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J DE LA CROIX
QUE ME TRAJO
EL VIENTO
ALGUNOS CUENTOS
Recopilación de ocho micro relatos pertenecientes al libro de próxima edición ;
CUENTOS QUE ME TRAJO EL VIENTO 
Editado y maquetado para su lectura ,distribución y descarga gratuita.
Espero los disfruten tanto como yo al escribirlos.
Recuerden que el viento sopla para todos.
JESUS ESPINAR
ALGUNOS CUENTOS QUE ME TRAJO EL VIENTO
MARZO 2020
VIENTO DEL SUR
Mi amigo. 1
Ojos tristes. 3
VIENTO DEL NORTE
El caminante. 4
la guerra .5
VIENTO DEL ESTE
Nos vemos en casa. 7
el paciente. 9
VIENTO DEL OESTE
El Rey del Mundo. 10
la planta. 13
Se cuenta que el viento transporta historias que contar para todo aquél que
tenga oídos para escuchar y un corazón dispuesto a entender, esta es la
recopilación de algunas que buenamente pude atender y escuchar ;
pues escuchar al viento es escucharse a uno mismo.
o eso creí entender.
MI AMIGO
Mi amigo el pájaro se posa en el quicio de mi ventana cada día al amanecer para cantar.
Y como toda buena amistad esta también tiene su historia;
Al comienzo era una relación difícil. Un día, uno cualquiera, un pájaro se posó en mi ventana justo cuando
comenzaba ha amanecer y empezó a practicar su canto mientras yo aún dormía, claramente esto me molestó
sobremanera. Mis mañanas son mías y bastante tenía ya con levantarme bien temprano para ir a trabajar como
para que un animal cualquiera me despertara antes de la hora, interrumpiendo mi descanso con su perorata de
sonidos estridentes y sin sentido.
Aquél pájaro tomó esto por costumbre.
Cuando no podía más, usualmente aguantaba unos diez minutos mientras rodaba por la cama maldiciendo y
me tapaba la cabeza con la almohada, solía levantarme de un salto aún con los ojos pegados y abría la
persiana de un golpe, asustándole y haciéndole alzar el vuelo de inmediato ante el estruendo provocado. Tras
esto volvía a mi cama de un salto sin más esperanza que la de volver a dormir
profundamente unos valiosos minutos más.
Pero aquél pájaro volvía cada mañana, siempre volvía.
Mañana tras mañana yo seguía acumulando furia y odio por aquél maldito animal.
- ¿No tenía otro sitio, otra ventana, otra persona a la que molestar? -
Pareciera que no.
Que por cosas de este universo insondable y extraño había decidido que esa, mi ventana, era la mejor ventana
para practicar su canto cada mañana y yo debía ser la víctima incontestable de todo aquello.
Comencé a creer que quería joderme a mi expresamente.
Ponía especial atención en mis vueltas a casa tras el trabajo, cada pájaro que me cruzara podía ser él, y por
ello comencé a forjar un inusitado odio a los pájaros de mi barrio, no eran más que pequeños saltarines
voladores que solo hacen molestar y cagar por todos lados.
Tras la primera semana decidí acabar con aquella situación.
Coloqué alambre de espinos en la ventana, lo cual me costó dos puntos en un dedo.
Fue en vano, de alguna manera aquél bicho lograba acomodarse entre los pinchos.
Al parecer no solo era el pájaro más puñetero del barrio, si no el más listo.
Coloqué una mosquitera al siguiente día por la tarde que duró hasta el siguiente amanecer. El pájaro al parecer
la destrozó con su pico, no puedo imaginarme otra cosa, y se hizo un hueco a la justa medida por el cual entrar
y salir fácilmente.
Y seguía cantando, cantaba cada mañana y nada pareciera impedirlo.
Mi paranoia crecía. En el trabajo todos conocían la historia del pájaro cantor, del maldito pájaro cantor.
Me había convertido en ese tipo de personas que solo hablan de un tema, y mi tema no era otro que aquél
jodido pájaro.
La tercera semana decidí levantarme antes de que él llegara. Así podría esperarlo y darle un buen susto, así
aprendería a no posarse en ventanas ajenas y, con suerte, dejaría de creer suya mi ventana.
La mañana del lunes me levanté bien temprano y lo pude avistar mientras daba un par de vueltas ante mi
ventana y se posaba tranquilamente sobre el quicio, observé que el sol acababa de salir.
Era un pájaro pequeño, de pico amarillo y plumas marrones, de cuerpo regordete patas cortas y de ojos negros.
Por un momento pensé que incluso era bonito.
Y comenzó, inocente de él, su cantar despreocupado.
VIENTO DEL SUR
1
Yo esperaba escondido pertrechado con un cazo y una cuchara entre las sombras a un lado de la ventana, que
inteligentemente había dejado semi-abierta con la persiana subida y las cortinas corridas como cobertura.
Estaba dispuesto a darle el susto de su vida.
Me fui acercando, y no sé qué pasó, quizás la falta de sueño, la disposición de la luz del sol entrando por la
ventana iluminando la escena o yo que sé el qué, que su canto me pareció hermoso, aquél animal parecía
disfrutar y yo estaba contento con aquella imagen, con aquél maldito pájaro en mi ventana cantando a
dios sabe qué.
Bajé lentamente el cazo y la cuchara y mis músculos se relajaron.
Me quedé absorto con una sonrisa de estúpido en la cara, escuchando lo que antes me había parecido un ruido
infernal y que ahora se tornaba en la más bella canción.
Sonó mi alarma , me asusté y el pareció verme.
Algo me dejaba vacío mientras se alejaba volando.
Al día siguiente decidí despertarme antes del amanecer otra vez, pero en esta ocasión había dispuesto la silla
justo mirando a la ventana y había apagado la alarma , me levanté lo justo para hacerme un café y poder
observar la escena de nuevo.
Tras un mes, mi amigo el pájaro sigue viniendo a mi ventana cada mañana, ahora tiene un cuenco de agua del
cual a veces bebe y otras se baña, otro cuenco con semillas de las cuales dispone encantado, y ya no se
asusta al verme.
Él sigue cantando y yo sigo feliz de poder escucharle cada mañana
2
OJOS TRISTES
Él vivía en un cuarto piso de un bloque de viviendas de un barrio normal y corriente.
Uno de esos barrios que tienen alguna que otra pequeña tienda para proveer a los vecinos de lo básico,
varias cafeterías desperdigadas por las esquinas y una parada de metro cercana desde la cual llegar
rápidamente al centro para trabajar.
No era el más feliz del barrio, sin duda, pero tampoco podía quejarse, tenía lo suficiente y no le faltaba de nada,
era consciente que podía sentirse incluso afortunado.
Todos los días en sus ratos libres se hacía un té y se lo tomaba a sorbos cortos mirando por la ventana del
salón, esta daba directamente al piso de enfrente a unos escasos metros más allá, entre ellos se habría hueco
una pequeña plazoleta con columpios y algún que otro árbol que le hacían las veces de distracción.
Lo cierto es que mirar por aquella ventana le resultaba un pasatiempo agradable, le gustaba observar el ir y
venir de los vecinos acarreados con sus bolsas de la compra, a los niños jugando y las madres hablando
distraídas en un banco cercano.
Rara vez miraba hacía el piso de en frente, no le llamaba la atención, lo tenía como un elemento neutral y sin
vida.
Hasta que la vio a ella una mañana.
Ella estaba asomada en su balcón, con los brazos apoyados en la barandilla, observando la calle con un café
en
la mano. No fue su cara ni su cuerpo en lo que se fijó, si no en aquellos grandes ojos negros que reflejaban una
mirada triste.
Nunca la había visto, y no dejó de verla en los siguientes días.
Siempre estaba allí cuando él se asomaba por la ventana, siempre con la misma pose, a veces con un café y
otras con un botellín de cerveza, y siempre con aquellos grandes ojos negros tristes.
Mentiría si no se fijó en su aspecto y como algo habitual en ella, tal que sus ojos tristes, siempre iba vestida
igual ; un pantalón de pijama gris y una blusa celeste básica, el pelo moreno recogido de cualquier manera y
unas zapatillas rosas aparentemente muy cómodas.
Más que atracción sentía curiosidad y pena por aquella mujer de ojos tristes.
Nada parecía cambiar en ella al pasar de los días. Siempre igual en su balcón apoyada en la barandilla,
siempre con aquellos grandes ojos tristes, como si estuviera a la espera que algo cambiase, volviendo siempre
al interior de su piso con la cabeza gacha, quizás decepcionada con el mundo por no cambiar, quizás
decepcionada con ella misma por no atreverse a cambiar.
Quizás por seguir siempre igual, siempre exactamente igual.
Esperó encontrarla alguna vez en la calle, pero nunca se cruzó con ella.
Tendrían horarios diferentes, sería una ermitaña, trabajaría de noche, estaba presa en su propia casa…
Mil razones se le venían a la cabeza, pero nunca se le iban aquellos grandes ojos negros tristes del
pensamiento.
Debía hacer algo, pensó mientras la observaba una mañana, no podía asomarse cada día a la ventana sin
poder ignorar aquella escena.
Algo debía de cambiar.
Ese mismo día al volver a casa paró en la papelería del barrio para comprar una cartulina blanca y algunos
rotuladores de colores.
Había estado pensando en aquel plan todo el día.
Se le pasó toda la noche dibujando y coloreando y cuando los primeros rayos del sol entraron por su ventana
observó su obra y sonrió para sí mismo.
Era perfecto.
Esperó impaciente con la cartulina en las manos el momento en que ella apareciera en el balcón.
Y ella apareció efectivamente, como siempre; Con su pijama gris y su blusa azul, sus zapatillas rosas y su café
en la mano, con sus grandes ojos negros tristes y el pelo moreno recogido de cualquier manera.
Silbó fuerte.Ella no se dio cuenta.
Volvió a silbar y captó su atención, sacó rápidamente y como pudo la cartulina por la ventana y la sostuvo unos
minutos en el aire para asegurarse que ella pudiera verla claramente.
Cuando volvió a guardar la cartulina se asomó a la ventana y aquellos ojos tristes habían desaparecido, en su
lugar ahora había una mirada brillante y una sonrisa.
Él nunca lo supo ni fue consciente de ello, pero aquello cambió el mundo de aquella mujer de ojos tristes.
Cambiando el mundo para siempre.
3
EL CAMINANTE
Caminaba por las calles tambaleándose con el olor de las aceras en la nariz y la luz de los neones brillando en
sus retinas.
Imágenes extrañas y difusas se reflejaban en cada charco dejado aquella misma tarde por una lluvia sucia y
maloliente, la Luna apenas se vislumbraba entre el humo de los cigarros y los coches, pero aquella noche, negra
noche de un martes cualquiera, mientras intentaba descubrir algo por allí arriba pensó ;
-He estado aquí por mucho tiempo. -
Y con los zapatos mojados y el corazón caliente decidió dirigirse hacia lo que ahora decía llamar casa.
