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Domingo de Soto en el origen
                    de la ciencia moderna
                                 JUAN JOSÉ PÉREZ CAMACHO
                                            (C.S.I.C.)
                                      IGNACIO SoLs LUCÍA
                                (Universidad Complutense)




     Ha transcurrido casi un siglo desde que Pierre Duhem escribiera sus en-
sayos sobre ‘<Domingo de Soto y la Escolástica de París» . Duhem fue pione-
ro en el análisis de la influencia de Soto en el origen de la ciencia moderna.
Desde entonces han sido escasos los trabajos que han tratado la aportación a
la física del ilustre segoviano.
     Alexandre Koyré, en un ensayo sobre la ciencia en el Renacimiento 2, se
refirió al enigma de Domingo de Soto. Soto, en el pasaje más citado de sus
Quaesíiones 3 sobre los ocho libros de la física de Aristóteles, asocia el con-
cepto de movimiento uniformemente acelerado (unijórmiter disformis, según
la expresión derivada de los Ca/ca/atores de Oxford) con la caída de los cuer-
pos, e indica que la distancia recorrida por el grave puede ser calculada a
partir del tiempo transcurrido empleando el Teorema de la Velocidad Media
del Merton College. El enigma de Domingo de Soto se puede expresar en
dos preguntas: ¿cómo supo que el movimiento) de los cuerpos pesados en caí-

        P. Duliem, ‘Dominique Soto et la escotastique parisienne>’, Butíetin l-lispanique, vol. t2
(1910). vol. 13 (191 1) y voL 14 (1912).
    2   A. Koyré en René Taton (editor), «Historie générale des sciences”, vol. 11, p. 96; edición
inglesa:”History of Scicnce”, traducido por A. J. Pomerans, Nueva York. Basic Books. 1964.
    ~~1). Soto, Super Octo Libros Physicorurn Aristotelis”, Comentarios y Cuestiones. La pri-
mera edición se publicó incompleta en 1545: faltaban las cuestiones al libro octavo, y dos cues-
tiones al libro séptimo. quc aparecieron en la edición de 155 t. Citaremos empleando la cdi-
clon tercera. de 1572,

 RcvÑa de l-ilosofla, 3.’ época, vol. vii (1994), núm. 12, págs. 27-49. Editorial Complutense. Madrid.
456                    Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lacia

da libre es uniformemente disforme con respecto al tiempo?, ¿cómo pudo
ser transmitido este conocimiento a Galileo, quien es celebrado por haber
mantenido una enseñanza similar al menos cincuenta años después de
Soto?
    La primera cuestión interesó a Koyré y fue objeto de una investigación
que William A. Wallace —siguiendo su orientación— publicó ~en 1968. La
segunda no fue formulada por Koyré, pero es el mareo que sitúa el conte-
nido de sus Etudes Ga/iléennes ~.
    Con las dos caras de este enigma nos enfrentaremos en la primera par-
te de este ensayo. En la segunda parte destacaremos otro aspecto de la físi-
ca de Domingo de Soto, que ha sido pasado por alto hasta ahora, pero que
a la luz de sus conocimientos sobre el movimiento uniformemente acelera-
do adquiere una significación más profunda. Nos referimos al concepto de
«Resistentia Interna». Como explicaremos, constituye un antecedente indu-
dable de la Resistanza Interna dt Galileo, y se encuentra muy próximo a la
masa inercial de Newton. En este trabajo nos limitaremos a las Quaestiones
de Soto sobre el séptimo libro de la Física de Aristóteles. Esperamos poder
realizar un tratamiento más amplio de su Física en otro lugar.


Descripción de las Quaesdones sobre el séptimo libro de la Física

     Soto formula cuatro cuestiones. La primera, «Si en el universo es nece-
sano que el motor y lo movido sean simultáneos» 6, es respondida de for-
ma negativa al recordar que el fuego calienta el agua sin tocarla, el imán
atrae al hierro a distancia, y el grave es movido por/a tierra sin estar en con-
tacto con ella, al igual que la flecha no está en contacto con quien la lanzó.
Las dos últimas afirmaciones adquieren su verdadero relieve dentro de la
teoría del impetus que Soto explica y defiende en las cuestiones al libro oc-
tavo.
     En la segunda, «Si cualesquiera dos movimientos son comparables en-
tre sí» ~, recuerda que la velocidad del movimiento recto atiende a la longi-

        W. A. Wallace, “The Enigma of Domingo de Soto: Urnfornziter Di.~forniis and Falling Bo-
diesen Late Medieval Physics>, ISIS 59(1968), Pp. 384-401.
        A. Koyré, «Etudes Galfléennes”, París: Herman & Cíe, 1939; versión inglesa: «Galileo
Studics”, J. Mephan, Atiantie l-Iihglands, N. J. Humanities Press, 1978.
     « ‘<Utrum in universum nessesartum sít movens & motum esse simulo, D. Soto, Quaestiones
lib. VII q. 1, fol. 87, col, e.
         Utrum motus quicunque atii motui sit comparabilis’ Quaestiones lib. VII q. II, fol. 89.
col, a.
I)omingo e/e Soto en el origen de la ciencia moderna                   457

tud del espacio recorrido en cierto tiempo, mientras la velocidad del movimien-
to circular atiende a la cantidad de ángulo descrito en cierto tiempo alrededor
del centro.
     Los fragmentos más citados de la física de Soto se encuentran en la tercera
cuestión. Aparece precedida de una disgresión aritmética sobre las proporcio-
nes. al modo de una introducción matemática sobre la que basará gran parte de
sus argumento>s. Al definir el concepto de proporción sigue a Boecio, quien en
el siglo vi recopiló trabajos elementales de Geometría, Aritmética, Astronomía
y Música, basándose en Euclides, Nicómaco y Ptolomeo. Proporción no es sino
la razón entre las cantidades.
     Como sorn dos las vías del conocimiento —según la doctrina aristotélica—,
dos deben ser los aspectos estudiados acerca del movimiento. La primera vía de
conocimiento es por el efecto>, y al efecto del movimiento dedica Soto el primer
lugar en la cuestion tercera, «Si la velocidad del movimiento respecto al efecto
es alcanzada según la distancia recorrida» «, ya que nuestro conocimiento em-
pieza por los sentidos. La cuestión cuarta investiga sobre Ja causa de] movi-
miento, «Si la velocidad del movimiento por parte de la causa es alcanzada se-
gún la proporción cntre la fuerza motriz y su propia resistencia» ya que al      ‘>,


orden natural se llega por la causa, en cuyo conocimiento consiste la razón de la
cienci a.


La cinemática de Soto: Velocidad del movimiento
respecto al efecto

    Para enmarcar la importancia de la aportación del dominico español, con-
viene reseñar los aspectos más destacados en la evolución de la cinemática.


La cinemática en la Edad Media

   El estudio cinemático del movimiento parece haber comenzado con Gerar-
do de Bruxelas, cuyo importante estudio «De Motu» fue escrito probablemen-

        Utrum velocitas motus ab effectu attendatur penes quantitatem spatii, quod pertransi-
toro, Quaestiones lib. Vil, q. 111, fol. 92, col. b.
       ‘Utrum velocitas motos attendatur ex parte causa penes proportionem pí-oportionum,
qoae sunt velocitatom ad suam ipsarom resisientias, Ooaestioncs lib. Vil, q. IV, fol. 94, col. b.
Hemos corregido el texto latino en la traducción, ya que evidentemente presenta una errata:
donde dice ‘vclocitatom dcbc decir «virtotum motricium”. como se desprende del contenido
de la coestion.
458                    Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lucia

te ~oentre 1187 y 1260. Aunque Gerardo de Bruxelas no llegó a definir la
velocidad como razón entre dos cantidades no comparables (espacio y tiem-
po), su trabajo implicaba el concepto de velocidad, que llegó a expresar
como magnitud que adquiere valores numéricos. La obra de Gerardo influyó
notablemente en el desarrollo de la física matemática. Por ejemplo, al tratar
el movimiento de rotación propuso representar la velocidad no uniforme
mediante una velocidad uniforme. Este enfoque ha sido característico de la
cinemática moderna.
     Pero sin duda la mayor influencia de Gerardo de Bruxelas se hizo sentir
a través de la Universidad de Oxford. Allí, Thomas Bradwardine (hacia
1295-1349) hizo alusión al tratado «De Motu» en 1328. La atención de los
matemáticos de Oxford del siglo xiv, herederos de la tradición de Robert
Grosseteste y Roger l3acon, se dirigió hacia la descripción matemática del
movimiento, y hacia la definición precisa de los conceptos de velocidad y
aceleración en términos abstractos, sin ninguna referencia al mundo físico.
Bradwardine empleó un álgebra de palabras en su tratado «De Proportioni-
bus» II. En este método fue seguido por un grupo del Merton College durante
la década de 1330 a 1340, conocidos como los Calcutatores. Este grupo
estaba formado por William 1-Ieytesbury (hacia 1313-1372), Richard Swines-
head (fI. entre 1344-1354) y John de Dumbleton (fI. entre 1331-1349). Ri-
chard Swineshead, autor del «Liber Calculationum”, era llamado expresa-
mente el Calculator.
     William Heytesbury definió con nitidez 12 el movimiento uniformemente
acelerado (untformiter disformis con respecto al tiempo) como aquel en el
que se adquieren incrementos iguales de velocidad en períodos iguales de
tiempo. Definió la velocidad instantánea de forma análoga a como haría Ga-
lileo tres siglos más tarde. De hecho, durante mucho tiempo se pensó que el
estudio con cierto detalle matemático del movimiento uniformemente acele-
rado no fue realizado antes de Galileo. Fue Pierre Duhem quien en su monu-
mental estudio sobre Leonardo da Vinci ‘~ demostró a principios de este si-
glo que las investigaciones sobre el movimiento acelerado fueron realizadas
en la Edad Media, principalmente en las Universidades de Oxford y Paris.
     En Oxford, Heytesbury y sus contemporáneos del Merton College dieron
descripciones matemáticas de varias clases de movimiento: uniforme y dis-

       Para una excelente revisión: M. Ciagett, “The Selence of Mechanics in the Middle Ages’,
Madison, Univ. Wisconsin Press, 1959.
    II L. Crosby (editor), ‘<Thomas of Bradwardine: His Tractatus De Proportionibus; lts signi-
ficance for the Development of Mathen>atical Physics”, Univ. Wisconsin Press, Madison, 1955.
    12 w Heytesbury, íRegulae Solvendi Sophismata, 1335.

    ‘~ P. Pohem, Etodes sur Leonard de Vinci”, vol. III, París, 1913.
Domingo de Soto en el origen e/e la ciencia moderna                    459

forme. Los términos uniformis, disfornás y uniformiter disformis llegaron a ad-
quirir una significación cinemática. Descubrieron el Teorema Fundamental
de la Cinemática, o Teorema del Merton College, que establece: «en iguales pe-
riodos de tiempo, un móvil con velocidad uníjórmemente acelerada y otro con
velocidad igual a la media entre las velocidades inicial y final del movimiento
uniformemente acelerado, recorrerán espacios iguales». Heytesbury ofreció una
prueba aritmética del Teorema en su «Regulae» de 1335. Posteriormente se-
ría demostrado por Swineshead en el «Liber Calculationum», y por Dumble-
ton en la «Summass.
     La regla de la Velocidad Media pasó a la Universidad de Paris, pues las
relaciones con la de Oxford eran fluidas durante el siglo xiv. Con Nicolás
Oresme (hacia 1325-1382), futuro obispo de Lisieux, la escuela física de
Jean Buridan (muerto probablemente en 1358) se inclinó hacia el uso de
coordenadas. Oresme dio una prueba geométrica al Teorema de la Veloci-
dad Media ~, la misma que ofrecería Galileo. Oresme introdujo en la clasifi-
cación de los tipos de movimiento un esquema de dos variables (espacio y
tiempo) que influyó en escritores posteriores. Alberto de Sajonia (hacia 1316-
1390) prefirió los términos regular e irregular para referirse al movimiento.
     Los físicos italianos del siglo XV siguieron las huellas de ambas escuelas,
pues aunque prefirieron el enfoque de los lógicos ingleses, conocieron tam-
bién el sistema de coordenadas de Oresme ~. Giovanni Marliani (muerto en
 1483) es un buen ejemplo de la tendencia general en Italia. En su tratado
«Probatio cuisdam sententis Calculatoris de motu locali», escrito en 1 460,
Marliani propone su propia demostración del Teorema para aclarar la prue-
ba ofrecida por el Calcula tor 6 Entre los escritores italianos destacan una se-
rie de autores asociados con Pablo> de Venecia (muerto hacia 1429), algunos
de cuyos discípulos escribieron comentarios sobre las «Regulae» de Heytes-
bury. Estos comentarios se conservan en una edición 17 de Venecia de 1494,
que contiene contribuciones de Gaetan de Thiene, Messinus, Angelo de


        Iii prueba dc Oresme se conserva en dos obras: ‘De Configuratione Potentiarum’ y
“1 ractatus de Lattitudinibus Formarum’>; la primera es más completa. Ambas se describen en:
P. i)uhem, “Dominiquc Soto et.”, op. ch., vol. 14(1992), p. 6(1. Sobre la relevancia de Oresmc
ver: M. Artigas. ‘Nicolás Oresme, Gran Maestre del Colegio de Navarra, y el Origen de la
Ciencia Moderna>’. Príncipe de Viana (Suplemento de Ciencias), n. 9, Navarra, 1989.
      < Este es el caso por ejemplo de Blas de Parma (‘<Questiones super tractalus de latitudini-
bus formarum”) y O-jetan de Thiene (Comentarios a ‘Tria Predicamenta de i-ieytcsbury).
        Para un estudio detallado ver: M. Clagetí. “Giovanni Marliani ;ind Late Medieval
Physics”. Tesis Doctoral, Columbia University Pres, Nueva York, 1941. capitulo V, PP. 101
y ss.
        ‘Hcntisberi de Sensu compositio et divisoo, Venecia: Bonetus Locatellus, 1494.
460                    Juan José Pérez Camacho-Ignacio Sois Lucía

Fombrosona y otros. La tradición de los Ca/culatores se mantuvo en el conti-
nente gracias a estos comentarios, conocidos durante el siglo xvi. A través del
Renacimiento podían encontrar muchas de las obras más importantes de la
física medieval en las bibliotecas de las universidades.
     También Galileo, al final del siglo xví, conoció las principales doctrinas
que recorrieron Europa. En sus «Juvenilia», tres ensayos de juventud basados
en lecciones impartidas por jesuitas en el Colegio Romano, Galileo mencio-
na a Burley, I-Ieytesbury, Ca/culator y Marliani, así como a Ockam, Filopón y
Avempace. Pero no aparecen Buridan, Albert de Sajonia y Oresme, aunque
se refire genéricamente a los Doctores de París. En dos ocasiones cita Gali-
leo a Domingo de Soto 18, aunque no en el marco de la cinemática. Como ve-
remos, Domingo de Soto desempeñó un papel clave en el origen de la ciencia
moderna. Soto rompe totalmente con sus predecesores inmediatos, recha-
zando el esquema de división de los tipos de movimiento según dos varia-
bles, volviendo al esquema de una variable de Heytesbury. No sólo ofrece
una explicación completa de la división, sino que ofrece ejemplos del mundo
físico para cada tipo de movimiento. Es entonces cuando asocia la caída de
los cuerpos con el movimiento uniformiter disformis, tomado éste en el senti-
do preciso de movimiento uniformemente acelerado en el tiempo, al que
aplica correctamente el Teorema de la Velocidad Media del Merton Co/lege.


