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Instituto Universitario Nacional de Arte
Departamento de Artes del Movimiento “Maria Ruanova”
Historia Socio Cultural del Arte



                                         Eje III - Arte, vanguardia y racionalidad
                                                                                                                 Eva Camelli


La cocina de la materia

         En el presente eje temático nos proponemos reflexionar sobre la relación entre el arte, las vanguardias y la
racionalidad, como modo particular de entender y producir arte.
         En un principio el eje se planteó con el título de “Arte, élite y racionalidad”, y es propósito de estas líneas explicar el
ajuste teórico que realizó la cátedra para presentar el ejemplo que hoy nos ocupa: el arte político militante de la década del
‘60 en la Argentina.
         Revisemos brevemente los términos arte y élite:
    • Arte: entendido como elemento constitutivo del hombre, que no comprende exclusivamente al producto artístico, sino
         que abarca al proceso en el cual intervienen el/ los productores, el producto artístico y el/ los espectadores. Tiene
         una significación que excede a la comunicación (emisor- receptor), más bien contiene una sobre-dimensión
         significativa, la cual se manifiesta en una relación social entre el artista y el espectador1. El arte, así definido, se nos
         presenta como una institución social más, que circula en las diferentes culturas, y que como tal nos revela
         momentos históricos.
    • Élite: entendido como grupo reducido, cerrado y selecto que produce y difunde el arte al interior del propio grupo.

         Un ejemplo claro en donde se cristaliza la relación arte-élite es en el Renacimiento, en donde el arte contemplaba un
saber que era propiedad exclusiva de un pequeño grupo. Pero esta forma de producir arte no fue excepción del
Renacimiento, sino que es una de las características propias de la modernidad. De hecho, muchas vanguardias artísticas del
siglo XX pueden analizarse a la luz de estas conceptualizaciones.
         Como ya se mencionó, el ejemplo a tratar será el arte político militante de la década del `60. Teniendo en cuenta el
eje conceptual, el trabajo de investigación partió de la siguiente hipótesis: el arte político militante argentino de la década del
‘60 respondía a la lógica de arte-élite. Pero nos encontramos con el siguiente inconveniente: los grupos de arte político
militante, si bien eran grupos reducidos y selectos, intentaron difundir su producción artística a las clases populares,
rompiendo de este modo el vínculo cerrado que caracteriza a la élite.
         Ante esto se plantearon dos posturas: una era abandonar el ejemplo y buscar otro más “cerradito” y la otra fue
encontrarle la vuelta a este tema porque se supone interesante para la cursada. Y ganó la segunda opción: la vuelta se la
encontramos a través del concepto de vanguardia, que lo vamos a entender de la siguiente forma:
     • Vanguardia: es ruptura y avanzada al mismo tiempo. Ruptura violenta en el momento histórico de su irrupción contra
         la estética hegemónica, y avanzada que puede llegar a ser dominante en el momento posterior. Afinando el
         concepto al caso particular de la vanguardia artística de la década del ‘60, vamos a seguir la definición de R.
         Williams: vanguardia entendida como emergente, sin anticipar la direccionalidad que va a adoptar la nueva
         manifestación cultural. Mientras es emergente no se sabe si se conformará en alternativa u oposicional frente a los
         cánones hegemónicos, o si devendrá en una forma renovada de lo dominante.

         En este sentido, las manifestaciones de arte político militante serán entendidas como expresiones de vanguardia,
puesto que irrumpieron en el campo artístico de la época con una postura estética completamente diferente a la
hegemónica.
         Diversos grupos formaron parte de la vanguardia artística del ‘60. Entre ellos estaban los que aspiraban a imponerse
como arte dominante, los que planteaban un arte alternativo (por fuera de las instituciones) y los que planteaban un arte de
oposición (en contra de las instituciones). Es decir que confluyeron las tres direccionalidades en las que puede devenir el
emergente cultural de que habla Williams.
         El ejemplo se acotará al campo del cine, en particular al grupo Cine Liberación. La elección de este grupo se debe
exclusivamente a que existe mayor información y que el material fílmico que realizaron en ese momento histórico nos
permitirá un acercamiento más concreto para poder analizar esta producción artística. Particularmente la película a tratar,
“La hora de los Hornos”, y su director, Fernando Pino Solanas, funcionaron como obra y autor “ejemplo” en el ámbito del cine
militante latinoamericano de ese período. Puesto que eran la referencia obligada para hablar (hasta nuestros días) del cine
político militante. La película podía ser criticada o elogiada, pero lo que no podía era pasar desapercibida.


1
    Andruchow, Marcela: El arte como materialización del mito y la acción ritual, Material de la cátedra, 2003
2
        Si bien tomaremos el caso del cine, cabe mencionar que existieron importantes trabajos de arte político en el teatro
con el Grupo Octubre, dirigido por Norman Briski y en plástica, fundamentalmente con la muestra Tucumán Arde de 1968,
entre otros.


Contexto histórico 1966- 1973

       •    La Revolución Argentina:

         El 28 de junio de 1966 se produjo en la Argentina un golpe de Estado encabezado por el general Onganía, que
desplazó de la presidencia al presidente constitucional Illia (UCR). Si bien la historia del siglo XX del país se caracterizó por
la alternancia entre gobiernos constitucionales y gobiernos dictatoriales, la Revolución Argentina tuvo una particularidad en
relación a las anteriores dictaduras (1930 y 1955): estaba pensada a largo plazo, no se presentó como momento de
transición en el cual las Fuerzas Armadas destituyen a un gobierno constitucional para abrir a corto plazo nuevamente el
juego electoral, sino que el proyecto que tenía el golpe del ‘66 pretendía llevar adelante un proyecto político- económico
propio.
         Este gobierno estaba pensado en “tres tiempos”: el primero era el económico, que estuvo a cargo del ministro de
Economía y Trabajo Krieger Vasena. Este plan favorecía a la gran burguesía industrial, vinculada al capital transnacional, ya
que se facilitó la inversión del capital extranjero para la explotación económica en el país (las bases de este proyecto
estuvieron dadas en el gobierno de Frondizi -1958/ 1962 - con el proyecto desarrollista). El segundo tiempo sería el social,
en el cual se atendería a los sectores desfavorecidos por la política económica impartida. Y por último, en el tercer tiempo se
regularizaría el sistema político. En la realidad sólo se pudo concretar parcialmente el primer momento, puesto que el
Cordobazo, como veremos más adelante, aceleró los tiempos y provocó la retirada de Onganía.
         La primera fase del gobierno se caracterizó por un “shock” autoritario: “se disolvió el Parlamento y también los
partidos políticos, cuyos bienes fueron confiscados y vendidos, para confirmar lo irreversible de la clausura de la vida
política. (...) Los ministerios fueron reducidos a cinco, y se creó una suerte de Estado Mayor de la presidencia, integrado por
los Consejos de Seguridad, Desarrollo Económico y Ciencia y Técnica, pues en la nueva concepción el parlamento
económico y la investigación científica se consideraban insumos de la seguridad nacional”2 .
         Se implementó una fuerte represión al comunismo, y se hizo extensiva a cualquier tipo de pensamiento crítico que
se expresara por fuera de los parámetros impuestos por el gobierno. En este aspecto, el principal foco de atención lo
pusieron en la Universidad, que era vista como cuna del comunismo y de todo tipo de doctrinas disolventes y de desorden,
consideradas subversivas. Las universidades fueron intervenidas y se terminó con la autonomía académica. El 29 de julio
del ‘66, a sólo un mes del golpe de estado, la policía irrumpió en la Universidad de Buenos Aires apaleando a alumnos y
docentes, hecho que quedó escrito en la historia bajo el nombre “la noche de los bastones largos”.
         La censura se extendió a diferentes costumbres “modernas”, como por ejemplo el uso del pelo largo y de minifaldas
consideradas antesalas del comunismo. La difusión de ideas como el amor libre y el divorcio, eran entendidos por el poder
dictatorial como males sociales que atentaban contra la moral y las buenas costumbres y que, como todo mal, debía ser
extirpado del tejido social. Con este pretexto el poder del estado se hizo fuertemente presente en todos los espacios de la
vida social, gracias al incremento de las facultades de la policía y la creación de organismos a cargo de cuestiones de
seguridad y de economía dependientes del Poder Ejecutivo. Esta situación creó una atmósfera de fuerte censura que
caracterizó estos años de gobierno militar.

       •    El movimiento obrero:

         Para el año 1966 el movimiento obrero, identificado con el peronismo (proscrito desde 1955) había consolidado una
fuerte estructura sindical, la cual estaba liderada por Augusto Vandor. Este sector, estratégico en la política argentina, brindó
un apoyo tácito al golpe militar, basado en una profunda antipatía al gobierno de Illia y en la confianza puesta en los
objetivos políticos del golpe. Pero la apuesta no resultó efectiva: a pesar de su optimismo “en el lapso de un año el
movimiento gremial se encontraba desorganizado, frente a un fuerte régimen autoritario resuelto a imponer la racionalización
de la economía argentina y a modernizar el Estado”3. El nuevo gobierno suspendió toda actividad y organización política, con
el objetivo de abolir los sistemas de negociación entre el estado y diversas organizaciones sociales. En este sentido, el
gremialismo vandorista se vio duramente afectado, puesto que su estrategia consistía en aplicar la presión gremial frente a
gobiernos débiles y adversarios divididos. Al aniquilar los clásicos sistemas de negociación, Onganía sentó las bases para
conformar un Estado controlado por una élite militar y económica, que no atendió a otros grupos de interés.
         Esta situación devino en un enfrentamiento del vandorismo con el gobierno, que sumió a la cúpula sindical, y en
general a la organización gremial existente, en una profunda crisis. Esta crisis se caracterizó por la desconfianza de las
bases trabajadoras hacia sus representantes sindicales y por la aparición de un poderoso sector opositor que cuestionaba la
estructura sindical en su conjunto.
         El plan económico de Krieger Vasena afectó gravemente a la clase trabajadora. La modernización planteada a nivel
económico crearía un sector dinámico basado en las industrias de la primera etapa desarrollista de fines del ‘50 y principios
2
    Romero, Luis A.: Breve historia contemporánea de la Argentina, Fondo de Cultura Económico, Bs. As., 1994, Pág. 232.
3
    James, Daniel: Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946- 1976, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1999, Pág. 289
3
del ‘60, en donde prevalecía el capital extranjero. Este sector moderno, productor de bienes de consumo duraderos y bienes
de capital, tendría la capacidad de competir en el mercado mundial. El desarrollo de este sector se realizó en base a una
redistribución del ingreso en detrimento del sector asalariado (riguroso control estatal de los salarios) y del sector
agropecuario (reorientación de los recursos provenientes del agro), en beneficio de los empleadores urbanos. El resultado
de este plan fue una intensa concentración de recursos económicos en el polo dinámico de la economía argentina.
         El control salarial impuesto desde el estado y la veda política no eran fenómenos nuevos en la historia argentina, lo
innovador en este momento fue la concentración y centralización de un poder estatal y que no dudara en utilizarlo, mediante
el control y la represión, en contra de los sindicatos y de la clase trabajadora.
         Ante estas medidas, el problema al cual se enfrentaba la dirigencia sindical era que, por un lado, si se resistía a las
políticas gubernamentales, corría el riesgo de desaparecer como institución y, por otro lado, al no intervenir en los conflictos
existentes se exponía a perder el apoyo de sus afiliados, sobre todo de aquellos más afectados por la política oficial. La
crisis se plasmó en el congreso convocado para normalizar la CGT en marzo de 1968. Allí un grupo opositor, encabezado
por Raimundo Ongaro, criticó la incapacidad de los dirigentes para resistir las medidas tomadas por el gobierno de facto. En
este congreso quedó dividida la central gremial: Vandor y su gente se congregaron en la CGT Azopardo y el grupo opositor
asumió el nombre de CGT de los Argentinos.
         Los vandoristas (catalogados como “participacionistas”), si bien mantenían una discreta oposición a Onganía,
optaron por una estrategia pragmática y cautelosa, con el fin de recobrar apoyo al sindicato y de abrir el diálogo al gobierno.
En cambio, la CGT de los Argentinos (CGTA) mantuvo una política de clara enemistad con la dictadura, pero su existencia
será efímera. Sólo actuará tres o cuatro años, período en el que intentó crear un ámbito de convergencia entre
organizaciones sindicales y políticas del peronismo revolucionario, la izquierda no peronista y la iglesia tercermundista. La
CGTA fue también el escenario en el que se desarrollaron experiencias de militancia artística como las del pintor Ricardo
Carpani, o las del Grupo Cine Liberación, que permitió el uso permanente de la película "La hora de los hornos" (de Solanas
y Getino) como herramienta de formación y organización política.
         La CGTA participó como principal estructura de apoyo nacional a las jornadas del Cordobazo y protagonizó sus
medidas inmediatas, con la convocatoria al paro nacional para el 1º de julio de ese año, mientras la CGT Azopardo, se
echaba atrás ante las presiones del gobierno de Onganía. El enfrentamiento de la CGTA con el régimen militar se profundizó
el 30 de junio de 1969, cuando un comando ingresó en el local central de la UOM y dio muerte a Vandor. Pocas horas
después, el gobierno intervino los sindicatos integrantes de la CGTA y apresó a sus principales dirigentes. De allí en más, la
CGT entró en una etapa de luchas constantes, y en un proceso de lento desgaste de su poder organizativo. Sus dirigentes y
militantes fueron integrándose en otras formas de lucha, en organizaciones políticas y en organizaciones armadas.
         La división del movimiento gremial fue condición fundamental para lograr el orden social que impuso el onganiato.
Pero luego de tres años de un régimen que concentró los poderes represivos del estado de una forma nunca antes
experimentada, las tensiones se exacerbaron bajo esa supuesta “paz social” que el gobierno bregaba. El plan económico
había afectado a diversos sectores sociales, como comerciantes, empresarios regionales, propietarios rurales y asalariados
urbanos.