Tarareando una vieja canción andaba vacilante sobre baldosas de resbaladiza piedra, con el alma fundiéndose
en las profundidades de la noche y el espíritu revoloteando entre las luces de los bares.
Entre luces y sombras caminaba.
Múltiples sonidos acudían a sus oídos pero el tatareaba aún más fuerte para poder escucharse y la Luna vigilaba
su triste canción escondida entre las nubes, y él lo intuía por el rabillo del ojo izquierdo.
Las farolas parecían de nuevo la mejor compañía de cada noche en su vuelta a casa.
Consiguió una botella en una de las múltiples tiendas de colores chillones y brillantes que parecían no cerrar
nunca, siempre permanentemente abiertas sólo cambiaban los rostros cansados de los vendedores, y esto le
hacía gracia.
Al menos él no era esclavo de nadie.
Con su canción seguía caminando acompañado de las farolas y de su nueva amiga bailando continuamente de
la mano a la boca.
Se dejó pasar los cartones que le hacían de casa dejando toda suerte a sus pies.
Quizás lo llevasen a un nuevo lugar, se dijo, y no importaba que lugar, porque...
-Quizás pueda ver las estrellas esta noche.-
4
VIENTO DEL NORTE
LA GUERRA
Hacía ya casi un año que estaban en guerra. Lejos de acabar la lucha se habían recrudecido las hostilidades en
el frente y los soldados morían a miles en ambos bandos, pocos recordaban por qué comenzó, pero ninguno
olvidaba lo que había perdido durante la guerra.
Era un 24 de diciembre, y en aquella tierra de nadie cada bando se atrincheraba en largas zanjas excavadas en
el suelo, entre ellos un pequeño valle desolado y lleno de cadáveres hacía de límite. Llevaban ya varios meses
allí y la línea del frente no se había movido a pesar de los numerosos intentos por ambos bandos de asaltar la
trinchera contraria.
Aún podían oírse algunos supervivientes de la batalla nocturna gritando auxilio, había sido una masacre y nadie
estaba dispuesto a morir a manos de un francotirador o por fuego de artillería para ir a salvarlos, cualquiera que
asomara la cabeza por encima del cúmulo de tierra sería un blanco fácil y bastante habían perdido ya.
La moral estaba baja y el denso silencio podía cortarse con una espada, ya no había pájaros ni animales en
aquel bosque, los que no habían huido habían caído bajo el fuego de las bombas; en aquel valle dominaba la
muerte.
La tarde comenzaba a caer sobre aquel lugar, tiñendo de naranjas y amarillos las caras cansadas de aquellos
soldados sin esperanza de volver a casa, sería demasiado atrevido no asegurar que todos ellos querían volver
a casa, soltar el fusil y dejar todo aquello atrás como un mal sueño que se va olvidando a medida que pasa la
mañana.
Los vigías con sus grandes prismáticos parecían intrigados, observaban luces de colores y lo que parecían ser
adornos en las trincheras enemigas. La leve brisa comenzó a traer sonidos que jamás se habían escuchado en
aquella tierra de nadie durante esos dos años; parecían voces. El silencio comenzó a disiparse y se podían oír
claramente melodías, melodías de fiesta. El enemigo estaba cantando y celebrando.
Los soldados se miraban incrédulos y algunos comenzaron a tararear por lo bajo aquella conocida melodía,
otros más atrevidos comenzaron a cantar en alto y pronto se les unió la
mayoría.
Conocían la melodía de esa canción, pero en su propio idioma.
Un grito desde el puesto de avanzada dio la voz de alarma y todos se miraron nerviosos en aquella húmeda
trinchera a la cual casi podrían denominar casa.
“Se acercan soldados enemigos portando una bandera blanca, parece que buscan parlamento señor”
Cinco voluntarios escoltaron al general hacía el campo de batalla para darles encuentro.
Desde las trincheras los soldados especulaban y discutían, algunos con los ojos esperanzados de que la guerra
acabaría por fin y otros llenos de rabia e incomprensión por haber perdido tantos camaradas para nada si eso
sucediera, algo estaba pasando y querían saber el qué. Primero la música, después las luces y ahora esto.
El general volvió con gesto serio pero tranquilo y se dirigió a sus hombres ;
“El enemigo nos pide un día de cese el fuego, una tregua por la festividad, así también
para poder recoger los cadáveres y auxiliar a los heridos en el campo de batalla. Hemos aceptado, nosotros
haremos lo mismo, la única condición es no ir armado.”
Se formó un gran tumulto, gritos de incredulidad y vítores por igual se extendieron por toda la trinchera, pero
eran órdenes y todos acataron de inmediato, la preocupación no desapareció de aquellos rostros curtidos en la
posibilidad de la muerte a cada paso, la esperanza de una tregua resultaba vana y muy lejana tras tanto tiempo,
aunque como dicen ; la esperanza nunca se pierde.
Se dividieron en dos grupos;
El grupo Uno esperaría dispuesto a atacar con todo en las trincheras y los artilleros estarían preparados
esperando ordenes de abrir fuego, el grupo Dos iría desarmado a recoger los cadáveres y a buscar
supervivientes.
Ese era el plan, el general había dado su palabra de respetar la tregua y la cumpliría hasta el final aun
guardándose un as en la manga por si acaso todo salía mal.
Los hombres se afanaban en recoger los restos de sus compañeros esparcidos aquí y allá, ninguno lloraba o
mostraba disgusto ante la escena, al contrario, una extraña alegría les recorría el cuerpo, a pesar de estar
recogiendo los restos de sus compañeros pues ellos estaban vivos y caminaban donde horas antes era seguro
que podían haber muerto. Un ambiente de fiesta les recorrían las venas.
A lo lejos veían a sus enemigos haciendo lo mismo, afanados en acarrear cadáveres.
5
Poco a poco se iban acercando los dos bandos, las distancias se acortaban y ya casi podían distinguirse las
caras bajo la sombra de los cascos y escuchar las conversaciones y cánticos en la lengua de aquellos
hombres.
Cuando ya estaban lo suficientemente cerca podían verse entre ellos perfectamente, pero ya ninguno hablaba,
la tensión copaba por completo sus cuerpos y sus mentes.
Todo comenzó sin preparativo alguno, uno soldado enemigo se dirigió a un contrario que estaba sentado ,
descansando el cuerpo dolorido de tanto cargar cadáveres, y le ofreció whisky no sin antes beber él de la
cantimplora para mostrarle que no había peligro.
El soldado aceptó, y a cambio le ofreció un cigarrillo.
En el otro extremo del valle un grupo de soldados de ambos bandos compartían el mismo tronco de un árbol
caído para descansar y un soldado enemigo comenzó a hablar en la lengua del cotrario, al parecer era profesor
universitario, entablando una conversación sobre lo dura que es la guerra y de como ahora en sus respectivos
países todo el mundo estaría celebrando.Por todo el estrecho valle los soldados empezaron a reunirse poco a
poco, algunos ayudaban a acarrear los muertos del bando contrario, otros en sus descansos a mostrar las fotos
de sus familias que los esperaban en casa, a contar sus historias y a compartir agua, whisky y cigarrillos.
Algunas manos se estrecharon y la tensión cayó.
Había soldados que conocían la lengua enemiga y estos no tuvieron descanso, cada vez se les reclamaba más
y andaban corriendo de un grupo a otro traduciendo para uno y otro bando.
Pronto aquellos bandos enemigos se dieron cuenta de que compartían lo mismo ;
todos habían perdido algo u alguien durante la guerra ,todos tenían algo u alguien esperándoles, que no
querían morir, que todos sin excepción querían volver a casa, que todos querían vivir y poder festejar en paz.
Era 24 de diciembre y ambos países compartían la misma tradición, así pues, entre los mismos soldados
concretaron una cena , allí, en aquella tierra de nadie donde tantos amigos habían muerto los enemigos
cenarían y compartirían comida y bebida juntos. Y así fue, primero guardaron silencio y respeto por los caídos
de ambos bandos para mas tarde comer y beber juntos. Y todos disfrutaron, disfrutaron tanto que al aparecer
un balón de improviso acabaron jugando un partido de futbol, donde, entre risas y comentarios inocentes
comentaban que quién ganase el partido ganaba la guerra y así podría terminar toda aquella locura.
No importa quién ganó el partido, para todos ellos ganó la paz.
Cuando todo terminó ,a altas horas de la madrugada, cada bando se dirigió a su trinchera entre abrazos de
despedida , risas y anécdotas de la velada.
Aquella noche la tranquilidad se apoderó de cada sueño.
Al día siguiente al repuntar el sol recibieron una llamada de los altos cargos militares con órdenes de atacar el
frente enemigo aquella misma tarde ;
al poco restalló la artillería con la orden de barrer el valle con sus bombas sin descanso y los soldados cogieron
sus fusiles preparados y dispuestos a intentar acabar con el enemigo una vez más.
6
NOS VEMOS EN CASA
Prácticamente, diríase incluso, que saltó literalmente de su silla como poseído por una fuerza cinética
inexplicable, como si bajo su asiento hubiera existido por siempre un resorte invisible que en aquél preciso
instante, sin motivo aparente, hubiera decidido accionar su mecanismo y elevarlo por los aires para dejarlo de pie
totalmente ileso. Y tras este hecho simplemente se puso a caminar dejando atrás zapatos, calcetines,
pantalones, camisa, corbata...
Emergió a la calle y prosiguió su caminar distendido, notese el hecho de que
caminaba y no conducía, no se acordó del Ford ni del Taxi…
- ¿Autobús? ¿Metro? ¿Qué es eso para quién posee un par de piernas y es dueño de su propio tiempo?-
Mientras daba el siguiente paso una suave brisa le rozó la cara y sus pelos bailaron ante tal mágico encuentro,
levantó la mirada ;
El astro rey le picó juguetón la frente y las mejillas.
Alzó los brazos ;
-¡¡Estoy aquí!!-
Y ahí quedó, estático, con los brazos levantados hacía el cielo y con los ojos semiabiertos dejándose bañar
en luz;
Rojos, dorados, turquesas y naranjas danzaban entre las blancas nubes y tras estos un azul infinito se abría en
lo alto.
Se percató de que una gota salada resbalaba hasta sus labios y una imagen asomó en su cabeza con la fuerza
de un trueno;
-¡Verde!, ¡Si! ¡VERDE!-
Como un resorte volvió a su camino ante la sorpresa de todos los viandantes que se habían quedado
observándole curiosos, algunos atemorizados y preparados para llamar a la policía, incluso una chica dejó
escapar un pequeño grito al verlo continuar su marcha sin previo aviso.
Sin prestar importancia cruzó entre miradas cortantes sin un rasguño del cual
preocuparse y se percató de que todo lo que observaba lo encontraba gris y más gris, edificios altos cortando el
cielo le venían al paso, y estrés, y rapidez, y ahora arriba, y después abajo, y resoplidos por doquier.
