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FRONTERA - HEGIAN
CUADERNOS DE FORMACiÓN PERMANENTE
PARA RELIGIOSOS
Instituto Teológico de Vida Relígíosa
Vitoria-Gasteiz
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Fax.: 945/246258
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© Editorial Frontera
Instituto Teológico de Vida Religiosa
Apdo. 427 Vitoria-Gasteiz
© Nurya Martínez-Gayol
EDITORIAL FRONTERA
Beato Tomás de Zumárraga, 67 Apdo. 427
01080 VITORIA-GASTEIZ
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D.L.:SS-I013/92
ISSN - 1138-2325
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Consulte los temas y contenidos de la colección FRONTERA-HEGIAN
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Nurya Martínez-Gayol, aci
Esperar por otros...
El desafío de esperar
por los desesperanzados
Instituto Teológico de Vida Religiosa
Erlijioso Bizitzaren Teologi Institutua
Apdo. 427 - Gasteiz/Vitoria 2013
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Índice
Introducción...... 7
1. Desesperación y desesperanza , ,.................... 9
Il, La VR ante la crisis de Esperanza. ¿Tenemos razones para la
desesperanza? , ,.......................................... 19
1. La inestabilidad de un tiempo bisagra ,....... 19
2. Amenazados por la desesperanza... 20
3. Experiencia de "pérdida" , ,.......................... 24
4. Entre la nostalgia y el falso idealismo........................................................ 26
5. Convocados para ser signos de esperanza.................................................. 27
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IV. La cuestión definitiva. ¿Para' quién esperamos?.............................. 47
l. Esperar "en otros". La dimensión intersubjetiva de la esperanza............... 47
1.1. Entre el temor de perder y la alegría de soltar.................................... 47
1.2. La esperanza como don y confianza en el otro................................... 49
l.3. Esperar del otro.................................................................................... 50
2-
-4-
2. Esperar con otros '" 51
2.1. El "nosotros" como sujeto de la esperanza......................................... 51
2.2. La esperanza en comunidad...... 52
2.3. Esperanza y encuentro.... 53
2.4. Tarea de cada generación..................................................................... 54
2.5. Esperar con el otro que sufre :....................................... 54
3. Esperar "para otros" y "para el mundo"..................................................... 56
3.1. ¿Es posible esperar para otro?............................................................. 56
3.2. Esperanza solo para la humanidad y no para el hombre..................... 58
3.3. La cuestión de la muerte en el centro del debate................................ 59
3.4. La condición amorosa y la necesidad de esperar para el otro amado... 60
3.5. Esperar para los desesperados............................................................. 63
3.6. Esperar para la creacióll....................................................................... 65
4. Esperar "por otros"...................................................................................... 71
4.1. Esperar por otro en representación-sustitución.i..... 74
Reactivar nuestra esperanza.. 79
Bibliografía , 81
RETIRO DE CUARESMA- Historia de una relación accidentada:
"Tú por la luz, el hombre por la muerte"
- M" Ángeles Gómez-Limón......................................................................... 85
Esperar por otros ...
El desafio de esperar por los desesperanzados
Nurya Martínez-Gayol, aci
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- Introducción -
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El título de estas páginas, que tratan
de abordar la cuestión de la esperanza
en la VR, quisiera ser el corazón, el fun-
damento y la meta de todo lo escrito,,
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"Esperar por otros ... " nos habla
de un deseo, pero también de una reali-
dad. Nos refiere a una meta, pero no
menos a muchas realizaciones. Es cier-
to que la VR hoy, en nuestro país, está
azotada por muchos vendavales de de-
sesperanza, pero también lo es que la
esperanza sigue viva. Vestida de pa-
ciencia, deliberadamente decidida a
permanecer, resiste en sus filas y ver-
dea en la fragilidad y la belleza de un
pequeño brote, haciéndose presencia
pequeña y vulnerable, pero persistente-
mente sostenida, allí donde hay un cla-
mor, un lamento, una necesidad, una
desgracia, una puerta que se cierra, una
ilusión que se trunca, una vida que se
escapa. Sin grandes Iuminarias, sin
títulos provocativos, sin ruidos, sin
espacio en los medios de comunica-
ción, sin reconocimiento en las tertu-
lias ... la pequeña luz de la esperanza
sigue ardiendo, y provocando fuegos
allí donde "alguien" ha dejado su tiem-
po, ha anulado la cita con sus deseos,
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"Si ayudo a una sola persona
a tener esperanza.
110 habré vivido en vano"
(MARTlN LUTT-IER KING)
se ha despedido de su legítima aspira-
ción, ha pospuesto su trabajo, ha igno-
rado su cansancio y olvidado sus dolo-
res, sus años y sus miedos ... para salir
al encuentro "del otro ", para -en
medio de la oscuridad, el sin sentido y
la ausencia de futuro- hacer presente al
Dios de la esperanza.
Charles Péguy, el gran poeta de la
esperanza, compara a la fe con una es-
posa fiel o con un soldado, a la caridad
con una madre ardiente y con un hospi-
tal, pero llama a la esperanza, "la her-
mana pequeña ", "la pequeña esperan-
za" que duerme cada noche, y que cada
mañana hay que despertarla. Y este es
el reto que recoge este trabajo. Dar al-
gunas pistas que nos ayuden a desper-
tar y reactivar nuestra esperanza.
En el primer capítulo, Desespera-
ción y desesperanza, el tema es situado
en un marco más amplio: la herencia que
nos ha legado la Europa del s. XX, tra-
tando de forma muy diversa de hacer pie
en el nihilismo, la angustia, la revolución
o la esperanza; intentando levantarse a
fuerza de "voluntad de poder", con "la
muerte de Dios" y hasta con "la muerte
~
del hombre". Para desde ahí experimen-
tar el reto de "dar razón de nuestra espe-
ranza" (lPe 3,15) en un medio fuerte-
mente golpeado por la desesperación, y
a un individuo históricamente situado en
realidades de no salvación.
Focalizando un poco más, en el
capítulo II nos concentramos en la VR.
Más concretamente, en la VR ante la
crisis de desesperanza y sus amenazas
que rondan nuestras existencias y las
de nuestras instituciones tanto desde
fuera, como desde dentro. Al detener
nuestra mirada, con una perspectiva
critica, sobre las fragilidades y las limi-
taciones de nuestra situación actual, no
pretendemos regodeamos en la debili-
dad, sino descubrir debajo de qué ceni-
zas es preciso soplar para que se aviven
las brasas de la esperanza. Analizando
nuestra realidad presente nos pregunta-
mos si hay realmente razones para la
desesperanza. Esta será la cuestión cen-
tral del capítulo III, en el que seremos
invitados a cambiar nuestras perspecti-
vas y nuestros interrogantes acerca de
la esperanza. Desde la fe -como nos
recordaba la Encíclica Lumen Fidei-
"el «yo>!del creyente se ensancha para
ser habitado por Otro" (LF 2i), por
otros. Lo que yo espero, lo que espera-
mos, pasa entonces a un segundo lugar,
y lo que importa es qué e~pera Dios de
nosotros y qué esperan los otros.
Emerge así "el deber de no desesperar"
-8 -
como una exigencia improrrogable que
nos alcanza desde las víctimas, desde
los desesperados de la historia.
Una vez que "los otros" adquieren
el lugar que les corresponde en nuestra
vida y misión -el centro--, estaremos en
condiciones de afrontar la cuestión de-
finitiva: ¿Para quién esperamos? (ca-
pítulo IV). Permitiendo que nuestra es-
peranza se despierte, se avive, se forta-
lezca al encontramos ocupados y preo-
cupados, no tanto de nuestras expectati-
vas, sino en esperar para otros, esperar
por otros, y esperar juntos, con otros.
Atrevemos a arriesgar nuestras espe-
ranzas, a renunciar a ellas para sostener
y alentar las vidas heridas de aquellos
hombres y mujeres a los que les ha sido
sustraído el futuro, iluminará sin duda
nuestra espera con la estrella de la
esperanza. Y es que "tiene que haber
mucha esperanza en aquellos y aque-
llas que hacen del sufrimiento del otro
su razón de ser y estar; en aquellos que
cada mañana se disponen a abrir los
labios y cantar la alabanza más allá de
los acontecimientos; en tantos consa-
grados que, en silencio, van haciendo
posible lo imposible... solo porque
creen. Hay mucha esperanza en los que
todos los días empiezan de nuevo, lo
intentan una vez más, se alegran con la
alegría del otro desplazando el propio
sentimiento" l. A descubrir este tesoro,
quisieran ayudar estas páginas.
1 GONZALO DíAZ, L. A. "¿Dónde está tu Dios?", en VR, 17/04/2010. http://www.vidareligiosa.es/
- Capítulo 1 -
Desesperación y desesperanza
"Todo se ha arruinado, todo se ha degradado ...
Podría decirse que todos están arruinados y degradados.
Porque no es este un tipo de cataclismo que viene con la llamada
"ayuda humana inocente", al contrario, es por el propio juicio del hom-
bre, sujuicio sobre su propio ser... en el cual, por supuesto, Diostiene una
mano, o me atrevo a decir, participa. Pero con independencia de su par-
ticipación, el hombre es la criatura más horrible que puedas imaginar...
Porque, ves, el mundo ha sido envilecido, así que no importa lo
que yo diga porque todo ha sido degradado, desde lo que han adqui-
rido y, a partir de ello, todo, en una pelea engañosa y deshonesta. Han
envilecido todo. Y todo lo que tocan, y tocan todo, lo degradan.
Era este el camino hasta la victoria completa, hasta el triunfo final:
comprar, degradar... degradar, comprar. O te 10 puedo decir con otras
palabras: tocar, degradar y, de ese modo, comprar... o tocar, comprar, Y
de ese modo, degradar.
Ha sido así por siglos. Sin parar. Esto y solo esto, a veces con disi-
mulo, a veces con crudeza ... a veces amablemente ... a veces violenta-
mente ..., pero sigue y sigue (...). Así que, por ahora, estos victoriosos
ganadores, que viven con las leyes del lobo, gobiernan la tierra ... y no
hay ni el más mínimo rincón donde uno pueda esconder algo de ellos...
porque todo pueden ponerlo en sus propias manos, incluso las cosas
que pensamos que no pueden conseguir -pero consiguen- son también
suyas. Porque el cielo ya es suyo y todos nuestros sueños les pertene-
cen. Suyo es el momento, la naturaleza, el silencio eterno. incluso la
inmortalidad es suya ¿entiendes? iTodo está perdido para siempre!
y aquellos bastante nobles, grandes y prominentes solo aguardan
en su lugar -si se me permite expresarme así-o Se detuvieron en ese
e
- 10 -
punto, y tuvieron que comprender, tuvieron que aceptar ... que 110 hay
Dios ni dioses ... Y el destacado, el brillante y el noble ... quedaron obli-
gados a entender y a aceptar este hecho desde el principio.
Pero, por supuesto, no fueron realmente capaces de comprenderlo.
Solo aguantaron en su lugar, confundidos, pero no resignados, hasta
que algo -que se activa en el cerebro- por fin, los iluminó. Y de re-
pente se dieron cuenta de que no hay Dios ni dioses. De repente vieron
que no es bueno ni malo. Luego vieron y comprendieron ... que si esto
era aSÍ, entonces, ¡ellos mismos no existían tampoco!"
(Fragmento de la película El caballo de 7ilrín2)
La victoria del mal sobre el bien es
fruto de la propia acción del ser hu-
mano y, en cierto sentido, de los dio-
ses... que en realidad no existen. En-
tonces tampoco existe el bien y el mal.
Por tanto no hay ética. No existe lo
noble, lo bueno. Solo la destrucción, el
sinsentido y la nada que engulle todo lo
noble y bueno, que aniquila los sueños,
las utopías y toda vana pretensión de
trascendencia. Ni dioses... ni hom-
bres... ni esperanza. i Todo está perdido
para siempre!
"Ni dioses. ni hombres ", Así titu-
laba su conferencia el profesor Peio
Sánchez, en el marco de las X Jornadas
de Teología de Comillas dedicadas a la
cuestión de los nuevos ateísrnos, tra-
tando de ilustrar la situación desde el
cine europeo contemporáneo. Con esta
expresión traía a nuestra memoria otro
filme, De dioses y hombres, que sin
duda la mayor parte de los lectores
habrán visto, y en el que se nos brin-
daba un verdadero canto a la esperanza
para la Vida religiosa.
El texto con el que he comenzado
está extraído de uno de los celuloides
comentados en dicho foro: "El caballo
de Turin", Nos muestra una actitud
nihilista que, deudora del pensamiento
de Nietzsche, pervive en una sociedad
que ha arrojado lejos de sí a Dios; y
también cómo, cuando desaparecen los
dioses, terminan desapareciendo los
hombres y todo concluye siendo absor-
bido por la nada. El director de esta
película (Béla Tarr, 2011) pone este
fragmento en la boca de un personaje
que toma el rol de "profeta de la cala-
midad y de la desesperanza", y que se
asoma a la vida de los protagonistas
como testigo y vaticinador de una
situación sin salida de perdición y
2 La película está accesible en: http://wWIV.YOutuhe.com!watch·~v;3eqUH890GVU. La escena co-
rrespondiente al texto comienza en el minuto 59, dura 6 minutos. Vería puede ayudar a situarse.
-11
degradación, que ha aniquilado toda
esperanza y ante la que ya no cabe más
que aguardar en medio de la desespe-
ración la destrucción de todo.
Corínto, que dudaban de la posibilidad
de la resurrección de los muertos: "Si
los muertos 110 resucitan -dirá el após-
tol-, comamos y bebamos, que mañana
moriremos" (1Cor 15,32). Si. no hay
futuro para los muertos, queda total-
mente descal ificada la esperanza cris-
tiana y somos dignos de lástima ¿para
qué tomar la CLUZ?¿Para qué nada, si
sabemos que Cristo no colmará esta
vida'? En este sentido, tiene razón Hork-
heimer: la escatología es la esperanza
de que la injusticia no tenga la última
palabra de la historia, "una aspiración
de que al fin la mano del asesino no pre-
valecerá sobre. la víctima inocente'",
Sin la victoria de la resurrección todos
los intentos por la justicia quedan ex-
puestos al cinismo de los poderosos, de
los más fuertes. Sin un postulado esca-
tológico de 1Ul más allá, habría que re-
nunciar a la justicia, por más que los
ateismos del s. XIX y XX intentaran
mostrarse como "una protesta contra las
injusticias del mundo y de la historia
Ya apuntaba en esta dirección san universal'": Así lo plantea Benedicto
Pablo al dirigirse a los cristianos de XVI en la encíclica Spe Salvi:
"Un mundo en el que hay tanta injusticia, tanto sufrimiento de los
inocentes y tanto cinismo del poder, no puede ser obra de un Dios
bueno. El Dios que tuviera la responsabilidad de un mundo así no sería
un Dios justo y menos aún un Dios bueno. Hay que contestar este Dios
precisamente en nombre de la moral. Y puesto que no hay un Dios que
crea justicia, parece que ahora es el hombre mismo quien está llamado
a establecer la justicia. Ahora bien, si ante el sufrimiento de este mun-
·"1
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Desde que Dios fue desterrado del
mundo intelectual, hecho que arranca
básicamente con la Modernidad, como
constató Nietzsche, el problema de la
muerte se ha ido relegando a un se-
gundo plano. La divinidad se llevó
consigo cualquier esperanza de exis-
tencia que trascendiera un cosmos en el
que se toma muda "la música callada".
No hay dioses ni respuestas para la
cuestión de la muerte. Comienza
entonces a darse por supuesta la ani-
quilación personal, es decir, que al-
guien desaparezca para convertirse en
nadie en un mundo abocado a no ser
nada. Comienza también a aflorar
como no definitiva la vida del otro y
sus valores. El bien no encuentra sus-
tento ni apoyo.
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3 Cf. MARCUSE, I-I. - POPPER, K. - HORKHEIMER. M.: A /a búsqueda del sentido. Ediciones
Síguemc, Salamanca J 97G.
4 BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 11°42 (en adelante SpS).
1
- 12 -
do es comprensible la protesta contra Dios. la pretensión de que la
humanidad pueda y deba hacer lo que ningún Dios hace ni es capaz de
hacer, es presuntuosa e intrínsecamente falsa. Si de esta premisa se han
derivado las más grandes crueldades y violaciones de la justicia, no es
fruto de la casualidad, sino que se funda en la falsedad intrínseca de
esta pretensión. Un mundo que tiene que crear sujusticia por sí mismo
es Ul1 mundo sin esperanza. Nadie ni nada responde del sufrimiento de
los siglos. Nadie ni nada garantiza que el cinismo del poder -bajo cual-
quier seductor revestimiento ideológico que se presente- no siga man-
goneando en el mundo".
En sintonía con los grandes pensa-
dores de la escuela de Francfort, como
Theodor W. Adomo, que ha afirmado
que la justicia, una verdadera justicia,
requeriría un mundo "en el cual no solo
fuera suprimido el sufrimiento pre-
sente, sino también revocado lo que es
irrevocablemente pasado">, o con Hork-
heimer para quien resultaría "inútil
pretender salvar un sentido incondi-
cional sin Dios", de lo que se sigue que
"la muerte de Dios es también la
muerte de la verdad eterna'", el pontí-
fice da un paso más subrayando que en
definitiva "no puede haber justicia sin
resurrección de los muertos?".
Sin embargo esta aniquilación "se
espera", en ocasiones, incluso con un
cierto optimismo. Un texto de Savater
nos ofrece un ejemplo claro de esta
postura:
"Cuando logra sobreponerse a la desesperación, el ser humano
constata que no menos cierto que va a morir es que ahora está vivo. Si
la muerte consiste en no ser ni estar de ningún modo en ninguna parte,
todos hemos derrotado ya a la muerte una vez, la decisiva. ¿Cómo?
Naciendo. No habrá muerte eterna para nosotros, puesto que estamos ya
vivos, aún vivos. Y la certeza gloriosa de nuestra vida no podrá ser bo-
nada ni obnubilada por la certeza de la muerte. De modo que tenemos
derecho a preguntar, como en el libro sagrado: «Muerte, ¿dónde está tu
victoria?» ( ... ) Podrá la muerte un día impedir que sigamos viviendo,
nunca que ahora estemos vivos ni que hayamos ya vivido. Puede con-
vertir en ceniza nuestro cuerpo, nuestros amores y nuestras obras, pero
5 ADORNO, Th.. Negative Dialekük (1966), Tercera parte, lll, 11: Gesammelte Schrifien, vol. VI,
Frankfurt/Main 1973, p.395.
6 HORKHEIMER, M.: Anhelo de justicia. Trotta, Madrid 2000, p.85.
7 SpS, 42.
~
.. 13 -
no la presencia real de nuestra vida. ¿Por qué debería la muerte futura
restar importancia a la vida, cuando la vida presente se ha impuesto ya
a la oscura muerte eterna? ¿Por qué debería contar más para nosotros la
muerte en que no somos que la vida que somos? Cada cual puede re-
petir, con el poeta Lautréarnont: «No conozco otra gracia que la de
haber nacido. Un espíritu imparcial la encuentra completa»"8
Se espera la aniquilación y al
"misino tiempo se amordaza tratando de
no agitar una existencia que, tras la eli-
minación de Dios, "parece" sosegada y
dice vivir en la verdad y no en el en-
gaño de la proyección, la ensoñación o
el miedo". Se prefiere la certeza de la
aniquilación que, por otra parte, no
solamente no parece molestar excesi-
vamente nuestro presente, sino lo
ensalza y recibe como gracia, como si
para ello fuera menester asegurarse de
que no hay futuro. Se afirma la nada
como fin glorificando la vida, y se la
prefiere a la incertidumbre de un más
allá que se inmiscuye incómoda y com-
prometedoramente en nuestros días y
despierta sospechas incontrolables
sobre realidades como la muerte, a las
que se pretende neutralizar sumiéndo-
las en la irrelevancia epicúreal''.
Así desaparecen los sueños y las
ilusiones tachados de insignificantes,
frívolos o tramposos con la realidad y,
así también, el proyecto que nos cons-
tituye termina deshaciéndose en la
inanición, pues no hay ni anhelos ni
esperanzas que sean capaces de ali-
mentarlo para siempre!'. El modo de
tratar de superar la desesperación es no
esperar nada. Pero lo que en realidad
acaece es que la propia vida pierde
contenido, se queda sin consistencia.
En el fondo estamos ante una cues-
tión básicamente antropológica. Lo
que se discute, en verdad, es el carácter
personal del sujeto humano, y si es o
no propio de este la condición futuriza,
expectante, esperanzada. Si como de-
cía 810ch, el hombre es en tanto que
aspira y proyecta, o está simplemente
constituido para quedarse encerrado en
su presente. Y entonces ¿qué haríamos
con las ilusiones, con los proyectos,
anhelos y deseos que acompañan nues-
tra existencia? ¿Solo tenemos el hoy y
la memoria que se apaga con nosotros?
"El que pierde la esperanza en la
otra vida compromete sin duda la feli-
8 SAVATER, F.: Las preguntas de la vida. Ariel, Barcelona 1999, p.277.
9 Cf MARÍAS, 1.: Razon de lafilosofia. Alianza Editorial, Madrid, p.17.
10 "La muerte. temida como el más horrible de los males. 110 es, en realidad, nada, pues mientras IIOSO-
tros somos. la muerte 170 es, y cuando es/a llega, nosotros /10 somos" (EPlCURO, Carta a Meneceo, 125).
II MARÍAS, J.: Breve tratado de la ilusión. Alianza Editorial, Madrid 1984, pp.55-56.
D
cidad en esta; pero el que pierde además
la necesidad de aquella, su anhelo, aun-
que fuese desesperado, destruye su pro-
pia condición personal, expectante, en
este mundovl-. Si surge la angustia en
el hombre ante la posibilidad de que la
muerte sea el final no es por una hiper-
metropía existencial que le impide
constatar el valor del presente inme-
diato, sino porque en su fondo íntimo
tiene hambre de perdurar,
siente que su condición
personal le llama a conti-
nuar y se encuentra ante
un muro infranqueable
que se lo puede impedirt-.
14 -
amamos, que pertenecen a nuestra vi-
da, que son parte de lo que somos?
Somos futurizos, vivimos en vista
del porvenir, siempre en camino, siem-
pre desplegándonos hacia adelante,
anticipando nuestros sueños y proyec-
tándonos más allá de nuestro presente
para realizarlos, Pero nunca solos, por-
que también somos seres amantes. Pre-
cisamos amar y ser ama-
dos para ser lo que so-
mos, y deseamos por ello
compartir esperanza y
futuro. Pero si el por-
venir queda cegado, obtu-
rado, anulado, tanto para
nosotros como para aque-
llos que amamos, deja-
mos de ser, perdemos consistencia, no
somos nada. Porque ser alguien entra
en conflicto con acabar en nada 14.
Vivir es necesitar vivir
para siempre y, todavía
más, necesitar que
vivan siempre aquellos
a quienes amamos y
cuya aniquilación nos
resulta insoportableEl texto de Savater ol-
vida que vivir es necesitar
vivir para siempre y, todavía más, ne-
cesitar que vivan siempre aquellos a
quienes amamos y cuya aniquilación
nos resulta insoportable. Porque,
¿realmente podemos sobreponemos a
la desesperación y encontrar nuestra
vida completa al pensar que nuestro
cuerpo, amores y obras nacieron para
acabar entregados a la nada? Aun en el
caso de que no nos importara a nivel
personal fundimos en la nada ¿es po-
sible mantener esa imperturbabilidad
ante la desaparición de aquellos que
Como en el texto de El caballo de
Turin: si no hay dioses, no hay hom-
bres, no hay nada; y al contrario, sin lo
humano, ¿por qué y para qué Dios?15
** ** **
Tal vez no sea este un comienzo
muy ortodoxo para hablar de la espe-
12 MARíAS, J.: Sobre el cristianismo, p.24.
!3 Cf. HlDALGO NAVARRO, R.: Julián Mariasy la muerte. Lulu.com, 2009, p.191.
14 Ibid. p.188.
15 Cf. MEENEN. B. VAN: "San s I'humain, pourquoi Dieu?" en GESCHE. A. - SCOLAS, P. (dir): El
si Dieu 1/ 'existait pas? Cerf, Paris - Louvain 2002, pp.lll-122.
ranza ... ¡O tal vez sí! Contemplando el
reverso ... la nada ... el vacío ... la an-
gustia seca de la carencia de toda luz,
de todo deseo, de todo anhelo y de todo
futuro ... es posible que el ser humano
sienta la irresistible necesidad de des-
pertar de una pesadilla que parece que-
rer negar lo más profundo y auténtico
de su persona: su capacidad de esperar,
de aguardar algo, de proyectarse hacia
adelante, de poder anhelar más allá de
lo inmediato, de lo que se encuentra
objetivamente al alcance de la mano.