Soto, e/movimiento uniformemente acelerado
y/a caída de graves

     En un modelo de claridad, Soto ofrece una división exhaustiva, con defi-
niciones y ejemplos, la mayoría de los cuales ya habían sido usados por sus
predecesores. No ofrece ninguna prueba empírica.
    «El movimiento sin embargo es de dos tipos: uniforme y disforme. Y otra
distinción se puede considerar respecto al sujeto [respecto al espacio] y res-
pecto al tiempo. Respecto al sujeto, se dice uniforme el movimiento en el que
todas las partes se mueven con la misma velocidad, como se ve en el movi-
miento continuo por un plano. Pues si arrastras una piedra de un pie de lon-
gitud sobre un Ñano, todas sus partes se mueven de la misma manera. El mo-
vimiento disforme con respecto al sujeto es aquel movimiento en el que no
todas las partes del móvil se mueven por igual, y puede ser a su vez de dos


     8 “Le Opere di Galileo Galilei’, cd. Antonio ¡<avaro, 20 vols. en 21, Florence, O. Barbéra

Editrice, 1890-1909, reimpreso 1968 (citaremos esta obra como Opcrc); véase vol. 1, pp. 144
y 146.
Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna                        461

formas: uniformiter disformis y disformiter disformis Uniformemente disforme
es el movimiento del sujeto movido disformemente de tal modo que, [la velo-
cidad en] el punto medio de cada porción de línea es excedida por [la veloci-
dad enl el extremo mas veloz de tal porcioncil/a en la misma proporción en
que excede al extremo más lento. De entre los movímíentos locales, sólo éste
conviene al movimiento circular, y a él totalmente: como aparece en la rueda
de moler, cuyo indivisible centro permanecería estático, si el movimiento
fuera perfectamente circular. (...) El movimiento disformemente disforme
con respecto al sujeto, es el movimiento del sujeto de tal modo disforme, que
no ocurre en cada porción que el punto medio según la extensión igualmente
excede [en velocidadJ lo que es excedido» 19
     No encontrando ningún ejemplo de movimiento local que satisfaga este
tipo>, expresa un ejemplo sobre cambios de cualidad (alteración), como el ca-
lentamiento: un objeto que tiene diversos grados dc calor, no uniforme en
las diversas partes. Soto continúa:
     «Esta misma división tiene lugar respecto al tiempo. Por consiguiente, el
movimiento uniforme respecto al tiempo es aquel por el que el mismo móvil
en iguales intervalos de tiempo recorre iguales distancias, como se da perfec-
tamente en el movimiento extremadamente regular del cielo. (...) El movi-
miento> disforme con respecto al tiempo es aquel por el cual, en partes iguales
de tiempo son recorridas distancias desiguales, o en [tiempos] desiguales, Les-
paciosj iguales. Y como el anterior, es uniformente disforme o disformemen-
te disforme. Movimiento uniformemente disforme con respecto al tiempo es el
movimiento de ¿al modo disforme, que si dividimos según el tiempo (a sabes se-
gún anterior y posterior), ¡la velocidad de/ el punto medio de la proporción exce-
de ¡la velocidad e/ej el extremo más lento lo que es excedida por e/más rápido» 2(1

         Motus autem est duplex, uniformis, & disfo,rmis. Et utraque differentia potest conside-
rarí respeetu subiecti, & respectu temporis. Respecto subiecti motos uniformis est, enius omnes
partes aequa inter se velocitate moventur, ut est videre ‘o continuo recte moto per planum. Si
ením pedalem lapidem trabas super pianitiem, omnes elus partes nioventur aequalirer. Disfor-
mis vero molos quo ad sobiectum, est, quo non omnes partes mobilis moventur aeqoaiiter, qui
doplex esí: oniformiter disfortnis, & disformiter disforn,is. Uniformiter ergo disformis, est mo-
tus subiecti, ita distormiter moti, ut coiusconqoe portionis Iineae secondum talem extcnsionem
punctom mediom ea proportione exceditor ab extremo intensissimo taus portionculae, qua cx-
cedit alterum cios extremuin remísíssímum. Qui quidem inter motus locales solom convenit cir-
colarite r inotis. & ilí is oronibus: ut apparet in mola Iromentaria. Cojos centrum indivisibi le. o—
mobile sund, si motus csset perleete circolaris: (.) Motos disformiter disformis qoo ad
subiectom, est motus sobieeti, ita disformiter moti, ol non cuioseonqoe portionis secundoin ta-
lem exíensionem ponctom medium aeqoaliter excedil, & exeeditur’, Qoesliones lib. 7, q. III, fol.
92, col, e.
         Eadem loeom habet divisio respecto temporis. Motus igitsír uniformis qun ad tempos,
462                     Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lucía

     A continuación Soto escribe la sentencia que le ha concedido un puesto
de honor en la historia de la física:
     «Este tipo de movimiento ¡uniformemente disforme con respecto al tiempo]
propiamente sucede en /os [graves] naturalmente movidos y en los proyectiles.
Donde un peso cae desde lo alto por un medio uniforme, se mueve más veloz en
el fin que en el principio. Sin embargo el movimiento de los proyectiles es más
lento al final que a/principio: el primero aumenta de modo uniformemente dis-
forme, y e/segundo en cambio disminuye de modo uniformemente disforme» 21
     Con estas afirmaciones Dominto de Soto recorrió la enorme distancia
que separa la abstracción matemática de la realidad física, proporcionando la
clave de acceso para una matematización de las leyes de la naturaleza. De
este modo —como indica Duhem— unió dos ideas que se transmitieron para-
lelas: la aceleración de la caída de graves, y el movimiento uniformente dis-
forme 22 Es el principio que Galileo buscaba 23 en 1 604 para establecer el
fundamento de la cinemática.
     El último tipo de movimiento también es recordado: «El movimiento dis-
formente disforme con respecto al tiempo es el movimiento en tal modo dis-
forme, que si es dividido según el tiempo, no ocurre que el punto medio de
cada parte en la misma proporción excede [en velocidadl a un extremo cuan-
to es excedido por el otro 24~ Este tipo de movimiento —indica el pensador
segoviano— es el que esperamos en los animales, donde se observa el aumen-
to y la disminucion.
     Al discutir el movimiento) uniformemente disforme con respecto al tiem-
po manifiesta su completa comprensión de este tipo de movimiento. Cual-
quier posible ambigúedad es aclarada al proponer la cuestión: «Si la veloci-
dad de un móvil que es movido uniformente disforme ha de ser denominada

est ille: quo idem mobile aequ¡s portionibus temporis: equas itidem períransil longitudines spa-
tu, ut in regulatissimo motu caelorum perfectum esí. (.) Moto vero disformis quo ad tempus est
ille: quo partibus aequalibos temporis inaequalia pertranseuntur spatia: vel inaequalibus: aequa-
ha. El est: uti superior, vel oniformiter disforn,is, vel disformiter disformis’, Qoaesiones lib. 7,
q. III, foi. 92, col. d.
     2~   Place motos species proprie accidit naturaliter motis: & proiectis. Ubi enini moles ab al-
lo cadit per medium uniforme: velocios movetor in fine: quam in principio. Projectoruin vero
motos: remíssíor est in fine, quam in principio: atqoe adeo primos oniformiter disformiter in-
tenditur secondom vero uniformiter disformiter remittitur’, Onaestiones lib. 7, q. III, fol. 92,
col. d.
      22 p Iiuhenv op. cit, vol. 14(1912), cap. XVIII, p. 70.
      23 Cartade OalileoaPaoloSarpi, 16-X-1604: OpercvohX, po. 115-116.

    “  ‘Motos vero disformiter disfornuis quo ad tempus: est motus taliter disformis: ot si di-
vidatur secundum tempus non cuiuscunque partis medium ea proportione excedit unom ex-
tremom quo exceditur ab alio”, Qoaestiones lib. 7, q. III. fol. 92, col. d.
Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna                   463

por su velocidad máxima, como en el caso de un grave que cayera durante
una hora desde velocidad nula hasta 8, ¿ha de decirse movido con velocidad
8?» 25~ Responde en términos del Teorema de la Velocidad Media, ya que es
partidario de nombrar la velocidad del movimiento uniformemente disforme
por la velocidad media, y no por la máxima. Su ejemplo termina de aclarar el
asunto: «Si el móvil A, durante una hora, va aumentando siempre su veloci-
dad de O a 8, recorre precisamente tanto espacio como [otro móvilj B que se
mueve con velocidad uniforme de magnitud 4 en el mismo [período de]
tiempo» 26 No cabe la duda sobre su correcta comprensión del término uni-
formiter disformis, y de cómo se aplica a un objeto que cae libremente.
     La forma aparentemente casual en la que Soto introduce esta asociación
de unijórmiter disfórmis con la caída de graves llevó a Pierre Duhem 27 a es-
pecular que era ésta una doctrina generalmente aceptada a principios del si-
glo xvi en la Universidad de Paris, donde Soto estudió 28 alrededor de 1516-
 1520. Duhem se basa en el hecho de que Soto no presenta su aportación
como una idea original suya. Conviene recordar que el énfasis sobre la prio-
 ridad en los descubrimientos científicos surgió en tiempos de Galileo Galilei,
 un hombre espoleado en parte por la fama. El dominico español no encaja
 en este esquema, y termina su obra (basada en sus lecciones de la Universi-
 dad de Alcalá en el curso 1522-23, y escrita para ofrecer un libro de texto útil
 a petición de la Universidad de Salamanca 29) cuando ya había desempeñado
 un importante papel en la Historia, como teólogo influyente en el Concilio
 de Trento. Su deseo a Los treinta años era apartarse del mundo>, pero> siguió
 los consejos que le indicaban la conveniencia de emplear sus cualidades inte-
 lectuales dentro de la orden de predicadores. Además, si Duhem estuviese en
 lo cierto —se pregunta Koyré 3«~ «¿por qué fue Soto el único en dejar esta vi-
 sion por escrito?’.
     William Wallace ha procurado responder a esta pregunta de Koyré para


    25 “Utrum velocitas niobilis uniformiter disformis noIi sil denominanda a grado velocis-

sámo, ut si grave decidal in una hora velocitate a non grado usque ad 8. discendus sil moverít
ol 8. Quaestiones lib. 7. q. III, fol. 93, col. d.
    28~j    a. mobile una hora moveatur intendendo semper motum non a grado usque ad .8.
tantonden spatii transmittet, qoantun b. quod per simile spatium eodem tempore oniformi-
ter moveretur, nl .4.”. Onaestiones lib. 7, q. III, fol. 94, col, a.
    27 P. Duhem. “Dominique Soto eL..’>. vol. 12(1910), cap. VIII. p. 357: vol. 14(1912), cap.
XXIII, p. 376.
   28 B. de Heredia, ‘Domingo dc Soto. Estudio Biográfico Documentado>, Cultura Hispánica,
Madrid, 1961.
   =8 R. Heredia, Op. ca?, p. 597.
      A. Koyré en: Renélaton (editor), “Histoire generale des sciences”, vol. II, p. 97.
464                     Juan José Pérez Camacho-Ignacio Sois Lucia

desentrañar el «Enigma de Domingo de Soto». En un artículo 31 publicado en
1968 estudia a diecinueve autores anteriores y contemporáneos a Soto, des-
tacados por sus estudios de los tipos de movimiento. De entre estos autores,
encuentra Wallace, sólo Soto proporciona sistemáticamente ejemplos para el
más simple de los esquemas de división empleados —al que considera sólo
una variable independiente en cada momento—. Los demás autores interesa-
dos en proporcionar ejemplos —principalmente escritores de finales del siglo
xv o principios del xvi— trabajaron con esquemas de dos variables (espacio y
tiempo) simultáneas, lo que generalmente impidió la posibilidad de conside-
rar el caso del movimiento uniformemente disforme respecto del tiempo 32•
     Junto a Domingo de Soto, el también español Diego Diest ~ es el único
que asigna una modalidad cuantitativa precisa al movimiento de caída. La va-
riable independiente en la discusión de Diest es espacial y no temporal. El
mismo error indundará los primeros escritos de Galileo en su intento de for-
mular la ley correcta de caída de los cuerpos ~ También Alberto de Sajonia
defendió esta postura, contrariamente a lo que explica Duhem ~. Duhem
afirma que Alberto de Sajonia indicó el movimiento uniformemente acelera-
do como una de las suposiciones que podrían proponerse acerca de la caída
de los cuerpos. Marshall Clagett ha analizado en detalle 36 los textos de Al-
berto de Sajonia para mostrar que ninguno identifica explícitamente el movi-
miento de caída como uniformemente disforme, de manera que pueda ser
aplicado el Teorema de la Velocidad Media de forma inequívoca.
     La conclusión de Wallace es sencilla de formular: «La contribución del
dominico español no fue producto de la época, sino que fue por el contrario sig-
nificativa»    Soto destaca sin duda como un magnífico profesor, el mejor
              ~.


simplificador en la clasificación de los movimientos, y quien más interesado
estaba en unificar las formulaciones abstractas con el mundo físico real.

         W. A. Wallace, “The Enigma of Domingo de Soto...”. op. ca.
    32   A excepción del portugués Alvaro Ihomaz (Liber de triplici motu proportionibus an-
nexis... philosopbicas Suiseth calcolationes ex parte declarans, Paris, 1509) que mencionó el
movimiento uniformemente disforme con respecto al tiempo en el contexto de su esquema de
dos variables. Como los ingleses del Merton, Alvaro Thomaz estaba más interesado en las des-
cripciones cinemáticas que en dar ejemplos.
    ~ D. Dies, “Questiones phisicales super Aristotelis textum, sigillatitn omnes materias tan-
gentes in quibus difficuitates que in thcologia el aliis scientiis ex phisica pendant discusse sois
locis inseruntur’ (Zaragoza, 1511).
     ~ Véase A. Koyré, ‘Eludes Galilécnnes’>. op. cii. Fas. II: “La Ioi de la chute de corps —Des-
cartes el Galilée”.
     ~ P. Duhem, “Dominique Soto et..., op. cix., vol. 13(1911), cap. XI, p. 16<).
     ‘-~ M. Clagetí, ISIS, vol. XLIV (1953), p. 401.

     ~ W. Walíace, «Domingo de Soto...’, op. cii., p. 401.
Domingo de Soto en el origen e/e la ciencia moderna                 465

    Sobre la cinemática de Soto queda aún un aspecto por tratar: cómo llega-
ron sus ideas hasta Galileo.


