1. MASACRES Y MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES EN COLOMBIA A PARTIR DE LA
SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX
RESEÑA BASADA EN TEXTOS DE MAURICIO ARCHILA NEIRA
CAMILO MARTÍNEZ 20141025021
UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
FACULTAD DE INGENIERÍA
INGENIERÍA CATASTRAL Y GEODESIA
BOGOTÁ D.C
2014
2. DESARROLLO
Cuando se menciona la existencia de marcos sociales referentes a ordenes
establecidos, se debe tener en cuenta que las individualidades historiográficas vienen
signadas por componentes geo-humanisticos y políticos imprevisibles, y es ahí donde la lucha
social genera cohesión y la permeabilización del sentir prole es superior a la del accionar. En
este sentido, hablar de protestas sociales y movimientos estudiantiles, es entender estos
últimos como consolidación de aspiraciones en cuanto a materia y cultura. De esta manera,
Mauricio Archila Neira, analiza las causas y encauzamientos sociales como vías emergentes
para los sectores medios urbanos de tener una participación política, ya fuera real o simbólica,
enmarcada en el propósito de generar cierto ascenso social.
Sin embargo, al estar aun basados en la doble moral de la falsa inclusión a la
educación, los aspectos de una elitización presente, aunque no en la envergadura de hace
medio siglo, aun sigue presente el proceso de exclusión basado en la educación elitista y
excluyente que pretende crear pseudo-humanos capaces de enfrentar la aldea global. La
solidaridad, también resulta basándose en la exclusión, debido a que los patrones impávidos
de supuesta cordialidad no son más que pretextos que generan falsas gracias en este mundo
corporativista y lucrativo.
En 1930 se quiso generar una cultura general de la educación, buscando un mayor
acoplamiento sin permitir tácticas de represión explicitas. A mediados de siglo, alrededor de
comienzos de los 60s, el frente nacional legaliza la exclusión en Colombia y busca la
contención y absorción de la protesta social. Este acumulado histórico de la exclusión indica
las causas de los actuales niveles de pobreza y desigualdad (Acevedo Tarazona, 2001).
Por otro lado, retrocediendo a la segunda mitad del siglo XIX, y aunque de manera
implícita, el reconocido sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) ya daba esbozos en sus
3. escritos sociológicos de cómo se debían preparar los escenarios de educación. Tenían que ser
consecuentes con la significación de los objetos según su perspectiva histórica, pues en cada
época, haciendo énfasis, los movimientos estudiantiles tuvieron sus características
particulares.
Unir, por lo tanto, la cultura y el estado genera perdida de vida puesto que la
singularidad estatal es la globalización que generaliza cada cultura particular y la desviste de
propiedad, debido a que la expansión cultural es un método anti-educativo y de pérdida de
virtudes propias ya que estamos inmersos en una generación de la “cultura rápida” y nos
topamos con la paradoja de vivir en una cultura de masas y pretender una cultura individual,
como señalamos arriba anteriormente. De igual manera, la política no puede hacer parte de
las aulas de clase al ser esta última entendida como un eslabón más de una cadena en el cual
la educación tiende a una rutinización globalizada (Terrén, 1996). Esto a entrever que,
aunque exista una estandarización de modelos, aspectos, características y paradigmas de vida,
esta estandarización es a la vez una individualidad de cada ser humano. Al pretender entonces,
que nuestros cambios, son los cambios para todo el mundo estamos cometiendo un error.
La documentación sobre las luchas populares se ve dificultada por la desaparición de
las fuentes de información, principalmente las editoriales de izquierda del momento, o por la
implacable censura de la que eran víctimas, como en el periodo de La Violencia.
En síntesis, las diversas acciones insurrectorías están enmarcadas en los recuerdos de
una memoria incompleta por globalizada, globalizada por flagelar los momentos de
relevancia histórica adoptando modelos de culturas foráneas y haciendo de nuestra desgracia
actual una realidad globalizadamente normalizada.
Los movimientos sociales siempre buscan un ¿Por qué? y un ¿Para qué?, y de hecho,
deben tenerlo siempre que se presenten. Estos movimientos manifiestan las características de
4. la época y generación en que se presentan y sin embargo sus dinámicas pueden diferir tanto la
una de la otra aunque sus demandas sean las mismas, así como un gato puede maullar
incontrolablemente o simplemente pararse en la puerta de la cocina cuando está hambriento y
desea algo de comer.
Decir que los levantamientos son esporádicos es un tanto incorrecto. Archila Neira
(1995) “Fue, en síntesis, un periodo de paulatino ahogamiento de las libertades democráticas
que arrastro tras de sí las posibilidades de la protesta social, cuya tendencia es decreciente,
especialmente en el caso de la huelgas.” Igual que la mecánica cuántica: si sabemos que pasa,
no podemos decir donde ni cómo está pasando, a menos que juguemos a los dados o seamos
un “gato”.
REFERENCIAS
Acevedo Tarazona, A. (2001). A propósito de alguna relfexiones sobre educación y políticas
de exclusión en Colombia. Reflexión Política, 5, 1-7.
Acevedo Tarazona, A., Samacá Alonso, G. (2011). Revolución y cultura en América Latina:
el movimiento estudiantil como objeto de estudio en la historiografía colombiana y
continental. Memoria y Sociedad, 15 (31), 104-119.
Archila Neira, M. (1995). Protestas sociales en Colombia. Historia Critica, 11, 63-78.
BIBLIOGRAFIA
Cataño, G. (2000) Educación y formas de dominación en Max Weber. Revista Colombiana
de Educación, 40-41, 77-82.
Jiménez, A. (2000) Medio siglo de presencia del movimiento estudiantil en la Universidad
pedagógica Nacional: 1957-1999. Revista Colombiana de Educación, 40-41, 5-60.
Terrén, E. (1996). Max Weber y las aulas desencantadas. Política y Sociedad, 21, 133-148.