1. Si luego del primer día de clases, usted va por su hijo al jardín y le
entregan un listado de tareas de pre-matemáticas, pre sociales y hasta
pre escritura, no se asuste. Su bebé no creció durante la jornada de
clases; tampoco los maestros están abusando de sus capacidades.
Tenga en cuenta que, según los expertos, la capacidad cerebral del niño
se desarrolla casi un 70 por ciento antes de los dos años de edad. De ahí
que los centros de educación inicial organicen un currículo que se
supondría ‘muy avanzado’ -y que no lo es- para un bebé en nivel maternal
(0 a 1 año), caminadores (1 a 2 años), párvulos (2 a 3 años) o un niño en
pre jardín y jardín.
Y es que los pequeños no reciben complejas cátedras de cinco horas,
sentados en un pupitre. Mucho menos pasan la mañana frente a un televisor
o encerrados en un corral mientras llega la hora de la lonchera. Juegan e
interactúan con sus compañeros, mientras identifican nociones básicas de
matemáticas, términos del lenguaje, letras, colores, e incluso aprenden a
cocinar; todo esto atravesado por la parte socio afectiva.
“El juego es la principal herramienta para trabajar las dimensiones del
desarrollo humano (corporal, cognitiva, afectiva, comunicativa, ética,
estética, actitudinal y valorativa). Por eso el jardín o centro de
educación inicial se vale de actividades placenteras para el menor”,
comenta Graciela Rodríguez Poveda, vicepresidenta de la Organización
Mundial de Educación Preescolar para América Latina.
Así lo dictamina el Decreto 2247 de Septiembre 11 de 1997 de la
Secretaría de Educación Distrital, según el cual los procesos
curriculares se desarrollan mediante la ejecución de proyectos lúdico-
pedagógicos y actividades que tengan en cuenta la integración de tales
dimensiones, respetando los ritmos de aprendizaje.
“Al trabajar estas dimensiones o áreas, la educación del niño debe ser
aprehendida como un proceso y no como un producto. Si entra al jardín y
el interés de la profesora es que el menor lea y escriba, sin importar si
entiende o no, es verlo como producto. Y como proceso, es que a través de
la metodología empleada se desarrollen el pensamiento y los talentos, sin
importar si lee o no”, agrega la presidenta de la Asociación Colombiana
de Jardines Infantiles, Jardinco, Ruth Domínguez.
De este modo, no es descabellado que un niño de 3 años llegue a la casa
saludando en inglés o indicando las vocales que hay en los logotipos de
la bolsa del supermercado. Las nuevas metodologías de enseñanza incluyen
lúdicas con materiales próximos a ellos y que también pueden encontrar en
casa, para que allí se refuerce lo aprendido.
Actividades apropiadas dentro del currículo
La educación inicial es el período anterior a la educación formal que
recibe el niño de 0 a 5 años, en un espacio físico y con unas dinámicas
diferentes al ‘colegio grande’. A través de la metodología del juego,
facilita el aprendizaje del menor cuando ingrese a la educación
escolarizada.
“No se puede limitar a adiestrar al niño para ingresar al colegio;
tampoco anticiparse un programa escolar que no es propio para la edad. El
pequeño tiene derecho a completar su etapa pre-escolar en el jardín
infantil. Mandarlo antes al colegio grande es como matricular a un
2. muchacho en la universidad, sin terminar el bachillerato”, explican
Mariluces Amaya y Beatriz Restrepo Franco, del jardín infantil Por un
mañana.
En la educación inicial no hay asignaturas, sino áreas del desarrollo
humano; por ser formación desescolariazada, no se pierde ni repite nivel.
Tampoco se adjudica nota (la calificación es cualitativa), por la
diferencia en los ritmos de aprendizaje.
Los expertos recomiendan las actividades lúdicas que potencien y
desarrollen las dimensiones comunicativa, socioafectiva, corporal y
estética, a través de proyectos mensuales o anuales, que incluyan los
intereses del niño.