"Lo estrictamente personal (...)
-afírmaba con acierto Julián Marias-
requiere un «para siempre», al menos
como deseo y esperanza, para que no
sea todo, a última hora, un engaí'io"16.
Aparece aquí de nuevo el elemento per-
sonal como abocado a la perdurabili-
dad, como incomprensible sin su capa-
cidad proyectiva y duradera. De ahí que
exista una relación directa entre el
hecho de contar con una esperanza defi-
nitiva o no, y la cuestión de si somos
realmente personas o simples acciden-
tes ("pasiones inútiles", dirá Sartre),
Por otra parte, es posible que con-
frontamos ante una situación demoledo-
ra de toda posibilidad o intento de resca-
tar la bondad, la vida, y 10 eterno -como
la presentada en El caballo de Turln-,
resulte un revulsivo que sacuda nuestras
vidas recordándonos que es un deber pa-
16MARÍAS, J.: Mapa del mundo personal, p.94.
15 -
ra nosotros "no desesperar", pero que
además hemos sido llamados a ser testi-
gos y profetas de la esperanza, e impeli-
dos a dar razón de ella en todo momento.
Obviamente, la situación planteada
en la película no es el diagnóstico de
toda nuestra sociedad, ni tan siquiera de
todo ateísmo -el texto de Savater lo
confirma-o De hecho, la crisis que nos
atenaza hoy con más fuerza ya no es la
de los diversos fonnatos de ateísmo, ni
tan siquiera la "increencia", o el tan re-
petidamente mentado secularismo de
nuestras sociedades occidentales, sino
más bien la crisis de esperanza. Es esta
la que emana también de otras crisis que
vive hoy nuestro mundo como desazón
y peso de muerte en nuestros días: la
crisis económica, la crisis política, la
crisis social. Este cambio de diagnóstico
nos da la posibilidad de situamos más
cerca de la experiencia que hacen y
padecen muchos de nuestros contempo-
ráneos. Desde Latinoamérica y África,
desde muchas de nuestras ciudades
españolas y europeas, desde Siria,
Egipto, India ... y tantas otras situacio-
nes de dificil salida, llegan voces tra-
tando de recomponer la maltrecha espe-
ranza. Esta ausencia y este vacío de
perspectivas de futuro se lee con nitidez
en los ojos de quienes han caído en la
cuneta de la historia y de la economía,
pero también, desgraciadamente, en
quienes han caído en la cuneta de la
5
irregularidad canomca dentro de la
Iglesia y mendigan un lugar en nuestras
celebraciones y las migajas que caen de
la mesa de nuestras eucaristías. Al lado
de un mundo en expansión, el mundo de
las soluciones técnicas, de los vertigino-
sos avances cíbernéticos, de la multipli-
cidad de fórmulas de conexión y comu-
nicación ... , contemplamos un inmenso
sector de ese mundo en abandono, en
situaciones de inhumani-
dad, estancado en sus po-
sibilidades de desarrollo,
ahogado en la miseria, ro-
zando la misma muerte [7.
- 16 -
creyentes y no creyentes, nos permiten
contentamos con esperanzas particu-
lares, para nosotros o para los nuestros.
Una esperanza que no pueda ser "para
todos" no es esperanza, una esperanza
que no abarque la totalidad del ser hu-
malla, en todas sus dimensiones, no
será una esperanza cristiana. Y de lo
que carece nuestro mundo es de un di-
seño de futuro para todos18.
Una esperanza que
no pueda ser "para
todos" no es esperanza,
una esperanza que no
abarque la totalidad
del ser humano, en
todas sus dimensiones,
no será una
esperanza cristiana
Esta crisis tiene dos
niveles, uno subjetivo
-rnás personal- y otro con
una implicación más co-
munitaria y social: la cri-
sis de contenidos de la esperanza. Se
manifiesta cuando, a partir de las cir-
cunstancias actuales y los datos cono-
cidos, nos preguntamos "qué es lo que
podemos esperar". Entonces nos cues-
ta encontrar una respuesta, imaginar
transformaciones profundas de la rea-
lidad humana y social, diseños utópi-
cos movilizadores de la acción huma-
na. Ni la conciencia cristiana, ni la de
la dignidad humana que comparten hoy
La pregunta que
atenaza al cristiano hoy
es la de cómo es posible
seguir aguardando, con
responsabilidad moral e
intelectual, en las pro-
mesas salvíficas de Dios,
cuando la experiencia de
nuestro mundo parece
contradecir, una y otra
vez, las posibilidades de salvación de
lo humano. Ya la primera carta de
Pedro, nos pone en antecedentes de
esta situación, cuando nos invita a
"estar siempre dispuestos a dar res-
puesta a todo el que nos pida razón de
nuestra esperanza" (lPe 3,15). El con-
texto deja claro que se está refiriendo
a la incomprensión y rechazo que
levanta, la vivencia de una esperanza
"no común" al resto de los humanos!",
[7 Cf. VIDAL TALENS, J.: "Creer en tiempos de desesperanza. «In spe, fortitudo vestra» (Is 30, [5)"
en Scripta Theologica 33 (200113), p.844.
J8lbid.
[9 "Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no
os amedrentéis POT temor de ellos ... y estad siempre preparados para presentar defensa COIl manse-
dumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros".
"
.Por eso, si en tiempos de desesperanza
uno sigue creyendo y realimentando
la esperanza y el amor es cuestionado
sobre el sentido de su praxis creyente,
o él mismo es el que cuestiona los
valores de los demás con dicha praxis.
r
"fr Es decir estamos retados a hablar
de esperanza a un individuo histórica-
¡>.
- 17 -
mente situado en realidades de no sal-
vación, realidades que en muchos
momentos nos tocan también a no-
sotros. Es desde ahí, desde donde se
I).OS plantea el problema del sentido en
medio del sinsentido, de la salvación
en medio de la no salvación: la cues-
tión de la esperanza.
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Para la reflexión personal y comunitaria
l. Después de la lectura del monólogo del caballo de Turln ¿qué he senti-
do?, ¿qué sensaciones, preocupaciones o retos me han surgido tras esa
contemplación demoledora delfinisterre de la vida y de la civilización?
2. ¿Qué me provoca el texto de Savater? ¿Hay personas en mi entorno que
se sitúan en esta línea? ¿Qué respuestas tengo para mí y para dar a otros
que me pidan que les dé razón de mi esperanza?
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- Capítulo 2 -
La VR ante la crisis de Esperanza
¿Tenemos razones para la desesperanza?"1,
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1. La inestabilidad de un tiempo
bisagra
Este desaflo incide de una forma
particular en la VR, La cuestión nos
compete muy propiamente y al mismo
tiempo nos afecta con intensidad tanto
a nivel individual, como comunitario e
instituciona 1.
La situación de desilusión y deses-
peranza que tiñe nuestro contexto
social, sin duda nos golpea y nos toca.
Par otro lado, somos parte constitutiva
de la Iglesia, y nos sentimos concemi-
dos por la crisis eclesial; pero además,
enfrentamos todas estas crisis en un
momento de fuertes dificultades inter-
nas, Quizás estas no son percibidas del
mismo modo por todos, Pesan más
sobre quienes han de tomar decisiones
o portan una carga de trabajo bajo la
que comienzan a sentirse aplastados,
Pesan menos en quienes están comen-
zando la aventura de la vida religiosa,
y han hecho una opción de vida por lo
que hay, sin mirar a lo que había antes,
que les resulta ajeno.
20 GARMJLLA, 1.: Vivir en invierno. PPC, Madrid 2009, p.42.
No es momento de hacer un elenco
de dificultades, pero a nadie se le ocul-
ta el dato estadístico, que habla por un
lado de pérdidas de efectivos y por otro
de un importante envejecimiento en
nuestras comunidades, Muchas obras
abiertas y pocos religiosos y religiosas;
comunidades que en otro tiempo esta-
ban urgidas por la vorágine de la
acción, hoy tienen que ocupar sus
esfuerzos en la sana supervivencia de
paliar las dificultades propias de la
edad; obras apostólicas en contextos de
misión compartida, a veces más por la
necesidad que por la convicción; casas
de formación reagrupadas con un
curioso giro expansivo: de lo provin-
cial a lo interprovincial; de lo interpro-
vincial a lo europeo continental y de lo
europeo a lo mundia1...20 Grandes titu-
lares que, sin embargo, responden a
números mínimos que tampoco podrán
garantizar en un futuro próximo la sub-
sistencia de las obras que hoy tenemos,
Esta es la observación del dato objeti-
vo externo, Pero si nos adentrarnos un
poco más, si vamos al corazón de la
VR descubrimos que este proceso de
{
adecuación al momento presente nos
hace luchar contra una fácil tendencia
hacia la falta de esperanza, que en el
mejor de los casos va dejando en el
camino mucho superviviente (van vi-
viendo), algunos desazonados (amar-
gados, malhumorados o resignados) y
un resto de testigos (de los que viven
gozando). Posiblemente esta sea la
herida profunda que va generando la
desesperanza y que habremos de cuidar
y curar si este tiempo ha de ser, como
lo es también para nuestra sociedad, un
tiempo bisagra para la VR. Una etapa
en la que ya no está lo anterior, pero
aún no sabemos qué ha de ser lo nuevo;
porque la situación ha cambiado, pero
no nos hemos desecho todavía de
muchas formas y figuras que pertene-
cían a aquella etapa y que resultan ana-
crónicas en esta.
Todo apunta hacia una vida reli-
giosa diferente, sensiblemente distinta
de aquella en la cual se ha formado y
crecido la mayoría. Pero la tendencia
habitual de nuestras congregaciones
es que la bisagra gire con facilidad ha-
cia atrás y no tanto hacia adelante. An-
damos cansados y agitados, entre el ser-
vicio y la preocupación por mantener
"nuestro modo de proceder" cual si allí
estuviera nuestra esperanza, y gastamos
en esto nuestras energías, olvidando
"elegir con María la mejor parte", esa
que no se nos quitará: la escucha del
Señor, de su Espíritu que todo lo renue-
va, de su palabra, siempre creadora.
- 20 -
A todas estas cuestiones se unen la
C11Sis de identidad, la sensación de
haber perdido el sentido profético y ca-
rismático que nos ha identificado en la
Iglesia, la incapacidad de propuestas
creativas que sean verdaderamente
fecundas para el mundo. Habría que
agregar también las dificultades para
acertar en los procesos de formación e
integración de los pocos jóvenes que
llegan a nuestras comunidades -dada la
diferencia de edad y de mentalidad-,
de sostener a las nuevas vocaciones, y
de encontrar un esquema de vida co-
munitaria que potencie nuestra misión,
en vez de absorber las pocas fuerzas
que tenemos. Además está la dificultad
de encontrar personas para la anima-
ción comunitaria, y la urgencia de cla-
rificar la misión de los superiores
-rnuchas veces reducidos a un servicio
más de enfermería que de acompaña-
miento y animación de la cornunidad-,
No se sabe bien cómo enfocar el tema
de la visibilidad; y percibimos la ur-
gencia de encontrar mediaciones ade-
cuadas que tercien nuestro desfase con
el mundo, de atinar en el modo de arti-
cular nuestra misión con el trabajo dio-
cesano y de establecer relaciones más
fluidas con la Iglesia jerárquica, y un
largo etc.
2. Amenazados por la desespe-
ranza...
Toda esta problemática, tanto ex-
terna como interna, nos desafía y nos
asusta al mismo tiempo. Estamos, tam-
bién nosotros amenazados de desespe-
ranza. Esta amenaza puede convertirse
en una oportunidad o bien conducimos a
respuestas falsas, que nos suman en p08-
turas y opciones estériles e incluso dañi-
nas, tanto para nosotros como para la
misión a la que hemos sido convocados.
Uno de esos "falsos caminos" es la
resignación. Más que una respuesta es
una opción y una decisión clara por la
muerte, por ahogar toda esperanza, que
sin duda se asfixia en la pasividad de
un conformismo frustrado. A su lado,
la amargura es posiblemente la herida
más dañina, el anti-testimonio más
feroz, y la amenaza más incisiva. Otra
vía de salida es la huida; no mata la
esperanza, pero la ignora, la olvida y la
pierde ... y también la fe. Se va volvien-
do soledad vacía, y lleva con ella la
auto-segregación que conduce al de-
sespero, la desilusión, o incluso al esta-
blecimiento de grupos de presión que
se toman infecundos, por obrar desde
fuera. El empeño por poner parches
que faciliten la supervivencia, es otra
opción, que logra tan solo alargar un
poco la agonía de la esperanza, pero en
absoluto es capaz de generar ilusión.
También es posible optar por la ne-
gación -el "aquí no está pasando
nada"-, aunque la verdad es que cada
vez es más difícil. O bien distraemos
con la nostalgia y la melancolía que
nos lleva una y otra vez a volver al
pasado, fijando en él nuestra mirada
- 21 -
perdida, incapaces, tan siquiera, de
aprender mucho de él. Solo para re-
cordar, tomar un poco de aliento, y
retomar a la pesadumbrosa tristeza que
genera el tiempo presente cuando se le
vacía de futuro. O tomar la vía del acti-
vismo: no dejar de hacer cosas, reunio-
nes, propuestas, pequeños cambios en
re-estructuraciones interminables que
sin embargo no parecen capaces ni de
innovar, ni de proporcionar una con-
versión radical de nuestras estructuras
y modos de vida que abran a una nueva
fase de la VR más esperanzadora.
En la mayor parte de los casos, a
estos falsos caminos nos empuja la
inseguridad. El miedo es uno de los
principales enemigos que atenazan la
esperanza de la VR:
El miedo que nos encierra. Es el
riesgo que corre la VR de terminar cur-
vada sobre sí misma de tanto mirarse,
de tanto querer protegerse, de tanto
intentar salvaguardarse, buscando "su
salvación" a toda costa. Olvidando que
esa preocupación debería dejarla en
manos de quien nos envía.
El miedo que hace huir y confundir
el centro. Es decir, descentrarse tanto
buscando fuera de sí "salvación",
absorbiendo modelos de otras realida-
des, adaptándose al medio para ser "re-
conocida"". que al fin se diluye esté-
rilmente allí donde debería entregarse
hasta una muerte fecunda,
f
El miedo que paraliza y finalmente
deja que sea arrastrada por las desespe-
ranzas exteriores del medio en el que
vive. La política, la economía, la falta
de ideales, de compromiso ... generan
análisis "de bulto", sin matices, en los
que todo está mal y todos están mal, y
no hay nada que hacer. Nos hace mio-
pes ante tantos gestos en nuestro
mundo en los que "la peque/fa espe-
ranza ,. se abre paso.
Fácilmente podemos caer en la
tentación de pensar que es el. nuestro
el peor de los tiempos y, sin embargo,
muy posiblemente no sea así. De he-
cho, si nos detenemos en los de nues-
tros fundadores, encontramos situa-
ciones que no tienen nada que envidiar
a la actual, pero en las que la pasión
por Jesucristo y el deseo de entrega
iban abriendo caminos de vida en es-
tepas no mucho mejores que aquellas
por las que transitamos hoy, y gene-
raron grandes cambios en sus socie-
dades.
Nuestra historia de Europa, por
ejemplo, hubiera sido otra sin un san
Benito. Cuando este se percata de la
situación en su entomo, lo primero
que hace es parar, detenerse, tomar
distancia... orar. Escuchar a Dios y
dejar que Dios le transforme a él
mismo, para tener una experiencia de
lo divino y de lo humano que com-
partir. Y después salir hacia el mundo.
No solo, con otros; y con ellos: es-
- 22 -
cuchar. alabar y buscar. Pero detrás
de él, y en aquel mismo momento, el
que todo aquello fuera posible de-
pendió también de otras muchas deci- __
siones, radicales, fundamentales, es-
condidas, sin nombre, sin recuerdo ...
pero de las que vivimos hoy. Y que per- :1
mitieron reconocer aquel momento _,.
concreto de la historia como kuiros,
como oportunidad, como llamada, ",
.,
como invitación a buscar, como urgen- :f
, d d ¡¡era e respon er... r
Nuestro hoy, como el de san Be- :1;
nito, es también un tiempo de crisis, dej
ocaso de valores, de caída de refe- f
rencias y creencias, de certezas, y de .¡
las estructuras que daban antes con-,¡
fianza y firmeza a nuestro caminar. El ".1
cambio epocal nos ocasiona confusión:~
e incertidumbre. Es natural una prime- 1
ra reacción de turbamiento en cuanto S
"nos enfrentamos con transforma- f
ciones que interrogan nuestra identidad":i
y nuestra fe hasta las raíces" (Linea-f:
menta, 7). Nada está claro. Algo se¡
derrumba y algo intenta salir a la luz. .~
Tal vez por esta razón nuestro tiempo J
es simultáneamente dramático y jas-i. r
cinante, y exige de nosotros algo más .~
que una respuesta mediocre: una res- ¡
puesta dramática y suficientemente 1.
radical para ser también fascinadora.!
Es decir, capaz de abrir caminos de fu- ~
P
turo. t
IAhora bien, la esperanza no po-
demos cifrarla en un cambio instan-
iáneo -como el que nos tiene acostum-
brados nuestra civilización-o Incluso la
crisis económica, recibe plazos, 5 años
.para remontar, 3 años para comenzar a
cambiar la curva.... ¡Una etemidad
para quien padece las consecuen-
cias ... ! pero, en verdad, un instante en
la historia de la humanidad.
Nos ha tocado un tiempo bisagra
y hemos de amado, conocerlo, impli-
carnes en éf ;.. y ahí,
fructificar, anunciando y
dando razón de nuestra
esperanza. Yeso signifi-
ca aceptar que no corres-
ponde vivir el momento
estelar de despliegue de
una nueva civilización,
de una nueva cultura, ni
de una nueva sociedad.
No vamos a estar en la cresta de la ola,
pero estamos en aquel espacio que
puede hacerla posible o que puede
abortarla. Aceptación de nuestro tiem-
po, no implica negligencia sino en-
trega. Entrega desmedida, entrega
oculta, entrega mmtirial... para que
- 23 -
"otros" tengan vida, y la tengan en
abundancia (Jn 10,10).
Nuestro momento es el de la espe-
ranza, "la pequeña esperanza" ... siem-
pre de la mano de sus hermanas mayo-
res la fe y la caridad -como decía be-
llamente Péguy-. Sí, de eso se trata, de
arraigamos en la fe, pero también de
dejar que esta fe nos dinamice y que el
amor nos haga creativos. Aceptar no
significa parar. Acoger
no es detener. Habrá que
despedir muchas formas
que pertenecen al pasado
y que ya no son elocuen-
tes, ni en nuestro anun-
cio, ni en nuestro testi-
monio. Habrá que pre-
guntarse una y mil veces
sobre el cómo, sin COIl-
ceder ni un milímetro de terreno a la
duda sobre el por qué o el para qué. De
esto se encargan la fe y el amor. Escon-
didamente, sin glorias, pero abriendo
un espacio en el que dejar brotar y cui-
dar con fe y amor, a la pequeña espe-
ranza.
Aceptación de nuestro
tiempo, no implica
negligencia sino entrega.
Entrega desmedida,
entrega oculta, entrega
martirial ... para que
"otros" tengan vida, y la
tengan en abundancia
"Por el camino empinado, arenoso y estrecho,
arrastrada y colgada de los brazos de sus dos hermanas mayores, (fe y
caridad)
que la llevan de la mano,
va la pequeña esperanza
y en medio de sus dos hermanas mayores da la sensación
de dejarse arrastrar
como un niño que no tuviera fuerza para caminar.
Pero, en realidad, es ella la que hace andar a las otras dos,r
r
r
r
I
1
r~
"r- 24 - '1
'.t··
~r'y la que las arrastra':!i ..expectativas sobre la VR, sobre nues-
y la que hace andar al mundo elltero¡t . tras comunidades, sobre la misión ...,
y la que le arrastra. .'j .'esas grandes transformaciones con las
Porqu~ en verdad no se trabaja sino por los hijos .. j. que soñaba! no se van a realizar, Y me
y las dos mayores no avanzan sino gracias a la pequeña". .;~ "resisto, sobre todo, a admitir que eso
(Ch. Péguy, El misterio de Lossantos inocentes) ,f no tiene ninguna importancia, Me
.:i{· resisto a consentir, en primer lugar, que
I ,.l~..00o no elige la forma en la que quiere
j! . perder, y a que este "perder" sea "per-
;:J diendo".", porque solo a~i será ge~le-
.]f.... rador de vida y de ganancia, de sentido
~f·".y alegria, y del milagro de la gozosa
j;f esperanza. y en segundo lugar, me re-
.~.~....sisto a desistir de la preocupación P?r
:<f mí misma, a despegarme de mi propio
.'~ victimismo. De nuevo: me resisto a
}~ perder. Y solo se pierde verdaderamen-
ir:. . te cuando se entrega la VIda a fondo
l' perdido por quien hay que entregaría,
1~ por Cristo y por sus intereses: por la
l misión que ha puesto en nuestras ma-
2. ¿Reconocemos juntamente con el carácter dramático de nuestro tiempo,¡i nos. y únicamente así se experimenta
su dimensión fascinante? ¿Lo reconocemos como tiempo bisagra? ~~.' también la ganancia.
¿Cómo podríamos ayudamos a "aceptarlo con alegria"? ¿PonemosJ~
nuestra fe y nuestro amor al cuidado de la "pequeña esperanza"?;,1
'-------------_--.1 ;:r
Para la reflexión persona] y comunitaria
Tal vez nos sentimos cansados de lidiar con este tiempo de "decrecimiento"
que se nos antoja siempre "demasiado largo ", y que no termina de alumbrar
vida. Nuestro reto está en "aceptar con alegría" este impasse como "tiempo
de barbecho ". Lo nuestro será preparar la tierra, abonarla con nuestras
vidas. Entregar la vida y con ella "el deseo de ver florecer la tierra ", pero
hacerla con esperanza.
l. ¿Qué nos frena para ello? ¿Qué miedos acechan sobre nosotros y nos
paralizan? ¿Cuáles son los que sustraen nuestra alegría? ¿Qué peligros
concretos sentimos que nos asedian tentándonos de tristeza?
3. Experiencia de "pérdida" su vida, la perderá; y el que la pierda
por mi y por el evangelio, la salvará ".
y con el texto, la pregunta ¿por qué no
somos capaces de abrazar este tiempo
con gozo, con alegre esperanza, con~[
sostenida paciencia, y con la alegre:;'
certeza de que si así lo vivimos se tor- .
nará ganancia? Y una y otra vez des-
cubro que, lo que me OCUlTe-al menos
a mí- es que me resisto. Me resisto a
perder, me resisto a admitir que mis
Sin duda, los "recortes" han tocado
a la VRo>. ¡y ya desde hace bastante
tiempo! ¡Tanta pérdida ...! de personas,
de fuerzas, de creatividad, de obras, de
proyectos, de casas, de capacidad de
incidencia en nuestro mundo y de rele-
vancia en la sociedad. En muchas oca-
siones me viene a la cabeza el texto de
Marcos (8,35): "El que quiera salvar
Cuando las personas pasan por una
enfermedad grave, que pone en riesgo
su vida, o viven una situación en la que
ven peligrar su futuro y el de los suyos,
aprenden a relativizar y a centrarse en
lo esencial. A veces me pregunto ¿qué
más nos tiene que pasar para que reac-
cionemos? ¿vamos a vivir indefinida-
mente tan ocupados en paliar las pér-
didas que no nos vamos a permitir sen-
tirlas como tales?
Por otra parte, también es nece-
sario arrojar una mirada "crítica sobre
- 25 -
nuestras pérdidas", para no confun-
dirlas con lo que no son. Muchas de
nuestras experiencias de pérdida partí-
cipan de la ambigüedad que caracteriza
a la mayor parte de las realidades de
nuestro mundo. Un ejemplo lo tenemos
en lo que ha sido llamado crisis de rele-
vancia. Esta ha afectado en primer
lugar al cristianismo, que ha dejado de
ser decisivo en la sociedad de occi-
dente, arrastrando tras de sí a la VR,
sobre todo a la vida religiosa apostó-
lica. Lo más grave es que ha dejado de
ser relevante, sobre todo, el mensaje
que anunciamos. Desgraciadamente,
los restos de relevancia que mantiene
la Iglesia. están más vinculados a la
institución, a sus estructuras, riquezas
y arte. ,. que propiamente a su mensaje.
Una de las más importantes pér-
didas es la del reconocimiento social.
No es tan decisivo que no nos valoren,
incluso que hayamos perdido credibi-
lidad, que no se nos admire, ni se reco-
nozca nuestro trabajo como una apor-
tación al mundo. Es decir, la pérdida de
relevancia que se traduce en "no reco-
nocimiento" de nuestra valía, impor-
tancia o puesto social, incluso eclesial.
