Patria, que, debido a su tremendo descoyunta-
miento geológico, geográfico y a la carencia de vías modernas de comunicación,
sufre menoscabo en su unidad. Nada más adecuado, entonces, para el niño
peruano que un libro así, donde su alma auroral capte la infinita belleza de su
territorio y la idiosincrasia del mismo; este libro sería una fuente inexhausta de
sentimiento nacionalista y patriótico; así como despertaría en el niño un hon-
do sentido estético y enraizado amor a la Naturaleza, a la vida. (1969: 25-26)
De esta cita se desprende el fervoroso y meditado nacionalismo inherente a su
concepción de literatura infantil peruana. Izquierdo Ríos publica el primer libro
de cuentos, Ande y Selva, en 1939, contexto en el cual el tema del indigenismo está
presente como parte de la discusión literaria y nacional. De ahí que, para él, una
de las tareas fundamentales de la literatura infantil debe ser contribuir a afirmar el
sentimiento de unidad nacional: “El Perú, en estos momentos, está afianzando su
vigorosa personalidad de nación y nos place que, en su mayor parte, ello se deba a
la obra del Maestro, de la Escuela. Un signo de lo que afirmamos es la presencia en
nuestro medio de una Literatura Infantil auténtica, nuestra. Ella, desde hace poco,
está alcanzando ya un halagador desarrollo” (1969: 28-29).
En ese contexto de gran significación política y cultural, en esos momentos en
que la literatura se ha visto transida como nunca de preocupaciones por nuestra
historia y nación, Izquierdo Ríos impregna sus textos con postulados sobre la
necesidad de practicar una escritura que tome como base el cuestionamiento de
nuestra identidad substancial y el devenir ulterior que ello significa en la cultura
y la literatura. Por esta razón, denuncia a los escritores que imitan y cultivan una
literatura ajena y foránea:
Nuestros escritores, salvo contadas y vigorosas excepciones, se consagran a imi-
tar las efímeras modas literarias importadas del exterior; viven intoxicados —y
a gusto— con el vino de literaturas extranjeras decadentes. En lo que respecta,
24. 25Francisco Izquierdo Ríos
específicamente, a la literatura infantil, acaece lo mismo. Revistas y libros fo-
rasteros del género atiborran nuestras librerías. De este modo, el niño peruano
se sustenta de temas extraños, y, lo que es peor, de una literatura, en su mayor
parte, pésima, “fabricada” con espíritu comercial. (1969: 19)
Izquierdo Ríos estaba convencido de que la literatura infantil podía afirmar un
sentimiento nacionalista, además de la defensa y revaloración de las tradiciones
populares. Todas aquellas observaciones no solo condensan algunas características
de sus cuentos, sino que revelan el núcleo de su sensibilidad humana. Y si bien
Izquierdo Ríos advirtió que la literatura infantil peruana se encontraba en vías
de formación, se preocupó por establecer los componentes que forjarían una
literatura infantil nacional; estableció sus propuestas y validó cada una de ellas
con argumentos y criterios que delimitaban la literatura infantil en el Perú de
su época. Advirtió también el contexto educativo en el que esta se desenvolvía,
espacio que hasta la actualidad sigue siendo el principal circuito de difusión. Esta
sistematización, corpus y lineamientos construirían el derrotero de la literatura
infantil peruana.
Todas las contribuciones en este ámbito, pero sobre todo la obra legada,
erigen a Francisco Izquierdo Ríos como uno de los fundadores de la literatura
infantil peruana, acaso el más significativo. Por ello, la publicación de sus cuentos
completos significa también la recuperación de los orígenes perdidos de nuestra
tradición literaria infantil.
El retorno de la obra
Hubieron de transcurrir 100 años para que la necesidad por la memoria de
Francisco Izquierdo Ríos conduzca a centrar la atención en la urgencia de romper
ese prolongado e injusto silencio respecto a su obra. La carencia de difusión y
sistematización de su producción literaria, hace que reunamos los cuentos
completos para que las nuevas generaciones calibren los aportes de este escritor
que consagró su vida a la literatura y cultura.
Pero ¿qué es lo que significa el retorno de la obra de Izquierdo Ríos? El “retro”
provocador de la pregunta parece insólito en el contexto de este prólogo, tanto por
razones de pretexto a nombre de la memoria, como de alcance en nuestra tradición
literaria. Quiero presentar, sin embargo, algunos argumentos previos como respuesta.
La obra de Izquierdo Ríos no solo se inscribe en un contexto desde donde se animan
trabajos y debates en torno a la literatura amazónica, actualmente, revalorada; sino
que su importancia gravita en permitirnos conocer el imaginario y las categorías
propias del pensamiento amazónico. La reivindicación de su obra probablemente se
define por representar el mundo amazónico desde los fundamentos propios de su
cultura.RecordemosqueFrancisconació,viviósuniñezyadolescencia,yensuadultez
transitó por los lugares más apartados de la Amazonía. De allí procede el privilegio
de representar una cultura con un pensamiento mítico y predominantemente
popular que considera suyo. Estos aportes medulares registran su obra como una
de las precursoras en la literatura amazónica, pues enriquecen el corpus plural de
la literatura peruana. Sin embargo, a pesar de que se han reivindicado los estudios
25. 26 Cuentos
sobre literaturas amazónicas, todavía no se ha realizado un estudio sistematizado y
panorámico sobre ella, menos aún en el caso concreto de la obra de Izquierdo Ríos.
Veamos otro argumento preliminar. Francisco Izquierdo Ríos subrayó la nece-
sidad de establecer orgánicamente una literatura infantil peruana sobre la base de
motivos nacionales. La conciencia de este hecho lo llevó a plasmar en sus cuentos
un sistema de relaciones simbólicas cuya autenticidad radica en la personificación
del espacio geográfico y cultural del “Ande”, la “Costa” y la “Selva”; en suma, de nues-
tra “Tierra peruana”. En este sentido, sus relatos representan por antonomasia un
medio de afirmación en nuestra identidad nacional y cultural. En consecuencia, sus
cuentos, aunque exceden este ámbito, se constituyen en lectura obligatoria.
Eltercerargumento,finalmente,sorteaunahipótesisquequieroponeraprueba.
Ello me conduce a testimoniar la trascendencia del espíritu y vocación de nuestro
autor. Pero ¿cómo osaría no hablar del espíritu del hombre cuya obra dio origen y
lustre a nuestra tradición de literatura infantil peruana? ¿Acaso no es importante
que el reconocimiento del hombre ocupe un lugar fundamental en la obra? ¿Por
qué no hablar del tema? ¿Por qué segar la montaña de su espíritu, la mística de la
llama de su vocación, de su hondo y comprometido humanismo? Habría quizá
que correr el riesgo y dejar el academicismo clásico para señalar, dejando abierta la
cuestión, lo que significa la dimensión espiritual de la obra de Izquierdo Ríos en
el curso de este prólogo. Hemos insistido una y otra vez en su poderosa vocación,
en cómo esta define su práctica escritural, en su decidida manera de rescatar las
manifestaciones de la cultura popular y en las preocupaciones que comprometen
al hombre amazónico. Hechos que definen lo matricial en la obra de Izquierdo
Ríos: su más profundo humanismo. De esta manera, el retorno de la obra implica
la fuerza misma de su manifestación más humana.
“Voyá”
Sin que pueda invocar todo lo que significa el enorme corpus de los cuentos
proféticos de Francisco, me referiré al tiempo y espacio horadados al momento
de inscribir este prólogo: mi niñez, junto a mi padre, en Tingo María, hogar de
fuego honesto y de intensos bosques; sede de mi colegio La Sagrada Familia, desde
donde sucumbí, por vez primera, al canto de Francisco con “El bagrecico”, “Zenón,
el pescador”, “Tito y el caimán”, “Los niños pájaros”. ¿Casualidad? ¿Azar conjugado?
El acontecimiento de encontrar y reunir los cuentos completos resulta de la
necesaria correspondencia por el intercambio de aquellas lecturas ritualizadas, por
la dimensión afectiva de ese inmenso verde territorio compartido, por la entrega
pura a la literatura que deviene en un encuentro predestinado. Sin poder sustraer
de este prólogo aquello que circunda un largo y desbordado trayecto al momento
de reinscribir la memoria del autor de “mi” bagrecico, desde esa abertura instalada,
extrapolo aquí el “voyá”, “me voy ya”, de Francisco. Queda la firme convicción
de que en este cruce de caminos abiertos por el común fuego de la vocación
sacralizada, la obra de Francisco es lanzada a un nuevo y antiguo comienzo.
Gladys Flores Heredia
26. 27Francisco Izquierdo Ríos
Bibliografía
IZQUIERDO RÍOS, Francisco
1945 “Mario Florián, poeta del pueblo”. Folklore. Vol. II, Nº 14-15. Lima, octubre-
noviembre, pp. 389-391.
1946 “Aspectos del folklore de Santiago de Chuco”. Folklore. Vol. II, Nº 17. Lima,
noviembre, pp. 477-478.
1962 El árbol blanco. Lima: Offset Reprográfica S. A.
1965 Los cuentos de Adán Torres. Lima: Talleres Gráficos P. L. Villanueva.
1969 La literatura infantil en el Perú. Lima: Casa de la Cultura del Perú.
27.
28. Criterio de la edición
La obra de Francisco Izquierdo Ríos (Saposoa, 1910; Lima, 1981) configura la
cosmovisión del hombre amazónico a través de variados géneros literarios:
el narrativo (novelas, cuentos, leyendas, compilación y antología de
tradiciones orales), el lírico (poemas y prosa poética) y el ensayo. A su vasta y
fecunda obra literaria le ocurre algo curioso: carece de estudios sistemáticos que
comprendan e interpreten sus múltiples códigos literarios, culturales e históricos.
