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HISTO
RIA
SOCI
AL
Concepto
Desarrollo
Problemas
Jürgen Kocka
Editorial Alfa
Estudios Alemanes
Historia social
ESTUDIOS ALEMANES
Colección dirigida por Ernesto Garzón Valdés
y Rafael Gutiérrez Girardot
HISTORIA SOCIAL
Concepto - Desarrollo - Problemas
Jürgen Kocka
Editorial Alfa
Barcelona/Caracas
Traducción de
Juan Faber
Revisión de
Rafael Gutiérrez Girardot
Título del original alemán:
Sozialgeschichte Begriff - Entwicklung - Probleme
©Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga 1986
©Editorial Alfa, S.A., 1989
Representante para España
Editorial Laia, S.A.
Guitard, 43, 5°/08014-Barcelona
ISBN: 84-7668-262-X
Depósito legal: B. 16,484 - 1989
Impreso en Romanyá/Valls, Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona)
Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona)
Impreso en España
Printed in Spain
ÍNDICE
ADVERTENCIA PRELIMINAR ......................................... 5
I. LA CIENCIA ENTRE EL DOGMATISMO Y EL DECI-
SIONISMO: ELEMENTOS DE UNA HISTÓRICA FU-
TURA .................................................................................... 11
1. Objeto, concepto e intereses ............................................... 11
a) Karl Marx y Max Weber: objetivo y preparación-
de de la comparación de sus metodologías ... 11
b) Realidad y método en Weber............................... 23
c) Realidad y método en Marx.................................. 28
32
d) Totalidad histórica y «continuum heterogéneo» .
e) Crítica e intento de mediación............................ 40
55
f) Resultado provisional...............................................
2. Criterios de objetividad en la historiografía ................... 57
a) Los límites del campo de acción ......................... 59
b) Ponderación dentro del campo de acción .... 63
II. HISTORIA SOCIAL: CONCEPTO - DESARROLLO
- PROBLEMAS................................................................ 65
1. Las cuestiones disputadas y por qué vale la pena discutirlas 65
2. La historia general como historia política y las consecuen-
cias: el modelo historiogrdfico básico ............................... 70
185
a) La corriente principal en el siglo XIX y comien-
zos del X X ............................................................... 70
b) Nuevos planteamientos antes de 1914................ 81
3. Los planteamientos del cambio de paragidma después de
1945................................................................................. 92
4. La historia estructural - un modo de consideración . . . 96
a) Importancia y rendimiento ....................................
96
b) Historia estructural, historia de acontecimientos
y ciencia social histórica......................................... 100
c) Los límites de la historia estructural contra suequiparación
con la historia social ........................ 107
5. La historia social como historia de un campo especial . . 115
a) Sobre la aplicación de teorías científico-sociales . 116
b) Problemas actuales y tendencias de desarrollo . 125
*»6. La historia social como historia de sociedades enteras . . 137 a)
Sobre el concepto «historia de la sociedad» . . . 137
b) Las teorías de la historia de la sociedad............ 141
c) Tareas y problem as.................................................. 154
III. ¿PARA QUE LA H IST O R IA ?................................... 161
1. Condiciones históricas y actuales de la pregunta y posibles
respuestas a ella ........................................................... 161
2. Tareas y funciones sociales de la historiografía . . . . 174
3. Formación de identidad y crítica ............................... 181
186
ADVERTENCIA PRELIMINAR
Cuando en 1977 apareció la primera edición de este libro, se debatían
tan a fondo los principios y perspectivas de esta disciplina que Karl-Georg
Faber pudo comparar la disputa teórica y metodológica de los
historiadores de entonces con la disputa en torno a Lamprecht de finales
de los años 90 del siglo pasado1. A mediados de los años 70 se trataba de
la relación entre interés y concepto, entre praxis politico-social y ciencia,
entre norma y análisis; en el centro del debate se hallaban la objetividad,
el compromiso y el partidismo de la ciencia. Por otra parte, se trataba de
la relación entre la historia política tradicionalmente dominante y la
historia social que paulatinamente iba ganando terreno; se trataba pues
de qué es lo que debería ser la historia social:¿una disciplina parcial,
limitada a la investigación de un campo parcial de la realidad histórica
situada entre la economía y la política, o un enfoque amplio, —quizás
superior— para la investigación de la historia en general? Por último, se
discutió intensamente sobre la relación entre teoría y empirie en la
ciencia de la historia y sobre su relación con las ciencias sociales
sistemáticas. Hoy —a mediados de los años 80— la dureza del debate de
entonces ha sido superada. En la medida en que la ciencia de la historia
se ha vuelto a imponer en el cánon de las asignaturas escolares y en el
interés público, ha disminuido la inclinación de los historiadores profe-
1. La comparación de la actual “disputa metodológica” con la disputa en torno
a Lamprecht en K. - G. Faber, History andTheory, t. 16, 1977, p. 51 s.
5
sionales a la auto reflexión sobre los principios. Esta es una de las
cuestiones. Por otra parte, se han desarrollado nuevas controversias
que en 1977 sólo se encontraban en el estadio del planteamiento:
por ejemplo, la crítica de la «historia de la cotidianeidad» a la historia
social orientada estructural y teóricamente. En la discusión actual
no se trata tanto de la comprensión cabal de las teorías sino más bien
de la narración y de su papel adecuado en la historiografía. Si hace
diez años interesaba preferentemente la relación de la historiogafía
con la sociología, la economía y la poli- tología, entre tanto ha
ganado en importancia la relación de esta materia con el folklore y
con la antropología cultural. Han desaparecido antiguos conceptos
claves y otros nuevos han ocupado su lugar: hoy casi no se habla de
dación de sentido y de identidad, de crítica y de emancipación,
cuando se hace referencia a las tareas de la historia en el presente.
Sin embargo, los capítulos de este libro no han sido modificados
con respecto a la primera edición. Sus enunciados me siguen
pareciendo sostenibles, si bien desde una perspectiva actual lo uno
o lo otro se podría acentuar de manera diferente. Estos capítulos son
artículos originariamente independientes, aparecidos entre
1966 y 1975, que en 1977 fueron reelaborados levemente y
coordinados mutuamente. (El lugar de su publicación originaria se
indica en la primera nota a pie de página de cada capítulo.) Es
evidente que están signados por el momento de su génesis,
precisamente en sus juicios programáticos y en su crítica. Estudios
de
este tipo no pueden ser reelaborados fácilmente, después de casi un
decenio.
Sin embargo, para la segunda edición se modificó esta
advertencia, se agregaron complementos en la redacción, se
revisaron el texto y las notas. El capítulo I desarrolla una posición
fundamental científico-metodológica que dista tanto del
dogmatismo antiliberal como del decisionismo incondicionado. Esto
ocurre en discusión con Karl Marx y Max Weber, cuyas teorías de la
ciencia son interpretadas y confrontadas a fin de trazar una posición
que medie entre Marx y Weber y que podría ser el fundamento de
una histórica futura. Sobre este fundamento se define lo que podría
ser la «objetividad» en la ciencia histórica; se formulan criterios que
permiten diferenciar entre compromiso legítimo y partidismo
6
deformador, entre selección necesaria y parcialidad desfiguradora, lo
mismo que entre el aprovechamiento práctico legítimo de intelecciones
históricas y su instrumentalización viciada.
El capítulo II expone un doble concepto de «historia social». En
discusión con la tradición y en deslinde con la «historia estructural»
(cuyos rendimientos y límites se discuten detalladamente), se define la
historia social, por una parte, como historia de un ámbito parcial
(«ciencia sectorial») y, por otra, como aprehensión histórico-social de la
historia en general («historia de la sociedad»). Se discute ampliamente
cómo han de aplicarse en la historia social las teorías científico-sociales
de la más diversa dimensión, en especial la consideración del modo ideal-
típico de aplicación. Esto responde muy claramente a los principios de
un pluralismo conceptual y teórico limitado y discursivamente
controlado, tal como se desarrollara en el capítulo I. Con el ejemplo del
materialismo histórico, de las teorías sobre la modernización y otros más,
se discuten los rendimientos y los límites de amplias teorías sobre el
análisis de sociedades enteras. Se considera la relación de la historia social
con las ciencias sociales sistemáticas y se la define como relación de
cooperación lo más estrecha posible entre disciplinas independientes.
Esta parte esboza las líneas centrales del desarrollo de la asignatura desde
el siglo X IX hasta mediados de los años 70 y proporciona una visión
panorámica de las diversas tendencias evolutivas, de las prioridades de la
investigación y de los problemas en la investigación de la historia social
internacional.
El capítulo III plantea la pregunta por el sentido social de la ciencia
histórica y de la enseñanza de la historia en el presente. Sobre la base de
un concepto liberal-democrático de ciencia y sociedad —y con ello sobre
la base del capítulo I— se esboza un contexto práctico de aplicación de
conocimientos histórico-cientí- ficos que no contradice los principios
científicos sino que la ayuda a satisfacerlos. Se muestra que la cultura y
la formación históricas pueden cumplir tareas importantes en un orden
democrático-liberal de la sociedad, en su imposición, perfeccionamiento
y conser-
vación, y que, al revés, un mínimo de principios democrático-li- berales
forma parte de los presupuestos funcionales de la ciencia histórica; en
este sentido específico se fundamenta su «mandato político» limitado. La
posición que aquí se sostiene se encuentra
7
igualmente alejada tanto de la utilización («politización») de la
historiografía como de la noción de una historiografía que se agota en sí
misma.
Como se ha dicho, los diversos capítulos de este volumen surgieron
en diversos momentos entre 1965 y 1975. El lector percibirá que no se
trata de una obra hecha de una pieza. Los intereses del conocimiento, la
perspectiva y el lenguaje se modifican en el curso de un decenio. Pero se
ha intentado eliminar las repeticiones y relacionar y coordinar los
artículos entre sí. Ojalá que en el resultado, ellos muestren el contexto
intelectual que los une.
Estos son estudios teóricos de un historiador que trabaja
primariamente de modo empírico, si bien no ateórico, cuyos centros de
investigación se encuentran hasta ahora en el lapso que va desde fines
del siglo XVIII. Consecuentemente se acentúan los intereses y las
experiencias de lectura. Muchos de los enunciados si-
guientes se refieren principalmente a la historia moderna, aunque no se
insista en ello cada vez; son enunciados sobre historia social e
historiografía. El punto de mira de la mayoría de las reflexiones es,
explícita e implícitamente, el trabajo práctico del historiador, que sólo
puede enriquecerse mediante la abundante reflexión teórica.
Estos estudios surgieron, en parte, con el fin de lograr la propia
autocomprensión y seguramente ellos reflejan este esfuerzo. Pero me
parece que pueden contribuir también a la clarificación de una discusión
no siempre del todo clara que conoce tantas controversias y conflictos
necesarios (y ojalá fructíferos), que bien puede renunciar a aquellas
controvesias y conflictos que resultan de oscuridades y malentendidos.
Se ha empleado mucho esfuerzo en la definición clara de conceptos tales
como «historia social», «historia estructural», «teoría» «cultura» o
«historia de lo cotidiano».
La concepción que se sostiene aquí está signada sin duda por el clima
intelectual y las discusiones de los años 60 y de comienzos de los años 70.
Ellos tuvieron especial influencia —en forma individualmente muy
diferente— en quienes en aquellos años iniciábamos la actividad
científica y profesional. En visión retrospectiva esto me parece
primariamente una ventaja. La solidez de esta concepción teórico-
metodológica ha de mostrarse, no en última instancia, en su capacidad de
asimilar selectivamente y de ela-
8
borar productivamente las nuevas experiencias y suscitaciones, im-
pulsos y desafíos que han ido surgiendo en el curso del tiempo.
No existe motivo alguno para pasarse con banderas desplegadas
desde una posición, desarollada entonces, de una historia social o
de la sociedad orientada estructural y teóricamente, a una historia
de lo cotidiano, de concepción pobre, y hacerlo «desde dentro y
desde abajo», si bien se observan tales movimientos. Al contrario,
sería un signo de testaruda inflexibilidad querer ignorar los nue-
vos impulsos de la historia experimental, cultural o femenina y
negarles influencia en el propio trabajo. Uno puede sentirse afor-
tunado §i logra argumentativamente mantenerse, pese a toda crí-
tica, en la posición básica, desarrollada entonces con fundadas ra-
zones y, al mismo tiempo, ampliarla y modificarla mediante la
exploración y la recepción de lo nuevo: un acto de aseguramiento
de la identidad intelectual, si se quiere, que evita tanto la diligen-
te acomodación a las tendencias de moda como la rigidez fiel a
los principios, pero improductiva.
Bielefeld, septiembre de 1985
Jürgen Kocka
9
I. LA CIENCIA DE LA HISTORIA ENTRE EL
DOGMATISMO Y EL DECISIONISMO: ELEMENTOS
DE UNA HISTÓRICA FUTURA
1. Objeto, concepto e intereses
a) Kar Marx y Max Weber: objetivo y preparación de la comparación
de sus metodologías.
Nada es más decisivo para la ubicación científico-teórica y me-
todología de un científico social o de un historiador que el modo
como piensa la relación entre objeto de la investigación, concepto/
teoría e interés (extracientífico). Desde este punto crucial, se pue-
den explorar y fundamentar —en la medida en la que exista una
posición metodológica-teórica bastante consistente— las nociones
que se forma de la relación cabal entre teoría y empirie, objetivi-
dad y partidismo, ciencia y praxis. La relación entre objeto, con-
cepto e interés ha sido formulada de dos modos extremadamente
diversos —en cierto modo clásicos— en la teoría de Karl Marx,
orientada hacia Hegel, y en la teoría de la ciencia de Max Weber.
En las obras de estos dos autores se encuentran las dos posiciones
contrapuestas que han signado también la discusión teórico-cientí-
fica del último decenio, en todo caso en Alemania, y por cierto
que en aguda confrontación recíproca. Los autores orientados de
una o de otra manera por Marx reprochan frecuentemente a los
científicos sociales «burgueses», decisionismo irracional, falta de
1. p. 9-40, apareció primeramente bajo el título “Karl Marx und Max
Weber. Ein methodologischer Vergleich” en: Zeitschrift fiir die gesamte Staats-
wissenschaft,t. 122, 1966, p. 328-357.
11
compromiso y agnosticismo en la determinación de la relación entre
concepto y realidad y mencionan en este contexto con frecuencia a Max
Weber como principal testigo de su acusación2. Al revés, la seguridad de
la pretensión de muchos marxistas de disponer de planteamientos,
conceptos y teorías, cuya identidad está asegurada, en principio por las
estructuras de la realidad que hay que conocer, en las que por así decirlo,
la cosa que hay que conocer se mueve por sí misma, y que son las únicas
que posibilitan el conocimiento científico de las leyes sociales, les parece,
al menos a aquellos que no están comprometidos estrictamente con pre-
supuestos gnoseológicos-hegelianos-marxistas, sino que están orientados
neokantianamente3 —si bien frecuentemente de modo vago y difiriendo
mucho en el detalle— no sólo como injustificada y acrítica, sino también
como antipluralista y dogmática4.
2. Cfr., por ejemplo, I. S. Kon, Die Gescbichtsphilosophie des 20. Jahrhun-
derts, t. 1, Berlín, 19662, p. 136-37.; B. Berthold y otros, comp. Kritik der
biirgerlicken Geschichtsschreinbung, Colonia, 19712, p. 76-81; J. Kuczynski,
“Max Weber un die ‘Wertfreiheit’ der Wissenschaft” en sus Studien zur Wis-
senschaft von de Gesellschaftsu'issemcbaftm, Berlin, 1972, p. 189-200.; H.
Schleier, Tbeorie der Geschichte-Theorie der Geschkhtsivissenschaft. Zu mueren
theo- retisch-methodologischen Arbeiten der Geschichtsschreibung in der BRD,
Berlin,
1972, p. 72.— W. Lefevre, Zum historischen Charakter und zur Funktion der
Methode bürgerlicher Soziologie. JJntersuchungen am Werk Marx Webers,
Francfort, 1971, p. 6-23; M. V. Bretano, en: DerSpiegel, N. 8, 14, 1972, pp. 36,38:
crítica al “concepto pluralista de la ciencia” con referencia a su proveniencia de M.
Weber y sus supuestas consecuencias decisionistas; la ciencia se reduce así a método
y excluye toda teoría que tenga pretensión de contenido de verdad.— H. D.
Kittsteiner, Tbeorie und Gescbichte. Zur Konzeption der moder-
nen westdeutseben Sozialgeschicbte, en: Das Argument, Nr. 75 (=Kritik der biirger-
lichen Geschkhtsivissenschaft 11), Berlín, 1972, pp. 18-32.
3. En relación con la convicción de Weber, que en las páginas siguientes ha de
discutirse y diferenciarse, según la cual el mundo de los fenómenos
puede conceptualizarse, en principio, de diversas maneras.
4. Como ejemplos de una argumentación marxista de tal tipo: R. Tom- ber,
”Was heisst bürgerliche Wissenschaft?" en: Das Argument, N. 66, 1971,
p. 470-475; W. Eckermann y H. Mohr, Einführung in das Studium der Gescbicb-
te, Berlín, 19622, pp. 33, 40 s., 69 ss.; E. Hahn, Soziale Wirklichkeit undso-
ziologische Erkenntnis. Pbilosophiscb-methodologische Aspekte der
soziologischen Theo- rie, Berlín, 1965. Frente a ello críticamente: H. Albert,
Traktat iiber Kritische Vemunft, Tubinga, 19692, p. 7, 47-54 (19753); H. Seiffert,
Marxismus und bürgerliche Wissenschaft, Munich, 1971, especialmente p. 95-104.
12
La comprensión de algunas condiciones, implicaciones y perspectivas
de solución de esta disputa actual y básica constituye el interés rector de
la siguiente sección que reconstruye y confronta, en parte, las posiciones
epistemológico-metodológicas de Marx y de Weber5. La confrontación
de las concepciones epistemológico- metodológicas de Marx y de Weber
pondrá de manifiesto la limitación y parcialidad respectivas y, con ello,
conducirá a la pregunta por las lagunas y por los momentos impulsores
dentro de las dos concepciones, que pueden sugerir y sustentar el ensayo
de intermediarlas en parte y, así, suavizar su parcialidad. Tal intento no
sólo debe destacar los aspectos frecuentemente descuidados de la
interpretación de Marx y de Weber; deberá mas bien esforzarse por la
localización de aquellos elementos de las dos concepciones que deberían
ser irrenunciables para toda futura teoría de la ciencia si quiere poder
defenderse, tanto frente al reproche de dogmatismo como frente al
veredicto del decisionismo teórico-conceptual incondicionado, cuyos
resultados o han abandonado toda pretensión de verdad o sólo pueden
reclamarla metódicamente. Ha de intentarse esbozar, al menos mediante
la reconstrucción, la confrontación y la crítica de las dos teorías, los
contornos de una pretendida teoría de la historia entre el dogmatismo y
el decisionismo. Se mostrará que la problemática epitemológica a que se
hace referencia, es decir, la relación entre objeto del conocimiento y
conocimiento con la problemática histórico-filosófica, que ha de
diferenciarse de ello, la relación entre realidad histórica analizable y
normas de la acción política, esto es, la relación entre ciencia y polí-
5. Y por cierto sistemáticamente. No se trata, en cambio, el aspecto histórico de la
relación de Weber y Marx. Cfr. G. Roth, “Das historische
Verháltnis der Weberschen Soziologie zum Marxismus” en: Kolner Zeitschrift fiir
Soziologie und Sozialpsychologie, t. 20, 1968, p. 429-447, recogido en R.
Bendix y G. Roth, Scholarship andpartisanship. Enssays on Max Weber, Berke-
ley, 1971. —Aquí no se discuten siquiera las condiciones históricas de la teoría de
la ciencia de Weber. Sobre eso cfr., entre otros,: A.N. Scharlin, “Max Weber and
the Origins of the Idea of Value-free Social Science” en:
Archives europeéns de sociologie, t. 15, 1974, p. 777-53; cfr. también J. Kocka,
“Kontroversen über Max Weber” en: Nene Politische Literatur, año 21, 1976, p.
281-301, especialmente p. 229 s. Aquí se dejan de lado también los “estratos
Históricos” dentro de las obras de Marx y Weber.
13
tica, están estrechamente vinculadas entre sí; de esta manera se subraya
la significción práctico-política del tema teórico-metodo- lógico que aquí
se trata.
El esquema esbozado tropieza con diversas dificultades: 1. Weber casi
no discute explícitamente con Marx. Cuando se ocupa del marxismo, se
centra primariamente en una determinada evolución posterior de la
teoría marxiana, pero deja de lado esencialmente la posición de Marx,
detrás de cuyo pensamiento habían recaído los materialistas históricos de
aquel entonces6. 2. Marx
apenas explícito su metodología, del mismo modo como el pensamiento
que lo invoca apenas ha producido algo más que esbozos de una
metodología. Hay que intentar una fundamentación de este hecho. Para
averiguar la posición metodológica de Marx será necesario recurrir, por
una parte, a algunas observaciones de su obra filosófica y económica y,
por otra, desarrollarla a partir de su concepto de historia. Para encontrar
una base convincente de comparación es necesario pues partir de la teoría
metodológica de
Weber7, pero también ir más allá y preguntarse por su imagen de
6. Aquí se trata de una comparación de las posiciones fundamentales
metodológicas y epistemológicas de los dos autores y de su concepción de la
historia, en la medida en la que ésta se halla relacionada con ello, y no de muchos
otros aspectos (concepto de capitalismo, comprensión del Estado etc.) que suelen
tratarse en una comparación amplia de ambos. Entre las numerosas comparaciones
de Marx con Weber, cfr.: K. Lówith, “Max Weber
und Karl Marx” en Gesammelte Abhandlungen, Stuttgart, 1960, p. 1-67; M. Lowy,
“Weber et Marx” en: L’homme et la Société, N. 20, 1971, p. 73-83;
G. Hufnagel, Kritik ais Beruf. Der kritische Gehalt itn Werk Max Webers,
Francfort, 1971, p. 148-54; R. Ashcraft, “Marx and Weber on Liberalism as
Bourgeois Idelogy” en Comparative Studies in Society and History, t. 14,
1972, p. 130-168; C. Mayer, “Die Marx-Interpretation von Max Weber” en Soziale
Welt, t. 25, 1974, p. 265-77; W. Mommsen, Max Weber. Gesells- chaft, Politik und
Geschichte, Francfort, 1974, p. 144-181; V.M. Bader y otros, Einführung in die
Geselhchaftstheorie. Gesellschaft, Wirtschaft und Staat
bei Marx und Weber, 2 tt. Francfort 1976.
7. Esta no puede ser expuesta en su totalidad y sus muchos matices. Cfr. al
respecto: A. v. Schelting, Max Webers Wissenschaftslehre, Tubinga 1934; J.J.
Schaaf, Geschichte und Begriff. Bine Kritische Studie zur Geschichtsmethodologie
von Ernst Troeltsch und Max Weber, Tubinga, 1952; F.H. Tenbruck, “Die Génesis
der Methodologie Max Weber” en Kolner Zeitschrift fiir Soziologie und So-
zialpsychologie, t. 11., 1959, p. 573-630; J. Janoska-Bendl, Methodologische
14
la historia8. Hay que mostrar el punto desde el cual resulta inteligible la
diversidad de las dos posiciones, que también se hubiera revelado si
Weber hubiera interpretado más adecuadamente a Marx.
