Los cambios en la revolución digital e informática han permitido un crecimiento geométrico de la genética y le han dado al hombre un control deliberado sobre las formas de vida. Esto habrá de originar profundas transformaciones en la política, la economía, la ética y la religión.
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La revolucion del conocimiento
1. LA REVOLUCION DEL CONOCIMIENTO
Los cambios en la revolución digital e informática han permitido un crecimiento
geométrico de la genética y le han dado al hombre un control deliberado sobre las
formas de vida. Esto habrá de originar profundas transformaciones en la política,
la economía, la ética y la religión.
A partir de la Revolución Industrial, y con la aceleración de la revolución del
conocimiento, los beneficios no se generaron de manera uniforme en todo el
mundo, y el incremento selectivo de la productividad amplió la brecha entre los
países ricos y los pobres. En el año 1750 la diferencia entre los países ricos y los
pobres era de 5 veces, mientras que para el año 2000 la brecha se había
ensanchado a 390 veces.
Pero, ¿es casual esta diferenciación entre sociedades cuya riqueza va en
aumento y otras que son cada vez más pobres? La contracara necesaria de toda
revolución tecnológica es, sin duda, la evolución hacia reglas de juego
generadoras de comportamientos que favorezcan la libertad, promuevan la
innovación y aseguren el goce del fruto del esfuerzo.
Douglass North, Premio Nobel de Economía de 1993, define las instituciones
como las "reglas de juego formales e informales" predominantes en una sociedad.
Son estas reglas de juego las que establecen la estructura de incentivos que
determina la eficiencia o ineficiencia en la organización de las sociedades.
Además, con el paso del tiempo, la Revolución Industrial y la del conocimiento han
permitido no sólo un enorme crecimiento de la población mundial, de 1.000
2. millones en 1800 a 6.000 millones en 2000, sino que además han duplicado la
expectativa de vida de 30 a 65 años y han reducido la mortalidad infantil a un 70%
de lo que era hace 100 años.
LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA:
En esta revolución hemos asistido a la introducción de la computación, del
software, de Internet y de la telefonía celular, con una reducción drástica en sus
precios a medida que se difundía su uso. La primera computadora IBM, en 1970,
tenía un valor de US$ 4,7 millones, mientras que hoy una "laptop" cuesta
US$ 900, con una capacidad 13 veces mayor. Lo mismo ocurrió con los celulares,
cuyo valor en 1984 era de US$ 4195, y hoy cuestan US$ 40.
También se ha demostrado que la posesión de mayores recursos naturales no
significa mayor riqueza. La Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia y México son
países con grandes recursos naturales, pero su ingreso per cápita es, en
promedio, el 10 por ciento del ingreso per cápita de países pequeños que carecen
de recursos naturales, como Dinamarca, Bélgica, Holanda e Irlanda.
LA REVOLUCIÓN GENÉTICA:
En resumen, el motor de esta revolución será el desarrollo genético favorecido por
el avance que ha tenido lugar en las áreas digital e informática para procesar
datos. Aquellos países que no lo entiendan se alejarán cada vez más de su
potencial como creadores de riqueza
3. ¿Qué significa la revolución del conocimiento?
Desde hace miles de años la mente humana como instrumento que nos permite
percibir el mundo funciona fundamentalmente mediante un mecanismo de
analogía o comparativa que establece una memoria experiencial como base del
conocimiento de las cosas. Este mecanismo ha permitido el avance desde el
animal al humano, y en consecuencia está tan íntimamente instalado en nuestra
forma de contacto mental con la realidad que nos cuesta concebir alguna otra
forma de relación con los objetos, hasta el punto de negar la posibilidad de un
contacto directo con la verdad de las cosas y relegando esta opción a una
“experiencia paranormal” no justificable ni verificable por medio alguno. Esta
negación nos condena a un conocimiento menor, y sobre todo aborta las
posibilidades de que la vía intuitiva sea desarrollada sin riesgo de hacerse esclava
de una manipuladora emocionalidad partidista de nuestros intereses personales.
La revolución del conocimiento nos abre la posibilidad a un tránsito desde una
forma de contacto con los objetos indirecto a uno directo.