A esta dificultad se suma el hecho de que varios de los títulos de su producción
literaria se encuentran agotados y no están al alcance del gran público lector. Para
dar solución a esta problemática, se ha trazado como objetivo fundamental la
urgente reedición de sus textos mediante la publicación de cinco volúmenes que
reúnan la obra completa de Francisco Izquierdo Ríos, los mismos que se orientan
en los distintos ejes temáticos:
Tomo I: cuentos
Tomo II: novelas
Tomo III: poesía
Tomo IV: ensayos y crónicas
Tomo V: compilaciones
El presente volumen que reúne la narrativa breve de Francisco Izquierdo Ríos
tiene el siguiente criterio de edición:
a) Se presentan de manera cronológica los libros de cuentos que publicara en
vida el autor.
b) Publicamos la versión última de los cuentos por cuanto consideramos que el
trabajo de corrección estilística que realizara el autor ha contribuido a mejorar la
calidad estética de los mismos. Esto significa que no incluimos en esta edición
aquellos relatos primigenios que posteriormente sufren modificaciones en los
títulos o en la incorporación de palabras, frases o párrafos. Por ejemplo, no
publicamos “Tito y el lagarto”; en cambio sí su última versión: “Tito y el caimán”.
29. 30 Cuentos
Del mismo modo, obviamos “El ayamaman”, por ser la primera versión de lo
que será “Los niños pájaros”. En tal sentido, el lector tendrá a su alcance los
cuentos completos en su versión final y definitiva.
c) Debido a que el autor publicaba los mismos cuentos en más de un libro es que
existen textos cuyos relatos se repiten. Para evitar una proliferación innecesaria
de los mismos, hemos descartado las duplicidades y optamos por publicar la
última versión cronológica.
d) Se ha insertado al inicio de cada libro una nota explicativa donde se refiere el
título de los cuentos que han sido omitidos por los criterios antes expuestos.
e) Finalmente, se ha modernizado la ortografía y la tipografía de los textos para
dinamizar la lectura.
Esperamos que con la publicación de este primer volumen de cuentos se
propicie el estudio, la sistematización y el balance de la obra de Francisco Izquierdo
Ríos y a la vez se cree un espacio de diálogo donde se valore la capacidad creadora,
estética y pedagógica de su trabajo intelectual.
Gladys Flores Heredia
30.
31. IZQUIERDO RÍOS, Francisco
1939 Ande y Selva. Lima: Taller gráfico de Pedro Barrantes Castro.
En este libro se han omitido los siguientes cuentos:
“Elegía por la muerte de Sheba”, “El niño”, “Eclipse”, “El granizo”, “El tinterillo” y
“La lluvia canta en las bandejas” aparecen en Tierra peruana; “El hítil” y “El señor
cura de la Jalca y el Quén quén” aparecen en Cuentos del Tío Doroteo, este último
cuento con el título “El señor cura de la Jalca y el pájaro Quién quién”; “Escolar
andino” aparece en Maestros y niños; El “ayamaman” aparece en El árbol blanco con
el título “Los niños pájaros”.
32. Ande y Selva
(tierra peruana)
Prólogo
Reúno bajo el título de Ande y Selva algunos escritos vernáculos; este
libro constituye el primer tomo de ellos, pues pienso publicar un
segundo. En este libro y en el próximo a editarse trato y trataré de
reflejar el ambiente de nuestra Selva y de esta parte oriental del Ande;
ese es mi más caro anhelo, desde luego, dentro de las posibilidades
que la realidad de la vida puede ofrecerme. Llevo en mi alma todo el
luminoso y multiforme paisaje de estas tierras bellas y lejanas, llenas
de poesía y de misterio; llevo en mi alma, pues, como una dulce y a
la vez quemante inquietud, la emoción folclórica de ellas… Llevo en
mis venas todo el fuego de su poesía… Ya es tiempo de que en el Perú
se haga una intensa labor regional, folclórica, en todos los aspectos de
su vida; labor, que, como comprendemos, en pro del conocimiento
de nuestra propia realidad nacional. Ya es tiempo de que el Perú se
conozca a sí mismo… El suscrito, simple maestro de escuela primaria,
de acuerdo con ese hondo sentir, publica, pues, el actual volumen y
seguirá, como repito, y acaso con mayor experiencia ya en el escribir,
publicando otros de la misma índole.
Agradezco sinceramente al autor de la portada, Arturo Salazar
Meza, pintor chachapoyano; artista de grandes méritos naturales,
pero que, debido a la incuria ambiental, vegeta, por ahora, en el
silencio, sigue todavía dando forma a sus sueños vaporosos de artista
ingénito dentro de la SOMBRA.
Asimismo, agradezco al señor Pedro Barrantes Castro, gran escritor
peruano, a cuyo apoyo y benévolo amparo se debe la edición de esta
obra.
Francisco Izquierdo Ríos
Chachapoyas, 1939.
33.
34. A N D E
La sombra
La noche, viajera misteriosa, que acaba de llegar, con olor a retamas del camino
y con el negro manto florecido, como de estrellas de oropel —el de la Virgen—,
de millares de “ayañahuis” de oro, apagó la claridad del patio…
Y, renegando porque es ya muy tarde y se olvidaron de juntar la ropa del
alambre, va recogiéndola en una petaca doña Antu, la viejecita septuagenaria….
Crooooo… Croooooooo… Craaauuuuuuu… Craaauuuu… Pápapaaaaa…
Páapaapaaaa… Páapaapaaaa… Páapaapaaaa…
De pronto, gritan a una sola voz y, espantadas, baten las alas las gallinas que
duermen en los duraznos frondosos de junto a la cocina…..
—“¡Santo Fuerte… Santo Inmortal!” —exclama doña Antu, como que se queda
mirando con asombro y terror hacia los duraznos…
—¿Qué hay?... ¿Qué pasa con las gallinas, mama?...” —pregunta, saliendo a
todo correr, de la cocina, doña Mañu…
—Ay, hija, alguien está de muerte en el barrio o en esta casa… ¡Ay, Dios mío!...
¡Ha pasado la sombra!... ¡La sombra! —responde temblando doña Antu, como que
recoge a toda prisa la ropa.
35. 36 Ande y Selva
Noche de luna
NOCHE que parece la encantada página de un cuento, con esa LUNA LLENA,
enorme y redonda, con esos eucaliptos que mueve el viento en las huertas
silenciosas, huertas claras, llenas de luz… Y con esa honda emoción de
ensueño que flota en la ciudad entera; que palpita en las calles, en los tejados, en
los ocultos jardines… Y, junto a esa LUNA, enorme y redonda, que rueda en la seda
azul del firmamento, tiembla tan al vivo, tan al vivo, como si en verdad fuera una
lágrima, un lucerito…
No hay nadie en la ciudad, aunque sea por casualidad, que no se haya fijado en
esa estrellita… Y, sobre todo, bajo el florido manzano de un patio, una niñita linda
como flor de luna, que está sentada en la falda de su abuela, parece magnetizada
por la magia de esa estrellita, pues no se cansa de mirarla, apuntándola con un
dedo…
—Ese lucerito, abuelita, parece su niñito de la luna —balbucea, encantadora,
la chicuela.
—Ese lucerito —responde la abuela, pasándole suavemente la mano por la
cabecita de trenzas rubias— brilla así, hijita, porque en la ciudad algún rico se va
a casar…
La noche parece la encantada página de un cuento…
36. 37Francisco Izquierdo Ríos
La gallina
Mañana clara… Un airecillo oloroso a maizales verdes, que llega, se aduerme
suavemente en el patio… En las ramas de los capulíes de la huerta, en
armonía fraternal, chillan alocadamente, piuros y zorzales, como si
estuviesen cantando la alegría de la mañana y la belleza del sol, que semeja un
gigantesco disco de oro en la inmensidad azul…
Y en un rincón del patio, bajo la frondosa mala de una higuera, que bien que
ronca, echada cuán larga es, una chancha…
Y en el corredor de la casa, con el pecho desnudo, sentada en un trozo de ma-
dera, una mujer da de mamar a su también casi desnudo pequeñuelo, un lindo
gordifloncito, que se patea en la falda, mientras que dos de sus otros retoños, ya
grandecitos, varón y mujercita, juegan a la casita, con cañas de carrizos, junto a
la cocina… Y, en la misma línea de la gotera, al borde del corredor, el padre de la
familia afila su hacha en una piedra, para irse luego a la chacra.
Aparece de la huerta, por encima del pequeño cerco de piedras que la separa del
patio, un gran girasol, luciendo con íntimo orgullo y satisfacción la aristocrática
elegancia de su belleza extraña y también un manzano que muestra una rama
cargada de frutos, a medio madurar, en pintón, que grávidamente se balancea al
soplo del vientecillo, que por momentos llega…
Luego… Alguien ha diluido su canción trágicamente en el eglógico ambiente,
ensombreciendo la mañana de diamante, rompiendo la armonía cósmica que
reinaba, con todos los perfiles de una deformación, de una degeneración… (Por el
claro reino de la mañana la sombra de una emoción fatídica resbala, resbala…).
—¿Has oído? —dice a su marido, levantándose, asustada, la mujer y
manteniendo en los brazos a su pequeñuelo.
—¡La gallina! —responde él, también ya en pie, apoyado en su hacha y mirando
hacia la huerta.
37. 38 Ande y Selva
—La gallina ha cantado… Algo nos va a suceder Eufemio… No vayas ya a la
chacra… No vayas ya…
—Qué cosas, hom… Hay que matarla a esa demonia… Tomaremos un buen
caldo con esa cantora.
