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Resumen de las Seis Meditaciones.
(René Descartes)
Thayra Aparicio, Lourdes Castrellón, Digna Santa María y Yaritza Rodríguez
Resumen: El ser humano es un compuesto de
sustancia pensante y sustancia extensa, cuyas
propiedades son las diferentes formas de pensar:
imaginación, sentimiento y voluntad. Las
características restantes son figura y movimiento.
Pero a partir del método de Descartes y su
aplicación en el campo del conocimiento, se busca,
para evitar errores, aumentar el conocimiento y
descubrir nuevas verdades.
Palabras claves: arbitrio, corpóreas, Dios, errar,
inteligibles.
I. INTRODUCCIÓN
Las “Meditaciones Metafísicas” y el “Discurso del
Método”, son sus obras más importantes de
Descartes.
En su primera, se plantea descubrir verdades
evidentes, pero para ello ha de poner en “jaque mate”
todos los conocimientos de su época, que era
considerados como ciertos y seguros.
Era necesario alcanzar una identificación entre el
modelo la matemática y el de la filosofía. La certeza y
el rigor de las deducciones alcanzadas por la
matemática deberían ser, según Descartes, un modelo
que seguir para aplicar al ámbito del pensamiento
filosófico.
En el mundo hay muchas clases de creyentes, y entre
ellos hay quienes pueden considerar angustioso,
desagradable o incluso ofensivo que alguien hable
sobre Dios sin dar por hecho su existencia.
No es absurdo identificar las afirmaciones científicas
con las que pueden constatarse viendo y tocando, o
demostrando. Sería absurdo decir que Dios no existe
porque no se puede ver ni tocar. La ciencia es la
descripción del mundo a la que se llega cuando se usa
honestamente la razón, donde "honestamente" quiere
decir buscando una descripción que encaje con los
hechos y no tratando de hacer encajar los hechos en
una descripción preconcebida.
El análisis de estas meditaciones intenta probar, que
todas las cosas que conocemos muy clara y
distintamente son verdaderas, y se explicará sobre la
naturaleza del error o falsedad.
Se explicará la naturaleza corpórea en general, se
demostrará la existencia de Dios, cómo es verdad que,
la certeza misma de las demostraciones geométricas,
depende del conocimiento de Dios.
La última meditación mostrará que el alma del
hombre es realmente distinta del cuerpo, pero; sin
embargo, tan estrechamente unida a él, que juntas
forman una sola cosa.
A. Justificación.
Los conceptos para probar la existencia de Dios se
tambalean a la luz de la ciencia. No hay que justificar
la fe. Simplemente hay que respetarla, pero siempre
que no se intente explicar con ella lo que aún no se
entiende.
B. Objetivo General:
Reflexionar sobre las meditaciones acerca de la
filosofía primera, en las cuales se demuestra la
existencia de Dios, así como la distinción real entre el
alma y el cuerpo del hombre.
II. MARCO TEORICO
Meditación Primera
Sobre las cosas de las que podemos dudar.
En esta primera parte, Descartes explica la necesidad
de la duda metódica, es decir, de la necesidad de
cuestionar todos aquellos conocimientos que creemos
saber. Para ello, se propone cambiar todos esos
esquemas y construir nuevos pensamientos, más
sólidos, hacer una metacognición, para lograr una
mayor madurez intelectual.
Hace ya algún tiempo que me di cuenta de que, desde
mi infancia, había tenido por verdaderas numerosas
opiniones falsas, y que lo construido posteriormente,
sobre principios tan poco firmes, no podía dejar de ser
altamente dudoso e incierto; de modo que debía
emprender seriamente por una vez en mi vida la tarea
de deshacerme de todas las opiniones que había
tomado hasta entonces por verdaderas, y comenzar
completamente de nuevo, desde los cimientos, si
quería establecer algo firme y constante.
Todo lo que hasta el presente he tenido como lo más
verdadero y seguro, lo he aprendido de los sentidos o
por los sentidos: ahora bien, a veces he
experimentado que esos sentidos eran engañosos, y es
prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos
han engañado una vez.
Con todo, aunque a veces los sentidos nos engañan en
lo pequeño y en lo lejano, quizás hay otras cosas de
las que no se puede dudar, aun cuando las recibamos
por medio de los mismos, como, por ejemplo; que
estoy aquí, que estoy vistiendo una ropa que
reconozco que es mía.
Lo impresionante de Descartes, es lo que nunca antes
se había planteado nadie, y es que a partir de esta
duda inicial llega a lo que algunos llaman el marco
cartesiano, que es el punto de partida necesario de
cualquier teoría del conocimiento que pretenda ser
considerada como honesta. Por ello, se analiza en la
segunda meditación, la más importante de las seis.
Meditación segunda
Sobre la naturaleza de la mente humana, que es más
cognoscible que el cuerpo.
En un intento por lograr la comprensión, vamos a
repasar de nuevo el mismo camino que ya iniciamos,
es decir, en apartar todo aquello que ofrece algo de
duda, por pequeña que sea, de igual modo que si fuera
falso; y continuaré así hasta que conozca algo
convincente, o al menos, si no otra cosa, sepa de un
modo seguro que no hay nada cierto. Se puede
suponer, que todo lo que veo es falso, y que nunca ha
existido nada, porque la memoria puede ser engañosa
en lo que representa; no tengo ningún sentido
absolutamente: el cuerpo, la figura, la extensión, el
movimiento y el lugar son ilusión producto de la
imaginación. ¿Qué es entonces lo cierto? Quizá lo
cierto sea, que no hay nada seguro.
Pero Descartes sí que puede encontrar algo seguro: su
propia existencia. Aun argumentando que un "genio
maligno" tratara de confundirlo en todo, no podría ser
así, si él no existiera y no hubiera a quién confundir.
Pero Descartes lleva a cabo el conocimiento, como
nunca nadie lo había hecho antes, hasta los límites en
los que hay que entender esta afirmación.
Así pues, una vez considerados escrupulosamente
todos los argumentos, se ha de concluir que siempre
que digo "Yo soy, yo existo", o lo concibo en mi
mente, necesariamente ha de ser verdad. No alcanzo,
sin embargo, a comprender todavía quién soy yo, que
ya existo necesariamente; por lo que he de tratar de
no tomar imprudentemente, otra cosa en mi lugar, y
evitar que me engañe así el pensamiento que me
parece ser la más cierta y evidente de todas.
Recordaré, por tanto, qué creía ser en otro tiempo
antes de venir a parar a estas meditaciones, y de ello
excluiré todo lo que, por los argumentos expuestos,
pueda ser puesto en duda, de manera que sólo quede
en definitiva lo que sea cierto y firme. ¿Qué creí
entonces ser? Un hombre, naturalmente. Pero, ¿qué es
un hombre? ¿Diré que es un animal racional? No,
puesto que se habría de investigar qué es animal y qué
es racional, y así pasaría de un tema a varios y más
difíciles, y no me queda tiempo libre para desgastarlo
en sutilezas de este tipo.
Nunca nadie había aislado antes (después sí) el
concepto de "yo" con la precisión de Descartes.
Aquí puedo ver lo siguiente: el pensamiento existe, y
no puede serme arrebatado; yo soy, yo existo: es
manifiesto. Pero ¿por cuánto tiempo? Sin duda,
mientras piense, puesto que aún podría suceder, si yo
dejase de pensar, que dejase yo de existir en absoluto.