La herencia de Domingo de Soto: El Colegio Romano de los Jesuitas

     Domingo de Soto publicó por primera vez su ensenanza sobre la acelera-
cion uniforme con respecto al tiempo y la caída de graves en su obra ‘<Quaes-
tiones super octo libros physicorum Aristotelis» en 1551, de la que apareció
una edición incompleta en 1545. Por una carta a Paolo Sarpi ~« sabemos que
Galileo no conocía esta enseñanza antes de 1604. Entonces escribió que la
velocidad aumentaba con el espacio (en lugar de con el tiempo) de caída: «El
cuerpo que cae naturalmente va incrementando continuamente su velocidad
a medida que la distancia desde el punto de partida aumenta’> ~. En [609 su
formulación ya era correcta ¼y tal vez ya lo era poco después de 1 604.
     Galileo cita en dos ocasiones a Soto en su «Tractatus de Elementis» (Ma-
nuscrito M546), aunque no en el contexto de la caída de cuerpos ~ Es cono-
cido que ese tratado, así como otros escritos por el joven Galileo en Pisa al-
rededor de 1589-1591, está basado en Lecciones impartidas por jóvenes
jesuitas, contemporáneos de Galileo, en el Colegio Romano 42 fundado por
Ignacio de Loyola en 1551 (ahora la Universidad Gregoriana).
     Las enseñanzas de los (a/culatores de Oxford y los Doctores de París re-
cibieron una atención particular en las lecciones del Colegio Romano, basa-
das en autores escolásticos y renacentistas a los que citaban extensivamente.
Algunas de estas lecciones, claramente orientadas a la enseñanza, fueron pu-
blicadas, pero la mayoría sobrevive sólo en forma manuscrita. El pensamien-
to> de los (Dalculatores se introdujo en el Colegio Romano a través de dos je-
suitas españoles: Francisco de Toledo y Francisco Suárez. Ambos fueron
discípulos de Soto en Salamanca. Toledo enseño filosofía natural en 1560 y
publicó sus Comentarios y Cuestiones a la Física de Aristóteles ~ donde
destaca la importancia de considerar cuidadosamente los términos como uni-

   38  Ú.arta de GalileoaPaoioSarpi, 16-X-1604: Opere volX,pp. 115-116.
   3”  Opere vol. VIII, p. 373.
    ~ O. Galilei, Manuscrito MS72, fol. 91v; Opere VIII, p. 281.
    ~ Opere vol. 1. pp. 144 y 146.
    42 Para una discusión de la influencia del Colegio Romano sobre Galileo, véase: W. A. Wa-
hace. “Galileo aud his Sources: Thc Heritage of Use Colegio Romano jo Galileos Selence”,
Princeton: Princeton Univ. Press. 1984.
    43 E. Toledo. ‘Commentaria: una cum Quaestionibos, in octo libros Aristotelis de Phvsica

auseuliatione’. Colnniae .Agripinac 1574; Roma, 1591; Marsil, 581.
466                      Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lucia

Jórmiter disformis para entender muchos asuntos de la física         Francisco  ‘<~•


Suárez enseñó teología (1580-1585) y también consideró en detalle unífor-
miter disformis en sus influyentes «Disputationes Metaphysicae» de 1597. El
ejemplo por ambos del lenguaje de los Calculatores ha sido analizado por
Christopher Lewis        ‘~.


    Otros profesores del Colegio Romano merecen atención en relación a
Galileo. Antonio Menu enseñó durante un largo período desde antes de
1582 continuando la orientación de Toledo. Tuvo enorme ínfluencia en
otros dos jesuitas: Paolo Valía, Muzio Vitelleschi y Ludovico Ruggiero. Me-
nu se encuentra, pues, encabezando una tradición que empleó la terminolo-
gía de los Calculatores, aplicada a las enseñanzas de la Universidad de París.
Estos cuatro profesores proporcionaron la materia prima sobre la que se ba-
saron los apuntes de juventud de Galileo 46~ Como indica Wallace, «hay poca
duda de que todos estos materiales están derivados de lecciones impartidas en
el Colegio Romano algún tiempo antes de 1591. El autor concreto es difícil
de identificar, sin embargo, ya que se pueden establecer correspondencias
entre las notas de Galileo y pasajes en Ruggiero, Vitelleschi, Valía y Menu, y
también en toda la trayectoria hasta Pereyra y Toledo» »~ Valía parece ser el
candidato más probable. Es de resaltar que Ruggiero sugiere a sus estudian-
tes acudir a los escritos de Toledo y Soto para un tratamiento más satisfacto-
rio de las formas en que la velocidad varía al principio, en la mitad y al final
del movimiento      ~.


    Posteriormente, entre los filósofos de la naturaleza que enseñaron en el
Colegio Romano antes de 1626, dos mostraron un vivo interés por la tradi-
ción de los Calculatorer Stephano del Bufalo y, sobre todo, Andreas Eudae-
mon-Loannis. De ellos sólo se conservan manuscritos, por lo que no es extra-
ño que hayan pasado inadvertidos durante mucho tiempo                                         ~


Eudaemon-Ioannis explicó física en 1597-1598. Destaca su gran atención a
los Calculatores, como se deduce de los manuscritos que se conservan: leccio-
nes sobre la <‘Physica». «De Caelo» y «De Generatione»; un «Tractatus» en


    ~ E Toledo, op. cii., lib. 4, qlQ.
    <~ C. Lewis,”The Merton Tradition and Kinematics in Late Sixteenth and Early Seven-
teenth Century Italy”, Padua, Editrice Antenora. 1980, Pp. 61-114.
    48 W. Wallace, ‘Galileo and his Sources”, op. cix., pp. 54-96; ‘<Prelude to Galileo’, Pp. 129-

299.
    ~ W. Wallace, “Galileo, the jesuits, and the medieval Aristotle”. Hampshire, 1991: cap. Vi,
“The Eariy Jesuits and Ihe Heritage of Domingo de Soto”, p. 6.
       Manuscrito SB Bamberg, Cod. 62-4, fol. 101 tv (citado por Wallace).
    48 Los manuscritos están listados en: W. Wallacc, “Galileo and his Sources”, op. cix.,
pp. 351-352.
Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna                       467

dos libros sobre la acción y la pasión, y una Cuestión sobre el movimiento de
los proyectiles, ambos escritos al estilo Calculator 5O~ La importancia de Eu-
daemon radica en que discutió el experimento del mástil del barco con Gali-
leo en Padua ‘,junto con otro jesuita que estaba enseñando allí, Giuseppe
Biancani —discipulo de Clavius—. Ambos podrían haber influido en el uso
por Galileo de los términos de los Calculatores en su «De Motu Accelerato»,
y en escritos posteriores.
    Eudaemon intentó desarrollar una física matemática de la acción natural,
en la que la distribución uníformiter disformis de las magnitudes jugaba un pa-
pel decisivo. Puesto que Eudaemon conocía la doctrina de Soto 52, sus discu-
siones con Galileo en Padua alrededor de 1604 adquieren una significación
especial. Por entonces Galileo buscaba un principio sobre el que construir su
nueva ciencia del movimiento, como dice en su famosa carta a Paolo Sarpi.
Ya había descubierto que el espacio recorrido por un cuerpo en caída libre
estaba en relación con el cuadrado de los tiempos (en la terminología actual,
e=( ¡/2).a.t2). Pero éste era sólo un efecto, una consecuencia del principio
fundamental que Domingo de Soto había formulado más de cincuenta años
atrás: que el movimiento de caída era un movimiento uniformemente acele-
rado>, unijórmiter disformis con respecto al tiempo. Y ése era el principio que
Galileo necesitaba.


Galileo y la caída de graves

     Lo que requería la ciencia que Galileo buscaba instituir era explicar los
hechos concretos observados, demostrando que eran consecuencia de leyes
generales. Su encuentro con el telescopio retrasó sus investigaciones cinemá-
ticas. Habrían de pasar más de treinta años antes de que un anciano Galileo,
confinado en su villa de Arcetri, formulase en su «Discorsi» dc 1638 «algunas
de las propiedades del movimiento acelerado (cualesquiera que pueda ser la
causa de esta aceleración); entendiendo por tal un movimiento en que el mo-
mento de su velocidad va aumentando después de su salida del reposo en
proporción simple al tiempo, que es lo mismo que decir que en intervalos
iguales de tiempo el cuerpo recibe incrementos iguales de velocidad; y si ha-
llamos que las propiedades [del movimiento acelerado], que serán demostra-


       Universidad Gregoriana, Roma, APUG-FG, Cod. 713, sin paginar (citado por Wallaee).
   “    La evidencia es indirecta: Carta dc M. Goiducci a Galileo, 13-IX- 1.624, Opere, vol. XIII,
p. 205; véase también: Galileo and his Sourees”, pp. 269-271.
    32 w Wallace. Galileo. the Jesujis     , op. cit, cap. VI. p. 10.
468                    Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lucía

das más tarde, se realizan en los cuerpos que caen libremente y acelerados,
podemos concluir que la definición supuesta incluye ese movimiento de los
cuerpos pesados y que su velocidad va aumentando con el tiempo y la dura-
ción del movimiento» ~>.
     Originalmente, en 1604, Galileo pretendió haber demostrado su teorema
del espacio, e=(.l /2).a.t2, a partir del axioma de que la velocidad instantánea
era proporcional a la distancia de caída —la misma idea defendida por Alber-
to de Sajonia—. Como demostró Duhem, lo que en realidad sucedió es que,
por un curioso error, supuso Galileo en su razonamiento, sin advertirlo, que
la velocidad instantánea era proporcional al tiempo (es decir, la fórmula de
Soto!). Ese mismo «error» fue cometido años más tarde por Descartes. Es
probable que Galileo hubiera descubierto su error y formulado correctamen-
te la ley de la aceleración y el teorema del espacio hacia 1609, aunque no lo
publicó hasta 1638 en su «Discorsio.
     Observamos, pues, que la influencia de las ideas de Soto sobre Galileo
pudo ser decisiva, no sólo a través de la Compañía de Jesús. Domingo de
Soto pudo haber tenido una influencia independiente sobre el pensamiento
científico del Norte de Italia: él mismo estuvo presente en el Concilio> de
Trento, desde diciembre de 1545, y asistió en 1546 al Capítulo General de
su Orden en Roma. Su obra fue publicada no sólo en Salamanca, sino tam-
bién en Venecia en 1582 y en Duaci en 1613. Incluso existe la posibilidad de
que Soto haya tenido algún efecto sobre Giovanni Battista Benedetti ~ de
quien Galileo tomó algunas ideas muy importantes acerca de la independen-
cia de la velocidad de caída respecto del tamaño de los cuerpos.
     Como dato significativo, podemos indicar las circunstancias de la verifi-
cación de los experimentos de Galileo sobre caída de cuerpos, realizada por
el también jesuita Giambattista Riccioli —discipulo> de Biancanni— en Par-
ma 55. Riccioli inició el trabajo experimental sobre caídas dc graves en 1629.
Obtuvo permiso para leer a Galileo después de su condena 5Ó~ En un primer
momento pensó que Galileo estaba en un error, aunque luego encontró que
acertaba en sus afirmaciones: «En aquel tiempo yo no había llegado todavía a


    “   O. Galilei, «Discorsi e dimostrazione matematiche intorno á due nuove sejenze”, Ley-
den, 1638, Tercera Jornada.
    “   Wallace explora esta cuestión en su ensayo “Science aud Philosophy al the Collegio Ro-
mano in the Time of Benedetti’, Acts of the international Congress O. B. Benedetti e il suo
tempo’, Venecia, 3-5 oet. 1985.
    “-~ Estos experimentos se describen en: A. Koyré, “Methaphysies and Measuremenís: Es-
says in Ihe Sejentifie Revolution>, Cambridge, Mass., Harvard Univ. Press, 1968, Pp. 102-108.
    ~<‘ Sobre el proceso a Galileo: 1. SoIs y 1.1. Pérez Camacho, “Hl Proceso al Copernicanismo

y a Galileo. Contrapuntos, Atlántida n. 15(1993). Pp. 5-19.
Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna            469

los mejores y más evidentes experimentos que manifiestan no sólo la desi-
gualdad en el movimiento de los cuerpos pesados, sino el verdadero incre-
mento de sus velocidades, aumentando uníformiter disformiter hacia el final
del movimiento>’ ~. Riccioli emplea la terminología de los <i’alculatores, ense-
ñada por Domingo de Soto, al interpretar los resultados experimentales. Sin
duda la tradición de Soto se mantuvo viva en Italia hasta la mitad del siglo
xvii, en los ambientes que Galileo respetaba y frecuentaba.


La dinámica de Domingo de Soto:
velocidad del movimiento por la causa

La ley peripatética del movimiento

     Galileo afirma en su tratado «De Motu Antiquora» 58 que nadie hasta en-
tonces se había atrevido a cuestionar la regla de Aristóteles empleada para
calcular velocidades de caída de graves en diversos medios. Tal vez fuese su
deseo de remarcar la independencia de su descubrimiento lo que le movió a
esta declaración. De hecho esta regla fue discutida, y con frecuencia modifi-
cada, por los comentadores medievales y renacentistas del filósofo ~
     La dinámica de Aristóteles establece el movimiento como resultado de la
interacción de dos fuerzas: la fuerza motriz y la resistencia del medio. En el
séptimo libro de la física establece, con caracter general, la velocidad de los
cuerpos como proporcional a la fuerza motriz e inversamente proporcional a
la resistencia del medio. En notación actual: ya f/r. El cociente no fue expre-
sado por Aristóteles, de modo que sus comentaristas posteriores interpreta-
ron y modificaron la ley original para intentar un acuerdo con lo observado.
Esta ley indica que en ausencia de medio, el movimiento sería instantáneo al
no existir resistencia (fue un argumento empleado por el estagirita para re-
chazar la posibilidad del vacío). Propuso que en un medio dado los cuerpos
de distinta materia, pero de la misma forma y tamaño, caerían con velocida-
des proporcionales a sus peso>s diferentes.
     Tres eran los grandes problemas que no explicaba la ley: 1) Para cual-
quier valor de fuerza (por pequeña que sea) y para cualquier valor de la resis-
tencia (por grande que sea) se obtendría una velocidad finita, contra la expe-