Los ejercicios deben incluir túneles y escaleras, según el nivel de
desarrollo del niño, para la motricidad gruesa. Y el modelado de acrilla
o plastilina, para trabajar la motricidad fina.
Son de igual importancia las dramatizaciones y juegos de roles, en donde
se amplía el vocabulario y se aprenden actitudes y comportamientos
básicos como saludos y buenos modales; literatura infantil, para
incentivar la imaginación, pre matemáticas, pre lenguaje y pre sociales,
para que se familiaricen con nociones y conceptos básicos de estas áreas
que verán en la educación básica, secundaria y universitaria.
“Por ejemplo, hay quienes juegan a la visita en que se toma té. Los niños
aprenden a saludar, a comportarse en la mesa, a tomar del pocillo, a
servir, etc.”, cuenta Graciela Rodríguez.
‘Mi hijo es muy pequeño, ¡no puede sumar!’
Algunos padres no consideran apropiado que su hijo aprenda nociones de
matemáticas o de idioma extranjero en el jardín infantil. Sin embargo,
las metodologías allí empleadas permiten que los niños tengan un primer
contacto con lo que verán a futuro.
“Con los niños de hasta 3 años se hacen lúdicas que desarrollan el
aspecto psicomotriz. Hay talleres en gimnasio, toman clases de culinaria
para trabajar la motricidad fina, pues desgranan arvejas y fortalecen
dedos, que sirve como preparación para el uso del lápiz y los colores”,
dice Luz Elena Guzmán, directora pedagógica del centro de desarrollo
infantil Paso a paso.
Adicionalmente, con este grupo de niños se realizan actividades
musicales, como mímicas o danzas “que permiten que expresen sus emociones
y facilitan el desarrollo del lenguaje; el ritmo va ligado a la prosodia;
y la velocidad de la música, a la del habla”, agrega Guzmán.
A partir de los 3 años, comienza el trabajo de educación inicial para
introducir a los niños en aspectos más escolares. Por ejemplo, pre
matemáticas y pre escritura. “El desarrollo de estas áreas incluye
actividades de juego y reconocimiento del entorno, para que el trabajo
sea de experiencia sensorial y no amarrado a un libro”, comenta la
educadora especial Nidia Garzón, del jardín infantil Las Abejitas.
Algunos jardines, en pre matemáticas, introducen a los niños en juegos de
lógica o rompecabezas, para que se familiaricen con tamaños, orden,
3. seriaciones y clasificaciones. Otros, prefieren los días temáticos para
incluir todos las áreas en un solo juego de roles.
Desde los 18 meses, los niños juegan con números. “Con cubos de armar,
aprender a contar, identifican colores, hacen secuencias (primero el cubo
amarillo, luego el rojo y así sucesivamente). Con el tiempo, reconocen el
número de cada cubo y aprender a contar hasta diez”, explica Juliana de
Mier, psicóloga educativa del jardín Kids explorers.
“Prematemáticas no es aprender a sumar y restar. Trabajamos un proyecto
mensual, por ejemplo, las profesiones. Un día es el panadero. Las
maestras se disfrazan amasan y hacen galletas con los niños (trabajan
motricidad fina con el amasado y modelado), socializan para los más
pequeños y entre todos cuentan los ingredientes empleados en la receta.
Los niños conocen los números, amplían el vocabulario y aprenden el
conteo mecánico”, explica Estella Eslava, directora del centro de
educación inicial Chiquitines.
También, “los niños aprenden –de acuerdo con Garzón– la parte de conteo a
través de experiencias, por ejemplo en la piscina de pelotas, en donde
cuentan, reconocen la forma geométrica y los colores”.
Leer y escribir, lejos de los libros
La educación inicial (de 0 a 3 años) incentiva el amor por la lectura,
sin necesidad de que los niños lean de un texto y escriban sobre un
papel. “Sin saber leer ni escribir –de acuerdo con Rodríguez– ellos
manejan nociones de lenguaje; hablan, escuchan y cantan; a veces plasman
algo en el papel, pues las actividades son de hacer y no de sentarse a
tomar una cátedra”.