No estoy admitiendo ahora nada que no sea
estrictamente cierto; soy, por lo tanto, en síntesis, algo
que piensa, esto es, una mente, un alma, un intelecto,
o una razón, vocablos de un significado que antes me
era desconocido. Soy, en consecuencia, una cosa
cierta, y ciertamente existente. Pero ¿qué cosa? Ya lo
he dicho: una cosa que piensa.
Descartes insiste en que todo lo que percibe en su
entorno podría ser una ficción, producto de un sueño,
por lo que, en este contexto, la respuesta a: qué soy
yo, no puede buscarla entre lo que le muestran los
sentidos.
Por lo que concluye que nada de lo que puedo
aprehender por medio de la imaginación que atañe al
concepto que tiene de sí mismo, y de que se ha de
apartar la mente de aquello con mucha diligencia para
que ella misma perciba su naturaleza lo más
definidamente posible.
¿Qué soy? Una cosa que piensa. ¿Qué significa esto?
Una cosa que duda, que conoce, que afirma, que
niega, que quiere, que rechaza, y que imagina y
siente.
Meditación Tercera
De Dios; que existe
El ser humano es un compuesto de sustancia pensante
y sustancia extensa cuyas propiedades son los
diferentes modos de pensar: la imaginación, el
sentimiento y la voluntad. Las características
restantes son la figura y el movimiento. Pero desde
el método de Descartes y su aplicación en el campo
del saber, se procura alcanzar, a fin de evitar el error,
aumentar los conocimientos y descubrir nuevas
verdades.
Como síntesis de la tercera meditación es
fundamental que se comprenda de qué tratan la
primera y segunda meditación, con el propósito de
seguir las ideas que facilitan la continuidad de la
tercera meditación.
Por ende, desde la perspectiva de la tercera
meditación surgen aspectos abstractos, excluyendo
todos los sentidos y retomando la idea con la cual
pretende darle base de una teoría y del conocimiento
y de conceptos de los cuales no existen dudas. La
primera afirmación es reconocer que carece de valor,
al aceptarse como una cosa, cuya diferencia es que
piensa. A partir de ese concepto genera su primer
conocimiento, da vida a una regla general: Todas las
cosas que se conciben muy clara y distintamente son
verdaderas.
De forma seguida, expresa la existencia de un Dios
engañador, del cual, hace referencia en la meditación
segunda, es un elemento dialéctico que permite
comprobar la existencia de dios. Desde esa idea
justifica que no hay razones para creer que hay un
dios engañador, porque de ser así, jamás dudaría que
sus dudas, por lo tanto, es indispensable continuar con
la investigación inicial, saber si Dios existe.
Desde esa óptica Descartes, plantea el uso de un
método, que pretende separa los pensamientos en
ciertos géneros y considerar en cuál género existen
verdades y errores. Al llevar esa idea a la práctica
surgen:
-Las imágenes de las cosas o ideas
-Voluntades o afecciones
-Juicios.
Desde la primera conceptualización se desprende que
no pueden ser falsas, toda vez que, así el objeto que se
piensa no existe, no es falso en su pensamiento,
porque el mismo existe en el pensamiento; por su
parte, las voluntades tampoco, porque siendo buenas
o malas, son parte del deseo y el único error que
podría existir es el juicio.
Con respecto a los juicios, señala que el principal
error consiste en juzgar si las ideas que genera en su
interior, son las cosas que están fuera de él; mientras
que, al aceptar las ideas como una forma de
pensamiento, no asociadas al componente externo, no
existe la posibilidad de errores.
Con este método, Descartes puede reorientar su
criticidad con base en argumentos, teniendo control
del modo de pensar y una vez más aplica dicho
método de división y surgen las siguientes ideas:
-Las ideas que nacen él.
-Las ideas de afuera.
-Las ideas hechas o inventadas por él.
Al rescatar las ideas que nacen afuera, considera que
son las que se aprenden de la naturaleza por impulso
natural e inmediato, no dependen de su voluntad, que
son las que surgen de aquello que llamó luz natural;
pero, afirma, que dichas ideas producidas por los
objetos, no hay conocimiento suficiente para afirmar
que sean semejantes, de lo cual, ejemplifica que sobre
el sol, que existe dos ideas, la primera es producida
por los sentidos y la segunda matemáticamente, y se
desprende que la idea más alejada de la realidad es
aquella que proviene de los sentidos.
Por tanto, aquellas ideas que surgen de los sentidos
son producto del impulso natural que se caracteriza
por el error, por lo que, otra de las vías que señala
para investigar, si existe fuera del pensamiento es la
representación de las ideas, aquellas que presenta más
sustancia, en síntesis, las que tienen más realidad
objetiva.
Es así, que Descarte, logró el primer objetivo de su
demostración relacionada con la existencia de Dios,
por tanto, lo expresa así:
“Además, la idea por la cual concibo un Dios
soberano, eterno, infinito, inmutable, omnisciente,
omnipotente y creador universal de todas las cosas
que están fuera de él, esa idea, digo, tiene ciertamente
en sí más realidad objetiva que aquellas otras que me
representan sustancias finitas.”
Con esa reflexión, se acepta la existencia de una
realidad, como resultado de una causa; en otras
palabras, para que la idea posea una realidad objetiva,
tiene que recibir de alguna causa, que disponga de la
realidad formal, como realidad objetiva de la idea.
Por ello, su razonamiento al proyectarlo al infinito es
necesario alcanzar la primera idea, cuando la causa se
trate de un patrón que contenga toda la realidad o
perfección, y que se encuentre por representación de
las ideas.
Es de esta forma como surge la idea de Dios como
causa primera, con su argumento de la existencia de
Dios, cual afirma:
“Bajo el nombre de Dios entiendo una sustancia
infinita, eterna, inmutable, independiente,
omnisciente, omnipotente, por la cual yo mismo y
todas las demás cosas que existen (si existen algunas)
han sido creadas y producidas. Ahora bien: tan
grandes y eminentes son estas ventajas, que cuando
más atentamente las considero menos me convenzo
de que la idea que de ellas tengo, pueda tomar su
origen en mí. Y, por consiguiente, es necesario
concluir de lo anteriormente dicho que Dios existe;
pues si bien hay en mi la idea de la sustancia, siendo
yo una, no podría haber en mí la idea de una sustancia
infinita, siendo yo un ser finito, de no haber sido
puesta en mí por una sustancia que sea
verdaderamente infinita.”
Es a partir de su segundo argumento que se producen
más interrogantes, cuando Descartes, se cuestiona:
¿De quién tendría yo mi existencia? ¿De mí mismo
acaso, o de mis padres, o bien de algunas otras causas
menos perfectas que Dios?
Al separar sus pregunta y analizar su idea, se observa
que Descarte reflexiona afirmando que si se hubiera
creado él mismo, se hubiese atribuido todas aquellas
perfecciones y él sería Dios; por lo cual jamás, se
hubiese negado atributos que le impidieran su
desarrollo futuro, se los hubiese otorgado de forma
inmediata y expedita, en particular aquellos,
conocimientos de la cual su naturaleza es limitada,
nunca se hubiese negado las cosas que Dios le
adjudicó.
Por el solo hecho, en la primera proposición que
plantea Descartes, se evidencia que carece de
argumentos razonables que permitan probar la
validez. Por ende, a continuación, surge su segunda
proposición, donde explica que fueron sus padres o
alguna otra causa imperfecta, menos que Dios, que lo
haya creado.