Luces verdes, ahora rojas, un claxon, gritos, impaciencia y miedo, miradas vacías… pero, sobre todo, en todo y
todos, lo que realmente encontraba era soledad.
Y él en su propia compañía transitaba con una sonrisa de oreja a oreja, y su mochila
¡Espera un momento! ¿Qué mochila?
Si ya no hay más peso que cargar, camina ligero sin carga alguna en su memoria.
Sentía que las cadenas ya se habían quebrado, pues no solo se había despojado de sus vestiduras, había
dejado todo atrás y con todo me refiero a TODO.
Allá quedaron tiradas en el piso de aquel despacho tan similar a una celda…
VIENTO DEL ESTE
7
Tras largo, o corto, caminar , esto a gusto y necesidad del lector atento, vislumbró una fina línea verde
recortando el horizonte, la ciudad quedaba lejos y aquel verde quizás más lejos aún, pero se sentía cerca, tan
cerca que casi le arañaba el pecho.
Una sonrisa aún más amplia se dibujó en su cara y la esperanza le pintó los ojos con un nuevo brillo.
Corrió, saltó, brincó , sus pies casi no tocaban el suelo, casi se sintió volar mientras se dirigía hacía el verde y
en él se internó sin volver la vista atrás, sin un hasta luego ni un adiós en sus labios.
Solo los testigos de este mágico momento aseguraron, tiempo atrás, como pudieron observarle decir algo al
viento, como cuando susurran las personas a un oído amigo , lo que más tarde se consideraron palabras a las
cuales nadie atendió pero que ya solo quedan en el recuerdo de las canciones que le canta el viento al
almendro en primavera.
Y nunca, jamás, han alcanzado a atisbarlo de nuevo, pero sin percatarse de ello todos le escuchan en las
noches de Luna Nueva si atienden a aquietar sus mentes, pues allá en el interior más profundo de todos los
corazones el viento les susurró la última voluntad de aquél hombre antes de desaparecer, como un eco que
resuena incansablemente en el tiempo y en el espacio…
“Nos veremos en casa”
8
EL PACIENTE
Aquél paciente había llegado tan solo una semana atrás, había sido uno de los pocos que habían entrado por la
puerta sin resistencia, no había proferido ni un solo grito y tampoco había intentado zafarse de los guardias
mientras lo escoltaban hasta el mostrador para su pronto ingreso en la unidad de observación.
Aquél nuevo paciente era un hombre delgado y alto, de cara alargada y nariz puntiaguda, con una prominente
frente que moría en un pelo castaño y rizado mal cuidado, su mirada estaba aquí y allí al mismo tiempo, y
siempre sonreía.
Podía leerse en el informe que aquél hombre había sido denunciado por increpar insistentemente a las
personas en la calle. Al comienzo había resultado un entretenimiento para los vecinos, no había presentado
ninguna conducta irrespetuosa o violenta , simplemente parecía dedicarse a parar a los viandantes y
educadamente hacerles preguntas del tipo;
“¿Qué crees que es la realidad? ¿crees que lo que ves es real?”.
Los menos le respondían entre risitas nerviosas, los más lo obviaban ,pero, al pasar unos cuantos días, una
mujer cansada de sus preguntas había decidido llamar a la policía y denunciarle por acoso.
Así aquél hombre había acabado con sus huesos en el hospital psiquiátrico de la ciudad a espera de una
evaluación mental.
En ningún momento de la anamnesis inicial aquél hombre pronunció una sola palabra por su propio interés,
simplemente se limitó a responder las preguntas del psicólogo y al finalizar la entrevista pasivamente se dejó
conducir hasta su habitación en la segunda planta.
Ante la sorpresa de todos aquella misma mañana, tras ser internado y tras varias horas de estar apoyado en
una columna del salón de recepción, inesperadamente salió corriendo mientras gritaba rabiosamente en
dirección hacia la puerta de salida. Rápidamente los celadores lo apresaron justo cuando
estaba a punto de llegar a la puerta y se lo llevaron de vuelta a su cuarto, en el cual quedó encerrado para una
posterior visita del psicólogo clínico. La única respuesta que obtuvo aquél especialista a todas las preguntas
que le formuló all hombre aquella tarde fue una frase bien concreta :
“La costumbre no causa admiración.”
A la tarde noche volvió a correr en dirección a la puerta, y de nuevo fue reducido y devuelto a su habitación sin
ofrecer resistencia alguna.
Y al día siguiente por la mañana repitió aquella extraña escena, y esa misma tarde también.
El psicólogo no entendía del porqué de su insistencia, así pues permitió que ese hombre siguiera intentado su
alocada escapatoria en busca de respuesta ante tal extraño comportamiento, pues consideró que al no mostrar
ninguna conducta violenta al ser devuelto a su habitación había algo que se le escapaba y deseaba encontrar.
Los celadores y los auxiliares comenzaron a tomarlo a broma, pues se dieron cuenta del hecho de que aquél
hombre realizaba sus infructuosas huidas siempre a las mismas horas.
Al tercer día los celadores andaban distraídos tomándose un café, hecho que aparentemente aprovechó el
hombre para acometer su intento de huida entre gritos, pero ante la asustada mirada del auxiliar de sala el
hombre frenó a escasos centímetros de la puerta.
Y ahí quedó, estático, parado ante la puerta de salida con su imborrable sonrisa, como esperando ser reducido
y devuelto a su habitación.
De nuevo otra entrevista con el psicólogo y de nuevo la misma respuesta a cada pregunta.
-"¿Me puedes decir por qué sigues haciendo esto?"-
-“La costumbre no causa admiración”-
A la tarde hubo otro intento, y a la mañana siguiente, y otra vez en la tarde.
Celadores y auxiliares de sala cansados de tanta insistencia dejaron de prestarle atención y simplemente
esperaban a que el hombre parara en seco ante la puerta de salida para reconducirlo a su habitación
tranquilamente. De esta forma todo resultaba más sencillo y los guardias se evitaban una carrera inútil.
El quinto día siguió con su rutina como de costumbre y el sexto día ídem de lo mismo.
Sin embargo el séptimo día se produjo el misterio.
A la tarde noche aquel hombre corrió gritando hacia la puerta y sin que nadie
lo impidiera, ni se percatara de ello, abrió la puerta tranquilamente y salió
del edificio para perderse en el atardecer que caía en colores rojos y dorados
sobre el bosque circundante del psiquiátrico.
9
EL REY DEL MUNDO
Cuentan las leyendas que en un país distante hace ya mucho tiempo un hombre se proclamó Rey soberano de
las gentes y reunió a un gran ejército bajo sus órdenes, pues poseía el don de la palabra y un corazón de
hierro, y que gracias a su gran ejercito sometió poco a poco pueblos y ciudades cercanas , abarcando
cada vez más territorio bajo su poder.
Aquel Rey era un hombre egoísta y consideraba propio todo lo que veía, y como su vista era limitada decidió
construir un palacio en la montaña más alta de la Tierra con un enorme torreón desde el cual podía abarcarlo y
controlarlo todo.
Desde aquel torreón divisó más pueblos y reinos y mandó conquistar a sus gentes y sus gobiernos. Pronto hizo
suyo cada pueblo, ciudad y reino que divisaba desde las alturas y se proclamó Rey del Mundo.
Aun así, habiendo conquistado cada hombre y mujer de la tierra, vio en los ojos de aquellas gentes el reflejo del
recuerdo, escuchó las historias que contaban sobre un tiempo anterior a él y pensó que, aunque hubiera
conquistado sus cuerpos debía conquistar sus mentes y corazones para poder controlarlos del todo. Así pues,
mandó gobernadores, trovadores, maestros e historiadores afines a él a cada pueblo y ciudad logrando
conquistar la memoria, la mente y los corazones de todos los hombres, mujeres y niños de la tierra. El recuerdo
del pasado era difícil de borrar y el paso del tiempo le mostró las señales de la
edad en el cuerpo, y tuvo mucho miedo, por lo cual hizo llamar a los Alquimistas más famosos de la Tierra para
que encontraran la forma de controlar al tiempo y descubrir el secreto de la vida eterna.
Tras varios años se le presentaron con la solución a sus demandas y contento por ello decidió llamar al Tiempo.
Al cabo de unos meses el Tiempo se presentó ante el Rey que impaciente lo esperaba sentado en el trono.
-Tiempo, haz de obedecerme-
Le dijo el Rey.
El Tiempo se rio por largo rato y le dijo;
-Yo soy el Tiempo, nunca podrás controlarme pues gracias a mí la vida sigue y se multiplica, los árboles crecen
y los hombres nacen y mueren, y lo único que perdura tras mi paso es el recuerdo. Jamás podrás pues eres un
simple mortal y te debes a mí. -
Y el Rey le mostró un reloj y una piedra blanca reluciente;
- No podré controlar tu paso, pero con este artilugio conoceré tu camino y me
anticiparé a tus movimientos, gracias a él controlaré el recuerdo de los
hombres modificando la historia a mi beneficio y dejarás de gobernar para
siempre en su memoria. Con esta piedra detendré tu avance en mí para siempre y mi cuerpo no conoceré
la muerte. -
El Tiempo salió del palacio sintiéndose vencido y sin propósito y erró por la tierra sin rumbo.
Tras esto, los hombres perdieron la memoria y creyeron que el pasado estaba lleno de oscuridad y penurias
antes de la llegada de El Rey del Mundo.
Observando desde la gran torre un día El Rey del Mundo advirtió que los animales iban y venían sin control por
la tierra y esto no le gustó, por lo tanto, los mandó llamar.
El Lobo, protector de todos los animales se presentó ante el Rey.
-Tú, Lobo, como representante de todos los animales has de someterte a mis designios pues yo soy el Rey del
Mundo. -
VIENTO DEL OESTE
10
Los animales solo obedecemos a nuestra madre la Naturaleza. -
Le contestó el Lobo.
-Está bien, así pues la someteré y me obedeceréis.-
El Lobo marchó y El Rey mandó talar los bosques y ocupar los valles, perseguir y capturar a las bestias.
Muchos animales se sometieron a la voluntad del Rey y se convirtieron en sus siervos, y los que no lo hicieron
huyeron por siempre de su vista ocultándose en lo profundo de las selvas y las montañas siempre perseguidos
por los cazadores, los pájaros abandonaron las ciudades y dejaron de sobrevolar los valles, los peces se
internaron en lo profundo de las aguas para escapar de la costa y de la linde de los ríos bajo el control absoluto
del Rey del Mundo y sus pescadores.
-Ahora la naturaleza me obedece-
Se dijo el Rey con una sonrisa.
Intranquilo todavía en su trono, pues conocía por sus Sabios de la importancia de los elementos en el devenir
del mundo un día el Rey hizo llamar a uno de ellos ;
La Tierra.