—Aurita, Eufemio… Aurita… La “murucha” ha de ser marimacho… Vamos a la
huerta a buscarla… Esa gallina, según me ha dicho Julito, ha cantado también el
otro día cuando yo estaba en el mercado. Vamos a la huerta…
Y con los chicos, que dejando ya de jugar, miraban a sus padres con los ojos
desmesuradamente abiertos de pavor, se van a la huerta en busca de la gallina para
agarrarla y torcerle el pescuezo… (Pues dicen que cuando se mata a la gallina en
el mismo momento que canta como el gallo se anula también su terrible efecto
agorero).
38. 39Francisco Izquierdo Ríos
Las garzas
Pasan por las calles, con dirección a sus pueblos, las indias, luciendo sus
“centros” colorados y llevando a la espalda, envueltos en la lliclla, sus grandes
“quipes” y porciones de “ceras” en las manos… Tendrán, seguramente,
alguna fiesta…
Arrieros, bien emponchados, también pasan en la misma dirección, unos en
pos de otros, tras de sus bestias ya sin carga, algunos de ellos abrazados, dos a dos,
conversando en voz alta e incoherente, agitando las manos y haciendo eses… En
su mayoría, pues, pasan en una “mona” fenomenal… Van dejando casi todo el
producto de su mísera venta en las chicherías…
Y, en sentido contrario, indiecitos, sobre todo indiecitas con ramitos silvestres
en las cabelleras, vienen arreando sus yeguas y burritos cargados de leña…
Algunas viejecitas, envueltas con las llicllas hasta la nariz, van barriendo sus
corredores… Hace un frío demasiado intenso…
Y en las huertas y aún en los tejados cantan los pájaros sus claras tonadas, pero
de un modo triste y nostálgico, como si estuviesen quejándose del frío agudo de
la mañana… ¡Qué mañana tan gélida! Alalay… Alalay...
El frío entra hasta la médula de los huesos… El leve vientecillo que roza
nuestra piel parece que fuera el aliento del mismo invierno o de la misma puna…
Dan ganas de ponerse a jugar “calienta manos”… Sin embargo, la mañana está
clarísima, con solo cierto cabrilleo raro, y el sol muy luminoso, paro con luz, sí,
de hielo…
Las mujeres, que ya vuelven del mercado, con cestas de vituallas en las
cabezas, vienen tiritando: tapadas con las llicllas al igual que las viejecitas que
están barriendo sus corredores…
—¡Qué frío hace! —dicen todos—. Habrá parido la osa…
39. 40 Ande y Selva
(Todos parecen estar de acuerdo en lo de que la osa ha parido en alguna cumbre
y que los osos se han reunido allí a soplar el frío hacia la ciudad…).
Los muchachos de escuela, que salen de su plantel, la mayor parte de ellos con
ponchos, saltan, corren, gritan, silban, se empujan en la calle, llenándola casi por
completo…
—¡Las garzas! —de pronto exclaman— ¡Las garzas…!
Y todos se arremolinan junto a unas mujeres que están mirando hacia el
cielo… Todos miran con curiosidad hacia arriba…
En verdad, que en un rincón del cielo azul y brilloso, en viaje al Este, se ve
una gran cinta blanca que ondula, que ondula… Es una bandada de garzas que
seguramente va en busca de ríos y lagunas.
—¡Capaz va a haber otro terremoto, Dios santo! —dice una mujer—. No es en
balde cuando aparecen las garzas… Y hoy aparecen después de mucho tiempo en
la ciudad…
—Quién sabe para peste es —dice, interviniendo un viejecito que tirita como
un mísero cuzquillo.
Mientras que los muchachos de escuela, una vez perdida ya la bandada
de garzas en los confines del cielo, vuelven a caminar, llenando la calle con su
bullicio…
40. 41Francisco Izquierdo Ríos
Canción de despedida
Pues, quizo el destino
detenerme aquí; por el mismo camino
hoy me alejo de ti.
Como flor en el valle
una vez te conocí…
¡Quiera Dios que te halle
cuando vuelva por ti!
Serrana, serranita,
no te olvides de mí.
¡Que yo, ay, serranita,
no me olvidaré de ti!
¡Que cual una flecha llevo,
temblando dentro de mí,
un dulce amor nuevo,
serranita, por ti…!
Cuando el “pichuchito”
cante en el capulí,
o en el eucalipto,
acuérdate de mí…
41. 42 Ande y Selva
Fiesta
Los indios se preparan con abundancia… De los templos van trayendo ya en
los odres el huarapo y el aguardiente, así como toda clase de frutas; llegan
al pueblo con su música de tinyas y de antaras… ¡La fiesta tendrá que estar
buena… !Los mayordomos han matado bueyes, carneros, gallinas y cuyes; sus
despensas están ya llenas…
Los indios se preparan… Pacientemente han juntado millares de huevos para
los potajes y las tortas… ¡Ese día todos lucirán trajes nuevos!… Arreglan la iglesia…
Los hornos humean… ¡Va a haber una comilona y una embriaguez general de
ocho días para la Fiesta de la Santa Patrona! Por las tardes ensayan nuevas tonadas
los músicos de la banda… El pueblo es un hormigueo… La gente anda preocupada
de afanes… El pueblo, pues, ha sacudido su marasmo, ha despertado de su sueño
de olvido… Por todas partes hay una ola de vitalidad que subyuga… Todo respira
alegría… Lirios y claveles, en los rústicos fuertecillos, muestran su policromía, que
en la fiesta lucirán las mozas con coquetería en sus lindas cabelleras...
(El taita cura se relame y sueña ya candorosamente con el picante de cuy que
lo espera… Pues, el taita cura para comer es un gigante).
La niebla, hija de las escarpas, desaparece temblorosa, fugitiva, al soplo del
viento… Y el sol del mediodía hiere al pueblo con su luz viva… La plazuelita está
llena de movimiento de alegría, de color… Suena la diana… Repican las campanas
de la Iglesia con lírico ardor, y lentamente da vuelta por la plazuela la pintoresca
procesión de la Santa Patrona, cuya anda, llameante de cirios, ocho indios cargan
con devoción… Adelante del anda van los danzantes, completamente ebrios de
alcohol, con plumas y shacapas, al son de las tinyas y del ronco caracol… Al par
que el pueblo se llena de un bullicio ensordecedor y revientan las avellanas en
el espacio con ruido atronador… ¡Qué de ponchos nuevos, por Dios!... ¡Qué de
pañuelos!... ¡Qué de flamantes polleras!... ¡Qué de llicllas multicolores!... ¡Qué
garbo de las mocillas con claveles encendidos en las cabelleras!... ¡Viva la fiesta!...
¡Viva la Virgen del Carmen, la Santa Patrona!
42. 43Francisco Izquierdo Ríos
Ha terminado la procesión… y, al son de una cachua alegre que toca la banda,
los indios llevan en medio al elegante taita cura a la comilona… Bajo los nogales,
en la casa del mayordomo, “sendas” mesas toscas hay, rebosando de yucas, de
humeantes montañas de purto-mote, de cuyes, de gallinas enteras, de mates con
ucho, de calabazas de chicha y huarapo, así como de botellas de aguardiente…
El taita cura ocupa la cabecera… Se come a dos carrillos… Y se toma, y se toma
con abundancia… (Las indias cocineras, allí al lado, con las cabezas amarradas
con pañuelos colorados, sacando, con las guisillas —de las grandes ollas que
están humeando en las tuchpas—, llenan los mates sin cesar, sin cansarse, que
distribuyen los servidores con rapidez asombrosa…). Sigue la comilona, matizada
por alegre conversación y risas estruendosas… Con los potajes que ya no pueden
comer, debido a la abundancia de ellos, y porque están ya hartos, todos hacen su
“alza”; es decir, amontonan en los mates para llevar a sus casas… Sobre todo, el
taita cura no desperdicia una migaja…
Y, luego, en la tarde y en la noche el baile… Cachuas furiosas y furiosas marineras,
con envolvente vuelo de ponchos y gracioso revuelo de llicllas y polleras; con
gritos y palmoteo endiablado… En que, tentado y medio guarapeado, el taita cura
se amarra la sotana a la cintura y empieza a zapatear con las mozas hasta el albor
de la mañana… ¡Jarana india, en la que el aguardiente y el huarapo corren cual
torrente desbordante, que tumba a los bailarines en fenomenal borrachera!...
Fiesta andina, en la que sigue sonando el bombo durante ocho días y ocho
noches… Bom… Bom… Bom… Bom… ¡Ah, esa mano del bombero que no se cansa,
que parece de hierro!… Bom… Bom…Bom… Bom… Fiesta andina, con bailes en la
pampa, comilonas, alharacas y griterías, con estampidos de avellanas; con jocosa
corrida de toros —rezago de las costumbres españolas— en la que, sin presentar
cara al torero, que con el poncho los provoca, los toros, mugiendo lastimeros
y enmarcando pintorescamente los rabos, escapan de la plazuela, que hace de
ruedo, como santo que vio al diablo en carrera loca… Y con las pantagruélicas
e imprescindibles procesiones de los “votos”, de los mayordomos cesantes a los
nuevos, al son de cachuas fogosas —gallinas asadas, manteniendo en los picos
huevos cocidos, ajíes rocotos, o cuyes, yucas guisadas, que mujeres llevan adelante
en lavadores o en palos arreglados en forma de centelleros… Fiesta en que los
indios viejos, sentados junto a las pircas, chacchan la coca sagrada, por las tardes,
en misteriosa conversación animada; fiesta en la que hombres y mujeres, sumidos
en sueños de alcohol, amanecen en las pampas, de cara al sol… Fiesta andina, en
la que sigue sonando el bombo durante ocho días y ocho noches… Bom… Bom…
Bom… Bom… Bom… que el viento hace oír aún por las lejanías…
43. 44 Ande y Selva
El shihuín
Fría y brumosa noche de luna… El viento huracanado, que pasa bramando
en los techos de las casas del pueblo y en los árboles de las huertas, arrastra
girones de niebla, que semejan fantasmas… El pueblecillo de la escarpa
andina, oculto bajo los gigantescos eucaliptos y nogales, tirita de frío…
Los silbidos angustiosos de los “shihuines” cruzan la noche, como hondazos,
por todas partes.