Sería insuficiente querer entender a Weber a partir de su
antagonismo con Marx9. Frecuentemente y también en su obra capital
Economía y Sociedad, largos tramos de la investigación siguen
un método que mucho se aproxima al planteamiento de Marx, esto es, el
de referir formas sociales de la organización y de la conciencia a procesos
económicos. Así, por ejemplo, cuando la formación de la comunidad o la
génesis de un orden referido a valores son inferidas del presupuesto de la
competencia económica o cuando, desde el punto de vista de la sociología
de la religión, se fundamenta la primacía de un Dios en la importancia de
un determinado desarrollo económico10. Hasta la crítica de Weber al
materialismo histórico muestra su deuda con el planteamiento de Marx:
«Y bajo la impresión de la poderosa significación cultural de las modernas
revoluciones económicas y especialmente del alcance sobresaliente de la
“cuestión obrera”, se deslizó de modo natural por este camino el impulso
inextirpablemente monista de todo conocimiento acrítico frente a sí
mismo» (WL, 167)11. En cierto
Aspekte des Idealtypus. Max Weber und die Soziologie der Geschichte, Berlin,
1965; G. Hufnagel, Kritik ais Beruf (Cfr. N. 6) (con detallada bibliografía);
G. Dux, “Gegenstand und Methode. Am Beispiel der Wissenschaflehre Max
Webers” en: Dux y Th. Luckmann (comps.) Sachlichkeit. Fetchr. ztm 80. Ge-
burtstag von H. Plessner, Opladen, 1974, p. 187-221.
8. Cfr. W. Mommsen, “Universalgeschichte und politisches Denken bei
Max Weber, en HZ, t. 201, 1965, p. 557-612; recogido en su Max Weber (ver nota
6); G. Abramowski, Das Geschichtsbild Max Webers. Universalgeschichte am
Leitfaden des okzidentalen Rationalisierungsprozefies, Stuttgart, 1966.
9. Así escribe, por ejemplo, K. Braunreuther, “Bemerkungen über Max
Weber und die bürgerlicher Soziologie” en Wiss. Zeitschr. der Humboldt-Univ-.
Ges. -und sprachwiss. Rcihe 1958/59, p. 115.123: “ser antimarxista fue la profesión
propiamente tal de Weber” (p. 116).
10. M. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, Tubinga. 19564. p. 199-207,
212, 352.
11. De los Gesammelte Aufsatze zur Wissenschafislehre de Max Weber se
cita según la edición de Tubinga, 1968? (19734) con las sigla WL, pero se indican
las páginas de la primera edición de 1922, porque la segunda y la
15
16
modo, Weber coloca al monismo marxiano bajo la sospecha de ideología
en cuanto lo refiere a su base económico-social.
Por otra parte, en La ética protestante y el espíritu del capitalismo,
Weber, deslindándose conscientemente de Marx12, se sirve de un
método que invierte su planteamiento en cuanto se propone revelar los
orígenes espiritual-religiosos de las relaciones de producción
capitalistas13. Para la explicación de su actitud ambivalente frente a
Marx, es preciso primeramente traer a cuento las opiniones de Weber
sobre el marxismo.
«La llamada “concepción materialista de la historia , en el viejo
sentido genial-primitivo del Manifiesto comunista, domina hoy
ciertamente sólo las cabezas de los legos y diletantes» (WL, 167). Weber
la rechaza como «visión del mundo». Esta concepción de la historia
constituiría su impulso acrítico frente a sí misma, su fe en «que la totalidad
de los fenómenos culturales son deducibles como producto o como
función de constelaciones “materiales” de intereses» (WL, 166). Y Weber
define: «materialista» significa
tercera edición indican en el margen entre paréntesis las páginas de la primera
edición (en la medida en la que estas se diferencian de la tercera edición); de este
modo se posibilita la consulta de todas las ediciones.
12. Cfr. Max Weber, “Die protestantische Ethik und der Geist des Ka-
pitalismus” en : Gesammelte Aufsatze zur religionssoziologie, t. I. Tubinga, 1920
(1972r>), p. 38. El conocimiento de que en los Estados Unidos existía el espíritu
capitalista antes del desarrollo económico hacia el capitalismo lo utiliza Weber para
una polémica contra el materialismo histórico “ingenuo”. “En este caso, la relación
causal se encuentra en todo caso de modo inverso a como se la postularía desde el
punto de vista materialista. Pero la juventud de esas ideas es, en general, más
espinosa de lo que suponen los teóricos de la ‘superestructura’, y su desarrollo no
se efectúa como el de una flor”, p. 60.
17
13. Ciertamente hay que apuntar que Weber sabe perfectamente que esta
manera de consideración no basta para la explicación del capitalismo desarrollado
(“triunfante”). (Ib. p. 37): “El (el capitalismo triunfante, J. K.) impone al individuo,
en la medida en la que éste está implicado en la relación del mercado, las normas
de su acción económica”. En el capitalismo desarrollado (y a éste lo investiga K.
Marx en El Capital J. K.), el “espíritu del capitalismo” debe ser concebido, en gran
parte, como función de las relaciones que, según Weber, este espíritu ha creado y
que, entre tanto, se han convertido en un sistema que se reproduce a sí mismo (
cápsula ). Sin embargo, esta intelección no ingresa en las reflexiones metodológicas
de Weber. Cfr. ibidem p. 203 s.
18
«el inequívoco condicionamiento de los procesos “históricos” por el modo
respectivo de la adquisición y empleo de los bienes “materiales”, es decir,
económicos, y especialmente también la inequívoca deternunabilidad de
la acción “histórica” de los hombres por intereses “materiales”, es decir,
económicos» (WL, 314). Por toda la obra de Weber se extienden los
reproches basados en esta opinión sobre el materialismo histórico14.
Sin embargo, Weber cree “que el análisis de los fenómenos sociales y
de los procesos culturales desde el punto de vista especial de su
condicionamiento y alcance económicos fue un principio científico de
fecundidad creadora y seguirá siéndolo aún por largo tiempo, si se lo aplica
prudentemente y libre de toda parcialidad dogmática» (WL, 166). Weber
ve hasta el peligro de que el método marxiano sea subestimado en el
presente. «Todo aquel que alguna vez haya trabajado con conceptos
marxianos conoce la eminente importancia heurística y hasta única de
estos tipos ideales (de las categorías marxianas, J. K.), cuando se las utiliza
para la compara-
ción de la realidad con ellas, y conoce igualmente el peligro cuando se las
presenta como “fuerzas actuantes” empíricamente válidas o hasta reales
(es decir, en verdad, metafísicas), o “tendencias” etc.» (WL, 205).
Con ello, Weber intenta salvar lo que él entiende por interpretación
marxiana de la historia para lo que él entiende por historia. Weber acepta
el materialismo histórico como principio heurístico, lo libera de su
pretensión de absolutez, pero con ello también de su potencia
revolucionaria y lo considera como un método entre otros para conocer
científicamente la realidad —en la medida en que esto es posible—. Así,
Weber puede servirse con provecho de los modelos de Marx, sin que ello
limite su pluralidad metodológica. Antes de explicar este hecho a partir
de la metodología de Weber, es preciso ocuparse más detalladamente de
su crítica a la interpretación marxiana de la historia. Hay que distinguir
dos aspectos de la crítica esbozada: en primer lugar, Weber sostie-
ne críticamente que el materialismo histórico pretente considerar
14. Así, por ejemplo ibidem p. 37 s., óO, 83, 205 s. Weber, Wirtscbaft und
Gesellschaft, p. 228 y 352.
como realidad las tendencias, las fuerzas y las leyes comprobadas por él y
no bis caracteriza como construcciones ideal-típicas que mantienen
19
distancia con la realidad. El materialismo histórico identifica
ingenuamente el conocer empírico-científico con la realidad objetiva15.
En segundo lugar, Weber cree que las explicaciones causales del
materialismo histórico tienden a una deducción de los fenómenos
históricos singulares a partir de una «ley», en última instancia ahistórica,
es decir, de la ley de la dependencia causal de la conciencia y la acción
sociales del ser económico que subyace monocausalmente a todo
desarrollo. Sin embargo, este segundo reproche no hace plena justicia a lo
que Marx quiere decir con «ley».
Sobre la relación entre historiografía y filosofía de la historia dice
Marx: «La filosofía independiente pierde con la exposición de la realidad
su médium de existencia. En su lugar puede surgir, todo lo más, un
resumen de los resultados más generales que se pueden abstraer de la
consideración del desarrollo histórico de los hombres. Tomadas en sí,
separadas de la historia real, estas abstracciones no tienen valor alguno.
Sólo pueden servir para facilitar la ordenación del material histórico, para
insinuar la serie de sus estratos singulares. Pero en modo alguno
proporcionan, como la filosofía, una receta o un esquema según el cual se
pueda dar forma conveniente a las épocas históricas». Los principios de
ordenación y exposición resultan «tan sólo del estudio del proceso real de
la vida y de la acción de los individuos en cada época»16.
Marx se niega expresadamente a formular una ley filosófica más allá
de la historiografía práctica. Y esto, ante todo, por tres razones: 1. «Como
metabolismo entre hombre y naturaleza»17 intermediado por el trabajo
en que consiste la historia, ésta no es para Marx una función automática,
plenamente determinada, de la «base material». Cierto es que en Marx se
encuentran formula-
ciones que permiten una tal interpretacin, pero ella contradiría los aspectos
dominantes de su planteamiento completamente his-
15. Sobre esto también Janoska-Bendl, p. 89-114.
16. K. Marx y F. Engels, Die deutsche Ideologie en: Marx/Engels, Werke,
Berlín, 1957 ss (en adelante se cita MEW), t. 3. p. 27
17. Marx, Das Kapital, t. I., MEW, t. 23, p. 57
tonco, que emerge más débilmente en su obra capital económica
20
que en sus escritos de juventud, pero que en modo alguno es
abandonada'8. Según Marx, la historia nunca surge sin conciencia
prácticamente deviniente. Esto no ha de entenderse como consecuencia
causal del «ser material», y la acción humana tampoco ha de entenderse
como ejecución inequívocamente determinada de leyes que dicta la base.
«La teoría materialista 89 de la transformación de las circunstancias y de
la educación olvida que las circunstancias deben ser transformadas por los
hombres y que el educador mismo debe ser educado. Por lo tanto, esta
teoría debe sondear la sociedad en dos partes»20. Esto justamente es lo
que no quiere Marx. El ser histórico y la conciencia son más bien
elementos, que se transforman recíprocamente, de una relación
entrecruzada que debe ser pensada como separada y como unida En toda
fase histórica se encuentra un conjunto de relaciones que han devenido,
que «ciertamente han sido modificadas por la nueva genera-
ción, por una parte, pero que, por otra, prescriben sus propias condiciones
de vida y les dan un desarrollo determinado, un carácter especial, de modo
que las circunstancias hacen al hombre así como también el hombre hace
las circunstancias»21. Después de haber comprendido la intermediación
dialéctica entre ser y conciencia, entre circunstancias y hombre, en
realidad no es posible hablar de leyes en el sentido de leyes naturales,
ahistóricas, determinantes.
2. Si Marx hubiera formulado la ley de la historia, entonces hubiera hecho
exactamente lo que le reprochara a Feuerbach en
18. En el prólogo a Zur Kritik der politiscken Ókonomie (1859) hace Marx un
resumen esquemático de sus estudios que subraya una considerable separación de
ser y conciencia sociales y reduce así la interpretación dialéctica de la obra de Marx
Marx, MEW, t. 13, p. 18 ss. Tales planteamientos meca- nicistas de Marx fueron
asumidos y subrayados por teóricos posteriores como Karl Kautsky y Max Adler, en
parte ya por Friedrich Engels, y de otro modo en el estalinismo. Con muchas citas lo
muestra y lo fundamenta A. Wellmer, Kritische Gesellschaftstheorie und
Positivismos, Francfort, 19713, p. 45-127.
19. Se refiere al materialismo que Marx encontró y criticó, entre otros el de
Feuerbach.
20. Marx, “Dritte These über Feuerbach”, MEW, t. 3, p. 5 s.
21. Marx y Engels, Die deutsche ideologie, MEW, t. 3-, p. 38
21
relación con los hombres. Feuerbach, dice Marx, habló falsamente «del
hombre», en vez de hablar del en cada caso diverso «hombre real
histórico»22. Marx haría entonces abstracción del decurso legal histórico,
establecería una «ley natural» y, con ello, contradiría su propio
planteamiento, que se aferra a la opinión de que la «naturaleza» del
hombre es su historia, de que no se puede hablar precisamente de una
naturaleza del hombre y de su historia capta- ble bajo la forma de una
ley23. Las posibilidades objetivas del
hombre social sólo están limitadas por su historia actual y por la
autonomía de la naturaleza, con tal que ésta no sea absorbida plenamente
por los modos de su apropiación histórica24. Sin embargo, esta autonomía
de la naturaleza, que no es plenamente disponible para el hombre, es sólo
describí ble en el marco de la respectiva situación histórica en la que los
hombres se enfrentan con ella. Por eso, ella es igualmente inadecuada
para proporcionar la base de la formulación de una constante esencial
(negativamente
delimitante) del hombre25.
3. Marx polemizó enérgicamente en 1870 contra el intento «de
subsumir» toda la historia «bajo una única gran ley natural», bajo el
principio de la lucha por la existencia26. Sin embargo, Marx utiliza
frecuentemente el concepto de «ley natural» para la designación de
tendencias sociales de desarrollo. Habla de las «leyes naturales» de la
producción capitalista, de estas «tendencias
22. Ibídem. p. 42
23. Cfr. Marx, Úkonomisch-philosophische Manuskripte aus dem Jahre 1844,
NEW, tomo complementario, 1 parte, p. 579: “Ni la naturaleza - objetivamente - ni la
naturaleza - subjetivamente - existe inmediatamente de modo adecuado al ser
humano. Y, como todo lo natural, tiene que ser humano. Y como lo natural tiene que
ser una génesis, así también tiene el hombre su acto de génesis, la historia... La historia
es la verdadera historia natural del hombre”.
24. A. Schmidt, Der Begrifí der Natur in der Lehre von Marx, Francfort, 1962, p.
51 ss.
25. Sobre el carácter histórico del planteamiento de Marx, en general, con citas
adicionales: A. Schmidt, “Über Geschichte und Geschichtschrei- bung in der
materialistischen Dialcktik” en: Folgen einer Theorie. Essays über
“Das Kapital”, Francfort, 1967, p. 103-129, y H. Fleischer, Marxismus und Geschichte,
Francfort, 1969.
26. Marx a Kugelmann, 27. 1870, MEW, t. 32, p. 685
22
que operan y se imponen con necesidad férrea»27. Esto ha de entenderse en
dos respectos:
Con «ley natural» designa Marx, en primer lugar, críticamente el
modo como ocurre la autorcproducción del sistema capitalista, «en cuanto
aquí el contexto de la reproducción total se impone como ley ciega a los
agentes de producción, no como la ley comprendida y con ello dominada
por su entendimiento asociado, que ha sometido al proceso de producción
bajo su control común»28. Con carácter de ley natural en este sentido
transcurre el proceso social o económico, mientras los hombres no hayan
devenido sujetos determinantes de sus relaciones29. En cuanto Marx
refiere las «leyes naturales» a una determinada situación histórica, de la
cual han surgido y dentro de la cual operan, las muestra como algo
devenido y transformable. Al mismo tiempo, critica su carácter rígido,
represivo, «de ley natural», con el propósito de superarlo30.
Por otra parte, Marx ciertamente considera que todas las épocas
históricas de producción tienen en común ciertas características. «En la
medida en la que el proceso del trabajo sólo es un mero proceso entre los
hombres y la naturaleza, sus elementos simples son comunes a todas las
formas sociales de desarrollo del mismo»31. No es sorprendente la
existencia de tales «constantes» dentro de la concepción de Marx si se
tiene en cuenta la relación entre hombre y naturaleza en Marx. Mientras
que el joven Marx designa muy utópicamente como meta del desarrollo
histórico «la plena unidad esencial del hombre con la naturaleza, la
verdadera resurrección de la naturaleza, (el) naturalismo realizado del
hom-
27. Marx, Das Kapital, t. 1, MEW, t. 23, p. 12.
28. Ibidem. t. 33, MEW, t. 25, p. 267
29. Cfr. Ibidem. t. 1, pp. 89 y 511: “... con el efecto ciegamente des­tructor de una
ley natural...”, "... como, por ejemplo, la ley de la gravita­
ción, cuando a uno se le derrumba la casa sobre la cabeza”, Cfr. sobre esto: R.
Rosdolsky, “Ein neomarxistisches Lchrbuch der politischen Ókonomie” en Kyklos,
t. 16, 1963, p. 631 s. Menos acertado: Ch. Helberger, Marxismus
ais Methode, Francfort, 1974, p. 19 s. passim.
30. Cfr. también A. Schmidt, ‘‘Über Geschichte...”, p. 128 s. (Ver Nota 25).
31. Marx, Das Kapital, t. III, MEW, t. 25, p. 890 s.
bre y (el) humanismo realizado de la naturaleza»,32 Marx com-
23
prende más tarde que la naturaleza no se funde completamente con los
modos históricos de su apropiación histórica, que más bien el hombre de
la sociedad socialista debe luchar con la naturaleza, que no renuncia
completamente a resistirse, para satisfacer sus necesidades33. En 1868
escribió: «Las leyes naturales no pueden ser eliminadas. Lo que se puede
transformar en las situaciones históricamente diversas es solamente la
fonna cómo se imponen aquellas leyes»34, De este contexto resulta claro
que lo que ha de entenderse por lo que aquí se designa como «leyes
naturales» es aquella «condición de existencia del homnbre (y eterna
necesidad natural)» que se mantiene «independientemente de todas las
formas
sociales»35. No obstante, los objetos de investigación que interesan a los
historiadores y a los economistas no son precisamente estas «leyes
naturales» formales y abstractas sino la forma como se imponen aquellas
leyes36.
Tales formulaciones equívocas, que también aluden probablemente a
contradicciones en el pensamiento de Marx, no deben ocultar el hecho de
que en estas «leyes naturales» no se trata de leyes suprahistóricas,
formulables como abstraídas de las individualidades históricas concretas;
no se trata de reglas que permitan interpretar los fenómenos históricos
como casos de su aplicación, sino como algo general que sólo se da en lo
particular37.
32. Marx, Ükonomisch-philosophische Manuskripte, MEW, tomo
complementario, 1 parte, p. 538.
33. Cfr. Marx, Das Kapital, t. III, MEW t. 25, p. 829 s. y Schmidt, Begriff, pp. 57,
109, 115 ss. (Ver Nota 24).
34. Marx a L. Kugelmann, 11.7.1868, MEW, t. 32, p. 553.
35. Marx, Das Kapital, t. I, MEW, t. 23, p. 57.
36. Como ejemplo cita Marx la necesidad de la distribución del trabajo social
como una ley natural persistente, el valor de trueque como su forma en la sociedad
capitalista. “La ciencia consiste precisamente en exponer cómo se impone la ley del
valor” (Marx a Kugelmann, 11.7.1868, MEW, t. 32, p. 553.) Cfr. R. Rosdolsky, “Der
Gebrauchswert bei Karl Marx” en Kyklos, t. 12, 1959, p. 31 ss.
37. Cfr.también: Marx a Engels, 9.12.1861, MWE, t. 30, p. 207: “Hegel nunca
llamó dialéctica a la subsunción de una masa de casos bajo un principio general.”
24
Ciertamente según esto, la historia no posee, según Marx, una
plasticidad ilimitada; pero la «ley eterna», que Weber le imputa, no tiene
sitio alguno en su pensamiento. Cuando Weber reprocha al materialismo
histórico su concepto ahistórico, monocausal, de ley, no critica tanto a
Marx sino más bien a quienes más tarde lo interpretaron rígida y
antidialécticamente. Desde luego, hay que
subrayar que Marx mismo no perseveró siempre en su planteamiento
histórico-dialéctico y, ante todo, que el concepto marxiano de la relación
entre lo general y lo particular en la historia sólo puede comprenderse a
partir de su procedencia de la lógica hege- liana. Ya hacia finales del siglo
pasado y comienzos del presente, y más especialmente en los decenios
siguientes, tales conceptos se dirigían a un público que, por regla general,
no compartía los presupuestos y peculiaridades de la lógica hegeliana. Sin
duda, Max Weber sucumbió al peligro de la equivocación fundado en ello
—y que precisamente hoy tendría que tener en cuenta todo aquél que se
í.irve del lenguaje hegelianizante aunque tienda a la comprensibilidad lo
más clara posible.
Con la revelación de esta parcialidad weberiana, no desaparecen en
modo alguno todas las diferencias entre las posiciones metodológicas de
Marx y de Weber. Pues aunque Max no formuló leyes ahistóricas del
decurso de la historia, sin embargo no abandonó la pretensión de conocer
científicamente la «figura nuclear» de la sociedad capitalista, es decir, de
obtener una intelección en la substancia, algo que, según Weber, es
imposible y que condena como «metafísica». Aunque Weber hubiera
interpretado a Marx más adecuadamente, su planteamiento le hubiera
resultado inaceptable.
b) Realidad y método en Weber
Weber parte de la separación estricta entre el científico que analiza
y la realidad que ha de ser analizada. Seguramente no basta afirmar que
esta realidad, en la medida en que no ha sido sometida a una
consideración científica, es para Weber una realidad inestructurada. «Lo
que será objeto de la investigación y hasta dónde se extienda esta
investigación en la infinitud de relaciones
25
causales» es cosa que ciertamente detcrmianan las ideas valorativas del
investigador (WL, 184). Pero con esta frase implica Weber el
. hecho de que hay relaciones causales a las que se extiende la
investigación, es decir, que la investigación sigue estructuras de la
realidad previamente dadas, no las produce como por encanto-’8.
Además, la realidad previamente dada al historiador es una realidad
humana-histórica. Esto significa, según Weber, que los objetos del
conocimiento de las ciencias del espíritu son objetos surgi-
dos ya en el nivel «óntico» 8940mediante una acción referida a valores y,
en tal medida, son objetos referidos a un sentido y, por
ello, estructurados. Tan sólo esta peculiaridad de tales objetos posibilita
la comprensión histórica, que sólo puede realizarse en relación a valores
(WL, 180 s.).
Frente a esto se pueden aducir una gran cantidad de opiniones de
Weber que indican que concebía la realidad como una realidad caótica.
«La luz que donan aquellas supremas ideas de valor cae respectivamente
sobre una parte finita siempre variable de la monstruosa comente caótica
de acontecimientos que se vuelca por el tiempo»10. Partiendo de tales
citas inequívocas, muchos intér-
38. Henrich, Die Einheit ... p. 14 (Ver Nota 7).
39. El adjetivo “óntico” debe referirse aquí a la realidad tal como se le ha
dado previamente al análisis científico - que aún no está constituido por la
referencia científico-metódica a valores y puntos de vista (a diferencia de
esto, “individuo histórico” significa en Max Weber una unidad de determinaciones
de la realidad, en cuya vinculación coopera un acto del científico
referido a valores y puntos de vista de interés). Del mismo modo como Weber elude
reflexiones filosófico-gnoseológicas sobre la realidad que se le pre-
26
senta al científico, se utiliza aquí “óntico” en un sentido gnoseológicamente no
problemático. Cfr. Die Einheit, p. 17 ss.
40. WL, p. 213 s. Además WL, p. 180: "... ‘Cultura’ es un trozo finito de la
infinitud sin sentido del acontecer del mundo, dotado con sentido y significación
desde el punto de vista del hombre.” WL, p. 177: “El número y el modo de las causas
que han determinado algún acontecimiento indivi-
dual es siempre infinito y no hay característica alguna que se encuentre en las cosas
mismas, para separar una parte de ellas como la única que hay que tomar en
consideración. Un caos de ‘juicios existenciales’...” WL, p. 184: “Infinitamente
rueda la corriente del acontecer inconmesurable hacia la eternidad".
27
pretes han llegado a la conclusión de que para Weber la realidad en
general no tiene ninguna «estructura objetual»41.
