1. ÉTICA EMOTIVA
Presentado por: Andrés Felipe Anaya, Jimena Gordon, Valerie Logreira, Jesus Andres Rueda,
Valentina Simonds e Isabella Torres.
El emotivismo ético afirma que los juicios de valor son emanados de las emociones
individuales y que estas tienen como objeto persuadir a los demás para que sientan lo mismo,
intentando lograr que personas distintas valoren de forma idéntica lo que se observa. Al
entender así el emotivismo, los juicios de valor, las emociones y los sentimientos, se argumenta
que la emoción no permite que sean los estándares racionales los que determinen la validez de
los juicios antes mencionados. De esta forma no es posible probar la verdad o falsedad de los
juicios morales, porque el significado de estos juicios depende de los sentimientos que suscitan
en cada persona. Podemos considerar esta característica como un argumento a favor del
relativismo moral.
El emotivismo cuenta con dos objetivos principales que son:
- Se utiliza como un medio para influir en el comportamiento de las personas, a través de
medios verbales tales como: emociones, sentimientos, súplicas, etc.
- El lenguaje moral se utiliza para expresar la propia actitud y debe diferenciarse con el
simple subjetivismo.
Con base en la idea de la existencia de emociones morales como la empatía que
impulsan la acción moral, esta perspectiva que pretende explicar la acción humana en tipo de
encuentros o dilemas morales.
Pensadores que la defienden
David Hume: Consideró que la moral no está relacionada con los hechos, sino
"determinada por las pasiones" y la razón debe estar subordinada a ellas: en las deliberaciones
morales debemos conocer de antemano todos los objetos y todas sus relaciones entre sí; y a
partir de una comparación del conjunto, arregle nuestra elección o aprobación… Si bien
ignoramos si un hombre fue agresor o no, ¿cómo podemos determinar si la persona que lo mató
es criminal o inocente? Pero después de cada circunstancia, cada relación es conocida, el
entendimiento no tiene más espacio para operar, ni ningún objeto sobre el cual pueda
emplearse. La aprobación o la culpa que sobreviene, no puede ser obra del juicio, sino del
corazón; y no es una proposición o afirmación especulativa, sino un sentimiento o sentimiento
activo.
G. E. Moore: Publicó su Principia Ethica en 1903 y argumentó que los intentos de los
naturalistas éticos de traducir términos éticos (como buenos y malos) en términos no éticos
(como agradar y desagradar) cometieron la "falacia naturalista". Moore era un cognitivista,
pero su caso contra el naturalismo ético condujo a otros filósofos hacia el no cognitivismo,
particularmente el emotivismo.
2. Alfred Ayer: Sostiene que los juicios de valor no afirman nada ni sobre algún objeto del
mundo (como aseveran las posturas objetivistas) ni sobre el estado personal de ánimo del
enunciador (como supone el subjetivismo): sólo expresan ciertas emociones. Pero expresar no
es lo mismo que aseverar: decir “Robar dinero es malo” es como decir “¡¡Robar dinero!!”, con
un particular tono de horror. “Malo” no agrega ninguna información: sólo manifiesta un
sentimiento de desaprobación, del mismo modo que “¡Ay!” no es una afirmación acerca de un
dolor que se siente, sino la expresión de ese dolor. Al no ser afirmaciones, estos juicios no son
ni verdaderos ni falsos.
Bertrand Russell: Cuando se pronuncia “X es bueno en sí mismo” lo que se dice
realmente es “¡Ojalá que todos deseen X!”. Un juicio de valor, pues, expresa un deseo, que
como tal no es una descripción, por lo que no le cabe verdad o falsedad. A diferencia de la
posición de Ayer, sin embargo, el deseo moral manifiesta para Russell la pretensión de extender
universalmente la cualidad valorada.
C. L. Stevenson: Destaca no tanto la función expresiva de los términos morales como su
carácter “magnético”, esto es, su capacidad para influir en la opinión y en el curso de la acción
de las personas. Así, para Stevenson, aceptar que algo es bueno nos haría en principio tender a
obrar en su favor. Por ejemplo, un juicio de valor como “La música clásica es buena” además
de expresar una emoción significaría “A ti también debería gustarte la música clásica”. De
modo que los juicios de valor no sólo tendrían un valor expresivo, sino que mediante ellos el
enunciador pretende ejercer una presión normativa sobre su interlocutor, persuadirlo de que
realice ciertas acciones.
Críticas a la ética emotivista
MacIntyre plantea la principal crítica al emotivismo desde la postulación de la
decadencia de las sociedades actuales de occidente, en las que no se puede hablar de temas
cruciales y necesarios, debido a que el surgimiento de un argumento emotivista lleva a juicios
morales sin contenido racional. Por lo cual el emotivismo no llega a dar respuesta a los
problemas de la sociedad actual.
Conclusión
La ética emotiva o emotivista es una ética fundada en la utilización de las emociones
como elemento de examen en los juicios de valor. Así mismo, los juicios morales se reducen a
meros intentos por convencer al contrario a través de la utilización de las emociones. Por tanto,
desplaza a la razón para posicionar las emociones, por lo que los juicios morales pasan al plano
del deseo, propondría también Bertrand Russell, al hablar de ética de las emociones como
manifestación del deseo, por lo cual la moral no es más que, tal como lo señala Hume, la
manifestación del deber ser por el deseo. Así, “matar es malo” es igual a “matar a X no es
algo deseable”, pero si el mensaje cambia a X por Y, “matar a Y es algo no deseable”,
entonces, “matar es malo”. Por lo que matar, será tan malo como no sea deseable.