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La psicología del misticismo
Por Cecil A. Poole, F.R.C.
Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.
La psicología se ocupa del estudio a de la conducta y de los estados mentales del ser
humano. Es incorrecto decir que hay un tipo diferente de psicología para cada estado
mental. Es decir, la psicología que se aplica a un místico no es diferente de la psicología
que se aplica a un materialista.
Aunque hay ciertas ventajas en estudiar las aplicaciones psicológicas de ciertos tipos de
conducta, en realidad sólo hay una psicología: la psicología de las cosas vivientes,
ordinariamente del hombre. Los principios generales de psicología se aplican
igualmente a cualquiera, sea cual fuere su ocupación o preparación. Al hablar de
psicología en relación con el misticismo, es mejor no tratar de concebir la personalidad
mística como una personalidad aislada o especial, sino más bien considerar al individuo
influenciado por un concepto místico.
Supondremos que un individuo que ha sentido la atracción por el estudio y las prácticas
relacionadas con el misticismo, es un ser humano normal; tiene las mismas
características fisiológicas, anatómicas y psicológicas de cualquier otro ser humano. El
estudio del misticismo, lo mismo que el estudio de cualquier otro asunto, influenciará,
naturalmente, la actitud mental y la conducta del individuo. Mientras nos ocupemos de
analizar o estudiar los estados mentales y la conducta de este individuo, tal como han
sido afectados por el misticismo, estaremos estudiando en verdad la psicología del
misticismo.
Lo que es importante recordar es que no hay forma especial de psicología que sea
especialmente mística, sino que, más bien, hay individuos que son místicos y debido a
ese estado mental, como sería también el caso con cualquier otro asunto que absorbiera
la atención del individuo, ciertas consideraciones y aplicaciones psicológicas se
aplicarán a ese individuo. Lo que sitúa al misticismo en un lugar aparte de otros asuntos,
especialmente en el mundo moderno, es su insistencia en el principio de que la intuición
y el conocimiento interior son por lo menos de igual, si no mayor importancia que la
percepción física.
El organismo físico del místico no funciona de manera diferente a como lo hace en
cualquiera otra persona. El místico emplea sus facultades de los sentidos físicos, para los
propósitos para las que fueron creadas, y también reúne en su propia mente las
percepciones y sensaciones que le llegan y ejerce su razón para disponer esas diversas
impresiones en una forma organizada y útil.
La característica que diferencia al místico del individuo especialmente materialista,
como se ha indicado, es que aquel cree y tiene en realidad, la convicción de que las
sensaciones y percepciones que recibe por sus facultades de los sentidos físicos son
solamente una parte del total de impresiones y conocimientos que puede recibir. El
místico cree en la inspiración y sitúa el empleo de la inspiración en un plano más alto
que la razón. El sabe que la razón es el funcionamiento de su propia mente objetiva. La
inspiración es el resultado de una visión interna directa en lo absoluto, hasta donde él ha
desarrollado su penetración de lo absoluto.
Es difícil que el materialista y el místico lleguen a cualquier acuerdo o puedan coincidir
en algo. Toda la filosofía de la vida, en ellos, gira en torno de posiciones diferentes. El
materialista dirige su atención exclusivamente a la manifestación del mundo objetivo
que lo rodea y a la interpretación de las percepciones y sensaciones que recibe por sus
sentidos físicos. Para el materialista nada existe, excepto lo que él percibe objetivamente.
Para él, el mundo material es la realidad final. En verdad, todo lo demás él lo desecha
como pura teoría. Cree él, y muchas veces de manera consciente, que nada existe en el
universo, excepto aquellas cosas que pueden manifestarse de manera física y verdadera
a sus sentidos físicos.
Hablar al materialista que tiene esa actitud con respecto al funcionamiento de la
intuición y de la visión interior, es tratar de llevar a su conciencia algo que no está
relacionado con su experiencia. Es casi tan imposible como tratar de explicar una
complicada fórmula matemática a un niño de escuela primaria.