La contradicción entre realidad por una parte estructurada y, por otra,
caótica puede ser resuelta con ayuda de las reflexiones siguientes. Aunque
la realidad del «continuum heterogéneo»42 sea una realidad estructurada
y determinada por relaciones causales y valorativas, ello no significa que
tenga que ser cognoscible en estas
relaciones —por ejemplo, para el científico. Las estructuras previamente
dadas del «continuum» pueden ser más bien irrelevantes
para las estructuras que inquiere y constituye el trabajo científico, y esto
puede ocurrir cuando las relaciones causales previamente dadas son
incontables y, al mismo tiempo, cada elemento de esta realidad se
encuentra en una relación plurívoca con otros elementos. Entonces se
puede hablar de un caos de relaciones causales o
de un cúmulo de elementos del ser individuales y referidos a valores43,
de un «acarreo amorfo» de elementos «embrollados»,
41. Tenbruck, p. 601 (Ver nota 7) y además por ejemplo, S. Landshut,
“Kritik der Soziologie” (1929) en Kritik der Soziologie u. andere Schriften zur
Politik, Neuwied, 1969, p- 37 ss.; Hufnagel (Ver nota 6) p. 130-39, 211 s., 219, 221;
de modo parecido Mommsen, Max Weber, p. 106, 226.
42. Este término de Rickert no usado por Weber significa una realidad
incalculable variada-diversa en su determinación espacio-temporal, lo mismo que
en relación con su peculiaridad cuantitativa, se caracteriza por un número de
características sobredimensionales para el entendimiento analizador. Todo objeto
concreto se encuentra en un contexto total, sus condicionamientos son tan
complejos y, en principio, tan inagotables como sus propiedades.
Cfr. Henrich, Die Einheit, p. 9 ss.
43. Cierto es que una referencia de valor tal constituye una estructura común
a todos los individuos actuantes. Pero ésta es puramente formal, porque no se puede
decir nada obligatorio o regular sobre los contenidos de ios valores que fungen como
punto de referencia. Con ello, la referencia a valores, que ha de concebirse como
“racionalidad” específicamente humana, constituye ciertamente una estructura en
el ámbito individual (la “personalidad”), pero es inadecuada para fundamentar una
estructura supraindividual en el sentido de una cultura “material”, porque el
contenido de esta “racionalidad” puede ser un número incalculable de diversas
combinaciones. De aquí resulta claro que los objetos de la sociología comprensiva
son “simplemnte decursos y contextos de la acción específica de hombres
singulares”, “porque sólo éstos son para nosotros portadores comprensibles de la
acción orientada por el sentido” (WL, p. 514). Por eso, dentro de la sociología
28
comprensiva no puede haber un concepto (dialéctico o funcional) del todo de la
sociedad.
si bien estructurados en sí. Según ello, la cultura es simplemente un trozo,
constituido y ordenado por el analista según determinados valores y
puntos de vista, de una realidad ciertamente no inestructurada pero que,
en última instancia, se le presenta al espectador como caótica44.
Si de esta manera la realidad se presenta como algo infinitamente
complejo y variado, el conocimiento empírico-científico sólo puede ser
un conocimiento parcial. «Todo conocimiento intelectivo de la infinita
realidad por el finito espíritu humano se basa, por ello, en el presupuesto
tácito de que sólo una parte finita de la misma debe constituir el objeto de
la captación científica, de que sólo esa parte debe ser “esencial” en el
sentido de “digna de ser conocida”» (WL, 171). La selección de lo
«esencial» se hace sobre la base de ideas de valor y puntos de vista de
intereses que no pueden ser «tomados de la materia misma» (WL, 181).
Weber niega constantemente que de la materia puedan deducirse los
puntos de vista que posibilitan el conocimiento científico45. El criterio
para la corrección de punto de vista o para la posibilidad de evaluar varios
puntos de vista no se encuentra —al menos no suficientemente— en el
objeto que ha de investigarse46. Aunque la realidad del continuum sea
una realidad esructurada, Weber tiene que subrayar esta independencia
de la configuración de los puntos de vista y de las categorías frente a la
materia que ha de investigarse, porque aquellas estructuras «ónticas» en el
«continuum heterogéneo» son considerablemente indeferentes frente a
las relacio-
44. En contra, cfr. Tenbruck, p. 600. Sobre la cuestión de la estructura de la
realidad en Weber, cfr. la modificación de estas tesis de interpretación en el
apartado e) Crítica e intento de mediación.
45. Los puntos de vista están ligados a “ideas de valor que por su par­te... no
son fundamentables como válidas a partir del material empírico” (WL, p. 213).
“Pero lo que tiene significación para nosotros, no puede na- turalemte ser explorado
con ninguna investigación ‘sin presupuestos” de lo dado empíricamente, sino que
su comprobación es el presupuesto para que algo se convierta en objeto de la
investigación” (WL, p. 175 ss.) cfr. también nota 40.
46. De modo semejante niega Weber la deductibilidad de normas de la
acción a partir del conocimiento de la realidad en la que se ha de actuar.
(Cfr. WL, p. 154 y 475).
29
nes causales y a las estructuras de interdependencia que le importan a la
ciencia. Cierto es que la estructura «óntica» de la realidad no es, según
Weber, completamente indiferente frente a la confi-
guración científica de la estructura (configuración conceptual y
encuentro del resultado). El científico no puede aproximarse a cualquier
materia con cualquier interés y cualquier concepto y no puede convertir
simplemente cualquier cosa en un «individuo histórico»47 48. El límite
de la arbitrariedad es, ante todo y por lo menos18, aquella variedad de
hechos que, por cierto, admite diversas interpretaciones, pero no todas.
Mientras la configuración conceptual científica no contradiga esta
facticidad (y el margen parece
ser para Weber grande), la realidad es, en última instancia, indiferente
frente a la configuración de las categorías.
El esfuerzo de Weber de deslindar limpiamente el mundo de los
objetos, como facticidad libre de valores, del mundo de los
valores y de los puntos de vista dependientes de ellos, es comprensible
desde la perspectiva de su imagen de la realidad y es un elemento
constitutivo e irrenunciable de su teoría de la ciencia y de su ética. Esto le
ocasionó el reproche de decisionismo. De hecho parece que la elección de
los puntos de vista del conocimiento se mantiene en el ámbito de la
decisión racionalmente no fundamen- table y criticable, si la cuestión por
investigar, la realidad históri-
ca, no entra en consideración como criterio49. Cuando Weber dice que la
elección del punto de vista no es «arbitraria» mientras el éxito hable en su
favor (WL, 170), hay que considerar que el éxito se juzga según los mismos
puntos de vista para los que dicho éxito debe ser el criterio.
Cuando se sigue al Weber de los planteamientos metodológicos, en la
medida en que éstos han sido expuestos resumidamente hasta
ahora, se comprueba una profunda fisura entre realidad y conocimiento.
La objetividad no puede ser determinada por el contenido, sino sólo
metódicamente. Esta renuncia fundamenta con tanto
47. Cfr. Henrich, Die Einheit..., p. 19.
48. Sobre otras instancias desde las cuales y también dentro de la
cons-trucción intelectual de Weber se puede limitar la arbitrariedad de la
elección
de conceptos y categorías, cfr el apartado de este trabajo cit. en la nota 44.
30
49. Cfr. WL, p. 151 s. y 469 ss.
mayor razón el derecho de los puntos de vista valorativos a ser sustraídos
en su libertad a la discusión racional. Entre la razón y la decisión parece
abrirse un abismo. A partir de aquí resulta más comprensible la actitud
ambivalente de Weber frente a Marx. Puede admitir la validez de sus
puntos de vista y categorías como una posibilidad entre otras. Weber no
puede adjudicarle una ventaja o una desventaja frente a otros: así critica
de igual modo el materialismo histórico y la teoría de las razas,
colocándolos el uno al lado de la otra, formalmente y con igualdad de
derechos (Wl,
167). Al mismo tiempo, tiene que negarle al pensamiento marxia- no la
pretensión de ser algo mas que un orden intelectivo de una realidad, en
última instancia subordinada, pues según Weber no puede haber
intelección de la substancia.
c) Realidad y método en Marx
Marx se opone a captar la realidad sólo «bajo la forma del objeto».
Desea concebirla como «actividad sensorial-humana», como
praxis50. Según ello, la realidad histórica es un proceso en el que
constantemente y en medida creciente se objetualizan el trabajo humano
y, con ello, la conciencia humana que, a la vez, operan retroactivamente
sobre el sujeto pensante y actuante. Marx rechazaría como abstracta la
exigencia de Weber de establecer una clara separación entre el sujeto
cognoscente y el objeto por conocer. Pues, por un lado, una buena parte
de la conciencia humana se encuentra siempre en las relaciones
condicionantes del estadio respectivo del proceso histórico y, por otro, —
«El mundo es el mundo de los hombres»51— la conciencia humana debe
ser descripta en su forma y contenido como conciencia histórica, es decir,
como determinada por el proceso histórico. De allí resultan nuevamente
dos cosas: por una parte, la realidad —en cuanto está intermediada
crecientemente por el trabajo y es co-constituida por la conciencia
prácticamente devenida— no necesita, en principio, ser
50. Marx, “Erste These über Feuerbach”, MEW, t. 3, p. 5
31
51. Marx, Zur kritik der Hegelschen Rechtsphilosopie. Einleitung, MEW, t.
21, p. 378.
32
extraña y externa al comprender racional humano. Esto lo sostiene Marx
contra Feuerbach, hasta para los objetos de las ciencias naturales: «Aún
esta “pura” ciencia natural obtiene su finalidad y su material tan sólo
gracias al comercio y la industria, gracias a la actividad sensórea de los
hombre»52. Esto cabe decir tanto más de las ciencias sociales.
Por otra parte, la conciencia no se aproxima a la realidad con
categorías ajenas a ella. «... el ser humano es un abstractum inherente al
individuo singular. En su realidad, él es el conjunto de las relaciones
sociales»53. Por eso, sus formas y contenidos de con-
ciencia son «una existencia históricamente devenida en su forma
conceptual, un ámbito socialmcnte devenido de experiencia y un grupo
de nociones»54. Esto significa que también los valores y los puntos de
vista deben someterse a reflexión como elementos del proceso pansocial
e histórico y en modo alguno, como en Weber, desligados de la cosa.
Ciertamente que de allí no se infiere, según Marx, que la conciencia
de los hombres siempre sea adecuada a sus objetos. Los elementos
conceptuales que ingresan en la realidad pueden y deben aparecer en la
conciencia de los «portadores y agentes» de las relaciones económicas
alienadas55 en una forma inversa. Cuando, por ejemplo, los productores
privados en el acto del trueque capitalistas, relacionan mutuamente, de
modo abstracto, su trabajo social, «ellos no (lo) saben pero lo hacen»56.
La iluminación de esta conciencia necesariamente falsa es precisamente
la tarea de la ciencia que, sin embargo, sólo puede cumplir con éxito
cuando es intermedidada por el interés proletario de clase y, al mismo
tiempo, se realiza la transformación práctica de las relaciones.
¿Qué consecuencias metodológicas tiene la aludida no separación de
conciencia y mundo? En modo alguno puede tratarse de
52. Marx y Engels, Die Deutsche Jdeologie, MEW, t. 3., p. 44
53. Marx, “Sechste These über Feurbach”, MEW, t. 3., p. 6
54. O. Morf, Geschichte und Dialektik in ckr politischen Okonomie.
Zum Ver- hdltnis von Wirtschaftstheorie und Wirtschaftsgeschichte bei Karl
Marx, Francfort,
19702, p. 114
55. Marx, Das Kapital, t. III. MEW, t. 25, p. 219
56. Ibidem. t. I, MEW, t. 23, p. 88
29
una disolución del objeto en el sujeto del conocimiento, el «sujeto real
(esto es, el objeto de conocimiento J. K.) se mantiene permanente en su
independencia fuera de la cabeza, siempre y cuando
que la cabeza se comporte sólo especulativamente, sólo teóricamente. De
ahí que también en el método teórico el sujeto, la sociedad, debe
presentarse generalmente como ya presupuesto a la representación»57.
El proceso de conocimiento tampoco puede describirse como
coincidencia del intelecto con los objetos que se encuentran fuera de él
en el sentido de una teoría de la imagen. Eso presupondría precisamente
aquella dualidad de sujeto y objeto que Marx trataba de superar58.
El proceso de conocimiento no puede ser descrito fuera de la relación
práctica entre hombre y realidad. Por una parte, la reflexión sobre los
objetos del mundo exterior parta de la importancia, que éstos tienen como
medios de satisfacción de las necesidades humanas 59. El proceso
progresivo de la apropiación práctica de estos objetos conduce, por otra
parte, a que en la realidad histórica que se trata de conocer, el trabajo
deviene objetual. Con ello, la praxis humana debe ingresar en la definición
de tal realidad,
que ha sido co-constituida por aquélla, por una parte, y de tal modo la
praxis se convierte en criterio de la verdad, por otra: «La pregunta sobre si
al pensamiento humano le corresponde verdad objetual no es una pregunta
de la teoría, sino una pregunta práctica»60. Sin que aquí se pueda entrar a
considerar la problemática que encierra esta frase61. Es claro que también
para Marx el pensamiento científico está preformado siempre por una
relación entre mundo y hombre que ha de describirse como una relación
prácti-
57. Marx, “Einleitung” Zar Kritik der politichen Ókonomie. MEW, t. 13,
p. 633. Cfr. También Schmidt, Begriff, p. 66
58. La teoría de la reproducción de Lenin fue criticada en este sentido desde la
perspectiva marxista. Cfr. Karl Korsch, Marxismus und Philosophie, Leipzig, 1930, p.
25 ss.
59. Cfr. Marx, “Randglossen zu Adolph Wagners ‘Lehrbuch der politi- schen
Ókonomie’”, cit. por Schmidt, Begriff, p. 93
34
60. K. Marx, “Zweite These über Feuerbach”, MEW, t. 3, p. 5. Cfr. Schmidt,
Begriff, p. 101.
61. Cfr. E. Bloch, Das Prinzip Hoffnung, Berlín' 1960, t. 1, p. 214 ss.
ca. El pensamiento científico se dirige a un mundo que no está concluso
sino orientado a la praxis, en la medida en que siempre contiene praxis
humana en forma objetualizada. La realidad histórica está estructurada y,
en sus estructuras, dentro de la respectiva referencia a la praxis, es
también cognoscible para el investigador. La distinción de Weber entre
realidad «objetiva» e «histórica» (es decir co-constituida por la
configuración conceptual científica) es irrelevante en este pensamiento.
«La disputa sobre la realidad o no realidad del pensamiento — que está
aislado de la praxis —
es una cuestión puramente escolástica»*'2.
De esta relación del pensamiento con una praxis actual y en
transformación resulta una imposibilidad doble:
La teoría de Marx no permite, por una parte, formular un sistema
ecónomico o sociológico. Como tal, éste debería desprenderse de su
referencia histórica c independizarse abstractamente. A partir de aquí
resulta comprensible que la ley general de la historia criticada por Weber
no tenga casi cabida en el pensamiento de Marx. De aquí resulta más bien
una cierta coincidencia entre Marx y Weber, quien igualmente consideró
como imposible un sistema definitivo de las ciencias culturales a causa del
cambio permanente de los intereses del conocimiento (WL, 184).
Por otra parte, es imposible elaborar una metodología (por ejemplo,
en el sentido de Weber). Parece que toda metodología debe realizar
precisamente aquel corte entre sujeto y objeto de conocimiento, que
Marx rechaza. Además, cabe preguntarse si ella no debe siempre abstraer
del caso histórico concreto, si no debe, por así decir, establecer un
esquema bajo el cual pueda subsumir todos los procesos de conocimiento
23 64.
Por consiguiente, desde la posición de Marx se desarrolla una crítica
al punto de vista metodológico de Weber en la siguiente dirección61: el
proceso de la reproducción social ha adquirido una independencia tal que
el mundo humano se le presenta al hombre
62. Marx, "Zweite These über Feuerbach”, MEW, t. 3, p. 5
63. Cfr. Schmidt, Begriff, p. 94; MEW, t. 3. p. 5
64. Cfr. G. Lukács, Die Zerstorung der Vernunft, Neuwied, 1961, p.
521-37. Más diferenciado el análisis marxista de Kon, Die Gescbichtsphilosop- hie, t. 1,
p. 136-57.
31
como un mundo completamente extraño. La incalculabilidad del
proceso histórico para el individuo aislado, cuyos motivos son para Marx
indicables, se refleja en Weber en su caracterización de la realidad como
caos inconmesurable. Ya no se puede concebir el progreso. La
racionalidad se reduce a la más efectiva relación medio- fin, teniendo en
cuenta aquí que, en última instancia, la determinación de los fines, ya no
tiene nada que ver con la razón. La crítica marxista a la metodología de
Weber tendería a entender sus afirmaciones formuladas ahistóricamente
sobre el proceso empírico- científico del conocimiento a partir de sus
presupuestos histórico- sociales, a relativizarla histórica y socialmente y
así a destruirla como metodología general. Un paso de esa crítica sería,
por ejemplo, el descubrimiento de la imagen weberiana de la realidad, un
presupuesto de su pensamiento sobre el que Weber no reflexionó. Una
crítica tal debería colocar a Weber en su contexto histórico y social. La
crítica de las categorías abstractas pasaría a ser crítica de las relaciones
abstractas, cuya falsa plenitud son aquéllas. Categorías ahistóricas,
desprendidas del objeto de su aplicación se mostrarían y relativizarían
como indicio de un pensamiento alienado.
d) Totalidad histórica y «continuum heterogéneo»
De lo dicho hasta ahora resulta que Marx, a diferencia de Weber, tiene
un concepto de la historia total y que, con ello, también
puede pensar a la sociedad como totalidad determinada y determinare,
como una totalidad que condiciona sus partes singulares (que están en
mutua relación) del mismo modo como es condicionada por ellas. Por
ello Marx puede aplicar el método que expuso brevemente en la
introducción a su Crítica de la economía política65.
36
Marx parte de lo aparentemente «real y concreto, de los presupuestos
reales», esto es, en la economía, de la población. Esto «real y concreto» se
revela como abstracción vacía de contenido cuando no se inquiere sobre su
articulación, las clases y sus ele-
65. Marx, “Einleitung" Zur Kritik der politischen Qkonomie, MEW, 13, p. 631
mentos fundamentales, capital, trabajo asalariado etc. Sin la mar-
cha analítica desde lo concreto representado hacia abstractos cada vez
más «sutiles» y hasta las determinaciones más sencillas, la representación
de la totalidad resultaría caótica y completamente indeterminada. «Desde
allí habría que emprender el viaje hacia atrás, hasta que llegara por fin
otra vez a la población, pero esta vez no como una representación caótica
del todo, sino como una rica totalidad de determinaciones y relaciones».
Lo realmente con- treto no es pues para Marx la concepción inmediata
sino: «Lo concreto es concreto porque es el compendio de muchas
determinaciones, unidad pues de lo vario»66. Esta totalidad concreta
abarca to-
das las relaciones sociales de un periodo histórico.
El todo sólo se encuentra en sus partes. «En la naturaleza de las partes
del todo se encuentra el presupuesto de su existencia, y así, sólo el estudio
de estas partes es el movimiento que configura el todo. Pero tampoco eso
basta, pues debe mostrarse cómo se entrelazan unas con otras, cómo se
condicionan recíprocamente para
aparecer como un todo»67. Al revés, a causa de la conexión de las partes,
sólo puede captarse cada una de ellas si, al mismo tiempo, se pregunta por
el todo.
A este proceder metódico subyace implícitamente la noción de una
realidad en la que hay que diferenciar forma de aparición y esencia,
superficie y figura nuclear. «La figura conclusa de las relaciones
económicas, tal como se muestra en la superficie, en su existencia real y
de ahí también en las nociones con las que los portadores y agentes de
estas relaciones tratan de ponerse en claro aquéllas, es muy diferente —
y de hecho inversa — y contraria a su figura nuclear interna, esencial
pero oculta y diferente, del concepto que le coresponde»68. Aunque en
la sociedad alienada, la existencia de las relaciones, lejos de revelar su
esencia más bien la oculta, el científico tiene que iniciar su trabajo en los
fenómenos de superficie, pues en ninguna parte puede encontrar la
«figura
66. Ibiclem. Sobre esto Morf, Geschichte und Dialektik, p. 36 ss.; A.
Schmide, Geschichte und struktur. Fragen einer marxistischen Historik, Munich, 1971,
p. 41 ss.
67. Morf, p. 128
68. Marx, Das Kapital, t. III, MEW, t. 25, p. 219
33
38
nuclear» sino sus formas histórico-concretas de aparición. La tarea
del científico consiste en buscar69 el concepto de esta «figura nuclear»,
es decir, «desvelar la ley económica del movimiento de la sociedad
moderna70. Pero esto no significa buscar una ley general en el sentido de
una fórmula del mundo. Se trata más bien de un concepto que no ha de
formularse desprendido de las formas de su existencia. Por eso exige Marx
inmediatamente también «emprender el viaje hacia atrás», es decir,
descubrir las relaciones entre figura nuclear y fenómeno en la superficie
y tan sólo así comprender la figura nuclear de manera adecuada, es decir,
concretamente71. Al mismo tiempo, se ponen en tela de juicios las
«nociones con las que los portadores y agentes de las relaciones tratan de
aclararse dichas relaciones»72, y se crea así la posibilidad de su
transformación, que ciertamente no de limitarse al ámbito teórico, sino
que tiene que pasar a la transformación práctica de las relaciones que
condicionan aquella falsa conciencia.
En este sentido, la intelección de la sustancia — según Marx, a
diferencia de Weber — en principio es posible para la ciencia a causa de
la relación dialéctica esbozada más arriba, entre conciencia y realidad, si
bien dicha intelección sólo puede ser realizada por una conciencia que no
esté limitada por las barreras de clase y no se halle invertida por la presión
de las relaciones económicas alienadas. Sobre las condiciones de
posibilidad de tal conocimiento no se puede reflexionar abstractamente
porque el contenido y la forma de la conciencia cognoscente están
determinados como diversos resultados y motivos de las respectivas
situaciones históricas.
Ante todo, un concepto de realidad tomado de Hegel, si bien
transformado materialisticamente73, que conoce una unidad es-
39
69. Ibidcm. p. 825: "... toda ciencia sería supérílua si la forma de
pre­sentación y la esencia de las cosas consideran inmediatamente...”
70. Así formula el propio Marx el “objeto final” de su obra. Das Kapital.
t. I, MEW, t. 23, p. 151).
71. Cfr. Rosdolsky, Lehrbuch, p. 151.
72. Ver nota 68.
73. Con G. Lukács (Geschichte uncí Klassenbufitsein. Studien
über marxistische Dialekíik -1923- Neuwied, 1970, p. 255-355, H. Marcuse
(Vernunft and Revo- lution inglés 1941, 19522, Neuwied, 1962, p. 241 ss), K.
Bekker (Marx Phi- losophische Entwicklung. Sein Verhaltnis zu Hegel,
Zurich, 1940), S. Avineri (The
tructurada en toda la variedad, una figura nuclear en todos los fenómenos,
le permite a Marx exigir una intelección de la esencia de las relaciones
históricas, es decir, intelección de la sustancia o una captación de la
totalidad. Al contrario, el pensamiento poshe-
geliano, neokantiano, de Weber, que sólo puede representarse la realidad
como un «continuum heterogéneo», tiene que satisfacerse con
conocimientos parciales y condenar como mala metafísica aquella
diferencia entre esencia y fenómeno y como arrogante ilusión aquella
intención de lograr un concepto de la totalidad. Al revés, la fuerza de
convicción y la consistencia del planteamiento
de Marx depende, en enorme medida, de la validez de las premisas
hegelianas. Quien no acepte esas premisas, no podrá aceptar este
planteamiento.
