1. UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL
“FRANCISCO DE MIRANDA”
ÁREA CIENCIAS DE LA SALUD
PROGRAMA DE GERONTOLOGÍA
UNIDAD CURRICULAR:
HUMANIZACIÓN Y ÉTICA EN GERONTOLOGÍA
UNIDAD II: RELACIÓN ÉTICA ENTRE GERONTÓLOGO-ADULTO MAYOR
OBJETIVO GENERAL: Determinar la relación ética que debe existir entre el
gerontólogo, el adulto mayor y la familia.
LA ÉTICA EN GERONTOLOGÍA
Como plantea el filósofo Pedro Vaca, el principio fundamental de la ética
dice: “Haz el bien y evita el mal”, que puede explicarse como “Lo bueno
merece ser hecho; lo malo debe ser evitado”. Este principio aprehendido sin
intermediación de la experiencia ni del razonamiento, principio primero
aceptado por la conciencia del hombre, goza de la misma universalidad que los
primeros principios del conocimiento.
Bien y mal son ideas que todo el mundo, o casi todo el mundo poseen.
Estas ideas figuran entre las que forman los constituyentes más simples de
nuestras ideas más complejas y, consiguientemente, no son susceptibles de
ser analizadas o construidas a partir de otras ideas más simples. Y “hacer el
bien y evitar el mal” es un principio que no puede ser fundamentado en otros
más simples, pues es un primer principio, el primer principio de la ética.
2. Las divergencias surgen cuando llegamos al terreno de discernir sobre
que es lo bueno que merece ser hecho y qué es lo malo que debe evitarse. Sin
pretender defender un relativismo moral, debe aceptarse que no todas las
personas perciben como buenas o como malas las mismas acciones. Esta
percepción depende de muchos factores: educativos, culturales, sociales,
económicos, etc. Y, en último término, depende del concepto que se tenga de
hombre y de sociedad.
Pudiéramos decir entonces, que hay tres factores fundamentales que
influyen en la conformación de un juicio ético:
- el concepto de hombre (de persona, de ser humano)
- el concepto de sociedad
- y los conceptos de fines y medios
Una concepción materialista del hombre conducirá a justificar cualquier
manipulación de la vida humana. De igual manera, si la sociedad es concebida
como un ente al cual deben esta sometido los individuos como simples piezas
que mantienen vivo y funcional a tal ente, entonces todo sacrificio del individuo
(incluida la guerra y hasta la muerte) por el bien del ente social superior queda
justificado. Finalmente, si el bien justifica los medios, cualquier arbitrariedad
puede ser definida como buena en aras de un fin previamente identificado
como bueno.
Pero contrariamente, si aceptamos una concepción espiritualista del
hombre en contra de una visión materialista, debemos aceptar igualmente, que
3. la relación individuo-sociedad está regida por vínculos y criterios conducentes a
ordenar y mantener la sociedad, pero también a desarrollar a los individuos y
dar por aceptado que el fin no justifica los medios. Bajo estas premisas,
podemos hablar entonces de la ética de la gerontología y sus productos.
Al reflexionar sobre la ética de la gerontología, debido a las características
tan especiales de este quehacer científico y sobre todo, por el sujeto de estudio
de esta ciencia: el proceso de envejecimiento y la vejez, debemos enmarcarnos
en la ética social.
Tal como nos plantea Drane, J. (1991), “una ética social general analiza
las condiciones necesarias para crear una buena sociedad”. Una ética
gerontológica, que es más especializada, indaga sobre los ingredientes de un
sistema de prestación de una buena atención o por lo menos justa, de la
población anciana en una sociedad (Reyes, L 2004).
La ética social tiene que ver con un orden social y específicamente con lo
que es bueno y correcto en la organización de comunidades humanas;
específicamente, la ética gerontológica tiene que ver con lo que es bueno y
correcto para la población envejecida (Reyes, L 2004).
