1. Río Cuarto . Río Tercero . San Francisco . Villa María
RECUERDOS
DEL CONFÍN
POR JORGE SARRAUTE
PÁG. 8
LOS FUTUROS
DEL PRESENTE
(Segunda Parte)
POR ANTONIO TELLO
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Miércoles 03 de junio de 2020 . Año 20 Nº 906
El poeta cordobés, Claudio Amancio Suárez, hace una brillante aproximación a la poesía de Homero Manzi y en
particular de “Sur”, poema que da entidad a uno de los tangos más bellos y significativos de la música rioplatense,
cuando ésta vivió su edad de oro.
PÁG. 2 y 3
HOMERO MANZI,
“SUR”Y DESPUÉS
RÍO CUARTO
CELEBRA LA
FERIAVIRTUAL
DE EDITORIALES
INDEPENDIENTES
PÁG. 7
HISTORIA
ERNESTO
CARDENAL.
POETA, SACERDOTE
y REVOLUCIONARIO
POR EDUARDO GARRIDO
PÁG. 6
2. El Corredor Mediterráneo / Página 2
HOMERO
MANZI,
“SUR”YDESPUÉS*
Por Claudio Amancio Suárez
Todo poema empieza en una composición
de lugar y acaba en una síntesis: la inven-
ción de esa relación significativa. Invención
a la vez del sentido etimológico del hallaz-
go o descubrimiento de algo ya existente
en la memoria y el corazón de la creación
imaginativa.
Creemos que los versos de “Sur” aspiran a
ser esa expresión incondicionada de una
subjetividad, tratando de mostrar la rela-
ción en que esta se encuentra respecto del
mundo, de la experiencia común.
Es la relación entre esos dos factores- expe-
riencia común y subjetividad- lo que poé-
ticamente interesa, ambos son la relación
particular que constituye su tema poético
- Homero decía, querer escribir letras para
los hombres- La poesía, como obra del
hombre y para el hombre-pero la historia
está sujeta a cambios y mudanzas como el
hombre mismo. La historia de la poesía, y
la historia de la literatura podría decirse, no
es más que un fragmento de la historia, que
siempre es el hombre.
Aceptando que la poesía aparece en el en-
tramado de la historia, y que la historia es
evolución, asentimiento del futuro, es nece-
sario apuntar al tiempo que se conoce, diri-
giese al hombre con el que se limita, con el
que se convive. Diríase que el poema es un
hecho social. Denominación seguramente
poco feliz, y que sirve unas veces para en-
tendernos y otras para confundirnos. Pero
el poema es también una actitud moral,
un compromiso respecto a las cosas más
graves que suceden en la Historia que, de
alguna manera, estamos protagonizando.
En rigor, el compromiso de la poesía es
un acto de libertad, un acto libre. Por otra
parte, vivimos en un mundo demasiado
comprometedor, entre realidades ante las
cuales la indiferencia o el desconocimiento
son difíciles, por no decir imposibles, in-
cluso para los poetas más embebidos en la
contemplación de la hermosura de la Na-
turaleza.
Para cierta poesía, parece que todo lo vivo
y palpitante debía quedar fuera del poema,
en el que sólo pueden encontrar cabida
problemas individuales y soluciones pura-
mente estéticas. Para los que así piensan, la
poesía anida en el centro del corazón del
hombre como un gusano dentro de una
manzana, allí nace y se desarrolla. Homero
pesaba lo contrario. Para el autor de “Sur”,
el poema nace de todos los estímulos
que le vienen dados al poeta desde fuera
y desde adentro del paisaje, incluido, por
supuesto, el de la tradición literaria, pero
teniendo presentes siempre las ideas y las
realidades que caracterizan al momento
histórico en el cual el poema se produce.
Al mismo tiempo, me parece que esta te-
mática debe ser presentada no como un
simple espectáculo que se ofrece a los ojos
ultrasensibles del poeta, sino como un pro-
blema que tiene planteado el hombre que
lo sustenta. Inevitablemente, el poema ha
de ser necesario para quien lo escribe, si se
quiere que después sea legítimo para quien
lo lee.
El Poema “Sur” data de 1948. El autor
evoca en él un barrio y un tiempo que ya
han pasado. La mirada del poeta recorre la
geografía de aquel barrio asociando a sus
recuerdos a los lugares conocidos y que
han cambiado. Es el reconocimiento de la
mutación que se produce en el espacio y
en el hombre, afectando a uno y a otro, en
aquella ciudad que todavía estaba mixtura-
da, con solares abiertos y era escenario de
un amor intenso. El amor a esa ciudad y ese
amor fundidos en el paisaje.
La poesía no es una manera de escribir, es
también un modo de vivir, de percibir el
mundo. Yo diría que para el poeta Manzi
era su manera de situarse ante el mundo y
desde allí recordar o hacer de la nostalgia
su único alimento, como en este caso su-
cede. Homero transcribe en su descripción
de la nostalgia nuestra propia nostalgia,
creando un puente que nos traslada hacia
recuerdos de similar intensidad. Podemos
imaginar ese sur, y a la vez pensar en los
puntos cardinales que nos unen a lo que
fuimos.
La poesía pone en el deseo, la nostalgia,
la ausencia, lo que se ha perdido o no se
quiere perder. Por eso tantas veces se torna
difícil escribir una buena historia feliz. A
veces se confunde la felicidad con las feli-
cidades, con ciertos momentos transitorios
de dicha o alegría. La felicidad abstracta y
absoluta no existe, y se escribe, justamente,
porque esa felicidad de alguna manera ha
sido cierta. Y porque existen pequeños ins-
tantes de felicidad o alegrías fugaces, que si
se consigue perfeccionarlos en la memoria
pueden ayudar a vivir durante muchísimos
años. La poesía también es un intento de
eternizar esos momentos. Y “Sur” es una
puerta que se abre hacia todo nosotros,
porque todos, de una u otra manera, he-
mos sentido “nostalgia de las cosas que han
pasado…”. Homero Manzi, nos dejó este
poema para que recordemos y exploremos
algunos rincones de nuestra alma, no siem-
pre frecuentados. Quizás “Sur” sea un teso-
ro desparramado entre nosotros, acunado
con el amoroso acento de la nostalgia, el
de la gente humilde sufriendo entre tantas
otras el desprecio de cierta crítica corta de
vista. Manzi dispone de una particular sen-
sibilidad para nombrar el paisaje y transfor-
mar las cosas muertas en imágenes vivas. ...
Y hombres traídos por la marea y de muje-
res con pañuelos atados a la cabeza y mu-
chachos argentinos que estaban fundando
-sin saberlo- al hijo de la nueva patria... Y
tal vez este mismo cielo, esta misma ma-
ñana y las estrellas de siempre y el mismo
color del barrio y un amor parecido entre
sus gentes sencillas.