Lo esencial es esa pérdida de rele-
vancia que tiene que ver con lo peque-
ño, con lo cotidiano, con ese espacio en
el que justamente está llamada a desa-
rrollarse nuestra vida, y donde única-
mente conseguiremos adquiriría. La
única pérdida que debiera preocupar-
nos es la de credibilidad entre los des-
G
heredados de la tierra, entre los deses-
peranzados, entre los pequeños.
En ocasiones caemos en la ten-
tación de buscar consuelo para nuestra
situación juzgando que "la cara de la
esperanza de la actual situación de la
VR", sociológicamente hablando, se ha
desplazado ahora a "otros lugares"
(América Latina, Asia o África). Pero
no la descubrimos en el modo de tra-
bajar de estos pueblos, en el compro-
miso con la parte del mundo más opri-
mida... No, el juicio se basa habitual-
mente en el aumento de vocaciones. Y
entonces, la aparente generosidad de la
alegria por otros se toma en tristeza
porque qué lejos de la esperanza cristia-
na, cuando nuestras esperanzas depen-
den solo de los números y de las esta-
dísticas ... más de muerte que de vida.
Si nos atreviéramos a "perder" de
verdad, el cambio de época nos ha-
blaría de una situación nueva de fra-
gilidad y vulnerabilidad, que apunta al
"desde dónde" debemos comenzar
nuestro anuncio y mision evangelíza.
dora hoy: desde abajo, desde dentro,
desde la pobreza y la exclusión, desde
la debilidad y la humildad. Con gran-
des sueños, con infinitos proyectos,
con la osadía de los pequeños ... pero
desde ahí.
Porque la pequeñez, vulnerabilidad
y fragilidad no implican una actitud
timorata, ni descreída, no son sinó-
.-26 -
nimos de falta de audacia y valentía, tal
vez lo contrario: otorgan esa libertad
que debería posibilitámoslas. Necesi-
tamos tener una "actitud y un estilo
audaz", que nos capaciten no solo
descifrar los nuevos escenarios
nuestra historia donde se juega la
de los hombres, sino para habitar/os
y transjormarlos en lugares de testi-
monio y esperanza (Lineamenta n.6).
4. Entre la nostalgia y el falso
idealismo
Quizás nos convendría una cierta
dosis de post-modernismo, que nos
hiciera capaces de olvidar un poco el
pasado y no obsesionamos en exceso
con un futuro que desconocemos, y
que no podremos controlar, y arro-
jamos en radical entrega al presente al
que nos debemos, pues es ahí donde
hemos sido llamados a desvivimos. "El
pasado y el futuro -creía con razón .
H. Boulad-. se dilucidan en el presente;
y la flecha del futuro, lejos de orien-
tarse hacia un mañana indefinido,
apunta hacia ese «ahora» en el que
sucede todo y todo se origina. El pre-
sente es esa realidad que recapitula el
pasado y futuro y les confiere sentido y
valor". El maestro del cuento, el ruso
Anton Chéjov, insistía en esta misma
dirección al afirmar que "el pasado
solo puede parecemos maravilloso
cuando lo dejamos atrás". Es decir,
cuando es interpretado desde el pre-
sente y nunca cuando lo sustituye.
Lo más lejano del horizonte de la
esperanza se halla en direcciones
opuestas, pero que terminan abrazán-
dose en los sótanos de la amargura y de
la desesperación: el apego al pasado y
la obsesión por el futuro (casi siempre
el futuro de nuestro pasado). En ambas
direcciones la esperanza se desvanece.
Es curioso que el infierno sea simbóli-
camente, desde Dante, el horizonte
donde no hay cabida para la esperanza:
"Pierdan toda esperanza al traspa-
sarme". En la medida en que sigamos
en escapada hacia el pasado o el futuro,
la VR -y cualquier vida-, seguirá den-
tro de un callejón sin salida, marchitán-
- 27 -
dose progresivamente. Pues sobrará
nostalgia o falso idealismo, pero fal-
tará la perla preciada: la esperanza-t.
Lo más cercano a su dinámica es siem-
pre el fluir del presente asumido con
espíritu de discernimiento: "Mirad,
voy a hacer algo nuevo, ya está bro-
tando ¿no lo veis?" (lsaías 43).
La invitación es clara. Deberíamos
andar por el mundo como "zahoris de
la esperanza ".Especialistas para de-
tectar en nuestro presente cualquier
mínimo brote de esperanza, por escon-
dido que esté. Desvivimos para cuidar-
lo. Ser profetas para anunciarlo.
Para la reflexión personal y comunitaria
l. Detenemos un tiempo para identificar nuestras "falsas esperanzas" y
"falsas pérdidas".
2. Compartir en comunidad cuales son nuestras resistencias personales y
congregacionales a "perder". ¿Qué resistencias nos están quitando la
vida y la alegría? ¿Cómo reconocer la nueva vida que está detrás de
nuestros miedos?
5. Convocados para ser signos de
esperanza
Sin ser ciegos al peso de influencia
del entorno social y cultural sobre
nuestras propias vidas, ni del hecho
incontestable de hasta qué punto la glo-
balización, el secularismo, el mercado
y la cultura postmoderna han ido
impregnando nuestras formas de exis-
tencia y las de nuestras comunidades y
obras, hemos de reconocer también
una cierta tentación a convertir 11 uestro
mundo en el "chivo expiatorio de nues-
21 Cf A. D. CARRERO, [Quémalos con fuego! La vida religiosa y el presente.
't
tras crisis". Así, por ejemplo, los pro-
blemas con los más jóvenes son conse-
cuencia de la sociedad en la que han
crecido, de lo flojos que son hoyo de
lo desestructuradas que están las fa-
milias. Los argumentos se repiten para
explicamos a nosotros mismos por qué
no hay vocaciones, o no tienen éxito
nuestros proyectos pastorales.
Uno de los retos de nuestro mo-
mento, a mi modo de ver, es el de con-
vertir nuestra mirada sobre la cultura
actual en 1ma mirada más amistosa,
más positiva, más buscadora de posibi-
lidades. Porque "la esperanza cris-
tiana ama fa tierra" (K. Rahner), y
esto ha de ser algo más que una con-
signa de compromiso activo que nos
anima a trabajar por cambiarlas, sino
también una invitación a "empatizar"
con nuestro mundo, con nuestra cul-
tura, Con nuestro momento histórico.
Solo así seremos capaces de descubrir
las posibilidades que esconde en su
"subsuelo".
Por otra parte, no siempre somos
capaces de constatar que muchas de
nuestras perplejidades son parte del
lote común que compartimos con el
resto del mundo. La cuestión de la
identidad, por ejemplo. Es un problema
que aqueja a nuestro mundo desde la
Modernidad. Posiblemente la raíz de
esta pregunta para la VR no haya que
- 28 -
buscaría en "nuestros tiempos", sino en ¡,
esos que miramos de reojo con nos- :¡
taIgia, en los que éramos muchos y .~
contábamos con reconocimiento y un J
lugar destacado tanto en la sociedad i
como en la Iglesia. Nuestra identidad
estaba muy clara: signos externos que
no dejaban dudas y funciones propias
que solo nosotros realizábamos. La
fecundidad de estos tiempos no facili-
taban las preguntas, pero anticipaban
algo que llegaría poco a poco a nuestra
sociedad: el debilitamiento de toda
clase de instituciones que otrora daban
una identidad, definían lila profesión o
una vocación. "Ya no hay más vocacio-
nes para nadie; la sociedad ya no está
compuesta por personas que consagran
su vida en talo cual dirección particu-
lar, sino por funciones que deben ser
desempeñadas solo mientras exista un
deseo que satisfacer'<- (los acuerdos
de Bolonia y la comprensión de la
Universidad en función de competen-
cias que buscan una adecuación de la
persona al mercado, son una muestra).
¿El problema es nuestra identidad
hoyo procede tal vez de un entender lo
que éramos fundamentalmente desde
lo que hacíamos? En todo caso, aun
siendo importante la reflexión sobre
esta cuestión, solo valdrá la pena si el
motivo por el que la hacemos son "los
otros", es decir, nos hace más capaces
de ser signos de esperanza para el
22 BOYLE, N.: "Untherstanding Tatcherirm", en New Blackfiiars, p.320.
r¡; •.
,~.
inundo Y de ayudarles a vivir la Buena
Nueva que anunciamos. Quizás nuestra
identidad resida, más bien, en una ca-
pacidad de estar abiertos a todos aque-
llos cuyas vidas no van a ninguna
parte, no tienen sentido, no son
"nadie", no poseen nada ... mostrando
que lo específico de nuestra vocación
es ser signo de ese destino común al
que es convocado todo ser humano. Lo
expresaba con mucha certeza Timothy
RadcIiffe23 al afirmar que "ser reli-
gioso es encamar una fundamental y
esperanzada convicción sobre la huma-
nidad: estamos caminando hacia Dios.
Podemos no tener idea del futuro de la
humanidad, de qué desastres o violen-
cias nos acechan ... pero Dios está lla-
mando a toda la creación hacia El". Ese
estar llamando a todo hacia El, es una
convicción profunda de fe que nos dice
que la vida tiene un sentido, que Dios
/lama por su nombre a todo ser hu-
mano y desea atraerlo a sí para que su
vida sea una vida plena. Por eso -con-
tinuaba- "nuestra vocación es maravi-
llosa, no porque nosotros seamos ma-
ravillosos, sino porque constituye un
sign.o de nuestra maravillosa esperan-
za para la humanidad entera ".
Por otra parte, no seríamos hom-
bres y mujeres de discernimiento ca-
paces de leer los signos de los tiempos,
si no tomáramos constancia de un dato
23 RADCLlFFE, T: "¿Por qué ser religioso?" en El manantial de la esperanza. San Esteban,
Salamanca 1998, pp.53-ss.
- 29 -
de novedad que acompaña a nuestro
mundo -VR incluida- en estos últimos
meses, como un signo inequívoco de
esperanza. Inequívoco por la alegría
que provoca en el pueblo de Dios,
inequívoco también por su carácter
evangélico y por su identificación con
los más pequeños. Me refiero al "modo
de hacer" del papa Francisco. No se
trata solo de que el clamor por la espe-
ranza haya sido un leitmotiv desde que
comenzó su papado. Es, sobre todo, ese
poner ante nuestras retinas y ante las
del mundo, algunas palabras, algunos
pequeños gestos, algunos signos... ca-
paces de encender los corazones y de
generar un verdadero despertar de la
esperanza, en creyentes y no creyentes.
Desde los comienzos de su pontifi-
cado, el papa Francisco ha querido dar-
nos a conocer su forma de entender el
servicio que el Obispo de Roma debe
realizar: "Custodiar a Jesús con Maria,
custodiar toda la creación, custodiar
a todos, especialmente a los más
pobres". Pero también apuntaba que
era un servicio al que todos estábamos
llamados. ¿El motivo? "Para hacer
brillar la estrella de la esperanza ".
Nos invitaba, para ello, a "encontrar
caminos de esperanza". Caminos que
abran nuevos horizontes a una socie-
dad que emite signos de estar adormi-
lada, deprimida y desafectada. Y a los
ff
religiosos, en concreto, a ser "profetas
de esperanza ".
Sin ignorar los problemas ni la si-
tuación de desesperanza que por distin-
tas causas sufre nuestro mundo, el Papa
nos remite a la situación de los discípu-
los de Emaús, que decepcionados ante
la muerte de Jesús, se mostraban resig-
nados y trataban de escapar de la rea-
lidad, dejando Jerusalén, Las mismas
actitudes -decía el Papa24- las pode-
mos leer también en este momento his-
tórico. Frente a la crisis puede existir la
resignación, el pesimismo hacia toda
posibilidad de intervención eficaz..; Te-
nemos la tentación de pensar en clave
apocalíptica. Esta concepción pesimista
de la libertad humana y de los procesos
históricos lleva a una cierta parálisis de
la inteligencia y de la voluntad. La des-
ilusión conduce también a una especie
de fuga, a buscar "islas" o momentos de
tregua, Es algo semejante a la actitud de
Pilato: el "lavarse [as manos". Una acti-
tud que parece "pragmática" pero que,
de hecho, ignora el grito de justicia, de
humanidad y de responsabilidad social
y lleva al individualismo, a la hipocre-
sía, e incluso a una suerte de cinismo.
Esta es la tentación que 110S acecha, si
vamos por este camino de la desilusión
o de la decepción,
¿Qué podemos hacer; se pregun-
taba el Pontífice? Cristo salió al paso
30 -
de los discípulos de Emaús y trasformó
la tragedia en euforia y triunfo. Eso sí,
un triunfo que solo los que habían te-
nido contacto con Cristo, comprendían
y evidenciaban. Cuando el viandante
desconocido se acerca a los dos discí-
pulos, tristes y desconsolados, no trata
de esconder la realidad de la crucifi-
xión, de la aparente denota que ha pro-
vocado su crisis, sino que los invita a
leer la realidad para guiarlos a la luz de
su resurrección: "Insensatos y tardos
de corazón ... ¿No era necesario que el
Cristo padeciera eso y entrara así en su
gloria?" (Le 24,25-26). Hacer discerni-
miento significa no huir, sino leer
seriamente, sin prejuicios, la realidad.
Acoger/a y amarla.
Este es el modo de proceder de'
Dios. No cambia la realidad. La asume.
Se introduce en ella. No niega lo evi-
dente, pero nos recuerda que la rea-
lidad es algo más que lo que se per-
cibe a simple vista. Nos regala con la
fe la capacidad de mirar desde dentro,
y una luz que nos posibilita "ver" con
sus ojos, desde su perspectiva. "Ver" la
realidad como Él la ve. Y esa luz ilu-
mina los caminos de la esperanza.
Por esta razón, ante la situación
actual la primera necesidad es la de
dirigir al mundo, desde la fe, "una mi-
rada de ternura y de amor", que abra
"un resquicio de luz en medio de tantas
24 FRANCISCO, Discurso el) la Facultad de Teología de Cagliari (Cerdeña),
- 31 -
nubes", la luz de la esperanza. Solo así El mal "existe en nuestra historia,
será posible llevar a otros "el calor de pero no es el más fuerte. El más fuerte
la esperanza". Esta es una convicción es Dios, y Dios es nuestra esperanza".
..que el Papa no se cansa de repetir, en Por esta razón somos convocados a ser
sus intervenciones, homilias, en !,-vitter, signos de esperanza, a "dar espe-
por doquier: "sin esperanza, 110 somos ranza ", a "tener pasión por la espe-
cristianos" Y de ahí su invitación: ¡No ranza ", a hacer de la esperanza "algo
os dejéis robar la esperan:;a¡25 que es de todos",
"Tal vez la esperanza es como las brasas bajo las cenizas; ayudé-
monos con [a solidaridad, soplando en las cenizas, para que el fuego
salga otra vez. La esperanza nos lleva adelante. Eso no es optimismo,
es otra cosa. Pero la esperanza no es de uno, la esperanza la hacemos
todos. La esperanza debemos sostenerla entre todos, todos vosotros y
todos nosotros que estamos. La esperanza es algo vuestro y nuestro. Es
cosa de todos"26.
25 FRANCISCO, Domingo de Ramos, 25/04/2013.
26 FRiI.NCISCO, Discurso pastoral a Cagliari, 22/04/2013.
1
- Capítulo 3 -
¿Tenemos razones para la desesperanza?
¡Cambiemos la pregunta!
.-----_.. .----_ .._-~ ---- ----
No obstante, nos acucia la preocu-
pación por cómo sacudimos de encima
esta tentación de desesperanza que nos
aflige. ¿Cómo recuperar en estos tiem-
pos de desencanto esa pasión por la
esperanza que haga creíble nuestro
.anuncio? ¿Cómo vamos a anunciar a
Cristo como esperanza para el mundo,
si no se puede leer en nuestras vidas y
en nuestros rostros que Él es nuestra
esperanza, nuestra "alegre esperanza"?
En tiempos de incertidumbre e
inseguridad, de crisis, de cambios que
no podemos controlar, en tiempos de
encrucijada ... en tiempos de desolación
es útil "hacer memoria ", aprender de
la historia, rememorar los tiempos de
gracia. Pero también "interrogamos".
No en una búsqueda estéril de culpa-
bles o culpabilidades, sino tratando de
poner nombre y verdad a lo que vi-
vimos, detectando obstáculos que es
posible vadear, veredas que tal vez han
quedado ocultas en el camino. Sin dar
nada por seguro, poniendo todo de
nuevo "en las manos de quien todo ha
salido". Interrogamos, pero sobre todo
"interrogarle". Interrogamos para po-
nemos en actitud de escucha y de bús-
queda.
Ahora bien, hemos de encontrar la
pregunta conecta para poder caminar
hacia la respuesta acertada. Desde Kant
una de las cuestiones que acompañan al
pensamiento humano a lo largo de los
siglos es ¿qué puedo esperar? Un inte-
rrogante que precisa ser modificado ...
Porque si es verdad, como afirmaba el
protagonista de De dioses y hombres,
que nuestra vida -en tanto que consa-
grados- ya está entregada ... entonces
¡no hay nada que esperar! y al mismo
tiempo ... ¡podemos esperarlo todo!
1. ¿De "qué" esperamos,
a "Quién" es nuestra esperanza?
Esta simple verdad, nos conduce a
cambiar de perspectiva. Lo esencial es
que nuestras vidas ya están entregadas
y nuestras existencias ancladas en un
futuro que no poseemos, que tantas
veces sentimos lejano y del que in-
cluso podemos llegar a dudar... pero
que está dado. Y porque nuestras vidas
están allí ancladas, podemos nosotros
hacer este giro en la pregunta que nos
conduce a descentramos y"ocuparnos"
del futuro de los otros y de sus espe-
ranzas, porque la nuestra habita ya en
otra tierra.
rf.
- 34 - - 35 -
f
~Con una imagen impactante, lo
afirmaba la joven Etty Hillesum en una
de las cartas escritas desde los barraco-
nes de un campo de concentración nazi
para judíos holandeses en espera de ser
deportados y exterminados:
mentiras que decidimos creemos para blindar esos "fondos" de toda
injerencia ajena y de toda conversión posible'<''.
t
f "La arteria pril1~ipal de mi vida ya
"Cuando la araña teje su red, ¿no traza primero los hilos princi--·:r········vapor delante de nu y ha ingresado en
pales por los que luego asciende ella misma? La arteria principal de mi ~ otro mundo ... ", y el ancla que 'nos
vida ya va por delante de mí y ha ingresado en otro mundo. Es como !;
si todo lo que está sucediendo y por suceder ya se hubiera fundido en ~'
mi ser; lo asimilé, lo sobreviví y ya construyo la sociedad nueva que -;~.
~'
habrá de venir después de esta"27. ~
'~
en alguna parte de nuestra existencia '~
que nos hagan vivir temblorosos e I
inseguros por si algo los afecta, por si :'(
nos los expropian o los perdemos, por""
si se devalúa~ o nos los roban. Con .1
meridiana claridad lo expresaba rec¡en-J
temente Marc Vilarassau, sj:>;[i
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arraiga es "la esperanza" que Alguien
ya ganó para nosotros: Jesús, nuestra
esperanza.
"Tenemos como firme y segura ancla del alma, una esperanza que
penetra hasta detrás de la cortina del santuario, hasta donde Jesús, el
precursor, entró por nosotros" (Hebreos 6,19-20).
"La arteria principal de mi vida ya
va por delante de mí y ha ingresado en
otro mundo ... ", eso es lo que implica
haber entregado ya la vida ... ¡a fondo
perdido! Y entonces ... [ya no hay nada
que perder! Todo está a buen recaudo.
No hay "fondos reservados'vf ocultos
La carta a los Hebreos expresa en
esta imagen del "ancla" la verticalidad
primaria de esta relación. Las líneas
anteriores nos invitaban a "tomar la
esperanza que se nos ofrece" (en un
paralelo a esa arteria principal de la
que nos hablaba Etty con la metáfora
de la tela de araña) porque ha de ser
para nosotros como un ancla sólida y
filme que nos arraiga a la vida que ya
nos ha sido alcanzada por el precursor:
Jesús. Como el ancla desciende ver-
tical y se agarra al fondo del mar, la
. esperanza, sube vertical hacia lo alto,
aferrándose a Dios, adentrándose en
el corazón de la eternidad, y afincando
allí nuestras existencias como des-
tino-".
"aguardándolo todo, esperándoJo todo
de Alguien". Si no somos encarnación
de la esperanza en nuestro entorno
cotidiano, de modo que quienes nos
miran, entienden que "la oscuridad" y
"la negrura de la vida" no es lo defini-
tivo, y aun en nuestra pobreza dejamos
vislumbrar la paz y la alegría del resu-
citado y su oficio de consolar."El problema no es tanto lo que das -que puede ser mucho y bue-
nísimo-, como lo que te reservas -aunque sea poco e insignificante-o
Es ese «fondo reservado» el que, de golpe, te pasa factura. Uno reco-
noce que ha vivido a fondo, que se ha entregado generosamente, que
ha dado mucho; pero, aun así, por poco honesto que sea consigo
mismo, descubre como un resto de insatisfacción todavía no exorciza-
do, una insobornable sensación de que algo falta, de que esa carta que
uno guarda disimuladamente bajo la manga tiene también que entrar
en eljuego, si no quiere que le quede fijada en el rostro esa sonrisa que
muestra solo la mitad del alma. Y no me refiero a esas reservas legíti-
mas y hasta necesarias (si uno no quiere fundirse más que darse); me
refiero a esas reservas mezquinas, esa calderilla existencial que guar-
damos en una caja, no como acopio para darse mejor, sino como reser-
va para no darse tanto. Me refiero a nuestro tiempo sagrado, a nuestro
espacio inviolable, a nuestras manías intocables, a nuestros secretos
irrevelables, a nuestros pequeños vicios inconfesables, y también a las
La esperanza teologal es el "hilo
de lo alto" que sostiene desde el centro
todas las esperanzas humanas. "El hilo
de lo alto" es el título de una parábola
del escritor danés Johannes Joergen-
seno Habla de la araña que se descuel-
ga de la rama de un árbol a lo largo del
hilo que ella misma produce. Posán-
dose en un cercado teje su red, obra
maestra de simetría y funcionalidad,
Tensa por los lados por otros tantos
hilos, todo se sostiene en el centro por
ese hilo del que ha bajado. Si se nunca
uno de los filamentos laterales, la araña
Ciertamente, no podremos ser pro-
fetas, ni testigos, ni portadores de es-
peranza en nuestro mundo, si la espe-
ranza no está en nosotros, si no expe-
rimentamos, deseamos y vivimos
29 En bttp :llpustonllsj.org/index.php ?option=colll_ content&view=article&id= 1025&Jtemid=33
(acceso el 22/10/20 13),
30 CF. Van BALTHASAR, H.U.: Teodramática 5, p.144.
27 HILLESUM, ETTY: El corazón pensante de los barracones. Anthropos, Barcelona 2001, p.JOll.
28 La expresión da titulo a un precioso texto de Marc Vilarassau sj, recientemente fallecido a los 45 años.
í
;1:
J¡
<cf:t~
/ID
interviene, lo repara; pero si se rompe
el hilo de arriba todo se distiende y la
araña desaparece porque ya no hay
nada que hacer. Es una imagen de lo
que sucede cuando se trunca' el hilo de
lo alto que es la esperanza teologal.
Solo esta puede "anclar" las esperanzas
humanas a la esperanza "que no falla".
No esperamos en alguien radical-
mente a menos que le hayamos otor-
gado crédito y confianza -<le ahí el ca-
rácter inseparable de la fe y la espe-
ranza-. Por esta razón el propio dina-
mismo de la esperanza, reclama la con-
fianza. Y una esperanza absoluta, una
confianza absoluta ... lo que apunta ne-
cesariamente a Dios. ¿De quién si no
podríamos aguardado todo, y al mismo
tiempo abandonamos absolutamente,
con la seguridad de que nuestra vida
está a buen recaudo? ¿Quién podría ser
ese "alguien" de quien nos fiamos total-
mente, de quien podemos "pender"
como única referencia y en quien es
posible desistir la propia vida sin temor
de ser absorbido o disuelto, con la segu-
ridad de ser afirmado en el amor?
En este sentido, es verdad que
quien no conoce a Dios, aunque tenga
múltiples esperanzas, en el fondo está
sin esperanza, sin la gran esperanza
que sostiene toda la vida (cf. Ef 2, 12).
La verdadera, la gran esperanza del
hombre que resiste a pesar de todas las
- 36 -
l·::J¡.
desilusiones, solo puede ser Dios, el J
Dios que nos ha amado y que nos sigue )i
amando "hasta el extremo", "hasta el .~~
totalcumplimiento"(cf..Tn ]],1; 19,30).f
.. r.