—Sinvergüenzas, haraganotes —exclama taita Belisho, que, bien emponchado,
está sentado en el poyo de su casa con taita Orencio, su vecino y compadre,
chacchando coca, ante el canto de estos pájaros—. Aura que hace frío se acuerdan
todavía de construir su casa… Mañana, todo el día, van a dormir…
—Sí, pué; solo cuando llueve o hace frío se acuerdan de hacer su nido los muy
“quillas”… “Mañana voy a hacer mi casa… Mañana voy a hacer mi casa”, gritan los
holgazanes; para que después se olviden —recalca taita Orencio.
—Para ellos todo es mañana y nunca llega ese mañana.
—Sí, pué, taita Belisho… No pué sin estar avisando, calladitos se pusieran a
hacer sus nidóooos… Pero, los condenados gritan todavía mundo entero, y ni
siquiera cumplen su promesa.
—En el pueblo, taita Orencio, muchos son como los shihuinos… Hast’aura no
tienen ni casa siquiera.
—Sí, pué… Aista el Fabián, hast’aura no acaba de techar su casa; hace tiempo
que se encuentra en esa condición y ya se va a caer… Solo cuando llueve se acuerda
él también…
Y se ríen los dos viejos, sentados en el poyo, donde, hasta bien entrada la
noche, a pesar del frío que hace, seguirán chacchañando coca…
Pájaro bohemio, pájaro trashumante, el shihuín, por los bosquecillos y
pajonales, anda errante, como por las ciudades el juglar de otras edades… Sin
44. 45Francisco Izquierdo Ríos
previsión de tiempo alguno, él anda y canta, canta y anda por el sombrío reino de
la noche, durmiendo en el día, ya en una rama, bajo una piedra, bajo un tronco,
o en un papal. ¡Es un tuno!
Y en los silencios nocturnales, cuando las vacas, las ovejas duermen en los
pastos, se acerca a ellas, sigiloso, y les chupa, insaciable, sangre de los lomos y de
las orejas… El shihuín es goloso como el vampiro…
Los demás pájaros le desprecian… “Haragán y dormilón”, le dicen.
Pero él se ríe de los que así le aprecian… Anda, chupa sangre de los ganados,
duerme y dice su canción. Es un cínico…
Solo cuando la lluvia le moja, y encontrándose en esa condición en una rama,
en una hoja, o completamente desamparado en el pasto, solo cuando la noche
le hace sentir su frío intenso lanza el muy tío el grito chillón de su deseo de
construir casa… Pero, cuando la noche o la lluvia pasan, se ríe de todo, el shihuin
bohemio…
45. 46 Ande y Selva
Los danzantes de Levante
En esa danza parece oírse el sordo fragor de un ejército… En esa misteriosa
danza parece sentirse el lejano rumor de un fuerte viento de tempestad
andina, que descuaja cerros y desgaja ramas… Luego, cuando asoma un
ritmo desmayado de atávico hieratismo, se siente como el fluir de una fuente
en lo más hondo de un abismo, o como el canto triste de una paloma en día de
aguacero.
¡Parece oírse en esa danza fino roce de las nieblas y el rugir colérico de los
pumas!... ¡Parece sentirse los fríos silencios que dominan las altísimas montañas,
y el perfume sutil de las retamas que adornan las verdes lomas!...
Y, al conjuro de la música triste de esa danza, el poeta parece entrever una
noche de luna nueva en un vallecito de este Ande, con todas sus sugestiones
de melancolía, de nostalgia, de dolor, al mismo tiempo que siente abrirse en su
espíritu el perfumado capullo de la evocación de lejanos tiempos…
¡Danzantes, a vuestro paso dejáis en nuestros espíritus, cual zigzags de
fosforescencias vagas, como aquellas que saltan en las noches tempestuosas, las
emociones de aquellos pueblos misteriosos que adoraron a la luna, al cóndor y al
sol!...
46. 47Francisco Izquierdo Ríos
La madre del oro
El cielo de esta tarde tiene un rojizo resplandor de perol, con leves brochazos
de nubes semioscuras, semigrises…
El sol está oculto tras de una nube… Y hace un frío intensísimo.
El pueblo, envuelto en una espesa capa de silencio, rumia su tristeza
enorme…
En todas las cosas, en los eucaliptos, en los sauces, en las sombrías chocitas, en
los sombríos cercos de piedras, parece flotar un suave rumor de sollozos…
Hasta los lirios, florecidos en los muros derruidos de junto a la iglesita, parecen
esta tarde nimbados de una blanca aureola de melancolía y de amargura…
Hay, pues, una onda sensación de dolorosa monotonía en todas partes.
Estoy sentado sobre un trozo de nogal en el corredor de una chocita que da
a la plazuela, y junto a mí una india anciana, que va hilando, cuya cara llena de
arrugas semeja una sinuosa escarpa, cuyos ojos casi cerrados tienen color de cielo
ennubado… ¡[Por] lo menos que esta vieja india está cargando cien años!... Apenas
habla, apenas mira, apenas hila… Es un armazón donde cruje el tiempo… ¡Pero
mama Paula, pronto, muy pronto irá a descansar bajo la sombra de los eucaliptos
del camposanto!... ¡Y cuántas cosas sabrá y habrá visto esta vieja!
En medio de la plazuela hay enclavado un pedazo de tronco y palmera… Es
rezago de la humisha de los carnavales…
La plazuelita es un poema de desconsuelo y soledad…
Cloc… Cloc… Cloc… Llama a sus polluelitos una gallina que ha ingresado a la
Plazuela por una de las esquinas, y ellos agrupados, se ponen a picotear gusanillos
dentro de las yerbecillas temblorosas.
Un zorzal, que ha volado de una de las huertas, a cierta distancia de los pollos,
va picoteando también la yerba, a saltitos…
47. 48 Ande y Selva
Se oye el lloro de un niño en una cocina vecina… ¡Qué extraña emoción tiene
el llanto de un niño en la soledad, que parece como si resonara dentro de un fino
cántaro…!
De pronto, inmensas ráfagas de luz amarilla cruzan el cielo de banda a banda,
iluminando siniestramente las cosas, seguidas de truenos espantosos, como si
estuviese funcionando infernal artillería…
Asustadas, baten las alas las gallinas y gritan en las huertas, los pajarillos vuelan
de los árboles, ladran los perros…
Se está produciendo una granizada de rayos encima de una cumbre de enfrente,
donde el cielo tiene resplandores más rojizos de perol…
Sigue la granizada de rayos luminosísimos… ¡Bello espectáculo!
Y aparecen, corriendo por la plazuelita, con las cabelleras desgreñadas, indias
atemorizadas que gritan y alzan las manos en ademán trágico…
Y en un instante todos los pobladores, grandes y pequeños, salen a las puertas
de sus chocitas a mirar hacia el cerro, que ya es conocido por ellos…
Mientras tanto, siguen la luminosa andanada de rayos sobre la cumbre y los
truenos espantosos… El pueblo está envuelto en un resplandor siniestro, y más
el cielo, donde, en toda su extensión, se ve temblar la luz, como la onda en la
superficie del agua…
—La Madre del Oro se ha enojado en el Cerro, —dice la viejecita, procurando
mirar en esa dirección—… La Madre del Oro…
“La Madre del Oro… La Madre del Orooooo”… Se oye como un sordo rumor
en todo el pueblo.
48. 49Francisco Izquierdo Ríos
Minga
Mañana linda, clara, con vívido sol.
En el patio empedrado de la casona, doña Rosaura, doña Jeshu, doña Lida,
doña Marcela, curiosamente en cuclillas, golpean con sus finos vareadores
la blanca lana que está amontonada en cueros tendidos, mientras que allí, a ladito
nomás, doña Felina, doña Dominga, doña Adelaida, sentadas sólidamente en las
piedras, con las piernas extendidas, van escarmenando en las faldas la lana golpeada,
con maravillosa ligereza de dedos, hasta adelgazarla bien, así como el viento a la niebla
en las faldas cerreñas, al mismo tiempo que van colocando la parte escarmenada en
limpias petacas.
Y, al ritmo del trabajo, en amena charla y en voz baja, van escarmenando
también los vellones de chismecillos del lugar… Doña Lola, en la cocina, con la
cabeza amarrada con pañuelo blanco —se la ve por la puerta— va removiendo con
una “huíshilla” el sancochado, que hierve en una gran olla “huanquina”… Tiene
razón doña Lola de hacer el sancochado en esa olla grande, puesto que no le faltan
“mingas”.
Un gigantesco, ventrudo cura –compañero de doña Lola—, en el balconcito
pintoresco de la casa, que da al patio, arrellanado en un tosco sillón, con las piernas
estiradas, descansando los pies, que no diré calzados sino forrados de zapatillas
verdes con pintas rojas, en un cajoncito puesto con ese fin, lee un Almanaque Bayer…
Su señoría ha venido a descansar en su casa después de haber recorrido todos
los pueblos de su parroquia; parece estar satisfecho de la vida, la cual le fue muy
pródiga hasta en hijos, y, por ende, en nietecillos alegres y vivarachos.