El método de Weber, que emerge de la noción de realidad como un
«continuum heterogéneo», se caracteriza —a diferencia de la permanente
inclusión del todo en Marx— primeramente de acuerdo con un punto de
vista conductor del conocimiento, por pretender desprender tina «cuerda
causal» de la riqueza de la realidad, que no es pensada como totalidad
estructurada. Aunque Weber también puede perseguir, con la ayuda de
subsiguientes investigaciones, «cuerdas causales» complementarias, le
resulta muy difícil —a causa de su método— reflexionar constantemente
sobre la relación y la significación de un momento de la realidad frente a
otros.
Esta abstracción, exigida por el planteamiento metódico, resulta ser
una dificultad en los trabajos de Weber, por ejemplo,
en La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Así parece entonces
que Weber, cuando se mantiene dentro de su planteamiento limitado, no
puede aclarar suficientemente el fenómeno del pietis- mo, que
ciertamente se basa en los mismos fundamentos religiosos
del puritanismo que impulsara el capitalismo, pero que precisamente no
conduce a un sobrio ascetismo y a un ethos del trabajo
Social an political thougth of Karl Marx, Cambridge, 1968, p. 3, passim), A.
Schmidt, Geschichte und Struktur, p. 47-53 y passim y muchos más hay que
atenerse a la grande y persistente influencia de la filosofía hegeliana en Marx, que
41
él transformó radicalmente. No es convincente la posición contraria de L.
Althusser, Pour Marx, París, 1966., p. 153, passim.
35
como éste. Si Weber hubiera querido explicar esa diferencia, hubiera
tenido que desarrollar más condiciones de la transformación de la
religiosidad calvinista en laboriosidad abierta al mundo, condiciones que,
probablemente, son de naturaleza social, económica, geográfica, etc. y que
tienen el efecto de que contenidos religiosos semejantes conduzcan en
una ocasión a una activa apertura al mundo y en otra a una piedad
interiorizada74. Habría que reflexionar sobre el entrelazamiento e
influencia recíproca de los distintos elementos condicionantes y ponderar
mutuamente su im-
portancia75.
A causa de su limitación a una cadena causal, Weber tropieza con
dificultades semejantes cuando pretende explicar cómo surgieron de la
empresas distribuidoras en el siglo XVIII, las manufacturas
centralizadas76. Weber recurre al nuevo espíritu calvinista como el motor
que impulsa una intensificación del control del trabajo, de la
planificación, de la publicidad comercial etc. y que pone en tela de juicio
la forma industrial hasta entonces fundada en el trabajo doméstico. Pero
parece cuestionable que todos estos impulsos y efectos del nuevo espíritu
puedan explicar suficientemente por qué el trabajo tuvo que realizarse en
las manufacturas, es decir, en locales centrales de trabajo separados de los
hogares. Sería del todo imaginable que la planificación, la publicidad
comercial y una mayor racionalidad del proceso de trabajo también
hubieran podido ser llevadas a cabo con una forma descentralizada de
trabajo. Para explicar la génesis de los establecimientos cerrados es
inevitable recurrir al desarrollo ulterior de los medios de producción, de
las herramientas y primeras máquinas, cuya adquisición y utilización
exigían una cierta centralización, y al proceso de trabajo, cuya evolución
tecnológica exigía de manera cada vez más clara una dirección central, e
investigar la relación de estos
42
74. Weber, Die protestantische Ethik, p. 134 ss. y 192.
75. Cierto es que hay que tener en cuenta que Weber consideró su estu-dio
como trabajo previo y que esperaba complementos a base de otros puntos de vista
de la investigación futura (Ib. p. 205 s.)
76. Ibidem. p. 52 s. Cfr. sobre el problema del tránsito de distribuidora a
manufactura J. Kocka, JJnternehmer in der deutschen Industrialisierung. Gotin- ga,
1975, p. 22 s.
elementos con el nuevo espíritu. Pero esto lo dificulta el planteamiento
de Weber; al menos no conduce forzosamente a un proceder tal.
Frente a ello, Marx intenta captar la realidad en su diversos elementos
mutuamente condicionantes, uno de los cuales es la propia investigación
científica. Según él, hasta las categorías más abstractas son categorías
históricas. Esto lo desarrolla con la categoría «trabajo». El trabajo puede
ser pensado, primero, como «trabajo en general» (según Marx, así lo hizo,
por primera vez, A. Smith) en una «totalidad muy desarrollada de modos
reales de trabajo... de los cuales ninguno es ya el dominante». Se
presupone una sociedad «en la que los individuos pueden pasar con
facilidad de un trabajo a otro y para quienes el modo determinado de
trabajo es casual y, por lo tanto, indiferente». En la época de los fisiócratas
esto ocurrió menos que dentro de la sociedad burguesa moderna. Con este
ejemplo comprueba Marx convincentemente «cómo hasta las categorías
más abstractas, pese a su validez, para todas las épocas —a causa
precisamente de su abstracción— son, sin embargo, en la determinación
de esta abstracción igualmente el producto de las relaciones históricas y
poseen su plena validez sólo para y dentro de estas relaciones»77. Así se
con- cretiza la tesis enunciada más arriba y según la cual el sujeto cog-
noscente no se acerca al problema con categorías extrañas. Tiene,
sin embargo, que reflexionar constantemente sobre su situación dentro de
la totalidad del proceso histórico y sobre la procedencia de sus categorías,
haciéndolo desde este proceso78. Las categorías, los puntos de vista, sólo
pueden ser criticados en cuanto se los vincula con las relaciones en las que
surgieron y se aplicaron.
77. Marx, “Einleitung” Zur Kritik der politischen Ókonomie, MEW, t. 13,
p. 634. Para la historia del concepto de “trabajo” cfr. el artículo de W.
43
Conze en, O. Brunner y otros (compiladores) Geschicbtliche Grundbegriffe. His-
torisches Lexikon zur politisch-sozialen Spracbe in Deutshland. t. I, Stuttgart, 1972,
p. 154 ss.
78. Marx sólo insinúa esta exigencia (ib. loe. cit. p. 617 s.), pero puede
deducirse del contexto. Weber no hace esta exigencia porque sitúa los puntos
de vista de modo completamente separado de la realidad por investigar. Cfr.
apartado e) Crítica e intento de mediación en este trabajo.
La posición dominante de las categorías (puntos de vista) trabajo,
producción y trueque, la fundamenta Marx con la alta significación que
han adquirido en la sociedad capitalista que investiga. Según Marx, las
categorías son, al mismo tiempo, categorías del ser; en el lenguaje de
Weber: los puntos de vista del conocimiento científico son, al mismo
tiempo, los elementos dominantes de la realidad que se investiga.
Sin embargo, con ello se plantea la pregunta al historiador Marx de si
las categorías que pueden ser adecuadas a la sociedad actual, pueden
también ser aplicadas a la investigación de épocas pasadas. En el caso, por
ejemplo, de que se investigue la sociedad medieval con las categorías de
«clase» y «lucha de clases», surge el peligro de que un sistema actual de
categorías —que según la pretensión propia de Marx está sujeto a la
relativización histórica— sea colocado ahistóricamente por debajo de
todo el desarrollo ocurrido hasta ahora. Marx piensa de modo lo
suficientemente histórico, en el sentido de la diversidad de las
individualidades históricas, como para afirmar ingenuamente la
aplicabilidad de conceptos actuales a tiempos pasados. «Si de ahí es cierto
que las categorías de la sociedad burguesa poseen verdad para las otras
formas de la sociedad, entonces esto debe tomarse sólo cum grano salis»79.
Sin embargo, considera que tan sólo a partir de la organización del
presente (la más altamente desarrollada hasta ahora) es posible la
intelección en la articulación y/las relaciones de las formas desaparecidas
de la sociedad que, desde la forma hasta ahora última, es decir, la forma
actual, son vistas como fases hacia ella misma». «La economía burguesa
ofrece así la clave de la economía antigua, etc.»80, siempre y cuando no
se borren con ello las diferencias históricas. Marx parece sustentar
tácitamente la opinión de que los momentos singulares aparecen tan sólo
en el presente como lo que fueron en el pasado en forma oculta; el
presente sería la forma desarrollada del pasado y las categorías actuales,
aplicadas a formas pasadas, pueden captar mejor su esencia que, por
44
ejemplo, categorías que eran conscientes y estaban en uso en la época que
se investiga.
79. Marx, Zur Kritik. der politischen Ókonomie, MEW, t. 13, p- 636. 80
Ibidem.
Con ello acepta Marx implícitamente que la consideración histórica
siempre ocurre desde un horizonte determinado. Sin embar-
go, las relaciones actuales que constituyen el horizonte son, según Marx,
las más desarrolladas, la forma más verdadera de las relaciones que se trata
de describir. Aquí se muestra una cierta justificación del reproche de
Weber, esto es, que en las «leyes» del materialismo histórico se trata de
un método histórico-universal en el
que las relaciones de producción tendrían en cierto modo, una
preponderancia metafísica. Marx mismo proporciona puntos de partida
para malinterpretar lo que él proyectaba como anatomía de la sociedad
burguesa, como máxima histórico-filosófico, como «concepción
materialista de la historia».
También esta peculiaridad del método marxiano resulta con cierta
necesidad de la adopción (modificada) por Marx del concepto hegeliano
de desarrollo. Así, subyace al pensamiento de Marx
el presupuesto de concebir la historia como un proceso, en principio
racional, al que el hombre pertenece inalienablemente como elemento
activo-intermediante. Cierto es que para el materialista Marx la historia
ya no es, como en Hegel, el camino de la auto- liberación del espíritu —
que primeramente es sólo en sí— hacia la realidad revelada de su esencia.
Con todo, cada época histórica se concibe como totalidad estructurada,
cuyas contradicciones encierran ya en sí mismas la exigencia y la promesa
de su solución. También para Marx, el presente es en tal sentido «futuro
restringido»81, de modo tal que el futuro es sólo la realización de las
tendencias de desarrollo ya dadas y orientadas en el presente.
Este presupuesto hegeliano del pensamiento de Marx fundamenta, en
última instancia, la contraposición de un pensamiento tal frente a una
posición como la de Weber, cuyo rechazo de todo concepto de desarrollo
resulta necesariamente de su comprensión de la realidad como
«continuum heterogéneo»82. Esta diferencia la pone en claro una
45
confrontación de lo que Weber y Marx entienden, en principio, bajo
crítica: «El destino de una época cultu-
81. E. Bloch, Subjekt-Objekt. Erlauterungen zu Hegel, Berlín, 1951, p. 221
ss.
82. E. Troeltsch, Der Histortsmus und seine Próbleme, libro 1, (Reimpresión
de la ed. aparecida en 1922), Aalen, 1961, p. 367.
46
ral que ha comido del árbol del conocimiento consiste en tener que saber
que no podemos descifrar el sentido del acontecer del mundo a partir del
resultado, por perfecto que sea, de su investigación, sino que debemos
estar en condiciones de crearlo, que las “cosmovisiones” nunca pueden ser
producto de un saber empírico progresivo y que los más altos ideales, que
nos mueven de manera más poderosa, surten efectos para todo tiempo sólo
en lucha con otros ideales, que son tan sagrados para los otros como los
nuestros lo son para nosotros» (Wl, 154). «Toda valoración con sentido de
un querer ajeno sólo puede ser crítica desde una “cosmovisión” propia,'
combate del ideal ajeno desde el terreno del ideal propio» (WL, 157). En
cambio Marx: «La razón ha existido siempre, sólo que no siempre en la
forma racional. El crítico puede, pues, partir de toda forma de la
conciencia práctica y teórica y desarrollar, a partir de las formas propias
de la realidad existente, la realidad verdadera como su deber ser y su meta
final»83. Mientras que para Weber el hombre se decide en una realidad
en última instancia, sin sentido, y crea sentido, Marx desea encontrar el
sentido de las nuevas relaciones sociales mediante una crítica de las
pasadas, que las contienene ya en forma implícita.
e) Crítica e intento de mediación
Se ha mostrado que, dentro del pensamiento de Marx, la realidad que
se investiga sirve de criterio para la adecuación de las categorías de las
investigación. Como se trata del conocimiento de las estructuras
esenciales, de las «leyes» de la realidad respectiva (es decir, de su «figura
nuclear») — y no de conocimientos parciales —, la aplicación de las
categorías de la investigación no puede estar precedida de un acto
arbitrario de selección. La cuestión que ha que investigar impone más
bien al investigador los
puntos de vista y categorías adecuadas para su propia investiga-
83. Marx a Ruge, setiembre de 1843, en Die Frühschriften, ed. por S.
Landshut, Stuttgart, 1953, p. 169- Sobre la posibilidad de esta crítica inmanente en
Marx en relación con el tránsito de Hegel a Marx, que aquí no se tematiza
detalladamente, cfr. Wellmer, (ver nota 18), p. 59-61, 78-92.
47
ción siempre y cuando se abandone a ella de modo cabal. Algo semejante
— se podría mostrar — cabe decir de la relación de los valores, es decir,
de las normas y los criterios de la acción, con la realidad que ha de ser
transformada por tal acción. Llevadas las cosas al extremo, tal
pensamiento afirma la deductibilidad de las normas de la acción, a partir
del análisis cabal de la realidad histórica84. Con ello —y en
contraposición a la teoría weberiana de la mentalidad valorativa— las
decisiones pueden ser claramente examinables, pero con ello, al mismo
tiempo, ser eliminadas. De modo semejante a como ocurre en una
«civilización científica» en la que el «político» no sería « “el que decide” o
“domina” sino el que analiza...», el que sacaría las consecuencias de las
presiones del aparato que determina el desarrollo social85, en una realidad
que posibilitara un análisis de sí misma y de sus potencias objetivas de
modo tal que el conocimiento de lo «socialmente valioso» pudiera ser
deducido de ello86, se sustituiría también la decisión según valores por
una consecuencia adecuada a partir del análisis de la realidad. En los dos
casos, como consecuencia de tal pensamiento, surge el peligro de la no
liberalidad, del anti-pluralismo y del dogmatismo autoritarios: desde el
punto de vista de la teoría de la ciencia, la intolerancia frente a otros
planteamientos del conocimiento que, dentro de tal pensamiento, sólo
pueden ser com-
prendidos como desviación errónea o ideológica frente al propio modo
verdadero de captación; desde el punto de vista político-social, la
justificación ideológica de las propias metas, completamente particulares,
como metas generales y absolutas, surgidas aparentemente de la
compresión científica.
84. Como representantes modernos de este pensamiento cfr. M. Hork-
heimer, “Zum Begriff der Vernunft” en Adorno/Horkheimer, Sociológica II
Francfort, 1962, especialmente p. 204, y W. Hofmann, Gesellschaftslehre ais
Ordnungsmacht. Die Werturteilsfrage heute, Berlín, 1961, p. 29.
85. Cfr. H. Schelsky, Der Mensch in der ivissemchaftlichen Zivilisation,
Colonia, 1961, p. 25 y passim.
86. Así por ejemplo en el ámbito del pensamiento marxista, Hofmann,
p. 32 s. "Validez general se adjudica a las concepciones de valor o disvalor de hechos
sociales que corresponden objetivamente a una sociedad histórica dada según el
estado de todas sus potencias. Socialmente valioso es, en todo caso, lo que
históricamente se ha vuelto posible”.
48
La epistemología de Max Weber, en la medida en la que hasta ahora
se la ha traído a cuento, formula una posición contraria, que se aferra a la
indeductibilidad de los puntos de vista del conocimiento con respecto a la
cuestión que hay que investigar. Su conocimiento es siempre
conocimiento parcial, cuya dirección está determinada por un acto
primario de selección entre varios puntos de vista. Apenas se evidencia
una dependencia de los puntos de vista del conocimientos de la realidad,
si bien al contrario la investigación está determinada en el punto de
partida, modo y metas de su camino, por aquellos puntos de vista.
Weber también realiza una separación correspondientemente radical
—así se podría mostrar— entre realidad histórica y normas de la acción
(valores), entre ciencia de la realidad y decisiones de la vida. El
conocimiento de los valores y metas de la acción no resulta, según él, del
análisis empírico-científico, por perfecto
que éste sea. Las funciones de la ciencia, también las que tiene según
Weber en la formulación de los fines de la acción87, no bastan para
fundamentar la preferencia de un valor frente a otro opuesto (WL, 149
ss.). Y aunque se hubiera comprobado científicamente una tendencia de
desarrollo de la realidad histórica, ello no proporcionaría información
alguna para el actor acerca de si
debe apoyar la realización de esta tendencia u oponerse a ella (Wl, 474 s.).
En una realidad que deja abiertas diversas posibilidades de acción según
valores opuestos, el origen y la elección de los valores parecen no ser
discutibles racionalmente. En el ámbito de la acción (o en el proceso de la
investigación), las metas y las normas (o los puntos de vista y metas del
conocimiento) se constituyen por un acto que, en última instancia, es
decisionista, sobre cuya racionalidad material no se puede decir nada88.
87. Estas han sido argüidas breve y concisamente en WL., p. 472 s.
88. Calificado de este modo como decisionista, Weber aparece con algu-nos
matices y valoraciones frecuentemente contrapuestas en, por ejemplo,
Tenbruck, p. 600 ss.; Lukács, Zerstorung, p. 532 ss.; L. Strauss, Naíurrecht uncí
Geschichte, Stuttgart, 1956, p. 107 ss.;J. Habermas, Tecbnik und Wissen- sebaft ais
Ideologie, Francfort, 1968, p. 121 s.; H. Marcuse, Kultur und Gesell- schaft, t. 2.
Francfort, 1965, p. 107 ss.; comp. además el panorama en G.
Rotch, Political Critiques of Max Weber. Some Implicatios for Political Sociology, en
American Sociological Review, t. 30, 1965, p. 213; en suma, cfr. U. Beck,
49
Marx y Weber representan — en la medida en que sus teorías han
sido expuestas hasta ahora con una cierta parcialidad condicionada por la
confrontación — dos posibilidades de pensamiento opuestas entre sí. Su
confrontación acentuada de determinada manera demuestra sus defectos
y peligros y se convierte así en ocasión de crítica recíproca y de intentos
de mediación, es decir, da ocasión
primeramente a plantear la pregunta de hasta qué punto se encuentran
dentro de los dos planteamientos del pensamiento elementos que
impulsan a ir más allá de los modelos básicos hasta ahora esborzados.
Se ha dicho cuán necesariamente la posibilidad del planteamiento de
deducir nítidamente puntos de vista del conocimiento de la realidad que
hay que conocer, supone ya un concepto de la historia que — modificado
en relación con la praxis — se apoya fuertemente en el de Hcgel.
Ciertamente: si la realidad, en su figura históricamente encontrable, es
una realidad que tan sólo mediante la conciencia práctica cabal es
mediada con lo que hasta ahora sólo era posibilidad, que está pues
orientada hacia la praxis humana y, con ello, al conocimiento práctico,
entonces las normas de la acción pueden ser ajustadas a las posibilidades
objetivas de la respectiva realidad. Pues esta realidad no es para la
comprensión
algo externo y extraño, sino que aquí vale la frase de Hegel: «... sólo la
naturaleza del contenido puede ser la que se mueve en el conocer
científico, en cuanto al mismo tiempo esta reflexión propia del contenido
es la que pone y genera su propia determinación»89. A tal manera de
hablar subyace como presupuesto la certidumbre de una identidad
originaria del sujeto y del objeto de conocimiento que está dada en las
premisas de la filosofía hegelia- na. Si la historia es el hecho «mediante el
cual la meta final absoluta del mundo se realiza en ella, meta que tan sólo
el espíritu
que es en sí lleva a sí mismo a la conciencia y autoconciencia y
Qbjektivitat und Normativitat. Die Theorie-Praxis-Debatte in der modernen deut-
schen und amerikanischen Soziologie, Reinbek, 1974.
89. Hegel, Wissenschaft der Logik, Leipzig, 1923, I parte, p. 6; Morf
(p. 77) aplica con razón esta cita de Hegel al método de Marx. Sobre la
considerable afinidad del método de Marx con la Lógica de Hegel cfr. también A.
Schimidt, Geschichte und Struktur.
50
con ello a la revelación de su ser que es en sí y para sí»90, entonces la
crítica puede agotarse en la confrontación de la realidad con su
pretensión (para garantizar el progreso histórico). Además, tal concepto
de la historia garantiza, en principio, la adecuación no problemática de
las categorías actuales para la investigación de relaciones pasadas, pues
dichas categorías provienen de un presente que es la forma más verdadera
y más desarrollada del pasado que hay que investigar. La identidad de
espíritu subjetivo y objetivo, de conciencia humana y realidad histórica
es en Hegel una identidad implícita (si bien sólo en sí) y dada desde el
principio.
Por el contrario, cabe preguntarse si el materialista histórico Marx
que suprime la razón originaria, históricamente deviniente, la premisa de
Hegel91, no se priva también con ello de la base para pensar la relación
entre hombre e historia de manera hegelia- na, como una identidad
implícita y solamente por realizar. Cierto es que a partir de la posición de
Max es comprensible que la realidad histórica no necesita ser extraña
comprensión humana ni ser una «corriente monstruosamente caótica» en
el sentido de Marx Weber, porque siempre está configurada y
conceptualmente intermediada por la razón humana. Pero no se puede
comprender por qué la grada respectiva del proceso de metabolismo entre
hombre y naturaleza92 tiene que llevar en sí implícitamente su propio
proyecto de futuro, su propia crítica en el sentido de la posibilidad
objetiva hegeliana y llevarlo de tal manera que se pueda formular
íntegramente: «Lo valioso socialmente es lo histórica y posiblemente
devenido»93. El material del proceso histórico de intermediación no es,
según Marx, una naturaleza que como idea pudiera ser descrita en su
alteridad94 y cuya verdad implícita fuera desde el principio la verdad. Así
como en Marx la naturaleza no se diluye completamente en la historia,
así tampoco exige ella su elaboración con sentido por parte del trabajo
histórico; éste deja simplemente libre a aquélla, lo mismo que a su
aplicación sin senti-
90. Cfr. Marx y Engels, Die deutsche ídeologie, MEW, t. 3, p. 13 ss.
91. Hegel, cit. nota 89.
92. Marx, Das Kapital. t. I, MEW, t. 23, p. 57, entre otras.
93. Ver nota 86
94. Hegel, Enzyklopádie, p. 197 (§244)
do. Aunque toda situación histórica está intermediada conceptualmente,
no se puede argumentar propiamente desde la posición de Marx que toda
situación histórica lleva ya en sí suficientemente el sentido de su futuro.
La meta de la historia sólo es el concepto del desarrollo alcanzado hasta
ahora cuando este concepto, como razón que es en sí, siempre precedió al
desarrollo. Pero precisamente la teoría de Marx95 ya no parte de esta
premisa. La deduc- tibilidad de metas del actuar político — deductibilidad
que para Marx es subjetivamente evidente — a partir del análisis adecuado
del desarrollo alcanzado hasta ahora, se manifiesta, dentro del
planteamiento marxiano, como algo que objetivamente es en extremo
problemático.
Algo semejante cabe decir de la deductibilidad de puntos de vista y
categorías a partir de la cosa misma que se investiga. Como se mostró más
arriba96, el análisis histórico y social marxiano se realiza desde un
horizonte específico, históricamente condicionado y referido a la praxis.
