2. Existe cierta conexión entre el libro La generación del 50: un mundo dividido (1988)
y el debate literario del 2005. Miguel Gutiérrez, quien tuvo una participación activa
en este último, mencionó alguna vez que se había reavivado una discusión que él
creía superada y a la que ahora se añadían nuevos actores y temas:
Pensé que los odios y rencores que suscitó mi libro La generación del 50: un mundo
dividido eran cosas del pasado, hasta que un artículo mío —escrito en el 2005 para
restablecer la verdad de lo que realmente ocurrió en un encuentro de escritores
celebrado en Madrid—, desencadenó una increíble polémica que del territorio de la
literatura se extendió a los campos de la cultura y la política (1).
Un antecedente histórico fue el Primer Encuentro de Narradores Peruanos realizado
por la Casa de la Cultura del Perú en 1965. En aquella oportunidad se congregaron
en la ciudad de Arequipa Ciro Alegría, José María Arguedas, Oswaldo Reynoso,
Jorge Cornejo Polar, Tomás Escajadillo, José Miguel Oviedo, Sebastián Salazar
Bondy, Eleodoro Vargas Vicuña, Carlos Eduardo Zavaleta, Antonio Cornejo Polar
(director de la Casa de la Cultura y organizador), entre otros (2).
En la polémica entre «andinos» y «criollos», en cambio, se rompió el gueto de un
congreso literario, probablemente sin proponérselo, y se difundió a través de los
más importantes periódicos del país (3).
Los hechos: el congreso en Madrid se desarrolló del 23 al 27 de mayo del 2005 con
una asistencia aproximada de cincuenta y cinco personas entre escritores, críticos
literarios, editores y profesores. La cantidad de narradores era representativa no
solo del periodo estudiado (1980-2005), sino de, por lo menos, un par de décadas
antes (4). Fue más variopinta y ambiciosa que la realizada cuatro décadas atrás (de
aquel evento solo repitió Mario Vargas Llosa). Participaron en doce mesas temáticas
siendo el discurso de inauguración dado por Mario Vargas Llosa y el de clausura
por Miguel Gutiérrez. En el primero, el autor de La Casa Verde resaltó que
actualmente existen más ventajas en ser escritor de las que había en los años 50,
cuando él comenzó. También criticó la supuesta persistencia de una narrativa
«telúrica» en el presente siglo y que a algunos les hizo recordar sus postulados de
La utopía arcaica (5). En la clausura, Miguel Gutiérrez habló sobre la perspectiva
actual de la narrativa peruana y trató de poner paños fríos a ciertas escaramuzas
que se habían producido. Dijo que el reconocimiento a la labor del escritor era algo
accidental y que, a veces, llegaba tarde (recordó el caso de Arguedas). Además,
que lo verdaderamente importante era el proceso creativo y no el tamaño de la foto
en los diarios (6).
3. Miguel Gutiérrez. Foto: Andina.
No obstante, en los cinco días que duró el congreso se produjeron intervenciones
en las que hubo ataques explícitos. Algunos de los denominados “criollos” sugirieron
a los escritores “andinos” que debían copiar las fórmulas de los cantantes Chacalón
o Dina Paucar para alcanzar su propio éxito. A su turno, los andinos denunciaron la
existencia de favoritismo en los medios de difusión en Lima e insinuaron que la
narrativa andina era superior a la producida por los criollos. En esos días los
organizadores notaron que ambas tendencias comenzaron a nuclear a la mayoría
de los asistentes en dos bandos reconocibles (e irreconocibles). A diferencia de lo
ocurrido durante el encuentro de 1965, en el que los narradores llegaron a discutir
sus diferencias en un ambiente de interés y de respeto por lo que decía el colega,
en el congreso las fricciones rebasaron las buenas formas. Una de las expositoras,
Rocío Ferreira, mencionó:
[…] llama la atención la apatía, la poca curiosidad intelectual y
falta de solidaridad y ética profesional que algunos narradoresde
distintas generaciones que fueron invitados al Congreso en
Madrid desplegaronal no escuchar las ponencias de sus colegas
y, por el contrario, evidenciaron unexacerbadoindividualismo (7).