   “    U. Rieeioli. “Almagestum novuin”, 661, p. 385.
   88   Opere vol. 1, p. 284.
      Véase, por ejemplo, M. Clagett, Giovanni Marliani and Late Medieval Physics«, Tesis
Doctoral. Columh¡a Univ. Press. Nueva York, 1941, cap. VI, PP. 125 y ss.
470                 Juan José Pérez Camacho-Ignacio Sols Lacia

riencia; 2) ¿Cuál sería el motivo del aumento de la velocidad en la caída de
los cuerpos?; 3) ¿Cuál sería la fuerza motriz que mantiene los proyectiles en
movimiento? Las diversas modificaciones posteriores de la ley iban encami-
nadas a superar estos obstáculos.
     En el siglo vi Juan Filopón de Alejandría defendió que en el vacío un
cuerpo caería con la velocidad característica de su gravedad. En el aire esa
velocidad se reduciría en proporción a la resistencia del medio. El árabe es-
pañol Avempace siguió esta formulación, que podemos expresar: y~ f-r. Así
el movimiento en el vacío podría realizarse a velocidad finita.
    Averroes, Alberto Magno, Gil de Roma y otros autores medievales criti-
caron la expresión de Avempace. Pretendiendo restaurar la ley original de
Aristóteles, Averroes afirmaba que la velocidad se seguía del exceso de la
fuerza sobre la resistencia del medio. El término «exceso» fue empleado du-
rante la Edad media de dos formas diferentes: exceso aritmético, diferencia
entre lo mayor y lo menor, f-r; y exceso geométrico, proporción entre lo ma-
yor y lo menor, f/r. Averroes se refería al segundo: proporción entre la fuerza
y la resistencia. Algunos autores del siglo xííí defendieron que el movimiento
sólo se produciría si f/r >1.
    Thomas Bradwardine, en su «Tractatus Proportionum» (1328), propuso
una nueva expresión: y    “  log (f/r), según la cual si la resistencia y la fuerza
son iguales, no hay movimiento. Su influjo fue notable, y su ecuación fue
acetada en el siglo xiii por Heytesbury, Dumbleton, Swineshead, Buridan, Al-
bedo de Sajonia y Oresme. Se aceptó casi universalmente como la verdadera
ley de Aristóteles. Pero hubo también importantes partidarios de Avempace,
como Tomás de Aquino, Roger Bacon y Duns Seoto. El mismo Galileo, si-
glos más tarde, defendería en sus primeros escritos esta postura, establecien-
do para la velocidad de caída: y ~ pesocuerpo-pesoaire.
     Ya en el siglo xvi, destaca la crítica de Giambattista Benedetti (1530-
 1590), sin duda el más interesante de los físicos italianos del renacimiento
—junto con Leonardo—, expresada en su «Demostratio Proportionum Mot-
tum localium contra Aristotelemo (Venecia, 1554). Aplicando la expresión a
la caída de los cuerpos, Benedetti afirma que en la ley correcta para la veloci-
dad de caída no es el peso el que entra en juego, sino el peso especifico) del
cuerpo (su peso por unidad de volumen). Podríamos expresarlo como: y~
peso específico=peso/volumen. La consecuencia de esta ley es la afirmación,
realizada expresamente por el italiano, de que todos los cuerpos de la misma
materia, grandes y pequeños, caen a la vez. Su influencia es palpable en las
obras de Galileo.
Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna                         471

La ley del movimiento según Soto:Resistencia Interna

    Tres años antes del libro de Benedetti, en 1551, Soto había publicado
una modificación de la ley aristotélica que merece nuestra atención. Es ex-
presada por Soto en la cuestión cuarta al libro séptimo: «Si la velocidad del
movimiento, por parte de la causa, es alcanzada según la proporción entre la
fuerza motriz y su propia resistencia.» Con su claridad habitual expone la ter-
minología:
    «Y tanto la fuerza activa como la que resiste puede ser o inherentemente in-
terna al móvil, o ¡de modo/ adyacente extrínseca; como cuando un grave cae, la
misma gravedad es una fuerza interna, y la que algo arroja es extrínseca. El mis-
mo medio por el que cae, sea agua o sea aire, es una resistencia extrínseca» 6<1
    <‘La velocidad del movimiento es alcanzada en cuanto a la causa según la
proporción de los agentes sobre sus propias resistencias» 8ui~ «Esta proporción
(como indicamos en el tratado de las proporciones) se dice proporcionalidad
geométrica. La conclusión es la de Pablo de Venecia, Heytesbury, y como
ciertamente afirman los comentadores de Aristóteles consintiendo. Y aunque
nunca hubiere sido expresada en estos términos por Aristóteles, se colige así
de sus siete reglas» 62
    La expresión de Soto seria: y” fmotriz/r¡nterna. Y supone que la regla sólo es
válida cuando f/r >1.
    Poco antes aclaraba: «Lo que es movido es una resistencia, que ha de ser su-
perada por la fuerza motriz» 63 Sobre el carácter de esa resistencia no hay lu-
gar a dudas: Soto concibió la resistencia 1) como interna (hoy diríamos masa


     6’ ‘Atque tam virtus activa: quam quae resistit esse potest, aut interne inherens mobili, aut
extrinsecus adiacens ul dum grave cadil, gravitas ipsa est interna virtus. El si quis illud expellat,
est extrinseca,,, Quaesiones lib. 7, q. IV, fol. 94, col. c.
     6’ “Velocitas motus penes causam attenditur penes proportionem proportionum agentioni
super suas ipsaz-um resistentias”, Quaestiones lib. 7, q. IV, fol. 95, col, a. La expresión “propor-
tionem proportionum’ no está libre de confusión. En la tradición de Hradwardine la propor-
ción de proporciones se entendió como una progresión geométrica, que conduce a la citada
expresión y log (f/r). Sin embargo, no todos los autores medievales y renacentistas entendie-
ron esto. Un ejemplo es Marliani, quien por ‘proportionem proportionuni” entendió la simple
razon entre el motor y lo movido. Nos hemos inclinado por esta interpretación en el caso de
Soto, a la luz de sus ejemplos numéricos, que eliminan toda posible duda de que se refiere a la
ley: y”
     62 ‘<Concinsio esí, quam Paulus Venet. Hentisber: & ferme enarratores Aristotelis consen-
tientes affirmaní. Nam & si nusquam fuerit ab Aristotele sub bis terminis constituta, eolligi eam
lamen existiinant ex suis regulis .septem’, Quaestione.s lib. 7, q. IV, fol. 95. col, a.
     83  Quod movetur est resisíentia quae a virtute motrice superanda est, Ouaestiones lib. 7,
q. IV, fol. 93. col, e.
472                    Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lacia

Inerte) y no sólo resistencia externa del medio; 2) como proporcional al pe-
so, «Si Pedro lanza una piedra con proporción doble entre su fuerza motriz y
la resistencia de la piedra, en el caso de ~que lance en cambioj tana doblemente
menos pesada, sobre la que posee una proporción doblemente mayor (...)» 64~ El
término «resistencia» formaba parte de todas las expresiones propuestas, du-
rante la Edad Media y el Renacimiento, para la ley del movimiento. Con fre-
cuencia se refería claramente a la resistencia del medio. En otras ocasiones se
mencionaba de modo confuso, junto a la resistencia del medio, otra resisten-
cia interna. No hemos encontrado una expresión tan clara del concepto de
resistencia interna en ningún autor anterior a Soto. Esta resistencia interna es
proporcional al peso, y debe ser superada para producir el movimiento. Sin
duda es un claro antecedente de la resistanza interna de Galileo, cuyo concep-
to expresa Salviati:
     «Si no hay en el móvil, además de la inclinación natural, hacia la direc-
ción opuesta otra cualidad intrínseca y natural que la hace resistir al movi-
miento, dime pues, una vez más: ¿No crees que la tendencia de los cuerpos
pesados a moverse hacia abajo, por ejemplo, es igual a su resistencia a ser
movido hacia arriba?» 65
     Como observa Crombie, la distinción entre peso y masa «estaba implica-
da en la hipótesis de Galileo de que en el vacío todos los cuerpos caerían con
la misma aceleración, estando las diferencias de peso contrabalanceadas
exactamente por las diferencias iguales de la masa. Era imposible que Galileo
hiciera esta distinción claramente, porque el peso era para él todavía una ten-
dencia intrínseca hacia abajo, no algo que dependía de una relación extrínse-
 ca con otro cuerpo atrayente, tal como había sido sugerido por Gilbert y Ke-
pler por analogía con el magnetismo e iba a ser generalizado por Newton en
la teoría de la gravitación universal. Sin embargo, la teoría de que había una
 resistencia intrínseca (resistanza interna) al movimiento, igual al peso o canti-
dad de materia del cuerpo, dio a Galileo su definición y medida del momen-
to y le permitió abordar el problema de la persistencia del movimiento de
 una manera que hacía inevitable cl concepto de inercia» 6<~
     El concepto de resistencia interna (que Newton llamaría masa inercial)
 es claro en Domingo de Soto: «¿Por qué no es absurdo [no es ineptitud 1 decir

    »~ ‘Et si Petrus iaciaí lapidem a proportione dupla mIer vi:n suatn motricem, & lapidis re-
ststentiam, ti’> lana duplo lev,otem, súper qoam habet duplo maiorem proportionem (.4>,
Quaesliones lib. 7, q. IV, fol. 94, col. b.
     >~ G. Galilei, <‘Dialogo en torno a los Sistemas Principales del Mundo» (1632), Segunda

Jornada.
     8< A. Crombie, Historia de la Ciencia: de. Agusiin a Galileo’, Alianza Universidad (1974),
vol. II, p. 140.
Domingo de Soto en e/origen de la ciencia moderna                         473

que a mayor mote, mayor resistencia?» 67 Y tiene para él una expresión cuan-
titativa: es proporcional al peso, como se deduce de sus ejemplos. Aún más
claramente es expresado) por su discipulo Francisco de Toledo:
      ‘<La velocidad del movimiento consiste en el exceso de la fuerza sobre la
resistencia: (...) porque la resistencia está en el cuerpo ¡Quia resistentia est in
corpore]o 68 «El caballo no es fuerza motriz pura, sino que a la vez tiene re-
sistencia, pues su cuerpo le resiste, y no sólo el peso. (...) No> sólo la piedra
tiene resistencia, sino la densidad del aire, (...), por las que resisten a la fuerza
motriz Ó9


La Resistencia Interna: de Soto a Galileo

     Fi rastro de esta doctrina enseñada por Soto puede seguirse a través de
las lecciones de los jesuitas del Colegio Romano.
     Antonio Menu —en lecciones anteriores a 1582— afirma que «El movi-
miento> de un cuerpo, simple o compuesto, a través del vacío será sucesivo);
concedido que no encontrase una resistencia extrínseca, habría todavía una
resistencia intrínseca que superar» ~«• Para Menu, y” f/r, y la proporción en-
tre el motor y lo movido genera una resistencia intrínseca. Al rechazar los ar-
gumentos dc Aristóteles contra la existencia del vacio, explica que todos
ellos están basados en la resistencia extrínseca del medio, y por tanto no son
válidos al considerar la resistencia intrínseca. Rechaza sin embargo que dos
moviles (uno ligero> y otro pesado) puedan tener la misma velocidad en el va-
cío, oque puedan tener la misma velocidad en un medio>.
     Ludovieo Ruggiero, profeso>r del Colegio Romano> en 1591, sugiere que
para la discusión dc las reglas de Aristóteles del libro séptimo de la Física,
sobre las relaciones entre velocidad, fuerza y resistencia, el alumno debe acu-
dir a los escritos de Toledo y Domingo de Soto, entre otros» 71
     Como contrapunto, y también en el Colegio Romano, Muzio Vitelleshi
rechaza expresamente la existencia de una resistencia interna, y es contrario>
a la posibilidad dcl movimiento en cl vacío. Acepta la ley de proporcionali-
dad simple, y supone que al caer los graves, se aceleran debido a la disminu-
cion de la resistencia del medio.

    8?Quare non dicerciur inepte quod major mole major est quodanimodo resistentia’,
Quaestiones lib. 7. q. IV, fol. 95. col. d.
   ~< E. loledo. op. cd, p. 447.

      1. Toledo. op. cii., p. 448.
      Cod. Ueberlingen. 138 (sin paginar), trací. 4, disp. 2, cap. lO (citado por Wallace).
   ~ Cod. SB. Bamberg. G2-4, fol. lUIr-y (citado por Waliace).
474                     Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lucia

    De mayor interés es la figura de Stephano del Búfalo, que enseñó en el
Colegio en 1597. Existen paralelismos notables de las lecciones de Del Bú-
falo 72 y el contenido de las «Cuestiones Físicas» de Galileo ~ Los dos pa-
recen haber usado una fuente común, tal vez la obra de Paolo Valía. Del
Búfalo escribió: «Decimos que la resistencia es la permanencia de la cosa
en su esse contra la acción contraria. (...) La potencia es la causa de la resis-
tencia; (...) sin la cual no hay resistencia». Galileo afirmó: «La resistencia es
la permanencia en el propio estado contra la acción contraria (...) La po-
tencia natural o la impotencia siempre está en la cosa, la cosa no siempre
resiste, sino solamente cuando está presente la acción contraria.»
    ¿Ejerció un influjo real sobre Galileo la concepción de Domingo de
Soto sobre la resistencia interna? Es difícil por el momento una respuesta
taxativa, pero hemos aportado evidencias que apuntan en esa direccion.


Soto y la velocidad decaída en cl vacio

    Soto propuso su ley, y « fmotriz/rintern,, con carácter general; sería válida
para todo tipo de movimiento. Sin embargo, como Newton demostrará, no
es necesaria una fuerza para la persistencia del movimiento. La ley de Soto
será válida sólo para una fuerza que actúa constantemente. De modo que el
ejemplo natural a considerar en la aplicación de su ley es el movimiento de
caída de graves. Soto no la consideró expresamente, pero nosotros vamos a
formular una pregunta a la que trataremos de responder empleando las
ideas de Soto. La cuestión será: ~<¿cuál la expresión de la velocidad de caí-
                                           es
da de los cuerpos en el vacío?>
    Puesto que el profesor segoviano afirma: «en el movimiento de graves y
leves por el vacío, donde no hay resistencia [extrínsecal (...), también son
movidos en el tiempo por una fuerza finita» 74; no tenemos que considerar
más que la resistencia interna. Soto tendría dos respuestas:

                                            1 v”t


   32   Biblioteca Nacional de Lisboa, Fundi General, Cod. 2382, fois. 129v-i 30r (citado por
Walíace).
    ~ G.Galilei, Manuscrito M546, «Juvenalia”, Opere vol. 1, Pp. 7-177; para la comparación
de textos véase: “Galileo and his Sonrees”, pp. 87-88.
    ~ ‘In moíu vero gravium aut Ievium per vacuum ubi nulla esí resistentia (.4, nempe quod
tune etiam movebuntur in tempore propter finitam virtutem”, Quaestiones lib. 7, q. IV, fol. 95,
col. d.
Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna        475

donde t=tiempo

2                                                    P
                                                   riníerna


donde Ppeso (fuerza motriz para el grave)
La unión de estas dos partes de la ley daría un resultado simple:


                                            v= (P)              .t


    Se deduce de sus ejemplos que entendía la resistencia interna (masa)
como proporcional al peso. Si llamamos «go a la constante de proporcionali-
dad: ~


                                           y =   ¡ riníerna g
                                                     ruterna
                                                                     .t=g.t


     Por tanto, la velocidad de caída de los graves en el vacío aumenta pro-
porcionalmente con el tiempo. Este aumento será explicado en las cuestiones
al libro octavo: el ímpetu que recibe el grave al caer hace aumentar su veloci-
dad. Para Soto, una mayor resistencia implica una mayor capacidad de recibir el
ímpetus ~. Este es un dato más que sostiene la sugerencia de que esa resisten-
cía interna es lo que Newton llamaría masa inercial. Otra consecuencia es
que la velocidad de caída de los cuerpos no dependerá de su tamaño, ni tam-
poco de su naturaleza. Por tanto, Soto habría respondido asía nuestra pregun-
ta: «Todos los cuerpos caen en el vacío con la misma velocidad, que aumenta de
modo uniformemente disforme con el tiempo de caída>’
     Ante el resultado de nuestro análisis de las aportaciones de Domingo de
Soto a la física, proponemos esta consideración: es en la década que abraza
las obras de Copérnico (1543), Soto (1551) y Benedetti (1554) donde
debemos situar la línea divisoria entre la ciencia del Renacimiento y la cien-
cia moderna. Tras una lenta maduración, al fin sus ideas contaron con un
magnífico aliado en Galileo Galilei.