    •   El Cordobazo y el final de la Revolución Argentina:

         Al descontento de estos sectores económicos se sumó una oposición civil generalizada al autoritarismo del gobierno.
La suspensión de los canales de participación normales de la sociedad civil y política provocaron una fuerte oposición, la
cual había sido controlada y prevista por la Revolución Argentina: suponían que el plan económico y la suspensión de la vida
política provocarían resentimiento. Para paliarlo prometieron que luego de realizado con éxito el tiempo económico, los
sectores afectados tendrían mayor participación con la ejecución del tiempo social y político. Pero el proyecto estalló en
mayo de 1969.
         Al combinarse el descontento gremial y las tensiones de la sociedad civil se desembocó en una ola de
desobediencia civil generalizada. A principios de mayo de 1969 los estudiantes universitarios de Córdoba, Rosario,
Corrientes y La Plata, sector altamente atacado por la política dictatorial, se enfrentaron con la policía en una serie de
manifestaciones. En Rosario el enfrentamiento alcanzó tal intensidad que el ejército la declaró “zona de guerra”. Estos
episodios tuvieron un fuerte impacto nacional: las dos CGT proclamaron un paro para el 30 de mayo en protesta contra la
represión oficial y la política económica.
         En Córdoba estos hechos fueron particularmente intensos. A la movilización del sector universitario (muy numeroso
en esta ciudad) se sumaron las reivindicaciones gremiales particulares de las industrias de la ciudad, que llamaron a una
huelga general de 48 horas a iniciarse el 29 de mayo y que confluiría con la huelga nacional prevista para el 30 de mayo. El
29 por la mañana se produjeron enfrentamientos entre los estudiantes y la policía en el barrio Clínicas. Intervinieron los
obreros en huelga y los choques se extendieron a todo el centro de la ciudad. Al mediodía llego un columna de 4000 obreros
de industrias situadas en las afueras de la ciudad y la fuerza policial fue obligada a retirarse. Obreros y estudiantes
controlaban un área de 150 manzanas alrededor de las 13 horas. Y el ejército comenzó una operación para recuperar la
zona. Al caer la noche los manifestantes se habían retirado a los suburbios, atacando comisarías y diversos símbolos de
autoridad. El Cordobazo terminó el 31 de mayo con un saldo aproximado de 30 muertos y 500 heridos, y unas 300 personas
detenidas por los militares.
         Este episodio fue fundador de una ola de movilizaciones sociales que se prolongaron hasta 1975. Luego del
Cordobazo existieron episodios similares en Rosario en septiembre de 1969 (Rosariazo), en Cipolletti, en Río Negro,
4
nuevamente en Córdoba en 1971 (denominado viborazo), en Neuquén, en Gral. Roca y en Mendoza en julio de 1972, donde
la movilización fue muy agitada. Las explosiones urbanas se prolongaron en manifestaciones callejeras , en las cuales
participaban estudiantes universitarios, trabajadores y ciudadanos en general, creando un clima de constante ebullición
social.
         Sobre todas las cosas, el Cordobazo tuvo un gran valor simbólico en todos aquellos sectores que se identificaban
con las luchas populares. Además, estos episodios se enmarcaron en una época en que diferentes sucesos políticos
sociales en el plano internacional daban cuenta de que la revolución era posible. Entre ellos, está el Mayo Francés, revuelta
social que clamaba en contra del autoritarismo que se produjo en París en 1968. La fuerte oposición a la guerra de Vietnam
de vastos sectores sociales en diferentes lugares del mundo, criticando el poder imperialista y valorando la capacidad de
resistencia del pueblo vietnamita. La Revolución Cubana, que había triunfado en 1959, era un ejemplo para los países tercer
mundistas de que la revolución socialista era posible en Latinoamérica. La muerte del Che en Bolivia dio origen al símbolo
más fuerte de quienes luchaban de una u otra manera por la liberación. La creación del Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo en 1968, expresión argentina de una modificación importante al interior de la Iglesia.
         El contexto nacional e internacional permitían pensar que el cambio a una sociedad más justa no sólo era posible
sino inmediato, el compromiso era asumido por un numeroso conjunto heterogéneo de partidos políticos y organizaciones
guerrilleras. Las primeras organizaciones armadas habían surgido a principios de los ‘60 al calor de la experiencia cubana.
Desde el ‘67 fueron surgiendo distintos grupos (entre ellos FAP, Descamisados, FAR, FAL) pero las que llegaron a tener
mayor trascendencia fueron Montoneros, surgida del integrismo catolicista y nacionalista, que luego devino en peronista y el
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) vinculado al PRT, partido trotskista.
