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Cuentos del mundo
con Dios al fondo
CARMEN IBARLUCEA PAREDES
2005
Cuentos del mundo
con Dios al fondo
2ª Edición: Enero 2005 (1.000 ej.)
© Asociación C. Tremn
Grecia, 6. 06100 OLIVENZA
Teléf.: 924 49 12 72
e-mail: info@tremn.org
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Diseño de cubierta
Carmen y Juan Carlos
ISBN: 84-932955-0-7
Depósito Legal: BA.677-2003
Imprime KADMOS
Salamanca, 2005
AGRADECIMIENTOS Y ADVERTENCIAS
No se puede escribir desde la fe, sin creer... pero se
puede hacer difícil creer, si uno no se va encontrando
con manifestaciones tangibles (no como el absoluto de la
piedra, sino como el velado lenguaje de la poesía), que
tienen nombre, rostro, historia.
En ocasiones las manifestaciones tangibles, son frá-
giles, dolientes y se encuentran perdidas; otras veces,
arropan tu dolor, algunas son un modelo de vida: bon-
dad, buen humor y compromiso constante con la justicia
(dulce caridad). Algunas son todo eso y más.
Aquí hay algunos nombres, no son todos, pero me
pareció de justicia.
A Daniela, Bárbara, Macarena y Hanna.
Ana y Johnny, Fhzora, Dariuzs, Karina
A la Comunidad religiosa de HH Reparadoras de
Táliga (Badajoz):
María R., Regina, María S., Ángela y Pilar.
A los miembros amorosos del I.E.M.
A Carlos, Esther, Feli y Marina.
Y a quien, pese a todas las pruebas en contra, con-
fía en mi: Fernando Ibáñez.
7
Para realizar esta recopilación, he buscado con atención entre
páginas encuadernadas y páginas web, he escuchado con atención
a las personas que, por los azares de la vida, se cruzan conmigo lle-
gando de todas partes: trabajadores y trabajadoras, estudiantes, via-
jeros, amigas...
Y me encuentro ante la dificultad de no poder precisar la pro-
cedencia o la autoría étnica de algunos de los relatos. Por eso pido
disculpas a los pueblos no mencionados, pido disculpas por los cuen-
tos mal ubicados y me disculpo por no disponer del tiempo y sobre
todo de la capacidad económica que me hubiera permitido llevar a
cabo un trabajo de campo exhaustivo, como hubiera sido mi deseo.
8
NOTA PERSONAL SOBRE LA FE,
LA RELIGIÓN Y SUS FORMAS
“En tanto en cuanto el universo tuviera un principio,
podríamos suponer que tuvo un creador. Pero si el uni-
verso es realmente autocontenido, si no tiene ninguna
frontera o borde, no tendría ni principio ni final: simple-
mente sería. ¿Qué lugar queda, entonces, para un creador?
(Stephen HAWKING, Historia del tiempo, Ed. Crítica 1999
pág 180)
Como ven, soy arriesgada. Comienzo un libro que
hablará de Dios(a) desde la diversidad, citando a un ateo.
Pero también los ateos dedican mucho tiempo a pensar sobre
Dios en todas sus formas, para vergüenza de una buena parte
de los creyentes. Y después de todo, esta observación de
Hawking no esta tan lejos de ser la observación de un cre-
yente... Por ejemplo, para los budistas, el Universo no es
fruto de un creador, no tiene principio, ni fin...Y, sin
embargo, de ellos decimos que son creyentes o religiosos,
porque nos proponen una forma de autoconocimiento que
nos lleva a la felicidad a través de la asunción de la plena res-
ponsabilidad de la vida, a través de una mirada atenta y la
capacidad de elaborar un juicio propio, logrado mediante la
observación y la meditación personal. En esto se separan de
Hawking, porque él quiere saber qué pasa fuera, cómo fun-
ciona el mundo. No es tan sencillo esto de las religiones, de
las creencias... o las increencias.
9
Hubo un tiempo en que yo era atea, por lo que no me
es ajena esta manera de plantearse la vida y de mirar el
mundo. De hecho creo que esa manera de ser y de hacer
continúa siendo la parte más personal de mi misma. Ser ateo
no es negar la existencia de Dios, Diosa o dioses, es simple-
mente hacerse 100% responsable de los propios actos, casi
como ser budista, pero mirando más hacia fuera. Si han leído
los agradecimientos habrán visto que he dedicado este libro a
varias personas. Son todas personas a las que admiro por su
espiritualidad, algunas de ellas son creyentes y otras son
ateas. En la práctica no encuentro ninguna diferencia en sus
comportamientos, porque estas personas, cuando realizan
una buena acción, la realizan con la misma alegría y el mismo
desinterés. Ninguna de ellas busca ganar nada: ni un lugar en
el cielo, ni en la prensa, ni en el panteón familiar. Cuando se
equivocan y obran de manera incorrecta, al hacerse conscien-
tes, su reacción inmediata es pedir perdón a la persona o per-
sonas afectadas... De modo que, a simple vista, y en mi arro-
gante ignorancia, no otorgaría a la religión mayor influencia
que al sentido ético sobre la conducta de las personas... La
diferencia sutil está en un lugar no visible que proporciona
una forma diferente de estar en soledad y en compañía.
Si ustedes me preguntan por mi adscripción, la única
respuesta honesta que puedo ofrecer es que soy creyente o
por mejor decir sintiente de la existencia de Dios(a) y no
puedo desligar este hecho de otros hechos fundamentales en
mi vida: ésta es la razón que me lleva a escribir este libro, aún
a riesgo de fracasar. Yo tenia 20 años cuando la idea de Dios
se sentó en mi estomago y comenzó a complicarme la vida.
Pensaba entonces: creer no es razonable. A mi me gusta la
razón, por ello el argumento fácil que nos dice que “la fe está
por encima de los razonamientos o las demostraciones” me
resulta una aberración. Pero yo llevo dentro de mí esta cer-
10
teza de la que no puedo, ni me quiero desprender, esta cer-
teza que sostiene mi flaquear ante la dificultad y promueve
en mí un diálogo incesante y el diálogo es el mejor camino
en la búsqueda de razones... ¡Claro!, creer en Dios/a es razo-
nable1
, porque es una experiencia de diálogo inigualable...
Eso, obviamente, para quienes pensamos que Descartes
(“pienso luego existo”) olvidó añadir, que pienso porque
nazco y crezco en una comunidad comunicada.
Pero centremos este libro. Algunos cuentos (12 entre
leyendas y cuentos) de África, América y Asía van a hablarnos
de Dios(a). ¿De qué Dios? Porque parece que hay muchas
formas de entender la divinidad, muchos matices, muchas tra-
diciones... Y yo me pregunto: ¿hay muchos dioses, o hay
muchas personas?... Si lo miramos a la luz de las cifras de la
ONU, actualmente somos 6.134 millones de personas sobre
el planeta, de las cuales el monoteísmo agrupa a 2.000 millo-
nes de personas aproximadamente, que se reparten en tres
religiones: el judaísmo con unos 18 millones; el Islam con 900
millones y el cristianismo con 1.200 millones. Si nos centra-
mos en las cinco grandes religiones (hinduismo, con 800
millones; budismo, con 1.700 millones, islamismo, judaísmo y
cristianismo) ya contamos con 3.500 millones de personas...
pero ¿y los 2.634 millones de personas que no se incluyen en
esa suma? No existen estadísticas, o yo no las he encontrado,
que calculen el numero de ateos posibles en el mundo, pero
me atrevo (ya les advertí que soy arriesgada) a pensar que un
alto porcentaje de los 2.634 millones que no se adscriben a
las grandes religiones, si creen de alguna forma en un crea-
dor, serían practicantes de lo que los occidentales hemos
metido en el cajón de sastre del animismo, ahora también lla-
mado “religiones originarias”.
1
Díaz, C. Preguntarse por Dios es razonable, Ensayo de Teodicea.
Ed. Encuentro 1989.
11
Me he sentado a escribir porque hace unos meses varios
adolescentes me dijeron con total espontaneidad:
“(...) No creemos en Dios. ¿Quién se va a tragar todo
ese rollo de Adán y Eva? Nosotros sabemos que el mundo lo
creó la Ciencia”...
En realidad si lo miramos desde la sinceridad del cora-
zón, saben más que yo y su fe es más profunda, aunque yo
me encargué de socavarla aclarándoles que “la Ciencia” no
puede crear nada, porque la verdad de las cosas, es que la
hemos creado nosotros para entender el mundo; pero, aún
así, debo reconocer que yo no podría decir con igual seguri-
dad y determinación “¡Mungu2
creó el mundo!” Seguramente
porque mi pensamiento está mucho más invadido por la cien-
cia que el suyo, pero me sorprendió la rapidez con que pude
explicarles que la ciencia es una creación humana, una téc-
nica. Pero no puedo decir lo mismo cuando hablo de Mungu.
No puedo creer, como creía, que es una creación humana
para explicar el mundo, porque no todos los pueblos tienen
ciencia, pero en cambio todos los pueblos tienen la certeza
de que, de un modo u otro, hay alguien que sin ser como
nosotros, nos contiene. Y la diversidad de concepciones de
ese alguien a quien se le dan muchos nombres y atributos, o
esos álguienes entre quienes se distribuyen las tareas imposi-
bles, me hace razonar que más allá del imaginario que carac-
teriza nuestra humanidad, Dios(a) existe.
Leyendo el “Manual de historia de las religiones” de Car-
los Díaz3
, encuentro esta cita de Zubiri (no quiero engañar a
nadie haciéndoles creer que leo más de lo que leo):
2
Término del idioma suahili que designa al que crea armonía y rela-
ciona todo lo viviente.
3
Carlos Díaz. En la contraportada de su libro “De la razón dialógica
a la razón profética” dicen de él: escritor distinto (...) se sitúa en una línea
utoprofética (utópica y profética).
12
“El orto de una religión es siempre una reforma.
Una reforma que no comienza en cero. Esto es esencial. Y
justamente porque no empieza en cero, la construcción de
una religión nueva es algo esencialmente histórico y pro-
gresivo. Entonces, este no comenzar en cero significa, en
segundo lugar, que la reforma consiste formal y positiva-
mente en una rectificación. El fundador y reformador de
una religión pretende rectificar cosas que a su juicio eran
erróneas o torcidas en el estadio anterior de esa religión.
Esto es cuanto podemos saber acerca del nacimiento de las
religiones. La inmensa mayoría de las religiones que halla-
mos sobre la tierra están ahí sin que se sepa exactamente
cómo han nacido” 4
.
Siempre he tenido debilidad por la prehistoria. Cuando
era adolescente, solía tener ensoñaciones respecto a la exis-
tencia en un tiempo sin progreso electro-tecnológico. Me veía
a mi misma como una mujer activa que pasaba su vida en
medio de la naturaleza, enseñando a mis hijos a conocer el
medio, jugando con ellos y trabajando con ellos, compar-
tiendo penas y alegrías con una comunidad más extensa que
mi propia familia. Años después, al recordar este juego men-
tal, cuando ya era la mujer creyente que se deja interpelar por
Dios(a), me he preguntado cómo se hubiera comunicado
Él/Ella conmigo de haber vivido efectivamente en aquel
tiempo pretérito. Porque estoy segura de que Dios(a) no
esperó a que las sociedades desarrollaran las grandes religio-
nes para entablar un diálogo. El Diálogo es principio.
4
Xavier Zubiri (1898-1983), filósofo, aporta un pensamiento original
desde su idea sobre la inteligencia sintiente y una novedosa concepción de
la realidad, influenciada por el estudio de la física. Conocedor de Einstein,
Schrödinger, Zermelo y Jaeger, desde estas perspectivas “acordes con los
tiempos” aborda la libertad, la voluntad, la historia y el concepto de Dios. La
cita esta sacada de su libro “El problema filosófico de la historia de las reli-
giones”, Alianza ed. Madrid 1993.
13
Cuando uno estudia historia lo primero que aprende es
que la piedra angular de nuestra humanidad está relacionada
con las manifestaciones productivas (herramientas), las fun-
ciones compasivas (enterramientos) y la capacidad de comu-
nicarse (lenguaje articulado). Pero siento que el miedo a lo
no aprehensible también es parte de nuestra humanidad.
Mirar el cielo y ver una bóveda de luces incontables da
miedo: ¿qué son?. ¿Por qué están sobre nosotras?... Y una da
el paso: ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde
vamos? Comprendo que del miedo surja la religiosidad, la
búsqueda de seguridad en algo o alguien que esté por
encima de nosotras y nos “salve” y con eso habríamos zan-
jado el tema de la religión. Pero como las cosas nunca son
sencillas, siempre hay alguien que nos lo viene a complicar
todo, alguien que no necesita seguridades para creer, ni
recompensas por su fe. Esta actitud desmonta la teoría de
Marx de la religión como opio del pueblo, pues, aunque
indudablemente es así en muchas ocasiones, en todas las reli-
giones hay una llamada de atención de los místicos hacia el
poder, para que no mezclen a Dios en sus manipulaciones...
Y, aunque algunos piensen que esto es nuevo (lo es relativa-
mente), sólo hay que asomarse al hinduismo para descubrir
que fue seriamente criticado por la actitud vital de un hom-
bre, hace apenas 2.500 años, Siddharta Gautama, el Buda.
Coincidirán conmigo en que la religión es un fenómeno
esencialmente moral y, por su naturaleza, es difícil que lle-
guen hasta nosotros pruebas tangibles y concretas de sus
ideas, pero tenemos la tendencia de relacionarlo todo, la
“manía” de asignar valor a las cosas y nos gusta asentar nues-
tra fe en objetos materiales convirtiéndolos en símbolos
sagrados sobre los que proyectamos de manera sencilla ideas
de comunión profunda, haciendo que lo espiritual sea más
cercano y aprehensible. Es esa necesidad de complicar lo
14
simple la que nos hace caer en el pensamiento mágico, que
es una trampa para la espiritualidad, una trampa en la que
caemos una y otra vez. Si regresamos al budismo vemos con
asombro que aquel que criticó el pensamiento mágico del
hinduismo (Siddharta Gautama) al morir terminó convertido
él mismo en una figura sobrenatural a la que se rinde culto.
No conozco, aunque es cierto que soy muy ignorante,
ninguna cultura o sociedad que escape de esta tendencia.
Viene a ser una segunda piel de la persona. Y centrarnos en
nuestra magia para observar la magia de los demás, nos aleja.
Existe un chiste circulando por internet que nos narra el
encuentro de un europeo (español, francés, alemán,...) y un
asiático (chino, japonés...) en un cementerio civil.
El europeo ha depositado sobre la tumba de la persona
querida un ramo de flores y se concentra en la oración,
cuando aparece el segundo personaje, el asiático, que visita la
tumba contigua. Para sorpresa del occidental, el chino depo-
sita sobre la tumba un plato de arroz. Y el asombro lo lleva a
preguntar:
– ¿De veras cree usted que el muerto se levantará a
comer el arroz?
– Por supuesto, en el mismo momento en que su muerto
se levante a oler las flores.
Así somos, fijamos nuestra mirada en lo superfluo y ten-
demos a olvidar lo importante.
En la sociedad de la información, las dudas que surgen
en los niños con apenas 6 ó 7 años pueden igual que siem-
pre, hacerles sentir la angustia de lo inaprensible, preguntas
como ¿dónde estaba antes de nacer?, ¿por qué no se cae el
mundo? ¿dónde vive ahora tu madre? (en el caso de los que
sienten la falta de una abuela). Eran las que me hacían mis
15
hijos a esa temprana edad... Es la eterna necesidad de com-
prender nuestra existencia y el destino final de nuestra vida.
Lo que sabemos con certeza es que los sentimientos
más profundos son universales, aunque los ritos y manifesta-
ciones sean diferentes. Aunque uno sea ateo, entiende el
verbo sacralizar, que en realidad es todo aquello que tiene la
facultad de evocarnos un afecto. Decía Thomas Khun5
, filó-
sofo estadounidense:
“El hombre no deja pasar nunca demasiado tiempo
sin inventar una cosmología, puesto que ésta siempre le
impregna de un determinado punto de vista sobre el
mundo y da un significado a cada uno de sus actos, sean
físicos o espirituales”
Hay cosmologías que nos son muy familiares, aunque
no las lleguemos a comprender plenamente o tengamos pre-
juicios sobre ellas. Es el caso de las tres religiones de las que
hablábamos antes: judía, islámica y cristiana. Pero de los
4.000 millones de personas que no se encuadran dentro del
monoteísmo específico, es a los pueblos africanos, a los pue-
blos originales de América y a los oceánicos, los más desco-
nocidos, quizás por ser los más diferentes en su cosmología,
los que sienten a Dios(a) de forma tan distinta, a los que me
gustaría acercarme para comprender, para aprender y para
compartir.
Según los psiquiatras y psicólogos, nuestro cerebro es
capaz de descubrir y reconocer de manera subconsciente los
modelos de la sociedad en que se nace, lo que es similar y lo
5
Thomas Samuel Kuhn (1922-1996) reconocido filósofo de la cien-
cia, autor de “La Estructura de las Revoluciones Científicas” (1962), libro que
marca un hito en el estudio de esta disciplina y que estudia la ciencia como
fenómeno social.
16
que es diferente. Ningún bebé occidental va a confundir el
perro con el gato. Pero, además, resulta que el juego de
encontrar diferencias y semejanzas es de los que más nos
gustan cuando empezamos a relacionarnos con el mundo (a
partir de los seis meses). Por eso los técnicos definen el pro-
ceso de aprendizaje como el método que permite “extraer de
la confusión un diseño que tiene significado.” Y ese es el
juego que yo les propongo. No quiero que se tomen este
libro como una reflexión sobre las religiones. Es más bien un
juego de niñas y niños.
Pero como jugar es una cosa muy seria, es bueno que,
además de buscar semejanzas y diferencias, demos un paso
más allá. Partiendo del supuesto de haber llegado al acuerdo
de que Dios(a) existe (de otro modo no habríamos terminado
el primer diálogo y este libro sería “eterno”) es imaginable
que nos preocupe el siguiente: el interreligioso. Y uno quiere
saber qué opinan los demás. Yo, por mi educación y cultura,
soy una creyente que se hace militante en la comunidad cató-
lica, pero siento que, de haber nacido en otro lado del
mundo, sería una creyente con las mismas exigencias, mili-
tando en otra iglesia (comunidad).
Por eso tiendo a pensar que, en términos generales, el
cuento hindú de “El elefante y los curiosos” tiene mucho que
ver con Dios(a), y nuestras limitaciones para “mirar”.
Por si no lo recuerdan el cuento dice:
Existió cierta vez un pueblo que nunca había visto un ele-
fante, enterados de esto unos hábiles comerciantes, llevaron
hasta allí un ejemplar magnifico para mostrarlo públicamente.
Lo llevaron al pueblo durante la noche y lo ocultaron en un
establo a la espera de la luz de la mañana.
Vivían en aquel pueblo cuatro hombres curiosos que, ente-
rados de la llegada del elefante, deseaban ser los primeros en
17
ver aquel maravilloso animal. Animados por la mutua compa-
ñía, salieron en medio de la oscuridad hacia el establo, ocultos
en la manta negra de la noche. No llevaban consigo ninguna
luz, para no despertar a los comerciantes, ni levantar sospe-
chas. Por eso, al llegar al establo sólo contaban con sus manos
para hacerse una idea de cómo era el animal.
A través del tacto cada uno imaginó como era el elefante.
Uno había quedado de frente y con sus manos tocaba la
trompa del paquidermo. Otro se había situado a un costado de
la cabeza y al estirar las manos tocó una gran oreja. El tercero,
tocando el costado del animal, acarició su generoso vientre. Y el
cuarto, que había quedado situado en la parte de atrás, toco
sus patas firmes como columnas.
Los cuatro amigos al reunirse fuera del establo comenza-
ron a conversar sobre las características del elefante, pero no
conseguían ponerse de acuerdo. Para el primero el elefante era
como una gruesa serpiente, mientras que para el segundo
tenía forma de abanico. El tercero sostenía que el elefante en
realidad era como un trono majestuoso que camina sobre la
tierra y el cuarto aseguraba que el elefante era una columna
que sube hacia el cielo. Ninguno sabía en realidad cómo era un
elefante, y se desesperaban por haber visto animales tan dife-
rentes entre sí. ¿Quien de ellos había tocado al auténtico ele-
fante? Ciertamente ninguno mentía... El problema está en que
ninguno conocía toda la verdad.
Si lo que deseamos es ser capaces de superar nuestra
parcela y completar el cuadro, a través del dialogo... si enten-
demos que “creer en Dios” y “creer que Dios...”, es lo que
nos une, podremos establecer una relación de confianza,
pero eso si lo que queremos es llegar al mismo lado.
Los malentendidos no están realmente en la raíz; un
ejemplo. La creencia comúnmente extendida entre los occi-
18
dentales sobre el Islam y la discriminación de género..., aun-
que encontremos fácilmente textos que nos muestran lo con-
trario:
“¡Hombres! Os hemos creado a partir de un varón y
de una hembra y os hemos hecho pueblos y tribus distintos
para que os reconocierais unos a otros.
Y en verdad que el más noble de vosotros ante Alá es
el que más le teme. Alá es Conocedor -Âlim, el que todo
conoce, el Omnisciente - y está perfectamente informado -
el Jabír, el que tiene toda la información-” (Corán, sura 49
aleya 13).
Dice Amparo Sánchez Rosell, del Centro Cultural Islá-
mico de Valencia:
“Ya lo he hecho anteriormente en muchas ocasiones,
he hablado hasta la saciedad para explicar que no es el
Islam el que margina o no a la mujer en países de mayoría
musulmana. El esconderse detrás del Islam para justificar
lo injustificable es una bajeza, y el permitir o aceptar esa
excusa va en detrimento de las mujeres y en beneficio de
los opresores, pues si la mujer está convencida de que su
religión exige de ella que así sea, así terminará siendo”.
Y creo que las cristianas hemos padecido el mismo tipo
de engaño por parte de una clase que no quería perder las
prerrogativas que su género (masculino) había conquistado a
través de un largo camino de desajustes entre la naturaleza y
la cultura. Es obvio que todas podemos aprender de todos (y
viceversa) y a mí particularmente me gusta ese dicho del pro-
feta Mahoma:
“No es poderoso el que derriba a otro, sino el que se
controla a sí mismo en un arranque de ira.”
19
Esa es mi meta en la vida..., pero en realidad no me he
sentado a escribir para contarles cosas que con seguridad ya
saben.
Juan Martín Velasco6
, hablando del concepto de religión,
dice:
“la religión significa muchas cosas notablemente
distintas para quienes la utilizamos. (...) Tal polivalencia
se deriva principalmente de la complejidad del fenómeno a
que se refiere. Bajo el techo común de la religión se alber-
gan realidades tan diferentes de contenido y de valor
como los sentimientos de entusiasmo y fervor ‘religiosos’,
las elevadas disquisiciones de la teología, los actos de
abnegación, los sacrificios cruentos, los gestos corporales
más variados, las representaciones simbólicas más extra-
ñas y una larga serie de las más diferentes realidades con
las que nos familiariza la historia de las religiones”...
De modo que no es sólo que haya religiones diferentes,
sino diferentes formas de vivir la misma religión... que viene
a ser como con la comida, que nuestra base química busca
obtener unas sustancias básicas a través de los alimentos,
pero cada uno llega a eso con diferentes dietas, sin olvidar
que hay dietas que, siendo apetitosas a nuestros ojos y a
nuestro paladar, no nos proporcionan los nutrientes necesa-
rios para disfrutar de un organismo sano, son dietas engaño-
sas. Para que comprendan a dónde quiero llegar, permítanme
un ejemplo:
En el año 1974, se publicó un estudio que relacionaba la
alimentación y el origen del cáncer y las enfermedades coro-
narias. Algunos médicos habían observado que en las pobla-
ciones africanas es mínimo el número de enfermos por estas
6
Martín Velasco, J: El encuentro con Dios, Caparrós editores, Madrid
1997.
20
causas y lo asociaron al tipo de alimentación, por lo que se
comenzó a recomendar la dieta rica en fibra (los africanos
son básicamente vegetarianos por necesidad económica).
Con el tiempo se comprobó que el problema del cáncer y las
enfermedades coronarias nace del excesivo consumo de gra-
sas animales, por lo que comer hamburguesas, costillas y sal-
chichas a diario, acompañadas de arroz integral, no nos
ayuda a evitar estas enfermedades. En el caso de los africa-
nos, el exceso de fibra también puede ser un problema, por-
que la fibra no se digiere y si los nutrientes se combinan con
ella, no son absorbidos durante el transito intestinal, lo que
puede favorecer la desnutrición, si no se toman otros alimen-
tos que proporcionan al organismo los minerales requeridos.