Las alternativas empleadas por algunos centros de educación inicial y
jardines infantiles van desde lectura oral de cuentos e historias
(realizada por la maestra), hasta escritura en los ‘garabatos del niño’,
pasando por la lectura de imágenes.
Según Luz Elena Guzmán, “así los niños no sepan las letras, escriben
cartas o recetas en el taller de culinaria. Hacen sus garabatos y luego
le dicen a la maestra lo que significa para ellos. Ella nunca dice que
ahí no está escrito eso, sino que los felicita y a continuación les
señala la escritura correcta. El ejercicio se hace con palabras sencillas
y de uso cotidiano”.
Como la actividad se repite en varios talleres, “ellos imitan y asocian;
dicen: ‘mira podemos usar para banano la misma letra de balón’”, agrega
Guzmán.
La lectura de imágenes es otro mecanismo pedagógico. La maestra les
muestra las ilustraciones de un libro de cuentos y los niños describen la
escena. De igual manera, no hay que olvidar la lectura de logotipos de
marcas reconocidas y de establecimientos comerciales de la ciudad.
“Como los niños escogen uno, de acuerdo con sus gustos ya sea de la caja
de jugo, de unas papas o del supermercado al que va con sus papás, el
ejercicio facilita el aprendizaje. Se desglosan las letras y colores que
componen el logo que encuentra en el contexto en que se desenvuelve el
menor”, explica Nidia Garzón.
4. Es importante que los maestros preescolares impulsen la movilidad y
fortaleza de la mano del niño. “Primero, se trabaja la disociación, es
decir, que el niño entienda que el brazo es diferente de la mano. Él
realiza en pliegos de papel círculos y planas, y cada vez se reduce el
tamaño del papel”, comenta Juliana de Mier.
De esta forma, en el último nivel, antes de ingresar al colegio grande,
el menor sabe escribir su nombre y las vocales en hojas tamaño carta.
Propuestas adicionales
Algunos jardines cuentan con actividades opcionales como natación, tenis
y golfito (para trabajar la parte muscular y la coordinación) o inglés, a
partir de los 3 años.
“Los niños de 2 años tienen un primer contacto con canciones y palabras
bácsicas en inglés, por ejemplo, las partes del cuerpo. Con ellos se
realizan talleres para trabajar la escucha, y no la parte oral del
menor”, explica Estella Eslava, directora del centro de educación inicial
Chiquitines.
Así, los niños entienden los comandos empleados por la profesora:
siéntate (sit down), párate (stand up), lleva (carry) y trae (bring),
entre otros. “Y a los niños de 5 años, que ya emplean los comandos –por
escucharlo tantas veces de la profesora–, se les enseñan frases
estandarizadas como: teacher, how do you do? (¿profesora: cómo está?)”,
agrega Eslava.
No obstante, es necesario que los maestros de preescolar refuercen
primero la lengua materna. Cuando haya certeza de que el niño la maneja,
es hora de introducirlo a una segunda lengua.
Las clases de sistemas también son opcionales, en algunos jardines.
Emplean los computadores convencionales, en mesas bajitas para los niños.
Incluyen juegos didácticos para ejercitar la lógica y las asociaciones de
colores, formas y nombres.
Y los experimentos también son válidos en el currículo de los jardines.
Algunos maestros aprovechan el carácter curioso de los niños y hacen
talleres de exploración científica. Por ejemplo, toman flores, las miran
a través de una lupa e identifican las texturas. O reconocen el
funcionamiento de un volcán, con bicarbonato y vinagre.
También se sumergen en la piscina, en traje de baño, con una serie de
juguetes y objetos, para ver cuáles flotan y la maestra les explica por
qué.
Rocío del Pilar Bolívar
Redactora ABC del Bebé