Por ese motivo y para aclarar los malentendidos, Miguel Gutiérrez decidió escribir
un artículo a su vuelta a Lima sobre lo que, según su perspectiva, había ocurrido.
4. El artículo salió el 29 de junio en el diario Perú21 y fue la chispa que incendió la
pradera. En él reseñó positivamente la organización del congreso, resumió su propia
ponencia, y criticó la práctica de los criollos a quienes tildó de ‘secta’:
[…] el malentendido tuvo que ver con la relación del grupo hegemónico que domina
los medios de comunicación y los narradores del mundo andino.
[…]
Que la secta mantiene su poder lo prueban los despachos y crónicas
desinformantes (publicados en los medios que ella controla) sobre el desarrollo del
encuentro.
[…]
Es de conocimiento público que esta corriente [andina] es omitida por el grupo
hegemónico en sus informes literarios, así como se margina o se minimiza a sus
escritores más representativos.
A los pocos días el escritor Alonso Cueto respondió en el mismo diario:
[…] la hipotética secta debe ser muy inútil, pues los medios mencionan y reseñan
obras de Miguel y de otros muchos escritores. La única secta real que existió aquí
fue la de la revista Narración, que juzgaba y condenaba escritores en base a su
supuesta ideología.
Para no hacer un recuento de todas las intervenciones, me centraré en aquellas en
las que Miguel Gutiérrez intercambió argumentos y alguno que otro pullazo con
Alonso Cueto, Fernando Ampuero y José Miguel Oviedo (8).
Afirmó Gutiérrez que la narrativa peruana estaba atravesando por un buen momento
debido a la producción de las generaciones de los 80 y 90 procedentes de distintas
partes del país. En cuanto al tema andinos y criollos, utilizó los términos «mafia»,
«secta», «argolla» aclarando que lo hacía en forma metafórica y sobre ello se
preguntó: «Pero ¿existe todavía un grupo de esta naturaleza? Increíblemente sí,
aunque ya no dispone ni mucho menos de ese poder casi omnímodo que detentaba
el círculo en su época dorada (los años 50 y los 60)».
Alonso Cueto manifestó su desacuerdo en apoyar a un solo tipo de literatura ya que
eso equivaldría a crear trincheras innecesarias. Agregó que: «Debemos “estar” pues
solo por la buena literatura, la que surge de la soledad esencial de sus creadores.
De lo contrario, corremos el riesgo, entonces sí, de caer en una visión sectaria, y
habremos perdido, en realidad, toda esperanza».
5. Alonso Cueto.
Quizá las intervenciones más punzantes —en todo el sentido de la palabra— fueron
las del escritor Fernando Ampuero y las del crítico José Miguel Oviedo. El primero
inició su respuesta coincidiendo con Gutiérrez y Cueto en que el Perú de hoy es un
país pluricultural que en el plano de la literatura no debería ser dividido en andinos
y criollos. Y para entrar en la discusión afirmó que, si los escritores andinos no
despiertan interés hoy, es porque no tienen el nivel de un Ciro Alegría o un
Arguedas. Luego repitió la comparación hecha en Madrid: «Interesa ‘Chacalón’,
interesa Dina Paucar. ¿No es más bien que no se impone un equivalente literario
de rasgos claramente andinos que desate pasiones entre los lectores?». En otra
publicación se pesa de que el debate no se haya centrado en discrepancias
ideológicas o políticas, sino en los ‘lamentos’ de ciertos escritores andinos ante la
falta de reconocimiento público o fama. Por último, Ampuero recusó la apreciación
que hizo Gutiérrez sobre los escritores criollos:
En su envanecida visión de sí mismo, Miguel Gutiérrez se arroga el derecho de juez
supremo y hasta se pone magnánimo. Él osa calificarnos como autores «de nivel
medio considerable, incluso los mejores de entre ellos», dando por descontado que
lo suyo es lo literariamente encomiable.
Para José Miguel Oviedo, quien no asistió al congreso, pero fue aludido en un
artículo: «Gutiérrez inventa una siniestra y gigantesca conspiración, una vasta
intriga que parece inspirada a medias entre la novela gótica y la de espionaje, para
explicarse todo lo que ocurre a su alrededor y donde él no esté incluido» (9).