Y después de esta digresión, sólo quiero decirles que
me gustaría que este libro fuera un homenaje a la espirituali-
dad (y a las diversas cosmologías) de los hombres y mujeres
a los que con demasiada frecuencia hemos mirado con extra-
ñeza o hemos llamado salvajes.
Con afecto creciente
CARMEN IBARLUCEA
21
INTERCULTURALIDAD:
UN SOBREESFUERZO QUE MERECE LA PENA
No queremos engañar a nadie diciéndoles que la inter-
culturalidad o la relación entre culturas7
sea la forma natural
de convivir y que sólo hace falta el respeto mutuo para con-
seguirlo. Sabiendo como sabemos que por el hecho de perte-
necer a la misma especie y compartir el mismo planeta nos
debemos el reconocimiento de hermandad, con sólo poner
un pie fuera de nuestras casas se nos complica la vida con
personas que han sido formadas con la misma herencia cog-
nitiva que nosotras, personas con las que compartimos el
ámbito geográfico, la alimentación, la religión y la herencia
cultural, personas con las que incluso hemos ido a la misma
escuela o hemos jugado en los mismos campos, y hasta es
más que probable que incluso hayamos leído los mismos
libros. Y sabiendo lo difícil que es llegar a entenderse y
comunicarse entre personas semejantes, ¿quién va a creer que
es fácil esto de la convivencia intercultural?
7
Vamos a hablar de cultura en la acepción más común, como grupo
de personas educadas en los mismos valores. Tal y como señala Will Kym-
licka (profesor de filosofía en la Queen’s University de Ontario, Canada), res-
ponsable del proyecto “ciudadanía, democracia y diversidad etnocultural”,
una cultura agrupa a todas las personas de grupos sociales no étnicos, perte-
nezcan o no al núcleo dominante, esto es: discapacitados, mujeres, homose-
xuales, ateos, transeúntes... Para otros autores, esta diversidad intergrupal
hace que cada estado sea en si mismo una mezcla multicultural, dadas las
diferentes perspectivas de cada grupo que lo compone. Nosotros nos vamos
a quedar con el criterio de Kymlicka basando nuestra perspectiva en las
etnias (comunidad intergeneracional que comparte una patria, una lengua y
una historia) y sus formas de relación con otros pueblos.
23
Además tenemos que trabajar contracorriente, porque
no es sólo que existan posturas personales intransigentes.
Están también las estrategias políticas y los intereses econó-
micos, que, a través de los medios de comunicación (TV,
radio, prensa, cine), nos hacen llegar mensajes negativos, en
los que se busca enemistarnos, para controlarnos... Es una
larga tradición mundial construir nuestra identidad personal y
nacional en contra de otras identidades personales y naciona-
les.
Pero difícil no quiere decir imposible y mucho menos
quiere decir “malo”. Vivimos en un mundo imperfecto. La
convivencia se nos complica debido a nuestras propias limita-
ciones, nuestras pequeñas miserias (miedo al fracaso, baja
autoestima, egoísmos encubiertos) y nuestras grandes mise-
rias (miedo al otro, falta de autoconocimiento, envidia). Decía
mi hijo Emmanuel, a los nueve años, reflexionando sobre
posibles soluciones a la pobreza:
“Como no podemos evitar ser egoístas, lo mejor sería
que el dinero se estropeara como la fruta. Así a nadie le
convendría guardarlo”.
Obviamente a mi me entristeció su negativa visión de la
naturaleza humana (nos hemos esforzado mucho para ofre-
cerle una mejor perspectiva), pero es bueno saber que, si los
proyectos fallan, no es tanto porque sean inviables, como
porque las personas responsables no somos capaces de supe-
rar nuestras cargas educativas. De modo que tenemos dos
vías: superémoslas y los proyectos no fallarán, o tomémoslas
en cuenta, sinceramente, y adaptemos los proyectos,
tomando en cuenta nuestras carencias, que es la propuesta de
Emmanuel para el uso del dinero.
24
El amor universal (un deseo inmenso de abrirse a los
demás), el respeto y la mirada asombrada (que no envidiosa)
ante los logros de otros, son la base de la interculturalidad.
No olvidemos que etimológicamente cultura se refiere a la
acción de cultivar, por lo que si cultivamos entre todos, frater-
nidad, libertad e igualdad, será más fácil apreciar la belleza o
la utilidad de otros campos sembrados. Cuando yo miro la
riqueza organizativa de un país como Ecuador, desearía que
en mi entorno sucediera algo similar, no lo mismo natural-
mente, porque mi realidad es distinta. Cuando me hablan de
una persona que tiene hermosas cualidades (sabe organizar
el trabajo de grupo, habla varias lenguas, es capaz de bro-
mear...), no me comparo con ella. Simplemente (que no es
tan simple) me asombro ante sus logros y me regocijo porque
existe. Aunque siempre hay espacios que a uno le calan más
profundo y le duelen, en mi caso ese espacio “delicado” apa-
rece cuando leo una buena novela. Entonces desearía ser yo
quien tuviera esa capacidad de manejar las palabras y me
pueden suceder dos cosas de manera simultanea: me nace un
deseo ferviente de conocer a la persona y conversar durante
horas sobre los matices, la concepción de los personajes, las
reflexiones implícitas en las descripciones..., al tiempo que
deseo escribir mucho, escribir más, para ver si con constancia
consigo en algún momento de mi vida provocar el mismo
placer (deseo de ser leída repetidamente, motivar el diálogo,
provocar intelectualmente, remover emocionalmente, poner
mi grano de trigo en el granero que cambiará el mundo)...
Creo que ninguno de estos sentimientos puede ser juzgado
como negativo. Lo malo llega cuando mi inseguridad (no soy
un genio de las letras) me hace criticar amargamente. Mi
mediocridad (estado medio de quien no es un genio) me
lleva a veces a descalificar al otro, o bien, mis limites intelec-
tuales (no es muy inteligente ser envidioso) me impiden
empatizar. A eso se le llama “miedo al otro” y se traduce en
25
una dificultad para la buena vecindad (con los míos) y en
xenofobia hacia quienes tienen costumbres diferentes, o dis-
tintas pigmentaciones en la piel, esas personas a las que lla-
mamos LAS OTRAS.
Pero centrémonos en el proyecto INTERCULTURAL.
Como todo proyecto, tiene dos niveles. Los objetivos genera-
les han de ser ambiciosos, ya que de otro modo no podrían
dar respuesta a las necesidades planetarias. Los objetivos
específicos han de ser más cercanos a la realidad cotidiana,
pensados para incidir directamente sobre alguna parcela de la
misma. Para comenzar por lo difícil, hablaremos de lo obvio:
el mayor problema de la interculturalidad es la comunicación.
Cuando nos comunicamos con alguien de nuestra cul-
tura, es decir en nuestra lengua materna y con referentes
comunes, el proceso de comunicarse parece fácil, pero,
cuando tratamos de comunicarnos con alguien de otra cul-
tura, debemos buscar la comprensión de nuestros respectivos
componentes previos, nuestra herencia cultural (espacio cog-
nitivo) y nuestro bagaje personal (espacio afectivo). Recuerdo
con placer el relato que hace Laura Bohannan del encuentro
entre el Hamlet de Shakespeare y el pueblo Tiv de Nigeria y
las situaciones cómicas que se crean a lo largo del relato, que
no es tan universal (conflictos de poder, responsabilidades
morales e inclinaciones personales que dividen a la persona)
como a nosotros nos gusta pensar8
.
8
“Shakespeare in the Bush”. Natural History Oxford, 1966. En primer
lugar para los Tiv es imposible el asesinato de un jefe: ¿quién y por qué que-
rría hacerlo?. En segundo lugar, según su costumbre el hermano del difunto
debe casarse con su viuda y hacerse padre de sus hijos. En tercer lugar, ellos
no tiene fantasmas. En cuarto lugar, no existen en su territorio aguas en las
que ahogarse, por lo que morir ahogado solo puede ser debido a la interven-
ción de un maleficio, cosa de brujería, etc, etc.
26
Y luego está el uso que hacemos de la herramienta
comunicativa, porque en muchos casos, incluso en los cerca-
nos, no buscamos comunicarnos, sino defender nuestras
ideas, nuestra forma de vida. Dice Miguel Jarquín9
:
“La comunicación se complica porque se aprende a
defender las propias ideas como cotos de poder. La comu-
nicación se vuelve una batalla más que un encuentro”10
.
Por ello, si queremos dar comienzo a una comunicación
fructífera, debemos partir de la premisa del cambio. Comuni-
carnos nos va a cambiar y el cambio nos puede doler, pues la
comunicación no es siempre un camino asfaltado, y lleva
implícita la posibilidad de herir los sentimientos de quienes
participan, nosotros y los otros.
Y sin perder de vista las dificultades con las que camina-
mos, abordemos los objetivos generales (los que hacen válido
este proyecto en cualquier rincón). Voy a simplificarlos con
un breve esquema:
• Cimentar la justicia social:
Interiorizar los deberes y responsabilidades colecti-
vas respecto al planeta y TODOS sus habitantes.
Asegurar los derechos de las minorías étnicas.
19
Miguel Jarquín, Ciudad de México, 1950. Psicólogo clínico, espe-
cialista en psicología existencial, su principal aportación es establecer puen-
tes entre la psicología existencial (Gestalt, Logoterapia, no-directiva) y el
pensamiento personalista comunitario, estudiando la aplicación terapéutica
del pensamiento personalista (especialmente en Marcel, Mounier y Buber).
Rector del grupo INTEGRO de Guadalajara (México), dirige el Centro de
Estrategias para el Desarrollo.
10
Jarquín, M. “La comunicación: revelación de una existencia” Pág.
164 Ed Mounier, colección Persona
27
Promover el derecho a la equidad educativa (que
no significa imponer el mismo sistema educativo
para todos).
• Anular cualquier tipo de exclusión: racial, social, eco-
nómica, cultural, sexual, religiosa...
• Incrementar el conocimiento y el diálogo entre culturas.
Algunas personas al hablar de este proyecto van interca-
lando los conceptos interculturalidad y multiculturalidad.
Quiero hacer una reflexión explicita sobre ello. Teresa
Aguado11
nos hace ver las diferencias entre un proyecto mul-
ticultural, referido al hecho de que diversos grupos culturales
compartan el mismo espacio, y uno intercultural, que se
refiere no sólo a la coexistencia, sino al enriquecimiento
mutuo haciéndonos conscientes de su interdependencia. Uno
debe ser cuidadoso con las palabras, pues éstas están carga-
das de sentido.
En el ámbito educativo es donde más se habla de inter-
culturalidad. Se nos dice que debemos dar a nuestros niños y
niñas un enfoque holístico, que les haga percibir la diversidad
como un valor y no como una traba educativa, superando la
visión de que un barrio compuesto por diferentes etnias o
una escuela a la que llegan mayor número de inmigrantes
son peores lugares para vivir, o espacios educativos que no
darán lugar a personas con una buena formación para el
éxito social. Este razonamiento propositivo, asentado en sóli-
das bases morales, no es en la práctica compartido por la
11
Teresa Aguado, Catedrática de la Universidad Nacional de Educa-
ción a Distancia (UNED), especialista en estudios interculturales, ha trabajado
en los proyectos IVETTE y IQAODL (Improving Quality Assurance of Open
and Distance Learning). Actualmente, es coordinadora del proyecto europeo
INTER (una guía práctica para la educación intercultural), dentro del marco
del Programa COMENIUS.
28
mentalidad de las personas de a pie. Es difícil asumir los ries-
gos y vivir en la inseguridad de hacer camino (lamentable-
mente vivimos un momento que desanda caminos) cuando la
competencia se ha instalado como un contravalor frente a la
cooperación.
Pero cerrar los ojos a la realidad que significa la inmigra-
ción de las poblaciones del sur pobre al norte del bienestar
social y la cultura del consumo, pretendiendo dar respuestas
enraizadas en estrategias sociales fundamentadas en usos del
pasado, no nos ayudará en el avance social. Lo queramos o
no, el cóctel cultural está en marcha y en nuestra mano está
añadirle limón o azúcar de caña a la hora de servirlo.
Los inmigrantes llegan en forma individual o en grupo y
traen consigo, además de una necesidad material (trabajo,
vivienda, salud) una herencia cultural (organización familiar,
educación de los hijos, ordenación y uso de los tiempos,
prioridades morales), cuyo trasfondo es difícilmente asumible
por quienes los reciben, que al no tener plena conciencia de
haber solicitado esta mano de obra extranjera (para el soste-
nimiento del actual sistema económico), se sienten obligados
a convivir con ella, afrontando que, además de trabajar, estas
personas ríen, lloran, cantan, rezan y aman.
Por otro lado, cada vez suenan más (aunque aún no lo
suficientemente alto, ni con la frecuencia de los anuncios de
la TV) las voces que denuncian la explotación laboral y la
relación entre los beneficios económicos y los conflictos béli-
cos. Tenemos el caso de la industria del calzado deportivo y
la tan denunciada explotación de sus trabajadores, mayorita-
riamente mujeres y niños/as. Otro ejemplo, menos divulgado,
es la explotación del coltán12
, que en el Congo, su lugar de
12
Mineral colombio-tántalo del que se extraen el tántalo y el niobio.
La actual tecnología lo necesita para la construcción de microprocesadores
29
origen, ha provocado entre uno y tres millones de muertos,
según se cuenten los muertos directos por las condiciones de
trabajo, en su mayoría niños y convictos a los que se les
reduce la condena13
, o se sumen los muertos provocados por
la guerra por el control del territorio14
.
De modo que tanto por lo que sucede en nuestra pobla-
ción (llegada de inmigrantes) como por lo que se mete en
nuestras casas (cooperación ignorante en el sostenimiento de
conflictos bélicos y condiciones laborales en régimen de
esclavitud), la interculturalidad se convierte en una disciplina
urgente.
Obviamente hay muchos campos desde los que trabajar
la interculturalidad. Nosotros hemos dado el paso a los objeti-
vos específicos y nos situamos frente a la religión y la fe, que
no son el menos importante de los aspectos fundantes de las
sociedades, y por ello de las personas. Y, como cuando se
empieza, está todo por hacer, el del diálogo interreligioso es
un objetivo específico tan bueno como cualquier otro.
Desde nuestra perspectiva, tan bueno es no tener miedo
a lo diferente, como dar el paso a identificar las semejanzas
como conductores de energía capaces de soportar bruscos cambios de tem-
peratura. Ejemplos de su uso son: teléfonos móviles, airbag, juguetes electró-
nicos, mísiles balísticos,.... El 80% de las reservas de este mineral están en la
zona de la República Democrática del Congo ocupada por los ejércitos de
Ruanda y Uganda.
13
A cada trabajador se le pagan 10 $ por kilo de mineral extraído,
que llega a alcanzar un precio de 300 $ en los mercados internacionales. Para
que estos precios no se disparen, las empresas interesadas (que son muchas)
financian a los ejércitos para mantener el conflicto. La estabilidad encarecería
el mineral y nuestros aparatos telefónicos. En enero de 2003, catorce ONGs
europeas llevaron a Bruselas la petición de una reglamentación en las impor-
taciones de este mineral y el embargo de las exportaciones que llegan vía
países no productores, como una forma de detener la guerra en el Congo
(International Peace Information Service http://info.coe.int/Einiras/zipis.htm)
14
www.iucn.org/info_and_news/press/coltan.html
30
que posibilitan los acercamientos. Ese es uno de los motivos
que nos han animado a la hora de publicar este libro, bus-
cando no sólo una puesta en valor de culturas desconocidas
o minoritarias, sino el descubrimiento de nuestras más inti-
mas necesidades, que son comunes (ser reconocidos y ama-
dos).
31
DONDE HABITA DIOS
El agua del Ganges
Un relato de la tradición védica
El Hinduismo es una religión integral, un modo de vida
que comenzó a principios del segundo milenio antes de
nuestra era, cuando los arios se asientan en el valle del Indo.
Aunque esta religión se caracteriza por su actitud compasiva
hacia todos los seres vivos, se ha de reconocer que surgió de
un deseo de diferenciar entre lo digno (los arios, altos y
rubios) y lo indigno (la población local, menuda y morena).
De este modo se formaron las cuatro castas: los Brahmanes
(sacerdotes y sabios), los Ksatrias (guerreros), los Vaishyas
(comerciantes y dueños de la tierra) y los Shudras (artesanos
y siervos). Sobre las castas volveremos en seguida.
Aunque el hinduismo cree en la existencia de una “Ver-
dad Absoluta”, cree también que este ser se manifiesta de
múltiples formas. Las tres principales representaciones pue-
den ser vistas como tres divinidades diferentes, pero en reali-
dad son un ciclo:
• Brahma, quien crea,
33
• Vishnú, quien mantiene lo creado,
• Shiva, quien destruye lo existente.
Los Vedas o Libros del Conocimiento (cuatro obras), los
textos sagrados más antiguos de esta religión, tienen su ori-
gen en la tradición oral y se datan en fechas que van del
1.600 al 400 a.C. Después están los Upanishads, apéndices a
los Vedas, de corte filosófico, sobre la realidad última de las
cosas. Luego están los Brahmanes, que son comentarios
sobre los Vedas, la epopeya de Ramayana (escrita entre los
siglos IV-III a. C.) que nos hablan de la séptima reencarna-
ción de Vishnú, en la figura del príncipe Rama, que viene a
salvar al mundo del mal. Y, por último, está el Mahabharata
(escrita en el siglo IV a. C., con una versión posterior en el
siglo IV d.C), donde se nos narra la octava reencarnación de
Vishnú en la persona de Krishna. Este es el libro más cono-
cido en occidente, sobre todo la parte denominada Bhaga-
vad-Gita o Canción del Señor, libro tan sagrado para los hin-
dúes que piensan que su sola lectura termina con el pecado y
genera virtud.
Para el Hinduismo todo está condicionado por la tempo-
ralidad y la repetición cíclica. La creación y la destrucción se
suceden de continuo. Sólo el ser supremo está a salvo, o
fuera, de la repetición. De aquí procede la idea de la reencar-
nación continua que, en el fondo, nadie desea y que enlaza
con la promesa explícita del Ramayana (epopeya que narra
la encarnación de Rama, Dios, como ser humano) según la
cual cada persona debe buscar la unidad con la Divinidad,
siendo consciente de que dentro de cada persona cohabitan
tres naturalezas (satva, rajas, tamas, es decir, la humana, la
divina y la demoníaca). La tarea no es fácil, pero el logro es
espléndido:
34
“A estos devotos que me adoran, sin pensar en otra
cosa, a los que se dedican en esta vida a la búsqueda de la
Verdad, les confiero el cielo permanente del que no se
regresa.”
El Ramayana recomienda buscar la unidad en la diver-
sidad y la Divinidad detrás de esta unidad.
Decíamos que un hindú debe buscar siempre la Verdad.
Para comprenderlo mejor podemos mirar la vida de un hom-
bre del siglo XX: Gandhi15
, actualmente venerado en la India
como un santo, del que Lanza del Vasto16
dice:
“Nadie es menos doctrinario que este gran maestro
de una doctrina; nadie más desconfiado de las proposicio-
nes abstractas y de las afirmaciones inverificables. Nadie
más exento de toda terquedad dogmática, de toda ceguera
fanática, que este gran jefe religioso”17
.
Gandhi llevó al hinduismo a su plenitud al no cerrarse al
conocimiento de otras formas de mirar la vida. Gandhi
encuentra en el sermón de la montaña del Nuevo Testamento
15
Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948), persona clave en la
lucha por la independencia de la India bajo la práctica de la no-violencia,
promoviendo un cambio en la persona, en las relaciones y en la resolución
de conflictos. Decía que un no-violento “busca el bien del adversario tanto
como el propio. Trata de convencer no de vencer, de liberar no sólo al opri-
mido sino también al opresor en su condición de tal.” Para saber más,
www.mkgandhi.org
16
José Jean Lanza del Vasto (1901-1981) nacido en Italia en una fami-
lia aristocrática. En 1936 viajó a la India para conocer a Gandhi. En 1948
fundó la primera comunidad del Arca, en una parcela alquilada en Francia,
sobre los principios del ecumenismo y el trabajo artesano propuestos por
Gandhi y Tolstoi. En esta comunidad cada cual aporta según su capacidad y
recibe según su necesidad, pero no se usa dinero. Estas comunidades han
ido creciendo lentamente y se han extendido por Europa y Canadá.
17
Fraga, Ana: El pensamiento político de Gandhi, Ahimsa editores
2000. Pág. 28
35
un referente para profundizar en la búsqueda de la verdad,
que para él se concreta en asumir la propia libertad. En el
pensamiento de Gandhi se unen los diversos discursos reli-
giosos para formar un tronco donde cada persona puede
optar por buscar la verdad desde diferentes lugares:
“La religión es sólo un árbol con numerosas ramas.
Si no vemos más que las ramas, diremos que hay muchas
religiones; pero si vemos todo el árbol, comprenderemos
que hay una sola religión”.
Por eso consideraba que, si bien todas las religiones
eran la verdadera, ninguna de ellas estaba exenta de errores y
con su característica simplicidad expresaba su amor por todas
ellas, desde el principio básico de amar al prójimo como a sí
mismo. Desde este compromiso profundo con la fraternidad,
Gandhi dio un paso de gigante para superar el sistema de
castas y sobre todo la discriminación absoluta impuesta a las
personas que nacían fuera de ellas, los harijans o “intoca-
bles”18
. Esta causa, junto con la búsqueda de la independen-
cia de la India, fue una de sus grandes contribuciones políti-
cas.
Es el momento de retornar a la cuestión de las castas.
Aunque en la legislación actual las castas están abolidas, la
tradición hindú mantiene una clasificación jerárquica cerrada
que tiene su origen en la invasión por los nómadas del norte
(Rusia) de la península de la India, habitada por una pobla-
ción de piel y cabello oscuro. Los vencedores arios basaron la
diferencia social en el color de la piel (varna). Así comenzó
la división (en castas) social del trabajo, que terminó por
tomar un carácter religioso. Para los hindúes, que son extre-
18
Actualmente son 240 millones las personas consideradas intoca-
bles en la India.
36
madamente respetuosos con la vida en todas sus formas, no
todas las formas de vida tienen igual dignidad, razón por la
que debían conservarse sin mezclarse con la población autóc-
tona. La palabra india que se traduce por ‘casta’ designa al
que tiene la misma dignidad, que para ellos explica las dife-
rencias sociales (económicas y formativas). Aquí entra en
juego el karma, en relación directa con la transmigración de
las almas, las continuas reencarnaciones. La vida que disfruta-
mos o sufrimos actualmente es la consecuencia de nuestro
comportamiento en las vidas pasadas. Si tuvimos comporta-
mientos perversos, o flaquezas de carácter que debemos
limar, se nos pondrán pruebas y dificultades que deberemos
superar si queremos optar a una vida mejor en la próxima
reencarnación.
Esta cosmovisión que mueve a la resignación ha ocu-
pado y preocupado a los antropólogos occidentales (son
famosas las reflexiones de Marvin Harris). Actualmente tam-
bién los genetistas estudian el caso. M. Bamshad y su equipo
de colaboradores han publicado un análisis sobre la estruc-
tura genética dentro de las castas, en la revista Genome Rese-
arch (2001; 11 (6): 994-1004). El estudio pone de manifiesto
que las castas superiores mantienen gran afinidad genética
con las poblaciones europeas. En los cromosoma Y, los valo-
res de distancia genética con los europeos para las castas
altas son de 0,009 y para las castas inferiores de 0,010. En el
caso de los autosomas es de 0,073 y 0,155, respectivamente,
reflejando su origen geográfico, fruto de una migración ocu-
rrida hace entre 3.000 y 8.000 años.
Curiosamente en el caso del ADN mitocondrial (exclu-
sivo de la línea materna), la distancia genética entre los hin-
dúes de las castas superiores y los europeos es 0,100, mien-
tras que para las castas inferiores el valor es de 0,113, lo que
indicaría que existe una mayor movilidad en las mujeres para
37
cambiar de casta, lo que ha diluido un poco las diferencias
originales entre ellas. Por el contrario, que los cromosomas Y
de la casta más alta mantengan su afinidad con los europeos,
parece indicar que los inmigrantes arios eran en su mayoría
varones19
.
