TIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptx
Leyenda sinaloense
1. La leyenda de Estebanico
Por: Antonio Nakayama
Esteban, el negro alárabe que acompañó a Cabeza de Vaca en la penosa
caminata a través del continente americano, tuvo en sus días una fama que puede
equipararse a la que gozan hoy en día los atletas de color, cosa que debe haberle
llenado de satisfacción y vanidad. Esa fama nació al conocerse la epopeya de los
náufragos, y aumento con el recibimiento que les hizo el virrey don Antonio de
Mendoza cuando arribaron a la ciudad de México, y en Esteban, la vanidad se
desbordaría, si tomamos en cuenta su actitud durante la pesada marcha, cuando
adelantándose al grupo de castellanos caminaba empuñando majestuosamente
un calabazo adornado con cascabeles y gaya plumería que le había sido regalado
por unos nativos, y al que atribuía mágicos poderes.
De él solamente sabemos que era natural de Almanzor, Marruecos, negro alárabe,
esto es, moro, esclavo de Baltazar Dorantes de Carranza, y que cuando
estuvieron en México, su amo lo vendió al virrey Mendoza, operación que no ha de
haber sido muy de su agrado, ya que tal vez esperaba que como resultado de su
participación en la hazaña, se le daría la libertad, que bien la merecía, pues
indudablemente fue un factor importante para el feliz desenlace de la aventura, ya
que de su persona emanaba algo que obligaba a los indígenas a guardarle
respeto, y porque poseyendo una gran habilidad para aprender las lenguas
nativas, de hecho fue el guía durante el largo trayecto.
Amante de las mujeres y de la buena vida, aprovecho su estancia en la capital
para dar rienda suelta a sus apetitos, mientras llegaba la hora en que su nuevo
amo tomara providencias para organizar una expedición en la que se requerirían
sus servicios.
Como todos los de su raza, vestiría trajes de colores chillantes para pasear por las
calles de la ciudad de México sus inclinaciones donjuanescas, pues tal parece que
su mayor debilidad era enamorar indias y mestizas que se sentirían atraídas por lo
exótico de su figura, sin importarles su color, que no era negro como se ha venido
diciendo, pues por el testimonio del capitán Diego de Guzmán, que lo conoció,
sabemos que era moreno.
Sin embargo, los días alegres de Esteban no duraron mucho, ya que el virrey se
entregó a los preparativos de la expedición que tendrían por objeto conquistar las
Siete Ciudades, de cuyas riquezas tanto se hablaba, pero antes de que el ejército
partiera, quiso que alguien conociera la ruta de Cabeza de Vaca, y tras de algunas
pesquisas, se le recomendó a fray Marcos de Niza, de los Frailes Menores, quien
partió llevando a Esteban como guía.
Conocemos el itinerario que siguieron y tenemos la información de que Fray
Marcos dio por muerto al negro cuando los nativos de Cíbola le notificaron que
había sido asesinado, terminado así la histórica asociación entre ambos; y hasta
aquí la versión del franciscano, que se sintió desamparado con la muerte de su
compañero y tuvo que devolverse más que de prisa a la ciudad de México, pero
existe una tradición que dice que Esteban no murió, sino que vivió durante muchos
años, aunque para todo el mundo sus días hayan terminado oficialmente en la
región de Cíbola.
2. Estebanico hallábase deseoso de libertad, resentido tal vez de que no se le
hubiera concedido, y es posible que quisiera aprovechar la oportunidad para lograr
su objetivo. Conocía bien la ruta y estaba impuesto a la soledad de las marchas en
despoblado. Por otra parte, sabemos que iba varias jornadas adelante del
franciscano, y si lo que se narra en ‘Punctos Sacados”, volumen 25 de Misiones,
del Archivo General de la Nación, tiene visos de verdad, aprovechó esas
circunstancias para hacer realidad su sueño de ser libre, ya que en ese manuscrito
se dice que no murió asesinado en Cíbola, sino que de allí se devolvió para
refugiarse en la región del río Mayo, pues a su paso por esa zona quedó prendado
de la belleza y donosura de las nativas.