Pero si partimos de que, los principios éticos abstractos -como justicia,
libertad, igualdad y dignidad personal-, y las visiones teóricas de la
naturaleza y la realización de la existencia humana también desempeñan una
función en la ética social; que los arreglos sociales que afectan a la felicidad,
4. a la autoestima y a la realización humana, tienden que entenderse y ser
objeto de reflexión crítica. Que la ética social identifica primero los principios
éticos pertinentes a una cuestión social en particular y luego, trata de delinear
cómo un arreglo social particular que los socava o que los realza. Entonces,
cabe preguntarnos ¿Qué dice la justicia sobre la forma en que la sociedad
trata a las personas ancianas o viejas? ¿Son pertinentes las consideraciones
de igualdad frente a la problemática de la población anciana? ¿Es la dignidad
personal y la autoestima fomentada dentro de las políticas de atención al
anciano, sobre todo el anciano institucionalizado? Para poder responder a
estas preguntas nos vemos en la necesidad de plantearnos una ética diferente.
Para que se tomen decisiones conscientes por parte de las personas que
ejercen la autoridad social, éstas deben conocer la ética social-gerontológica
que trata de proporcionar pautas y recomendaciones para desarrollar políticas
para la tercera edad. Pero además, es necesario fomentar la responsabilidad
que tiene el colectivo social de intentar potencial el sentimiento de utilidad de
sus miembros ancianos, para que estos puedan continuar valorándose como
sujetos activos y dignos. Debe avanzarse más en la filosofía de trabajar no
tanto para la vejez, sino, con la vejez, substituyendo toda actitud negativa,
estereotipada y de marginalidad hacia este grupo etáreo.
La ética de la gerontología, debe de partir del quehacer gerontológico, a
través del profesional formado para tal fin: el Gerontólogo; profesional, cuya
actividad de contacto directo con uno de los más débiles eslabones entre los
grupos sociales actuales, debe poseer la sensibilidad humana y social para
5. poder afrontar con aplomo las cotidianas situaciones extremas a que está
sujeta la población anciana, particularmente la sujeta a mecanismos de
institucionalización; debe tener agudo sentido de la autocrítica y
autoevaluación para ser un crítico de sí mismo, de su conducta y actitudes
ante el grupo humano con el cual trabaja. Debe además, ser capaz de analizar
y criticar sin afectar la autoestima del grupo de trabajo en el cual participa;
ser capaz de controlar la agresividad propia del medio social, que muchas
veces tamiza las conductas individuales y sobre todo, no debe perder el
contexto ético y humano que implica el trabajo con ancianos, un universo
frágil donde se impone con mayor fuerza un delicado equilibrio entre la técnica
y la ética, entre el hacer y el ser. La profesión no debe olvidar al hombre, y
sobre todo al hombre anciano.
La ética de este profesional rebasa la deontología médica para insertarse
en una tónica de marcado acento social, ya que su universo es
cualitativamente distinto al que maneja el profesional de la medicina, ya que
incluye población anciana tanto sana como enferma, acentuando su trabajo en
áreas que no son estrictamente médicas,; como es el caso, de la prevención en
primer nivel, educación, prejubilación, recreación, inserción en organizaciones
comunitarias de intervención con el anciano, entre otras.
El abordaje que hace el gerontólogo de la problemática anciano no se da
a partir de la enfermedad, como equivocadamente se piensa, sino de aspectos
diversos e integrados de orden psicosocial; a través de elevados niveles de
sensibilidad humana y social, autocrítica y autoevaluativa, que le permitan
6. sobrponerse y manejar en forma adecuada la carga negativa con que las
actuales sociedades asocian la vejez, logrando así un comportamiento
profesional y ético de estricto apego a principios de honestidad respeto y
compromiso.
En el mismo orden de ideas el gerontólogo debe tener en cuenta cinco (5)
elementos éticos imprescindibles en el encuentro gerontológico (gerontólogo-
adulto mayor-familia-comunidad).
Veracidad: a la hora del encuentro se persiste en esta búsqueda y,
entonces los participantes deben pensar, obrar y decir la verdad al
otro, mostrarse sincero y honesto. Es necesario tener presente
que la verdad del encuentro pide respeto a la verdad del otro.
Intimidad: en el encuentro cada uno sale de sí para darse al otro.
El YO ha de conocer muy bien a su TU para abrirse, pero hasta
que no lo haga el encuentro será superficial e ineficaz, este
revaloriza las manifestaciones personales cuando la intimidad sale
y se derrotan las timideces y los retraimientos, las autosuficiencias
y los egoísmos.
Sin embargo, hay que tener claro que la intimidad no puede
forzarse, el afloramiento de esta tiene su tiempo y exige máximo
respeto, mucho tacto y suma confidencialidad.