Para ahondar un poco más en el tema de las castas, les
voy a compartir un testimonio y un análisis. En un estudio
sobre las ONGs del sur de la India, realizado por Janet Town-
send, Emma Mawdsley y Gina Porter, se nos presenta el testi-
monio de un miembro de una de las organizaciones estudia-
das, que, hablando de las contrapartes europeas, dice:
“Ellos (los donantes europeos) son conscientes de la
problemática de género en Europa. En la India, la división
en castas es el mayor problema. Ningún donante europeo
apoya a los intocables, o piden la presencia de intocables
dentro de alguna de nuestras organizaciones... Esto se
debe a la retroalimentación que se produce con los consul-
tores que pertenecen a las castas más altas de la India.
Estar a favor de las mujeres es menos desafiante. El 90 %
de las ONGs hablan sobre los intocables, pero no son into-
cables. Dejen hablar a los intocables. Esto es muy impor-
tante para el índice de desarrollo humano: la India es
arrastrada por sí misma en contra de los intocables. A
pocos europeos les importa ‘combatir la pobreza’, les basta
con mitigarla. El 90% de los activistas de las ONGs son de
clase media y viven de este mercado. Ellos mitigan su pro-
pia pobreza pero los demás continúan pobres.”
19
Los investigadores han analizado estos marcadores genéticos
(ADN mitocondrial, cromosoma Y, y cromosomas autosómicos) en varios
centenares de personas de la zona de Andhra Pradesh, pertenecientes a
todas las castas (www.genome.org).
38
El economista indio Amartya Sen20
, Premio Nóbel de
Economía 1998 (que le fue otorgado “por haber devuelto una
dimensión ética al debate sobre problemas económicos vita-
les”), después de estudiar varias catástrofes en la India, Ban-
gladesh y el Sahara desde los años cuarenta, “descubrió” la
relación entre los factores sociales y las opciones colectivas
(decisiones reproductivas, estrategias de supervivencia, apo-
yos familiares y sociales...), y las hambrunas, que llegan a
producirse incluso cuando la provisión de alimentos es igual
a la de años sin hambruna, revelando que en algunas áreas
afectadas por el hambre, se habían exportado alimentos. Sen
ha mostrado fehacientemente que los dos componentes esen-
ciales de la cultura democrática, el valor de la libertad perso-
nal (la libertad de la persona es importante y debe prote-
gerse) y la igualdad de la libertad (todo el mundo importa, y
la libertad debe garantizarse a todos) han estado presentes en
la mayoría de las tradiciones y sistemas de valores, tanto en la
larga época de tolerancia islámica, como en el pensamiento
indio y chino, incluido el confuciano, que tantas veces se ha
presentado como un sistema autoritario.
20
Amartya Sen, Desarrollo y libertad. Barcelona: Planeta, 2000. De su
articulo reciente, “How to Judge Globalism” (juicios sobre la globaliza-
ción), en The American Prospect, 2002, hay una traducción en www.fractal.
com.mx/F22sen.html
39
EL AGUA DEL GANGES
El Ganges es el río sagrado del hinduismo. Tiene 2.525
Km. de curso y nace en la región del Himalaya, atravesando
una gran llanura, donde se utiliza para el riego y la obtención
de energía eléctrica. Luego, llega a Bangladesh donde se une
al Brahmaputra y pasa a llamarse Meghna. Los hindúes creen
que las aguas de este río son sagradas. Por ello piden que sus
cenizas sean arrojadas al río, para que, así, sus almas suban
directamente al cielo. Esta creencia afirma también que las
aguas del río siempre se mantendrán limpias. Actualmente
muchos residuos industriales y humanos, de las ciudades que
crecen a sus costados, son arrojados al río. No se mantiene
“limpio”, pero no está tan sucio como debería con relación a
los vertidos recibidos.
Como cada día, el Maestro se reunió con el grupo formado
por sus discípulos y comenzó sus explicaciones. Aquel día les
propuso este punto de meditación:
– Queridos míos, quiero que entendáis que, del mismo
modo que la Verdad absoluta existe en si misma, así también
existe en cada uno de nosotros.
Los discípulos escucharon en silencio, dejando resonar en
su interior las palabras del maestro hasta encontrarles sentido.
Por fin, uno de los discípulos se atrevió a hablar expresando sus
dudas:
40
– Maestro, perdona mi falta de penetración, pero no
puedo comprenderlo. ¿Cómo vamos a ser nosotros como el Ser
Supremo? Nosotros somos criaturas limitadas, dominadas por
nuestra naturaleza.
El maestro, mirándolo amorosamente, le respondió de
una forma enigmática:
– Por favor, recoge tu tazón y acércate al Ganges a lle-
narlo de agua para mí.
El discípulo, acostumbrado a no recibir respuestas direc-
tas a sus preguntas, tomó el tazón y se encaminó hacia el río,
abriéndose paso entre las mujeres que estaban lavando las
ropas y los hombres que rezaban en la orilla. Junto a ellos se
inclinó para llenar el tazón de su maestro con el agua del río,
para después regresar junto a su grupo. Al llegar dejó el tazón
ante su maestro y esperó. El maestro miró el tazón, miró al dis-
cípulo y preguntó:
– ¿Y el agua del Ganges? ¿Por qué me engañas trayén-
dome agua de una fuente? Yo te había pedido agua del río Gan-
ges.
– Maestro, no hay engaño en esta agua, yo nunca te men-
tiría. Tú me has pedido agua del Ganges y he caminado hasta
sus orillas y he llenado el tazón para ti. Por favor, créeme.
El maestro tomó el tazón con las dos manos y contempló
su contenido con atención durante unos instantes. Después
habló:
– Yo quiero creer que no me engañas, pero aquí no están
los peces que yo veo nadar en las aguas del río cuando me baño
para purificarme. Tampoco están las vacas que beben en sus
aguas, ni hay en mi tazón ningún devoto que realice sus ablu-
ciones, ni están las mujeres, ni las ropas que lavan...
41
– Pero maestro..., todo eso no puede caber en tu tazón.
Por favor, no lo dudes, esta agua es del Ganges. Lo que sucede
es que tan escasa cantidad no puede contener ni peces, ni tor-
tugas, ni vacas, ni devotos.
El maestro sonrió.
– Tienes razón –tranquilizó al discípulo, cada vez más des-
concertado– ahora devuelve el agua al río.
El discípulo obediente caminó de nuevo hasta el río
sagrado y arrojó a su seno el agua contenida en el tazón. Nue-
vamente regresó junto al maestro. Entonces este habló:
– ¿Lo comprendes ahora? Tú eres a la Verdad Absoluta,
como el agua del tazón al agua del Ganges. ¿Acaso no existen
en el agua los peces, las vacas, los devotos, pero no pueden ser
contenidos cuando el agua entra en el tazón? El ser individual
es el agua en el tazón. Continúa siendo parte del Ser Supremo,
pero confinado en un pequeño espacio, lo que le da una apa-
riencia diferente, pero, cuando el agua regresa al río, de nuevo
habitan en ella los peces, tortugas, las ropas que se lavan... De
igual modo la Verdad lo es todo y nosotros somos parte de la
Verdad.
42
JUNTO AL DÉBIL
El llanto de los pajarillos
Un relato Chippewa (EE.UU. - Canadá)
El pueblo Chippewa (nombre aceptado por el gobierno
de los EE.UU.), también es conocido como Ojibwa (nombre
que les dieron los franceses por la forma de su calzado), y
que se llaman a si mismos Anishinabe (hombres de la crea-
ción). A la llegada de los europeos ocupaban un vasto territo-
rio, que, en un mapa actual, iba desde la región de los Gran-
des Lagos, actualmente compartidos entre el sureste de
Canadá y noroeste de Estados Unidos, a través de Wisconsin,
sudoeste de Ontario, nordeste de Minesota hasta el actual
norte de México. Este pueblo ha vivido disperso, pero no por
ello ha sido menor su importancia en la historia y en la confi-
guración de América del norte. Son el pueblo más numeroso
de la familia lingüística algonquin, idioma que comparten
con 31 pueblos amerindios. Los más cercanos a ellos son los
Ottawa y los Potawatomi, que desde el 1670 fueron sus alia-
dos, como aparece en los archivos jesuitas.
En su estructura originaria el pueblo Chippewa era una
sociedad igualitaria, organizada en cinco grupos funcionales,
43
cada uno de los cuales asumía responsabilidades frente al
colectivo de forma hereditaria. Su economía era la de un pue-
blo cazador-recolector pre-agrícola, aunque comenzaron a culti-
var maíz y arroz silvestre. Vivían de forma estable en poblacio-
nes compuestas por unas 30 ó 40 familias, donde las mujeres
eran sedentarias, mientras los hombres se movilizaban para rea-
lizar actividades de caza o para los enfrentamientos bélicos con
otros pueblos con los que compartían el mismo hábitat.
“Los Chippewas son gente del campo, pero de una
manera primitiva. Cuando ven volar al primer cuervo de
la temporada, hacen el azúcar de arce. Cuando las hojas
(de los árboles) son tan grandes como orejas de ardillas,
cultivan el maíz y las verduras. Después entran en el bos-
que para recolectar bayas y extraer raíces. También este es
el momento de recolectar el arroz silvestre y pescar lo sufi-
ciente para el invierno. Las bayas y los peces se secan y se
guardan en alto, en cajas de corteza de abedul, llamadas
mucox. Así se conservan durante el invierno, que es largo
y frío, tiempo en que los hombres se dedican a la caza”
(Discurso de graduación de Stella O’Donnell 21
, 1910)
Los historiadores han hablado de posibles rasgos de cani-
balismo (practicas rituales), apoyados en testimonios de algu-
nos escritos de misioneros franceses, pero existen otros testi-
monios escritos, también de misioneros franceses, que hablan
de la repugnancia mostrada por los Chippewas al hablar de
pueblos que realizaban estas prácticas. Si nos atenemos a los
testimonios de los implicados más directos, los propios Chippe-
was no tienen memoria de prácticas o costumbres caníbales.
21
Hija de granjero blanco y una mujer Chippewa, estudió en el Insti-
tuto normal y agrícola de Hampton, donde se graduó en 1910. Continuó sus
estudios en Haskell y trabajó como taquígrafa para Carter Oil Company en
Tulsa, Oklahoma (véase www.twofrog.com/hamptonstories2.html).
44
Quiero que entiendan que no estoy tratando de edulco-
rar la cultura Chippewa. Personalmente creo que hay absolu-
tos que deben ser tenidos en cuenta, el respeto a la vida de
los otros es uno de ellos, pero no creo que las prácticas caní-
bales-religiosas del pasado sean más vergonzantes que apor-
tar pruebas falsas, al día de hoy, para promover una guerra.
Uno nace dentro de una cultura y debe ser consciente de que
mira el mundo desde el prisma que ésta nos aporta en la pri-
mera infancia, lo que no presupone que no tengamos la
capacidad de mejorarla.
Los primeros encuentros entre Chippewas y europeos
debieron suceder entre el 1612 y el 1640, aunque es difícil
fijar fechas y lugares, pues las fuentes son imprecisas y los
europeos no se ponían de acuerdo al nombrar a los pueblos
que iban encontrando. La primera noticia fiable es de 1642,
cuando los jesuitas Raymbaut y Jogues describen una guerra
entre un grupo Ojibwa y un grupo del pueblo Lakota, segura-
mente por el uso de las tierras donde crece el arroz silvestre
(zizania acuática), un producto clave en su alimentación.
Su forma de enfrentar la guerra estaba basada en la
buena gestión de los esfuerzos: mínimo riesgo, máximo resul-
tado. Por eso no se enfrentaban en campo abierto y solían
preferir ataques por sorpresa durante la noche. Pese a este
aspecto que daba al enemigo pocas opciones para preparar la
defensa, entre las costumbres Chippewa no estaba la de tortu-
rar a sus prisioneros.
A pesar de todo, los misioneros destacan el carácter
pacifico de los habitantes de la zona, y nos dan algunas pistas
de su religión al explicar en sus cartas las dificultades que
encuentran para ser aceptados y para convertir a estas gentes
al cristianismo. Pese a su carácter amable y a que escuchan
con atención, no desean abrazar la fe católica. Vistas las cosas
con la perspectiva actual, resulta comprensible su rechazo,
pues las cartas de los jesuitas dicen que eran gentes de cos-
tumbres demoníacas simplemente porque se negaban a admi-
45
tir la existencia del infierno o la figura del demonio. Entre los
Chippewas la incidencia del cristianismo ha sido mínima.
A los misioneros les escandalizaban las costumbres de
las poblaciones que iban encontrando, la libertad de las
mujeres, por ejemplo. Y les predicaban la necesaria sujeción
del juicio de la mujer al juicio del hombre (padre o esposo),
pues de por sí las mujeres tienen tendencia al pecado. Cuen-
tan que en una ocasión, con motivo de las quejas de un
esposo por tener una consorte de carácter díscolo (al parecer
le gustaba estar fuera de casa algunas temporadas), algunos
jefes hurón22
, preguntaron a los misioneros si era licito enca-
denarla por un pie, o bastaba un ayuno de cuatro días para
doblegar su naturaleza independiente.
Es indudable que el encuentro fue básicamente un cho-
que cultural, para el que ni unos ni otros estaban preparados.
Sólo hay que recordar el testimonio del padre Charlevoix,
misionero francés, que en 1744 describía así el comporta-
miento homosexual y transgénero de algunos miembros de
las comunidades, incluyendo a hombres santos a los que des-
preciativamente llamaron berdache23
:
“Estos hombres no se avergüenzan por usar ropas de
mujeres y desempeñar trabajos femeninos, de lo cual se
deriva una corrupción que no puedo expresar, preten-
diendo que esta costumbre está apoyada por su religión”.
22
Hurones, grupo Chippewa asentado en las orillas del lago Hurons.
23
Del francés bardage, del persa bardaj: muchacho esclavo sexual,
que los franceses confundieron con la costumbre normalizada entre los ame-
rindios que permite a las personas elegir la forma de vida que los hace más
felices. La primera referencia a la costumbre nos la proporciona Álvar Núñez
Cabeza de Vaca (1490-1564), en su libro Naufragios.
“En el tiempo que así estaba, entre estos vi una diablura, y es que vi un
hombre casado con otro, y éstos son unos hombres amariconados, impotentes,
y andan tapados como mujeres y hacen oficio de mujeres, y tiran arco y lle-
van muy gran carga, y entre estos vimos muchos de ellos así amariconados
como digo, y son más membrudos que los otros hombres y más altos; sufren
muy grandes cargas” .
46
Entre las naciones originales de América del norte, exis-
tían 133 pueblos, entre ellos los pertenecientes a las seis
naciones o pueblos Iroqueses24
(en algonquin Irinakhoiw sig-
nifica “serpientes de cascabel”, término al que los franceses
agregaron el sufijo “ois” quedando convertidos en Iroquois en
francés, de donde se tradujo a las demás lenguas). Todos
ellos consideraban a las personas (hombres y mujeres) de
“dos espíritus” especialmente cercanas a la esencia de Dios.
La etnia llamada actualmente de los seis pueblos Iroque-
ses (Cayuga25
, Mohawk26
, Oneida27
, Onondaga28
, Seneca29
y
Tuscarora30
), temiendo la alianza entre los Algonquin y los
franceses, decide emprender una guerra para desvincular a
unos y otros, para así acabar con la invasión francesa. Esto
sucede en 1642. Según los testimonios de los jesuitas supervi-
vientes, fueron más de 200 personas, entre nativos y misione-
24
Población original del actual estado de New York, entre las monta-
ñas de Adirondack y las cataratas del Niágara. Un pueblo expansionista que
controló el noroeste de lo que actualmente son los Estados Unidos y el este
de Canadá. Su máximo apogeo se produjo en 1680, cuando el numero total
de su población era de 25.000 personas.Después de esto, la alianza de sus
enemigos habituales, los Algonquin, con los Franceses y la presión de los
colonos británicos los hicieron replegarse a sus lugares de origen. La decisión
de aliarse con el ejercito Británico durante la guerra de independencia tuvo
un alto coste para el pueblo Iroqués. En 1779 fueron expulsados hacia Onta-
rio donde han permanecido hasta hoy.
25
Gweugwehono se traduce por “gentes de Oiogouen”, “desde
donde salen los barcos”. También se les llama “los de la gran pipa”.
26
Kahniankehaka (Ganiengehaka), “gente del pedernal”, también
conocidos como “encargados de la puerta del este”.
27
Onayotekaono (Onyotaaka), “gente de la piedra derecha”.
28
Onondaga, “gente de la montaña”, los encargados del fuego y del
wampum.
29
Llamados Nundawaono, que significa “gran gente de la colina”,
son los guardianes de la puerta occidental.”
30
Se unieron a la liga Iroquesa en 1722, sin derecho a voto, se les
llama “los que usan camisa”. Fueron expulsados de su territorio en Carolina
del norte en 1714 por los colonos ingleses.
47
ros, quienes sufrieron tortura durante su cautiverio y algunas
decenas fueron ejecutadas.
En 1690 los pueblos de la familia Algonquin, gracias a
su alianza con los franceses, consiguieron asegurar su territo-
rio, frente a los pueblos Iroqueses. Permanecieron del lado
francés durante la disputa de estos con los ingleses y, des-
pués, durante la guerra por la independencia entre las colo-
nias norteamericanas y Gran Bretaña (1776-1782) y durante la
guerra de los Grandes Lagos de 181231
, los pobladores que se
encontraban en lo que después fue territorio de EEUU se
colocaron del lado de los ingleses, al igual que los pueblos
Iroqueses.
En 1815 varios pueblos amerindios constituyeron una
confederación para firmar un tratado de paz con el gobierno
de los EEUU. En tratados subsiguientes fueron cediendo sus
territorios, hasta quedar alojados en reservas situadas en
Michigan, Wisconsin, Minnesota, y Dakota del norte. Como en
otros muchos casos, fue el inicio de una cadena de renegocia-
ciones, pues la población occidental crecía y ocupaba los
territorios asignados a los Chippewa, por lo que había que vol-
ver a renegociar. En 1930 la situación de los Chippewa era tan
triste como la de la mayor parte de los pueblos amerindios:
pobreza, incomprensión, alcoholismo y desestructuración
familiar, en choque con los valores de la sociedad mayoritaria.
También estaba el problema legal. Las leyes de EE.UU.
incluyen la propiedad privada de la tierra, pero no la perte-
nencia de un pueblo a una tierra, porque eso es una nación.
En 1953 se creó la corporación Sugar Island Group of
Chippewa Indians and Their Descendants, con la finalidad de
31
En esta también llamada Segunda guerra de independencia, Gran
Bretaña y los Estados Unidos de América se enfrentaron por el control del
norte del valle de Ohio y la parte sudeste de Canada.
48
“establecer una organización para conservar nuestras carac-
terísticas, desarrollar nuestros recursos naturales, promover
nuestro bienestar y el de nuestros descendientes y lograr una
comunidad.”
Actualmente la corporación Chippewa está integrada por
18.000 miembros en el territorio de los Estados Unidos y lle-
van a cabo más de 38 programas, con un presupuesto anual
de 168 millones de dólares.
Dos notas tristes para terminar: el Anishinabemowin,
dialecto del algonquin, es una de las cuatro lenguas amerin-
dias no protegidas que se prevé se habrán extinguido hacia el
año 2050, pues menos del 1% de sus miembros lo hablan con
fluidez y tiene una media de 50 años. Uno de los programas
educativos que se están llevando a cabo incluye el trabajo
con niños de 3 a 6 años, clases nocturnas, retiros de inmer-
sión en la lengua para familias y programas culturales en las
escuelas.
Actualmente los Chippewas mantienen un conflicto con
Exxon, por el proyecto de una explotación minera en Wis-
consin, en tierras cedidas por la Nación Chippewa a los EEUU
en 1842, específicamente en un terreno de unos 20 Km2
cer-
cano a la reserva del Lago Mole (fundada en 1934). Los trata-
dos garantizan a los Chippewa el acceso libre y el usufructo
del arroz silvestre, la caza y la pesca. El arroyo Swamp fluye
directamente desde la mina a los campos de arroz silvestre en
el Lago Rice, dentro de la reserva; y, aunque este producto es
central para la cultura Chippewa, los biólogos de Exxon han
catalogado los terrenos como inútiles. La mina verterá al
arroyo desechos ácidos que en contacto con el aire o agua se
convierten en ácido sulfúrico, metales pesados: mercurio,
plomo, zinc, arseacutenico, cobre y cadmio.
49
Exxon intentó la compra de los derechos para la explo-
tación de los minerales, pero el Consejo Tribal del Lago Mole
no aceptó venderlos, porque, como explicó Myra Tuckwab
“nos gusta como vivimos.... Ahora estamos aquí, y de
nuevo descubren algo que desean tomar y vienen a expul-
sarnos. Pertenecemos a esta tierra. Este es mi hogar. Aquí
es donde están mis raíces y aquí es donde voy a permane-
cer.”
Ahora que tenemos una mínima noción de la historia
más reciente de este pueblo, entremos a comprender su reli-
giosidad. Aclaremos primero términos y contenidos. Se habla
de religiones primitivas o totémicas, olvidando que el termino
tótem derivado de la voz ototeman de la lengua algonquina,
significa “relaciones de Uno” y viene a definir las relaciones
de analogías entre una figura u objeto y el principio creador.
Para entendernos: un ototeman vendría a ser la figura de un
intercesor (animal, vegetal o mineral) ¿y quien no conoce a
alguien que le pone perejil a San Pancracio?
Pero las confusiones son mucho más profundas y han
dañado las relaciones, porque ha llevado siglos comprender
que los pueblos amerindios del norte carecen de una visión
dualista de la naturaleza humana o de los seres que los
rodean o de la tierra que habitan.
En 1978 el congreso de los Estados Unidos de América
aprobó la ley P.L. 95-341, conocida popularmente como Ley
sobre la libertad de las Religiones Amerindias, en la que se
establece:
“(...) Los Estados Unidos protegerán y preservaran el
derecho de los pueblos indios americanos a la libertad de
creer, expresar y ejercer sus tradiciones religiosas, lo que
incluye a los indios continentales, los esquimales, los Aleut,
50
y los Hawaianos. Se respetará y no se limitará el acceso a
los lugares de uso tradicional, la posesión de objetos sagra-
dos y la práctica de ceremonias y rituales”
Esta ley reconoce que la espiritualidad de los pueblos
amerindios no separa la materia del espíritu, por lo que para
estas poblaciones la propiedad de la tierra no puede ser en
ningún caso vista desde la perspectiva puramente económica,
ni entendida solamente como el lugar que se habita. Como
pueden imaginar, la aplicación de la ley ha sido problemática
y está en pañales.
El intento de los occidentales de aplicar métodos cientí-
ficos a la comprensión de la naturaleza humana ha jugado un
papel importante en la clasificación de las sociedades y las
religiones. Si nuestra comprensión de la naturaleza es limi-
tada, cuánto más lo es nuestro conocimiento de nosotros mis-
mos. Nuestras posiciones etnocéntricas nos han llevado a
asumir un papel de “jueces objetivos”, al crear ciencias que,
como la psicología, la sociología o la antropología, parten del
convencimiento inconsciente (no somos tan malos) de que
todo comportamiento humano puede ser explicado desde
nosotros mismos, lo que implica hacerlo desde nuestra cos-
mología dual (cuerpo-alma), y eso es lo que nos dificulta
comprender la espiritualidad de un pueblo que no puede
separar lo profano de lo sagrado, ni separarse a si mismo en
materia y espíritu. Porque para estas gentes, estar en comu-
nión con lo sagrado es otra cosa. Un poema de autor anó-
nimo dice:
“No puedes destruir a quien ha soñado un sueño
como el mío” (“gaa-inaabid enaabiyaan del ahaw del
daa-aangoshkigaazo-aangoshkigaazo del wiin de Gaa”)
51
Voy a intentar acercarme a los valores tradicionales de la
religiosidad Chippewa. Espero que puedan disculpar mi osa-
día. Sobre las religiones tradicionales de los amerindios no se
ha escrito tanto como sobre las llamadas grandes religiones (y
menos se ha publicado en España). Mi conocimiento por
tanto se limita a lo que he leído en internet. Como referencia,
para contrastar pueden teclear http://www.saulttribe.org, una
pagina creada por la comunidad de Sault Ste. Marie y la
http://www.endahyon.org, la web de los Anishinabek.
Para los pueblos de América del norte todas las cosas
(animadas e inanimadas) están creadas de la misma esencia,
por lo que permanece en ellas la esencia del creador. Cual-
quier cosa es canal de comunicación, porque todo es sustan-
cia divina. Aquí nos encontramos con una similitud clara
entre esta cosmovisión y la hindú, donde la parcialización no
produce pérdida en las cualidades de lo Absoluto, de lo que
deviene su naturalismo espiritual. Para estos pueblos lo
divino se encuentra en la naturaleza y no fuera de ella.