Por otra parte, el místico es más tolerante con el punto de vista del materialista, de lo
que es el materialista con el místico. El verdadero místico no niega la existencia del
mundo físico u objetivo. No niega la importancia de sus cinco sentidos físicos y cree que
estos le fueron dados por el Creador para emplearlos. Para el místico, el mundo físico es
una cosa efectiva, es un estado que forma su medio ambiente en el cual debe vivir y con
el cual debe tratar constantemente, mientras viva en este mundo. Sin embargo, en este
punto el místico y el materialista separan el curso de sus pensamientos. Mientras el
materialista conviene en este punto, el místico va más lejos, y aunque reconoce todas
estas cosas, asegura que hay algo más. Para el místico hay experiencia y conocimiento
que trascienden del mundo material.
Es sumamente difícil tratar de probar esto al materialista, porque el materialista se niega
a reconocer todo lo que esté fuera del mundo físico. Sin embargo, el místico puede
señalar al materialista de criterio amplio que hay cosas no materiales que son muy
reales. El místico pudiera decir que la misma existencia de un pensamiento o una idea
son ejemplos de cosas no materiales que todo el mundo conoce por experiencia práctica.
El materialista imparcial tendrá que admitir que él tiene ideas y pensamientos.
El físico sin ideas ni pensamientos jamás podría realizar nada. Las ideas que tiene son la
inspiración hacia sus realizaciones físicas, sin embargo, esos pensamientos y esas ideas
no pueden ser percibidos con los sentidos físicos, pues sólo sus resultados son per-
ceptibles. El pensamiento y la idea son una parte del contenido de la mente del
individuo; no pueden medirse según normas físicas, no pueden verse, olerse, escucharse,
gustarse o tocarse; no son materiales, son intangibles por lo que respecta al mundo
físico.
Desde el punto de vista del místico, estos estados de la mente que todo el mundo emplea
cada día y que todo el mundo conoce bien, es muy claro que existen, por lo tanto el
místico dice: ¿No será posible que comprendamos o por lo menos creamos que en el
universo hay más cosas intangibles además de los pensamientos o ideas de nuestra
propia conciencia? Si pensamientos e ideas ocurren en la mente humana, es bastante
probable que hay mayores pensamientos y mayores ideas que trascienden de los que
existen en la mente humana, y en sí componen el estado de la mente Cósmica o la mente
de Dios.
Con este punto de vista como tesis para el concepto místico, poca cosa más puede decir
el místico para tratar de persuadir al materialista a cambiar su actitud de plena
confianza y autoridad en el mundo material. Sin embargo, el concepto del misticismo
sigue existiendo en la mente del místico, y desde este punto de partida él trata de señalar
algunos de los principios que componen sus creencias y los que apoyan el concepto que
él tiene como la verdadera filosofía de la vida.
Con el objeto de presentar una serie de conceptos místicos, pueden examinarse ahora,
desde el punto de vista de la psicología, algunos principios interesantes que forman la
base del misticismo. Ya hemos considerado algunos.
Entre estos está la comparación entre la razón y la intuición. El materialista, y, en
general, la estructura social del mundo moderno materialista, tiene gran confianza en la
razón. Se sitúa constantemente a la razón ante la estructura social moderna, como si
fuera la salvación de todas las cosas. Los hombres tratan de razonar acerca de la moral,
la ética, lo mismo que acerca de la paz y la guerra. Parecería que en millares de años de
experiencia de la raza humana al tratar de arreglar sus problemas más complejos por
medio de la razón, tengamos que renunciar a ello, porque muy pocas cosas se han
arreglado permanentemente de ese modo.
Los hombres han razonado, diciéndose que la guerra es un mal y debe evitarse; en
consecuencia, las naciones se han unido, han formulado pactos, tratados y
organizaciones voluntarias para la perpetuación de la paz. Hasta ahora, a cada una de
esas conferencias o razonamientos colectivos, ha seguido otra guerra.