-Tierra, has de obedecerme, pues yo soy el Señor de este Mundo.-
La Tierra sorprendida le contestó ;
-Yo soy la que sostiene y guarda la vida, no puedes controlarme pues yo soy el mismo Mundo.-
-No podré controlarte como dices, pero sí te moldearé y te limitaré como me plazca.-
Y el Rey creó las fronteras, delimitando la Tierra para sí mismo, perforó montañas y abrió valles donde antes no
los había, sesgó campos enteros y creó enormes cultivos por toda la tierra donde antes había grandes valles.
Y la Tierra oprimida no pudo hacer nada.
Otro día el Rey observó la lluvia caer, al gran océano y a los ríos desde la torre y mandó llamar al Agua.
-Agua, has de obedecerme.-
-Yo soy el agua, sustento de la vida misma, ¿cómo pretendes limitarme bajo tus órdenes?-
El Rey le mostró un cántaro y le dijo ;
-Te limitaré y moldearé tus costas y tus ríos, crearé canales y embalses donde contenerte y decidir tú recorrido
a mi antojo, te usaré en mi propio beneficio y así me servirás.-
Y el Agua calló y se retiró del palacio cabizbaja.
Otro día observó el poder del Fuego y le hizo llamar.
El Fuego , llameante y luminoso se presentó ante el
Rey que no se amedrentó ante la imagen.
-Fuego, has de obedecerme.-
El Fuego crepitó rabioso ante tal osadía;
-Yo soy el Fuego, destructor y base de la vida , jamás podrás controlarme.-
-En eso te equivocas.
Te alimentaré cuando quiera y te usaré como arma de conquista y control, y si no, tu hermana el Agua te
convertirá en humo.-
Y el fuego se postró vencido ante él.
Por último llamó al viento y este se presentó bailando en el gran salón frente al trono.
-Viento, has de obedecerme, tus hermanos ya dieron buena cuenta de mi poder.-
11
El viento lo miró curioso y sonrió;
-Jamás podrás delimitarme, ni contenerme, ni usarme en tu beneficio. Yo soy el Viento y me muevo libre entre
el cielo y la tierra esparciendo la vida.-
El Rey no supo que decir, pues esperaba que éste se sometiera tal como el resto, y lo mandó apresar en una
caja totalmente sellada, pero en el mismo momento que lo encerraron el viento desapareció sin dejar rastro
ante la frustrada mirada del Rey del Mundo.
El Rey del Mundo en la cima de la montaña más alta lo controlaba todo excepto al Viento, que seguía
rompiendo el cristal de las ventanas, abriendo las puertas y soplando sobre sus dominios en total libertad.
Furioso mandó llamar a los hombres más sabios de la tierra y los instó a crear algún aparato con el cual
controlar el Viento, pero ninguno de aquellos hombres pudieron darle respuesta a su inquietud ni solucionar su
demanda a pesar de sus intentos, pues el Viento seguía escapándose y moviéndose libre sobre la Tierra.
El Viento seguía soplando allá donde quería, transportaba semillas desde las grandes selvas hacía los valles y
amontonaba la tierra allá donde antes hubo montañas, ayudaba a los pájaros a volar en las alturas sin peligro y
resguardaba a los animales salvajes de los rastreadores del Rey ocultando su rastro, derribaba las fronteras
,abría nuevos caminos y sepultaba ciudades enteras , mecía las aguas desbordando ríos y canales
transportándola y dejándola caer allá donde él quería y daba fuerza al fuego para extenderse sin control sobre
los cultivos.
El Tiempo se prestaba de todo ello para dejar huella tras su paso en la memoria de los hombres y el Rey
enfurecía cada vez más entre las paredes de su palacio.
Y El Viento seguía soplando, y pronto comenzó a desenterrar los recuerdos del pasado, y los hombres y las
mujeres los vieron y comenzaron a hablar y a recordar viejos tiempos. El mismo viento transportó aquellas
palabras de una aldea a otra y muchas ciudades y pueblos se levantaron contra aquél Rey del
Mundo.
El Rey no prestó mucho caso, conociendo la causa de todo aquello seguía obsesionado con el control del
Viento, y mandó a sus ejércitos para aplastar aquellas rebeliones.
Muchos hombres y mujeres fueron asesinados y apresados, ciudades enteras ardieron y muchos cultivos
fueron abandonados.
Pero el Tiempo ayudó a los supervivientes y a sus descendientes a recordar aquella masacre , el Fuego redujo
a cimientos las ciudades y segó los cultivos abandonados, así la Tierra recuperó para si los campos y sepultó
bajo un manto verde las poblaciones destruidas, el Agua huyó de los pozos y los embalses y dejó de fluir por
los canales ya que nadie controlaba su paso, regando toda aquella tierra por igual, y el Viento ayudó en todo el
proceso a sus cuatro hermanos y avisó a los animales salvajes de que podían volver a ocupar aquellas tierras.
El Rey andaba furioso de una sala a otra de su palacio en las alturas. Estaba cansado de que el viento se
colara en su palacio y en todos sus asuntos. Mandó tapiar puertas y ventanas, hizo salir a todos sus sirvientes y
consejeros y se encerró en aquél enorme palacio desde el cual observaba el mundo desde su
torre.
El Tiempo corría libremente por la Tierra aunando a sus hermanos y este pasaba para todos excepto para él, y
poco a poco mientras las gentes fueron olvidando su reinado el seguía observando desde su torre empeñado
en cómo poder controlar el Viento…
12
13
LA PLANTA
Tras muchos sacrificios por fin pudo mudarse a la gran ciudad, y no a un barrio cualquiera;
Se mudó a un barrio nuevo y moderno justo en el centro de aquella ciudad. Las calles estaban impolutas,
limpias y brillantes bajo el sol, a la noche las luces estratégicamente colocadas iluminaban la calzada peatonal
de colores vivos y cálidos creando un cuadro vivo de aquella zona. Los módulos de transporte no hacían ruido
al pasar y los vecinos eran personas amables siempre sonrientes, siempre dispuestos a saludar.
Su casa era como el resto de las demás casas, cuadrada de fachada gris perla, dos plantas y una puerta de
entrada discreta , encajando con la estética uniforme de aquella calle sacada del futuro.
Las ventanas y el gran ventanal del salón estaban situadas en la pared trasera de la casa, otorgando intimidad
gracias a sus cristales reflectantes por el exterior, desde donde ,debido a la nueva disposición urbanística
obligatoria de aquella ciudad, podía ver el horizonte de edificios sin que ninguno le entorpeciera la vista del
cielo.
Las vistas al atardecer eran magníficas, pues el techo de las casas brillaba en tonos rojizos y anaranjados
como un mar de espejos gracias a las placas solares en todas ellas.
Sin duda alguna estaba en un buen barrio y aquí sí que podría ser feliz.
Como todos los días tras su mudanza se levantaba y se servía el café ya preparado por el sistema automático
de cuidados vitales. Las tostadas, perfectamente hechas, no tardaron mucho más en aparecer sobre la mesa
del salón y comenzó el hilo musical de la mañana.
Sentarse a admirar el horizonte era su pasatiempo favorito, su costumbre, lo hacía cada día;
A la mañana podían divisarse los drones de aquí para allá, ajetreados en repartir los pedidos y paquetes a los
comercios y esto le encantaba;
-"Otro nuevo día y la vida vuelve a comenzar"-
Se decía mientras le daba un sorbo a su perfecto café y disfrutaba de las vistas.
Aún se seguía sorprendiendo maravillado de la uniformidad de aquella ciudad, de la perfecta disposición de sus
casas, de su estado tan nuevo, tan limpio, tan perfecto...
Y algo le hirió la vista, algo que por primera vez rompía todo el conjunto de aquello.
Pareciera que había algo sobre el tejado de una de las casas cercanas, algo que sobresalía indecentemente
sobre el conjunto, era de color verde.
Sí, era una planta.
Una pequeña pero valiente planta de tallo fino y hojas alargadas se elevaba desafiante sobre el liso y blanco
tejado de aquella vivienda.
-"No puede ser"-.
“¿Cómo habrá llegado hasta ahí?”
“¿Cómo no me fijé antes?”
Ese día no trabajó bien en la oficina, se sentía intranquilo y no sabía por qué.
Tras volver a casa aquella noche no pudo evitar echar un fugaz vistazo por el ventanal, a pesar de las luces
flotantes no pudo atisbarla y dio un suspiro de satisfacción.
Pero a la mañana siguiente allá estaba de nuevo, creciendo pretenciosamente sobre aquél liso e impoluto
tejado, y parecía más grande que el día anterior.
“¿Pero cómo puede crecer ahí?”
Rumiaba sus perfectas tostadas sin parar de darle vueltas a la cabeza.
Demandó a la computadora que pusiera una queja a su nombre a los servicios de limpieza y cuidado civil, esa
planta no podía estropearle las vistas, para él eso era inconcebible en aquella limpia y perfecta ciudad.
-“Atenderemos su queja lo antes posible Señor, gracias."-
Esa fue la única respuesta que obtuvo a su demanda.
A la mañana siguiente con su perfecto café en la mano se dirigió hacia el ventanal, y allí seguía esa planta.
Esta vez observó que un bulbo asomaba en la punta.
"Maldita sea, aún no la han retirado."
-Housecare, llama de inmediato a los servicios de limpieza y diles que esa planta sigue ahí molestando, que
hagan su trabajo que para eso les pagamos todos.
...
Espera espera, no les digas la última frase, cámbiala por un gracias y que tengan un buen día.-
-Por supuesto Señor, espero que le gusté su café.-
-El café está perfecto, como siempre.-
Desayunó mirando fijamente aquella planta .
"¿De dónde saca el agua?"
Se acordó de que se había olvidado las tostadas sobre la mesa cuando ya estaba llegando al trabajo.
Aquella noche tras un agotador día de trabajo intensivo soñó que una monstruosa planta empezaba a echar
raíces en su cabeza que iban adentrándose más y más en su cuerpo…
Se levantó aturdido, la alarma por algún motivo no había sonado, era tarde.
Se había quedado dormido y sabía que ese día iba a ser un día difícil.
El café no estaba hecho, esto le sumó aún más desidia a su mañana.
No tenía tiempo de ir al ventanal y observar la maldita planta, ni quería ni podía hacerlo.
Se vistió lo más rápido que pudo y salió a la calle corriendo.
A la hora estaba en casa de nuevo, era su día libre y ni siquiera se había acordado de ello. Pareciera que hoy
todo estaba en su contra.
Mandó preparar un café , ya estaba demasiado despierto como para volver a acostarse de nuevo.
Se acercó despacio hacía el ventanal e inconscientemente buscó aquél punto verde con la mirada.
Aquella planta se había transformado, una flor amarilla asomaba en la punta.
Una preciosa flor amarilla.
Se quedó quieto, sin saber que pensar, sin saber que sentir.
El café se enfrió mientras él seguía de pie mirando aquella planta y su hermosa flor, y no le importó.
Mil recuerdos se arremolinaban en su memoria pugnando por captar su atención, pero él solo tenía atención
para aquella planta.
