El documento presenta las experiencias de dos profesores durante la educación del autor. El profesor Julio Caycho promovía una enseñanza participativa y activa, además de enfatizar valores y retroalimentación. Por el contrario, el profesor Julio Uriarte usaba métodos antiguos como dictar sin participación estudiantil, lo que hacía sus clases poco placenteras.
2. RECUERDOS DE MI PROFESOR
BUENO
Cursaba mi segundo año como cadete en la Escuela Naval Del Perú, recuerdo
claramente lo interesantes que resultaban las clases del instructor Julio Caycho,
excelente profesional que efectuaba el ejercicio docente de manera natural,
como si hubiera nacido para serlo.
El señor julio profesaba una política de clase activa y participativa, promovía que
la clase sea realizada por el estudiante, siempre guiado por el profesor, quien
ponía a su disposición las herramientas necesarias para que el alumno sea
autosuficiente y auto didacta en su búsqueda permanente por aprender.
Promovía las buenas costumbres, valores y modales en todo momento, e
implementó algo nuevo para mi en ese momento, el Feedback o
Retroalimentación.
3. Mi profesor bueno era creyente ferviente de la retroalimentación
como herramienta esencial en el aprendizaje, el las llamaba lecciones
aprendidas y eran siempre tocadas casi al finalizar las clases, en ese
momento la participación activa llegaba a su cúspide o punto
máximo, las lluvias de ideas, aportes y comentarios de mis
compañeros llevaban a un general entendimiento a carta cabal de los
temas desarrollados en la sesión.
Era un buen hombre el señor Caycho, el inspiró y reavivó mi anhelo
de ser docente en un futuro.
4. RECUERDOS DE MI PROFESOR NO
TAN BUENO
.El señor Julio Uriarte fue un profesor que marco mi vida, quizás aun
mas que el señor Caycho, el señor julio me demostró lo ineficiente
que resultaban en mi proceso de aprendizaje, los métodos antiguos y
estrategias didácticas practicadas varias décadas atrás.
Dicho docente, llegaba puntualmente a clases casi a diario, tomaba
su pizarra y tizas, inseparables amigas suyas, e iniciaba una de las
clases que considere en su momento, como las menos placenteras en
mi vida.
El señor Uriarte dictaba su clase con premura, quizás hasta un poco
distraído, como repitiendo un monologo para si mismo, varias veces
ensayado.
5. El señor Uriarte no promovía en sus sesiones, ningún tipo de
participación de los alumnos, dictaba y dictaba, escribía y escribía,
jamás volteaba.
En medio de la clase se sentaba a beber una bebida gaseosa, sin
importarle la fatigada mirada de su audiencia, luego del descanso
retomaba la jornada que se tornaba, con el paso de los minutos,
menos interesante.
Finalmente, dejaba una tarea para la casa, la cual debía ser
presentada inexorablemente al día siguiente, día en que la tortura
académica continuaría.