Con dicha proposición refuta a través del argumento
expuesto que, en la primera demostración, se
evidencie que debe haber realidad en la causa, así
como en el efecto, por ello, se reduce a una cosa que
piensa y que tiene la idea clara de Dios, que no es más
que la causa de su ser, necesariamente una cosa que
piensa y por lo mismo, tiene en si la idea de todas las
perfecciones que le atribuye a Dios.
Para reafirmar su idea, concluye dicho argumento
sobre la prueba de la existencia de Dios, así:
“puesto que existo, y puesto que la idea de un ser
sumamente perfecto, esto es, que Dios, está en mí, la
existencia de Dios queda muy evidentemente
demostrada.”
Es así que en el texto El discurso del Método, ya
adentrados en la cuarta parte, una vez más vuelve
sobre los mismos argumentos expuestos, en la
meditación tercera, sobre la misma síntesis de lo
expuesto, cuando reitera siempre el carácter racional
de su teoría, y expresa:
“Pero si hay algunos que están persuadidos de que es
difícil conocer lo que sea Dios, y aun lo que sea el
alma, es porque no levantan nunca su espíritu por
encima de las cosas sensibles y están tan
acostumbrados a considerarlo todo con la
imaginación -que es un modo de pensar particular
para las cosas materiales-, que lo que no es
imaginable les parece ininteligible”.
Con un carácter más racionalista, Descartes, en el
punto fundamental de su pensamiento filosófico, y
emplea el cogito ergo sum, desde el cual afirma de
manera firme e inmóvil haciendo la analogía con
Arquímedes. Mediante su postulado funda todo su
pensamiento para afirmar con ello la existencia de
Dios, a través de los argumentos de causa y efecto,
desde la cual si tenemos nuestras mentes con ideas
claras y distintas que enfoquen el concepto de
perfección, como infinitud, omnipotencia,
omnipresencia, que conduzcan a una idea de
perfección, es la razón porque una causa lo lleve a
tener estas ideas en su pensamiento y por no existir
estas causas en él y por lo que ha percibido del mundo
exterior, porque el mundo exterior y él son
imperfectos, da el motivo a la existencia de algo o
alguien que posee las características, que permitió que
dichas ideas fueran introducidas dentro de él, ese ser
es Dios.
Por ende, reconocemos la vida en el infinito porque
aceptamos la idea del fin, aceptamos la omnipresencia
como esa existencia sin verla y, desde allí, Descartes,
con su manera de pensar, desde una posición
racionalista, le dio un giro importante al pensamiento
moderno.
Meditación Cuarta
De lo verdadero y de lo falso
Para empezar, menciona las cosas corpóreas; que
tiene cuerpo, volumen o consistencia material, “su
filosofía se basa en que es necesario soltar las
ataduras corpóreas, si se quiere llegar al conocimiento
de las cosas”. Indicando que es muy poco lo que se
sabe con certeza acerca de estas.
Así pues, considera que sabe mucho más del espíritu
humano, y más aún de Dios, que ya no tendrá
dificultad en apartar el pensamiento de la
consideración de las cosas sensibles o imaginables,
para ir a las carentes de toda materia, a las puramente
inteligibles, que las pueden entender, a través del
conocimiento, con el intelecto y sin mediación de los
sentidos, lo conciben por la mente, en el mundo de las
ideas.
En definitiva, con tanta seguridad concluye la
existencia de Dios y la completa dependencia en la
que está el resto de la de Él. Reconociendo que es
imposible que Dios les engañe, ya que sería una
especie de imperfección y es algo que no puede darse
en Dios. Sin duda recibe de El la fuerza para juzgar,
al igual que todo lo que pose.
Por un lado, cuando piensa en lo perfecto que es Dios,
no descubre causa alguna de error o falsedad en su
ser; pero la experiencia le enseña que esta, sujeto a
infinidad de errores. Estima que es un término medio
entre Dios y la nada, esta entre el supremo ser y el no
ser que es.
Al mismo tiempo, no le agrada del todo, pensar que el
error no es una pura negación, o sea, no es la simple
privación o carencia de una perfección, sino la falta
de un conocimiento, que de algún modo debería
poseer. Cuando más experto es el artífice, más
correctas y completas son las obras que salen de sus
manos.
Así pues, sabiendo que su naturaleza es débil y
limitada y que, por el contrario, la de Dios es
incalculable, sorprendente e infinita, nada le cuesta
considerar que Dios puede hacer infinidad de cosas
cuyas causas sobrepasan el alcance del espíritu.
En particular, buscando cuáles son los errores que lo
llevan a la imperfección, estima que depende de la
facultad de conocer y de la facultad de elegir, o sea,
de su libre arbitrio, sin obedecer a los principios
dictados por la razón, la lógica o las leyes.
Dicho de otra manera, por medio del solo
entendimiento, no se afirma ni niega cosa alguna, sólo
se comprenden las ideas de las cosas que se pueden
afirmar o negar.
Concretamente, los errores emergen, siendo la
voluntad más amplia que el entendimiento, no se
incluye dentro de los límites que éste, sino que se
extiende a las cosas que no se comprenden, y, siendo
desinteresado a ésta, se extravía con facilidad y se
escoge el mal en vez del bien, o lo falso en vez de lo
verdadero.
Dios concede la libertad de dar o no dar un juicio
acerca de cosas de las que no se tiene conocimiento
claro en el entendimiento; pero si se puede dar el
error por no usar bien la libertad y dar osadamente un
juicio acerca de cosas que sólo se comprende, como
oscuras y confusas.
Así pues, llega a la conclusión de que se tiene un
conocimiento claro y evidente de todas las cosas
sujetas a la meditación, se tiene el poder para hacerlo.
Conservando firmemente la decisión de no dar un
juicio acerca de cosas cuya verdad no sea claramente
conocida.
Además, por medio de una meditación atenta y
muchas veces insistente, la registramos en la memoria
con tal fuerza, adquiriendo el hábito de no errar,
alcanzando con esto la perfección del hombre.
Teniendo claro lo que se debe evitar para no caer en
el error, sino también, lo que hay que hacer para
alcanzar el conocimiento de la verdad. Además, fijar
la atención en todas las cosas que conciban
claramente, y separarlas de todas aquellas que sólo
conciba de un modo confuso y oscuro.
Meditación Quinta
De la esencia de las cosas materiales; y otra vez de la
existencia de Dios.
Para empezar, tratara de desprenderse de todas las
dudas y ver si puede conocer algo cierto relacionado a
las cosas materiales. Al examinar si tales cosas
existen, se debe tener en cuenta sus ideas, cuando
están en el pensamiento, y ver cuáles son distintas y
cuáles confusas.
Además, las cosas la pueden enumerar en distintas
partes y asignar a cada una de esas partes magnitud,
figuras, situaciones y movimientos, así se diferencia
cada cosa y a poca atención que ponga, percibe
innumerables particularidades respecto de los
números, las figuras, los movimientos. Y cosas
semejantes, cuya verdad es tan manifiesta y se
acomoda a su naturaleza.
Por ejemplo, el triángulo, cuando imaginamos un
triángulo, sin tener uno en algún lugar visible, fuera
del pensamiento, no deja de existir cierta naturaleza,
forma, o esencia de esa figura, la cual es inmutable y
eterna, las propiedades del triángulo se pueden
demostrar.
La idea del triángulo entra en el espíritu por la
mediación de los sentidos, a causa de haber visto
alguna vez cuerpos de figuras triangulares; se puede
formar en el espíritu infinidad de otras figuras, de esa
misma forma demuestran ciertas propiedades que son
de su naturaleza, las cuales deben ser ciertas, se
comprenden con claridad. Y, por tanto, son algo, y no
una pura nada.