- Housecare, cancela todos los posibles planes que tenga para hoy.-
Se sentó en el suelo del salón y siguió observando la imagen que se presentaba ante sus ojos, una leve sonrisa
comenzó a dibujarse trazo a trazo en su rostro y pasaron las horas.
A la mañana siguiente no fue a trabajar, ni al día siguiente, nunca más se le volvió a ver en la oficina ni en aquel
vecindario impoluto y perfecto de casas gris perla.
Y aquella planta en flor despareció de un día para otro , como si nunca hubiera estado allí.
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Algunos cuentos que me trajo el viento

  • 1. J DE LA CROIX QUE ME TRAJO EL VIENTO ALGUNOS CUENTOS
  • 2. Recopilación de ocho micro relatos pertenecientes al libro de próxima edición ; CUENTOS QUE ME TRAJO EL VIENTO  Editado y maquetado para su lectura ,distribución y descarga gratuita. Espero los disfruten tanto como yo al escribirlos. Recuerden que el viento sopla para todos. JESUS ESPINAR ALGUNOS CUENTOS QUE ME TRAJO EL VIENTO MARZO 2020
  • 3. VIENTO DEL SUR Mi amigo. 1 Ojos tristes. 3 VIENTO DEL NORTE El caminante. 4 la guerra .5 VIENTO DEL ESTE Nos vemos en casa. 7 el paciente. 9 VIENTO DEL OESTE El Rey del Mundo. 10 la planta. 13 Se cuenta que el viento transporta historias que contar para todo aquél que tenga oídos para escuchar y un corazón dispuesto a entender, esta es la recopilación de algunas que buenamente pude atender y escuchar ; pues escuchar al viento es escucharse a uno mismo. o eso creí entender.
  • 4. MI AMIGO Mi amigo el pájaro se posa en el quicio de mi ventana cada día al amanecer para cantar. Y como toda buena amistad esta también tiene su historia; Al comienzo era una relación difícil. Un día, uno cualquiera, un pájaro se posó en mi ventana justo cuando comenzaba ha amanecer y empezó a practicar su canto mientras yo aún dormía, claramente esto me molestó sobremanera. Mis mañanas son mías y bastante tenía ya con levantarme bien temprano para ir a trabajar como para que un animal cualquiera me despertara antes de la hora, interrumpiendo mi descanso con su perorata de sonidos estridentes y sin sentido. Aquél pájaro tomó esto por costumbre. Cuando no podía más, usualmente aguantaba unos diez minutos mientras rodaba por la cama maldiciendo y me tapaba la cabeza con la almohada, solía levantarme de un salto aún con los ojos pegados y abría la persiana de un golpe, asustándole y haciéndole alzar el vuelo de inmediato ante el estruendo provocado. Tras esto volvía a mi cama de un salto sin más esperanza que la de volver a dormir profundamente unos valiosos minutos más. Pero aquél pájaro volvía cada mañana, siempre volvía. Mañana tras mañana yo seguía acumulando furia y odio por aquél maldito animal. - ¿No tenía otro sitio, otra ventana, otra persona a la que molestar? - Pareciera que no. Que por cosas de este universo insondable y extraño había decidido que esa, mi ventana, era la mejor ventana para practicar su canto cada mañana y yo debía ser la víctima incontestable de todo aquello. Comencé a creer que quería joderme a mi expresamente. Ponía especial atención en mis vueltas a casa tras el trabajo, cada pájaro que me cruzara podía ser él, y por ello comencé a forjar un inusitado odio a los pájaros de mi barrio, no eran más que pequeños saltarines voladores que solo hacen molestar y cagar por todos lados. Tras la primera semana decidí acabar con aquella situación. Coloqué alambre de espinos en la ventana, lo cual me costó dos puntos en un dedo. Fue en vano, de alguna manera aquél bicho lograba acomodarse entre los pinchos. Al parecer no solo era el pájaro más puñetero del barrio, si no el más listo. Coloqué una mosquitera al siguiente día por la tarde que duró hasta el siguiente amanecer. El pájaro al parecer la destrozó con su pico, no puedo imaginarme otra cosa, y se hizo un hueco a la justa medida por el cual entrar y salir fácilmente. Y seguía cantando, cantaba cada mañana y nada pareciera impedirlo. Mi paranoia crecía. En el trabajo todos conocían la historia del pájaro cantor, del maldito pájaro cantor. Me había convertido en ese tipo de personas que solo hablan de un tema, y mi tema no era otro que aquél jodido pájaro. La tercera semana decidí levantarme antes de que él llegara. Así podría esperarlo y darle un buen susto, así aprendería a no posarse en ventanas ajenas y, con suerte, dejaría de creer suya mi ventana. La mañana del lunes me levanté bien temprano y lo pude avistar mientras daba un par de vueltas ante mi ventana y se posaba tranquilamente sobre el quicio, observé que el sol acababa de salir. Era un pájaro pequeño, de pico amarillo y plumas marrones, de cuerpo regordete patas cortas y de ojos negros. Por un momento pensé que incluso era bonito. Y comenzó, inocente de él, su cantar despreocupado. VIENTO DEL SUR 1
  • 5. Yo esperaba escondido pertrechado con un cazo y una cuchara entre las sombras a un lado de la ventana, que inteligentemente había dejado semi-abierta con la persiana subida y las cortinas corridas como cobertura. Estaba dispuesto a darle el susto de su vida. Me fui acercando, y no sé qué pasó, quizás la falta de sueño, la disposición de la luz del sol entrando por la ventana iluminando la escena o yo que sé el qué, que su canto me pareció hermoso, aquél animal parecía disfrutar y yo estaba contento con aquella imagen, con aquél maldito pájaro en mi ventana cantando a dios sabe qué. Bajé lentamente el cazo y la cuchara y mis músculos se relajaron. Me quedé absorto con una sonrisa de estúpido en la cara, escuchando lo que antes me había parecido un ruido infernal y que ahora se tornaba en la más bella canción. Sonó mi alarma , me asusté y el pareció verme. Algo me dejaba vacío mientras se alejaba volando. Al día siguiente decidí despertarme antes del amanecer otra vez, pero en esta ocasión había dispuesto la silla justo mirando a la ventana y había apagado la alarma , me levanté lo justo para hacerme un café y poder observar la escena de nuevo. Tras un mes, mi amigo el pájaro sigue viniendo a mi ventana cada mañana, ahora tiene un cuenco de agua del cual a veces bebe y otras se baña, otro cuenco con semillas de las cuales dispone encantado, y ya no se asusta al verme. Él sigue cantando y yo sigo feliz de poder escucharle cada mañana 2
  • 6. OJOS TRISTES Él vivía en un cuarto piso de un bloque de viviendas de un barrio normal y corriente. Uno de esos barrios que tienen alguna que otra pequeña tienda para proveer a los vecinos de lo básico, varias cafeterías desperdigadas por las esquinas y una parada de metro cercana desde la cual llegar rápidamente al centro para trabajar. No era el más feliz del barrio, sin duda, pero tampoco podía quejarse, tenía lo suficiente y no le faltaba de nada, era consciente que podía sentirse incluso afortunado. Todos los días en sus ratos libres se hacía un té y se lo tomaba a sorbos cortos mirando por la ventana del salón, esta daba directamente al piso de enfrente a unos escasos metros más allá, entre ellos se habría hueco una pequeña plazoleta con columpios y algún que otro árbol que le hacían las veces de distracción. Lo cierto es que mirar por aquella ventana le resultaba un pasatiempo agradable, le gustaba observar el ir y venir de los vecinos acarreados con sus bolsas de la compra, a los niños jugando y las madres hablando distraídas en un banco cercano. Rara vez miraba hacía el piso de en frente, no le llamaba la atención, lo tenía como un elemento neutral y sin vida. Hasta que la vio a ella una mañana. Ella estaba asomada en su balcón, con los brazos apoyados en la barandilla, observando la calle con un café en la mano. No fue su cara ni su cuerpo en lo que se fijó, si no en aquellos grandes ojos negros que reflejaban una mirada triste. Nunca la había visto, y no dejó de verla en los siguientes días. Siempre estaba allí cuando él se asomaba por la ventana, siempre con la misma pose, a veces con un café y otras con un botellín de cerveza, y siempre con aquellos grandes ojos negros tristes. Mentiría si no se fijó en su aspecto y como algo habitual en ella, tal que sus ojos tristes, siempre iba vestida igual ; un pantalón de pijama gris y una blusa celeste básica, el pelo moreno recogido de cualquier manera y unas zapatillas rosas aparentemente muy cómodas. Más que atracción sentía curiosidad y pena por aquella mujer de ojos tristes. Nada parecía cambiar en ella al pasar de los días. Siempre igual en su balcón apoyada en la barandilla, siempre con aquellos grandes ojos tristes, como si estuviera a la espera que algo cambiase, volviendo siempre al interior de su piso con la cabeza gacha, quizás decepcionada con el mundo por no cambiar, quizás decepcionada con ella misma por no atreverse a cambiar. Quizás por seguir siempre igual, siempre exactamente igual. Esperó encontrarla alguna vez en la calle, pero nunca se cruzó con ella. Tendrían horarios diferentes, sería una ermitaña, trabajaría de noche, estaba presa en su propia casa… Mil razones se le venían a la cabeza, pero nunca se le iban aquellos grandes ojos negros tristes del pensamiento. Debía hacer algo, pensó mientras la observaba una mañana, no podía asomarse cada día a la ventana sin poder ignorar aquella escena. Algo debía de cambiar. Ese mismo día al volver a casa paró en la papelería del barrio para comprar una cartulina blanca y algunos rotuladores de colores. Había estado pensando en aquel plan todo el día. Se le pasó toda la noche dibujando y coloreando y cuando los primeros rayos del sol entraron por su ventana observó su obra y sonrió para sí mismo. Era perfecto. Esperó impaciente con la cartulina en las manos el momento en que ella apareciera en el balcón. Y ella apareció efectivamente, como siempre; Con su pijama gris y su blusa azul, sus zapatillas rosas y su café en la mano, con sus grandes ojos negros tristes y el pelo moreno recogido de cualquier manera. Silbó fuerte.Ella no se dio cuenta. Volvió a silbar y captó su atención, sacó rápidamente y como pudo la cartulina por la ventana y la sostuvo unos minutos en el aire para asegurarse que ella pudiera verla claramente. Cuando volvió a guardar la cartulina se asomó a la ventana y aquellos ojos tristes habían desaparecido, en su lugar ahora había una mirada brillante y una sonrisa. Él nunca lo supo ni fue consciente de ello, pero aquello cambió el mundo de aquella mujer de ojos tristes. Cambiando el mundo para siempre. 3