Quien ha sido tocado por Su amor ]'
empieza a intuir lo que sería propia- -'~
b
mente la esperanza (cf. SpS, 27). T
']
f·
'J-
.'.'~
:'f
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:.f.~f:·
}f
t.'::fJ~
Pero el cambio de perspectiva
supone, sobre todo, una invitación a
descentrar nuestros interrogantes, de
modo que el esperante (yo) no sea el
centro, que es desplazado hacia el es-
perado. Entonces, la pregunta se muda,
y nuestra esperanza se resitúa en un
nuevo espacio, ocupada y preocupada
no tanto por sí misma sino por lo que
Dios espera de nosotros, .. no como un
peso, como una obligación, sino como
el mayor motivo de alegría que puede
experimentar la criatura. Es Dios el
que se curva sobre nuestra pequeñez,
confiando en nuestra poquedad, con-
fiando a pesar de nuestra infide-
lidad, aguardando nuestra respuesta,
nuestra colaboración ... poniendo su
sueño en nuestras manos, arriesgando
su proyecto. El ser agraciados por un
tal don forma parte intrínseca de la es-
peranza.
Ciertamente, necesitamos tener es-
peranzas -rnás grandes o más peque-
ñas-, que día a día nos mantengan en
camino. Pero sin esta gran esperanza,
aquellas no bastan.
- 37 -
"Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios,
sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el
extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su
reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca
llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor
nos alcanza. Solo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día
con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo
que por su naturaleza es imperfecto" (SpS, 31).
No se trata de que no sea legítimo
y justo el preguntamos qué esperamos
o qué podemos esperar. Más bien la
cuestión es que en nuestra vida como
consagrados hay un necesario despla-
zamiento que nos coloca en el empla-
zamiento justo, que es posible dar
cuando sabemos de quien lo aguarda-
mas todo, y en quién hemos puesto
nuestro amor y nuestra confianza, es
decir, en manos de quien hemos entre-
gado nuestras existencias. Porque en-
tonces el problema ya no es saber qué
espero yo, qué esperamos nosotros o si
hay esperanza para la VR en un con-
texto tan poco fecundo como en el que
vivimos. La pregunta radical para una
vida "entregada" ya por delante, es qué
espera Dios de mí, qué espera de no-
sotros.
2. ¿Qué espera Dios de nosotros'?
Esta pregunta nos vuelve a desco-
locar. Parecería que el hecho de esperar
implica una carencia, o la existencia de
un futuro incierto, el anhelo de algo
que nos es indisponible. Parecería que
Dios, por definición, es Aquel de quien
se espera, el fundamento de toda espe-
ranza -como hemos dicho-, y por ser
vida, plenitud, infinitud, totalidad y
etemidad ... no habría nada que Él pu-
diera esperar. Parecería, en definitiva
que Dios no puede ser sujeto de espe-
ranza.
2.1. Dios tiene esperanza en no-
sotros
Pues bien, si hablamos del Dios
cristiano, del Dios-can-nosotros, del
Dios que se autodetermina a sí mismo
a salir de sí para entrar en relación con
un mundo que Él ha soñado y para
tener historia con una humanidad que
Él ha suscitado, revelando su designio
de amor respecto de todo lo creado y
revelándose también a sí mismo, al
comprometerse hasta el fondo, hacién-
dose "uno de tantos" en el Hijo, la
cuestión cambia. Pues a la luz de la his-
toria que Dios ha vivido con los hom-
bres, no podemos negar que es el Dios
de la esperanza: el que aguarda, el que
confla, el que espera incansable de su
s
¡q
creación, de su pueblo y de cada ser
humano en particular-". El Dios que no
desiste de su sueño ni de su proyecto y
que, una y otra vez, los reinventa,
abriendo-nuevas posibilidades de logro
y de futuro para nosotros.
El fundamento último de la espe-
ranza cristiana es que Dios tiene espe-
ranza en nosotros. Dios tiene fe en el
mundo, que es obra de su amor. Espera
en el mundo, porque lo ama incondi-
cional y gratuitamente.
2.2. La encarnación es la condi-
ción de posibilidad de su esperanza
La encarnación es la condición de
posibilidad de esta espera. Y aún más,
nos habla del "precio", del costo asu-
mido por Dios, del riesgo que ha abra-
zado por nosotros. Ese riesgo le posibi-
lita "esperar de nosotros, para nosotros
y por nosotros".
Afirmar la encarnación es recono-
cer que Dios ha entrado en la lógica
propia de otro orden de seres: los seres
creados, y que por ello tiene historia.
El Dios de la libertad absoluta se aden-
tra no solo en el universo físico, sino en
el de la libertad humana limitada por la
naturaleza, y queda sometido a sus
leyes. Al introducirse en el mundo de la
duración y el tiempo, "no solo tiene
'r-:;..,..
"r .,
~
¡'
•
"~
~
historia, sino destino ... , y quien está ;$
bajo un destino puede ser víctima de;{
otras realidades de naturaleza fijas pero 'C'J
imprevisibles y de la arbitrariedad J
que otras libertades pueden desenca- '1
denar'v-. -:F Al dotamos de capacidad co-crea-
.} dora v creativa, Dios nos habilita para
El Dios que crea, que establece una'] colab~rar con Él en la realización de su
Alianza con sus criaturas, y que se en--~-.'•.·í::., .-.... proyecto y, en ciert~ sentido, a.ir reali-
cama corre el nesga de nuestras lIber-", zándolo nosotros mrsrnos. El proyecto
tades, se expone a ser rechazado en su' ..•... es "para todos", pero la invitación es
oferta de cer~anía amoros~, de pro-",;t ..' personal, así como hay un
yecto de plenitud y de destino de co-J sueño particular para
munión. Dios se ha hecho vulnerable al <~~ cada sujeto y una misión
creamos y al acampar entre nosotros..· ..::.•·I; que Dios ofelta. y regala
Pero es Justamente en esta su capa-" al mismo tiempo a cada
cidad de autolimitarse y de asumir el ':i uno.
riesgo del rechazo, el desprecio y el <~
desamor, donde podemos conocer}_f
quién es Dios, el hasta dónde de sU~'I'
amor y comprender el sentido de pre-,:
guntarnos por su esperanza. '. :
~g
2.3. Dios espera en todos y en
cada uno de nosotros
- 38 -
Pero no todo es riesgo, o mejor,
este riesgo era "la condición" de la
gran posibilidad para el mundo: la de
un Dios que nos invita a participar con
Él en su proyecto como sujetos de
libertad, capaces -por ello- de entablar
una relación amorosa con Él, y de coo-
perar tanto en la realización de su
sueño para el mundo, como en el pro-
3! Cf. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, o. Raíz de la esperanza. Siguerne, Salamanca 1995. p.247.
32 [bid. p.249.
u.__._. ...---*--_.-.
pio ir construyendo nuestra identidad
personal, y eligiendo el destino de
comunión de vida y amor que nos ofre-
ce coma plenitud.
- 39 -
sotros, aguardando el integramos en la
consumación de su vida. Porque Dios
ha otorgado confianza al hombre hasta
este punto y le ha encargado una mi-
sión, por esa razón, podemos concluir
que Dios espera en el hombre. Si Dios
cuenta con sus criaturas para llevar
adelante su proyecto, es que espera de
ellas. Y sin duda, podemos decir que
esta esperanza de Dios es la forma má-
xima de dignificación del ser humano,
y el fundamento último de
su esperanza. Porque la
radical desesperanza que
puede asolar al hombre
es la que le sobreviene
cuando no cuenta para
nadie, ni nadie cuenta con
él, cuando nadie aguarde
nada de él ni de su amor. .. porque en
definitiva no existe para nadie33.
Esta esperanza de Dios
es la forma máxima
de dignificación del
ser humano, y
el fundamento último
de su esperanza
Por esta razón, la
cuestión de "la esperanza de Dios"
queda también remitida a esta posibi-
lidad de un Dios que nos hace un en-
cargo, que nos da una responsabilidad,
a sabiendas de que él mismo queda
implicado y afectado por nuestra res-
puesta, en un mundo que ya forma
palie también de su destino. Así Dios
se nos revela como Aquel que ha otor-
gado confianza al ser humano, hasta el
punto de poner en sus manos su pro-
yecto para que él mismo lo lleve ade-
lante; hasta el punto de entregarnos a
su Hijo, en quien acompaña nuestra
historia con amor, haciéndola suya
hasta el fondo del dolor en la cruz y
abriendo su propio destino para no-
33 Ibid. p.263.
El descubrimiento de esa esperanza
divina sobre nosotros es el descubri-
miento de la suprema posibilidad hu-
mana, y en el fondo supone compren-
der la entera vida como vocación ante
Dios y en el corazón del mundo. Dios
cuenta con nuestra vida de una forma
personalísima, y de esta esperanza de-
pende no solo la propia vida, sino tam-
bién la de los demás. Esto es lo que sig-
nifica el que afirmemos que Dios deja
el mundo en nuestras manos, que Dios
nos encarga el mundo, que cuenta con
nosotros y espera de nosotros. Tomar
'~
;·:"'~.11L""'.:....:.:..-.""".-.". ••.•._,,_
conciencia de esto, supone una gran
responsabilidad, tanto personal como
grupal, De nuestra respuesta puede
depender la presencia de Dios mismo
cn-el mundo, de la Iglesia o la sal-
vación de nuestro prójimo. El creyente
que sabe que Dios ha querido su vida
en el doble sentido de hacer que exis-
tiera y de amarla, y que le ha llamado
para una tarea en su proyecto, sabe de
la esperanza de Dios, y por ello estará
inclinado a desvivirse hasta el extremo
sintiéndose responsable de todo y de
todos.
2.4. Dios espera de sus hijos
Dios espera, espera en cada uno de
nosotros, espera en cada ser humano,
porque en definitiva cada uno es hijo
suyo, y por esta razón en su destino va
implicado el destino del Padre. Po-
siblemente la parábola del hijo pródigo
(Le 15), sea uno de los textos más elo-
cuentes para decimos cómo es Dios
para sus hijos, especialmente para
aquellos que se sitúan a mayor distan-
cia y en lejanía de Él. Dios se revela en
el texto lucano como un Padre que vive
en perenne aguardo y activa esperanza,
que no puede resignarse a perder a
su hijo, pues si se pierde, también en
cierto sentido se pierde Él como Padre.
"Así la esperanza de Dios queda pen-
diente hasta que cada hombre retorne y
encuentre su libertad en la filiaciól1"34.
34Ibid. p.264.
- 40 -
2.5. Cada ser humano es respon-
sable de la esperanza de Dios y del
mundo
Aún hay otro cambio de perspec-
tiva al que somos especialmente invi-
tados como hombres y mujeres consa-
grados a Dios y a su Reino. También
este implicará un cambio en la direc-
ción de nuestra mirada, para hacerla
desde Dios, descentrándonos de la pro-
blemática que nos encierra en nuestras
pequeñas luchas, proyectos y dificul-
tades, cual si el fin de la VR estuviera
en conservamos y crecer "a toda costa".
Ciertamente es importante y casi
me atrevería a decir "grave", además'
de tremendamente devastador, el que la
VR se sienta desesperanzada. Es grave
porque este estado no nos deja ser lo
que deberíamos ser, ni atender a las
expectativas de Dios sobre nosotros,
tal vez, por estar excesivamente preo-
cupados al ver nuestras propias expec-
tativas y proyectos fracasar. Grave,
porque nos incapacita para cumplir
algo esencial de nuestra misión: ser
testigos de esperanza; y porque nos
lleva a olvidar que, en medio de una
sociedad desesperanzada y de tantos
hermanos nuestros desesperados, he-
ridos, presos del sufrimiento ... nuestra
más honda y urgente obligación es
"dar esperanza ", "ser esperanza para
otros ", sostener vicariamente la espe-
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- 41 -
ranza que naufraga en nuestro tiempo.
No solamente "esperar con otros", sino
"esperar para otros ". Regalar a nues-
tros hermanos la experiencia de que
alguien espera en ellos, confia en ellos, sesperar.
"Es necesario tener confianza en Dios, pues él bien que ha tenido
confianza en nosotros. Es necesario tener confianza en Dios, pues él
bien que nos ha otorgado confianza a nosotros. Es necesario depositar
esperanza en Dios, pues él bien que ha depositado esperanza en no-
sotros. Es necesario dar crédito a Dios, pues él bien que nos ha dado
crédito a nosotros. ¡Qué crédito! Todos los créditos.
aguardar algo de ellos..., y arriesgamos
hasta el punto de estar dispuestos a
"esperar por otros ". De esta exigencia
brota radicalmente el deber de no de-
Es necesario tener fe en Dios, pues él bien que ha tenido fe en no-
sotros. Nos ha hecho la confianza de damos, de confiamos su Hijo
Único.
y ¡ay! ¡Lo que hemos hecho de él! La inversión de todo es que es
Dios quien ha comenzado. ¡Es Dios quien nos ha dado crédito, quien
nos ha otorgado confianza, quien nos ha entregado credenciales,
quien ha tenido fe en nosotros!"
(CH. Péguy)
Para la reflexión personal y comunitaria
1. ¿Qué espera Dios de mí en este momento de mi vida? ¿Me siento res-
ponsable de su sueño y de la esperanza que Dios ha depositado en mí?
¿Qué podría hacer para secundarIa más explícitamente?
2. ¿Qué espera de nuestra comunidad? ¿Qué situaciones haya mi alrede-
dor que están aguardando mi/nuestra colaboración para poner en ellas
esperanza?
- .
~.
(
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K
Quienes hemos consagrado
nuestra vida al Dios del
Reino, a su proyecto y a su
promesa, somos urgidos a la
tarea inaplazable de
responsabilízarnos de la
esperanza de nuestros
hermanos, de ser sus
portadores vicarios, incluso
de poner en riesgo nuestra
propia esperanza para
rescatar la esperanza de otros
3. El deber de no desesperar
El reconocimiento de cierto carác-
ter trágico en la existencia humana pre-
senté en nuestra historia y, sobre todo,
de la irredención de sus víctimas, puede
conducimos bien a un escepticismo cri-
tico, bien al revivido nihilismo de los
postmodemos, siempre bajo la sombra
de Nietzsche. Y sin
embargo a pesar del
"eclipse de Dios" en
Auschwitz (Buber), o
de la catástrofe de Hi-
roshima, de los geno-
cidios en África o en
los Balcanes, de los
millones de hombres
y mujeres desplaza-
dos viviendo en cam-
pos de refugiados en
condiciones infrahu-
manas, de las masa-
eres de Siria, de las víctimas de Lam-
pedusa ... y de tantos otros fracasos de
humanidad en pequeños o grandes lu-
gares, con eco mediático o pretendida-
mente silenciados para ocultar otros in-
tereses, no podemos ser sordos a "otras
voces" que reclaman de nosotros una
respuesta improrrogable->.
Emil L. Fackenheim habla de un
mandamiento para todo judío, que
- 42-
brota de lo acontecido en Auschwitz,
que no le permite ni dejar caer en el
olvido a sus víctimas, ni desaparecer
como judíos, ni desesperar de Dios. La
esperanza -reconoce- se nos impone
después de Auschwitz como un manda-
to inesquivable-v, Un imperativo de
este tipo se cieme también sobre no-
sotros. El dolor del mundo, la desespe-
ración de tantos hom-
bres y mujeres, el de-
sengaño de tantas víc-
timas se eleva como
un precepto ético so-
bre el cristiano, y nos
recuerda el deber de
no desesperar. Quie-
nes hemos consagra-
do nuestra vida al
Dios del Reino, a su
proyecto y a su pro-
mesa, somos urgidos
a la tarea inaplazable
de responsabilizamos de la esperanza
de nuestros hermanos, de ser sus porta-
dores vicarios, incluso de poner en
riesgo nuestra propia esperanza para
rescatar la esperanza de otros.
3.1. Desde las víctimas
Este deber se IlOS impone, en pri-
mer lugar, desde las víctimas del pasa-
do, que nos piden no desesperar, por-
35 VIDAL TALENS, J.: "Creer en tiempos de desesperanza", o.c., p.843.
36 cr f'ACKENHE1M, E. L.: "El mandamiento de esperar: respuesta a la experiencia judía contem-
poránea" en AA. Vv.: Elfuturo de la esperanza. Siguerne. Salamanca 1973, pp.79-100.
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que esto sería tanto como dar una
segunda victoria a los supuestos vence-
dores y una segunda muerte a los ven-
cidos. y se nos impone también desde
el presente, dcsdc la situación actual de
injusticia Y exclusión a nivel mundial,
desde el clamor por una "supervivencia
de dignidad" en la lucha diaria que sos-
tienen las mayorías empobrecidas-? .
Por una parte, se trata de un imperativo
muy modesto en su formulación: no
desesperar, pero por ser tan asurnible,
por tratarse de algo que conecta con las
entrañas del ser humano, resulta tam-
bién más vinculan te. Y por otra parte,
es ambicioso porque tiene vocación de
constituir la raíz y el cimiento de lo que
puede ser la esperanza históricamente
fundada y abierta en su trascender.
3.2. Desde el rostro sufriente del
otro
Es un mandato que nos viene de la
historia pero que incumbe también a
nuestro presente coincidiendo con una
conciencia que se ha ido avivando en
nosotros tras ser testigos de tanto pade-
cimiento. Son ellas, las personas su-
frientes, las que han despertado esta
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- 43 -
conciencia; y desde ellas nos alcanza
una orden, que nos saca de nosotros
mismos, de nuestras pequeñas preocu-
paciones y de nuestros proyectos. Una
orden capaz de convertirse en vía de
acceso a la trascendencia.
En este sentido se mueve el pen-
samiento de otro autor judío, E. Lé-
vinas, que pone en conexión infinitud y
otreidad, de modo que ambas realida-
des adquieren idéntica función: el
"Otro" es el que hace tomar al "yo"
conciencia de sí mismo, de su limita-
ción y dependencia, de su obligación a
amar, de su pecado si no accede a sus
demandas. Lévinas identificará al
"otro" con las figuras del huérfano, el
extranjero y la viuda ... , con las cuales
estoy obligado y se me manifiestan en
el rostro. El otro me afecta y me impor-
ta, porque me exige que me encargue
de él, incluso antes de que yo lo elija.
No podemos guardar distancia con el
otro. Tampoco podemos escapar. El su-
jeto está llamado a responder del otro,
hasta de su propia responsabilidad. De
este modo, el otro se impone como lí-
mite de mi propia libertad, sin por ello
sustraerla:
El rostro... "se impone, precisamente, por llamarme desde su
miseria y desde su desnudez -desde su hambre-, sin que pueda hacer
oídos sordos a su llamada. De suerte que ... no limita sino que pro-
mueve mi libertad al suscitar mi bondad (213-214). La epifanía del
rostro como rostro, introduce la humanidad. El rostro en su desnudez
de rostro me presenta la indigencia del pobre y del extranjero (226) ...
37 VIDAl TAlENS, J.: "Creer en tiempos de desesperanza", O.C., p.863.
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- 44-
y es mi responsabilidad frente a un rostro que me mira absolutamente
extraño lo que constituye el hecho original de la fraternidad (227)".38
En primer plano está "el rostro del
otro ", que es débil y fuerte al mismo
tiempo, que sin hacer fuerza física obli-
ga y provoca. El "rostro del otro" hace
salir al "yo" hacia el exterior de sí
mismo, y destruye el engreimiento de la
Modernidad. La bondad no resulta del
"yo quiero" activo en el que se recono-
cía tradicionalmente la acción virtuosa,
sino en que "a pesar mío, mi interés se
cambia en amor y el otro me incumbe".
La subjetividad del yo, queda despro-
vista de su fuerza y es el otro quien
lleva las riendas del "mí mismo".
Sin embargo, es posible pregun-
tarse si la "desnudez fáctica del otro" es
razón proporcionada o suficiente para
explicar el carácter absoluto de este
deber-''. Una facticidad puede forzar-
me o constreñirme, pero nunca obli-
garme o convencenne. Yes aquí donde
nos vemos lógicamente conducidos a la
afirmación de la presencia en el otro
(causa de mi absoluto deber) de Al-
guien, es decir, un Absoluto personal
divino que, en último término, es el
único que puede fundamentar el carác-
ter absoluto de mi deber hacia "el otro".
Por otra parte, el imperativo de no
desesperar que nos alcanza desde las
víctimas y los excluidos, si no se ha de
quedar vacío de contenido, y si ha de
evitar en la acción la recaída en la ge-
neración de más víctimas, está pidién-
donas la atención a las consecuencias
de nuestras acciones, instituciones e
intervenciones, incluso de l~s humani-
tarias. Aquel imperativo nos deberia
conducir a una autocritica y reforma
permanente, personal e institucional,
para no' silenciar la memoria de los que
cayeron y van cayendo hoy en la cune-
ta de la historia.
De ahí que este "deber de no de-
sesperar" se tome también en "deber
de resistir" en la lucha por una vida
digna para todos. Algo que solo será
viable si se comparte la resistencia de
todos aquellos a los que el vivir se les
ha convertido en sobre-vivir. Y este
deber, de nuevo, acarrea sus "costos".
Por optar claramente por los que están
en los márgenes, muchos han de pagar
un peaje gravoso, que "los situados" o
los que dejan de resistir y se acomodan,
ciertamente no pagan40.
38 LÉVINAS, E.: Totalidad e infinito. Sígueme, Salamanca 1987, p.227.
39 Así lo hace MANZANA MARTÍNEZ DE MARAÑÓN, 1.: Ateísmo contemporáneo y teismofilo-
sójico. Eset, Vitoria 1987.
40 Cf. GOYTISOLO, J. y NMR, S.: El peaje de la vida. Integración o rechazo de la emigración en
España. Aguilar, Madrid 22001.
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En el fondo, la esperanza no se pue-
de reducir ni al deber de no desesperar ni
al de resistir. Incluye todo: la resistencia
y los tiempos de espera, el ánimo y la
voluntad, la imaginación anticipadora y
el aguante, y hasta la esperanza contra
toda esperanza, la confianza en que el ser
humano conocerá su plenitud y la jus-
ticia. Pero si lo que se aguarda es pleni-
tud y justicia para todos, lo que incluye
a los muertos, esa esperanza ya no puede
estar fundada tan solo históricamente,
sino teologal mente. Si pedimos un "nt-
turo absoluto" (Rahner) para la huma-
nidad, este futuro sería inimaginable sin
Dios. Un verdadero futuro de plenitud
para los seres humanos y sus historias,
solo puede serio el mismo Dios, un Dios
de redención, de resurrección y vida.'tÍ
':~
Por esta razón, podemos decir que
en el mandato de no desesperar, históri-
camente fundado en cuanto nos alcanza
desde las víctimas de nuestra historia,
nos alcanza también con una interpe-
lación que viene de más lejos como una
..':c<
- 45 -
gracia que hace posible no solo no de-
sesperar sino esperar la plenitud y la
justicia. Así, el deber de no desesperar
nos alcanza simultáneamente desde la
mayor trascendencia y desde la mayor
intimidad de nosotros mismos. Es la voz
que resuena desde las entrañas de la his-
toria, y por eso la transmiten los relatos
de los orígenes, relatos de una historia
primordial de la humanidad: "¿dónde
está tu hermano ...?" (Gen 4,9-10). Esta
exigencia o este deber, es también la
gracia que nos constituye en personas .
Es el grito del sujeto (Hinkelarnmert)
nunca apagado, que clama al cielo jus-
ticia, y es "la gloria de Dios" que se
expresa en el deseo de "¡que el ser
humano viva!" (Ireneo). Y ahí sí, en esa
gracia, que nos precede desde la aurora
de la creación, puede encontrar la es-
peranza su fundamento, los cimientos
sobre los que levantarse y sostenerse'".
y así, desde esta pregunta originaria por
el otro, por los otros, podremos entrar
en la cuestión definitiva que perse-
guimos: ¿para quién esperamos?
Para la reflexión personal y comunitaria
1. ¿Desde qué realidades del mundo y de mi entorno me siento llamado a
no desesperar? ¿En qué exigencias concretas se traduce? ¿Puedo iden-
tificar los costos?, ¿y los riesgos?
2. ¿Qué realidades institucionales, eclesiales ... se tornan para mí y mi
comunidad en exigencia y responsabilidad de "no desesperanza"?
41 Cf. VIDAL TALENS, J.: "Creer en tiempos de desesperanza", o.c., p,893.
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- Capítulo 4 -
La cuestión definitiva
¿Para quién esperamos?
Somos hombres y mujeres históri-
cos, espacio-temporales, sin estos ejes
diflcilmente podemos pensar nada de
nuestra existencia, ni el pasado, ni el
presente, ni el futuro. Nuestra condi-
ción es itinerante y nuestra vida un
devenir a través de esa magnitud que
hemos dado en llamar tiempo.
....~
Pero mucho más importantes que el
tiempo y espacio, aunque no sin ellos,
es -a la hora de pensar la esperanza- la
alteridad. Los otros. La relación,
La Metafísica de la esperanza de
Mareel lo puso de manifiesto con una
definición difícil de superar: "la espe-
ranza es esencialmente ... la disponibi-
lidad de un alma profundamente com-
prometida en. una experiencia de co-
munión ".
