1. La tapada limeña
La historia de la tapada limeña data unos años después de la fundación de Lima, se dice que
en 1535, nuestra capital contaba con 10 vecinas. Cantidad de mujeres que se incrementó
con el transcurrir de los años; después de 25 años, eran ya casi 2 000 féminas, entre criollas
y mestizas, que adoptaban caracteres propios, que los distinguían de otras mujeres de
América y de España.
Así mismo, Orrego Peñago (2013) nos comenta que esta fue una de las notas pintorescas de
la ciudad de Lima, desde los tiempos inmediatos a su fundación y duró hasta mediados del
siglo XIX, ya en tiempos republicanos, cuando llegó la moda desde París gracias a la
bonanza guanera. Por lo tanto, tuvo una duración de poco más de 300 años. La costumbre
se adoptó por imitación de una fugaz moda entre las mujeres sevillanas (el velo “islámico”
de influencia mora).
Entre otras características, estas mujeres TAPADAS LIMEÑAS adoptaron una forma de
vestir que las identificó, notablemente. Es así, que adoptaron una funda que iba desde la
cintura, hasta casi cubrir los pies. A este elemento, se denominó, como la SAYA. Esta hiba
acompañaba con un MANTO de color negro de sarga (tela de cortes diagonales) que,
ascendiendo desde la cintura, les cruzaba el rostro dejando expuesto solamente uno de sus
ojos.(Mayma Quispe,2011)
Estos vestidos eran de las más finas telas. Como: sedas, encajes y los bordados decían
mucho del gusto exquisito de las tapadas y de la opulencia de la época. La moda, incluso en
la saya, imponía su norma. Se conocieron hasta cinco clases: la de canutillo, la encarrujada,
la de velo, la pilitrica y la filipense. Asimismo, para ciertos días, como la asunción y San
Jerónimo, usaban la saya de tiritas, famosa por el carácter de pobreza o mendicidad que
infundía en la tapada.
Esta vestimenta cubría todo el cuerpo de las damas, pero sin embargo, muchas mujeres,
también lo ceñían convenientemente a su cuerpo; lo que permitía, descubrir sus delicados
contornos corporales. Por tal motivo, en varias oportunidades esta vestimenta fue censurada
por el clero limeño y autoridades virreinales porque hiba contra el pudor de la época.
¿Qué perseguía la limeña con este disfraz o indumentaria? Para algunos, cabría una
respuesta casi freudiana: la inquietud sexual, exhibida, es verdad, en el área de la coquetería
fina, de la lata agudeza, de la gracia criolla y de la singular inteligencia de la mujer limeña.
Ojo que no fue una moda, pues tuvo resistencia al cambio y se convirtió en una tradición
que hacía muy cómodo también el chismorreo, las intrigas y otras costumbres limeñas