  • 7. EL CAMINANTE Caminaba por las calles tambaleándose con el olor de las aceras en la nariz y la luz de los neones brillando en sus retinas. Imágenes extrañas y difusas se reflejaban en cada charco dejado aquella misma tarde por una lluvia sucia y maloliente, la Luna apenas se vislumbraba entre el humo de los cigarros y los coches, pero aquella noche, negra noche de un martes cualquiera, mientras intentaba descubrir algo por allí arriba pensó ; -He estado aquí por mucho tiempo. - Y con los zapatos mojados y el corazón caliente decidió dirigirse hacia lo que ahora decía llamar casa. Tarareando una vieja canción andaba vacilante sobre baldosas de resbaladiza piedra, con el alma fundiéndose en las profundidades de la noche y el espíritu revoloteando entre las luces de los bares. Entre luces y sombras caminaba. Múltiples sonidos acudían a sus oídos pero el tatareaba aún más fuerte para poder escucharse y la Luna vigilaba su triste canción escondida entre las nubes, y él lo intuía por el rabillo del ojo izquierdo. Las farolas parecían de nuevo la mejor compañía de cada noche en su vuelta a casa. Consiguió una botella en una de las múltiples tiendas de colores chillones y brillantes que parecían no cerrar nunca, siempre permanentemente abiertas sólo cambiaban los rostros cansados de los vendedores, y esto le hacía gracia. Al menos él no era esclavo de nadie. Con su canción seguía caminando acompañado de las farolas y de su nueva amiga bailando continuamente de la mano a la boca. Se dejó pasar los cartones que le hacían de casa dejando toda suerte a sus pies. Quizás lo llevasen a un nuevo lugar, se dijo, y no importaba que lugar, porque... -Quizás pueda ver las estrellas esta noche.- 4 VIENTO DEL NORTE
  • 8. LA GUERRA Hacía ya casi un año que estaban en guerra. Lejos de acabar la lucha se habían recrudecido las hostilidades en el frente y los soldados morían a miles en ambos bandos, pocos recordaban por qué comenzó, pero ninguno olvidaba lo que había perdido durante la guerra. Era un 24 de diciembre, y en aquella tierra de nadie cada bando se atrincheraba en largas zanjas excavadas en el suelo, entre ellos un pequeño valle desolado y lleno de cadáveres hacía de límite. Llevaban ya varios meses allí y la línea del frente no se había movido a pesar de los numerosos intentos por ambos bandos de asaltar la trinchera contraria. Aún podían oírse algunos supervivientes de la batalla nocturna gritando auxilio, había sido una masacre y nadie estaba dispuesto a morir a manos de un francotirador o por fuego de artillería para ir a salvarlos, cualquiera que asomara la cabeza por encima del cúmulo de tierra sería un blanco fácil y bastante habían perdido ya. La moral estaba baja y el denso silencio podía cortarse con una espada, ya no había pájaros ni animales en aquel bosque, los que no habían huido habían caído bajo el fuego de las bombas; en aquel valle dominaba la muerte. La tarde comenzaba a caer sobre aquel lugar, tiñendo de naranjas y amarillos las caras cansadas de aquellos soldados sin esperanza de volver a casa, sería demasiado atrevido no asegurar que todos ellos querían volver a casa, soltar el fusil y dejar todo aquello atrás como un mal sueño que se va olvidando a medida que pasa la mañana. Los vigías con sus grandes prismáticos parecían intrigados, observaban luces de colores y lo que parecían ser adornos en las trincheras enemigas. La leve brisa comenzó a traer sonidos que jamás se habían escuchado en aquella tierra de nadie durante esos dos años; parecían voces. El silencio comenzó a disiparse y se podían oír claramente melodías, melodías de fiesta. El enemigo estaba cantando y celebrando. Los soldados se miraban incrédulos y algunos comenzaron a tararear por lo bajo aquella conocida melodía, otros más atrevidos comenzaron a cantar en alto y pronto se les unió la mayoría. Conocían la melodía de esa canción, pero en su propio idioma. Un grito desde el puesto de avanzada dio la voz de alarma y todos se miraron nerviosos en aquella húmeda trinchera a la cual casi podrían denominar casa. “Se acercan soldados enemigos portando una bandera blanca, parece que buscan parlamento señor” Cinco voluntarios escoltaron al general hacía el campo de batalla para darles encuentro. Desde las trincheras los soldados especulaban y discutían, algunos con los ojos esperanzados de que la guerra acabaría por fin y otros llenos de rabia e incomprensión por haber perdido tantos camaradas para nada si eso sucediera, algo estaba pasando y querían saber el qué. Primero la música, después las luces y ahora esto. El general volvió con gesto serio pero tranquilo y se dirigió a sus hombres ; “El enemigo nos pide un día de cese el fuego, una tregua por la festividad, así también para poder recoger los cadáveres y auxiliar a los heridos en el campo de batalla. Hemos aceptado, nosotros haremos lo mismo, la única condición es no ir armado.” Se formó un gran tumulto, gritos de incredulidad y vítores por igual se extendieron por toda la trinchera, pero eran órdenes y todos acataron de inmediato, la preocupación no desapareció de aquellos rostros curtidos en la posibilidad de la muerte a cada paso, la esperanza de una tregua resultaba vana y muy lejana tras tanto tiempo, aunque como dicen ; la esperanza nunca se pierde. Se dividieron en dos grupos; El grupo Uno esperaría dispuesto a atacar con todo en las trincheras y los artilleros estarían preparados esperando ordenes de abrir fuego, el grupo Dos iría desarmado a recoger los cadáveres y a buscar supervivientes. Ese era el plan, el general había dado su palabra de respetar la tregua y la cumpliría hasta el final aun guardándose un as en la manga por si acaso todo salía mal. Los hombres se afanaban en recoger los restos de sus compañeros esparcidos aquí y allá, ninguno lloraba o mostraba disgusto ante la escena, al contrario, una extraña alegría les recorría el cuerpo, a pesar de estar recogiendo los restos de sus compañeros pues ellos estaban vivos y caminaban donde horas antes era seguro que podían haber muerto. Un ambiente de fiesta les recorrían las venas. A lo lejos veían a sus enemigos haciendo lo mismo, afanados en acarrear cadáveres. 5
  • 9. Poco a poco se iban acercando los dos bandos, las distancias se acortaban y ya casi podían distinguirse las caras bajo la sombra de los cascos y escuchar las conversaciones y cánticos en la lengua de aquellos hombres. Cuando ya estaban lo suficientemente cerca podían verse entre ellos perfectamente, pero ya ninguno hablaba, la tensión copaba por completo sus cuerpos y sus mentes. Todo comenzó sin preparativo alguno, uno soldado enemigo se dirigió a un contrario que estaba sentado , descansando el cuerpo dolorido de tanto cargar cadáveres, y le ofreció whisky no sin antes beber él de la cantimplora para mostrarle que no había peligro. El soldado aceptó, y a cambio le ofreció un cigarrillo. En el otro extremo del valle un grupo de soldados de ambos bandos compartían el mismo tronco de un árbol caído para descansar y un soldado enemigo comenzó a hablar en la lengua del cotrario, al parecer era profesor universitario, entablando una conversación sobre lo dura que es la guerra y de como ahora en sus respectivos países todo el mundo estaría celebrando.Por todo el estrecho valle los soldados empezaron a reunirse poco a poco, algunos ayudaban a acarrear los muertos del bando contrario, otros en sus descansos a mostrar las fotos de sus familias que los esperaban en casa, a contar sus historias y a compartir agua, whisky y cigarrillos. Algunas manos se estrecharon y la tensión cayó. Había soldados que conocían la lengua enemiga y estos no tuvieron descanso, cada vez se les reclamaba más y andaban corriendo de un grupo a otro traduciendo para uno y otro bando. Pronto aquellos bandos enemigos se dieron cuenta de que compartían lo mismo ; todos habían perdido algo u alguien durante la guerra ,todos tenían algo u alguien esperándoles, que no querían morir, que todos sin excepción querían volver a casa, que todos querían vivir y poder festejar en paz. Era 24 de diciembre y ambos países compartían la misma tradición, así pues, entre los mismos soldados concretaron una cena , allí, en aquella tierra de nadie donde tantos amigos habían muerto los enemigos cenarían y compartirían comida y bebida juntos. Y así fue, primero guardaron silencio y respeto por los caídos de ambos bandos para mas tarde comer y beber juntos. Y todos disfrutaron, disfrutaron tanto que al aparecer un balón de improviso acabaron jugando un partido de futbol, donde, entre risas y comentarios inocentes comentaban que quién ganase el partido ganaba la guerra y así podría terminar toda aquella locura. No importa quién ganó el partido, para todos ellos ganó la paz. Cuando todo terminó ,a altas horas de la madrugada, cada bando se dirigió a su trinchera entre abrazos de despedida , risas y anécdotas de la velada. Aquella noche la tranquilidad se apoderó de cada sueño. Al día siguiente al repuntar el sol recibieron una llamada de los altos cargos militares con órdenes de atacar el frente enemigo aquella misma tarde ; al poco restalló la artillería con la orden de barrer el valle con sus bombas sin descanso y los soldados cogieron sus fusiles preparados y dispuestos a intentar acabar con el enemigo una vez más. 6
  • 10. NOS VEMOS EN CASA Prácticamente, diríase incluso, que saltó literalmente de su silla como poseído por una fuerza cinética inexplicable, como si bajo su asiento hubiera existido por siempre un resorte invisible que en aquél preciso instante, sin motivo aparente, hubiera decidido accionar su mecanismo y elevarlo por los aires para dejarlo de pie totalmente ileso. Y tras este hecho simplemente se puso a caminar dejando atrás zapatos, calcetines, pantalones, camisa, corbata... Emergió a la calle y prosiguió su caminar distendido, notese el hecho de que caminaba y no conducía, no se acordó del Ford ni del Taxi… - ¿Autobús? ¿Metro? ¿Qué es eso para quién posee un par de piernas y es dueño de su propio tiempo?- Mientras daba el siguiente paso una suave brisa le rozó la cara y sus pelos bailaron ante tal mágico encuentro, levantó la mirada ; El astro rey le picó juguetón la frente y las mejillas. Alzó los brazos ; -¡¡Estoy aquí!!- Y ahí quedó, estático, con los brazos levantados hacía el cielo y con los ojos semiabiertos dejándose bañar en luz; Rojos, dorados, turquesas y naranjas danzaban entre las blancas nubes y tras estos un azul infinito se abría en lo alto. Se percató de que una gota salada resbalaba hasta sus labios y una imagen asomó en su cabeza con la fuerza de un trueno; -¡Verde!, ¡Si! ¡VERDE!- Como un resorte volvió a su camino ante la sorpresa de todos los viandantes que se habían quedado observándole curiosos, algunos atemorizados y preparados para llamar a la policía, incluso una chica dejó escapar un pequeño grito al verlo continuar su marcha sin previo aviso. Sin prestar importancia cruzó entre miradas cortantes sin un rasguño del cual preocuparse y se percató de que todo lo que observaba lo encontraba gris y más gris, edificios altos cortando el cielo le venían al paso, y estrés, y rapidez, y ahora arriba, y después abajo, y resoplidos por doquier. Luces verdes, ahora rojas, un claxon, gritos, impaciencia y miedo, miradas vacías… pero, sobre todo, en todo y todos, lo que realmente encontraba era soledad. Y él en su propia compañía transitaba con una sonrisa de oreja a oreja, y su mochila ¡Espera un momento! ¿Qué mochila? Si ya no hay más peso que cargar, camina ligero sin carga alguna en su memoria. Sentía que las cadenas ya se habían quebrado, pues no solo se había despojado de sus vestiduras, había dejado todo atrás y con todo me refiero a TODO. Allá quedaron tiradas en el piso de aquel despacho tan similar a una celda… VIENTO DEL ESTE 7