No hay esperanza más que a nivel
del "nosotros ", o quizás no solo a ese
nivel, pero fundamentalmente en ese,
en la experiencia de comunión con el
otro, donde encuentra cabida también
el "nosotros cósmico" del hombre
mundano, que no se sabría a sí mismo
sin una referencia a la tierra que le vio
nacer y desde la cual inicia la peregri-
nación su existencia. De ahí que espe-
rar sea siempre: esperar en otro o en
otros; esperar con otros, es decir, una
tarea solidaria que se realiza en comu-
nidad, en fraternidad, en sociedad;
esperar para otros como rasgo especí-
fico de nuestra misión cristiana y caris-
mática, y si se nos da la gracia para
ello, esperar por otros, mostrando el
carácter vicario de la esperanza,
1. Esperar "en otros", La dimen-
sión intersubjetiva de la esperanza
1.1. Entre el temor de perder y la
alegría de soltar
En su estudio sobre el ser humano
Gabriel Marcel muestra, en clave pri-
meramente antropológíca, el carácter
intrínsecamente intersubjetivo de la
esperanza, Esta no se entiende sino
como don, don que precisa de otro, don
que reclama del sujeto una actitud de
acogida, don que nos recuerda que el
ser humano es, en tanto que se recibe y
que se dona.
Sin embargo, cuando miramos
hacia el futuro o chequeamos nuestras
expectativas nos encontramos con que
Esperar por otros. El desafío de esperar por los desesperanzados
Esperar por otros. El desafío de esperar por los desesperanzados
Esperar por otros. El desafío de esperar por los desesperanzados
Esperar por otros. El desafío de esperar por los desesperanzados
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Esperar por otros. El desafío de esperar por los desesperanzados

  • 1. 1 FRONTERA - HEGIAN CUADERNOS DE FORMACiÓN PERMANENTE PARA RELIGIOSOS Instituto Teológico de Vida Relígíosa Vitoria-Gasteiz Tfno.: 945/216410 Fax.: 945/246258 E-mail: invire13@gmail.com Página web: www.ínvíre.net Suscripción curso 2013/2014: España: 24 euros Europa: 39 euros Resto países: 40 euros I 52 $ © Editorial Frontera Instituto Teológico de Vida Religiosa Apdo. 427 Vitoria-Gasteiz © Nurya Martínez-Gayol EDITORIAL FRONTERA Beato Tomás de Zumárraga, 67 Apdo. 427 01080 VITORIA-GASTEIZ Tf.: 945 216 410 Fax: 945 246 258 Página web: www.invire.net E-mail: invire 13@gmail.colll D.L.:SS-I013/92 ISSN - 1138-2325 Impresión: Gertu Imprimategia Oñati. Gipuzkoa Consulte los temas y contenidos de la colección FRONTERA-HEGIAN en nuestra pagoweb: www.invire.net Nurya Martínez-Gayol, aci Esperar por otros... El desafío de esperar por los desesperanzados Instituto Teológico de Vida Religiosa Erlijioso Bizitzaren Teologi Institutua Apdo. 427 - Gasteiz/Vitoria 2013
  • 2. /J Índice Introducción...... 7 1. Desesperación y desesperanza , ,.................... 9 Il, La VR ante la crisis de Esperanza. ¿Tenemos razones para la desesperanza? , ,.......................................... 19 1. La inestabilidad de un tiempo bisagra ,....... 19 2. Amenazados por la desesperanza... 20 3. Experiencia de "pérdida" , ,.......................... 24 4. Entre la nostalgia y el falso idealismo........................................................ 26 5. Convocados para ser signos de esperanza.................................................. 27 ~.í!, t¡ ¡ i' t ~ ¡ .~ ~ ~ IV. La cuestión definitiva. ¿Para' quién esperamos?.............................. 47 l. Esperar "en otros". La dimensión intersubjetiva de la esperanza............... 47 1.1. Entre el temor de perder y la alegría de soltar.................................... 47 1.2. La esperanza como don y confianza en el otro................................... 49 l.3. Esperar del otro.................................................................................... 50
  • 3. 2- -4- 2. Esperar con otros '" 51 2.1. El "nosotros" como sujeto de la esperanza......................................... 51 2.2. La esperanza en comunidad...... 52 2.3. Esperanza y encuentro.... 53 2.4. Tarea de cada generación..................................................................... 54 2.5. Esperar con el otro que sufre :....................................... 54 3. Esperar "para otros" y "para el mundo"..................................................... 56 3.1. ¿Es posible esperar para otro?............................................................. 56 3.2. Esperanza solo para la humanidad y no para el hombre..................... 58 3.3. La cuestión de la muerte en el centro del debate................................ 59 3.4. La condición amorosa y la necesidad de esperar para el otro amado... 60 3.5. Esperar para los desesperados............................................................. 63 3.6. Esperar para la creacióll....................................................................... 65 4. Esperar "por otros"...................................................................................... 71 4.1. Esperar por otro en representación-sustitución.i..... 74 Reactivar nuestra esperanza.. 79 Bibliografía , 81 RETIRO DE CUARESMA- Historia de una relación accidentada: "Tú por la luz, el hombre por la muerte" - M" Ángeles Gómez-Limón......................................................................... 85 Esperar por otros ... El desafio de esperar por los desesperanzados Nurya Martínez-Gayol, aci
  • 4. fj - Introducción - ..__._--._-------- .i ¡ .¡ ¡ ..':, i , El título de estas páginas, que tratan de abordar la cuestión de la esperanza en la VR, quisiera ser el corazón, el fun- damento y la meta de todo lo escrito,, 'x I ,/ o•• , :f -, f ¡ ¡ j ,"!j "Esperar por otros ... " nos habla de un deseo, pero también de una reali- dad. Nos refiere a una meta, pero no menos a muchas realizaciones. Es cier- to que la VR hoy, en nuestro país, está azotada por muchos vendavales de de- sesperanza, pero también lo es que la esperanza sigue viva. Vestida de pa- ciencia, deliberadamente decidida a permanecer, resiste en sus filas y ver- dea en la fragilidad y la belleza de un pequeño brote, haciéndose presencia pequeña y vulnerable, pero persistente- mente sostenida, allí donde hay un cla- mor, un lamento, una necesidad, una desgracia, una puerta que se cierra, una ilusión que se trunca, una vida que se escapa. Sin grandes Iuminarias, sin títulos provocativos, sin ruidos, sin espacio en los medios de comunica- ción, sin reconocimiento en las tertu- lias ... la pequeña luz de la esperanza sigue ardiendo, y provocando fuegos allí donde "alguien" ha dejado su tiem- po, ha anulado la cita con sus deseos, ;1"7, ~ -';:1, I_-1 J .~--1 1 ¡ ¡ - "- , { J¡ -1 ~ ~ •1.~ 1 I f 1i, j { J "Si ayudo a una sola persona a tener esperanza. 110 habré vivido en vano" (MARTlN LUTT-IER KING) se ha despedido de su legítima aspira- ción, ha pospuesto su trabajo, ha igno- rado su cansancio y olvidado sus dolo- res, sus años y sus miedos ... para salir al encuentro "del otro ", para -en medio de la oscuridad, el sin sentido y la ausencia de futuro- hacer presente al Dios de la esperanza. Charles Péguy, el gran poeta de la esperanza, compara a la fe con una es- posa fiel o con un soldado, a la caridad con una madre ardiente y con un hospi- tal, pero llama a la esperanza, "la her- mana pequeña ", "la pequeña esperan- za" que duerme cada noche, y que cada mañana hay que despertarla. Y este es el reto que recoge este trabajo. Dar al- gunas pistas que nos ayuden a desper- tar y reactivar nuestra esperanza. En el primer capítulo, Desespera- ción y desesperanza, el tema es situado en un marco más amplio: la herencia que nos ha legado la Europa del s. XX, tra- tando de forma muy diversa de hacer pie en el nihilismo, la angustia, la revolución o la esperanza; intentando levantarse a fuerza de "voluntad de poder", con "la muerte de Dios" y hasta con "la muerte
  • 5. ~ del hombre". Para desde ahí experimen- tar el reto de "dar razón de nuestra espe- ranza" (lPe 3,15) en un medio fuerte- mente golpeado por la desesperación, y a un individuo históricamente situado en realidades de no salvación. Focalizando un poco más, en el capítulo II nos concentramos en la VR. Más concretamente, en la VR ante la crisis de desesperanza y sus amenazas que rondan nuestras existencias y las de nuestras instituciones tanto desde fuera, como desde dentro. Al detener nuestra mirada, con una perspectiva critica, sobre las fragilidades y las limi- taciones de nuestra situación actual, no pretendemos regodeamos en la debili- dad, sino descubrir debajo de qué ceni- zas es preciso soplar para que se aviven las brasas de la esperanza. Analizando nuestra realidad presente nos pregunta- mos si hay realmente razones para la desesperanza. Esta será la cuestión cen- tral del capítulo III, en el que seremos invitados a cambiar nuestras perspecti- vas y nuestros interrogantes acerca de la esperanza. Desde la fe -como nos recordaba la Encíclica Lumen Fidei- "el «yo>!del creyente se ensancha para ser habitado por Otro" (LF 2i), por otros. Lo que yo espero, lo que espera- mos, pasa entonces a un segundo lugar, y lo que importa es qué e~pera Dios de nosotros y qué esperan los otros. Emerge así "el deber de no desesperar" -8 - como una exigencia improrrogable que nos alcanza desde las víctimas, desde los desesperados de la historia. Una vez que "los otros" adquieren el lugar que les corresponde en nuestra vida y misión -el centro--, estaremos en condiciones de afrontar la cuestión de- finitiva: ¿Para quién esperamos? (ca- pítulo IV). Permitiendo que nuestra es- peranza se despierte, se avive, se forta- lezca al encontramos ocupados y preo- cupados, no tanto de nuestras expectati- vas, sino en esperar para otros, esperar por otros, y esperar juntos, con otros. Atrevemos a arriesgar nuestras espe- ranzas, a renunciar a ellas para sostener y alentar las vidas heridas de aquellos hombres y mujeres a los que les ha sido sustraído el futuro, iluminará sin duda nuestra espera con la estrella de la esperanza. Y es que "tiene que haber mucha esperanza en aquellos y aque- llas que hacen del sufrimiento del otro su razón de ser y estar; en aquellos que cada mañana se disponen a abrir los labios y cantar la alabanza más allá de los acontecimientos; en tantos consa- grados que, en silencio, van haciendo posible lo imposible... solo porque creen. Hay mucha esperanza en los que todos los días empiezan de nuevo, lo intentan una vez más, se alegran con la alegría del otro desplazando el propio sentimiento" l. A descubrir este tesoro, quisieran ayudar estas páginas. 1 GONZALO DíAZ, L. A. "¿Dónde está tu Dios?", en VR, 17/04/2010. http://www.vidareligiosa.es/ - Capítulo 1 - Desesperación y desesperanza "Todo se ha arruinado, todo se ha degradado ... Podría decirse que todos están arruinados y degradados. Porque no es este un tipo de cataclismo que viene con la llamada "ayuda humana inocente", al contrario, es por el propio juicio del hom- bre, sujuicio sobre su propio ser... en el cual, por supuesto, Diostiene una mano, o me atrevo a decir, participa. Pero con independencia de su par- ticipación, el hombre es la criatura más horrible que puedas imaginar... Porque, ves, el mundo ha sido envilecido, así que no importa lo que yo diga porque todo ha sido degradado, desde lo que han adqui- rido y, a partir de ello, todo, en una pelea engañosa y deshonesta. Han envilecido todo. Y todo lo que tocan, y tocan todo, lo degradan. Era este el camino hasta la victoria completa, hasta el triunfo final: comprar, degradar... degradar, comprar. O te 10 puedo decir con otras palabras: tocar, degradar y, de ese modo, comprar... o tocar, comprar, Y de ese modo, degradar. Ha sido así por siglos. Sin parar. Esto y solo esto, a veces con disi- mulo, a veces con crudeza ... a veces amablemente ... a veces violenta- mente ..., pero sigue y sigue (...). Así que, por ahora, estos victoriosos ganadores, que viven con las leyes del lobo, gobiernan la tierra ... y no hay ni el más mínimo rincón donde uno pueda esconder algo de ellos... porque todo pueden ponerlo en sus propias manos, incluso las cosas que pensamos que no pueden conseguir -pero consiguen- son también suyas. Porque el cielo ya es suyo y todos nuestros sueños les pertene- cen. Suyo es el momento, la naturaleza, el silencio eterno. incluso la inmortalidad es suya ¿entiendes? iTodo está perdido para siempre! y aquellos bastante nobles, grandes y prominentes solo aguardan en su lugar -si se me permite expresarme así-o Se detuvieron en ese
  • 6. e - 10 - punto, y tuvieron que comprender, tuvieron que aceptar ... que 110 hay Dios ni dioses ... Y el destacado, el brillante y el noble ... quedaron obli- gados a entender y a aceptar este hecho desde el principio. Pero, por supuesto, no fueron realmente capaces de comprenderlo. Solo aguantaron en su lugar, confundidos, pero no resignados, hasta que algo -que se activa en el cerebro- por fin, los iluminó. Y de re- pente se dieron cuenta de que no hay Dios ni dioses. De repente vieron que no es bueno ni malo. Luego vieron y comprendieron ... que si esto era aSÍ, entonces, ¡ellos mismos no existían tampoco!" (Fragmento de la película El caballo de 7ilrín2) La victoria del mal sobre el bien es fruto de la propia acción del ser hu- mano y, en cierto sentido, de los dio- ses... que en realidad no existen. En- tonces tampoco existe el bien y el mal. Por tanto no hay ética. No existe lo noble, lo bueno. Solo la destrucción, el sinsentido y la nada que engulle todo lo noble y bueno, que aniquila los sueños, las utopías y toda vana pretensión de trascendencia. Ni dioses... ni hom- bres... ni esperanza. i Todo está perdido para siempre! "Ni dioses. ni hombres ", Así titu- laba su conferencia el profesor Peio Sánchez, en el marco de las X Jornadas de Teología de Comillas dedicadas a la cuestión de los nuevos ateísrnos, tra- tando de ilustrar la situación desde el cine europeo contemporáneo. Con esta expresión traía a nuestra memoria otro filme, De dioses y hombres, que sin duda la mayor parte de los lectores habrán visto, y en el que se nos brin- daba un verdadero canto a la esperanza para la Vida religiosa. El texto con el que he comenzado está extraído de uno de los celuloides comentados en dicho foro: "El caballo de Turin", Nos muestra una actitud nihilista que, deudora del pensamiento de Nietzsche, pervive en una sociedad que ha arrojado lejos de sí a Dios; y también cómo, cuando desaparecen los dioses, terminan desapareciendo los hombres y todo concluye siendo absor- bido por la nada. El director de esta película (Béla Tarr, 2011) pone este fragmento en la boca de un personaje que toma el rol de "profeta de la cala- midad y de la desesperanza", y que se asoma a la vida de los protagonistas como testigo y vaticinador de una situación sin salida de perdición y 2 La película está accesible en: http://wWIV.YOutuhe.com!watch·~v;3eqUH890GVU. La escena co- rrespondiente al texto comienza en el minuto 59, dura 6 minutos. Vería puede ayudar a situarse. -11 degradación, que ha aniquilado toda esperanza y ante la que ya no cabe más que aguardar en medio de la desespe- ración la destrucción de todo. Corínto, que dudaban de la posibilidad de la resurrección de los muertos: "Si los muertos 110 resucitan -dirá el após- tol-, comamos y bebamos, que mañana moriremos" (1Cor 15,32). Si. no hay futuro para los muertos, queda total- mente descal ificada la esperanza cris- tiana y somos dignos de lástima ¿para qué tomar la CLUZ?¿Para qué nada, si sabemos que Cristo no colmará esta vida'? En este sentido, tiene razón Hork- heimer: la escatología es la esperanza de que la injusticia no tenga la última palabra de la historia, "una aspiración de que al fin la mano del asesino no pre- valecerá sobre. la víctima inocente'", Sin la victoria de la resurrección todos los intentos por la justicia quedan ex- puestos al cinismo de los poderosos, de los más fuertes. Sin un postulado esca- tológico de 1Ul más allá, habría que re- nunciar a la justicia, por más que los ateismos del s. XIX y XX intentaran mostrarse como "una protesta contra las injusticias del mundo y de la historia Ya apuntaba en esta dirección san universal'": Así lo plantea Benedicto Pablo al dirigirse a los cristianos de XVI en la encíclica Spe Salvi: "Un mundo en el que hay tanta injusticia, tanto sufrimiento de los inocentes y tanto cinismo del poder, no puede ser obra de un Dios bueno. El Dios que tuviera la responsabilidad de un mundo así no sería un Dios justo y menos aún un Dios bueno. Hay que contestar este Dios precisamente en nombre de la moral. Y puesto que no hay un Dios que crea justicia, parece que ahora es el hombre mismo quien está llamado a establecer la justicia. Ahora bien, si ante el sufrimiento de este mun- ·"1 ':J Desde que Dios fue desterrado del mundo intelectual, hecho que arranca básicamente con la Modernidad, como constató Nietzsche, el problema de la muerte se ha ido relegando a un se- gundo plano. La divinidad se llevó consigo cualquier esperanza de exis- tencia que trascendiera un cosmos en el que se toma muda "la música callada". No hay dioses ni respuestas para la cuestión de la muerte. Comienza entonces a darse por supuesta la ani- quilación personal, es decir, que al- guien desaparezca para convertirse en nadie en un mundo abocado a no ser nada. Comienza también a aflorar como no definitiva la vida del otro y sus valores. El bien no encuentra sus- tento ni apoyo. "~ ,;. T :f ··r .'.,;1' :~ if í ?: 3 Cf. MARCUSE, I-I. - POPPER, K. - HORKHEIMER. M.: A /a búsqueda del sentido. Ediciones Síguemc, Salamanca J 97G. 4 BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 11°42 (en adelante SpS).
  • 7. 1 - 12 - do es comprensible la protesta contra Dios. la pretensión de que la humanidad pueda y deba hacer lo que ningún Dios hace ni es capaz de hacer, es presuntuosa e intrínsecamente falsa. Si de esta premisa se han derivado las más grandes crueldades y violaciones de la justicia, no es fruto de la casualidad, sino que se funda en la falsedad intrínseca de esta pretensión. Un mundo que tiene que crear sujusticia por sí mismo es Ul1 mundo sin esperanza. Nadie ni nada responde del sufrimiento de los siglos. Nadie ni nada garantiza que el cinismo del poder -bajo cual- quier seductor revestimiento ideológico que se presente- no siga man- goneando en el mundo". En sintonía con los grandes pensa- dores de la escuela de Francfort, como Theodor W. Adomo, que ha afirmado que la justicia, una verdadera justicia, requeriría un mundo "en el cual no solo fuera suprimido el sufrimiento pre- sente, sino también revocado lo que es irrevocablemente pasado">, o con Hork- heimer para quien resultaría "inútil pretender salvar un sentido incondi- cional sin Dios", de lo que se sigue que "la muerte de Dios es también la muerte de la verdad eterna'", el pontí- fice da un paso más subrayando que en definitiva "no puede haber justicia sin resurrección de los muertos?". Sin embargo esta aniquilación "se espera", en ocasiones, incluso con un cierto optimismo. Un texto de Savater nos ofrece un ejemplo claro de esta postura: "Cuando logra sobreponerse a la desesperación, el ser humano constata que no menos cierto que va a morir es que ahora está vivo. Si la muerte consiste en no ser ni estar de ningún modo en ninguna parte, todos hemos derrotado ya a la muerte una vez, la decisiva. ¿Cómo? Naciendo. No habrá muerte eterna para nosotros, puesto que estamos ya vivos, aún vivos. Y la certeza gloriosa de nuestra vida no podrá ser bo- nada ni obnubilada por la certeza de la muerte. De modo que tenemos derecho a preguntar, como en el libro sagrado: «Muerte, ¿dónde está tu victoria?» ( ... ) Podrá la muerte un día impedir que sigamos viviendo, nunca que ahora estemos vivos ni que hayamos ya vivido. Puede con- vertir en ceniza nuestro cuerpo, nuestros amores y nuestras obras, pero 5 ADORNO, Th.. Negative Dialekük (1966), Tercera parte, lll, 11: Gesammelte Schrifien, vol. VI, Frankfurt/Main 1973, p.395. 6 HORKHEIMER, M.: Anhelo de justicia. Trotta, Madrid 2000, p.85. 7 SpS, 42. ~ .. 13 - no la presencia real de nuestra vida. ¿Por qué debería la muerte futura restar importancia a la vida, cuando la vida presente se ha impuesto ya a la oscura muerte eterna? ¿Por qué debería contar más para nosotros la muerte en que no somos que la vida que somos? Cada cual puede re- petir, con el poeta Lautréarnont: «No conozco otra gracia que la de haber nacido. Un espíritu imparcial la encuentra completa»"8 Se espera la aniquilación y al "misino tiempo se amordaza tratando de no agitar una existencia que, tras la eli- minación de Dios, "parece" sosegada y dice vivir en la verdad y no en el en- gaño de la proyección, la ensoñación o el miedo". Se prefiere la certeza de la aniquilación que, por otra parte, no solamente no parece molestar excesi- vamente nuestro presente, sino lo ensalza y recibe como gracia, como si para ello fuera menester asegurarse de que no hay futuro. Se afirma la nada como fin glorificando la vida, y se la prefiere a la incertidumbre de un más allá que se inmiscuye incómoda y com- prometedoramente en nuestros días y despierta sospechas incontrolables sobre realidades como la muerte, a las que se pretende neutralizar sumiéndo- las en la irrelevancia epicúreal''. Así desaparecen los sueños y las ilusiones tachados de insignificantes, frívolos o tramposos con la realidad y, así también, el proyecto que nos cons- tituye termina deshaciéndose en la inanición, pues no hay ni anhelos ni esperanzas que sean capaces de ali- mentarlo para siempre!'. El modo de tratar de superar la desesperación es no esperar nada. Pero lo que en realidad acaece es que la propia vida pierde contenido, se queda sin consistencia. En el fondo estamos ante una cues- tión básicamente antropológica. Lo que se discute, en verdad, es el carácter personal del sujeto humano, y si es o no propio de este la condición futuriza, expectante, esperanzada. Si como de- cía 810ch, el hombre es en tanto que aspira y proyecta, o está simplemente constituido para quedarse encerrado en su presente. Y entonces ¿qué haríamos con las ilusiones, con los proyectos, anhelos y deseos que acompañan nues- tra existencia? ¿Solo tenemos el hoy y la memoria que se apaga con nosotros? "El que pierde la esperanza en la otra vida compromete sin duda la feli- 8 SAVATER, F.: Las preguntas de la vida. Ariel, Barcelona 1999, p.277. 9 Cf MARÍAS, 1.: Razon de lafilosofia. Alianza Editorial, Madrid, p.17. 10 "La muerte. temida como el más horrible de los males. 110 es, en realidad, nada, pues mientras IIOSO- tros somos. la muerte 170 es, y cuando es/a llega, nosotros /10 somos" (EPlCURO, Carta a Meneceo, 125). II MARÍAS, J.: Breve tratado de la ilusión. Alianza Editorial, Madrid 1984, pp.55-56.