Añadiendo que el criticado era admirador de Mao Tse-Tung. Mientras tanto
Ampuero, en otra publicación, agregó que lo era de Abimael Guzmán. Ante tales
arremetidas, Gutiérrez replicó:
6. […] remito a los lectores interesadosa la extensa entrevista que
me hizo el profesor de filosofía Dante Dávila para el libro Del
viento, el poder y la memoria (páginas 309-333) publicadopor el
Fondo Editorial de la Universidad Católica. Todo está ahí dicho
con claridad, con el necesario espíritu autocrítico, pero sin
desgarramientos ni ominosos complejos de culpa (10).
A esas alturas las publicaciones habían proliferado en ambos bandos y todo hacía
pensar que el fuego cruzado no iba a detenerse ni a tratar más sobre literatura (11).
Pero, si revisamos con atención en los mismos artículos podremos encontrar
reflexiones sugestivas.
Por ejemplo, mientras que para los criollos el problema que originó el debate se
debía a la expresión de resentimientos acumulados, reclamos por falta de publicidad
o conspiraciones ficticias; para los andinos, su raíz debía buscarse en un detonante
más complejo y antiguo: la práctica hegemónica que durante décadas unos grupos
sociales han tenido sobre otros. Un problema que trasciende a ambas tendencias y
que tiene que ver con la historia misma del país. Donde la literatura solo es uno de
los territorios en los que esa dinámica de uso del poder se manifiesta. La socióloga
francesa Anouk Guiné, interesada en el tema, lo explicó así:
Decirqueel debate«hegemónicos/andinos»esobsoletoequivale
a olvidarsede la realidad histórica del Perúy de su impactosobre
la vida literaria. Pareciera que también en este país el
«multiculturalismo», muy preciado hoy día en ciertos ámbitos
académicos y políticos, hubiera hechoolvidar quela «diversidad»
es fruto de relaciones de poder de tipo colonial y racial.
Anouk Guiné.
7. Una postura que intentó mediar, la del escritor y crítico Gustavo Faverón, sostuvo
en aquella oportunidad:
Cuando un escritor con cierto poder en los medios de
comunicación capitalinos niega (o desconoce) la dificultad que
suscolegasprovincianostienenparaaccederaesosmedios,ese
escritor contribuye, acaso involuntariamente, al doloroso
centralismoy al injusto desequilibrio social, económico y político
que aleja a Lima del resto del país.
«¿Qué hacer frente a esta realidad?», se preguntó Miguel Gutiérrez intentando
contener la polarización a la que habían llegado:
En primer lugar, dar al traste las lamentaciones y no pretender ser admitido en los
medios que la secta domina, pues es probable que si se le tocan las puertas alguno
podrá ser admitido, pero en condiciones de subordinación. No, lo que hay que hacer
es persistir en la creación de calidad cada vez más rigurosa y desarrollar una
campaña agresiva estableciendo y fundando espacios, revistas y editoriales
alternativos pero muy acordes con la modernidad.
Otro argumento que surgió en el fragor del debate fue considerar la venta de libros
como la justa medida para establecer el éxito literario de un autor. Sin embargo,
esto fue rebatido con la idea de que es justamente en ese espacio donde opera la
influencia de las amistades en la industria editorial. Las recomendaciones o
‘argollas’ ciertamente pueden decidir qué libros verán la luz o qué libros no. Por
consiguiente, la venta no garantiza obras trascendentes o siquiera aceptables. Para
Raúl Tola: «… incluso bajo ese supuesto, la única distinción que debería importar
es la que separa la buena literatura de la mala, y allí las ventas y la presencia
mediática no definen nada (pensemos en Paulo Cohelo, si no)». Un enfoque distinto
introdujo consideraciones de carácter étnico. Gregorio Martínez señaló a su turno
que la literatura andina tiene que atravesar por un tamiz que se enfoca en el color
de la piel: «… en la reyerta literaria existe de por medio una cuestión de pinta y
pretensión. Siempre ha sido así, en el Perú y en América entera. Esto desde la
invasión europea. Todo matiz caucasoide otorga privilegios». Por ello se cuestiona:
¿Acasola(Escuela)Naval yotrasinstitucionesnoexigenexamen
de presencia? Justamente los ‘regios’quieren perpetuarsecomo
los exclusivos comensales del exquisitomanjar que en castizo se
llama gollería. También para trabajar en la TV y en cualquier sitio
con buen salario, la pepa caucasoide, no el talento, es condición
imprescindible.