Deberíamos aprender que la razón, aunque es un factor importante para el hombre en
reunir, clasificar y aplicar su conocimiento objetivo, no es finalmente una fuente de
conocimientos. Muchas personas de mentalidad imparcial convendrán en que la mayoría
de las cosas nuevas que han llegado a existir proceden de la visión interior más bien que
de la razón. Muchos sabios que han trabajado en firme durante meses o años, han resuel-
to, mediante un relámpago de visión interna, sus problemas.
En este concepto parece que tenemos un argumento fuerte en favor de la intuición, y en
oposición a la razón. Sin embargo, muchos dirán que todo se debe a la razón, que la obra
del sabio durante un largo período de tiempo ha reunido gradualmente los hechos y
principios descubiertos como resultado de un largo periodo de razonamiento, más bien
que por una comprensión interna. Sin embargo, aún en cosas de relativa importancia
menor, la mayoría de los seres humanos han tenido la experiencia de hallar una solución
a sus problemas o un medio de llevar a cabo algo, por medio de una comprensión súbita
en su mente, la cual aparentemente procede de una fuente desconocida y no ha sido
ayudada por la reflexión o el razonamiento.
La experiencia mística, esto es, los relámpagos de conocimiento intuitivo que llegan
hasta el místico, son para él mucho más importantes que su propio razonamiento. El
místico adquiere el punto de vista de que el razonamiento está a la par con todos los
fenómenos objetivos y físicos del mundo. Es decir, el hombre no puede razonar más allá
de sus propias facultades innatas.
Así, el místico cree que la razón está limitada a su propia comprensión, preparación y
experiencia y que, en realidad, está particularmente limitada por sus propios esfuerzos
finitos, mientras que toda información que venga por la intuición y la visión interior no
se debe a él mismo, sino más bien a su relación con una fuerza inherente. Debido a esa
relación, su mente recibe conocimientos de lo absoluto. Este razonamiento hace que sea
natural que el místico preste considerable atención a la manifestación del universo en
torno suyo.
El sabio materialista mira el universo y ve gran variedad de cosas; emplea su tiempo y
esfuerzo en comprender, clasificar y manejar las muchas cosas que componen su
ambiente; sus ideales pueden ser los de hacer esas cosas más útiles, el de juntar las
muchas partes del universo en diferentes combinaciones, en beneficio de la humanidad.
Es decir, para el materialista que tiene este punto de vista, el mundo es una pluralidad.
Por otra parte, el místico considera el mundo como la obra de Dios. Este concepto del
mundo es como un medio de expresión en que el hombre tiene que actuar. Por sus im-
pulsos intuitivos, el místico cree que sólo Dios es la realidad fundamental de todas las
cosas, y que por diverso y complicado que se nos presente objetivamente el universo,
hay en verdad una sola realidad absoluta y fundamental. Es por medio de nuestros
sentidos objetivos que creemos contemplar muchas cosas. El mundo que nos rodea
parece que estuviera compuesto de muchas unidades, y las unidades a su vez
compuestas de unidades menores. En la aparente confusión de las muchas cosas que
forman este mundo, parece que hubiera una pluralidad de cosas.
Desde el punto de vista del místico, todas las cosas percibidas de ese modo son
manifestaciones de una sola realidad.
Por esto es que el misticismo, en religión se inclina hacia el panteísmo, y en la filosofía
hacia el monismo. Sabiendo que su propia conciencia es de Dios y que el universo es el
atavío de Dios, una manifestación de lo absoluto, el místico no puede menos que tener
como sagrada la idea de que Dios funciona en todas las cosas, de que Dios no es una
individualidad aislada, separada de la tierra, sino la misma fuerza vitalizadora que
fluctúa y radia en todo lo que es la tierra o de la tierra. En este sentido, el místico es
panteísta; cree que Dios, aunque transciende a todas las cosas humanas y terrenales,
está todavía inmanente en las mismas cosas que son manifestación de El.