El universo barrial de Manzi no es el de
Borges. Acá no hay un linaje de cuchilleros
y malevos que fundan la secta del coraje.
Por el contrario, en el barrio de Manzi todo
se diluye en el recuerdo teñido por una
evocación dulce que, por discreta y deli-
cada, logra resistir la tentación de caer en
el sentimentalismo ramplón y liviano. ”Sur”
es un poema de sentir hondo, muy hondo.
Y tal vez enmarcando nuestra propia histo-
ria, todos llevamos en el recuerdo o en una
foto de colores sepia a aquella “melena de
novia”; todos fuimos aquel que Manzi des-
cubre “recostado en la vidriera”... esperan-
do; quién no contempló “las lunas subur-
banas”; quién no caminó “sin querellas”
tomado de la mano de algún amor. “Sur,
recorre la geografía del barrio asociando
sus recuerdos a los lugares conocidos y que
han cambiado. Es el reconocimiento de la
mutación que se produce en el espacio y
en el hombre, afectando a uno y a otro.
Digamos también que el poema “Sur” reno-
vó la letra del tango reemplazando en sus
temas los amores tumultuosos y dramáticos
por la cotidianeidad de los barrios: quizás
sea “Sur” lo más nítido y emblemático de
esta afirmación. “Si no entendés, / escuchá
lo que te digo, que los barrios son testigos
/ de que cuento la verdad”. Dirá el mismo
Homero después haber renovado y creado
una poesía sin caer en las simplificaciones
de una sensibilidad imparcial.
No será ocioso recordar, que en los viejos
barrios había un pacto tácito entre sus veci-
nos: el de no ignorarse.
Manzi reelabora contenidos sobre el miste-
rio de la poesía y su lenguaje dando cabida
a un tipo de poesía donde no hay palabra,
frase o expresión que sea fruto del azar. El
poeta que fue Homero Manzi evoca en el
poema “Sur” su juventud, su adolescen-
cia en el colegio Abraham J. Luppi, aque-
llo que pudo ver desde la ventana donde
estuvo como interno: el farol balancean-
do en la barrera y el terraplén. Todo esto
está narrado también en otro poema que
3. El Corredor Mediterráneo / Página 3
llamó “Barrio de tango”: geografía subur-
bana, aquella que estaba entre la ciudad
y el campo. El poeta Homero Manzi, fue
el dueño indiscutido de una lírica sutil y
embriagadora que utilizó para destacar las
cosas simples y sencillas, para emprender
la retirada, quizás, de una culturización
erudita que se insinuaba por aquel tiem-
po. Prefirió que se lo distinguiera por sus
características provincianas, por su canto
permanente hacia las cosas comunes, a las
que destacó en el misterio de sus poemas,
mezcla de vaticinio y realidad. “Sé que hay
recuerdos que querrán abandonarme solo
cuando mi cuerpo hinche un hormiguero
sobre la tierra. Sé que hay lágrimas larga-
mente preparadas para mi ausencia. Sé
que mi nombre resonara en oídos queridos
con la perfección de una imagen” dirá en
su poema “Definiciones para esperar mi
muerte”, despidiéndose de la vida y de su
todo.
Es posible percibir en los versos de “Sur”
una nostalgia por lo abandonado, tal vez
provocada por la soledad en la que se caía
por lo dejado atrás o por lo que frecuen-
temente sucedía cuando se intentaba salir
de su dolor. Homero llegó a la poesía en el
momento justo en que la Argentina dejaba
atrás la “Belle Époque”, para salir en busca
de una identidad propia, más natural, de
cara a sus ancestros. Como buen provin-
ciano, ya porteño inclinado a identificar-
se con las causas populares y nacionales,
pintó la nueva y floreciente Buenos Aires
con las imágenes capturadas en su niñez
en el momento justo en que lo cotidiano no
dejaba de ser un asombro para los ojos. Él
ha visto desde niño “los faroles balanceán-
dose en la barrera” como lo dice en otro
poema, “Barrio de tango”, como una cosa
cotidiana de cada uno de sus amaneceres,
“el ladrido de los perros a la luna”, que
son los mismos de siempre y tampoco han
cambiado para alegría de los barrios subur-
banos que los conservaban aún, como si se
tratase de una tradición continua.
Esta evocación a la que llamamos nostálgi-
ca no es necesariamente triste; es el pasado
que sólo vuelve a través del recuerdo. Ese
recuerdo que de alguna manera nos hace
felices, porque fue digno. Es necesario, casi
condición sine qua non, que todo autor de
elegía haya sido protagonista o testigo de
los hechos que memora. Y esto que es her-
mosísimo por solo dejarnos el harto con-
suelo de su memoria: “la memoria es un
gran don” decía Hernández en su “Martin
Fierro” pues la memoria consuela el pesar
de lo que se ha perdido. A la muerte de su
padre: Manrique dice, tengo consuelo en
la memoria, en el ejemplo que él dejó y
evocándolo me siento bien. La memoria
es el mármol donde se escribe, se borran
y se renuevan las inscripciones de nuestra
aventura, donde brillan y pasan los signos
del acontecer de nuestra vida, y ella nos
impone, esa evidencia de secreto equilibrio
entre lo que fuimos y el presente desdicha-
do o no, que transcurre inevitable y lucido.
Los temas de la poesía son el amor y la
muerte, ella, la muerte está, como una pre-
monición, presente en el poema, lo está de
manera discreta, elegante, alejada de todo
sentimentalismo. El sentimiento de muerte
en este caso se confunde con la nostalgia
por un tiempo que se fue para siempre.
“Sur” no es una queja, no pretende pro-
testar ante nada, no da consejos innecesa-
rios, se limita -nada más y nada menos- a
hablar de un tiempo hermoso y pasado, a
ajustar cuentas con algunas experiencias
de la vida, a admitir que en este mundo lo
seguro es que nada dura, nada es eterno,
mucho menos la felicidad. Queda, eso sí,
el recuerdo de los hechos felices.
El poema “Sur” más que contar una historia
habla de sensaciones, imágenes, fragmen-
tos de cosas que le han pasado al hombre.
Hay un escenario que está ubicado en un
sur mitológico pero perfectamente ubica-
ble. ”San Juan y Boedo antigua, Pompeya y
más allá la inundación”. El inicio del poe-
ma es decisivo y es el gran hallazgo poético
de Manzi. Después, todo está enunciado
con una delicadeza exquisita. Empezando
por esa mujer de la cual lo único que cono-
cemos es su melena de novia y sus veinte
abriles, pero con esos datos nos basta y nos
sobra para saber que era hermosa.Y su me-
lena sobrevive en el recuerdo, y su nombre,
es una fina hebra de seda, que flota en el
adiós.