Con el ejemplo de sus indicaciones metodológicas: cuando Marx pretende
partir de «lo real y concreto de los presupuestos reales» y toma a la
«población» como punto de partida de su investigación para llegar hasta
su articulación (las clases y a sus elementos fundamentales97), dispone ya
entonces con
95. También Wellmer pone de relieve estos restos hegelianos de una
ló-gica especulativa de la historia en el pensamiento de Marx, en el que, sin
embargo, no tienen ya un justo lugar y una fundamentación cabal, y ve en ellos
las base de la inclinación de Marx a suponer que las contradicciones sociales serían
suspendidas y absorbidas con una cierta necesidad de un modo progresista-
revolucionario (p. 56 ss., 64., 77, 93 s. 126 ss.) Esta suposición ha “resultado ser
falsa en un sentido fatal” (p. 128). Cfr. también, M. Theu- nissen, Gesellscbaft und
Geschichte. Zur Kritik der kritischen Theorie, Berlín,
1969, p. 30, 33-38. Demuestra que la “Teoría Crítica”, aunque abjura explícitamente
de la premisa hegeliana (punto de partida de una objetividad absoluta, pero que
deviene históricamente) procede en última instancia — por ejemplo, en Habermas
— como si aún pudiera construir sobre aquel presupuesto de filosofía de la
identidad. Precisamente ve Theunissen en ello ciertas tendencias de la “Teoría
Crítica” hacia un dogmatismo intolerante y hacia una pretensión gnoseológico-
política de absolutez.
96. Cfr. el apartado d) Totalidad histórica y “continuum heterogéneo
de este trabajo, especialmente la parte final.
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  • 3. ESTUDIOS ALEMANES Colección dirigida por Ernesto Garzón Valdés y Rafael Gutiérrez Girardot
  • 4. HISTORIA SOCIAL Concepto - Desarrollo - Problemas Jürgen Kocka Editorial Alfa Barcelona/Caracas
  • 5. Traducción de Juan Faber Revisión de Rafael Gutiérrez Girardot Título del original alemán: Sozialgeschichte Begriff - Entwicklung - Probleme ©Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga 1986 ©Editorial Alfa, S.A., 1989 Representante para España Editorial Laia, S.A. Guitard, 43, 5°/08014-Barcelona ISBN: 84-7668-262-X Depósito legal: B. 16,484 - 1989 Impreso en Romanyá/Valls, Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona) Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona) Impreso en España Printed in Spain
  • 6. ÍNDICE ADVERTENCIA PRELIMINAR ......................................... 5 I. LA CIENCIA ENTRE EL DOGMATISMO Y EL DECI- SIONISMO: ELEMENTOS DE UNA HISTÓRICA FU- TURA .................................................................................... 11 1. Objeto, concepto e intereses ............................................... 11 a) Karl Marx y Max Weber: objetivo y preparación- de de la comparación de sus metodologías ... 11 b) Realidad y método en Weber............................... 23 c) Realidad y método en Marx.................................. 28 32 d) Totalidad histórica y «continuum heterogéneo» . e) Crítica e intento de mediación............................ 40 55 f) Resultado provisional............................................... 2. Criterios de objetividad en la historiografía ................... 57 a) Los límites del campo de acción ......................... 59 b) Ponderación dentro del campo de acción .... 63 II. HISTORIA SOCIAL: CONCEPTO - DESARROLLO - PROBLEMAS................................................................ 65 1. Las cuestiones disputadas y por qué vale la pena discutirlas 65 2. La historia general como historia política y las consecuen- cias: el modelo historiogrdfico básico ............................... 70 185
  • 7. a) La corriente principal en el siglo XIX y comien- zos del X X ............................................................... 70 b) Nuevos planteamientos antes de 1914................ 81 3. Los planteamientos del cambio de paragidma después de 1945................................................................................. 92 4. La historia estructural - un modo de consideración . . . 96 a) Importancia y rendimiento .................................... 96 b) Historia estructural, historia de acontecimientos y ciencia social histórica......................................... 100 c) Los límites de la historia estructural contra suequiparación con la historia social ........................ 107 5. La historia social como historia de un campo especial . . 115 a) Sobre la aplicación de teorías científico-sociales . 116 b) Problemas actuales y tendencias de desarrollo . 125 *»6. La historia social como historia de sociedades enteras . . 137 a) Sobre el concepto «historia de la sociedad» . . . 137 b) Las teorías de la historia de la sociedad............ 141 c) Tareas y problem as.................................................. 154 III. ¿PARA QUE LA H IST O R IA ?................................... 161 1. Condiciones históricas y actuales de la pregunta y posibles respuestas a ella ........................................................... 161 2. Tareas y funciones sociales de la historiografía . . . . 174 3. Formación de identidad y crítica ............................... 181
  • 8. 186
  • 9. ADVERTENCIA PRELIMINAR Cuando en 1977 apareció la primera edición de este libro, se debatían tan a fondo los principios y perspectivas de esta disciplina que Karl-Georg Faber pudo comparar la disputa teórica y metodológica de los historiadores de entonces con la disputa en torno a Lamprecht de finales de los años 90 del siglo pasado1. A mediados de los años 70 se trataba de la relación entre interés y concepto, entre praxis politico-social y ciencia, entre norma y análisis; en el centro del debate se hallaban la objetividad, el compromiso y el partidismo de la ciencia. Por otra parte, se trataba de la relación entre la historia política tradicionalmente dominante y la historia social que paulatinamente iba ganando terreno; se trataba pues de qué es lo que debería ser la historia social:¿una disciplina parcial, limitada a la investigación de un campo parcial de la realidad histórica situada entre la economía y la política, o un enfoque amplio, —quizás superior— para la investigación de la historia en general? Por último, se discutió intensamente sobre la relación entre teoría y empirie en la ciencia de la historia y sobre su relación con las ciencias sociales sistemáticas. Hoy —a mediados de los años 80— la dureza del debate de entonces ha sido superada. En la medida en que la ciencia de la historia se ha vuelto a imponer en el cánon de las asignaturas escolares y en el interés público, ha disminuido la inclinación de los historiadores profe-
  • 10. 1. La comparación de la actual “disputa metodológica” con la disputa en torno a Lamprecht en K. - G. Faber, History andTheory, t. 16, 1977, p. 51 s. 5
  • 11. sionales a la auto reflexión sobre los principios. Esta es una de las cuestiones. Por otra parte, se han desarrollado nuevas controversias que en 1977 sólo se encontraban en el estadio del planteamiento: por ejemplo, la crítica de la «historia de la cotidianeidad» a la historia social orientada estructural y teóricamente. En la discusión actual no se trata tanto de la comprensión cabal de las teorías sino más bien de la narración y de su papel adecuado en la historiografía. Si hace diez años interesaba preferentemente la relación de la historiogafía con la sociología, la economía y la poli- tología, entre tanto ha ganado en importancia la relación de esta materia con el folklore y con la antropología cultural. Han desaparecido antiguos conceptos claves y otros nuevos han ocupado su lugar: hoy casi no se habla de dación de sentido y de identidad, de crítica y de emancipación, cuando se hace referencia a las tareas de la historia en el presente. Sin embargo, los capítulos de este libro no han sido modificados con respecto a la primera edición. Sus enunciados me siguen pareciendo sostenibles, si bien desde una perspectiva actual lo uno o lo otro se podría acentuar de manera diferente. Estos capítulos son artículos originariamente independientes, aparecidos entre 1966 y 1975, que en 1977 fueron reelaborados levemente y coordinados mutuamente. (El lugar de su publicación originaria se indica en la primera nota a pie de página de cada capítulo.) Es evidente que están signados por el momento de su génesis, precisamente en sus juicios programáticos y en su crítica. Estudios de este tipo no pueden ser reelaborados fácilmente, después de casi un decenio. Sin embargo, para la segunda edición se modificó esta advertencia, se agregaron complementos en la redacción, se revisaron el texto y las notas. El capítulo I desarrolla una posición fundamental científico-metodológica que dista tanto del dogmatismo antiliberal como del decisionismo incondicionado. Esto ocurre en discusión con Karl Marx y Max Weber, cuyas teorías de la ciencia son interpretadas y confrontadas a fin de trazar una posición que medie entre Marx y Weber y que podría ser el fundamento de
  • 12. una histórica futura. Sobre este fundamento se define lo que podría ser la «objetividad» en la ciencia histórica; se formulan criterios que permiten diferenciar entre compromiso legítimo y partidismo 6 deformador, entre selección necesaria y parcialidad desfiguradora, lo mismo que entre el aprovechamiento práctico legítimo de intelecciones históricas y su instrumentalización viciada. El capítulo II expone un doble concepto de «historia social». En discusión con la tradición y en deslinde con la «historia estructural» (cuyos rendimientos y límites se discuten detalladamente), se define la historia social, por una parte, como historia de un ámbito parcial («ciencia sectorial») y, por otra, como aprehensión histórico-social de la historia en general («historia de la sociedad»). Se discute ampliamente cómo han de aplicarse en la historia social las teorías científico-sociales de la más diversa dimensión, en especial la consideración del modo ideal- típico de aplicación. Esto responde muy claramente a los principios de un pluralismo conceptual y teórico limitado y discursivamente controlado, tal como se desarrollara en el capítulo I. Con el ejemplo del materialismo histórico, de las teorías sobre la modernización y otros más, se discuten los rendimientos y los límites de amplias teorías sobre el análisis de sociedades enteras. Se considera la relación de la historia social con las ciencias sociales sistemáticas y se la define como relación de cooperación lo más estrecha posible entre disciplinas independientes. Esta parte esboza las líneas centrales del desarrollo de la asignatura desde el siglo X IX hasta mediados de los años 70 y proporciona una visión panorámica de las diversas tendencias evolutivas, de las prioridades de la investigación y de los problemas en la investigación de la historia social internacional. El capítulo III plantea la pregunta por el sentido social de la ciencia histórica y de la enseñanza de la historia en el presente. Sobre la base de un concepto liberal-democrático de ciencia y sociedad —y con ello sobre la base del capítulo I— se esboza un contexto práctico de aplicación de conocimientos histórico-cientí- ficos que no contradice los principios científicos sino que la ayuda a satisfacerlos. Se muestra que la cultura y
  • 13. la formación históricas pueden cumplir tareas importantes en un orden democrático-liberal de la sociedad, en su imposición, perfeccionamiento y conser- vación, y que, al revés, un mínimo de principios democrático-li- berales forma parte de los presupuestos funcionales de la ciencia histórica; en este sentido específico se fundamenta su «mandato político» limitado. La posición que aquí se sostiene se encuentra 7 igualmente alejada tanto de la utilización («politización») de la historiografía como de la noción de una historiografía que se agota en sí misma. Como se ha dicho, los diversos capítulos de este volumen surgieron en diversos momentos entre 1965 y 1975. El lector percibirá que no se trata de una obra hecha de una pieza. Los intereses del conocimiento, la perspectiva y el lenguaje se modifican en el curso de un decenio. Pero se ha intentado eliminar las repeticiones y relacionar y coordinar los artículos entre sí. Ojalá que en el resultado, ellos muestren el contexto intelectual que los une. Estos son estudios teóricos de un historiador que trabaja primariamente de modo empírico, si bien no ateórico, cuyos centros de investigación se encuentran hasta ahora en el lapso que va desde fines del siglo XVIII. Consecuentemente se acentúan los intereses y las experiencias de lectura. Muchos de los enunciados si- guientes se refieren principalmente a la historia moderna, aunque no se insista en ello cada vez; son enunciados sobre historia social e historiografía. El punto de mira de la mayoría de las reflexiones es, explícita e implícitamente, el trabajo práctico del historiador, que sólo puede enriquecerse mediante la abundante reflexión teórica. Estos estudios surgieron, en parte, con el fin de lograr la propia autocomprensión y seguramente ellos reflejan este esfuerzo. Pero me parece que pueden contribuir también a la clarificación de una discusión no siempre del todo clara que conoce tantas controversias y conflictos necesarios (y ojalá fructíferos), que bien puede renunciar a aquellas controvesias y conflictos que resultan de oscuridades y malentendidos.
  • 14. Se ha empleado mucho esfuerzo en la definición clara de conceptos tales como «historia social», «historia estructural», «teoría» «cultura» o «historia de lo cotidiano». La concepción que se sostiene aquí está signada sin duda por el clima intelectual y las discusiones de los años 60 y de comienzos de los años 70. Ellos tuvieron especial influencia —en forma individualmente muy diferente— en quienes en aquellos años iniciábamos la actividad científica y profesional. En visión retrospectiva esto me parece primariamente una ventaja. La solidez de esta concepción teórico- metodológica ha de mostrarse, no en última instancia, en su capacidad de asimilar selectivamente y de ela- 8
  • 15. borar productivamente las nuevas experiencias y suscitaciones, im- pulsos y desafíos que han ido surgiendo en el curso del tiempo. No existe motivo alguno para pasarse con banderas desplegadas desde una posición, desarollada entonces, de una historia social o de la sociedad orientada estructural y teóricamente, a una historia de lo cotidiano, de concepción pobre, y hacerlo «desde dentro y desde abajo», si bien se observan tales movimientos. Al contrario, sería un signo de testaruda inflexibilidad querer ignorar los nue- vos impulsos de la historia experimental, cultural o femenina y negarles influencia en el propio trabajo. Uno puede sentirse afor- tunado §i logra argumentativamente mantenerse, pese a toda crí- tica, en la posición básica, desarrollada entonces con fundadas ra- zones y, al mismo tiempo, ampliarla y modificarla mediante la exploración y la recepción de lo nuevo: un acto de aseguramiento de la identidad intelectual, si se quiere, que evita tanto la diligen- te acomodación a las tendencias de moda como la rigidez fiel a los principios, pero improductiva. Bielefeld, septiembre de 1985 Jürgen Kocka 9
  • 16. I. LA CIENCIA DE LA HISTORIA ENTRE EL DOGMATISMO Y EL DECISIONISMO: ELEMENTOS DE UNA HISTÓRICA FUTURA 1. Objeto, concepto e intereses a) Kar Marx y Max Weber: objetivo y preparación de la comparación de sus metodologías. Nada es más decisivo para la ubicación científico-teórica y me- todología de un científico social o de un historiador que el modo como piensa la relación entre objeto de la investigación, concepto/ teoría e interés (extracientífico). Desde este punto crucial, se pue- den explorar y fundamentar —en la medida en la que exista una posición metodológica-teórica bastante consistente— las nociones que se forma de la relación cabal entre teoría y empirie, objetivi- dad y partidismo, ciencia y praxis. La relación entre objeto, con- cepto e interés ha sido formulada de dos modos extremadamente diversos —en cierto modo clásicos— en la teoría de Karl Marx, orientada hacia Hegel, y en la teoría de la ciencia de Max Weber. En las obras de estos dos autores se encuentran las dos posiciones contrapuestas que han signado también la discusión teórico-cientí- fica del último decenio, en todo caso en Alemania, y por cierto que en aguda confrontación recíproca. Los autores orientados de una o de otra manera por Marx reprochan frecuentemente a los científicos sociales «burgueses», decisionismo irracional, falta de 1. p. 9-40, apareció primeramente bajo el título “Karl Marx und Max Weber. Ein methodologischer Vergleich” en: Zeitschrift fiir die gesamte Staats- wissenschaft,t. 122, 1966, p. 328-357. 11
  • 17. compromiso y agnosticismo en la determinación de la relación entre concepto y realidad y mencionan en este contexto con frecuencia a Max Weber como principal testigo de su acusación2. Al revés, la seguridad de la pretensión de muchos marxistas de disponer de planteamientos, conceptos y teorías, cuya identidad está asegurada, en principio por las estructuras de la realidad que hay que conocer, en las que por así decirlo, la cosa que hay que conocer se mueve por sí misma, y que son las únicas que posibilitan el conocimiento científico de las leyes sociales, les parece, al menos a aquellos que no están comprometidos estrictamente con pre- supuestos gnoseológicos-hegelianos-marxistas, sino que están orientados neokantianamente3 —si bien frecuentemente de modo vago y difiriendo mucho en el detalle— no sólo como injustificada y acrítica, sino también como antipluralista y dogmática4. 2. Cfr., por ejemplo, I. S. Kon, Die Gescbichtsphilosophie des 20. Jahrhun- derts, t. 1, Berlín, 19662, p. 136-37.; B. Berthold y otros, comp. Kritik der biirgerlicken Geschichtsschreinbung, Colonia, 19712, p. 76-81; J. Kuczynski, “Max Weber un die ‘Wertfreiheit’ der Wissenschaft” en sus Studien zur Wis- senschaft von de Gesellschaftsu'issemcbaftm, Berlin, 1972, p. 189-200.; H. Schleier, Tbeorie der Geschichte-Theorie der Geschkhtsivissenschaft. Zu mueren theo- retisch-methodologischen Arbeiten der Geschichtsschreibung in der BRD, Berlin, 1972, p. 72.— W. Lefevre, Zum historischen Charakter und zur Funktion der Methode bürgerlicher Soziologie. JJntersuchungen am Werk Marx Webers, Francfort, 1971, p. 6-23; M. V. Bretano, en: DerSpiegel, N. 8, 14, 1972, pp. 36,38: crítica al “concepto pluralista de la ciencia” con referencia a su proveniencia de M. Weber y sus supuestas consecuencias decisionistas; la ciencia se reduce así a método y excluye toda teoría que tenga pretensión de contenido de verdad.— H. D. Kittsteiner, Tbeorie und Gescbichte. Zur Konzeption der moder- nen westdeutseben Sozialgeschicbte, en: Das Argument, Nr. 75 (=Kritik der biirger- lichen Geschkhtsivissenschaft 11), Berlín, 1972, pp. 18-32. 3. En relación con la convicción de Weber, que en las páginas siguientes ha de discutirse y diferenciarse, según la cual el mundo de los fenómenos puede conceptualizarse, en principio, de diversas maneras. 4. Como ejemplos de una argumentación marxista de tal tipo: R. Tom- ber, ”Was heisst bürgerliche Wissenschaft?" en: Das Argument, N. 66, 1971, p. 470-475; W. Eckermann y H. Mohr, Einführung in das Studium der Gescbicb- te, Berlín, 19622, pp. 33, 40 s., 69 ss.; E. Hahn, Soziale Wirklichkeit undso- ziologische Erkenntnis. Pbilosophiscb-methodologische Aspekte der soziologischen Theo- rie, Berlín, 1965. Frente a ello críticamente: H. Albert,
  • 18. Traktat iiber Kritische Vemunft, Tubinga, 19692, p. 7, 47-54 (19753); H. Seiffert, Marxismus und bürgerliche Wissenschaft, Munich, 1971, especialmente p. 95-104. 12 La comprensión de algunas condiciones, implicaciones y perspectivas de solución de esta disputa actual y básica constituye el interés rector de la siguiente sección que reconstruye y confronta, en parte, las posiciones epistemológico-metodológicas de Marx y de Weber5. La confrontación de las concepciones epistemológico- metodológicas de Marx y de Weber pondrá de manifiesto la limitación y parcialidad respectivas y, con ello, conducirá a la pregunta por las lagunas y por los momentos impulsores dentro de las dos concepciones, que pueden sugerir y sustentar el ensayo de intermediarlas en parte y, así, suavizar su parcialidad. Tal intento no sólo debe destacar los aspectos frecuentemente descuidados de la interpretación de Marx y de Weber; deberá mas bien esforzarse por la localización de aquellos elementos de las dos concepciones que deberían ser irrenunciables para toda futura teoría de la ciencia si quiere poder defenderse, tanto frente al reproche de dogmatismo como frente al veredicto del decisionismo teórico-conceptual incondicionado, cuyos resultados o han abandonado toda pretensión de verdad o sólo pueden reclamarla metódicamente. Ha de intentarse esbozar, al menos mediante la reconstrucción, la confrontación y la crítica de las dos teorías, los contornos de una pretendida teoría de la historia entre el dogmatismo y el decisionismo. Se mostrará que la problemática epitemológica a que se hace referencia, es decir, la relación entre objeto del conocimiento y conocimiento con la problemática histórico-filosófica, que ha de diferenciarse de ello, la relación entre realidad histórica analizable y normas de la acción política, esto es, la relación entre ciencia y polí- 5. Y por cierto sistemáticamente. No se trata, en cambio, el aspecto histórico de la relación de Weber y Marx. Cfr. G. Roth, “Das historische Verháltnis der Weberschen Soziologie zum Marxismus” en: Kolner Zeitschrift fiir Soziologie und Sozialpsychologie, t. 20, 1968, p. 429-447, recogido en R. Bendix y G. Roth, Scholarship andpartisanship. Enssays on Max Weber, Berke- ley, 1971. —Aquí no se discuten siquiera las condiciones históricas de la teoría de la ciencia de Weber. Sobre eso cfr., entre otros,: A.N. Scharlin, “Max Weber and the Origins of the Idea of Value-free Social Science” en:
  • 19. Archives europeéns de sociologie, t. 15, 1974, p. 777-53; cfr. también J. Kocka, “Kontroversen über Max Weber” en: Nene Politische Literatur, año 21, 1976, p. 281-301, especialmente p. 229 s. Aquí se dejan de lado también los “estratos Históricos” dentro de las obras de Marx y Weber. 13 tica, están estrechamente vinculadas entre sí; de esta manera se subraya la significción práctico-política del tema teórico-metodo- lógico que aquí se trata. El esquema esbozado tropieza con diversas dificultades: 1. Weber casi no discute explícitamente con Marx. Cuando se ocupa del marxismo, se centra primariamente en una determinada evolución posterior de la teoría marxiana, pero deja de lado esencialmente la posición de Marx, detrás de cuyo pensamiento habían recaído los materialistas históricos de aquel entonces6. 2. Marx apenas explícito su metodología, del mismo modo como el pensamiento que lo invoca apenas ha producido algo más que esbozos de una metodología. Hay que intentar una fundamentación de este hecho. Para averiguar la posición metodológica de Marx será necesario recurrir, por una parte, a algunas observaciones de su obra filosófica y económica y, por otra, desarrollarla a partir de su concepto de historia. Para encontrar una base convincente de comparación es necesario pues partir de la teoría metodológica de Weber7, pero también ir más allá y preguntarse por su imagen de 6. Aquí se trata de una comparación de las posiciones fundamentales metodológicas y epistemológicas de los dos autores y de su concepción de la historia, en la medida en la que ésta se halla relacionada con ello, y no de muchos otros aspectos (concepto de capitalismo, comprensión del Estado etc.) que suelen tratarse en una comparación amplia de ambos. Entre las numerosas comparaciones de Marx con Weber, cfr.: K. Lówith, “Max Weber und Karl Marx” en Gesammelte Abhandlungen, Stuttgart, 1960, p. 1-67; M. Lowy, “Weber et Marx” en: L’homme et la Société, N. 20, 1971, p. 73-83; G. Hufnagel, Kritik ais Beruf. Der kritische Gehalt itn Werk Max Webers, Francfort, 1971, p. 148-54; R. Ashcraft, “Marx and Weber on Liberalism as Bourgeois Idelogy” en Comparative Studies in Society and History, t. 14, 1972, p. 130-168; C. Mayer, “Die Marx-Interpretation von Max Weber” en Soziale Welt, t. 25, 1974, p. 265-77; W. Mommsen, Max Weber. Gesells- chaft, Politik und
  • 20. Geschichte, Francfort, 1974, p. 144-181; V.M. Bader y otros, Einführung in die Geselhchaftstheorie. Gesellschaft, Wirtschaft und Staat bei Marx und Weber, 2 tt. Francfort 1976. 7. Esta no puede ser expuesta en su totalidad y sus muchos matices. Cfr. al respecto: A. v. Schelting, Max Webers Wissenschaftslehre, Tubinga 1934; J.J. Schaaf, Geschichte und Begriff. Bine Kritische Studie zur Geschichtsmethodologie von Ernst Troeltsch und Max Weber, Tubinga, 1952; F.H. Tenbruck, “Die Génesis der Methodologie Max Weber” en Kolner Zeitschrift fiir Soziologie und So- zialpsychologie, t. 11., 1959, p. 573-630; J. Janoska-Bendl, Methodologische 14
  • 21. la historia8. Hay que mostrar el punto desde el cual resulta inteligible la diversidad de las dos posiciones, que también se hubiera revelado si Weber hubiera interpretado más adecuadamente a Marx. Sería insuficiente querer entender a Weber a partir de su antagonismo con Marx9. Frecuentemente y también en su obra capital Economía y Sociedad, largos tramos de la investigación siguen un método que mucho se aproxima al planteamiento de Marx, esto es, el de referir formas sociales de la organización y de la conciencia a procesos económicos. Así, por ejemplo, cuando la formación de la comunidad o la génesis de un orden referido a valores son inferidas del presupuesto de la competencia económica o cuando, desde el punto de vista de la sociología de la religión, se fundamenta la primacía de un Dios en la importancia de un determinado desarrollo económico10. Hasta la crítica de Weber al materialismo histórico muestra su deuda con el planteamiento de Marx: «Y bajo la impresión de la poderosa significación cultural de las modernas revoluciones económicas y especialmente del alcance sobresaliente de la “cuestión obrera”, se deslizó de modo natural por este camino el impulso inextirpablemente monista de todo conocimiento acrítico frente a sí mismo» (WL, 167)11. En cierto Aspekte des Idealtypus. Max Weber und die Soziologie der Geschichte, Berlin, 1965; G. Hufnagel, Kritik ais Beruf (Cfr. N. 6) (con detallada bibliografía); G. Dux, “Gegenstand und Methode. Am Beispiel der Wissenschaflehre Max Webers” en: Dux y Th. Luckmann (comps.) Sachlichkeit. Fetchr. ztm 80. Ge- burtstag von H. Plessner, Opladen, 1974, p. 187-221. 8. Cfr. W. Mommsen, “Universalgeschichte und politisches Denken bei Max Weber, en HZ, t. 201, 1965, p. 557-612; recogido en su Max Weber (ver nota 6); G. Abramowski, Das Geschichtsbild Max Webers. Universalgeschichte am Leitfaden des okzidentalen Rationalisierungsprozefies, Stuttgart, 1966. 9. Así escribe, por ejemplo, K. Braunreuther, “Bemerkungen über Max Weber und die bürgerlicher Soziologie” en Wiss. Zeitschr. der Humboldt-Univ-.