Desde el punto de vista metafísico, el místico se inclina al monismo, que es la creencia
opuesta al pluralismo, la creencia de que una sola realidad es la causa y base de todas las
cosas, con que entra en contacto. Para el pluralista hay muchas cosas y su estado de
constante estudio parece intensificar la creencia en la manifestación plural. El místico,
por otra parte, en la materia sublime como reflexiona sobre el universo, sus causas y
efectos, mira fluir en todo, como la corriente de un poderoso río, la fuerza única, la
fuerza de Dios, la fuerza cósmica, o como quiera él llamarla, que es el medio por el cual
todas las cosas, sea cual fuere su diversidad, se manifiestan en el mundo existente.
Para el místico lo absoluto es la realidad final, y sin embargo es la cosa que produce la
hoja de hierba, la roca, el hombre o cualquiera otra manifestación. La misma fuerza está
inmanente en el universo material y más allá del campo de la comprensión humana.
Finalmente, el místico dirá que como todas las cosas son de Dios, esta condición debe
abarcar al hombre y al alma del hombre como segmento íntimo de Dios. Como el alma es
la manifestación más directa de Dios de que podamos tener conciencia, hay que elevarla
a esa dignidad y comprender que es la manifestación más íntima de Dios que podamos
conocer. En este sentido, el misticismo es la única filosofía de la vida que puede
sostenerse como defensa de la dignidad del individuo.
La mayor parte de las ideologías, la mayor parte de los conceptos filosóficos y
sociológicos del hombre, rebajan el valor individual. La individualidad queda muchas
veces sumergida en el concepto erróneo de que esas creencias son para beneficio de
muchos. El materialismo sitúa la individualidad a la par de las cosas físicas transitorias,
solamente el misticismo puede sostener la dignidad inherente del alma del hombre y
puede permitir que el hombre, no sometido por la ciencia, la filosofía, la política o la
religión, quede en pie por su propio derecho como verdadero representante de su
propia relación con lo absoluto.

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Misticismo, la psicologia del sep50 - cecil a. poole, f.r.c.

  • 1. La psicología del misticismo Por Cecil A. Poole, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. La psicología se ocupa del estudio a de la conducta y de los estados mentales del ser humano. Es incorrecto decir que hay un tipo diferente de psicología para cada estado mental. Es decir, la psicología que se aplica a un místico no es diferente de la psicología que se aplica a un materialista. Aunque hay ciertas ventajas en estudiar las aplicaciones psicológicas de ciertos tipos de conducta, en realidad sólo hay una psicología: la psicología de las cosas vivientes, ordinariamente del hombre. Los principios generales de psicología se aplican igualmente a cualquiera, sea cual fuere su ocupación o preparación. Al hablar de psicología en relación con el misticismo, es mejor no tratar de concebir la personalidad mística como una personalidad aislada o especial, sino más bien considerar al individuo influenciado por un concepto místico. Supondremos que un individuo que ha sentido la atracción por el estudio y las prácticas relacionadas con el misticismo, es un ser humano normal; tiene las mismas características fisiológicas, anatómicas y psicológicas de cualquier otro ser humano. El estudio del misticismo, lo mismo que el estudio de cualquier otro asunto, influenciará, naturalmente, la actitud mental y la conducta del individuo. Mientras nos ocupemos de analizar o estudiar los estados mentales y la conducta de este individuo, tal como han sido afectados por el misticismo, estaremos estudiando en verdad la psicología del misticismo. Lo que es importante recordar es que no hay forma especial de psicología que sea especialmente mística, sino que, más bien, hay individuos que son místicos y debido a ese estado mental, como