La poesía es una experiencia trascendente,
aunque más no sea por el hecho de que lo
desconocido es más grande que lo conoci-
do. El poeta somete el lenguaje a pruebas
extremas, giros audaces, metáforas, retrué-
canos y sinonimias, a fin de alcanzar un
horizonte que se encuentra en el límite de
las palabras y que en la sintaxis escucha-
mos como perteneciente al mundo natural.
El poeta no dice más de lo mismo: dice lo
otro de lo mismo. No tiene como finali-
dad contar ni describir algo preexistente,
sino poner en acto una operación de len-
guaje que lo resignifica. Su desafío consiste
en darle voz al secreto de los hechos, a lo
amenazado por la insignificancia. De tal
manera, no siempre opera el lenguaje de
conformidad al uso corriente, sino también
de acuerdo al uso figurado por su destello,
rapto o temperatura emocional, que trae a
la superficie eso que permanecía oculto o
soslayado.
Este poema de Homero Manzi hace alu-
sión al mundo visible e invisible de un
poeta replegado sobre sí mismo, como si
no lo moviera otro propósito que registrar
con justeza la voz intima que se lo dicta.
Antes que comunicar, quiere expresar y,
por tanto, nunca se desprende de su pensar
situado, nunca de despide de la rica hon-
dura que lo origina. Esa hondura va ganan-
do en extensión y profundidad. La poesía
salva a la realidad –y al lenguaje, en primer
lugar- de los peligros del adocenamiento,
la trivialidad y la apariencia, esto debe ser
recalcado una y mil veces, a fin de relevar a
la poesía de las funciones decorativas, ocu-
rrentes, meramente festivas (en el peor de
los sentidos) o del juego lábil que con tanta
liviandad suelen adjudicarle. Parecería no
haber vivencia que no haya quedado plas-
mada por Homero Manzi, y hoy, cuando
escuchamos sus poemas, otros suburbios
florecen en sus versos como un perfume de
yuyos y de alfalfa y de nuevo el corazón
lleno nos cuenta de los ladrido de perros
a la luna, del amor escondido en un por-
tón y los sapos siguen redoblando en la
laguna e imaginamos a lo lejos la voz del
bandoneón, con su coro de silbidos en las
esquinas.
Estas estampas del paisaje también son
nuestra nostalgia. Porque Homero, el poeta
indoblegable, rebelde, de “Sur” vestido, se
pasea todavía entre nosotros, “con su frente
triste de pensar la vida tirando madrugadas
por sus ojos”. Según los versos de otro gran
poeta: Cátulo Castillo. Cabe afirmar como
resumen que “Sur” configura una trémula
elegía que el poeta le dedica al alma en
permanente comunión con las cosas, pues
el alma en sí misma, no las circunstancias
que la elaboran, constituyen el objeto de
su melodía. La geografía personal del poe-
ta, digamos es solo un pretexto, una viva
excusa, que le permite indagar esencias y
confesar totalidades.
Si se me pregúntase sobre la mejor imagen
de “Sur” sin dudar diría: aquella que habla
de un muchacho recostado en la vidriera
y esperándola. Esos versos son hermosísi-
mos. “Ya nunca me verás como me vieras,
recostado en la vidriera y esperándote...”.
Y lo son, porque creo que no hay nada
más conmovedor, más bello, que un mu-
chacho esperando a la mujer que ama en
esa esquina, en esa vidriera. Esperando con
ansiedad disimulada, con el cuerpo aban-
donado a la juventud y a la vida, con algo
de temor, algo de ansiedad y mucho de es-
peranza.
La última estrofa de Sur, también es imper-
dible. Porque después de recordar el beso
robado, el poeta regresa al tiempo presen-
te y enumera las cosas que han pasado, la
arena que la vida se llevó, la pesadumbre
del barrio que ha cambiado y la agonía de
un tiempo que murió.Tal vez no sea casua-
lidad que el último verso de “Sur” sea “todo
ha muerto ya lo sé” para un hombre que
sabe que está enfermo en serio. Pero en
este caso, la muerte física para Manzi es un
tema menor, al lado de la muerte de tantas
cosas queridas, cosas que nunca más van a
volver.Y lo volverá a repetir, ya envuelto de
voces y de colores, en ese poema hermoso,
que son sus “Definiciones para esperar mi
muerte”.
La poesía como arte verbal del espíritu
creativo y potencial de un pueblo que ne-
cesita, para expresar sus apremios emocio-
nales e ideales, sublimar historia y sueños
colectivos y personales, producirá, tarde o
temprano, al o a los poetas y cantores que
lideran con la música verbal y tonal de su
jerga explícita, lo que abriga en el alma cul-
tural de la comunidad. Es así, como en este
contexto de exacta definición, se desarrolla
la vida y la obra de Manzi. El destino lo qui-
so despierto y en la plenitud de su lucidez,
hasta el momento de su definitiva partida
hacia ese “Sur”, desconocido y triste, mu-
cho más lejano y solitario que el paredón
de Pompeya. El 3 de mayo de 1951, ese
día se apagó Homero Nicolás Manzzione
Prestera y se encendió para siempre su
poesía inolvidable.
*Homero Manzi y Sur fue expuesto como
clase magistral de ClaudioAmancio Suárez,
dentro del ciclo literario 10X10, organiza-
do por el Área de Literatura y Pensamiento,
de la Agencia Córdoba Cultura, delegación
Río Cuarto, el 5 de octubre de 2017.
El bello poema de Homero Manzi sustentado por la magistral música de
AníbalTroilo se abrazan para dar cuenta de la fugacidad y los cambios que
el tiempo impone y que constituyen la experiencia y la memoria, como
bien lo explica Claudio Amancio Suárez en este sustancioso texto que aho-
ra publica ECM.
4. El Corredor Mediterráneo / Página 4
Sociedades disciplinadas y controladas
Un cuento brevísimo del guatemalte-
co-mexicano Augusto Monterroso dice
así: “Cuando despertó, el dinosaurio
todavía estaba allí”. Evocándolo bien
podría decirse que cuando Aldous Hu-
xley y George Orwell imaginaron sus
distopías éstas ya eran una realidad que
se gestaba en el seno del sistema como
una pesadilla por venir. Los futuros ya
estaban en el presente.