         Del complejo entramado de partidos y organizaciones de estos años, que se autoproclamaban vanguardia de la
movilización popular, la mayoría se identificó con el peronismo. Porque a través de este movimiento, proscrito y “resistente”,
encontraban un espacio para la contestación. La nueva generación de militantes, jóvenes que no practicaron política durante
los gobiernos peronistas, construyeron una imagen un tanto errada del general. Desde su exilio Perón dialogó con sectores
totalmente opuestos en términos políticos: mantenía un trato amistoso tanto con la extrema derecha como con la izquierda
revolucionaria.
         Con el auge de la movilización social, cada vez más identificada con el peronismo, las Fuerzas Armadas advirtieron
que debían buscar una salida al proyecto de la Revolución Argentina, que ya en estos años estaba claramente frustrado.
Onganía perdió legitimidad luego de los sucesos de 1969 y en junio de 1970 los militares lo depusieron y designaron como
presidente a Levingston, quien gobernó hasta marzo de 1971, cuando una nueva movilización en Córdoba (viborazo) lo
desestabilizó. Ante esta nueva agitación social los militares consideraron que Levingston era poco capaz de encontrar una
salida y lo reemplazaron por Lanusse. El nuevo jefe de estado anunció el restablecimiento de la actividad política y la
próxima convocatoria a elecciones subordinadas al Gran Acuerdo Nacional. De este modo las Fuerzas Armadas optaban por
una salida política para reconstruir el poder y la legitimidad del Estado. Un tema de vital importancia para los militares en
este momento fue cómo enfrentar a las organizaciones armadas y a la protesta social. Para ello se creó un fuero
antisubversivo y tribunales especiales para juzgar a los guerrilleros, y algunos sectores del estado y de las Fuerzas Armadas
iniciaron una represión ilegal (secuestro, tortura, asesinatos) de militantes de izquierda.4
         En las elecciones convocadas para el 11 de marzo de 1972 ganó el FREJULI, frente que llevaría a Cámpora al
gobierno (asume el 25 de mayo de 1973) y a Perón al poder.

    •    La confluencia entre intelectuales, artistas y obreros:

        Teniendo en cuenta todos estos cambios sucedidos en el plano socio político, es nuestro objetivo analizarlos a la luz
de las transformaciones de la producción artística de la época. La década del ‘60 se caracterizó por ser una década que
afianzó la articulación entre intelectuales, artistas y la política. Todo artista o todo intelectual debía tener una postura política
de cambio claramente definida y en base a ese proyecto político enmarcar sus obras. Es en este espacio en donde
confluyen las vanguardias artísticas con las vanguardias políticas, donde los grupos artísticos que rompen con la estética
hegemónica encuentran un marco de expresión política en determinadas organizaciones y, en base a los proyectos de las
mismas, crean sus obras.
        La idea de hacer arte en función de un cambio radical en la sociedad era una idea fuerte que circulaba en el
imaginario social de la década del ‘60. En algunos casos se llegó a pensar que no había otra forma de hacer arte en
momentos en donde se jugaba a todo o nada. En este sentido, “la historia de algunos movimientos de vanguardia es la de
una serie de intentos radicales (más o menos fallidos) de romper el aislamiento al que está condenado el arte en la sociedad
burguesa y devolverlo a la vida de los hombres, lo que muchas veces se tradujo en la utopía de fusionar el arte y la política.
Dos lógicas, la de la vanguardia artística y la vanguardia política, que ante el sentido común aparecen como incompatibles,
buscaron ser articuladas. En el campo intelectual argentino de los ‘60, ello parecía posible.”5


Bibliografía consultada
4
  Cabe destacar que el 22 de agosto de 1972 se produjo el asesinato de 16 guerrilleros en la base aeronaval de Trelew. Este hecho fue presentado por
los militares como un intento de asalto de armas de uno de los guerrilleros, pero por los testimonios de tres sobrevivientes de la llamada “masacre de
Trelew” se comprobó la falsedad del motivo de los fusilamientos. Raimundo Gleyzer llevará estos hechos al cine con el film “Ni olvido ni perdón” (1973).
5
  Mestman- Longoni: Del Di Tella a Tucumán Arde. Vanguardia artística y política en el `68 argentino, El cielo por asalto, Bs. As., 2000, Pág. 23.
5

1.   -Andruchow, Marcela: El arte como materialización del mito y la acción ritual, Material de la cátedra, 2003.
2.   -James, Daniel: Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946- 1976, Ed.
     Sudamericana, Bs. As., 1999.
3.   -Mestman- Longoni: Del Di Tella a Tucumán Arde. Vanguardia artística y política en el `68 argentino, El cielo por
     asalto, Bs. As., 2000.
4.   -Romero, Luis A.: Breve historia contemporánea de la Argentina, Fondo de Cultura Económico, Bs. As., 1994.