  • 8. D cidad en esta; pero el que pierde además la necesidad de aquella, su anhelo, aun- que fuese desesperado, destruye su pro- pia condición personal, expectante, en este mundovl-. Si surge la angustia en el hombre ante la posibilidad de que la muerte sea el final no es por una hiper- metropía existencial que le impide constatar el valor del presente inme- diato, sino porque en su fondo íntimo tiene hambre de perdurar, siente que su condición personal le llama a conti- nuar y se encuentra ante un muro infranqueable que se lo puede impedirt-. 14 - amamos, que pertenecen a nuestra vi- da, que son parte de lo que somos? Somos futurizos, vivimos en vista del porvenir, siempre en camino, siem- pre desplegándonos hacia adelante, anticipando nuestros sueños y proyec- tándonos más allá de nuestro presente para realizarlos, Pero nunca solos, por- que también somos seres amantes. Pre- cisamos amar y ser ama- dos para ser lo que so- mos, y deseamos por ello compartir esperanza y futuro. Pero si el por- venir queda cegado, obtu- rado, anulado, tanto para nosotros como para aque- llos que amamos, deja- mos de ser, perdemos consistencia, no somos nada. Porque ser alguien entra en conflicto con acabar en nada 14. Vivir es necesitar vivir para siempre y, todavía más, necesitar que vivan siempre aquellos a quienes amamos y cuya aniquilación nos resulta insoportableEl texto de Savater ol- vida que vivir es necesitar vivir para siempre y, todavía más, ne- cesitar que vivan siempre aquellos a quienes amamos y cuya aniquilación nos resulta insoportable. Porque, ¿realmente podemos sobreponemos a la desesperación y encontrar nuestra vida completa al pensar que nuestro cuerpo, amores y obras nacieron para acabar entregados a la nada? Aun en el caso de que no nos importara a nivel personal fundimos en la nada ¿es po- sible mantener esa imperturbabilidad ante la desaparición de aquellos que Como en el texto de El caballo de Turin: si no hay dioses, no hay hom- bres, no hay nada; y al contrario, sin lo humano, ¿por qué y para qué Dios?15 ** ** ** Tal vez no sea este un comienzo muy ortodoxo para hablar de la espe- 12 MARíAS, J.: Sobre el cristianismo, p.24. !3 Cf. HlDALGO NAVARRO, R.: Julián Mariasy la muerte. Lulu.com, 2009, p.191. 14 Ibid. p.188. 15 Cf. MEENEN. B. VAN: "San s I'humain, pourquoi Dieu?" en GESCHE. A. - SCOLAS, P. (dir): El si Dieu 1/ 'existait pas? Cerf, Paris - Louvain 2002, pp.lll-122. ranza ... ¡O tal vez sí! Contemplando el reverso ... la nada ... el vacío ... la an- gustia seca de la carencia de toda luz, de todo deseo, de todo anhelo y de todo futuro ... es posible que el ser humano sienta la irresistible necesidad de des- pertar de una pesadilla que parece que- rer negar lo más profundo y auténtico de su persona: su capacidad de esperar, de aguardar algo, de proyectarse hacia adelante, de poder anhelar más allá de lo inmediato, de lo que se encuentra objetivamente al alcance de la mano. "Lo estrictamente personal (...) -afírmaba con acierto Julián Marias- requiere un «para siempre», al menos como deseo y esperanza, para que no sea todo, a última hora, un engaí'io"16. Aparece aquí de nuevo el elemento per- sonal como abocado a la perdurabili- dad, como incomprensible sin su capa- cidad proyectiva y duradera. De ahí que exista una relación directa entre el hecho de contar con una esperanza defi- nitiva o no, y la cuestión de si somos realmente personas o simples acciden- tes ("pasiones inútiles", dirá Sartre), Por otra parte, es posible que con- frontamos ante una situación demoledo- ra de toda posibilidad o intento de resca- tar la bondad, la vida, y 10 eterno -como la presentada en El caballo de Turln-, resulte un revulsivo que sacuda nuestras vidas recordándonos que es un deber pa- 16MARÍAS, J.: Mapa del mundo personal, p.94. 15 - ra nosotros "no desesperar", pero que además hemos sido llamados a ser testi- gos y profetas de la esperanza, e impeli- dos a dar razón de ella en todo momento. Obviamente, la situación planteada en la película no es el diagnóstico de toda nuestra sociedad, ni tan siquiera de todo ateísmo -el texto de Savater lo confirma-o De hecho, la crisis que nos atenaza hoy con más fuerza ya no es la de los diversos fonnatos de ateísmo, ni tan siquiera la "increencia", o el tan re- petidamente mentado secularismo de nuestras sociedades occidentales, sino más bien la crisis de esperanza. Es esta la que emana también de otras crisis que vive hoy nuestro mundo como desazón y peso de muerte en nuestros días: la crisis económica, la crisis política, la crisis social. Este cambio de diagnóstico nos da la posibilidad de situamos más cerca de la experiencia que hacen y padecen muchos de nuestros contempo- ráneos. Desde Latinoamérica y África, desde muchas de nuestras ciudades españolas y europeas, desde Siria, Egipto, India ... y tantas otras situacio- nes de dificil salida, llegan voces tra- tando de recomponer la maltrecha espe- ranza. Esta ausencia y este vacío de perspectivas de futuro se lee con nitidez en los ojos de quienes han caído en la cuneta de la historia y de la economía, pero también, desgraciadamente, en quienes han caído en la cuneta de la
  • 9. 5 irregularidad canomca dentro de la Iglesia y mendigan un lugar en nuestras celebraciones y las migajas que caen de la mesa de nuestras eucaristías. Al lado de un mundo en expansión, el mundo de las soluciones técnicas, de los vertigino- sos avances cíbernéticos, de la multipli- cidad de fórmulas de conexión y comu- nicación ... , contemplamos un inmenso sector de ese mundo en abandono, en situaciones de inhumani- dad, estancado en sus po- sibilidades de desarrollo, ahogado en la miseria, ro- zando la misma muerte [7. - 16 - creyentes y no creyentes, nos permiten contentamos con esperanzas particu- lares, para nosotros o para los nuestros. Una esperanza que no pueda ser "para todos" no es esperanza, una esperanza que no abarque la totalidad del ser hu- malla, en todas sus dimensiones, no será una esperanza cristiana. Y de lo que carece nuestro mundo es de un di- seño de futuro para todos18. Una esperanza que no pueda ser "para todos" no es esperanza, una esperanza que no abarque la totalidad del ser humano, en todas sus dimensiones, no será una esperanza cristiana Esta crisis tiene dos niveles, uno subjetivo -rnás personal- y otro con una implicación más co- munitaria y social: la cri- sis de contenidos de la esperanza. Se manifiesta cuando, a partir de las cir- cunstancias actuales y los datos cono- cidos, nos preguntamos "qué es lo que podemos esperar". Entonces nos cues- ta encontrar una respuesta, imaginar transformaciones profundas de la rea- lidad humana y social, diseños utópi- cos movilizadores de la acción huma- na. Ni la conciencia cristiana, ni la de la dignidad humana que comparten hoy La pregunta que atenaza al cristiano hoy es la de cómo es posible seguir aguardando, con responsabilidad moral e intelectual, en las pro- mesas salvíficas de Dios, cuando la experiencia de nuestro mundo parece contradecir, una y otra vez, las posibilidades de salvación de lo humano. Ya la primera carta de Pedro, nos pone en antecedentes de esta situación, cuando nos invita a "estar siempre dispuestos a dar res- puesta a todo el que nos pida razón de nuestra esperanza" (lPe 3,15). El con- texto deja claro que se está refiriendo a la incomprensión y rechazo que levanta, la vivencia de una esperanza "no común" al resto de los humanos!", [7 Cf. VIDAL TALENS, J.: "Creer en tiempos de desesperanza. «In spe, fortitudo vestra» (Is 30, [5)" en Scripta Theologica 33 (200113), p.844. J8lbid. [9 "Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis POT temor de ellos ... y estad siempre preparados para presentar defensa COIl manse- dumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros". " .Por eso, si en tiempos de desesperanza uno sigue creyendo y realimentando la esperanza y el amor es cuestionado sobre el sentido de su praxis creyente, o él mismo es el que cuestiona los valores de los demás con dicha praxis. r "fr Es decir estamos retados a hablar de esperanza a un individuo histórica- ¡>. - 17 - mente situado en realidades de no sal- vación, realidades que en muchos momentos nos tocan también a no- sotros. Es desde ahí, desde donde se I).OS plantea el problema del sentido en medio del sinsentido, de la salvación en medio de la no salvación: la cues- tión de la esperanza. e ~ !" ~,, .'~ ~ ¡j t1; f J .~ '1,j: '!i ;; 1', t Para la reflexión personal y comunitaria l. Después de la lectura del monólogo del caballo de Turln ¿qué he senti- do?, ¿qué sensaciones, preocupaciones o retos me han surgido tras esa contemplación demoledora delfinisterre de la vida y de la civilización? 2. ¿Qué me provoca el texto de Savater? ¿Hay personas en mi entorno que se sitúan en esta línea? ¿Qué respuestas tengo para mí y para dar a otros que me pidan que les dé razón de mi esperanza? .~ :~;r,: "© ,~ ,~ ~ f f ¡ f ::1: t f, ¡ r ~,. ¡ "r¡ '0 l ~Ii ~ fl> tl.' tiII ~ ~ iy'-
  • 10. [ J ~, g .,J .,,' 1 - Capítulo 2 - La VR ante la crisis de Esperanza ¿Tenemos razones para la desesperanza?"1, f .~f; ::~. ---------------------_ .._-- - ~ 1 J ~ 4~ J~ 1~ ~ 4 l ·~t. ~ ,¡ :'; ~ 1,~ •; 11 .~ 'f ' ..~ . "Jf i ¡ ,1..~ :~ ~.~ ~ j :~ i 1 J r J IM 1~ tI 1. La inestabilidad de un tiempo bisagra Este desaflo incide de una forma particular en la VR, La cuestión nos compete muy propiamente y al mismo tiempo nos afecta con intensidad tanto a nivel individual, como comunitario e instituciona 1. La situación de desilusión y deses- peranza que tiñe nuestro contexto social, sin duda nos golpea y nos toca. Par otro lado, somos parte constitutiva de la Iglesia, y nos sentimos concemi- dos por la crisis eclesial; pero además, enfrentamos todas estas crisis en un momento de fuertes dificultades inter- nas, Quizás estas no son percibidas del mismo modo por todos, Pesan más sobre quienes han de tomar decisiones o portan una carga de trabajo bajo la que comienzan a sentirse aplastados, Pesan menos en quienes están comen- zando la aventura de la vida religiosa, y han hecho una opción de vida por lo que hay, sin mirar a lo que había antes, que les resulta ajeno. 20 GARMJLLA, 1.: Vivir en invierno. PPC, Madrid 2009, p.42. No es momento de hacer un elenco de dificultades, pero a nadie se le ocul- ta el dato estadístico, que habla por un lado de pérdidas de efectivos y por otro de un importante envejecimiento en nuestras comunidades, Muchas obras abiertas y pocos religiosos y religiosas; comunidades que en otro tiempo esta- ban urgidas por la vorágine de la acción, hoy tienen que ocupar sus esfuerzos en la sana supervivencia de paliar las dificultades propias de la edad; obras apostólicas en contextos de misión compartida, a veces más por la necesidad que por la convicción; casas de formación reagrupadas con un curioso giro expansivo: de lo provin- cial a lo interprovincial; de lo interpro- vincial a lo europeo continental y de lo europeo a lo mundia1...20 Grandes titu- lares que, sin embargo, responden a números mínimos que tampoco podrán garantizar en un futuro próximo la sub- sistencia de las obras que hoy tenemos, Esta es la observación del dato objeti- vo externo, Pero si nos adentrarnos un poco más, si vamos al corazón de la VR descubrimos que este proceso de
  • 11. { adecuación al momento presente nos hace luchar contra una fácil tendencia hacia la falta de esperanza, que en el mejor de los casos va dejando en el camino mucho superviviente (van vi- viendo), algunos desazonados (amar- gados, malhumorados o resignados) y un resto de testigos (de los que viven gozando). Posiblemente esta sea la herida profunda que va generando la desesperanza y que habremos de cuidar y curar si este tiempo ha de ser, como lo es también para nuestra sociedad, un tiempo bisagra para la VR. Una etapa en la que ya no está lo anterior, pero aún no sabemos qué ha de ser lo nuevo; porque la situación ha cambiado, pero no nos hemos desecho todavía de muchas formas y figuras que pertene- cían a aquella etapa y que resultan ana- crónicas en esta. Todo apunta hacia una vida reli- giosa diferente, sensiblemente distinta de aquella en la cual se ha formado y crecido la mayoría. Pero la tendencia habitual de nuestras congregaciones es que la bisagra gire con facilidad ha- cia atrás y no tanto hacia adelante. An- damos cansados y agitados, entre el ser- vicio y la preocupación por mantener "nuestro modo de proceder" cual si allí estuviera nuestra esperanza, y gastamos en esto nuestras energías, olvidando "elegir con María la mejor parte", esa que no se nos quitará: la escucha del Señor, de su Espíritu que todo lo renue- va, de su palabra, siempre creadora. - 20 - A todas estas cuestiones se unen la C11Sis de identidad, la sensación de haber perdido el sentido profético y ca- rismático que nos ha identificado en la Iglesia, la incapacidad de propuestas creativas que sean verdaderamente fecundas para el mundo. Habría que agregar también las dificultades para acertar en los procesos de formación e integración de los pocos jóvenes que llegan a nuestras comunidades -dada la diferencia de edad y de mentalidad-, de sostener a las nuevas vocaciones, y de encontrar un esquema de vida co- munitaria que potencie nuestra misión, en vez de absorber las pocas fuerzas que tenemos. Además está la dificultad de encontrar personas para la anima- ción comunitaria, y la urgencia de cla- rificar la misión de los superiores -rnuchas veces reducidos a un servicio más de enfermería que de acompaña- miento y animación de la cornunidad-, No se sabe bien cómo enfocar el tema de la visibilidad; y percibimos la ur- gencia de encontrar mediaciones ade- cuadas que tercien nuestro desfase con el mundo, de atinar en el modo de arti- cular nuestra misión con el trabajo dio- cesano y de establecer relaciones más fluidas con la Iglesia jerárquica, y un largo etc. 2. Amenazados por la desespe- ranza... Toda esta problemática, tanto ex- terna como interna, nos desafía y nos asusta al mismo tiempo. Estamos, tam- bién nosotros amenazados de desespe- ranza. Esta amenaza puede convertirse en una oportunidad o bien conducimos a respuestas falsas, que nos suman en p08- turas y opciones estériles e incluso dañi- nas, tanto para nosotros como para la misión a la que hemos sido convocados. Uno de esos "falsos caminos" es la resignación. Más que una respuesta es una opción y una decisión clara por la muerte, por ahogar toda esperanza, que sin duda se asfixia en la pasividad de un conformismo frustrado. A su lado, la amargura es posiblemente la herida más dañina, el anti-testimonio más feroz, y la amenaza más incisiva. Otra vía de salida es la huida; no mata la esperanza, pero la ignora, la olvida y la pierde ... y también la fe. Se va volvien- do soledad vacía, y lleva con ella la auto-segregación que conduce al de- sespero, la desilusión, o incluso al esta- blecimiento de grupos de presión que se toman infecundos, por obrar desde fuera. El empeño por poner parches que faciliten la supervivencia, es otra opción, que logra tan solo alargar un poco la agonía de la esperanza, pero en absoluto es capaz de generar ilusión. También es posible optar por la ne- gación -el "aquí no está pasando nada"-, aunque la verdad es que cada vez es más difícil. O bien distraemos con la nostalgia y la melancolía que nos lleva una y otra vez a volver al pasado, fijando en él nuestra mirada - 21 - perdida, incapaces, tan siquiera, de aprender mucho de él. Solo para re- cordar, tomar un poco de aliento, y retomar a la pesadumbrosa tristeza que genera el tiempo presente cuando se le vacía de futuro. O tomar la vía del acti- vismo: no dejar de hacer cosas, reunio- nes, propuestas, pequeños cambios en re-estructuraciones interminables que sin embargo no parecen capaces ni de innovar, ni de proporcionar una con- versión radical de nuestras estructuras y modos de vida que abran a una nueva fase de la VR más esperanzadora. En la mayor parte de los casos, a estos falsos caminos nos empuja la inseguridad. El miedo es uno de los principales enemigos que atenazan la esperanza de la VR: El miedo que nos encierra. Es el riesgo que corre la VR de terminar cur- vada sobre sí misma de tanto mirarse, de tanto querer protegerse, de tanto intentar salvaguardarse, buscando "su salvación" a toda costa. Olvidando que esa preocupación debería dejarla en manos de quien nos envía. El miedo que hace huir y confundir el centro. Es decir, descentrarse tanto buscando fuera de sí "salvación", absorbiendo modelos de otras realida- des, adaptándose al medio para ser "re- conocida"". que al fin se diluye esté- rilmente allí donde debería entregarse hasta una muerte fecunda,
  • 12. f El miedo que paraliza y finalmente deja que sea arrastrada por las desespe- ranzas exteriores del medio en el que vive. La política, la economía, la falta de ideales, de compromiso ... generan análisis "de bulto", sin matices, en los que todo está mal y todos están mal, y no hay nada que hacer. Nos hace mio- pes ante tantos gestos en nuestro mundo en los que "la peque/fa espe- ranza ,. se abre paso. Fácilmente podemos caer en la tentación de pensar que es el. nuestro el peor de los tiempos y, sin embargo, muy posiblemente no sea así. De he- cho, si nos detenemos en los de nues- tros fundadores, encontramos situa- ciones que no tienen nada que envidiar a la actual, pero en las que la pasión por Jesucristo y el deseo de entrega iban abriendo caminos de vida en es- tepas no mucho mejores que aquellas por las que transitamos hoy, y gene- raron grandes cambios en sus socie- dades. Nuestra historia de Europa, por ejemplo, hubiera sido otra sin un san Benito. Cuando este se percata de la situación en su entomo, lo primero que hace es parar, detenerse, tomar distancia... orar. Escuchar a Dios y dejar que Dios le transforme a él mismo, para tener una experiencia de lo divino y de lo humano que com- partir. Y después salir hacia el mundo. No solo, con otros; y con ellos: es- - 22 - cuchar. alabar y buscar. Pero detrás de él, y en aquel mismo momento, el que todo aquello fuera posible de- pendió también de otras muchas deci- __ siones, radicales, fundamentales, es- condidas, sin nombre, sin recuerdo ... pero de las que vivimos hoy. Y que per- :1 mitieron reconocer aquel momento _,. concreto de la historia como kuiros, como oportunidad, como llamada, ", ., como invitación a buscar, como urgen- :f , d d ¡¡era e respon er... r Nuestro hoy, como el de san Be- :1; nito, es también un tiempo de crisis, dej ocaso de valores, de caída de refe- f rencias y creencias, de certezas, y de .¡ las estructuras que daban antes con-,¡ fianza y firmeza a nuestro caminar. El ".1 cambio epocal nos ocasiona confusión:~ e incertidumbre. Es natural una prime- 1 ra reacción de turbamiento en cuanto S "nos enfrentamos con transforma- f ciones que interrogan nuestra identidad":i y nuestra fe hasta las raíces" (Linea-f: menta, 7). Nada está claro. Algo se¡ derrumba y algo intenta salir a la luz. .~ Tal vez por esta razón nuestro tiempo J es simultáneamente dramático y jas-i. r cinante, y exige de nosotros algo más .~ que una respuesta mediocre: una res- ¡ puesta dramática y suficientemente 1. radical para ser también fascinadora.! Es decir, capaz de abrir caminos de fu- ~ P turo. t IAhora bien, la esperanza no po- demos cifrarla en un cambio instan- iáneo -como el que nos tiene acostum- brados nuestra civilización-o Incluso la crisis económica, recibe plazos, 5 años .para remontar, 3 años para comenzar a cambiar la curva.... ¡Una etemidad para quien padece las consecuen- cias ... ! pero, en verdad, un instante en la historia de la humanidad. Nos ha tocado un tiempo bisagra y hemos de amado, conocerlo, impli- carnes en éf ;.. y ahí, fructificar, anunciando y dando razón de nuestra esperanza. Yeso signifi- ca aceptar que no corres- ponde vivir el momento estelar de despliegue de una nueva civilización, de una nueva cultura, ni de una nueva sociedad. No vamos a estar en la cresta de la ola, pero estamos en aquel espacio que puede hacerla posible o que puede abortarla. Aceptación de nuestro tiem- po, no implica negligencia sino en- trega. Entrega desmedida, entrega oculta, entrega mmtirial... para que - 23 - "otros" tengan vida, y la tengan en abundancia (Jn 10,10). Nuestro momento es el de la espe- ranza, "la pequeña esperanza" ... siem- pre de la mano de sus hermanas mayo- res la fe y la caridad -como decía be- llamente Péguy-. Sí, de eso se trata, de arraigamos en la fe, pero también de dejar que esta fe nos dinamice y que el amor nos haga creativos. Aceptar no significa parar. Acoger no es detener. Habrá que despedir muchas formas que pertenecen al pasado y que ya no son elocuen- tes, ni en nuestro anun- cio, ni en nuestro testi- monio. Habrá que pre- guntarse una y mil veces sobre el cómo, sin COIl- ceder ni un milímetro de terreno a la duda sobre el por qué o el para qué. De esto se encargan la fe y el amor. Escon- didamente, sin glorias, pero abriendo un espacio en el que dejar brotar y cui- dar con fe y amor, a la pequeña espe- ranza. Aceptación de nuestro tiempo, no implica negligencia sino entrega. Entrega desmedida, entrega oculta, entrega martirial ... para que "otros" tengan vida, y la tengan en abundancia "Por el camino empinado, arenoso y estrecho, arrastrada y colgada de los brazos de sus dos hermanas mayores, (fe y caridad) que la llevan de la mano, va la pequeña esperanza y en medio de sus dos hermanas mayores da la sensación de dejarse arrastrar como un niño que no tuviera fuerza para caminar. Pero, en realidad, es ella la que hace andar a las otras dos,r r r r I
  • 13. 1 r~ "r- 24 - '1 '.t·· ~r'y la que las arrastra':!i ..expectativas sobre la VR, sobre nues- y la que hace andar al mundo elltero¡t . tras comunidades, sobre la misión ..., y la que le arrastra. .'j .'esas grandes transformaciones con las Porqu~ en verdad no se trabaja sino por los hijos .. j. que soñaba! no se van a realizar, Y me y las dos mayores no avanzan sino gracias a la pequeña". .;~ "resisto, sobre todo, a admitir que eso (Ch. Péguy, El misterio de Lossantos inocentes) ,f no tiene ninguna importancia, Me .:i{· resisto a consentir, en primer lugar, que I ,.l~..00o no elige la forma en la que quiere j! . perder, y a que este "perder" sea "per- ;:J diendo".", porque solo a~i será ge~le- .]f.... rador de vida y de ganancia, de sentido ~f·".y alegria, y del milagro de la gozosa j;f esperanza. y en segundo lugar, me re- .~.~....sisto a desistir de la preocupación P?r :<f mí misma, a despegarme de mi propio .'~ victimismo. De nuevo: me resisto a }~ perder. Y solo se pierde verdaderamen- ir:. . te cuando se entrega la VIda a fondo l' perdido por quien hay que entregaría, 1~ por Cristo y por sus intereses: por la l misión que ha puesto en nuestras ma- 2. ¿Reconocemos juntamente con el carácter dramático de nuestro tiempo,¡i nos. y únicamente así se experimenta su dimensión fascinante? ¿Lo reconocemos como tiempo bisagra? ~~.' también la ganancia. ¿Cómo podríamos ayudamos a "aceptarlo con alegria"? ¿PonemosJ~ nuestra fe y nuestro amor al cuidado de la "pequeña esperanza"?;,1 '-------------_--.1 ;:r Para la reflexión persona] y comunitaria Tal vez nos sentimos cansados de lidiar con este tiempo de "decrecimiento" que se nos antoja siempre "demasiado largo ", y que no termina de alumbrar vida. Nuestro reto está en "aceptar con alegría" este impasse como "tiempo de barbecho ". Lo nuestro será preparar la tierra, abonarla con nuestras vidas. Entregar la vida y con ella "el deseo de ver florecer la tierra ", pero hacerla con esperanza. l. ¿Qué nos frena para ello? ¿Qué miedos acechan sobre nosotros y nos paralizan? ¿Cuáles son los que sustraen nuestra alegría? ¿Qué peligros concretos sentimos que nos asedian tentándonos de tristeza? 3. Experiencia de "pérdida" su vida, la perderá; y el que la pierda por mi y por el evangelio, la salvará ". y con el texto, la pregunta ¿por qué no somos capaces de abrazar este tiempo con gozo, con alegre esperanza, con~[ sostenida paciencia, y con la alegre:;' certeza de que si así lo vivimos se tor- . nará ganancia? Y una y otra vez des- cubro que, lo que me OCUlTe-al menos a mí- es que me resisto. Me resisto a perder, me resisto a admitir que mis Sin duda, los "recortes" han tocado a la VRo>. ¡y ya desde hace bastante tiempo! ¡Tanta pérdida ...! de personas, de fuerzas, de creatividad, de obras, de proyectos, de casas, de capacidad de incidencia en nuestro mundo y de rele- vancia en la sociedad. En muchas oca- siones me viene a la cabeza el texto de Marcos (8,35): "El que quiera salvar Cuando las personas pasan por una enfermedad grave, que pone en riesgo su vida, o viven una situación en la que ven peligrar su futuro y el de los suyos, aprenden a relativizar y a centrarse en lo esencial. A veces me pregunto ¿qué más nos tiene que pasar para que reac- cionemos? ¿vamos a vivir indefinida- mente tan ocupados en paliar las pér- didas que no nos vamos a permitir sen- tirlas como tales? Por otra parte, también es nece- sario arrojar una mirada "crítica sobre - 25 - nuestras pérdidas", para no confun- dirlas con lo que no son. Muchas de nuestras experiencias de pérdida partí- cipan de la ambigüedad que caracteriza a la mayor parte de las realidades de nuestro mundo. Un ejemplo lo tenemos en lo que ha sido llamado crisis de rele- vancia. Esta ha afectado en primer lugar al cristianismo, que ha dejado de ser decisivo en la sociedad de occi- dente, arrastrando tras de sí a la VR, sobre todo a la vida religiosa apostó- lica. Lo más grave es que ha dejado de ser relevante, sobre todo, el mensaje que anunciamos. Desgraciadamente, los restos de relevancia que mantiene la Iglesia. están más vinculados a la institución, a sus estructuras, riquezas y arte. ,. que propiamente a su mensaje. Una de las más importantes pér- didas es la del reconocimiento social. No es tan decisivo que no nos valoren, incluso que hayamos perdido credibi- lidad, que no se nos admire, ni se reco- nozca nuestro trabajo como una apor- tación al mundo. Es decir, la pérdida de relevancia que se traduce en "no reco- nocimiento" de nuestra valía, impor- tancia o puesto social, incluso eclesial. Lo esencial es esa pérdida de rele- vancia que tiene que ver con lo peque- ño, con lo cotidiano, con ese espacio en el que justamente está llamada a desa- rrollarse nuestra vida, y donde única- mente conseguiremos adquiriría. La única pérdida que debiera preocupar- nos es la de credibilidad entre los des-
  • 14. G heredados de la tierra, entre los deses- peranzados, entre los pequeños. En ocasiones caemos en la ten- tación de buscar consuelo para nuestra situación juzgando que "la cara de la esperanza de la actual situación de la VR", sociológicamente hablando, se ha desplazado ahora a "otros lugares" (América Latina, Asia o África). Pero no la descubrimos en el modo de tra- bajar de estos pueblos, en el compro- miso con la parte del mundo más opri- mida... No, el juicio se basa habitual- mente en el aumento de vocaciones. Y entonces, la aparente generosidad de la alegria por otros se toma en tristeza porque qué lejos de la esperanza cristia- na, cuando nuestras esperanzas depen- den solo de los números y de las esta- dísticas ... más de muerte que de vida. Si nos atreviéramos a "perder" de verdad, el cambio de época nos ha- blaría de una situación nueva de fra- gilidad y vulnerabilidad, que apunta al "desde dónde" debemos comenzar nuestro anuncio y mision evangelíza. dora hoy: desde abajo, desde dentro, desde la pobreza y la exclusión, desde la debilidad y la humildad. Con gran- des sueños, con infinitos proyectos, con la osadía de los pequeños ... pero desde ahí. Porque la pequeñez, vulnerabilidad y fragilidad no implican una actitud timorata, ni descreída, no son sinó- .-26 - nimos de falta de audacia y valentía, tal vez lo contrario: otorgan esa libertad que debería posibilitámoslas. Necesi- tamos tener una "actitud y un estilo audaz", que nos capaciten no solo descifrar los nuevos escenarios nuestra historia donde se juega la de los hombres, sino para habitar/os y transjormarlos en lugares de testi- monio y esperanza (Lineamenta n.6). 4. Entre la nostalgia y el falso idealismo Quizás nos convendría una cierta dosis de post-modernismo, que nos hiciera capaces de olvidar un poco el pasado y no obsesionamos en exceso con un futuro que desconocemos, y que no podremos controlar, y arro- jamos en radical entrega al presente al que nos debemos, pues es ahí donde hemos sido llamados a desvivimos. "El pasado y el futuro -creía con razón . H. Boulad-. se dilucidan en el presente; y la flecha del futuro, lejos de orien- tarse hacia un mañana indefinido, apunta hacia ese «ahora» en el que sucede todo y todo se origina. El pre- sente es esa realidad que recapitula el pasado y futuro y les confiere sentido y valor". El maestro del cuento, el ruso Anton Chéjov, insistía en esta misma dirección al afirmar que "el pasado solo puede parecemos maravilloso cuando lo dejamos atrás". Es decir, cuando es interpretado desde el pre- sente y nunca cuando lo sustituye. Lo más lejano del horizonte de la esperanza se halla en direcciones opuestas, pero que terminan abrazán- dose en los sótanos de la amargura y de la desesperación: el apego al pasado y la obsesión por el futuro (casi siempre el futuro de nuestro pasado). En ambas direcciones la esperanza se desvanece. Es curioso que el infierno sea simbóli- camente, desde Dante, el horizonte donde no hay cabida para la esperanza: "Pierdan toda esperanza al traspa- sarme". En la medida en que sigamos en escapada hacia el pasado o el futuro, la VR -y cualquier vida-, seguirá den- tro de un callejón sin salida, marchitán- - 27 - dose progresivamente. Pues sobrará nostalgia o falso idealismo, pero fal- tará la perla preciada: la esperanza-t. Lo más cercano a su dinámica es siem- pre el fluir del presente asumido con espíritu de discernimiento: "Mirad, voy a hacer algo nuevo, ya está bro- tando ¿no lo veis?" (lsaías 43). La invitación es clara. Deberíamos andar por el mundo como "zahoris de la esperanza ".Especialistas para de- tectar en nuestro presente cualquier mínimo brote de esperanza, por escon- dido que esté. Desvivimos para cuidar- lo. Ser profetas para anunciarlo. Para la reflexión personal y comunitaria l. Detenemos un tiempo para identificar nuestras "falsas esperanzas" y "falsas pérdidas". 2. Compartir en comunidad cuales son nuestras resistencias personales y congregacionales a "perder". ¿Qué resistencias nos están quitando la vida y la alegría? ¿Cómo reconocer la nueva vida que está detrás de nuestros miedos? 5. Convocados para ser signos de esperanza Sin ser ciegos al peso de influencia del entorno social y cultural sobre nuestras propias vidas, ni del hecho incontestable de hasta qué punto la glo- balización, el secularismo, el mercado y la cultura postmoderna han ido impregnando nuestras formas de exis- tencia y las de nuestras comunidades y obras, hemos de reconocer también una cierta tentación a convertir 11 uestro mundo en el "chivo expiatorio de nues- 21 Cf A. D. CARRERO, [Quémalos con fuego! La vida religiosa y el presente.