Los filósofos de la Escuela de Frankfurt
plantearon la unidimensionalidad del
individuo de la sociedad industrial y
su correlato la sociedad de consumo
como una realidad. “Una de las princi-
pales observaciones que hicieron estos
pensadores, en cuyo horizonte estaba
la emancipación y libertad del indivi-
duo – apunté en “Diccionario de voces
políticas”- era que los sistemas políti-
cos modernos –fascismo, comunismo
y liberalismo capitalista occidental-,
tenían como arma la razón instrumen-
tal (según la cual el fin justifica los me-
dios), para ejercer el control social de la
cultura de masas y, a través de culturas
e ideologías falaces, alienar la sociedad
sometiéndola a los intereses de las eli-
tes dominantes”.
Otros pensadores, como György
Lukács y Antonio Gramsci, considera-
ban que, entre otros factores, el arte, la
literatura, la ciencia, etc. eran vehículos
utilizados por el capitalismo para gene-
rar un sentimiento de alienación que
condiciona la capacidad individual y
colectiva del individuo para dinami-
zar la historia y protagonizarla acorde
con los intereses del sistema. Este senti-
miento de alienación cosifica al ser hu-
mano y da a las cosas un valor acorde
con el precio que fija el mercado. De
este modo, el capitalismo no sólo tiene
el control de la economía, la política y
del aparato represivo del Estado, sino
también la cultura. Asimismo, a través
de los medios de comunicación, los
ideólogos del capitalismo crean una
realidad falsa y manipulan la opinión
pública adormeciendo o anulando el
sentido crítico y las capacidades crea-
tivas del individuo.
Michel Foucault y George Deleuze
ampliaron este campo de análisis abor-
dando la educación del individuo en
las que aquél llamó sociedades disci-
plinarias, preludio de las actuales so-
ciedades de control. Para el primero, la
formación disciplinaria del individuo
se da en espacios acotados. En estas
instituciones –hogar, escuela, ejército,
fábrica/oficina, cárcel, etc.-, el indivi-
duo es instruido para ser útil al sistema
y no a la comunidad. A través de es-
tas instituciones se forman sujetos tan
fuertes e individualistas como dóciles
y obedientes, para que interactúen en
sociedad según las pautas ideológicas
y conductuales del sistema. Para el se-
gundo, la evolución científica y el per-
feccionamiento de los recursos tecno-
lógicos han puesto fecha de caducidad
a estas instituciones formativas e inicia-
do una fase determinada por la socie-
dad de control que no sólo las liquidará
sino que abrirá los espacios para lograr,
paradójicamente, un mayor aislamien-
to de los individuos mediante vallas di-
gitales y una más exhaustiva vigilancia
sobre ellos. “Es posible –escribe Deleu-
ze- que los más duros encierros lleguen
a parecernos parte de un pasado feliz y
benévolo frente a las formas de control
en medios abiertos que se avecinan”.
El efecto inmediato de la pandemia del
Covid-19 al universalizar la presencia
de la muerte ha sido descorrer el velo
que ocultaba los mecanismos interiores
del sistema, definitivamente orientado
por las premisas que el fundamenta-
lismo neoliberal consagró en 1989 en
el llamado Consenso de Washington.
De acuerdo con éste, las elites capi-
talistas han acelerado desde entonces
los planes de debilitamiento del Estado
(privatizaciones, desmantelamiento de
los servicios públicos, descrédito de la
política y de las instituciones, etc.), y la
progresiva sustitución de las democra-
cias parlamentarias por el sistema de
libre mercado, para lo cual se requiere
un exhaustivo control de los ciudada-
nos y su apartamiento radical de la vida
pública. De modo que el verdadero pe-
ligro que se cierne sobre la sociedad fu-
tura no son tanto los llamados “regíme-
nes populistas” como los totalitarismos
económicos, que recurren a las doctri-
nas de seguridad nacional, que en las
décadas de los 60 a 80 del siglo XX
alentaron las medidas político-militares
con las que las dictaduras latinoameri-
canos persiguieron y reprimieron a los
opositores, y ahora propician políticas
económicas de presunta defensa de la
economía nacional, pero que, como
las otras, tienen un carácter represivo
contra los ciudadanos, especialmen-
te contra aquellos que hacen uso de
la tecnología al margen de las gran-
des corporaciones, como por ejemplo
las cargas impositivas que se aplican
a quienes utilizan particularmente las
energías solar o eólica.
Con el pretexto de un enemigo difuso
que amenaza al Estado, las elites del
capitalismo promueven medidas ex-
tremas de control generalizado (espio-
naje de las comunicaciones privadas,
videovigilancia extensiva de lugares
públicos, controles aeroportuarios, vi-
gilancia y control en red, aplicaciones
de seguimiento y formación de perfi-
les mediante aplicaciones en teléfonos
móviles y ordenadores, tarjetas de cré-
dito e incluso de tarjetas de puntos de
supermercados y otros comercios, etc.),
destinadas a mantener su hegemonía
sin oposición.
En las sociedades de control, del mis-
mo modo que ya no son necesarios los
golpes de Estado, en todo caso se dan
golpes de mercado, tampoco es ne-
cesario el encierro institucional de los
ciudadanos en escuelas, cuarteles, fá-
bricas, cárceles, etc. En las sociedades
de la era digital el tiempo y el espacio
abiertos –los canales on line- crean la
fantasía de una libertad que en realidad
es un tipo de encierro mayor. El tiempo
del trabajo en casa, que la pandemia
empieza a extender, es completo. No
hay respiro para el trabajador, quien
permanece confinado en su casa y
sujeto a su computadora y preso de la
tarjeta de crédito, de las deudas, de la
precariedad salarial y de la amenaza
que supone que otro le quite la tarea.
En esa libertad de horarios no se pue-
de distraer porque el Gran Hermano
calibra su rendimiento, conoce su opi-
nión política, sus preferencias, sus gus-
tos, sus diversiones, todo lo necesario
para orientar sus hábitos de consumo
y consolidar su sujeción al sistema. Las
sociedades de control obligan al indivi-
duo a una formación permanente para
no perder el puesto que le ha sido asig-
nado en el complejo productivo de la
macroeconomía capitalista.
Como parte de este proceso coerciti-
vo propio del totalitarismo económi-
co-político, los partidos políticos que
responden a las oligarquías locales en-
cuentran en el discurso nacionalista y
en la agitación de las banderas patrias
un medio para conservar la cuota de
poder que se atribuyen en el señorío.
En este mismo contexto de agitación
identitaria, otros grupos sociales hacen
suyos erróneamente los argumentos de
los nacionalismos excluyentes para rei-
vindicar derechos alzando literalmente
sus propias banderas que los separan,
aún más que los prejuicios morales, del
resto de la comunidad y de la posibili-
LOSFUTUROS
DELPRESENTE
Por Antonio Tello
(Segunda Parte)
Fotografía de Lucas Ortiz
5. El Corredor Mediterráneo / Página 5
dad de asumir proyectos comunes a la
ciudadanía en general y a la clase tra-
bajadora en particular.