7. Convivialidad: la tolerancia, el servicio y la solidaridad son tres
elementos claves para esta; convivir implica la conjunción de la
apertura y la acogida. Dicho de otra forma “implica que la mirada
adquiera transparencia, que la sonrisa se haga atenta y que los
gestos se suavicen.
Confidencialidad: concreta lealtad y es imprescindible cuando
aflora la intimidad. Este elemento quiere decir estricto compromiso
ético de guardar, defender y proteger lo recibido en el encuentro,
constituyéndose en la garantía del mantenimiento de la
convivencia.
Diálogo: permite manifestar ideas o afectos entre dos o más
personas, implica la voluntad de entenderse, y en el encuentro, es
activación mutua que permite encontrar óptimas soluciones a los
problemas intrincados. El diálogo debe caracterizarse por la
bondad, cortesía, altruismo, acogida, paciencia, buen humor,
empatía, control emocional, entre otros.
Por otro lado a decir de la autora Gabriela Orduna (2004), existen
cuatro hábitos requeridos para la acción del gerontólogo, a saber:
1) Dominio de sí y fuerza para intervenir: por las situaciones
que suelen repetirse en el ámbito de la intervención
gerontológica resulta útil y eficaz además de ser digno de
8. estima y admiración, que el profesional consiga “tener temple”
es decir, moderación al apasionarse.
2) Intervenir cuando sea necesario y con los medios
oportunos.
Este acierto en la acción corresponde a poseer un hábito
denominado prudencia. Facilita saber qué hacer –lo bueno- y
cómo hacer respecto al fin que se busca- los medios también
tienen que ser buenos- . La prudencia supone deliberación del
juicio y se oponen a este hábito: la improvisación, los juicios
temerarios y la incapacidad para tomar una decisión cuando es
preciso.
Forma parte de la prudencia de un profesional contar con
conocimientos de orden interdisciplinar, y realizar un trabajo
cooperativo.
3) Dar lo que es debido
Esto implica la virtud de la justicia, para cumplir con ella, el profesional
ha de contar con las cualidades y destrezas necesarias para
desempeñar su oficio, así como los conocimientos precisos. Cabe
señalar algunas exigencias del modo en que se efectúa la intervención
gerontológica:
3.1) El respeto: la atención a las personas mayores no debe pasar por
alto que son personas adultas con una personalidad hecha, y no es
conveniente tratarlos como si fueran niños. Un principio básico de la
9. acción gerontológica consiste en fomentar hasta el mayor grado posible
la autonomía de las personas.
3.2) El secreto profesional o confidencialidad
En este apartado es importante tener presente que muchas veces los
mayores se refugian en el profesional al sentir miedo y expresan
aspectos de su vida que van más allá de lo que se necesita saber para
ejercitar una determinada atención. No se debe hacer comentarios de
su vida familiar o privada, a menos que el bienestar del geronte esté en
riesgo.
3.3) La obligación de denuncia de los malos tratos
Un profesional puede observar los malos tratos físicos o psíquicos
que recibe una persona mayor por parte de familiares, cuidadores etc.
Se produce la disyuntiva ética propia de todo trabajo de índole social.
Hay que dilucidar qué derechos están en juegos, además de ver las
consecuencias que pueden conllevar una denuncia.
Se debe tener en cuenta: poner a salvo a la persona, proporcionar
beneficios, brindarle protección y accionar los mecanismos necesarios
para su resguardo.
3.4) La obligación de calidad en la acción o intervención
La ausencia de la calidad debida se aprecia en los casos de
negligencia. Las omisiones son otra modalidad de los malos tratos.
La negligencia se produce cuando no se han calculado
adecuadamente las consecuencias que se pueden derivar de un modo
de intervención.
10. 3) Destrezas sociales
La habilidad para iniciar, mantener y agilizar el diálogo y la
comunicación, es determinante, por tanto todas las cualidades que
facilitan la fluidez y la comunicación en las relaciones sociales van a
resultar de gran utilidad para el desempeño de este trabajo. En este
sentido el lenguaje utilizado ha de perseguir un modelo cuyo eje principal
es llegar a la persona respetarla, en fin, promover lo mejor de ella. Aquí
destacan dos destrezas importantes tales como la empatía y la
comprensión.
Finalmente se puede afirmar que todos estos elementos descritos
antes contribuyen a perfilar la ËTICA en Gerontología.