Las mingas siguen trabajando… Se oyen los golpes suaves y acompasados
de los vareadores, al mismo tiempo que el murmullo de la charla, como el leve
zumbido de un pequeño colmenar…
Varios patos hacen oír su asma desde un rincón del patio, y parecen extrañar las
caricias de la laguna, a donde siempre los suelen llevar a buena hora, recogiéndolas,
a la oración, para que duerman en la casa…
49. 50 Ande y Selva
Y, burlando la vigilancia de doña Lola, del taita cura y aun de las mingas, un
vivaz gorrioncito, con sumo cuidado, se afana en romper con el piquito la tela que
envuelve a una maceta de manzanas, que están madurando en lo más elevado de
su tronquito, que se yergue, bordeado de rosas, de un huertecillo diminuto cerrado
por carrizos que hay junto al portalón… ¡Y es de ver cómo, a pesar del cuidado
que pone el gorrioncito, se balancea el débil tronquito de manzano, amenazando
delatarlo!... (Doña Lola cuida mucho sus frutas, sobre todo sus manzanas, a las
cuales, cuando ya empiezan a colorearse ante la proximidad de la madurez, con
jobiana paciencia, a veces junto con el taita cura, las envuelve, agachando con
horquillas las ramas, con retazos de tocuyo viejo o de crudo, escondiéndolas así
de la voracidad de los pájaros, pues estos, en bandadas alegres, en un amanecer o
atardecer, se picotean golosamente, todos los duraznos, peras, manzanas, a medio
madurar, que hay en las huertas del pueblo… Doña Lola posee tres grandes huertas
llenecitas de estos arbustos frutales…).
Las mingas siguen trabajando, siguen trabajando… Se oye el murmullo de
su charla, quién sabe hasta comentan, pero en voz más baja, la última aventura
mujeriega del taita cura en algún pueblo de su parroquia, mientras que este sigue
siempre engolfado en la lectura de su Almanaque Bayer…
Los frondosos nogales del cerco, del otro lado de la huerta que colinda con el
jardincito de la iglesia, dejan caer, de momento a momento, sus frutos, vencidos
de sazonía que resuenan con golpe seco en la mañana de diáfano silencio…
50. 51Francisco Izquierdo Ríos
La procesión de rogativa
Mucho tiempo que solo hace un sol fuerte… Mucho verano… La tierra de
muy reseca se está rajando… ¿Dónde están las lluvias de otrora?... La tierra
tiene sed, quiere agua… Mucho sol, mucho viento… (A veces, el viento
sopla con tal furia que lleva techos de las casas del pueblo)… Mucho sol, mucho
viento, mucha helada… (Hasta los nogales del pueblo cuelgan ramas marchitadas
por el beso frígido de esa misteriosa dama blanca que es la helada, y que pasa en
el silencio de los amaneceres…).
Ya debían de brotar las plantas… Pero la madre tierra está tan dura, tan dura…
No pare ahora… Las aves y pájaros se banquetean ya con el grano que no germina;
se los ve en las chacras, en grandes bandadas, desenterrando las semillas…
¡No hay cuándo llueva!... El pueblo tiembla ante la inminencia de un doloroso
fracaso, de una escasez total… ¿Qué habrá pasado, si el otro año, como en este
tiempo, llovía lo suficiente?... Todos los indios, como ovejas asustadas de un
rebaño, acuden al taita cura, quien desde la puerta de su ruinoso “convento” les
dice, a manera de sermón:
“Ustedes mismos tienen la culpa de todo; el cielo les castiga porque ya no mues-
tran interés por las cosas de la Iglesia, ni por su sacerdote… Vean ustedes cómo me
encuentro aquí, muerto de frío, sin tener qué comer… Yo no sé que les pasa a us-
tedes por este tiempo… Las primicias que me dais no me alcanzan; son bagatelas…
Y bien saben ustedes que yo tengo bastante familia… El Altísimo los castiga… De
ahora en adelante, procurad arreglar, adornar mejor vuestro templo; agregarle más
santos, que faltan muchos, como Santo Toribio, por ejemplo, que tiene sobrado
derecho, porque hasta pasó por aquí derramando bendiciones… Luego, celebrad
solemnemente todas las fiestas… Yo no sé qué les pasa a ustedes, no quieren hacer
ya nada en bien del Señor… Antes vuestros padres eran más devotos y estaban, por
consiguiente, en la gracia de la Providencia… Y no olvidéis, sobre todo, de aumentar
las primicias para este pobre sacerdote del Altísimo… Así pronto lloverá….
51. 52 Ande y Selva
(Hace una pausa… Tose… Luego prosigue.)
“Pero, no desesperéis, amados hijos; mantened viva nuestra fe y roguemos al
todopoderoso, con todas las fuerzas de nuestras almas, que vierta lluvia sobre estos
campos… pidamos lluvia a Dios, hijos míos…” Y, tosiendo, tosiendo, el sacerdote
alza las manos con fervor al cielo; los indios le imitan, arrodillándose sobre la
verde yerba frente al “convento”… Se disipa el miedo… Se vislumbra ya el pliegue
de una esperanza en los rostros antes pavoridos de los indios, quienes ofrecen
colmar la despensa del taita cura con todo lo que él quiera… Hacen promesa de
aumentarle las primicias… E inmediatamente se oye temblar en el ambiente los
lentos toques de las campanitas de la iglesia, graves y quejumbrosos, como si
fueran voces de ruego, de súplica, de plegaria… Y a mediodía sale la procesión de
rogativa, llevando a San Isidro en el anda, que, después de dar una vuelta por todo
el pueblo, se dirige a una loma vecina, de donde, bajo el sofocante calor, hacen al
santo señalar las sementeras con un dedo…”.
52. 53Francisco Izquierdo Ríos
Las aradas
El ambiente está impregnado de un fuerte olor a tierra fresca y removida…
¡Tiempo de las aradas!... Sí; lo dicen también las “chacramas”, que al
anochecer invaden por millares el pueblo, con el ruido peculiar de sus
élitros, como si fueran aviones fantásticamente diminutos…
Apenas anochece las “chacramas” vuelan por todas partes… Hasta se introducen
a las casas por las puertas abiertas, o bien por algún resquicio, revoloteando con
placer alrededor de la luz…
***
Amanece…
Se oye en las calles del pueblo silbidos, así como el acompasado ruido de los
timones que arrastran las yuntas…
Los caminos desbordan de gentes, de yuntas, de ruidos, de claras risas,
canciones y silbidos…
Las gentes del pueblo están yendo a las aradas…
***
Cual sombra que desplaza al volar un ave grande, pasa la tarde sobre el áspero
lomo del Ande… Pasa la tarde…
El sol, en la cumbre está llorando vivas lágrimas de oro… Se está haciendo
un crepúsculo bello y sonoro… En las floridas bajadas, en lírica algarabía, cantan
palomas, balan ovejas, mugen toros, al par que aguateritas donairosas, cántaro a
la cadera, van al arroyito claro que corre, allá, abajo, por en medio de álamos, en
linda pradera…
Y en el pueblecillo rústico, encantador, cual si fuera un nacimiento de Noche
Buena, encajando en el vallecito cubierto de frondosos eucaliptos y nogales, la
iglesia hace oír el lento toque de la oración… Mientras que, en la colina de enfrente,
cual un hermoso cuadro, ante la pálida lumbrarada del sol que se hunde tras los
53. 54 Ande y Selva
cerros se yerguen las siluetas de indios labradores, que van punteando aún a los
bueyes en la labor de la arada…
***
Anoche…
Y, junto con las “chacramas” que invaden de nuevo el pueblo, van llegando los
aradores…
Las yuntas vienen a paso cansado y lánguido, arrastrando los timones… El
trabajo ha sido muy duro…
Y los timones, con sus ruidos acompasados, parece que viniesen ritmando la
canción de la ruda faena…
54. 55Francisco Izquierdo Ríos
Siembra
Amanecer….
El pueblo está en afanes para la siembra…
Los bueyes para las yuntas están amarrados ya en las trancas de las huertas
y se desperezan abriendo sus bocazas…
Todos desayunan… Los que van a sembrar, mujeres y niños, especialmente,
comen hasta no más, en la creencia de que así el frejol y el maíz granearán bien y
“echarán buena barriga”… Por consiguiente, preparan también para llevar al campo
bastante comida para el almuerzo, y, luego, la merienda, ya de regreso, en la casa,
debe ser, del mismo modo, abundante… Y, sobre todo, debe haber bastante chicha
y huarapo.
***
Se van ya a las chacras…
Los caminos están llenos de yuntas, algunas de las cuales, al látigo de su
dueño, corren haciendo sonar con más violencia en las piedras los timones que
arrastran…
Los caminos son toda una bulla lírica…
Los sembradores van, en medio de las yuntas, con las “shicras” de granos a la
espalda, lo mismo que los “quimingueros”, silbando o cantando…
Todo el pueblo se ha desbordado por esas bajadas…
***
En la hondísima quebrada, florida de tayos y retamas, corre bramando el
torrente, vociferando…
La mañana tiene reflejos de oro… ¡Y cómo resuena en la límpida mañana la
ronca voz del torrente!
55. 56 Ande y Selva
El paisaje es bello y amplio…
Las cumbres de las montañas, como fantásticos torreones verdes, horadan el
espacio de azul purísimo…
Sopla un vientecillo placentero… Hay en el ambiente una fuerte sensación de
vitalidad subyugadora.
El cercano pueblecillo sonríe en una loma, con sus casitas grises y desaliñadas, con
sus grandes árboles verdes, cuyos ramajes mueve el viento… Aún se ve el humo que
se levanta de sus cocinas y se oye el canto de sus gallos y el ladrido de sus perros…
Cantan zorzales y palomas en los tupidos bosquecillos de moras… Y cuelgan
de los bosquecillos, que están completamente enjoyados de rocío, macetas de
moras a medio madurar, estando ya algunas de ellas bien moradas, mientras que
otras recién colorean… ¡Parecen piedras preciosas!... Y todos los bosquecillos de
moras, con sus macetas de frutos, con sus temblorosos rocíos, parecen bazares
miliunanochescos de joyas!...
