El documento describe un pasaje del Evangelio donde Jesús perdona a una mujer adúltera. Los fariseos intentan tenderle una trampa a Jesús, pero él les dice que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, haciendo que todos se vayan. Jesús perdona a la mujer y le dice que no vuelva a pecar. La escena muestra la misericordia de Dios hacia los pecadores.
2. El domingo pasado recibíamos un gran mensaje sobre la
misericordia de Dios por medio de la parábola del hijo
pródigo. Aquel padre respeta, espera, abraza y perdona a
su hijo pródigo hasta hacerle una fiesta.
3. En contraste estaba el
hijo mayor que está
externamente en la
casa, pero no
internamente. Su amor
al padre no es pleno y
verdadero, porque odia
a su hermano y no
quiere participar en la
alegría de su padre.
4. Hoy en el evangelio aparece esta parábola encarnada en
la realidad: Jesús es el buen padre, la mujer adúltera es
como el hijo pródigo y los fariseos son como el hermano
mayor de la parábola. Escuchemos esta escena.
Jn 8, 1-11
5. En una tarde suave, Jesús
al templo marchó
Automático
16. y uno a uno todos marchan,
tanto mozos como viejos.
17. Y ya Jesús solo ha quedado,
y a la mujer dice sereno:
18. “Si el pueblo no te ha condenado,
yo tampoco te condeno;
19. vete y no peques más,
que tienes derecho al cielo”.
Hacer CLICK
20. Aquella mujer parece cierto había cometido un
pecado, por el cual merecía la muerte, según las
leyes judías.
Los fariseos
ponen la
trampa a
Jesús. Si dice
que no debe
morir va contra
la ley. Si dice
que debe morir
va contra su
propio pensar
y su doctrina.
21. El pecado
de aquel
grupo de
fariseos
es quizá
mayor que
el de la
mujer.
Uno porque la deshonran públicamente. Todos tenemos
derecho a nuestra fama. No se pueden decir las faltas de
los demás, aunque nos conste, si no es por un bien
mayor social, lo cual debemos ver claro.
22. Pero el pecado de los fariseos es mayor, porque más
que la muerte de la mujer están deseando la muerte de
Jesús, debido a la envidia que tienen.
23. Además de que Dios no puede querer que se apedree a
las adúlteras, como Dios no quiere que nos matemos
unos a otros. Dios hará justicia; pero mientras tanto, está
la ley del amor y la misericordia.
24. A veces parece que
se contraponen la
justicia y la caridad.
Hay momentos en
que parece que la
justicia se pone en
contra de la caridad,
utilizando la Ley
para hacer el mal.
Pero la caridad está
por encima de la
justicia.
25. Aquella condena a
la mujer de hecho
es una injusticia,
porque la mayor
culpa solía ser del
esposo que, antes
que ella, solía ser
adúltero. Y sin
embargo no se le
juzgaba ni se le
tenía en cuenta el
adulterio.
26. Jesús se agacha a escribir en la arena, como para
dar tiempo a pensar. Pero la maldad parece que
tiene prisa y le urgen a Jesús a que dé su parecer.
27. Jesús les dijo:
“El que esté
sin pecado,
que le tire la
primera
piedra”.
Y ellos se fueron marchando comenzando por
los más viejos. El evangelista aquí tiene una nota
de sana ironía.
28. Quedan frente a
frente la miseria
humana y el corazón
de Dios, encerrado
en Jesucristo.
Aquella infeliz mujer
nos representa a
todos: débiles,
falsos, traidores.
Jesús está diciendo
con los ojos a
aquella mujer, como
Dios nos dice a
nosotros: “te amo”.
29. Jesús perdona la
culpa a la mujer;
pero la pide un
arrepentimiento
especialmente
con propósito de
la enmienda: “No
vuelvas a pecar”.
30. Debemos meditar un poco en la misericordia de Jesús
con aquella mujer, que se parece a la misericordia del
padre con el hijo pródigo. Primeramente tiene respeto. La
misericordia no humilla. Y Jesús siente compasión, que
es padecer con la otra persona.
31. La verdadera misericordia, como la de Jesús, dignifica.
La misericordia no atropella, no envilece. Lo mismo
sucede cuando el padre del hijo pródigo lo recibe con los
brazos abiertos y le da los distintivos del hijo: vestido y
sandalias nuevos, anillo y fiesta.
32. El perdón
de Dios
dignifica
a la
persona.
La eleva, hace que sea comprendida y amada. Al sentirse
perdonada y purificada, hace que se sienta libre, que no
tenga ataduras ni oprobios. Sólo cuando alguien es
capaz de amar puede llamarse “persona” de verdad.
33. Nadie tiene derecho a tirar piedras a nadie, porque todos
somos pecadores. Ni “piedras” de palabras o de
pensamientos. Si hay que tirar piedras, las tiremos contra
nosotros mismos. A veces vemos la mota en el ojo ajeno
y no vemos la viga en el nuestro.
34. Hoy nos da
Jesús una
lección
grande de
inteligencia
y valentía.
Los fariseos le quieren poner una trampa. Ellos
apelaban a la ley, que, si era de Moisés, venía de
Dios. Pero Jesús tenía una ley superior grabada en
su corazón: la ley del amor.
35. Jesús se dejó llevar por lo principal que era la ley del
amor. Por eso habló con prudencia y sabiduría, de modo
que nadie pudo rebatirle, cuando les dijo: Quien esté
limpio de culpa que tire la primera piedra.
42. Jesús no
ha venido
a
condenar
sino a
salvar.
Y la gran enseñanza de esta escena para
nosotros es que, si Dios nos ha perdonado, es
para enseñarnos que nos debemos perdonar
unos a otros.
43. Y perdonarnos hasta llegar a la dignificación o
rehabilitación espiritual. No se trata sólo de una actitud
compasiva, El amor es una fuerza dinámica y renovadora.
Hay que buscar al miserable para sacarle de la miseria.
44. Cuando Jesús
mira con amor a
esa mujer y
cuando ella se
siente
sanamente
amada, es
cuando ella se
siente una mujer
amada, digna de
amor y de una
vida nueva.
45. Esta vida nueva y
libre predicaba al
pueblo de Israel el
profeta Isaías (el 2º),
cuando estaban en
el desierto. Dice que
Dios le va a abrir un
camino nuevo por el
desierto inhóspito,
para que puedan
alabarle en su tierra.
Primera lectura:
Isaías 43, 16-21
46. Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda
en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y
caballos, tropa con sus valientes; caían para no
levantarse, se apagaron como mecha que se
extingue. "No recordéis lo de antaño, no penséis en lo
antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está
brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el
desierto, ríos en el yermo. Me glorificarán las bestias
del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré
agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la
sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo
formé, para que proclamara mi alabanza”.
47. Este optimismo quiere infundirnos la Iglesia con esta
escena de la adúltera. Dios no ama el pecado, pero sí ama
al pecador. El pecado es una cosa muy mala; pero aun
después del pecado, si comprendemos la misericordia de
Dios, podemos sacar bienes para el alma.
48. Si somos consecuentes con la misericordia de
Dios, podremos cantar, como hoy nos dice el
salmo responsorial: “El Señor ha estado grande
con nosotros y estamos alegres.