Al mismo tiempo y partiendo de la idea
de que toda arquitectura de poder se
sustenta en un determinado flujo de
información que afecta a la psicología
colectiva y a la consideración de los
valores éticos de una sociedad, en las
últimas décadas asistimos a constantes
ataques a la lengua provocando despla-
zamientos interesados de los campos
semánticos y al nacimiento de neo len-
guajes excluyentes, como el mal llama-
do lenguaje inclusivo, que favorecen la
división y el control de la población.
Las mentiras, los bulos y todo aquello
que constituye la llamada “posverdad”
son factores que tienden, desde los
sentimientos y las percepciones de una
individualidad degradada, al despres-
tigio de la razón y la distorsión de la
realidad. Este imperio de los sentidos
ha abierto, especialmente mediante
a las redes sociales, más campo a la
violencia y el odio que a la empatía.
Mediante las mentiras y la demagogia
las elites inescrupulosas obvian la rea-
lidad y los valores éticos que deberían
guiar las conductas de los gobernantes
y sus gobernados, entre quienes hay
grandes bolsas de población que sufren
las injusticias y desigualdades sociales
naturalizadas por el sistema; personas
víctimas de la pobreza, la precariedad,
el hambre y la mortalidad.
Así, las emociones alentadas por la so-
ciedad de control son instrumentaliza-
das para incentivar la competencia y
estimular la ira hacia el otro mediante
la descalificación, el menosprecio y
el insulto. Esto explica que las polari-
zaciones políticas e ideológicas no se
deban tanto a simples desacuerdos so-
bre algunos asuntos sobre los que no
sería difícil el consenso, sino al rechazo
emocional y sectario inoculado, el cual
se retroalimenta sin solución de conti-
nuidad. Esta confrontación permanente
de desprestigio del otro, el uso instru-
mental de la comunicación y el debi-
litamiento del lenguaje favorecen tanto
al control ejercido por el sistema como
a la emergencia de los nacionalismos y
los grupos identitarios.
Puntos de fuga y la rebelión posible
“El hombre de la sociedad de masas
alienado por la división del trabajo –
escribí en “¿Se acabaron las revolucio-
nes?”- se caracteriza por la anomia, el
individualismo y la insolidaridad, Este
“hombre unidimensional”, que consti-
tuye un elemento clave sobre el que se
asienta la sociedad capitalista, es inca-
paz de pensar en una revolución que
lo resitúe en la historia y lo emancipe
del orden económico; es incapaz de
rebelarse contra las inexistentes leyes
del mercado”, porque ha sido despo-
jado del deseo de una revolución po-
sible. Su pensamiento acrítico recha-
za la complejidad democrática como
quien rechaza una lectura exigente, y
lo lleva a la indiferencia o a la acep-
tación de las consignas simplistas tras
las cuales se ocultan las desigualdades
y las injusticias sociales y un modelo de
progreso sustentando en la explotación
de las masas y en el saqueo sostenido
de la naturaleza. ¿Significa esto que no
hay salida posible? ¿Significa esto que
estamos en el infierno y, según Dante,
hemos de perder toda esperanza?
Como hemos visto, el capitalismo ha
desarrollado durante siglos un soberbio
aparato ideológico, político y económi-
co que le permite mantener su econo-
mía y el control de todo. Sin embargo,
dicho control con ser inmenso no es
absoluto. Hay puntos de fuga que los
ciudadanos pueden potenciar creando
nuevos espacios para transformar la
realidad opresiva.
La omnipresencia de la muerte ha de-
jado al desnudo la pobre experiencia
personal y colectiva que acarrean los
mecanismos del “capitalismo tecno-fi-
nanciero”, que se traduce en las limi-
taciones del conocimiento, en el uso
exclusivamente mercantilista de los
productos de la ciencia y la técnica, en
el empobrecimiento léxico y las mani-
pulaciones del lenguaje, y en la aterra-
dora mediocridad de la cultura y el arte
contemporáneos en forma de novelas,
cuentos, poemas, piezas de teatro su-
perficiales, composiciones musicales
sentimentales y vulgares, y cuadros y
esculturas tan pretenciosos como abu-
rridos. Casi todo, el subproducto de
una autopercepción emocional que,
desdeñando la racionalidad, ha llegado
hasta el delirio de negar la esfericidad
del planeta o las realidades biológicas.
Asimismo, la omnipresencia de la
muerte ha descubierto de modo brutal
la inutilidad de los abultados presu-
puestos militares frente a los destinados
a la investigación científica y tecnoló-
gica, a la cultura y a la educación, y
ha expuesto la debilidad de una ciu-
dadanía militarizada y anulada por el
miedo y la ignorancia, que los acepta
y vota a través de sus representantes,
cuya voluntad política es impotente
ante la aceleración digital del proceso
comunicativo y la automatización de
los mecanismos del sistema financie-
ro, que operan al margen de cualquier
soberanía política. Como dice el filóso-
fo italiano Franco Berardi “la sociedad
conectada, hiperveloz [que nos expone
a una masa creciente de estímulos que
no podemos elaborar ni conocer en
profundidad] escapa a la forma moder-
na de gobierno, escapa a la voluntad y
a la racionalidad”.
Si bien estos no parecen tiempos para
movimientos revolucionarios y menos
a tenor del fracaso de los ocurridos en
el siglo XX, que cayeron en la trampa
de reproducir el modelo de ejercicio
de poder de aquel que se quería reem-
plazar, las puertas a otra realidad no
están clausuradas. Aún cabe la posibi-
lidad de micro-revoluciones que cada
uno pueda emprender en sus pequeñas
áreas de influencia, como son el ho-
gar, el trabajo, las amistades, la escue-
la, etc. En estos ámbitos, el individuo
que toma conciencia de su alienación
puede empezar a resolver algunas des-
igualdades e injusticias y a sacudirse
los prejuicios que sostienen la perversa
ética del sistema. Las micro-revolucio-
nes son manifestaciones individuales
de una voluntad de bien común opues-
tas a la naturaleza opresora del sistema
capitalista; no están destinadas a una
hipotética toma del poder, sino a po-
tenciar los puntos de fuga del sistema,
para cambiar la realidad impuesta por
el totalitarismo económico neoliberal.