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  • 1. 1 Instituto Universitario Nacional de Arte Departamento de Artes del Movimiento “Maria Ruanova” Historia Socio Cultural del Arte Eje III - Arte, vanguardia y racionalidad Eva Camelli La cocina de la materia En el presente eje temático nos proponemos reflexionar sobre la relación entre el arte, las vanguardias y la racionalidad, como modo particular de entender y producir arte. En un principio el eje se planteó con el título de “Arte, élite y racionalidad”, y es propósito de estas líneas explicar el ajuste teórico que realizó la cátedra para presentar el ejemplo que hoy nos ocupa: el arte político militante de la década del ‘60 en la Argentina. Revisemos brevemente los términos arte y élite: • Arte: entendido como elemento constitutivo del hombre, que no comprende exclusivamente al producto artístico, sino que abarca al proceso en el cual intervienen el/ los productores, el producto artístico y el/ los espectadores. Tiene una significación que excede a la comunicación (emisor- receptor), más bien contiene una sobre-dimensión significativa, la cual se manifiesta en una relación social entre el artista y el espectador1. El arte, así definido, se nos presenta como una institución social más, que circula en las diferentes culturas, y que como tal nos revela momentos históricos. • Élite: entendido como grupo reducido, cerrado y selecto que produce y difunde el arte al interior del propio grupo. Un ejemplo claro en donde se cristaliza la relación arte-élite es en el Renacimiento, en donde el arte contemplaba un saber que era propiedad exclusiva de un pequeño grupo. Pero esta forma de producir arte no fue excepción del Renacimiento, sino que es una de las características propias de la modernidad. De hecho, muchas vanguardias artísticas del siglo XX pueden analizarse a la luz de estas conceptualizaciones. Como ya se mencionó, el ejemplo a tratar será el arte político militante de la década del `60. Teniendo en cuenta el eje conceptual, el trabajo de investigación partió de la siguiente hipótesis: el arte político militante argentino de la década del ‘60 respondía a la lógica de arte-élite. Pero nos encontramos con el siguiente inconveniente: los grupos de arte político militante, si bien eran grupos reducidos y selectos, intentaron difundir su producción artística a las clases populares, rompiendo de este modo el vínculo cerrado que caracteriza a la élite. Ante esto se plantearon dos posturas: una era abandonar el ejemplo y buscar otro más “cerradito” y la otra fue encontrarle la vuelta a este tema porque se supone interesante para la cursada. Y ganó la segunda opción: la vuelta se la encontramos a través del concepto de vanguardia, que lo vamos a entender de la siguiente forma: • Vanguardia: es ruptura y avanzada al mismo tiempo. Ruptura violenta en el momento histórico de su irrupción contra la estética hegemónica, y avanzada que puede llegar a ser dominante en el momento posterior. Afinando el concepto al caso particular de la vanguardia artística de la década del ‘60, vamos a seguir la definición de R. Williams: vanguardia entendida como emergente, sin anticipar la direccionalidad que va a adoptar la nueva manifestación cultural. Mientras es emergente no se sabe si se conformará en alternativa u oposicional frente a los cánones hegemónicos, o si devendrá en una forma renovada de lo dominante. En este sentido, las manifestaciones de arte político militante serán entendidas como expresiones de vanguardia, puesto que irrumpieron en el campo artístico de la época con una postura estética completamente diferente a la hegemónica. Diversos grupos formaron parte de la vanguardia artística del ‘60. Entre ellos estaban los que aspiraban a imponerse como arte dominante, los que planteaban un arte alternativo (por fuera de las instituciones) y los que planteaban un arte de oposición (en contra de las instituciones). Es decir que confluyeron las tres direccionalidades en las que puede devenir el emergente cultural de que habla Williams. El ejemplo se acotará al campo del cine, en particular al grupo Cine Liberación. La elección de este grupo se debe exclusivamente a que existe mayor información y que el material fílmico que realizaron en ese momento histórico nos permitirá un acercamiento más concreto para poder analizar esta producción artística. Particularmente la película a tratar, “La hora de los Hornos”, y su director, Fernando Pino Solanas, funcionaron como obra y autor “ejemplo” en el ámbito del cine militante latinoamericano de ese período. Puesto que eran la referencia obligada para hablar (hasta nuestros días) del cine político militante. La película podía ser criticada o elogiada, pero lo que no podía era pasar desapercibida. 1 Andruchow, Marcela: El arte como materialización del mito y la acción ritual, Material de la cátedra, 2003
  • 2. 2 Si bien tomaremos el caso del cine, cabe mencionar que existieron importantes trabajos de arte político en el teatro con el Grupo Octubre, dirigido por Norman Briski y en plástica, fundamentalmente con la muestra Tucumán Arde de 1968, entre otros. Contexto histórico 1966- 1973 • La Revolución Argentina: El 28 de junio de 1966 se produjo en la Argentina un golpe de Estado encabezado por el general Onganía, que desplazó de la presidencia al presidente constitucional Illia (UCR). Si bien la historia del siglo XX del país se caracterizó por la alternancia entre gobiernos constitucionales y gobiernos dictatoriales, la Revolución Argentina tuvo una particularidad en relación a las anteriores dictaduras (1930 y 1955): estaba pensada a largo plazo, no se presentó como momento de transición en el cual las Fuerzas Armadas destituyen a un gobierno constitucional para abrir a corto plazo nuevamente el juego electoral, sino que el proyecto que tenía el golpe del ‘66 pretendía llevar adelante un proyecto político- económico propio. Este gobierno estaba pensado en “tres tiempos”: el primero era el económico, que estuvo a cargo del ministro de Economía y Trabajo Krieger Vasena. Este plan favorecía a la gran