Leyenda de la creación
Al principio estaba Kitche Manitou (el creador) y las
cuatro materias esenciales: agua, viento, tierra y fuego.
De ellas creo Kitche Manitou el sol, la luna, las estrellas y
el cielo.
Después Kitche Manitou creó una hermosa mujer,
la madre. A ella la hizo depositaria de la vida. La creó
compasiva y atenta, para asegurarse de que todas las
criaturas crezcan fuertes y hermosas.
También para los Chippewas existió un tiempo en
que la tierra estuvo cubierta de agua, pero Kitche Mani-
tou hizo crecer un gran árbol y acomodó sobre sus
ramas a todas las criaturas, para que no perecieran.
52
Entre los Chippewa las formas de entender la religión
cambian de una comunidad a otra, y además del creador,
existen para ellos otras criaturas de carácter semidivino, que
habitan en el viento, los árboles, la nieve, los ríos... Pero
recogen la esencia de su fe en lo que llaman la rueda medici-
nal, que viene a ser un “libro” sagrado esquemático. Un cir-
culo rodeado por el arco iris y dividido en cuatro secciones,
con un circulo interior en azul (el agua y el aire), que repre-
senta a una tortuga (la tierra), sobre la que vuela una grulla,
junto a una rama de fresno (zanthoxylum americanum). Las
secciones del circulo representan los puntos cardinales, las
horas del día, las estaciones y las fases de la vida (todo a la
vez), cada una de un color: rojo para el Sur, amarillo para el
este, blanco para el Norte y negro para el Oeste; y, dentro de
cada uno de ellos, un animal que representa características de
la personalidad humana: águila al sur, conejo al este, oso al
norte y alce al Oeste. Este esquema es una guía para la vida.
En tan pequeño espacio ésta representa la humanidad
completa, los hombres y las mujeres que habitan sobre el pla-
neta y el planeta mismo. La madre, simbolizada por la tor-
tuga, ocupa el lugar central, pues es ella quien nos sostiene
con constancia y generosidad. La leyenda de la creación
cuenta que, después de inundarse la tierra, la tortuga emergió
de las aguas, arrastrando con ella la tierra de los fondos mari-
nos y así proporcionó un lugar cómodo para los árboles, las
plantas, y todas las criaturas que viven entre el cielo y el
agua.
Otro aspecto simbólico de la tortuga, además de la aco-
gida generosa, es la comunicación, pues ella puede estar en
contacto con los que están aquí y con los que viven en otra
realidad y, con su generosidad característica, simboliza el
pensamiento dado y el pensamiento recibido. El color azul-
verdoso es por la vida marina y por el mundo vegetal.
53
Sobre la espalda de la tortuga vuela una grulla, símbolo
de la elocuencia, portavoz de los pueblos. Junto a ella la
rama del árbol sagrado, el fresno (Mountain Ash Tree32
), del
que se extraen medicinas tanto de sus bayas, como de su cor-
teza, simboliza la fuerza de carácter, la perseverancia, pues
este árbol puede sobrevivir en lugares inhóspitos, donde
otros árboles perecen.
Si miramos las secciones de color, comenzando por el
este, encontramos la dirección por la que se levanta el sol, la
dirección de la continua creación. Un nuevo amanecer, una
nueva estación, el nacimiento. La creación es cambio cons-
tante, de la oscuridad a la asombrosa belleza que descubre la
luz. Y sobre el fondo se dibuja un conejo que representa a
Manabozho, el mensajero de Kitche Manitou, cuya tarea es
ser intermediario entre las criaturas de la tierra y el Anishna-
bek (el hombre creado) y para ello le otorgó el regalo del
conocimiento.
Miramos ahora la sección superior: el norte, donde está
representada nuestra juventud, el momento del cambio, pero
también el transito al sosiego y la sabiduría, donde los sueños
nos traen las respuestas. El color blanco del fondo representa
la nieve del invierno, su quietud y su pureza, pero también
representa la medianoche, cuando se siente la inquietud por
el amanecer. En este espacio se dibuja un oso, porque, según
la tradición, Kitche Manitou le regaló a este animal valor y
fuerza. Por eso representa el poder curativo de la creación, la
fuerza vital. El oso puede traspasarnos sus conocimientos
mediante los sueños.
32
Arbusto caducifolio de 4-6 m de altura como máximo, de tallos
espinosos y ramillas de color marrón. Fruto en folículo rojizo que se torna
negruzco, fragante, elipsoide, de unos 5 mm de diámetro. Requiere suelos
fértiles y húmedos. Tolera el frío. Su corteza y los frutos tienen aplicaciones
medicinales como purgantes y calmantes.
54
Continuamos el camino hacia el oeste, el lugar de la
despedida. El sol se esconde, la vida se apaga, la vejez es
completa y nuestro cuerpo cambia, ya no somos fuertes, el
cabello se escapa de nuestra cabeza. Pero ahora hemos alcan-
zado la verdadera madurez: somos nosotros mismos. El fondo
en negro nos habla de todo esto, pero el ciervo dibujado
sobre él nos cuenta que Kitche Manitou regaló a este animal
la tolerancia. El ciervo simboliza el amor sin límites, hacia
todos y hacia todo.
Y al sur nos encontramos el águila sobre un fondo rojo
(la tierra y el fuego) que nos hablan de la comprensión com-
pleta, lo Absoluto, la vida en plenitud, el verano, el mediodía,
la hora en que el águila se eleva en el cielo. La tradición
cuenta que Kitche Manitou regaló al águila unas alas fuertes,
una visión aguda y un porte orgulloso.
El arcoiris que rodea el círculo es el puente que une
todo lo creado. El rojo es por la tierra y el fuego. El amarillo,
por la luz del sol que dibuja su trayectoria en el cielo. El azul,
por el cielo y las aguas.
Donde quiera que estemos, nuestra madre tierra nos
envía señales (los puntos cardinales) para que sepamos que
nos cuida, nos alimenta, nos cobija, nos orienta. Sobre la tie-
rra y bajo el cielo tenemos nuestro hogar. Porque nos ama,
cuida de nosotros; porque la amamos, cuidamos de ella. Para
vivir en armonía solo es necesario
• Cultivar el conocimiento de otras costumbres
• Dominar el deseo de imponer nuestras costumbres a
los demás.
• Ser capaces de crear nuevas costumbres con personas
de costumbres diferentes.
• Respetar otras formas de creer.
55
EL LLANTO DE LOS PAJARILLOS
El bisonte, habitante característico de las extensas llanu-
ras de América del Norte, proporcionó alimento y abrigo a los
pueblos amerindios desde su llegada al continente. Este mag-
nifico animal perfectamente adaptado al frío y a la nieve,
prosperó hasta la llegada de los colonos europeos. El bisonte
era apreciado por su carne y por la calidad de su piel, más
resistente y duradera que la piel de otros bóvidos, entre un
50% y un 80%.
Hace mucho tiempo, cuando el mundo era muy joven, nada
de lo que es ahora, era entonces.
Entonces las praderas estaban habitadas y el bisonte dis-
frutaba recorriendo las largas distancias a la carrera, sólo por
el placer de transitarlas. Pero esta costumbre le creaba muchos
inconvenientes con sus vecinos que vivían sobresaltados, espe-
rando escuchar en cualquier momento el tambor retumbante
de sus pasos o sufrir en sus viviendas los destrozos de una acti-
tud tan alocada.
Esta fue la razón de que se reunieran en asamblea para
buscar una solución satisfactoria para todos. Cada cual expuso
su punto de vista y la solución que imaginaba más amable, de
modo que les llevó horas alcanzar un acuerdo. Pero, final-
mente, quedó decidido que nadie quería privar al bisonte del
56
placer de recorrer las praderas, pero esperaban ser avisados
para refugiarse o poner a salvo sus pertenencias. Alguien pro-
puso que siendo el zorro el mejor amigo del bisonte, el que
pasaba más tiempo junto a él, recayera en él la tarea de avisar
a los habitantes de la pradera de la venida del bisonte.
Fue así como apareció una nueva costumbre en la pra-
dera y era habitual ver correr al zorro, gritando:
– ¡Viene el bisonte!, ¡viene el bisonte!
Y los animales más pequeños se apartaban a su paso, y
podían tomar posiciones seguras para contemplar el paso
majestuoso del bisonte.
Pero sucedió una primavera, que llegaron a la pradera
nuevos vecinos, unas avecillas pequeñas que buscaban un
lugar cálido para construir sus nidos y dar un hogar acogedor
a sus crías. Estos pajarillos no conocían las costumbres del
bisonte, y viendo tanto espacio a su alrededor, no imaginaron
que existiera peligro alguno si construían sus nidos entre las
acogedoras hierbas a ras de suelo.
Allí estaban las aves en sus nuevos hogares, disfrutando
del calor del sol mientras sus cuerpos cubrían los huevos,
cuando pasó el zorro entre ellas gritando:
– ¡Viene el bisonte!
Al principio no entendían nada, pero fue solo cuestión de
segundos. Enseguida volaron junto al zorro y le dijeron un poco
atropelladamente.
– ¡Dile que se detenga!, ¡con su peso romperá los huevos!
Por favor, por favor, pídele que se pare.
Pero el zorro estaba cansado y no tenia ganas de desan-
dar el camino, por lo que les respondió.
57
– Yo he cumplido con mi obligación avisando por toda la
pradera, ahora si queréis que se detenga, id vosotras a hablar
con él.
Pero era demasiado tarde, ya se sentía retumbar el suelo
bajo el peso del bisonte a la carrera. Las aves rodearon su
cabeza y le gritaban:
– ¡Cuidado con los nidos!
Pero el animal corría tan alocadamente que no entendía
nada, y sus patas aplastaron los nidos, rompiendo los huevos
que guardaban. Los pájaros quedaron en silencio, llorando la
perdida de sus retoños.
El llanto de los pajarillos llenó el aire de la pradera y llegó
hasta Nanabozho33
que corrió a consolarlos.
– ¡Vamos, vamos amigos, calmaos un poco y contadme lo
que ha sucedido! Quizás pueda ayudaros.
– Nadie puede ayudarnos – lloraban los pajaritos-. Todo
paso tan deprisa... El bisonte corría – exclamaban las aves
entre hipidos- y no pudimos detenerlo. Le pedimos ayuda al
zorro, pero nos dijo que no era su obligación. Le pedimos al
bisonte que parara, pero corría tan deprisa que no nos escu-
chó.
Nanabozho comprendió que su inmenso dolor no tenia
más consuelo que una nueva primavera, y que lo único que él
podía hacer por ellos era demostrarles su afecto. Pero, aún así,
no quiso dejar pasar la oportunidad de hablar con el bisonte y
con el zorro, porque debían darse cuenta de la gravedad de su
error. Los mandó llamar, su voz recorrió la pradera y ante él
33
Un semidiós con características muy humanas, divertido y travieso,
pero también generoso. A Nanabozho, también se le conoce como Misha-
bozho, Napi y Tharonhiawagon.
58
apareció el bisonte avergonzado, caminando con la cabeza
agachada escondida entre los hombros.
– ¿Te das cuenta de lo que has hecho? Ha sido un compor-
tamiento egoísta que ha provocado una desgracia irrepara-
ble... Espero una respuesta, ¿qué explicación puedes darnos?
Pero el bisonte no era capaz de decir nada. Su silencio iba
haciendo crecer el mal humor de Nanabozho, que terminó por
levantar su bastón, lo que asusto aún más al bisonte. Entonces
lo dejó caer, golpeando fuertemente en el suelo y dijo:
– Muy bien, si insistes en continuar en silencio, te impon-
dré un castigo que no te permitirá olvidar los sucesos de hoy.
De ahora en adelante, hasta el final del tiempo, llevarás la
cabeza inclinada entre los hombros, mostrando constante-
mente tu vergüenza.
El bisonte continuó en silencio, aceptando el castigo. Fue
entonces cuando Nanabozho se dio cuenta de que el zorro no
había acudido a su llamada. Los animales de las praderas le
explicaron que se había escondido escarbando agujeros en el
suelo y que estaba allí esperando que a Nanabozho se le pasara
el mal humor.
– Permanecer escondidos no los dejará sin castigo
–exclamo Nanabozho–. Su actitud será el castigo que los acom-
pañe de ahora en adelante. Por no querer asumir las conse-
cuencias de su comportamiento irresponsable, los castigo a
vivir ocultos en el frío suelo.
Y así ha sido desde entonces: los bisontes caminan aver-
gonzados y los zorros viven en madrigueras, porque la insensa-
tez no exime a nadie de responsabilidad.
59
LIBRES PARA DECIDIR
Cuando Dios se alejó
Quizás un Relato Yoruba (Nigeria)
Con la mano en el corazón les confesaré que no tengo
certeza de que este cuento, que me ha llegado por varias
vías, sea efectivamente un relato de la cultura Yoruba. Des-
pués de buscar y rebuscar, de preguntar y no recibir respues-
tas, he llegado a la conclusión de que pertenece a esta cultura
por la similitud con otros relatos... pero si ustedes saben más
que yo, espero que sepan también disculparme y me infor-
men sobre la verdad.
No obstante, creo que sea o no sea un relato de la cul-
tura Yoruba, su procedencia africana es innegable (quienes lo
cuentan, así lo dicen y así aparece también en las transcrip-
ciones); lo que cuenta y como lo cuenta también habla a
favor de esta teoría.
Pero he preferido arriesgarme a situar el relato, porque
no quiero generalizar sobre África, me molesta hablar de
África como un todo, no puede ser lo mismo Gambia que
Mozambique, pero dado nuestro desconocimiento y la breve-
61
dad de estas paginas, voy a intentar simplificar. Nosotros los
occidentales actuales tendemos a segmentar la vida, dividi-
mos las actividades, los saberes, las relaciones, los tiempos,
precisamente por eso no nos cabe en la cabeza una organiza-
ción social en que todo está al mismo nivel, donde lo sagrado
y lo profano van de la mano, lo visible con lo invisible.
Pero en realidad todo tiene un orden; al comienzo está
la figura, o la esencia, de un ser creador que es autosuficiente
y por ello no solicita ser objeto de culto,... es el gran desco-
nocido, pero no el que abandona, pues continúa atento a las
necesidades de sus criaturas, nosotros, y nos atiende a través
de sus intermediarios, seres más comprensibles para nuestra
limitación.
Estos seres se dividen entre cuidadores de la vida y
agresores de ella. La vida en el África negra tradicional es
sagrada, porque lo es todo y está en unión con todo. Lamen-
tablemente las guerras que arrasan el continente no nos
hablan de que exista una autentica comprensión por parte de
sus pobladores de este mensaje que debe haber quedado
sólo para iniciados, pero como lo mismo nos sucede a los
cristianos, creo que ante la misma realidad de traición a nues-
tros altos ideales, solo nos cabe sentirnos hermanados.
En el número 468 de la revista Mundo Negro aparece un
artículo de León Ngoy Kalumba, jesuita congoleño, en el que
con lenguaje sencillo y esclarecedor explica el sentido de
Dios en las religiones tradicionales y adjunta una tabla con
los nombres usados para hablar del supremo creador en 15
de las etnias del continente: Juok, Nyame, Gin-Dri, Khu,
Mulungu, Leza, Nyambi, Ngai, Imana, ...
Regresando a los espíritus menores, estas figuras que
son representadas en esculturas y que son identificadas con
fenómenos de la naturaleza, son las que han movido a confu-
62
sión a nuestra mente ordenada en departamentos estanco.
Pero en realidad no estamos tan lejos de la mentalidad afri-
cana, porque también nuestra religiosidad popular (de los
católicos), nos ha llevado a plantear intermediarios entre la
figura del creador y nosotros mismos, por ello nuestros luga-
res de culto tradicionalmente se han llenado de esculturas de
santos y vírgenes (hasta el concilio Vaticano II). Aunque tam-
bién lo podemos considerar una aproximación a lo que en el
África negra es el concepto de antepasado.
Para la mentalidad africana la vida es un continuo,
donde la muerte sólo es una parte y los muertos continúan
viviendo en comunión con nosotros, en otro plano, y de ahí
deriva la importancia de los antepasados... porque no cual-
quiera llega a ser un antepasado, sólo quienes quedan en la
memoria colectiva como un referente, un modelo de sabidu-
ría y un ejemplo de virtud. Los antepasados son quienes
ponen esqueleto al organismo social, pues los descendientes
comunes de un antepasado (hermanos, primos, tíos, abuelos)
guardan los mismos valores de referencia y debe haber armo-
nía entre ellas y ellos.
Y llegamos a otro vértice de la cultura africana, los
ancianos. Hasta ahora y aún hoy en muchos lugares se confía
en ellos para dirimir conflictos y asumir la responsabilidad de
marcar el camino, pero ya comienza a sentirse la influencia
occidental y en las ciudades han comenzado a surgir residen-
cias. La importancia de poseer estudios europeos (títulos uni-
versitarios) hace que la experiencia vital vaya perdiendo
autoridad en la sociedad, y el gusto por la TV en niños y
jóvenes, desplaza al anciano de su lugar de referente en la
vida familiar, ya no es el protagonista en las reuniones fami-
liares al anochecer.
63
Y en cuanto a la religión, si alguien puede enseñarnos
sobre interculturalidad esos son los africanos que conviven
desde hace siglos con diferentes cosmologías, entre ellas la
musulmana, la cristiana y la hindú.
Pero actualmente parece que los estudiosos sobre las
religiones de este continente se han puesto de acuerdo en la
concordancia o existencia de una religión o cosmovisión pri-
migenia a la que han llamado Religiosidad africana (RA), en
la que todo esta divinizado, por tener su origen en un único
creador. Quizás un cita nos ayude a comprenderlo mejor.
Mercy Amba Oduyoye, teólogo africano nos dice que:
“En el África tradicional, esto es, África cuando el
pueblo está siendo él mismo, descontando el cristianismo,
el Islam, y las normas occidentales, Dios es experimentado
como una realidad omnipresente. Dios participa constan-
temente en los asuntos de los seres humanos, a juzgar por
el vocabulario de la costa oeste de África, que yo conozco.
Un musulmán nunca hablará del futuro, ni del pasado
sin terminar diciendo “es la voluntad de Alá”. Los cristia-
nos de Yoruba dirán “Dios lo quiere” y los Akan los con-
vencerán de que todo es “por la gracia de dios”. (...) Que
los africanos tienen una mirada integradora del mundo,
es algo que ya ha sido expresado por muchos. En su auto-
biografía, Nelson Mandela34
escribe:
Mi padre era sacerdote oficioso y presidía rituales. . . y
ritos locales... no necesitó ser ordenado, porque la
religión tradicional del Xhosa se caracteriza por la
integridad cósmica de modo que hay poca distinción
entre lo sagrado y lo secular, entre lo natural y lo
sobrenatural.
El Yoruba responde al rezo con Ase, la energía
divina y altamente potente con la que Olodumare (Dios)
34
Mandela, Nelson: Long Walk to Freedom (Abacus, 1994)
64
creó el universo y sus leyes físicas. La creencia en el poder
omnipresente de dios dota al universo de una naturaleza
sagrada. La visión africana del mundo se alimenta de una
cosmología que se fundamenta en una Fuente de existen-
cia, el Dios supremo, y otros seres divinos que se asocian a
Dios. Pues Dios es la fundamentación de la vida, así que
nada sucede sin Dios. Dios vive, Dios no muere, y los seres
humanos no mueren de hecho. Incluso cuando no ocupa-
mos un cuerpo tangible, estamos vivos aún.”35
Existen varios mitos que hablan de la retirada de Dios
como consecuencia de las normas divinas que los hombres
transgredieron. Justo al revés que nosotros, ellos no fueron
castigados, simplemente Dios decidió tomar distancia deján-
doles hacer uso de su deseada autonomía.
Y con esto vuelvo al comienzo. Les planteaba que el
cuento que me ha cautivado, es realmente una preciosidad y
da para pensar y dialogar sobre él días y días. Por la estruc-
tura del relato y por el mensaje me lleva a suponer que es un
relato Yoruba, les diré por tanto y para no desaprovechar la
ocasión algo acerca de este pueblo.
Los yoruba son el segundo grupo idiomático de África,
compuesto por unos 40 millones de personas. Su nombre
engloba a veinticinco grupos diferentes, con matices cultura-
les propios, aunque la mayoría viven en lo que actualmente
son Nigeria y Benin. La antigüedad de su cultura se remonta
al 3.000 antes de nuestra era, y hasta el siglo XIX la transmi-
sión se hizo de forma absolutamente oral. Los narradores
eran los encargados de guardar la sabiduría de los reinos
humanos, cuasi-humanos, animales, mineral, y vegetales.
Para los yoruba, un narrador o narradora es a la vez un
docente, un consejero y un psicólogo. Para un yoruba un
35
www.aril.org/african.htm
65
cuento es un depósito de sabiduría que se ha formado a lo
largo de la historia, con un fin educativo. Por eso, no se cuen-
tan muchos cada vez, ni cualquiera puede ser narrador, por-
que para dar valor a la enseñanza se ha de ser una persona
experimentada y con autoridad moral. Los yoruba en realidad
son fruto del mestizaje. Se sabe que durante el siglo V de
nuestra era, en la franja costera que va desde el Volta (Bur-
kina Fasso) hasta Camerún existían comunidades agrícolas
que utilizaban la técnica del hierro y los asentamientos más
antiguos estaban en las regiones de Ife, Ilesha y Ekiti.
Desde el centro de África, lo que actualmente se conoce
como Rep. Democrática del Congo, llegó un grupo de hom-
bres y mujeres que habían sido desterrados a causa de su reli-
gión. Esto debió suceder durante el siglo XI y es a partir de
esta ocupación que se comienza a hablar de los reinos
yoruba, que no tiene nada que ver con el concepto europeo
de reino.
Para que lo comprendan mejor les voy a contar las
leyendas yoruba que explican el origen de este pueblo... y
del mundo.
La primera leyenda dice que Olodumare (Dios), el creador,
encargó a Obatala crear una superficie sólida fuera del agua
primordial y hacerlo de tal modo que esta superficie pudiera
albergar animales y plantas. Para llevar a cabo su tarea Oba-
tala descendió del cielo por una cadena, transportando en sus
manos una caracola pequeña en la que llevaba mineral de hie-
rro, una semilla de palma y un pollo emplumado. Cuando ver-
tió el mineral en el agua, surgio la tierra y sobre ella depositó al
pollo que acometió la tarea de separar los granos de arena y
formar montones sobre el agua, después plantó la semilla de
palma y la vio crecer. Cuando Olodumare vio lo que había
hecho quedó muy satisfecho y le encomendó una tarea un poco
más difícil, debía crear el cuerpo de los seres humanos, sobre
66
los que Olodumare insuflaría vida. Como terminó esta tarea a
satisfacción del creador, es reconocido como “obarisa” que sig-
nifica: el rey de orishas.
La segunda versión nos cuenta el mismo comienzo, pero
nos dice que Obatala no pudo terminar la tarea porque estaba
ebrio de vino de palma, y viendo Olodumare que se retrasaba
decidió enviar a Oduduwa que al descender encontró a Obatala
bebido, en lugar de regresar junto a Olodumare para acusarlo,
se hizo responsable de la tarea, llevándola a término. Creo la
tierra sobre las aguas y en el punto donde había descendido lo
llamamos Ile-Ife que significa “la casa de par en par”, el centro
espiritual de los Yoruba. Cuando Obatala se recuperó, se sintió
avergonzado y se presentó ante Olodumare para pedirle per-
dón, haciendo la firme promesa de no volver a probar el vino de
palma. Olodumare le otorgó su perdón y para que Obatala no
se sintiera inútil le pidió que diera forma al cuerpo de los seres
humanos.
Hay una tercera versión que no es de tipo religioso en la
que se cuenta que Ile-Ife era una población habitada por los
Igbo, cuyo jefe era Oreluere (Obatala). Esta población fue inva-
dida por Oduduwa, que venía del este y había sido desterrado
junto con un grupo de hombres y mujeres por motivos religio-
sos, la conjunción de los dos pueblos dio lugar a los yoruba.
Que es lo mismo que dice la Historia.
Los yoruba creen en un creador supremo que vive ale-
jado de nosotros, pero que ha dejado una amplia representa-
ción en forma de dioses (unos 400) llamados “Orisha” que
tienen una función de guías y protectores en la vida de cada
persona. Cuando nace un niño o niña, es necesario averiguar
que orisha será el encargado de guiar los pasos de la criatura
durante toda su vida.