sería también el caso con cualquier otro asunto que absorbiera la atención del individuo, ciertas consideraciones y aplicaciones psicológicas se aplicarán a ese individuo. Lo que sitúa al misticismo en un lugar aparte de otros asuntos, especialmente en el mundo moderno, es su insistencia en el principio de que la intuición y el conocimiento interior son por lo menos de igual, si no mayor importancia que la percepción física. El organismo físico del místico no funciona de manera diferente a como lo hace en cualquiera otra persona. El místico emplea sus facultades de los sentidos físicos, para los propósitos para las que fueron creadas, y también reúne en su propia mente las percepciones y sensaciones que le llegan y ejerce su razón para disponer esas diversas impresiones en una forma organizada y útil. La característica que diferencia al místico del individuo especialmente materialista, como se ha indicado, es que aquel cree y tiene en realidad, la convicción de que las sensaciones y percepciones que recibe por sus facultades de los sentidos físicos son solamente una parte del total de impresiones y conocimientos que puede recibir. El místico cree en la inspiración y sitúa el empleo de la inspiración en un plano más alto que la razón. El sabe que la razón es el funcionamiento de su propia mente objetiva. La
  • 2. inspiración es el resultado de una visión interna directa en lo absoluto, hasta donde él ha desarrollado su penetración de lo absoluto. Es difícil que el materialista y el místico lleguen a cualquier acuerdo o puedan coincidir en algo. Toda la filosofía de la vida, en ellos, gira en torno de posiciones diferentes. El materialista dirige su atención exclusivamente a la manifestación del mundo objetivo que lo rodea y a la interpretación de las percepciones y sensaciones que recibe por sus sentidos físicos. Para el materialista nada existe, excepto lo que él percibe objetivamente. Para él, el mundo material es la realidad final. En verdad, todo lo demás él lo desecha como pura teoría. Cree él, y muchas veces de manera consciente, que nada existe en el universo, excepto aquellas cosas que pueden manifestarse de manera física y verdadera a sus sentidos físicos. Hablar al materialista que tiene esa actitud con respecto al funcionamiento de la intuición y de la visión interior, es tratar de llevar a su conciencia algo que no está relacionado con su experiencia. Es casi tan imposible como tratar de explicar una complicada fórmula matemática a un niño de escuela primaria. Por otra parte, el místico es más tolerante con el punto de vista del materialista, de lo que es el materialista con el místico. El verdadero místico no niega la existencia del mundo físico u objetivo. No niega la importancia de sus cinco sentidos físicos y cree que estos le fueron dados por el Creador para emplearlos. Para el místico, el mundo físico es una cosa efectiva, es un estado que forma su medio ambiente en el cual debe vivir y con el cual debe tratar constantemente, mientras viva en este mundo. Sin embargo, en este punto el místico y el materialista separan el curso de sus pensamientos. Mientras el materialista conviene en este punto, el místico va más lejos, y aunque reconoce todas estas cosas, asegura que hay algo más. Para el místico hay experiencia y conocimiento que trascienden del mundo material. Es sumamente difícil tratar de probar esto al materialista, porque el materialista se niega a reconocer todo lo que esté fuera del mundo físico. Sin embargo, el místico puede señalar al materialista de criterio amplio que hay cosas no materiales que son muy reales. El místico pudiera decir que la misma existencia de un pensamiento o una idea son ejemplos de cosas no materiales que todo el mundo conoce por experiencia práctica. El materialista imparcial tendrá que admitir que él tiene ideas y pensamientos. El físico sin ideas ni pensamientos jamás podría realizar nada. Las