En las faldas de enfrente braman toros y corren tras de las vacas, bajo las
llamaradas candentes del sexo.
Algunos gallinazos, como pequeñas manchas negras, hacen atrevidas pruebas
de equilibrio en el azul inmenso…
¡Belleza infinita de mi tierra…!
El camino, blanco en los colpares y rojo en las secciones arcillosas, serpea por
las faldas de los cerros…
Algunosmagueyes,aambosbordesdelcamino,seyerguenenelambiente,coronados
de sus florones características, donde están posados golondrinas y gorriones…
Y en todas las faldas del inmenso encajonado de cerros van sembrando los
indios en sus chacras… Los hombres van piloteando las yuntas, mientras que las
mujeres y los niños van arrojando el grano en los surcos…
Se oye el rumor de la siembra, en medio del rumor intenso de la naturaleza salvaje…
56. 57Francisco Izquierdo Ríos
Fayna
Llueve menudamente…
El sol, que está todavía encima de las elevadas montañas, brilla, con luz
deshecha en mil iris, a través de la lluvia…
La lluvia sigue cayendo, menudamente…
¡Qué rumor tan delicioso tiene el aguacero en las hojas de los árboles y en las
peñas!
El Utcubamba, por medio de las rocas, corre sonoramente, sonoramente…
Millares de pájaros se dejan mojar, gustosos, sobre los tallos y pencas…
Y a través de toda esta alegría cósmica se oye un rumor más dulce, melodioso...
Música de antaras y de tinyas, mezclada de gritos y de exclamaciones de placer...
¡Cómo treman las melodías, sobre todo, los sones acompasados de los tamborcitos,
en el frío corazón de la lluvia!...
Es una “fayna”…
En la verde falda, que lame el Utcubamba, se está cultivando un maizal… La
“fayna” sigue, a pesar de la lluviecita… Y en medio del verde esmeralda de la chacra
aparecen, dispersamente, por uno y otro lado, cual grandes manchas de color, los
ponchos y pañuelos polícromos de los indios…
Mujeres y hombres, al son de las tinyas y antaras, van desyerbando la chacra…
Algunos corren, de un lado a otro, dando saltitos, como danzar, pareciéndose al
cóndor cuando insinúa su vuelo.
Sigue la “fayna”, con sus gritos y exclamaciones de placer y con su música de
antaras y de tinyas…
57. 58 Ande y Selva
Siguen trabajando; al mismo tiempo que los que tienen sed beben la chicha,
alzando los cántaros… Además: el “ucho” del almuerzo fue muy castigador; ¡los
labios queman!
Sigue la “fayna” con su bullicio y sus cadencias…
La lluvia ha cesado… Las altas montañas están velándose tenuemente por
cendales de vapor de agua…
El sol está ya oculto, solo apenas despide débiles llamaradas amarillentas, que
se proyectan verticalmente en el cielo, a ras de los cerros, como el resplandor de
un lejano incendio agonizante…
Triste suena ya el canto de los pájaros…
Y, al son de las antaras y tinyas, se van danzando, danzando, los “faynados” a
la casa del patrón, por la verde falda… Se van danzando, danzando, con gritos y
exclamaciones… Las tinyas y antaras suenan con redoblado furor lírico…
La luna nueva alumbra ya el valle… Vagamente brilla su luz a través de los
blanquísimos vapores de agua que siguen levantándose… Bello paisaje presenta la
noche, al par que triste…
El Utcubamba ruge bajo las rocas…
Y se oye lejanamente el alegre son de un tambor… Y gritos… Es en la casa del
patrón… ¡Bailan!... La fayna ha culminado en jarana general…
Sigue sonando el tambor, acompasadamente…
Mas, a eso de bien entrada la noche, se oye un alboroto… Y llantos gemidores
de mujeres…
Dos hombres en el baile han peleado a machetazos, y uno de ellos tiene partido
el cráneo…
58. 59Francisco Izquierdo Ríos
Puna
Soledad infinita… Solo el viento que silba, que silba, como una serpiente
escondida dentro del extenso y tupido pajonal… Gélido desierto, donde,
como en ninguna otra parte, se tiene la horrible sensación de la soledad…
Solo un gavilán, que en el cielo de azul lánguido vuela, vuela alrededor de
un escueto peñón, a una piedra blanca que despide vívidos reflejos al recibir de
lleno la luz del blanco sol… O una laguna, que recorta su forma de medialuna,
cubierta siempre de un tenue cendal de niebla, en una hoyada, con uno que
otro pato salvaje, con una que otra garza, que respectivamente parecen príncipes
negros o princesas blancas, que estuviesen encantados…
O cruces de tayos sobre montículos de piedra (tumbas de los que murieron
huérfanos de calor, con pálidas florecillas, sin nombre, los bordes, que parecen
unas lágrimas hechas flor…).
De vez en cuando se rompe el silencio con la palabra gruesa de un arriero:
—“¡Ahijuna!, ¡mula grajienta!”— que va tras de su recua con afán…
Obienapareceenelcaminodesoladolasiluetadeunviajero,quecompletamente
embozado en su poncho, como un fantasma, al paso tembloroso de su mula, va,
va…
Puna, inmenso pajonal amarillo, de cielo neurasténico, que rápido se oscurece
en son de tempestad; yo he sentido allí las heladas caricias del gran granizo, el
arrullo del viento, la zarzaganeta del huracán…
Puna tornadiza, con alma de mujer veleta… “En cielo de puna no hay que
creer”… Y con razón.
Puna triste, con uno que otro bosquecillo anémico, donde algún pájaro errante
añora, en cantos melancólicos, la hermosa vida de lugares bellos y alegres…
Puna, donde la luna, sea nueva, o llena, tiene siempre el mismo resplandor de
palidez mortal, palidez de cera, que al contemplarla de lejos nos vuelve pensativos,
59. 60 Ande y Selva
tristes… Que al contemplarla de lejos, nos hace pensar en cosas amargas de la
vida…
Puna, rosario de leyendas trágicas y maravillosas… (Para que no llueva, callados
hay que cruzarla; o sin hablar fuerte… Nos puede ir mal…).
Puna triste, donde las bestias, abandonadas por sus dueños, con las patas
destrozadas, o derrengadas, tiradas de panza junto al sendero, nos miran con sus
ojazos claros, estirados los belfos, como si nos quisieran hablar…
60. 61Francisco Izquierdo Ríos
El viejo arriero
La oración… Ya empiezan a brillar los luceros, limpios, después de la lluvia,
encima de los cerros…
Las bestias, allí a lado, en el verde, solo pastan, empapadas de agua, tiritando
de frío…
En el bosque de tayos, bellamente florecido y lloroso de aguacero, opaco
graznido lanza una pava huraña…
Y en la húmeda pascana arde, arde la Kandel, al par que del techo de la choza,
gota a gota, caen rezagos de la lluvia…
Hace un frío que hiela el alma… Pasa un sutil viento… El río, en las piedras y
bajo los árboles, ronca…
Después de haber comido parco fiambre nos calentamos al fuego yo y mi viejo
arriero… Y, ansioso, le digo, insinuado por la hora de belleza y de poesía: “¿Qué
me cuentas, buen viejo?”.
(Y en los ojos del anciano arriero, al mismo tiempo que atiza la candela, veo
reflejos de leyendas.)
“Nací en Molinopampa, patrón, y estos mis ojos ya se han enturbiado solo en
este diablo camino a Moyobamba… Las arrugas de mi cara brotaron en cada viaje
que hice por este pésimo camino del infierno… Y así como mi cara tengo arrugao
el alma; aquí, adentro, pues, patroncito, tengo muchas penas…
”Yo he sido arriero de toda clase de gentes; de gringos muy altazos como los
eucaliptos, y como ellos mudos, que pasaban a Loreto, y de costeños habladores
que venían de subprefectos… Este mi oficio es bueno husmear corazones; he
tenido patrones nobles, de mano suelta, como patrones muy malos, grandísimos
‘puñetes’, que hasta se fijaban en el mísero fiambre…
(Y el viejo arriero, sacando de un talego, va mascando, mascando la agradable coca.)
61. 62 Ande y Selva
”Y en Pishcohuañuna, muchas veces, a los ‘munchas’ palúdicos los he visto
pelar el ojo, y los cubrí con ramas, y los cubrí con piedras; y, como hombre bueno,
patrón, les he colocado una cruz de tayo siquiera… ¿Cómo llorarán las mamas
de estos buenos muchachos, que salen de sus casas, patrón, a buscar fortuna,
y encuentran en un cerro disierto y frío pobre tumba… Y una noche también,
patrón, ¿no pue dormí con el muerto?; ¡Santo Dios!, ¡no sé qué se hace mi cuerpo
cuando me acuerdo!... Llegué a ‘Ventilla’ una noche lluviosa; llovía juasú Dio, y
todo estaba oscuro, oscuro… Solté a las bestias, después de descargarlas para que
se rebuscasen en el pequeño pasto, y, sin ánimo para nada, ni para hacer candela,
mascando solo un poco de cancha, tendí las jergas sobre un montón de paja seca
que había en la choza, y, tapándome con mi poncho, me acosté, durmiendo, como
es natural, inmediatamente, cansado como estaba… ¡quién te diría, patrón, que al
‘manecer’, cuando me levantaba —¡Santo Dios, se eriza mi cuerpo!— veo a mi lado
un cadáver medio tapado con las pajas; sus pies estaban apareciendo, lo mismo
sus manos y su cabeza… Me quedé partío!... Mi compañero de la noche había sido
un muerto!... ¡Taititu!... Recé, patroncito, hincándome lao del muerto, y después,
haciendo cargar rápidamente a mis bestias, empecé a subir hacia la puna… ¡Así es
la vida, patrón!... ¡Qué se va hacer, pue!... En cualquier parte uno se muere cuando
es la hora; y nadie muere en la víspera… ese pobre que murió era un ‘muncha’,
que había sufrido, seguramente, una terrible tempestad en la puna…
”Desde que fui niño trajino estos senderos… ¡Si supieras, mi patrón, lo que he
visto de arriero!... Pero, antes un cigarro, patrón, saborear quiero, que siguiendo la
‘armada’ te contaré un ‘algo’…
(Y el anciano arriero enciende el cigarrillo con un tizón de la candela, que llena
de humo su cara.)