67
Los niños son muy importantes para este pueblo. Se
considera que la educación de cada nuevo ser es una tarea de
toda la familia extensa, que es tanto como decir de todo el
pueblo; además para un yoruba solo hay tres cosas que real-
mente signifiquen riqueza: abundancia en las cosechas, los
hijos y la vida inmortal.
De hecho para los yoruba, la muerte es una transición y
solo los ignorantes (ogberis) o los malvados la temen, porque
para alcanzar la vida eterna es necesario promover el bien,
para ser más explícitos: hacer la voluntad de Dios(a) que
como creador(a) y sustentador(a) de la vida espera que los
seres humanos se mantengan unidos a Él(la) con la confianza
de un niño hacia su madre, que las personas sean las unas
para las otras como hermanas, y que respeten la tierra y todo
lo creado.
Por eso la muerte se celebra como una auténtica fiesta,
en la que lo importante no es la cuenta de los años del
difunto, sino la calidad de sus actuaciones en este mundo, un
proverbio yoruba dice:
Es mejor morir joven y que deban sacrificar un
caballo para atender a los que acuden a tu celebración,
que morir viejo, pero que los celebrantes se satisfagan con
un pollo.
Al entender la muerte como una transición o una conti-
nuación en otra realidad, los yoruba han creado un vínculo
entre los que se van y los que se quedan que los europeos
interpretaron como un culto a los antepasados, pero que no
es tal. Simplemente para este pueblo, el amor entre padres e
hijos o nietos, no cesa, de ahí la importancia de recordar a los
difuntos, para poder reconocer a nuestra familia cuando tam-
bién nosotros traspasemos el umbral de la muerte.
68
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Cuentos del mundo con dios al fondo

  • 1.
  • 2. Cuentos del mundo con Dios al fondo
  • 3.
  • 4. CARMEN IBARLUCEA PAREDES 2005 Cuentos del mundo con Dios al fondo
  • 5. 2ª Edición: Enero 2005 (1.000 ej.) © Asociación C. Tremn Grecia, 6. 06100 OLIVENZA Teléf.: 924 49 12 72 e-mail: info@tremn.org www.tremn.org Diseño de cubierta Carmen y Juan Carlos ISBN: 84-932955-0-7 Depósito Legal: BA.677-2003 Imprime KADMOS Salamanca, 2005
  • 6. AGRADECIMIENTOS Y ADVERTENCIAS No se puede escribir desde la fe, sin creer... pero se puede hacer difícil creer, si uno no se va encontrando con manifestaciones tangibles (no como el absoluto de la piedra, sino como el velado lenguaje de la poesía), que tienen nombre, rostro, historia. En ocasiones las manifestaciones tangibles, son frá- giles, dolientes y se encuentran perdidas; otras veces, arropan tu dolor, algunas son un modelo de vida: bon- dad, buen humor y compromiso constante con la justicia (dulce caridad). Algunas son todo eso y más. Aquí hay algunos nombres, no son todos, pero me pareció de justicia. A Daniela, Bárbara, Macarena y Hanna. Ana y Johnny, Fhzora, Dariuzs, Karina A la Comunidad religiosa de HH Reparadoras de Táliga (Badajoz): María R., Regina, María S., Ángela y Pilar. A los miembros amorosos del I.E.M. A Carlos, Esther, Feli y Marina. Y a quien, pese a todas las pruebas en contra, con- fía en mi: Fernando Ibáñez. 7
  • 7. Para realizar esta recopilación, he buscado con atención entre páginas encuadernadas y páginas web, he escuchado con atención a las personas que, por los azares de la vida, se cruzan conmigo lle- gando de todas partes: trabajadores y trabajadoras, estudiantes, via- jeros, amigas... Y me encuentro ante la dificultad de no poder precisar la pro- cedencia o la autoría étnica de algunos de los relatos. Por eso pido disculpas a los pueblos no mencionados, pido disculpas por los cuen- tos mal ubicados y me disculpo por no disponer del tiempo y sobre todo de la capacidad económica que me hubiera permitido llevar a cabo un trabajo de campo exhaustivo, como hubiera sido mi deseo. 8
  • 8. NOTA PERSONAL SOBRE LA FE, LA RELIGIÓN Y SUS FORMAS “En tanto en cuanto el universo tuviera un principio, podríamos suponer que tuvo un creador. Pero si el uni- verso es realmente autocontenido, si no tiene ninguna frontera o borde, no tendría ni principio ni final: simple- mente sería. ¿Qué lugar queda, entonces, para un creador? (Stephen HAWKING, Historia del tiempo, Ed. Crítica 1999 pág 180) Como ven, soy arriesgada. Comienzo un libro que hablará de Dios(a) desde la diversidad, citando a un ateo. Pero también los ateos dedican mucho tiempo a pensar sobre Dios en todas sus formas, para vergüenza de una buena parte de los creyentes. Y después de todo, esta observación de Hawking no esta tan lejos de ser la observación de un cre- yente... Por ejemplo, para los budistas, el Universo no es fruto de un creador, no tiene principio, ni fin...Y, sin embargo, de ellos decimos que son creyentes o religiosos, porque nos proponen una forma de autoconocimiento que nos lleva a la felicidad a través de la asunción de la plena res- ponsabilidad de la vida, a través de una mirada atenta y la capacidad de elaborar un juicio propio, logrado mediante la observación y la meditación personal. En esto se separan de Hawking, porque él quiere saber qué pasa fuera, cómo fun- ciona el mundo. No es tan sencillo esto de las religiones, de las creencias... o las increencias. 9
  • 9. Hubo un tiempo en que yo era atea, por lo que no me es ajena esta manera de plantearse la vida y de mirar el mundo. De hecho creo que esa manera de ser y de hacer continúa siendo la parte más personal de mi misma. Ser ateo no es negar la existencia de Dios, Diosa o dioses, es simple- mente hacerse 100% responsable de los propios actos, casi como ser budista, pero mirando más hacia fuera. Si han leído los agradecimientos habrán visto que he dedicado este libro a varias personas. Son todas personas a las que admiro por su espiritualidad, algunas de ellas son creyentes y otras son ateas. En la práctica no encuentro ninguna diferencia en sus comportamientos, porque estas personas, cuando realizan una buena acción, la realizan con la misma alegría y el mismo desinterés. Ninguna de ellas busca ganar nada: ni un lugar en el cielo, ni en la prensa, ni en el panteón familiar. Cuando se equivocan y obran de manera incorrecta, al hacerse conscien- tes, su reacción inmediata es pedir perdón a la persona o per- sonas afectadas... De modo que, a simple vista, y en mi arro- gante ignorancia, no otorgaría a la religión mayor influencia que al sentido ético sobre la conducta de las personas... La diferencia sutil está en un lugar no visible que proporciona una forma diferente de estar en soledad y en compañía. Si ustedes me preguntan por mi adscripción, la única respuesta honesta que puedo ofrecer es que soy creyente o por mejor decir sintiente de la existencia de Dios(a) y no puedo desligar este hecho de otros hechos fundamentales en mi vida: ésta es la razón que me lleva a escribir este libro, aún a riesgo de fracasar. Yo tenia 20 años cuando la idea de Dios se sentó en mi estomago y comenzó a complicarme la vida. Pensaba entonces: creer no es razonable. A mi me gusta la razón, por ello el argumento fácil que nos dice que “la fe está por encima de los razonamientos o las demostraciones” me resulta una aberración. Pero yo llevo dentro de mí esta cer- 10
  • 10. teza de la que no puedo, ni me quiero desprender, esta cer- teza que sostiene mi flaquear ante la dificultad y promueve en mí un diálogo incesante y el diálogo es el mejor camino en la búsqueda de razones... ¡Claro!, creer en Dios/a es razo- nable1 , porque es una experiencia de diálogo inigualable... Eso, obviamente, para quienes pensamos que Descartes (“pienso luego existo”) olvidó añadir, que pienso porque nazco y crezco en una comunidad comunicada. Pero centremos este libro. Algunos cuentos (12 entre leyendas y cuentos) de África, América y Asía van a hablarnos de Dios(a). ¿De qué Dios? Porque parece que hay muchas formas de entender la divinidad, muchos matices, muchas tra- diciones... Y yo me pregunto: ¿hay muchos dioses, o hay muchas personas?... Si lo miramos a la luz de las cifras de la ONU, actualmente somos 6.134 millones de personas sobre el planeta, de las cuales el monoteísmo agrupa a 2.000 millo- nes de personas aproximadamente, que se reparten en tres religiones: el judaísmo con unos 18 millones; el Islam con 900 millones y el cristianismo con 1.200 millones. Si nos centra- mos en las cinco grandes religiones (hinduismo, con 800 millones; budismo, con 1.700 millones, islamismo, judaísmo y cristianismo) ya contamos con 3.500 millones de personas... pero ¿y los 2.634 millones de personas que no se incluyen en esa suma? No existen estadísticas, o yo no las he encontrado, que calculen el numero de ateos posibles en el mundo, pero me atrevo (ya les advertí que soy arriesgada) a pensar que un alto porcentaje de los 2.634 millones que no se adscriben a las grandes religiones, si creen de alguna forma en un crea- dor, serían practicantes de lo que los occidentales hemos metido en el cajón de sastre del animismo, ahora también lla- mado “religiones originarias”. 1 Díaz, C. Preguntarse por Dios es razonable, Ensayo de Teodicea. Ed. Encuentro 1989. 11
  • 11. Me he sentado a escribir porque hace unos meses varios adolescentes me dijeron con total espontaneidad: “(...) No creemos en Dios. ¿Quién se va a tragar todo ese rollo de Adán y Eva? Nosotros sabemos que el mundo lo creó la Ciencia”... En realidad si lo miramos desde la sinceridad del cora- zón, saben más que yo y su fe es más profunda, aunque yo me encargué de socavarla aclarándoles que “la Ciencia” no puede crear nada, porque la verdad de las cosas, es que la hemos creado nosotros para entender el mundo; pero, aún así, debo reconocer que yo no podría decir con igual seguri- dad y determinación “¡Mungu2 creó el mundo!” Seguramente porque mi pensamiento está mucho más invadido por la cien- cia que el suyo, pero me sorprendió la rapidez con que pude explicarles que la ciencia es una creación humana, una téc- nica. Pero no puedo decir lo mismo cuando hablo de Mungu. No puedo creer, como creía, que es una creación humana para explicar el mundo, porque no todos los pueblos tienen ciencia, pero en cambio todos los pueblos tienen la certeza de que, de un modo u otro, hay alguien que sin ser como nosotros, nos contiene. Y la diversidad de concepciones de ese alguien a quien se le dan muchos nombres y atributos, o esos álguienes entre quienes se distribuyen las tareas imposi- bles, me hace razonar que más allá del imaginario que carac- teriza nuestra humanidad, Dios(a) existe. Leyendo el “Manual de historia de las religiones” de Car- los Díaz3 , encuentro esta cita de Zubiri (no quiero engañar a nadie haciéndoles creer que leo más de lo que leo): 2 Término del idioma suahili que designa al que crea armonía y rela- ciona todo lo viviente. 3 Carlos Díaz. En la contraportada de su libro “De la razón dialógica a la razón profética” dicen de él: escritor distinto (...) se sitúa en una línea utoprofética (utópica y profética). 12
  • 12. “El orto de una religión es siempre una reforma. Una reforma que no comienza en cero. Esto es esencial. Y justamente porque no empieza en cero, la construcción de una religión nueva es algo esencialmente histórico y pro- gresivo. Entonces, este no comenzar en cero significa, en segundo lugar, que la reforma consiste formal y positiva- mente en una rectificación. El fundador y reformador de una religión pretende rectificar cosas que a su juicio eran erróneas o torcidas en el estadio anterior de esa religión. Esto es cuanto podemos saber acerca del nacimiento de las religiones. La inmensa mayoría de las religiones que halla- mos sobre la tierra están ahí sin que se sepa exactamente cómo han nacido” 4 . Siempre he tenido debilidad por la prehistoria. Cuando era adolescente, solía tener ensoñaciones respecto a la exis- tencia en un tiempo sin progreso electro-tecnológico. Me veía a mi misma como una mujer activa que pasaba su vida en medio de la naturaleza, enseñando a mis hijos a conocer el medio, jugando con ellos y trabajando con ellos, compar- tiendo penas y alegrías con una comunidad más extensa que mi propia familia. Años después, al recordar este juego men- tal, cuando ya era la mujer creyente que se deja interpelar por Dios(a), me he preguntado cómo se hubiera comunicado Él/Ella conmigo de haber vivido efectivamente en aquel tiempo pretérito. Porque estoy segura de que Dios(a) no esperó a que las sociedades desarrollaran las grandes religio- nes para entablar un diálogo. El Diálogo es principio. 4 Xavier Zubiri (1898-1983), filósofo, aporta un pensamiento original desde su idea sobre la inteligencia sintiente y una novedosa concepción de la realidad, influenciada por el estudio de la física. Conocedor de Einstein, Schrödinger, Zermelo y Jaeger, desde estas perspectivas “acordes con los tiempos” aborda la libertad, la voluntad, la historia y el concepto de Dios. La cita esta sacada de su libro “El problema filosófico de la historia de las reli- giones”, Alianza ed. Madrid 1993. 13
  • 13. Cuando uno estudia historia lo primero que aprende es que la piedra angular de nuestra humanidad está relacionada con las manifestaciones productivas (herramientas), las fun- ciones compasivas (enterramientos) y la capacidad de comu- nicarse (lenguaje articulado). Pero siento que el miedo a lo no aprehensible también es parte de nuestra humanidad. Mirar el cielo y ver una bóveda de luces incontables da miedo: ¿qué son?. ¿Por qué están sobre nosotras?... Y una da el paso: ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Comprendo que del miedo surja la religiosidad, la búsqueda de seguridad en algo o alguien que esté por encima de nosotras y nos “salve” y con eso habríamos zan- jado el tema de la religión. Pero como las cosas nunca son sencillas, siempre hay alguien que nos lo viene a complicar todo, alguien que no necesita seguridades para creer, ni recompensas por su fe. Esta actitud desmonta la teoría de Marx de la religión como opio del pueblo, pues, aunque indudablemente es así en muchas ocasiones, en todas las reli- giones hay una llamada de atención de los místicos hacia el poder, para que no mezclen a Dios en sus manipulaciones... Y, aunque algunos piensen que esto es nuevo (lo es relativa- mente), sólo hay que asomarse al hinduismo para descubrir que fue seriamente criticado por la actitud vital de un hom- bre, hace apenas 2.500 años, Siddharta Gautama, el Buda. Coincidirán conmigo en que la religión es un fenómeno esencialmente moral y, por su naturaleza, es difícil que lle- guen hasta nosotros pruebas tangibles y concretas de sus ideas, pero tenemos la tendencia de relacionarlo todo, la “manía” de asignar valor a las cosas y nos gusta asentar nues- tra fe en objetos materiales convirtiéndolos en símbolos sagrados sobre los que proyectamos de manera sencilla ideas de comunión profunda, haciendo que lo espiritual sea más cercano y aprehensible. Es esa necesidad de complicar lo 14
  • 14. simple la que nos hace caer en el pensamiento mágico, que es una trampa para la espiritualidad, una trampa en la que caemos una y otra vez. Si regresamos al budismo vemos con asombro que aquel que criticó el pensamiento mágico del hinduismo (Siddharta Gautama) al morir terminó convertido él mismo en una figura sobrenatural a la que se rinde culto. No conozco, aunque es cierto que soy muy ignorante, ninguna cultura o sociedad que escape de esta tendencia. Viene a ser una segunda piel de la persona. Y centrarnos en nuestra magia para observar la magia de los demás, nos aleja. Existe un chiste circulando por internet que nos narra el encuentro de un europeo (español, francés, alemán,...) y un asiático (chino, japonés...) en un cementerio civil. El europeo ha depositado sobre la tumba de la persona querida un ramo de flores y se concentra en la oración, cuando aparece el segundo personaje, el asiático, que visita la tumba contigua. Para sorpresa del occidental, el chino depo- sita sobre la tumba un plato de arroz. Y el asombro lo lleva a preguntar: – ¿De veras cree usted que el muerto se levantará a comer el arroz? – Por supuesto, en el mismo momento en que su muerto se levante a oler las flores. Así somos, fijamos nuestra mirada en lo superfluo y ten- demos a olvidar lo importante. En la sociedad de la información, las dudas que surgen en los niños con apenas 6 ó 7 años pueden igual que siem- pre, hacerles sentir la angustia de lo inaprensible, preguntas como ¿dónde estaba antes de nacer?, ¿por qué no se cae el mundo? ¿dónde vive ahora tu madre? (en el caso de los que sienten la falta de una abuela). Eran las que me hacían mis 15
  • 15. hijos a esa temprana edad... Es la eterna necesidad de com- prender nuestra existencia y el destino final de nuestra vida. Lo que sabemos con certeza es que los sentimientos más profundos son universales, aunque los ritos y manifesta- ciones sean diferentes. Aunque uno sea ateo, entiende el verbo sacralizar, que en realidad es todo aquello que tiene la facultad de evocarnos un afecto. Decía Thomas Khun5 , filó- sofo estadounidense: “El hombre no deja pasar nunca demasiado tiempo sin inventar una cosmología, puesto que ésta siempre le impregna de un determinado punto de vista sobre el mundo y da un significado a cada uno de sus actos, sean físicos o espirituales” Hay cosmologías que nos son muy familiares, aunque no las lleguemos a comprender plenamente o tengamos pre- juicios sobre ellas. Es el caso de las tres religiones de las que hablábamos antes: judía, islámica y cristiana. Pero de los 4.000 millones de personas que no se encuadran dentro del monoteísmo específico, es a los pueblos africanos, a los pue- blos originales de América y a los oceánicos, los más desco- nocidos, quizás por ser los más diferentes en su cosmología, los que sienten a Dios(a) de forma tan distinta, a los que me gustaría acercarme para comprender, para aprender y para compartir. Según los psiquiatras y psicólogos, nuestro cerebro es capaz de descubrir y reconocer de manera subconsciente los modelos de la sociedad en que se nace, lo que es similar y lo 5 Thomas Samuel Kuhn (1922-1996) reconocido filósofo de la cien- cia, autor de “La Estructura de las Revoluciones Científicas” (1962), libro que marca un hito en el estudio de esta disciplina y que estudia la ciencia como fenómeno social. 16
  • 16. que es diferente. Ningún bebé occidental va a confundir el perro con el gato. Pero, además, resulta que el juego de encontrar diferencias y semejanzas es de los que más nos gustan cuando empezamos a relacionarnos con el mundo (a partir de los seis meses). Por eso los técnicos definen el pro- ceso de aprendizaje como el método que permite “extraer de la confusión un diseño que tiene significado.” Y ese es el juego que yo les propongo. No quiero que se tomen este libro como una reflexión sobre las religiones. Es más bien un juego de niñas y niños. Pero como jugar es una cosa muy seria, es bueno que, además de buscar semejanzas y diferencias, demos un paso más allá. Partiendo del supuesto de haber llegado al acuerdo de que Dios(a) existe (de otro modo no habríamos terminado el primer diálogo y este libro sería “eterno”) es imaginable que nos preocupe el siguiente: el interreligioso. Y uno quiere saber qué opinan los demás. Yo, por mi educación y cultura, soy una creyente que se hace militante en la comunidad cató- lica, pero siento que, de haber nacido en otro lado del mundo, sería una creyente con las mismas exigencias, mili- tando en otra iglesia (comunidad). Por eso tiendo a pensar que, en términos generales, el cuento hindú de “El elefante y los curiosos” tiene mucho que ver con Dios(a), y nuestras limitaciones para “mirar”. Por si no lo recuerdan el cuento dice: Existió cierta vez un pueblo que nunca había visto un ele- fante, enterados de esto unos hábiles comerciantes, llevaron hasta allí un ejemplar magnifico para mostrarlo públicamente. Lo llevaron al pueblo durante la noche y lo ocultaron en un establo a la espera de la luz de la mañana. Vivían en aquel pueblo cuatro hombres curiosos que, ente- rados de la llegada del elefante, deseaban ser los primeros en 17
  • 17. ver aquel maravilloso animal. Animados por la mutua compa- ñía, salieron en medio de la oscuridad hacia el establo, ocultos en la manta negra de la noche. No llevaban consigo ninguna luz, para no despertar a los comerciantes, ni levantar sospe- chas. Por eso, al llegar al establo sólo contaban con sus manos para hacerse una idea de cómo era el animal. A través del tacto cada uno imaginó como era el elefante. Uno había quedado de frente y con sus manos tocaba la trompa del paquidermo. Otro se había situado a un costado de la cabeza y al estirar las manos tocó una gran oreja. El tercero, tocando el costado del animal, acarició su generoso vientre. Y el cuarto, que había quedado situado en la parte de atrás, toco sus patas firmes como columnas. Los cuatro amigos al reunirse fuera del establo comenza- ron a conversar sobre las características del elefante, pero no conseguían ponerse de acuerdo. Para el primero el elefante era como una gruesa serpiente, mientras que para el segundo tenía forma de abanico. El tercero sostenía que el elefante en realidad era como un trono majestuoso que camina sobre la tierra y el cuarto aseguraba que el elefante era una columna que sube hacia el cielo. Ninguno sabía en realidad cómo era un elefante, y se desesperaban por haber visto animales tan dife- rentes entre sí. ¿Quien de ellos había tocado al auténtico ele- fante? Ciertamente ninguno mentía... El problema está en que ninguno conocía toda la verdad. Si lo que deseamos es ser capaces de superar nuestra parcela y completar el cuadro, a través del dialogo... si enten- demos que “creer en Dios” y “creer que Dios...”, es lo que nos une, podremos establecer una relación de confianza, pero eso si lo que queremos es llegar al mismo lado. Los malentendidos no están realmente en la raíz; un ejemplo. La creencia comúnmente extendida entre los occi- 18
  • 18. dentales sobre el Islam y la discriminación de género..., aun- que encontremos fácilmente textos que nos muestran lo con- trario: “¡Hombres! Os hemos creado a partir de un varón y de una hembra y os hemos hecho pueblos y tribus distintos para que os reconocierais unos a otros. Y en verdad que el más noble de vosotros ante Alá es el que más le teme. Alá es Conocedor -Âlim, el que todo conoce, el Omnisciente - y está perfectamente informado - el Jabír, el que tiene toda la información-” (Corán, sura 49 aleya 13). Dice Amparo Sánchez Rosell, del Centro Cultural Islá- mico de Valencia: “Ya lo he hecho anteriormente en muchas ocasiones, he hablado hasta la saciedad para explicar que no es el Islam el que margina o no a la mujer en países de mayoría musulmana. El esconderse detrás del Islam para justificar lo injustificable es una bajeza, y el permitir o aceptar esa excusa va en detrimento de las mujeres y en beneficio de los opresores, pues si la mujer está convencida de que su religión exige de ella que así sea, así terminará siendo”. Y creo que las cristianas hemos padecido el mismo tipo de engaño por parte de una clase que no quería perder las prerrogativas que su género (masculino) había conquistado a través de un largo camino de desajustes entre la naturaleza y la cultura. Es obvio que todas podemos aprender de todos (y viceversa) y a mí particularmente me gusta ese dicho del pro- feta Mahoma: “No es poderoso el que derriba a otro, sino el que se controla a sí mismo en un arranque de ira.” 19
  • 19. Esa es mi meta en la vida..., pero en realidad no me he sentado a escribir para contarles cosas que con seguridad ya saben. Juan Martín Velasco6 , hablando del concepto de religión, dice: “la religión significa muchas cosas notablemente distintas para quienes la utilizamos. (...) Tal polivalencia se deriva principalmente de la complejidad del fenómeno a que se refiere. Bajo el techo común de la religión se alber- gan realidades tan diferentes de contenido y de valor como los sentimientos de entusiasmo y fervor ‘religiosos’, las elevadas disquisiciones de la teología, los actos de abnegación, los sacrificios cruentos, los gestos corporales más variados, las representaciones simbólicas más extra- ñas y una larga serie de las más diferentes realidades con las que nos familiariza la historia de las religiones”... De modo que no es sólo que haya religiones diferentes, sino diferentes formas de vivir la misma religión... que viene a ser como con la comida, que nuestra base química busca obtener unas sustancias básicas a través de los alimentos, pero cada uno llega a eso con diferentes dietas, sin olvidar que hay dietas que, siendo apetitosas a nuestros ojos y a nuestro paladar, no nos proporcionan los nutrientes necesa- rios para disfrutar de un organismo sano, son dietas engaño- sas. Para que comprendan a dónde quiero llegar, permítanme un ejemplo: En el año 1974, se publicó un estudio que relacionaba la alimentación y el origen del cáncer y las enfermedades coro- narias. Algunos médicos habían observado que en las pobla- ciones africanas es mínimo el número de enfermos por estas 6 Martín Velasco, J: El encuentro con Dios, Caparrós editores, Madrid 1997. 20
  • 20. causas y lo asociaron al tipo de alimentación, por lo que se comenzó a recomendar la dieta rica en fibra (los africanos son básicamente vegetarianos por necesidad económica). Con el tiempo se comprobó que el problema del cáncer y las enfermedades coronarias nace del excesivo consumo de gra- sas animales, por lo que comer hamburguesas, costillas y sal- chichas a diario, acompañadas de arroz integral, no nos ayuda a evitar estas enfermedades. En el caso de los africa- nos, el exceso de fibra también puede ser un problema, por- que la fibra no se digiere y si los nutrientes se combinan con ella, no son absorbidos durante el transito intestinal, lo que puede favorecer la desnutrición, si no se toman otros alimen- tos que proporcionan al organismo los minerales requeridos. Y después de esta digresión, sólo quiero decirles que me gustaría que este libro fuera un homenaje a la espirituali- dad (y a las diversas cosmologías) de los hombres y mujeres a los que con demasiada frecuencia hemos mirado con extra- ñeza o hemos llamado salvajes. Con afecto creciente CARMEN IBARLUCEA 21
  • 21.
