1. Publicado en: Observatorio de Recursos Humanos y Relaciones Laborales, Nº 3, junio 2006
Foto:Baharri http://confidenciasdeungerente.blogspot.com
Efrén Martín, gerente de y profesor de la Universidad de Deusto
www.fvmartin.net
Una serpiente empezó a perseguir a una
luciérnaga; ésta huía rápido y con miedo de la
feroz depredadora, pero la serpiente no
pensaba desistir. Huyó un día, y ella no
desistía. Dos días y nada. En el tercer día, ya
sin fuerzas, la luciérnaga paró y dijo a la
serpiente:
-“¿Puedo hacerte tres preguntas?”.
-”No acostumbro dar esta concesión a nadie,
pero como te voy a devorar, puedes
preguntar”.
-“¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?”.
-“No”.
-“¿Yo te hice algún mal?”.
-”No”.
-“Entonces, ¿por qué quieres acabar
conmigo?”.
-“Porque no soporto verte brillar”.
(Anthony de Mello, S.J.)
No he logrado descubrir el autor de la fábula,
pero mi amigo Tofol, un poeta-filósofo de la
vida, me comentaba:
“Durante la infancia, en el mismo colegio en
que todos hemos aprendido algo, el "tonto", el
que no aprende ni a la de tres, no te cae mal;
simplemente te ríes de él. El que te cae mal,
sin que te haya hecho nada, es el "lumbrera",
el que lo aprueba todo con sobresaliente. ¿Por
que? Simplemente, por envidia”.
Uno de los valores básicos humanos es la
justicia. De ella se deriva la paz y la
concordia. De su ausencia surge la violencia
(mucho se ha matado en su nombre). Pero la
justicia no es sólo cuestión de un equilibrio
objetivo entre contribución y retribución. Lo
subjetivo es también muy importante.
La envidia (una forma de agresión, más
mental que física), surge en las personas que
no soportan el brillo de otras, a quienes
atacan con cinismo y crítica. Significa
alegrase del mal ajeno y entristecerse por su
bien. Es una pérfida deformación del natural
sentido de justicia que todos tenemos; y que
anida en quienes menos aportan y merecen.
Recurren a minusvalorar el mérito de otros,
para no ser infelices por el distinto reparto de
fortuna y reconocimiento.
En nuestras empresas celebramos poco los
éxitos ajenos y en cambio se invierten
enormes cantidades de tiempo y energía en
burlarse de los errores de los menos
capacitados o inspirados. Así mismo, se
critican las ideas más afortunadas,
interpretándolas como fruto de una negativa
ambición, o profetizando lo inútil del intento.
Difícil trabajar y desarrollarse en un clima así.
Es signo de espíritus mediocres esta
conducta, y señal de un alma grande darse
cuenta a tiempo y cambiarlo. La cura a este
veneno está, curiosamente, en convertir el
objeto de envidia en admiración y difundirlo.
Porque si la envidia encoge, la admiración
expande nuestra visión de la vida.
Progresemos, reconociendo los méritos
ajenos y disculpando sus errores;
dedicándonos después a hacer realidad
nuestros propios sueños y objetivos. Para
Teresa de Calcula: ”LLaa ppeerrssoonnaa mmááss
ppeelliiggrroossaa,, llaa eennvviiddiioossaa”.