Todo lo que es verdadero es algo, todo lo que se
conoce con claridad y distinción es verdadero. De
acuerdo a su naturaleza le da una existencia perpetua.
Pero, si se puede sacar del pensamiento la idea de una
cosa, por lo tanto, lo que se percibe clara y
distintamente que pertenece a algo, en efecto le
pertenece.
Así pues, cuando habla de la existencia de Dios, tiene
la idea, la idea de un ser sumamente perfecto, que
pertenece a su naturaleza una existencia perpetua,
como los números, las figuras geométricas, por lo que
se tiene la existencia de Dios como algo tan cierto.
No obstante, si la existencia de Dios puede separarse
de su esencia, como la esencia de un triángulo
rectilíneo o la idea de montaña y de un valle, esto
sería como decir, que a un ser supremamente perfecto
le falte la existencia o que le falte la perfección, como
que a una montaña le falte el valle. No se puede
concebir un Dios sin existencia, como tampoco una
montaña sin valle.
Por lo tanto, declara que Dios existe tras haber
supuesto que posee todas las perfecciones, siendo una
de ellas la existencia. Una de las ideas verdaderas con
las que se nace, es la de Dios. Esta idea no es algo
fingido o inventado, no solo dependiente de su
pensamiento, sino también de la imagen de una
naturaleza verdadera e inmutable.
Por otra parte, indica que, si el espíritu estuviera
carente de algunos prejuicios, y el pensamiento no
fuera distraído por la continua presencia de las
imágenes de las cosas susceptibles, nada conocería
primero ni más fácilmente que a Dios.
Conviene subrayar, que no hay nada más claro e
indudable que pensar que hay un Dios, es decir, un
ser supremo y perfecto, el único en cuya idea está
incluida la existencia, y que, por tanto, existe.
O sea, la naturaleza es tal que, nada más concebir una
cosa muy clara y distintamente, no la puede dejar de
creer verdadera, pero, como también su naturaleza lo
lleva a no poder fijar siempre su espíritu en una
misma cosa, y se acuerda a menudo de haber creído
verdadero algo cuando ya ha terminado de valorar las
razones que tenía para creerlo tal, puede suceder que
en ese momento se presenten otras razones que harían
modificar fácilmente la opinión, si no supiese que hay
Dios. De no ser así nunca sabría nada a ciencia cierta,
tendrían tan sólo juicios vagos e inestables.
Por ejemplo, cuando estima la naturaleza del
triángulo, sabe con evidencia, que sus tres ángulos
valen dos rectos, y no puede por nada dejar de
creerlo, mientras está alerta su pensamiento a la
demostración; pero tan pronto como esa atención se
desvía, aunque se acuerde de haberla entendido
claramente, no es difícil que dude de la verdad de
aquella demostración, si no sabe que hay Dios.
Aunque, la naturaleza la ha conformado de tal manera
que pueda engañar fácilmente, incluso en las cosas
que cree entender con más evidencia y certeza. Se
piensa a menudo que muchas cosas eran verdaderas y
ciertas, y luego otras reflexiones distintas lo han
llevado a juzgar plenamente falsas.
Sin embargo, no puede falsear en los juicios cuyas
razones conoce con claridad. Ha aceptado verdaderas
muchas cosas que luego reconoce ser falsas, esto
porque no habían conocido clara y distintamente
ninguna de ellas.
Así mismo, se ve muy notoriamente que la evidencia
y verdad de toda ciencia depende sólo del
conocimiento del verdadero Dios; de modo que, antes
de conocerlo, no podía saber con perfección cosa
alguna. Y ahora que lo conoce, tiene la manera de
adquirir una ciencia perfecta acerca de infinidad de
cosas; y no sólo acerca de Dios mismo, sino también
de la naturaleza corpórea, en cuanto que ésta es objeto
de la pura matemática, que no se ocupa de la
existencia del cuerpo.
Sexta Meditación
La existencia de las cosas materiales.
En esta última meditación René Descarte busca ver la
separación de alma y cuerpo y que se puede concebir
claramente una cosa sin la otra. A su vez, Descartes
plantea la hipótesis de la existencia de dos tipos o
formas de pensar: la imaginación y la pura intelección
o concepción.
Descartes plantea: “Conozco claramente qué necesito,
para imaginar, una peculiar tensión del ánimo, de la
que no hago uso para entender o concebir, y esa
peculiar tensión del ánimo muestra claramente la
diferencia entre la imaginación y la pura intelección o
concepción.”
Con esto Descarte plantea que solo necesitamos una
tensión del ánimo (estimulo) para imaginar cosas,
además de esto advierte que, aunque esta fuerza
imaginativa no estuviera en el ser, la persona seguiría
siendo ella. También plantea que, si existe un cuerpo,
existe un espíritu y este cuerpo puede imaginar las
cosas por medio de este espíritu. A su vez, Descartes
plantea que existe una diferencia entre espíritu y
cuerpo, el cuerpo es visible para la naturaleza y el
espíritu es invisible, pero que una sin la otra no puede
existir.
En esta sexta meditación, también se plantea que la
imaginación no es la única forma de percibir la
existencia de las cosas, también se puede lograr a
través de los sentidos, “y como percibo mucho mejor
las cosas por los sentidos, los cuales, junto con la
memoria, parecen haberlas traído a mi imaginación,
creo que, para examinarlas con mayor comodidad”.
De la misma manera, plantea que las ideas que recibía
por medio de los sentidos eran más vividas y distintas
aquellas que simplemente adquiría por medio de la
meditación o incluso de las que se encontraban
impresas en la memoria y salían a relucir por medio
de la imaginación; estas ideas que provienen de los
sentidos, no dependen de la voluntad de la persona.
Pero a su vez, Descartes plantea que, no se puede
creer ni dudar de todas las enseñanzas adquirida por
medio de los sentidos, estos errores de los sentidos
dependerán de los juicios que nosotros realicemos.
De igual forma, Descartes señala que nuestra
naturaleza proviene de la unión del cuerpo y alma; de
esta unión procede el entendimiento de lo que es
bueno y malo para realizar nuestros juicios.
II. CONCLUSIONES
Luego del análisis del texto, se puede inferir que,
conociendo que los mismos cuerpos no son percibidos
en propiedad por los sentidos o por la facultad de
imaginar, sino tan solo por el intelecto, y que no son
percibidos por el hecho de ser tocados o vistos, sino
tan sólo porque los concebimos, me doy cuenta clara,
de que nada, absolutamente puede ser conocido con
mayor facilidad y evidencia que mi mente.
Son razonamientos por las que el ser humano llega a
la conclusión de la necesaria existencia de un ser
superior. Es decir que la fe y la razón no solo no
están reñidas, si no que pueden caminar de la mano.
Con las meditaciones, Descartes aprendió lo que debe
evitar para no equivocarse en ciertas cosas y lo que
debe hacer para alcanzar el conocimiento de la
verdad, poniendo suficiente atención en todas las
cosas que comprenda perfectamente, y separándolas
de todas aquellas que solo conciba de un modo
confuso y oscuro. Quedando evidente que todas las
cosas que conocemos muy clara y distintamente son
verdaderas, y que el error o falsedad depende de la
capacidad de conocer y de la facultad de elegir, o sea,
de su libre arbitrio, sin obedecer a los principios
dictados por la razón, la lógica o las leyes.
Es una realidad que el cuerpo y el alma se encuentra
ligados, siendo que uno sin el otro no podría existir.