  • 11. Tras largo, o corto, caminar , esto a gusto y necesidad del lector atento, vislumbró una fina línea verde recortando el horizonte, la ciudad quedaba lejos y aquel verde quizás más lejos aún, pero se sentía cerca, tan cerca que casi le arañaba el pecho. Una sonrisa aún más amplia se dibujó en su cara y la esperanza le pintó los ojos con un nuevo brillo. Corrió, saltó, brincó , sus pies casi no tocaban el suelo, casi se sintió volar mientras se dirigía hacía el verde y en él se internó sin volver la vista atrás, sin un hasta luego ni un adiós en sus labios. Solo los testigos de este mágico momento aseguraron, tiempo atrás, como pudieron observarle decir algo al viento, como cuando susurran las personas a un oído amigo , lo que más tarde se consideraron palabras a las cuales nadie atendió pero que ya solo quedan en el recuerdo de las canciones que le canta el viento al almendro en primavera. Y nunca, jamás, han alcanzado a atisbarlo de nuevo, pero sin percatarse de ello todos le escuchan en las noches de Luna Nueva si atienden a aquietar sus mentes, pues allá en el interior más profundo de todos los corazones el viento les susurró la última voluntad de aquél hombre antes de desaparecer, como un eco que resuena incansablemente en el tiempo y en el espacio… “Nos veremos en casa” 8
  • 12. EL PACIENTE Aquél paciente había llegado tan solo una semana atrás, había sido uno de los pocos que habían entrado por la puerta sin resistencia, no había proferido ni un solo grito y tampoco había intentado zafarse de los guardias mientras lo escoltaban hasta el mostrador para su pronto ingreso en la unidad de observación. Aquél nuevo paciente era un hombre delgado y alto, de cara alargada y nariz puntiaguda, con una prominente frente que moría en un pelo castaño y rizado mal cuidado, su mirada estaba aquí y allí al mismo tiempo, y siempre sonreía. Podía leerse en el informe que aquél hombre había sido denunciado por increpar insistentemente a las personas en la calle. Al comienzo había resultado un entretenimiento para los vecinos, no había presentado ninguna conducta irrespetuosa o violenta , simplemente parecía dedicarse a parar a los viandantes y educadamente hacerles preguntas del tipo; “¿Qué crees que es la realidad? ¿crees que lo que ves es real?”. Los menos le respondían entre risitas nerviosas, los más lo obviaban ,pero, al pasar unos cuantos días, una mujer cansada de sus preguntas había decidido llamar a la policía y denunciarle por acoso. Así aquél hombre había acabado con sus huesos en el hospital psiquiátrico de la ciudad a espera de una evaluación mental. En ningún momento de la anamnesis inicial aquél hombre pronunció una sola palabra por su propio interés, simplemente se limitó a responder las preguntas del psicólogo y al finalizar la entrevista pasivamente se dejó conducir hasta su habitación en la segunda planta. Ante la sorpresa de todos aquella misma mañana, tras ser internado y tras varias horas de estar apoyado en una columna del salón de recepción, inesperadamente salió corriendo mientras gritaba rabiosamente en dirección hacia la puerta de salida. Rápidamente los celadores lo apresaron justo cuando estaba a punto de llegar a la puerta y se lo llevaron de vuelta a su cuarto, en el cual quedó encerrado para una posterior visita del psicólogo clínico. La única respuesta que obtuvo aquél especialista a todas las preguntas que le formuló all hombre aquella tarde fue una frase bien concreta : “La costumbre no causa admiración.” A la tarde noche volvió a correr en dirección a la puerta, y de nuevo fue reducido y devuelto a su habitación sin ofrecer resistencia alguna. Y al día siguiente por la mañana repitió aquella extraña escena, y esa misma tarde también. El psicólogo no entendía del porqué de su insistencia, así pues permitió que ese hombre siguiera intentado su alocada escapatoria en busca de respuesta ante tal extraño comportamiento, pues consideró que al no mostrar ninguna conducta violenta al ser devuelto a su habitación había algo que se le escapaba y deseaba encontrar. Los celadores y los auxiliares comenzaron a tomarlo a broma, pues se dieron cuenta del hecho de que aquél hombre realizaba sus infructuosas huidas siempre a las mismas horas. Al tercer día los celadores andaban distraídos tomándose un café, hecho que aparentemente aprovechó el hombre para acometer su intento de huida entre gritos, pero ante la asustada mirada del auxiliar de sala el hombre frenó a escasos centímetros de la puerta. Y ahí quedó, estático, parado ante la puerta de salida con su imborrable sonrisa, como esperando ser reducido y devuelto a su habitación. De nuevo otra entrevista con el psicólogo y de nuevo la misma respuesta a cada pregunta. -"¿Me puedes decir por qué sigues haciendo esto?"- -“La costumbre no causa admiración”- A la tarde hubo otro intento, y a la mañana siguiente, y otra vez en la tarde. Celadores y auxiliares de sala cansados de tanta insistencia dejaron de prestarle atención y simplemente esperaban a que el hombre parara en seco ante la puerta de salida para reconducirlo a su habitación tranquilamente. De esta forma todo resultaba más sencillo y los guardias se evitaban una carrera inútil. El quinto día siguió con su rutina como de costumbre y el sexto día ídem de lo mismo. Sin embargo el séptimo día se produjo el misterio. A la tarde noche aquel hombre corrió gritando hacia la puerta y sin que nadie lo impidiera, ni se percatara de ello, abrió la puerta tranquilamente y salió del edificio para perderse en el atardecer que caía en colores rojos y dorados sobre el bosque circundante del psiquiátrico. 9
  • 13. EL REY DEL MUNDO Cuentan las leyendas que en un país distante hace ya mucho tiempo un hombre se proclamó Rey soberano de las gentes y reunió a un gran ejército bajo sus órdenes, pues poseía el don de la palabra y un corazón de hierro, y que gracias a su gran ejercito sometió poco a poco pueblos y ciudades cercanas , abarcando cada vez más territorio bajo su poder. Aquel Rey era un hombre egoísta y consideraba propio todo lo que veía, y como su vista era limitada decidió construir un palacio en la montaña más alta de la Tierra con un enorme torreón desde el cual podía abarcarlo y controlarlo todo. Desde aquel torreón divisó más pueblos y reinos y mandó conquistar a sus gentes y sus gobiernos. Pronto hizo suyo cada pueblo, ciudad y reino que divisaba desde las alturas y se proclamó Rey del Mundo. Aun así, habiendo conquistado cada hombre y mujer de la tierra, vio en los ojos de aquellas gentes el reflejo del recuerdo, escuchó las historias que contaban sobre un tiempo anterior a él y pensó que, aunque hubiera conquistado sus cuerpos debía conquistar sus mentes y corazones para poder controlarlos del todo. Así pues, mandó gobernadores, trovadores, maestros e historiadores afines a él a cada pueblo y ciudad logrando conquistar la memoria, la mente y los corazones de todos los hombres, mujeres y niños de la tierra. El recuerdo del pasado era difícil de borrar y el paso del tiempo le mostró las señales de la edad en el cuerpo, y tuvo mucho miedo, por lo cual hizo llamar a los Alquimistas más famosos de la Tierra para que encontraran la forma de controlar al tiempo y descubrir el secreto de la vida eterna. Tras varios años se le presentaron con la solución a sus demandas y contento por ello decidió llamar al Tiempo. Al cabo de unos meses el Tiempo se presentó ante el Rey que impaciente lo esperaba sentado en el trono. -Tiempo, haz de obedecerme- Le dijo el Rey. El Tiempo se rio por largo rato y le dijo; -Yo soy el Tiempo, nunca podrás controlarme pues gracias a mí la vida sigue y se multiplica, los árboles crecen y los hombres nacen y mueren, y lo único que perdura tras mi paso es el recuerdo. Jamás podrás pues eres un simple mortal y te debes a mí. - Y el Rey le mostró un reloj y una piedra blanca reluciente; - No podré controlar tu paso, pero con este artilugio conoceré tu camino y me anticiparé a tus movimientos, gracias a él controlaré el recuerdo de los hombres modificando la historia a mi beneficio y dejarás de gobernar para siempre en su memoria. Con esta piedra detendré tu avance en mí para siempre y mi cuerpo no conoceré la muerte. - El Tiempo salió del palacio sintiéndose vencido y sin propósito y erró por la tierra sin rumbo. Tras esto, los hombres perdieron la memoria y creyeron que el pasado estaba lleno de oscuridad y penurias antes de la llegada de El Rey del Mundo. Observando desde la gran torre un día El Rey del Mundo advirtió que los animales iban y venían sin control por la tierra y esto no le gustó, por lo tanto, los mandó llamar. El Lobo, protector de todos los animales se presentó ante el Rey. -Tú, Lobo, como representante de todos los animales has de someterte a mis designios pues yo soy el Rey del Mundo. - VIENTO DEL OESTE 10