burguesía industrial, vinculada al capital transnacional, ya que se facilitó la inversión del capital extranjero para la explotación económica en el país (las bases de este proyecto estuvieron dadas en el gobierno de Frondizi -1958/ 1962 - con el proyecto desarrollista). El segundo tiempo sería el social, en el cual se atendería a los sectores desfavorecidos por la política económica impartida. Y por último, en el tercer tiempo se regularizaría el sistema político. En la realidad sólo se pudo concretar parcialmente el primer momento, puesto que el Cordobazo, como veremos más adelante, aceleró los tiempos y provocó la retirada de Onganía. La primera fase del gobierno se caracterizó por un “shock” autoritario: “se disolvió el Parlamento y también los partidos políticos, cuyos bienes fueron confiscados y vendidos, para confirmar lo irreversible de la clausura de la vida política. (...) Los ministerios fueron reducidos a cinco, y se creó una suerte de Estado Mayor de la presidencia, integrado por los Consejos de Seguridad, Desarrollo Económico y Ciencia y Técnica, pues en la nueva concepción el parlamento económico y la investigación científica se consideraban insumos de la seguridad nacional”2 . Se implementó una fuerte represión al comunismo, y se hizo extensiva a cualquier tipo de pensamiento crítico que se expresara por fuera de los parámetros impuestos por el gobierno. En este aspecto, el principal foco de atención lo pusieron en la Universidad, que era vista como cuna del comunismo y de todo tipo de doctrinas disolventes y de desorden, consideradas subversivas. Las universidades fueron intervenidas y se terminó con la autonomía académica. El 29 de julio del ‘66, a sólo un mes del golpe de estado, la policía irrumpió en la Universidad de Buenos Aires apaleando a alumnos y docentes, hecho que quedó escrito en la historia bajo el nombre “la noche de los bastones largos”. La censura se extendió a diferentes costumbres “modernas”, como por ejemplo el uso del pelo largo y de minifaldas consideradas antesalas del comunismo. La difusión de ideas como el amor libre y el divorcio, eran entendidos por el poder dictatorial como males sociales que atentaban contra la moral y las buenas costumbres y que, como todo mal, debía ser extirpado del tejido social. Con este pretexto el poder del estado se hizo fuertemente presente en todos los espacios de la vida social, gracias al incremento de las facultades de la policía y la creación de organismos a cargo de cuestiones de seguridad y de economía dependientes del Poder Ejecutivo. Esta situación creó una atmósfera de fuerte censura que caracterizó estos años de gobierno militar. • El movimiento obrero: Para el año 1966 el movimiento obrero, identificado con el peronismo (proscrito desde 1955) había consolidado una fuerte estructura sindical, la cual estaba liderada por Augusto Vandor. Este sector, estratégico en la política argentina, brindó un apoyo tácito al golpe militar, basado en una profunda antipatía al gobierno de Illia y en la confianza puesta en los objetivos políticos del golpe. Pero la apuesta no resultó efectiva: a pesar de su optimismo “en el lapso de un año el movimiento gremial se encontraba desorganizado, frente a un fuerte régimen autoritario resuelto a imponer la racionalización de la economía argentina y a modernizar el Estado”3. El nuevo gobierno suspendió toda actividad y organización política, con el objetivo de abolir los sistemas de negociación entre el estado y diversas organizaciones sociales. En este sentido, el gremialismo vandorista se vio duramente afectado, puesto que su estrategia consistía en aplicar la presión gremial frente a gobiernos débiles y adversarios divididos. Al aniquilar los clásicos sistemas de negociación, Onganía sentó las bases para conformar un Estado controlado por una élite militar y económica, que no atendió a otros grupos de interés. Esta situación devino en un enfrentamiento del vandorismo con el gobierno, que sumió a la cúpula sindical, y en general a la organización gremial existente, en una profunda crisis. Esta crisis se caracterizó por la desconfianza de las bases trabajadoras hacia sus representantes sindicales y por la aparición de un poderoso sector opositor que cuestionaba la estructura sindical en su conjunto. El plan económico de Krieger Vasena afectó gravemente a la clase trabajadora. La modernización planteada a nivel económico crearía un sector dinámico basado en las industrias de la primera etapa desarrollista de fines del ‘50 y principios 2 Romero, Luis A.: Breve historia contemporánea de la Argentina, Fondo de Cultura Económico, Bs. As., 1994, Pág. 232. 3 James, Daniel: Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946- 1976, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1999, Pág. 289
  • 3. 3 del ‘60, en donde prevalecía el capital extranjero. Este sector moderno, productor de bienes de consumo duraderos y bienes de capital, tendría la capacidad de competir en el mercado mundial. El desarrollo de este sector se realizó en base a una redistribución del ingreso en detrimento del sector asalariado (riguroso control estatal de los salarios) y del sector agropecuario (reorientación de los recursos provenientes del agro), en beneficio de los empleadores urbanos. El resultado de este plan fue una intensa concentración de recursos económicos en el polo dinámico de la economía argentina. El control salarial impuesto desde el estado y la veda política no eran fenómenos nuevos en la historia argentina, lo innovador en este momento fue la concentración y centralización de un poder estatal y que no dudara en utilizarlo, mediante el control y la represión, en contra de los sindicatos y de la clase trabajadora. Ante estas medidas, el problema al cual se enfrentaba la dirigencia sindical era que, por un lado, si se resistía a las políticas gubernamentales, corría el riesgo de desaparecer como institución y, por otro lado, al no intervenir en los conflictos existentes se exponía a perder el apoyo de sus afiliados, sobre todo de aquellos más afectados por la política oficial. La crisis