Por eso en décadas pasadas grupos como Narración y Hora Zero representaron
una irrupción multicultural de escritores mestizos, andinos y amazónicos que
8. supieron enfrentar el centralismo de Lima y el hegemonismo en los medios. Para
ello recurrieron a sus propias formas de expresión en base a revistas, libros,
recitales, talleres, pronunciamientos, debates, etc. Otros colectivos surgidos en el
presente siglo provienen de universidades, centros culturales y de los más diversos
rincones del país (12). Estas nuevas oleadas han sabido aprovechar los espacios
que brindan las editoriales independientes, el auge de las ferias de libros realizadas
en provincias, y la creciente influencia de Internet y las redes sociales. Todos
mecanismos legítimos para enfrentar lo que el autor de La violencia del tiempo
denominó “el problema entre hegemónicos y excluidos”.
En una entrevista que le hice a Miguel Gutiérrez el año 2013 precisaba su
participación en el debate:
En esta famosa polémica a mí me ubicaron como escritor andino o muy ligado a
ellos. Pero yo en ningún momento planteé mis criterios en esos términos. En mis
textos yo matizo mi posición. Lo que pasa es que el escritor criollo se refiere al
escritor limeño y, particularmente, al escritor miraflorino o de San Isidro, mejor dicho,
al pituco. Pero, en todo caso, los criollos serían todos los costeños de las grandes
ciudades, en ese sentido yo también sería un escritor criollo. En lo que no estoy de
acuerdo con mis colegas, que denominan andinos, es que solamente la literatura
andina representa al país. Yo no creo eso y más bien estoy por la imagen multiétnica
y pluricultural del país (13).
En uno de sus últimos ensayos, La cabeza y los pies de la dialéctica, señaló a
manera de conclusión: «Si algo demostró esta inusitada polémica es que también
en el aparente territorio neutral de la literatura y el arte el Perú sigue siendo un país
dividido en el que se reflejan las exclusiones sociales y étnicas imperantes».
Hechas las cuentas, ¿fue positivo el debate entre andinos y criollos? Al menos para
el escritor cusqueño Luis Nieto Degregori lo fue: «Solo a raíz del debate iniciado en
el Congreso Internacional de Narrativa Peruana realizado en Madrid en mayo del
2005 los escritores andinos salieron de su relativa invisibilidad». Lo dice porque los
medios de comunicación pueden contribuir a la promoción del autor y su obra
delante del gran público. Al menos parcialmente. Un diario como El Comercio, por
ejemplo, tiene una considerable influencia en el campo de la cultura. Pero como se
trata de una empresa privada sus directivos y redactores podrían alegar que ellos
promocionan a quienes consideran conveniente. Un argumento casi irrefutable. Sin
embargo, existen medios del Estado, es decir, financiados con los impuestos de
todos los peruanos, que también hacen programas culturales. Fue el caso del
programa televisivo Vano oficio, que dirigía el novelista Iván Thays, que fue acusado
por algunos escritores de no ser un espacio plural.
Todo esto explica por qué en Madrid se desbordó el cuestionamiento en torno a la
orientación o influencia que tienen los medios.
En el balance final de la española María Ángeles Vásquez, organizadora del
congreso, hubo unas de cal y otras de arena:
Lo visto y expuesto en el congreso de Madrid debe servir para que los escritores
peruanos acepten sin discrepancias la diversidad y pluralidad expresivas y
temáticas de su propia narrativa, que dirijan su esfuerzo a romper el aislamiento
9. académico y mediático, fruto de una inexistente política editorial que los mantiene
prácticamente inéditos. Están suficientemente maduros para ello y los avala una
irrefutable calidad.