Esto lleva a concluir que el cuerpo es la principal
fuente de experiencia sensorial; que permite al ser
llegar a crear conocimiento por medio del
entendimiento. Plantea además los sentidos como las
principales fuentes de información para la creación de
conocimiento.
Dios creo las cosas y solo el hecho de que el cuerpo o
ser sienta las cosas las convierte en una realidad.
IV. BIBLIOGRAFIA
Meditaciones metafísicas [con objeciones y respuestas],
trad. de Peña García, Vidal. KRK Ediciones, Oviedo,
2005, ISBN 978-84-96476-23-3.
Meditaciones metafísicas. Seguidas de las objeciones y
respuestas, trad. Díaz, Jorge Aurelio. Editorial
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá D.C.,
2009, ISBN 978-95-87191-39-4.

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Meditaciones de René Descartes

  • 1. Resumen de las Seis Meditaciones. (René Descartes) Thayra Aparicio, Lourdes Castrellón, Digna Santa María y Yaritza Rodríguez Resumen: El ser humano es un compuesto de sustancia pensante y sustancia extensa, cuyas propiedades son las diferentes formas de pensar: imaginación, sentimiento y voluntad. Las características restantes son figura y movimiento. Pero a partir del método de Descartes y su aplicación en el campo del conocimiento, se busca, para evitar errores, aumentar el conocimiento y descubrir nuevas verdades. Palabras claves: arbitrio, corpóreas, Dios, errar, inteligibles. I. INTRODUCCIÓN Las “Meditaciones Metafísicas” y el “Discurso del Método”, son sus obras más importantes de Descartes. En su primera, se plantea descubrir verdades evidentes, pero para ello ha de poner en “jaque mate” todos los conocimientos de su época, que era considerados como ciertos y seguros. Era necesario alcanzar una identificación entre el modelo la matemática y el de la filosofía. La certeza y el rigor de las deducciones alcanzadas por la matemática deberían ser, según Descartes, un modelo que seguir para aplicar al ámbito del pensamiento filosófico. En el mundo hay muchas clases de creyentes, y entre ellos hay quienes pueden considerar angustioso, desagradable o incluso ofensivo que alguien hable sobre Dios sin dar por hecho su existencia. No es absurdo identificar las afirmaciones científicas con las que pueden constatarse viendo y tocando, o demostrando. Sería absurdo decir que Dios no existe porque no se puede ver ni tocar. La ciencia es la descripción del mundo a la que se llega cuando se usa honestamente la razón, donde "honestamente" quiere decir buscando una descripción que encaje con los hechos y no tratando de hacer encajar los hechos en una descripción preconcebida. El análisis de estas meditaciones intenta probar, que todas las cosas que conocemos muy clara y distintamente son verdaderas, y se explicará sobre la naturaleza del error o falsedad. Se explicará la naturaleza corpórea en general, se demostrará la existencia de Dios, cómo es verdad que, la certeza misma de las demostraciones geométricas, depende del conocimiento de Dios. La última meditación mostrará que el alma del hombre es realmente distinta del cuerpo, pero; sin embargo, tan estrechamente unida a él, que juntas forman una sola cosa. A. Justificación. Los conceptos para probar la existencia de Dios se tambalean a la luz de la ciencia. No hay que justificar la fe. Simplemente hay que respetarla, pero siempre que no se intente explicar con ella lo que aún no se entiende. B. Objetivo General: Reflexionar sobre las meditaciones acerca de la filosofía primera, en las cuales se demuestra la existencia de Dios, así como la distinción real entre el alma y el cuerpo del hombre. II. MARCO TEORICO Meditación Primera Sobre las cosas de las que podemos dudar. En esta primera parte, Descartes explica la necesidad de la duda metódica, es decir, de la necesidad de cuestionar todos aquellos conocimientos que creemos
  • 2. saber. Para ello, se propone cambiar todos esos esquemas y construir nuevos pensamientos, más sólidos, hacer una metacognición, para lograr una mayor madurez intelectual. Hace ya algún tiempo que me di cuenta de que, desde mi infancia, había tenido por verdaderas numerosas opiniones falsas, y que lo construido posteriormente, sobre principios tan poco firmes, no podía dejar de ser altamente dudoso e incierto; de modo que debía emprender seriamente por una vez en mi vida la tarea de deshacerme de todas las opiniones que había tomado hasta entonces por verdaderas, y comenzar completamente de nuevo, desde los cimientos, si quería establecer algo firme y constante. Todo lo que hasta el presente he tenido como lo más verdadero y seguro, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos: ahora bien, a veces he experimentado que esos sentidos eran engañosos, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado una vez. Con todo, aunque a veces los sentidos nos engañan en lo pequeño y en lo lejano, quizás hay otras cosas de las que no se puede dudar, aun cuando las recibamos por medio de los mismos, como, por ejemplo; que estoy aquí, que estoy vistiendo una ropa que reconozco que es mía. Lo impresionante de Descartes, es lo que nunca antes se había planteado nadie, y es que a partir de esta duda inicial llega a lo que algunos llaman el marco cartesiano, que es el punto de partida necesario de cualquier teoría del conocimiento que pretenda ser considerada como honesta. Por ello, se analiza en la segunda meditación, la más importante de las seis. Meditación segunda Sobre la naturaleza de la mente humana, que es más cognoscible que el cuerpo. En un intento por lograr la comprensión, vamos a repasar de nuevo el mismo camino que ya iniciamos, es decir, en apartar todo aquello que ofrece algo de duda, por pequeña que sea, de igual modo que si fuera falso; y continuaré así hasta que conozca algo convincente, o al menos, si no otra cosa, sepa de un modo seguro que no hay nada cierto. Se puede suponer, que todo lo que veo es falso, y que nunca ha existido nada, porque la memoria puede ser engañosa en lo que representa; no tengo ningún sentido absolutamente: el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el lugar son ilusión producto de la imaginación. ¿Qué es entonces lo cierto? Quizá lo cierto sea, que no hay nada seguro. Pero Descartes sí que puede encontrar algo seguro: su propia existencia. Aun argumentando que un "genio maligno" tratara de confundirlo en todo, no podría ser así, si él no existiera y no hubiera a quién confundir. Pero Descartes lleva a cabo el conocimiento, como nunca nadie lo había hecho antes, hasta los límites en los que hay que entender esta afirmación. Así pues, una vez considerados escrupulosamente todos los argumentos, se ha de concluir que siempre que digo "Yo soy, yo existo", o lo concibo en mi mente, necesariamente ha de ser verdad. No alcanzo, sin embargo, a comprender todavía quién soy yo, que ya existo necesariamente; por lo que he de tratar de no tomar imprudentemente, otra cosa en mi lugar, y evitar que me engañe así el pensamiento que me parece ser la más cierta y evidente de todas. Recordaré, por tanto, qué creía ser en otro tiempo antes de venir a parar a estas meditaciones, y de ello excluiré todo lo que, por los argumentos expuestos, pueda ser puesto en duda, de manera que sólo quede en definitiva lo que sea cierto y firme. ¿Qué creí entonces ser? Un hombre, naturalmente. Pero, ¿qué es un hombre? ¿Diré que es un animal racional? No, puesto que se habría de investigar qué es animal y qué es racional, y así pasaría de un tema a varios y más difíciles, y no me queda tiempo libre para desgastarlo en sutilezas de este tipo. Nunca nadie había aislado antes (después sí) el concepto de "yo" con la precisión de Descartes. Aquí puedo ver lo siguiente: el pensamiento existe, y no puede serme arrebatado; yo soy, yo existo: es manifiesto. Pero ¿por cuánto tiempo? Sin duda,