ideas que tiene son la inspiración hacia sus realizaciones físicas, sin embargo, esos pensamientos y esas ideas no pueden ser percibidos con los sentidos físicos, pues sólo sus resultados son per- ceptibles. El pensamiento y la idea son una parte del contenido de la mente del individuo; no pueden medirse según normas físicas, no pueden verse, olerse, escucharse, gustarse o tocarse; no son materiales, son intangibles por lo que respecta al mundo físico. Desde el punto de vista del místico, estos estados de la mente que todo el mundo emplea cada día y que todo el mundo conoce bien, es muy claro que existen, por lo tanto el místico dice: ¿No será posible que comprendamos o por lo menos creamos que en el universo hay más cosas intangibles además de los pensamientos o ideas de nuestra
  • 3. propia conciencia? Si pensamientos e ideas ocurren en la mente humana, es bastante probable que hay mayores pensamientos y mayores ideas que trascienden de los que existen en la mente humana, y en sí componen el estado de la mente Cósmica o la mente de Dios. Con este punto de vista como tesis para el concepto místico, poca cosa más puede decir el místico para tratar de persuadir al materialista a cambiar su actitud de plena confianza y autoridad en el mundo material. Sin embargo, el concepto del misticismo sigue existiendo en la mente del místico, y desde este punto de partida él trata de señalar algunos de los principios que componen sus creencias y los que apoyan el concepto que él tiene como la verdadera filosofía de la vida. Con el objeto de presentar una serie de conceptos místicos, pueden examinarse ahora, desde el punto de vista de la psicología, algunos principios interesantes que forman la base del misticismo. Ya hemos considerado algunos. Entre estos está la comparación entre la razón y la intuición. El materialista, y, en general, la estructura social del mundo moderno materialista, tiene gran confianza en la razón. Se sitúa constantemente a la razón ante la estructura social moderna, como si fuera la salvación de todas las cosas. Los hombres tratan de razonar acerca de la moral, la ética, lo mismo que acerca de la paz y la guerra. Parecería que en millares de años de experiencia de la raza humana al tratar de arreglar sus problemas más complejos por medio de la razón, tengamos que renunciar a ello, porque muy pocas cosas se han arreglado permanentemente de ese modo. Los hombres han razonado, diciéndose que la guerra es un mal y debe evitarse; en consecuencia, las naciones se han unido, han formulado pactos, tratados y organizaciones voluntarias para la perpetuación de la paz. Hasta ahora, a cada una de esas conferencias o razonamientos colectivos, ha seguido otra guerra. Deberíamos aprender que la razón, aunque es un factor importante para el hombre en reunir, clasificar y aplicar su conocimiento objetivo, no es finalmente una fuente de conocimientos. Muchas personas de mentalidad imparcial convendrán en que la mayoría de las cosas nuevas que han llegado a existir proceden de la visión interior más bien que de la razón. Muchos sabios que han trabajado en firme durante meses o años, han resuel- to, mediante un relámpago de visión interna, sus problemas. En este concepto parece que tenemos un argumento fuerte en favor de la intuición, y en oposición a la razón. Sin embargo, muchos dirán que todo se debe a la razón, que la obra del sabio durante un largo período de tiempo ha reunido gradualmente los hechos y principios descubiertos como resultado de un largo periodo de razonamiento, más bien que por una comprensión interna. Sin embargo, aún en cosas de relativa importancia menor, la mayoría de los seres humanos han tenido la experiencia de hallar una solución a sus problemas o un medio de llevar a cabo algo, por medio de una comprensión súbita en su mente, la cual aparentemente procede de una fuente desconocida y no ha sido ayudada por la reflexión o el razonamiento.