Y dando por concluida su participación en el debate, Miguel Gutiérrez, quien más
ataques y objeciones había recibido, dijo:
No me ha hecho feliz esta contienda, pero si en algo puede ayudar a los escritores
de provincias, y a todos aquellos que son marginados o silenciados, a persistir en
su entrega a la literatura y a luchar por abrirse un espacio propio, entonces todo
será justificado.
NOTAS
(1) Entrevista de Ezequiel Maldonado y Angélica Aranguren: “Miguel Gutiérrez: un
heterodoxo en la literatura latinoamericana” aparecida en el portal Pacarina del Sur,
Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericano. Año 2013. P.328.
(2) Mario Vargas Llosa no estuvo presente, pero semanas antes había ofrecido una
conferencia sobre el tema en la ciudad de Arequipa.
(3) La mayoría de artículos y entrevistas se publicaron desde fines de mayo hasta
septiembre en los diarios La República, El Comercio, El Peruano, Correo, La
Primera y, especialmente, Perú21. También opinaron personajes mediáticos como
César Hildebrandt, Rosa María Palacios, Beto Ortiz y Augusto Álvarez Rodrich. Los
textos fueron agrupados por la revista Ómnibus en una edición especial y a la cual
remito la mayoría de citas usadas. http://www.omni-
bus.com/congreso/debate/indicedebate.html
(4) María Ángeles Vásquez, directora de Mirada Malva, mencionó que antes de
iniciarse el congreso los escritores donaron —para su sorpresa— casi trescientas
de sus obras a la Biblioteca Nacional de España.
(5) Ensayo sobre la vida y obra de Arguedas que en 1996 desató una intensa
discusión en el campo de la literatura y aun en los de la antropología y la sociología.
(6) Pueden ver el programa de las mesas y los nombres de los ponentes en:
http://www.congreso2005.miradamalva.com/mesas.html
(7) Coincidiendo con Ferreira, uno de los organizadores, Mario Suárez, escribió en
El Peruano: «Alonso Cueto […] calificó de «irregular» el contenido de las ponencias
presentadas durante el congreso. Respetaría su opinión si hubiera asistido a la
mayoría de ellas y no sólo a aquellas en las que participaban sus compañeros de
grupo. Si no se hubiera ido de museos y toros con Ampuero y demás satélites […]
Pero no sólo no lo hicieron, sino que además Cueto criticó al resto de sus
compañeros, a la mayoría de ellos sin siquiera oírlos, y con el agravante de haber
sostenido él mismo la más pobre de las ponencias».
(8) Fue tal el aluvión de artículos, entrevistas, cartas que un escritor radicado en
Europa por más de cuarenta años, Carlos Meneses, sugirió que con ellos se podía
editar un libro: «Eliminadas las mezquindades, ¡dónde no las hay!, y restada algo
de fuerza a la pasión con que varios han intervenido, la reunión de textos puede ser
todo un éxito».
10. (9) Voy a omitir otras intervenciones que incurrieron en golpes bajos y medias
verdades debido a que distorsionarían lo esencial de este recuento.
(10) Se refiere a las respuestas que dio sobre diversos temas, especialmente en
torno al marxismo en la literatura, Abimael Guzmán y Sendero Luminoso.
(11) Escritores como Oswaldo Reynoso rechazaron esta discusión en la que, sin
embargo, tenían una clara postura: «Me parece una polémica inútil, que no aclara
nada, y da una visión de lo que actualmente es la crisis de la cultura en el Perú. Yo
no creo que haya escritores andinos, criollos, limeños, provincianos, exitosos,
excluidos… Me parece que esas cosas son tonterías. Lo que toda la vida ha existido
en el Perú son grupetes de pitucos que se arrogan la representación literaria del
país, porque detrás de ellos están los poderes».
(12) A nivel gremial se pueden considerar dos interesantes experiencias: la
Asociación Nacional de Escritores, Artistas e Intelectuales del Perú (ANEA) y, más
recientemente, el Gremio de Escritores del Perú.
(13) En revista Sikuri, Año I N.º 1, 2013. “La violencia del tiempo está formada por
varias novelas”. P.21.