  • 15. 't tras crisis". Así, por ejemplo, los pro- blemas con los más jóvenes son conse- cuencia de la sociedad en la que han crecido, de lo flojos que son hoyo de lo desestructuradas que están las fa- milias. Los argumentos se repiten para explicamos a nosotros mismos por qué no hay vocaciones, o no tienen éxito nuestros proyectos pastorales. Uno de los retos de nuestro mo- mento, a mi modo de ver, es el de con- vertir nuestra mirada sobre la cultura actual en 1ma mirada más amistosa, más positiva, más buscadora de posibi- lidades. Porque "la esperanza cris- tiana ama fa tierra" (K. Rahner), y esto ha de ser algo más que una con- signa de compromiso activo que nos anima a trabajar por cambiarlas, sino también una invitación a "empatizar" con nuestro mundo, con nuestra cul- tura, Con nuestro momento histórico. Solo así seremos capaces de descubrir las posibilidades que esconde en su "subsuelo". Por otra parte, no siempre somos capaces de constatar que muchas de nuestras perplejidades son parte del lote común que compartimos con el resto del mundo. La cuestión de la identidad, por ejemplo. Es un problema que aqueja a nuestro mundo desde la Modernidad. Posiblemente la raíz de esta pregunta para la VR no haya que - 28 - buscaría en "nuestros tiempos", sino en ¡, esos que miramos de reojo con nos- :¡ taIgia, en los que éramos muchos y .~ contábamos con reconocimiento y un J lugar destacado tanto en la sociedad i como en la Iglesia. Nuestra identidad estaba muy clara: signos externos que no dejaban dudas y funciones propias que solo nosotros realizábamos. La fecundidad de estos tiempos no facili- taban las preguntas, pero anticipaban algo que llegaría poco a poco a nuestra sociedad: el debilitamiento de toda clase de instituciones que otrora daban una identidad, definían lila profesión o una vocación. "Ya no hay más vocacio- nes para nadie; la sociedad ya no está compuesta por personas que consagran su vida en talo cual dirección particu- lar, sino por funciones que deben ser desempeñadas solo mientras exista un deseo que satisfacer'<- (los acuerdos de Bolonia y la comprensión de la Universidad en función de competen- cias que buscan una adecuación de la persona al mercado, son una muestra). ¿El problema es nuestra identidad hoyo procede tal vez de un entender lo que éramos fundamentalmente desde lo que hacíamos? En todo caso, aun siendo importante la reflexión sobre esta cuestión, solo valdrá la pena si el motivo por el que la hacemos son "los otros", es decir, nos hace más capaces de ser signos de esperanza para el 22 BOYLE, N.: "Untherstanding Tatcherirm", en New Blackfiiars, p.320. r¡; •. ,~. inundo Y de ayudarles a vivir la Buena Nueva que anunciamos. Quizás nuestra identidad resida, más bien, en una ca- pacidad de estar abiertos a todos aque- llos cuyas vidas no van a ninguna parte, no tienen sentido, no son "nadie", no poseen nada ... mostrando que lo específico de nuestra vocación es ser signo de ese destino común al que es convocado todo ser humano. Lo expresaba con mucha certeza Timothy RadcIiffe23 al afirmar que "ser reli- gioso es encamar una fundamental y esperanzada convicción sobre la huma- nidad: estamos caminando hacia Dios. Podemos no tener idea del futuro de la humanidad, de qué desastres o violen- cias nos acechan ... pero Dios está lla- mando a toda la creación hacia El". Ese estar llamando a todo hacia El, es una convicción profunda de fe que nos dice que la vida tiene un sentido, que Dios /lama por su nombre a todo ser hu- mano y desea atraerlo a sí para que su vida sea una vida plena. Por eso -con- tinuaba- "nuestra vocación es maravi- llosa, no porque nosotros seamos ma- ravillosos, sino porque constituye un sign.o de nuestra maravillosa esperan- za para la humanidad entera ". Por otra parte, no seríamos hom- bres y mujeres de discernimiento ca- paces de leer los signos de los tiempos, si no tomáramos constancia de un dato 23 RADCLlFFE, T: "¿Por qué ser religioso?" en El manantial de la esperanza. San Esteban, Salamanca 1998, pp.53-ss. - 29 - de novedad que acompaña a nuestro mundo -VR incluida- en estos últimos meses, como un signo inequívoco de esperanza. Inequívoco por la alegría que provoca en el pueblo de Dios, inequívoco también por su carácter evangélico y por su identificación con los más pequeños. Me refiero al "modo de hacer" del papa Francisco. No se trata solo de que el clamor por la espe- ranza haya sido un leitmotiv desde que comenzó su papado. Es, sobre todo, ese poner ante nuestras retinas y ante las del mundo, algunas palabras, algunos pequeños gestos, algunos signos... ca- paces de encender los corazones y de generar un verdadero despertar de la esperanza, en creyentes y no creyentes. Desde los comienzos de su pontifi- cado, el papa Francisco ha querido dar- nos a conocer su forma de entender el servicio que el Obispo de Roma debe realizar: "Custodiar a Jesús con Maria, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres". Pero también apuntaba que era un servicio al que todos estábamos llamados. ¿El motivo? "Para hacer brillar la estrella de la esperanza ". Nos invitaba, para ello, a "encontrar caminos de esperanza". Caminos que abran nuevos horizontes a una socie- dad que emite signos de estar adormi- lada, deprimida y desafectada. Y a los
  • 16. ff religiosos, en concreto, a ser "profetas de esperanza ". Sin ignorar los problemas ni la si- tuación de desesperanza que por distin- tas causas sufre nuestro mundo, el Papa nos remite a la situación de los discípu- los de Emaús, que decepcionados ante la muerte de Jesús, se mostraban resig- nados y trataban de escapar de la rea- lidad, dejando Jerusalén, Las mismas actitudes -decía el Papa24- las pode- mos leer también en este momento his- tórico. Frente a la crisis puede existir la resignación, el pesimismo hacia toda posibilidad de intervención eficaz..; Te- nemos la tentación de pensar en clave apocalíptica. Esta concepción pesimista de la libertad humana y de los procesos históricos lleva a una cierta parálisis de la inteligencia y de la voluntad. La des- ilusión conduce también a una especie de fuga, a buscar "islas" o momentos de tregua, Es algo semejante a la actitud de Pilato: el "lavarse [as manos". Una acti- tud que parece "pragmática" pero que, de hecho, ignora el grito de justicia, de humanidad y de responsabilidad social y lleva al individualismo, a la hipocre- sía, e incluso a una suerte de cinismo. Esta es la tentación que 110S acecha, si vamos por este camino de la desilusión o de la decepción, ¿Qué podemos hacer; se pregun- taba el Pontífice? Cristo salió al paso 30 - de los discípulos de Emaús y trasformó la tragedia en euforia y triunfo. Eso sí, un triunfo que solo los que habían te- nido contacto con Cristo, comprendían y evidenciaban. Cuando el viandante desconocido se acerca a los dos discí- pulos, tristes y desconsolados, no trata de esconder la realidad de la crucifi- xión, de la aparente denota que ha pro- vocado su crisis, sino que los invita a leer la realidad para guiarlos a la luz de su resurrección: "Insensatos y tardos de corazón ... ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?" (Le 24,25-26). Hacer discerni- miento significa no huir, sino leer seriamente, sin prejuicios, la realidad. Acoger/a y amarla. Este es el modo de proceder de' Dios. No cambia la realidad. La asume. Se introduce en ella. No niega lo evi- dente, pero nos recuerda que la rea- lidad es algo más que lo que se per- cibe a simple vista. Nos regala con la fe la capacidad de mirar desde dentro, y una luz que nos posibilita "ver" con sus ojos, desde su perspectiva. "Ver" la realidad como Él la ve. Y esa luz ilu- mina los caminos de la esperanza. Por esta razón, ante la situación actual la primera necesidad es la de dirigir al mundo, desde la fe, "una mi- rada de ternura y de amor", que abra "un resquicio de luz en medio de tantas 24 FRANCISCO, Discurso el) la Facultad de Teología de Cagliari (Cerdeña), - 31 - nubes", la luz de la esperanza. Solo así El mal "existe en nuestra historia, será posible llevar a otros "el calor de pero no es el más fuerte. El más fuerte la esperanza". Esta es una convicción es Dios, y Dios es nuestra esperanza". ..que el Papa no se cansa de repetir, en Por esta razón somos convocados a ser sus intervenciones, homilias, en !,-vitter, signos de esperanza, a "dar espe- por doquier: "sin esperanza, 110 somos ranza ", a "tener pasión por la espe- cristianos" Y de ahí su invitación: ¡No ranza ", a hacer de la esperanza "algo os dejéis robar la esperan:;a¡25 que es de todos", "Tal vez la esperanza es como las brasas bajo las cenizas; ayudé- monos con [a solidaridad, soplando en las cenizas, para que el fuego salga otra vez. La esperanza nos lleva adelante. Eso no es optimismo, es otra cosa. Pero la esperanza no es de uno, la esperanza la hacemos todos. La esperanza debemos sostenerla entre todos, todos vosotros y todos nosotros que estamos. La esperanza es algo vuestro y nuestro. Es cosa de todos"26. 25 FRANCISCO, Domingo de Ramos, 25/04/2013. 26 FRiI.NCISCO, Discurso pastoral a Cagliari, 22/04/2013.
  • 17. 1 - Capítulo 3 - ¿Tenemos razones para la desesperanza? ¡Cambiemos la pregunta! .-----_.. .----_ .._-~ ---- ---- No obstante, nos acucia la preocu- pación por cómo sacudimos de encima esta tentación de desesperanza que nos aflige. ¿Cómo recuperar en estos tiem- pos de desencanto esa pasión por la esperanza que haga creíble nuestro .anuncio? ¿Cómo vamos a anunciar a Cristo como esperanza para el mundo, si no se puede leer en nuestras vidas y en nuestros rostros que Él es nuestra esperanza, nuestra "alegre esperanza"? En tiempos de incertidumbre e inseguridad, de crisis, de cambios que no podemos controlar, en tiempos de encrucijada ... en tiempos de desolación es útil "hacer memoria ", aprender de la historia, rememorar los tiempos de gracia. Pero también "interrogamos". No en una búsqueda estéril de culpa- bles o culpabilidades, sino tratando de poner nombre y verdad a lo que vi- vimos, detectando obstáculos que es posible vadear, veredas que tal vez han quedado ocultas en el camino. Sin dar nada por seguro, poniendo todo de nuevo "en las manos de quien todo ha salido". Interrogamos, pero sobre todo "interrogarle". Interrogamos para po- nemos en actitud de escucha y de bús- queda. Ahora bien, hemos de encontrar la pregunta conecta para poder caminar hacia la respuesta acertada. Desde Kant una de las cuestiones que acompañan al pensamiento humano a lo largo de los siglos es ¿qué puedo esperar? Un inte- rrogante que precisa ser modificado ... Porque si es verdad, como afirmaba el protagonista de De dioses y hombres, que nuestra vida -en tanto que consa- grados- ya está entregada ... entonces ¡no hay nada que esperar! y al mismo tiempo ... ¡podemos esperarlo todo! 1. ¿De "qué" esperamos, a "Quién" es nuestra esperanza? Esta simple verdad, nos conduce a cambiar de perspectiva. Lo esencial es que nuestras vidas ya están entregadas y nuestras existencias ancladas en un futuro que no poseemos, que tantas veces sentimos lejano y del que in- cluso podemos llegar a dudar... pero que está dado. Y porque nuestras vidas están allí ancladas, podemos nosotros hacer este giro en la pregunta que nos conduce a descentramos y"ocuparnos" del futuro de los otros y de sus espe- ranzas, porque la nuestra habita ya en otra tierra.
  • 18. rf. - 34 - - 35 - f ~Con una imagen impactante, lo afirmaba la joven Etty Hillesum en una de las cartas escritas desde los barraco- nes de un campo de concentración nazi para judíos holandeses en espera de ser deportados y exterminados: mentiras que decidimos creemos para blindar esos "fondos" de toda injerencia ajena y de toda conversión posible'<''. t f "La arteria pril1~ipal de mi vida ya "Cuando la araña teje su red, ¿no traza primero los hilos princi--·:r········vapor delante de nu y ha ingresado en pales por los que luego asciende ella misma? La arteria principal de mi ~ otro mundo ... ", y el ancla que 'nos vida ya va por delante de mí y ha ingresado en otro mundo. Es como !; si todo lo que está sucediendo y por suceder ya se hubiera fundido en ~' mi ser; lo asimilé, lo sobreviví y ya construyo la sociedad nueva que -;~. ~' habrá de venir después de esta"27. ~ '~ en alguna parte de nuestra existencia '~ que nos hagan vivir temblorosos e I inseguros por si algo los afecta, por si :'( nos los expropian o los perdemos, por"" si se devalúa~ o nos los roban. Con .1 meridiana claridad lo expresaba rec¡en-J temente Marc Vilarassau, sj:>;[i 't 'f ..~J '1 ".+'·:f 'f:~r: ':..k. sÉ .~ ;J í , ~ .¡ t, .. ~ :1 :,..~ ;"1,1 arraiga es "la esperanza" que Alguien ya ganó para nosotros: Jesús, nuestra esperanza. "Tenemos como firme y segura ancla del alma, una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario, hasta donde Jesús, el precursor, entró por nosotros" (Hebreos 6,19-20). "La arteria principal de mi vida ya va por delante de mí y ha ingresado en otro mundo ... ", eso es lo que implica haber entregado ya la vida ... ¡a fondo perdido! Y entonces ... [ya no hay nada que perder! Todo está a buen recaudo. No hay "fondos reservados'vf ocultos La carta a los Hebreos expresa en esta imagen del "ancla" la verticalidad primaria de esta relación. Las líneas anteriores nos invitaban a "tomar la esperanza que se nos ofrece" (en un paralelo a esa arteria principal de la que nos hablaba Etty con la metáfora de la tela de araña) porque ha de ser para nosotros como un ancla sólida y filme que nos arraiga a la vida que ya nos ha sido alcanzada por el precursor: Jesús. Como el ancla desciende ver- tical y se agarra al fondo del mar, la . esperanza, sube vertical hacia lo alto, aferrándose a Dios, adentrándose en el corazón de la eternidad, y afincando allí nuestras existencias como des- tino-". "aguardándolo todo, esperándoJo todo de Alguien". Si no somos encarnación de la esperanza en nuestro entorno cotidiano, de modo que quienes nos miran, entienden que "la oscuridad" y "la negrura de la vida" no es lo defini- tivo, y aun en nuestra pobreza dejamos vislumbrar la paz y la alegría del resu- citado y su oficio de consolar."El problema no es tanto lo que das -que puede ser mucho y bue- nísimo-, como lo que te reservas -aunque sea poco e insignificante-o Es ese «fondo reservado» el que, de golpe, te pasa factura. Uno reco- noce que ha vivido a fondo, que se ha entregado generosamente, que ha dado mucho; pero, aun así, por poco honesto que sea consigo mismo, descubre como un resto de insatisfacción todavía no exorciza- do, una insobornable sensación de que algo falta, de que esa carta que uno guarda disimuladamente bajo la manga tiene también que entrar en eljuego, si no quiere que le quede fijada en el rostro esa sonrisa que muestra solo la mitad del alma. Y no me refiero a esas reservas legíti- mas y hasta necesarias (si uno no quiere fundirse más que darse); me refiero a esas reservas mezquinas, esa calderilla existencial que guar- damos en una caja, no como acopio para darse mejor, sino como reser- va para no darse tanto. Me refiero a nuestro tiempo sagrado, a nuestro espacio inviolable, a nuestras manías intocables, a nuestros secretos irrevelables, a nuestros pequeños vicios inconfesables, y también a las La esperanza teologal es el "hilo de lo alto" que sostiene desde el centro todas las esperanzas humanas. "El hilo de lo alto" es el título de una parábola del escritor danés Johannes Joergen- seno Habla de la araña que se descuel- ga de la rama de un árbol a lo largo del hilo que ella misma produce. Posán- dose en un cercado teje su red, obra maestra de simetría y funcionalidad, Tensa por los lados por otros tantos hilos, todo se sostiene en el centro por ese hilo del que ha bajado. Si se nunca uno de los filamentos laterales, la araña Ciertamente, no podremos ser pro- fetas, ni testigos, ni portadores de es- peranza en nuestro mundo, si la espe- ranza no está en nosotros, si no expe- rimentamos, deseamos y vivimos 29 En bttp :llpustonllsj.org/index.php ?option=colll_ content&view=article&id= 1025&Jtemid=33 (acceso el 22/10/20 13), 30 CF. Van BALTHASAR, H.U.: Teodramática 5, p.144. 27 HILLESUM, ETTY: El corazón pensante de los barracones. Anthropos, Barcelona 2001, p.JOll. 28 La expresión da titulo a un precioso texto de Marc Vilarassau sj, recientemente fallecido a los 45 años. í ;1: J¡ <cf:t~
  • 19. /ID interviene, lo repara; pero si se rompe el hilo de arriba todo se distiende y la araña desaparece porque ya no hay nada que hacer. Es una imagen de lo que sucede cuando se trunca' el hilo de lo alto que es la esperanza teologal. Solo esta puede "anclar" las esperanzas humanas a la esperanza "que no falla". No esperamos en alguien radical- mente a menos que le hayamos otor- gado crédito y confianza -<le ahí el ca- rácter inseparable de la fe y la espe- ranza-. Por esta razón el propio dina- mismo de la esperanza, reclama la con- fianza. Y una esperanza absoluta, una confianza absoluta ... lo que apunta ne- cesariamente a Dios. ¿De quién si no podríamos aguardado todo, y al mismo tiempo abandonamos absolutamente, con la seguridad de que nuestra vida está a buen recaudo? ¿Quién podría ser ese "alguien" de quien nos fiamos total- mente, de quien podemos "pender" como única referencia y en quien es posible desistir la propia vida sin temor de ser absorbido o disuelto, con la segu- ridad de ser afirmado en el amor? En este sentido, es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (cf. Ef 2, 12). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las - 36 - l·::J¡. desilusiones, solo puede ser Dios, el J Dios que nos ha amado y que nos sigue )i amando "hasta el extremo", "hasta el .~~ totalcumplimiento"(cf..Tn ]],1; 19,30).f .. r. Quien ha sido tocado por Su amor ]' empieza a intuir lo que sería propia- -'~ b mente la esperanza (cf. SpS, 27). T '] f· 'J- .'.'~ :'f ":':f :.f.~f:· }f t.'::fJ~ Pero el cambio de perspectiva supone, sobre todo, una invitación a descentrar nuestros interrogantes, de modo que el esperante (yo) no sea el centro, que es desplazado hacia el es- perado. Entonces, la pregunta se muda, y nuestra esperanza se resitúa en un nuevo espacio, ocupada y preocupada no tanto por sí misma sino por lo que Dios espera de nosotros, .. no como un peso, como una obligación, sino como el mayor motivo de alegría que puede experimentar la criatura. Es Dios el que se curva sobre nuestra pequeñez, confiando en nuestra poquedad, con- fiando a pesar de nuestra infide- lidad, aguardando nuestra respuesta, nuestra colaboración ... poniendo su sueño en nuestras manos, arriesgando su proyecto. El ser agraciados por un tal don forma parte intrínseca de la es- peranza. Ciertamente, necesitamos tener es- peranzas -rnás grandes o más peque- ñas-, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin esta gran esperanza, aquellas no bastan. - 37 - "Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Solo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto" (SpS, 31). No se trata de que no sea legítimo y justo el preguntamos qué esperamos o qué podemos esperar. Más bien la cuestión es que en nuestra vida como consagrados hay un necesario despla- zamiento que nos coloca en el empla- zamiento justo, que es posible dar cuando sabemos de quien lo aguarda- mas todo, y en quién hemos puesto nuestro amor y nuestra confianza, es decir, en manos de quien hemos entre- gado nuestras existencias. Porque en- tonces el problema ya no es saber qué espero yo, qué esperamos nosotros o si hay esperanza para la VR en un con- texto tan poco fecundo como en el que vivimos. La pregunta radical para una vida "entregada" ya por delante, es qué espera Dios de mí, qué espera de no- sotros. 2. ¿Qué espera Dios de nosotros'? Esta pregunta nos vuelve a desco- locar. Parecería que el hecho de esperar implica una carencia, o la existencia de un futuro incierto, el anhelo de algo que nos es indisponible. Parecería que Dios, por definición, es Aquel de quien se espera, el fundamento de toda espe- ranza -como hemos dicho-, y por ser vida, plenitud, infinitud, totalidad y etemidad ... no habría nada que Él pu- diera esperar. Parecería, en definitiva que Dios no puede ser sujeto de espe- ranza. 2.1. Dios tiene esperanza en no- sotros Pues bien, si hablamos del Dios cristiano, del Dios-can-nosotros, del Dios que se autodetermina a sí mismo a salir de sí para entrar en relación con un mundo que Él ha soñado y para tener historia con una humanidad que Él ha suscitado, revelando su designio de amor respecto de todo lo creado y revelándose también a sí mismo, al comprometerse hasta el fondo, hacién- dose "uno de tantos" en el Hijo, la cuestión cambia. Pues a la luz de la his- toria que Dios ha vivido con los hom- bres, no podemos negar que es el Dios de la esperanza: el que aguarda, el que confla, el que espera incansable de su