    ~ Ouaestiones lib. VIII, vol. 101, col, a.

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TEMA 13 ESPAÑA EN DEMOCRACIA:DISTINTOS GOBIERNOS
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Domingo de soto en el origen de la ciencia moderna pérez camacho

  • 1. Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna JUAN JOSÉ PÉREZ CAMACHO (C.S.I.C.) IGNACIO SoLs LUCÍA (Universidad Complutense) Ha transcurrido casi un siglo desde que Pierre Duhem escribiera sus en- sayos sobre ‘<Domingo de Soto y la Escolástica de París» . Duhem fue pione- ro en el análisis de la influencia de Soto en el origen de la ciencia moderna. Desde entonces han sido escasos los trabajos que han tratado la aportación a la física del ilustre segoviano. Alexandre Koyré, en un ensayo sobre la ciencia en el Renacimiento 2, se refirió al enigma de Domingo de Soto. Soto, en el pasaje más citado de sus Quaesíiones 3 sobre los ocho libros de la física de Aristóteles, asocia el con- cepto de movimiento uniformemente acelerado (unijórmiter disformis, según la expresión derivada de los Ca/ca/atores de Oxford) con la caída de los cuer- pos, e indica que la distancia recorrida por el grave puede ser calculada a partir del tiempo transcurrido empleando el Teorema de la Velocidad Media del Merton College. El enigma de Domingo de Soto se puede expresar en dos preguntas: ¿cómo supo que el movimiento) de los cuerpos pesados en caí- P. Duliem, ‘Dominique Soto et la escotastique parisienne>’, Butíetin l-lispanique, vol. t2 (1910). vol. 13 (191 1) y voL 14 (1912). 2 A. Koyré en René Taton (editor), «Historie générale des sciences”, vol. 11, p. 96; edición inglesa:”History of Scicnce”, traducido por A. J. Pomerans, Nueva York. Basic Books. 1964. ~~1). Soto, Super Octo Libros Physicorurn Aristotelis”, Comentarios y Cuestiones. La pri- mera edición se publicó incompleta en 1545: faltaban las cuestiones al libro octavo, y dos cues- tiones al libro séptimo. quc aparecieron en la edición de 155 t. Citaremos empleando la cdi- clon tercera. de 1572, RcvÑa de l-ilosofla, 3.’ época, vol. vii (1994), núm. 12, págs. 27-49. Editorial Complutense. Madrid.
  • 2. 456 Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lacia da libre es uniformemente disforme con respecto al tiempo?, ¿cómo pudo ser transmitido este conocimiento a Galileo, quien es celebrado por haber mantenido una enseñanza similar al menos cincuenta años después de Soto? La primera cuestión interesó a Koyré y fue objeto de una investigación que William A. Wallace —siguiendo su orientación— publicó ~en 1968. La segunda no fue formulada por Koyré, pero es el mareo que sitúa el conte- nido de sus Etudes Ga/iléennes ~. Con las dos caras de este enigma nos enfrentaremos en la primera par- te de este ensayo. En la segunda parte destacaremos otro aspecto de la físi- ca de Domingo de Soto, que ha sido pasado por alto hasta ahora, pero que a la luz de sus conocimientos sobre el movimiento uniformemente acelera- do adquiere una significación más profunda. Nos referimos al concepto de «Resistentia Interna». Como explicaremos, constituye un antecedente indu- dable de la Resistanza Interna dt Galileo, y se encuentra muy próximo a la masa inercial de Newton. En este trabajo nos limitaremos a las Quaestiones de Soto sobre el séptimo libro de la Física de Aristóteles. Esperamos poder realizar un tratamiento más amplio de su Física en otro lugar. Descripción de las Quaesdones sobre el séptimo libro de la Física Soto formula cuatro cuestiones. La primera, «Si en el universo es nece- sano que el motor y lo movido sean simultáneos» 6, es respondida de for- ma negativa al recordar que el fuego calienta el agua sin tocarla, el imán atrae al hierro a distancia, y el grave es movido por/a tierra sin estar en con- tacto con ella, al igual que la flecha no está en contacto con quien la lanzó. Las dos últimas afirmaciones adquieren su verdadero relieve dentro de la teoría del impetus que Soto explica y defiende en las cuestiones al libro oc- tavo. En la segunda, «Si cualesquiera dos movimientos son comparables en- tre sí» ~, recuerda que la velocidad del movimiento recto atiende a la longi- W. A. Wallace, “The Enigma of Domingo de Soto: Urnfornziter Di.~forniis and Falling Bo- diesen Late Medieval Physics>, ISIS 59(1968), Pp. 384-401. A. Koyré, «Etudes Galfléennes”, París: Herman & Cíe, 1939; versión inglesa: «Galileo Studics”, J. Mephan, Atiantie l-Iihglands, N. J. Humanities Press, 1978. « ‘<Utrum in universum nessesartum sít movens & motum esse simulo, D. Soto, Quaestiones lib. VII q. 1, fol. 87, col, e. Utrum motus quicunque atii motui sit comparabilis’ Quaestiones lib. VII q. II, fol. 89. col, a.
  • 3. I)omingo e/e Soto en el origen de la ciencia moderna 457 tud del espacio recorrido en cierto tiempo, mientras la velocidad del movimien- to circular atiende a la cantidad de ángulo descrito en cierto tiempo alrededor del centro. Los fragmentos más citados de la física de Soto se encuentran en la tercera cuestión. Aparece precedida de una disgresión aritmética sobre las proporcio- nes. al modo de una introducción matemática sobre la que basará gran parte de sus argumento>s. Al definir el concepto de proporción sigue a Boecio, quien en el siglo vi recopiló trabajos elementales de Geometría, Aritmética, Astronomía y Música, basándose en Euclides, Nicómaco y Ptolomeo. Proporción no es sino la razón entre las cantidades. Como sorn dos las vías del conocimiento —según la doctrina aristotélica—, dos deben ser los aspectos estudiados acerca del movimiento. La primera vía de conocimiento es por el efecto>, y al efecto del movimiento dedica Soto el primer lugar en la cuestion tercera, «Si la velocidad del movimiento respecto al efecto es alcanzada según la distancia recorrida» «, ya que nuestro conocimiento em- pieza por los sentidos. La cuestión cuarta investiga sobre Ja causa de] movi- miento, «Si la velocidad del movimiento por parte de la causa es alcanzada se- gún la proporción cntre la fuerza motriz y su propia resistencia» ya que al ‘>, orden natural se llega por la causa, en cuyo conocimiento consiste la razón de la cienci a. La cinemática de Soto: Velocidad del movimiento respecto al efecto Para enmarcar la importancia de la aportación del dominico español, con- viene reseñar los aspectos más destacados en la evolución de la cinemática. La cinemática en la Edad Media El estudio cinemático del movimiento parece haber comenzado con Gerar- do de Bruxelas, cuyo importante estudio «De Motu» fue escrito probablemen- Utrum velocitas motus ab effectu attendatur penes quantitatem spatii, quod pertransi- toro, Quaestiones lib. Vil, q. 111, fol. 92, col. b. ‘Utrum velocitas motos attendatur ex parte causa penes proportionem pí-oportionum, qoae sunt velocitatom ad suam ipsarom resisientias, Ooaestioncs lib. Vil, q. IV, fol. 94, col. b. Hemos corregido el texto latino en la traducción, ya que evidentemente presenta una errata: donde dice ‘vclocitatom dcbc decir «virtotum motricium”. como se desprende del contenido de la coestion.
  • 4. 458 Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lucia te ~oentre 1187 y 1260. Aunque Gerardo de Bruxelas no llegó a definir la velocidad como razón entre dos cantidades no comparables (espacio y tiem- po), su trabajo implicaba el concepto de velocidad, que llegó a expresar como magnitud que adquiere valores numéricos. La obra de Gerardo influyó notablemente en el desarrollo de la física matemática. Por ejemplo, al tratar el movimiento de rotación propuso representar la velocidad no uniforme mediante una velocidad uniforme. Este enfoque ha sido característico de la cinemática moderna. Pero sin duda la mayor influencia de Gerardo de Bruxelas se hizo sentir a través de la Universidad de Oxford. Allí, Thomas Bradwardine (hacia 1295-1349) hizo alusión al tratado «De Motu» en 1328. La atención de los matemáticos de Oxford del siglo xiv, herederos de la tradición de Robert Grosseteste y Roger l3acon, se dirigió hacia la descripción matemática del movimiento, y hacia la definición precisa de los conceptos de velocidad y aceleración en términos abstractos, sin ninguna referencia al mundo físico. Bradwardine empleó un álgebra de palabras en su tratado «De Proportioni- bus» II. En este método fue seguido por un grupo del Merton College durante la década de 1330 a 1340, conocidos como los Calcutatores. Este grupo estaba formado por William 1-Ieytesbury (hacia 1313-1372), Richard Swines- head (fI. entre 1344-1354) y John de Dumbleton (fI. entre 1331-1349). Ri- chard Swineshead, autor del «Liber Calculationum”, era llamado expresa- mente el Calculator. William Heytesbury definió con nitidez 12 el movimiento uniformemente acelerado (untformiter disformis con respecto al tiempo) como aquel en el que se adquieren incrementos iguales de velocidad en períodos iguales de tiempo. Definió la velocidad instantánea de forma análoga a como haría Ga- lileo tres siglos más tarde. De hecho, durante mucho tiempo se pensó que el estudio con cierto detalle matemático del movimiento uniformemente acele- rado no fue realizado antes de Galileo. Fue Pierre Duhem quien en su monu- mental estudio sobre Leonardo da Vinci ‘~ demostró a principios de este si- glo que las investigaciones sobre el movimiento acelerado fueron realizadas en la Edad Media, principalmente en las Universidades de Oxford y Paris. En Oxford, Heytesbury y sus contemporáneos del Merton College dieron descripciones matemáticas de varias clases de movimiento: uniforme y dis- Para una excelente revisión: M. Ciagett, “The Selence of Mechanics in the Middle Ages’, Madison, Univ. Wisconsin Press, 1959. II L. Crosby (editor), ‘<Thomas of Bradwardine: His Tractatus De Proportionibus; lts signi- ficance for the Development of Mathen>atical Physics”, Univ. Wisconsin Press, Madison, 1955. 12 w Heytesbury, íRegulae Solvendi Sophismata, 1335. ‘~ P. Pohem, Etodes sur Leonard de Vinci”, vol. III, París, 1913.
  • 5. Domingo de Soto en el origen e/e la ciencia moderna 459 forme. Los términos uniformis, disfornás y uniformiter disformis llegaron a ad- quirir una significación cinemática. Descubrieron el Teorema Fundamental de la Cinemática, o Teorema del Merton College, que establece: «en iguales pe- riodos de tiempo, un móvil con velocidad uníjórmemente acelerada y otro con velocidad igual a la media entre las velocidades inicial y final del movimiento uniformemente acelerado, recorrerán espacios iguales». Heytesbury ofreció una prueba aritmética del Teorema en su «Regulae» de 1335. Posteriormente se- ría demostrado por Swineshead en el «Liber Calculationum», y por Dumble- ton en la «Summass. La regla de la Velocidad Media pasó a la Universidad de Paris, pues las relaciones con la de Oxford eran fluidas durante el siglo xiv. Con Nicolás Oresme (hacia 1325-1382), futuro obispo de Lisieux, la escuela física de Jean Buridan (muerto probablemente en 1358) se inclinó hacia el uso de coordenadas. Oresme dio una prueba geométrica al Teorema de la Veloci- dad Media ~, la misma que ofrecería Galileo. Oresme introdujo en la clasifi- cación de los tipos de movimiento un esquema de dos variables (espacio y tiempo) que influyó en escritores posteriores. Alberto de Sajonia (hacia 1316- 1390) prefirió los términos regular e irregular para referirse al movimiento. Los físicos italianos del siglo XV siguieron las huellas de ambas escuelas, pues aunque prefirieron el enfoque de los lógicos ingleses, conocieron tam- bién el sistema de coordenadas de Oresme ~. Giovanni Marliani (muerto en 1483) es un buen ejemplo de la tendencia general en Italia. En su tratado «Probatio cuisdam sententis Calculatoris de motu locali», escrito en 1 460, Marliani propone su propia demostración del Teorema para aclarar la prue- ba ofrecida por el Calcula tor 6 Entre los escritores italianos destacan una se- rie de autores asociados con Pablo> de Venecia (muerto hacia 1429), algunos de cuyos discípulos escribieron comentarios sobre las «Regulae» de Heytes- bury. Estos comentarios se conservan en una edición 17 de Venecia de 1494, que contiene contribuciones de Gaetan de Thiene, Messinus, Angelo de Iii prueba dc Oresme se conserva en dos obras: ‘De Configuratione Potentiarum’ y “1 ractatus de Lattitudinibus Formarum’>; la primera es más completa. Ambas se describen en: P. i)uhem, “Dominiquc Soto et.”, op. ch., vol. 14(1992), p. 6(1. Sobre la relevancia de Oresmc ver: M. Artigas. ‘Nicolás Oresme, Gran Maestre del Colegio de Navarra, y el Origen de la Ciencia Moderna>’. Príncipe de Viana (Suplemento de Ciencias), n. 9, Navarra, 1989. < Este es el caso por ejemplo de Blas de Parma (‘<Questiones super tractalus de latitudini- bus formarum”) y O-jetan de Thiene (Comentarios a ‘Tria Predicamenta de i-ieytcsbury). Para un estudio detallado ver: M. Clagetí. “Giovanni Marliani ;ind Late Medieval Physics”. Tesis Doctoral, Columbia University Pres, Nueva York, 1941. capitulo V, PP. 101 y ss. ‘Hcntisberi de Sensu compositio et divisoo, Venecia: Bonetus Locatellus, 1494.