  • 4. La experiencia mística, esto es, los relámpagos de conocimiento intuitivo que llegan hasta el místico, son para él mucho más importantes que su propio razonamiento. El místico adquiere el punto de vista de que el razonamiento está a la par con todos los fenómenos objetivos y físicos del mundo. Es decir, el hombre no puede razonar más allá de sus propias facultades innatas. Así, el místico cree que la razón está limitada a su propia comprensión, preparación y experiencia y que, en realidad, está particularmente limitada por sus propios esfuerzos finitos, mientras que toda información que venga por la intuición y la visión interior no se debe a él mismo, sino más bien a su relación con una fuerza inherente. Debido a esa relación, su mente recibe conocimientos de lo absoluto. Este razonamiento hace que sea natural que el místico preste considerable atención a la manifestación del universo en torno suyo. El sabio materialista mira el universo y ve gran variedad de cosas; emplea su tiempo y esfuerzo en comprender, clasificar y manejar las muchas cosas que componen su ambiente; sus ideales pueden ser los de hacer esas cosas más útiles, el de juntar las muchas partes del universo en diferentes combinaciones, en beneficio de la humanidad. Es decir, para el materialista que tiene este punto de vista, el mundo es una pluralidad. Por otra parte, el místico considera el mundo como la obra de Dios. Este concepto del mundo es como un medio de expresión en que el hombre tiene que actuar. Por sus im- pulsos intuitivos, el místico cree que sólo Dios es la realidad fundamental de todas las cosas, y que por diverso y complicado que se nos presente objetivamente el universo, hay en verdad una sola realidad absoluta y fundamental. Es por medio de nuestros sentidos objetivos que creemos contemplar muchas cosas. El mundo que nos rodea parece que estuviera compuesto de muchas unidades, y las unidades a su vez compuestas de unidades menores. En la aparente confusión de las muchas cosas que forman este mundo, parece que hubiera una pluralidad de cosas. Desde el punto de vista del místico, todas las cosas percibidas de ese modo son manifestaciones de una sola realidad. Por esto es que el misticismo, en religión se inclina hacia el panteísmo, y en la filosofía hacia el monismo. Sabiendo que su propia conciencia es de Dios y que el universo es el atavío de Dios, una manifestación de lo absoluto, el místico no puede menos que tener como sagrada la idea de que Dios funciona en todas las cosas, de que Dios no es una individualidad aislada, separada de la tierra, sino la misma fuerza vitalizadora que fluctúa y radia en todo lo que es la tierra o de la tierra. En este sentido, el místico es panteísta; cree que Dios, aunque transciende a todas las cosas humanas y terrenales, está todavía inmanente en las mismas cosas que son manifestación de El. Desde el punto de vista metafísico, el místico se inclina al monismo, que es la creencia opuesta al pluralismo, la creencia de que una sola realidad es la causa y base de todas las cosas, con que entra en contacto. Para el pluralista hay muchas cosas y su estado de constante estudio parece intensificar la creencia en la manifestación plural. El místico, por otra parte, en la materia sublime como reflexiona sobre el universo, sus causas y efectos, mira fluir en todo, como la corriente de un poderoso río, la fuerza única, la
  • 5. fuerza de Dios, la fuerza cósmica, o como quiera él llamarla, que es el medio por el cual todas las cosas, sea cual fuere su diversidad, se manifiestan en el mundo existente. Para el místico lo absoluto es la realidad final, y sin embargo es la cosa que produce la hoja de hierba, la roca, el hombre o cualquiera otra manifestación. La misma fuerza está inmanente en el universo material y más allá del campo de la comprensión humana. Finalmente, el místico dirá que como todas las cosas son de Dios, esta condición debe abarcar al hombre y al alma del hombre como segmento íntimo de Dios. Como el alma es la manifestación más directa de Dios de que podamos tener conciencia, hay que elevarla a esa dignidad y comprender que es la manifestación más íntima de Dios que podamos conocer. En este sentido, el misticismo es la única filosofía de la vida que puede sostenerse como defensa de la dignidad del individuo. La mayor parte de las ideologías, la mayor parte de los conceptos filosóficos y sociológicos del hombre, rebajan el valor individual. La individualidad queda muchas veces sumergida en el concepto erróneo de que esas creencias son para beneficio de muchos. El materialismo sitúa la individualidad a la par de las cosas físicas transitorias, solamente el misticismo puede sostener la dignidad inherente del alma del hombre y puede permitir que el hombre, no sometido por la ciencia, la filosofía, la política o la religión, quede en pie por su propio derecho como verdadero representante de su propia relación con lo absoluto.