Turismo gastronómico, desarrollo rural y dudas, muchas dudas. Artículo de Deb...
Una almendra que agoniza. Artículo de Deborah Piña Zitrone para Manjaria
1. 7manjaria nº28. abril 2012
Un paisaje en la cocina
Por Deborah Piña Zitrone Fotografías: Miquel MassutÍ
Una almendra
que agoniza
En Mallorca, el cultivo del almendro está en peligro de extinción y
con él una de las más bellas estampas de nuestro paisaje invernal
¿Adiós, almendros en flor?
Muchos de los cultivos mediterráneos produci-
dos hoy en California fueron introducidos a fi-
nales del Sº XVIII por las misiones españolas. El
monje mallorquín Fray Junípero Serra fue uno
de los grandes artífices de este doblete evangeli-
zador, religioso y horto-frutícola. De hecho, en
memoria de estos agricultores con hábito, al-
gunas de las primeras variedades cultivadas en
esas tierras reciben el apelativo de “Mission”. Las
oscuras pretensiones de una fe globalizada han
dado paso a la también oscura globalización de
los mercados, y los extensos cultivos california-
nos demuestran con fervor que también saben de
evangelio. El caso de la almendra americana es
paradigmático. El impacto de su competencia en
la producción balear de esta fruta es una de las
principales causas de la crisis del sector. ¿Quién
le iba a decir nuestro monje de Petra que los fru-
tos que plantó en esas calurosas tierras mexica-
nas -California todavía era parte de México en
aquel entonces- colonizarían, siglos más tarde, la
isla que le vió nacer? Ironías de la historia.
En efecto, en Mallorca, el cultivo del almendro
está agónico. El alto coste de su recolección, la
competencia feroz, no tan solo de California,
sino también de otros mercados productores, y
por ende, su baja rentabilidad, están causando
la ruina del sector. Los cuidados que requiere el
árbol y el posterior procesado del fruto no com-
pensan el precio que se paga por la almendra. En
muchos casos el campo de almendros se abando-
na; en otros, se sustituye el almendro por otros
cultivos como el olivo o incluso por variedades
no alimenticias como la Paulonia, una especie
maderera de rápido crecimiento y origen chino.
La extensión cultivada de almendros se ha redu-
cido a la mitad en apenas 6 años. A este ritmo, en
menos de una década ya no quedarán campos de
almendros en la isla.
Así que nos podemos ir olvidando de la idílica
estampa invernal que ofrecen los almendros en
flor, esos blancos profetas de la primavera. La
belleza bucólica de Mallorca está íntimamente
vinculada a los cultivos y las tareas agrícolas tra-
dicionales, y sin ellos, no puede subsistir. Se trate
de almendros, de bancales -marges- o de un oli-
var; el campo no es un jardín. Su configuración
responde a unas necesidades básicas reales, al de-
sarrollo de una actividad humana milenaria, hoy
en día injustamente menospreciada: la agricultu-
ra. En este sentido, los agricultores son “guardia-
nes del paisaje” y tienen un papel fundamental en
hacer fructificar la belleza del medio rural.
Comparando con las californianas, las almen-
dras españolas en general y la mallorquina en
particular, son más nutritivas, más sabrosas y
contienen más aceite. Como son más grasas, son
muy apreciadas en repostería y en confitería. De
momento, como consumidores estamos un poco
atrapados. Primero por el tema del etiquetado
que no siempre indica el origen del producto.
Segundo, y aquí está la trampa: que “origen: Ma-
llorca” no es, ni mucho menos, garantía de que se
le haya pagado un precio justo al productor. En
la actualidad, los productores están vendiendo
la almendra por debajo del coste de producción.
Por eso, deben encontrar nuevas formas de co-
mercialización fuera de los circuitos convencio-
nales que benefician a otros. A la espera de que
eso ocurra, recomendamos al consumidor que se
informe bien acerca del origen de la almendra, y
siempre que le sea posible que compre directa-
mente al pequeño productor.
La fisionomía de Mallorca no se entiende sin su
raíz agrícola y la trama de sus cultivos tradicio-
nales como el almendro. Nuestro recetario tradi-
cional se nutre de los frutos de estos bienaventu-
rados árboles que nos alimentan y son parte de
nuestro patrimonio natural y cultural. No pode-
mos dejar que el más bello y delicioso de nues-
tros paisajes se extinga.
La belleza bucólica de
Mallorca está íntimamente
vinculada a los cultivos
y a las tareas agrícolas
tradicionales, y sin ellos, no
puede subsistir.