  • 3. mientras piense, puesto que aún podría suceder, si yo dejase de pensar, que dejase yo de existir en absoluto. No estoy admitiendo ahora nada que no sea estrictamente cierto; soy, por lo tanto, en síntesis, algo que piensa, esto es, una mente, un alma, un intelecto, o una razón, vocablos de un significado que antes me era desconocido. Soy, en consecuencia, una cosa cierta, y ciertamente existente. Pero ¿qué cosa? Ya lo he dicho: una cosa que piensa. Descartes insiste en que todo lo que percibe en su entorno podría ser una ficción, producto de un sueño, por lo que, en este contexto, la respuesta a: qué soy yo, no puede buscarla entre lo que le muestran los sentidos. Por lo que concluye que nada de lo que puedo aprehender por medio de la imaginación que atañe al concepto que tiene de sí mismo, y de que se ha de apartar la mente de aquello con mucha diligencia para que ella misma perciba su naturaleza lo más definidamente posible. ¿Qué soy? Una cosa que piensa. ¿Qué significa esto? Una cosa que duda, que conoce, que afirma, que niega, que quiere, que rechaza, y que imagina y siente. Meditación Tercera De Dios; que existe El ser humano es un compuesto de sustancia pensante y sustancia extensa cuyas propiedades son los diferentes modos de pensar: la imaginación, el sentimiento y la voluntad. Las características restantes son la figura y el movimiento. Pero desde el método de Descartes y su aplicación en el campo del saber, se procura alcanzar, a fin de evitar el error, aumentar los conocimientos y descubrir nuevas verdades. Como síntesis de la tercera meditación es fundamental que se comprenda de qué tratan la primera y segunda meditación, con el propósito de seguir las ideas que facilitan la continuidad de la tercera meditación. Por ende, desde la perspectiva de la tercera meditación surgen aspectos abstractos, excluyendo todos los sentidos y retomando la idea con la cual pretende darle base de una teoría y del conocimiento y de conceptos de los cuales no existen dudas. La primera afirmación es reconocer que carece de valor, al aceptarse como una cosa, cuya diferencia es que piensa. A partir de ese concepto genera su primer conocimiento, da vida a una regla general: Todas las cosas que se conciben muy clara y distintamente son verdaderas. De forma seguida, expresa la existencia de un Dios engañador, del cual, hace referencia en la meditación segunda, es un elemento dialéctico que permite comprobar la existencia de dios. Desde esa idea justifica que no hay razones para creer que hay un dios engañador, porque de ser así, jamás dudaría que sus dudas, por lo tanto, es indispensable continuar con la investigación inicial, saber si Dios existe. Desde esa óptica Descartes, plantea el uso de un método, que pretende separa los pensamientos en ciertos géneros y considerar en cuál género existen verdades y errores. Al llevar esa idea a la práctica surgen: -Las imágenes de las cosas o ideas -Voluntades o afecciones -Juicios. Desde la primera conceptualización se desprende que no pueden ser falsas, toda vez que, así el objeto que se piensa no existe, no es falso en su pensamiento, porque el mismo existe en el pensamiento; por su parte, las voluntades tampoco, porque siendo buenas o malas, son parte del deseo y el único error que podría existir es el juicio. Con respecto a los juicios, señala que el principal error consiste en juzgar si las ideas que genera en su interior, son las cosas que están fuera de él; mientras que, al aceptar las ideas como una forma de pensamiento, no asociadas al componente externo, no existe la posibilidad de errores. Con este método, Descartes puede reorientar su criticidad con base en argumentos, teniendo control del modo de pensar y una vez más aplica dicho método de división y surgen las siguientes ideas: -Las ideas que nacen él. -Las ideas de afuera. -Las ideas hechas o inventadas por él. Al rescatar las ideas que nacen afuera, considera que son las que se aprenden de la naturaleza por impulso natural e inmediato, no dependen de su voluntad, que son las que surgen de aquello que llamó luz natural;
  • 4. pero, afirma, que dichas ideas producidas por los objetos, no hay conocimiento suficiente para afirmar que sean semejantes, de lo cual, ejemplifica que sobre el sol, que existe dos ideas, la primera es producida por los sentidos y la segunda matemáticamente, y se desprende que la idea más alejada de la realidad es aquella que proviene de los sentidos. Por tanto, aquellas ideas que surgen de los sentidos son producto del impulso natural que se caracteriza por el error, por lo que, otra de las vías que señala para investigar, si existe fuera del pensamiento es la representación de las ideas, aquellas que presenta más sustancia, en síntesis, las que tienen más realidad objetiva. Es así, que Descarte, logró el primer objetivo de su demostración relacionada con la existencia de Dios, por tanto, lo expresa así: “Además, la idea por la cual concibo un Dios soberano, eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador universal de todas las cosas que están fuera de él, esa idea, digo, tiene ciertamente en sí más realidad objetiva que aquellas otras que me representan sustancias finitas.” Con esa reflexión, se acepta la existencia de una realidad, como resultado de una causa; en otras palabras, para que la idea posea una realidad objetiva, tiene que recibir de alguna causa, que disponga de la realidad formal, como realidad objetiva de la idea. Por ello, su razonamiento al proyectarlo al infinito es necesario alcanzar la primera idea, cuando la causa se trate de un patrón que contenga toda la realidad o perfección, y que se encuentre por representación de las ideas. Es de esta forma como surge la idea de Dios como causa primera, con su argumento de la existencia de Dios, cual afirma: “Bajo el nombre de Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, por la cual yo mismo y todas las demás cosas que existen (si existen algunas) han sido creadas y producidas. Ahora bien: tan grandes y eminentes son estas ventajas, que cuando más atentamente las considero menos me convenzo de que la idea que de ellas tengo, pueda tomar su origen en mí. Y, por consiguiente, es necesario concluir de lo anteriormente dicho que Dios existe; pues si bien hay en mi la idea de la sustancia, siendo yo una, no podría haber en mí la idea de una sustancia infinita, siendo yo un ser finito, de no haber sido puesta en mí por una sustancia que sea verdaderamente infinita.” Es a partir de su segundo argumento que se producen más interrogantes, cuando Descartes, se cuestiona: ¿De quién tendría yo mi existencia? ¿De mí mismo acaso, o de mis padres, o bien de algunas otras causas menos perfectas que Dios? Al separar sus pregunta y analizar su idea, se observa que Descarte reflexiona afirmando que si se hubiera creado él mismo, se hubiese atribuido todas aquellas perfecciones y él sería Dios; por lo cual jamás, se hubiese negado atributos que le impidieran su desarrollo futuro, se los hubiese otorgado de forma inmediata y expedita, en particular aquellos, conocimientos de la cual su naturaleza es limitada, nunca se hubiese negado las cosas que Dios le adjudicó. Por el solo hecho, en la primera proposición que plantea Descartes, se evidencia que carece de argumentos razonables que permitan probar la validez. Por ende, a continuación, surge su segunda proposición, donde explica que fueron sus padres o alguna otra causa imperfecta, menos que Dios, que lo haya creado. Con dicha proposición refuta a través del argumento expuesto que, en la primera demostración, se evidencie que debe haber realidad en la causa, así como en el efecto, por ello, se reduce a una cosa que piensa y que tiene la idea clara de Dios, que no es más que la causa de su ser, necesariamente una cosa que piensa y por lo mismo, tiene en si la idea de todas las perfecciones que le atribuye a Dios. Para reafirmar su idea, concluye dicho argumento sobre la prueba de la existencia de Dios, así: “puesto que existo, y puesto que la idea de un ser sumamente perfecto, esto es, que Dios, está en mí, la existencia de Dios queda muy evidentemente demostrada.” Es así que en el texto El discurso del Método, ya adentrados en la cuarta parte, una vez más vuelve sobre los mismos argumentos expuestos, en la meditación tercera, sobre la misma síntesis de lo expuesto, cuando reitera siempre el carácter racional de su teoría, y expresa: “Pero si hay algunos que están persuadidos de que es difícil conocer lo que sea Dios, y aun lo que sea el alma, es porque no levantan nunca su espíritu por