”En un frío ‘manecer’, como todos los de la Sierra, cuando piaban los pajarillos
y brillaba aún la luna, fui a buscar las bestias, dejando en la cueva que nos sirvió
de posada a mi patrón, bien cubierto de sábanas y frezadas… Busqué los animales
en todos los bosquecillos, en todas las laderas, y no pude dar con ellos, a pesar de
que las trancas que hice para seguridad estaban conforme… Iba ya a regresarme
completamente desconsolado, cuando oí gaznar una mula en un hondo barranco
cubierto de palmeras, que había allí cerca, y que nunca, por nunca, iba a crecer
que allí estuvieran las bestias… El barranco era profundo y cubierto, como digo,
de bosque espeso… Me dirigí al sitio, y una sorpresa grande me esperaba; bien
abaaajo, en el fondo, estaban las bestias, amarradas unas a otras, de las colas…
¡Santo Dios!... ¡El duende, patrón, el duende!... Después de rezar y rogar a Dios
con todo mi corazón para que me ayudara, llevando en la mano una cruz que
formé de ramas, bajé, con padecimiento y por mil rodeos, al fondo del abismo, las
bestias desaté, y de una en una, padeciendo, las hice subir… ¡El duende, patrón,
el duende!
”Diún rato, felizmente cuando estaba ya encima del barranco, oí que dentro de
las palmeras, bien abajo, se reía burlescamente el enemigo… ¡Taititu!... ¡Mi cuerpo
se hizo grueso y mis cabellos se pararon de punta!... Haciendo uso de todo mi
valor, corrí hacia la cueva, arreando a las bestias…
62. 63Francisco Izquierdo Ríos
Hay que tener cuidao en estos diablos caminos de los horribles duendes, que
viven en los cerros o bien bajo la tierra…
”Usté habrá oído unos ruidos adentro, como de agua que brota, sobre todo,
en momentos de aguacero; son los duendes, patrón, los duendes maldecidos que
celebran en sus casas ‘suterranías’ sus fiestas, con loco bullicio… ¡Si, patrón, tú
supieras lo que en las haciendas o en los grandes pastales de las cumbres, los dueños
a sus ganados, a veces, los encuentran colgados de sus rabos, con las patas arriba
y las cabezas abajo, de las peñas elevadas…Patrón, ¡quién creyera! que, a veces, de
las ramas más débiles de los árboles; así como también; en algunos ‘maneceres’,
completamente piezados de sus colas unos con otros, y con sus cuerpos tisha,
tisha… ¡El duende, patrón, el duende se burla así de la gente!... ¿El maldiciado
hasta criaturas, no pue, se roba, patrón?; las lleva lejus, lejus y las deja después…
”Y hay cuevas también en los cerros, patrón, donde el enemigo se burla de
nosotros, los cristianos, cuando pasamos por lado de ellas, que todo nos remeda;
si silbamos también silba, también canta si cantamos, si nos reímos también se
ríe… Nos tira piedras, con ramas, y hasta con isma de pájaros, patrón… Por eso,
ya nosotros, al pasar por esos sitios le damos la contra que nos enseñó el taita
cura; rezamos el padrenuestro y la santa cruz hacemos, así, con nuestros dedos…
O, si no, le damos miedo golpeando nuestros puñales en las piedras, hasta sacar
candela…
”Y, patrón, en las noches unos gritos habrás oído, como de alguien que arrea…
Es el alma, patrón, de algún arriero muerto…
”¡Uf! ¡Amarga la coca, taititu!... ¡Mala señal!... Seguro que mañana otra vez nos
va a llover”.
El río, bajo los árboles, como un ebrio, ronca… Hace un frío que hiela el alma…
Y la luna, con su luz blanca, blanca, ya la cordillera baña…
63. 64 Ande y Selva
S E L V A
La paloma
¿Será cierto que los animales conocen lo que nos va a pasar?
¿Será cierto que nos avisan algún suceso feliz o una fatalidad?
¿Y por qué no?
Posiblemente para sus ojos escrutadores no hay sendales de misterio.
En la tarde de un jueves de no sé qué año, en el rumoroso valle de mi infancia,
mi madre, sentada en el corredor del patio, remendaba nuestra ropa… Y yo, sentado
a su lado, jugaba con carrizos… ¡Qué hermosa era la tarde morena, adornada de
claveles y jazmines!...
Un loco viento hacía piruetas en las ramas de los altos zapotes. El viento
también juega a veces como un niño…
…¿No habéis visto cómo, de repente, hace remolinos de hojas secas y de polvo
en las desiertas plazoletas o en las calles, elevándose así hasta bien arriba, y luego
desaparece?...
¿No habéis visto cómo, a veces, dándole vueltas y vueltas, se lleva el sombrero
de algún transeúnte hacia el espacio azul?... El viejo viento, pues, juega a veces
como un niño…
Estábamos sentados así en el corredor, cuando, de pronto, como un pañuelo
que cae en el aire, vino una blanca paloma salvaje a sentarse en la falda de mi
madre… Mansita se acurrucó en la falda, como si fuera en el blando nido.
—¡Santo Dios! — exclamó, toda pálida, como levantarse, mi madre.
Yo la miré, lleno de asombro…
Estaba muy demudada.
—Hijito, algo nos va a pasar —y rompió en un mar de sollozos.
—Algo, hijito, —repetía, tapándose los ojos con las manos.
64. 65Francisco Izquierdo Ríos
—¡La paloma!… ¡La paloma! —profería, señalando a esta, que permanecía
acurrucada en el suelo, a donde la había arrojado con nerviosa violencia.
Yo agarré la paloma, le corté las alas y, amarrándola de una patita, empecé a jugar
con ella. Varios días constituyó la base de mis juegos; la hacía andar por el espeso
jardín, por los corredores, por el balcón… Hasta que, en uno de esos amaneceres,
desapareció misteriosamente; no la encontramos en ningún rincón de la casa.
Y no pasó una semana, cuando un viajero nos entregó una carta enlutada. Mi
abuela, la madre de mi madre, había muerto en un lejano pueblo del Huallaga…
Cuando alguien preguntaba a mi madre si había tenido algún aviso agorero
para esa fatalidad, contaba ella lo de la paloma.
—¡La paloma! —afirmaba mi madre, y rompía en un mar de sollozos—. ¡La
paloma!...
¿Será cierto que los animales saben lo que nos va a pasar?
¿Será cierto que nos avisan algún suceso feliz o una fatalidad?
¿Y por qué no?
Posiblemente para los claros ojos de estos habitantes de los árboles no hay
caudales de misterio.
65. 66 Ande y Selva
La lechuza
Amedianoche sería que nos despertamos ante un extraño ruido, como
rumor de alas… ¿Y qué vimos?... Una hermosa lechuza, desde una viga,
nos miraba con sus grandes ojazos húmedos; entraría, seguramente, al
dormitorio, por la puerta abierta, al atardecer… ¡Horror! Y nada más.
Nos paralizó el miedo.
Bien conocíamos lo que significaba la presencia de esa ave agorera en nuestro
dormitorio… ¡Y mi padre estaba ausente!... sombríos presentimientos cruzaban
por nuestros espíritus, estremeciéndonos…
Luego empezamos a cazarla. Mi madre con el palo de la escoba… El ave
volaba y revolaba por encima, con sonoro ruido de alas, en desesperado afán de
escaparse… Hasta que mi madre, en su angustiosa inquietud, logró alcanzarle un
golpe terrible, tumbándola al suelo; la lechuza, en el exterior de la agonía, cuyo
abundante plumaje tenía sutiles estremecimientos, nos miraba con sus grandes
ojazos húmedos, como suplicándonos que no la matáramos… Pero, mi madre,
implacable por el miedo que la dominaba, le asestó otro garrotazo, arrojándola
luego a la calle: el golpe seco de la caída resonó trágicamente en el espeso silencio
de la noche…
Y desde ese momento no dormimos. Amanecimos sentados en la cama a la
débil luz de la lámpara. Un extraño terror nos impedía cerrar los párpados.
66. 67Francisco Izquierdo Ríos
Los paucares
El alto y corpulento almendro que se yergue enfrente de la choza de la
hacienda está poblado de grandes nidos oblongos y grises; de todas sus
ramas cuelgan los nidos… Parece así un extraño árbol de Navidad en medio
del paisaje.
Los alegres paucares han construido allí sus nidos pintorescos como
cucuruchos. Y siempre ellos cuelgan sus nidos en los árboles de las haciendas o,
a veces, también en los de los mismos pueblos; siguen y acompañan a las gentes
de la Selva, no les gusta la soledad. Son, pues, amigos del hombre, a quien dan
bellos instantes de alegría con sus cantos y con la rara habilidad que poseen de
imitar los gritos y cantos de los otros animales; esta habilidad maravillosa va hasta
a imitar el lloro de las criaturas, las voces de las mujeres para espantar gallinas o
chanchos, el silbo de los mozos, y hasta repetir algunas palabras que oyeron…
constituyen la delicia de los niños, así como también de los adultos… ¡Cuántas
veces, el chacarero que vuelve cansado de la faena diaria, al atardecer, se acuesta
en el pasto de la hacienda a escuchar a estos pájaros!... ¡Cuántas veces los niños,
sobre todo en las frescas mañanas, sentados bajo el corpulento almendro, oyen,
arrobados, sus cantos, y, asombrados, sus maravillosas imitaciones fonéticas!