  • 22. INTERCULTURALIDAD: UN SOBREESFUERZO QUE MERECE LA PENA No queremos engañar a nadie diciéndoles que la inter- culturalidad o la relación entre culturas7 sea la forma natural de convivir y que sólo hace falta el respeto mutuo para con- seguirlo. Sabiendo como sabemos que por el hecho de perte- necer a la misma especie y compartir el mismo planeta nos debemos el reconocimiento de hermandad, con sólo poner un pie fuera de nuestras casas se nos complica la vida con personas que han sido formadas con la misma herencia cog- nitiva que nosotras, personas con las que compartimos el ámbito geográfico, la alimentación, la religión y la herencia cultural, personas con las que incluso hemos ido a la misma escuela o hemos jugado en los mismos campos, y hasta es más que probable que incluso hayamos leído los mismos libros. Y sabiendo lo difícil que es llegar a entenderse y comunicarse entre personas semejantes, ¿quién va a creer que es fácil esto de la convivencia intercultural? 7 Vamos a hablar de cultura en la acepción más común, como grupo de personas educadas en los mismos valores. Tal y como señala Will Kym- licka (profesor de filosofía en la Queen’s University de Ontario, Canada), res- ponsable del proyecto “ciudadanía, democracia y diversidad etnocultural”, una cultura agrupa a todas las personas de grupos sociales no étnicos, perte- nezcan o no al núcleo dominante, esto es: discapacitados, mujeres, homose- xuales, ateos, transeúntes... Para otros autores, esta diversidad intergrupal hace que cada estado sea en si mismo una mezcla multicultural, dadas las diferentes perspectivas de cada grupo que lo compone. Nosotros nos vamos a quedar con el criterio de Kymlicka basando nuestra perspectiva en las etnias (comunidad intergeneracional que comparte una patria, una lengua y una historia) y sus formas de relación con otros pueblos. 23
  • 23. Además tenemos que trabajar contracorriente, porque no es sólo que existan posturas personales intransigentes. Están también las estrategias políticas y los intereses econó- micos, que, a través de los medios de comunicación (TV, radio, prensa, cine), nos hacen llegar mensajes negativos, en los que se busca enemistarnos, para controlarnos... Es una larga tradición mundial construir nuestra identidad personal y nacional en contra de otras identidades personales y naciona- les. Pero difícil no quiere decir imposible y mucho menos quiere decir “malo”. Vivimos en un mundo imperfecto. La convivencia se nos complica debido a nuestras propias limita- ciones, nuestras pequeñas miserias (miedo al fracaso, baja autoestima, egoísmos encubiertos) y nuestras grandes mise- rias (miedo al otro, falta de autoconocimiento, envidia). Decía mi hijo Emmanuel, a los nueve años, reflexionando sobre posibles soluciones a la pobreza: “Como no podemos evitar ser egoístas, lo mejor sería que el dinero se estropeara como la fruta. Así a nadie le convendría guardarlo”. Obviamente a mi me entristeció su negativa visión de la naturaleza humana (nos hemos esforzado mucho para ofre- cerle una mejor perspectiva), pero es bueno saber que, si los proyectos fallan, no es tanto porque sean inviables, como porque las personas responsables no somos capaces de supe- rar nuestras cargas educativas. De modo que tenemos dos vías: superémoslas y los proyectos no fallarán, o tomémoslas en cuenta, sinceramente, y adaptemos los proyectos, tomando en cuenta nuestras carencias, que es la propuesta de Emmanuel para el uso del dinero. 24
  • 24. El amor universal (un deseo inmenso de abrirse a los demás), el respeto y la mirada asombrada (que no envidiosa) ante los logros de otros, son la base de la interculturalidad. No olvidemos que etimológicamente cultura se refiere a la acción de cultivar, por lo que si cultivamos entre todos, frater- nidad, libertad e igualdad, será más fácil apreciar la belleza o la utilidad de otros campos sembrados. Cuando yo miro la riqueza organizativa de un país como Ecuador, desearía que en mi entorno sucediera algo similar, no lo mismo natural- mente, porque mi realidad es distinta. Cuando me hablan de una persona que tiene hermosas cualidades (sabe organizar el trabajo de grupo, habla varias lenguas, es capaz de bro- mear...), no me comparo con ella. Simplemente (que no es tan simple) me asombro ante sus logros y me regocijo porque existe. Aunque siempre hay espacios que a uno le calan más profundo y le duelen, en mi caso ese espacio “delicado” apa- rece cuando leo una buena novela. Entonces desearía ser yo quien tuviera esa capacidad de manejar las palabras y me pueden suceder dos cosas de manera simultanea: me nace un deseo ferviente de conocer a la persona y conversar durante horas sobre los matices, la concepción de los personajes, las reflexiones implícitas en las descripciones..., al tiempo que deseo escribir mucho, escribir más, para ver si con constancia consigo en algún momento de mi vida provocar el mismo placer (deseo de ser leída repetidamente, motivar el diálogo, provocar intelectualmente, remover emocionalmente, poner mi grano de trigo en el granero que cambiará el mundo)... Creo que ninguno de estos sentimientos puede ser juzgado como negativo. Lo malo llega cuando mi inseguridad (no soy un genio de las letras) me hace criticar amargamente. Mi mediocridad (estado medio de quien no es un genio) me lleva a veces a descalificar al otro, o bien, mis limites intelec- tuales (no es muy inteligente ser envidioso) me impiden empatizar. A eso se le llama “miedo al otro” y se traduce en 25
  • 25. una dificultad para la buena vecindad (con los míos) y en xenofobia hacia quienes tienen costumbres diferentes, o dis- tintas pigmentaciones en la piel, esas personas a las que lla- mamos LAS OTRAS. Pero centrémonos en el proyecto INTERCULTURAL. Como todo proyecto, tiene dos niveles. Los objetivos genera- les han de ser ambiciosos, ya que de otro modo no podrían dar respuesta a las necesidades planetarias. Los objetivos específicos han de ser más cercanos a la realidad cotidiana, pensados para incidir directamente sobre alguna parcela de la misma. Para comenzar por lo difícil, hablaremos de lo obvio: el mayor problema de la interculturalidad es la comunicación. Cuando nos comunicamos con alguien de nuestra cul- tura, es decir en nuestra lengua materna y con referentes comunes, el proceso de comunicarse parece fácil, pero, cuando tratamos de comunicarnos con alguien de otra cul- tura, debemos buscar la comprensión de nuestros respectivos componentes previos, nuestra herencia cultural (espacio cog- nitivo) y nuestro bagaje personal (espacio afectivo). Recuerdo con placer el relato que hace Laura Bohannan del encuentro entre el Hamlet de Shakespeare y el pueblo Tiv de Nigeria y las situaciones cómicas que se crean a lo largo del relato, que no es tan universal (conflictos de poder, responsabilidades morales e inclinaciones personales que dividen a la persona) como a nosotros nos gusta pensar8 . 8 “Shakespeare in the Bush”. Natural History Oxford, 1966. En primer lugar para los Tiv es imposible el asesinato de un jefe: ¿quién y por qué que- rría hacerlo?. En segundo lugar, según su costumbre el hermano del difunto debe casarse con su viuda y hacerse padre de sus hijos. En tercer lugar, ellos no tiene fantasmas. En cuarto lugar, no existen en su territorio aguas en las que ahogarse, por lo que morir ahogado solo puede ser debido a la interven- ción de un maleficio, cosa de brujería, etc, etc. 26
  • 26. Y luego está el uso que hacemos de la herramienta comunicativa, porque en muchos casos, incluso en los cerca- nos, no buscamos comunicarnos, sino defender nuestras ideas, nuestra forma de vida. Dice Miguel Jarquín9 : “La comunicación se complica porque se aprende a defender las propias ideas como cotos de poder. La comu- nicación se vuelve una batalla más que un encuentro”10 . Por ello, si queremos dar comienzo a una comunicación fructífera, debemos partir de la premisa del cambio. Comuni- carnos nos va a cambiar y el cambio nos puede doler, pues la comunicación no es siempre un camino asfaltado, y lleva implícita la posibilidad de herir los sentimientos de quienes participan, nosotros y los otros. Y sin perder de vista las dificultades con las que camina- mos, abordemos los objetivos generales (los que hacen válido este proyecto en cualquier rincón). Voy a simplificarlos con un breve esquema: • Cimentar la justicia social: Interiorizar los deberes y responsabilidades colecti- vas respecto al planeta y TODOS sus habitantes. Asegurar los derechos de las minorías étnicas. 19 Miguel Jarquín, Ciudad de México, 1950. Psicólogo clínico, espe- cialista en psicología existencial, su principal aportación es establecer puen- tes entre la psicología existencial (Gestalt, Logoterapia, no-directiva) y el pensamiento personalista comunitario, estudiando la aplicación terapéutica del pensamiento personalista (especialmente en Marcel, Mounier y Buber). Rector del grupo INTEGRO de Guadalajara (México), dirige el Centro de Estrategias para el Desarrollo. 10 Jarquín, M. “La comunicación: revelación de una existencia” Pág. 164 Ed Mounier, colección Persona 27
  • 27. Promover el derecho a la equidad educativa (que no significa imponer el mismo sistema educativo para todos). • Anular cualquier tipo de exclusión: racial, social, eco- nómica, cultural, sexual, religiosa... • Incrementar el conocimiento y el diálogo entre culturas. Algunas personas al hablar de este proyecto van interca- lando los conceptos interculturalidad y multiculturalidad. Quiero hacer una reflexión explicita sobre ello. Teresa Aguado11 nos hace ver las diferencias entre un proyecto mul- ticultural, referido al hecho de que diversos grupos culturales compartan el mismo espacio, y uno intercultural, que se refiere no sólo a la coexistencia, sino al enriquecimiento mutuo haciéndonos conscientes de su interdependencia. Uno debe ser cuidadoso con las palabras, pues éstas están carga- das de sentido. En el ámbito educativo es donde más se habla de inter- culturalidad. Se nos dice que debemos dar a nuestros niños y niñas un enfoque holístico, que les haga percibir la diversidad como un valor y no como una traba educativa, superando la visión de que un barrio compuesto por diferentes etnias o una escuela a la que llegan mayor número de inmigrantes son peores lugares para vivir, o espacios educativos que no darán lugar a personas con una buena formación para el éxito social. Este razonamiento propositivo, asentado en sóli- das bases morales, no es en la práctica compartido por la 11 Teresa Aguado, Catedrática de la Universidad Nacional de Educa- ción a Distancia (UNED), especialista en estudios interculturales, ha trabajado en los proyectos IVETTE y IQAODL (Improving Quality Assurance of Open and Distance Learning). Actualmente, es coordinadora del proyecto europeo INTER (una guía práctica para la educación intercultural), dentro del marco del Programa COMENIUS. 28
  • 28. mentalidad de las personas de a pie. Es difícil asumir los ries- gos y vivir en la inseguridad de hacer camino (lamentable- mente vivimos un momento que desanda caminos) cuando la competencia se ha instalado como un contravalor frente a la cooperación. Pero cerrar los ojos a la realidad que significa la inmigra- ción de las poblaciones del sur pobre al norte del bienestar social y la cultura del consumo, pretendiendo dar respuestas enraizadas en estrategias sociales fundamentadas en usos del pasado, no nos ayudará en el avance social. Lo queramos o no, el cóctel cultural está en marcha y en nuestra mano está añadirle limón o azúcar de caña a la hora de servirlo. Los inmigrantes llegan en forma individual o en grupo y traen consigo, además de una necesidad material (trabajo, vivienda, salud) una herencia cultural (organización familiar, educación de los hijos, ordenación y uso de los tiempos, prioridades morales), cuyo trasfondo es difícilmente asumible por quienes los reciben, que al no tener plena conciencia de haber solicitado esta mano de obra extranjera (para el soste- nimiento del actual sistema económico), se sienten obligados a convivir con ella, afrontando que, además de trabajar, estas personas ríen, lloran, cantan, rezan y aman. Por otro lado, cada vez suenan más (aunque aún no lo suficientemente alto, ni con la frecuencia de los anuncios de la TV) las voces que denuncian la explotación laboral y la relación entre los beneficios económicos y los conflictos béli- cos. Tenemos el caso de la industria del calzado deportivo y la tan denunciada explotación de sus trabajadores, mayorita- riamente mujeres y niños/as. Otro ejemplo, menos divulgado, es la explotación del coltán12 , que en el Congo, su lugar de 12 Mineral colombio-tántalo del que se extraen el tántalo y el niobio. La actual tecnología lo necesita para la construcción de microprocesadores 29
  • 29. origen, ha provocado entre uno y tres millones de muertos, según se cuenten los muertos directos por las condiciones de trabajo, en su mayoría niños y convictos a los que se les reduce la condena13 , o se sumen los muertos provocados por la guerra por el control del territorio14 . De modo que tanto por lo que sucede en nuestra pobla- ción (llegada de inmigrantes) como por lo que se mete en nuestras casas (cooperación ignorante en el sostenimiento de conflictos bélicos y condiciones laborales en régimen de esclavitud), la interculturalidad se convierte en una disciplina urgente. Obviamente hay muchos campos desde los que trabajar la interculturalidad. Nosotros hemos dado el paso a los objeti- vos específicos y nos situamos frente a la religión y la fe, que no son el menos importante de los aspectos fundantes de las sociedades, y por ello de las personas. Y, como cuando se empieza, está todo por hacer, el del diálogo interreligioso es un objetivo específico tan bueno como cualquier otro. Desde nuestra perspectiva, tan bueno es no tener miedo a lo diferente, como dar el paso a identificar las semejanzas como conductores de energía capaces de soportar bruscos cambios de tem- peratura. Ejemplos de su uso son: teléfonos móviles, airbag, juguetes electró- nicos, mísiles balísticos,.... El 80% de las reservas de este mineral están en la zona de la República Democrática del Congo ocupada por los ejércitos de Ruanda y Uganda. 13 A cada trabajador se le pagan 10 $ por kilo de mineral extraído, que llega a alcanzar un precio de 300 $ en los mercados internacionales. Para que estos precios no se disparen, las empresas interesadas (que son muchas) financian a los ejércitos para mantener el conflicto. La estabilidad encarecería el mineral y nuestros aparatos telefónicos. En enero de 2003, catorce ONGs europeas llevaron a Bruselas la petición de una reglamentación en las impor- taciones de este mineral y el embargo de las exportaciones que llegan vía países no productores, como una forma de detener la guerra en el Congo (International Peace Information Service http://info.coe.int/Einiras/zipis.htm) 14 www.iucn.org/info_and_news/press/coltan.html 30
  • 30. que posibilitan los acercamientos. Ese es uno de los motivos que nos han animado a la hora de publicar este libro, bus- cando no sólo una puesta en valor de culturas desconocidas o minoritarias, sino el descubrimiento de nuestras más inti- mas necesidades, que son comunes (ser reconocidos y ama- dos). 31
  • 31.
  • 32. DONDE HABITA DIOS El agua del Ganges Un relato de la tradición védica El Hinduismo es una religión integral, un modo de vida que comenzó a principios del segundo milenio antes de nuestra era, cuando los arios se asientan en el valle del Indo. Aunque esta religión se caracteriza por su actitud compasiva hacia todos los seres vivos, se ha de reconocer que surgió de un deseo de diferenciar entre lo digno (los arios, altos y rubios) y lo indigno (la población local, menuda y morena). De este modo se formaron las cuatro castas: los Brahmanes (sacerdotes y sabios), los Ksatrias (guerreros), los Vaishyas (comerciantes y dueños de la tierra) y los Shudras (artesanos y siervos). Sobre las castas volveremos en seguida. Aunque el hinduismo cree en la existencia de una “Ver- dad Absoluta”, cree también que este ser se manifiesta de múltiples formas. Las tres principales representaciones pue- den ser vistas como tres divinidades diferentes, pero en reali- dad son un ciclo: • Brahma, quien crea, 33
  • 33. • Vishnú, quien mantiene lo creado, • Shiva, quien destruye lo existente. Los Vedas o Libros del Conocimiento (cuatro obras), los textos sagrados más antiguos de esta religión, tienen su ori- gen en la tradición oral y se datan en fechas que van del 1.600 al 400 a.C. Después están los Upanishads, apéndices a los Vedas, de corte filosófico, sobre la realidad última de las cosas. Luego están los Brahmanes, que son comentarios sobre los Vedas, la epopeya de Ramayana (escrita entre los siglos IV-III a. C.) que nos hablan de la séptima reencarna- ción de Vishnú, en la figura del príncipe Rama, que viene a salvar al mundo del mal. Y, por último, está el Mahabharata (escrita en el siglo IV a. C., con una versión posterior en el siglo IV d.C), donde se nos narra la octava reencarnación de Vishnú en la persona de Krishna. Este es el libro más cono- cido en occidente, sobre todo la parte denominada Bhaga- vad-Gita o Canción del Señor, libro tan sagrado para los hin- dúes que piensan que su sola lectura termina con el pecado y genera virtud. Para el Hinduismo todo está condicionado por la tempo- ralidad y la repetición cíclica. La creación y la destrucción se suceden de continuo. Sólo el ser supremo está a salvo, o fuera, de la repetición. De aquí procede la idea de la reencar- nación continua que, en el fondo, nadie desea y que enlaza con la promesa explícita del Ramayana (epopeya que narra la encarnación de Rama, Dios, como ser humano) según la cual cada persona debe buscar la unidad con la Divinidad, siendo consciente de que dentro de cada persona cohabitan tres naturalezas (satva, rajas, tamas, es decir, la humana, la divina y la demoníaca). La tarea no es fácil, pero el logro es espléndido: 34
  • 34. “A estos devotos que me adoran, sin pensar en otra cosa, a los que se dedican en esta vida a la búsqueda de la Verdad, les confiero el cielo permanente del que no se regresa.” El Ramayana recomienda buscar la unidad en la diver- sidad y la Divinidad detrás de esta unidad. Decíamos que un hindú debe buscar siempre la Verdad. Para comprenderlo mejor podemos mirar la vida de un hom- bre del siglo XX: Gandhi15 , actualmente venerado en la India como un santo, del que Lanza del Vasto16 dice: “Nadie es menos doctrinario que este gran maestro de una doctrina; nadie más desconfiado de las proposicio- nes abstractas y de las afirmaciones inverificables. Nadie más exento de toda terquedad dogmática, de toda ceguera fanática, que este gran jefe religioso”17 . Gandhi llevó al hinduismo a su plenitud al no cerrarse al conocimiento de otras formas de mirar la vida. Gandhi encuentra en el sermón de la montaña del Nuevo Testamento 15 Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948), persona clave en la lucha por la independencia de la India bajo la práctica de la no-violencia, promoviendo un cambio en la persona, en las relaciones y en la resolución de conflictos. Decía que un no-violento “busca el bien del adversario tanto como el propio. Trata de convencer no de vencer, de liberar no sólo al opri- mido sino también al opresor en su condición de tal.” Para saber más, www.mkgandhi.org 16 José Jean Lanza del Vasto (1901-1981) nacido en Italia en una fami- lia aristocrática. En 1936 viajó a la India para conocer a Gandhi. En 1948 fundó la primera comunidad del Arca, en una parcela alquilada en Francia, sobre los principios del ecumenismo y el trabajo artesano propuestos por Gandhi y Tolstoi. En esta comunidad cada cual aporta según su capacidad y recibe según su necesidad, pero no se usa dinero. Estas comunidades han ido creciendo lentamente y se han extendido por Europa y Canadá. 17 Fraga, Ana: El pensamiento político de Gandhi, Ahimsa editores 2000. Pág. 28 35
  • 35. un referente para profundizar en la búsqueda de la verdad, que para él se concreta en asumir la propia libertad. En el pensamiento de Gandhi se unen los diversos discursos reli- giosos para formar un tronco donde cada persona puede optar por buscar la verdad desde diferentes lugares: “La religión es sólo un árbol con numerosas ramas. Si no vemos más que las ramas, diremos que hay muchas religiones; pero si vemos todo el árbol, comprenderemos que hay una sola religión”. Por eso consideraba que, si bien todas las religiones eran la verdadera, ninguna de ellas estaba exenta de errores y con su característica simplicidad expresaba su amor por todas ellas, desde el principio básico de amar al prójimo como a sí mismo. Desde este compromiso profundo con la fraternidad, Gandhi dio un paso de gigante para superar el sistema de castas y sobre todo la discriminación absoluta impuesta a las personas que nacían fuera de ellas, los harijans o “intoca- bles”18 . Esta causa, junto con la búsqueda de la independen- cia de la India, fue una de sus grandes contribuciones políti- cas. Es el momento de retornar a la cuestión de las castas. Aunque en la legislación actual las castas están abolidas, la tradición hindú mantiene una clasificación jerárquica cerrada que tiene su origen en la invasión por los nómadas del norte (Rusia) de la península de la India, habitada por una pobla- ción de piel y cabello oscuro. Los vencedores arios basaron la diferencia social en el color de la piel (varna). Así comenzó la división (en castas) social del trabajo, que terminó por tomar un carácter religioso. Para los hindúes, que son extre- 18 Actualmente son 240 millones las personas consideradas intoca- bles en la India. 36
  • 36. madamente respetuosos con la vida en todas sus formas, no todas las formas de vida tienen igual dignidad, razón por la que debían conservarse sin mezclarse con la población autóc- tona. La palabra india que se traduce por ‘casta’ designa al que tiene la misma dignidad, que para ellos explica las dife- rencias sociales (económicas y formativas). Aquí entra en juego el karma, en relación directa con la transmigración de las almas, las continuas reencarnaciones. La vida que disfruta- mos o sufrimos actualmente es la consecuencia de nuestro comportamiento en las vidas pasadas. Si tuvimos comporta- mientos perversos, o flaquezas de carácter que debemos limar, se nos pondrán pruebas y dificultades que deberemos superar si queremos optar a una vida mejor en la próxima reencarnación. Esta cosmovisión que mueve a la resignación ha ocu- pado y preocupado a los antropólogos occidentales (son famosas las reflexiones de Marvin Harris). Actualmente tam- bién los genetistas estudian el caso. M. Bamshad y su equipo de colaboradores han publicado un análisis sobre la estruc- tura genética dentro de las castas, en la revista Genome Rese- arch (2001; 11 (6): 994-1004). El estudio pone de manifiesto que las castas superiores mantienen gran afinidad genética con las poblaciones europeas. En los cromosoma Y, los valo- res de distancia genética con los europeos para las castas altas son de 0,009 y para las castas inferiores de 0,010. En el caso de los autosomas es de 0,073 y 0,155, respectivamente, reflejando su origen geográfico, fruto de una migración ocu- rrida hace entre 3.000 y 8.000 años. Curiosamente en el caso del ADN mitocondrial (exclu- sivo de la línea materna), la distancia genética entre los hin- dúes de las castas superiores y los europeos es 0,100, mien- tras que para las castas inferiores el valor es de 0,113, lo que indicaría que existe una mayor movilidad en las mujeres para 37
  • 37. cambiar de casta, lo que ha diluido un poco las diferencias originales entre ellas. Por el contrario, que los cromosomas Y de la casta más alta mantengan su afinidad con los europeos, parece indicar que los inmigrantes arios eran en su mayoría varones19 . Para ahondar un poco más en el tema de las castas, les voy a compartir un testimonio y un análisis. En un estudio sobre las ONGs del sur de la India, realizado por Janet Town- send, Emma Mawdsley y Gina Porter, se nos presenta el testi- monio de un miembro de una de las organizaciones estudia- das, que, hablando de las contrapartes europeas, dice: “Ellos (los donantes europeos) son conscientes de la problemática de género en Europa. En la India, la división en castas es el mayor problema. Ningún donante europeo apoya a los intocables, o piden la presencia de intocables dentro de alguna de nuestras organizaciones... Esto se debe a la retroalimentación que se produce con los consul- tores que pertenecen a las castas más altas de la India. Estar a favor de las mujeres es menos desafiante. El 90 % de las ONGs hablan sobre los intocables, pero no son into- cables. Dejen hablar a los intocables. Esto es muy impor- tante para el índice de desarrollo humano: la India es arrastrada por sí misma en contra de los intocables. A pocos europeos les importa ‘combatir la pobreza’, les basta con mitigarla. El 90% de los activistas de las ONGs son de clase media y viven de este mercado. Ellos mitigan su pro- pia pobreza pero los demás continúan pobres.” 19 Los investigadores han analizado estos marcadores genéticos (ADN mitocondrial, cromosoma Y, y cromosomas autosómicos) en varios centenares de personas de la zona de Andhra Pradesh, pertenecientes a todas las castas (www.genome.org). 38