se plasmó en el congreso convocado para normalizar la CGT en marzo de 1968. Allí un grupo opositor, encabezado por Raimundo Ongaro, criticó la incapacidad de los dirigentes para resistir las medidas tomadas por el gobierno de facto. En este congreso quedó dividida la central gremial: Vandor y su gente se congregaron en la CGT Azopardo y el grupo opositor asumió el nombre de CGT de los Argentinos. Los vandoristas (catalogados como “participacionistas”), si bien mantenían una discreta oposición a Onganía, optaron por una estrategia pragmática y cautelosa, con el fin de recobrar apoyo al sindicato y de abrir el diálogo al gobierno. En cambio, la CGT de los Argentinos (CGTA) mantuvo una política de clara enemistad con la dictadura, pero su existencia será efímera. Sólo actuará tres o cuatro años, período en el que intentó crear un ámbito de convergencia entre organizaciones sindicales y políticas del peronismo revolucionario, la izquierda no peronista y la iglesia tercermundista. La CGTA fue también el escenario en el que se desarrollaron experiencias de militancia artística como las del pintor Ricardo Carpani, o las del Grupo Cine Liberación, que permitió el uso permanente de la película "La hora de los hornos" (de Solanas y Getino) como herramienta de formación y organización política. La CGTA participó como principal estructura de apoyo nacional a las jornadas del Cordobazo y protagonizó sus medidas inmediatas, con la convocatoria al paro nacional para el 1º de julio de ese año, mientras la CGT Azopardo, se echaba atrás ante las presiones del gobierno de Onganía. El enfrentamiento de la CGTA con el régimen militar se profundizó el 30 de junio de 1969, cuando un comando ingresó en el local central de la UOM y dio muerte a Vandor. Pocas horas después, el gobierno intervino los sindicatos integrantes de la CGTA y apresó a sus principales dirigentes. De allí en más, la CGT entró en una etapa de luchas constantes, y en un proceso de lento desgaste de su poder organizativo. Sus dirigentes y militantes fueron integrándose en otras formas de lucha, en organizaciones políticas y en organizaciones armadas. La división del movimiento gremial fue condición fundamental para lograr el orden social que impuso el onganiato. Pero luego de tres años de un régimen que concentró los poderes represivos del estado de una forma nunca antes experimentada, las tensiones se exacerbaron bajo esa supuesta “paz social” que el gobierno bregaba. El plan económico había afectado a diversos sectores sociales, como comerciantes, empresarios regionales, propietarios rurales y asalariados urbanos. • El Cordobazo y el final de la Revolución Argentina: Al descontento de estos sectores económicos se sumó una oposición civil generalizada al autoritarismo del gobierno. La suspensión de los canales de participación normales de la sociedad civil y política provocaron una fuerte oposición, la cual había sido controlada y prevista por la Revolución Argentina: suponían que el plan económico y la suspensión de la vida política provocarían resentimiento. Para paliarlo prometieron que luego de realizado con éxito el tiempo económico, los sectores afectados tendrían mayor participación con la ejecución del tiempo social y político. Pero el proyecto estalló en mayo de 1969. Al combinarse el descontento gremial y las tensiones de la sociedad civil se desembocó en una ola de desobediencia civil generalizada. A principios de mayo de 1969 los estudiantes universitarios de Córdoba, Rosario, Corrientes y La Plata, sector altamente atacado por la política dictatorial, se enfrentaron con la policía en una serie de manifestaciones. En Rosario el enfrentamiento alcanzó tal intensidad que el ejército la declaró “zona de guerra”. Estos episodios tuvieron un fuerte impacto nacional: las dos CGT proclamaron un paro para el 30 de mayo en protesta contra la represión oficial y la política económica. En Córdoba estos hechos fueron particularmente intensos. A la movilización del sector universitario (muy numeroso en esta ciudad) se sumaron las reivindicaciones gremiales particulares de las industrias de la ciudad, que llamaron a una huelga general de 48 horas a iniciarse el 29 de mayo y que confluiría con la huelga nacional prevista para el 30 de mayo. El 29 por la mañana se produjeron enfrentamientos entre los estudiantes y la policía en el barrio Clínicas. Intervinieron los obreros en huelga y los choques se extendieron a todo el centro de la ciudad. Al mediodía llego un columna de 4000 obreros de industrias situadas en las afueras de la ciudad y la fuerza policial fue obligada a retirarse. Obreros y estudiantes controlaban un área de 150 manzanas alrededor de las 13 horas. Y el ejército comenzó una operación para recuperar la zona. Al caer la noche los manifestantes se habían retirado a los suburbios, atacando comisarías y diversos símbolos de autoridad. El Cordobazo terminó el 31 de mayo con un saldo aproximado de 30 muertos y 500 heridos, y unas 300 personas detenidas por los militares. Este episodio fue fundador de una ola de movilizaciones sociales que se prolongaron hasta 1975. Luego del Cordobazo existieron episodios similares en Rosario en septiembre de 1969 (Rosariazo), en Cipolletti, en Río Negro,