  • 20. s ¡q creación, de su pueblo y de cada ser humano en particular-". El Dios que no desiste de su sueño ni de su proyecto y que, una y otra vez, los reinventa, abriendo-nuevas posibilidades de logro y de futuro para nosotros. El fundamento último de la espe- ranza cristiana es que Dios tiene espe- ranza en nosotros. Dios tiene fe en el mundo, que es obra de su amor. Espera en el mundo, porque lo ama incondi- cional y gratuitamente. 2.2. La encarnación es la condi- ción de posibilidad de su esperanza La encarnación es la condición de posibilidad de esta espera. Y aún más, nos habla del "precio", del costo asu- mido por Dios, del riesgo que ha abra- zado por nosotros. Ese riesgo le posibi- lita "esperar de nosotros, para nosotros y por nosotros". Afirmar la encarnación es recono- cer que Dios ha entrado en la lógica propia de otro orden de seres: los seres creados, y que por ello tiene historia. El Dios de la libertad absoluta se aden- tra no solo en el universo físico, sino en el de la libertad humana limitada por la naturaleza, y queda sometido a sus leyes. Al introducirse en el mundo de la duración y el tiempo, "no solo tiene 'r-:;..,.. "r ., ~ ¡' • "~ ~ historia, sino destino ... , y quien está ;$ bajo un destino puede ser víctima de;{ otras realidades de naturaleza fijas pero 'C'J imprevisibles y de la arbitrariedad J que otras libertades pueden desenca- '1 denar'v-. -:F Al dotamos de capacidad co-crea- .} dora v creativa, Dios nos habilita para El Dios que crea, que establece una'] colab~rar con Él en la realización de su Alianza con sus criaturas, y que se en--~-.'•.·í::., .-.... proyecto y, en ciert~ sentido, a.ir reali- cama corre el nesga de nuestras lIber-", zándolo nosotros mrsrnos. El proyecto tades, se expone a ser rechazado en su' ..•... es "para todos", pero la invitación es oferta de cer~anía amoros~, de pro-",;t ..' personal, así como hay un yecto de plenitud y de destino de co-J sueño particular para munión. Dios se ha hecho vulnerable al <~~ cada sujeto y una misión creamos y al acampar entre nosotros..· ..::.•·I; que Dios ofelta. y regala Pero es Justamente en esta su capa-" al mismo tiempo a cada cidad de autolimitarse y de asumir el ':i uno. riesgo del rechazo, el desprecio y el <~ desamor, donde podemos conocer}_f quién es Dios, el hasta dónde de sU~'I' amor y comprender el sentido de pre-,: guntarnos por su esperanza. '. : ~g 2.3. Dios espera en todos y en cada uno de nosotros - 38 - Pero no todo es riesgo, o mejor, este riesgo era "la condición" de la gran posibilidad para el mundo: la de un Dios que nos invita a participar con Él en su proyecto como sujetos de libertad, capaces -por ello- de entablar una relación amorosa con Él, y de coo- perar tanto en la realización de su sueño para el mundo, como en el pro- 3! Cf. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, o. Raíz de la esperanza. Siguerne, Salamanca 1995. p.247. 32 [bid. p.249. u.__._. ...---*--_.-. pio ir construyendo nuestra identidad personal, y eligiendo el destino de comunión de vida y amor que nos ofre- ce coma plenitud. - 39 - sotros, aguardando el integramos en la consumación de su vida. Porque Dios ha otorgado confianza al hombre hasta este punto y le ha encargado una mi- sión, por esa razón, podemos concluir que Dios espera en el hombre. Si Dios cuenta con sus criaturas para llevar adelante su proyecto, es que espera de ellas. Y sin duda, podemos decir que esta esperanza de Dios es la forma má- xima de dignificación del ser humano, y el fundamento último de su esperanza. Porque la radical desesperanza que puede asolar al hombre es la que le sobreviene cuando no cuenta para nadie, ni nadie cuenta con él, cuando nadie aguarde nada de él ni de su amor. .. porque en definitiva no existe para nadie33. Esta esperanza de Dios es la forma máxima de dignificación del ser humano, y el fundamento último de su esperanza Por esta razón, la cuestión de "la esperanza de Dios" queda también remitida a esta posibi- lidad de un Dios que nos hace un en- cargo, que nos da una responsabilidad, a sabiendas de que él mismo queda implicado y afectado por nuestra res- puesta, en un mundo que ya forma palie también de su destino. Así Dios se nos revela como Aquel que ha otor- gado confianza al ser humano, hasta el punto de poner en sus manos su pro- yecto para que él mismo lo lleve ade- lante; hasta el punto de entregarnos a su Hijo, en quien acompaña nuestra historia con amor, haciéndola suya hasta el fondo del dolor en la cruz y abriendo su propio destino para no- 33 Ibid. p.263. El descubrimiento de esa esperanza divina sobre nosotros es el descubri- miento de la suprema posibilidad hu- mana, y en el fondo supone compren- der la entera vida como vocación ante Dios y en el corazón del mundo. Dios cuenta con nuestra vida de una forma personalísima, y de esta esperanza de- pende no solo la propia vida, sino tam- bién la de los demás. Esto es lo que sig- nifica el que afirmemos que Dios deja el mundo en nuestras manos, que Dios nos encarga el mundo, que cuenta con nosotros y espera de nosotros. Tomar
  • 21. '~ ;·:"'~.11L""'.:....:.:..-.""".-.". ••.•._,,_ conciencia de esto, supone una gran responsabilidad, tanto personal como grupal, De nuestra respuesta puede depender la presencia de Dios mismo cn-el mundo, de la Iglesia o la sal- vación de nuestro prójimo. El creyente que sabe que Dios ha querido su vida en el doble sentido de hacer que exis- tiera y de amarla, y que le ha llamado para una tarea en su proyecto, sabe de la esperanza de Dios, y por ello estará inclinado a desvivirse hasta el extremo sintiéndose responsable de todo y de todos. 2.4. Dios espera de sus hijos Dios espera, espera en cada uno de nosotros, espera en cada ser humano, porque en definitiva cada uno es hijo suyo, y por esta razón en su destino va implicado el destino del Padre. Po- siblemente la parábola del hijo pródigo (Le 15), sea uno de los textos más elo- cuentes para decimos cómo es Dios para sus hijos, especialmente para aquellos que se sitúan a mayor distan- cia y en lejanía de Él. Dios se revela en el texto lucano como un Padre que vive en perenne aguardo y activa esperanza, que no puede resignarse a perder a su hijo, pues si se pierde, también en cierto sentido se pierde Él como Padre. "Así la esperanza de Dios queda pen- diente hasta que cada hombre retorne y encuentre su libertad en la filiaciól1"34. 34Ibid. p.264. - 40 - 2.5. Cada ser humano es respon- sable de la esperanza de Dios y del mundo Aún hay otro cambio de perspec- tiva al que somos especialmente invi- tados como hombres y mujeres consa- grados a Dios y a su Reino. También este implicará un cambio en la direc- ción de nuestra mirada, para hacerla desde Dios, descentrándonos de la pro- blemática que nos encierra en nuestras pequeñas luchas, proyectos y dificul- tades, cual si el fin de la VR estuviera en conservamos y crecer "a toda costa". Ciertamente es importante y casi me atrevería a decir "grave", además' de tremendamente devastador, el que la VR se sienta desesperanzada. Es grave porque este estado no nos deja ser lo que deberíamos ser, ni atender a las expectativas de Dios sobre nosotros, tal vez, por estar excesivamente preo- cupados al ver nuestras propias expec- tativas y proyectos fracasar. Grave, porque nos incapacita para cumplir algo esencial de nuestra misión: ser testigos de esperanza; y porque nos lleva a olvidar que, en medio de una sociedad desesperanzada y de tantos hermanos nuestros desesperados, he- ridos, presos del sufrimiento ... nuestra más honda y urgente obligación es "dar esperanza ", "ser esperanza para otros ", sostener vicariamente la espe- :~; .: ~•.. rf~. j ~ f .1 ~e ~ t •i { 1t t1~ j 1 iJ ...~ I 1 -1 ~ 4 ,r; :'1 - 41 - ranza que naufraga en nuestro tiempo. No solamente "esperar con otros", sino "esperar para otros ". Regalar a nues- tros hermanos la experiencia de que alguien espera en ellos, confia en ellos, sesperar. "Es necesario tener confianza en Dios, pues él bien que ha tenido confianza en nosotros. Es necesario tener confianza en Dios, pues él bien que nos ha otorgado confianza a nosotros. Es necesario depositar esperanza en Dios, pues él bien que ha depositado esperanza en no- sotros. Es necesario dar crédito a Dios, pues él bien que nos ha dado crédito a nosotros. ¡Qué crédito! Todos los créditos. aguardar algo de ellos..., y arriesgamos hasta el punto de estar dispuestos a "esperar por otros ". De esta exigencia brota radicalmente el deber de no de- Es necesario tener fe en Dios, pues él bien que ha tenido fe en no- sotros. Nos ha hecho la confianza de damos, de confiamos su Hijo Único. y ¡ay! ¡Lo que hemos hecho de él! La inversión de todo es que es Dios quien ha comenzado. ¡Es Dios quien nos ha dado crédito, quien nos ha otorgado confianza, quien nos ha entregado credenciales, quien ha tenido fe en nosotros!" (CH. Péguy) Para la reflexión personal y comunitaria 1. ¿Qué espera Dios de mí en este momento de mi vida? ¿Me siento res- ponsable de su sueño y de la esperanza que Dios ha depositado en mí? ¿Qué podría hacer para secundarIa más explícitamente? 2. ¿Qué espera de nuestra comunidad? ¿Qué situaciones haya mi alrede- dor que están aguardando mi/nuestra colaboración para poner en ellas esperanza?
  • 22. - . ~. ( ,l.: K Quienes hemos consagrado nuestra vida al Dios del Reino, a su proyecto y a su promesa, somos urgidos a la tarea inaplazable de responsabilízarnos de la esperanza de nuestros hermanos, de ser sus portadores vicarios, incluso de poner en riesgo nuestra propia esperanza para rescatar la esperanza de otros 3. El deber de no desesperar El reconocimiento de cierto carác- ter trágico en la existencia humana pre- senté en nuestra historia y, sobre todo, de la irredención de sus víctimas, puede conducimos bien a un escepticismo cri- tico, bien al revivido nihilismo de los postmodemos, siempre bajo la sombra de Nietzsche. Y sin embargo a pesar del "eclipse de Dios" en Auschwitz (Buber), o de la catástrofe de Hi- roshima, de los geno- cidios en África o en los Balcanes, de los millones de hombres y mujeres desplaza- dos viviendo en cam- pos de refugiados en condiciones infrahu- manas, de las masa- eres de Siria, de las víctimas de Lam- pedusa ... y de tantos otros fracasos de humanidad en pequeños o grandes lu- gares, con eco mediático o pretendida- mente silenciados para ocultar otros in- tereses, no podemos ser sordos a "otras voces" que reclaman de nosotros una respuesta improrrogable->. Emil L. Fackenheim habla de un mandamiento para todo judío, que - 42- brota de lo acontecido en Auschwitz, que no le permite ni dejar caer en el olvido a sus víctimas, ni desaparecer como judíos, ni desesperar de Dios. La esperanza -reconoce- se nos impone después de Auschwitz como un manda- to inesquivable-v, Un imperativo de este tipo se cieme también sobre no- sotros. El dolor del mundo, la desespe- ración de tantos hom- bres y mujeres, el de- sengaño de tantas víc- timas se eleva como un precepto ético so- bre el cristiano, y nos recuerda el deber de no desesperar. Quie- nes hemos consagra- do nuestra vida al Dios del Reino, a su proyecto y a su pro- mesa, somos urgidos a la tarea inaplazable de responsabilizamos de la esperanza de nuestros hermanos, de ser sus porta- dores vicarios, incluso de poner en riesgo nuestra propia esperanza para rescatar la esperanza de otros. 3.1. Desde las víctimas Este deber se IlOS impone, en pri- mer lugar, desde las víctimas del pasa- do, que nos piden no desesperar, por- 35 VIDAL TALENS, J.: "Creer en tiempos de desesperanza", o.c., p.843. 36 cr f'ACKENHE1M, E. L.: "El mandamiento de esperar: respuesta a la experiencia judía contem- poránea" en AA. Vv.: Elfuturo de la esperanza. Siguerne. Salamanca 1973, pp.79-100. [..:¡' ._~. l'... .1 ~l,;r :~~ ...:.:i. .::t-'---- ,-~ .~~ 1 1 .! ,: f '"1{ ""'~:"""".~.. ---.-:,:. ·"·~JI. .-- :1 :~ ..t'-J. ....•~. ~I que esto sería tanto como dar una segunda victoria a los supuestos vence- dores y una segunda muerte a los ven- cidos. y se nos impone también desde el presente, dcsdc la situación actual de injusticia Y exclusión a nivel mundial, desde el clamor por una "supervivencia de dignidad" en la lucha diaria que sos- tienen las mayorías empobrecidas-? . Por una parte, se trata de un imperativo muy modesto en su formulación: no desesperar, pero por ser tan asurnible, por tratarse de algo que conecta con las entrañas del ser humano, resulta tam- bién más vinculan te. Y por otra parte, es ambicioso porque tiene vocación de constituir la raíz y el cimiento de lo que puede ser la esperanza históricamente fundada y abierta en su trascender. 3.2. Desde el rostro sufriente del otro Es un mandato que nos viene de la historia pero que incumbe también a nuestro presente coincidiendo con una conciencia que se ha ido avivando en nosotros tras ser testigos de tanto pade- cimiento. Son ellas, las personas su- frientes, las que han despertado esta .~ ..~ - 43 - conciencia; y desde ellas nos alcanza una orden, que nos saca de nosotros mismos, de nuestras pequeñas preocu- paciones y de nuestros proyectos. Una orden capaz de convertirse en vía de acceso a la trascendencia. En este sentido se mueve el pen- samiento de otro autor judío, E. Lé- vinas, que pone en conexión infinitud y otreidad, de modo que ambas realida- des adquieren idéntica función: el "Otro" es el que hace tomar al "yo" conciencia de sí mismo, de su limita- ción y dependencia, de su obligación a amar, de su pecado si no accede a sus demandas. Lévinas identificará al "otro" con las figuras del huérfano, el extranjero y la viuda ... , con las cuales estoy obligado y se me manifiestan en el rostro. El otro me afecta y me impor- ta, porque me exige que me encargue de él, incluso antes de que yo lo elija. No podemos guardar distancia con el otro. Tampoco podemos escapar. El su- jeto está llamado a responder del otro, hasta de su propia responsabilidad. De este modo, el otro se impone como lí- mite de mi propia libertad, sin por ello sustraerla: El rostro... "se impone, precisamente, por llamarme desde su miseria y desde su desnudez -desde su hambre-, sin que pueda hacer oídos sordos a su llamada. De suerte que ... no limita sino que pro- mueve mi libertad al suscitar mi bondad (213-214). La epifanía del rostro como rostro, introduce la humanidad. El rostro en su desnudez de rostro me presenta la indigencia del pobre y del extranjero (226) ... 37 VIDAl TAlENS, J.: "Creer en tiempos de desesperanza", O.C., p.863.
  • 23. .': ~:.. :¿ ;1.·' <., .!~~ 11'( - 44- y es mi responsabilidad frente a un rostro que me mira absolutamente extraño lo que constituye el hecho original de la fraternidad (227)".38 En primer plano está "el rostro del otro ", que es débil y fuerte al mismo tiempo, que sin hacer fuerza física obli- ga y provoca. El "rostro del otro" hace salir al "yo" hacia el exterior de sí mismo, y destruye el engreimiento de la Modernidad. La bondad no resulta del "yo quiero" activo en el que se recono- cía tradicionalmente la acción virtuosa, sino en que "a pesar mío, mi interés se cambia en amor y el otro me incumbe". La subjetividad del yo, queda despro- vista de su fuerza y es el otro quien lleva las riendas del "mí mismo". Sin embargo, es posible pregun- tarse si la "desnudez fáctica del otro" es razón proporcionada o suficiente para explicar el carácter absoluto de este deber-''. Una facticidad puede forzar- me o constreñirme, pero nunca obli- garme o convencenne. Yes aquí donde nos vemos lógicamente conducidos a la afirmación de la presencia en el otro (causa de mi absoluto deber) de Al- guien, es decir, un Absoluto personal divino que, en último término, es el único que puede fundamentar el carác- ter absoluto de mi deber hacia "el otro". Por otra parte, el imperativo de no desesperar que nos alcanza desde las víctimas y los excluidos, si no se ha de quedar vacío de contenido, y si ha de evitar en la acción la recaída en la ge- neración de más víctimas, está pidién- donas la atención a las consecuencias de nuestras acciones, instituciones e intervenciones, incluso de l~s humani- tarias. Aquel imperativo nos deberia conducir a una autocritica y reforma permanente, personal e institucional, para no' silenciar la memoria de los que cayeron y van cayendo hoy en la cune- ta de la historia. De ahí que este "deber de no de- sesperar" se tome también en "deber de resistir" en la lucha por una vida digna para todos. Algo que solo será viable si se comparte la resistencia de todos aquellos a los que el vivir se les ha convertido en sobre-vivir. Y este deber, de nuevo, acarrea sus "costos". Por optar claramente por los que están en los márgenes, muchos han de pagar un peaje gravoso, que "los situados" o los que dejan de resistir y se acomodan, ciertamente no pagan40. 38 LÉVINAS, E.: Totalidad e infinito. Sígueme, Salamanca 1987, p.227. 39 Así lo hace MANZANA MARTÍNEZ DE MARAÑÓN, 1.: Ateísmo contemporáneo y teismofilo- sójico. Eset, Vitoria 1987. 40 Cf. GOYTISOLO, J. y NMR, S.: El peaje de la vida. Integración o rechazo de la emigración en España. Aguilar, Madrid 22001. r·" '.1:.,' r, ~t. ~ :f' ~ ., .{ t r j f :-~ :.~ '1 1 ,'.. '. '. En el fondo, la esperanza no se pue- de reducir ni al deber de no desesperar ni al de resistir. Incluye todo: la resistencia y los tiempos de espera, el ánimo y la voluntad, la imaginación anticipadora y el aguante, y hasta la esperanza contra toda esperanza, la confianza en que el ser humano conocerá su plenitud y la jus- ticia. Pero si lo que se aguarda es pleni- tud y justicia para todos, lo que incluye a los muertos, esa esperanza ya no puede estar fundada tan solo históricamente, sino teologal mente. Si pedimos un "nt- turo absoluto" (Rahner) para la huma- nidad, este futuro sería inimaginable sin Dios. Un verdadero futuro de plenitud para los seres humanos y sus historias, solo puede serio el mismo Dios, un Dios de redención, de resurrección y vida.'tÍ ':~ Por esta razón, podemos decir que en el mandato de no desesperar, históri- camente fundado en cuanto nos alcanza desde las víctimas de nuestra historia, nos alcanza también con una interpe- lación que viene de más lejos como una ..':c< - 45 - gracia que hace posible no solo no de- sesperar sino esperar la plenitud y la justicia. Así, el deber de no desesperar nos alcanza simultáneamente desde la mayor trascendencia y desde la mayor intimidad de nosotros mismos. Es la voz que resuena desde las entrañas de la his- toria, y por eso la transmiten los relatos de los orígenes, relatos de una historia primordial de la humanidad: "¿dónde está tu hermano ...?" (Gen 4,9-10). Esta exigencia o este deber, es también la gracia que nos constituye en personas . Es el grito del sujeto (Hinkelarnmert) nunca apagado, que clama al cielo jus- ticia, y es "la gloria de Dios" que se expresa en el deseo de "¡que el ser humano viva!" (Ireneo). Y ahí sí, en esa gracia, que nos precede desde la aurora de la creación, puede encontrar la es- peranza su fundamento, los cimientos sobre los que levantarse y sostenerse'". y así, desde esta pregunta originaria por el otro, por los otros, podremos entrar en la cuestión definitiva que perse- guimos: ¿para quién esperamos? Para la reflexión personal y comunitaria 1. ¿Desde qué realidades del mundo y de mi entorno me siento llamado a no desesperar? ¿En qué exigencias concretas se traduce? ¿Puedo iden- tificar los costos?, ¿y los riesgos? 2. ¿Qué realidades institucionales, eclesiales ... se tornan para mí y mi comunidad en exigencia y responsabilidad de "no desesperanza"? 41 Cf. VIDAL TALENS, J.: "Creer en tiempos de desesperanza", o.c., p,893. ",r,' ··' ••• 1
  • 24. ¿ fI 1, .~ r: ,~ r !_J J f ';I~.·., - Capítulo 4 - La cuestión definitiva ¿Para quién esperamos? Somos hombres y mujeres históri- cos, espacio-temporales, sin estos ejes diflcilmente podemos pensar nada de nuestra existencia, ni el pasado, ni el presente, ni el futuro. Nuestra condi- ción es itinerante y nuestra vida un devenir a través de esa magnitud que hemos dado en llamar tiempo. ....~ Pero mucho más importantes que el tiempo y espacio, aunque no sin ellos, es -a la hora de pensar la esperanza- la alteridad. Los otros. La relación, La Metafísica de la esperanza de Mareel lo puso de manifiesto con una definición difícil de superar: "la espe- ranza es esencialmente ... la disponibi- lidad de un alma profundamente com- prometida en. una experiencia de co- munión ". No hay esperanza más que a nivel del "nosotros ", o quizás no solo a ese nivel, pero fundamentalmente en ese, en la experiencia de comunión con el otro, donde encuentra cabida también el "nosotros cósmico" del hombre mundano, que no se sabría a sí mismo sin una referencia a la tierra que le vio nacer y desde la cual inicia la peregri- nación su existencia. De ahí que espe- rar sea siempre: esperar en otro o en otros; esperar con otros, es decir, una tarea solidaria que se realiza en comu- nidad, en fraternidad, en sociedad; esperar para otros como rasgo especí- fico de nuestra misión cristiana y caris- mática, y si se nos da la gracia para ello, esperar por otros, mostrando el carácter vicario de la esperanza, 1. Esperar "en otros", La dimen- sión intersubjetiva de la esperanza 1.1. Entre el temor de perder y la alegría de soltar En su estudio sobre el ser humano Gabriel Marcel muestra, en clave pri- meramente antropológíca, el carácter intrínsecamente intersubjetivo de la esperanza, Esta no se entiende sino como don, don que precisa de otro, don que reclama del sujeto una actitud de acogida, don que nos recuerda que el ser humano es, en tanto que se recibe y que se dona. Sin embargo, cuando miramos hacia el futuro o chequeamos nuestras expectativas nos encontramos con que