  • 38. El economista indio Amartya Sen20 , Premio Nóbel de Economía 1998 (que le fue otorgado “por haber devuelto una dimensión ética al debate sobre problemas económicos vita- les”), después de estudiar varias catástrofes en la India, Ban- gladesh y el Sahara desde los años cuarenta, “descubrió” la relación entre los factores sociales y las opciones colectivas (decisiones reproductivas, estrategias de supervivencia, apo- yos familiares y sociales...), y las hambrunas, que llegan a producirse incluso cuando la provisión de alimentos es igual a la de años sin hambruna, revelando que en algunas áreas afectadas por el hambre, se habían exportado alimentos. Sen ha mostrado fehacientemente que los dos componentes esen- ciales de la cultura democrática, el valor de la libertad perso- nal (la libertad de la persona es importante y debe prote- gerse) y la igualdad de la libertad (todo el mundo importa, y la libertad debe garantizarse a todos) han estado presentes en la mayoría de las tradiciones y sistemas de valores, tanto en la larga época de tolerancia islámica, como en el pensamiento indio y chino, incluido el confuciano, que tantas veces se ha presentado como un sistema autoritario. 20 Amartya Sen, Desarrollo y libertad. Barcelona: Planeta, 2000. De su articulo reciente, “How to Judge Globalism” (juicios sobre la globaliza- ción), en The American Prospect, 2002, hay una traducción en www.fractal. com.mx/F22sen.html 39
  • 39. EL AGUA DEL GANGES El Ganges es el río sagrado del hinduismo. Tiene 2.525 Km. de curso y nace en la región del Himalaya, atravesando una gran llanura, donde se utiliza para el riego y la obtención de energía eléctrica. Luego, llega a Bangladesh donde se une al Brahmaputra y pasa a llamarse Meghna. Los hindúes creen que las aguas de este río son sagradas. Por ello piden que sus cenizas sean arrojadas al río, para que, así, sus almas suban directamente al cielo. Esta creencia afirma también que las aguas del río siempre se mantendrán limpias. Actualmente muchos residuos industriales y humanos, de las ciudades que crecen a sus costados, son arrojados al río. No se mantiene “limpio”, pero no está tan sucio como debería con relación a los vertidos recibidos. Como cada día, el Maestro se reunió con el grupo formado por sus discípulos y comenzó sus explicaciones. Aquel día les propuso este punto de meditación: – Queridos míos, quiero que entendáis que, del mismo modo que la Verdad absoluta existe en si misma, así también existe en cada uno de nosotros. Los discípulos escucharon en silencio, dejando resonar en su interior las palabras del maestro hasta encontrarles sentido. Por fin, uno de los discípulos se atrevió a hablar expresando sus dudas: 40
  • 40. – Maestro, perdona mi falta de penetración, pero no puedo comprenderlo. ¿Cómo vamos a ser nosotros como el Ser Supremo? Nosotros somos criaturas limitadas, dominadas por nuestra naturaleza. El maestro, mirándolo amorosamente, le respondió de una forma enigmática: – Por favor, recoge tu tazón y acércate al Ganges a lle- narlo de agua para mí. El discípulo, acostumbrado a no recibir respuestas direc- tas a sus preguntas, tomó el tazón y se encaminó hacia el río, abriéndose paso entre las mujeres que estaban lavando las ropas y los hombres que rezaban en la orilla. Junto a ellos se inclinó para llenar el tazón de su maestro con el agua del río, para después regresar junto a su grupo. Al llegar dejó el tazón ante su maestro y esperó. El maestro miró el tazón, miró al dis- cípulo y preguntó: – ¿Y el agua del Ganges? ¿Por qué me engañas trayén- dome agua de una fuente? Yo te había pedido agua del río Gan- ges. – Maestro, no hay engaño en esta agua, yo nunca te men- tiría. Tú me has pedido agua del Ganges y he caminado hasta sus orillas y he llenado el tazón para ti. Por favor, créeme. El maestro tomó el tazón con las dos manos y contempló su contenido con atención durante unos instantes. Después habló: – Yo quiero creer que no me engañas, pero aquí no están los peces que yo veo nadar en las aguas del río cuando me baño para purificarme. Tampoco están las vacas que beben en sus aguas, ni hay en mi tazón ningún devoto que realice sus ablu- ciones, ni están las mujeres, ni las ropas que lavan... 41
  • 41. – Pero maestro..., todo eso no puede caber en tu tazón. Por favor, no lo dudes, esta agua es del Ganges. Lo que sucede es que tan escasa cantidad no puede contener ni peces, ni tor- tugas, ni vacas, ni devotos. El maestro sonrió. – Tienes razón –tranquilizó al discípulo, cada vez más des- concertado– ahora devuelve el agua al río. El discípulo obediente caminó de nuevo hasta el río sagrado y arrojó a su seno el agua contenida en el tazón. Nue- vamente regresó junto al maestro. Entonces este habló: – ¿Lo comprendes ahora? Tú eres a la Verdad Absoluta, como el agua del tazón al agua del Ganges. ¿Acaso no existen en el agua los peces, las vacas, los devotos, pero no pueden ser contenidos cuando el agua entra en el tazón? El ser individual es el agua en el tazón. Continúa siendo parte del Ser Supremo, pero confinado en un pequeño espacio, lo que le da una apa- riencia diferente, pero, cuando el agua regresa al río, de nuevo habitan en ella los peces, tortugas, las ropas que se lavan... De igual modo la Verdad lo es todo y nosotros somos parte de la Verdad. 42
  • 42. JUNTO AL DÉBIL El llanto de los pajarillos Un relato Chippewa (EE.UU. - Canadá) El pueblo Chippewa (nombre aceptado por el gobierno de los EE.UU.), también es conocido como Ojibwa (nombre que les dieron los franceses por la forma de su calzado), y que se llaman a si mismos Anishinabe (hombres de la crea- ción). A la llegada de los europeos ocupaban un vasto territo- rio, que, en un mapa actual, iba desde la región de los Gran- des Lagos, actualmente compartidos entre el sureste de Canadá y noroeste de Estados Unidos, a través de Wisconsin, sudoeste de Ontario, nordeste de Minesota hasta el actual norte de México. Este pueblo ha vivido disperso, pero no por ello ha sido menor su importancia en la historia y en la confi- guración de América del norte. Son el pueblo más numeroso de la familia lingüística algonquin, idioma que comparten con 31 pueblos amerindios. Los más cercanos a ellos son los Ottawa y los Potawatomi, que desde el 1670 fueron sus alia- dos, como aparece en los archivos jesuitas. En su estructura originaria el pueblo Chippewa era una sociedad igualitaria, organizada en cinco grupos funcionales, 43
  • 43. cada uno de los cuales asumía responsabilidades frente al colectivo de forma hereditaria. Su economía era la de un pue- blo cazador-recolector pre-agrícola, aunque comenzaron a culti- var maíz y arroz silvestre. Vivían de forma estable en poblacio- nes compuestas por unas 30 ó 40 familias, donde las mujeres eran sedentarias, mientras los hombres se movilizaban para rea- lizar actividades de caza o para los enfrentamientos bélicos con otros pueblos con los que compartían el mismo hábitat. “Los Chippewas son gente del campo, pero de una manera primitiva. Cuando ven volar al primer cuervo de la temporada, hacen el azúcar de arce. Cuando las hojas (de los árboles) son tan grandes como orejas de ardillas, cultivan el maíz y las verduras. Después entran en el bos- que para recolectar bayas y extraer raíces. También este es el momento de recolectar el arroz silvestre y pescar lo sufi- ciente para el invierno. Las bayas y los peces se secan y se guardan en alto, en cajas de corteza de abedul, llamadas mucox. Así se conservan durante el invierno, que es largo y frío, tiempo en que los hombres se dedican a la caza” (Discurso de graduación de Stella O’Donnell 21 , 1910) Los historiadores han hablado de posibles rasgos de cani- balismo (practicas rituales), apoyados en testimonios de algu- nos escritos de misioneros franceses, pero existen otros testi- monios escritos, también de misioneros franceses, que hablan de la repugnancia mostrada por los Chippewas al hablar de pueblos que realizaban estas prácticas. Si nos atenemos a los testimonios de los implicados más directos, los propios Chippe- was no tienen memoria de prácticas o costumbres caníbales. 21 Hija de granjero blanco y una mujer Chippewa, estudió en el Insti- tuto normal y agrícola de Hampton, donde se graduó en 1910. Continuó sus estudios en Haskell y trabajó como taquígrafa para Carter Oil Company en Tulsa, Oklahoma (véase www.twofrog.com/hamptonstories2.html). 44
  • 44. Quiero que entiendan que no estoy tratando de edulco- rar la cultura Chippewa. Personalmente creo que hay absolu- tos que deben ser tenidos en cuenta, el respeto a la vida de los otros es uno de ellos, pero no creo que las prácticas caní- bales-religiosas del pasado sean más vergonzantes que apor- tar pruebas falsas, al día de hoy, para promover una guerra. Uno nace dentro de una cultura y debe ser consciente de que mira el mundo desde el prisma que ésta nos aporta en la pri- mera infancia, lo que no presupone que no tengamos la capacidad de mejorarla. Los primeros encuentros entre Chippewas y europeos debieron suceder entre el 1612 y el 1640, aunque es difícil fijar fechas y lugares, pues las fuentes son imprecisas y los europeos no se ponían de acuerdo al nombrar a los pueblos que iban encontrando. La primera noticia fiable es de 1642, cuando los jesuitas Raymbaut y Jogues describen una guerra entre un grupo Ojibwa y un grupo del pueblo Lakota, segura- mente por el uso de las tierras donde crece el arroz silvestre (zizania acuática), un producto clave en su alimentación. Su forma de enfrentar la guerra estaba basada en la buena gestión de los esfuerzos: mínimo riesgo, máximo resul- tado. Por eso no se enfrentaban en campo abierto y solían preferir ataques por sorpresa durante la noche. Pese a este aspecto que daba al enemigo pocas opciones para preparar la defensa, entre las costumbres Chippewa no estaba la de tortu- rar a sus prisioneros. A pesar de todo, los misioneros destacan el carácter pacifico de los habitantes de la zona, y nos dan algunas pistas de su religión al explicar en sus cartas las dificultades que encuentran para ser aceptados y para convertir a estas gentes al cristianismo. Pese a su carácter amable y a que escuchan con atención, no desean abrazar la fe católica. Vistas las cosas con la perspectiva actual, resulta comprensible su rechazo, pues las cartas de los jesuitas dicen que eran gentes de cos- tumbres demoníacas simplemente porque se negaban a admi- 45
  • 45. tir la existencia del infierno o la figura del demonio. Entre los Chippewas la incidencia del cristianismo ha sido mínima. A los misioneros les escandalizaban las costumbres de las poblaciones que iban encontrando, la libertad de las mujeres, por ejemplo. Y les predicaban la necesaria sujeción del juicio de la mujer al juicio del hombre (padre o esposo), pues de por sí las mujeres tienen tendencia al pecado. Cuen- tan que en una ocasión, con motivo de las quejas de un esposo por tener una consorte de carácter díscolo (al parecer le gustaba estar fuera de casa algunas temporadas), algunos jefes hurón22 , preguntaron a los misioneros si era licito enca- denarla por un pie, o bastaba un ayuno de cuatro días para doblegar su naturaleza independiente. Es indudable que el encuentro fue básicamente un cho- que cultural, para el que ni unos ni otros estaban preparados. Sólo hay que recordar el testimonio del padre Charlevoix, misionero francés, que en 1744 describía así el comporta- miento homosexual y transgénero de algunos miembros de las comunidades, incluyendo a hombres santos a los que des- preciativamente llamaron berdache23 : “Estos hombres no se avergüenzan por usar ropas de mujeres y desempeñar trabajos femeninos, de lo cual se deriva una corrupción que no puedo expresar, preten- diendo que esta costumbre está apoyada por su religión”. 22 Hurones, grupo Chippewa asentado en las orillas del lago Hurons. 23 Del francés bardage, del persa bardaj: muchacho esclavo sexual, que los franceses confundieron con la costumbre normalizada entre los ame- rindios que permite a las personas elegir la forma de vida que los hace más felices. La primera referencia a la costumbre nos la proporciona Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1490-1564), en su libro Naufragios. “En el tiempo que así estaba, entre estos vi una diablura, y es que vi un hombre casado con otro, y éstos son unos hombres amariconados, impotentes, y andan tapados como mujeres y hacen oficio de mujeres, y tiran arco y lle- van muy gran carga, y entre estos vimos muchos de ellos así amariconados como digo, y son más membrudos que los otros hombres y más altos; sufren muy grandes cargas” . 46
  • 46. Entre las naciones originales de América del norte, exis- tían 133 pueblos, entre ellos los pertenecientes a las seis naciones o pueblos Iroqueses24 (en algonquin Irinakhoiw sig- nifica “serpientes de cascabel”, término al que los franceses agregaron el sufijo “ois” quedando convertidos en Iroquois en francés, de donde se tradujo a las demás lenguas). Todos ellos consideraban a las personas (hombres y mujeres) de “dos espíritus” especialmente cercanas a la esencia de Dios. La etnia llamada actualmente de los seis pueblos Iroque- ses (Cayuga25 , Mohawk26 , Oneida27 , Onondaga28 , Seneca29 y Tuscarora30 ), temiendo la alianza entre los Algonquin y los franceses, decide emprender una guerra para desvincular a unos y otros, para así acabar con la invasión francesa. Esto sucede en 1642. Según los testimonios de los jesuitas supervi- vientes, fueron más de 200 personas, entre nativos y misione- 24 Población original del actual estado de New York, entre las monta- ñas de Adirondack y las cataratas del Niágara. Un pueblo expansionista que controló el noroeste de lo que actualmente son los Estados Unidos y el este de Canadá. Su máximo apogeo se produjo en 1680, cuando el numero total de su población era de 25.000 personas.Después de esto, la alianza de sus enemigos habituales, los Algonquin, con los Franceses y la presión de los colonos británicos los hicieron replegarse a sus lugares de origen. La decisión de aliarse con el ejercito Británico durante la guerra de independencia tuvo un alto coste para el pueblo Iroqués. En 1779 fueron expulsados hacia Onta- rio donde han permanecido hasta hoy. 25 Gweugwehono se traduce por “gentes de Oiogouen”, “desde donde salen los barcos”. También se les llama “los de la gran pipa”. 26 Kahniankehaka (Ganiengehaka), “gente del pedernal”, también conocidos como “encargados de la puerta del este”. 27 Onayotekaono (Onyotaaka), “gente de la piedra derecha”. 28 Onondaga, “gente de la montaña”, los encargados del fuego y del wampum. 29 Llamados Nundawaono, que significa “gran gente de la colina”, son los guardianes de la puerta occidental.” 30 Se unieron a la liga Iroquesa en 1722, sin derecho a voto, se les llama “los que usan camisa”. Fueron expulsados de su territorio en Carolina del norte en 1714 por los colonos ingleses. 47
  • 47. ros, quienes sufrieron tortura durante su cautiverio y algunas decenas fueron ejecutadas. En 1690 los pueblos de la familia Algonquin, gracias a su alianza con los franceses, consiguieron asegurar su territo- rio, frente a los pueblos Iroqueses. Permanecieron del lado francés durante la disputa de estos con los ingleses y, des- pués, durante la guerra por la independencia entre las colo- nias norteamericanas y Gran Bretaña (1776-1782) y durante la guerra de los Grandes Lagos de 181231 , los pobladores que se encontraban en lo que después fue territorio de EEUU se colocaron del lado de los ingleses, al igual que los pueblos Iroqueses. En 1815 varios pueblos amerindios constituyeron una confederación para firmar un tratado de paz con el gobierno de los EEUU. En tratados subsiguientes fueron cediendo sus territorios, hasta quedar alojados en reservas situadas en Michigan, Wisconsin, Minnesota, y Dakota del norte. Como en otros muchos casos, fue el inicio de una cadena de renegocia- ciones, pues la población occidental crecía y ocupaba los territorios asignados a los Chippewa, por lo que había que vol- ver a renegociar. En 1930 la situación de los Chippewa era tan triste como la de la mayor parte de los pueblos amerindios: pobreza, incomprensión, alcoholismo y desestructuración familiar, en choque con los valores de la sociedad mayoritaria. También estaba el problema legal. Las leyes de EE.UU. incluyen la propiedad privada de la tierra, pero no la perte- nencia de un pueblo a una tierra, porque eso es una nación. En 1953 se creó la corporación Sugar Island Group of Chippewa Indians and Their Descendants, con la finalidad de 31 En esta también llamada Segunda guerra de independencia, Gran Bretaña y los Estados Unidos de América se enfrentaron por el control del norte del valle de Ohio y la parte sudeste de Canada. 48
  • 48. “establecer una organización para conservar nuestras carac- terísticas, desarrollar nuestros recursos naturales, promover nuestro bienestar y el de nuestros descendientes y lograr una comunidad.” Actualmente la corporación Chippewa está integrada por 18.000 miembros en el territorio de los Estados Unidos y lle- van a cabo más de 38 programas, con un presupuesto anual de 168 millones de dólares. Dos notas tristes para terminar: el Anishinabemowin, dialecto del algonquin, es una de las cuatro lenguas amerin- dias no protegidas que se prevé se habrán extinguido hacia el año 2050, pues menos del 1% de sus miembros lo hablan con fluidez y tiene una media de 50 años. Uno de los programas educativos que se están llevando a cabo incluye el trabajo con niños de 3 a 6 años, clases nocturnas, retiros de inmer- sión en la lengua para familias y programas culturales en las escuelas. Actualmente los Chippewas mantienen un conflicto con Exxon, por el proyecto de una explotación minera en Wis- consin, en tierras cedidas por la Nación Chippewa a los EEUU en 1842, específicamente en un terreno de unos 20 Km2 cer- cano a la reserva del Lago Mole (fundada en 1934). Los trata- dos garantizan a los Chippewa el acceso libre y el usufructo del arroz silvestre, la caza y la pesca. El arroyo Swamp fluye directamente desde la mina a los campos de arroz silvestre en el Lago Rice, dentro de la reserva; y, aunque este producto es central para la cultura Chippewa, los biólogos de Exxon han catalogado los terrenos como inútiles. La mina verterá al arroyo desechos ácidos que en contacto con el aire o agua se convierten en ácido sulfúrico, metales pesados: mercurio, plomo, zinc, arseacutenico, cobre y cadmio. 49
  • 49. Exxon intentó la compra de los derechos para la explo- tación de los minerales, pero el Consejo Tribal del Lago Mole no aceptó venderlos, porque, como explicó Myra Tuckwab “nos gusta como vivimos.... Ahora estamos aquí, y de nuevo descubren algo que desean tomar y vienen a expul- sarnos. Pertenecemos a esta tierra. Este es mi hogar. Aquí es donde están mis raíces y aquí es donde voy a permane- cer.” Ahora que tenemos una mínima noción de la historia más reciente de este pueblo, entremos a comprender su reli- giosidad. Aclaremos primero términos y contenidos. Se habla de religiones primitivas o totémicas, olvidando que el termino tótem derivado de la voz ototeman de la lengua algonquina, significa “relaciones de Uno” y viene a definir las relaciones de analogías entre una figura u objeto y el principio creador. Para entendernos: un ototeman vendría a ser la figura de un intercesor (animal, vegetal o mineral) ¿y quien no conoce a alguien que le pone perejil a San Pancracio? Pero las confusiones son mucho más profundas y han dañado las relaciones, porque ha llevado siglos comprender que los pueblos amerindios del norte carecen de una visión dualista de la naturaleza humana o de los seres que los rodean o de la tierra que habitan. En 1978 el congreso de los Estados Unidos de América aprobó la ley P.L. 95-341, conocida popularmente como Ley sobre la libertad de las Religiones Amerindias, en la que se establece: “(...) Los Estados Unidos protegerán y preservaran el derecho de los pueblos indios americanos a la libertad de creer, expresar y ejercer sus tradiciones religiosas, lo que incluye a los indios continentales, los esquimales, los Aleut, 50
  • 50. y los Hawaianos. Se respetará y no se limitará el acceso a los lugares de uso tradicional, la posesión de objetos sagra- dos y la práctica de ceremonias y rituales” Esta ley reconoce que la espiritualidad de los pueblos amerindios no separa la materia del espíritu, por lo que para estas poblaciones la propiedad de la tierra no puede ser en ningún caso vista desde la perspectiva puramente económica, ni entendida solamente como el lugar que se habita. Como pueden imaginar, la aplicación de la ley ha sido problemática y está en pañales. El intento de los occidentales de aplicar métodos cientí- ficos a la comprensión de la naturaleza humana ha jugado un papel importante en la clasificación de las sociedades y las religiones. Si nuestra comprensión de la naturaleza es limi- tada, cuánto más lo es nuestro conocimiento de nosotros mis- mos. Nuestras posiciones etnocéntricas nos han llevado a asumir un papel de “jueces objetivos”, al crear ciencias que, como la psicología, la sociología o la antropología, parten del convencimiento inconsciente (no somos tan malos) de que todo comportamiento humano puede ser explicado desde nosotros mismos, lo que implica hacerlo desde nuestra cos- mología dual (cuerpo-alma), y eso es lo que nos dificulta comprender la espiritualidad de un pueblo que no puede separar lo profano de lo sagrado, ni separarse a si mismo en materia y espíritu. Porque para estas gentes, estar en comu- nión con lo sagrado es otra cosa. Un poema de autor anó- nimo dice: “No puedes destruir a quien ha soñado un sueño como el mío” (“gaa-inaabid enaabiyaan del ahaw del daa-aangoshkigaazo-aangoshkigaazo del wiin de Gaa”) 51
  • 51. Voy a intentar acercarme a los valores tradicionales de la religiosidad Chippewa. Espero que puedan disculpar mi osa- día. Sobre las religiones tradicionales de los amerindios no se ha escrito tanto como sobre las llamadas grandes religiones (y menos se ha publicado en España). Mi conocimiento por tanto se limita a lo que he leído en internet. Como referencia, para contrastar pueden teclear http://www.saulttribe.org, una pagina creada por la comunidad de Sault Ste. Marie y la http://www.endahyon.org, la web de los Anishinabek. Para los pueblos de América del norte todas las cosas (animadas e inanimadas) están creadas de la misma esencia, por lo que permanece en ellas la esencia del creador. Cual- quier cosa es canal de comunicación, porque todo es sustan- cia divina. Aquí nos encontramos con una similitud clara entre esta cosmovisión y la hindú, donde la parcialización no produce pérdida en las cualidades de lo Absoluto, de lo que deviene su naturalismo espiritual. Para estos pueblos lo divino se encuentra en la naturaleza y no fuera de ella. Leyenda de la creación Al principio estaba Kitche Manitou (el creador) y las cuatro materias esenciales: agua, viento, tierra y fuego. De ellas creo Kitche Manitou el sol, la luna, las estrellas y el cielo. Después Kitche Manitou creó una hermosa mujer, la madre. A ella la hizo depositaria de la vida. La creó compasiva y atenta, para asegurarse de que todas las criaturas crezcan fuertes y hermosas. También para los Chippewas existió un tiempo en que la tierra estuvo cubierta de agua, pero Kitche Mani- tou hizo crecer un gran árbol y acomodó sobre sus ramas a todas las criaturas, para que no perecieran. 52