  • 22. Ges. -und sprachwiss. Rcihe 1958/59, p. 115.123: “ser antimarxista fue la profesión propiamente tal de Weber” (p. 116). 10. M. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, Tubinga. 19564. p. 199-207, 212, 352. 11. De los Gesammelte Aufsatze zur Wissenschafislehre de Max Weber se cita según la edición de Tubinga, 1968? (19734) con las sigla WL, pero se indican las páginas de la primera edición de 1922, porque la segunda y la 15
  • 23.
  • 24. 16 modo, Weber coloca al monismo marxiano bajo la sospecha de ideología en cuanto lo refiere a su base económico-social. Por otra parte, en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Weber, deslindándose conscientemente de Marx12, se sirve de un método que invierte su planteamiento en cuanto se propone revelar los orígenes espiritual-religiosos de las relaciones de producción capitalistas13. Para la explicación de su actitud ambivalente frente a Marx, es preciso primeramente traer a cuento las opiniones de Weber sobre el marxismo. «La llamada “concepción materialista de la historia , en el viejo sentido genial-primitivo del Manifiesto comunista, domina hoy ciertamente sólo las cabezas de los legos y diletantes» (WL, 167). Weber la rechaza como «visión del mundo». Esta concepción de la historia constituiría su impulso acrítico frente a sí misma, su fe en «que la totalidad de los fenómenos culturales son deducibles como producto o como función de constelaciones “materiales” de intereses» (WL, 166). Y Weber define: «materialista» significa tercera edición indican en el margen entre paréntesis las páginas de la primera edición (en la medida en la que estas se diferencian de la tercera edición); de este modo se posibilita la consulta de todas las ediciones. 12. Cfr. Max Weber, “Die protestantische Ethik und der Geist des Ka- pitalismus” en : Gesammelte Aufsatze zur religionssoziologie, t. I. Tubinga, 1920 (1972r>), p. 38. El conocimiento de que en los Estados Unidos existía el espíritu capitalista antes del desarrollo económico hacia el capitalismo lo utiliza Weber para una polémica contra el materialismo histórico “ingenuo”. “En este caso, la relación causal se encuentra en todo caso de modo inverso a como se la postularía desde el punto de vista materialista. Pero la juventud de esas ideas es, en general, más espinosa de lo que suponen los teóricos de la ‘superestructura’, y su desarrollo no se efectúa como el de una flor”, p. 60.
  • 25. 17 13. Ciertamente hay que apuntar que Weber sabe perfectamente que esta manera de consideración no basta para la explicación del capitalismo desarrollado (“triunfante”). (Ib. p. 37): “El (el capitalismo triunfante, J. K.) impone al individuo, en la medida en la que éste está implicado en la relación del mercado, las normas de su acción económica”. En el capitalismo desarrollado (y a éste lo investiga K. Marx en El Capital J. K.), el “espíritu del capitalismo” debe ser concebido, en gran parte, como función de las relaciones que, según Weber, este espíritu ha creado y que, entre tanto, se han convertido en un sistema que se reproduce a sí mismo ( cápsula ). Sin embargo, esta intelección no ingresa en las reflexiones metodológicas de Weber. Cfr. ibidem p. 203 s.
  • 26. 18 «el inequívoco condicionamiento de los procesos “históricos” por el modo respectivo de la adquisición y empleo de los bienes “materiales”, es decir, económicos, y especialmente también la inequívoca deternunabilidad de la acción “histórica” de los hombres por intereses “materiales”, es decir, económicos» (WL, 314). Por toda la obra de Weber se extienden los reproches basados en esta opinión sobre el materialismo histórico14. Sin embargo, Weber cree “que el análisis de los fenómenos sociales y de los procesos culturales desde el punto de vista especial de su condicionamiento y alcance económicos fue un principio científico de fecundidad creadora y seguirá siéndolo aún por largo tiempo, si se lo aplica prudentemente y libre de toda parcialidad dogmática» (WL, 166). Weber ve hasta el peligro de que el método marxiano sea subestimado en el presente. «Todo aquel que alguna vez haya trabajado con conceptos marxianos conoce la eminente importancia heurística y hasta única de estos tipos ideales (de las categorías marxianas, J. K.), cuando se las utiliza para la compara- ción de la realidad con ellas, y conoce igualmente el peligro cuando se las presenta como “fuerzas actuantes” empíricamente válidas o hasta reales (es decir, en verdad, metafísicas), o “tendencias” etc.» (WL, 205). Con ello, Weber intenta salvar lo que él entiende por interpretación marxiana de la historia para lo que él entiende por historia. Weber acepta el materialismo histórico como principio heurístico, lo libera de su pretensión de absolutez, pero con ello también de su potencia revolucionaria y lo considera como un método entre otros para conocer científicamente la realidad —en la medida en que esto es posible—. Así, Weber puede servirse con provecho de los modelos de Marx, sin que ello limite su pluralidad metodológica. Antes de explicar este hecho a partir de la metodología de Weber, es preciso ocuparse más detalladamente de su crítica a la interpretación marxiana de la historia. Hay que distinguir dos aspectos de la crítica esbozada: en primer lugar, Weber sostie- ne críticamente que el materialismo histórico pretente considerar 14. Así, por ejemplo ibidem p. 37 s., óO, 83, 205 s. Weber, Wirtscbaft und Gesellschaft, p. 228 y 352. como realidad las tendencias, las fuerzas y las leyes comprobadas por él y no bis caracteriza como construcciones ideal-típicas que mantienen
  • 27. 19 distancia con la realidad. El materialismo histórico identifica ingenuamente el conocer empírico-científico con la realidad objetiva15. En segundo lugar, Weber cree que las explicaciones causales del materialismo histórico tienden a una deducción de los fenómenos históricos singulares a partir de una «ley», en última instancia ahistórica, es decir, de la ley de la dependencia causal de la conciencia y la acción sociales del ser económico que subyace monocausalmente a todo desarrollo. Sin embargo, este segundo reproche no hace plena justicia a lo que Marx quiere decir con «ley». Sobre la relación entre historiografía y filosofía de la historia dice Marx: «La filosofía independiente pierde con la exposición de la realidad su médium de existencia. En su lugar puede surgir, todo lo más, un resumen de los resultados más generales que se pueden abstraer de la consideración del desarrollo histórico de los hombres. Tomadas en sí, separadas de la historia real, estas abstracciones no tienen valor alguno. Sólo pueden servir para facilitar la ordenación del material histórico, para insinuar la serie de sus estratos singulares. Pero en modo alguno proporcionan, como la filosofía, una receta o un esquema según el cual se pueda dar forma conveniente a las épocas históricas». Los principios de ordenación y exposición resultan «tan sólo del estudio del proceso real de la vida y de la acción de los individuos en cada época»16. Marx se niega expresadamente a formular una ley filosófica más allá de la historiografía práctica. Y esto, ante todo, por tres razones: 1. «Como metabolismo entre hombre y naturaleza»17 intermediado por el trabajo en que consiste la historia, ésta no es para Marx una función automática, plenamente determinada, de la «base material». Cierto es que en Marx se encuentran formula- ciones que permiten una tal interpretacin, pero ella contradiría los aspectos dominantes de su planteamiento completamente his- 15. Sobre esto también Janoska-Bendl, p. 89-114. 16. K. Marx y F. Engels, Die deutsche Ideologie en: Marx/Engels, Werke, Berlín, 1957 ss (en adelante se cita MEW), t. 3. p. 27 17. Marx, Das Kapital, t. I., MEW, t. 23, p. 57 tonco, que emerge más débilmente en su obra capital económica
  • 28. 20 que en sus escritos de juventud, pero que en modo alguno es abandonada'8. Según Marx, la historia nunca surge sin conciencia prácticamente deviniente. Esto no ha de entenderse como consecuencia causal del «ser material», y la acción humana tampoco ha de entenderse como ejecución inequívocamente determinada de leyes que dicta la base. «La teoría materialista 89 de la transformación de las circunstancias y de la educación olvida que las circunstancias deben ser transformadas por los hombres y que el educador mismo debe ser educado. Por lo tanto, esta teoría debe sondear la sociedad en dos partes»20. Esto justamente es lo que no quiere Marx. El ser histórico y la conciencia son más bien elementos, que se transforman recíprocamente, de una relación entrecruzada que debe ser pensada como separada y como unida En toda fase histórica se encuentra un conjunto de relaciones que han devenido, que «ciertamente han sido modificadas por la nueva genera- ción, por una parte, pero que, por otra, prescriben sus propias condiciones de vida y les dan un desarrollo determinado, un carácter especial, de modo que las circunstancias hacen al hombre así como también el hombre hace las circunstancias»21. Después de haber comprendido la intermediación dialéctica entre ser y conciencia, entre circunstancias y hombre, en realidad no es posible hablar de leyes en el sentido de leyes naturales, ahistóricas, determinantes. 2. Si Marx hubiera formulado la ley de la historia, entonces hubiera hecho exactamente lo que le reprochara a Feuerbach en 18. En el prólogo a Zur Kritik der politiscken Ókonomie (1859) hace Marx un resumen esquemático de sus estudios que subraya una considerable separación de ser y conciencia sociales y reduce así la interpretación dialéctica de la obra de Marx Marx, MEW, t. 13, p. 18 ss. Tales planteamientos meca- nicistas de Marx fueron asumidos y subrayados por teóricos posteriores como Karl Kautsky y Max Adler, en parte ya por Friedrich Engels, y de otro modo en el estalinismo. Con muchas citas lo muestra y lo fundamenta A. Wellmer, Kritische Gesellschaftstheorie und Positivismos, Francfort, 19713, p. 45-127. 19. Se refiere al materialismo que Marx encontró y criticó, entre otros el de Feuerbach. 20. Marx, “Dritte These über Feuerbach”, MEW, t. 3, p. 5 s. 21. Marx y Engels, Die deutsche ideologie, MEW, t. 3-, p. 38
  • 29. 21 relación con los hombres. Feuerbach, dice Marx, habló falsamente «del hombre», en vez de hablar del en cada caso diverso «hombre real histórico»22. Marx haría entonces abstracción del decurso legal histórico, establecería una «ley natural» y, con ello, contradiría su propio planteamiento, que se aferra a la opinión de que la «naturaleza» del hombre es su historia, de que no se puede hablar precisamente de una naturaleza del hombre y de su historia capta- ble bajo la forma de una ley23. Las posibilidades objetivas del hombre social sólo están limitadas por su historia actual y por la autonomía de la naturaleza, con tal que ésta no sea absorbida plenamente por los modos de su apropiación histórica24. Sin embargo, esta autonomía de la naturaleza, que no es plenamente disponible para el hombre, es sólo describí ble en el marco de la respectiva situación histórica en la que los hombres se enfrentan con ella. Por eso, ella es igualmente inadecuada para proporcionar la base de la formulación de una constante esencial (negativamente delimitante) del hombre25. 3. Marx polemizó enérgicamente en 1870 contra el intento «de subsumir» toda la historia «bajo una única gran ley natural», bajo el principio de la lucha por la existencia26. Sin embargo, Marx utiliza frecuentemente el concepto de «ley natural» para la designación de tendencias sociales de desarrollo. Habla de las «leyes naturales» de la producción capitalista, de estas «tendencias 22. Ibídem. p. 42 23. Cfr. Marx, Úkonomisch-philosophische Manuskripte aus dem Jahre 1844, NEW, tomo complementario, 1 parte, p. 579: “Ni la naturaleza - objetivamente - ni la naturaleza - subjetivamente - existe inmediatamente de modo adecuado al ser humano. Y, como todo lo natural, tiene que ser humano. Y como lo natural tiene que ser una génesis, así también tiene el hombre su acto de génesis, la historia... La historia es la verdadera historia natural del hombre”. 24. A. Schmidt, Der Begrifí der Natur in der Lehre von Marx, Francfort, 1962, p. 51 ss. 25. Sobre el carácter histórico del planteamiento de Marx, en general, con citas adicionales: A. Schmidt, “Über Geschichte und Geschichtschrei- bung in der materialistischen Dialcktik” en: Folgen einer Theorie. Essays über “Das Kapital”, Francfort, 1967, p. 103-129, y H. Fleischer, Marxismus und Geschichte, Francfort, 1969. 26. Marx a Kugelmann, 27. 1870, MEW, t. 32, p. 685
  • 30. 22 que operan y se imponen con necesidad férrea»27. Esto ha de entenderse en dos respectos: Con «ley natural» designa Marx, en primer lugar, críticamente el modo como ocurre la autorcproducción del sistema capitalista, «en cuanto aquí el contexto de la reproducción total se impone como ley ciega a los agentes de producción, no como la ley comprendida y con ello dominada por su entendimiento asociado, que ha sometido al proceso de producción bajo su control común»28. Con carácter de ley natural en este sentido transcurre el proceso social o económico, mientras los hombres no hayan devenido sujetos determinantes de sus relaciones29. En cuanto Marx refiere las «leyes naturales» a una determinada situación histórica, de la cual han surgido y dentro de la cual operan, las muestra como algo devenido y transformable. Al mismo tiempo, critica su carácter rígido, represivo, «de ley natural», con el propósito de superarlo30. Por otra parte, Marx ciertamente considera que todas las épocas históricas de producción tienen en común ciertas características. «En la medida en la que el proceso del trabajo sólo es un mero proceso entre los hombres y la naturaleza, sus elementos simples son comunes a todas las formas sociales de desarrollo del mismo»31. No es sorprendente la existencia de tales «constantes» dentro de la concepción de Marx si se tiene en cuenta la relación entre hombre y naturaleza en Marx. Mientras que el joven Marx designa muy utópicamente como meta del desarrollo histórico «la plena unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, (el) naturalismo realizado del hom- 27. Marx, Das Kapital, t. 1, MEW, t. 23, p. 12. 28. Ibidem. t. 33, MEW, t. 25, p. 267 29. Cfr. Ibidem. t. 1, pp. 89 y 511: “... con el efecto ciegamente des­tructor de una ley natural...”, "... como, por ejemplo, la ley de la gravita­ ción, cuando a uno se le derrumba la casa sobre la cabeza”, Cfr. sobre esto: R. Rosdolsky, “Ein neomarxistisches Lchrbuch der politischen Ókonomie” en Kyklos, t. 16, 1963, p. 631 s. Menos acertado: Ch. Helberger, Marxismus ais Methode, Francfort, 1974, p. 19 s. passim. 30. Cfr. también A. Schmidt, ‘‘Über Geschichte...”, p. 128 s. (Ver Nota 25). 31. Marx, Das Kapital, t. III, MEW, t. 25, p. 890 s. bre y (el) humanismo realizado de la naturaleza»,32 Marx com-
  • 31. 23 prende más tarde que la naturaleza no se funde completamente con los modos históricos de su apropiación histórica, que más bien el hombre de la sociedad socialista debe luchar con la naturaleza, que no renuncia completamente a resistirse, para satisfacer sus necesidades33. En 1868 escribió: «Las leyes naturales no pueden ser eliminadas. Lo que se puede transformar en las situaciones históricamente diversas es solamente la fonna cómo se imponen aquellas leyes»34, De este contexto resulta claro que lo que ha de entenderse por lo que aquí se designa como «leyes naturales» es aquella «condición de existencia del homnbre (y eterna necesidad natural)» que se mantiene «independientemente de todas las formas sociales»35. No obstante, los objetos de investigación que interesan a los historiadores y a los economistas no son precisamente estas «leyes naturales» formales y abstractas sino la forma como se imponen aquellas leyes36. Tales formulaciones equívocas, que también aluden probablemente a contradicciones en el pensamiento de Marx, no deben ocultar el hecho de que en estas «leyes naturales» no se trata de leyes suprahistóricas, formulables como abstraídas de las individualidades históricas concretas; no se trata de reglas que permitan interpretar los fenómenos históricos como casos de su aplicación, sino como algo general que sólo se da en lo particular37. 32. Marx, Ükonomisch-philosophische Manuskripte, MEW, tomo complementario, 1 parte, p. 538. 33. Cfr. Marx, Das Kapital, t. III, MEW t. 25, p. 829 s. y Schmidt, Begriff, pp. 57, 109, 115 ss. (Ver Nota 24). 34. Marx a L. Kugelmann, 11.7.1868, MEW, t. 32, p. 553. 35. Marx, Das Kapital, t. I, MEW, t. 23, p. 57. 36. Como ejemplo cita Marx la necesidad de la distribución del trabajo social como una ley natural persistente, el valor de trueque como su forma en la sociedad capitalista. “La ciencia consiste precisamente en exponer cómo se impone la ley del valor” (Marx a Kugelmann, 11.7.1868, MEW, t. 32, p. 553.) Cfr. R. Rosdolsky, “Der Gebrauchswert bei Karl Marx” en Kyklos, t. 12, 1959, p. 31 ss. 37. Cfr.también: Marx a Engels, 9.12.1861, MWE, t. 30, p. 207: “Hegel nunca llamó dialéctica a la subsunción de una masa de casos bajo un principio general.”
  • 32. 24 Ciertamente según esto, la historia no posee, según Marx, una plasticidad ilimitada; pero la «ley eterna», que Weber le imputa, no tiene sitio alguno en su pensamiento. Cuando Weber reprocha al materialismo histórico su concepto ahistórico, monocausal, de ley, no critica tanto a Marx sino más bien a quienes más tarde lo interpretaron rígida y antidialécticamente. Desde luego, hay que subrayar que Marx mismo no perseveró siempre en su planteamiento histórico-dialéctico y, ante todo, que el concepto marxiano de la relación entre lo general y lo particular en la historia sólo puede comprenderse a partir de su procedencia de la lógica hege- liana. Ya hacia finales del siglo pasado y comienzos del presente, y más especialmente en los decenios siguientes, tales conceptos se dirigían a un público que, por regla general, no compartía los presupuestos y peculiaridades de la lógica hegeliana. Sin duda, Max Weber sucumbió al peligro de la equivocación fundado en ello —y que precisamente hoy tendría que tener en cuenta todo aquél que se í.irve del lenguaje hegelianizante aunque tienda a la comprensibilidad lo más clara posible. Con la revelación de esta parcialidad weberiana, no desaparecen en modo alguno todas las diferencias entre las posiciones metodológicas de Marx y de Weber. Pues aunque Max no formuló leyes ahistóricas del decurso de la historia, sin embargo no abandonó la pretensión de conocer científicamente la «figura nuclear» de la sociedad capitalista, es decir, de obtener una intelección en la substancia, algo que, según Weber, es imposible y que condena como «metafísica». Aunque Weber hubiera interpretado a Marx más adecuadamente, su planteamiento le hubiera resultado inaceptable. b) Realidad y método en Weber Weber parte de la separación estricta entre el científico que analiza y la realidad que ha de ser analizada. Seguramente no basta afirmar que esta realidad, en la medida en que no ha sido sometida a una consideración científica, es para Weber una realidad inestructurada. «Lo que será objeto de la investigación y hasta dónde se extienda esta investigación en la infinitud de relaciones
  • 33. 25 causales» es cosa que ciertamente detcrmianan las ideas valorativas del investigador (WL, 184). Pero con esta frase implica Weber el . hecho de que hay relaciones causales a las que se extiende la investigación, es decir, que la investigación sigue estructuras de la realidad previamente dadas, no las produce como por encanto-’8. Además, la realidad previamente dada al historiador es una realidad humana-histórica. Esto significa, según Weber, que los objetos del conocimiento de las ciencias del espíritu son objetos surgi- dos ya en el nivel «óntico» 8940mediante una acción referida a valores y, en tal medida, son objetos referidos a un sentido y, por ello, estructurados. Tan sólo esta peculiaridad de tales objetos posibilita la comprensión histórica, que sólo puede realizarse en relación a valores (WL, 180 s.). Frente a esto se pueden aducir una gran cantidad de opiniones de Weber que indican que concebía la realidad como una realidad caótica. «La luz que donan aquellas supremas ideas de valor cae respectivamente sobre una parte finita siempre variable de la monstruosa comente caótica de acontecimientos que se vuelca por el tiempo»10. Partiendo de tales citas inequívocas, muchos intér- 38. Henrich, Die Einheit ... p. 14 (Ver Nota 7). 39. El adjetivo “óntico” debe referirse aquí a la realidad tal como se le ha dado previamente al análisis científico - que aún no está constituido por la referencia científico-metódica a valores y puntos de vista (a diferencia de esto, “individuo histórico” significa en Max Weber una unidad de determinaciones de la realidad, en cuya vinculación coopera un acto del científico referido a valores y puntos de vista de interés). Del mismo modo como Weber elude reflexiones filosófico-gnoseológicas sobre la realidad que se le pre-
  • 34. 26 senta al científico, se utiliza aquí “óntico” en un sentido gnoseológicamente no problemático. Cfr. Die Einheit, p. 17 ss. 40. WL, p. 213 s. Además WL, p. 180: "... ‘Cultura’ es un trozo finito de la infinitud sin sentido del acontecer del mundo, dotado con sentido y significación desde el punto de vista del hombre.” WL, p. 177: “El número y el modo de las causas que han determinado algún acontecimiento indivi- dual es siempre infinito y no hay característica alguna que se encuentre en las cosas mismas, para separar una parte de ellas como la única que hay que tomar en consideración. Un caos de ‘juicios existenciales’...” WL, p. 184: “Infinitamente rueda la corriente del acontecer inconmesurable hacia la eternidad".
