El documento resume la película El Cristo prohibido del escritor y director Curzio Malaparte. La película fue la única experiencia cinematográfica de Malaparte y aborda temas como el simbolismo de la muerte y el primitivismo a través de las construcciones paratácticas y la aspereza de las relaciones humanas. La película también explora la idea de que aunque todos mueran, solo aquellos que se sacrifican voluntariamente por los demás pueden salvar el mundo, representado por el personaje de Antonio que se entrega por

1. Curzio Malaparte, El Cristo prohibido
Prof. José Manuel Losada Goya
Universidad Complutense (Madrid)
jlosada@ucm.es
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Cuando en 1953 dirige esta película, Malaparte ya es un escritor conocido, sobre todo
gracias a Kaputt (1943) y La piel (1945). En la primera de estas obras aparece como un
moralista, echando jarros de agua fría sobre los entusiasmos de la victoria que se
avecina; en la segunda describe un mundo degradado, entregado a los sentidos y
olvidado del espíritu. Posteriormente vería la luz Malditos toscanos (1952), cuyos
derechos utilizó para condonar la deuda contraída con motivo de su revista musical
Sexophone. Ya antes había conocido fracasos, aunque algo más mitigados: Du côté de
chez Proust (1948, por la compañía de Pierre Fresnay) y Das Kapital (1948, por la de
Pierre Dux), no cosecharon el éxito en sus representaciones parisinas de La Michodière
y el Théâtre de Paris respectivamente.
Il Cristo proibito fue la única experiencia cinematográfica del toscano Malaparte
(1898-1957), pero fue global, puesto que tomó a su cargo dirección, guión, decorados y
música. El fracaso que conoció en Italia fue equilibrado por el éxito que obtuvo en
Francia.
Yo destacaría en esta obra el simbolismo mortuorio: el padre inválido, el juego
roto, la ternera degollada, el espejo, la calavera, las máscaras y la procesión de la Cruz.
Todo recuerda la muerte de los ciudadanos y la muerte del hermano; mientras los
amigos procuran conjurar el recuerdo de la primera, la familia hace lo propio con la
segunda. Y el protagonista continúa sin comprender el misterio de todo, el destino que
le atenaza y que enmarca la película en una atmósfera trágica.
Paralelamente realzaría el primitivismo: las construcciones paratácticas (no
subordinadas), la aspereza y sequedad del trato humano, los acordes musicales en el
“Juego de la Cruz”, la primera gran aparición del maestro Antonio, que se yergue como
un vidente tras comprender la sed vengativa que padece su amigo, ahora agravada a la
vista de su primer amor (también primitivo), porque Nella, hermana del homicida, ha
sufrido más que nadie y ha quedado atemorizada para siempre.
Aquella ciudad de allá abajo, en el borde de aquel mar cubierto de una corteza
brillante, bajo un cielo ensombrecido por nubes de tormenta, estaba poblada no de
inocentes y culpables, de vencedores y vencidos, sino de hombres vivos, errando en
busca de un poco de aliento, y de hombres muertos sepultados bajo los escombros
de sus casas. Allá abajo, hasta donde alcanzaba mi vista, millares y millares de
cadáveres llenaban la tierra. (La piel)
Este párrafo de Nápoles tras la guerra pone de relieve la inutilidad de la vida. En estilo
próximo al existencialismo, Malaparte reflexiona sobre la esterilidad de toda vida
humana reducida a la mera subsistencia animal. El texto continúa:
No hubieran sido más que carne podrida si no hubiese habido entre ellos alguien que
se hubiese sacrificado por los demás para salvar el mundo, para que todos aquéllos
que, inocentes o culpables, vencedores o vencidos, habían sobrevivido a estos años
de lágrimas y sangre, no tuviesen que avergonzarse de ser hombres.
Entre los millares y millares de cadáveres de hombres muertos había seguramente el
cadáver de un Cristo. ¿Qué hubiera sido del mundo, de todos nosotros, si entre
tantos muertos no hubiese habido un Cristo?

2. Aquí está, a mi entender, la clave explicativa del Cristo prohibido. Todos mueren, pero
sólo los voluntarios, con su propio sacrificio, pueden salvar el mundo. La película
expone la dignidad del hombre que, siendo inocente, se entrega libremente al dolor y la
muerte por la salvación de los demás. Ahí está la sublimidad de Antonio, solitario en su
torreón en lo alto de una colina, como el Cristo de la Cruz.