  • 4. 4 nuevamente en Córdoba en 1971 (denominado viborazo), en Neuquén, en Gral. Roca y en Mendoza en julio de 1972, donde la movilización fue muy agitada. Las explosiones urbanas se prolongaron en manifestaciones callejeras , en las cuales participaban estudiantes universitarios, trabajadores y ciudadanos en general, creando un clima de constante ebullición social. Sobre todas las cosas, el Cordobazo tuvo un gran valor simbólico en todos aquellos sectores que se identificaban con las luchas populares. Además, estos episodios se enmarcaron en una época en que diferentes sucesos políticos sociales en el plano internacional daban cuenta de que la revolución era posible. Entre ellos, está el Mayo Francés, revuelta social que clamaba en contra del autoritarismo que se produjo en París en 1968. La fuerte oposición a la guerra de Vietnam de vastos sectores sociales en diferentes lugares del mundo, criticando el poder imperialista y valorando la capacidad de resistencia del pueblo vietnamita. La Revolución Cubana, que había triunfado en 1959, era un ejemplo para los países tercer mundistas de que la revolución socialista era posible en Latinoamérica. La muerte del Che en Bolivia dio origen al símbolo más fuerte de quienes luchaban de una u otra manera por la liberación. La creación del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo en 1968, expresión argentina de una modificación importante al interior de la Iglesia. El contexto nacional e internacional permitían pensar que el cambio a una sociedad más justa no sólo era posible sino inmediato, el compromiso era asumido por un numeroso conjunto heterogéneo de partidos políticos y organizaciones guerrilleras. Las primeras organizaciones armadas habían surgido a principios de los ‘60 al calor de la experiencia cubana. Desde el ‘67 fueron surgiendo distintos grupos (entre ellos FAP, Descamisados, FAR, FAL) pero las que llegaron a tener mayor trascendencia fueron Montoneros, surgida del integrismo catolicista y nacionalista, que luego devino en peronista y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) vinculado al PRT, partido trotskista. Del complejo entramado de partidos y organizaciones de estos años, que se autoproclamaban vanguardia de la movilización popular, la mayoría se identificó con el peronismo. Porque a través de este movimiento, proscrito y “resistente”, encontraban un espacio para la contestación. La nueva generación de militantes, jóvenes que no practicaron política durante los gobiernos peronistas, construyeron una imagen un tanto errada del general. Desde su exilio Perón dialogó con sectores totalmente opuestos en términos políticos: mantenía un trato amistoso tanto con la extrema derecha como con la izquierda revolucionaria. Con el auge de la movilización social, cada vez más identificada con el peronismo, las Fuerzas Armadas advirtieron que debían buscar una salida al proyecto de la Revolución Argentina, que ya en estos años estaba claramente frustrado. Onganía perdió legitimidad luego de los sucesos de 1969 y en junio de 1970 los militares lo depusieron y designaron como presidente a Levingston, quien gobernó hasta marzo de 1971, cuando una nueva movilización en Córdoba (viborazo) lo desestabilizó. Ante esta nueva agitación social los militares consideraron que Levingston era poco capaz de encontrar una salida y lo reemplazaron por Lanusse. El nuevo jefe de estado anunció el restablecimiento de la actividad política y la próxima convocatoria a elecciones subordinadas al Gran Acuerdo Nacional. De este modo las Fuerzas Armadas optaban por una salida política para reconstruir el poder y la legitimidad del Estado. Un tema de vital importancia para los militares en este momento fue cómo enfrentar a las organizaciones armadas y a la protesta social. Para ello se creó un fuero antisubversivo y tribunales especiales para juzgar a los guerrilleros, y algunos sectores del estado y de las Fuerzas Armadas iniciaron una represión ilegal (secuestro, tortura, asesinatos) de militantes de izquierda.4 En las elecciones convocadas para el 11 de marzo de 1972 ganó el FREJULI, frente que llevaría a Cámpora al gobierno (asume el 25 de mayo de 1973) y a Perón al poder. • La confluencia entre intelectuales, artistas y obreros: Teniendo en cuenta todos estos cambios sucedidos en el plano socio político, es nuestro objetivo analizarlos a la luz de las transformaciones de la producción artística de la época. La década del ‘60 se caracterizó por ser una década que afianzó la articulación entre intelectuales, artistas y la política. Todo artista o todo intelectual debía tener una postura política de cambio claramente definida y en base a ese proyecto político enmarcar sus obras. Es en este espacio en donde confluyen las vanguardias artísticas con las vanguardias políticas, donde los grupos artísticos que rompen con la estética hegemónica encuentran un marco de expresión política en determinadas organizaciones y, en base a los proyectos de las mismas, crean sus obras. La idea de hacer arte en función de un cambio radical en la sociedad era una idea fuerte que circulaba en el imaginario social de la década del ‘60. En algunos casos se llegó a pensar que no había otra forma de hacer arte en momentos en donde se jugaba a todo o nada. En este sentido, “la historia de algunos movimientos de vanguardia es la de una serie de intentos radicales (más o menos fallidos) de romper el aislamiento al que está condenado el arte en la sociedad burguesa y devolverlo a la vida de los hombres, lo que muchas veces se tradujo en la utopía de fusionar el arte y la política. Dos lógicas, la de la vanguardia artística y la vanguardia política, que ante el sentido común aparecen como incompatibles, buscaron ser articuladas. En el campo intelectual argentino de los ‘60, ello parecía posible.”5 Bibliografía consultada 4 Cabe destacar que el 22 de agosto de 1972 se produjo el asesinato de 16 guerrilleros en la base aeronaval de Trelew. Este hecho fue presentado por los militares como un intento de asalto de armas de uno de los guerrilleros, pero por los testimonios de tres sobrevivientes de la llamada “masacre de Trelew” se comprobó la falsedad del motivo de los fusilamientos. Raimundo Gleyzer llevará estos hechos al cine con el film “Ni olvido ni perdón” (1973). 5 Mestman- Longoni: Del Di Tella a Tucumán Arde. Vanguardia artística y política en el `68 argentino, El cielo por asalto, Bs. As., 2000, Pág. 23.
  • 5. 5 1. -Andruchow, Marcela: El arte como materialización del mito y la acción ritual, Material de la cátedra, 2003. 2. -James, Daniel: Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946- 1976, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1999. 3. -Mestman- Longoni: Del Di Tella a Tucumán Arde. Vanguardia artística y política en el `68 argentino, El cielo por asalto, Bs. As., 2000. 4. -Romero, Luis A.: Breve historia contemporánea de la Argentina, Fondo de Cultura Económico, Bs. As., 1994.