  • 6. 460 Juan José Pérez Camacho-Ignacio Sois Lucía Fombrosona y otros. La tradición de los Ca/culatores se mantuvo en el conti- nente gracias a estos comentarios, conocidos durante el siglo xvi. A través del Renacimiento podían encontrar muchas de las obras más importantes de la física medieval en las bibliotecas de las universidades. También Galileo, al final del siglo xví, conoció las principales doctrinas que recorrieron Europa. En sus «Juvenilia», tres ensayos de juventud basados en lecciones impartidas por jesuitas en el Colegio Romano, Galileo mencio- na a Burley, I-Ieytesbury, Ca/culator y Marliani, así como a Ockam, Filopón y Avempace. Pero no aparecen Buridan, Albert de Sajonia y Oresme, aunque se refire genéricamente a los Doctores de París. En dos ocasiones cita Gali- leo a Domingo de Soto 18, aunque no en el marco de la cinemática. Como ve- remos, Domingo de Soto desempeñó un papel clave en el origen de la ciencia moderna. Soto rompe totalmente con sus predecesores inmediatos, recha- zando el esquema de división de los tipos de movimiento según dos varia- bles, volviendo al esquema de una variable de Heytesbury. No sólo ofrece una explicación completa de la división, sino que ofrece ejemplos del mundo físico para cada tipo de movimiento. Es entonces cuando asocia la caída de los cuerpos con el movimiento uniformiter disformis, tomado éste en el senti- do preciso de movimiento uniformemente acelerado en el tiempo, al que aplica correctamente el Teorema de la Velocidad Media del Merton Co/lege. Soto, e/movimiento uniformemente acelerado y/a caída de graves En un modelo de claridad, Soto ofrece una división exhaustiva, con defi- niciones y ejemplos, la mayoría de los cuales ya habían sido usados por sus predecesores. No ofrece ninguna prueba empírica. «El movimiento sin embargo es de dos tipos: uniforme y disforme. Y otra distinción se puede considerar respecto al sujeto [respecto al espacio] y res- pecto al tiempo. Respecto al sujeto, se dice uniforme el movimiento en el que todas las partes se mueven con la misma velocidad, como se ve en el movi- miento continuo por un plano. Pues si arrastras una piedra de un pie de lon- gitud sobre un Ñano, todas sus partes se mueven de la misma manera. El mo- vimiento disforme con respecto al sujeto es aquel movimiento en el que no todas las partes del móvil se mueven por igual, y puede ser a su vez de dos 8 “Le Opere di Galileo Galilei’, cd. Antonio ¡<avaro, 20 vols. en 21, Florence, O. Barbéra Editrice, 1890-1909, reimpreso 1968 (citaremos esta obra como Opcrc); véase vol. 1, pp. 144 y 146.
  • 7. Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna 461 formas: uniformiter disformis y disformiter disformis Uniformemente disforme es el movimiento del sujeto movido disformemente de tal modo que, [la velo- cidad en] el punto medio de cada porción de línea es excedida por [la veloci- dad enl el extremo mas veloz de tal porcioncil/a en la misma proporción en que excede al extremo más lento. De entre los movímíentos locales, sólo éste conviene al movimiento circular, y a él totalmente: como aparece en la rueda de moler, cuyo indivisible centro permanecería estático, si el movimiento fuera perfectamente circular. (...) El movimiento disformemente disforme con respecto al sujeto, es el movimiento del sujeto de tal modo disforme, que no ocurre en cada porción que el punto medio según la extensión igualmente excede [en velocidadJ lo que es excedido» 19 No encontrando ningún ejemplo de movimiento local que satisfaga este tipo>, expresa un ejemplo sobre cambios de cualidad (alteración), como el ca- lentamiento: un objeto que tiene diversos grados dc calor, no uniforme en las diversas partes. Soto continúa: «Esta misma división tiene lugar respecto al tiempo. Por consiguiente, el movimiento uniforme respecto al tiempo es aquel por el que el mismo móvil en iguales intervalos de tiempo recorre iguales distancias, como se da perfec- tamente en el movimiento extremadamente regular del cielo. (...) El movi- miento> disforme con respecto al tiempo es aquel por el cual, en partes iguales de tiempo son recorridas distancias desiguales, o en [tiempos] desiguales, Les- paciosj iguales. Y como el anterior, es uniformente disforme o disformemen- te disforme. Movimiento uniformemente disforme con respecto al tiempo es el movimiento de ¿al modo disforme, que si dividimos según el tiempo (a sabes se- gún anterior y posterior), ¡la velocidad de/ el punto medio de la proporción exce- de ¡la velocidad e/ej el extremo más lento lo que es excedida por e/más rápido» 2(1 Motus autem est duplex, uniformis, & disfo,rmis. Et utraque differentia potest conside- rarí respeetu subiecti, & respectu temporis. Respecto subiecti motos uniformis est, enius omnes partes aequa inter se velocitate moventur, ut est videre ‘o continuo recte moto per planum. Si ením pedalem lapidem trabas super pianitiem, omnes elus partes nioventur aequalirer. Disfor- mis vero molos quo ad sobiectum, est, quo non omnes partes mobilis moventur aeqoaiiter, qui doplex esí: oniformiter disfortnis, & disformiter disforn,is. Uniformiter ergo disformis, est mo- tus subiecti, ita distormiter moti, ut coiusconqoe portionis Iineae secondum talem extcnsionem punctom mediom ea proportione exceditor ab extremo intensissimo taus portionculae, qua cx- cedit alterum cios extremuin remísíssímum. Qui quidem inter motus locales solom convenit cir- colarite r inotis. & ilí is oronibus: ut apparet in mola Iromentaria. Cojos centrum indivisibi le. o— mobile sund, si motus csset perleete circolaris: (.) Motos disformiter disformis qoo ad subiectom, est motus sobieeti, ita disformiter moti, ol non cuioseonqoe portionis secundoin ta- lem exíensionem ponctom medium aeqoaliter excedil, & exeeditur’, Qoesliones lib. 7, q. III, fol. 92, col, e. Eadem loeom habet divisio respecto temporis. Motus igitsír uniformis qun ad tempos,
  • 8. 462 Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lucía A continuación Soto escribe la sentencia que le ha concedido un puesto de honor en la historia de la física: «Este tipo de movimiento ¡uniformemente disforme con respecto al tiempo] propiamente sucede en /os [graves] naturalmente movidos y en los proyectiles. Donde un peso cae desde lo alto por un medio uniforme, se mueve más veloz en el fin que en el principio. Sin embargo el movimiento de los proyectiles es más lento al final que a/principio: el primero aumenta de modo uniformemente dis- forme, y e/segundo en cambio disminuye de modo uniformemente disforme» 21 Con estas afirmaciones Dominto de Soto recorrió la enorme distancia que separa la abstracción matemática de la realidad física, proporcionando la clave de acceso para una matematización de las leyes de la naturaleza. De este modo —como indica Duhem— unió dos ideas que se transmitieron para- lelas: la aceleración de la caída de graves, y el movimiento uniformente dis- forme 22 Es el principio que Galileo buscaba 23 en 1 604 para establecer el fundamento de la cinemática. El último tipo de movimiento también es recordado: «El movimiento dis- formente disforme con respecto al tiempo es el movimiento en tal modo dis- forme, que si es dividido según el tiempo, no ocurre que el punto medio de cada parte en la misma proporción excede [en velocidadl a un extremo cuan- to es excedido por el otro 24~ Este tipo de movimiento —indica el pensador segoviano— es el que esperamos en los animales, donde se observa el aumen- to y la disminucion. Al discutir el movimiento) uniformemente disforme con respecto al tiem- po manifiesta su completa comprensión de este tipo de movimiento. Cual- quier posible ambigúedad es aclarada al proponer la cuestión: «Si la veloci- dad de un móvil que es movido uniformente disforme ha de ser denominada est ille: quo idem mobile aequ¡s portionibus temporis: equas itidem períransil longitudines spa- tu, ut in regulatissimo motu caelorum perfectum esí. (.) Moto vero disformis quo ad tempus est ille: quo partibus aequalibos temporis inaequalia pertranseuntur spatia: vel inaequalibus: aequa- ha. El est: uti superior, vel oniformiter disforn,is, vel disformiter disformis’, Qoaesiones lib. 7, q. III, foi. 92, col. d. 2~ Place motos species proprie accidit naturaliter motis: & proiectis. Ubi enini moles ab al- lo cadit per medium uniforme: velocios movetor in fine: quam in principio. Projectoruin vero motos: remíssíor est in fine, quam in principio: atqoe adeo primos oniformiter disformiter in- tenditur secondom vero uniformiter disformiter remittitur’, Onaestiones lib. 7, q. III, fol. 92, col. d. 22 p Iiuhenv op. cit, vol. 14(1912), cap. XVIII, p. 70. 23 Cartade OalileoaPaoloSarpi, 16-X-1604: OpercvohX, po. 115-116. “ ‘Motos vero disformiter disfornuis quo ad tempus: est motus taliter disformis: ot si di- vidatur secundum tempus non cuiuscunque partis medium ea proportione excedit unom ex- tremom quo exceditur ab alio”, Qoaestiones lib. 7, q. III. fol. 92, col. d.
  • 9. Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna 463 por su velocidad máxima, como en el caso de un grave que cayera durante una hora desde velocidad nula hasta 8, ¿ha de decirse movido con velocidad 8?» 25~ Responde en términos del Teorema de la Velocidad Media, ya que es partidario de nombrar la velocidad del movimiento uniformemente disforme por la velocidad media, y no por la máxima. Su ejemplo termina de aclarar el asunto: «Si el móvil A, durante una hora, va aumentando siempre su veloci- dad de O a 8, recorre precisamente tanto espacio como [otro móvilj B que se mueve con velocidad uniforme de magnitud 4 en el mismo [período de] tiempo» 26 No cabe la duda sobre su correcta comprensión del término uni- formiter disformis, y de cómo se aplica a un objeto que cae libremente. La forma aparentemente casual en la que Soto introduce esta asociación de unijórmiter disfórmis con la caída de graves llevó a Pierre Duhem 27 a es- pecular que era ésta una doctrina generalmente aceptada a principios del si- glo xvi en la Universidad de Paris, donde Soto estudió 28 alrededor de 1516- 1520. Duhem se basa en el hecho de que Soto no presenta su aportación como una idea original suya. Conviene recordar que el énfasis sobre la prio- ridad en los descubrimientos científicos surgió en tiempos de Galileo Galilei, un hombre espoleado en parte por la fama. El dominico español no encaja en este esquema, y termina su obra (basada en sus lecciones de la Universi- dad de Alcalá en el curso 1522-23, y escrita para ofrecer un libro de texto útil a petición de la Universidad de Salamanca 29) cuando ya había desempeñado un importante papel en la Historia, como teólogo influyente en el Concilio de Trento. Su deseo a Los treinta años era apartarse del mundo>, pero> siguió los consejos que le indicaban la conveniencia de emplear sus cualidades inte- lectuales dentro de la orden de predicadores. Además, si Duhem estuviese en lo cierto —se pregunta Koyré 3«~ «¿por qué fue Soto el único en dejar esta vi- sion por escrito?’. William Wallace ha procurado responder a esta pregunta de Koyré para 25 “Utrum velocitas niobilis uniformiter disformis noIi sil denominanda a grado velocis- sámo, ut si grave decidal in una hora velocitate a non grado usque ad 8. discendus sil moverít ol 8. Quaestiones lib. 7. q. III, fol. 93, col. d. 28~j a. mobile una hora moveatur intendendo semper motum non a grado usque ad .8. tantonden spatii transmittet, qoantun b. quod per simile spatium eodem tempore oniformi- ter moveretur, nl .4.”. Onaestiones lib. 7, q. III, fol. 94, col, a. 27 P. Duhem. “Dominique Soto eL..’>. vol. 12(1910), cap. VIII. p. 357: vol. 14(1912), cap. XXIII, p. 376. 28 B. de Heredia, ‘Domingo dc Soto. Estudio Biográfico Documentado>, Cultura Hispánica, Madrid, 1961. =8 R. Heredia, Op. ca?, p. 597. A. Koyré en: Renélaton (editor), “Histoire generale des sciences”, vol. II, p. 97.
  • 10. 464 Juan José Pérez Camacho-Ignacio Sois Lucia desentrañar el «Enigma de Domingo de Soto». En un artículo 31 publicado en 1968 estudia a diecinueve autores anteriores y contemporáneos a Soto, des- tacados por sus estudios de los tipos de movimiento. De entre estos autores, encuentra Wallace, sólo Soto proporciona sistemáticamente ejemplos para el más simple de los esquemas de división empleados —al que considera sólo una variable independiente en cada momento—. Los demás autores interesa- dos en proporcionar ejemplos —principalmente escritores de finales del siglo xv o principios del xvi— trabajaron con esquemas de dos variables (espacio y tiempo) simultáneas, lo que generalmente impidió la posibilidad de conside- rar el caso del movimiento uniformemente disforme respecto del tiempo 32• Junto a Domingo de Soto, el también español Diego Diest ~ es el único que asigna una modalidad cuantitativa precisa al movimiento de caída. La va- riable independiente en la discusión de Diest es espacial y no temporal. El mismo error indundará los primeros escritos de Galileo en su intento de for- mular la ley correcta de caída de los cuerpos ~ También Alberto de Sajonia defendió esta postura, contrariamente a lo que explica Duhem ~. Duhem afirma que Alberto de Sajonia indicó el movimiento uniformemente acelera- do como una de las suposiciones que podrían proponerse acerca de la caída de los cuerpos. Marshall Clagett ha analizado en detalle 36 los textos de Al- berto de Sajonia para mostrar que ninguno identifica explícitamente el movi- miento de caída como uniformemente disforme, de manera que pueda ser aplicado el Teorema de la Velocidad Media de forma inequívoca. La conclusión de Wallace es sencilla de formular: «La contribución del dominico español no fue producto de la época, sino que fue por el contrario sig- nificativa» Soto destaca sin duda como un magnífico profesor, el mejor ~. simplificador en la clasificación de los movimientos, y quien más interesado estaba en unificar las formulaciones abstractas con el mundo físico real. W. A. Wallace, “The Enigma of Domingo de Soto...”. op. ca. 32 A excepción del portugués Alvaro Ihomaz (Liber de triplici motu proportionibus an- nexis... philosopbicas Suiseth calcolationes ex parte declarans, Paris, 1509) que mencionó el movimiento uniformemente disforme con respecto al tiempo en el contexto de su esquema de dos variables. Como los ingleses del Merton, Alvaro Thomaz estaba más interesado en las des- cripciones cinemáticas que en dar ejemplos. ~ D. Dies, “Questiones phisicales super Aristotelis textum, sigillatitn omnes materias tan- gentes in quibus difficuitates que in thcologia el aliis scientiis ex phisica pendant discusse sois locis inseruntur’ (Zaragoza, 1511). ~ Véase A. Koyré, ‘Eludes Galilécnnes’>. op. cii. Fas. II: “La Ioi de la chute de corps —Des- cartes el Galilée”. ~ P. Duhem, “Dominique Soto et..., op. cix., vol. 13(1911), cap. XI, p. 16<). ‘-~ M. Clagetí, ISIS, vol. XLIV (1953), p. 401. ~ W. Walíace, «Domingo de Soto...’, op. cii., p. 401.