  • 5. encima de las cosas sensibles y están tan acostumbrados a considerarlo todo con la imaginación -que es un modo de pensar particular para las cosas materiales-, que lo que no es imaginable les parece ininteligible”. Con un carácter más racionalista, Descartes, en el punto fundamental de su pensamiento filosófico, y emplea el cogito ergo sum, desde el cual afirma de manera firme e inmóvil haciendo la analogía con Arquímedes. Mediante su postulado funda todo su pensamiento para afirmar con ello la existencia de Dios, a través de los argumentos de causa y efecto, desde la cual si tenemos nuestras mentes con ideas claras y distintas que enfoquen el concepto de perfección, como infinitud, omnipotencia, omnipresencia, que conduzcan a una idea de perfección, es la razón porque una causa lo lleve a tener estas ideas en su pensamiento y por no existir estas causas en él y por lo que ha percibido del mundo exterior, porque el mundo exterior y él son imperfectos, da el motivo a la existencia de algo o alguien que posee las características, que permitió que dichas ideas fueran introducidas dentro de él, ese ser es Dios. Por ende, reconocemos la vida en el infinito porque aceptamos la idea del fin, aceptamos la omnipresencia como esa existencia sin verla y, desde allí, Descartes, con su manera de pensar, desde una posición racionalista, le dio un giro importante al pensamiento moderno. Meditación Cuarta De lo verdadero y de lo falso Para empezar, menciona las cosas corpóreas; que tiene cuerpo, volumen o consistencia material, “su filosofía se basa en que es necesario soltar las ataduras corpóreas, si se quiere llegar al conocimiento de las cosas”. Indicando que es muy poco lo que se sabe con certeza acerca de estas. Así pues, considera que sabe mucho más del espíritu humano, y más aún de Dios, que ya no tendrá dificultad en apartar el pensamiento de la consideración de las cosas sensibles o imaginables, para ir a las carentes de toda materia, a las puramente inteligibles, que las pueden entender, a través del conocimiento, con el intelecto y sin mediación de los sentidos, lo conciben por la mente, en el mundo de las ideas. En definitiva, con tanta seguridad concluye la existencia de Dios y la completa dependencia en la que está el resto de la de Él. Reconociendo que es imposible que Dios les engañe, ya que sería una especie de imperfección y es algo que no puede darse en Dios. Sin duda recibe de El la fuerza para juzgar, al igual que todo lo que pose. Por un lado, cuando piensa en lo perfecto que es Dios, no descubre causa alguna de error o falsedad en su ser; pero la experiencia le enseña que esta, sujeto a infinidad de errores. Estima que es un término medio entre Dios y la nada, esta entre el supremo ser y el no ser que es. Al mismo tiempo, no le agrada del todo, pensar que el error no es una pura negación, o sea, no es la simple privación o carencia de una perfección, sino la falta de un conocimiento, que de algún modo debería poseer. Cuando más experto es el artífice, más correctas y completas son las obras que salen de sus manos. Así pues, sabiendo que su naturaleza es débil y limitada y que, por el contrario, la de Dios es incalculable, sorprendente e infinita, nada le cuesta considerar que Dios puede hacer infinidad de cosas cuyas causas sobrepasan el alcance del espíritu. En particular, buscando cuáles son los errores que lo llevan a la imperfección, estima que depende de la facultad de conocer y de la facultad de elegir, o sea, de su libre arbitrio, sin obedecer a los principios dictados por la razón, la lógica o las leyes. Dicho de otra manera, por medio del solo entendimiento, no se afirma ni niega cosa alguna, sólo se comprenden las ideas de las cosas que se pueden afirmar o negar. Concretamente, los errores emergen, siendo la voluntad más amplia que el entendimiento, no se incluye dentro de los límites que éste, sino que se extiende a las cosas que no se comprenden, y, siendo desinteresado a ésta, se extravía con facilidad y se escoge el mal en vez del bien, o lo falso en vez de lo verdadero. Dios concede la libertad de dar o no dar un juicio acerca de cosas de las que no se tiene conocimiento claro en el entendimiento; pero si se puede dar el error por no usar bien la libertad y dar osadamente un juicio acerca de cosas que sólo se comprende, como oscuras y confusas.
  • 6. Así pues, llega a la conclusión de que se tiene un conocimiento claro y evidente de todas las cosas sujetas a la meditación, se tiene el poder para hacerlo. Conservando firmemente la decisión de no dar un juicio acerca de cosas cuya verdad no sea claramente conocida. Además, por medio de una meditación atenta y muchas veces insistente, la registramos en la memoria con tal fuerza, adquiriendo el hábito de no errar, alcanzando con esto la perfección del hombre. Teniendo claro lo que se debe evitar para no caer en el error, sino también, lo que hay que hacer para alcanzar el conocimiento de la verdad. Además, fijar la atención en todas las cosas que conciban claramente, y separarlas de todas aquellas que sólo conciba de un modo confuso y oscuro. Meditación Quinta De la esencia de las cosas materiales; y otra vez de la existencia de Dios. Para empezar, tratara de desprenderse de todas las dudas y ver si puede conocer algo cierto relacionado a las cosas materiales. Al examinar si tales cosas existen, se debe tener en cuenta sus ideas, cuando están en el pensamiento, y ver cuáles son distintas y cuáles confusas. Además, las cosas la pueden enumerar en distintas partes y asignar a cada una de esas partes magnitud, figuras, situaciones y movimientos, así se diferencia cada cosa y a poca atención que ponga, percibe innumerables particularidades respecto de los números, las figuras, los movimientos. Y cosas semejantes, cuya verdad es tan manifiesta y se acomoda a su naturaleza. Por ejemplo, el triángulo, cuando imaginamos un triángulo, sin tener uno en algún lugar visible, fuera del pensamiento, no deja de existir cierta naturaleza, forma, o esencia de esa figura, la cual es inmutable y eterna, las propiedades del triángulo se pueden demostrar. La idea del triángulo entra en el espíritu por la mediación de los sentidos, a causa de haber visto alguna vez cuerpos de figuras triangulares; se puede formar en el espíritu infinidad de otras figuras, de esa misma forma demuestran ciertas propiedades que son de su naturaleza, las cuales deben ser ciertas, se comprenden con claridad. Y, por tanto, son algo, y no una pura nada. Todo lo que es verdadero es algo, todo lo que se conoce con claridad y distinción es verdadero. De acuerdo a su naturaleza le da una existencia perpetua. Pero, si se puede sacar del pensamiento la idea de una cosa, por lo tanto, lo que se percibe clara y distintamente que pertenece a algo, en