  • 35. 27 pretes han llegado a la conclusión de que para Weber la realidad en general no tiene ninguna «estructura objetual»41. La contradicción entre realidad por una parte estructurada y, por otra, caótica puede ser resuelta con ayuda de las reflexiones siguientes. Aunque la realidad del «continuum heterogéneo»42 sea una realidad estructurada y determinada por relaciones causales y valorativas, ello no significa que tenga que ser cognoscible en estas relaciones —por ejemplo, para el científico. Las estructuras previamente dadas del «continuum» pueden ser más bien irrelevantes para las estructuras que inquiere y constituye el trabajo científico, y esto puede ocurrir cuando las relaciones causales previamente dadas son incontables y, al mismo tiempo, cada elemento de esta realidad se encuentra en una relación plurívoca con otros elementos. Entonces se puede hablar de un caos de relaciones causales o de un cúmulo de elementos del ser individuales y referidos a valores43, de un «acarreo amorfo» de elementos «embrollados», 41. Tenbruck, p. 601 (Ver nota 7) y además por ejemplo, S. Landshut, “Kritik der Soziologie” (1929) en Kritik der Soziologie u. andere Schriften zur Politik, Neuwied, 1969, p- 37 ss.; Hufnagel (Ver nota 6) p. 130-39, 211 s., 219, 221; de modo parecido Mommsen, Max Weber, p. 106, 226. 42. Este término de Rickert no usado por Weber significa una realidad incalculable variada-diversa en su determinación espacio-temporal, lo mismo que en relación con su peculiaridad cuantitativa, se caracteriza por un número de características sobredimensionales para el entendimiento analizador. Todo objeto concreto se encuentra en un contexto total, sus condicionamientos son tan complejos y, en principio, tan inagotables como sus propiedades. Cfr. Henrich, Die Einheit, p. 9 ss. 43. Cierto es que una referencia de valor tal constituye una estructura común a todos los individuos actuantes. Pero ésta es puramente formal, porque no se puede decir nada obligatorio o regular sobre los contenidos de ios valores que fungen como punto de referencia. Con ello, la referencia a valores, que ha de concebirse como “racionalidad” específicamente humana, constituye ciertamente una estructura en el ámbito individual (la “personalidad”), pero es inadecuada para fundamentar una estructura supraindividual en el sentido de una cultura “material”, porque el contenido de esta “racionalidad” puede ser un número incalculable de diversas combinaciones. De aquí resulta claro que los objetos de la sociología comprensiva son “simplemnte decursos y contextos de la acción específica de hombres singulares”, “porque sólo éstos son para nosotros portadores comprensibles de la acción orientada por el sentido” (WL, p. 514). Por eso, dentro de la sociología
  • 36. 28 comprensiva no puede haber un concepto (dialéctico o funcional) del todo de la sociedad. si bien estructurados en sí. Según ello, la cultura es simplemente un trozo, constituido y ordenado por el analista según determinados valores y puntos de vista, de una realidad ciertamente no inestructurada pero que, en última instancia, se le presenta al espectador como caótica44. Si de esta manera la realidad se presenta como algo infinitamente complejo y variado, el conocimiento empírico-científico sólo puede ser un conocimiento parcial. «Todo conocimiento intelectivo de la infinita realidad por el finito espíritu humano se basa, por ello, en el presupuesto tácito de que sólo una parte finita de la misma debe constituir el objeto de la captación científica, de que sólo esa parte debe ser “esencial” en el sentido de “digna de ser conocida”» (WL, 171). La selección de lo «esencial» se hace sobre la base de ideas de valor y puntos de vista de intereses que no pueden ser «tomados de la materia misma» (WL, 181). Weber niega constantemente que de la materia puedan deducirse los puntos de vista que posibilitan el conocimiento científico45. El criterio para la corrección de punto de vista o para la posibilidad de evaluar varios puntos de vista no se encuentra —al menos no suficientemente— en el objeto que ha de investigarse46. Aunque la realidad del continuum sea una realidad esructurada, Weber tiene que subrayar esta independencia de la configuración de los puntos de vista y de las categorías frente a la materia que ha de investigarse, porque aquellas estructuras «ónticas» en el «continuum heterogéneo» son considerablemente indeferentes frente a las relacio- 44. En contra, cfr. Tenbruck, p. 600. Sobre la cuestión de la estructura de la realidad en Weber, cfr. la modificación de estas tesis de interpretación en el apartado e) Crítica e intento de mediación. 45. Los puntos de vista están ligados a “ideas de valor que por su par­te... no son fundamentables como válidas a partir del material empírico” (WL, p. 213). “Pero lo que tiene significación para nosotros, no puede na- turalemte ser explorado con ninguna investigación ‘sin presupuestos” de lo dado empíricamente, sino que su comprobación es el presupuesto para que algo se convierta en objeto de la investigación” (WL, p. 175 ss.) cfr. también nota 40. 46. De modo semejante niega Weber la deductibilidad de normas de la acción a partir del conocimiento de la realidad en la que se ha de actuar. (Cfr. WL, p. 154 y 475).
  • 37. 29 nes causales y a las estructuras de interdependencia que le importan a la ciencia. Cierto es que la estructura «óntica» de la realidad no es, según Weber, completamente indiferente frente a la confi- guración científica de la estructura (configuración conceptual y encuentro del resultado). El científico no puede aproximarse a cualquier materia con cualquier interés y cualquier concepto y no puede convertir simplemente cualquier cosa en un «individuo histórico»47 48. El límite de la arbitrariedad es, ante todo y por lo menos18, aquella variedad de hechos que, por cierto, admite diversas interpretaciones, pero no todas. Mientras la configuración conceptual científica no contradiga esta facticidad (y el margen parece ser para Weber grande), la realidad es, en última instancia, indiferente frente a la configuración de las categorías. El esfuerzo de Weber de deslindar limpiamente el mundo de los objetos, como facticidad libre de valores, del mundo de los valores y de los puntos de vista dependientes de ellos, es comprensible desde la perspectiva de su imagen de la realidad y es un elemento constitutivo e irrenunciable de su teoría de la ciencia y de su ética. Esto le ocasionó el reproche de decisionismo. De hecho parece que la elección de los puntos de vista del conocimiento se mantiene en el ámbito de la decisión racionalmente no fundamen- table y criticable, si la cuestión por investigar, la realidad históri- ca, no entra en consideración como criterio49. Cuando Weber dice que la elección del punto de vista no es «arbitraria» mientras el éxito hable en su favor (WL, 170), hay que considerar que el éxito se juzga según los mismos puntos de vista para los que dicho éxito debe ser el criterio. Cuando se sigue al Weber de los planteamientos metodológicos, en la medida en que éstos han sido expuestos resumidamente hasta ahora, se comprueba una profunda fisura entre realidad y conocimiento. La objetividad no puede ser determinada por el contenido, sino sólo metódicamente. Esta renuncia fundamenta con tanto 47. Cfr. Henrich, Die Einheit..., p. 19. 48. Sobre otras instancias desde las cuales y también dentro de la cons-trucción intelectual de Weber se puede limitar la arbitrariedad de la elección de conceptos y categorías, cfr el apartado de este trabajo cit. en la nota 44.
  • 38. 30 49. Cfr. WL, p. 151 s. y 469 ss. mayor razón el derecho de los puntos de vista valorativos a ser sustraídos en su libertad a la discusión racional. Entre la razón y la decisión parece abrirse un abismo. A partir de aquí resulta más comprensible la actitud ambivalente de Weber frente a Marx. Puede admitir la validez de sus puntos de vista y categorías como una posibilidad entre otras. Weber no puede adjudicarle una ventaja o una desventaja frente a otros: así critica de igual modo el materialismo histórico y la teoría de las razas, colocándolos el uno al lado de la otra, formalmente y con igualdad de derechos (Wl, 167). Al mismo tiempo, tiene que negarle al pensamiento marxia- no la pretensión de ser algo mas que un orden intelectivo de una realidad, en última instancia subordinada, pues según Weber no puede haber intelección de la substancia. c) Realidad y método en Marx Marx se opone a captar la realidad sólo «bajo la forma del objeto». Desea concebirla como «actividad sensorial-humana», como praxis50. Según ello, la realidad histórica es un proceso en el que constantemente y en medida creciente se objetualizan el trabajo humano y, con ello, la conciencia humana que, a la vez, operan retroactivamente sobre el sujeto pensante y actuante. Marx rechazaría como abstracta la exigencia de Weber de establecer una clara separación entre el sujeto cognoscente y el objeto por conocer. Pues, por un lado, una buena parte de la conciencia humana se encuentra siempre en las relaciones condicionantes del estadio respectivo del proceso histórico y, por otro, — «El mundo es el mundo de los hombres»51— la conciencia humana debe ser descripta en su forma y contenido como conciencia histórica, es decir, como determinada por el proceso histórico. De allí resultan nuevamente dos cosas: por una parte, la realidad —en cuanto está intermediada crecientemente por el trabajo y es co-constituida por la conciencia prácticamente devenida— no necesita, en principio, ser 50. Marx, “Erste These über Feuerbach”, MEW, t. 3, p. 5
  • 39. 31 51. Marx, Zur kritik der Hegelschen Rechtsphilosopie. Einleitung, MEW, t. 21, p. 378.
  • 40. 32 extraña y externa al comprender racional humano. Esto lo sostiene Marx contra Feuerbach, hasta para los objetos de las ciencias naturales: «Aún esta “pura” ciencia natural obtiene su finalidad y su material tan sólo gracias al comercio y la industria, gracias a la actividad sensórea de los hombre»52. Esto cabe decir tanto más de las ciencias sociales. Por otra parte, la conciencia no se aproxima a la realidad con categorías ajenas a ella. «... el ser humano es un abstractum inherente al individuo singular. En su realidad, él es el conjunto de las relaciones sociales»53. Por eso, sus formas y contenidos de con- ciencia son «una existencia históricamente devenida en su forma conceptual, un ámbito socialmcnte devenido de experiencia y un grupo de nociones»54. Esto significa que también los valores y los puntos de vista deben someterse a reflexión como elementos del proceso pansocial e histórico y en modo alguno, como en Weber, desligados de la cosa. Ciertamente que de allí no se infiere, según Marx, que la conciencia de los hombres siempre sea adecuada a sus objetos. Los elementos conceptuales que ingresan en la realidad pueden y deben aparecer en la conciencia de los «portadores y agentes» de las relaciones económicas alienadas55 en una forma inversa. Cuando, por ejemplo, los productores privados en el acto del trueque capitalistas, relacionan mutuamente, de modo abstracto, su trabajo social, «ellos no (lo) saben pero lo hacen»56. La iluminación de esta conciencia necesariamente falsa es precisamente la tarea de la ciencia que, sin embargo, sólo puede cumplir con éxito cuando es intermedidada por el interés proletario de clase y, al mismo tiempo, se realiza la transformación práctica de las relaciones. ¿Qué consecuencias metodológicas tiene la aludida no separación de conciencia y mundo? En modo alguno puede tratarse de 52. Marx y Engels, Die Deutsche Jdeologie, MEW, t. 3., p. 44 53. Marx, “Sechste These über Feurbach”, MEW, t. 3., p. 6 54. O. Morf, Geschichte und Dialektik in ckr politischen Okonomie. Zum Ver- hdltnis von Wirtschaftstheorie und Wirtschaftsgeschichte bei Karl Marx, Francfort, 19702, p. 114 55. Marx, Das Kapital, t. III. MEW, t. 25, p. 219 56. Ibidem. t. I, MEW, t. 23, p. 88
  • 41. 29 una disolución del objeto en el sujeto del conocimiento, el «sujeto real (esto es, el objeto de conocimiento J. K.) se mantiene permanente en su independencia fuera de la cabeza, siempre y cuando que la cabeza se comporte sólo especulativamente, sólo teóricamente. De ahí que también en el método teórico el sujeto, la sociedad, debe presentarse generalmente como ya presupuesto a la representación»57. El proceso de conocimiento tampoco puede describirse como coincidencia del intelecto con los objetos que se encuentran fuera de él en el sentido de una teoría de la imagen. Eso presupondría precisamente aquella dualidad de sujeto y objeto que Marx trataba de superar58. El proceso de conocimiento no puede ser descrito fuera de la relación práctica entre hombre y realidad. Por una parte, la reflexión sobre los objetos del mundo exterior parta de la importancia, que éstos tienen como medios de satisfacción de las necesidades humanas 59. El proceso progresivo de la apropiación práctica de estos objetos conduce, por otra parte, a que en la realidad histórica que se trata de conocer, el trabajo deviene objetual. Con ello, la praxis humana debe ingresar en la definición de tal realidad, que ha sido co-constituida por aquélla, por una parte, y de tal modo la praxis se convierte en criterio de la verdad, por otra: «La pregunta sobre si al pensamiento humano le corresponde verdad objetual no es una pregunta de la teoría, sino una pregunta práctica»60. Sin que aquí se pueda entrar a considerar la problemática que encierra esta frase61. Es claro que también para Marx el pensamiento científico está preformado siempre por una relación entre mundo y hombre que ha de describirse como una relación prácti- 57. Marx, “Einleitung” Zar Kritik der politichen Ókonomie. MEW, t. 13, p. 633. Cfr. También Schmidt, Begriff, p. 66 58. La teoría de la reproducción de Lenin fue criticada en este sentido desde la perspectiva marxista. Cfr. Karl Korsch, Marxismus und Philosophie, Leipzig, 1930, p. 25 ss. 59. Cfr. Marx, “Randglossen zu Adolph Wagners ‘Lehrbuch der politi- schen Ókonomie’”, cit. por Schmidt, Begriff, p. 93
  • 42. 34 60. K. Marx, “Zweite These über Feuerbach”, MEW, t. 3, p. 5. Cfr. Schmidt, Begriff, p. 101. 61. Cfr. E. Bloch, Das Prinzip Hoffnung, Berlín' 1960, t. 1, p. 214 ss. ca. El pensamiento científico se dirige a un mundo que no está concluso sino orientado a la praxis, en la medida en que siempre contiene praxis humana en forma objetualizada. La realidad histórica está estructurada y, en sus estructuras, dentro de la respectiva referencia a la praxis, es también cognoscible para el investigador. La distinción de Weber entre realidad «objetiva» e «histórica» (es decir co-constituida por la configuración conceptual científica) es irrelevante en este pensamiento. «La disputa sobre la realidad o no realidad del pensamiento — que está aislado de la praxis — es una cuestión puramente escolástica»*'2. De esta relación del pensamiento con una praxis actual y en transformación resulta una imposibilidad doble: La teoría de Marx no permite, por una parte, formular un sistema ecónomico o sociológico. Como tal, éste debería desprenderse de su referencia histórica c independizarse abstractamente. A partir de aquí resulta comprensible que la ley general de la historia criticada por Weber no tenga casi cabida en el pensamiento de Marx. De aquí resulta más bien una cierta coincidencia entre Marx y Weber, quien igualmente consideró como imposible un sistema definitivo de las ciencias culturales a causa del cambio permanente de los intereses del conocimiento (WL, 184). Por otra parte, es imposible elaborar una metodología (por ejemplo, en el sentido de Weber). Parece que toda metodología debe realizar precisamente aquel corte entre sujeto y objeto de conocimiento, que Marx rechaza. Además, cabe preguntarse si ella no debe siempre abstraer del caso histórico concreto, si no debe, por así decir, establecer un esquema bajo el cual pueda subsumir todos los procesos de conocimiento 23 64. Por consiguiente, desde la posición de Marx se desarrolla una crítica al punto de vista metodológico de Weber en la siguiente dirección61: el proceso de la reproducción social ha adquirido una independencia tal que el mundo humano se le presenta al hombre 62. Marx, "Zweite These über Feuerbach”, MEW, t. 3, p. 5
  • 43. 63. Cfr. Schmidt, Begriff, p. 94; MEW, t. 3. p. 5 64. Cfr. G. Lukács, Die Zerstorung der Vernunft, Neuwied, 1961, p. 521-37. Más diferenciado el análisis marxista de Kon, Die Gescbichtsphilosop- hie, t. 1, p. 136-57. 31 como un mundo completamente extraño. La incalculabilidad del proceso histórico para el individuo aislado, cuyos motivos son para Marx indicables, se refleja en Weber en su caracterización de la realidad como caos inconmesurable. Ya no se puede concebir el progreso. La racionalidad se reduce a la más efectiva relación medio- fin, teniendo en cuenta aquí que, en última instancia, la determinación de los fines, ya no tiene nada que ver con la razón. La crítica marxista a la metodología de Weber tendería a entender sus afirmaciones formuladas ahistóricamente sobre el proceso empírico- científico del conocimiento a partir de sus presupuestos histórico- sociales, a relativizarla histórica y socialmente y así a destruirla como metodología general. Un paso de esa crítica sería, por ejemplo, el descubrimiento de la imagen weberiana de la realidad, un presupuesto de su pensamiento sobre el que Weber no reflexionó. Una crítica tal debería colocar a Weber en su contexto histórico y social. La crítica de las categorías abstractas pasaría a ser crítica de las relaciones abstractas, cuya falsa plenitud son aquéllas. Categorías ahistóricas, desprendidas del objeto de su aplicación se mostrarían y relativizarían como indicio de un pensamiento alienado. d) Totalidad histórica y «continuum heterogéneo» De lo dicho hasta ahora resulta que Marx, a diferencia de Weber, tiene un concepto de la historia total y que, con ello, también puede pensar a la sociedad como totalidad determinada y determinare, como una totalidad que condiciona sus partes singulares (que están en mutua relación) del mismo modo como es condicionada por ellas. Por ello Marx puede aplicar el método que expuso brevemente en la introducción a su Crítica de la economía política65.
  • 44. 36 Marx parte de lo aparentemente «real y concreto, de los presupuestos reales», esto es, en la economía, de la población. Esto «real y concreto» se revela como abstracción vacía de contenido cuando no se inquiere sobre su articulación, las clases y sus ele- 65. Marx, “Einleitung" Zur Kritik der politischen Qkonomie, MEW, 13, p. 631 mentos fundamentales, capital, trabajo asalariado etc. Sin la mar- cha analítica desde lo concreto representado hacia abstractos cada vez más «sutiles» y hasta las determinaciones más sencillas, la representación de la totalidad resultaría caótica y completamente indeterminada. «Desde allí habría que emprender el viaje hacia atrás, hasta que llegara por fin otra vez a la población, pero esta vez no como una representación caótica del todo, sino como una rica totalidad de determinaciones y relaciones». Lo realmente con- treto no es pues para Marx la concepción inmediata sino: «Lo concreto es concreto porque es el compendio de muchas determinaciones, unidad pues de lo vario»66. Esta totalidad concreta abarca to- das las relaciones sociales de un periodo histórico. El todo sólo se encuentra en sus partes. «En la naturaleza de las partes del todo se encuentra el presupuesto de su existencia, y así, sólo el estudio de estas partes es el movimiento que configura el todo. Pero tampoco eso basta, pues debe mostrarse cómo se entrelazan unas con otras, cómo se condicionan recíprocamente para aparecer como un todo»67. Al revés, a causa de la conexión de las partes, sólo puede captarse cada una de ellas si, al mismo tiempo, se pregunta por el todo. A este proceder metódico subyace implícitamente la noción de una realidad en la que hay que diferenciar forma de aparición y esencia, superficie y figura nuclear. «La figura conclusa de las relaciones económicas, tal como se muestra en la superficie, en su existencia real y de ahí también en las nociones con las que los portadores y agentes de estas relaciones tratan de ponerse en claro aquéllas, es muy diferente — y de hecho inversa — y contraria a su figura nuclear interna, esencial pero oculta y diferente, del concepto que le coresponde»68. Aunque en la sociedad alienada, la existencia de las relaciones, lejos de revelar su
  • 45. esencia más bien la oculta, el científico tiene que iniciar su trabajo en los fenómenos de superficie, pues en ninguna parte puede encontrar la «figura 66. Ibiclem. Sobre esto Morf, Geschichte und Dialektik, p. 36 ss.; A. Schmide, Geschichte und struktur. Fragen einer marxistischen Historik, Munich, 1971, p. 41 ss. 67. Morf, p. 128 68. Marx, Das Kapital, t. III, MEW, t. 25, p. 219 33
  • 46. 38 nuclear» sino sus formas histórico-concretas de aparición. La tarea del científico consiste en buscar69 el concepto de esta «figura nuclear», es decir, «desvelar la ley económica del movimiento de la sociedad moderna70. Pero esto no significa buscar una ley general en el sentido de una fórmula del mundo. Se trata más bien de un concepto que no ha de formularse desprendido de las formas de su existencia. Por eso exige Marx inmediatamente también «emprender el viaje hacia atrás», es decir, descubrir las relaciones entre figura nuclear y fenómeno en la superficie y tan sólo así comprender la figura nuclear de manera adecuada, es decir, concretamente71. Al mismo tiempo, se ponen en tela de juicios las «nociones con las que los portadores y agentes de las relaciones tratan de aclararse dichas relaciones»72, y se crea así la posibilidad de su transformación, que ciertamente no de limitarse al ámbito teórico, sino que tiene que pasar a la transformación práctica de las relaciones que condicionan aquella falsa conciencia. En este sentido, la intelección de la sustancia — según Marx, a diferencia de Weber — en principio es posible para la ciencia a causa de la relación dialéctica esbozada más arriba, entre conciencia y realidad, si bien dicha intelección sólo puede ser realizada por una conciencia que no esté limitada por las barreras de clase y no se halle invertida por la presión de las relaciones económicas alienadas. Sobre las condiciones de posibilidad de tal conocimiento no se puede reflexionar abstractamente porque el contenido y la forma de la conciencia cognoscente están determinados como diversos resultados y motivos de las respectivas situaciones históricas. Ante todo, un concepto de realidad tomado de Hegel, si bien transformado materialisticamente73, que conoce una unidad es-
  • 47. 39 69. Ibidcm. p. 825: "... toda ciencia sería supérílua si la forma de pre­sentación y la esencia de las cosas consideran inmediatamente...” 70. Así formula el propio Marx el “objeto final” de su obra. Das Kapital. t. I, MEW, t. 23, p. 151). 71. Cfr. Rosdolsky, Lehrbuch, p. 151. 72. Ver nota 68. 73. Con G. Lukács (Geschichte uncí Klassenbufitsein. Studien über marxistische Dialekíik -1923- Neuwied, 1970, p. 255-355, H. Marcuse (Vernunft and Revo- lution inglés 1941, 19522, Neuwied, 1962, p. 241 ss), K. Bekker (Marx Phi- losophische Entwicklung. Sein Verhaltnis zu Hegel, Zurich, 1940), S. Avineri (The
  • 48. tructurada en toda la variedad, una figura nuclear en todos los fenómenos, le permite a Marx exigir una intelección de la esencia de las relaciones históricas, es decir, intelección de la sustancia o una captación de la totalidad. Al contrario, el pensamiento poshe- geliano, neokantiano, de Weber, que sólo puede representarse la realidad como un «continuum heterogéneo», tiene que satisfacerse con conocimientos parciales y condenar como mala metafísica aquella diferencia entre esencia y fenómeno y como arrogante ilusión aquella intención de lograr un concepto de la totalidad. Al revés, la fuerza de convicción y la consistencia del planteamiento de Marx depende, en enorme medida, de la validez de las premisas hegelianas. Quien no acepte esas premisas, no podrá aceptar este planteamiento. El método de Weber, que emerge de la noción de realidad como un «continuum heterogéneo», se caracteriza —a diferencia de la permanente inclusión del todo en Marx— primeramente de acuerdo con un punto de vista conductor del conocimiento, por pretender desprender tina «cuerda causal» de la riqueza de la realidad, que no es pensada como totalidad estructurada. Aunque Weber también puede perseguir, con la ayuda de subsiguientes investigaciones, «cuerdas causales» complementarias, le resulta muy difícil —a causa de su método— reflexionar constantemente sobre la relación y la significación de un momento de la realidad frente a otros. Esta abstracción, exigida por el planteamiento metódico, resulta ser una dificultad en los trabajos de Weber, por ejemplo, en La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Así parece entonces que Weber, cuando se mantiene dentro de su planteamiento limitado, no puede aclarar suficientemente el fenómeno del pietis- mo, que ciertamente se basa en los mismos fundamentos religiosos del puritanismo que impulsara el capitalismo, pero que precisamente no conduce a un sobrio ascetismo y a un ethos del trabajo Social an political thougth of Karl Marx, Cambridge, 1968, p. 3, passim), A. Schmidt, Geschichte und Struktur, p. 47-53 y passim y muchos más hay que atenerse a la grande y persistente influencia de la filosofía hegeliana en Marx, que
  • 49. 41 él transformó radicalmente. No es convincente la posición contraria de L. Althusser, Pour Marx, París, 1966., p. 153, passim. 35 como éste. Si Weber hubiera querido explicar esa diferencia, hubiera tenido que desarrollar más condiciones de la transformación de la religiosidad calvinista en laboriosidad abierta al mundo, condiciones que, probablemente, son de naturaleza social, económica, geográfica, etc. y que tienen el efecto de que contenidos religiosos semejantes conduzcan en una ocasión a una activa apertura al mundo y en otra a una piedad interiorizada74. Habría que reflexionar sobre el entrelazamiento e influencia recíproca de los distintos elementos condicionantes y ponderar mutuamente su im- portancia75. A causa de su limitación a una cadena causal, Weber tropieza con dificultades semejantes cuando pretende explicar cómo surgieron de la empresas distribuidoras en el siglo XVIII, las manufacturas centralizadas76. Weber recurre al nuevo espíritu calvinista como el motor que impulsa una intensificación del control del trabajo, de la planificación, de la publicidad comercial etc. y que pone en tela de juicio la forma industrial hasta entonces fundada en el trabajo doméstico. Pero parece cuestionable que todos estos impulsos y efectos del nuevo espíritu puedan explicar suficientemente por qué el trabajo tuvo que realizarse en las manufacturas, es decir, en locales centrales de trabajo separados de los hogares. Sería del todo imaginable que la planificación, la publicidad comercial y una mayor racionalidad del proceso de trabajo también hubieran podido ser llevadas a cabo con una forma descentralizada de trabajo. Para explicar la génesis de los establecimientos cerrados es inevitable recurrir al desarrollo ulterior de los medios de producción, de las herramientas y primeras máquinas, cuya adquisición y utilización exigían una cierta centralización, y al proceso de trabajo, cuya evolución tecnológica exigía de manera cada vez más clara una dirección central, e investigar la relación de estos
  • 50. 42 74. Weber, Die protestantische Ethik, p. 134 ss. y 192. 75. Cierto es que hay que tener en cuenta que Weber consideró su estu-dio como trabajo previo y que esperaba complementos a base de otros puntos de vista de la investigación futura (Ib. p. 205 s.) 76. Ibidem. p. 52 s. Cfr. sobre el problema del tránsito de distribuidora a manufactura J. Kocka, JJnternehmer in der deutschen Industrialisierung. Gotin- ga, 1975, p. 22 s. elementos con el nuevo espíritu. Pero esto lo dificulta el planteamiento de Weber; al menos no conduce forzosamente a un proceder tal. Frente a ello, Marx intenta captar la realidad en su diversos elementos mutuamente condicionantes, uno de los cuales es la propia investigación científica. Según él, hasta las categorías más abstractas son categorías históricas. Esto lo desarrolla con la categoría «trabajo». El trabajo puede ser pensado, primero, como «trabajo en general» (según Marx, así lo hizo, por primera vez, A. Smith) en una «totalidad muy desarrollada de modos reales de trabajo... de los cuales ninguno es ya el dominante». Se presupone una sociedad «en la que los individuos pueden pasar con facilidad de un trabajo a otro y para quienes el modo determinado de trabajo es casual y, por lo tanto, indiferente». En la época de los fisiócratas esto ocurrió menos que dentro de la sociedad burguesa moderna. Con este ejemplo comprueba Marx convincentemente «cómo hasta las categorías más abstractas, pese a su validez, para todas las épocas —a causa precisamente de su abstracción— son, sin embargo, en la determinación de esta abstracción igualmente el producto de las relaciones históricas y poseen su plena validez sólo para y dentro de estas relaciones»77. Así se con- cretiza la tesis enunciada más arriba y según la cual el sujeto cog- noscente no se acerca al problema con categorías extrañas. Tiene, sin embargo, que reflexionar constantemente sobre su situación dentro de la totalidad del proceso histórico y sobre la procedencia de sus categorías, haciéndolo desde este proceso78. Las categorías, los puntos de vista, sólo pueden ser criticados en cuanto se los vincula con las relaciones en las que surgieron y se aplicaron. 77. Marx, “Einleitung” Zur Kritik der politischen Ókonomie, MEW, t. 13, p. 634. Para la historia del concepto de “trabajo” cfr. el artículo de W.