  • 11. Domingo de Soto en el origen e/e la ciencia moderna 465 Sobre la cinemática de Soto queda aún un aspecto por tratar: cómo llega- ron sus ideas hasta Galileo. La herencia de Domingo de Soto: El Colegio Romano de los Jesuitas Domingo de Soto publicó por primera vez su ensenanza sobre la acelera- cion uniforme con respecto al tiempo y la caída de graves en su obra ‘<Quaes- tiones super octo libros physicorum Aristotelis» en 1551, de la que apareció una edición incompleta en 1545. Por una carta a Paolo Sarpi ~« sabemos que Galileo no conocía esta enseñanza antes de 1604. Entonces escribió que la velocidad aumentaba con el espacio (en lugar de con el tiempo) de caída: «El cuerpo que cae naturalmente va incrementando continuamente su velocidad a medida que la distancia desde el punto de partida aumenta’> ~. En [609 su formulación ya era correcta ¼y tal vez ya lo era poco después de 1 604. Galileo cita en dos ocasiones a Soto en su «Tractatus de Elementis» (Ma- nuscrito M546), aunque no en el contexto de la caída de cuerpos ~ Es cono- cido que ese tratado, así como otros escritos por el joven Galileo en Pisa al- rededor de 1589-1591, está basado en Lecciones impartidas por jóvenes jesuitas, contemporáneos de Galileo, en el Colegio Romano 42 fundado por Ignacio de Loyola en 1551 (ahora la Universidad Gregoriana). Las enseñanzas de los (a/culatores de Oxford y los Doctores de París re- cibieron una atención particular en las lecciones del Colegio Romano, basa- das en autores escolásticos y renacentistas a los que citaban extensivamente. Algunas de estas lecciones, claramente orientadas a la enseñanza, fueron pu- blicadas, pero la mayoría sobrevive sólo en forma manuscrita. El pensamien- to> de los (Dalculatores se introdujo en el Colegio Romano a través de dos je- suitas españoles: Francisco de Toledo y Francisco Suárez. Ambos fueron discípulos de Soto en Salamanca. Toledo enseño filosofía natural en 1560 y publicó sus Comentarios y Cuestiones a la Física de Aristóteles ~ donde destaca la importancia de considerar cuidadosamente los términos como uni- 38 Ú.arta de GalileoaPaoioSarpi, 16-X-1604: Opere volX,pp. 115-116. 3” Opere vol. VIII, p. 373. ~ O. Galilei, Manuscrito MS72, fol. 91v; Opere VIII, p. 281. ~ Opere vol. 1. pp. 144 y 146. 42 Para una discusión de la influencia del Colegio Romano sobre Galileo, véase: W. A. Wa- hace. “Galileo aud his Sources: Thc Heritage of Use Colegio Romano jo Galileos Selence”, Princeton: Princeton Univ. Press. 1984. 43 E. Toledo. ‘Commentaria: una cum Quaestionibos, in octo libros Aristotelis de Phvsica auseuliatione’. Colnniae .Agripinac 1574; Roma, 1591; Marsil, 581.
  • 12. 466 Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lucia Jórmiter disformis para entender muchos asuntos de la física Francisco ‘<~• Suárez enseñó teología (1580-1585) y también consideró en detalle unífor- miter disformis en sus influyentes «Disputationes Metaphysicae» de 1597. El ejemplo por ambos del lenguaje de los Calculatores ha sido analizado por Christopher Lewis ‘~. Otros profesores del Colegio Romano merecen atención en relación a Galileo. Antonio Menu enseñó durante un largo período desde antes de 1582 continuando la orientación de Toledo. Tuvo enorme ínfluencia en otros dos jesuitas: Paolo Valía, Muzio Vitelleschi y Ludovico Ruggiero. Me- nu se encuentra, pues, encabezando una tradición que empleó la terminolo- gía de los Calculatores, aplicada a las enseñanzas de la Universidad de París. Estos cuatro profesores proporcionaron la materia prima sobre la que se ba- saron los apuntes de juventud de Galileo 46~ Como indica Wallace, «hay poca duda de que todos estos materiales están derivados de lecciones impartidas en el Colegio Romano algún tiempo antes de 1591. El autor concreto es difícil de identificar, sin embargo, ya que se pueden establecer correspondencias entre las notas de Galileo y pasajes en Ruggiero, Vitelleschi, Valía y Menu, y también en toda la trayectoria hasta Pereyra y Toledo» »~ Valía parece ser el candidato más probable. Es de resaltar que Ruggiero sugiere a sus estudian- tes acudir a los escritos de Toledo y Soto para un tratamiento más satisfacto- rio de las formas en que la velocidad varía al principio, en la mitad y al final del movimiento ~. Posteriormente, entre los filósofos de la naturaleza que enseñaron en el Colegio Romano antes de 1626, dos mostraron un vivo interés por la tradi- ción de los Calculatorer Stephano del Bufalo y, sobre todo, Andreas Eudae- mon-Loannis. De ellos sólo se conservan manuscritos, por lo que no es extra- ño que hayan pasado inadvertidos durante mucho tiempo ~ Eudaemon-Ioannis explicó física en 1597-1598. Destaca su gran atención a los Calculatores, como se deduce de los manuscritos que se conservan: leccio- nes sobre la <‘Physica». «De Caelo» y «De Generatione»; un «Tractatus» en ~ E Toledo, op. cii., lib. 4, qlQ. <~ C. Lewis,”The Merton Tradition and Kinematics in Late Sixteenth and Early Seven- teenth Century Italy”, Padua, Editrice Antenora. 1980, Pp. 61-114. 48 W. Wallace, ‘Galileo and his Sources”, op. cix., pp. 54-96; ‘<Prelude to Galileo’, Pp. 129- 299. ~ W. Wallace, “Galileo, the jesuits, and the medieval Aristotle”. Hampshire, 1991: cap. Vi, “The Eariy Jesuits and Ihe Heritage of Domingo de Soto”, p. 6. Manuscrito SB Bamberg, Cod. 62-4, fol. 101 tv (citado por Wallace). 48 Los manuscritos están listados en: W. Wallacc, “Galileo and his Sources”, op. cix., pp. 351-352.
  • 13. Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna 467 dos libros sobre la acción y la pasión, y una Cuestión sobre el movimiento de los proyectiles, ambos escritos al estilo Calculator 5O~ La importancia de Eu- daemon radica en que discutió el experimento del mástil del barco con Gali- leo en Padua ‘,junto con otro jesuita que estaba enseñando allí, Giuseppe Biancani —discipulo de Clavius—. Ambos podrían haber influido en el uso por Galileo de los términos de los Calculatores en su «De Motu Accelerato», y en escritos posteriores. Eudaemon intentó desarrollar una física matemática de la acción natural, en la que la distribución uníformiter disformis de las magnitudes jugaba un pa- pel decisivo. Puesto que Eudaemon conocía la doctrina de Soto 52, sus discu- siones con Galileo en Padua alrededor de 1604 adquieren una significación especial. Por entonces Galileo buscaba un principio sobre el que construir su nueva ciencia del movimiento, como dice en su famosa carta a Paolo Sarpi. Ya había descubierto que el espacio recorrido por un cuerpo en caída libre estaba en relación con el cuadrado de los tiempos (en la terminología actual, e=( ¡/2).a.t2). Pero éste era sólo un efecto, una consecuencia del principio fundamental que Domingo de Soto había formulado más de cincuenta años atrás: que el movimiento de caída era un movimiento uniformemente acele- rado>, unijórmiter disformis con respecto al tiempo. Y ése era el principio que Galileo necesitaba. Galileo y la caída de graves Lo que requería la ciencia que Galileo buscaba instituir era explicar los hechos concretos observados, demostrando que eran consecuencia de leyes generales. Su encuentro con el telescopio retrasó sus investigaciones cinemá- ticas. Habrían de pasar más de treinta años antes de que un anciano Galileo, confinado en su villa de Arcetri, formulase en su «Discorsi» dc 1638 «algunas de las propiedades del movimiento acelerado (cualesquiera que pueda ser la causa de esta aceleración); entendiendo por tal un movimiento en que el mo- mento de su velocidad va aumentando después de su salida del reposo en proporción simple al tiempo, que es lo mismo que decir que en intervalos iguales de tiempo el cuerpo recibe incrementos iguales de velocidad; y si ha- llamos que las propiedades [del movimiento acelerado], que serán demostra- Universidad Gregoriana, Roma, APUG-FG, Cod. 713, sin paginar (citado por Wallaee). “ La evidencia es indirecta: Carta dc M. Goiducci a Galileo, 13-IX- 1.624, Opere, vol. XIII, p. 205; véase también: Galileo and his Sourees”, pp. 269-271. 32 w Wallace. Galileo. the Jesujis , op. cit, cap. VI. p. 10.
  • 14. 468 Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lucía das más tarde, se realizan en los cuerpos que caen libremente y acelerados, podemos concluir que la definición supuesta incluye ese movimiento de los cuerpos pesados y que su velocidad va aumentando con el tiempo y la dura- ción del movimiento» ~>. Originalmente, en 1604, Galileo pretendió haber demostrado su teorema del espacio, e=(.l /2).a.t2, a partir del axioma de que la velocidad instantánea era proporcional a la distancia de caída —la misma idea defendida por Alber- to de Sajonia—. Como demostró Duhem, lo que en realidad sucedió es que, por un curioso error, supuso Galileo en su razonamiento, sin advertirlo, que la velocidad instantánea era proporcional al tiempo (es decir, la fórmula de Soto!). Ese mismo «error» fue cometido años más tarde por Descartes. Es probable que Galileo hubiera descubierto su error y formulado correctamen- te la ley de la aceleración y el teorema del espacio hacia 1609, aunque no lo publicó hasta 1638 en su «Discorsio. Observamos, pues, que la influencia de las ideas de Soto sobre Galileo pudo ser decisiva, no sólo a través de la Compañía de Jesús. Domingo de Soto pudo haber tenido una influencia independiente sobre el pensamiento científico del Norte de Italia: él mismo estuvo presente en el Concilio> de Trento, desde diciembre de 1545, y asistió en 1546 al Capítulo General de su Orden en Roma. Su obra fue publicada no sólo en Salamanca, sino tam- bién en Venecia en 1582 y en Duaci en 1613. Incluso existe la posibilidad de que Soto haya tenido algún efecto sobre Giovanni Battista Benedetti ~ de quien Galileo tomó algunas ideas muy importantes acerca de la independen- cia de la velocidad de caída respecto del tamaño de los cuerpos. Como dato significativo, podemos indicar las circunstancias de la verifi- cación de los experimentos de Galileo sobre caída de cuerpos, realizada por el también jesuita Giambattista Riccioli —discipulo> de Biancanni— en Par- ma 55. Riccioli inició el trabajo experimental sobre caídas dc graves en 1629. Obtuvo permiso para leer a Galileo después de su condena 5Ó~ En un primer momento pensó que Galileo estaba en un error, aunque luego encontró que acertaba en sus afirmaciones: «En aquel tiempo yo no había llegado todavía a “ O. Galilei, «Discorsi e dimostrazione matematiche intorno á due nuove sejenze”, Ley- den, 1638, Tercera Jornada. “ Wallace explora esta cuestión en su ensayo “Science aud Philosophy al the Collegio Ro- mano in the Time of Benedetti’, Acts of the international Congress O. B. Benedetti e il suo tempo’, Venecia, 3-5 oet. 1985. “-~ Estos experimentos se describen en: A. Koyré, “Methaphysies and Measuremenís: Es- says in Ihe Sejentifie Revolution>, Cambridge, Mass., Harvard Univ. Press, 1968, Pp. 102-108. ~<‘ Sobre el proceso a Galileo: 1. SoIs y 1.1. Pérez Camacho, “Hl Proceso al Copernicanismo y a Galileo. Contrapuntos, Atlántida n. 15(1993). Pp. 5-19.
  • 15. Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna 469 los mejores y más evidentes experimentos que manifiestan no sólo la desi- gualdad en el movimiento de los cuerpos pesados, sino el verdadero incre- mento de sus velocidades, aumentando uníformiter disformiter hacia el final del movimiento>’ ~. Riccioli emplea la terminología de los <i’alculatores, ense- ñada por Domingo de Soto, al interpretar los resultados experimentales. Sin duda la tradición de Soto se mantuvo viva en Italia hasta la mitad del siglo xvii, en los ambientes que Galileo respetaba y frecuentaba. La dinámica de Domingo de Soto: velocidad del movimiento por la causa La ley peripatética del movimiento Galileo afirma en su tratado «De Motu Antiquora» 58 que nadie hasta en- tonces se había atrevido a cuestionar la regla de Aristóteles empleada para calcular velocidades de caída de graves en diversos medios. Tal vez fuese su deseo de remarcar la independencia de su descubrimiento lo que le movió a esta declaración. De hecho esta regla fue discutida, y con frecuencia modifi- cada, por los comentadores medievales y renacentistas del filósofo ~ La dinámica de Aristóteles establece el movimiento como resultado de la interacción de dos fuerzas: la fuerza motriz y la resistencia del medio. En el séptimo libro de la física establece, con caracter general, la velocidad de los cuerpos como proporcional a la fuerza motriz e inversamente proporcional a la resistencia del medio. En notación actual: ya f/r. El cociente no fue expre- sado por Aristóteles, de modo que sus comentaristas posteriores interpreta- ron y modificaron la ley original para intentar un acuerdo con lo observado. Esta ley indica que en ausencia de medio, el movimiento sería instantáneo al no existir resistencia (fue un argumento empleado por el estagirita para re- chazar la posibilidad del vacío). Propuso que en un medio dado los cuerpos de distinta materia, pero de la misma forma y tamaño, caerían con velocida- des proporcionales a sus peso>s diferentes. Tres eran los grandes problemas que no explicaba la ley: 1) Para cual- quier valor de fuerza (por pequeña que sea) y para cualquier valor de la resis- tencia (por grande que sea) se obtendría una velocidad finita, contra la expe- “ U. Rieeioli. “Almagestum novuin”, 661, p. 385. 88 Opere vol. 1, p. 284. Véase, por ejemplo, M. Clagett, Giovanni Marliani and Late Medieval Physics«, Tesis Doctoral. Columh¡a Univ. Press. Nueva York, 1941, cap. VI, PP. 125 y ss.