Si se piensa que el acto creador del
artista es un acto de resistencia contra
el olvido y la muerte ¿por qué no pen-
sar que todo acto imaginativo e inteli-
gente puede ser un acto de resistencia
a la opresión y una herramienta de la
voluntad para abrir nuevos espacios
fuera de la soberanía del capitalismo y
sus mercados? Obsérvese, por ejemplo,
que los portavoces del sistema anun-
cian el derrumbe de la economía mun-
dial como consecuencia de la pande-
mia. Pero la economía de la que hablan
no es la real que hace a la vida de las
personas, cuyo dolor y sufrimiento no
cotiza en bolsa y la muerte es reducida
a valor estadístico. Pero, también obsér-
vese que si de acuerdo con los análisis
de los ideólogos del neoliberalismo, el
sistema se tambaleó en 2008 debido a
la crisis derivada del colapso financie-
ro, entonces ¿de dónde salen ahora las
ingentes cantidades de dinero que los
gobiernos destinan para hacer frente a
la pandemia, incluso en países al borde
de la quiebra como Argentina?
La pandemia del Covid-19 ha puesto al
descubierto la necesidad de enunciar
una ética ciudadana y de fortalecer el
Estado democrático, que garantice la
libertad republicana, los derechos, la
salud, la educación y el bienestar de
todos sus ciudadanos frente a los des-
manes del capitalismo salvaje y a los
efectos perniciosos de la demagogia de
los nacionalismos excluyentes y de las
tribus sexuales y religiosas y sus jergas
particulares.
Si la experiencia es fuente de cono-
cimiento, como dice Emilio Lledó, la
experiencia de la pandemia ha dejado
muchas enseñanzas que deberían ser-
vir para hacer de este mundo un lugar
más habitable para sus criaturas.
En estos días de aislamiento planeta-
rio, apartada la humanidad del ruido
del sistema, puede comprobarse que
el tiempo discurre más lento y propicio
para un pensar que rescate la cordura
del vivir. Este es el tiempo humano y
del conocimiento, en el que la razón
y la sensibilidad laten juntos. No ol-
videmos que la partícula latina “cor”
(corazón) está presente en las palabras
acordar, concordar, recordar y miseri-
cordia, coraje, cordialidad, cordura,
concordia, pero cuando la ignorancia
y la estupidez prevalecen en el corazón
humano desplazando a la razón, tam-
bién en la palabra discordia.
La fragua de la impotencia política para
afrontar los problemas que acarrea
la deshumanización del sistema es la
pérdida de la razón y del pensamiento
crítico del individuo cosificado y esta
impotencia política impide la vigen-
cia de la democracia como espacio de
bien común. De aquí que si se desea
recuperar el tiempo y el espacio hu-
manos, el individuo debe procurar que
las fuerzas intelectuales y técnicas de
la sociedad se orienten hacia una idea
de progreso distinta del acumulativo y
depredador que ha naturalizado el ca-
pitalismo. Estas energías surgidas del
conocimiento y la creatividad debe-
rían concebir una realidad en la que el
desarrollo científico y tecnológico y el
espiritual sean armónicos, pues sin es-
píritu no hay progreso humano. En el
nuevo paradigma de progreso, la vida
del individuo debe emanciparse de la
relación con el trabajo asalariado para
orientar sus facultades intelectuales y
abrirse a su potencialidad afectiva, de
modo que el conocimiento y el desa-
rrollo tecnológico estén supeditados al
servicio del bien común y la realiza-
ción de su felicidad.
El individuo que sobreviva a la pande-
mia seguramente hallará un mundo en
el que el virus habrá cambiado el códi-
go con el que los humanos se relacio-
naban [¿Cómo nos saludaremos? ¿Vol-
veremos a besarnos y a abrazarnos?
¿Compartiremos una misma botella de
cerveza? ¿Huiremos del hacinamiento
de las grandes urbes?].
Charles Baudelaire inicia “Correspon-
dencias”, uno de los poemas funda-
dores de la poesía moderna, con estos
versos: “Naturaleza es un templo don-
de vivos pilares / dejan, a veces, salir
confusas palabras; / el hombre pasa a
través de bosques de símbolos / que lo
observan con miradas familiares”. Pen-
semos que ese hombre que atraviesa
los bosques de símbolos, hoy se en-
cuentra ante la oportunidad de reinter-
pretarlos para una convivencia social
más armónica.
Si consideramos la poesía como un
principio activo de belleza y armonía,
quizás el individuo humano que sobre-
viva a la pandemia debería potenciar
la dimensión poética del lenguaje para
establecer una relación más cercana
con el quehacer tecnológico y, como
afirma Berardi, “reabrir lo indefinido
en nuestro tiempo” ya que “cuando el
ingeniero interactúa con el artista, sus
máquinas tienen la intención de ser úti-
les para la sociedad y reducir el tiempo
de trabajo”, pero cuando el ingeniero
“es controlado por el economista, su
horizonte es el crecimiento económi-
co”.
Potenciar la dimensión poética del
lenguaje es una forma de micro-re-
volución que significa reinterpretar el
código universal de las relaciones hu-
manas de modo que cada uno, en su
esfera de influencia, pueda cambiar los
hábitos y conductas violentos e insoli-
darios generados por la tecno dictadura
del capitalismo especulativo; devolver
a las palabras su verdadero patrón sig-
nificativo para redefinir la utilidad dán-
dole sentido a la experiencia que nos
enseña que el ser humano es tan frágil
como pensante y que, como tal, para
su bienestar no necesita una economía
basada en la especulación financiera, la
deuda crónica ni la producción militar,
y, finalmente, potenciar la dimensión
poética del lenguaje significa restaurar
la confianza en la política para asegu-
rar que las instituciones democráticas
garanticen la libertad, los derechos y
el bienestar de los ciudadanos, la paz
social y mundial, el respeto de la natu-
raleza y la salud del planeta. Ya lo dijo
George Steiner en Lenguaje y silencio,
“mientras no podamos devolver a las
palabras en nuestros periódicos, en
nuestras leyes y en nuestros actos polí-
ticos algún grado de claridad y de serie-
dad en su significado, más irán nuestras
vidas acercándose al caos. Vendrá en-
tonces una nueva edad oscura”
En definitiva, que la experiencia de la
pandemia sirva para cambiar o no un
sistema inhumano que lleva al mundo
a una catástrofe inimaginable depende
de que cada uno haga su micro-revolu-
ción con eficacia y obligue cuanto an-
tes a los gobiernos a cambiar el rumbo.
6. El Corredor Mediterráneo / Página 6
ERNESTO
CARDENAL.
Poeta, sacerdote
y revolucionario
Por Eduardo Garrido
Arrodillado frente a Juan Pablo II, quien le
amonesta en el aeropuerto de Managua,
Ernesto Cardenal, ministro de Cultura del
gobierno sandinista, con la boina negra re-
posando sobre una de sus rodillas, acepta la
reprimenda, con una media sonrisa, ante la
atentamiradadeDanielOrtega.“Usteddebe
regularizar su situación”, fueron las palabras
que pronunció el Pontífice el 4 de marzo de
1983, durante su primera visita a Nicaragua.