efecto le pertenece. Así pues, cuando habla de la existencia de Dios, tiene la idea, la idea de un ser sumamente perfecto, que pertenece a su naturaleza una existencia perpetua, como los números, las figuras geométricas, por lo que se tiene la existencia de Dios como algo tan cierto. No obstante, si la existencia de Dios puede separarse de su esencia, como la esencia de un triángulo rectilíneo o la idea de montaña y de un valle, esto sería como decir, que a un ser supremamente perfecto le falte la existencia o que le falte la perfección, como que a una montaña le falte el valle. No se puede concebir un Dios sin existencia, como tampoco una montaña sin valle. Por lo tanto, declara que Dios existe tras haber supuesto que posee todas las perfecciones, siendo una de ellas la existencia. Una de las ideas verdaderas con las que se nace, es la de Dios. Esta idea no es algo fingido o inventado, no solo dependiente de su pensamiento, sino también de la imagen de una naturaleza verdadera e inmutable. Por otra parte, indica que, si el espíritu estuviera carente de algunos prejuicios, y el pensamiento no fuera distraído por la continua presencia de las imágenes de las cosas susceptibles, nada conocería primero ni más fácilmente que a Dios. Conviene subrayar, que no hay nada más claro e indudable que pensar que hay un Dios, es decir, un ser supremo y perfecto, el único en cuya idea está incluida la existencia, y que, por tanto, existe. O sea, la naturaleza es tal que, nada más concebir una cosa muy clara y distintamente, no la puede dejar de creer verdadera, pero, como también su naturaleza lo lleva a no poder fijar siempre su espíritu en una misma cosa, y se acuerda a menudo de haber creído verdadero algo cuando ya ha terminado de valorar las razones que tenía para creerlo tal, puede suceder que
  • 7. en ese momento se presenten otras razones que harían modificar fácilmente la opinión, si no supiese que hay Dios. De no ser así nunca sabría nada a ciencia cierta, tendrían tan sólo juicios vagos e inestables. Por ejemplo, cuando estima la naturaleza del triángulo, sabe con evidencia, que sus tres ángulos valen dos rectos, y no puede por nada dejar de creerlo, mientras está alerta su pensamiento a la demostración; pero tan pronto como esa atención se desvía, aunque se acuerde de haberla entendido claramente, no es difícil que dude de la verdad de aquella demostración, si no sabe que hay Dios. Aunque, la naturaleza la ha conformado de tal manera que pueda engañar fácilmente, incluso en las cosas que cree entender con más evidencia y certeza. Se piensa a menudo que muchas cosas eran verdaderas y ciertas, y luego otras reflexiones distintas lo han llevado a juzgar plenamente falsas. Sin embargo, no puede falsear en los juicios cuyas razones conoce con claridad. Ha aceptado verdaderas muchas cosas que luego reconoce ser falsas, esto porque no habían conocido clara y distintamente ninguna de ellas. Así mismo, se ve muy notoriamente que la evidencia y verdad de toda ciencia depende sólo del conocimiento del verdadero Dios; de modo que, antes de conocerlo, no podía saber con perfección cosa alguna. Y ahora que lo conoce, tiene la manera de adquirir una ciencia perfecta acerca de infinidad de cosas; y no sólo acerca de Dios mismo, sino también de la naturaleza corpórea, en cuanto que ésta es objeto de la pura matemática, que no se ocupa de la existencia del cuerpo. Sexta Meditación La existencia de las cosas materiales. En esta última meditación René Descarte busca ver la separación de alma y cuerpo y que se puede concebir claramente una cosa sin la otra. A su vez, Descartes plantea la hipótesis de la existencia de dos tipos o formas de pensar: la imaginación y la pura intelección o concepción. Descartes plantea: “Conozco claramente qué necesito, para imaginar, una peculiar tensión del ánimo, de la que no hago uso para entender o concebir, y esa peculiar tensión del ánimo muestra claramente la diferencia entre la imaginación y la pura intelección o concepción.” Con esto Descarte plantea que solo necesitamos una tensión del ánimo (estimulo) para imaginar cosas, además de esto advierte que, aunque esta fuerza imaginativa no estuviera en el ser, la persona seguiría siendo ella. También plantea que, si existe un cuerpo, existe un espíritu y este cuerpo puede imaginar las cosas por medio de este espíritu. A su vez, Descartes plantea que existe una diferencia entre espíritu y cuerpo, el cuerpo es visible para la naturaleza y el espíritu es invisible, pero que una sin la otra no puede existir. En esta sexta meditación, también se plantea que la imaginación no es la única forma de percibir la existencia de las cosas, también se puede lograr a través de los sentidos, “y como percibo mucho mejor las cosas por los sentidos, los cuales, junto con la memoria, parecen haberlas traído a mi imaginación, creo que, para examinarlas con mayor comodidad”. De la misma manera, plantea que las ideas que recibía por medio de los sentidos eran más vividas y distintas aquellas que simplemente adquiría por medio de la meditación o incluso de las que se encontraban impresas en la memoria y salían a relucir por medio de la imaginación; estas ideas que provienen de los sentidos, no dependen de la voluntad de la persona. Pero a su vez, Descartes plantea que, no se puede creer ni dudar de todas las enseñanzas adquirida por medio de los sentidos, estos errores de los sentidos dependerán de los juicios que nosotros realicemos. De igual forma, Descartes señala que nuestra naturaleza proviene de la unión del cuerpo y alma; de esta unión procede el entendimiento de lo que es bueno y malo para realizar nuestros juicios. II. CONCLUSIONES Luego del análisis del texto, se puede inferir que, conociendo que los mismos cuerpos no son percibidos en propiedad por los sentidos o por la facultad de imaginar, sino tan solo por el intelecto, y que no son percibidos por el hecho de ser tocados o vistos, sino tan sólo porque los concebimos, me doy cuenta clara, de que nada, absolutamente puede ser conocido con mayor facilidad y evidencia que mi mente.
  • 8. Son razonamientos por las que el ser humano llega a la conclusión de la necesaria existencia de un ser superior. Es decir que la fe y la razón no solo no están reñidas, si no que pueden caminar de la mano. Con las meditaciones, Descartes aprendió lo que debe evitar para no equivocarse en ciertas cosas y lo que debe hacer para alcanzar el conocimiento de la verdad, poniendo suficiente atención en todas las cosas que comprenda perfectamente, y separándolas de todas aquellas que solo conciba de un modo confuso y oscuro. Quedando evidente que todas las cosas que conocemos muy clara y distintamente son verdaderas, y que el error o falsedad depende de la capacidad de conocer y de la facultad de elegir, o sea, de su libre arbitrio, sin obedecer a los principios dictados por la razón, la lógica o las leyes. Es una realidad que el cuerpo y el alma se encuentra ligados, siendo que uno sin el otro no podría existir. Esto lleva a concluir que el cuerpo es la principal fuente de experiencia sensorial; que permite al ser llegar a crear conocimiento por medio del entendimiento. Plantea además los sentidos como las principales fuentes de información para la creación de conocimiento. Dios creo las cosas y solo el hecho de que el cuerpo o ser sienta las cosas las convierte en una realidad. IV. BIBLIOGRAFIA Meditaciones metafísicas [con objeciones y respuestas], trad. de Peña García, Vidal. KRK Ediciones, Oviedo, 2005, ISBN 978-84-96476-23-3. Meditaciones metafísicas. Seguidas de las objeciones y respuestas, trad. Díaz, Jorge Aurelio. Editorial Universidad Nacional de Colombia, Bogotá D.C., 2009, ISBN 978-95-87191-39-4.