  • 52. Entre los Chippewa las formas de entender la religión cambian de una comunidad a otra, y además del creador, existen para ellos otras criaturas de carácter semidivino, que habitan en el viento, los árboles, la nieve, los ríos... Pero recogen la esencia de su fe en lo que llaman la rueda medici- nal, que viene a ser un “libro” sagrado esquemático. Un cir- culo rodeado por el arco iris y dividido en cuatro secciones, con un circulo interior en azul (el agua y el aire), que repre- senta a una tortuga (la tierra), sobre la que vuela una grulla, junto a una rama de fresno (zanthoxylum americanum). Las secciones del circulo representan los puntos cardinales, las horas del día, las estaciones y las fases de la vida (todo a la vez), cada una de un color: rojo para el Sur, amarillo para el este, blanco para el Norte y negro para el Oeste; y, dentro de cada uno de ellos, un animal que representa características de la personalidad humana: águila al sur, conejo al este, oso al norte y alce al Oeste. Este esquema es una guía para la vida. En tan pequeño espacio ésta representa la humanidad completa, los hombres y las mujeres que habitan sobre el pla- neta y el planeta mismo. La madre, simbolizada por la tor- tuga, ocupa el lugar central, pues es ella quien nos sostiene con constancia y generosidad. La leyenda de la creación cuenta que, después de inundarse la tierra, la tortuga emergió de las aguas, arrastrando con ella la tierra de los fondos mari- nos y así proporcionó un lugar cómodo para los árboles, las plantas, y todas las criaturas que viven entre el cielo y el agua. Otro aspecto simbólico de la tortuga, además de la aco- gida generosa, es la comunicación, pues ella puede estar en contacto con los que están aquí y con los que viven en otra realidad y, con su generosidad característica, simboliza el pensamiento dado y el pensamiento recibido. El color azul- verdoso es por la vida marina y por el mundo vegetal. 53
  • 53. Sobre la espalda de la tortuga vuela una grulla, símbolo de la elocuencia, portavoz de los pueblos. Junto a ella la rama del árbol sagrado, el fresno (Mountain Ash Tree32 ), del que se extraen medicinas tanto de sus bayas, como de su cor- teza, simboliza la fuerza de carácter, la perseverancia, pues este árbol puede sobrevivir en lugares inhóspitos, donde otros árboles perecen. Si miramos las secciones de color, comenzando por el este, encontramos la dirección por la que se levanta el sol, la dirección de la continua creación. Un nuevo amanecer, una nueva estación, el nacimiento. La creación es cambio cons- tante, de la oscuridad a la asombrosa belleza que descubre la luz. Y sobre el fondo se dibuja un conejo que representa a Manabozho, el mensajero de Kitche Manitou, cuya tarea es ser intermediario entre las criaturas de la tierra y el Anishna- bek (el hombre creado) y para ello le otorgó el regalo del conocimiento. Miramos ahora la sección superior: el norte, donde está representada nuestra juventud, el momento del cambio, pero también el transito al sosiego y la sabiduría, donde los sueños nos traen las respuestas. El color blanco del fondo representa la nieve del invierno, su quietud y su pureza, pero también representa la medianoche, cuando se siente la inquietud por el amanecer. En este espacio se dibuja un oso, porque, según la tradición, Kitche Manitou le regaló a este animal valor y fuerza. Por eso representa el poder curativo de la creación, la fuerza vital. El oso puede traspasarnos sus conocimientos mediante los sueños. 32 Arbusto caducifolio de 4-6 m de altura como máximo, de tallos espinosos y ramillas de color marrón. Fruto en folículo rojizo que se torna negruzco, fragante, elipsoide, de unos 5 mm de diámetro. Requiere suelos fértiles y húmedos. Tolera el frío. Su corteza y los frutos tienen aplicaciones medicinales como purgantes y calmantes. 54
  • 54. Continuamos el camino hacia el oeste, el lugar de la despedida. El sol se esconde, la vida se apaga, la vejez es completa y nuestro cuerpo cambia, ya no somos fuertes, el cabello se escapa de nuestra cabeza. Pero ahora hemos alcan- zado la verdadera madurez: somos nosotros mismos. El fondo en negro nos habla de todo esto, pero el ciervo dibujado sobre él nos cuenta que Kitche Manitou regaló a este animal la tolerancia. El ciervo simboliza el amor sin límites, hacia todos y hacia todo. Y al sur nos encontramos el águila sobre un fondo rojo (la tierra y el fuego) que nos hablan de la comprensión com- pleta, lo Absoluto, la vida en plenitud, el verano, el mediodía, la hora en que el águila se eleva en el cielo. La tradición cuenta que Kitche Manitou regaló al águila unas alas fuertes, una visión aguda y un porte orgulloso. El arcoiris que rodea el círculo es el puente que une todo lo creado. El rojo es por la tierra y el fuego. El amarillo, por la luz del sol que dibuja su trayectoria en el cielo. El azul, por el cielo y las aguas. Donde quiera que estemos, nuestra madre tierra nos envía señales (los puntos cardinales) para que sepamos que nos cuida, nos alimenta, nos cobija, nos orienta. Sobre la tie- rra y bajo el cielo tenemos nuestro hogar. Porque nos ama, cuida de nosotros; porque la amamos, cuidamos de ella. Para vivir en armonía solo es necesario • Cultivar el conocimiento de otras costumbres • Dominar el deseo de imponer nuestras costumbres a los demás. • Ser capaces de crear nuevas costumbres con personas de costumbres diferentes. • Respetar otras formas de creer. 55
  • 55. EL LLANTO DE LOS PAJARILLOS El bisonte, habitante característico de las extensas llanu- ras de América del Norte, proporcionó alimento y abrigo a los pueblos amerindios desde su llegada al continente. Este mag- nifico animal perfectamente adaptado al frío y a la nieve, prosperó hasta la llegada de los colonos europeos. El bisonte era apreciado por su carne y por la calidad de su piel, más resistente y duradera que la piel de otros bóvidos, entre un 50% y un 80%. Hace mucho tiempo, cuando el mundo era muy joven, nada de lo que es ahora, era entonces. Entonces las praderas estaban habitadas y el bisonte dis- frutaba recorriendo las largas distancias a la carrera, sólo por el placer de transitarlas. Pero esta costumbre le creaba muchos inconvenientes con sus vecinos que vivían sobresaltados, espe- rando escuchar en cualquier momento el tambor retumbante de sus pasos o sufrir en sus viviendas los destrozos de una acti- tud tan alocada. Esta fue la razón de que se reunieran en asamblea para buscar una solución satisfactoria para todos. Cada cual expuso su punto de vista y la solución que imaginaba más amable, de modo que les llevó horas alcanzar un acuerdo. Pero, final- mente, quedó decidido que nadie quería privar al bisonte del 56
  • 56. placer de recorrer las praderas, pero esperaban ser avisados para refugiarse o poner a salvo sus pertenencias. Alguien pro- puso que siendo el zorro el mejor amigo del bisonte, el que pasaba más tiempo junto a él, recayera en él la tarea de avisar a los habitantes de la pradera de la venida del bisonte. Fue así como apareció una nueva costumbre en la pra- dera y era habitual ver correr al zorro, gritando: – ¡Viene el bisonte!, ¡viene el bisonte! Y los animales más pequeños se apartaban a su paso, y podían tomar posiciones seguras para contemplar el paso majestuoso del bisonte. Pero sucedió una primavera, que llegaron a la pradera nuevos vecinos, unas avecillas pequeñas que buscaban un lugar cálido para construir sus nidos y dar un hogar acogedor a sus crías. Estos pajarillos no conocían las costumbres del bisonte, y viendo tanto espacio a su alrededor, no imaginaron que existiera peligro alguno si construían sus nidos entre las acogedoras hierbas a ras de suelo. Allí estaban las aves en sus nuevos hogares, disfrutando del calor del sol mientras sus cuerpos cubrían los huevos, cuando pasó el zorro entre ellas gritando: – ¡Viene el bisonte! Al principio no entendían nada, pero fue solo cuestión de segundos. Enseguida volaron junto al zorro y le dijeron un poco atropelladamente. – ¡Dile que se detenga!, ¡con su peso romperá los huevos! Por favor, por favor, pídele que se pare. Pero el zorro estaba cansado y no tenia ganas de desan- dar el camino, por lo que les respondió. 57
  • 57. – Yo he cumplido con mi obligación avisando por toda la pradera, ahora si queréis que se detenga, id vosotras a hablar con él. Pero era demasiado tarde, ya se sentía retumbar el suelo bajo el peso del bisonte a la carrera. Las aves rodearon su cabeza y le gritaban: – ¡Cuidado con los nidos! Pero el animal corría tan alocadamente que no entendía nada, y sus patas aplastaron los nidos, rompiendo los huevos que guardaban. Los pájaros quedaron en silencio, llorando la perdida de sus retoños. El llanto de los pajarillos llenó el aire de la pradera y llegó hasta Nanabozho33 que corrió a consolarlos. – ¡Vamos, vamos amigos, calmaos un poco y contadme lo que ha sucedido! Quizás pueda ayudaros. – Nadie puede ayudarnos – lloraban los pajaritos-. Todo paso tan deprisa... El bisonte corría – exclamaban las aves entre hipidos- y no pudimos detenerlo. Le pedimos ayuda al zorro, pero nos dijo que no era su obligación. Le pedimos al bisonte que parara, pero corría tan deprisa que no nos escu- chó. Nanabozho comprendió que su inmenso dolor no tenia más consuelo que una nueva primavera, y que lo único que él podía hacer por ellos era demostrarles su afecto. Pero, aún así, no quiso dejar pasar la oportunidad de hablar con el bisonte y con el zorro, porque debían darse cuenta de la gravedad de su error. Los mandó llamar, su voz recorrió la pradera y ante él 33 Un semidiós con características muy humanas, divertido y travieso, pero también generoso. A Nanabozho, también se le conoce como Misha- bozho, Napi y Tharonhiawagon. 58
  • 58. apareció el bisonte avergonzado, caminando con la cabeza agachada escondida entre los hombros. – ¿Te das cuenta de lo que has hecho? Ha sido un compor- tamiento egoísta que ha provocado una desgracia irrepara- ble... Espero una respuesta, ¿qué explicación puedes darnos? Pero el bisonte no era capaz de decir nada. Su silencio iba haciendo crecer el mal humor de Nanabozho, que terminó por levantar su bastón, lo que asusto aún más al bisonte. Entonces lo dejó caer, golpeando fuertemente en el suelo y dijo: – Muy bien, si insistes en continuar en silencio, te impon- dré un castigo que no te permitirá olvidar los sucesos de hoy. De ahora en adelante, hasta el final del tiempo, llevarás la cabeza inclinada entre los hombros, mostrando constante- mente tu vergüenza. El bisonte continuó en silencio, aceptando el castigo. Fue entonces cuando Nanabozho se dio cuenta de que el zorro no había acudido a su llamada. Los animales de las praderas le explicaron que se había escondido escarbando agujeros en el suelo y que estaba allí esperando que a Nanabozho se le pasara el mal humor. – Permanecer escondidos no los dejará sin castigo –exclamo Nanabozho–. Su actitud será el castigo que los acom- pañe de ahora en adelante. Por no querer asumir las conse- cuencias de su comportamiento irresponsable, los castigo a vivir ocultos en el frío suelo. Y así ha sido desde entonces: los bisontes caminan aver- gonzados y los zorros viven en madrigueras, porque la insensa- tez no exime a nadie de responsabilidad. 59
  • 59.
  • 60. LIBRES PARA DECIDIR Cuando Dios se alejó Quizás un Relato Yoruba (Nigeria) Con la mano en el corazón les confesaré que no tengo certeza de que este cuento, que me ha llegado por varias vías, sea efectivamente un relato de la cultura Yoruba. Des- pués de buscar y rebuscar, de preguntar y no recibir respues- tas, he llegado a la conclusión de que pertenece a esta cultura por la similitud con otros relatos... pero si ustedes saben más que yo, espero que sepan también disculparme y me infor- men sobre la verdad. No obstante, creo que sea o no sea un relato de la cul- tura Yoruba, su procedencia africana es innegable (quienes lo cuentan, así lo dicen y así aparece también en las transcrip- ciones); lo que cuenta y como lo cuenta también habla a favor de esta teoría. Pero he preferido arriesgarme a situar el relato, porque no quiero generalizar sobre África, me molesta hablar de África como un todo, no puede ser lo mismo Gambia que Mozambique, pero dado nuestro desconocimiento y la breve- 61
  • 61. dad de estas paginas, voy a intentar simplificar. Nosotros los occidentales actuales tendemos a segmentar la vida, dividi- mos las actividades, los saberes, las relaciones, los tiempos, precisamente por eso no nos cabe en la cabeza una organiza- ción social en que todo está al mismo nivel, donde lo sagrado y lo profano van de la mano, lo visible con lo invisible. Pero en realidad todo tiene un orden; al comienzo está la figura, o la esencia, de un ser creador que es autosuficiente y por ello no solicita ser objeto de culto,... es el gran desco- nocido, pero no el que abandona, pues continúa atento a las necesidades de sus criaturas, nosotros, y nos atiende a través de sus intermediarios, seres más comprensibles para nuestra limitación. Estos seres se dividen entre cuidadores de la vida y agresores de ella. La vida en el África negra tradicional es sagrada, porque lo es todo y está en unión con todo. Lamen- tablemente las guerras que arrasan el continente no nos hablan de que exista una autentica comprensión por parte de sus pobladores de este mensaje que debe haber quedado sólo para iniciados, pero como lo mismo nos sucede a los cristianos, creo que ante la misma realidad de traición a nues- tros altos ideales, solo nos cabe sentirnos hermanados. En el número 468 de la revista Mundo Negro aparece un artículo de León Ngoy Kalumba, jesuita congoleño, en el que con lenguaje sencillo y esclarecedor explica el sentido de Dios en las religiones tradicionales y adjunta una tabla con los nombres usados para hablar del supremo creador en 15 de las etnias del continente: Juok, Nyame, Gin-Dri, Khu, Mulungu, Leza, Nyambi, Ngai, Imana, ... Regresando a los espíritus menores, estas figuras que son representadas en esculturas y que son identificadas con fenómenos de la naturaleza, son las que han movido a confu- 62
  • 62. sión a nuestra mente ordenada en departamentos estanco. Pero en realidad no estamos tan lejos de la mentalidad afri- cana, porque también nuestra religiosidad popular (de los católicos), nos ha llevado a plantear intermediarios entre la figura del creador y nosotros mismos, por ello nuestros luga- res de culto tradicionalmente se han llenado de esculturas de santos y vírgenes (hasta el concilio Vaticano II). Aunque tam- bién lo podemos considerar una aproximación a lo que en el África negra es el concepto de antepasado. Para la mentalidad africana la vida es un continuo, donde la muerte sólo es una parte y los muertos continúan viviendo en comunión con nosotros, en otro plano, y de ahí deriva la importancia de los antepasados... porque no cual- quiera llega a ser un antepasado, sólo quienes quedan en la memoria colectiva como un referente, un modelo de sabidu- ría y un ejemplo de virtud. Los antepasados son quienes ponen esqueleto al organismo social, pues los descendientes comunes de un antepasado (hermanos, primos, tíos, abuelos) guardan los mismos valores de referencia y debe haber armo- nía entre ellas y ellos. Y llegamos a otro vértice de la cultura africana, los ancianos. Hasta ahora y aún hoy en muchos lugares se confía en ellos para dirimir conflictos y asumir la responsabilidad de marcar el camino, pero ya comienza a sentirse la influencia occidental y en las ciudades han comenzado a surgir residen- cias. La importancia de poseer estudios europeos (títulos uni- versitarios) hace que la experiencia vital vaya perdiendo autoridad en la sociedad, y el gusto por la TV en niños y jóvenes, desplaza al anciano de su lugar de referente en la vida familiar, ya no es el protagonista en las reuniones fami- liares al anochecer. 63
  • 63. Y en cuanto a la religión, si alguien puede enseñarnos sobre interculturalidad esos son los africanos que conviven desde hace siglos con diferentes cosmologías, entre ellas la musulmana, la cristiana y la hindú. Pero actualmente parece que los estudiosos sobre las religiones de este continente se han puesto de acuerdo en la concordancia o existencia de una religión o cosmovisión pri- migenia a la que han llamado Religiosidad africana (RA), en la que todo esta divinizado, por tener su origen en un único creador. Quizás un cita nos ayude a comprenderlo mejor. Mercy Amba Oduyoye, teólogo africano nos dice que: “En el África tradicional, esto es, África cuando el pueblo está siendo él mismo, descontando el cristianismo, el Islam, y las normas occidentales, Dios es experimentado como una realidad omnipresente. Dios participa constan- temente en los asuntos de los seres humanos, a juzgar por el vocabulario de la costa oeste de África, que yo conozco. Un musulmán nunca hablará del futuro, ni del pasado sin terminar diciendo “es la voluntad de Alá”. Los cristia- nos de Yoruba dirán “Dios lo quiere” y los Akan los con- vencerán de que todo es “por la gracia de dios”. (...) Que los africanos tienen una mirada integradora del mundo, es algo que ya ha sido expresado por muchos. En su auto- biografía, Nelson Mandela34 escribe: Mi padre era sacerdote oficioso y presidía rituales. . . y ritos locales... no necesitó ser ordenado, porque la religión tradicional del Xhosa se caracteriza por la integridad cósmica de modo que hay poca distinción entre lo sagrado y lo secular, entre lo natural y lo sobrenatural. El Yoruba responde al rezo con Ase, la energía divina y altamente potente con la que Olodumare (Dios) 34 Mandela, Nelson: Long Walk to Freedom (Abacus, 1994) 64
  • 64. creó el universo y sus leyes físicas. La creencia en el poder omnipresente de dios dota al universo de una naturaleza sagrada. La visión africana del mundo se alimenta de una cosmología que se fundamenta en una Fuente de existen- cia, el Dios supremo, y otros seres divinos que se asocian a Dios. Pues Dios es la fundamentación de la vida, así que nada sucede sin Dios. Dios vive, Dios no muere, y los seres humanos no mueren de hecho. Incluso cuando no ocupa- mos un cuerpo tangible, estamos vivos aún.”35 Existen varios mitos que hablan de la retirada de Dios como consecuencia de las normas divinas que los hombres transgredieron. Justo al revés que nosotros, ellos no fueron castigados, simplemente Dios decidió tomar distancia deján- doles hacer uso de su deseada autonomía. Y con esto vuelvo al comienzo. Les planteaba que el cuento que me ha cautivado, es realmente una preciosidad y da para pensar y dialogar sobre él días y días. Por la estruc- tura del relato y por el mensaje me lleva a suponer que es un relato Yoruba, les diré por tanto y para no desaprovechar la ocasión algo acerca de este pueblo. Los yoruba son el segundo grupo idiomático de África, compuesto por unos 40 millones de personas. Su nombre engloba a veinticinco grupos diferentes, con matices cultura- les propios, aunque la mayoría viven en lo que actualmente son Nigeria y Benin. La antigüedad de su cultura se remonta al 3.000 antes de nuestra era, y hasta el siglo XIX la transmi- sión se hizo de forma absolutamente oral. Los narradores eran los encargados de guardar la sabiduría de los reinos humanos, cuasi-humanos, animales, mineral, y vegetales. Para los yoruba, un narrador o narradora es a la vez un docente, un consejero y un psicólogo. Para un yoruba un 35 www.aril.org/african.htm 65
  • 65. cuento es un depósito de sabiduría que se ha formado a lo largo de la historia, con un fin educativo. Por eso, no se cuen- tan muchos cada vez, ni cualquiera puede ser narrador, por- que para dar valor a la enseñanza se ha de ser una persona experimentada y con autoridad moral. Los yoruba en realidad son fruto del mestizaje. Se sabe que durante el siglo V de nuestra era, en la franja costera que va desde el Volta (Bur- kina Fasso) hasta Camerún existían comunidades agrícolas que utilizaban la técnica del hierro y los asentamientos más antiguos estaban en las regiones de Ife, Ilesha y Ekiti. Desde el centro de África, lo que actualmente se conoce como Rep. Democrática del Congo, llegó un grupo de hom- bres y mujeres que habían sido desterrados a causa de su reli- gión. Esto debió suceder durante el siglo XI y es a partir de esta ocupación que se comienza a hablar de los reinos yoruba, que no tiene nada que ver con el concepto europeo de reino. Para que lo comprendan mejor les voy a contar las leyendas yoruba que explican el origen de este pueblo... y del mundo. La primera leyenda dice que Olodumare (Dios), el creador, encargó a Obatala crear una superficie sólida fuera del agua primordial y hacerlo de tal modo que esta superficie pudiera albergar animales y plantas. Para llevar a cabo su tarea Oba- tala descendió del cielo por una cadena, transportando en sus manos una caracola pequeña en la que llevaba mineral de hie- rro, una semilla de palma y un pollo emplumado. Cuando ver- tió el mineral en el agua, surgio la tierra y sobre ella depositó al pollo que acometió la tarea de separar los granos de arena y formar montones sobre el agua, después plantó la semilla de palma y la vio crecer. Cuando Olodumare vio lo que había hecho quedó muy satisfecho y le encomendó una tarea un poco más difícil, debía crear el cuerpo de los seres humanos, sobre 66
  • 66. los que Olodumare insuflaría vida. Como terminó esta tarea a satisfacción del creador, es reconocido como “obarisa” que sig- nifica: el rey de orishas. La segunda versión nos cuenta el mismo comienzo, pero nos dice que Obatala no pudo terminar la tarea porque estaba ebrio de vino de palma, y viendo Olodumare que se retrasaba decidió enviar a Oduduwa que al descender encontró a Obatala bebido, en lugar de regresar junto a Olodumare para acusarlo, se hizo responsable de la tarea, llevándola a término. Creo la tierra sobre las aguas y en el punto donde había descendido lo llamamos Ile-Ife que significa “la casa de par en par”, el centro espiritual de los Yoruba. Cuando Obatala se recuperó, se sintió avergonzado y se presentó ante Olodumare para pedirle per- dón, haciendo la firme promesa de no volver a probar el vino de palma. Olodumare le otorgó su perdón y para que Obatala no se sintiera inútil le pidió que diera forma al cuerpo de los seres humanos. Hay una tercera versión que no es de tipo religioso en la que se cuenta que Ile-Ife era una población habitada por los Igbo, cuyo jefe era Oreluere (Obatala). Esta población fue inva- dida por Oduduwa, que venía del este y había sido desterrado junto con un grupo de hombres y mujeres por motivos religio- sos, la conjunción de los dos pueblos dio lugar a los yoruba. Que es lo mismo que dice la Historia. Los yoruba creen en un creador supremo que vive ale- jado de nosotros, pero que ha dejado una amplia representa- ción en forma de dioses (unos 400) llamados “Orisha” que tienen una función de guías y protectores en la vida de cada persona. Cuando nace un niño o niña, es necesario averiguar que orisha será el encargado de guiar los pasos de la criatura durante toda su vida. 67
  • 67. Los niños son muy importantes para este pueblo. Se considera que la educación de cada nuevo ser es una tarea de toda la familia extensa, que es tanto como decir de todo el pueblo; además para un yoruba solo hay tres cosas que real- mente signifiquen riqueza: abundancia en las cosechas, los hijos y la vida inmortal. De hecho para los yoruba, la muerte es una transición y solo los ignorantes (ogberis) o los malvados la temen, porque para alcanzar la vida eterna es necesario promover el bien, para ser más explícitos: hacer la voluntad de Dios(a) que como creador(a) y sustentador(a) de la vida espera que los seres humanos se mantengan unidos a Él(la) con la confianza de un niño hacia su madre, que las personas sean las unas para las otras como hermanas, y que respeten la tierra y todo lo creado. Por eso la muerte se celebra como una auténtica fiesta, en la que lo importante no es la cuenta de los años del difunto, sino la calidad de sus actuaciones en este mundo, un proverbio yoruba dice: Es mejor morir joven y que deban sacrificar un caballo para atender a los que acuden a tu celebración, que morir viejo, pero que los celebrantes se satisfagan con un pollo. Al entender la muerte como una transición o una conti- nuación en otra realidad, los yoruba han creado un vínculo entre los que se van y los que se quedan que los europeos interpretaron como un culto a los antepasados, pero que no es tal. Simplemente para este pueblo, el amor entre padres e hijos o nietos, no cesa, de ahí la importancia de recordar a los difuntos, para poder reconocer a nuestra familia cuando tam- bién nosotros traspasemos el umbral de la muerte. 68