  • 14. Los animales solo obedecemos a nuestra madre la Naturaleza. - Le contestó el Lobo. -Está bien, así pues la someteré y me obedeceréis.- El Lobo marchó y El Rey mandó talar los bosques y ocupar los valles, perseguir y capturar a las bestias. Muchos animales se sometieron a la voluntad del Rey y se convirtieron en sus siervos, y los que no lo hicieron huyeron por siempre de su vista ocultándose en lo profundo de las selvas y las montañas siempre perseguidos por los cazadores, los pájaros abandonaron las ciudades y dejaron de sobrevolar los valles, los peces se internaron en lo profundo de las aguas para escapar de la costa y de la linde de los ríos bajo el control absoluto del Rey del Mundo y sus pescadores. -Ahora la naturaleza me obedece- Se dijo el Rey con una sonrisa. Intranquilo todavía en su trono, pues conocía por sus Sabios de la importancia de los elementos en el devenir del mundo un día el Rey hizo llamar a uno de ellos ; La Tierra. -Tierra, has de obedecerme, pues yo soy el Señor de este Mundo.- La Tierra sorprendida le contestó ; -Yo soy la que sostiene y guarda la vida, no puedes controlarme pues yo soy el mismo Mundo.- -No podré controlarte como dices, pero sí te moldearé y te limitaré como me plazca.- Y el Rey creó las fronteras, delimitando la Tierra para sí mismo, perforó montañas y abrió valles donde antes no los había, sesgó campos enteros y creó enormes cultivos por toda la tierra donde antes había grandes valles. Y la Tierra oprimida no pudo hacer nada. Otro día el Rey observó la lluvia caer, al gran océano y a los ríos desde la torre y mandó llamar al Agua. -Agua, has de obedecerme.- -Yo soy el agua, sustento de la vida misma, ¿cómo pretendes limitarme bajo tus órdenes?- El Rey le mostró un cántaro y le dijo ; -Te limitaré y moldearé tus costas y tus ríos, crearé canales y embalses donde contenerte y decidir tú recorrido a mi antojo, te usaré en mi propio beneficio y así me servirás.- Y el Agua calló y se retiró del palacio cabizbaja. Otro día observó el poder del Fuego y le hizo llamar. El Fuego , llameante y luminoso se presentó ante el Rey que no se amedrentó ante la imagen. -Fuego, has de obedecerme.- El Fuego crepitó rabioso ante tal osadía; -Yo soy el Fuego, destructor y base de la vida , jamás podrás controlarme.- -En eso te equivocas. Te alimentaré cuando quiera y te usaré como arma de conquista y control, y si no, tu hermana el Agua te convertirá en humo.- Y el fuego se postró vencido ante él. Por último llamó al viento y este se presentó bailando en el gran salón frente al trono. -Viento, has de obedecerme, tus hermanos ya dieron buena cuenta de mi poder.- 11
  • 15. El viento lo miró curioso y sonrió; -Jamás podrás delimitarme, ni contenerme, ni usarme en tu beneficio. Yo soy el Viento y me muevo libre entre el cielo y la tierra esparciendo la vida.- El Rey no supo que decir, pues esperaba que éste se sometiera tal como el resto, y lo mandó apresar en una caja totalmente sellada, pero en el mismo momento que lo encerraron el viento desapareció sin dejar rastro ante la frustrada mirada del Rey del Mundo. El Rey del Mundo en la cima de la montaña más alta lo controlaba todo excepto al Viento, que seguía rompiendo el cristal de las ventanas, abriendo las puertas y soplando sobre sus dominios en total libertad. Furioso mandó llamar a los hombres más sabios de la tierra y los instó a crear algún aparato con el cual controlar el Viento, pero ninguno de aquellos hombres pudieron darle respuesta a su inquietud ni solucionar su demanda a pesar de sus intentos, pues el Viento seguía escapándose y moviéndose libre sobre la Tierra. El Viento seguía soplando allá donde quería, transportaba semillas desde las grandes selvas hacía los valles y amontonaba la tierra allá donde antes hubo montañas, ayudaba a los pájaros a volar en las alturas sin peligro y resguardaba a los animales salvajes de los rastreadores del Rey ocultando su rastro, derribaba las fronteras ,abría nuevos caminos y sepultaba ciudades enteras , mecía las aguas desbordando ríos y canales transportándola y dejándola caer allá donde él quería y daba fuerza al fuego para extenderse sin control sobre los cultivos. El Tiempo se prestaba de todo ello para dejar huella tras su paso en la memoria de los hombres y el Rey enfurecía cada vez más entre las paredes de su palacio. Y El Viento seguía soplando, y pronto comenzó a desenterrar los recuerdos del pasado, y los hombres y las mujeres los vieron y comenzaron a hablar y a recordar viejos tiempos. El mismo viento transportó aquellas palabras de una aldea a otra y muchas ciudades y pueblos se levantaron contra aquél Rey del Mundo. El Rey no prestó mucho caso, conociendo la causa de todo aquello seguía obsesionado con el control del Viento, y mandó a sus ejércitos para aplastar aquellas rebeliones. Muchos hombres y mujeres fueron asesinados y apresados, ciudades enteras ardieron y muchos cultivos fueron abandonados. Pero el Tiempo ayudó a los supervivientes y a sus descendientes a recordar aquella masacre , el Fuego redujo a cimientos las ciudades y segó los cultivos abandonados, así la Tierra recuperó para si los campos y sepultó bajo un manto verde las poblaciones destruidas, el Agua huyó de los pozos y los embalses y dejó de fluir por los canales ya que nadie controlaba su paso, regando toda aquella tierra por igual, y el Viento ayudó en todo el proceso a sus cuatro hermanos y avisó a los animales salvajes de que podían volver a ocupar aquellas tierras. El Rey andaba furioso de una sala a otra de su palacio en las alturas. Estaba cansado de que el viento se colara en su palacio y en todos sus asuntos. Mandó tapiar puertas y ventanas, hizo salir a todos sus sirvientes y consejeros y se encerró en aquél enorme palacio desde el cual observaba el mundo desde su torre. El Tiempo corría libremente por la Tierra aunando a sus hermanos y este pasaba para todos excepto para él, y poco a poco mientras las gentes fueron olvidando su reinado el seguía observando desde su torre empeñado en cómo poder controlar el Viento… 12
  • 16. 13 LA PLANTA Tras muchos sacrificios por fin pudo mudarse a la gran ciudad, y no a un barrio cualquiera; Se mudó a un barrio nuevo y moderno justo en el centro de aquella ciudad. Las calles estaban impolutas, limpias y brillantes bajo el sol, a la noche las luces estratégicamente colocadas iluminaban la calzada peatonal de colores vivos y cálidos creando un cuadro vivo de aquella zona. Los módulos de transporte no hacían ruido al pasar y los vecinos eran personas amables siempre sonrientes, siempre dispuestos a saludar. Su casa era como el resto de las demás casas, cuadrada de fachada gris perla, dos plantas y una puerta de entrada discreta , encajando con la estética uniforme de aquella calle sacada del futuro. Las ventanas y el gran ventanal del salón estaban situadas en la pared trasera de la casa, otorgando intimidad gracias a sus cristales reflectantes por el exterior, desde donde ,debido a la nueva disposición urbanística obligatoria de aquella ciudad, podía ver el horizonte de edificios sin que ninguno le entorpeciera la vista del cielo. Las vistas al atardecer eran magníficas, pues el techo de las casas brillaba en tonos rojizos y anaranjados como un mar de espejos gracias a las placas solares en todas ellas. Sin duda alguna estaba en un buen barrio y aquí sí que podría ser feliz. Como todos los días tras su mudanza se levantaba y se servía el café ya preparado por el sistema automático de cuidados vitales. Las tostadas, perfectamente hechas, no tardaron mucho más en aparecer sobre la mesa del salón y comenzó el hilo musical de la mañana. Sentarse a admirar el horizonte era su pasatiempo favorito, su costumbre, lo hacía cada día; A la mañana podían divisarse los drones de aquí para allá, ajetreados en repartir los pedidos y paquetes a los comercios y esto le encantaba; -"Otro nuevo día y la vida vuelve a comenzar"- Se decía mientras le daba un sorbo a su perfecto café y disfrutaba de las vistas. Aún se seguía sorprendiendo maravillado de la uniformidad de aquella ciudad, de la perfecta disposición de sus casas, de su estado tan nuevo, tan limpio, tan perfecto... Y algo le hirió la vista, algo que por primera vez rompía todo el conjunto de aquello. Pareciera que había algo sobre el tejado de una de las casas cercanas, algo que sobresalía indecentemente sobre el conjunto, era de color verde. Sí, era una planta. Una pequeña pero valiente planta de tallo fino y hojas alargadas se elevaba desafiante sobre el liso y blanco tejado de aquella vivienda. -"No puede ser"-. “¿Cómo habrá llegado hasta ahí?” “¿Cómo no me fijé antes?” Ese día no trabajó bien en la oficina, se sentía intranquilo y no sabía por qué. Tras volver a casa aquella noche no pudo evitar echar un fugaz vistazo por el ventanal, a pesar de las luces flotantes no pudo atisbarla y dio un suspiro de satisfacción. Pero a la mañana siguiente allá estaba de nuevo, creciendo pretenciosamente sobre aquél liso e impoluto tejado, y parecía más grande que el día anterior. “¿Pero cómo puede crecer ahí?” Rumiaba sus perfectas tostadas sin parar de darle vueltas a la cabeza. Demandó a la computadora que pusiera una queja a su nombre a los servicios de limpieza y cuidado civil, esa planta no podía estropearle las vistas, para él eso era inconcebible en aquella limpia y perfecta ciudad. -“Atenderemos su queja lo antes posible Señor, gracias."- Esa fue la única respuesta que obtuvo a su demanda. A la mañana siguiente con su perfecto café en la mano se dirigió hacia el ventanal, y allí seguía esa planta. Esta vez observó que un bulbo asomaba en la punta. "Maldita sea, aún no la han retirado."
  • 17. -Housecare, llama de inmediato a los servicios de limpieza y diles que esa planta sigue ahí molestando, que hagan su trabajo que para eso les pagamos todos. ... Espera espera, no les digas la última frase, cámbiala por un gracias y que tengan un buen día.- -Por supuesto Señor, espero que le gusté su café.- -El café está perfecto, como siempre.- Desayunó mirando fijamente aquella planta . "¿De dónde saca el agua?" Se acordó de que se había olvidado las tostadas sobre la mesa cuando ya estaba llegando al trabajo. Aquella noche tras un agotador día de trabajo intensivo soñó que una monstruosa planta empezaba a echar raíces en su cabeza que iban adentrándose más y más en su cuerpo… Se levantó aturdido, la alarma por algún motivo no había sonado, era tarde. Se había quedado dormido y sabía que ese día iba a ser un día difícil. El café no estaba hecho, esto le sumó aún más desidia a su mañana. No tenía tiempo de ir al ventanal y observar la maldita planta, ni quería ni podía hacerlo. Se vistió lo más rápido que pudo y salió a la calle corriendo. A la hora estaba en casa de nuevo, era su día libre y ni siquiera se había acordado de ello. Pareciera que hoy todo estaba en su contra. Mandó preparar un café , ya estaba demasiado despierto como para volver a acostarse de nuevo. Se acercó despacio hacía el ventanal e inconscientemente buscó aquél punto verde con la mirada. Aquella planta se había transformado, una flor amarilla asomaba en la punta. Una preciosa flor amarilla. Se quedó quieto, sin saber que pensar, sin saber que sentir. El café se enfrió mientras él seguía de pie mirando aquella planta y su hermosa flor, y no le importó. Mil recuerdos se arremolinaban en su memoria pugnando por captar su atención, pero él solo tenía atención para aquella planta. - Housecare, cancela todos los posibles planes que tenga para hoy.- Se sentó en el suelo del salón y siguió observando la imagen que se presentaba ante sus ojos, una leve sonrisa comenzó a dibujarse trazo a trazo en su rostro y pasaron las horas. A la mañana siguiente no fue a trabajar, ni al día siguiente, nunca más se le volvió a ver en la oficina ni en aquel vecindario impoluto y perfecto de casas gris perla. Y aquella planta en flor despareció de un día para otro , como si nunca hubiera estado allí. 14
  • 18. 15