Tiempo después, en su autobiografía, el poe-
ta escribía: “Como no contesté nada, volvió
a repetir la brusca admonición. Mientras, en-
focaban todas las cámaras del mundo”. Sin
duda, esta es la imagen que a todos se nos
viene a la mente al recordar al sacerdote san-
dinista que falleció el pasado 1 de marzo, a
la edad de 95 años.
Como uno de los más reconocidos exponen-
tes de laTeología de la Liberación, el autor de
El evangelio de Solentiname fue una figura
destacada en el enfrentamiento entre el mo-
vimiento y Wojtyla, quien prohibió a los sa-
cerdotes ejercer responsabilidades políticas
de gobierno.
Meses después, el Papa polaco ordenaría la
suspensión de Cardenal, lo que le impidió
el ejercicio del sacerdocio durante casi 35
años, hasta que el papa Francisco, en febrero
de 2019, levantó la sanción. La noticia le lle-
gó mientras se recuperaba en un hospital de
Managua y la recibió con la tranquilidad de
haberse mantenido fiel a sus principios. Va-
lores que le acompañaron a lo largo de toda
su vida y que le condujeron a abandonar
los privilegios de su adinerada cuna por su
vocación sacerdotal, su compromiso revolu-
cionario y su radicalidad en la poesía.
Literatura y sacerdocio
Ernesto Cardenal nació el 20 de enero de
1925 en la localidad nicaragüense de Gra-
nada. Su familia, una de las más respetables
y acomodadas del país, había elegido para él
los estudios de Derecho. No obstante, ante
la evidente inclinación literaria del joven, su
padre accedió a que estudiara literatura en
México y Estados Unidos.
Pero su verdadera vocación, el motor último
de su trayectoria vital, fue el Evangelio. Bajo
su impulso vertebró las tres líneas que mar-
caron su camino: la lucha por la liberación
de su país, la fundación de la comunidad de
Solentiname y la poesía como arma revolu-
cionaria. En 1957 es aceptado en el monas-
terio trapense de Gethsemaní, en Kentucky.
Un acontecimiento que vivirá con enorme
alegría y que le trasmitirá una paz y un sosie-
go que ya no le abandonarán nunca.
Allí conoce al escritor, místico y poeta Tho-
mas Merton, a quien habían nombrado
maestro de novicios un año antes de la llega-
da de Cardenal. Este hecho impactó sobre-
manera en el ánimo del joven neófito. Pro-
fundo admirador de Merton, Ernesto había
estudiado toda su obra y traducido buena
parte de ella. Tenerlo como maestro durante
su noviciado lo atribuía, sin ninguna duda, a
una intervención especial de Dios para con
él. El tiempo que estuvo en Gethsemaní le
abrió la puerta al cristianismo comprometido
política y socialmente.
Ese compromiso inspiró la Comunidad de
Nuestra Señora de Solentiname, en el archi-
piélago nicaragüense homónimo, fundada
por Cardenal en 1966, un año después de
ser ordenado sacerdote. Lugar utópico, casi
un paraíso sobre la Tierra, la comunidad
cristiana y artística de Solentiname pronto
se convertiría en lugar de encuentro para los
guerrilleros del Frente Sandinista que lucha-
ban contra los Somoza. Según sus palabras:
“Es una verdadera comunidad. Los campesi-
nos son artistas. […] Son felices, todos traba-
jan para todos bajo el más puro y auténtico
espíritu del comunismo”. Frente a la guerri-
lla, Cardenal sostenía que estaba de acuerdo
con sus objetivos pero no con sus métodos.
Sin embargo, ante la dictadura de Somoza
hizo declaraciones en el sentido de que la
única vía era la lucha armada.
Su labor como escritor es continua. En su
poema épico Hora 0, habla de los dictadores
de Centroamérica, de las empresas fruteras
estadounidenses en la región, del alzamiento
de Augusto Sandino en los años treinta y su
asesinato por Somoza, y por último se refiere
a la Rebelión deAbril de 1954 en Nicaragua.
Después del triunfo de la revolución en julio
de 1979 trató de llevar el modelo aplicado
en Solentiname a nivel nacional. En 1983 ex-
presabasusatisfacciónporhaberconseguido
que el pueblo, indios, campesinos, soldados,
obreros, empleadas domésticas, escribieran
poesía. Ocurría el mismo año que Juan Pa-
blo II prohibió a los sacerdotes nicaragüenses
tener ninguna responsabilidad de gobierno.
Ernesto Cardenal era ministro de Cultura y su
hermano, Fernando, sacerdote jesuita, minis-
tro de Educación. Ambos desobedecieron la
orden papal y continuaron al frente de sus
respectivas carteras ministeriales.
Místico y símbolo de la rebeldía, sus convic-
ciones le llevaron a manifestar su fe inque-
brantable en Cristo. Por lo tanto, si elVatica-
no se apartaba del cristianismo, tal y como
él lo entendía, no dudaba en seguir a Cristo,
aunque eso supusiera distanciarse delVatica-
no. En 1979, en una entrevista para El País
respondía: “[…] entiendo que el cristianismo
es revolución, es liberación de la humanidad
de toda opresión, y que un servidor de Cristo
tiene que ser revolucionario con el mismo
radicalismo con que lo fue él”.
Estilo definido
Su paso por el monasterio de Gethsemaní le
influyó en su inconfundible manera de abor-
dar la escritura. Su estilo, claro, meticuloso y
directo, tiene mucho que ver con la rutina de
trabajos manuales, sencillos y humildes que
desarrollaba en la comunidad trapense. Su
obsesión como escritor era llegar al pueblo
de manera directa, con un lenguaje com-
prensible, alejándose de lo que él denomi-
naba la poesía de la élite. En 1965, durante
su estancia en el seminario, un profesor de
teología les da la noticia de la muerte de Ma-
rilyn Monroe. Cardenal escribe uno de sus
más conocidos poemas, “Oración por Ma-
rilyn Monroe”.
Su obra incluye numerosos ensayos sobre
teología, política, poesía y varios tomos de
memorias. Cántico cósmico, un poema
de más de 600 páginas, es, junto con
Cantos deVida y Esperanza, del también
nicaragüense Rubén Darío, una de las
obras poéticas más relevantes de Améri-
ca Latina.
Continuó al frente del ministerio de Cul-
tura hasta 1987. Corrupción, autorita-
rismo y discrepancia ideológica, distan-
ciaron a Cardenal del Frente Sandinista.
Para el sacerdote, Daniel Ortega había
convertido su país en una nueva dicta-
dura tras la revolución.