  • 51. 43 Conze en, O. Brunner y otros (compiladores) Geschicbtliche Grundbegriffe. His- torisches Lexikon zur politisch-sozialen Spracbe in Deutshland. t. I, Stuttgart, 1972, p. 154 ss. 78. Marx sólo insinúa esta exigencia (ib. loe. cit. p. 617 s.), pero puede deducirse del contexto. Weber no hace esta exigencia porque sitúa los puntos de vista de modo completamente separado de la realidad por investigar. Cfr. apartado e) Crítica e intento de mediación en este trabajo. La posición dominante de las categorías (puntos de vista) trabajo, producción y trueque, la fundamenta Marx con la alta significación que han adquirido en la sociedad capitalista que investiga. Según Marx, las categorías son, al mismo tiempo, categorías del ser; en el lenguaje de Weber: los puntos de vista del conocimiento científico son, al mismo tiempo, los elementos dominantes de la realidad que se investiga. Sin embargo, con ello se plantea la pregunta al historiador Marx de si las categorías que pueden ser adecuadas a la sociedad actual, pueden también ser aplicadas a la investigación de épocas pasadas. En el caso, por ejemplo, de que se investigue la sociedad medieval con las categorías de «clase» y «lucha de clases», surge el peligro de que un sistema actual de categorías —que según la pretensión propia de Marx está sujeto a la relativización histórica— sea colocado ahistóricamente por debajo de todo el desarrollo ocurrido hasta ahora. Marx piensa de modo lo suficientemente histórico, en el sentido de la diversidad de las individualidades históricas, como para afirmar ingenuamente la aplicabilidad de conceptos actuales a tiempos pasados. «Si de ahí es cierto que las categorías de la sociedad burguesa poseen verdad para las otras formas de la sociedad, entonces esto debe tomarse sólo cum grano salis»79. Sin embargo, considera que tan sólo a partir de la organización del presente (la más altamente desarrollada hasta ahora) es posible la intelección en la articulación y/las relaciones de las formas desaparecidas de la sociedad que, desde la forma hasta ahora última, es decir, la forma actual, son vistas como fases hacia ella misma». «La economía burguesa ofrece así la clave de la economía antigua, etc.»80, siempre y cuando no se borren con ello las diferencias históricas. Marx parece sustentar tácitamente la opinión de que los momentos singulares aparecen tan sólo en el presente como lo que fueron en el pasado en forma oculta; el presente sería la forma desarrollada del pasado y las categorías actuales, aplicadas a formas pasadas, pueden captar mejor su esencia que, por
  • 52. 44 ejemplo, categorías que eran conscientes y estaban en uso en la época que se investiga. 79. Marx, Zur Kritik. der politischen Ókonomie, MEW, t. 13, p- 636. 80 Ibidem. Con ello acepta Marx implícitamente que la consideración histórica siempre ocurre desde un horizonte determinado. Sin embar- go, las relaciones actuales que constituyen el horizonte son, según Marx, las más desarrolladas, la forma más verdadera de las relaciones que se trata de describir. Aquí se muestra una cierta justificación del reproche de Weber, esto es, que en las «leyes» del materialismo histórico se trata de un método histórico-universal en el que las relaciones de producción tendrían en cierto modo, una preponderancia metafísica. Marx mismo proporciona puntos de partida para malinterpretar lo que él proyectaba como anatomía de la sociedad burguesa, como máxima histórico-filosófico, como «concepción materialista de la historia». También esta peculiaridad del método marxiano resulta con cierta necesidad de la adopción (modificada) por Marx del concepto hegeliano de desarrollo. Así, subyace al pensamiento de Marx el presupuesto de concebir la historia como un proceso, en principio racional, al que el hombre pertenece inalienablemente como elemento activo-intermediante. Cierto es que para el materialista Marx la historia ya no es, como en Hegel, el camino de la auto- liberación del espíritu — que primeramente es sólo en sí— hacia la realidad revelada de su esencia. Con todo, cada época histórica se concibe como totalidad estructurada, cuyas contradicciones encierran ya en sí mismas la exigencia y la promesa de su solución. También para Marx, el presente es en tal sentido «futuro restringido»81, de modo tal que el futuro es sólo la realización de las tendencias de desarrollo ya dadas y orientadas en el presente. Este presupuesto hegeliano del pensamiento de Marx fundamenta, en última instancia, la contraposición de un pensamiento tal frente a una posición como la de Weber, cuyo rechazo de todo concepto de desarrollo resulta necesariamente de su comprensión de la realidad como «continuum heterogéneo»82. Esta diferencia la pone en claro una
  • 53. 45 confrontación de lo que Weber y Marx entienden, en principio, bajo crítica: «El destino de una época cultu- 81. E. Bloch, Subjekt-Objekt. Erlauterungen zu Hegel, Berlín, 1951, p. 221 ss. 82. E. Troeltsch, Der Histortsmus und seine Próbleme, libro 1, (Reimpresión de la ed. aparecida en 1922), Aalen, 1961, p. 367.
  • 54. 46 ral que ha comido del árbol del conocimiento consiste en tener que saber que no podemos descifrar el sentido del acontecer del mundo a partir del resultado, por perfecto que sea, de su investigación, sino que debemos estar en condiciones de crearlo, que las “cosmovisiones” nunca pueden ser producto de un saber empírico progresivo y que los más altos ideales, que nos mueven de manera más poderosa, surten efectos para todo tiempo sólo en lucha con otros ideales, que son tan sagrados para los otros como los nuestros lo son para nosotros» (Wl, 154). «Toda valoración con sentido de un querer ajeno sólo puede ser crítica desde una “cosmovisión” propia,' combate del ideal ajeno desde el terreno del ideal propio» (WL, 157). En cambio Marx: «La razón ha existido siempre, sólo que no siempre en la forma racional. El crítico puede, pues, partir de toda forma de la conciencia práctica y teórica y desarrollar, a partir de las formas propias de la realidad existente, la realidad verdadera como su deber ser y su meta final»83. Mientras que para Weber el hombre se decide en una realidad en última instancia, sin sentido, y crea sentido, Marx desea encontrar el sentido de las nuevas relaciones sociales mediante una crítica de las pasadas, que las contienene ya en forma implícita. e) Crítica e intento de mediación Se ha mostrado que, dentro del pensamiento de Marx, la realidad que se investiga sirve de criterio para la adecuación de las categorías de las investigación. Como se trata del conocimiento de las estructuras esenciales, de las «leyes» de la realidad respectiva (es decir, de su «figura nuclear») — y no de conocimientos parciales —, la aplicación de las categorías de la investigación no puede estar precedida de un acto arbitrario de selección. La cuestión que ha que investigar impone más bien al investigador los puntos de vista y categorías adecuadas para su propia investiga- 83. Marx a Ruge, setiembre de 1843, en Die Frühschriften, ed. por S. Landshut, Stuttgart, 1953, p. 169- Sobre la posibilidad de esta crítica inmanente en Marx en relación con el tránsito de Hegel a Marx, que aquí no se tematiza detalladamente, cfr. Wellmer, (ver nota 18), p. 59-61, 78-92.
  • 55. 47 ción siempre y cuando se abandone a ella de modo cabal. Algo semejante — se podría mostrar — cabe decir de la relación de los valores, es decir, de las normas y los criterios de la acción, con la realidad que ha de ser transformada por tal acción. Llevadas las cosas al extremo, tal pensamiento afirma la deductibilidad de las normas de la acción, a partir del análisis cabal de la realidad histórica84. Con ello —y en contraposición a la teoría weberiana de la mentalidad valorativa— las decisiones pueden ser claramente examinables, pero con ello, al mismo tiempo, ser eliminadas. De modo semejante a como ocurre en una «civilización científica» en la que el «político» no sería « “el que decide” o “domina” sino el que analiza...», el que sacaría las consecuencias de las presiones del aparato que determina el desarrollo social85, en una realidad que posibilitara un análisis de sí misma y de sus potencias objetivas de modo tal que el conocimiento de lo «socialmente valioso» pudiera ser deducido de ello86, se sustituiría también la decisión según valores por una consecuencia adecuada a partir del análisis de la realidad. En los dos casos, como consecuencia de tal pensamiento, surge el peligro de la no liberalidad, del anti-pluralismo y del dogmatismo autoritarios: desde el punto de vista de la teoría de la ciencia, la intolerancia frente a otros planteamientos del conocimiento que, dentro de tal pensamiento, sólo pueden ser com- prendidos como desviación errónea o ideológica frente al propio modo verdadero de captación; desde el punto de vista político-social, la justificación ideológica de las propias metas, completamente particulares, como metas generales y absolutas, surgidas aparentemente de la compresión científica. 84. Como representantes modernos de este pensamiento cfr. M. Hork- heimer, “Zum Begriff der Vernunft” en Adorno/Horkheimer, Sociológica II Francfort, 1962, especialmente p. 204, y W. Hofmann, Gesellschaftslehre ais Ordnungsmacht. Die Werturteilsfrage heute, Berlín, 1961, p. 29. 85. Cfr. H. Schelsky, Der Mensch in der ivissemchaftlichen Zivilisation, Colonia, 1961, p. 25 y passim. 86. Así por ejemplo en el ámbito del pensamiento marxista, Hofmann, p. 32 s. "Validez general se adjudica a las concepciones de valor o disvalor de hechos sociales que corresponden objetivamente a una sociedad histórica dada según el estado de todas sus potencias. Socialmente valioso es, en todo caso, lo que históricamente se ha vuelto posible”.
  • 56. 48 La epistemología de Max Weber, en la medida en la que hasta ahora se la ha traído a cuento, formula una posición contraria, que se aferra a la indeductibilidad de los puntos de vista del conocimiento con respecto a la cuestión que hay que investigar. Su conocimiento es siempre conocimiento parcial, cuya dirección está determinada por un acto primario de selección entre varios puntos de vista. Apenas se evidencia una dependencia de los puntos de vista del conocimientos de la realidad, si bien al contrario la investigación está determinada en el punto de partida, modo y metas de su camino, por aquellos puntos de vista. Weber también realiza una separación correspondientemente radical —así se podría mostrar— entre realidad histórica y normas de la acción (valores), entre ciencia de la realidad y decisiones de la vida. El conocimiento de los valores y metas de la acción no resulta, según él, del análisis empírico-científico, por perfecto que éste sea. Las funciones de la ciencia, también las que tiene según Weber en la formulación de los fines de la acción87, no bastan para fundamentar la preferencia de un valor frente a otro opuesto (WL, 149 ss.). Y aunque se hubiera comprobado científicamente una tendencia de desarrollo de la realidad histórica, ello no proporcionaría información alguna para el actor acerca de si debe apoyar la realización de esta tendencia u oponerse a ella (Wl, 474 s.). En una realidad que deja abiertas diversas posibilidades de acción según valores opuestos, el origen y la elección de los valores parecen no ser discutibles racionalmente. En el ámbito de la acción (o en el proceso de la investigación), las metas y las normas (o los puntos de vista y metas del conocimiento) se constituyen por un acto que, en última instancia, es decisionista, sobre cuya racionalidad material no se puede decir nada88. 87. Estas han sido argüidas breve y concisamente en WL., p. 472 s. 88. Calificado de este modo como decisionista, Weber aparece con algu-nos matices y valoraciones frecuentemente contrapuestas en, por ejemplo, Tenbruck, p. 600 ss.; Lukács, Zerstorung, p. 532 ss.; L. Strauss, Naíurrecht uncí Geschichte, Stuttgart, 1956, p. 107 ss.;J. Habermas, Tecbnik und Wissen- sebaft ais Ideologie, Francfort, 1968, p. 121 s.; H. Marcuse, Kultur und Gesell- schaft, t. 2. Francfort, 1965, p. 107 ss.; comp. además el panorama en G. Rotch, Political Critiques of Max Weber. Some Implicatios for Political Sociology, en American Sociological Review, t. 30, 1965, p. 213; en suma, cfr. U. Beck,
  • 57. 49 Marx y Weber representan — en la medida en que sus teorías han sido expuestas hasta ahora con una cierta parcialidad condicionada por la confrontación — dos posibilidades de pensamiento opuestas entre sí. Su confrontación acentuada de determinada manera demuestra sus defectos y peligros y se convierte así en ocasión de crítica recíproca y de intentos de mediación, es decir, da ocasión primeramente a plantear la pregunta de hasta qué punto se encuentran dentro de los dos planteamientos del pensamiento elementos que impulsan a ir más allá de los modelos básicos hasta ahora esborzados. Se ha dicho cuán necesariamente la posibilidad del planteamiento de deducir nítidamente puntos de vista del conocimiento de la realidad que hay que conocer, supone ya un concepto de la historia que — modificado en relación con la praxis — se apoya fuertemente en el de Hcgel. Ciertamente: si la realidad, en su figura históricamente encontrable, es una realidad que tan sólo mediante la conciencia práctica cabal es mediada con lo que hasta ahora sólo era posibilidad, que está pues orientada hacia la praxis humana y, con ello, al conocimiento práctico, entonces las normas de la acción pueden ser ajustadas a las posibilidades objetivas de la respectiva realidad. Pues esta realidad no es para la comprensión algo externo y extraño, sino que aquí vale la frase de Hegel: «... sólo la naturaleza del contenido puede ser la que se mueve en el conocer científico, en cuanto al mismo tiempo esta reflexión propia del contenido es la que pone y genera su propia determinación»89. A tal manera de hablar subyace como presupuesto la certidumbre de una identidad originaria del sujeto y del objeto de conocimiento que está dada en las premisas de la filosofía hegelia- na. Si la historia es el hecho «mediante el cual la meta final absoluta del mundo se realiza en ella, meta que tan sólo el espíritu que es en sí lleva a sí mismo a la conciencia y autoconciencia y Qbjektivitat und Normativitat. Die Theorie-Praxis-Debatte in der modernen deut- schen und amerikanischen Soziologie, Reinbek, 1974. 89. Hegel, Wissenschaft der Logik, Leipzig, 1923, I parte, p. 6; Morf (p. 77) aplica con razón esta cita de Hegel al método de Marx. Sobre la considerable afinidad del método de Marx con la Lógica de Hegel cfr. también A. Schimidt, Geschichte und Struktur.
  • 58. 50 con ello a la revelación de su ser que es en sí y para sí»90, entonces la crítica puede agotarse en la confrontación de la realidad con su pretensión (para garantizar el progreso histórico). Además, tal concepto de la historia garantiza, en principio, la adecuación no problemática de las categorías actuales para la investigación de relaciones pasadas, pues dichas categorías provienen de un presente que es la forma más verdadera y más desarrollada del pasado que hay que investigar. La identidad de espíritu subjetivo y objetivo, de conciencia humana y realidad histórica es en Hegel una identidad implícita (si bien sólo en sí) y dada desde el principio. Por el contrario, cabe preguntarse si el materialista histórico Marx que suprime la razón originaria, históricamente deviniente, la premisa de Hegel91, no se priva también con ello de la base para pensar la relación entre hombre e historia de manera hegelia- na, como una identidad implícita y solamente por realizar. Cierto es que a partir de la posición de Max es comprensible que la realidad histórica no necesita ser extraña comprensión humana ni ser una «corriente monstruosamente caótica» en el sentido de Marx Weber, porque siempre está configurada y conceptualmente intermediada por la razón humana. Pero no se puede comprender por qué la grada respectiva del proceso de metabolismo entre hombre y naturaleza92 tiene que llevar en sí implícitamente su propio proyecto de futuro, su propia crítica en el sentido de la posibilidad objetiva hegeliana y llevarlo de tal manera que se pueda formular íntegramente: «Lo valioso socialmente es lo histórica y posiblemente devenido»93. El material del proceso histórico de intermediación no es, según Marx, una naturaleza que como idea pudiera ser descrita en su alteridad94 y cuya verdad implícita fuera desde el principio la verdad. Así como en Marx la naturaleza no se diluye completamente en la historia, así tampoco exige ella su elaboración con sentido por parte del trabajo histórico; éste deja simplemente libre a aquélla, lo mismo que a su aplicación sin senti- 90. Cfr. Marx y Engels, Die deutsche ídeologie, MEW, t. 3, p. 13 ss. 91. Hegel, cit. nota 89. 92. Marx, Das Kapital. t. I, MEW, t. 23, p. 57, entre otras. 93. Ver nota 86 94. Hegel, Enzyklopádie, p. 197 (§244)
  • 59. do. Aunque toda situación histórica está intermediada conceptualmente, no se puede argumentar propiamente desde la posición de Marx que toda situación histórica lleva ya en sí suficientemente el sentido de su futuro. La meta de la historia sólo es el concepto del desarrollo alcanzado hasta ahora cuando este concepto, como razón que es en sí, siempre precedió al desarrollo. Pero precisamente la teoría de Marx95 ya no parte de esta premisa. La deduc- tibilidad de metas del actuar político — deductibilidad que para Marx es subjetivamente evidente — a partir del análisis adecuado del desarrollo alcanzado hasta ahora, se manifiesta, dentro del planteamiento marxiano, como algo que objetivamente es en extremo problemático. Algo semejante cabe decir de la deductibilidad de puntos de vista y categorías a partir de la cosa misma que se investiga. Como se mostró más arriba96, el análisis histórico y social marxiano se realiza desde un horizonte específico, históricamente condicionado y referido a la praxis. Con el ejemplo de sus indicaciones metodológicas: cuando Marx pretende partir de «lo real y concreto de los presupuestos reales» y toma a la «población» como punto de partida de su investigación para llegar hasta su articulación (las clases y a sus elementos fundamentales97), dispone ya entonces con 95. También Wellmer pone de relieve estos restos hegelianos de una ló-gica especulativa de la historia en el pensamiento de Marx, en el que, sin embargo, no tienen ya un justo lugar y una fundamentación cabal, y ve en ellos las base de la inclinación de Marx a suponer que las contradicciones sociales serían suspendidas y absorbidas con una cierta necesidad de un modo progresista- revolucionario (p. 56 ss., 64., 77, 93 s. 126 ss.) Esta suposición ha “resultado ser falsa en un sentido fatal” (p. 128). Cfr. también, M. Theu- nissen, Gesellscbaft und Geschichte. Zur Kritik der kritischen Theorie, Berlín, 1969, p. 30, 33-38. Demuestra que la “Teoría Crítica”, aunque abjura explícitamente de la premisa hegeliana (punto de partida de una objetividad absoluta, pero que deviene históricamente) procede en última instancia — por ejemplo, en Habermas — como si aún pudiera construir sobre aquel presupuesto de filosofía de la identidad. Precisamente ve Theunissen en ello ciertas tendencias de la “Teoría Crítica” hacia un dogmatismo intolerante y hacia una pretensión gnoseológico- política de absolutez. 96. Cfr. el apartado d) Totalidad histórica y “continuum heterogéneo de este trabajo, especialmente la parte final.