  • 16. 470 Juan José Pérez Camacho-Ignacio Sols Lacia riencia; 2) ¿Cuál sería el motivo del aumento de la velocidad en la caída de los cuerpos?; 3) ¿Cuál sería la fuerza motriz que mantiene los proyectiles en movimiento? Las diversas modificaciones posteriores de la ley iban encami- nadas a superar estos obstáculos. En el siglo vi Juan Filopón de Alejandría defendió que en el vacío un cuerpo caería con la velocidad característica de su gravedad. En el aire esa velocidad se reduciría en proporción a la resistencia del medio. El árabe es- pañol Avempace siguió esta formulación, que podemos expresar: y~ f-r. Así el movimiento en el vacío podría realizarse a velocidad finita. Averroes, Alberto Magno, Gil de Roma y otros autores medievales criti- caron la expresión de Avempace. Pretendiendo restaurar la ley original de Aristóteles, Averroes afirmaba que la velocidad se seguía del exceso de la fuerza sobre la resistencia del medio. El término «exceso» fue empleado du- rante la Edad media de dos formas diferentes: exceso aritmético, diferencia entre lo mayor y lo menor, f-r; y exceso geométrico, proporción entre lo ma- yor y lo menor, f/r. Averroes se refería al segundo: proporción entre la fuerza y la resistencia. Algunos autores del siglo xííí defendieron que el movimiento sólo se produciría si f/r >1. Thomas Bradwardine, en su «Tractatus Proportionum» (1328), propuso una nueva expresión: y “ log (f/r), según la cual si la resistencia y la fuerza son iguales, no hay movimiento. Su influjo fue notable, y su ecuación fue acetada en el siglo xiii por Heytesbury, Dumbleton, Swineshead, Buridan, Al- bedo de Sajonia y Oresme. Se aceptó casi universalmente como la verdadera ley de Aristóteles. Pero hubo también importantes partidarios de Avempace, como Tomás de Aquino, Roger Bacon y Duns Seoto. El mismo Galileo, si- glos más tarde, defendería en sus primeros escritos esta postura, establecien- do para la velocidad de caída: y ~ pesocuerpo-pesoaire. Ya en el siglo xvi, destaca la crítica de Giambattista Benedetti (1530- 1590), sin duda el más interesante de los físicos italianos del renacimiento —junto con Leonardo—, expresada en su «Demostratio Proportionum Mot- tum localium contra Aristotelemo (Venecia, 1554). Aplicando la expresión a la caída de los cuerpos, Benedetti afirma que en la ley correcta para la veloci- dad de caída no es el peso el que entra en juego, sino el peso especifico) del cuerpo (su peso por unidad de volumen). Podríamos expresarlo como: y~ peso específico=peso/volumen. La consecuencia de esta ley es la afirmación, realizada expresamente por el italiano, de que todos los cuerpos de la misma materia, grandes y pequeños, caen a la vez. Su influencia es palpable en las obras de Galileo.
  • 17. Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna 471 La ley del movimiento según Soto:Resistencia Interna Tres años antes del libro de Benedetti, en 1551, Soto había publicado una modificación de la ley aristotélica que merece nuestra atención. Es ex- presada por Soto en la cuestión cuarta al libro séptimo: «Si la velocidad del movimiento, por parte de la causa, es alcanzada según la proporción entre la fuerza motriz y su propia resistencia.» Con su claridad habitual expone la ter- minología: «Y tanto la fuerza activa como la que resiste puede ser o inherentemente in- terna al móvil, o ¡de modo/ adyacente extrínseca; como cuando un grave cae, la misma gravedad es una fuerza interna, y la que algo arroja es extrínseca. El mis- mo medio por el que cae, sea agua o sea aire, es una resistencia extrínseca» 6<1 <‘La velocidad del movimiento es alcanzada en cuanto a la causa según la proporción de los agentes sobre sus propias resistencias» 8ui~ «Esta proporción (como indicamos en el tratado de las proporciones) se dice proporcionalidad geométrica. La conclusión es la de Pablo de Venecia, Heytesbury, y como ciertamente afirman los comentadores de Aristóteles consintiendo. Y aunque nunca hubiere sido expresada en estos términos por Aristóteles, se colige así de sus siete reglas» 62 La expresión de Soto seria: y” fmotriz/r¡nterna. Y supone que la regla sólo es válida cuando f/r >1. Poco antes aclaraba: «Lo que es movido es una resistencia, que ha de ser su- perada por la fuerza motriz» 63 Sobre el carácter de esa resistencia no hay lu- gar a dudas: Soto concibió la resistencia 1) como interna (hoy diríamos masa 6’ ‘Atque tam virtus activa: quam quae resistit esse potest, aut interne inherens mobili, aut extrinsecus adiacens ul dum grave cadil, gravitas ipsa est interna virtus. El si quis illud expellat, est extrinseca,,, Quaesiones lib. 7, q. IV, fol. 94, col. c. 6’ “Velocitas motus penes causam attenditur penes proportionem proportionum agentioni super suas ipsaz-um resistentias”, Quaestiones lib. 7, q. IV, fol. 95, col, a. La expresión “propor- tionem proportionum’ no está libre de confusión. En la tradición de Hradwardine la propor- ción de proporciones se entendió como una progresión geométrica, que conduce a la citada expresión y log (f/r). Sin embargo, no todos los autores medievales y renacentistas entendie- ron esto. Un ejemplo es Marliani, quien por ‘proportionem proportionuni” entendió la simple razon entre el motor y lo movido. Nos hemos inclinado por esta interpretación en el caso de Soto, a la luz de sus ejemplos numéricos, que eliminan toda posible duda de que se refiere a la ley: y” 62 ‘<Concinsio esí, quam Paulus Venet. Hentisber: & ferme enarratores Aristotelis consen- tientes affirmaní. Nam & si nusquam fuerit ab Aristotele sub bis terminis constituta, eolligi eam lamen existiinant ex suis regulis .septem’, Quaestione.s lib. 7, q. IV, fol. 95. col, a. 83 Quod movetur est resisíentia quae a virtute motrice superanda est, Ouaestiones lib. 7, q. IV, fol. 93. col, e.
  • 18. 472 Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lacia Inerte) y no sólo resistencia externa del medio; 2) como proporcional al pe- so, «Si Pedro lanza una piedra con proporción doble entre su fuerza motriz y la resistencia de la piedra, en el caso de ~que lance en cambioj tana doblemente menos pesada, sobre la que posee una proporción doblemente mayor (...)» 64~ El término «resistencia» formaba parte de todas las expresiones propuestas, du- rante la Edad Media y el Renacimiento, para la ley del movimiento. Con fre- cuencia se refería claramente a la resistencia del medio. En otras ocasiones se mencionaba de modo confuso, junto a la resistencia del medio, otra resisten- cia interna. No hemos encontrado una expresión tan clara del concepto de resistencia interna en ningún autor anterior a Soto. Esta resistencia interna es proporcional al peso, y debe ser superada para producir el movimiento. Sin duda es un claro antecedente de la resistanza interna de Galileo, cuyo concep- to expresa Salviati: «Si no hay en el móvil, además de la inclinación natural, hacia la direc- ción opuesta otra cualidad intrínseca y natural que la hace resistir al movi- miento, dime pues, una vez más: ¿No crees que la tendencia de los cuerpos pesados a moverse hacia abajo, por ejemplo, es igual a su resistencia a ser movido hacia arriba?» 65 Como observa Crombie, la distinción entre peso y masa «estaba implica- da en la hipótesis de Galileo de que en el vacío todos los cuerpos caerían con la misma aceleración, estando las diferencias de peso contrabalanceadas exactamente por las diferencias iguales de la masa. Era imposible que Galileo hiciera esta distinción claramente, porque el peso era para él todavía una ten- dencia intrínseca hacia abajo, no algo que dependía de una relación extrínse- ca con otro cuerpo atrayente, tal como había sido sugerido por Gilbert y Ke- pler por analogía con el magnetismo e iba a ser generalizado por Newton en la teoría de la gravitación universal. Sin embargo, la teoría de que había una resistencia intrínseca (resistanza interna) al movimiento, igual al peso o canti- dad de materia del cuerpo, dio a Galileo su definición y medida del momen- to y le permitió abordar el problema de la persistencia del movimiento de una manera que hacía inevitable cl concepto de inercia» 6<~ El concepto de resistencia interna (que Newton llamaría masa inercial) es claro en Domingo de Soto: «¿Por qué no es absurdo [no es ineptitud 1 decir »~ ‘Et si Petrus iaciaí lapidem a proportione dupla mIer vi:n suatn motricem, & lapidis re- ststentiam, ti’> lana duplo lev,otem, súper qoam habet duplo maiorem proportionem (.4>, Quaesliones lib. 7, q. IV, fol. 94, col. b. >~ G. Galilei, <‘Dialogo en torno a los Sistemas Principales del Mundo» (1632), Segunda Jornada. 8< A. Crombie, Historia de la Ciencia: de. Agusiin a Galileo’, Alianza Universidad (1974), vol. II, p. 140.
  • 19. Domingo de Soto en e/origen de la ciencia moderna 473 que a mayor mote, mayor resistencia?» 67 Y tiene para él una expresión cuan- titativa: es proporcional al peso, como se deduce de sus ejemplos. Aún más claramente es expresado) por su discipulo Francisco de Toledo: ‘<La velocidad del movimiento consiste en el exceso de la fuerza sobre la resistencia: (...) porque la resistencia está en el cuerpo ¡Quia resistentia est in corpore]o 68 «El caballo no es fuerza motriz pura, sino que a la vez tiene re- sistencia, pues su cuerpo le resiste, y no sólo el peso. (...) No> sólo la piedra tiene resistencia, sino la densidad del aire, (...), por las que resisten a la fuerza motriz Ó9 La Resistencia Interna: de Soto a Galileo Fi rastro de esta doctrina enseñada por Soto puede seguirse a través de las lecciones de los jesuitas del Colegio Romano. Antonio Menu —en lecciones anteriores a 1582— afirma que «El movi- miento> de un cuerpo, simple o compuesto, a través del vacío será sucesivo); concedido que no encontrase una resistencia extrínseca, habría todavía una resistencia intrínseca que superar» ~«• Para Menu, y” f/r, y la proporción en- tre el motor y lo movido genera una resistencia intrínseca. Al rechazar los ar- gumentos dc Aristóteles contra la existencia del vacio, explica que todos ellos están basados en la resistencia extrínseca del medio, y por tanto no son válidos al considerar la resistencia intrínseca. Rechaza sin embargo que dos moviles (uno ligero> y otro pesado) puedan tener la misma velocidad en el va- cío, oque puedan tener la misma velocidad en un medio>. Ludovieo Ruggiero, profeso>r del Colegio Romano> en 1591, sugiere que para la discusión dc las reglas de Aristóteles del libro séptimo de la Física, sobre las relaciones entre velocidad, fuerza y resistencia, el alumno debe acu- dir a los escritos de Toledo y Domingo de Soto, entre otros» 71 Como contrapunto, y también en el Colegio Romano, Muzio Vitelleshi rechaza expresamente la existencia de una resistencia interna, y es contrario> a la posibilidad dcl movimiento en cl vacío. Acepta la ley de proporcionali- dad simple, y supone que al caer los graves, se aceleran debido a la disminu- cion de la resistencia del medio. 8?Quare non dicerciur inepte quod major mole major est quodanimodo resistentia’, Quaestiones lib. 7. q. IV, fol. 95. col. d. ~< E. loledo. op. cd, p. 447. 1. Toledo. op. cii., p. 448. Cod. Ueberlingen. 138 (sin paginar), trací. 4, disp. 2, cap. lO (citado por Wallace). ~ Cod. SB. Bamberg. G2-4, fol. lUIr-y (citado por Waliace).
  • 20. 474 Juan José Pérez Camacho-Ignacio SoIs Lucia De mayor interés es la figura de Stephano del Búfalo, que enseñó en el Colegio en 1597. Existen paralelismos notables de las lecciones de Del Bú- falo 72 y el contenido de las «Cuestiones Físicas» de Galileo ~ Los dos pa- recen haber usado una fuente común, tal vez la obra de Paolo Valía. Del Búfalo escribió: «Decimos que la resistencia es la permanencia de la cosa en su esse contra la acción contraria. (...) La potencia es la causa de la resis- tencia; (...) sin la cual no hay resistencia». Galileo afirmó: «La resistencia es la permanencia en el propio estado contra la acción contraria (...) La po- tencia natural o la impotencia siempre está en la cosa, la cosa no siempre resiste, sino solamente cuando está presente la acción contraria.» ¿Ejerció un influjo real sobre Galileo la concepción de Domingo de Soto sobre la resistencia interna? Es difícil por el momento una respuesta taxativa, pero hemos aportado evidencias que apuntan en esa direccion. Soto y la velocidad decaída en cl vacio Soto propuso su ley, y « fmotriz/rintern,, con carácter general; sería válida para todo tipo de movimiento. Sin embargo, como Newton demostrará, no es necesaria una fuerza para la persistencia del movimiento. La ley de Soto será válida sólo para una fuerza que actúa constantemente. De modo que el ejemplo natural a considerar en la aplicación de su ley es el movimiento de caída de graves. Soto no la consideró expresamente, pero nosotros vamos a formular una pregunta a la que trataremos de responder empleando las ideas de Soto. La cuestión será: ~<¿cuál la expresión de la velocidad de caí- es da de los cuerpos en el vacío?> Puesto que el profesor segoviano afirma: «en el movimiento de graves y leves por el vacío, donde no hay resistencia [extrínsecal (...), también son movidos en el tiempo por una fuerza finita» 74; no tenemos que considerar más que la resistencia interna. Soto tendría dos respuestas: 1 v”t 32 Biblioteca Nacional de Lisboa, Fundi General, Cod. 2382, fois. 129v-i 30r (citado por Walíace). ~ G.Galilei, Manuscrito M546, «Juvenalia”, Opere vol. 1, Pp. 7-177; para la comparación de textos véase: “Galileo and his Sonrees”, pp. 87-88. ~ ‘In moíu vero gravium aut Ievium per vacuum ubi nulla esí resistentia (.4, nempe quod tune etiam movebuntur in tempore propter finitam virtutem”, Quaestiones lib. 7, q. IV, fol. 95, col. d.
  • 21. Domingo de Soto en el origen de la ciencia moderna 475 donde t=tiempo 2 P riníerna donde Ppeso (fuerza motriz para el grave) La unión de estas dos partes de la ley daría un resultado simple: v= (P) .t Se deduce de sus ejemplos que entendía la resistencia interna (masa) como proporcional al peso. Si llamamos «go a la constante de proporcionali- dad: ~ y = ¡ riníerna g ruterna .t=g.t Por tanto, la velocidad de caída de los graves en el vacío aumenta pro- porcionalmente con el tiempo. Este aumento será explicado en las cuestiones al libro octavo: el ímpetu que recibe el grave al caer hace aumentar su veloci- dad. Para Soto, una mayor resistencia implica una mayor capacidad de recibir el ímpetus ~. Este es un dato más que sostiene la sugerencia de que esa resisten- cía interna es lo que Newton llamaría masa inercial. Otra consecuencia es que la velocidad de caída de los cuerpos no dependerá de su tamaño, ni tam- poco de su naturaleza. Por tanto, Soto habría respondido asía nuestra pregun- ta: «Todos los cuerpos caen en el vacío con la misma velocidad, que aumenta de modo uniformemente disforme con el tiempo de caída>’ Ante el resultado de nuestro análisis de las aportaciones de Domingo de Soto a la física, proponemos esta consideración: es en la década que abraza las obras de Copérnico (1543), Soto (1551) y Benedetti (1554) donde debemos situar la línea divisoria entre la ciencia del Renacimiento y la cien- cia moderna. Tras una lenta maduración, al fin sus ideas contaron con un magnífico aliado en Galileo Galilei. ~ Ouaestiones lib. VIII, vol. 101, col, a.