—¡Shooo…! ¡Shoooo…!
—¡Cuchiii…! ¡Cuchiii…!
Se oye en el almendro. Son los paucares que están imitando el modo como
espantan las mujeres a sus gallinas y chanchos.
—¡Gua… Guaaaa… Guaaaaa!
—¡Ja, ja, jaaaaa…! ¡Ja, ja, jaaaaa…!
Los paucares están remedando el ladrido del perro y la carcajada del hombre.
Estos pájaros cantan casi todo el día, del amanecer al atardecer, saltando en
las ramas... (Una orquestación de cantos es el almendro, sobre todo, al rayar el
67. 68 Ande y Selva
alba y al ocultarse el sol…). Pero hay momentos en que se internan en la Selva en
busca de alimentos para ellos y para sus polluelos, quedando en consecuencia,
silencioso el árbol, solo con sus grises nidos oblongos, donde, sin embargo, palpita
la vida, pues son como preciosos cofres que avaramente guardan millares de crías
y de huevos… Con todo, el árbol no queda completamente abandonado; dentro
del ramaje, escondidos, hay varios centinelas encargados de cuidar el prolífico
hogar, que permanecen callados, pero alertas, con los ojos avizores…
De pronto, se desliza una sombra en el ambiente, la sombra de un ave… Un
tucán, el ave de pico gigantesco y de plumaje multicolor, que, por su pico grande,
casualmente, toma el agua de las quebradas, arrojándola, primero, hacia arriba y
esperándola, luego, con el pico abierto, o, si no, el agua de las lluvias, que le resulta
más fácil, por lo que siempre se le oye cantar en tono lastimero en la selva; y las
gentes dicen que así suplica a Dios para que haga llover; que ha estado aguaitando
desde un árbol del bosque próximo y que, siendo el ogro de los paucares, ha
volado al almendro con el fin de comerse los polluelos de aquellos… Los paucares-
centinelas, en el acto, subiéndose a las ramas más altas, lanzan chillidos agudos,
avisan a sus compañeros lejanos que hay peligro en el árbol-hogar, que el ogro
está allí… Ante este aviso angustiosos, los paucares ausentes, emitiendo chillidos
desaforados, vienen de distintas partes de la Selva y rodean al tucán, al que, siempre
gritando, como si lo insultaran, empiezan a picotearlo; defienden el derecho de su
hogar y a la vida, con toda la energía del caso. El tucán, que ha estado padeciendo
en comerse un polluelo —pues, para esto tenía que sacarlo primero del nido y
arrojarlo todavía hacia arriba y esperarlo con el picazo abierto—, no tiene otro
remedio que escapar, siendo perseguido hasta gran distancia por una nube de
paucares, a través de la clara ruta del cielo…
68. 69Francisco Izquierdo Ríos
El poema de las naranjas
¡Qué hermosas, qué ufanas, las huertas tropicales, en las claras mañanas, con
sus verdes naranjales!
Como rostros de oro, por entre el bosque de hojas y de ramas de los troncos
no muy altos, asoman las naranjas; como rostros de niñas, que al fúlgido beso
del sol mucho más se encendieran, se tiñeran de rubor… Rubias abejas golosas
revolotean con placer junto a ellas, ansiosas de sus caricias de miel, así como bandas
de mariposas de múltiples colores, mientras que algunos pajarillos, escondidos en
el ramaje, tañen en su loor sus dulces caramillos…
¡Qué hermosas, qué ufanas, las huertas tropicales, en las claras mañanas, con
sus verdes naranjales!...
Naranjas encendidas como el clavel, naranjas dulces como la miel… naranjas de
mi tierra tropical, regios goces nos brindan, a la hora del calor, con su pulpa sabrosa,
cuando fuerte quema el sol… ¡Fruta de dioses, deliciosa!...
En las noches oscuras, profundas, pero de luceros brillantes; la brisa roba
aromas a los grandes naranjales, y loca y traviesa los desparrama en calles, patios,
huertas y casas…
¡Y qué bellos parecen los naranjales dormidos en las noches de luna, de silencios
infinitos!...
—Niño, hazme el favor de vender tus naranjas.
—No se vende, señor… Coja Ud. en la pampa.
Y el viajero cansado, el viajero sediento, coge del verde naranjo las frutas, con un
palo.
El sol está furioso, quema como candela... ¡Poblada de naranjos es un jardín la
aldea!
El viajero, con ansia, gusta la fruta deliciosa, así como guarda otras en su azulada
alforja…
69. 70 Ande y Selva
Las naranjas, caídas por sazonía junto a los troncos, con las chatas cabezas al
cielo y húmedos los ojos de placer, paladean las vacas…
Al sol de mediodía, desde lejos la aldea, con naranjas amarillas, parece un
fantástico jardín de oro…
Y el viajero, alegre, se interna en la selva, llevando en sus ojos el deslumbrante
paisaje de esta tierra…
70. 71Francisco Izquierdo Ríos
Las ciruelas
La lluvia canta, canta sus tristezas, acompañada por el viento, en los
oscuros ramajes de la huerta; la lluvia sabe de músicas maravillosas, de
melodías desconocidas, dulces, tiernas, melancólicas, etéreas, que en el
corazón despiertan azules anhelos imposibles, ansias infinitas, que hacen señas
en lejanas cosas irreales, en paisajes fantásticos… ¿No habéis oído llorar a la
lluvia, como una viuda desconsolada, en los tejados, a altas horas de la noche?...
¿No os habéis dormido, alguna vez, en una chacra de la Selva o en la choza de
un camino, a su dulce y cadencioso arrullo?... Yo no sé por qué siempre que oigo
cantar a la lluvia siento en mi alma abrirse el capullo de un poema de nostalgias
incomprensibles… Siempre que oigo caer la lluvia, al vaivén de su música inefable,
me hundo en el mar de ensueño, y creo, entonces, en la existencia real de las
hadas, de los gnomos y de los ángeles… ¡Oh, el arrullo del aguacero!... ¡Oh, la
canción de la lluvia tropical!...
Cae, cae en el aguacero… Canta, canta el aguacero en los oscuros ramajes de
la huerta, acompañado por el viento; y hay un temblor infinito de hojas y del
difrute de un bailoteo dionisiaco de sapos bajo los árboles así como bajo las flores
del espeso jardín del patio… Canta, canta, el aguacero en la huerta, en el tejado,
en el jardín… Canta…
Desde el balcón de la casa, que da a la huerta, una niña vestida de blanco,
arrimada de codos a la balaustrada, mira caer la lluvia, y, seguramente, sueña be-
llas cosas ante su arrullo… ¡Qué hermosa niña!... Parece una visión fantástica, un
hada, un ángel, una flor, un nocturno girón de nube, una alba paloma. Con los
ojos medio dormidos contempla el paisaje; sus bucles rubios, en gracioso desor-
den, caen sobre su nuca de alabastro. Sus manos son como dos lirios…
Pasó la lluvia… el cielo se abre, se aclara con rapidez…
Un diluvio de luz solar cae a la tierra…
71. 72 Ande y Selva
La niña, despertando en las gradas del escalón suaves ruidos, baja corriendo…
Se va a la huerta a juntar las ciruelas que cayeron al beso de la lluvia; han quedado
estas frutas desparramadas en el suelo húmedo, como joyas preciosas… La niña
junta, dentro de los árboles verde oscuros e iluminados de gotas, la deliciosa fruta
roja, de bermellón encendido, como la púdica corola de sus labios…
72. 73Francisco Izquierdo Ríos
El Chullachaqui
¡Oh, el “Chullachaqui”!, el diablo de pies desiguales y proteico, que se transforma,
de un momento a otro, en gente, en árbol, en ave, en arroyo o en perro, dentro
de las verdes soledades de la Selva inmensa, y asusta a los caminantes o rapta,
con engaños, a los niños que andan solos, o que así se quedan en los trapiches o en
las chozas de las chacras, como también a los adultos… Aparece, por lo general, en
la persona de un pariente (de una madre, de un padre, de un tío, etc.), o, a veces,
también en la de un amigo, e invita amablemente, con algún hábil y oportuno
pretexto, a seguirle por la Selva, hasta que, después de haber caminado regular
distancia, dentro del silencio y desamparo de aquella, se revela tal como es, y deja
amarrada a su víctima, si es adulto, en una “tangarana”, el árbol de millares de
hormigas rojas y feroces, y si es niño lo sube a uno de los árboles gigantescos, donde
lo deja oculto en el frondoso ramaje… A veces también, en uno de esos soledosos
caminos, aparece ante algún niño como una linda gallina blanca con hermosos
pollitos, que este, entusiasmado por agarrarlos, los sigue, bosque adentro, siendo,
desde luego, víctima de un fatal desengaño… ¡Cuántas leyendas terroríficas se
cuentan al respecto!... ¡Cuántos relatos espeluznantes que estremecen el alma y el
cuerpo!... ¡Cuántas veces se oye decir que se han encontrado niños raptados por el
Chullachaqui en los altos ramajes de los árboles con los rostros desfigurados por
terribles rasguños, ya sin habla, mudos!
Los indios “cargueros”, que conducen viajeros por la Selva, creen descubrir las
huellas de sus pies desiguales en el lodo de los caminos, y sienten gran terror o
piensan oír, sobre todo, en los momentos de lluvia, el rumor de las conversaciones
de estos seres fantásticos en las aletas de los sombríos renacos de los senderos…
¡Cuántas veces en mi lejana infancia he oído decir a las gentes de mi ciudad
que aun en los renacos de los solares de esta viven los chullachaquis, cuyas
conversaciones son percibidas en los momentos de tempestad y en los misteriosos
anocheceres!