El enfrentamiento entre ambos se pro-
longó y la persecución política que Car-
denal denunciara, se recrudeció cuando
Ortega llegó a la presidencia del gobier-
no de Nicaragua en 2007. A pesar de su
avanzada edad y del acoso judicial al
que fue sometido, su voz se escuchó du-
rante las protestas de abril de 2018 por
las que se acusaba al gobierno de Ortega
por crímenes de lesa humanidad.
Recurrente candidato al Nobel de Lite-
ratura, recibió innumerables galardones
literarios e incluso la Legión de Honor
de la República Francesa. En el año
2012, en el discurso de agradecimien-
to que pronunció al recoger el Premio
Iberoamericano de Poesía Reina Sofía,
se refirió a sí mismo con las siguientes
palabras: “Mi poesía tiene un compro-
miso social y político, mejor dicho, re-
volucionario. He sido poeta, sacerdote y
revolucionario”.
En su viaje hacia las estrellas, aparecie-
ron turbas violentas espoleadas desde el
poder para interrumpir el funeral y turbar
su descanso. Ignorantes, no sabían que
no podrían alcanzar a quien había parti-
do en su barquita, con la que pescaba en
Solentiname y que había llamado “San
Juan de la Cruz”, sereno y en paz.
HISTORIA
7. El Corredor Mediterráneo / Página 7
RÍO CUARTO CELEBRA
LA FERIAVIRTUAL
DE EDITORIALES
INDEPENDIENTES
Desde la Subsecretaría de Cultura de
la Municipalidad de Río Cuarto y la
Fundación por la Cultura organizan,
en forma virtual, la 6º Feria de Edito-
riales Independientes de la ciudad de
Río Cuarto.
Esta feria se desarrollará los días 5, 6
y 7 de junio a través de las redes Cul-
tura Río Cuarto y las fanpage de los
espacios culturales oficiales: Centro
Cultural del Andino, Tintorería Japo-
nesa, Biblioteca Reino del Revés, Es-
pacio Cultural Arregui Cano,Teatrino
de laTrapalanda y Feria del Libro Rio
Cuarto.
La iniciativa tiene como objetivo ha-
cer visible la intensa actividad de la
edición independiente de nuestra
ciudad. Actividad que, en este marco
excepcional, no ha dejado de produ-
cir, compartir contenidos y generar
actividades para promover la lectura
y el libro de producción local.
En este marco es que se brindará
un extenso catálogo de editoriales y
librerías locales a través de una pla-
taforma virtual con capacidad de ser
compartida por redes. En la misma
cada editor podrá compartir sus catá-
logos para la venta y descarga.
También se podrá disfrutar de una
programación virtual que contendrá
presentaciones de libros, lecturas,
muestras audiovisuales, talleres, char-
las, talleres grabados y material para
descargar.
Entre las librerías y editoriales locales
y de Córdoba que han confirmado su
participación figuran Unirío-UNRC,
Editorial Cartografías, Editorial Cás-
cara de nuez, Editorial Renacentista,
Editorial Kollontai, Calibroscópico
Libros, Arjé Libros, Holden Libros,
La Colectiva, Acercándonos, Rayo
Negro Ediciones, Diversas, Otros
Mundos, Colectivo Glauce Baldovin,
Dado Vuelta Ediciones y Jericles-De-
masi.
8. El Corredor Mediterráneo / Página 8
RECUERDOS DEL CONFÍN
Por Jorge Sarraute
Trinidad
Trinidad, de casadaTrinidad Sánchez, la abuelaTrini, era
hija de buena casa con apellidos ingleses, franceses o
de buena estirpe criolla. Incluso recuerdo un retrato del
Presidente Carlos Pellegrini en la pared de su habitación,
testigo de antiguas grandezas familiares.
El nombre de mi abuelo no lo recuerdo, se habló poco y
nada de él en casa. Era hijo (según me contó mi madre)
de una gaditana que fue a parar a Argentina a trabajar
de criada en la estancia de un tal Wolf o algo parecido,
no se si inglés o irlandés. Otras fuentes me comentaron
alguna vez que en realidad se trataba de una indiecita,
no lo se, la
historia no sufre por un matiz así, aunque esta idea pueda
horrorizar a parte de mi familia
que no soportaría tener sangre indígena en sus venas.
La gaditana (o indiecita) , como era natural entonces,
tuvo un hijo del Wolf, quien se negó
a darle su apellido. Pero, aunque legalmente no lo reco-
noció, lo mantuvo, junto a su madre, hasta que se hizo
mayor, entonces le regaló un campo en Cacharí, en me-
dio de la Prov. de Buenos Aires. Plena Pampa húmeda.
Se ve que era muy bello, le llamaban El Inglesito. Había
salido a su padre, alto y rubio, lo que en aquellos paisa-
jes era poco habitual. Desconozco cómo Trinidad y El
Inglesito se conocieron y casaron, la cuestión que ella se
instaló en la propiedad de Cacharí para parir hijos, creo
que seis o siete.
Las labores de mi abuelo, según me contó mi madre,
consistían en leer el diario mientras le lustraban las botas,
decir que “en el campo el que trabaja es el toro”, y salir
por las tardes, elegantemente vestido, a jugar a los naipes.
Una tarde salió para una timba y ya no regresó. Desde
entonces poco y nada se supo de él. Huyó sin dar la cara
ni preocuparse por su familia, dicen que fue a parar a la
Patagonia.
A los dos días aparecieron unos señores en la casa para
decirle a mi abuela que esa propiedad tenía otro dueño
y que debía marchar. Así que Trinidad cargó una carreta
con lo que pudo, montó en ella a sus seis o siete hijos y
rumbeó campo afuera. No podía quedarse en Cacharí
(un pueblo entonces y hoy muy minúsculo en medio de
la pampa) , las malas lenguas se hubieran ensañado con
ella y su orgullo no se lo permitía, así que agarró la huella
que llevaba al pueblo de al lado, a Azul, a 50 km., donde
tiempo después nací yo.
Allí se puso a lavar ropas y otras tareas domésticas para
la aristocracia local, y lavando lavando hizo de sus hijos
personas buenas y sencillas, pero con estudios suficien-
tes como para ganarse bien la vida, algunos muy bellos,
altos y rubios, de ojos celestes, como inglesitos.
La recuerdo en la cocina de su casa humilde, preparan-
do tortas fritas y canturreando milongas, tangos campe-
ros o valses, como este humilde vals criollo de aquellos
tiempos que, se me ocurre, viene bien para acompañar
esta historia. Tiene la belleza de esas “flores rústicas del
campo que nacen de la noche a la mañana. Se llama
“Temblando” y son unos versos de Charrúa.
Dicen que la muerte verdadera es cuando ya nadie te
nombra.Va por Trinidad.
La Columna